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J.-A. Miller: Intervenciones de Lacan en 
la Sociedad Psicoanalítica de París
Intervención en el Primer Congreso Mundial 
de Psiquiatría 1950
El mito individual del neurótico
Diálogo con los filósofos franceses
Carta a D. W. Winnicott
Psicoanálisis y medicina
Jacques Lacan
Intervenciones
y
T extos
Manantial
Jacques Lacan
INTERVENCIONES
Y
TEXTOS
EDICIONES MANANTIAL
Titulo original y fuente
Interventions de Lacan à la S.P.P., Ornicar? N° 31 
Intervention au Premier Congrès Mondial de Psychiatrie 1950, Ornicar? 
No 30
Le mythe individuel du névrosé, Ornicar? N° 17/18 
Dialogue avec les philosophes français, Ornicar? N° 32 
Lettre a D. W. Winnicott, Ornicar? N° 33 
Psychanalyse et médicine. Lettres de l'Ecole freudienne N° I
Traducción: Diana Silvia Rabinovich
Impreso en Argentina
Queda hecho el depósito que marca la Ley N° 11.723 
© de las ediciones originales, Navarin éditeur, París, Francia 
© de los derechos en lengua castellana y de la traducción al castellano 
Adiciones Manantial S.R.L., 1985, Santa Fe 1385, 3o piso, Buenos 
Aires, Argentina.
Publicado con el acuerdo de Jacques-Alain Miller titular de los derechos 
morales de la obra de Jacques Lacan, según la Ley francesa del 11 de 
marzo de 1957.
ISBN 950-9515-06-X
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modi­
ficada por cualquier medio mecánico o electrónico, incluyendo fotoco­
pia. grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación 
de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados.
EDICIONES MANANTIAL
INTERVENCIONES DE LACAN 
EN LA SOCIEDAD PSICOANALITICA DE PARIS
Jacques-Alain Miller
Reuní aquí lo que queda de las intervenciones de Lacan en 
la Sociedad Psicoanalítica de París; además de las que figuran 
en los Escritos, y sin incluir los documentos que fueron 
publicados otrora en la Escisión de 1953.
A partir de 1933, y hasta su renuncia en 1953, Lacan 
participó regularmente en las actividades de la Sociedad, en 
ese entonces la única asociación psicoanalítica de Francia. La 
mayoría de sus intervenciones, realizadas durante las sesiones 
científicas regulares, y en los congresos llamados "de psicoa­
nalistas de lengua francesa”, no son conocidas más que por 
las breves menciones que surgen en las actas de sesión. Más 
extensa es la réplica de Lacan a su psicoanalista, Ixjcwcnstein, 
sobre el tema del “ instinto de muerte” . Finalmente, dos 
resúmenes de Lacan son de su cosecha: el de su exposición de 
1938, “De la impulsión al complejo” es de su mano, al igual 
que su respuesta a las intervenciones que siguieron a su 
comunicación de 1950, sobre la función del psicoanálisis en 
criminología.
Fuera de estos dos escritos, el tenor de los comentarios que 
se le adjudican a Lacan a través de las actas debe ser 
considerado como aproximativo. Pero el conjunto, por alea­
torio e incierto que sea, no es menos significativo.
6 Intervenciones y textos
I
VALOR REPRESENTATIVO DEL CRIMEN PARANOICO
(1933)
La VIII Conferencia de psicoanalistas de lengua francesa, 
que se realizó en París el 18 y 19 de diciembre de 1933, 
incluyó la discusión de dos informes: uno, de Jean Piagct, “El 
psicoanálisis y el desarrollo intelectual’’; el otro, de Raymond 
de Saussurc, “ Psicología genética y psicoanálisis”.
Una intervención de Jacqucs Lacan es mencionada, en el 
curso de la discusión del informe de Piaget, el 19 de 
diciembre:
“El Dr. Lacan, un poco al margen de la discusión, señala 
que en los paranoicos las manifestaciones esenciales, tales 
como los asesinatos representativos, etc., tienen un eminente 
valor representativo social. “Hay allí algo que hace a la 
estructura misma de lo social”.“
II
PSICOANALISIS Y PERVERSION
(1934)
La Sociedad escucha, el 20 de noviembre de 1934, una 
comunicación de Charles Odier, titulada “Conflictos instinti­
vos y bisexualidad” donde presenta el caso “de un bisexual 
perverso, constantemente cortocircuitado por el deseo de 
conocer proxenetas con fines de fcllatio”.
En el curso de la discusión, Jacqucs Lacan, que fue 
aceptado como miembro adherente de la Sociedad durante la 
parte administrativa de esta misma sesión, figura de este 
modo en el acta:
“quisiera preguntarle a Odier, sin dejar de felicitarlo por su 
exposición tan seductora, cómo concibe el papel del psicoa­
nalista en la elección de los medios de acción en un caso 
como éste”.
Intervenciones de Lacan en la S. P. P. 7
Odier “responde al Dr. Lacan que la cuestión es embarazo­
sa. En general, el pronóstico de estos casos no es muy bueno. 
No hay posibilidad de adoptar una actitud particular. Hay 
que llegar a hacer admitir al enfermo que tener un coito es 
tan admisible como hacerse pis en la cama o como una fclla- 
tio. En cuanto a una técnica especial eventual, ella esta aún 
por descubrirse“.
Ill
EL SUICIDIO 
(1934)
El 18 de diciembre de 1934, la sesión de la S.P.P. está 
consagrada a un informe del Dr. Friedmann sobre el suicidio 
(aparecido el año siguiente en la R.F.P. t. VIII, N° I).
Durante la discusión Marie Bonaparte señala en el suicidio 
“cierta derrota, un repliegue del narcisismo’’. Jacques l^acan 
interviene a continuación, en términos que son transmitidos 
del siguiente modo: “el Dr. I^acan piensa también que habría 
que acordar la mayor importancia al factor narcisístico, pero 
que no habría que contentarse con una concepción pura­
mente energética que, por el contrario, habría que introducir 
una concepción estructural”.
IV
EL CRIMEN PARANOICO
(1935)
El Dr. Schiff presenta a la S.P.P., el 18 de febrero de 1935, 
una comunicación titulada “Psicoanálisis de un crimen in­
comprensible”. La inculpada mató a una tía con la cual vivía, 
tras un incidente fútil: “la víctima había manejado torpe­
mente una ‘lapicera lacrimógena’ que su sobrina le había 
regalado”.
En la discusión, Rcné Spitz interviene para señalar que los
8 Intervenciones y textos
reproches hechos a la tía eran “ reproches claros de castra­
ción. Una queratitis, enfermedad hereditaria, tiene el valor de 
una castración por su madre. ¿Pero su tía, por añadidura, no 
la castró al prohibirle el acceso a una profesión masculina? 
Luego, toma la palabra Jacques Lacan:
“También le parece que la importancia dada ala queratitis 
está en el punto simbólico más alto de la mujer viril. Cree 
también en el valor desencadenante del incidente aparente­
mente absurdo. Tal era también el caso en el crimen de las 
dos hermanas Papin, que habían masacrado a su patrona a 
propósito de un pequeño corte de energía. Esta coincidencia 
de un acontecimiento objetivo con la tensión pulsional tiene 
gran valor”.
“ ¿Puede, entonces, decirse verdaderamente que la crisis es 
incomprensible? Lo es para una idea convencional que se 
tiene de ella. Hay casos donde la realización del kakon es 
incomprensible, otros en los que se comprende. El caso de 
Aimée está calcado sobre el de Schiff. Se trata pues, verdade­
ramente, de una neurosis paranoica, no de una psicosis en la 
que la agresión adquiere la significación de un esfuerzo para 
romper el círculo mágico, la opresión del mundo externo".
Rene Uaforgue invita luego a la asistencia a reflexionar en 
el “problema de la responsabilidad”. Luego de las interven­
ciones de Odcttc Codct, E. Pichón, G. Dalbiez y Maric 
üonaparte, Lacan da su opinión: “ El punto de vista de la 
defensa no puede más que conducir a conclusiones peligrosas. 
Los médicos se burlan de este punto de vista: hay jueces a 
medida para ello. Pero nosotros podemos dar una definición 
de la personalidad y la sociedad tiene derecho a pedirnos 
cuenta de la homogeneidad de esa personalidad. Sin doctrina, 
llegamos a la experticia médica tal como se practica hoy: 
absolutamente arbitraria. Es indignante ver a tantas plumas 
médicas comprometarse en experticias judiciales” .
Intervenciones de Locan en ¡a S. P. P. 9
V
LA ANOREXIA MENTAL 
(1935)
Sesión de la S.P.P. del 18 de junio. Odette Codel presenta 
una comunicación: “A propósito de tres casos clínicos deanorexia mental”.
En el curso de la discusión, “el Dr. Lacan pregunta hasta 
donde debe llevarse un análisis de niños. No se puede 
considerar como totalmente muerta a una rama muerta que 
está en la orilla. Ella lleva brotes a los cuales pueden 
engancharse materiales capaces de hacer en un momento 
dado todo un dique. ¿Un síntoma desprendido por una breve 
terapéutica no puede acaso hacer lo mismo? ”
“Desea subrayar dos puntos. Primero, que en los anorexi- 
cos existen siempre fantasmas fálicos. Cita sueños en apoyo 
de esta constatación”.
“ Y un segundo punto: al examinar en sus recuerdos de 
consultas populares, se encuentra una treintena de casos de 
anorexia mental. Todos esos casos se referían a varones, que 
eran judíos”.
VI
LA ANGUSTIA Y EL CUERPO FRAGMENTADO 
(1937)
Bajo el título “Enfoques paleo-biológicos y biopsíquicos” 
(cf. R.F.P., t. IX, N° 3), Marie Bonaparte presenta una 
comunicación a la sociedad, el 19 de enero de 1937.
Jacqucs lacan interviene en la discusión:
“Me parece que falta la cadena representativa; en el 
complejo de castración está el fantasma de castración; en la 
angustia de penetración, está el fantasma de cvcntración. 
Representémonos el abismo; es obviamente cierto que nada 
nos permite suponer que las células se reprc:.enten «algo; la
IO Intervenciones y textos
angustia es un fenómeno del yo (moi). Persiste cierta ambi­
güedad en mi mente en lo que respecta a la percepción de 
estos temores; se trata de esa representación narcisistica que 
intenté exponer en el Congreso Internacional al hablar del 
“estadio del espejo”. Esta representación explica la unidad 
del cuerpo humano; ¿por qué esta unidad debe afirmarse 
precisamente para que el hombre experimente como lo más 
penoso la amenaza de esta fragmentación? Es en los seis 
primeros meses de prematuración biológica cuando llega a 
fijarse la angustia”.
VII
FIJACION MATERNA Y NARCISISMO 
(1937)
El 25 de mayo de 1937, Daniel Lagache presenta bajo el 
título de “Duelo y melancolía” (cf. R.F.P., t. X, p. 693 sg. ), 
el caso de una enferma que entra en análisis luego de la 
muerte de su hijo, tras lo cual se suicida.
Después de los primeros comentarios de Rene Spitz, 
Jacqucs I^acan hace saber que “desearía saber cuándo desapa­
reció el marido”. I^igachc: "fue muerto en la guerra”. Al 
respecto, I.acan prosigue:
"Esta mujer nunca llegó al estadio genital. Esto me parece 
que está en correlación con el hecho de que el hombre nunca 
apareció en su vida más que bajo una forma mutilada. Este 
caso está admirablemente estructurado para ilustrar el hecho 
de algunos seres que nunca resolvieron el Edipo y quedan en 
dos dimensiones: la fijación materna y el narcisismo. Si la 
enferma esbozó algo logrado fue por la vía narcisística y por 
el canal de su hijo. Bajo la forma de Voronof, es la madre la 
que viene a criticar a Lagache y en esto no comparto la 
interpretación de {¿agache ¿por qué se suicidó esta enferma? 
No se; parece que el fenómeno de la anorexia que está en un 
segundo plano está ligado con el traumatismo del destete”.
Intervenciones de ¡Mean en la S. P. P. 11
VIII
EL INSTINTO DE MUERTE 
(1938)
Loewestcin presenta en la X Conferencia de los psicoanalis­
tas de lengua francesa, el 21 de febrero de 1938, una 
comunicación consagrada a “El origen del masoquismo y la 
teoría de las pulsiones”.
En el curso de la discusión, Jacques I^acan se expresa, 
según el acta, en los siguientes términos.
“Agradezco en primer término a Loewenstein su informe, 
cuyo' mérito es el de plantear claramente los problemas y 
especialmente el problema de la teoría de las pulsiones de 
muerte, que resuelve a su modo, pero que resuelve.
“La complicación extrema de esta discusión sobre el 
masoquismo surge de una suerte de diplopía que nos captura 
cada vez que interviene este trasfondo del instinto de muerte. 
Creo que es difícil eliminar de la doctrina analítica la 
intuición freudiana del instinto de muerte. Intuición, porque, 
para la actualización doctrinaria, queda aún mucho por hacer, 
como nuestra discusión lo prueba; pero sin duda me parece 
extraordinario, por parte de algunos, decir que, en lo que 
respecta al tema de los instintos de muerte, Freud hizo una 
construcción especulativa y ha estado alejado de los hechos. 
Es más especulativo querer que todo lo que encontramos en 
nuestro dominio tenga un sentido biológico que, siguiendo 
esa experiencia concreta del hombre —ninguno otro la tuvo 
en su siglo más que Freud— hacer surgir una noción bastarda, 
que nos deja estupefactos. Poco me importa que esto consti­
tuya un enigma biológico; es cierto que en el dominio 
biológico, el hombre se distingue, en tanto que es un ser que 
se suicida, que tiene un superyó. Observamos su esbozo en el 
reino animal y, obviamente, no se trata de separar al hombre 
de la escala animal; pero de todos modos, puede señalarse que 
lo que se parece más a un superyó humano no aparece en los
12 Intervenciones y textos
animales salvo en la vecindad del hombre, cuando están 
domesticados. En lo referente a las otras sociedades animales, 
desde hace cierto tiempo apareció una crítica que pone en 
duda las semejanzas, un poco proyectadas, que se habían 
establecido, entre la supuesta analogía de las sociedades de 
hormigas y de las sociedades humanas; de modo tal que en lo 
que hace a su superyó, no podemos decir gran cosa. El 
hombre es también un animal que se sacrifica y nos es 
imposible a nosotros, analistas, desconocerlo, sobre todo que, 
sobre este último punto, ya surgieron equívocos. Esta especie 
de convergencia que hemos subrayado, entre la culminación 
del principio de realidad, de objetalidad y el sacrificio, es algo 
que quizá no es tan simple como la teoría parece indicarlo. 
No es una maduración del ser, es mucho más misterioso. May 
una convergencia entre dos cosas totalmente distintas: entre 
la culminación de la realidad y algo que parece ser la punta 
extrema de esa relación entre el hombre y la muerte, que por 
otro lado puede ser precisada fenomenològicamente hablante. 
Estando intricado el sentido de la vida del hombre, en su 
vivencia, con el sentido de la muerte, lo que especifica al 
hombre en relación al instinto de muerte, es que el hombre es 
el animal que sabe que morirá, que es un animal mortal.
“ Freud precisamente, partía de una formación, de una 
mente biologista, y en el contacto mismo con la experiencia 
de los enfermos, pronunciaba estas palabras que debían serle 
difíciles: “El instinto de muerte es una cosa que debemos 
tener en cuenta, que me parece hacer una especie de irrup­
ción feliz en este biologismo que molesta demasiado”.
“Palpamos en todo momento una suerte de distinción 
entre los ordenes y los dominios, en esas estructuras que son 
esenciales. No capté, recién, lo que quería decir Locwenstein 
al terminar su informe, cuando insistía en que fuesen distin­
guidos los mecanismos y las tendencias. Si quería hablar de la 
tendencia que tenemos a hacer que todos los mecanismos 
sólo sean tendencias, ¿por qué dar todo más bien a las
intervenciones de ¡mcan en la S. P. P. 13
tendencias o más bien a los mecanismos? Si simplemente es 
esto a lo que quiso limitarse, estoy totalmente de acuerdo; 
cada quien sabe en qué medida, en la doctrina analítica, las 
tendencias siempre fueron una noción que prevaleció sobre 
los mecanismos, y en muchos casos todavía nos incomodan. 
Pero si se trata, fenomenològicamente, de establecer el 
vínculo cronológico entre los mecanismos y las tendencias, 
allí, ya no lo sigo más. Mecanismo es una palabra que me 
parece dejar una duda, ya que, bajo este termino, parecería 
citar otras cosas que mecanismos, que principios, y me 
complació mucho la ironía de su demostración, de acuerdo a 
la cual estos principios se arman y se desarman con la mayor 
facilidad.
Entonces, si se trata de aportar un poco de claridad en esta 
discusión, yo creo que ella puede estar en esta dirección: 
investigación psicogenética, en consecuencia evolutiva e histó­rica de las estructuras y de las formas, en sus relaciones con 
las tendencias”.
IX
DE I.A IMPULSION AL COMPLEJO 
(1938)
El 25 de octubre de 1938, Jacques Lacan presentó una 
comunicación titulada “De la impulsión al complejo” . El 
resumen publicado en la R.F.P. es presentado como pcrtenc- 
cicndole. El acta de la discusión (por J. Leuba) es reproduci­
da aquí in extenso.
Resumen de Jacques ÍMcan
Esta comunicación es una contribución al estudio de los 
hechos definidos por la clínica clásica como "impulsiones”, 
por los medios del psicoanálisis.
14 Intervenciones y textos
1.a preocupación clínica domina aquí tanto la presentación 
como el análisis de los hechos.
La presentación de los dos casos relatados está hecha 
tomándose un gran cuidado al describir las etapas de la 
evolución psicológica de los sujetos en el curso del trata­
miento. En un vocabulario lo más cercano posible al fenóme­
no y que no se limita a la afirmación de mecanismos 
supuestamente reconocidos en la patogenia. Un procedimien­
to tal subraya la extensión que encuentra en estos momentos 
artificiales el campo de la clínica y el complemento que 
aportan a la gama de los estados mórbidos: satisfacción que 
supera el interés clasificatorio para revelar la estructura.
El análisis, oponiendo en sumo grado los dos casos elegidos 
en formas aparentemente muy cercanas, manifiesta toda su 
potencia de diagnóstico como técnica de intervención.
El primer caso muestra en efecto una resolución de los 
síntomas desde el momento en que son dilucidados los 
episodios edípicos, por una reevocación casi puramente 
anamnésica y antes casi de toda condensación de la transfe­
rencia, sin embargo, totalmente lista para operarse. Manifesta­
ción mórbida muy plástica pues, y cuya desaparición sólo se 
traduce como la de un parásito en la personalidad.
El segundo caso necesita, en cambio, el recurrir a fantas­
mas extraordinariamente arcaicos, exumados no solamente a 
partir del recuerdo sino del sueño y cuya relación con las 
impresiones recibidas del exterior en la primera infancia se 
limita evidentemente a una incidencia ocasional, y no hace 
más que profundizar la pregunta sobre su origen.
Fantasmas de desmembramiento y de fragmentación 
corporal, polarizados entre la imagen del cadáver oculto 
y aquellas mellizas del vampiro macho con rostro de vie­
jo y de la mujer ogro despedazadora de niños. Estas repre­
sentaciones caracterizadas efectivamente por el tono del 
horror revelan ser solidarias, en la estructura, de revelacio­
nes mentales de una cualidad afectiva muy diferente y
Intervenciones de Locan en la S. P. P. ■ 15
que pueden definirse como estados de beatitud pasiva.
Su complejo, que coincide con ciertas intuiciones poéticas 
muy llamativamente expresadas en la literatura, es destacado 
por el autor en la presente ocasión bajo la invocación de 
Saturno, debido al motivo de la devoración sangrienta del 
niño y a su relación singular como si fuera el revés de un 
sueño arcadiano.
1.a forma clínica, como es frecuente, hay que insistir en 
ello, sólo libra plenamente sus particularidades tardíamente, 
en el curso del flujo confidencial condicionado por el trata­
miento, mostrando claramente la relatividad de las obser­
vaciones de la práctica psiquiátrica ordinaria que sólo pueden 
sondear las variaciones de cada caso no sólo en la reticencia, 
sino en la ignorancia y la inconsciencia de los síntomas. Es 
solamente por el acercamiento de las perspectivas proporcio­
nadas sobre el mismo síntoma por incidencias narrativas o 
interpretativas múltiples, que en el curso del monólogo 
psicoanalítico y sin ninguna sugestión del cuestionario, 
verá dibujarse en su pureza un caso como el aquí presentado: 
que el autor caracteriza como una neurosis obsesiva reducida 
a su base pulsional, es decir a la cual le falta casi toda la 
superestructura de las obsesiones en tanto que desplaza­
miento de afectos, y lo que el análisis ha aislado estructural- 
mente como síntomas de defensa del yo.
Entidad que desde el punto de vista formal se sitúa entre la 
neurosis y la perversión, desde el punto de vista estructural 
impone el reconocimiento de una génesis preedípica tanto en 
el caso de algunas formas neuróticas como en el de ciertas 
perversiones.
1.a resolución de los síntomas es llamativamente comple­
ta en este caso, pero pese al carácter de los síntomas, apa­
rentemente localizados en paroxismos parasitarios, ésta fue 
aquí correlativa de una verdadera restructuración de la per­
sonalidad, con toma de consciencia y reforma sistemática 
de las actitudes más profundas hacia la realidad: verdade­
16 Intervenciones y textos
ra recreación por parte del sujeto de su yo y de su mundo.
Este ejemplo ilustra y confirma la forma teórica que dio el 
expositor de un estado estructural primordial llamado “del 
cuerpo fragmentado” en la génesis del yo.
La dirección terapéutica manifiesta hasta qué punto, a 
pesar de las desventajas de un lenguaje abreviado e impactan­
te, conviene distinguir en la maniobra intelectual de las 
interpretaciones analíticas, lo que es del orden del mundo 
primordial de las imágenes y lo que pertenece a la materiali­
dad de los hechos.
La conclusión se inscribe en el esfuerzo teórico desarro­
llado por el autor para comprender el sentido y la realidad de 
la transferencia, que son diferentes tanto según los casos 
como según las funciones de la personalidad involucrada en el 
análisis.
Discusión
Sr. Odier — Sólo tengo un reproche que hacerle a la 
comunicación que acabamos de escuchar: el que sea demasia­
do larga. A partir del momento en que expone usted una tesis 
y no casos clínicos, debería haber abreviado la exposición 
demasiado larga de hechos que no siempre eran necesarios a 
su tesis y reducirla a lo que era estrictamente indispensable 
para desarrollar el hilo de su pensamiento.
El Dr. lacan suscitó, a propósito de estos dos casos 
típicos, el último de los cuales parecería en efecto tener una 
estructura primitiva muy pura, varios problemas complejos 
sobre los cuales sería útil volver. Uno puede preguntarse, por 
ejemplo, porque, en el segundo caso, la neurosis evolucionó 
en sentido obsesivo más bien que en cualquier otro sentido. 
Sr. Borel — Deseo simplemente hacer una pregunta sobre el 
nivel saturniano del que habló Lacan: ¿en qué momento se 
sitúa éste en el análisis?
Sr. Lacan — Esto coincide con el estadio sádico-oral. Lo que
Intervenciones de Ixican en la S. P. P. 17
digo acerca de él sólo tiene el valor de una descripción 
fenomenológica.
Sr. Borel — ¿Había creído comprender empero que usted 
hacía de él un estadio, en el estilo de lo que usted llama el 
estadio del espejo?
Sr. Locan — Sí, si se quiere. Es efectivamente un estadio, yo 
pienso que importa destacar esto.
Sr. Borel - Otra pregunta: usted dijo que las pulsiones en el 
segundo caso se muestran en estado puro. ¿No tuvo la 
enferma defensa contra esas pulsiones? ¿Nunca tuvo ese 
cortejo de representaciones ideativas tal como se lo observa 
en la mayoría de las obsesiones?
Sr. Locan — No, en lo más mínimo.
Sr. Borel — En esc caso el pronóstico es bueno. De todos 
modos, ambos casos son bastante cercanos. Ix> que hace la 
dificultad de una cura es la perdida de contacto, debido a las 
defensas, con el hecho primitivo. El pronóstico es siempre 
favorable cuando el contacto con el hecho primitivo no es 
demasiado lejano.
Sr. Lowenstein Lacan destacó claramente la diferencia 
entre una neurosis fundada en regresiones a planos p regen i t a- 
les y una neurosis cercana a la genital idad. Suscitó, sin 
resolverlos a mi entender, problemas que me parecen nuevos 
por el sistema imprevisto de coordenadas que construyó.
Quisiera volver a la discusión sobre la obsesión en relación 
al segundo caso. Lacan hizo una distinción entre las obsesio­
nes puras y las obsesiones combatidas por sistemas de defensa 
en segundo grado. Parece que la acción del superyó respecto a 
las pulsiones primitivas es muy fuerte, aunque Lacan no lohaya puesto en evidencia.
Algunos obsesivos son castigados allí por donde pecan, es 
decir que la realización de la pulsión se vuelve la punición 
misma. Creo que se puede agregar este punto de vista en la 
distinción que hace Lacan.
Sr. Cénac — Quiero señalar la gran satisfacción mental que
18 Intervenciones y textos
hemos experimentado al ver al psicoanálisis dar todo su 
sentido a la pulsión. En el segundo caso dcscripto por Lacan, 
la importancia dada a esa impulsión muy primitiva, sin 
defensa, permite decir que no se trata de una obsesión 
¡deativa y Lacan tiene razón en no hacer de ella una neurosis 
obsesiva. Por el contrario, yo esperaba en todo momento 
mientras lo escuchaba que la denominase una neurosis his­
térica.
Creo que Lacan tiene mucha razón en hacer intervenir esa 
noción de lo real en la comprensión de este caso. Hay en 
efecto algo que se opone a la idea de la neurosis obsesiva 
típica y es la idea de alivio que experimenta la enferma al 
pensar en la realización de su pulsión.
Sr. Parcheminey — Mientras I^acan hablaba, pensaba en una 
enferma de Odicr que tenía la compulsión de matar a su hijo. 
En ese caso se veía la ii/iportancia preponderante que adqui­
ría la creencia en la omnipotencia mágica del pensamiento: 
“Juro que mataré a mi hijo” , decía. Es quizás esto lo que 
explique la intensidad de las reacciones de defensa en el caso 
de Odier, defensas que no se vuelven a encontrar en el caso de 
Lacan.
Laforguc había señalado que no hay que descuidar, en los 
casos que hemos escuchado hoy a la noche, los mecanismos 
de defensa del yo. Da dos ejemplos clínicos que ilustran este 
mecanismo. En uno se trataba de una enferma cuya neurosis 
la protegía contra el temor y la angustia que le había causado 
siendo niña un aborto más que probable de su madre.
En el otro ejemplo se trataba de la represión de los 
fantasmas de masturbación, con representaciones sádicas de 
tortura, de llamas, etc. Estos fantasmas reprimidos fueron 
despertados por un acontecimiento traumatizante, en este 
caso el aborto de una hermana. En casos semejantes el ser se 
acusa de querer llevar a cabo estos actos y busca ayuda en los 
rituales obsesivos, no siendo él mismo suficientemente fuerte 
como para reprimir estos fantasmas.
Intervenciones de Locan en la S. P. P. 19
Observé que en todos los casos en que una mujer, luego de 
una frigidez total, encuentra el orgasmo, este retomo se 
hace por la vía de la masturbación con predominio de 
fantasmas sádicos.
.SV. Hartmann — Me limitare a hablar del segundo de los casos 
sobre los que Lacan nos expuso un análisis tan instructivo.
Lacan tiene sin duda razón en fijar un límite entre el 
síntoma principal de su enferma y la perversión. Me parece 
sin embargo que se trata de un estado mórbido que, aunque 
no pertenece a la perversión en el sentido estricto de esta 
noción, puede ser dcscripto como una forma de transición 
entre la neurosis y la perversión. Efectivamente, no estoy 
convencido de la naturaleza primaria de las pulsiones en 
causa. Ilabitualmentc, estos síntomas pulsionalcs muestran 
una génesis más compleja, en tanto representan, por ejemplo, 
el retomo de tendencias instintivas ya reprimidas, como en la 
neurosis. Por otro lado, puede observarse, en casos semejan­
tes, cómo, debido a la tolerancia del yo hacia una tendencia 
parcial del instinto (la pulsión), se explica el mantenimiento 
en estado de represión de las tendencias principales (comple­
jo de Edipo y de castración), tal como ocurre en la perver­
sión.
I no de los problemas más interesantes, en los análisis 
parecidos a los del segundo caso de Lacan, me parece que 
consiste en la comparación de los mecanismos de defensa del 
yo y de la función del superyó con las funciones análogas en 
la neurosis obsesiva. Quizá la continuación de este análisis, 
sobre todo al dirigirse hacia la neurosis infantil, podrá 
ayudamos a aclarar estas cuestiones aún poco estudiadas por 
el análisis.
Sr. Lacan - Debido a lo tardío de la hora, Lacan sólo 
responde muy sucintamente a los argumentadores. Se limita 
pues a constatar que Hartmann no está para nada de acuerdo 
con su concepción de la pulsión primitiva en estado puro y 
aporta en apoyo a lo dicho por I^aforgue un hecho relativo a
20 Intervenciones y textos
la segunda enferma: él también había sospechado un trauma 
bajo la forma del aborto de su madre y había orientado las 
investigaciones en ese sentido. La enferma volvió a encontrar 
el recuerdo de un balde de baño que le parecía tan grande 
como ella y que contenía cosas sospechosas. Mientras ella 
miraba dentro de ese balde, su madre lanzaba gritos en la 
habitación contigua. Diversos recortes permitieron establecer 
que en realidad estos hechos se situaban en el momento del 
nacimiento de su hermana.
La sesión administrativa es remitida a la próxima reunión.
X
DELINCUENCIA Y PASAJE AL ACTO
(1948)
Durante la reunión de la S.P.P. del 1 7 de febrero de 1948, 
Francis Pasche presenta algunos casos clínicos bajo el título 
“ 1.a delincuencia neurótica”. En el curso de la discusión, 
Serge I^bovici interviene para señalar que “la noción de 
delincuencia requiere las nociones de justicia y de pasaje al 
acto”.
“El Dr. I>acan está igualmente de acuerdo en centrar el 
interés sobre el pasaje al acto, al igual que el Dr. Mâle [. . .]” .
XI
MADRE CASTRADORA Y PADRE CARENTE 
(1948)
El 20 de abril de 1948 J. Leuba presenta un relato 
titulado: “Madre fálica y madre castradora”.
En la discusión, Sacha Nacht “dice que no observa que el 
autor haya establecido una diferencia muy neta entre el 
temor del padre y el de la madre” . lâchât señala que “vio la 
castración por la madre mucho más a menudo que por el
Intervenciones de Locan en la S. P. P. 21
padre, hasta el punto que casi llegó a negar el temor de la 
castración por el padre”. El resumen señala luego: “el Sr. 
Dugauteiz también comparte esa opinión, y el Dr. Lacan se 
inclina en el mismo sentido”.
‘‘La imago materna es mucho más castradora que la ¡mago 
paterna. AI final de cada uno de mis análisis vi el fantasma de 
desmembramiento, el mito de Osiris. Cuando el padre es 
carente de una manera o de otra (muerto, ausente, incluso 
ciego), se producen las neurosis más graves”.
XII
LAS DOS HIPERTENSIONES 
(1948)
La comunicación de reinicio del año, el 19 de octubre de 
1948, es realizada por el Dr. Ziwar acerca del “Psicoanálisis de 
los principales síndromes psicosomáticos” (cf. R.F.P., 1948, 
N° 4).
Sacha Nacht interviene en la discusión para reprocharle al 
orador por “buscar establecer una estructura patógena fija en 
cada síndrome, pues si se dice que se debe encontrar tal o 
cual estructura, se arriesga a observar mal”. Jacques I.acan 
toma la palabra para responderle:
“ El Dr. Lacan cree que Nacht hace a Ziwar el reproche 
inmerecido de haber querido describir estructuras típicas en 
síndromes típicos. Por el contrario, su criterio es que es 
adecuado sistematizar, lo que los americanos han hecho en 
gran medida. Reliriéndosc a los síndromes dcscriptos, hay, 
dijo, dos hipertensiones: la roja que mantiene, y la blanca (la 
de las mujeres embarazadas, por ejemplo), que mata. La 
blanca, la de los jóvenes, interesa al cirujano. Se encuentra en 
la roja una fuerte emotividad, un carácter colérico, una 
estructura pasional estudiada por Frcud (que describió tan 
bien esa pasión: la ambición). En la hipertensión, el resenti­
miento adquiere un lugar importante. Pero no tendremos
22 Intervenciones y textos
fórmula definitiva hasta que no sepamos todo acerca de la 
estructura psíquica y su formación”.
XIII
PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA
(1948)
El 14 de diciembre de 1948, exposición de S.A. Shcntoub: 
“Comentarios metodológicos sobre el socio-análisis”. 1.a dis­
cusión es abierta por Citarles Odier, que indica que hay 
“siempre una antinomia entre lo individual y lo social y que 
toda la sociología de. Engels y de Marx está basada en la 
negación del individuo” . Jacques Lacan toma la palabra luego 
de él, enun sentido contrario:
“El Dr. Lacan está de acuerdo sobre todos los puntos de 
vista de la exposición. Lo que el psicoanálisis puede aportar a 
la sociología, dice, es un aparato conveniente para enfrentar 
el sujeto (“yo nunca digo el individuo” ) en el plano de la 
experiencia subjetiva”.
XIV
MAGIA Y PSICOSOMATICA
(1949)
La comunicación es hecha el 20 de junio de 1949 por Rene 
Hcld sobre “El problema de la terapéutica en medicina 
psicosomática”.
En los siguientes términos son recogidos los comentarios 
de Jacques I>acan a lo largo de la discusión:
“El I)r. Lacan lamenta verse reducido al papel de mago, 
cuando es consultado en el servicio del Dr. Blondín acerca de 
casos de hipertiroidismo pre-operatorio, por ejemplo; el 
mismo papel le es dado en el servicio del Dr. Mocquot. A su 
entender, no habrá jamás más que una galería de casos hasta 
tanto no tengamos una teoría sólida del narcisismo, en la cual
Intervenciones de Lacan en la S. P. P. 23
trabaja. A propósito de un punto particular suscitado por cl 
Dr. Hcld, está totalmente de acuerdo que las madres tienen 
un carácter mortífero y muy especialmente en las relaciones 
madre-hija, pero se separa de la opinión del conferencista que 
quiere explicar ese carácter por la emancipación de la mujer: 
el fenómeno es demasiado reciente para estar en el origen de 
un problema demasiado antiguo”.
XV
LA MUÑECA-FLOR DE FRANÇOISE DOLTO 
(1949)
Françoise Dolto continúa su trabajo ya publicado en la 
N° 1, 1949, bajo el tí tu lo ‘‘Cura psicoanalítica con 
ayuda de la muñeca-flor” , con una comunicación, el 18 de 
octubre de 1949, “A propósito de la muñeca-flor”.
En el curso de la discusión:
"El Dr. Lacan tiene el sentimiento cada vez más fuerte de 
que la muñeca-flor de la Sra. Dolto se integra en sus 
investigaciones personales sobre la imago del cuerpo propio 
del estadio del espejo y del cuerpo fragmentado. Ix: resulta 
importante que la muñeca-flor no tenga boca y luego de 
haber señalado que ella es un símbolo sexual y que ella 
enmascara el rostro humano, termina diciendo que espera 
aportar un día un comentario teórico al aporte de la Sra. 
Dolto”.
En su respuesta a las intervenciones, Françoise Dolto 
aprueba la idea de que ‘‘la muñeca-flor se integra a las 
reacciones del estadio del espejo, pero hay que entender la 
idea del espejo como objeto de reflexión, no sólo de lo 
visible, sino de lo audible, de lo sensible, de lo intencional. La 
muñeca no tiene rostro, ni manos, ni pies, ni derecho ni revés, 
ni articulaciones ni codo”.
24 Intervenciones y textos
XVI
EL SER VIVO Y SU “UMWELT”
(1949)
Maric Bonaparte lee, el 16 de noviembre de 1949, un texto 
basado en una exposición realizada en el Congreso Internacio­
nal de Zurich en agosto del mismo año: “Psique en la 
naturaleza o acerca de los límites de la psicogénesis” .
Jacques Lacan interviene en la discusión para “insistir en el 
hecho de que el ser vivo no puede concebirse sin un Umwelt 
que lo baña por lodos lados y cuya actividad se hace sentir en 
el”.
XVII
LA MADRE FAL1CA 
(1949)
El 20 de diciembre de 1949, Maurice Bouvet presenta una 
exposición consagrada a las “ Incidencias terapéuticas de la 
toma de consciencia de la envidia del pene en un caso de 
neurosis obsesiva femenina” (cf. R.F.P., t. XIV, N° 2 y su 
libro La relación de objeto, Payot, 1967).
El resumen de la discusión comienza así: “ Luego de que el 
Dr. Nacht hubiese aprobado el conjunto de esta exposición, el 
Dr. Lacan dice que quisiera hacer algunas críticas. Porqué el 
autor no habló del estadio de la madre fálica, lo que habría 
permitido dar una descripción mucho más simple de este 
magnífico caso. Allí donde Bouvet ve un vuelco en el 
momento de la toma de consciencia de la envidia del pene, 
Lacan ve la emergencia de la imagen de la madre fálica”.
Serge Lebovici “quisiera asociarse a los comentarios de 
Lacan. El sueño central se sirve de un símbolo ambiguo, a la 
vez femenino y masculino y de cualidad prcgenital”. Angelo 
Hcsnard “está de acuerdo con Lacan que, en el caso analizado 
por Bouvet, el plano genital no fue alcanzado”.
Intervenciones de 1̂ 2 can cn la S. P. P. 25
El resumen finaliza con la mención de que “el Dr. Bouvet 
le responde al Dr. Lacan que él mismo no tuvo la impresión 
de que esta enferma hubiese alcanzado el estadio genital y 
que había, cn cambio, subrayado que aún había permanecido 
en el estadio pregenital”.
XVIII
PSICOANALISIS Y CRIMINOLOGIA
(1950)
Durante la XIII Conferencia de los psicoanalistas de lengua 
francesa, Jacqucs Lacan presenta, el 29 de mayo de 1950, 
una comunicación bajo el título “ Introducción teórica a las 
funciones del psicoanálisis cn criminología”, (firmado con 
Michcl Ccnac, pero enteramente redactada por el). Esta 
comunicación, que figura en la R.F.P. 1951, N° 1, es reto­
mada en los Escritos. El número de la R.F.P. incluye 
igualmente la reseña de la discusión, y un resumen de Lacan 
de sus respuestas, que se leerá a continuación.
Resumen de Jacques Lacan
En una serie de respuestas a cada una de las personas que 
intervinieron y cuyos momentos es imposible restituir porque 
no fueron grabados, especialmente en un largo diálogo con 
Hesnard, tuve ocasión de reafirmar las premisas esenciales 
que doy por impuestas por la experiencia analítica a todo 
desarrollo posible de la criminología.
El análisis, en la medida en que es, dentro de los límites de 
ciertas convenciones técnicas, esencialmente diálogo y progre­
so hacia un sentido, mantendrá siempre presente, en el núcleo 
de sus consecuencias objctivablcs en términos científicos, la 
plenitud dramática de la relación del sujeto con el sujeto; si 
el parte en efecto del llamado del hombre al hombre, se de­
26 Intervenciones y textos
sarrolla en una investigación que va más allá de la realidad de 
la conducta: señaladamente a la verdad que allí se constituye.
Ningún método pues hará menos posible eludir la relación 
dialéctica que vincula el Crimen con la Ley, en tanto que ésta 
es a la vez normativa (imperativo categórico) y contingente 
(ley positiva). Es decir que él no podrá apoyar ningún 
rebajamiento cicntificista o pragmatista del nivel de los 
problemas.
Ahora bien, esta es la tendencia misma de la criminología, 
tal como ella surge al escuchar el discurso de Hesnard, en la 
plena antinomia de sus efectos: a saber que, si ella humaniza­
rá el tratamiento del criminal, no lo hará más que al precio de 
un derrocamiento de su humanidad, en la medida en que el 
hombre se hace reconocer por su semejante por los actos 
cuya responsabilidad asume.
F.l lazareto ciertamente es la solución ideal del problema 
que plantea el crimen al idealismo científico. Y sin duda es 
válida para prevenir los actos que una determinación orgánica 
excluye con certeza del círculo de la interacción social. 
Incluso esta exclusión es raramente tan completa como se la 
supone demasiado simplemente (e incluso en los estados 
epilépticos, casos ejemplares en la materia).
El psicoanálisis extiende el dominio de las indicaciones de 
una cura posible del criminal como tal: al manifestar la 
existencia de crímenes que sólo tienen sentido comprendidos 
en una estructura cerrada de la subjetividad, señaladamente 
aquella que excluye al neurótico de la realización auténtica 
del otro, ahogando en él las pruebas de la lucha y de la 
comunicación social, estructura que lo deja preso de esa raíz 
cortada de la consciencia moral que llamamos el superyó, en 
otros términos, a la ambigüedad profunda del sentimiento 
que aislamos bajo el término de culpabilidad.
Aún debe señalarse que, si el reconocimiento de la morbi­
dez de estos casos permite evitarles felizmente, con la 
degradación penitenciaria, el estigma que a ella se liga en núes-
Intervenciones de Locan en la S. P. P. 27
tra sociedad, sigue siendo cierto que la cura no podría ser otra 
cosa que una integración por el sujeto de su verdadera 
responsabilidad y que igualmente es esto a lo cual se tendía 
por vías confusas mediante la búsquedade una punición que 
puede ser quizá más humano dejársela encontrar a él.
La denuncia del Universo mórbido de la falta no puede 
tener como corolario ni como fin el ideal de una adaptación 
del sujeto a una realidad sin conflictos.
Esto porque la realidad humana no sólo se debe a la 
organización social, sino a una relación subjetiva que, por 
estar abierta a una dialéctica patética que debe someter lo 
particular a lo universal, adquiere su punto de partida en una 
alienación dolorosa del individuo en su semejante y encuentra 
sus caminos en las retorsiones de la agresividad.
Por eso comprendemos el hecho de esa importante frac­
ción de criminales acerca de los que nos afirma llcsnard, 
harto justamente, que no se encuentra en ellos absolutamente 
nada que pueda ser delimitado como anomalía psíquica. Y no 
es poco que de fe de ello su gran experiencia y su rigor como 
clínico cuando ese es el caso corriente «ante el cual el 
psiquiatra sin idea preconcebida sigue asombrándose aún.
Sólo el psicoanalista que sabe a qué atenerse en lo 
referente a la estructura del yo en tanto tal, comprenderá 
también la coherencia de los rasgos que presentan estos 
sujetos a los que se nos describe por su idealismo egocéntrico, 
su apologética pasional, y esa extraña satisfacción del acto 
realizado donde su individualidad parece encerrarse en su 
suficiencia.
Esos criminales que hemos llamado aquí criminales del yo 
(moi), son las víctimas sin voz de una evolución creciente de 
las formas directrices de la cultura hacia relaciones de 
coacción cada vez más exterior.
Igualmente la sociedad en que estos criminales se producen 
no los toma sin mala consciencia como chivos emisarios y el 
papel de vedette que les confiere tan fácilmente manifiesta
28 Intervenciones y textos
con claridad la función real que aseguran en ella. A ello se 
debe esc movimiento de la opinión que se complace tanto 
más en considerarlos como alienados en la medida en que 
reconoce en ellos las intenciones de todos.
Sólo el psicoanálisis, por que sabe cómo desviar las resis­
tencias del yo (moi), es capaz en estos casos de desprender la 
verdad del acto, comprometiendo en él la responsabilidad del 
criminal por una asunción lógica, que debe conducirlo a la 
aceptación de un justo castigo.
¿Quién osaría sin embargo llevar a cabo sin temblar una 
tarca tal, si no lo inviste una teología?
Sólo el Estado, con la Ley positiva que él sostiene, puede 
dar al acto criminal su retribución. El acto será entonces 
sometido a un juicio fundado abstractamente en criterios 
formales, en los que se refleja la estructura del poder 
establecido. El veredicto dependerá, no sin escándalo pero 
tampoco sin razón, del juego de los debates monos verídicos: 
a partir de lo cual resulta no menos lógicamente esc reconoci­
miento del derecho del acusado a la mentira, al que se 
denomina respeto de la consciencia individual.
Este encadenamiento implacable choca demasiado —al 
menos aún por un tiempo— con los valores de verdad 
mantenidos en la consciencia pública por las disciplinas 
científicas, como para que los mejores espíritus no estén 
tentados, bajo el nombre de criminología, por el sueño de un 
tratamiento enteramente objetivo del fenómeno criminal.
De esta manera Piprot D’AlIeaumes nos incita a concertar, 
con el fin de determinar las condiciones del estado peligroso, 
a todas las ciencias del hombre, pero sin tener en cuenta las 
prácticas jurídicas en ejercicio.
Ante esto nosotros le decimos entonces: “ Usted vuelve a la 
trampa, sin embargo desembozada, de las categorías del 
crimen natural Pero la etnografía al igual que la historia nos 
testimonia que las categorías del crimen sólo son relativas a 
las costumbres y a las leyes existentes. De igual modo que el
Intervenciones de Imc<m en la S. P. P. 29
psicoanálisis le afirma que la determinación mayor del 
crimen, es la concepción misma de la responsabilidad que el 
sujeto recibe de la cultura en la que vive”.
Por eso Lacan y Cénac escriben: “ La responsabilidad, es 
decir, el castigo. . . ” , y vinculan la aparición de la crimino­
logía misma con una concepción de la pena que designan 
según Tarde como concepción sanitaria, pero que, por ser 
nueva, no deja de inscribirse al igual que las precedentes en 
una estructura de la sociedad. Punto de vista que tuvimos el 
honor fuese aprobado por varios juristas presentes hoy.
Pero si una tal concepción de la pena fue sostenida por un 
movimiento humanitario cuyos fundamentos no se trata de 
cuestionar, los progresos de la época luego de Tarde nos han 
mostrado sus peligros: a saber la deshumanización que impli­
ca para el condenado.
Decimos que culmina en el límite, para obtener el endere­
zamiento de Cain, en colocar en el campo conccntracionario 
exactamente al cuarto de la humanidad. Que se acepte 
reconocer en esta imagen en la que encarnamos nuestro 
pensamiento, la forma utópica de una tendencia cuyas meta­
morfosis futuras no pretendemos prever, ya que su realización 
supondría el establecimiento del Imperio Universal.
Es por ello que es necesaria una conciliación de los 
derechos del individuo tal como están garantizados actual­
mente por la organización jurídica (no olvidemos toda la 
libertad que está suspendida en la distinción en el régimen 
penal entre derecho político y derecho común, por ejemplo) 
y los progresos abiertos por la ciencia a nuestra maniobra 
psicológica del hombre.
Para una tal conciliación, el psicoanálisis aporta una medi­
da esencial.
Ciertamente es científicamente fecunda, pues define es­
tructuras que permiten aislar ciertas conductas para sustraer­
las de la común medida, y entre las que quedan por examinar, 
permite comprender los juegos de espejismo y de compensa­
30 Intervenciones y textos
ción, restablece en su claridad dialéctica ese pegoteo de las 
motivaciones agresivas con una alienación fundamental, en la 
que naufragan las especulaciones irrisorias de los utilitaristas 
sobre el valor intimidante de la pena.
No es de ningún modo hasta las tinieblas de un destino más 
imposible de cambiar que todas las incidencias biográficas, 
como esclarece, con la noción de automatismo de repetición, 
la claridad nocturna de un sentido inscripto en el orden del 
cuerpo.
Las nociones conjugadas del superyó, del yo y del ello, no 
dependen entonces en modo alguno de una vana casuística y 
pueden guiar la acción del pensamiento del pedagogo, del 
político y del legislador.
1.a acción concreta del psicoanálisis es benéfica en un 
orden duro. Las significaciones que revela en el sujeto 
culpable no lo excluyen de la comunidad humana. Hace 
posible una cura en la que el sujeto no está alienado de sí 
mismo y la responsabilidad que restaura en él responde a la 
esperanza que palpita en todo ser deshonrado, de integrarse 
en un sentido vivido.
Pero por este hecho afirma también que ninguna ciencia de 
las conductas puede reducir la particularidad de cada devenir 
humano, y que ningún esquema puede suplir en la realización 
de su ser a esa búsqueda en la que todo hombre manifiesta el 
sentido de la verdad.
1.a verdad a la que el psicoanálisis puede conducir al 
criminal, no puede ser desprendida del fundamento de la 
experiencia que la constituye, y ese fundamento es el mismo 
que define el carácter sagrado de la acción médica: a saber, el 
respeto por el sufrimiento del hombre.
F.l psicoanálisis del criminal tiene sus limites que son 
exactamente aquellos en que comienza la acción policial, en 
cuyo campo debe rehusar entrar. Por eso no se ejercerá sin 
dificultad, incluso allí donde el delincuente, infantil, por 
ejemplo, se beneficia con una cierta protección de la ley.
Intervenciones de iMcan en la S. P. P. 31
Pero precisamente porque la verdad que busca es la verdad 
de un sujeto es que no puede más que mantener la noción de 
la responsabilidad, sin la cual la experiencia humana no 
entraña ningún progreso.
INTERVENCION
EN EL PRIMER CONGRESO MUNDIAL DE PSIQUIATRIA
1950
En esta intervenciónJacques Locan responde a las 
exposiciones presentadas por Franz Alexander, 
Anna Freud, Melante Klein y Raymond de Saussu- 
re, en el marco de la V Sección del Congreso Mun­
dial, "Psicoterapia, psicoanálisis ",
Este escrito fue publicado por primera vez en tas 
actas del Congreso, tomo V (A.S.I., rr 1172, Paris, 
Hermán, 1952).
J.-A .M .
I-a noción de emoción, a la cual el ensayo teórico de 
Raymond de Saussure indica un retorno, no nos parece que 
pueda suplir a la de situación que la domina, y el epíteto de 
alucinado nada cambia en ella, salvo recordamos que toda 
retrospección del enfermo, fuera del análisis que la resuelve 
en sus significaciones, sólo vale para nosotros bajo la caución 
de su control. I-as vacaciones, por ende, consideradas aquí 
como realizando el acceso del sujeto al placer, tíos parecen un 
criterio excesivamente conformista, por relegar a un segundo 
plano toda una historia obsesiva.
También debemos aquí tomar en cuenta la importancia de 
la tan justificada advertencia de Thomas de Quincey en lo 
que concierne al asesinato, a saber, que lleva al robo, luego a 
la mentira y finalmente a la rumiación, y decir que una falta 
de lógica condujo a nuestro amigo a una etiología pasada de 
moda, a una anamnesis incierta y, para decirlo todo, a la falta 
de humor.
Intervención en el I Congreso de Psiquiatría 33
Que interés puede tener, en efecto, traducir nuestra expe­
riencia a las categorías con las que Piaget con sus cuestiona­
rios separa la psicología del niño de una psicología ideal del 
adulto que sería la de un filósofo en el ejercicio de sus 
funciones: pueden remitirse aquí a los criterios enunciados en 
la p. 144 en la distinción de lo subjetivo y de lo objetivo, la 
reciprocidad de los puntos de vista, etc., para ver si digo la 
verdad.
¿Por qué intentar fundar en estas falaces objetivaciones de 
estructura lo que descubrimos por el método totalmente 
contrario: a saber, por una dialéctica familiar, a nivel de los 
intereses particulares del sujeto, donde la sola virtud de las 
significaciones incluidas en el lenguaje, moviliza las imágenes 
mismas que sin que lo sepa rigen su conducta y demuestran 
reglarla hasta en sus funciones orgánicas?
Nuestro procedimiento parte de la similitud implicada en el 
uso de la palabra, similitud supra-individual sin duda como su 
soporte, pero por esta vía se realizaron los descubrimientos 
impensables para el sentido común, (que esto no disguste a 
Alcxander), que no sólo lian conmovido nuestro conocimien­
to del hombre sino, puede decirse, inaugurado el del niño.
¿Pues el hecho de estructura esencial para el estudio del 
psiquismo del niño, no es acaso que hablando, con razón, la 
lengua de la cual se sirven los adultos, usa sus formas 
sintácticas con una precisión llamativa desde los inicios de su 
aprendizaje?
Además, no son sólo nuestras las críticas que merecen las 
nociones de pensamiento primitivo, de pensamiento mágico, 
incluso la de pensamiento vivido, cuya novedad saludo aquí. 
Un etnógrafo como Claude IxAi-Strauss quien las articula 
definitivamente en el capítulo titulado La ilusión arcaica, de 
su obra más importante, las ilustra fácilmente con este 
comentario: que a los adultos de las sociedades primitivas sus 
propios niños les parecen participar de formas mentales que 
para ellos caracterizan al hombre civilizado.
u Intervenciones y textos
Recurramos pues para comprender nuestra experiencia a 
los conceptos que se han formado en ella: la identificación, 
por ejemplo, y si debemos buscar apoyo en otra ciencia, 
tomémoslo en la lingüística, en la noción de fonema por 
ejemplo, promovida por RománJakobson, yaque el lenguaje 
determina la psicología más de lo que la psicología lo explica.
Que de Saussure nos perdone nuestra crítica de un trabajo 
que sigue siendo una muy brillante observación de clínica 
psicosomática.
Veremos ahora, en Alexander, cómo una exposición rigu­
rosa del pensamiento de Freud culmina en una completa 
inversión de su sentido, bajo la influencia de un factor que 
intentaremos definir.
El acento que coloca con justeza sobre el término de 
prevcrbal para designar el campo del inconsciente dinámico 
nos recuerda, —con la importancia que tienen en él los 
fenómenos propiamente lingüísticos del lapsus, del calambur, 
etc.,— que Freud exigía de la definición de lo reprimido, que 
la situación hubiese sido en algún momento verbalizada.
Mclanie Klein, procediendo en el niño desde la aparición 
del lenguaje a un verdadero encantamiento de lo vivido del 
estadio infanSy ha despertado objeciones que se deben nada 
menos que al eterno problema de la esencia de lo innomi­
nado.
Evocamos aquí su obra no solamente porque Anna Freud, 
por más opuesta que ella se haya mostrado a esta suerte de 
transgresión que la funda, es la única que la mencionó aquí, 
sino porque vemos en este ejemplo ilustre que los frutos de 
nuestra técnica sólo pueden ser apreciados sanamente a la luz 
de la noción de verdad. Si esta noción, en efecto, puede ser 
eliminada en física de las operaciones que se pueden conside­
rar denudadas de sentido; no podemos, bajo pena de sumergir 
nuestro pensamiento en las tinieblas, dejar de sostenerla en su 
vigor socrático: es decir, olvidar que la verdad es un movi­
miento del discurso, que puede valederamente esclarecer la
intervención en el / Congreso de Psiquiatría 35
confusión de un pasado que ella eleva a la dignidad de la 
historia, sin agotar su impensable realidad.
Es, en efecto, esta dialéctica misma la que opera en la cura 
y la que se descubre en ella porque ha determinado al hombre 
desde su llegada al mundo hasta penetrar toda su naturaleza a 
través de las crisis formadoras en las que el sujeto se 
identificó alienándose.
Así el ego, síndico de las funciones más móviles por las 
cuales el hombre se adapta a la realidad, se nos revela como 
una potencia de ilusión, incluso de mentira: es una superes­
tructura comprometida en la alienación social. Si la teoría de 
los instintos nos muestra una sexualidad donde ningún 
elemento de la relación instintiva: tendencia, órgano, objeto, 
escapa a la sustitución, a la inversión, a la conversión, es 
porque la necesidad biológica cuyo alcance es supraindivi- 
dual, era el campo predestinado a las combinaciones de lo 
simbólico así como a las prescripciones de la Ley.
A partir de aqui, al dedicarse en su técnica abreviada a la 
igualización de las tensiones del ego, Alcxander puede hacer 
un trabajo de ingeniero. Desconoce el espíritu mismo de la 
terapéutica freudiana que, planteando id sujeto entre la lógica 
que lo lleva al universal y la realidad en la cual se alienó, 
respeta el movimiento de su deseo. La verdad que será su 
salvación, no está en vuestro poder el dársela, pues ella no 
está en ningún lado, ni en su profundidad, ni en ninguna 
alforja, ni ante él ni ante usted. Ella es, cuando él la realiza, y 
si usted está allí para responderle cuando ella llega, no puede 
usted forzarla tomando la palabra en su lugar.
Igualmente, la teoría de la sexualidad que Alcxander 
introduce bajo el acápite de la psicosomática nos revela el 
sentido de su posición: la sexualidad, lo hemos escuchado, es 
una forma específica de descarga para todas las tensiones 
psicológicas excesivas. Así la dialéctica freudiana que reveló 
la verdad del amor en el regalo cxcremencia! del niño o en sus 
exhibiciones motrices, se invierte aquí en un problema de
Intervenciones y textos
b.dance fuera de la naturaleza donde la función sexual se 
define biológicamente como un exceso de la excreción, 
psicológicamente como un prurito nacido de un yo en el 
límite de su eficacia.
La teoría nos interesa en tanto que manifiesta que toda 
ciencia llamada psicológica debe estar afectada por los ideales 
de la sociedad en la que se produce, no ciertamente porque 
nosotros la remitamos a lo que la literatura nos enseña sobre 
las manifestaciones del sexo en América, sino más bien por lo 
que se deduce de ella al lomarla al pie de la letra,a saber: que 
los animales mecánicos que se están montando un poco por 
todos lados con el mecanismo del feedback, pues ya ven, se 
agitan y sufren por sus necesidades, no dejarán de manifestar 
dentro de poco nuevas ganas de hacer el amor.
Designemos la carencia subjetiva que se manifiesta aquí en 
sus correlatos culturales por la letra c, símbolo al cual es 
posible darle cualquier traducción que parezca convenirle. 
Kste factor escapa tanto a los cuidados como a la crítica, 
mientras el sujeto se satisfaga en él y asegure la coherencia 
social. Pero si el efecto de discordancia simbólica que llama­
mos la enfermedad mental, llega a disolverlo, sería nuestra 
tarea restaurarlo. Es deseable, por ende, que el analista lo 
haya, aunque más no sea mínimamente, superado.
Por eso el espíritu de Freud estará algún tiempo todavía en 
el horizonte de todos nosotros, porque también, agradecién­
dole a Anna Freud el habernos recordado una vez más la 
amplitud de sus puntos de vista, nos alegramos de que Lévinc 
nos informe que algunos, incluso en América, lo consideran, 
al igual que nosotros, amenazado.
16
EL MITO INDIVIDUAL DEL NEUROTICO
Texto establecido por 
Jacques -Alain Miller
El mito individual del neurótico fue una confe­
rencia dada en el Colegio filosófico Jean WahL El 
texto fue difundido en 1953, sin la aprobación de 
¡Mean y sin haber sido corregido por é l (cf. Escritos, 
T. I, p. 72),
El interés del Psychoanalytical Quaterly de pu­
blicar una traducción, nos llevó a hacer las correc­
ciones necesarias. La presente versión, releída por 
el autor, ocupará por lo tanto, el lugar de la "nueva 
versión" anunciada en 1966, que no fu e hecha.
Im traducción realizada por la Sra. Martha Evans 
debe aparecer en una próxima edición de la revista 
americana.
J . -A. M.
Septiembre de 1978
Voy a hablarles de un tema que debo realmente calificar de 
nuevo y que como tal es difícil.
La dificultad de esta exposición de ningún modo le es 
intrínseca. Ella se debe al hecho de que trata de algo nuevo 
que tanto mi experiencia analítica como la tentativa que 
hago, en el curso de una enseñanza llamada de seminario, de 
profundizar la realidad fundamental del análisis me han 
permitido percibir. Extraer esa parte original fuera de esa 
enseñanza y fuera de esa experiencia, para hacerles sentir su 
alcance, entraña dificultades muy especiales en la exposición.
Por eso les pido de antemano indulgencia por si quizá 
aparece alguna dificultad en la captación, al menos en un 
primer abordaje, de lo que sigue.
I
El psicoanálisis, debo recordarlo como preámbulo, es una 
disciplina que, dentro del conjunto de las ciencias, se nos 
aparece con una posición verdaderamente particular. Se dice 
a menudo que ella no es una ciencia hablando estrictamente, 
lo que parece implicar por contraste que ella es simplemente
38 Intervenciones y textos
un arte. Este es un error, si se entiende por arte que ella no es 
más que una técnica, un método opcracional, un conjunto de 
recetas. Pero no lo es si se emplea esa palabra, un arte, en el 
sentido en que se la empleaba en la Edad Media cuando se 
hablaba de las artes liberales; conocen ustedes su serie que va 
desde la astronomía a la dialéctica pasando por la aritmética, 
la geometría, la música y la gramática.
Nos es difícil ciertamente aprehender hoy la función y el 
alcance en la vida y en el pensamiento de los maestros 
medievales de esas artes llamadas liberales. Sin embargo, es 
cierto que lo que las caracteriza y las distingue de las ciencias 
que surgieron de ellas es que mantenían en primer plano lo 
que puede llamarse una relación fundamental con la medida 
del hombre. ¡Pues bien! el psicoanálisis es actualmente la 
única disciplina comparable quizá con esas artes liberales, ya 
que preserva esa relación de medida del hombre consigo 
mismo; relación interna, cerrada sobre sí misma, inagotable, 
cíclica, que entraña por excelencia el uso de la palabra.
Tal es lo que hace que la experiencia analítica no sea 
decisivamente objctivable. Implica siempre en el seno de ella 
misma la emergencia de una verdad que sólo puede ser dicha, 
porque lo que la constituye es la palabra, y porque sería 
necesario de algún modo decir la palabra misma, que es, 
hablando estrictamente, lo que no puede ser dicho en tanto 
que palabra.
Vemos surgir del psicoanálisis, por otra parte, métodos que 
tienden a objetivar medios de actuar sobre el hombre, sobre 
el objeto humano. Pero no son más que técnicas derivadas de 
ese arte fundamental que es el psicoanálisis en tanto que está 
constituido por esa relación intersubjetiva que no puede, se 
los dije, ser agotada, pues es la que nos hace hombres. Es, sin 
embargo, aquello que nos vemos llevados a intentar expresar 
de todos modos en una fórmula que da su esencia, a ello se 
debe que exista en el seno de la experiencia analítica algo que 
es hablando con propiedad un mito.
El m ito individual 39
El mito es lo que da una forma discursiva a algo que no 
puede ser transmitido en la definición de la verdad, porque la 
definición de la verdad sólo puede apoyarse sobre ella misma 
y la palabra en tanto que progresa la constituye. 1.a palabra 
no puede captarse a sí misma ni captar el movimiento de 
acceso a la verdad como una verdad objetiva. Sólo puede 
expresarla de modo mítico.En este sentido puede decirse que 
aquello en lo cu¿d la teoría analítica concretiza la relación 
iiucrsubjetiva, que es el complejo de Edipo, tiene un valor de 
mito.
Me referiré hoy a una serie de hechos de experiencia que 
intentaré ejemplificar a propósito de esas formaciones que 
constatamos en lo vivido por los sujetos que tomamos en 
análisis, los sujetos neuróticos por ejemplo, y que son 
conocidos por todos aquellos a quien la experiencia analítica 
no les es totalmente ajena. Estas formaciones necesitan 
aportarle al mito cdípico, en tanto que está en el centro de la 
experiencia analítica, ciertas modificaciones de estructura 
que son correlativas a los progresos que realizamos nosotros 
mismos en la comprensión de la experiencia analítica. Esto es 
lo que nos permite, en segundo grado, captar que la teoría 
analítica está enteramente subtendida por el conflicto funda­
mental que, por intermedio de la rivalidad con el padre, 
vincula al sujeto con un valor simbólico esencial; pero esto, 
como verán, está siempre en función de cierta degradación 
concreta, quizá ligada a circunstancias sociales especiales, de 
la figura del padre. La experiencia misma está tendida entre 
esta imagen del padre, siempre degradada, y una imagen cuya 
dimensión nuestra práctica nos permite cada día captar 
mejor, y medir sus incidencias en el analista mismo, en tanto 
que, bajo una forma seguramente velada y casi renegada por 
la teoría analítica, adquiere de todos modos, de manera casi 
clandestina, en la relación simbólica con el sujeto, la posición 
de ese personaje muy borrado por la declinación de nuestra 
historia, que es el del amo: el del maestro moral, el del amo
40 Intervenciones y textos
que instituye en la dimensión de las relaciones humanas 
fundamentales a quien está en la ignorancia y que lo prepara 
para lo que puede llamarse el acceso a la conciencia, incluso 
a la sabiduría, en la toma de posesión de la condición 
humana.
Si confiamos en la definición del mito como una cierta 
representación objetivada de un epos o de una gesta que 
expresa de modo imaginario las relaciones fundamentales 
características de cierto modo de ser humano en una época 
determinada; si lo comprendemos como la manifestación 
social latente o patente, virtual o realizada, plena o vaciada de 
su sentido, de esc modo del ser, es indudable que podemos 
volver a encontrar su función en la vivencia misma de un 
neurótico. 1.a experiencia nos proporciona, en efecto, toda 
suerte de manifestaciones acordes con este esquema y de las 
que puede decirse que se tratan, hablando estrictamente, de 
mitos; se los mostraré con un ejemplo que creo es de los más 
familiares paratodos aquellos de entre ustedes que se intere­
san en estas cuestiones, que tomaré de una de las grandes 
observaciones de Freud.
Estas observaciones se benefician periódicamente con un 
recrudecimiento del interés en la enseñanza, lo que no impide 
que uno de nuestros eminentes colegas manifestase reciente­
mente respecto a ellas —lo escuché de su boca— una suerte de 
desprecio. La técnica, decía, es en ellas tan torpe como 
arcaica. Después de todo, esto puede sostenerse si se piensa 
en el progreso que hemos realizado tomando conciencia de 
la relación intersubjetiva, y sólo interpretando a través de las 
relaciones que se establecen entre el sujeto y nosotros en la 
actualidad en las sesiones. ¿Pero mi interlocutor debía llevar 
las cosas hasta el punto de decir que los casos de Freud 
estaban mal elegidos? Puede decirse, ciertamente, que todos 
son incompletos, que para muchos se trata de psicoanálisis 
detenidos, de fragmentos de análisis. Pero esto mismo debería 
incitamos a reflexionar y a preguntamos por qué Freud hizo
El mito individual 41
esta elección. Esto, obviamente, si confiamos en Freud. Y es 
necesario confiar en el.
Esto no es decirlo todo, como proseguía aquel que emitía 
los comentarios que les he relatado, que seguramente esto 
tiene al menos el carácter alentador de mostramos que basta 
con un granito de verdad en algún lado para que esta llegue a 
hacerse transparente y a surgir pese a los obstáculos que la 
exposición le opone. No creo que sea ésta una visión justa de 
las cosas. A decir verdad, el árbol de la práctica cotidiana le 
ocultaba a mi colega la dimensión del bosque que surgió de 
los textos freudianos.
Elegí para ustedes *W Hombre de las ratas” y creo poder 
justificar en esta ocasión el interés de Freud por este caso.
II
Se trata de una neurosis obsesiva. 1‘ienso que ninguno de 
los que han acudido a escuchar la presente conferencia deja 
de haber oído hablar de lo que se considera como la raíz y la 
estructura de esta neurosis, a saber, la tensión agresiva, la 
fijación instintiva, etc. El progreso de la teoría analítica 
colocó en el origen de nuestra comprensión de la neurosis 
obsesiva una elaboración genética extremadamente compleja 
y, sin duda, tal elemento, tal fase de los temas fantasmáticos 
o imaginarios que tenemos el hábito de encontrar siempre en 
el análisis de una neurosis obsesiva, se vuelven a encontrar en 
la lectura del “Hombre de las ratas”. Pero este lado tranquili­
zante, que siempre tienen para quienes leen o para quienes 
aprenden, los pensamientos familiares, vulgarizados, enmasca­
ra quizás al lector la originalidad de esta observación y su 
carácter especialmente significativo y convincente.
Este caso toma su título, como saben, de un fantasma 
realmente fascinante que tiene, en la psicología de la crisis 
que pone al sujeto al alcance del analista, una función 
evidente de desencadenamiento. Es el relato de un suplicio
42 Intervenciones y textos
que siempre se benefició de una iluminación singular, incluso 
de una verdadera celebridad, y que consiste en la introducción 
de una rata, excitada por medios artificiales, en el recto del 
supliciado, por medio de un dispositivo más o menos inge­
nioso. La primera escucha de este relato provoca en el sujeto 
un estado de horror fascinado, que no desencadena su 
neurosis, pero que actualiza sus temas y suscita la angustia. 
Le sigue toda una elaboración cuya estructura deberemos ver.
Este fantasma es ciertamente esencial para la teoría del 
determinismo de una neurosis y se vuelve a encontrar en 
numerosos temas en el curso de la observación. ¿Quiere decir 
que en ello reside todo su interés? No sólo no lo creo, sino 
que estoy seguro que en toda lectura atenta se percibirá que 
su interés principal surge de la extrema particularidad del 
caso.
Como Freud siempre lo subrayó, cada caso debe ser 
estudiado en su particularidad, exactamente como si ignoráse­
mos toda la teoría. Lo que hace la particularidad de este caso, 
es el carácter manifiesto, visible, de las relaciones en juego. El 
valor ejemplar de este caso particular reside en su simplicidad, 
del mismo modo que en geometría puede decirse que un caso 
particular puede tener una deslumbrante superioridad de 
evidencia en relación a la demostración, cuya verdad, debido 
a su carácter discursivo, permanecerá velada bajo las tinieblas 
de una larga serie de deducciones.
En esto consiste la originalidad del caso, y se le presenta a 
todo lector algo atento.
La constelación —¿por qué no? , en el sentido en que 
hablan de ella los astrólogos—, la constelación original que 
presidió el nacimiento del sujeto, su destino y diría casi su 
prehistoria, a saber las relaciones familiares fundamentales 
que estructuraron la unión de sus padres, resulta tener una 
relación muy precisa y quizá definible a través de una 
fórmula de transformación, con lo que aparece como más 
contingente, más fantasmático, más paradójicamente mórbi­
El mito individual 43
do en su caso, a saber, el estado último de desarrollo de su 
gran aprehensión obsesiva, el argumento imaginario al cual 
llega como a la solución de la angustia vinculada con el 
desencadenamiento de la crisis.
La constelación del sujeto está formada en la tradición 
tamiliar por el relato de cierto número de rasgos que 
especifican la unión de los padres.
Debe saberse que el padre fue suboficial al comienzo de su 
carrera y que siguió siendo muy “suboficial”, con la nota de 
autoridad, pero algo irrisoria, que esto entraña. Cierta deva­
luación lo acompaña de modo permanente en la estima de sus 
contemporáneos y una mezcla de desafío y de brillo compo­
nen un personaje convencional que se vislumbra a través del 
hombre simpático descripto por el sujeto. Este padre se 
encontró en posición de hacer lo que se llama un casamiento 
ventajoso: su mujer pertenece a un medio mucho más elevado 
en la jerarquía burguesa y le aportó a la vez los medios de 
vida y la situación misma con la que se beneficia en el 
momento en que van a tener a su hijo. El prestigio está pues 
del lado de la madre. Y una de las bromas más frecuentes 
entre estas personas, que en principio se entienden bien y 
parecen incluso vinculadas por un afecto real, es una especie 
de juego que consiste en un diálogo entre los esposos: la 
mujer hace una alusión divertida a cuán prendado estuvo su 
marido, justo antes del casamiento, de una joven pobre pero 
linda, y el marido exclama y afirma en cada ocasión que se 
trata de algo tan fugitivo como lejano y olvidado. Pero este 
juego, cuya repetición misma implica quizá que entraña 
cierto artificio, impresionó ciertamente de manera profunda 
al joven sujeto que será más tarde nuestro paciente.
Otro elemento del mito familiar tiene mucha importancia. 
El padre tuvo, en el curso de su carrera militar, lo que se 
puede llamar en términos púdicos, problemas. No hizo ni más 
ni menos que dilapidar, jugando, los fondos del regimiento, 
de los que era depositario a causa de sus funciones. Debió su
44 Intervenciones y textos
honor, incluso su vida, al menos en el sentido de su carrera, 
del papel que pudo seguir teniendo en la sociedad, a la 
intervención de un amigo, que le prestó la suma que debía 
reembolsar > que resultó de este modo su salvador. Se habla 
aún de esc momento como de un episodio verdaderamente 
importante y significativo del pasado paterno.
Así es entonces como se presenta la constelación familiar 
del sujeto. El relato sale pedazo por pedazo en el curso del 
análisis, sin que el sujeto lo una de ningún modo con nada de 
lo que ocurre en el momento actual. Es necesaria toda la 
intuición de Freud para comprender que están allí los 
elementos esenciales del desencadenamiento de la neurosis 
obsesiva. El conflicto mujer rica/mujer pobre se reproduce 
exactamente en la vida del sujeto en el momento en que su 
padre lo empujaba a casarse con una mujer rica y es entonces 
cuando se desencadena la neurosis propiamente dicha. Apor­
tando este hecho,el sujeto dice casi al mismo tiempo: “Le 
digo aquí algo que ciertamente no tiene ninguna relación con 
todo lo que me ocurrió ”. Entonces, Freud se percata de 
inmediato de la relación.
Lo que se ve, en electo, sobrevolando panorámicamente la 
observación, es la estricta correspondencia entre estos ele­
mentos iniciales de la constelación subjetiva y el desarrollo
último de la obsesión fantasmática. ¿Cuál es este desarrollo 
último.-’ Î a imagen del suplicio engendró primero en el 
sujeto, según el modo del pensamiento propio del obsesivo, 
toda suerte de temores, a saber, que ese suplicio pudiera serle 
infligido un día a las personas que le eran más queridas y, 
principalmente, o bien a esc personaje de la mujer pobre 
idealizada a la cual le consagra un amor cuyo estilo y valor 
propio veremos enseguida -e s la forma misma del amor de la 
que es capaz el sujeto obsesivo— o bien, más paradójicamente 
aún, a su padre que, sin embargo, ha muerto ya en ese 
momento y se ve reducido a un personaje imaginado en el 
más allá. Pero el sujeto se vio llevado finalmente a comporta-
micntos que nos muestran que las construcciones ncuróti« .t* 
del obsesivo terminan a veces por confinar con las construí 
ciones delirantes.
Se encuentra en la situación de tener que pagar el precio de 
un objeto que no es indiferente precisar, un par de anteojos 
que le pertenecen, que se le perdieron en el curso de las 
grandes maniobras durante las cuales se le hizo el relato del 
suplicio en cuestión y en la que se desencadenó la crisis 
actual: pide el reemplazo urgente de sus anteojos a su óptico 
de Viena —pues todo esto ocurre en la antigua Austria-Hun- 
gría, antes del inicio de la guerra del 14— y por un correo 
expreso éste le envía una pequeña encomienda que contiene 
el objeto. Ahora bien, el mismo capitán que le contó la 
historia del suplicio y que lo impresiona mucho por cierta 
ostentación de gustos crueles, le informa que debe reembol­
sarle su costo a un teniente A, que se ocupa de los asuntos del 
correo y que se supone ha desembolsado la suma en su lugar. 
En torno a esta idea del reembolso la crisis conoce su 
desarrollo último. El sujeto se hace un deber neurótico de 
reembolsar la suma, pero en ciertas condiciones muy preci­
sas. Se impone este deber a sí mismo bajo la forma de un 
mandamiento interior que surge en el psiquismo obsesivo, en 
contradicción con su primer movimiento que se había expre­
sado bajo la forma “no pagar”. Helo aquí, por el contrario, 
vinculado consigo mismo por una suerte de juramento, 
"pagar a A -A Ahora bien, se percata muy rápido que este 
imperativo absoluto nada tiene de adecuado, ya que no es A 
quien se ocupa de los asuntos del correo sino un teniente B.
Esto no es todo. En el momento mismo en que todas estas 
elucubraciones se producen en él, el sujeto sabe perfectamen­
te, como se descubre luego, que en realidad tampoco le debe 
esa suma al teniente B, sino sencillamente a la señora del 
correo, que tuvo la amabilidad de confiar en B, señor 
honorable que es oficial y que se encuentra en los alrededo­
res. Sin embargo, hasta el momento en que llegará a confiarse
El mito individual 4 '
46 Intervenciones y textos
a los cuidados de Freud, el sujeto estará en un estado de 
angustia máximo, perseguido por uno de esos conflictos tan 
característicos de la vivencia de los obsesivos, que gira 
enteramente en torno al siguiente argumento, puesto que se 
juró que le reembolsaría la suma a A, conviene, a fin de que 
no le ocurran a aquellos a quienes más ama las catástrofes 
anunciadas por la obsesión, que le haga reembolsar a la 
generosa dama del correo por el teniente A, que ante él ésta 
le de la suma en cuestión al teniente B y que él le reembolse 
entonces al teniente A, cumpliendo así su juramento al pie de 
la letra. Me aquí adonde lo lleva, por esa deducción propia de 
los neuróticos, la necesidad interior que lo dirige.
No pueden no reconocer, en este argumento que implica el 
paso de cierta suma de dinero del teniente B a la generosa 
«lama del correo que pagó, luego de la dama a otro personaje 
masculino, un esquema que, complementario en algunos 
pumos, suplementario en otros, paralelo de cierta manera c 
inverso de otra, es el equivalente de la situación original, en 
tanto que ella pesa con un peso cierto sobre el espíritu del 
sujeto y, sobre todo, lo qtic hace de él ese personaje con un 
modo de relaciones muy especial hacia los otros que se llama 
un neurótico.
Obviamente, este argumento es imposible de seguir. El 
sujeto sabe perfectamente que no le debe nada ni a A ni a B, 
sino a la dama del correo, y que si el argumento se realizase, 
sería ella a fin de cuentas quien estaría allí para cobrar. De 
hecho, como ocurre siempre en la vivencia de los neuróticos, 
la realidad imperativa de lo real pasa por delante de todo lo 
que lo atormenta infinitamente; que lo atormenta hasta en el 
tren que lo lleva en la dirección exactamente contraria a 
aquella que hubiera debido tomar para ir a cumplir ante 
la dama del correo la ceremonia expiatoria que le parecía tan 
necesaria. Diciéndose al mismo tiempo en cada estación que 
todavía podía descender, cambiar de tren, volver; se dirige 
hacia Viena, donde va a confiarse a Ercud, y se contentará
El m ito individual 47
simplemente, una vez comenzado el tratamiento, con enviarle 
un giro a la dama del correo.
Este argumento fantasmático se presenta como un peque­
ño drama, una gesta, que es precisamente la manilestación de 
lo que llamo mito individual del neurótico.
Refleja, en efecto, de un modo sin duda cerrado para el 
sujeto, pero no absolutamente, lejos de ello, la relación 
inaugural entre el padre, la madre y el personaje, mas o 
menos borrado en el pasado, del amigo. Esta relación no es 
dilucidada, evidentemente, del modo puramente fáctico en 
que se las he expuesto, pues ella sólo adquiere su valor de la 
aprehensión subjetiva que de ella tuvo el sujeto.
¿Qué da su carácter mítico a este pequeño argumento 
fantasmático? No es simplemente el hecho de que ponga en 
escena una ceremonia que reproduce más o menos exacta­
mente la relación inaugural que se encuentra en ella como 
oculta, la modifica en el sentido de cierta tendencia. Por un 
lado, tenemos en el origen una deuda del padre en relación al 
amigo; pues omití decir que nunca volvió a encontrar al 
amigo - lo cual sigue siendo misterioso en la historia origi­
nal— y nunca pudo reembolsar su deuda. Por otro, hay en la 
lustoria del padre sustitución, sustitución de la mujer pobre 
por la mujer rica. Ahora bien, en el interior del fantasma 
desarrollado por el sujeto, observamos algo así como un 
intercambio de los términos terminales de cada una de estas 
relaciones funcionales. La profundización de los hechos 
fundamentales de que se trata en la crisis obsesiva muestra, en 
efecto, que el objeto del deseo tantalizante que tiene el sujeto 
de volver al lugar donde está la dama del correo no es para 
nada esa dama misma, sino un personaje que en la historia 
reciente del sujeto encarna a la mujer pobre, una sirvienta, de 
posada que encontró, en el curso de las maniobras, en la 
atmósfera de calor heroico que caracteriza la fraternidad 
militar, y con la cual se libró a alguna de esas operaciones de 
pellizcar el trasero en que se expanden amablemente estos
48 Intervenciones y textos
generosos sentimientos. Para extinguir la deuda, de algún 
modo hay que devolverla, no al amigo, sino a la mujer pobre 
y, por esta vía, a la mujer rica que lo sustituye en el 
argumento imaginado.
1 odo ocurre como si los impasses propios de la situación 
original se desplazasen a otro punto de la red mítica, como si 
lo que no estuviese resuelto aquí se reprodujese siempre allí.
Para comprender bien es necesario ver que en la situación 
original, tal como se las he pintado, hay una doble deuda. 
Existe por un lado la frustración, incluso una suerte de 
castración del padre. Existe, por otro, la deuda social nunca 
resuelta implicada en la relación

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