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2 © 2016, Gerardo Castillo Ceballos © 2016, EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A. HENAO, 6 – 48009 www.edesclee.com info@edesclee.com EditorialDesclee @EdDesclee ISBN: 978-84-330-3793-0 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Adquiera todos nuestros ebooks en www.ebooks.edesclee.com 3 http://www.edesclee.com mailto:info@edesclee.com https://www.facebook.com/EditorialDesclee https://twitter.com/EdDesclee http://www.cedro.org http://www.ebooks.edesclee.com/ 4 Prólogo Para participar en la apasionante aventura de desmitificar falsas creencias sobre los adolescentes y desvelar sus enigmas es preciso adentrarse, de algún modo, en su peculiar laberinto psicológico. El adolescente suele recluirse de forma voluntaria en su mundo interior, sea por necesidad de autoanálisis, de evasión, de pudor o de seguridad. No es un laberinto-trampa sino un recurso más de la naturaleza al servicio del desarrollo. Cuando se prescinde de esa indagación para limitarse a describir los comportamientos externos, surgen los mitos sobre la adolescencia. Aunque suelen tener una base real, son fruto de nuestros deseos, de nuestra imaginación y de la aceptación acrítica de los tópicos sobre el tema. Los enigmas no tienen la connotación negativa de los mitos. El término enigma proviene del latín aenigma, que, a su vez, tiene su origen en un vocablo de la lengua griega. Se trata de un dicho o de una cosa de difícil comprensión. Un enigma también es un conjunto de palabras de sentido encubierto para que el mensaje sea de difícil entendimiento. El enigma, por lo tanto, es un misterio, ya que es algo que no se puede explicar o que no logra descubrirse. Si la explicación del enigma sale a la luz, el hecho o la cosa en cuestión deja de ser un enigma, ya que su comprensión se vuelve accesible para todas las personas. Los mitos dan explicaciones convincentes del mundo, y eximen de seguir interrogándonos, porque “resuelven” el origen de todas las cosas. (Colussi, 5 2014) Nos invitan al conformismo, a dejar de investigar sobre una cuestión, mientras que los enigmas son interrogantes y retos que nos incitan a seguir pensando e investigando hasta encontrar respuestas. Por ello, mientras los mitos permanecen, los enigmas van desapareciendo a medida que se resuelven. Desmitificar la adolescencia y desvelar sus enigmas es de gran utilidad para padres y profesores, ya que les permite mejorar el conocimiento de sus hijos o alumnos. Para educar hay que conocer. La acción educativa implica diversificar la exigencia y la ayuda en función de las necesidades de cada educando. Del mismo modo, ayudar a un hijo o alumno adolescente a desmitificar la adolescencia y desvelar sus enigmas será contribuir decisivamente a que descubra el sentido y las posibilidades de la edad que está viviendo. Ese mejor conocimiento de sí mismo ayudará al adolescente a comprenderse y aceptarse a lo largo de su desarrollo evolutivo, eliminando así posibles miedos infundados y trastornos de ansiedad. A diferencia de la infancia, la adolescencia está llena de enigmas. Quien primero se encuentra con ellos es el propio adolescente: el naciente pensamiento reflexivo le mueve a un autoanálisis que estaba ausente en la infancia. El descubrimiento del yo (de un yo que ya no se limita, como antes, a relacionarse con las cosas externas, sino que es capaz de interrogarse y de pensarse a sí mismo) es la puerta abierta a inesperados y desconcertantes enigmas: ideas, sentimientos y estados de ánimo que le resultan incomprensibles. «Los cambios que, en todos los órdenes experimenta hacen al sujeto objetivarse, considerarse a sí mismo como problema. De ahí el proceso de interioridad tan característico. Es precisamente esta situación un aspecto central de la adolescencia: la necesidad de asumir la propia identidad, sentirse uno mismo, distinto de los demás». 6 Los enigmas que encuentra el adolescente a lo largo de la indagación sobre sí mismo le crean en principio desconcierto y desánimo, pero cabe también la posibilidad de vea los cambios evolutivos como las piezas de un puzle que cobrarán sentido a medida que se ensamblen. Del educador se espera que guie y acompañe al adolescente en su personal proceso de autoconocimiento, no que le sustituya ni que le lleve de la mano. Sobre la base de haber ganado su confianza, tratará de empatizar con él y de establecer una relación afectiva abierta a posibles confidencias. En contra de lo que se ha dicho, los adolescentes no se limitan a confiar sus problemas personales a los amigos de su misma o parecida edad; algunos confiesan que su mejor “amigo” o “amiga” es su padre, su madre o cierto profesor o tutor, ya que es quien más y mejor le puede escuchar, entender y orientar en determinados temas del desarrollo. El lector de este libro se encontrará con muchos mitos y enigmas de la adolescencia. No me he limitado a mencionarlos y describirlos, sino que he intentado explicarlos. En los 13 primeros capítulos se recogen mitos y enigmas que están relacionados con rasgos típicos de la adolescencia «de siempre», mientras que en los 8 últimos se estudian los que están relacionados con rasgos de la adolescencia actual. Esta reflexión sobre los mitos y enigmas de la adolescencia es especialmente conveniente con ocasión de las sucesivas tomas de postura sobre ese concepto a lo largo de la historia: 1. Una transición breve y no problemática de la niñez a la adultez por medio de los ritos de paso; 2. El reconocimiento de que esa esa transición es una etapa más del ciclo vital que es designada por primera vez como «adolescencia»; 3. La constatación de que la adolescencia de la sociedad industrial o 7 modernista típica de los países más desarrollados y de los ambientes urbanos es una fase mucho más larga y problemática, hasta el punto de que ser considerada como un invento o creación social; 4. La adolescencia como un modo de ser conformista, individualista y narcisista, procedente de la cultura escéptica y pesimista del postmodernismo. En cada capítulo hay una referencia inicial a los mitos sobre el tema tratado; a continuación se exponen los enigmas. El libro incluye en sus diferentes capítulos casos reales, soluciones concretas a los problemas planteados y una adenda; todo ello contribuye a su carácter práctico. Espero que el esclarecimiento de tantos mitos y enigmas no le quite a la adolescencia esa magia que suele fascinar a quienes la estudian (no tanto a quienes conviven estrechamente con adolescentes: padres y profesores que «sufren» diariamente en primera línea de «batalla» sus dificultades de adaptación). Confío en que esa labor contribuya a abrir nuevos horizontes en el tema de la adolescencia y a remover obstáculos que actualmente siguen dificultando su comprensión. G. C. 8 Introducción: Actualidad permanente de un descubrimiento tardío A diferencia de la infancia, la adolescencia permaneció muchos años invisible. Su estudio metódico es muy reciente, ya que hasta principios del siglo XIX solamente existían nociones empíricas y basadas en el sentido común; se trataba de un conocimiento insuficiente, muy diferente del conocimiento científico que llegaría después. Paradójicamente, en la actualidad la adolescencia ha pasado de ser ignorada como tema de estudio a estar de moda. La Psicología de la Adolescencia se está convirtiendo en uno de los temas científicos más atrayentes; proliferan los estudios y debates científicos que abordan en profundidad esta decisiva etapa del ciclo vital. Por otra parte, los novelistas y guionistas de cine recurren a ella para encontrar temas interesantes. Este interés actual tiene, en mi opinión,varias posibles causas. Una de ellas es que tras la obligatoriedad de la escolaridad secundaria se retrasa la incorporación de los estudiantes al primer trabajo y se prolonga la estancia en casa de los padres en situación de dependencia. Las aulas actuales albergan durante muchos años a una considerable población de estudiantes en unas edades que suelen ser mucho más problemáticas que las de generaciones anteriores. La sociedad de ahora se encuentra con una responsabilidad nueva: prevenir las conductas indisciplinadas de miles de adolescentes decepcionados y aburridos por sentirse frenados en sus deseos de autonomía, en la realización 9 de los ideales y en la formulación de un primer proyecto de vida. El gran protagonismo que actualmente tienen los adolescentes y jóvenes en la vida pública, el elevado y creciente consumo de alcohol y sustancias estupefacientes, la progresiva inadaptación de muchos adolescentes a la vida familiar y escolar, empieza a preocupar a una sociedad muy tecnificada, culpable de no haber definido el estatus social del adolescente y de no haber establecido procedimientos para la transición de la infancia a la adultez. El profesor Secadas predijo y definió en su día con acierto el nuevo problema: «Muchos autores remarcan la falta en nuestras sociedades de un período de aprendizaje que, en otras sociedades, viene dado por los ritos de iniciación. Estos, sin duda, otorgan al adolescente una seguridad de status, dato importante para neutralizar las múltiples agitaciones de un período “nuevo”, pero cuanto más crece la cultura, más largo habrá de ser el período de adaptación. De ahí el carácter psicológico de la adolescencia y de ahí también su complejidad, tan inevitable como la cultura misma»[1]. Otra causa del nuevo interés por la adolescencia es que actualmente tiende a comenzar antes y a terminar más tarde que en otras épocas. Tanto la precocidad de los cambios biológicos de la pubertad, como el retraso de la inserción en el mundo de los adultos, crean retos educativos nuevos. A los padres y profesores les preocupa que la crisis de la adolescencia no se resuelva en el momento esperado. A ello contribuye también que ese tiempo de crisis suele ser vivido por los hijos con escasa presencia tanto del padre como de la madre, debido a sus horarios de trabajo profesional. Los hijos no suelen encontrarlos cuando los necesitan, por lo que viven con una autonomía precipitada y excesiva para su edad, mayor que la de las generaciones anteriores; a ello se suman las carencias afectivas. 10 Esta nueva adolescencia tiene repercusiones sociales, culturales y económicas que no se pueden ignorar. Una de ellas es que los adolescentes se han convertido en un atractivo mercado; son potenciales compradores compulsivos de productos que están de moda, sobre todo ropa, calzado deportivo y aparatos electrónicos de todo tipo: «Los adolescentes del siglo XXI son “nativos digitales” (Prensky, 2001). Han nacido y se han criado con Internet, con los teléfonos móviles y videojuegos. Su aprendizaje ha sido, en mucha mayor medida que las generaciones anteriores, a través de la imagen, y sus relaciones están mediadas por las redes sociales (…) Han pasado más tiempo con su ordenador que con juegos físicos, y pasado más horas con sus amigos virtuales que con los reales. Hablan el lenguaje digital con la fluidez de haberlo aprendido en la niñez. En contraposición, los adultos que nos hemos iniciado en la red seremos siempre “inmigrantes digitales”, en palabras de Prensky[2]. Es muy sorprendente por qué hasta el XIX los estudios de psicología evolutiva se ocuparan solamente de la infancia. ¿A qué se debe ese considerable retraso? No se debía tanto a una minusvaloración del papel que la adolescencia desempeña en el desarrollo evolutivo del ser humano como a las dificultades de tipo práctico que se encontraban para estudiarla. Los adolescentes son mucho menos accesibles a la observación que los niños. La reserva típica del adolescente, contrasta con la espontaneidad, ingenuidad, sencillez y franqueza propias del niño. La adolescencia dejó de ser invisible con la llegada del progreso de los métodos de estudio de la conducta humana, a partir del siglo XIX. Ello permitiría descubrir el mundo interior de los adolescentes, tan diferente del mundo exterior en el que se centran los niños. Ese descubrimiento desveló 11 que el paso de la niñez a la adultez no se puede resolver satisfactoriamente entendiéndolo como un tiempo de mera transición. 1. SECADAS, F. y SERRANO, G.: Psicología evolutiva. 14 años. Op. cit. 18. 2. PEREIRA, R.: Adolescentes en el siglo XXI. Morata, Madrid, 2011, p. 12. 12 Parte I El origen de la adolescencia 13 1 14 Los ritos de paso 1. El mito de que los tradicionales ritos iniciáticos eran una transición perfecta de la infancia a la adultez En los pueblos de todas las épocas históricas se vio la necesidad de encontrar procedimientos para atravesar sin demora la frontera que separa la infancia de la adultez. Hay que aclarar que cada paso del ciclo vital conlleva una iniciación, incluido el de la adultez a la vejez; no obstante, la adolescencia ha sido considerada tradicionalmente como el tránsito iniciático por excelencia, a través de los ritos de la pubertad. Los ritos de la iniciación masculina eran más dolorosos que los de la iniciación femenina. La iniciación incluía pruebas difíciles, entre las que sobresalía la de la caza: el chico tenía que cazar un animal salvaje con sus manos, prescindiendo de armas. Algunos ritos de iniciación no constituían una transición global o integral; faltaba el desarrollo psicosocial. En las sociedades primitivas ese segundo desarrollo no era tan necesario como en las complejas sociedades modernas. No obstante, existen casos aislados en los que los ritos iniciáticos incluían también algún desarrollo psicosocial. No siempre eran crueles y algunos de ellos conllevaban educación moral, como por ejemplo, los de una tribu de Nueva Gales del Sur: «Cada muchacho es tomado a su cargo por uno de los ancianos, quien todas las noches lo instruye sobre sus deberes y las normas que regirán su conducta a través de la vida, consejos dados en forma tan afectuosa, paternal y emotiva que a menudo enternecen el 15 corazón del joven y le arrancan lágrimas»[1]. 2. Los supuestos recursos iniciáticos modernos: novatadas y otros procedimientos Las novatadas en residencias son consideradas por algunos autores actuales (Bersani y Pozzi, entre otros) como ritos de iniciación para adolescentes y jóvenes recién llegados a una organización. Para ser aceptados por el grupo deben superar la prueba de ser sometidos a acosos y humillaciones por parte de los miembros veteranos de ese grupo. Estas pruebas conllevan, por tanto, violencia física y/o psicológica. Suelen producirse en todo tipo de centros de enseñanza y clubs deportivos. No son tan nuevas como suele creerse, ya que, por ejemplo, se han registrado por escrito algunas de las que se realizaban en la Academia de Atenas. Se trata de un fenómeno grupal, ya que los roles de agresor y de víctima no se limitan a dos individuos, sino que son compartidos por todos los componentes del grupo desde su condición de testigos y observadores de las agresiones. Algunas novatadas pueden considerarse formas de Bullying, aunque este último fenómeno suele realizarse a escondidas y con un número de observadores más reducido[2]. Las novatadas en las residencias universitarias Las más frecuentes son las siguientes: 1. Tras colocar a los novatos de rodillas, les introducen un embudo en la boca y les echan licor a chorros hasta que se marean. 2. Usan a los novatos de ceniceros en las habitaciones de los «veteranos» que fuman. Están toda la noche con la mano extendida para recoger la ceniza. A veces, la ceniza se les echa en la boca. 16 3. Beber vinagre, vino mezclado con posos de café y/o gel de baño. 4. Duchas de agua fría, juntoso separados (los novatos), desnudos o vestidos. En ocasiones, se les despierta varias veces por la noche para repetir esta «broma». 5. Tienen que lavarse los dientes con la escobilla del WC. 6. Los desnudan y les depilan las piernas. También les rapan el pelo. 7. Les ponen grapas de papelería en la piel si se han producido lesiones por otras novatadas. 8. Son llevados a sitios céntricos para practicar el «tartazo al novato». A un euro el tiro. Hubo una señora que pagó 10 euros. 9. El pringue. Les hacen pasar por un pasillo humano donde se les azuza y, entre gritos, se les arrojan huevos y harina. Otras veces, se arrojan sustancias altamente peligrosas, como disolventes o sosa cáustica. 10. Servir comidas a los veteranos. Los novatos tienen que sentarse en el regazo de los veteranos y darles la sopa con la cuchara. 11. Tirarse por un terraplén o encima de unos setos. Acaban heridos y ensangrentados. (Diario ABC, Madrid, 19-6-2012) Otros procedimientos de iniciación • Viajes de estudios tras acabar una etapa de escolaridad; • Puestas de largo en bailes de entrada en sociedad; • Trabajo compatible con el estudio de una carrera; pagarse esa carrera; • Estancia en otros países para aprender un segundo idioma; • Servicio militar; Participar en un proceso de búsqueda de un primer trabajo profesional. Conlleva presentarse a las entrevistas realizadas por una consultaría al servicio de una 17 empresa que demanda candidatos. Participación activa en movimientos de voluntariado. 3. Adenda La fórmula de los ritos de paso está disminuyendo, pero no se espera su desaparición, debido a que es una de las constantes antropológicas más universales que caracterizan a la persona. Los ritos y sus costumbres correspondientes cambian de nombre y de aspecto, pero su esencia permanece, ya que las diferentes etapas del desarrollo del ser humano están regidas más por lo natural que por lo social. El primer rito de paso sigue siendo el nacimiento; la comunidad da la bienvenida al bebé y le incorpora como un miembro más. El segundo rito común a todas las sociedades sigue siendo el paso de la niñez a la adolescencia y a la edad adulta. Es un rito más largo y difícil para el protagonista del ritual; esto se debe a que para afrontar la vida adulta el adolescente necesita endurecerse y probar que es capaz de soportar situaciones de sufrimiento. 1. Brooks, F. D.: Psicología de la adolescencia. Kapelusz, Buenos Aires, 1948, p. 3. 2. Cfr. Ana AIZPÚN MARCITLLACH y Ana GARCÍA-MINA FREIRE. Consejo de Colegios Mayores Universitarios de España – Universidad Pontificia Comillas. Madrid, 2013. 18 2 19 El descubrimiento de la adolescencia como una fase del ciclo vital 1. El mito de que la adolescencia es solamente un invento social El mito transmite que la adolescencia sería una creación exclusiva de la cultura, sin causas genéticas. No sería una fase natural del ciclo vital, sino una creación artificial de las sociedades industrializadas modernas. Este mito ha tenido bastante aceptación porque, a pesar de ser solo una media verdad, es muy sugerente: subraya la fuerte impronta social y cultural que cada época imprime a la adolescencia. Se puede aceptar que, de algún modo, cada sociedad y cada ambiente cultural crea su propia adolescencia. Ocurre que cada adolescente interpreta sus cambios biológicos y psíquicos de acuerdo con los valores predominantes en la época que le ha tocado vivir. Hay que precisar que esa influencia social y cultural no crea por sí misma la adolescencia, sino que se limita a actuar sobre su base genética. No hay evidencias de que el adolescente sea simplemente una invención o construcción social, ni antigua ni moderna. El hecho de que la adolescencia haya sido ignorada durante mucho tiempo no autoriza a declarar la inexistencia de esa etapa natural del ciclo vital. Muchos relatos literarios desde la antigüedad incluyen el concepto de adolescencia como realidad diferenciada que ha ido recibiendo modificaciones con el paso del tiempo: cada época «diseñó» su propia adolescencia, incluida la época moderna, que no la inventa, sino que la modifica al supeditarla a las exigencias de una sociedad industrializada. 20 A favor de la teoría de la adolescencia como invención social moderna se ha argumentado que en las sociedades poco desarrolladas la transición entre la infancia y la adultez se realizaba de un modo natural, rápido y sin problemas; en cambio, en las sociedades desarrolladas del mundo industrializado occidental los niños no tienen la oportunidad de vivir ese tipo de experiencias; en su lugar son instruidos en las escuelas de forma teórica durante muchos años. La excesiva prolongación de los estudios suele prolongar la dependencia y aplazar la madurez. 2. La adolescencia como un supuesto «segundo nacimiento» y una etapa del ciclo vital ¿Por qué la adolescencia ha sido considerada como un segundo nacimiento? ¿Se puede nacer dos veces? La obra de Juan Jacobo Rosseau, Emilio o de la educación (1762), es un tratado filosófico sobre la naturaleza del hombre, en el que se incorpora una historia novelada del joven Emilio y su tutor. Rosseau considera la adolescencia como una realidad con carácter y valor propio, con características definidas. Sostiene que es un segundo nacimiento doloroso que conlleva tensiones emocionales y desequilibrio psicológico, derivado de las trasformaciones de tipo biológico propias de la pubertad: «Nacemos, por así decirlo, en dos veces: una para existir y la otra para vivir; una para la especie y otra para el sexo (…) El hombre no está hecho para quedarse siempre en la infancia. Sale de ella en el momento prescrito por la naturaleza, y ese momento de crisis, aunque bastante corto, tiene larga influencia. (…) Este es el segundo nacimiento del que he hablado; aquí es donde el hombre nace verdaderamente a la vida y donde nada humano le es extraño»[1]. En 1904 se publicó Adolescence, la obra maestra de Granville Stanley Hall, que 21 sería un tratado fundamental sobre el tema. En ella se establece claramente la diferencia de la conducta adolescente con respecto a la infancia y a la adultez. Hall fue el primer psicólogo que utilizó métodos científicos en su investigación. Está considerado como el pionero en los estudios de la adolescencia. Para este autor la adolescencia se extiende de los 12 a los 25 años, desde la pubertad hasta la adultez. Coincide con Rousseau en ver la adolescencia como un segundo nacimiento y como una etapa de la vida caracterizada por las perturbaciones de la conducta. Pero, a diferencia de Rousseau, no atribuye todas las conductas de inestabilidad a causas de tipo biológico. A partir de ese momento la adolescencia deja de reducirse al desarrollo físico de la pubertad. 3. Los catalizadores de la maduración personal del adolescente Sabemos por experiencia que adolescentes de una misma edad pueden tener ritmos muy diferentes en su proceso de maduración. Una de las posibles causas de este hecho es la intervención de un catalizador (término procedente de las ciencias químicas que se usó posteriormente en psicología). El catalizador es una sustancia capaz de producir catálisis (proceso por el cual aumenta o disminuye la velocidad de una reacción química y, por extensión, psicológica) Los catalizadores que intervienen en la maduración psicológica del adolescente son factores muy concretos que en algunos casos aceleran el proceso, mientras que en otros casos lo frenan. Los factores de aceleración hacen que el período de transición a la adultez se acorte. Uno de los más importantes es vivir experiencias enriquecedoras relacionadas con la vida de familia, la amistad, el trabajo, la práctica del deporte, los viajes, el voluntariado, las situaciones límite (por ejemplo, un terremoto o una guerra). Este tipo de experiencias pueden influir mucho en la maduración personal, ya 22 que permiten al adolescente el contacto directo con la realidad, así como decidir formasde comportamiento. Son una fuente de aprendizaje psicológico. 4. Adenda En las sociedades tradicionales los ritos de iniciación testimonian la socialización de las transiciones más importantes en la vida humana y ayudan a preservar la estabilidad de la sociedad regulando la posición de cada miembro dentro de ella. En las sociedades modernas se encuentran huellas de esos rituales iniciáticos en muchos cuentos clásicos. Su protagonista es el héroe, que tras su hazaña de vencer en la lucha contra un enemigo muy poderoso, obtiene el reconocimiento de la comunidad y la mano de la princesa. Es una bella metáfora de la prueba iniciática. A lo largo de la historia diferente tipo de sociedades han recurrido a la aplicación de pruebas para averiguar cuando los adolescentes estaban en condiciones de integrarse en la vida adulta. Las antiguas tribus lo hacían para encontrar cazadores y guerreros; las sociedades modernas lo hacen para seleccionar buenos candidatos para su entrada en el mercado laboral. 1. ROUSSEAU, J. J.: Emilio o la educación. Libro IV. Club Internacional del Libro. Bilbao, 1985, pp. 257- 259. 23 3 24 Adolescencia: edad de los problemas o de las posibilidades 1. El mito de la adolescencia como una transición exenta de conflictos La adolescencia sin conflictos no existe. Incluso en la idealizada adolescencia de los naturales de Samoa existían conflictos provocados por la adaptación sexual. 2. El mito de la adolescencia como un período turbulento que provoca una ruptura total con el pasado Para Hall, la adolescencia es un período característico de Sturm und Drang, tormenta e ímpetu. De acuerdo con su teoría psicológica de la recapitulación, las características de cada etapa del desarrollo del individuo se corresponden con cada una de las fases históricas primitivas en la evolución de la humanidad. La adolescencia corresponde a la época en que la humanidad se encontraba en una etapa de turbulencia. Hall describe la vida del adolescente como una fluctuación entre varias tendencias contradictorias; por ejemplo, los momentos de crueldad se alternan con los de ternura. Esas tendencias son pautas inevitables, ya que se basan en factores fisiológicos determinados genéticamente. No deja margen para la influencia de factores de tipo ambiental. Gesell no compartía la creencia de que la adolescencia deba ser 25 necesariamente turbulenta. La consideraba como un proceso continuo de maduración, aunque con irregularidades. En la adolescencia hay alteraciones emocionales y reacciones extremas, como en cualquier otra situación de cambio de roles. Esas nuevas conductas juegan un papel en el proceso de adaptación, por lo que ni originan un período turbulento ni provocan una ruptura con el pasado. 3. La crisis de la adolescencia Habitualmente se acepta que una persona está en crisis cuando vive en un estado de tensión psicológica prolongada que le produce sufrimiento y conflictos. Esta sería la situación del adolescente según la literatura alemana del siglo XVII, que transmitió una imagen romántica del adolescente desgarrado por tensiones y conflictos. Shakespeare trazó una imagen poco racional de los adolescentes, agitados casi ciegamente por sus emociones e instintos. Goethe, en su obra Las desventuras del joven Werther, presentó la adolescencia como una etapa turbulenta de tormenta y drama. Esa visión negativa recogida en la literatura se incorporó más adelante a la psicología. Las teorías psicológicas que surgieron posteriormente describieron la adolescencia como una época de problemas graves. Sin negar que la mayoría de los adolescentes padecen ansiedad y estrés, hay que precisar que lo nuclear de la adolescencia no son las perturbaciones de tipo emocional ni las anomalías del comportamiento, y que esos rasgos son consecuencia o efecto comprensible del fuerte ritmo de crecimiento físico y psíquico. La reducción de la adolescencia a la edad del sufrimiento ha contribuido mucho a que esa fase se vea como una enfermedad, ignorando así el papel que desempeña en la construcción de la personalidad. 26 La adolescencia no es una crisis de tipo patológico, sino de crecimiento, de adaptación a una nueva edad. ¿Cuál es el detonante de la crisis? Los cambios biológicos y fisiológicos de la pubertad, que surgen de forma brusca y se desarrollan de modo acelerado y asincrónico. El adolescente tiene que adaptarse en poco tiempo a un cuerpo nuevo que le resulta extraño y que no le favorece. La salida de la infancia plantea siempre dificultades de adaptación que son lógicas y normales, ya que el cambio producido es considerable. Esas dificultades tienen una función en el desarrollo: se presentan como un reto que apela al esfuerzo y autosuperación del adolescente temprano. La tradicional imagen negativa de la adolescencia fue cuestionada desde finales del siglo XIX por autores como John Coleman, basándose en datos de investigaciones serias. En ellas se comprobó que la problemática de esa etapa no era superior a la de otras etapas del desarrollo evolutivo, y que la conflictividad grave no era un rasgo generalizado. 4. ¿Por qué se aburren tanto muchos adolescentes de hoy? Una de las frases más frecuentes que se escuchan a los adolescentes de ahora es «me aburro». Sus padres se preguntan muy sorprendidos cómo es posible que ocurra eso con la cantidad de recursos que actualmente tienen a su disposición para vivir el tiempo libre. Mientras esos padres se ocupan casi todo el día en cumplir con todas sus obligaciones, sin dejar margen para el aburrimiento, ven como sus hijos se quejan de aburrimiento porque están ociosos. Thibon también lo considera una paradoja: «Cuando los hombres tenían más razones objetivas para aburrirse se acomodaban mejor a una existencia aparentemente insípida, y cuando tienen todas las posibilidades para distraerse, 27 se aburren más. La explicación es sencilla. No es la falta de alimento la causante del aburrimiento, sino la inapetencia. Y lo que crea la inapetencia es la saciedad. El aburrimiento es como una toxina segregada por la abundancia mal asimilada. La peor miseria del hombre no es la de no tener nada, sino la de no querer nada. Entonces busca un remedio para la inapetencia, no en el ayuno, que le devolvería el gusto por los verdaderos alimentos, sino en excitaciones artificiales cuyo efecto se apaga muy pronto, pues, al no corresponder a ninguna necesidad material, agrava en profundidad el mal que aplaca superficialmente, lo que exige medios aún más adulterados y más nocivos»[1]. Los adolescentes de ahora le dan un ritmo excesivamente rápido, trepidante, a su vida, viven de forma acelerada, están desasosegados. Y el desasosiego incapacita para el ocio. Cuando intentan divertirse en las prolongadas y masivas salidas nocturnas están haciendo de la evasión una fuga de su propia realidad personal para perseguir cosas que están fuera de ella. Esta fuga les deja desvalidos de identidad y, por ello, predispuestos al aburrimiento. El aburrimiento está ligado al conformismo; es la permanencia en lo mismo, sin apertura a la novedad. Siete horas seguidas sin otro recurso que ingerir alcohol en el «botellón», garantiza el aburrimiento, aunque los protagonistas no lo confiesen. El aburrimiento de estos adolescentes no se debe a factores externos, sino a factores internos. No se aburren de ninguna cosa en concreto, sino de sí mismos: no se ven como seres interesantes, lo que también les incapacita para el ocio. Polaino comparte la opinión de Kierkegaard de que el aburrimiento es, en algunos casos, una forma existencial de desesperación: el adolescente «no se desespera del acontecer, de la desgracia, de los sucesos que más o menos distantes o lejanos, salpican y llegan a bloquear las trayectorias de la vida 28 humana. Aquí se desespera de uno mismo, porque lo que en definitiva aburre, lo que conduce a la experiencia del hastío y del tedio no son los otros, sino uno mismo. Por esoalguien se aburre cuando se experimenta a sí mismo como vacío»[2]. 5. ¿Por qué los adolescentes suelen ser tímidos? La timidez es un estado de bloqueo emocional que impide actuar en presencia de otras personas. Es miedo crónico a obrar derivado de la falta de confianza en sí mismo y en los demás. Aunque puede iniciarse en la tercera infancia, en la adolescencia se hace mucho más consciente: «No afirmamos que la timidez sea característica exclusiva de la adolescencia, sino que la adolescencia es la edad normal de la timidez. El adolescente es tímido por naturaleza»[3]. Para que se produzca un comportamiento de timidez es necesaria la presencia del otro; no hay timidez en la soledad. «A solas, el adolescente se siente valeroso y cree que todo podrá afrontarlo; pero en el momento en que se aproxima a la realidad donde existe el otro, comienza a sonrojarse por el temor de ponerse sonrojado, comienza a temblar por el temor de ponerse tembloroso»[4]. Timidez y sentimiento de inferioridad están muy relacionados. La intimidación ante otras personas es consecuencia de la inseguridad interior. La inadaptación ante los cambios físicos de la pubertad origina un sentimiento de inseguridad. La timidez es problemática solamente cuando es excesiva; en esa situación puede perturbar la vida mental y emocional y crear un estado habitual de ansiedad. En la prevención es aconsejable acostumbrar a los hijos, desde la infancia, a que actúen en presencia de otras personas; también crear situaciones en las que puedan ir conociéndose a sí mismos, para que cultiven sus puntos fuertes y 29 mejoren su autoestima. Hay que lograr que se atrevan a actuar, luchando contra el orgullo que lo impide. 6. ¿Por qué los adolescentes «sueñan despiertos»? El fenómeno de la ensoñación La ensoñación es un rasgo típico de la adolescencia, aunque no es exclusivo de esa edad. Tiene una importante función en el desarrollo de los adolescentes que suele ser ignorada por sus padres. Estos últimos la ven como un defecto a corregir; además les molesta ese aparente «fuera de juego» en el que de vez en cuando se encuentran los hijos, como lo prueba este tipo de burlas: «¡Ya estás otra vez en la luna! ¡despierta!, ¡regresa!». La ensoñación se ha definido en psicología como un proceso mental que nos permite divagar sobre nuestros deseos y sobre lo que puede o no ocurrir en un tiempo determinado. Es tener fantasías en estado de vigilia, soñar despierto, fantasear. El adolescente se deja llevar por sus ensoñaciones para tomar distancia de la realidad y recrearla de acuerdo con las necesidades afectivas del momento. Es una forma de autodefensa ante los peligros que existen en el mundo real. 7. Adenda Los adolescentes son inestables por cuatro posibles causas. Primera: porque es una etapa de transición que, como en todas las demás, se dan oscilaciones del comportamiento entre la edad de partida y la de llegada. Las actitudes antiguas de la infancia se entrecruzan, durante algún tiempo, con las actitudes nuevas propias de la adultez. El adolescente no es niño ni adulto; por eso puede obrar ocasionalmente como lo primero o como lo segundo. 30 Segunda: porque la súbita aceleración del crecimiento físico y mental típico de la adolescencia contrasta fuertemente con el crecimiento más pausado de la niñez. El cambio de ritmo le desconcierta. Tercera: porque al carecer de un estatus social, no sabe a qué atenerse con respecto a lo que se espera de él. Se encuentra con exigencias contradictorias en la familia y en la escuela. Se le exige como si fuera adulto (ya eres mayor para…) y, al mismo tiempo, se le trata como a un niño (todavía no eres lo bastante mayor para…). Cuarta: porque a lo largo de la adolescencia prosigue el proceso de maduración. La adolescencia no es un tiempo de madurez, sino de búsqueda de la madurez. Consta de un conjunto de maduraciones (biológica, cognitiva, afectiva, moral y social), que se orientan a la madurez adulta, entendida como autonomía responsable. No debe confundirse el resultado final deseado (madurez), con el proceso formativo que se encamina gradualmente a ese resultado (maduración). Al encontrarse en continua evolución, no cabe esperar del adolescente grandes frutos a corto plazo ni un comportamiento homogéneo. 1. THIBON, G.: El equilibrio y la armonía. RIALP, Madrid, 1978, pp. 92-93. 2. POLAINO, A.: Aburrimiento y soledad en los adolescentes. Palabra, Madrid, 1989 pp. 29-30. 3. LACROIX, J.: Timidez y adolescencia. Fontanella, Barcelona, 1967, pp. 17-18. 4. DE MORAGAS, J.: Psicología del niño y del adolescente. Labor, Barcelona, 1963, p. 239. 31 Parte II Las conductas típicas de la adolescencia 32 4 33 La meteórica transformación del cuerpo infantil en un cuerpo adulto 1. El mito de que la pubertad es una perturbación del desarrollo evolutivo La pubertad o adolescencia inicial está considerada por los autores clásicos como una etapa clave del desarrollo evolutivo. En ella se producen los cambios físicos que trasforman en pocos años el organismo infantil en un organismo adulto. La función inicial de la pubertad es el logro de la madurez biológica. Se trata de un movimiento vital que afecta más al comportamiento externo que al interno. No obstante, se da una primera autoafirmación del yo como claro indicio de que la personalidad está despertando. Ambos aspectos del desarrollo (biológico y psíquico) manifiestan que la pubertad no es una perturbación o anomalía del desarrollo evolutivo, sino una etapa necesaria del mismo. 2. El mito de la «edad ingrata» Una de las acepciones de ingrato/a es la siguiente: «Que es desagradable y produce mucho disgusto: un trabajo ingrato». La pubertad es una etapa difícil y problemática, tanto para el adolescente como para su familia, debido a que el púber está iniciando el difícil proceso de transición entre la infancia y la edad adulta; durante ese tiempo no se reconoce a sí mismo. Esta situación de desconcierto suele afectar también a los padres. Un segundo problema son los efectos psicológicos (sobre todo descenso de la 34 autoestima) que las anárquicas transformaciones corporales producen en el púber; una de las principales es que la estatura y el peso no aumentan de forma simultánea: las fases de estiramiento se van alternando con las fases de ensanchamiento, lo que contribuye a la disarmonía de las proporciones, que tanto disgusta y preocupa al púber. El hecho de que la pubertad sea problemática no significa que sea una edad ingrata. Para los púberes y padres que conocen a tiempo su sentido y función puede ser una etapa y una experiencia gratificante, sobre todo si la plantean como un conjunto de retos del crecimiento y de retos educativos. 3. ¿Adolescencia y pubertad son conceptos equivalentes? Es cierto que existen conductas comunes y aplicables a ambos conceptos, pero ni la «pubertad» se reduce a cambios de tipo físico, ni la «adolescencia» se limita a cambios psíquicos. «Son dos procesos íntimamente relacionados de la evolución del ser, pero no son el mismo proceso, ni son exactamente simultáneos, y en alguno de sus aspectos son independientes por completo (…). La pubertad es un cambio radical en las estructuras bioquímicas y morfológicas del soma, que queda total y definitivamente establecido en un período aproximado de cuatro años. La adolescencia es un cambio ora lento, ora tumultuoso, en lo que se refiere a los deseos y las aspiraciones, los estados de ánimo y la estimativa de los valores, y que produce una nueva concepción del mundo interior y del mundo exterior, un nuevo enfrentamiento con los conceptos éticos, religiosos y sociales, y una nueva valorización de lo pasado y, sobre todo, de lo futuro, que colocan al ser en una crisis humana acuciante, profunda y larga»[1]. El desarrollo humano tiene carácter global en todas sus fases. Lo que cambia 35 siempre es la personalidad en su conjunto, en sus aspectos físico, mental, afectivo y social. En la pubertadtambién existe cambio psíquico, aunque es menos relevante y ostensible que el biológico; se inicia ya de algún modo la interiorización de la vida mental. También se aprecia un primer desarrollo de la vida afectiva, el de las reacciones emocionales primarias (por ejemplo, de inquietud y miedo); se trata de reacciones superficiales y espontáneas. originadas simplemente en el conocimiento y apetencia sensible. No suelen llegar al nivel de los sentimientos, que se desarrollarán en la adolescencia media a partir de un conocer y apetecer intelectual. Granville Stanley Hall explicó que el comportamiento psicológico del adolescente no se limita a la repercusión de los cambios biológicos de la pubertad, sino que tiene una entidad propia. Menciona rasgos y conductas que no son mero resultado de los cambios puberales, sino de una toma de conciencia de sí mismo. 4. Por qué los cambios de la pubertad crean más desasosiego que los de la infancia La causa principal de ese desasosiego no es la velocidad y magnitud de los cambios físicos; de hecho son como los del primer año de vida, que no ocasionan ningún trauma en el niño. Pero hay una diferencia clave: el adolescente es consciente de sus cambios y piensa que la nueva imagen corpórea le desfavorece mucho. Su disgusto y preocupación no se limita a los cambios ostensibles (estatura, peso, voz…), sino que se refiere también a pequeños cambios que solo son visibles por quien está obsesionado con su nuevo cuerpo (por ejemplo, un grano). El adolescente cree que ese grano es visto por todas las personas con las que se relaciona; sufre innecesariamente al 36 sentirse minusvalorado por espectadores imaginarios: «Los adolescentes suelen pensar que sus personas ocupan el centro de la escena, que todos los ojos están puestos en ellos, porque su egocentrismo los lleva a concluir que las otras personas están tan intensamente interesadas en ellos como ellos mismos. En consecuencia, tienden a fantasear acerca de cómo podrían reaccionar los otros ante su apariencia y conducta. La audiencia imaginaria puede hacer que un adolescente entre en una sala atestada de gente creyendo que es el ser humano más atractivo. También puede ocurrir lo contrario: los adolescentes podrían intentar evitar a todos para que no noten una imperfección en su mentón o una mancha en su manga»[2]. 5. Los casos de pubertad precoz y de pubertad tardía Desde la llegada de la sociedad postmoderna se viene observando un reciente adelanto en la edad de inicio de la pubertad. Los púberes precoces muestran una considerable madurez física que contrasta con su inmadurez psicológica, lo que constituye un factor de riesgo. Los padres suelen ignorar que su hijo sigue siendo –psicológicamente– un niño, por lo que le dan una autonomía que es incapaz de asumir. La pubertad precoz interrumpe de forma prematura la fase infantil, generando así diversos posibles trastornos psicológicos, entre ellos ansiedad, agresividad, y descenso de la autoestima. La pubertad se considera atrasada o tardía cuando los síntomas no aparecen a los 13 años. Está muy relacionada con la ausencia de caracteres sexuales y con anomalías del crecimiento que dañan la glándula pìtuitaria o el hipotálamo. Ello condiciona la maduración. El retraso suele afectar psicológicamente a los adolescentes, sobre todo a los varones. 37 6. Adenda Los cambios corporales de la pubertad suelen originar problemas de inadaptación psicosocial. Esos cambios bruscos y no sincronizados crean desconcierto en el púber; no se reconoce a sí mismo en la nueva envoltura, alejado además de los prototipos de belleza que están de moda. Por eso rechaza la nueva imagen corpórea e intenta reajustar la imagen que tiene de sí mismo. A ello hay que unir la incertidumbre sobre cómo seguirá evolucionando su cuerpo. La crisis de crecimiento suele originar una primera crisis de identidad y de autoestima. Para ayudar al púber a que acepte su nueva imagen corpórea hay que decirle cuanto antes que ese cuerpo desestructurado y aparentemente a la deriva está en una fase de nueva construcción y en camino de adquirir armonía en sus proporciones. Que sepa anticipadamente que, poco a poco, las piezas sueltas y revueltas del puzzle se irán colocando en su sitio. Hasta ese momento, le toca saber esperar. 1. DE MORAGAS, J.: Psicología del niño y del adolescente. Op. cit. pp. 218 y 221. 2. COLEMAN, T. C. y HENDRI, L. B.: Psicología de la adolescencia. Morata, Madrid, 2003, pp. 336-338. 38 5 39 Un gran salto cualitativo: del pensamiento concreto al pensamiento formal o abstracto 1. El mito de que el pensamiento del adolescente es irracional e infantil ¿Puede ser irracional el comportamiento en la fase en la que aparecen las operaciones mentales formales y se adquiere la capacidad de formular hipótesis y llegar a conclusiones? La respuesta es no. Tampoco puede ser infantil en el momento en que surge la capacidad de la empatía y el altruismo. Desde la infancia existe un desarrollo cognitivo que, con el paso de los años, va atravesando diferentes estadios bien diferenciados. El de la adolescencia media suele denominarse «estadio de las operaciones formales». En ese estadio se pueden realizar tareas mentales que ningún niño podría abordar. Piaget descubrió que la adolescencia es la fase de la vida en que surgen las mencionadas operaciones mentales formales, comienzan a formularse hipótesis y pueden establecerse conclusiones. Las nuevas capacidades del pensamiento permiten al adolescente reconstruir su niñez y verla bajo una luz muy diferente de como la percibía cuando era niño. Gracias a la aparición del pensamiento reflexivo el adolescente puede escapar de lo concreto hacia el ámbito de lo abstracto y de lo posible. Ahora es capaz de crear y utilizar conceptos, generar argumentos e incluso analizar y criticar sus propios procesos de pensamiento. 40 2. ¿Qué significa la aparición del pensamiento formal? Las críticas a la teoría de Piaget sobre el período operatorio formal pusieron en tela de juicio si constituye un cambio evolutivo real. La mayoría de los especialistas actuales coinciden en afirmar que a partir de los 12 años se produce ese cambio evolutivo; también que se trata de un cambio cualitativo, ya que el pensamiento formal no existe en la infancia. En cambio, no lo consideran un cambio estructural, ya que contiene desfases y gran variabilidad entre los sujetos, debidos posiblemente a que las conductas formales son difícilmente adaptativas en la sociedad[1]. Con el desarrollo del pensamiento formal surge el despertar a la vida interior. Ahora la inteligencia desempeña un papel instrumental muy importante en la búsqueda del yo. Pero la creencia del adolescente en que sus pensamientos tienen un poder ilimitado da lugar, según Piaget, al egocentrismo intelectual de la adolescencia. Lo considera un egocentrismo cognoscitivo surgido en lo que denomina «la edad metafísica por excelencia». El psicólogo suizo señala que, al igual que los egocentrismos de la infancia, será superado a medida que un mejor conocimiento de la realidad le proporcione el equilibrio del que carece. El egocentrismo del pensamiento también se advierte en la llamada fábula personal (Elkind, 1967): el adolescente tiene la sensación de que cada una de sus experiencias es algo excepcional que nadie más ha vivido, por lo que nadie lo puede comprender. Esa doble sensación le lleva a considerarse especialmente importante y a instalarse en la soledad[2]. El desarrollo cognitivo propio de la adolescencia suele pasar desapercibido, debido a que apenas tiene manifestaciones externas y visibles. Es preocupante que estos avances en la función intelectual permanezcan ocultos para muchos 41 educadores, ya que tienen importantes implicaciones en el desarrollo global de la personalidad: 3. El paso de la moral por imitación al razonamiento moral El desarrollo cognitivo del adolescente favorece el desarrollo del pensamientomoral. Esto implica el paso de la moral heterónoma de la infancia a la moral autónoma, a la personalización de la vida moral. Las normas dejan de ser vistas como algo meramente coercitivo, para convertirse en valores que hay que interiorizar. Esa interiorización posibilita la conciencia del deber. La mejor explicación sobre el concepto de moralidad en los niños y adolescentes sigue siendo el enfoque cognitivo-evolutivo de Piaget, expuesto en su trabajo sobre el juicio moral del niño (1932). Posteriormente Kohlberg amplió los dos estadios de Piaget a seis, derivados de presentar a niños y adolescentes situaciones con dilemas morales. 4. Adenda Ciertas conductas del adolescente suelen dificultar más su evolución mental. Una de ellas es la emocionalidad: «No nos referimos a la connotación afectiva que acompaña a los actos y pensamientos, sino a la tendencia a reaccionar primariamente, a veces compulsivamente, frente a los estímulos, sin mediación alguna de carácter racional. El individuo maduro, entre el estímulo y la respuesta sitúa su inteligencia. Es decir, ante la situación estimulante hace un análisis racional de la misma, la aprehende, e idea la respuesta más adecuada. La reacción emocional elude este proceso, responde inmediatamente y no en consonancia con la situación objetiva, sino con su estado de ánimo, lo cual imposibilita el ajuste de la respuesta». Otra es el dogmatismo, una actitud que denota inseguridad y necesidad de reafirmarse en algo ya conocido, que suele ser un aspecto parcial de la realidad analizada: «El 42 dogmático se aferra a lo que sabe, se defiende de lo nuevo a través de reacciones inadecuadas o de la crítica negativista y estéril»[3]. 1. Cfr. GARCÍA MADRUGA, J. y CARRIEDO LÓPEZ, N.: “La adquisición del pensamiento formal”. En Psicología evolutiva II. Desarrollo cognitivo y lingüistico. Volumen 2. UNED, Madrid, 2.002, p. 261- 265. 2. Cfr.: DELGADO, B. (Coord.): Psicología del desarrollo. Desde la infancia a la vejez. McGraw-Hill Interamericana de España. Madrid, 2.008. pp. 109-110. 3. SECADAS, F. y SERRANO, G.: Psicología evolutiva. 14 años. Op. ct. Pp. 102-103. 43 6 44 La nueva vida en el grupo de iguales 1. El mito de que la integración en el grupo de iguales es siempre beneficiosa El adolescente busca una nueva vida social como alternativa o como complemento a la de la familia. Lo hace integrándose en un grupo de pares o iguales, lo que dará lugar a una segunda socialización. Los adolescentes que más ansían incorporarse al grupo son los que se sienten más inseguros. El grupo de iguales está compuesto por adolescentes de la misma edad. Una de sus posibilidades es eludir el control de los adultos, lo que favorece la independencia personal. Esto ayuda a formarse una imagen de sí mismos diferente de la que recibían a través de su familia. Ausubel (1952) afirma que la «desatelización» familiar del adolescente se realiza por medio de una «resatelización» grupal. El sentimiento de adhesión al grupo despierta valores clave para la construcción de la identidad. El grupo cumple varias funciones, entre ellas cuatro especialmente importantes: proporciona seguridad, estabilidad emocional (relativizando los problemas), integración social (aprendiendo roles sociales), e incita a una continua superación de sí mismo. Estas funciones no se cumplen cuando los adolescentes se identifican excesivamente con el grupo, hasta el punto de fundirse con él, al precio de renunciar a su forma de ser. Este fenómeno se observa en grado patológico en la banda de adolescentes delincuentes. El grupo puede ser una solución puntual para los conflictos de la edad y una 45 preparación para la vida futura, siempre que no sofoque la afirmación personal de sus componentes y no se desvíe hacia comportamientos antisociales. La sumisión total del púber al objetivo colectivo conlleva la abdicación de las metas personales. De este modo, lo que inicialmente podía ser una situación favorable para la maduración de la personalidad, a la larga puede obstaculizar ese proceso; en vez de ser el trampolín que lanza al adolescente a la vida adulta, se convierte en un refugio permanente que le mantiene en la inmadurez. La vida en el seno del grupo puede ser aún más problemática si el grupo es muy absorbente y cerrado y si la duración del grupo se alarga mucho. 2. ¿Por qué el grupo de iguales es como un imán para el adolescente? La respuesta a esta cuestión es la siguiente: porque los miembros del grupo tienen similares intereses y necesidades, lo que facilita el mutuo entendimiento. «Los pares se entienden entre sí porque comparten códigos generacionales, jergas, espacios de ocio y diversión comunes, y la misma necesidad de autonomía e individuación. En el grupo el adolescente encuentra la posibilidad de satisfacer su necesidad de pertenencia y vinculación afectiva, sin que ello esté determinado por ninguna otra cosa que su propia voluntad. En el sistema de pares, el adolescente halla fuera de él algo que también encuentra en sí mismo: esa búsqueda, esa exploración de experiencias que constituirán uno de los elementos de su identidad. Encuentra lo mismo, lo que comparte con sus colegas y amigos y, además, lo que le singulariza y le vuelve diverso y único»[1]. La fuerte atracción del grupo de iguales no conlleva necesariamente prescindir de los padres: «Los adolescentes centran su relación social primero en sus iguales y más tarde en sus amigos. Los iguales son vistos como compañeros, fuentes de información, consejeros y modelos de comportamiento (…). Aunque 46 los iguales tienen una influencia mayor sobre los acontecimientos actuales, el tiempo libre y las modas, los adolescentes aceptan la referencia de sus padres en el tema de los valores que dan sentido a la vida. Por otra parte, aunque los adolescentes buscan preferentemente el apoyo de los iguales, en situaciones de emergencia buscan el de sus padres»[2]. El adolescente se apoya en la identidad grupal: «El vínculo grupal le va a proporcionar todo aquello que anhela encontrar como consecuencia de las serias transformaciones psicofísicas sufridas: una seguridad, un reconocimiento social, un marco afectivo, y un medio de acción. En definitiva, un espacio vital e imaginario, todo ello fuera del dominio adulto»[3]. 3. ¿La actual ausencia de héroes afecta a la función positiva del grupo? El héroe, con sus hazañas y virtudes humanas (sacrificio, valentía, fortaleza, solidaridad, generosidad, etc.) es el arquetipo iniciático que mejor caracteriza la etapa adolescente. «Los héroes nos inspiran y nos llevan a maravillarnos de los prodigios del potencial humano. Nos abren los ojos a nuevas posibilidades y avivan nuestras aspiraciones. Puede que incluso nos empujen a seguir su ejemplo, haciendo que pasemos a dedicarnos al servicio público, a la exploración, a romper barreras o reducir las injusticias. De esta forma, estos héroes desempeñan una función parecida a la de los mentores»[4]. Lamentablemente los adolescentes de hoy no suelen encontrar héroes auténticos que les sirvan de espejo. Solo disponen de héroes de ficción y de ídolos con pies de barro, que, aunque triunfan en su actividad, son personas individualistas que únicamente buscan la fama y el éxito por el éxito, como un fin en sí mismo; aspiran simplemente a ser «ganadores» y millonarios, como sea, antes de los 25 años. 47 Al integrarse imaginativamente en ese mundo de famosos sin valores, los adolescentes viven de forma ilusoria la superación de sus problemas y fracasos. Estos ídolos pertenecen principalmente al deporte de élite, la música y el cine. Mantener esa ficción exige un alto precio: «Implica un gran coste psíquico que el adolescente a duras penas puede pagar; es por ello que necesita del grupo, de la vivencia común (grupofatría), de los valores emocionales: la solidaridad, la afectividad, el compañerismo, que sirven de argamasa contra los poderes patriarcales (…). Es así como en el senodel grupo se gesta la “epifanía heroica” o la ilusión grupal (el estar bien juntos): llevar determinada ropa, hablar un lenguaje determinado, usar una marca de cigarrillos, escuchar una determinada música, adorar a un mismo ídolo, etc. La hazaña del grupo heroico se traslada de esta forma al objeto fetiche, el cual da sentido de pertenencia y emblematiza una corporación»[5]. Esta carencia de héroes suele originar en los adolescentes y jóvenes un vacío interior que, en ocasiones, se intenta llenar con las creencias mágicas que les ofrece las sectas o con el recurso a las drogas. Con la experiencia del consumo de drogas pretenden salir artificialmente de una vida solitaria, rutinaria y aburrida. Afortunadamente, los adolescentes disponen de ejemplos de heroísmo cotidiano protagonizado por héroes no famosos, personas corrientes que de forma callada realizan sus deberes familiares y profesionales con perfección. 4. Adenda Un factor decisivo para el desarrollo de la autoestima del adolescente es la opinión que tienen sobre él personas que son importantes en su vida. Una investigación de Harter (1990) muestra que los padres pierden importancia en la etapa de la adolescencia. Para el niño las valoraciones de los padres eran más relevantes que ninguna otra variable en el 48 desarrollo de la autoestima; en cambio, con la llegada de la adolescencia los «iguales» y los amigos tienen un papel más importante que los padres ¿A qué ese debe ese cambio? El adolescente necesita realizar diversos aprendizajes relacionados con su nuevo estatus psicológico y social. Para lograrlo centra su atención en modelos que están viviendo su misma experiencia vital y que, por ello, le merecen más confianza que los modelos adultos, incluidos sus padres. Por otra parte, para ganar en autonomía necesita liberarse de la excesiva tutela de sus padres, lo que no significa necesariamente llegar a una confrontación. Algunos estudios (por ejemplo, Helder, 1963) muestran que los padres que saben adaptarse a los cambios de la adolescencia, fomentando el diálogo y las conductas libres, son aceptados como modelos de comportamiento. Por el contrario, los padres dogmáticos y autoritarios provocan rechazos y hacen imposible la comunicación; en esa situación hay un mutuo desconocimiento entre padres e hijos que genera mutua incomprensión. Este tipo de padres no suelen hablar a solas con el hijo adolescente, y cuando lo hacen no le escuchan ni intentan ponerse en su lugar. La excesiva prolongación en el tiempo del grupo de iguales puede ser perjudicial. La experiencia colectiva del grupo de la pubertad, caracterizada por el gregarismo, desempeñó una función en su momento, como una primera fase del proceso de maduración social. En cambio, su prolongación en la adolescencia media sería disfuncional para el desarrollo de la personalidad, ya que impediría la emergencia del propio yo. 1. PEREIRA, R. y otros: Adolescentes en el siglo XXI. Op. cit., p. 4. 2. Cfr. Cfr. COLEMAN, J. C. y HENDRY, L. B.: Psicología de la adolescencia. Op. cit., 156-157. 3. RODRÍGUEZ, M.: «La vivencia grupal en la adolescencia». En AGUIRRE, A.(Edit.) Psicología de la adolescencia. Op. cit, p. 195. 4. ROBINSON, K.: El Elemento. Grijalbo, Barcelona, 2009, p. 247. 49 5. RODRIGUEZ, M.: “La vivencia grupal en la adolescencia”. Op. cit, pp. 207-209. 50 7 51 Una gran epopeya: el descubrimiento y la exploración del yo 1. El mito de que la autoafirmación del yo es una conducta disfuncional y negativa Tras el descubrimiento del propio yo, el adolescente se comporta con obstinación, afán de contradicción (llevar la contraria, sobre todo a sus padres), terquedad y excentricidades. Muchos padres intentan reprimir esa nueva conducta, por considerar que se trata de una rebeldía agresiva, lo que solo sirve para que se radicalice. Eso rasgos de aparente indisciplina y falta de respeto son simplemente la expresión exterior de una oculta autoafirmación interior, una autoafirmación del yo, de la personalidad naciente. El adolescente necesita autoafirmarse en contra de la prolongada dependencia de sus padres y de la etapa infantil, para ser él mismo y encontrarse consigo mismo. El descubrimiento de que es diferente del niño que fue y de los chicos de su misma edad le incita a preservar esa diferencia, defenderla y acentuarla. Se autodefine como una personalidad única; por eso busca la conducta original o singular. Debesse definió la adolescencia como una crisis de originalidad. Una manifestación del afán de originalidad del adolescente son las conductas excéntricas: exagerando el comportamiento exterior (vestimenta, peinado, lenguaje, gestos, etc.) intenta llamar la atención de los demás y resaltar su independencia y diferencia. Ese comportamiento excéntrico suele desconcertar y molestar mucho a los padres, ya que lo encuentran absurdo y hasta 52 provocador. Si lo reprimen pueden generar en los hijos rebeldías agresivas, sentimientos de inferioridad, timidez y compensaciones imaginarias. Da mejor resultado mostrar comprensión, no darle importancia y esperar a que pase esa conducta, que es casi siempre pasajera[1]. 2. ¿Qué aporta el nacimiento de la capacidad de reflexión? La raíz psicológica de la experiencia del encuentro consigo mismo está en la aparición de la capacidad de reflexión. Después de explorar el mundo exterior, la inteligencia se vuelve hacia el interior. El adolescente se encuentra de forma repentina con su propio yo, como una revelación. Y por primera vez dirige su mirada hacia dentro de sí mismo, pero lo que encuentra le llena de incertidumbre. Lo único que percibe claramente es que es distinto de los demás, que es un mundo propio, pero ignora quien es y quien llegará a ser. Al examinarse a sí mismo no encuentra nada definido ni estable; además descubre diferentes fisonomías del yo que se disputan entre sí el dominio. Todas se le ofrecen como su auténtico yo, por lo que tiene que seleccionar una de ellas, pero no sabe. La ayuda psicológica del orientador es clave en ese momento[2]. 3. Adenda A medida que el adolescente se adentra en su vida interior siente una necesidad creciente de aislarse, de recogerse en su intimidad y preservarla, de estar consigo mismo. Esa es la situación que le permitirá seguir profundizando en su nueva realidad. Surge así el gusto por una positiva soledad. No se trata, en principio, de una fuga, de un rechazo o de una inadaptación al medio familiar; pero puede llegar a serlo si los padres no entienden y aceptan esa necesidad de sana soledad. Algunos adolescentes se aíslan no para profundizar en su mundo interior, sino para 53 esconderse de un mundo exterior que perciben como amenaza y agobio. En ese caso pueden surgir comportamientos de retraimiento y repliegue sobre sí mismo que conllevan problemas emocionales, como la melancolía y la depresión. El mutismo de los adolescentes. A diferencia de lo que suele ocurrir con el niño, el adolescente calla, tiene largos silencios, sobre todo en el ámbito familiar. A muchos padres les molesta, porque lo interpretan como una actitud hostil; ignoran que es una conducta típica de la adolescencia que surge tras el despertar del yo. El silencio suele ser un recurso para preservar un yo que se siente inseguro. Está muy ligado a la timidez típica de la adolescencia. En otros casos el silencio se debe al blocaje afectivo, situación que obstaculiza la capacidad de expresarse. Tampoco hay que descartar los casos en los que el silencio es una forma de evasión de una realidad familiar que resulta molesta o incómoda. 1. Cfr. SECADAS, F. y SERRANO, G.: Psicología evolutiva. 14 años. Op. cit. Pp. 102-103 2. Cfr. WALLENSTEIN, A.: La educación del niño y del adolescente. Op.cit. pp. 232-236. 54 8 55 La influencia de la autoestima en la vida de los adolescentes 1. El mito de que la autoestima lo es casi todo en la conducta exitosa de los adolescentes En la etapa adolescente (etapa de los cambiosbruscos en el desarrollo físico, de los miedos, de las dudas, de las indecisiones, de los complejos, de la inseguridad), suele aumentar considerablemente la necesidad de autoestima. En algunas investigaciones recientes se ha comprobado que la mayor o menor autoestima influye significativamente en la motivación y en el rendimiento académico de los adolescentes. Pero una cosa es reconocer que cierto grado de autoestima es conveniente y otra muy diferente considerar que la autoestima lo es todo en la vida o que es lo más importante. En algunos países (sobre todo en Estados Unidos) se ha puesto de moda últimamente la preocupación por la autoestima, hasta el punto de hacer de ella una obsesión. Desde algunas ideologías de tipo permisivo se está intentando asustar a los padres y profesores con un «mal terrible» que acecha a sus hijos o alumnos: la falta de autoestima. Y para evitar que estos últimos lleguen a ser víctimas de ese mal, se recomienda a sus educadores desarrollar artificialmente y a corto plazo la autoestima de los niños y de los adolescentes. Como veremos más adelante, la obsesión por la autoestima de los hijos suele ocasionar – paradójicamente– crisis de autoestima. 56 2. ¿Cuál es el origen de la autoestima y cómo influye en el aprendizaje? A medida que el adolescente avanza en su proceso de autoconocimiento hace juicios valorativos sobre sí mismo. Se trata de una necesidad vital que exige ser satisfecha. La autoestima surge de una percepción doble: la de la estimación propia y la de cómo se siente estimado por los demás. La segunda es un referente esencial que procede sobre todo del ambiente familiar. Algunas actitudes de los padres favorecen la autoestima de los hijos: la aceptación incondicional de los hijos, con independencia de sus capacidades; el afecto permanente; la confianza en los hijos. Aciertos y errores en la educación de la autoestima Una cosa es favorecer las condiciones para que la autoestima se desarrolle de un modo natural y otra muy diferente es provocar artificialmente una autoestima que, además, no es real. Todos los procedimientos están orientados al logro de un único objetivo: fortalecer el ego de los educandos para que se sientan bien consigo mismos: alabar a los hijos o alumnos, con independencia de su comportamiento; no importa que fracasen en sus estudios a causa de su vagancia, que derrochen el dinero, que vivan solo para satisfacer sus gustos y caprichos, sin pensar en las necesidades de los demás. Lo único que importa es que se quieran cada vez más a sí mismos. El logro de ese objetivo requiere no culpabilizarlos nunca de nada, suceda lo que suceda (para que no pasen por la humillación de sentirse avergonzados); no cuestionar ni criticar nunca lo que dicen o hacen (para evitar que se enfaden); rebajar los ideales de vida (para que luego no sufran posibles decepciones); reducir la exigencia todo lo que se pueda; llegar a la tolerancia 57 total o casi total; proclamar que todo vale, todo está permitido (para que puedan actuar siempre de acuerdo con el valor supremo: la espontaneidad). Estos padres tan indulgentes con sus hijos suelen ser los mismos que esperan de ellos solamente una cosa: que triunfen en la vida como sea (que tengan un rápido éxito económico conducente al bienestar material y al brillo social). Esperan que triunfen en una sociedad muy competitiva con la única actitud que se les ha desarrollado: la de quererse a sí mismos. ¿Cabe mayor contradicción? Lo más práctico para desmitificar una educación reducida a autoestima, y una autoestima reducida, a su vez, a culto del propio yo, es comprobar cuál es el resultado al que se llega con ese planteamiento. Los hijos acostumbrados a ser alabados de forma incondicional suelen sentirse muy defraudados cuando, al incorporarse a la vida adulta, chocan con la realidad. Esa colisión les descubre, de pronto, que su autoestima está mal fundamentada y que, por ello, no es real. Ese tipo de hijos tropezarán en el futuro con dificultades reveladoras de que no eran tan capaces como habían supuesto; descubrirán que su autoestima está basada en el engaño. Cristopher Lasch descubrió en sus estudios sociológicos que el choque de la falsa estima de sí mismo con la dura realidad produce crisis de autoestima. Por otra parte, la experiencia dice que la autoestima no se desarrolla por la vía del elogio continuo e injustificado o de la tolerancia sin límites; quienes pretenden fortalecer el ego por ese camino, lo único que consiguen es debilitarlo. La autoestima, como la alegría o la felicidad no se puede buscar directamente. Y menos todavía por la vía del engaño. La autoestima es una consecuencia de poner ilusión en lo que se hace y de intentar hacerlo cada vez mejor. La mejor autoestima es la autoestima merecida, la que se basa en logros reales[1]. La autoestima implica confianza en sí mismo, en las propias posibilidades. Un 58 estudiante con autoestima cree en la capacidad de aprender por sí mismo y de aprender cada vez más y mejor. Ello hace que tenga expectativas cada vez más altas en su aprendizaje. Es un estudiante que considera que el aprender depende más de sí mismo que de otras personas o de las circunstancias. Cree que se le puede sacar más partido a la capacidad que cada uno tenga para el estudio. Esto conlleva creer que la inteligencia se puede mejorar con más esfuerzo y con mejores estrategias de aprendizaje. Si un estudiante tiene metas bajas en el estudio y no las eleva progresivamente, su capacidad de aprender se estancará. En cambio, si se propone cada vez metas más ambiciosas, estará tirando de sí mismo hacia arriba: tendrá mayor autoexigencia en su forma de aprender. Un estudiante con autoestima tiene los siguientes comportamientos: Se propone metas personales de aprendizaje cada vez más altas. Se trata de metas-reto, porque para alcanzarlas es necesario resolver problemas nuevos, estudiar de otro modo y esforzarse más; Tiene confianza en que conseguirá las metas que se ha propuesto; Averigua que tiene qué hacer para lograr las metas (qué tipo de actividades y qué tipo de estrategias de aprendizaje); Se centra en los factores del aprendizaje que dependen de él y que puede controlar (por ejemplo, el interés, la concentración, el esfuerzo y el método de estudio) y no pierde el tiempo preocupándose de factores sobre los que no puede influir (por ejemplo, la calidad de las clases); Se considera el protagonista de su proceso de aprender (acepta llevar la iniciativa, sin ir a remolque de los profesores); está predispuesto a la comunicación con los profesores, desea que le pregunten y hace preguntas en 59 clase; es perseverante en la realización de cada tarea, sin desanimarse ante las dificultades que van surgiendo; Termina cada actividad emprendida; Atribuye los éxitos al trabajo bien hecho y a haber mejorado su capacidad de aprender; Atribuye los fracasos al trabajo mal hecho y a no haber mejorado su capacidad de aprender mejor. Un estudiante sin autoestima se comporta del siguiente modo: No se plantea nuevas metas personales de aprendizaje; Se preocupa más de los factores del aprendizaje que no puede controlar (la clase, el tipo de examen, etc.),que de los factores que dependen de él (por ejemplo, el esfuerzo y la forma de estudiar). Esto se debe a que no confía en su propia eficacia como estudiante («haga lo que haga no servirá para aprobar»); Se considera a sí mismo un comparsa en el aprendizaje de cada materia. Se limita a hacer lo que piden los profesores sin aprender nada por iniciativa propia; Está centrado más en aprobar que en saber. El miedo al error y al fracaso puede paralizarle, quedando con la mente en blanco en un examen. Encaja cada vez peor un fracaso, con reacciones emocionales negativas; Teme no parecer inteligente. Para evitarlo suele utilizar mecanismos de defensa. Por ejemplo, «no he aprobado esa asignatura porque no me interesa». 3. Adenda La baja autoestima delos estudiantes adolescentes puede predisponer a la rebeldía e indisciplina en el aula. Algunos adolescentes con baja autoestima «necesitan» llamar la 60 atención con comportamientos públicos de rebeldía e indisciplina. Con su rebeldía intentan autoafirmar un yo inseguro que muchas veces es consecuencia de serias deficiencias del ambiente familiar (por ejemplo, poca presencia de los padres, autoritarismo y maltrato). Los padres y profesores pueden fomentar la confianza en aprender cada vez mejor confiando en cada estudiante e infundiéndole confianza en sí mismo; haciéndole saber que tiene margen para mejorar; valorando más el esfuerzo realizado que los resultados en sí mismos; favoreciendo el aprendizaje autónomo: que cada estudiante tenga la oportunidad de hacer elecciones en el estudio entre diferentes tareas, momentos, métodos, etc.; explicando cuál es el sentido y utilidad de cada tarea; enseñando a estudiar; favoreciendo el estilo personal de aprender. 1. Cfr. CASTILLO, G.: El adolescente y sus retos. Pirámide, Madrid, 2009, pp. 103-106. 61 9 62 Los estilos educativos paternos y su repercusión en la autoestima de los hijos 1. El mito de que la autoestima de los hijos crece con padres sobreprotectores Conviene distinguir entre actos aislados de protección a un hijo (justificados por el deseo de librarle de algún peligro concreto que ignora) y un estilo educativo basado en la sobreprotección, que se caracteriza por lo siguiente: los padres tienden a resolver todos los problemas de sus hijos, les quitan todo tipo de obstáculos, les dan ayudas innecesarias y les sustituyen en la toma de decisiones. La sobreprotección suele producir este tipo de efectos en los hijos: se acostumbran a conseguir lo que desean sin necesidad de esforzarse y luchar; desarrollan una identidad personal muy poco autoexigente y sin capacidad creadora; personalidad débil no apta para afrontar los problemas de la vida; ante una situación difícil y sin la protección habitual recurren a respuestas de evasión (por ejemplo, consumir alcohol y/o droga); dependencia excesiva de los padres; egocentrismo; inseguridad; timidez; no asumir las consecuencias de sus actos; labilidad emocional; miedos; fobias sociales; ausencia de empatía; carencia de iniciativa; sentimientos de inutilidad; incapacidad para tomar decisiones. Hay que querer a los hijos o alumnos como ellos necesitan ser queridos para que puedan crecer como personas (para que lleguen a ser más responsables, más seguros, más dueños de sí mismos, más generosos, más serviciales, etc.). 63 Quererles es, por tanto, querer que sean más libres y mejores. En cambio, complacerles en casi todo, satisfacer por sistema sus gustos, ahorrarles cualquier tipo de esfuerzo, dejar de corregirles, no es quererles. Esto último sirve únicamente para formar personas egoístas, cómodas, caprichosas, sin voluntad, y sin disposición de sacrificarse por los demás. La falta de entrenamiento en afrontar dificultades por sí mismos está generando hijos inseguros, no preparados para la vida. La vida es problema y exige hábito de lucha personal. En el primer momento en el que estas personas sin voluntad tengan que resolver por sí mismas un problema se encontrarán desvalidas y fracasarán. Las sucesivas experiencias de fracaso les impedirá estimarse a sí mismas. Los hijos, por ser personas, tienen la necesidad y el derecho a ser exigidos para así, desarrollar su inteligencia y su voluntad. Los padres que intentan «ganarse» a sus hijos por la vía fácil (darles todo lo que piden) son, en contra de lo que ellos creen, malos padres. Son padres que no quieren de verdad a sus hijos, sino que se quieren a sí mismos a través de los hijos. 2. El mito de que la autoestima de los hijos se desarrolla con padres permisivos y neutrales o indiferentes El estilo permisivo se basa en la tolerancia: mucho afecto pero escaso control; poca exigencia; no se establecen normas de conducta ni límites; no existen premios ni castigos. Se le atribuyen estos efectos: los hijos anteponen sus deseos y necesidades a los de otras personas; son incapaces de controlar sus impulsos; muy egocéntricos y dependientes; rehúyen el esfuerzo, lo que genera malos resultados escolares y carencia de otro tipo de logros, con el consiguiente descenso de la autoestima. El estilo neutral o indiferente suele ser el de los padres negligentes que abdican 64 de su responsabilidad educativa con la coartadas de la bondad natural del ser humano y de un supuesto liberalismo. Algunos efectos en la conducta de los hijos: graves carencias de autoconfianza; autoconcepto negativo; baja autoestima; baja empatía; muy vulnerables ante conflictos personales y sociales; predisposición a trastornos psicológicos y a desviaciones de conducta. Los padres tienen el derecho-deber de ejercer la autoridad El ejercicio de la autoridad es imprescindible para educar a los hijos. Es un servicio de los padres que ayuda a los hijos a desarrollar sus capacidades y disposiciones y a superar sus defectos y limitaciones. Esa función se advierte ya en su significado etimológico. La voz autoridad viene del latín auctoritas, que proviene a su vez del verbo augere, que significa sostener, acrecentar, elevar, las posibilidades de otro. Por eso el ejercicio de la autoridad favorece que los hijos se estimen a sí mismos, mientras que su ausencia impide que se desarrolle la autoestima. La experiencia dice que el comportamiento espontáneo de los chicos y chicas no es suficiente para que lleguen a ser lo que deben ser: es necesario intervenir en su vida. Sin autoridad no llegarían a adquirir buenos hábitos: de autocontrol, autodisciplina, orden, respeto, fortaleza. La autoridad es una forma de amor, ya que con su ejercicio se desea al bien de los hijos y alumnos. Los padres que no ejercen la autoridad han dimitido ya como padres, y sus hijos son, con palabras de san Juan Pablo II, «huérfanos de padres vivos». El abandono de la autoridad ha desembocado en el permisivismo educativo (no exigir, no controlar, no prohibir, no corregir, no sancionar…). Como consecuencia, no se ejercita la voluntad. La autoridad es, a la vez, exigencia y estímulo. Se ejerce a través del buen ejemplo, de las correcciones oportunas, de 65 la invitación a la conducta coherente, de los premios y los castigos. Requiere fortaleza en los padres. El buen ejercicio de la autoridad contribuye decisivamente a formar la voluntad de los hijos. No debe confundirse con el autoritarismo, que es el uso arbitrario o caprichoso de la autoridad y, también la autoridad sin comprensión y sin razones. Los padres deben ejercer la autoridad sin separarla del amor a los hijos: con cariño, con tacto, con serenidad, con paciencia, con realismo. Cuando el ejercicio de la autoridad es simple desahogo de los padres o afán de dominar a los hijos, la autoridad deja de ser educativa. 3. ¿Cómo influyen en la autoestima de los hijos los estilos educativos autoritarios? El estilo autoritario se caracteriza por una autoridad impuesta con exigencia elevada e indiscriminada (criterios cambiantes) sin dar a los hijos ninguna explicación; las pautas de comportamiento vienen prescritas de arriba abajo; no se cuenta con las necesidades, los intereses y la opinión de los hijos; se recurre de forma única y habitual a prohibiciones y castigos; se les pide obediencia ciega y que sean sumisos; provoca enfrentamientos y conflictos entre padres e hijos; los hijos descubren la libertad solamente de forma reactiva (contra algo o contra alguien) y luego no saben qué hacer con ella. Algunos efectos de este estilo en los hijos: creatividad atrofiada; tendencia a sentirse culpables y frustrados (por no satisfacer algunas exigencias de sus padres); escasas habilidades sociales; ansiedad por la distancia emocional de sus padres; baja autoestima. 4. ¿Por qué el estilo educativo democrático o asertivo es el más 66 beneficioso para la autoestima de los hijos?
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