Logo Studenta

El fin de la historia por Francis Fukuyama

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

FRANCIS FUKUYAMA 
 
EL FIN DE LA HISTORIA 
 
(TOMADO DE: CUADERNOS DE CIENCIAS SOCIALES, AÑO 1, Nº 1, ARGENTINA, 1990.) 
 
 
 
 
 
 
¿El fin de la historia? 
*
 
Al observar el flujo de sucesos alrededor de la pasada década, poco más o menos, es 
difícil evitar la sensación de que algo muy fundamental ha ocurrido en la historia mundial. El 
año pasado se ha visto inundado de artículos conmemorando el fin de la Guerra Fría y el hecho 
de que la “paz
”
 parece haber irrumpido en muchas regiones del mundo. La mayoría de esos 
análisis carece de un marco conceptual amplio para distinguir entre lo que es esencial y lo 
que es contingente o accidental en la historia del mundo, y son predeciblemente 
superficiales. Si el señor Gorbachov fuese despedido del Kremlim, y un nuevo Ayatollah 
proclamara el milenio desde una desolada capital de Medio Oriente, estos mismos 
comentaristas se apresurarían a anunciar el renacimiento de una nueva era de conflicto. 
 
Sin embargo, toda esta gente sospecha oscuramente que hay algún proceso más vasto 
que está actuando, un proceso que da coherencia y ordena los titulares de los diarios. El 
siglo XX vio al mundo desarrollado caer en el paroxismo de violencia ideológica, en tanto el 
liberalismo contendió primero con los restos del absolutismo, luego con el bolchevismo y el 
fascismo y finalmente con un marxismo renovado que amenazaba con llevar al apocalipsis 
de la guerra nuclear. Pero el siglo que comenzó lleno de autoconfianza en el triunfo final de la 
democracia liberal occidental parece estar cerca de cerrar el círculo volviendo al lugar donde 
comenzó: no a un "fin de la ideología" o a una convergencia entre capitalismo y socialismo, 
como se predijo anteriormente, sino a una desembozada victoria del liberalismo económico y 
político. 
 
El triunfo de Occidente, o de la idea occidental, es evidente antes que nada en el total 
agotamiento de altemativas sistemáticas viables al liberalismo occidental. En la pasada 
 
*
 Francis Fukuyama es director delegado del cuerpo de planeamiento de politica del 
Departamento de Estado y ex analista de la RAND Corporation. Este articulo está basado en 
una conferencia en el Centro John M. Olin de la Universidad de Chicago, sobre lnvestigación 
de la teoría y práctica de la Democracia. El autor quiere agradecer muy especialmente al Centro 
Olin y a Nathan Tarcov y Allan Bloom por su apoyo en éste y anteriores empeños. Las 
opiniones expresadas en este artículo no reflejan las de la RAND Corporation o cualquier otra 
agencia del gobierno de los Estados Unidos. 
• Este artículo fue publicado por primera vez en inglés, en Ia revista norteamericana The 
National interest, en Ia edición del verano boreal de 1989. Ahora, por primera vez en América 
Latina se publica una versión completa en castellano, gracias al permiso otorgado por The 
National Interest a Doxa, Cuadernos de Ciencias Sociales. 
La traducción estuvo a cargo de Tomás Vanagy 
 
década, se han producido cambios inequívocos en el clima intelectual de los dos mayores países 
comunistas, y el comienzo de significativos movimientos de reforma en ambos. Pero este 
fenómeno se extiende más allá de las altas políticas y puede verse también en la extensión 
irresistible de la cultura occidental de consumo en contextos tan diversos como los mercados de 
campesinos y los aparatos de televisión en color ahora omnipresentes a través de China, los 
restaurantes cooperativos y tiendas de ropa abiertos el año pasado en Moscú, el Beethoven 
entubado en las grandes tiendas japonesas, y la música de rock deleitando tanto en Praga, 
Rangún o Teherán. 
 
Quizá estamos siendo testigos no sólo del fin de la Guerra Fría, o del pasaje de un período 
particular de la historia de posguerra, sino del fin de la historia como tal: esto es, el punto final 
de la historia ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental 
como la forma final de gobierno humano. Esto no quiere decir que ya no habrá más 
acontecimientos para llenar las páginas de Asuntos Extranjeros de los anuarios de relaciones 
internacionales, porque la victoria del liberalismo ha ocurrido principalmente en el reino de las 
ideas o las conciencias y es aún incompleta en el mundo real o material. Pero hay poderosas 
razones para creer que este ideal será el que gobierne el mundo material en el largo plazo. 
Para entender cómo esto es así, debemos considerar primero algunas cuestiones teóricas 
concernientes a la naturaleza del cambio histórico. 
 
I. 
La noción del fin de la historia no es algo original. Su más conocido propagador fue Karl 
Marx, quien creía que la dirección del desarrollo histórico tenía un propósito determinado por 
la interrelación de fuerzas materiales, y llegaría a su fin sólo con el logro de una utopía 
comunista que resolverla finalmente todas las contradicciones anteriores. Pero el concepto de 
la historia como un proceso dialéctico con un comienzo, un curso medio y un fin fue tomado 
prestado por Marx de su gran predecesor alemán, Georg Wilhelm Friedrich Hegel. 
Para bien o para mal, mucho del historicismo de Hegel ha venido a ser parte de nuestro 
bagaje intelectual contemporáneo. La noción de que la humanidad ha progresado a través de 
una serie de etapas primitivas de conciencia en su camino hasta el presente, y que esas etapas 
correspondían a formas concretas de organización social, como la tribal, esclavista, teocrática y 
finalmente las sociedades democráticas igualitarias, se ha hecho inseparable de la comprensión 
moderna del hombre. Hegel fue el primer filósofo que habló el lenguaje de la ciencia social 
moderna, en la medida en que el hombre era para él producto de su entorno histórico y social 
concreto, y no como anteriormente lo veían los teóricos de los derechos naturales, una 
colección de atributos "naturales" más o menos fijos. El dominio y transformación del medio 
ambiente natural del hombre a través de la aplicación de la ciencia y la tecnología no fue 
originalmente un concepto marxista, sino hegeliano. A diferencia de posteriores historicistas 
cuyo relativismo histórico degeneró en un relativismo tout court, sin embargo, Hegel creía que 
la historia culminaba en un momento absoluto, un momento en el cual devenía victoriosa una 
forma final, racional de sociedad y Estado. 
 
El infortunio de Hegel es ser conocido ahora como el precursor de Marx, y es nuestro 
infortunio que pocos de nosotros nos hayamos familiarizado con Hegel en su estudio directo, 
sino sólo tal como ha sido filtrado a través de la lente distorsionante del marxismo. En Francia, 
no obstante, ha habido un esfuerzo por salvar a Hegel de sus intérpretes marxistas, y 
resucitarlo como el filósofo que más correctamente habló a nuestro tiempo. Entre otros in-
térpretes franceses modernos de Hegel, el más grande fue ciertamente Alexandre Kojéve, un 
brillante emigrado ruso que dictó una serie de seminarios muy influyentes en Paris de la 
década de 1930, en la Ecole Practique de Hautes Etudes
1
. Mientras era prácticamente 
desconocido en los Estados Unidos, Kojéve tuvo un mayor impacto en la vida intelectual del 
continente europeo. Entre sus estudiantes había algunas futuras luminarias como Jean-Paul 
Sartre en la izquierda y Raymond Aron en la derecha: el existencialismo de posguerra tomó 
prestadas muchas de las categorías básicas de Hegel vía Kojéve. 
 
1
 El trabajo más conocido de Kojéve es su Introducción a la lectura de Hegel (Pans, Editions 
Gallimard, 1947), que transcribe las lecciones de la Ecola Practique de los años 30. Este libro 
puede conseguirse en inglés titulado Introduction to the Reading of Hegel cotejado por 
Raymond Queseas, editado por Allan Bloom, y traducido por James Nichols (N. Y., Basic 
Books, 1969). 
 
Kojéve buscaba resucitar al Hegel de la Fenomenología del Espíritu, al Hegel que 
proclamaba quela historia había llegado a su fin en 1806. Tan temprano como entonces Hegel 
veía en la derrota de la monarquía prusiana por Napoleón en la batalle de Jena, la victoria de 
Ios ideales de la Revolución Francesa, y la inminente universalización del Estado que 
incorporaba los principios de la libertad y la igualdad. Kojéve, lejos de rechazar a Hegel a la luz 
de los turbulentos sucesos del siglo y medio siguiente, insistía en que esto era esencialmente 
correcto
2
. La batalla de Jena marcó el fin de la historia porque fue ese el punto en que la 
vanguardia de la humanidad (un término bien familiar a los marxistas) actualizó Ios principios 
de la Revolución Francesa. Aunque había un considerable trabajo por hacer después de 1806 
—abolición de la esclavitud y del tráfico de esclavos, extensión de las libertades a trabajadores, 
mujeres, negros y otras minorías raciales, etcétera— los principios básicos del Estado 
democrático liberal no podían ser mejorados. Las dos guerras mundiales de este siglo y las 
concomitantes revoluciones y levantamientos simplemente tuvieron el efecto de extender 
aquellos principios espacialmente, de tal manera que las diferentes provincias de la civilización 
humana fueron llevados al nivel de sus puestos de avanzada, y forzar a aquellas sociedades 
de Europa y América del Norte, vanguardia de la civilización, a implementar su liberalismo más 
completamente. 
El Estado que emerge al fin de la historia es liberal en la medida en que reconoce y 
protege a través de un sistema legal el derecho universaI del hombre a la libertad: y demo-
crático, en la medida en que existe sólo con el consenso de los gobernados. Para Kojéve, este 
llamado "Estado homogéneo universal" encontró corporización real en los países de la Europa 
Occidental de posguerra --- precisamente en aquellos estados flojos, prósperos. 
autosatisfechos, introspectivos, débiles de voluntad, cuyo máximo proyecto era tan poco 
heroico como la creación del Mercado Com ún
3
. Pero esto es lo único que podía esperarse. 
Porque la historia humana y el conflicto que la caracterizó estaban basados en la existencia de 
"contradicciones": la búsqueda del hombre primitivo del mutuo reconocimiento, la dialéctica del 
amo y del esclavo, la transformación y el dominio de la naturaleza, la lucha por el 
reconocimiento universal de los derechos, y la dicotomía entre proletarios y capitalistas. Pero 
en el Estado homogéneo universal todas las contradicciones anteriores son resueltas y todas 
las necesidades humanas son satisfechas. No hay lucha o conflicto sobre 
"
grandes
"
 asuntos, y 
consecuentemente no hay necesidad de generales o estadistas: lo que queda es 
principalmente la actividad económica. E incluso la vida de Kojéve fue congruente con su 
enseñanza. Creyendo que no había más trabajo para filósofos, desde que Hegel (entendido 
correctamente) había logrado el conocimiento absoluto, Kojéve dejó de enseñar después de la 
guerra y pasó el resto de su vida trabajando como un burócrata en la Comunidad Económica 
Europea, hasta su muerte en 1968. 
 
Para sus contemporáneos de mitad del siglo, la proclamación del fin de la historia de Kojéve 
debe haber parecido como el típico solipsismo excéntrico de un intelectual francés, cuando 
apenas terminaba la Segunda Guerra Mundial y en el pico más alto de la Guerra Fría. Para 
comprender cómo Kojéve pudo hacer una aseveración tan audaz como que la historia había 
terminado, debemos primero entender el significado del idealismo hegeliano. 
II 
Para Hegel, las contradicciones que dirigen la historia existente ante todo en el reino de la 
conciencia humana, es decir en el nivel de las ideas
4
 -- no en las propuestas triviales de los 
políticos norteamericanos en años electorales, sino ideas en el sentido de grandes 
cosmovisiones unificantes que pueden ser comprendidas mejor con el nombre de ideologías. 
La ideología en este sentido no está restringida a las doctrinas laicas y explícitamente políticas 
que usualmente asociamos con el término, sino que puede incluir la religión, la cultura y el 
complejo de valores morales que están en la base de cualquier sociedad. 
 
2
 En este sentido Kojéve aparece en agudo contraste con los intérpretes alemanes 
contemporáneos de Hegel, como Herbert Marcuse quien, simpatizando más con Marx, 
consideraba a Hegel, finalmente, como un filósofo históricamente limitado e incompleto. 
3
 Kojéve alternativamente identificaba el fin de la historia con el “American way of life” de 
posguerra, hacia el cual pensaba también se dirigía la URSS. 
4
 Esta noción estaba expresada en el famoso aforismo del prefacio de la Filosofía de la Historia 
cuando afirma que “lo que es racional es real, y lo que es real es racional”. 
 
La visión de Hegel sobre la relación entre el mundo ideal y el real o material es 
extremadamente compleja, comenzando por el hecho de que para él la distinción entre ambos 
es sólo aparente
5
. No creía que el mundo real se conformara o pudiera ser hecho para 
conformar los preceptos ideológicos de los profesores de filosofía de una manera simplista, o 
que el mundo "material" no pudiera incidir en el ideal. Incluso, el profesor Hegel fue 
temporariamente echado de su trabajo como resultado un suceso muy material, la batalla de 
Jena. Pero mientras los escritos y pensamientos de Hegel podían ser detenidos por una bala del 
mundo material, la mano en el gatillo del arma estaba motivada a su vez por las ideas de libertad e 
igualdad que habían dirigido la Revolución Francesa. 
 
Para Hegel, todo el comportamiento humano en el mundo material, y por lo tanto toda la historia 
humana, está enraizada en un estado de conciencia anterior —una idea similar a la expresada por 
John Maynard Keynes cuando dijo que las visiones de los hombres de negocios generalmente 
derivaban de economistas difuntos y escribas académicos de generaciones anteriores-. Esta conciencia 
puede no ser explícita y autoconciente, como son las modernas doctrinas políticas, sino más bien 
tomar la forma de religión o simples hábitos culturales o morales. Sin embargo este reino de la 
conciencia a largo plazo necesariamente se hace manifiesto en el mundo material, es más, crea el 
mundo material según su propia imagen. La conciencia es causa y no efecto, y puede desarrollarse con 
autonomía del mundo material; de aquí que el sustrato subyacente en el aparente revoltijo de 
acontecimientos actuales es la historia de la ideología. 
 
Al idealismo de Hegel le ha ido mal en las manos de pensadores posteriores. Marx revirtió 
completamente la prioridad de lo real y lo ideal, relegando enteramente el reino de la conciencia —
religión, arte, cultura, la filosofía misma— a una "superestructura" que estaba determinada totalmente 
por el modo de producción material. Todavía otro desafortunado legado del marxismo es nuestra 
tendencia a encerrarnos en explicaciones materialistas o utilitarias de los fenómenos políticos e 
históricos, y nuestra aversión a creer en el poder autónomo de las ideas. Un ejemplo reciente de ello 
es el muy exitoso The Rise and Fall of the Great Powers de Paul Kennedy, el cual atribuye la 
declinación de las grandes potencias a una simple sobreexpansión económica. Obviamente, esto es 
verdad en algún nivel: un imperio cuya economía está apenas por encima del nivel de subsistencia no 
puede hacer quebrar su tesoro indefinidamente. Pero que una moderna sociedad industrial altamente 
productiva elija gastar el 3 o el 7 por ciento de su producto bruto interno en defensa antes que en el 
consumo, es enteramente materia de las prioridades políticas de esa sociedad, las cuales a su vez 
están determinadas en el reino de la conciencia. 
 
El prejuicio materialista del pensamiento moderno es característico no sólo de la gente de 
izquierda que puede simpatizar con el marxismo, sino también de muchos fervientes anti-marxistas. 
Incluso, hay en la derecha lo que se podría etiquetarcomo la escuela del Wall Street Journal del 
materialismo determinista, que rebaja la importancia de la ideología y la cultura y ve al hombre 
esencialmente como un individuo racional maximizador de ganancias. Es precisamente este tipo de 
individuo y su persecución de incentivos materiales lo que está propuesto como base de la vida 
económica tal cual aparece en los textos de Economía 
6
. Un pequeño ejemplo ilustrará el carácter 
problemático de tales puntos de vista materialistas. 
 
Max Weber comienza su famoso libro, La é t ica protestante y el espíritu del capitalismo, 
haciendo notar el diferente rendimiento económico de las comunidades protestantes y católicas a 
través de Europa y América, resumiéndolo en el proverbio de que los protestantes comen bien 
mientras los católicos duermen bien. Weber advierte que conforme a cualquier teoría económica que 
propone al hombre como un maximizador racional de ganancias, aumentando el trabajo a destajo 
debería incrementarse la productividad laboral. Pero de hecho, en muchas comunidades campesinas 
 
5
 Por cierto que para Hegel la misma dicotomía entre los mundos ideal y material era en sí 
misma sólo una dicotomía aparente que, en última instancia, sería superada por el sujeto 
autoconciente en su sistema, el mundo material es en sí mismo sólo un aspecto de la mente. 
6
 De hecho, los economistas modernos, reconociendo que el hombre no siempre se comporta 
como un maximizador de ganancia, proponen una función “utilidad”, siendo la utilidad ya sea un 
ingreso o cualquier otro bien que pueda ser maximizado: ocio, satisfacción sexual, o el placer 
de filosofar. Que la ganancia debe ser remplazada por una utilidad de tipo valor indica la fuerza 
lógica o moral de la perspectiva idealista. 
tradicionales, aumentar la tasa del trabajo a destajo ha producido el efecto opuesto de bajar la producti-
vidad laboral: a una mayor tasa, un campesino acostumbrado a ganar dos marcos y medio por día encontró 
que podía ganar la misma cantidad trabajando menos; lo hizo así porque valoraba más el ocio que el 
ingreso. La elección del ocio antes que el ingreso, o la vida militarista del hoplita espartano antes que la 
riqueza del mercader ateniense, o incluso la vida ascética del primer empresario capitalista antes que el 
ocio aristocrático tradicional, no es posible explicarla por la acción impersonal de fuerzas materiales, 
sino que es algo que viene principalmente de la esfera de la conciencia —lo que hemos denominado aquí 
ampliamente como ideología -. Es más, uno de los temas centrales de la obra de Weber fue probar, al 
contrario de Marx, que el modo de producción material, lejos de ser la "base", era ella misma una 
“superestructura" con raíces en la religión y la cultura, y que para entender la emergencia del capitalismo 
moderno y la motivación de la ganancia había que estudiar sus antecedentes en el reino del espíritu. 
 
En cuanto miramos alrededor el mundo contemporáneo, la pobreza de las teorías materialistas del 
desarrollo económico se hacen muy evidentes. La escuela del Wall Street Journal del materialismo 
determinista apunta habitualmente al éxito económico sorprendente de Asia en las décadas pasadas 
como evidencia de la viabilidad de la economía libre de mercado, con la implicancia de que toda so-
ciedad vería un desarrollo similar si simplemente permitieran a sus pueblos perseguir libremente su 
propio interés material. Seguramente los mercados libres y los sistemas políticos estables son una 
precondición necesaria para el crecimiento económico capitalista. Pero es seguro también que la 
herencia cultural de aquellas sociedades del Lejano Oriente, la ética del trabajo, el ahorro y la familia, 
una herencia religiosa que no da lugar, como el Islam, a restricciones a ciertas formas de 
comportamiento económico, y otras cualidades morales profundamente implantadas son igualmente 
importantes para explicar su desempeño económico
7
. Y sin embargo el peso intelectual del mate-
rialismo es tal que no hay una sola teoría del desarrollo económico contemporánea respetable que 
señale seriamente a la conciencia y la cultura como la matriz en la cual se forma el comportamiento 
económico. 
 
La falta de comprensión de que las raíces de la conducta económica residen en el reino de la 
conciencia y la cultura, lleva al error corriente de atribuir causas materiales a fenómenos que son 
esencialmente ideales por naturaleza. Por ejemplo, es un lugar común en Occidente interpretar los 
movimientos de reforma primero en China y más recientemente en la Unión Soviética como la 
victoria de lo material sobre lo ideal —esto es, un reconocimiento de que los incentivos ideológicos no 
pueden reemplazar a los materiales para estimular una economía moderna altamente productiva, y que si 
se quiere prosperar hay que apelar a prosaicas formas de auto-interés. Pero los profundos defectos de 
las economías socialistas fueron evidentes hace 30 o 40 años a cualquiera que quisiera 
observarlas. ¿Por qué fue que estos países se alejaron de la planificación central sólo en los 
altos 80? La respuesta debe encontrarse en la conciencia de las élites y los líderes que los 
gobernaban, quienes decidieron optar por la vida “protestante" de riqueza y riesgo en vez 
del camino "católico" de pobreza y seguridad
8
. Ese cambio de ninguna manera se hizo 
inevitable por las condiciones materiales en que cada país se encontraba en la víspera de la 
reforma, sino que más bien vino como resultado de la victoria de una idea sobre la otra 
9
. 
 
Para Kojéve, como para todos los buenos hegelianos, entender los procesos subyacentes 
de la historia requiere entender los desarrollos en el reino de la conciencia o de las ideas, ya 
que la conciencia en última instancia va a rehacer el mundo material según su propia 
imagen. Decir que la historia terminó en 1806 significa que la evolución ideológica de la 
humanidad terminó en los ideales de la revolución norteamericana o francesa: mientras que 
los regímenes particulares en el mundo real no puedan implementar estas ideas 
completamente, su verdad teórica es absoluta y por lo tanto no puede ser mejorada. De aquí 
 
7
 No es necesario ver más que el rendimiento escolar de los inmigrantes vietnamitas en el 
sistema escolar de los EE. UU. Cuando se los compara con sus compañeros de clase negros o 
hispanos, para darse cuenta de que la cultura y la conciencia son absolutamente cruciales para 
explicar no solamente el comportamiento económico sino, virtualmente, todos los demás 
aspectos importantes de la vida. 
8
 Una explicación plena es más compleja. Por ejemplo, la reforma soviética fue motivada en 
buena medida por la sensación de inseguridad de Moscú en el plano tecnológico – militar. No 
obstante, había una crisis material. 
9
 Aún no está claro si el pueblo soviético es “protestante” como Gorbachov y lo seguirá en su 
camino. 
que no le importó a Kojéve que la conciencia de la generación europea de posguerra no 
haya sido universalizada a través del mundo; si el desarrollo ideológico de hecho había 
terminado, el Estado homogéneo eventualmente se tornaría victorioso a través del mundo 
material. 
 
No tengo ni el espacio ni, francamente, la capacidad para defender la perspectiva 
idealista radical de Hegel. La cuestión no es si el sistema de Hegel es correcto, sino si su 
perspectiva puede descubrir la naturaleza problemática de muchas explicaciones materialistas 
que solemos dar por sentadas. Esto no significa negar el papel de los factores materiales como 
tales. Para un idealista a ultranza, la sociedad humana puede ser construida alrededor de 
cualquier conjunto arbitrario de principios, sin importar su relación con el mundo material. Y 
de hecho los hombres se han mostrado capaces de soportar las durezas materiales más 
extremas en nombre de ideas que existen en el reino del espíritu solamente,sea la divinidad de 
las vacas o la naturaleza de la sagrada Trinidad 
10
 
 
Pero mientras la propia percepción del mundo material del hombre está formada por la 
conciencia histórica del mismo, el mundo material puede claramente afectar a su vez la 
viabilidad de un particular estado de conciencia. En especial, la espectacular abundancia de 
las economías liberales avanzadas y la infinitamente diversa cultura de consumo hecho 
posible por ellas, parecen tanto alentar como preservar al liberalismo en la esfera política. 
Quiero evitar el determinismo materialista que dice que las economías liberales producen 
inevitablemente políticas liberales, porque creo que tanto la economía como la política 
presuponen un estado de conciencia autónomo anterior que lo hace posible. Pero ese estado 
de conciencia que permite el crecimiento del liberalismo parece estabilizarse en la forma que 
se podría esperar al fin de la historia si es garantizada por la abundancia de una moderna 
economía de l ibre mercado. Podríamos resumir el contenido del Estado homogéneo 
universal como democracia liberal en la esfera política combinada con un fácil acceso a 
videocaseteras y estéreos en lo económico. 
III 
 
¿Hemos en efecto alcanzado el fin de la historia? ¿Hay, en otras palabras, algunas 
"contradicciones" fundamentales en la vida humana que no se pueden resolver en el contexto 
del liberalismo moderno, que fuera posible resolver por una estructura político-económica 
alternativa? Si aceptamos las premisas idealistas desplegadas más arriba, debemos buscar 
una respuesta a esta cuestión en el reino de la ideología y la conciencia. Nuestra tarea no es 
responder exhaustivamente a los desafíos al liberalismo promovidos por cada mesías fanático 
alrededor del mundo, sino sólo aquéllos que están corporizados en importantes fuerzas y 
movimientos sociales o políticos, y que sean parte de la historia del mundo. Para nuestros 
propósitos importa muy poco que extraños pensamientos afectan al pueblo de Albania o 
Burkina Faso, puesto que estamos interesados en lo que podría llamarse la herencia 
ideológica común de la humanidad. 
 
En el siglo que ha pasado han habido dos desafíos mayores al liberalismo, los del fascismo 
y el comunismo. El primero
11
 vio la debilidad política, el materialismo, la anomia y la falta de 
 
10
 En la política interna del Imperio Bizantino en tiempos de Justiniano se desarrolló un conflicto 
entre los autollamados monofisitas y los monotelitas, que creían respectivamente que la unidad 
de la Sagrada Trinidad era por esencia o por voluntad. Este conflicto respondía en alguna 
medida al que existía entre los partidarios de diferentes equipos de las carreras de caballos del 
Hipódromo de Bizancio y condujo a un alto nivel de violencia política. Los modernos 
historiadores tienden a ver las raíces de tal conflicto en los antagonismos entre clases sociales 
o algunas otras modernas categorías económicas, siendo incapaces de creer que los hombres 
se mataran entre ellos por la naturaleza de la Trinidad. 
11
 No uso aquí el término “fascismo” en su más preciso sentido, completamente prevenido del 
frecuente abuso del término para denunciar a cualquiera ubicado a la derecha del usuario. 
“Fascismo” denota aquí cualquier movimiento ultranacionalista organizado con pretenciones 
universalistas; por cierto universalistas no en el sentido de su nacionalismo, dado que lo último 
es excluyente por definición, sino con relación a la creencia en su derecho a gobernar a otros 
pueblos. Ahora bien, el imperio japonés podría ser calificado como fascista mientras que el ex – 
dictador Stroessner o Pinochet en Chile no podrían serlo. Obviamente las ideologías fascistas 
comunidad de Occidente como una contradicción fundamental en las sociedades liberales, que 
sólo podían ser resueltas por un Estado fuerte que formara un nuevo "pueblo" teniendo como 
base el exclusivismo nacional. El fascismo fue destruido como una ideología viviente por la 
Segunda Guerra Mundial. Esto fue una derrota, por supuesto, en un nivel muy material, pero 
contribuyó a una derrota también de la idea. Lo que destruyó al fascismo como idea no fue una 
reacción moral universal en contra, ya que mucha gente estaba dispuesta a aprobar la idea en 
la medida en que parecía la onda del futuro, pero careció de éxito. Después de la guerra, 
pareció a la mayoría de la gente que el fascismo alemán, como el de las otras variantes 
europeas y asiáticas, estaba destinado a la auto-destrucción. No hubo razón material por la 
cual nuevos movimientos fascistas no pudieran reproducirse en otros lugares, pero el hecho 
es que el ultranacionalismo expansionista, con su promesa de conflicto sin fin que llevaría a 
la desastrosa derrota militar, había perdido completamente su atractivo. Las ruinas de la 
Cancillería del Reich, así como las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, 
mataron esta ideología en el nivel de la conciencia como también materialmente, y todos los 
movimientos proto-fascistas engendrados por el ejemplo alemán y japonés como el 
movimiento peronista en la Argentina o los Subba Chandra Bose's en el ejército nacional de la 
India se marchitaron después de la derrota. 
 
El desafío ideológico montado por la otra gran alternativa al liberalismo, el comunismo, fue 
mucho más serio. Marx, hablando el lenguaje de Hegel, afirmó que la sociedad liberal 
contenía una contradicción fundamental que no podría ser resuelta dentro de ese contexto, 
entre el capital y el trabajo, y esa contradicción ha constituido la principal acusación contra el 
liberalismo desde entonces. Pero seguramente la cuestión de clases ha sido hoy exitosamen-
te resuelta en Occidente. Como Kojéve (entre otros) advir tió, el igualitarismo de los Estados 
Unidos de hoy representa el logro esencial de la sociedad sin clases previsto por Marx. Esto 
no quiere decir que no hay gente rica y gente pobre en USA, o que no ha crecido la brecha entre 
ellos en años recientes. Pero las causas fundamentales de la desigualdad económica no tiene que ver 
con el sustrato legal ni la estructura social de nuestra sociedad, la cual sigue siendo fundamentalmente 
igualitaria y modernamente redistribucionista, tanto como con las características culturales y sociales de los 
grupos que la conforman, los cuales a su vez son el legado histórico de las condiciones premodernas. Así, 
la pobreza negra en USA no es el producto inherente del liberalismo, sino más bien el “legado de la es-
clavitud y el racismo" que persistió mucho después de la abolición formal de la esclavitud. 
 
Como resultado del retroceso de la cuestión de clases, el atractivo del comunismo en el desarrollo del 
mundo occidental, se puede decir, es menor hoy que en cualquier época desde el fin de la Primera 
Guerra Mundial. Ello se puede medir de varias maneras: en la declinación de la afiliación y la fuerza 
electoral de los principales partidos comunistas europeos, y sus programas abiertamente revisionistas; en 
el correspondiente éxito electoral de los partidos conservadores desde Gran Bretaña y Alemania hasta 
Estados Unidos y Japón, los cuales son desembozadamente pro-mercado y anti-estatistas; y en un clima 
intelectual cuyos miembros más "avanzados" ya no creen demasiado que la sociedad burguesa es algo 
que definitivamente necesita ser dejado atrás. Esto no quiere decir que las opiniones de los intelectuales 
progresistas en los países occidentales no sean profundamente patológicas en varios sentidos. Pero 
aquellos que creen que el futuro debe ser inevitablemente socialista tienden a ser muy antiguos, o muy 
marginales en el discurso político real de sus sociedades. 
 
Se podría argumentar que la alternativa socialista nunca fue tremendamente plausible para los países 
noratlánticos, y fue sostenida en las últimas décadas por sus éxitos fuera de esta región. Pero es 
precisamente en el mundo no europeo donde uno queda más impresionadoante el hecho de que 
ocurrieran grandes transformaciones ideológicas. Seguramente los cambios más notables han ocurrido en 
Asia. Debido a la fuerza y adaptabilidad de las culturas nativas de allí, Asia se convirtió en campo de 
batalla para una variedad de ideologías importadas de Occidente a principios de este siglo. El liberalismo 
en Asia era un junquillo muy débil en el periodo posterior a la primera guerra mundial; hoy es fácil olvidar 
cómo se veía de tenebroso el futuro político de Asia tan recientemente como hace 10 o 15 años. Es fácil 
olvidar también cuán trascendental parecía el resultado de las luchas ideológicas de Asia para el desarrollo 
político del mundo como un todo. 
 
 
no pueden ser universalistas del mismo modo que lo son el marxismo o el liberalismo, pero la 
estructura de su doctrina puede ser trasladada de país en país. 
La primera alternativa asiática al liberalismo que fue decisivamente derrotada fue el fascismo 
representado por el Japón imperial. El fascismo japonés (como su versión alemana) fue derrotado por la 
fuerza de las armas norteamericanas en la guerra del Pacifico, y la democracia liberal fue impuesta en el 
Japón por un Estados Unidos victorioso. El capitalismo occidental y el liberalismo político entonces 
trasplantados al Japón fueron adaptados y transformados por los japoneses de tal manera que apenas 
eran reconocibles
12
. Muchos norteamericanos se dan cuenta ahora que la organización industrial 
japonesa es muy diferente de la que prevalece en USA o Europa, y es cuestionable qué relación tienen con 
la democracia las maniobras facciosas que tienen lugar en el Partido Democrático Liberal gobernante No 
obstante, e! hecho de que los elementos esenciales del liberalismo económico y político hayan sido tan 
exitosamente injertados en las singulares tradiciones e instituciones japonesas, garantizan su 
supervivencia en el largo plazo. Más importante es la contribución que Japón ha hecho a su vez a la 
historia del mundo siguiendo los pasos de los Estados Unidos en la creación de una cultura de consumo 
verdaderamente universal que se ha convertido tanto en un símbolo como en un soporte del Estado uni-
versal homogéneo. V.S. Naipul, viajando en el Irán de Khomeini poco después de la revolución, advertía 
las señales omnipresentes publicitando los productos de Sony, Hitachi y JVC, cuyo atractivo permanecía 
virtualmente irresistible y contradijo las pretensiones del régimen de restaurar un Estado basado en la ley 
de la Sbariab. El deseo de acceder a la cultura de consumo, creado en gran medida por Japón, jugó un rol 
crucial en alentar la extensión del liberalismo económico a través de Asia, y por lo tanto en promover 
también el liberalismo político. 
 
El éxito económico de otros países recientemente industrializados (NICs) en Asia, siguiendo el ejemplo 
de la Japón, es ahora una historia familiar. Lo que es importante desde el punto de vista hegeliano es que 
el liberalismo político ha estado siguiendo al liberalismo económico, m,ás despacio de lo que muchos 
esperaban, pero de manera aparentemente inevitable. Aquí nuevamente vemos la victoria del Estado 
homogéneo universal. Corea del Sur se había desarrollado una sociedad moderna, urbanizada, con una 
crecientemente amplia y bien educada clase media que no podía estar aislada por mucho tiempo de las 
tendencias democráticas que la circundaban. Bajo estas circunstancia parece intolerable a una gran parte de 
su población que sea gobernada por un régimen militar anacrónico mientras Japón, sólo cerca de una 
década más adelante en términos económicos, tenia instituciones parlamentarias desde hace más de 
cuarenta años. En cuanto al anterior régimen socialista en Birmania, el cual por tantas décadas existió en un 
triste aislamiento de las grandes tendencias que dominaban Asia, fue golpeada el año pasado por presiones 
para liberalizar tanto su sistema político como económico. Se dijo que la desgracia del hombre fuerte Ne 
Win comenzó cuando un alto oficial birmano viajó a Singapur para un tratamiento médico y rompió a llorar 
cuando vió qué lejos estaba la socialista Birmania por detrás de sus vecinos de la ASEAN. 
 
Pero el poder de la idea liberal parecería mucho menos impresionante si no hubiera infectado la más 
grande y antigua cultura de Asia, China. La simple existencia de China comunista creó un polo alternativo 
de atracción ideológica, y como tal constituyó una amenaza para el liberalisimo. Pero los últimos quince 
años han visto un casi total descrédito del marxismo-leninismo y su sistema económico. Comenzando con 
el famoso tercer plenario del Décimo Comité Central de 1978, el Partido Comunista chino emprendió la 
descolectivización de la agricultura para 800 millones de chinos que aún vivían en el campo. El rol del Es-
tado en la agricultura fue reducido al de recaudador de impuestos, mientras que la producción de bienes 
de consumo fue notablemente incrementada a fin de dar a los campesinos una prueba del Estado 
homogéneo universal y de tal modo incentivar el trabajo. La reforma duplicó la producción China de granos 
en sólo cinco años, y en el proceso dio a Den Xiao-ping una base política sólida desde la cual pudo 
extender la reforma a otras partes de la economía. Las estadísticas económicas no han comenzado a 
describir el dinamismo, la iniciativa y la apertura evidentes en China desde que comenzó la reforma. 
 
China no podría ser descripta en modo alguno como una democracia liberal. En el presente, no más 
del 20% de su economía ha sido incorporada al mercado, y lo que es más importante de ella continuó 
gobernada por el autodesignado Partido Comunista el cual no muestra deseos de devolver el poder. 
Deng no ha hecho ninguna de las promesas de Gorbachov hacia la democratización del sistema político 
y no hay un equivalente chino a la glasnost. Los líderes chinos han sido de hecho mucho más 
circunspectos en la crítica a Mao y al maoismo que Gorbachov respecto de Brezhnev y Stalin, y el 
régimen continúa alabando al marxismo-leninismo como su soporte ideológico. Pero cualquiera 
 
12
 Uso el ejemplo del Japón con alguna cautela, puesto que Kojéve en sus últimos años llegó a 
concluir que Japón, con su cultura basada en las artes puramente formales, probaba que el 
Estado homogéneo universal no había triunfado y que la historia quizás no había terminado. 
Ver la larga nota en el final de la segunda edición de Introduction a la Lectura de Hegel. 
familiarizado con la imagen y la conducta de la nueva élite tecnocrática hoy gobernante en China sabe 
que el marxismo y el principio ideológico se ha convertido en virtualmente irrelevante como guía para la 
política, y que el consumismo burgués tiene un significado real en ese país por primera vez desde la 
revolución. Los diversos retrasos en la marcha de la reforma, las campañas contra la "polución 
espiritual" y el tratamiento duro al disenso político, son más propiamente vistos como ajustes tácticos 
hechos en el proceso de conducción de una transición política extremadamente difícil. Abordando la 
cuestión de la reforma política mientras colocaba la economía en una nueva carrera, Deng ha logrado 
evitar la quiebra de la autoridad que acompañó la perestroika de Gorbachov. Sin embargo, la pujanza 
de la idea liberal continúa siendo muy fuerte en la medida en que se trasmite el poder económico y la 
economía se toma más abierta al resto del mundo. Hay actualmente más de 20.000 estudiantes 
chinos estudiando en USA y otros países occidentales, casi todos ellos hijos de la élite china. Es 
difícil creer que cuando ellos retornen a casa, al observar el país estarán contentos de que China sea 
el único país en Asia no afectado por una tendencia importante de democratización. Las manifes-
taciones estudiantilesen Pekin que estallaron primero en diciembre de 1986 y recientemente 
recrudecieron en ocasión de la muerte de Hu Yao-bang, fueron sólo el comienzo de algo que 
inevitablemente aumentará la presión por cambios en el sistema político. 
 
Lo que es importante sobre China desde el punto de vista de la historia mundial no es el estado 
presente de la reforma o sus eventuales perspectivas futuras. El asunto central es el hecho de que la 
República Popular de China no puede seguir siendo como un faro para las fuerzas no liberales a 
través del mundo, sean ellos guerrillas en alguna selva asiática o estudiantes de clase media en 
París. El maoísmo, más que ser el patrón para el futuro de Asia, se ha convertido en un anacronismo, 
y fue la China continental la que de hecho fue influenciada decisivamente por la prosperidad y el 
dinamismo de sus co-nacionales del otro lado del mar —la irónica victoria final de Taiwan-. 
 
Importantes como son estos cambios en China, sin embargo, son los desarrollos en la Unión 
Soviética —el originario "hogar del proletariado mundial"— lo que ha puesto el clavo final en el ataúd 
de la alternativa marxista-leninista a la democracia liberal. Debe quedar claro que en términos de 
instituciones formales no mucho ha cambiado en los cuatro anos desde que Gorbachov llegó al 
poder: los mercados libres y el movimiento cooperativo representan sólo una pequeña parte de la 
economía soviética, la cual sigue planificando centralmente: el sistema político aún está dominado por el 
Partido Comunista, el cual sólo ha comenzado a democratizarse internamente y a compartir el poder 
con otros grupos: el régimen continúa afirmando que está buscando sólo la modernización del 
socialismo y que su base ideológica sigue siendo marxista-leninista: y, finalmente. Gorbachov se enfrenta a 
una oposición conservadora potencialmente poderosa que podría deshacer muchos de los cambios que 
han tenido lugar hasta ahora. Después de todo, es difícil confiar en las posibilidades de éxito de las 
reformas propuestas por Gorbachov, sea en la esfera de la economía o de la política. Pero mi propósito 
aquí no es analizar hechos en el corto plazo, o hacer predicciones con fines políticos, sino observar las 
tendencias subyacentes en la esfera de la ideología y la conciencia. Y a ese respecto, es claro que ha 
ocurrido una transformación pasmosa. 
 
Los emigrados de la Unión Soviética han estado informando que, al menos en la última generación 
actual, virtualmente nadie en ese país verdaderamente cree demasiado en el marxismo-leninismo, y 
que ello en ningún lugar era más cierto que en la élite soviética que continúa vociferando los slogans 
marxistas con un consumado cinismo. La corrupción y la decadencia del Estado soviético de la última 
época de Brezhnev parecía importar poco, sin embargo, en tanto el Estado mismo rehusaba poner 
en cuestión cualquiera de los principios fundamentales que sustentan la sociedad soviética, el sistema 
era capaz de funcionar adecuadamente por pura inercia e incluso podía lograr algún dinamismo en el 
plano de la política exterior y de defensa. El marxismo-leninismo era como una invocación mágica, la 
cual, pese a lo absurdo y falto de significado, era la única base común sobre la cual la élite podía 
ponerse de acuerdo para gobernar la sociedad soviética. 
 
Lo que ha sucedido en los cuatro años desde que Gorbachov llegó al poder es un asalto 
revolucionario a las más fundamentales instituciones y principios del stalinisimo y su reemplazo por 
otros principios que no llegan a ser el liberalismo per se pero cuyo hilo conductor es el liberalismo. 
Esto es más evidente en la esfera económica, en donde los economistas reformistas alrededor de 
Gorbachov se han tornado cada vez más radicales en el sostén del libre mercado, al punto que a 
alguno como Nikolai Shmelev no le importa ser comparado en público con Milton Friedman. Hay 
un consenso virtual en la escuela de economistas soviéticos actualmente dominante acerca de que el 
planeamiento central y el sistema de distribución impuesto son las causas básicas de la ineficiencia 
económica, y si alguna vez el sistema soviético ha de curarse a sí mismo, debe permitir la toma de 
decisiones libre y descentralizada respecto a inversiones, trabajo y precios. Después de un par de 
altos iniciales de confusión ideológica, estos principios han sido finalmente incorporados a una política 
con la promulgación de nuevas leyes sobre autonomía empresaria, cooperativas, y finalmente en 
1988 sobre contratos de arrendamiento y granjas familiares. Hay, por supuesto, una cantidad de 
defectos fatales en la actual implementación de las reformas, muy notoriamente la ausencia de una 
reforma de precios completa. Pero el problema ya no es conceptual: Gorbachov y sus lugartenientes 
parecen entender la lógica económica del mercado lo suficiente, pero, al igual que los líderes de un 
país del Tercer Mundo frente al FMI, están asustados de las consecuencias sociales de poner fin a los 
subsidios al consumidor y otras formas de dependencia del sector estatal. 
 
En la esfera política, los cambios propuestos a la Constitución soviética, el sistema legal y las reglas 
del partido llegan a mucho menos que al establecimiento de un Estado liberal. Gorbachov ha 
hablado de democratización principalmente en la esfera de los asuntos internos del partido, y ha 
mostrado poca intención de poner fin al monopolio del poder del Partido Comunista; incluso, la 
reforma política parece legitimizar y por tanto reforzar el gobierno del PCUS 
13
 No obstante, los 
principios generales subyacentes a la reforma —que el 
"
pueblo
"
 sea realmente responsable por sus 
propios asuntos, que los cuerpos políticos más altos sean responsables ante los que están más abajo y 
no viceversa, que el gobierno de la ley prevalezca sobre las acciones arbitrarias de policía, con 
separación de poderes e independencia judicial, que haya protección legal a los derechos de propiedad, 
la necesidad de una discusión abierta de los asuntos públicos y el derecho de disenso público, dar poder 
a los sóviets como un foro en el cual el pueblo soviético pueda participar, y de una política cultural que 
sea más tolerante y pluralista— provienen de una fuente fundamentalmente extraña a la tradición del 
marxismo-leninismo de la URSS, incluso no completamente articuladas y pobremente implementadas 
en la práctica. 
 
Las reiteradas afirmaciones de Gorbachov de que no está haciendo más que restaurar el significado 
original del leninismo son en sí mismo una especie de doble discurso orwelliano. Gorbachov y sus 
aliados han sostenido consistentemente que la democracia interna de! partido era algo así como la 
esencia del leninismo, y que las diversas prácticas liberales de debate abierto, las elecciones con voto 
secreto y el gobierno de la ley eran parte de la herencia leninista corrompida luego por Stalin. Aunque 
casi cualquiera podría salir bien parado en comparación con Stalin, trazar una línea tan definida entre 
Lenin y su sucesor es cuestionable. La esencia del centralismo democrático leninista era el centralismo, 
no la democracia: esto es, la absolutamente rígida, monolítica y disciplinada dictadura de un jerárqui-
camente organizado Partido Comunista de vanguardia, hablando en nombre del demos. Todas las 
polémicas viciosas de Lenin contra Karl Kautsky, Rosa Luxemburg, y varios otros rivales 
mencheviques y socialdemócratas, para no mencionar su desdén por la 
"
legalidad burguesa
"
 y las 
libertades, se centraban en su profunda convicción de que una revolución no podía ser realizada 
exitosamente por una organización manejada democráticamente. 
 
El clamor de Gorbachov de que él está buscando retornar al verdadero Lenin es perfectamente fácil 
de entender habiendo promovido una denuncia completa del stalinismo y el brezhnevismo como raíz de 
las dificultades presentes en la URSS, necesita algún punto de historia soviética en el cual afincar la 
legitimidad de la continuacióndel gobierno del PCUS. Pero los requerimientos tácticos de Gorbachov no 
deben cegarnos ante el hecho de que los principios de democratización y descentralización que el ha 
enunciado en la esfera económica y política son altamente subversivos de algunos de los más 
fundamentales preceptos deI marxismo y del leninismo. Es más, si la mayor parte de las presentes 
propuestas de reforma económica se pusieran en práctica, es difícil saber cómo la economía soviética 
podría ser más socialista que aquéllas de los otros países occidentales con grandes sectores públicos. 
 
La Unión Soviética no podría ser descripta por ahora como un país liberal o democrático, ni pienso 
que sea demasiado probable que la perestroika tenga tal éxito que la etiqueta pueda ser pensable en 
un próximo futuro. Pero en el fin de la historia no es necesario que todas las sociedades se conviertan en 
exitosas sociedades liberales sino que terminen sus pretensiones ideológicas de representar diferentes y 
más altas formas de sociedad humana. Y a este respecto creo que algo muy importante ha ocurrido en 
la sociedad soviética en los años recientes: la crítica del sistema soviético sancionada por Gorbachov ha 
sido tan completa y devastadora que hay muy pocas chances de volver, ya sea al stalinismo o al 
 
13
 Esto no es verdad en Polonia y Hungría, cuyos partidos comunistas han iniciado 
movimientos hacia una verdadera participación del poder y pluralismo. 
brezhnevismo de una manera simple. Gorbachov ha permitido finalmente decir a la gente lo que ellos 
entendía privadamente desde hace muchos años, esto es, que las invocaciones mágicas del marxismo-
leninismo eran disparates, que el socialismo soviético no era superior a Occidente en ningún aspecto, 
sino que de hecho era un fracaso gigantesco. La oposición conservadora en la URSS, compuesta tanto 
por simples trabajadores asustados ante el desempleo y la inflación y por funcionarios del partido 
temerosos de perder sus trabajos y privilegios, se hace oír y puede ser lo suficientemente fuerte como 
para forzar a Gorbachov a irse en los próximos años. Pero lo que ambos grupos desean es tradición, 
orden y autoridad; ellos no manifiestan un profundo compromiso con el marxismo-leninismo, excepto 
en la medida en que han invertido muchos de sus propias vidas en él
 14
 Para restaurar la autoridad en la 
Unión Soviética después del trabajo de demolición de Gorbachov, ello debe hacerse en base a alguna 
nueva y vigorosa ideología que aún no ha aparecido en el horizonte. 
 
Si admitimos por un momento que los desafíos fascista y comunista al liberalismo están muertos, 
¿queda algún otro competidor ideológico? O, diciéndolo de otra manera, ¿hay contradicciones en la 
sociedad liberal más allá de las clases que no sean resolubles? Dos posibilidades se postulan, las de la 
religión y el nacionalismo. 
 
El ascenso del fundamentalismo religioso en años recientes dentro de las tradiciones cristiana, judía 
y mahometana, ha sido ampliamente observado. Uno está inclinado a decir que el renacimiento de la 
religión de alguna manera certifica una gran infelicidad dentro de la impersonalidad y vacuidad espiritual 
de las sociedades consumistas liberales. Sin embargo, mientras que el vacío en el núcleo del liberalismo 
es muy ciertamente un defecto en la ideología —incluso, una falta que no necesita de la perspectiva 
religiosa para ser reconocida
 15
— no es del todo claro que sea remediable a través de la política. El 
liberalismo moderno fue históricamente una consecuencia de la debilidad de las sociedades basadas 
religiosamente, las cuales al fracasar en el acuerdo sobre la naturaleza de la buena vida, no podían 
proveer incluso las precondiciones mínimas de paz y estabilidad. En el mundo contemporáneo sólo el 
Islam ha ofrecido un Estado teocrático como una alternativa política tanto al liberalismo como al 
comunismo. Pero la doctrina tiene poca atracción para los no musulmanes, y es difícil creer que el 
movimiento llegue a tener alguna significación universal. Otros impulsos religiosos menos 
organizados han sido satisfechos exitosamente dentro de la esfera de la vida personal que es 
permitida en las sociedades liberales. 
 
La otra 
"
contradicción
"
 mayor potencialmente irresoluble por el liberalismo es la planteada 
por el nacionalismo y otras formas de conciencia racial y étnica. Es ciertamente verdadero 
que un muy amplio grado de conflicto desde la batalla de Jena ha tenido raíces en el 
nacionalismo. Dos guerras mundiales catastróficas en este siglo han sido producidas por el 
nacionalismo del mundo desarrollado de varias maneras, y si aquellas pasiones han sido 
cambiadas en cierta medida en la Europa de posguerra, ellas son aún extremadamente 
poderosos en el Tercer Mundo. El nacionalismo ha sido históricamente una amenaza al 
liberalismo en Alemania, y continúa siéndolo en partes aisladas de la Europa "pos-histórica" 
como en Irlanda del Norte. 
 
Pero no está claro que el nacionalismo represente una contradicción irreconciliable en el 
corazón del liberalismo. En primer lugar, el nacionalismo no es un fenómeno único sino plural, 
que va desde una leve nostalgia cultural a la doctrina elaboradamente articulada y altamente 
organizada del nacional-socialismo. Sólo los nacionalismos sistemáticos de este último tipo 
pueden ser calificados como una ideología formal al nivel del liberalismo o el comunismo. La 
vasta mayoría de los movimientos nacionalistas del mundo no tiene un programa político que 
vaya más allá del deseo negativo de la independencia de algún otro grupo o pueblo, y no 
ofrecen nada como un programa comprensivo para la organización socioeconómica. Como 
tales, ellos son compatibles con doctrinas e ideologías que sí ofrecen tales programas. En la 
medida en que puedan constituir una fuente de conflicto para las sociedades liberales, este 
conflicto no surge del liberalismo mismo tanto como del hecho de que el liberalismo en 
 
14
 Esto es particularmente cierto en el caso del líder conservador soviético, el anterior Segundo 
Secretario Yegor Ligachov, quien ha reconocido públicamente muchos de los profundos 
defectos del período Brezhnev. 
15
 Pienso particularmente en Rousseau y la tradición filosófica occidental que fluye de él, que 
fue muy crítico del liberalismo de Locke y Hobbes, aunque se puede criticar también al 
liberalismo desde el punto de vista de la filosofía política clásica. 
cuestión es incompleto. Ciertamente una gran parte de la tensión nacionalista y étnica del 
mundo puede ser explicada en términos de pueblos que están forzados a vivir en sistemas 
políticos no representativos que ellos no han elegido. 
 
Aunque es imposible excluir la súbita aparición de nuevas ideologías o contradicciones 
previamente no reconocidas en las sociedades liberales, el mundo presente parece confirmar 
que los principios fundamentales de la organización sociopolítica no ha avanzado demasiado 
desde 1806. Muchas de las guerras y revoluciones producidas desde ese tiempo se han 
colocado bajo el nombre de ideologías que clamaban ser más avanzadas que e! liberalismo, 
pero esas pretensiones fueron en última instancia desenmascaradas por la historia. Mientras 
tanto, ellas han ayudado a esparcir el Estado homogéneo universal, hasta el punto que podría 
tener un efecto significativo en el carácter general de las relaciones internacionales. 
IV 
¿Cuales son las implicancias del fin de la historia para las relaciones internacionales? 
Claramente, la gran mayoría del Tercer Mundo permanece muy atascada en el fango de la 
historia, y será un terreno de conflicto por muchos años. Pero enfoquemos en este momento en 
los estados más grandes y más desarrollados del mundo, que después de todo dan cuenta de 
la mayor parte de la política mundial. Rusia y China no van a asociarse con Ias naciones más 
desarrolladas del mundo comosociedades liberales en un futuro predecible, pero supongamos 
por un momento que el marxismo-leninismo deje de ser un factor conductor de la política 
exterior de estos estados -- una perspectiva que si aún no está aquí, los años recientes ha 
convertido en una posibilidad real. ¿Cómo habrán de diferir estas características generales de 
un mundo desideologizado de aquéllas con las cuales estamos familiarizados en tal hipotética 
coyuntura? 
 
La respuesta más común es: no mucho. Hay una creencia muy difundida entre muchos 
observadores de las relaciones internacionales de que por debajo de la pie! de la ideología 
hay un centro de interés nacional de gran poder que garantiza un alto nivel de competencia y 
conflicto entre las naciones. Es más, de acuerdo con una teoría académicamente popular de 
relaciones internacionales, el conflicto es inherente al sistema internacional como tal, y para 
entender la perspectiva del conflicto uno debe mirar la forma del sistema —por ejemplo, si es 
bipolar o multipolar- más que el carácter específico de las naciones y los regímenes que lo 
constituyen. Esta escuela, de hecho aplica una visión hobbesiana a la política de relaciones 
internacionales, y da por sentado que la agresión y la inseguridad son características 
universales de las sociedades humanas más que el producto de circunstancias históricas 
específicas. 
 
Los creyentes en esta línea de pensamiento toman las relaciones existentes entre los 
participantes en el balance de poder europeo clásico del siglo XIX como modelo al cual se 
asemejaría un mundo contemporáneo desideologizado. Charles Krauthammer, por ejemplo, 
explicaba recientemente que, si como resultado de las reformas de Gorbachov la URSS se 
despojara de la ideología marxista-leninista, su comportamiento revertirá a aquél de la Rusia 
imperial del siglo XIX 
16
.
 
Aunque considera esto más tranquilizador que la amenaza 
planteada por la Rusia comunista, está implicando que continuará habiendo un grado de 
competitividad y conflicto en el sistema internacional, de la misma manera que lo hubo entre 
Rusia y Gran Bretaña o la Alemania "guillermina" en el pasado siglo. Esto es, por supuesto, 
un punto de vista conveniente para gente que quiere admitir que algo bastante grande está 
cambiando en la URSS, pero no quiere asumir la responsabilidad de recomendar una 
rectificación política radical implícita en tal punto de vista. ¿Pero, es esto cierto? 
 
De hecho, la noción de que la ideología es una superestructura impuesta en un sustrato de 
interés permanente de las grandes potencias, es una proposición altamente cuestionable. La 
manera en que cada Estado define su interés nacional no es universal, sino que descansa en 
algún tipo de base ideológica previa, de la misma forma que vimos que el comportamiento 
económico está determinado por un estado anterior de conciencia. En este siglo los estados 
 
16
 Ver su artículo “Beyond the Cold War”, New Republic, Dic. 19, 1988. 
han adoptado doctrinas muy articuladas que explican los programas de política exterior 
legitimando el expansionismo, como el marxismo-leninismo o el nacional-socialismo. 
 
El comportamiento expansivo y competitivo de los estados europeos del siglo XIX 
descansaba en una base no menos ideal; sólo que sucedía que el impulso ideológico era 
menos explícito que las doctrinas del siglo XX. Por un lado, la mayoría de las sociedades 
europeas "liberales
"
 eran liberales en la medida en que creían en la legitimidad del imperialismo, esto es, 
el derecho de una nación a regir a otras naciones sin considerar los deseos de los gobernados. Las 
justificaciones del imperialismo variaban de nación en nación, de una cruda creencia en la legitimidad de 
la fuerza, particularmente aplicada a los no-europeos, al "Deber del Hombre Blanco” y la misión 
cristianizadora europea, y al deseo de dar a pueblos de color acceso a la cultura de Rabelais y Moliere. 
Pero sean cuales fueren las bases ideológicas particulares, cada país "desarrollado" creía en la 
aceptabilidad de que las civilizaciones más altas gobernaran a las más bajas —incluyendo, 
incidentalmente, los Estados Unidos con respecto a las Filipinas-. Esto llevó a un impulso para un 
engrandecimiento puramente territorial en la segunda mitad del siglo, y jugó un papel no pequeño en 
causar la Gran Guerra. 
 
El crecimiento radical y deformado del imperialismo del siglo XIX fue el fascismo alemán, una 
ideología que justificaba no solamente el derecho de Alemania para gobernar sobre pueblos no-
europeos, sino sobre todos los no-alemanes. Pero en retrospectiva parece que Hitler representó un 
desvío anormal en el curso general del desarrollo europeo, y a partir de su feroz derrota la justificación de 
cualquier tipo de expansión territorial ha quedado completamente desacreditada 
17
 Desde la Segunda 
Guerra Mundial el nacionalismo europeo ha perdido sus colmillos y ha sido despojado de relevancia real 
para la política exterior, con la consecuencia de que el modelo del siglo XIX del comportamiento de las 
grandes potencias se ha convertido en un serio anacronismo. La forma más extrema de nacionalismo 
que cualquier Estado europeo occidental ha mostrado desde 1945 ha sido el degaullismo, cuya 
autoafirmación ha sido confinada principalmente al plano de la incomodidad de la política y cultura. La 
vida internacional para la parte del mundo que ha alcanzado el fin de la historia está mucho más 
preocupada con la economía que con la política o la estrategia. 
 
Los estados desarrollados de Occidente mantienen establecimientos de defensa y en el periodo de 
posguerra han competido vigorosamente para lograr influencia a fin de enfrentar la amenaza comunista 
mundial. Ese comportamiento ha sido impulsado, sin embargo, por una amenaza externa de estados 
que poseen abiertamente ideologías expansionistas, y no existirían en su ausencia. Para tomar 
seriamente la teoría 
"
neo-reaIista
"
, habría que creer que la conducta competitiva 
"
natural
"
 se reafirmaría a 
sí misma entre los estados de la OECD cuando Rusia y China desaparecieran de la faz de la tierra. Esto 
es, si Alemania Occidental y Francia se armaran una contra otra como en la década de 1930, Australia y 
Nueva Zelandia enviaran consejeros militares a bloquear el avance de cada una en África, y la frontera 
USA- Canadá se fortificara. Tal perspectiva es, por supuesto ridícula: menos la ideología marxista-leni-
nista, nosotros estamos mucho más cerca de ver la "mercadización-común" de la política mundial que 
la desintegración de la CEE en la competitividad del siglo XIX. Verdaderamente, nuestra 
experiencia en tratar con Europa en asuntos tales como el terrorismo o Libia, prueba que ellos han ido 
mucho más lejos que nosotros en el camino que niega la legitimidad del uso de la fuerza en política 
internacional, incluso en defensa propia. 
 
La suposición automática de que Rusia, despojada de su ideología comunista expansionista debe 
restablecerse justo donde los zares la dejaron antes de la revolución bolchevique, es muy curiosa. 
Presupone que la evolución de la conciencia humana ha quedado detenida en
 
ese tiempo, y que
 
los 
soviéticos, mientras tomaban prestadas ideas generalmente de moda en el plano de la economía, 
volverán a los puntos de vista de política exterior de un siglo atrás, fuera de tiempo en el resto de Europa. 
Esto no es ciertamente lo que ha ocurrido en China después de comenzar su proceso de reforma. La 
competitividad y el expansionismo chino han desaparecido virtualmente del panorama mundial. Pekín ya 
no apadrina insurgencias maoístas ni trata de cultivar influencia en países distantes de África como lo hizo 
en la década de los 60. Esto no quiere decir que no haya aspectos problemáticos en la política exterior 
china contemporánea como la temeraria venta de tecnología de misiles balísticos en el Medio Oriente; y la17
 A algunas potencias coloniales europeas como Francia, les llevó varios años después de la 
guerra admitir la ilegitimidad de sus imperios, pero la descolonización era una consecuencia 
inevitable de la victoria aliada que había estado basada en una promesa de restauración de las 
libertades democráticas. 
RPCh continúa manifestando su tradicional comportamiento de gran potencia al apadrinar al Khmer Rojo 
en contra de Vietnam. Pero lo primero se explica por razones comerciales, y lo último es un vestigio de 
rivalidades anteriores
 
basadas ideológicamente. La nueva China se parece más a la Francia gaullista 
que a la Alemania anterior a la Primera Guerra Mundial. 
 
Sin embargo, la cuestión real para el futuro es el grado en el cual las elites soviéticas han asimilado 
la conciencia del Estado homogéneo universal que es la Europa pos-Hitler. Por sus escritos y por mis 
propios contactos personales con ellos, no hay ninguna duda en mi mente de que la inteligencia liberal 
soviética que se reúne en torno a Gorbachov ha llegado al punto de vista del fin de la historia en un 
tiempo notablemente corto, debido en no poca medida a los contactos que han tenido desde la época 
de Brezhnev con la civilización europea mayor que los rodea. El "nuevo pensamiento político", la rúbrica 
general para sus puntos de vista, describe un mundo dominado por intereses económicos en el cual no 
hay bases ideológicas para un conflicto mayor entre las naciones, y en el cual, consecuentemente, el 
uso de la fuerza militar se hace menos legítimo. Como dijo el ministro de Relaciones Exteriores 
Shevardnadze a mediados de I988: 
 
"
La lucha entre dos sistemas opuestos no es más la tendencia determinante de la época actual. En 
esta etapa moderna, la habilidad para construir riqueza material en grado acelerado, en base a ciencia 
de vanguardia y técnicas y tecnología de alto nivel, y distribuirlas justamente, y a través de esfuerzos 
conjuntos para restaurar y proteger los recursos necesarios para la supervivencia de la humanidad 
adquiere importancia decisiva " 
18
. 
 
 
Sin embargo, la conciencia pos-histórica representada por el "nuevo pensamiento" solamente es un 
futuro posible para la URSS. Han habido siempre corrientes muy fuertes de gran chauvinismo ruso en la 
URSS que han encontrado una expresión más libre desde la llegada de la glásnost. Puede resultar 
posible volver al marxismo-leninismo tradicional por un tiempo, como un simple punto de reunión para 
aquellos que quieren restaurar la autoridad que Gorbachov disipó. Pero como en Polonia, el marxismo-
leninismo está muerto corno una ideología movilizadora: bajo su bandera no puede hacerse que la gente 
trabaje más duro, y sus adherentes han perdido confianza en sí mismos. Sin embargo, a diferencia de 
los propagadores del marxismo-leninismo tradicional, los ultranacionalistas de la URSS creen en su 
causa eslavófila apasionadamente, y uno percibe que la alternativa fascista no es algo que haya sido 
totalmente descartado allí. 
 
La Unión Soviética, entonces, está en una encrucijada: puede comenzar el sendero demarcado por 
Europa Occidental hace 45 años, un sendero que la mayoría de Asia ha seguido, o puede darse 
cuenta de su propia singularidad y permanecer atascada en la historia. La elección que haga será de 
gran importancia para nosotros, dado el tamaño y el poder militar de la URSS. Puesto que el 
poder continuará preocupándonos, y retardará nuestra comprensión de que ya hemos salido al otro 
lado de la historia. 
 
El abandono del marxismo-leninismo primero en China y luego en la URSS significará su muerte 
como ideología viviente de significancia histórica mundial. Puede haber algunos verdaderos 
creyentes en lugares tales como Managua, Pyongyang, Cambridge- Massachussetts; pero el hecho 
de que no haya un solo Estado grande en el cual sea algo que funciona, socava completamente sus 
pretensiones de estar a la vanguardia de la historia humana, y la muerte de esta ideología significa el 
crecimiento de la 'mercadización- común" de las relaciones internacionales y la disminución de la 
probabilidad de conflictos en gran escala entre estados. Esto de ningún modo implica el fin del 
conflicto internacional per se, puesto que el mundo en este punto estaría dividido entre una parte 
histórica y otra pos-histórica El conflicto entre estados aún en la historia y aquellos al fin de la historia 
aún seria posible. Habría todavía un alto y quizás creciente nivel de violencia étnica y nacionalista, ya 
que esos impulsos están incompletamente realizados, incluso en parte del mundo pos-histórico: los 
palestinos y los kurdos. siks y tamiles, católicos irlandeses y valones, armenios y azerbaijanos 
continuarán teniendo agravios no resueltos. Esto implica que el terrorismo y las guerras de liberación 
nacional continuarán siendo un importante item en la agenda internacional. Pero un conflicto en gran 
 
18
 Vestrik Ministerstva Inostrennikb del SSSR nº 15 (agosto 1988), 27 – 46. El “nuevo 
pensamiento”, por supuesto, sirve al propósito propagandístico de persuadir a las audiencias 
occidentales de las buenas intenciones soviéticas. Pero el hecho de que sea buena 
propaganda no quiere decir que sus formuladores no tomen seriamente muchas de esas ideas. 
escala debe involucrar a los estados grandes aún atrapados en el puño de la historia, y ellos son los 
que parecen estar saliendo de la escena. 
 
El fin de la historia será un tiempo muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de 
arriesgar la vida de uno por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de 
manifiesto bravura, coraje, imaginación e idealismo, serán reemplazados por cálculos económicos, la 
eterna solución de problemas técnicos, las preocupaciones acerca del medio ambiente y la 
satisfacción de demandas refinadas de los consumidores. En el periodo pos-histórico no habrá arte ni 
filosofía, simplemente la perpetua vigilancia del museo de la historia humana. Puedo sentir en mi 
mismo y ver en otros que me rodean una profunda nostalgia por el tiempo en el cual existía la historia. 
Tal nostalgia de hecho continuará alimentando la competición y el conflicto incluso en el mundo pos-
histórico por algún tiempo. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos más 
ambivalentes para la civilización que ha sido creada en Europa desde 1945 con ramales en el 
Atlántico Norte y en Asia. Quizás esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento en el fin de la 
historia servirá para hacer que la historia comience una vez más.

Continuar navegando