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1 POLÍTICA: UNA HIPÓTESIS DE INTERPRETACIÓN. LA “CRISIS” DEL PENSAMIENTO POLÍTICO El problema: Se puede afirmar que los esfuerzos de la teoría política contemporánea parecerían reductibles a la justificación racional y a la promoción activa de determinados “valores” (por ejemplo, democracia) o de determinados “procedimientos” (por ejemplo, el contrato) que los realizan: tanto los teóricos del derecho como los de la acción racional presuponen de inmediato, aunque de maneras muy diversas, aquel que es precisamente uno de los aspectos del problema político actual, es decir, la existencia del actor libre en su moderna forma individualista; y en consecuencia, el pensamiento de esos teóricos no es radical, sino más bien interno –aun cuando con espíritu crítico- a un experiencia histórica y cultural de la que denuncia la desviación con respecto a un modelo. En cualquier caso, la más avanzada y sensible ciencia política observa, como Sartori, que ya no se puede pensar la política como “cosa”, aun cuando la palabra esté en boca de todos, y a partir de ahí, se dirige hacia una definición compleja, que implica más dimensiones (el poder en el momento generativo, en el momento de su ejercicio; los recursos del poder, el tener poder) y que debe tener en cuanta ya sea la ubicuidad actual de la política, ya sean los diversos modos de identificarla. La dificultad para definir el objeto es para Sartori aquello que permite redefinir la política: este método es el que se ha desarrollado a través dela hipótesis de una conexión estructural y sistemática entre política y saber político, que lleva a proponer, respecto de la política, más bien una interpretación que una definición propiamente dicha. Política: Privada de sustancia y de objeto, orientada por un “vacío” y no por cualquier “lleno”, la política no es, en consecuencia, definible, sino antes bien, interpretable como una síntesis eficaz entre diversas pluralidades –que se vuelven compatibles en un horizonte de categorías y en un sistema institucional- que se produce, en una contingencia radical, como autoafirmación de un grupo y una acción colectiva del poder en respuesta a desafíos existenciales. Esta interpretación nos lleva a admitir que la política es un conjunto complejo; es el espacio de acción delimitado por el extremo de la decisión concreta y, por el otro extremo, por los fines ideales (perseguidos pero jamás logrados) a los que tiende la acción, y es también esos extremos. Implica,por lo tanto, ya sea la excepcionalidad, ya sea la cotidianeidad, tanto la decisión como el ejercicio del poder interno y externo, a condición de que se ejerza a través de instituciones que estén legitimadas, o que lo hayan estado, por una decisión consabida (naturalmente, política es también lucjha contra las instituciones, esta lucha se presenta y se percibe como que concierne radicalmente a las razones de vivir en sociedad). 2 También, esta interpretación indica, pues, una estructura dinámica, que, en sí, no es normativa, si bien tiene la finalidad de incluir y abarcar formas de acción política también radicalmente diferentes; y como no es normativa, tampoco es en consecuencia relativista e indiferente (porque no permite definir como “política” cualquier acción humana colectiva y, por el contrario, fija características irrenunciables –conocimiento, eficacia, articulación- para que saber y poder puedan ser definidos como “políticos”), mucho menos es progresiva o continuista (dado que no narra el desarrollo de una sustancia). Esta propuesta interpretativa se adapta a los diversos grados de intensidad entre las “diferencias”; se aplica en realidad a “modos” de unificación distantes entre sí como la polis, la simbología religiosa, la tradición, el mito, la representación moderna, la técnica, el mercado, así como también a los más diversos “sujetos” de la síntesis política (el filósofo, la virtud, el soberano, la ley, el pueblo constituyente); abarca las múltiples calificaciones de las “diferencias” que, en el transcurso del tiempo, han sido evaluadas como significativas políticamente (de acceso al logos, de religión, de opinión, de clase, de interés, de rango, de raza), así como los grados mínimos de la “compatibilidad” que de vez en cuando se han perseguido entre aquellas diferencias, pero sobre todo, permite articular aquella multiformidad de la política, a condición de que sea de acuerdo con los problemas únicos tradicionalmente asumidos como “indicadores”.
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