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FRANCIS FUKUYAMA EL FIN DE LA HISTORIA (TOMADO DE: CUADERNOS DE CIENCIAS SOCIALES, AÑO 1, Nº 1, ARGENTINA, 1990.) ¿El fin de la historia? * Al observar el flujo de sucesos alrededor de la pasada década, poco más o menos, es difícil evitar la sensación de que algo muy fundamental ha ocurrido en la historia mundial. El año pasado se ha visto inundado de artículos conmemorando el fin de la Guerra Fría y el hecho de que la “paz ” parece haber irrumpido en muchas regiones del mundo. La mayoría de esos análisis carece de un marco conceptual amplio para distinguir entre lo que es esencial y lo que es contingente o accidental en la historia del mundo, y son predeciblemente superficiales. Si el señor Gorbachov fuese despedido del Kremlim, y un nuevo Ayatollah proclamara el milenio desde una desolada capital de Medio Oriente, estos mismos comentaristas se apresurarían a anunciar el renacimiento de una nueva era de conflicto. Sin embargo, toda esta gente sospecha oscuramente que hay algún proceso más vasto que está actuando, un proceso que da coherencia y ordena los titulares de los diarios. El siglo XX vio al mundo desarrollado caer en el paroxismo de violencia ideológica, en tanto el liberalismo contendió primero con los restos del absolutismo, luego con el bolchevismo y el fascismo y finalmente con un marxismo renovado que amenazaba con llevar al apocalipsis de la guerra nuclear. Pero el siglo que comenzó lleno de autoconfianza en el triunfo final de la democracia liberal occidental parece estar cerca de cerrar el círculo volviendo al lugar donde comenzó: no a un "fin de la ideología" o a una convergencia entre capitalismo y socialismo, como se predijo anteriormente, sino a una desembozada victoria del liberalismo económico y político. El triunfo de Occidente, o de la idea occidental, es evidente antes que nada en el total agotamiento de altemativas sistemáticas viables al liberalismo occidental. En la pasada * Francis Fukuyama es director delegado del cuerpo de planeamiento de politica del Departamento de Estado y ex analista de la RAND Corporation. Este articulo está basado en una conferencia en el Centro John M. Olin de la Universidad de Chicago, sobre lnvestigación de la teoría y práctica de la Democracia. El autor quiere agradecer muy especialmente al Centro Olin y a Nathan Tarcov y Allan Bloom por su apoyo en éste y anteriores empeños. Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan las de la RAND Corporation o cualquier otra agencia del gobierno de los Estados Unidos. • Este artículo fue publicado por primera vez en inglés, en Ia revista norteamericana The National interest, en Ia edición del verano boreal de 1989. Ahora, por primera vez en América Latina se publica una versión completa en castellano, gracias al permiso otorgado por The National Interest a Doxa, Cuadernos de Ciencias Sociales. La traducción estuvo a cargo de Tomás Vanagy década, se han producido cambios inequívocos en el clima intelectual de los dos mayores países comunistas, y el comienzo de significativos movimientos de reforma en ambos. Pero este fenómeno se extiende más allá de las altas políticas y puede verse también en la extensión irresistible de la cultura occidental de consumo en contextos tan diversos como los mercados de campesinos y los aparatos de televisión en color ahora omnipresentes a través de China, los restaurantes cooperativos y tiendas de ropa abiertos el año pasado en Moscú, el Beethoven entubado en las grandes tiendas japonesas, y la música de rock deleitando tanto en Praga, Rangún o Teherán. Quizá estamos siendo testigos no sólo del fin de la Guerra Fría, o del pasaje de un período particular de la historia de posguerra, sino del fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la historia ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano. Esto no quiere decir que ya no habrá más acontecimientos para llenar las páginas de Asuntos Extranjeros de los anuarios de relaciones internacionales, porque la victoria del liberalismo ha ocurrido principalmente en el reino de las ideas o las conciencias y es aún incompleta en el mundo real o material. Pero hay poderosas razones para creer que este ideal será el que gobierne el mundo material en el largo plazo. Para entender cómo esto es así, debemos considerar primero algunas cuestiones teóricas concernientes a la naturaleza del cambio histórico. I. La noción del fin de la historia no es algo original. Su más conocido propagador fue Karl Marx, quien creía que la dirección del desarrollo histórico tenía un propósito determinado por la interrelación de fuerzas materiales, y llegaría a su fin sólo con el logro de una utopía comunista que resolverla finalmente todas las contradicciones anteriores. Pero el concepto de la historia como un proceso dialéctico con un comienzo, un curso medio y un fin fue tomado prestado por Marx de su gran predecesor alemán, Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Para bien o para mal, mucho del historicismo de Hegel ha venido a ser parte de nuestro bagaje intelectual contemporáneo. La noción de que la humanidad ha progresado a través de una serie de etapas primitivas de conciencia en su camino hasta el presente, y que esas etapas correspondían a formas concretas de organización social, como la tribal, esclavista, teocrática y finalmente las sociedades democráticas igualitarias, se ha hecho inseparable de la comprensión moderna del hombre. Hegel fue el primer filósofo que habló el lenguaje de la ciencia social moderna, en la medida en que el hombre era para él producto de su entorno histórico y social concreto, y no como anteriormente lo veían los teóricos de los derechos naturales, una colección de atributos "naturales" más o menos fijos. El dominio y transformación del medio ambiente natural del hombre a través de la aplicación de la ciencia y la tecnología no fue originalmente un concepto marxista, sino hegeliano. A diferencia de posteriores historicistas cuyo relativismo histórico degeneró en un relativismo tout court, sin embargo, Hegel creía que la historia culminaba en un momento absoluto, un momento en el cual devenía victoriosa una forma final, racional de sociedad y Estado. El infortunio de Hegel es ser conocido ahora como el precursor de Marx, y es nuestro infortunio que pocos de nosotros nos hayamos familiarizado con Hegel en su estudio directo, sino sólo tal como ha sido filtrado a través de la lente distorsionante del marxismo. En Francia, no obstante, ha habido un esfuerzo por salvar a Hegel de sus intérpretes marxistas, y resucitarlo como el filósofo que más correctamente habló a nuestro tiempo. Entre otros in- térpretes franceses modernos de Hegel, el más grande fue ciertamente Alexandre Kojéve, un brillante emigrado ruso que dictó una serie de seminarios muy influyentes en Paris de la década de 1930, en la Ecole Practique de Hautes Etudes 1 . Mientras era prácticamente desconocido en los Estados Unidos, Kojéve tuvo un mayor impacto en la vida intelectual del continente europeo. Entre sus estudiantes había algunas futuras luminarias como Jean-Paul Sartre en la izquierda y Raymond Aron en la derecha: el existencialismo de posguerra tomó prestadas muchas de las categorías básicas de Hegel vía Kojéve. 1 El trabajo más conocido de Kojéve es su Introducción a la lectura de Hegel (Pans, Editions Gallimard, 1947), que transcribe las lecciones de la Ecola Practique de los años 30. Este libro puede conseguirse en inglés titulado Introduction to the Reading of Hegel cotejado por Raymond Queseas, editado por Allan Bloom, y traducido por James Nichols (N. Y., Basic Books, 1969). Kojéve buscaba resucitar al Hegel de la Fenomenología del Espíritu, al Hegel que proclamaba quela historia había llegado a su fin en 1806. Tan temprano como entonces Hegel veía en la derrota de la monarquía prusiana por Napoleón en la batalle de Jena, la victoria de Ios ideales de la Revolución Francesa, y la inminente universalización del Estado que incorporaba los principios de la libertad y la igualdad. Kojéve, lejos de rechazar a Hegel a la luz de los turbulentos sucesos del siglo y medio siguiente, insistía en que esto era esencialmente correcto 2 . La batalla de Jena marcó el fin de la historia porque fue ese el punto en que la vanguardia de la humanidad (un término bien familiar a los marxistas) actualizó Ios principios de la Revolución Francesa. Aunque había un considerable trabajo por hacer después de 1806 —abolición de la esclavitud y del tráfico de esclavos, extensión de las libertades a trabajadores, mujeres, negros y otras minorías raciales, etcétera— los principios básicos del Estado democrático liberal no podían ser mejorados. Las dos guerras mundiales de este siglo y las concomitantes revoluciones y levantamientos simplemente tuvieron el efecto de extender aquellos principios espacialmente, de tal manera que las diferentes provincias de la civilización humana fueron llevados al nivel de sus puestos de avanzada, y forzar a aquellas sociedades de Europa y América del Norte, vanguardia de la civilización, a implementar su liberalismo más completamente. El Estado que emerge al fin de la historia es liberal en la medida en que reconoce y protege a través de un sistema legal el derecho universaI del hombre a la libertad: y demo- crático, en la medida en que existe sólo con el consenso de los gobernados. Para Kojéve, este llamado "Estado homogéneo universal" encontró corporización real en los países de la Europa Occidental de posguerra --- precisamente en aquellos estados flojos, prósperos. autosatisfechos, introspectivos, débiles de voluntad, cuyo máximo proyecto era tan poco heroico como la creación del Mercado Com ún 3 . Pero esto es lo único que podía esperarse. Porque la historia humana y el conflicto que la caracterizó estaban basados en la existencia de "contradicciones": la búsqueda del hombre primitivo del mutuo reconocimiento, la dialéctica del amo y del esclavo, la transformación y el dominio de la naturaleza, la lucha por el reconocimiento universal de los derechos, y la dicotomía entre proletarios y capitalistas. Pero en el Estado homogéneo universal todas las contradicciones anteriores son resueltas y todas las necesidades humanas son satisfechas. No hay lucha o conflicto sobre " grandes " asuntos, y consecuentemente no hay necesidad de generales o estadistas: lo que queda es principalmente la actividad económica. E incluso la vida de Kojéve fue congruente con su enseñanza. Creyendo que no había más trabajo para filósofos, desde que Hegel (entendido correctamente) había logrado el conocimiento absoluto, Kojéve dejó de enseñar después de la guerra y pasó el resto de su vida trabajando como un burócrata en la Comunidad Económica Europea, hasta su muerte en 1968. Para sus contemporáneos de mitad del siglo, la proclamación del fin de la historia de Kojéve debe haber parecido como el típico solipsismo excéntrico de un intelectual francés, cuando apenas terminaba la Segunda Guerra Mundial y en el pico más alto de la Guerra Fría. Para comprender cómo Kojéve pudo hacer una aseveración tan audaz como que la historia había terminado, debemos primero entender el significado del idealismo hegeliano. II Para Hegel, las contradicciones que dirigen la historia existente ante todo en el reino de la conciencia humana, es decir en el nivel de las ideas 4 -- no en las propuestas triviales de los políticos norteamericanos en años electorales, sino ideas en el sentido de grandes cosmovisiones unificantes que pueden ser comprendidas mejor con el nombre de ideologías. La ideología en este sentido no está restringida a las doctrinas laicas y explícitamente políticas que usualmente asociamos con el término, sino que puede incluir la religión, la cultura y el complejo de valores morales que están en la base de cualquier sociedad. 2 En este sentido Kojéve aparece en agudo contraste con los intérpretes alemanes contemporáneos de Hegel, como Herbert Marcuse quien, simpatizando más con Marx, consideraba a Hegel, finalmente, como un filósofo históricamente limitado e incompleto. 3 Kojéve alternativamente identificaba el fin de la historia con el “American way of life” de posguerra, hacia el cual pensaba también se dirigía la URSS. 4 Esta noción estaba expresada en el famoso aforismo del prefacio de la Filosofía de la Historia cuando afirma que “lo que es racional es real, y lo que es real es racional”. La visión de Hegel sobre la relación entre el mundo ideal y el real o material es extremadamente compleja, comenzando por el hecho de que para él la distinción entre ambos es sólo aparente 5 . No creía que el mundo real se conformara o pudiera ser hecho para conformar los preceptos ideológicos de los profesores de filosofía de una manera simplista, o que el mundo "material" no pudiera incidir en el ideal. Incluso, el profesor Hegel fue temporariamente echado de su trabajo como resultado un suceso muy material, la batalla de Jena. Pero mientras los escritos y pensamientos de Hegel podían ser detenidos por una bala del mundo material, la mano en el gatillo del arma estaba motivada a su vez por las ideas de libertad e igualdad que habían dirigido la Revolución Francesa. Para Hegel, todo el comportamiento humano en el mundo material, y por lo tanto toda la historia humana, está enraizada en un estado de conciencia anterior —una idea similar a la expresada por John Maynard Keynes cuando dijo que las visiones de los hombres de negocios generalmente derivaban de economistas difuntos y escribas académicos de generaciones anteriores-. Esta conciencia puede no ser explícita y autoconciente, como son las modernas doctrinas políticas, sino más bien tomar la forma de religión o simples hábitos culturales o morales. Sin embargo este reino de la conciencia a largo plazo necesariamente se hace manifiesto en el mundo material, es más, crea el mundo material según su propia imagen. La conciencia es causa y no efecto, y puede desarrollarse con autonomía del mundo material; de aquí que el sustrato subyacente en el aparente revoltijo de acontecimientos actuales es la historia de la ideología. Al idealismo de Hegel le ha ido mal en las manos de pensadores posteriores. Marx revirtió completamente la prioridad de lo real y lo ideal, relegando enteramente el reino de la conciencia — religión, arte, cultura, la filosofía misma— a una "superestructura" que estaba determinada totalmente por el modo de producción material. Todavía otro desafortunado legado del marxismo es nuestra tendencia a encerrarnos en explicaciones materialistas o utilitarias de los fenómenos políticos e históricos, y nuestra aversión a creer en el poder autónomo de las ideas. Un ejemplo reciente de ello es el muy exitoso The Rise and Fall of the Great Powers de Paul Kennedy, el cual atribuye la declinación de las grandes potencias a una simple sobreexpansión económica. Obviamente, esto es verdad en algún nivel: un imperio cuya economía está apenas por encima del nivel de subsistencia no puede hacer quebrar su tesoro indefinidamente. Pero que una moderna sociedad industrial altamente productiva elija gastar el 3 o el 7 por ciento de su producto bruto interno en defensa antes que en el consumo, es enteramente materia de las prioridades políticas de esa sociedad, las cuales a su vez están determinadas en el reino de la conciencia. El prejuicio materialista del pensamiento moderno es característico no sólo de la gente de izquierda que puede simpatizar con el marxismo, sino también de muchos fervientes anti-marxistas. Incluso, hay en la derecha lo que se podría etiquetarcomo la escuela del Wall Street Journal del materialismo determinista, que rebaja la importancia de la ideología y la cultura y ve al hombre esencialmente como un individuo racional maximizador de ganancias. Es precisamente este tipo de individuo y su persecución de incentivos materiales lo que está propuesto como base de la vida económica tal cual aparece en los textos de Economía 6 . Un pequeño ejemplo ilustrará el carácter problemático de tales puntos de vista materialistas. Max Weber comienza su famoso libro, La é t ica protestante y el espíritu del capitalismo, haciendo notar el diferente rendimiento económico de las comunidades protestantes y católicas a través de Europa y América, resumiéndolo en el proverbio de que los protestantes comen bien mientras los católicos duermen bien. Weber advierte que conforme a cualquier teoría económica que propone al hombre como un maximizador racional de ganancias, aumentando el trabajo a destajo debería incrementarse la productividad laboral. Pero de hecho, en muchas comunidades campesinas 5 Por cierto que para Hegel la misma dicotomía entre los mundos ideal y material era en sí misma sólo una dicotomía aparente que, en última instancia, sería superada por el sujeto autoconciente en su sistema, el mundo material es en sí mismo sólo un aspecto de la mente. 6 De hecho, los economistas modernos, reconociendo que el hombre no siempre se comporta como un maximizador de ganancia, proponen una función “utilidad”, siendo la utilidad ya sea un ingreso o cualquier otro bien que pueda ser maximizado: ocio, satisfacción sexual, o el placer de filosofar. Que la ganancia debe ser remplazada por una utilidad de tipo valor indica la fuerza lógica o moral de la perspectiva idealista. tradicionales, aumentar la tasa del trabajo a destajo ha producido el efecto opuesto de bajar la producti- vidad laboral: a una mayor tasa, un campesino acostumbrado a ganar dos marcos y medio por día encontró que podía ganar la misma cantidad trabajando menos; lo hizo así porque valoraba más el ocio que el ingreso. La elección del ocio antes que el ingreso, o la vida militarista del hoplita espartano antes que la riqueza del mercader ateniense, o incluso la vida ascética del primer empresario capitalista antes que el ocio aristocrático tradicional, no es posible explicarla por la acción impersonal de fuerzas materiales, sino que es algo que viene principalmente de la esfera de la conciencia —lo que hemos denominado aquí ampliamente como ideología -. Es más, uno de los temas centrales de la obra de Weber fue probar, al contrario de Marx, que el modo de producción material, lejos de ser la "base", era ella misma una “superestructura" con raíces en la religión y la cultura, y que para entender la emergencia del capitalismo moderno y la motivación de la ganancia había que estudiar sus antecedentes en el reino del espíritu. En cuanto miramos alrededor el mundo contemporáneo, la pobreza de las teorías materialistas del desarrollo económico se hacen muy evidentes. La escuela del Wall Street Journal del materialismo determinista apunta habitualmente al éxito económico sorprendente de Asia en las décadas pasadas como evidencia de la viabilidad de la economía libre de mercado, con la implicancia de que toda so- ciedad vería un desarrollo similar si simplemente permitieran a sus pueblos perseguir libremente su propio interés material. Seguramente los mercados libres y los sistemas políticos estables son una precondición necesaria para el crecimiento económico capitalista. Pero es seguro también que la herencia cultural de aquellas sociedades del Lejano Oriente, la ética del trabajo, el ahorro y la familia, una herencia religiosa que no da lugar, como el Islam, a restricciones a ciertas formas de comportamiento económico, y otras cualidades morales profundamente implantadas son igualmente importantes para explicar su desempeño económico 7 . Y sin embargo el peso intelectual del mate- rialismo es tal que no hay una sola teoría del desarrollo económico contemporánea respetable que señale seriamente a la conciencia y la cultura como la matriz en la cual se forma el comportamiento económico. La falta de comprensión de que las raíces de la conducta económica residen en el reino de la conciencia y la cultura, lleva al error corriente de atribuir causas materiales a fenómenos que son esencialmente ideales por naturaleza. Por ejemplo, es un lugar común en Occidente interpretar los movimientos de reforma primero en China y más recientemente en la Unión Soviética como la victoria de lo material sobre lo ideal —esto es, un reconocimiento de que los incentivos ideológicos no pueden reemplazar a los materiales para estimular una economía moderna altamente productiva, y que si se quiere prosperar hay que apelar a prosaicas formas de auto-interés. Pero los profundos defectos de las economías socialistas fueron evidentes hace 30 o 40 años a cualquiera que quisiera observarlas. ¿Por qué fue que estos países se alejaron de la planificación central sólo en los altos 80? La respuesta debe encontrarse en la conciencia de las élites y los líderes que los gobernaban, quienes decidieron optar por la vida “protestante" de riqueza y riesgo en vez del camino "católico" de pobreza y seguridad 8 . Ese cambio de ninguna manera se hizo inevitable por las condiciones materiales en que cada país se encontraba en la víspera de la reforma, sino que más bien vino como resultado de la victoria de una idea sobre la otra 9 . Para Kojéve, como para todos los buenos hegelianos, entender los procesos subyacentes de la historia requiere entender los desarrollos en el reino de la conciencia o de las ideas, ya que la conciencia en última instancia va a rehacer el mundo material según su propia imagen. Decir que la historia terminó en 1806 significa que la evolución ideológica de la humanidad terminó en los ideales de la revolución norteamericana o francesa: mientras que los regímenes particulares en el mundo real no puedan implementar estas ideas completamente, su verdad teórica es absoluta y por lo tanto no puede ser mejorada. De aquí 7 No es necesario ver más que el rendimiento escolar de los inmigrantes vietnamitas en el sistema escolar de los EE. UU. Cuando se los compara con sus compañeros de clase negros o hispanos, para darse cuenta de que la cultura y la conciencia son absolutamente cruciales para explicar no solamente el comportamiento económico sino, virtualmente, todos los demás aspectos importantes de la vida. 8 Una explicación plena es más compleja. Por ejemplo, la reforma soviética fue motivada en buena medida por la sensación de inseguridad de Moscú en el plano tecnológico – militar. No obstante, había una crisis material. 9 Aún no está claro si el pueblo soviético es “protestante” como Gorbachov y lo seguirá en su camino. que no le importó a Kojéve que la conciencia de la generación europea de posguerra no haya sido universalizada a través del mundo; si el desarrollo ideológico de hecho había terminado, el Estado homogéneo eventualmente se tornaría victorioso a través del mundo material. No tengo ni el espacio ni, francamente, la capacidad para defender la perspectiva idealista radical de Hegel. La cuestión no es si el sistema de Hegel es correcto, sino si su perspectiva puede descubrir la naturaleza problemática de muchas explicaciones materialistas que solemos dar por sentadas. Esto no significa negar el papel de los factores materiales como tales. Para un idealista a ultranza, la sociedad humana puede ser construida alrededor de cualquier conjunto arbitrario de principios, sin importar su relación con el mundo material. Y de hecho los hombres se han mostrado capaces de soportar las durezas materiales más extremas en nombre de ideas que existen en el reino del espíritu solamente,sea la divinidad de las vacas o la naturaleza de la sagrada Trinidad 10 Pero mientras la propia percepción del mundo material del hombre está formada por la conciencia histórica del mismo, el mundo material puede claramente afectar a su vez la viabilidad de un particular estado de conciencia. En especial, la espectacular abundancia de las economías liberales avanzadas y la infinitamente diversa cultura de consumo hecho posible por ellas, parecen tanto alentar como preservar al liberalismo en la esfera política. Quiero evitar el determinismo materialista que dice que las economías liberales producen inevitablemente políticas liberales, porque creo que tanto la economía como la política presuponen un estado de conciencia autónomo anterior que lo hace posible. Pero ese estado de conciencia que permite el crecimiento del liberalismo parece estabilizarse en la forma que se podría esperar al fin de la historia si es garantizada por la abundancia de una moderna economía de l ibre mercado. Podríamos resumir el contenido del Estado homogéneo universal como democracia liberal en la esfera política combinada con un fácil acceso a videocaseteras y estéreos en lo económico. III ¿Hemos en efecto alcanzado el fin de la historia? ¿Hay, en otras palabras, algunas "contradicciones" fundamentales en la vida humana que no se pueden resolver en el contexto del liberalismo moderno, que fuera posible resolver por una estructura político-económica alternativa? Si aceptamos las premisas idealistas desplegadas más arriba, debemos buscar una respuesta a esta cuestión en el reino de la ideología y la conciencia. Nuestra tarea no es responder exhaustivamente a los desafíos al liberalismo promovidos por cada mesías fanático alrededor del mundo, sino sólo aquéllos que están corporizados en importantes fuerzas y movimientos sociales o políticos, y que sean parte de la historia del mundo. Para nuestros propósitos importa muy poco que extraños pensamientos afectan al pueblo de Albania o Burkina Faso, puesto que estamos interesados en lo que podría llamarse la herencia ideológica común de la humanidad. En el siglo que ha pasado han habido dos desafíos mayores al liberalismo, los del fascismo y el comunismo. El primero 11 vio la debilidad política, el materialismo, la anomia y la falta de 10 En la política interna del Imperio Bizantino en tiempos de Justiniano se desarrolló un conflicto entre los autollamados monofisitas y los monotelitas, que creían respectivamente que la unidad de la Sagrada Trinidad era por esencia o por voluntad. Este conflicto respondía en alguna medida al que existía entre los partidarios de diferentes equipos de las carreras de caballos del Hipódromo de Bizancio y condujo a un alto nivel de violencia política. Los modernos historiadores tienden a ver las raíces de tal conflicto en los antagonismos entre clases sociales o algunas otras modernas categorías económicas, siendo incapaces de creer que los hombres se mataran entre ellos por la naturaleza de la Trinidad. 11 No uso aquí el término “fascismo” en su más preciso sentido, completamente prevenido del frecuente abuso del término para denunciar a cualquiera ubicado a la derecha del usuario. “Fascismo” denota aquí cualquier movimiento ultranacionalista organizado con pretenciones universalistas; por cierto universalistas no en el sentido de su nacionalismo, dado que lo último es excluyente por definición, sino con relación a la creencia en su derecho a gobernar a otros pueblos. Ahora bien, el imperio japonés podría ser calificado como fascista mientras que el ex – dictador Stroessner o Pinochet en Chile no podrían serlo. Obviamente las ideologías fascistas comunidad de Occidente como una contradicción fundamental en las sociedades liberales, que sólo podían ser resueltas por un Estado fuerte que formara un nuevo "pueblo" teniendo como base el exclusivismo nacional. El fascismo fue destruido como una ideología viviente por la Segunda Guerra Mundial. Esto fue una derrota, por supuesto, en un nivel muy material, pero contribuyó a una derrota también de la idea. Lo que destruyó al fascismo como idea no fue una reacción moral universal en contra, ya que mucha gente estaba dispuesta a aprobar la idea en la medida en que parecía la onda del futuro, pero careció de éxito. Después de la guerra, pareció a la mayoría de la gente que el fascismo alemán, como el de las otras variantes europeas y asiáticas, estaba destinado a la auto-destrucción. No hubo razón material por la cual nuevos movimientos fascistas no pudieran reproducirse en otros lugares, pero el hecho es que el ultranacionalismo expansionista, con su promesa de conflicto sin fin que llevaría a la desastrosa derrota militar, había perdido completamente su atractivo. Las ruinas de la Cancillería del Reich, así como las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, mataron esta ideología en el nivel de la conciencia como también materialmente, y todos los movimientos proto-fascistas engendrados por el ejemplo alemán y japonés como el movimiento peronista en la Argentina o los Subba Chandra Bose's en el ejército nacional de la India se marchitaron después de la derrota. El desafío ideológico montado por la otra gran alternativa al liberalismo, el comunismo, fue mucho más serio. Marx, hablando el lenguaje de Hegel, afirmó que la sociedad liberal contenía una contradicción fundamental que no podría ser resuelta dentro de ese contexto, entre el capital y el trabajo, y esa contradicción ha constituido la principal acusación contra el liberalismo desde entonces. Pero seguramente la cuestión de clases ha sido hoy exitosamen- te resuelta en Occidente. Como Kojéve (entre otros) advir tió, el igualitarismo de los Estados Unidos de hoy representa el logro esencial de la sociedad sin clases previsto por Marx. Esto no quiere decir que no hay gente rica y gente pobre en USA, o que no ha crecido la brecha entre ellos en años recientes. Pero las causas fundamentales de la desigualdad económica no tiene que ver con el sustrato legal ni la estructura social de nuestra sociedad, la cual sigue siendo fundamentalmente igualitaria y modernamente redistribucionista, tanto como con las características culturales y sociales de los grupos que la conforman, los cuales a su vez son el legado histórico de las condiciones premodernas. Así, la pobreza negra en USA no es el producto inherente del liberalismo, sino más bien el “legado de la es- clavitud y el racismo" que persistió mucho después de la abolición formal de la esclavitud. Como resultado del retroceso de la cuestión de clases, el atractivo del comunismo en el desarrollo del mundo occidental, se puede decir, es menor hoy que en cualquier época desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Ello se puede medir de varias maneras: en la declinación de la afiliación y la fuerza electoral de los principales partidos comunistas europeos, y sus programas abiertamente revisionistas; en el correspondiente éxito electoral de los partidos conservadores desde Gran Bretaña y Alemania hasta Estados Unidos y Japón, los cuales son desembozadamente pro-mercado y anti-estatistas; y en un clima intelectual cuyos miembros más "avanzados" ya no creen demasiado que la sociedad burguesa es algo que definitivamente necesita ser dejado atrás. Esto no quiere decir que las opiniones de los intelectuales progresistas en los países occidentales no sean profundamente patológicas en varios sentidos. Pero aquellos que creen que el futuro debe ser inevitablemente socialista tienden a ser muy antiguos, o muy marginales en el discurso político real de sus sociedades. Se podría argumentar que la alternativa socialista nunca fue tremendamente plausible para los países noratlánticos, y fue sostenida en las últimas décadas por sus éxitos fuera de esta región. Pero es precisamente en el mundo no europeo donde uno queda más impresionadoante el hecho de que ocurrieran grandes transformaciones ideológicas. Seguramente los cambios más notables han ocurrido en Asia. Debido a la fuerza y adaptabilidad de las culturas nativas de allí, Asia se convirtió en campo de batalla para una variedad de ideologías importadas de Occidente a principios de este siglo. El liberalismo en Asia era un junquillo muy débil en el periodo posterior a la primera guerra mundial; hoy es fácil olvidar cómo se veía de tenebroso el futuro político de Asia tan recientemente como hace 10 o 15 años. Es fácil olvidar también cuán trascendental parecía el resultado de las luchas ideológicas de Asia para el desarrollo político del mundo como un todo. no pueden ser universalistas del mismo modo que lo son el marxismo o el liberalismo, pero la estructura de su doctrina puede ser trasladada de país en país. La primera alternativa asiática al liberalismo que fue decisivamente derrotada fue el fascismo representado por el Japón imperial. El fascismo japonés (como su versión alemana) fue derrotado por la fuerza de las armas norteamericanas en la guerra del Pacifico, y la democracia liberal fue impuesta en el Japón por un Estados Unidos victorioso. El capitalismo occidental y el liberalismo político entonces trasplantados al Japón fueron adaptados y transformados por los japoneses de tal manera que apenas eran reconocibles 12 . Muchos norteamericanos se dan cuenta ahora que la organización industrial japonesa es muy diferente de la que prevalece en USA o Europa, y es cuestionable qué relación tienen con la democracia las maniobras facciosas que tienen lugar en el Partido Democrático Liberal gobernante No obstante, e! hecho de que los elementos esenciales del liberalismo económico y político hayan sido tan exitosamente injertados en las singulares tradiciones e instituciones japonesas, garantizan su supervivencia en el largo plazo. Más importante es la contribución que Japón ha hecho a su vez a la historia del mundo siguiendo los pasos de los Estados Unidos en la creación de una cultura de consumo verdaderamente universal que se ha convertido tanto en un símbolo como en un soporte del Estado uni- versal homogéneo. V.S. Naipul, viajando en el Irán de Khomeini poco después de la revolución, advertía las señales omnipresentes publicitando los productos de Sony, Hitachi y JVC, cuyo atractivo permanecía virtualmente irresistible y contradijo las pretensiones del régimen de restaurar un Estado basado en la ley de la Sbariab. El deseo de acceder a la cultura de consumo, creado en gran medida por Japón, jugó un rol crucial en alentar la extensión del liberalismo económico a través de Asia, y por lo tanto en promover también el liberalismo político. El éxito económico de otros países recientemente industrializados (NICs) en Asia, siguiendo el ejemplo de la Japón, es ahora una historia familiar. Lo que es importante desde el punto de vista hegeliano es que el liberalismo político ha estado siguiendo al liberalismo económico, m,ás despacio de lo que muchos esperaban, pero de manera aparentemente inevitable. Aquí nuevamente vemos la victoria del Estado homogéneo universal. Corea del Sur se había desarrollado una sociedad moderna, urbanizada, con una crecientemente amplia y bien educada clase media que no podía estar aislada por mucho tiempo de las tendencias democráticas que la circundaban. Bajo estas circunstancia parece intolerable a una gran parte de su población que sea gobernada por un régimen militar anacrónico mientras Japón, sólo cerca de una década más adelante en términos económicos, tenia instituciones parlamentarias desde hace más de cuarenta años. En cuanto al anterior régimen socialista en Birmania, el cual por tantas décadas existió en un triste aislamiento de las grandes tendencias que dominaban Asia, fue golpeada el año pasado por presiones para liberalizar tanto su sistema político como económico. Se dijo que la desgracia del hombre fuerte Ne Win comenzó cuando un alto oficial birmano viajó a Singapur para un tratamiento médico y rompió a llorar cuando vió qué lejos estaba la socialista Birmania por detrás de sus vecinos de la ASEAN. Pero el poder de la idea liberal parecería mucho menos impresionante si no hubiera infectado la más grande y antigua cultura de Asia, China. La simple existencia de China comunista creó un polo alternativo de atracción ideológica, y como tal constituyó una amenaza para el liberalisimo. Pero los últimos quince años han visto un casi total descrédito del marxismo-leninismo y su sistema económico. Comenzando con el famoso tercer plenario del Décimo Comité Central de 1978, el Partido Comunista chino emprendió la descolectivización de la agricultura para 800 millones de chinos que aún vivían en el campo. El rol del Es- tado en la agricultura fue reducido al de recaudador de impuestos, mientras que la producción de bienes de consumo fue notablemente incrementada a fin de dar a los campesinos una prueba del Estado homogéneo universal y de tal modo incentivar el trabajo. La reforma duplicó la producción China de granos en sólo cinco años, y en el proceso dio a Den Xiao-ping una base política sólida desde la cual pudo extender la reforma a otras partes de la economía. Las estadísticas económicas no han comenzado a describir el dinamismo, la iniciativa y la apertura evidentes en China desde que comenzó la reforma. China no podría ser descripta en modo alguno como una democracia liberal. En el presente, no más del 20% de su economía ha sido incorporada al mercado, y lo que es más importante de ella continuó gobernada por el autodesignado Partido Comunista el cual no muestra deseos de devolver el poder. Deng no ha hecho ninguna de las promesas de Gorbachov hacia la democratización del sistema político y no hay un equivalente chino a la glasnost. Los líderes chinos han sido de hecho mucho más circunspectos en la crítica a Mao y al maoismo que Gorbachov respecto de Brezhnev y Stalin, y el régimen continúa alabando al marxismo-leninismo como su soporte ideológico. Pero cualquiera 12 Uso el ejemplo del Japón con alguna cautela, puesto que Kojéve en sus últimos años llegó a concluir que Japón, con su cultura basada en las artes puramente formales, probaba que el Estado homogéneo universal no había triunfado y que la historia quizás no había terminado. Ver la larga nota en el final de la segunda edición de Introduction a la Lectura de Hegel. familiarizado con la imagen y la conducta de la nueva élite tecnocrática hoy gobernante en China sabe que el marxismo y el principio ideológico se ha convertido en virtualmente irrelevante como guía para la política, y que el consumismo burgués tiene un significado real en ese país por primera vez desde la revolución. Los diversos retrasos en la marcha de la reforma, las campañas contra la "polución espiritual" y el tratamiento duro al disenso político, son más propiamente vistos como ajustes tácticos hechos en el proceso de conducción de una transición política extremadamente difícil. Abordando la cuestión de la reforma política mientras colocaba la economía en una nueva carrera, Deng ha logrado evitar la quiebra de la autoridad que acompañó la perestroika de Gorbachov. Sin embargo, la pujanza de la idea liberal continúa siendo muy fuerte en la medida en que se trasmite el poder económico y la economía se toma más abierta al resto del mundo. Hay actualmente más de 20.000 estudiantes chinos estudiando en USA y otros países occidentales, casi todos ellos hijos de la élite china. Es difícil creer que cuando ellos retornen a casa, al observar el país estarán contentos de que China sea el único país en Asia no afectado por una tendencia importante de democratización. Las manifes- taciones estudiantilesen Pekin que estallaron primero en diciembre de 1986 y recientemente recrudecieron en ocasión de la muerte de Hu Yao-bang, fueron sólo el comienzo de algo que inevitablemente aumentará la presión por cambios en el sistema político. Lo que es importante sobre China desde el punto de vista de la historia mundial no es el estado presente de la reforma o sus eventuales perspectivas futuras. El asunto central es el hecho de que la República Popular de China no puede seguir siendo como un faro para las fuerzas no liberales a través del mundo, sean ellos guerrillas en alguna selva asiática o estudiantes de clase media en París. El maoísmo, más que ser el patrón para el futuro de Asia, se ha convertido en un anacronismo, y fue la China continental la que de hecho fue influenciada decisivamente por la prosperidad y el dinamismo de sus co-nacionales del otro lado del mar —la irónica victoria final de Taiwan-. Importantes como son estos cambios en China, sin embargo, son los desarrollos en la Unión Soviética —el originario "hogar del proletariado mundial"— lo que ha puesto el clavo final en el ataúd de la alternativa marxista-leninista a la democracia liberal. Debe quedar claro que en términos de instituciones formales no mucho ha cambiado en los cuatro anos desde que Gorbachov llegó al poder: los mercados libres y el movimiento cooperativo representan sólo una pequeña parte de la economía soviética, la cual sigue planificando centralmente: el sistema político aún está dominado por el Partido Comunista, el cual sólo ha comenzado a democratizarse internamente y a compartir el poder con otros grupos: el régimen continúa afirmando que está buscando sólo la modernización del socialismo y que su base ideológica sigue siendo marxista-leninista: y, finalmente. Gorbachov se enfrenta a una oposición conservadora potencialmente poderosa que podría deshacer muchos de los cambios que han tenido lugar hasta ahora. Después de todo, es difícil confiar en las posibilidades de éxito de las reformas propuestas por Gorbachov, sea en la esfera de la economía o de la política. Pero mi propósito aquí no es analizar hechos en el corto plazo, o hacer predicciones con fines políticos, sino observar las tendencias subyacentes en la esfera de la ideología y la conciencia. Y a ese respecto, es claro que ha ocurrido una transformación pasmosa. Los emigrados de la Unión Soviética han estado informando que, al menos en la última generación actual, virtualmente nadie en ese país verdaderamente cree demasiado en el marxismo-leninismo, y que ello en ningún lugar era más cierto que en la élite soviética que continúa vociferando los slogans marxistas con un consumado cinismo. La corrupción y la decadencia del Estado soviético de la última época de Brezhnev parecía importar poco, sin embargo, en tanto el Estado mismo rehusaba poner en cuestión cualquiera de los principios fundamentales que sustentan la sociedad soviética, el sistema era capaz de funcionar adecuadamente por pura inercia e incluso podía lograr algún dinamismo en el plano de la política exterior y de defensa. El marxismo-leninismo era como una invocación mágica, la cual, pese a lo absurdo y falto de significado, era la única base común sobre la cual la élite podía ponerse de acuerdo para gobernar la sociedad soviética. Lo que ha sucedido en los cuatro años desde que Gorbachov llegó al poder es un asalto revolucionario a las más fundamentales instituciones y principios del stalinisimo y su reemplazo por otros principios que no llegan a ser el liberalismo per se pero cuyo hilo conductor es el liberalismo. Esto es más evidente en la esfera económica, en donde los economistas reformistas alrededor de Gorbachov se han tornado cada vez más radicales en el sostén del libre mercado, al punto que a alguno como Nikolai Shmelev no le importa ser comparado en público con Milton Friedman. Hay un consenso virtual en la escuela de economistas soviéticos actualmente dominante acerca de que el planeamiento central y el sistema de distribución impuesto son las causas básicas de la ineficiencia económica, y si alguna vez el sistema soviético ha de curarse a sí mismo, debe permitir la toma de decisiones libre y descentralizada respecto a inversiones, trabajo y precios. Después de un par de altos iniciales de confusión ideológica, estos principios han sido finalmente incorporados a una política con la promulgación de nuevas leyes sobre autonomía empresaria, cooperativas, y finalmente en 1988 sobre contratos de arrendamiento y granjas familiares. Hay, por supuesto, una cantidad de defectos fatales en la actual implementación de las reformas, muy notoriamente la ausencia de una reforma de precios completa. Pero el problema ya no es conceptual: Gorbachov y sus lugartenientes parecen entender la lógica económica del mercado lo suficiente, pero, al igual que los líderes de un país del Tercer Mundo frente al FMI, están asustados de las consecuencias sociales de poner fin a los subsidios al consumidor y otras formas de dependencia del sector estatal. En la esfera política, los cambios propuestos a la Constitución soviética, el sistema legal y las reglas del partido llegan a mucho menos que al establecimiento de un Estado liberal. Gorbachov ha hablado de democratización principalmente en la esfera de los asuntos internos del partido, y ha mostrado poca intención de poner fin al monopolio del poder del Partido Comunista; incluso, la reforma política parece legitimizar y por tanto reforzar el gobierno del PCUS 13 No obstante, los principios generales subyacentes a la reforma —que el " pueblo " sea realmente responsable por sus propios asuntos, que los cuerpos políticos más altos sean responsables ante los que están más abajo y no viceversa, que el gobierno de la ley prevalezca sobre las acciones arbitrarias de policía, con separación de poderes e independencia judicial, que haya protección legal a los derechos de propiedad, la necesidad de una discusión abierta de los asuntos públicos y el derecho de disenso público, dar poder a los sóviets como un foro en el cual el pueblo soviético pueda participar, y de una política cultural que sea más tolerante y pluralista— provienen de una fuente fundamentalmente extraña a la tradición del marxismo-leninismo de la URSS, incluso no completamente articuladas y pobremente implementadas en la práctica. Las reiteradas afirmaciones de Gorbachov de que no está haciendo más que restaurar el significado original del leninismo son en sí mismo una especie de doble discurso orwelliano. Gorbachov y sus aliados han sostenido consistentemente que la democracia interna de! partido era algo así como la esencia del leninismo, y que las diversas prácticas liberales de debate abierto, las elecciones con voto secreto y el gobierno de la ley eran parte de la herencia leninista corrompida luego por Stalin. Aunque casi cualquiera podría salir bien parado en comparación con Stalin, trazar una línea tan definida entre Lenin y su sucesor es cuestionable. La esencia del centralismo democrático leninista era el centralismo, no la democracia: esto es, la absolutamente rígida, monolítica y disciplinada dictadura de un jerárqui- camente organizado Partido Comunista de vanguardia, hablando en nombre del demos. Todas las polémicas viciosas de Lenin contra Karl Kautsky, Rosa Luxemburg, y varios otros rivales mencheviques y socialdemócratas, para no mencionar su desdén por la " legalidad burguesa " y las libertades, se centraban en su profunda convicción de que una revolución no podía ser realizada exitosamente por una organización manejada democráticamente. El clamor de Gorbachov de que él está buscando retornar al verdadero Lenin es perfectamente fácil de entender habiendo promovido una denuncia completa del stalinismo y el brezhnevismo como raíz de las dificultades presentes en la URSS, necesita algún punto de historia soviética en el cual afincar la legitimidad de la continuacióndel gobierno del PCUS. Pero los requerimientos tácticos de Gorbachov no deben cegarnos ante el hecho de que los principios de democratización y descentralización que el ha enunciado en la esfera económica y política son altamente subversivos de algunos de los más fundamentales preceptos deI marxismo y del leninismo. Es más, si la mayor parte de las presentes propuestas de reforma económica se pusieran en práctica, es difícil saber cómo la economía soviética podría ser más socialista que aquéllas de los otros países occidentales con grandes sectores públicos. La Unión Soviética no podría ser descripta por ahora como un país liberal o democrático, ni pienso que sea demasiado probable que la perestroika tenga tal éxito que la etiqueta pueda ser pensable en un próximo futuro. Pero en el fin de la historia no es necesario que todas las sociedades se conviertan en exitosas sociedades liberales sino que terminen sus pretensiones ideológicas de representar diferentes y más altas formas de sociedad humana. Y a este respecto creo que algo muy importante ha ocurrido en la sociedad soviética en los años recientes: la crítica del sistema soviético sancionada por Gorbachov ha sido tan completa y devastadora que hay muy pocas chances de volver, ya sea al stalinismo o al 13 Esto no es verdad en Polonia y Hungría, cuyos partidos comunistas han iniciado movimientos hacia una verdadera participación del poder y pluralismo. brezhnevismo de una manera simple. Gorbachov ha permitido finalmente decir a la gente lo que ellos entendía privadamente desde hace muchos años, esto es, que las invocaciones mágicas del marxismo- leninismo eran disparates, que el socialismo soviético no era superior a Occidente en ningún aspecto, sino que de hecho era un fracaso gigantesco. La oposición conservadora en la URSS, compuesta tanto por simples trabajadores asustados ante el desempleo y la inflación y por funcionarios del partido temerosos de perder sus trabajos y privilegios, se hace oír y puede ser lo suficientemente fuerte como para forzar a Gorbachov a irse en los próximos años. Pero lo que ambos grupos desean es tradición, orden y autoridad; ellos no manifiestan un profundo compromiso con el marxismo-leninismo, excepto en la medida en que han invertido muchos de sus propias vidas en él 14 Para restaurar la autoridad en la Unión Soviética después del trabajo de demolición de Gorbachov, ello debe hacerse en base a alguna nueva y vigorosa ideología que aún no ha aparecido en el horizonte. Si admitimos por un momento que los desafíos fascista y comunista al liberalismo están muertos, ¿queda algún otro competidor ideológico? O, diciéndolo de otra manera, ¿hay contradicciones en la sociedad liberal más allá de las clases que no sean resolubles? Dos posibilidades se postulan, las de la religión y el nacionalismo. El ascenso del fundamentalismo religioso en años recientes dentro de las tradiciones cristiana, judía y mahometana, ha sido ampliamente observado. Uno está inclinado a decir que el renacimiento de la religión de alguna manera certifica una gran infelicidad dentro de la impersonalidad y vacuidad espiritual de las sociedades consumistas liberales. Sin embargo, mientras que el vacío en el núcleo del liberalismo es muy ciertamente un defecto en la ideología —incluso, una falta que no necesita de la perspectiva religiosa para ser reconocida 15 — no es del todo claro que sea remediable a través de la política. El liberalismo moderno fue históricamente una consecuencia de la debilidad de las sociedades basadas religiosamente, las cuales al fracasar en el acuerdo sobre la naturaleza de la buena vida, no podían proveer incluso las precondiciones mínimas de paz y estabilidad. En el mundo contemporáneo sólo el Islam ha ofrecido un Estado teocrático como una alternativa política tanto al liberalismo como al comunismo. Pero la doctrina tiene poca atracción para los no musulmanes, y es difícil creer que el movimiento llegue a tener alguna significación universal. Otros impulsos religiosos menos organizados han sido satisfechos exitosamente dentro de la esfera de la vida personal que es permitida en las sociedades liberales. La otra " contradicción " mayor potencialmente irresoluble por el liberalismo es la planteada por el nacionalismo y otras formas de conciencia racial y étnica. Es ciertamente verdadero que un muy amplio grado de conflicto desde la batalla de Jena ha tenido raíces en el nacionalismo. Dos guerras mundiales catastróficas en este siglo han sido producidas por el nacionalismo del mundo desarrollado de varias maneras, y si aquellas pasiones han sido cambiadas en cierta medida en la Europa de posguerra, ellas son aún extremadamente poderosos en el Tercer Mundo. El nacionalismo ha sido históricamente una amenaza al liberalismo en Alemania, y continúa siéndolo en partes aisladas de la Europa "pos-histórica" como en Irlanda del Norte. Pero no está claro que el nacionalismo represente una contradicción irreconciliable en el corazón del liberalismo. En primer lugar, el nacionalismo no es un fenómeno único sino plural, que va desde una leve nostalgia cultural a la doctrina elaboradamente articulada y altamente organizada del nacional-socialismo. Sólo los nacionalismos sistemáticos de este último tipo pueden ser calificados como una ideología formal al nivel del liberalismo o el comunismo. La vasta mayoría de los movimientos nacionalistas del mundo no tiene un programa político que vaya más allá del deseo negativo de la independencia de algún otro grupo o pueblo, y no ofrecen nada como un programa comprensivo para la organización socioeconómica. Como tales, ellos son compatibles con doctrinas e ideologías que sí ofrecen tales programas. En la medida en que puedan constituir una fuente de conflicto para las sociedades liberales, este conflicto no surge del liberalismo mismo tanto como del hecho de que el liberalismo en 14 Esto es particularmente cierto en el caso del líder conservador soviético, el anterior Segundo Secretario Yegor Ligachov, quien ha reconocido públicamente muchos de los profundos defectos del período Brezhnev. 15 Pienso particularmente en Rousseau y la tradición filosófica occidental que fluye de él, que fue muy crítico del liberalismo de Locke y Hobbes, aunque se puede criticar también al liberalismo desde el punto de vista de la filosofía política clásica. cuestión es incompleto. Ciertamente una gran parte de la tensión nacionalista y étnica del mundo puede ser explicada en términos de pueblos que están forzados a vivir en sistemas políticos no representativos que ellos no han elegido. Aunque es imposible excluir la súbita aparición de nuevas ideologías o contradicciones previamente no reconocidas en las sociedades liberales, el mundo presente parece confirmar que los principios fundamentales de la organización sociopolítica no ha avanzado demasiado desde 1806. Muchas de las guerras y revoluciones producidas desde ese tiempo se han colocado bajo el nombre de ideologías que clamaban ser más avanzadas que e! liberalismo, pero esas pretensiones fueron en última instancia desenmascaradas por la historia. Mientras tanto, ellas han ayudado a esparcir el Estado homogéneo universal, hasta el punto que podría tener un efecto significativo en el carácter general de las relaciones internacionales. IV ¿Cuales son las implicancias del fin de la historia para las relaciones internacionales? Claramente, la gran mayoría del Tercer Mundo permanece muy atascada en el fango de la historia, y será un terreno de conflicto por muchos años. Pero enfoquemos en este momento en los estados más grandes y más desarrollados del mundo, que después de todo dan cuenta de la mayor parte de la política mundial. Rusia y China no van a asociarse con Ias naciones más desarrolladas del mundo comosociedades liberales en un futuro predecible, pero supongamos por un momento que el marxismo-leninismo deje de ser un factor conductor de la política exterior de estos estados -- una perspectiva que si aún no está aquí, los años recientes ha convertido en una posibilidad real. ¿Cómo habrán de diferir estas características generales de un mundo desideologizado de aquéllas con las cuales estamos familiarizados en tal hipotética coyuntura? La respuesta más común es: no mucho. Hay una creencia muy difundida entre muchos observadores de las relaciones internacionales de que por debajo de la pie! de la ideología hay un centro de interés nacional de gran poder que garantiza un alto nivel de competencia y conflicto entre las naciones. Es más, de acuerdo con una teoría académicamente popular de relaciones internacionales, el conflicto es inherente al sistema internacional como tal, y para entender la perspectiva del conflicto uno debe mirar la forma del sistema —por ejemplo, si es bipolar o multipolar- más que el carácter específico de las naciones y los regímenes que lo constituyen. Esta escuela, de hecho aplica una visión hobbesiana a la política de relaciones internacionales, y da por sentado que la agresión y la inseguridad son características universales de las sociedades humanas más que el producto de circunstancias históricas específicas. Los creyentes en esta línea de pensamiento toman las relaciones existentes entre los participantes en el balance de poder europeo clásico del siglo XIX como modelo al cual se asemejaría un mundo contemporáneo desideologizado. Charles Krauthammer, por ejemplo, explicaba recientemente que, si como resultado de las reformas de Gorbachov la URSS se despojara de la ideología marxista-leninista, su comportamiento revertirá a aquél de la Rusia imperial del siglo XIX 16 . Aunque considera esto más tranquilizador que la amenaza planteada por la Rusia comunista, está implicando que continuará habiendo un grado de competitividad y conflicto en el sistema internacional, de la misma manera que lo hubo entre Rusia y Gran Bretaña o la Alemania "guillermina" en el pasado siglo. Esto es, por supuesto, un punto de vista conveniente para gente que quiere admitir que algo bastante grande está cambiando en la URSS, pero no quiere asumir la responsabilidad de recomendar una rectificación política radical implícita en tal punto de vista. ¿Pero, es esto cierto? De hecho, la noción de que la ideología es una superestructura impuesta en un sustrato de interés permanente de las grandes potencias, es una proposición altamente cuestionable. La manera en que cada Estado define su interés nacional no es universal, sino que descansa en algún tipo de base ideológica previa, de la misma forma que vimos que el comportamiento económico está determinado por un estado anterior de conciencia. En este siglo los estados 16 Ver su artículo “Beyond the Cold War”, New Republic, Dic. 19, 1988. han adoptado doctrinas muy articuladas que explican los programas de política exterior legitimando el expansionismo, como el marxismo-leninismo o el nacional-socialismo. El comportamiento expansivo y competitivo de los estados europeos del siglo XIX descansaba en una base no menos ideal; sólo que sucedía que el impulso ideológico era menos explícito que las doctrinas del siglo XX. Por un lado, la mayoría de las sociedades europeas "liberales " eran liberales en la medida en que creían en la legitimidad del imperialismo, esto es, el derecho de una nación a regir a otras naciones sin considerar los deseos de los gobernados. Las justificaciones del imperialismo variaban de nación en nación, de una cruda creencia en la legitimidad de la fuerza, particularmente aplicada a los no-europeos, al "Deber del Hombre Blanco” y la misión cristianizadora europea, y al deseo de dar a pueblos de color acceso a la cultura de Rabelais y Moliere. Pero sean cuales fueren las bases ideológicas particulares, cada país "desarrollado" creía en la aceptabilidad de que las civilizaciones más altas gobernaran a las más bajas —incluyendo, incidentalmente, los Estados Unidos con respecto a las Filipinas-. Esto llevó a un impulso para un engrandecimiento puramente territorial en la segunda mitad del siglo, y jugó un papel no pequeño en causar la Gran Guerra. El crecimiento radical y deformado del imperialismo del siglo XIX fue el fascismo alemán, una ideología que justificaba no solamente el derecho de Alemania para gobernar sobre pueblos no- europeos, sino sobre todos los no-alemanes. Pero en retrospectiva parece que Hitler representó un desvío anormal en el curso general del desarrollo europeo, y a partir de su feroz derrota la justificación de cualquier tipo de expansión territorial ha quedado completamente desacreditada 17 Desde la Segunda Guerra Mundial el nacionalismo europeo ha perdido sus colmillos y ha sido despojado de relevancia real para la política exterior, con la consecuencia de que el modelo del siglo XIX del comportamiento de las grandes potencias se ha convertido en un serio anacronismo. La forma más extrema de nacionalismo que cualquier Estado europeo occidental ha mostrado desde 1945 ha sido el degaullismo, cuya autoafirmación ha sido confinada principalmente al plano de la incomodidad de la política y cultura. La vida internacional para la parte del mundo que ha alcanzado el fin de la historia está mucho más preocupada con la economía que con la política o la estrategia. Los estados desarrollados de Occidente mantienen establecimientos de defensa y en el periodo de posguerra han competido vigorosamente para lograr influencia a fin de enfrentar la amenaza comunista mundial. Ese comportamiento ha sido impulsado, sin embargo, por una amenaza externa de estados que poseen abiertamente ideologías expansionistas, y no existirían en su ausencia. Para tomar seriamente la teoría " neo-reaIista " , habría que creer que la conducta competitiva " natural " se reafirmaría a sí misma entre los estados de la OECD cuando Rusia y China desaparecieran de la faz de la tierra. Esto es, si Alemania Occidental y Francia se armaran una contra otra como en la década de 1930, Australia y Nueva Zelandia enviaran consejeros militares a bloquear el avance de cada una en África, y la frontera USA- Canadá se fortificara. Tal perspectiva es, por supuesto ridícula: menos la ideología marxista-leni- nista, nosotros estamos mucho más cerca de ver la "mercadización-común" de la política mundial que la desintegración de la CEE en la competitividad del siglo XIX. Verdaderamente, nuestra experiencia en tratar con Europa en asuntos tales como el terrorismo o Libia, prueba que ellos han ido mucho más lejos que nosotros en el camino que niega la legitimidad del uso de la fuerza en política internacional, incluso en defensa propia. La suposición automática de que Rusia, despojada de su ideología comunista expansionista debe restablecerse justo donde los zares la dejaron antes de la revolución bolchevique, es muy curiosa. Presupone que la evolución de la conciencia humana ha quedado detenida en ese tiempo, y que los soviéticos, mientras tomaban prestadas ideas generalmente de moda en el plano de la economía, volverán a los puntos de vista de política exterior de un siglo atrás, fuera de tiempo en el resto de Europa. Esto no es ciertamente lo que ha ocurrido en China después de comenzar su proceso de reforma. La competitividad y el expansionismo chino han desaparecido virtualmente del panorama mundial. Pekín ya no apadrina insurgencias maoístas ni trata de cultivar influencia en países distantes de África como lo hizo en la década de los 60. Esto no quiere decir que no haya aspectos problemáticos en la política exterior china contemporánea como la temeraria venta de tecnología de misiles balísticos en el Medio Oriente; y la17 A algunas potencias coloniales europeas como Francia, les llevó varios años después de la guerra admitir la ilegitimidad de sus imperios, pero la descolonización era una consecuencia inevitable de la victoria aliada que había estado basada en una promesa de restauración de las libertades democráticas. RPCh continúa manifestando su tradicional comportamiento de gran potencia al apadrinar al Khmer Rojo en contra de Vietnam. Pero lo primero se explica por razones comerciales, y lo último es un vestigio de rivalidades anteriores basadas ideológicamente. La nueva China se parece más a la Francia gaullista que a la Alemania anterior a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la cuestión real para el futuro es el grado en el cual las elites soviéticas han asimilado la conciencia del Estado homogéneo universal que es la Europa pos-Hitler. Por sus escritos y por mis propios contactos personales con ellos, no hay ninguna duda en mi mente de que la inteligencia liberal soviética que se reúne en torno a Gorbachov ha llegado al punto de vista del fin de la historia en un tiempo notablemente corto, debido en no poca medida a los contactos que han tenido desde la época de Brezhnev con la civilización europea mayor que los rodea. El "nuevo pensamiento político", la rúbrica general para sus puntos de vista, describe un mundo dominado por intereses económicos en el cual no hay bases ideológicas para un conflicto mayor entre las naciones, y en el cual, consecuentemente, el uso de la fuerza militar se hace menos legítimo. Como dijo el ministro de Relaciones Exteriores Shevardnadze a mediados de I988: " La lucha entre dos sistemas opuestos no es más la tendencia determinante de la época actual. En esta etapa moderna, la habilidad para construir riqueza material en grado acelerado, en base a ciencia de vanguardia y técnicas y tecnología de alto nivel, y distribuirlas justamente, y a través de esfuerzos conjuntos para restaurar y proteger los recursos necesarios para la supervivencia de la humanidad adquiere importancia decisiva " 18 . Sin embargo, la conciencia pos-histórica representada por el "nuevo pensamiento" solamente es un futuro posible para la URSS. Han habido siempre corrientes muy fuertes de gran chauvinismo ruso en la URSS que han encontrado una expresión más libre desde la llegada de la glásnost. Puede resultar posible volver al marxismo-leninismo tradicional por un tiempo, como un simple punto de reunión para aquellos que quieren restaurar la autoridad que Gorbachov disipó. Pero como en Polonia, el marxismo- leninismo está muerto corno una ideología movilizadora: bajo su bandera no puede hacerse que la gente trabaje más duro, y sus adherentes han perdido confianza en sí mismos. Sin embargo, a diferencia de los propagadores del marxismo-leninismo tradicional, los ultranacionalistas de la URSS creen en su causa eslavófila apasionadamente, y uno percibe que la alternativa fascista no es algo que haya sido totalmente descartado allí. La Unión Soviética, entonces, está en una encrucijada: puede comenzar el sendero demarcado por Europa Occidental hace 45 años, un sendero que la mayoría de Asia ha seguido, o puede darse cuenta de su propia singularidad y permanecer atascada en la historia. La elección que haga será de gran importancia para nosotros, dado el tamaño y el poder militar de la URSS. Puesto que el poder continuará preocupándonos, y retardará nuestra comprensión de que ya hemos salido al otro lado de la historia. El abandono del marxismo-leninismo primero en China y luego en la URSS significará su muerte como ideología viviente de significancia histórica mundial. Puede haber algunos verdaderos creyentes en lugares tales como Managua, Pyongyang, Cambridge- Massachussetts; pero el hecho de que no haya un solo Estado grande en el cual sea algo que funciona, socava completamente sus pretensiones de estar a la vanguardia de la historia humana, y la muerte de esta ideología significa el crecimiento de la 'mercadización- común" de las relaciones internacionales y la disminución de la probabilidad de conflictos en gran escala entre estados. Esto de ningún modo implica el fin del conflicto internacional per se, puesto que el mundo en este punto estaría dividido entre una parte histórica y otra pos-histórica El conflicto entre estados aún en la historia y aquellos al fin de la historia aún seria posible. Habría todavía un alto y quizás creciente nivel de violencia étnica y nacionalista, ya que esos impulsos están incompletamente realizados, incluso en parte del mundo pos-histórico: los palestinos y los kurdos. siks y tamiles, católicos irlandeses y valones, armenios y azerbaijanos continuarán teniendo agravios no resueltos. Esto implica que el terrorismo y las guerras de liberación nacional continuarán siendo un importante item en la agenda internacional. Pero un conflicto en gran 18 Vestrik Ministerstva Inostrennikb del SSSR nº 15 (agosto 1988), 27 – 46. El “nuevo pensamiento”, por supuesto, sirve al propósito propagandístico de persuadir a las audiencias occidentales de las buenas intenciones soviéticas. Pero el hecho de que sea buena propaganda no quiere decir que sus formuladores no tomen seriamente muchas de esas ideas. escala debe involucrar a los estados grandes aún atrapados en el puño de la historia, y ellos son los que parecen estar saliendo de la escena. El fin de la historia será un tiempo muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la vida de uno por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de manifiesto bravura, coraje, imaginación e idealismo, serán reemplazados por cálculos económicos, la eterna solución de problemas técnicos, las preocupaciones acerca del medio ambiente y la satisfacción de demandas refinadas de los consumidores. En el periodo pos-histórico no habrá arte ni filosofía, simplemente la perpetua vigilancia del museo de la historia humana. Puedo sentir en mi mismo y ver en otros que me rodean una profunda nostalgia por el tiempo en el cual existía la historia. Tal nostalgia de hecho continuará alimentando la competición y el conflicto incluso en el mundo pos- histórico por algún tiempo. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos más ambivalentes para la civilización que ha sido creada en Europa desde 1945 con ramales en el Atlántico Norte y en Asia. Quizás esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento en el fin de la historia servirá para hacer que la historia comience una vez más.
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