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Estructura social y anomia (resumen 2)

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1
R. Merton 
 
 
ESTRUCTURA SOCIAL Y ANOMIA 
 
 
(Cap. IV. Social Theory and Social Structure, The Free Press, Glencoe, Illinois) 
 
 
 
 
 Hasta hace poco tiempo, y en mayor grado anteriormente, se podía hablar de una 
marcada tendencia por parte de la teoría psicológica y sociológica a atribuir el 
funcionamiento defectuoso de las estructuras sociales a fallas del control social sobre los 
imperiosos impulsos biológicos del hombre. La imagen de las relaciones entre hombre y 
sociedad implicada por esta doctrina es tan clara como discutible. En un comienzo, están 
los impulsos biológicos del hombre que buscan una expresión completa. Y luego está el 
orden social, que consiste esencialmente en un aparato para el gobierno de los impulsos, 
para la transformación social de las tensiones, para la “renuncia a las satisfacciones 
instintivas”, son las palabras de Freud. De este modo se supone que el no conformismo 
con las exigencias de una estructura social se halla anclado en la naturaleza original1. 
Son los impulsos biológicos los que de tiempo en tiempo se abren paso a través del 
control social, por inferencia, la conformidad contribuye al resultado de un cálculo utilitario 
o de un acondicionamiento irracional. 
 
 Este conjunto de concepciones ha sufrido, con los adelantos más recientes de la 
ciencia social, una modificación básica. En primer lugar, ya no aparece tan claro que el 
hombre esté ubicado frente a la sociedad en una guerra incesante entre los impulsos 
biológicos y la restricción social. La imagen del hombre como un indomable manojo de 
impulsos comienza a parecerse más a una caricatura que a un retrato. En segundo 
término, las perspectivas sociológicas han penetrado cada vez más en el análisis de la 
conducta que se aparta de las pautas prescriptas. Cualquiera sea el papel de los impulsos 
biológicos, sigue en pie el problema adicional de saber por qué la frecuencia de la 
conducta desviada varía dentro de las diferentes estructuras sociales y como ocurre que 
las desviaciones adquieren diferentes formas y patrones en diferentes estructuras 
sociales. Hoy, como antes, nos queda mucho por aprender acerca de los procesos por los 
cuales las estructuras sociales generan circunstancias en que la infracción de los códigos 
sociales constituyen una respuesta “normal”2 (es decir, esperable). Este capítulo 
constituye un ensayo que trata de clarificar el problema. 
 
 El esquema expuesto en este ensayo tiene por finalidad proporcionar un planteo 
sistemático para el análisis de las fuentes sociales y culturales de la conducta desviada. 
Nuestra finalidad primera es descubrir como ciertas estructuras sociales ejercen una 
presión definida para que ciertas personas de la sociedad se dediquen a una conducta no 
 
1 Ver, por ejemplo, S. Freíd, Civilization and its Discontents (passim, y esp. 63); E. Jones, Social Aspects of 
Psicoanálisis (Londres, 1924 -28). Si la noción freudiana constituye una variedad de la doctrina del “pecado 
original”, la interpretación ofrecida en este ensayo resulta una doctrina del “pecado socialmente derivado”. 
2 “Normal” en el sentido de la respuesta psicológicamente esperable si no culturalmente aprobada a 
determinadas condiciones sociales. Esta afirmación no niega, por supuesto, el papel de las diferencias 
biológicas y de personalidad en la determinación de la incidencia de la conducta desviada. Se trata 
simplemente de que no es éste el problema aquí considerado. En este mismo sentido entiendo que James 
S. Plant habla de la “reacción normal de las personas normales a las condiciones anormales”. Ver su 
Personality and the Cultura Pattern (N. Y. 1937. 248. 
 2
conformista, en lugar de adoptar la conducta conformista. Si podemos localizar grupos 
sometidos de manera peculiar a tales presiones, esperemos entrar en ellos tasas bastante 
altas de conducta desviada, no su incidencia3. Si de algún modo resulta exitosa nuestra 
investigación, se encontrará que algunas formas de conducta desviada son tan normales 
psicológicamente como la conducta conformista, y se cuestionará la ecuación entre 
desviación y anormalidad psicológica. 
 
PATRONES DE FINES CULTURALES Y NORMAS 
INSTITUCIONALES 
Entre los diversos elementos de las estructuras social y cultural, dos 
poseen una importancia inmediata. Aunque emergen en situaciones concretas, 
son analíticamente separables. El primero consiste en los fines, propósitos e 
intereses culturalmente definidos, propuestos como objetivos legítimos a todos o a 
algunos miembros diversamente situados en la sociedad. Los fines se hallan más 
o menos integrados, el grado es una cuestión de realidad empírica y están 
ordenados de modo general en alguna jerarquía de valores. Los fines 
prevalecientes, que implican diversos grados de sentimiento y significación, 
comprenden un marco de referencia “aspiracional". Son las cosas "dignas de 
luchar por ellas". Son los componentes básicos, aunque no los únicos, de lo que 
Linton ha llamado "propósitos para la vida en grupo" Y aunque algunos de estos 
fines culturales —no todos— están en relación directa con los impulsos biológicos 
del hombre, no se hallan determinados por éstos. 
 
Un segundo elemento de la estructura cultural define, regula y controla los 
modos aceptables de alcanzar esos fines. Cada grupo social relaciona 
invariablemente sus objetivos culturales con regulaciones, enraizadas en las 
costumbres o instituciones, respecto a los procedimientos permitidos para dirigirse 
hacia aquellos objetivos. Esas normas regulatorias no son necesariamente 
idénticas a las normas técnicas o de eficiencia. Muchos procedimientos que desde 
el punto de vista de los individuos particulares resultarían muy eficientes para 
asegurarles el logro de valores deseados —el ejercicio de la fuerza, el fraude, el 
poder— son excluidos del área institucional de la conducta permitida. A veces, 
entre los procedimientos no permitidos se incluyen algunos que resultarán 
eficientes para el grupo mismo —por ejemplo, los tabúes históricos acerca de la 
vivisección, de la experimentación médica, del análisis sociológico de las normas 
"sagradas" ya que el criterio de aceptación no se basa en la eficiencia técnica si-no 
en sentimientos valorativos (apoyados por la mayoría de los miembros del grupo o 
por aquellos capaces de provocar tales sentimientos mediante la utilización mixta 
del poder y la propaganda). En todos los casos, la elección de expedientes para 
lograr los fines culturales es limitada por las normas institucionalizadas. 
 
3 La posición aquí adoptada ha sido descrita agudamente por Edward Sapir “…los problemas de la ciencia 
social difieren de los problemas de conducta individual en el grado de especificidad, no en esencia. Todo 
juicio acerca de la conducta que acentúa, explícita o implícitamente, las experiencias reales, integrales, de 
personalidades definidas o de tipos de personalidades, es un dato de la psicología o de la psiquiatría más 
que de la ciencia social. Todo juicio con respecto a la conducta que no apunta a la exactitud acerca de la 
conducta de un individuo o individuos reales o acerca de la conducta esperada de un tipo de individuo física 
y psicológicamente definido, sino que abstrae de esa conducta a fin de ponerlas claramente en relieve, 
ciertas experiencias con respecto a los aspectos de la conducta individual compartidos por varias personas, 
como un patrón interpersonal o “social”, constituye un dato –aunque toscamente expresado – de la ciencia 
social”. Aquí he elegido la segunda perspectiva: aunque otra vez tendré ocasión de hablar de actitudes, 
valores y función, lo haré desde el punto de vista de cómo la estructura social promueve o inhibe su 
aparición en tipos específicos de situaciones. Ver Salir “Por qué la antropología cultural necesita el 
psiquiatra”. Psychiatry, 1938.1. 7-12. 
 3
 
Los sociólogos se refieren con frecuencia a tales controlesconsiderando que 
son propios de las costumbres o que operan por intermedio de las instituciones 
sociales. Estos juicios elípticos son bastantes ciertos, pero oscurecen el hecho de 
que las prácticas culturalmente estandarizadas no son todas idénticas, sino que se 
hallan sujetas a una amplia gama de control. Pueden representar patrones de 
conducta definidamente prescriptos, o preferenciales o permisivos o proscriptos. Al 
determinar el funcionamiento del control social deben tenerse en cuenta tales 
variaciones indicadas de modo general con los términos prescripción, preferencia, 
permiso y proscripción. 
Por otra parte, decir que los fines culturales y las normas institucionales 
actúan juntos para determinar las prácticas prevalecientes no significa decir que 
mantienen una constante relación mutua. El énfasis cultural otorgado a ciertos 
fines varia independientemente del grado de énfasis otorgado a los medios 
institucionalizados. Puede darse una importancia muy grande, y a veces 
virtualmente exclusiva, el valor de fines particulares, con una preocupación 
comparativamente pequeña por los medios institucionalmente prescriptos de 
lograr tales fines. El caso límite de este tipo se alcanza cuando la serie de 
procedimientos alternativos es gobernada sólo por normas técnicas y no por 
normas institucionales. En este caso polar hipotético, cualquiera y todos los 
procedimientos que prometan el logro del fin muy importante serán permitidos. 
Este ejemplo constituye un tipo de cultura mal integrada. Un segundo tipo polar 
puede verse en grupos en donde las actividades concebidas originariamente 
como instrumentales se transforman en prácticas cerradas en si mismas y 
carentes de objetivos adicionales. Los propósitos originales se olvidan y la 
estrecha adhesión a la conducta institucionalmente prescripta se convierte en 
cuestión ritual4. La absoluta conformidad se transforma en un valor central. 
Durante un tiempo está asegurada la estabilidad social, a costa de la flexibilidad. 
Puesto que el alcance de los comportamientos alternativos permitidos por la 
cultura se halla severamente limitado, es muy escasa la base para adaptarse a 
nuevas condiciones. Así se desarrolla una sociedad de límites tradicionales, 
"sagrada", caracterizada por la neofobia. Entre ambos tipos extremos existen 
sociedades que mantienen un equilibrio aproximado entre el énfasis en los fines 
culturales y las prácticas institucionalizadas; ellas son las sociedades integradas y 
relativamente estables, aunque cambiantes. 
 
 
Entre esas dos fases de la estructura social se mantiene un equilibrio 
efectivo mientras existen satisfacciones para los individuos que se conforman a 
ambas coacciones culturales, es decir, satisfacciones por el logro de fines y 
satisfacciones que emergen directamente de los modos canalizados de actuar para 
alcanzarlos. Se reconoce en términos del producto y en términos del proceso, en 
términos del resultado y de las actividades. Si el orden mismo ha de mantenerse, 
deben obtenerse satisfacciones continuas tanto de una participación completa en un 
orden competitivo como del eclipse de los competidores. Si el interés se desvía 
exclusivamente hacia el resultado de la competencia, aquellos que sufren derrotas 
en forma permanente pueden luchar —cosa muy comprensible— por un cambio 
 
4 Este ritualismo puede ser asociado con una mitología que racionaliza seas prácticas de modo tal 
que., parecen retener Su situación como medios, pero la presión dominante es la que lleva hacia una 
conformidad ritualista estricta que no tiene en cuenta la mitología. El ritualismo es así más completo 
cuando ni si-quiera se ponen de manifiesto tales racionalizaciones. 
 
 4
en las reglas del juego. Los sacrificios ocasionales —no invariables, como 
supuso Freud — exigidos por la conformidad a las normas institucionales, deben 
ser compensados por recompensas socializadas. La distribución de status mediante la 
competencia debe estar organizada de tal manera que provean, para cada posición 
dentro del orden distributivo, incentivos positivos de adhesión a las obligaciones del 
status. En caso contrario, como pronto se demostrará, surge el comportamiento 
anormal. Mi hipótesis central, es, por cierto, que la conducta anormal debe 
considerarse sociológicamente como un síntoma de disociación entre las aspira-
ciones culturalmente prescriptas y las vías socialmente estructuradas para lograr esas 
aspiraciones. 
Con respecto a las sociedades que resultan de variaciones independientes de los 
fines culturales y los medios institucionalizados, nos ocuparemos ante todo del primer 
tipo: una sociedad en la que se otorga un énfasis excepcionalmente fuerte a los fines 
específicos, sin un énfasis correspondiente en los procedimientos institucionales. Este 
enunciado debe elaborarse, si se ha de evitar que se lo interprete erróneamente. 
Ninguna sociedad carece de normas para gobernar la conducta. Pero las sociedades 
difieren en el grado en que los controles de los “folkways", "mores" e instituciones se 
hallan efectivamente integrados con los fines altamente colocados en la jerarquía de los 
valores culturales. La cultura puede ser tal que conduzca a los individuos a centrar 
sus convicciones emocionales en el complejo de fines culturalmente proclamados, 
con mucho menos apoyo emocional para los métodos prescriptos de lograr 
aquellos fines. Con este énfasis diferencial en los fines y procedimientos 
institucionales, los últimos pueden estar tan viciados por el acento puesto en los fines 
como para limitar la conducta de muchos individuos tan sólo por consideraciones de 
conveniencia técnica. En este contexto, el único problema significativo es éste: ¿Cuál de 
los procedimientos disponibles resulta más eficiente para obtener el valor culturalmente 
aprobado? (5) El procedimiento técnicamente más efectivo, sea culturalmente legítimo o 
no, se convierte de manera típica en el preferido para la conducta institucionalmente 
prescripta. A medida que continúa este proceso de debilitamiento, la sociedad se 
vuelve inestable y se desarrolla lo que Durkheim llamó "anomia" (o ausencia de 
normas)6. 
 
5 A este respecto se observa la pertinencia de la paráfrasis de Elton Mayo sobre el titulo del bien co-
nocido libro de Tawney: "En realidad el problema no es el de la enfermedad de una sociedad adquisitiva; 
es el de la propensión adquisitiva de una sociedad enferma”. Human Problems of an Industrial Civilization, 
153. (Hay traducción castellana: Problemas Humanos de una Civilización Industrial, Galatea —Nueva 
Visión, Buenos Aires— N.T.). Mayo se ocupa del proceso por medio del cual la riqueza se convierte en 
el símbolo básico del éxito social y considera que esta situación es consecuencia de un estado de 
ánimo. Mi interés mayor reside en las consecuencias sociales de un fuerte acento sobre el éxito 
monetario como un fin, en una sociedad que no ha adaptado su estructura a las implicaciones de tal 
énfasis. Un análisis completo requeriría el examen simultáneo de ambos procesos. 
 
6 La resurrección por obra de Durkheim del termino "anomia" que, hasta donde llega mi conocimiento, 
apareció por primera vez a fines del siglo XVI con aproximadamente el mismo sentido, podría convertirse 
muy bien en objeto de investigación por parte de algún estudioso interesado en la filiación histórica de las 
ideas. Al igual que el término "clima de opinión", llevado a la popularidad académica y política por A N 
Whltehead tres siglos después de que fuera acuñado por Joseph Glanvill, la palabra "anomia" ha alcanzado 
un uso frecuente, una vez reintroducida por Durkheim. Por qué su resonancia en la sociedad 
contemporánea? Si te quiere encontrar un modelo magnifico del tipo de investigación requerida por 
problemas de esta clase véase Leo Spitzer. "Milieu y ambience: un ensayo de semántica histórica", 
Philosophy and Phenomenolog ica l Research,1942. 3 . 1 .42. 169.218 
 
 5
 
La obra de este proceso que ocurre en la anomia puede observarse 
fácilmente en una serie de episodios familiares e instructivos, aunque quizá 
triviales. Así, en los deportes competitivos, cuando el objetivo de la victoria es 
despojado de sus arreos institucionales y el éxito se convierte en "ganar el juego" 
en lugar de "ganar bajo las reglas del juego", implícitamente se otorga un galardón 
al uso de medios ilegítimos pero técnicamente eficientes. La estrella del equipo de 
fútbol contrario es subrepticiamente golpeada; el luchador incapacita a su oponente 
por medio de técnicas ingeniosas pero ilícitas; los graduados de la universidad 
subvencionan de manera encubierta a "estudiantes" cuyos talentos están 
limitados al campo de deportes. El énfasis puesto en el fin ha atenuado de tal 
manera la satisfacción derivada de una participación completa en la actividad 
competitiva, que sólo un resultado exitoso provee satisfacción. Mediante el mismo 
proceso, la tensión producida por el deseo de ganar en una partida de póker es 
aliviada cuando uno logra darse cuatro ases o, si el culto del éxito ha florecido 
realmente, cuando se barajan con astucia las cartas de un solitario. La tenue 
punzada de inquietud en el último ejemplo, y la naturaleza subrepticia de los 
delitos públicos indican claramente que las reglas institucionales del juego son 
conocidas por aquellos que las evaden. Pero la exageración cultural (o 
idiosincrásica) del fin-éxito conduce a los hombres a privar a las normas de su 
apoyo emocional7. 
Este proceso no se limita, por supuesto, al reino del deporte competitivo, que 
no ha hecho sino proporcionarnos imágenes microcósmicas del macrocosmo 
social. El proceso por el cual la exaltación del fin produce una desmoralización 
literal, es decir, una desinstitucionalización de los medios, ocurre en muchos 8 
grupos en los que no se hallan bien integrados los dos componentes de la 
estructura social. 
 
La cultura norteamericana contemporánea se aproxima al tipo polar en el que 
se otorga un gran énfasis a ciertos fines —éxito—, sin un énfasis equivalente en los 
medios institucionales. Por supuesto, seria caprichoso decir que la riqueza 
acumulada constituye sólo un símbolo de éxito, del mismo modo que resultaría 
caprichoso negar que los norteamericanos le asignan un lugar muy elevado en su 
escala de valores. En muy amplia medida, el dinero ha sido consagrado como un 
valor en sí mismo, además de su desembolso para comprar artículos de consumo o 
su uso para el acrecentamiento del poder. El "dinero" está particularmente bien 
adaptado para convertirse en símbolos de prestigio. Como lo señaló Simmel, el 
dinero es altamente abstracto e impersonal. De cualquier modo que se lo haya 
adquirido —en forma fraudulenta o institucional— puede ser utilizado para comprar 
las mismas mercancías y servicios. El anonimato de una sociedad urbana, en 
conjunción con tales peculiaridades del dinero, permite qué la riqueza, cuyas 
fuentes pueden ser desconocidas para la comunidad en la que vive el plutócrata o —
 
7 Parece improbable que las normas culturales, una vez internalizadas, sean totalmente eliminadas. 
Cualquier residuo que persista produciré tensiones y conflictos de la personalidad, con algún grado de 
ambivalencia. Un rechazo manifiesto de las normas institucionales una vez incorporadas estará 
acompañado de una retención latente de sus correlatos emocionales. Sentimientos de culpa, sensación de 
pecado, conciencia torturada, son diversos términos que se refieren a esta tensión no aliviada. La adhesión 
simbólica a los valores nominalmente repudiados o las racionalizaciones de su rechazo constituyen una 
expresión más sutil de tales tensiones. 
 
8 "Muchos" (no todos) grupos no integrados, por la razón antes mencionada. En los grupos en que el énfasis 
primario se dirige a los medios institucionales, el resultado es normalmente un tipo de ritualismo, más bien 
que de anomia. 
 
 6
en el caso de ser conocidas— purificadas con el correr del tiempo, constituye un 
símbolo de status elevado. Por otra parte, en el Sueño Norteamericano no existe 
punto final de detención. La medida del "éxito monetario" es convenientemente 
indefinida y relativa. En cada nivel de ingresos, según encontró H. F. Clark, los 
norteamericanos desean apenas el veinticinco por ciento más (pero, por supuesto, 
este "poquito más" continúa actuando una vez que ha sido alcanzado). En este flujo 
de standars cambiantes, no existe un punto de reposo estable o, mejor aún, es el 
punto el que siempre se las arregla para encontrarse "apenas más adelante". Un 
observador de una comunidad en que los salarios anuales de seis cifras no son poco 
usuales, refiere las angustiadas palabras de una víctima del Sueño Norteamericano: 
"en esta ciudad, soy socialmente despreciado porque no gano más que mil por 
semana. Es muy doloroso". 9. 
 
Decir que el objetivo del éxito monetario está atrincherado en la cultura 
norteamericana sólo significa decir que los norteamericanos se hallan bombardeados 
por todos lados con preceptos que afirman el derecho o, a menudo, el deber de 
mantener el objetivo aun frente a frustraciones repetidas. Los representantes 
prestigiosos de la sociedad refuerzan el énfasis cultural. La familia, la escuela y el 
lugar de trabajo —los principales agentes que modelan la estructura de la 
personalidad y la formación de objetivos de los norteamericanos— se unen a fin de 
proveer la intensiva disciplina exigida para que un individuo mantenga intacto un 
objetivo que permanece esquivamente fuera de su alcance, para que se vea 
estimulado por la promesa de una satisfacción que no es cumplida. Como veremos 
ahora, los padres sirven de correa de trasmisión para los valores y fines de los grupos 
de que forman parte sobre todo, de su clase social o de la clase con la cual se 
identifican. Y las escuelas, por supuesto, constituyen la agencia oficial para la 
transmisión de los valores prevalecientes: una gran proporción de los textos utilizados en 
las escuelas de las ciudades implican o establecen explícitamente que “la educación 
conduce a la inteligencia y en consecuencia a los empleos y al éxito monetario”10. En este 
proceso de disciplinar a la gente para que mantenga sus aspiraciones no cumplidas 
resultan fundamentales los prototipos culturales del éxito, los documentos vivientes que 
atestiguan que el Sueño Norteamericano puede hacerse realidad con sólo poseer la 
habilidad requerida. 
 
 Consideremos al respecto los siguientes estratos del diario comercial Nation`s 
Business, seleccionados de una gran cantidad de materiales comparables encontrados en 
comunicaciones de masa que ensalzan los valores de una cultura de tipo comercial. 
 
 
 
 
9 Loo C. Rosten, Hollywood (Nueva York 1940), 40. 
10 Malcom S. Mac Lean, Scholars, Workers and Gentlemen (Harvard University Press. 1938) 29. 
 7
 
El documento Nation`s Business. 
Vol. 27, Nº 8, p. 7 
 
“Tienes que haber nacido para esos 
trabajos muchachos, o sino, contar con 
una buena cuña”. 
 
 
 
 
 
 
 
Ese es un viejo calmante para la 
ambición. 
 
 
 
 
Antes de atender a su seducción, 
pregunta a los hombres. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Elmer R. Jones, presidente de Weils – 
Farge and Co., que comenzó su vida 
como un pobre niño y dejó la escuela en 
el quinto grado para ocupar su primer 
empleo. 
 
Sus implicaciones sociológicas. 
 
 
Aquí hay una opinión herética, provocado 
posiblemente por una continúa 
frustraciones, que rechaza la validez de 
mantener un objetivo aparentemente 
irrealizable y, además, cuestiona la 
legitimidad de una estructura social que 
provee accesos diferenciales a ese 
objetivo. 
 
 
 El contraataque, que afirma 
explícitamente el valor cultural de 
mantener intactas las propias 
aspiraciones, de no perder la “ambición”. 
 
 
Un juicio claro de la función que cumple la 
lista siguientede “éxito”. Estos hombres 
son testimonios vivientes de que la 
estructura social permite que tales 
aspiraciones sean logradas, si uno es 
merecedor. Y correlativamente, el fracaso 
en conseguir esos objetivos atestigua sólo 
los defectos personales. La agresión 
provocada por el fracaso debe por 
consiguiente ser dirigida hacia adentro y 
no hacia fuera, contra uno mismo y no 
contra una estructura social que 
proporciona un acceso libre e igual a las 
oportunidades. 
 
Prototipo del éxito I: todos pueden tener 
las mismas elevadas ambiciones, ya que, 
por muy bajo que sea el punto de partida, 
el verdadero talento puede alcanzar las 
alturas. Las aspiraciones deben 
permanecer intactas. 
 8
Franck C Ball, el rey de los vasos para 
fruta de los EE. UU., que viajó de Buffalo 
a Muncie, Indiana, en un furgón junto con 
el caballo de su hermano Jorge, para 
iniciar una pequeña empresa en Muncie 
que se convirtió en la mayor de su tipo. 
 
 
 
 
 
 
J. L. Bevan, presidente de la Illinois 
Central Railroad, que a los doce años era 
mensajero en la oficina de cargas de 
Nueva Orleáns. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Prototipo de éxito II: Cualesquiera sean 
los resultados presentes de los propios 
esfuerzos, el futuro está henchido de 
promesas, ya que el hombre común 
puede convertirse en rey. Las 
satisfacciones pueden parecer 
eternamente postergadas, pero 
finalmente se realizarán cuando la propia 
empresa se convierta en “la mayor de su 
tipo”. 
 
 
Prototipo de éxito III: Si las tendencias 
seculares de nuestra economía parecen 
otorgar poco campo a los negocios 
pequeños, entonces uno puede elevarse 
dentro de las burocracias gigantes de la 
empresa privada. Si ya no se puede ser 
rey en un reino de su propia creación, es 
posible llegar a ser presidente en una de 
las democracias económicas. No importa 
cual sea la situación presente: mensajero 
o empleado de oficina, la mirada debe 
clavarse en lo alto. 
 
De diversas fuentes brota una presión continua para que se mantenga la 
ambición. La literatura exhortativa es inmensa y no se puede elegir sin correr el riesgo 
de realizar injustas discriminaciones. Consideremos sólo estas obras: el Reverendo 
Russell H. Conwell, con su mensaje Acres de Diamantes, escuchado y leído por 
cientos de miles y su libro subsiguiente, El Nuevo Día o Nuevas Oportunidades: Un 
Libro para los Jóvenes; Elbert Hubbard, que dirigió a todo el país, en el foro de 
Chautauqua, su famoso Mensaje a García, Orison Swett que, en un torrente de libros, 
primero expuso El Secreto de la realización, elogiado por presidentes de Colegios, 
luego explicó el proceso de Empujar hacia Adelante, alabado por el presidente 
McKinley y finalmente, a pesar de tales testimonios democráticos, planeó el camino 
para lograr hacer de Cada hombre un Rey. El simbolismo del plebeyo que se eleva 
a la condición de la realeza económica se halla profundamente entretejido en la 
contextura del patrón cultural norteamericano y probablemente encuentra su expresión 
acabada en las palabras de alguien que sabia de qué estaba hablando, Andrew 
Carnegie: "Sea un rey en sus sueños. Dígase a si mismo: "mi lugar está en la cumbre" 
11. 
 
Junto con este énfasis positivo en la obligación de mantener objetivos elevados 
aparece un énfasis correlativo en las penalidades para aquellos que bajan el nivel 
de sus ambiciones. Los norteamericanos son amonestados para que no 
"abandonen", ya que en el diccionario de la cultura norteamericana como en el léxico 
de la juventud, "no existe la palabra fracaso". El manifiesto cultural es claro: no hay 
que renunciar, no hay que cesar en la lucha, no hay que disminuir las metas, puesto 
que "el crimen no está en el f racaso, s ino en apuntar ba jo" . 
 
11 Cf. A.W. Griswold, The American Cult of Success (disertación doctoral en la Universidad de Yale, 
1933); R.O. Carlson, "Personality Schools “: A Sociological Analysis (Colombia University, 1948) 
 9
 
La cultura impone así la aceptación de tres axiomas culturales: 1º) todos 
deben luchar por los mismos altos objetivos ya que ellos están abiertos a todos; 2°) 
el aparente fracaso actual no es sino una estación intermedia para el éxito final; 3°) 
el fracaso genuino consiste sólo en la disminución o el abandono de la ambición. 
Utilizando una paráfrasis psicológica aproximada, tales axiomas representan: 
1º) un refuerzo simbólico secundario del incentivo; 2º) poner freno a la amenaza de 
extinción de una respuesta por medio de un estimulo asociado; 3º) aumentar la fuerza 
de la motivación para evocar respuestas continuas a pesar de la continuada 
ausencia de recompensa. 
En términos de una paráfrasis sociológica, los mismos axiomas representan: 
1º) la desviación de la critica a la estructura social hacia uno mismo, entre aquellos 
situados de tal modo en la sociedad que no tienen acceso completo e igual a las 
oportunidades; 2º) la preservación de una estructura de poder social, haciendo que 
los individuos de los estratos sociales más bajos se identifiquen a sí mismos, no con 
sus iguales sino con aquellos ubicados en la cumbre (con los que al final se 
reunirán); y 3º) proporcionar presiones para el conformismo a los dictados culturales 
de ambición no disminuida, mediante la amenaza de una pertenencia menor a la so-
ciedad dirigida a aquellos que no logran conformidad. 
En estos términos y a través de estos procedimientos la cultura nor-
teamericana contemporánea continúa caracterizándose por un fuerte énfasis en la 
riqueza como símbolo básico de éxito, sin un énfasis correspondiente en los 
caminos legítimos por los cuales deben efectuarse la marcha hacia aquel objetivo. 
¿Cómo responden los individuos que viven en este contexto cultural? ¿Y qué 
impacto tienen nuestras observaciones sobre la doctrina de que la conducta 
desviada se deriva típicamente de los impulsos, biológicos que tropiezan con las 
restricciones impuestas por la cultura? ¿Cuáles son, en resumen, las 
consecuencias que para la conducta de las personas diversamente situadas en una 
estructura social tiene una cultura en la cual el énfasis en los fines —éxito dominante 
se ha separado cada vez más de un énfasis equivalente en los procedimientos 
institucionales para lograr tales fines? 
 
 
TIPOS DE ADAPTACIÓN INDIVIDUAL 
Apartándonos de tales patrones culturales, examinaremos ahora los tipos de 
adaptación de individuos dentro de la sociedad portadora de la cultura. Aunque 
nuestro foco sigue siendo la génesis cultural y social de los diversos niveles y tipos 
de conducta desviada, nuestra perspectiva, se traslada del plano de los patrones de 
valores culturales al plano de los tipos de adaptación a esos valores, entre las 
personas que ocupan diferentes posiciones en la estructura social. 
 
Consideramos aquí cinco tipos de adaptación, tal como se exponen 
esquemáticamente en el cuadro siguiente, en el que (+) significa "aceptación", (-) 
significa "rechazo" y (+) significa "rechazo de los valores prevalecientes y sustitución 
por nuevos valores". 
 
 
 10
Una tipología de los modos de adaptación Individual 12 
 
Modos de adaptación Fines Culturales Medios institucionalizados 
I. Conformidad + + 
II. Innovación + - 
III. Ritualismo - + 
IV. Retraimiento - - 
V. Rebelión 13 + + 
 
 
El examen de la forma en que actúa la estructura social para ejercer presión 
sobre los individuos, a fin de que se adopten uno u otro de tales modos alternativos 
de conducta, debe ser precedido por l a observación de que las personas pueden 
pasar de una a otra alternativa a medida que se introducen en diferentes esferas de 
actividad social. Las categorías señaladas se refieren a la conducta de rol en tipos 
específicos de situaciones, y no a la personalidad. Constituyen tipos de respuesta 
más o menos duradera, y no tipos de organización de la personalidad. Considerar 
esos tipos de adaptación en varias esferas de la conducta introduciría una 
ingobernable complejidad dentrode los limites de este capitulo. Por tal razón, nos 
ocuparemos principalmente de la actividad económica en el sentido amplio de "la 
producción, intercambio, distribución y consumo de bienes y servicios", en nuestra 
sociedad otitiva, donde la riqueza ha adquirido un tono altamente simbólico. 
 
I. CONFORMIDAD 
 
En tanto una sociedad se establece, la adaptación de tipo I —conformidad 
tanto con los fines culturales como con los medios institucionalizados— es la más 
común y ampliamente difundida. Si esto no fuera así, la estabilidad y continuidad de 
la sociedad no podría mantenerse. La red de expectativas que constituye todo 
orden social está sustentada por la conducta modal de sus miembros que 
representa conformidad con las pautas culturales establecidas, aunque quizá 
secularmente cambiantes. De hecho, sólo por que el comportamiento se halla 
 
12 No faltan tipologías de los modos alternativos de respuestas a las condiciones frustradas. Freud 
proporciona una en su Civilization and Its Discontents (p. 30 ss.): se pueden encontrar tipologías 
derivadas que a menudo difieren en detalles básicos, en Karen Herney. Neurotic Personality of Our 
Time (N.Y. 1937) (hay traducción castellana). La personalidad neurótica de Nuestro T iempo. Buenos 
Aires (1946, Paidos N.T ): S Rosenzweig. "La medición experimental de los tipos de reacción a la 
frustración" en H.A. Murray y otros, Explorations in Personality (Nueva York 1938). 585-99; y en la obra 
de John Dollard, Harold Lasswell. Abram Kardiner, Erich Fromm. Pero particularmente en la tipología 
estrictamente freudiana, la perspectiva corresponde a los tipos de respuestas individuales, dejando 
bastante de lado el lugar del individuo dentro de la estructura social. Horney, por ejemplo, a pesar de 
su hondo interés en la "cultura", no explora las diferencias en el impacto que esta cultura produce en el 
campesino, en el obrero y en et hombre de negocios, en los individuos pertenecientes a las clases baja, 
media y alta, en los miembros de diversos grupos étnicos y raciales. etc. Como resultado, el papel de 
las "inconsistencias de la cultura" no es ubicado en su impacto diferencial sobre los grupos diversamente 
situados. La cultura se convierte en una especie de manto que cubre por igual a todos los miembros de 
la sociedad, dejando de lado las diferencias idiosincrásicas de sus historias personales. Un supuesto 
fundamental de nuestra tipología es el de que las respuestas ocurran con diferente frecuencia dentro de 
los diversos subgrupos de nuestra sociedad, precisamente porque los miembros de esos grupos o 
estratos están sometidos en forma diferencial al estimulo cultural y a las restricciones sociales. Esta 
orientación sociológica se encontrará en los escritos de Dollard y, de manera menos sistemática, en la 
obra de Fromm, Kardiner y Lasswell. Sobre este punto en gral. ver la nota 3. 
13 Esta quinta alternativa se encuentra en un plano claramente diferente del de las otras. Representa una 
respuesta de transición que persigue la institucionalización de nuevos fines y nuevos procedimientos, 
destinados a ser compartidos por los demás miembros de la sociedad. Se refiere así a los esfuerzos para 
cambiar la estructura cultural y social existente, más que para ajustar tos esfuerzos dent ro de esta 
estructura. 
 11
típicamente orientado hacia los valores básicos de la sociedad podemos considerar 
que un agregado humano constituye una sociedad. A menos que haya un conjunto 
de valores compartidos por individuos interactuantes, existen relaciones sociales 
—si así puede llamarse a las interacciones desordenadas— pero no sociedad. Es 
así como, a mitad del siglo, podemos referirnos a una sociedad de Naciones 
sobre todo como una manera de hablar o como un objetivo imaginado, pero no 
como una realidad sociológica. 
 
Puesto que nuestro interés fundamental se dirige a las fuentes de la conducta 
desviada, y puesto que hemos examinado brevemente los mecanismos que 
convierten a la conformidad en la respuesta modal de la sociedad norteamericana, 
poco es lo que se puede agregar en este punto con respecto a este tipo de 
adaptación. 
 
 
I I . I N N O V A C I Ó N 
El gran énfasis cultural en el fin-éxito estimula este tipo de adaptación, 
mediante el uso de medios institucionalmente proscriptos pero a menudo efectivos 
para alcanzar por lo menos el simulacro del éxito: riqueza y poder. Esta respuesta 
aparece cuando el individuo ha asimilado el énfasis cultural en el objetivo sin 
alternalizar igualmente las normas institucionales que rigen las vías y los medios 
para su logro 
 
Desde el punto de vista de la psicología, se puede esperar que una gran 
inversión emocional en un objetivo puede producir una disposición a aceptar 
riesgos, y esta actitud puede ser adoptada por personas pertenecientes a todos 
los estratos sociales. Desde el punto de vista de la sociología, surge el problema 
de saber que aspectos de nuestra estructura social predisponen a este tipo de 
adaptación, y producen en consecuencia frecuencias de conducta desviada 
mayores en un estrato social que en otro. 
 
En los niveles económicos más altos, la presión hacia la innovación borra 
con frecuencia la distinción entre los esfuerzos formales aceptador por las 
costumbres y las prácticas astutas situadas más allá de las costumbres. Como 
observó Veblen: "No resulta fácil en cualquier caso dado —y por cierto a veces es 
imposible hasta que hayan hablado los tribunales— determinar si se trata de un 
caso de laudable arte de vender o de un delito penitenciario". La historia de las 
grandes fortunas norteamericanas está entretejida con esfuerzos para lograr 
dudosas innovaciones institucionales, como lo atestiguan numerosos tributos a los 
"señores del Robo” (Robber Barons). La contenida admiración que a menudo se 
expresa en forma privada, y no pocas veces públicamente, hacia aquellos hombres 
"astutos, l istos y afortunados" es el producto de una estructura cultural en la que 
el objetivo sacrosanto consagra virtualmente los medios. Sin pretender que Charles 
Dickens haya sido un observador absolutamente exacto de la escena 
norteamericana y con plena conciencia de que era cualquier cosa menos 
imparcial, citamos sus agudas observaciones acerca de 
 
"el amor (norteamericano) por el proceder "listo”, que da brillo a muchas 
estafas y a crasos abusos de confianza; a muchos desfalcos, públicos y 
privados; y permite a muchos bribones sostener su cabeza erguida con lo 
mejor, cuando merecerían bien una cuerda de ahorcar... Los méritos de una 
especulación irregular, o de una bancarrota o de un pícaro triunfante no se 
miden por su observación de la regla dorada: "Haz como te harían a ti", sino que 
se consideran, por referencia a su astucia... Cien veces he mantenido el si-
 12
guiente diálogo: 'No es un hecho muy desdichado que un hombre como Fulano 
adquiera tantos bienes por los medios más infames y odiosos, y a pesar de todos 
los crímenes de que ha sido culpable sea tolerado y estimulado por sus 
conciudadanos? Es un estorbo público; no es cierto?' 'Si señor'. ',Un 
mentiroso convicto?'. 'Sí, señor'. '¿Ha recibido puntapiés, bofetones y 
palos?". 'SI, señor'. '¿Y es absolutamente indecoroso, vil y relajado?'. 'Sí, 
señor'. 'Entonces, en nombre del cielo, cuál es su mérito?'. 'Bueno, señor, es un 
hombre listo." 
En esta caricatura de los valores culturales en conflicto, Dickens no fue, por 
supuesto, más que uno de los muchos ingenios que demostraron sin piedad las 
consecuencias del énfasis exagerado en el éxito financiero. Los humoristas nativos 
continuaron por ese camino cuando los extranjeros lo abandonaron. Artemus Ward 
satirizó las trivialidades de la vida norteamericana hasta que llegaron a parecer 
extrañamente incongruentes. Los "filósofos crackerbox"(∗) Bill Arp y Petroleum 
Volcano (luego Vesuvius) Nasby pusieron su talento al servicio de la iconoclasia, 
destruyendo con no disimulado placer las imágenesde las figuras públicas. Josh 
Billings y su álter ego el tío Esek, puso al desnudo lo que muchos no podían 
reconocer libremente, al observar que la satisfacción es relativa, ya que "mucha de la 
felicidad de este mundo consiste en poseer lo que los demás no pueden lograr". 
Todos se dedicaron a exhibir las funciones sociales del chiste tendencioso, tal como 
éste seria luego analizado por Freud en su monografía sobre " El chiste y su relación 
con el inconsciente", utilizándolo como "un arma de ataque contra lo que es grande, 
dignificado y poderoso, (contra) aquello que es protegido por impedimentos internos 
o por circunstancias externas del menosprecio directo..." Pero quizá sea más 
adecuado recordar aquí el despliegue de ingenio realizado por Ambrose Bierce en 
forma tal que hizo evidente el hecho de que el ingenio no se ha desligado de sus 
orígenes etimológicos y todavía significa el poder mediante el cual se conoce, se 
aprende y se piensa. En su característicamente irónico y profundo ensayo sobre "el 
crimen y sus correctivos", Bierce comienza con la observación de que "Los 
sociólogos han discutido mucho la teoría de que el impulso a cometer crímenes es 
una enfermedad, y los votos afirmativos señalan que la enfermedad existe". 
Después de este preludio, describe las formas en que el bribón triunfante logra la 
legitimación social, y procede a disecar las discrepancias entre los valores 
culturales y las relaciones sociales. 
 
"El buen norteamericano se muestra, por lo general, muy inflexible frente 
a la picardía, pero compensa su austeridad con una amable tolerancia respecto 
a los pícaros. Su única exigencia consiste en que él debe conocerlos 
personalmente. Todos "denunciamos" ruidosamente a los estafadores si no 
tenemos el honor de conocerlos. Si tenemos ese honor, bueno ... el asunto es 
diferente —a menos que estén rodeados por el olor real de los barrios bajos o 
de la prisión. Podemos saber que son culpables, pero nos encontramos con 
ellos, estrechamos su mano, tomanos unas copas en su compañía y, si son 
ricos o tienen algún otro tipo de grandeza, los invitamos a nuestras casas y 
consideramos un honor frecuentar las de ellos. No "aprobamos sus 
métodos"— que ello quedé claro; y con eso los castigamos de modo 
suficiente. La noción de que a un pillo le importa un pito lo que de sus 
procedimientos piense una persona cortés y amable con él parece haber sido 
 
∗ de cracker: cierto tipo de galletitas y box. cala. cajón Se dice de los oradores que hablan de 
diversosa temas en las plazas o en ciertas tiendas. colocados sobre algún cajon o banquillo (N T ). 
 
 13
inventado por un humorista. Quizá hubiera logrado un gran éxito en el es-
cenario de vaudeville de Marte. 
 
(Y continúa): "Si se negara reconocimiento social a los bribones, serian 
muchos menos. Algunos se limitarían a cubrir con mayor diligenciasus huellas 
a lo largo de los descarriados senderos de la iniquidad, pero otros violentarían 
sus conciencias hasta el punto de renunciar a las desventajas de la bellaquería 
en favor de las de una vida honesta. Nada teme tanto una persona indigna como 
el rechazo de una mano honesta y el lento, inevitable golpe de una mirada que lo 
ignora. 
 
"Tenernos bribones ricos porque tenemos personas "respetables" que 
no se avergüenzan de tomarlos de la mano, de ser vistas con ellos, de decir 
que los conocen. Para éstas resulta una traición censurarlos; lamentarse 
cuando ellos los roban significa declarar contra los propios cómplices. 
 
"Podemos sonreír a un pillo (la mayoría de nosotros lo hacemos varias 
veces por día) si no sabemos que es un pillo, y si él no ha dicho que lo es; 
pero si sabemos que es un pillo, o si él lo ha admitido, sonreírle significa ser 
hipócrita —sea un simple hipócrita o un hipócrita adulador, según la situación 
que ocupe en la vida el pillo al que sonreímos. Son más los hipócritas 
simples que los aduladores, porque hay más pillos sin importancia que pillos 
ricos y distinguidos, aunque cada uno de aquellos obtiene menos sonrisas. 
Los norteamericanos serán expoliados mientras el carácter norteamericano 
sea coma es; mientras sea tolerante con los bribones triunfadores; mientras 
la ingenuidad norteamericana establezca una distinción imaginaria entre el 
carácter público y el carácter privado de un hombre —entre su carácter 
comercial y su carácter personal. En resumen, los norteamericanos serán 
expoliados mientras merezcan ser expoliados. Ninguna ley humana puede 
impedir esto, ninguna debe hacerlo, porque ello anularla una ley superior y 
más salutífera: "Aquello que siembres, eso cosecharás.14. 
Puesto que vivió en la época en que florecieron los señores del robo, Bierce 
no pudo dejar de observar lo que más tarde se conoció como el "crimen de cuello 
duro". Sin embargo, tenía conciencia de que no todas esas grandes y dramáticas 
desviaciones de las normas institucionales en los estratos económicos superiores 
son conocidas y que posiblemente son menos las desviaciones entre las clases 
medias inferiores que salen a la luz. Sutherland ha documentado repetidamente la 
prevalencia de la "criminalidad de cuello duro" entre los hombres de negocios. 
Señala, además, que muchos de tales crímenes no son perseguidos porque no se los 
 
14 Las observaciones de Dickens pertenecen a sus American Notes (por ejemplo, en la edición 
publicada en Boston Books, Inc., 1940), 218. Un análisis sociológico que seria la contraparte formal, 
aunque inevitablemente menor, del análisis psicológico freudiano de las funciones del chiste 
tendencioso y de los humoristas tendenciosos, se encuentra en considerable retraso. La disertación 
doctoral de Jeannete Tandy, aunque no tiene carácter sociológico, proporciona un punto de partida: 
Crackerbox Philosophers: American Humor and Satire (Nueva York; Columby University Press, 1925). En 
el capitulo V de Intellectual America: (Nueva York, Macmillan, 1941), titulado muy adecuadamente "La 
intelligentsia", Oscar Cargill hace algunas breves observaciones acerca del papel de tos maestros del 
humorismo norteamericano del siglo XIX, pero ellas sólo ocupan un pequeño lugar en este extenso libro 
sobre "la marcha de las ideas norteamericanas". El ensayo de Bierce, del cual he tomado tan larga cita, 
se encuentra en The Collected Works of Ambrose Bierce, (Nueva York y Washington: The Noale 
Publishing Company, 1912) volumen XI, 187-198. Debe diferir con el juicio áspero e injustificado de 
Cargill con respecto a Bierce. Parece ser menos un juicio que la expresión de un prejuicio que, 
utilizando el significado que "prejuicio" tenia para el propio Bierce, no es sino "una opinión errante, sin 
medios visibles de apoyo" 
 
 14
detecta o, si ello ocurre, en razón de “la posición del hombre de negocios, la tendencia a 
evadir el castigo y la relativamente poco organizada indignación del público contra los 
criminales de cuello duro”'.15. Un estudio de unos 1.700 individuos en su mayoría de clase 
media, demostró que los "crímenes no publicados" eran comunes entre miembros 
absolutamente "respetables" de la sociedad. El 99% de los interrogados confesó 
haber cometido uno o más de 49 delitos previstos por la ley penal del Estado de Nueva 
York, siendo cada uno de los tales delitos lo suficientemente serio como para provocar una 
sentencia máxima de no menos de un año. El promedio de delitos en los años adultos 
—excluyendo todos los delitos cometidos antes de los 16 años— resultó de 18 
para los hombres y 11 para las mujeres. Un 64% de los hombres y un 29% de las 
mujeres reconocieron su culpabilidad en una o más demandas criminales que bajo 
las leyes de Nueva York constituyen causa de privación de todos los derechos de 
ciudadanía. Una clave de tales hallazgos nos la ofrece un ministro al referirse a 
declaraciones falsas que formulara acerca de una mercadería que había vendido: 
"Primero probé con la verdad, pero nosiempre da resultado". Sobre la base de lo 
expuesto, los autores concluyen modestamente que "el número de actos que 
legalmente constituyen crímenes se halla muy en exceso con respecto a los 
oficialmente divulgados. La conducta ilegal, lejos de constituir una manifestación 
social o psicológica anormal, es en verdad un fenómeno muy común" 16. 
Pero, cualesquiera sean las tasas diferenciales de la conducta desviada en 
los diversos estratos sociales —y de muchas fuentes sabemos que las 
estadísticas criminales oficiales, que muestran de manera uniforme tasas más 
altas en las clases bajas, están lejos de ser completas o dignas de fe— nuestro 
análisis demuestra que las presiones mayores para la desviación son ejercidas 
sobre las clases bajas. Casos muy ilustrativos nos permiten descubrir los 
mecanismos sociológicos implicados en la producción de tales presiones. 
Numerosas investigaciones han demostrado que las áreas especializadas del 
vicio y del crimen constituyen una respuesta "normal" a una situación en que .se 
ha absorbido el énfasis cultural en el éxito pecuniario, pero en que existe poco 
acceso a los medios convencionales y legítimos para lograr tal éxito. 
Las oportunidades ocupacionales para los integrantes de esas áreas están 
limitadas en gran medida al trabajo manual y a los empleos inferiores de "cuello 
duro". Dado el estigma n o r t eamericano aplicado al trabajo manual que se ha 
descubierto de manera bastante uniforme en todas las clases sociales 17 y la 
ausencia de oportunidades realistas de avanzar más allá de este nivel, el 
 
15 E H Sutherland, "La criminalidad de cuello duro", op. cit., "Crimen y negocios", Annals,. American 
Academy or Political and Social Science, 1941, 217, 112-118, "Es crimen de cuello duro?", American 
Sociological Review 1945, 10, 132-139, Marshall B Clinadr, The Black Market, A Study of White Collar 
Crim,e Nueva York. Rinehart and Co., 1952), Donald R Cressey. Other People's Money: A Study in the 
Social Psychology of Enbezzlement Glencoe, The Free Press. 1953). 
16 James S Wallerstein y Clement J Wyle "Nuestros observantes de la ley transgresores” Probation, 
Abril 1947 
17 Centro de investigación de la Opinión Nacional, National Opinion on Occupations. Abril 1947. Esta 
investigación acerca de la clasificación y valoración de noventa ocupaciones por parte de una muestra 
de toda la nación, ofrece una serie de importantes datos empíricos. Tiene gran significación el 
descubrimiento de que, a pesar de una leve tendencia de la gente a clasificar sus propias ocupaciones y 
las que se relacionan con ellas más altas de lo que lo hacen otros grupos, existe acuerdo sustancial en 
la clasificación de ocupaciones, entre todos los estratos ocupacionales. Se necesitan más 
investigaciones de este tipo para delinear el mapa de la topografía cultural de las sociedades 
contemporáneas (Ver el estudio comparativo del prestigio otorgado a las principales ocupaciones en 
seis países industrializados: Alex Inkeles y Peter H. Rossi, "Comparaciones nacionales del prestigio 
ocupacional" American Journal of Sociology, 1956, 61, 329-339). 
 
 15
resultado es una marcada tendencia hacia la conducta desviada. La situación del 
trabajo no calificado y los consiguientes bajos salarios, no pueden competir 
fácilmente, en términos de las normas establecidas de valor, con las promesas de 
poder y grandes ganancias que ofrecen el vicio, la extorsión y el crimen 18. 
 
Estas situaciones ofrecen, para nuestros fines, dos aspectos sobresalientes. 
Primero, los incentivos para el éxito son provistos por los valores establecidos de la 
cultura y segundo, los caminos disponibles para dirigirse hacia ese objetivo están 
ampliamente limitados, por la estructura de clases, a los correspondientes a la 
conducta desviada. La combinación de! énfasis cultural y de la estructura social es 
la que produce una presión intensa hacia la desviación. El recurso a los canales 
legítimos para "obtener dinero" se halla limitado por una estructura de clases que 
no está completamente abierta, en cada nivel, a los hombres capaces 19. No 
obstante nuestra persistente ideología de clases abiertas 20, el avance hacia el fin-
éxito es relativamente raro y muy difícil para los que están armados de poca 
educación formal y de pocos recursos económicos. La presión dominante conduce 
a la atenuación gradual de los esfuerzos legítimos, pero absolutamente inefectivos, 
al creciente uso de expedientes ilegítimos, pero más o menos efectivos. 
 
La cultura plantea exigencias incompatibles a aquéllos colocados en el nivel 
más bajo de la estructura social. Por un lado, se les pide que orienten su conducta 
con miras a una gran riqueza —"Cada hombre un rey" dijeron Marden y Carnegle y 
Long— y por otro, se les niegan las oportunidades de hacerlo mediante 
procedimientos institucionales. La consecuencia de esta inconsistencia estructural 
es un alto porcentaje de conducta desviada. El equilibrio entre los fines y medios 
culturalmente establecidos es sumamente inestable y aparece un progresivo énfasis 
en la obtención de los fines cargados de prestigio a través de cualquier medio. 
Dentro de este contexto, Al Capone representa el triunfo de la inteligencia amoral 
sobre el "fracaso" moralmente prescrito, cuando los caminos de la movilidad verti-
cal están cerrados o reducidos en una sociedad que otorga una enorme importancia 
a la abundancia económica y al ascenso social para todos sus miembros 21. 
 
18 Ver Joseph D Lohman. "El observador participante en estudios de la comunidad", American 
Sociological Review, 1937, 2. 890.98 y William F. White, Street Corner Society Chicago. 1943 
Obsérvense las conclusiones de Whyte: "Para el hombre de Corneville es difícil subir la escala (del éxito) 
aunque sea en su peldaño más bajo... Es italiano, y los miembros de la clase alta consideran a tos 
italianos como los menos deseables entre los inmigrantes… la sociedad ofrece atractivas 
recompensas, en términos de dinero y posesiones materiales, al hombre triunfador" Para la mayoría de 
la gente de Corneville, tales recompensas sólo pueden alcanzarse internándose en el mundo de la 
extorsión y de la política" (273 - 274) 
 
19 Numerosos estudios han encontrado que la pirámide educacional actúa para impedir que una gran 
proporción de jóvenes indiscutiblemente aptos, pero en desventajosa situación económica obtengan 
educación formal superior. 
Este hecho acerca de nuestra estructura de clases ha sido observado con atención por 
Vannevar Bush, por ejemplo, en su informe gubernamental, Science: The Endless . Front ier Vease 
también WL. Warner, R.J Ravigharst y M B Loeb, 'Who Shall Be Educated , (Nueva York, 1944) 
 
 
20 El cambiante papel histórico de esta ideología constituye un tema aprovechable de exploración. 
21 El papel del negro, a este respecto, plantea casi tantos problemas teóricos como prácticos. Se ha 
establecido que amplios sectores de la población negra han asimilado los valores de la casta dominante 
acerca del éxito pecuniario y del avance social, pero que se han "adaptado de modo realista" al "hecho" 
de que actualmente el ascenso social está casi por entero confinado al movimiento dentro de la casta. 
Ver Dollard, Caste and Clas In a Southern Loun, 56 ss.; Donald Young, American Minority Peoples, 581: 
 16
 
 
Esto último tiene una importancia fundamental. Implica que si queremos 
comprender los orígenes sociales de la conducta desviada, deben considerarse, 
junto con el extremo énfasis en el éxito pecuniario, otros aspectos de la estructura 
social. Una alta frecuencia de conducta desviada no se genera tan sólo por la falta 
de oportunidades o por este exagerado énfasis pecuniario. Una estructura de 
clases comparativamente rígida, un sistema de castas, por ejemplo, puede limitar 
las oportunidades mucho más allá del punto alcanzado hoy por la sociedad 
norteamericana. La conducta desviadase desarrolla en gran escala sólo cuando un 
sistema de valores culturales ensalza, virtualmente por encima de todas las cosas, 
ciertos fines éxito comunes para el total de la población, mientras que la 
estructura social restringe de modo riguroso o cierra por completo el acceso a los 
medios aprobados para alcanzar aquellos fines a una parte considerable de la 
misma población. Dicho de otro modo, nuestra ideología igualitaria niega 
implícitamente la existencia de individuos y grupos no competidores en la 
persecución del éxito pecuniario. Se considera, en cambio, que el mismo cuerpo 
de símbolos de éxito tiene aplicación para todos. Se considera que los objetivos 
trascienden las líneas divisorias de las clases y no que son limitados por ellas; sin 
embargo, la organización social real es tal, que existen diferencias de clase en 
cuanto a la accesibilidad a los objetivos. En este marco, una virtud cardinal 
norteamericana, "la ambición", estimula un vicio cardinal norteamericano, "la 
conducta desviada". 
 
Este análisis teórico puede ayudarnos a explicar las diversas correlaciones entre 
crimen y pobreza 22. La "pobreza" no constituye una variable aislada que actúa 
exactamente de la misma manera allí donde se la encuentre; no es sino una dentro de 
un complejo de variables sociales y culturales interindependientes e identificable. La 
pobreza como tal y la consiguiente limitación de oportunidades no son suficientes 
para producir un nivel visiblemente alto de conducta criminal. Incluso la notoria 
"pobreza en medio de la abundancia" no conduce necesariamente a tal resultado. 
Pero cuando la pobreza y las correlativas desventajas en la competencia por los 
valores culturales aprobados para todos los miembros de la sociedad se hallan 
relacionados con un énfasis cultural en el éxito pecuniario coma fin dominante, la 
consecuencia normal es la aparición de altos niveles de conducta criminal. Así, las 
estadísticas criminales crudas (y no necesariamente dignas de confianza) sugieren 
que la pobreza, en el sudeste de Europa, se halla menos estrechamente 
correlacionada con el crimen que en los Estados Unidos. Las oportunidades 
económicas de los pobres de esas áreas europeas parecerían ser todavía menos 
prometedoras que en este país, de manera que ni la pobreza ni su asociación con 
las oportunidades limitadas son suficientes para dar cuenta de las variables 
correlacionales. Sin embargo, cuando consideramos la configuración entera —pobreza, 
oportunidades limitadas y asignación de objetivos culturales— surgen algunas bases 
para explicar la correlación entre pobreza y crimen más alta en nuestra sociedad 
 
Robert A. Warner, New Haven Negroes (New Haven, 1940) 234. Ver también la discusión subsiguiente a 
este capitulo. 
22 Este esquema analítico puede servir para resolver algunas de las aparentes inconsistencias en la 
relación entre crimen y status económico mencionadas por P.A. Sorokin. Por ejemplo. señala que "no en 
todas partes ni siempre los pobres ofrecen una proporción mayor de crimen. Muchos pases mas pobres 
tienen menos crímenes que los países mas ricos... El mejoramiento económico en la segunda mitad del 
siglo XIX y comienzos del XX, no ha sido seguido por una disminución del crimen", Ver sus 
Contemporary Sociological Theories (Nueva York. 1928) 560-61. (Hay traducción castellana. Teorías 
Sociológicas Contemporáneas, Buenos Aires, De Palma 1955 . N.T ). Sin embargo, el punto crucial es 
que el status económico juega un papel dinámico diferente en diferentes estructuras sociales y 
culturales, como se establece en el texto. Por consiguiente, no se puede esperar una correlación lineal 
entre crimen y pobreza. 
 17
que en otras en que la estructura rígida de clases está acompañada por símbolos 
diferenciales de éxito según las clases. 
Las víctimas de esta contradicción entre el énfasis cultural en la ambición 
pecuniaria y las barreras sociales con que se enfrenta la igualdad de oportunidades, no 
siempre tienen conciencia de una discrepancia entre el mérito individual y las 
recompensas sociales. Pero no ven necesariamente cómo ocurre tal cosa. Aquellos 
que encuentran el origen de la situación en la estructura social, pueden alejarse de esa 
estructura y convertirse en fáciles candidatos para la Adaptación V (Rebelión). Pero 
otros, y esta situación parece incluir a la gran mayoría, pueden atribuir sus dificultades a 
fuentes místicas y menos sociológicas. Tal como lo señaló a este respecto el dis-
tinguido helenista y sociólogo a pesar suyo Gilbert Murray: "La mejor tierra fértil para la 
superstición es una sociedad en que la fortuna de los hombres parece no guardar 
prácticamente relación alguna con sus méritos y esfuerzos. Una sociedad estable y 
bien gobernada, tiende en general, a asegurar que el Aprendiz Virtuoso y Diligente 
triunfará en la vida, mientras que el Aprendiz Malvado y Haragán fracasará. Y en 
tal sociedad la gente tiende a acentuar las cadenas razonables o visibles de 
causalidad. Pero en (una sociedad que sufre de anemia)…las virtudes corrientes 
de diligencia, honestidad y benevolencia parecen ser de poco provecho “23, y en 
una sociedad de este tipo la gente tiende a acentuar el misticismo: la obra de la 
Fortuna, la Casualidad, la Suerte. 
A decir verdad, tanto los eminentemente "triunfadores" como los 
eminentemente "fracasados" en nuestra sociedad, con frecuencia atribuyen el 
resultado a la "suerte". Es así como Julius Rosenwald, el próspero hombre de 
negocios, declaró que el 95% de las grandes fortunas "se debían a la suerte” 24. Y 
un diario financiero de primera Iínea, en un editorial que explica los beneficios 
sociales de la gran riqueza individual, considera necesario complementar el 
discernimiento con la suerte, como los dos factores que explican las grandes 
fortunas: "Cuando por medio de adecuadas inversiones —y en muchos casos, por 
supuesto ayudado por la buena suerte— un hombre acumula unos pocos millones, 
ello no significa que nos quite algo a nosotros” 25. De manera muy parecida el 
obrero suele explicar el status económico en términos de casualidad. "El obrero ve 
a su alrededor a hombres experimentados y calificados, sin ocupación. Si él tiene 
trabajo, se considera favorecido por la suerte. Si está desocupado es víctima de la 
mala suerte. Ve poca relación entre el mérito y las consecuencias "26. 
 
23 Gilbert Murray, Five Stages of Gleek Religion (Nueva York, 1925) 164-5. El capitulo del Profesor 
Murray acerca de "El Quebranto del Nervio", del cual he extraído esta cita, puede colocarse con 
seguridad entre los análisis sociológicos más cultos y agudos de nuestra época. 
 
24 Ver la cita de una entrevista mencionada en Gustavo Meyer, History of the Great American Fortunes 
(Nueva York, 1937) 708. 
 
25 Nation: Business, Vol. 27, N° 9 pp. 8-9. 
 
26 E.W. Bakke, The Unemployed Man (Nueva York, 1934), p. 24. Bakke alude a las fuentes 
estructurales que producen una creencia en la suerte entre los obreros. "Hay algo de desesperanza en 
la situación cuando un hombre sabe que la mayor parte de su buena o mala fortuna está fuera de su propio 
control y depende de la suerte" (El subrayado es mío). En la medida en que se ve obligado a adaptarse a 
decisiones ocasionalmente imprevisibles de la dirección, el obrero está sometido a inseguridades y 
ansiedades en su trabajo; otra "tierra fértil" para la creencia en el destino, la suerte, el azar. Resultaría 
instructivo saber si tales creencias disminuyen allí donde las organizaciones obreras reducen la 
posibilidad de que las oportunidades ocupacionales están fuera de sus propias manos. 
 
 18
Pero tales referencias a la intervención de la casualidad y de la suerte sirven 
a funciones distintivas según sean formuladas por aquellos que han alcanzado o 
por aquellos que nohan alcanzado lo objetivos culturalmente acentuados. Para el 
triunfador constituyen, en términos psicológicos, una desarmante expresión de 
modestia. En efecto, está mucho más lejos de cualquier apariencia de presunción 
decir, que uno tuvo suerte y no que mereció su buena fortuna. En términos 
sociológicos la doctrina de la suerte tal como la exponen los triunfadores tiene la 
función dual de explicar la frecuente discrepancia entre el mérito y la recompensa, 
mientras se conserva inmune a la crítica una estructura social que permite la 
frecuencia de tal discrepancia. Puesto que si el éxito es sobre todo cuestión de 
suerte, si está en la naturaleza ciega de las cosas, "si sopla donde quiere y no se 
puede decir cuando llega o cuando se va '", entonces se halla fuera de control y se 
producirá en la misma medida cualquiera sea la estructura social. 
Para el fracasado, y particularmente para aquellos fracasados que 
encuentran poca recompensa para sus méritos y su esfuerzo, la doctrina de la 
suerte cumple la función psicológica de permitirles que se conserven su autoestima 
frente al fracaso. También puede involucrar la disfunción de refrenar la 
motivación para un esfuerzo sostenido 27. Sociológicamente, como lo sugiere 
Bakke 28, la doctrina puede reflejar un fracaso para comprender el funcionamiento 
del sistema social y económico, y puede ser disfuncional en tanto elimina el 
elemento racional para trabajar en favor de cambios estructurales destinados a 
obtener mayores igualdades de oportunidad y recompensa. 
Esta orientación hacia la suerte y la aceptación de riesgos, acentuada por la 
tensión de las aspiraciones frustradas, puede ayudar a explicar el marcado interés en 
el juego —forma de actividad institucionalmente proscripta o a lo sumo permitida, más 
que preferida o prescripta dentro de ciertos estratos sociales 29. 
Entre aquellos que no aplican la doctrina de la suerte al abismo que existe 
entre el mérito, el esfuerzo y la recompensa, puede surgir una actitud individual y 
cínica con respecto a la estructura social, muy bien ejemplificada en el clisé cultural 
de que ''lo que importa no es lo que conozcas. sino a quien conoces”. 
En sociedades como la nuestra. pues, el gran énfasis en el éxito pecuniario para 
todos, y una estructura social que limita indebidamente el acceso a los medios 
aprobados para muchos, provoca una tensión conducente a prácticas innovadoras 
que se apartan de las normas institucionales. Pero esta forma de adaptación 
presupone que los individuos han sido imperfectamente socializados mientras 
conservan la aspiración al éxito. Entre aquellos que han internalizado 
completamente los valores institucionalizados, sin embargo, es mucho más 
 
27 En este extremo, puede invitar a la resignación y la actividad rutinaria (Adaptación III) o a una 
pasividad fatalistica (Adaptación IV) 
 
28 Bakke. op. cit.. 14. cuando sugiere que el obrero sabe menos acerca de los procesos que lo Ilevan 
al éxito o al fracaso, que los profesionales o los hombres de negocios. Por consiguiente. hay mas 
ocasiones en que los acontecimientos parecen tener su incidencia en la buena o mala suerte 
 
29 Cf. R.A Warner, New Haven Negroes y Harold G Gosnell Negro Politicians (Chicago, 1935), 123-5, 
que comentan ambos, a este respecto, el gran interés en jugar a la lotera entre los negros menos 
aventajados 
 
 19
probable que una situación de este tipo los lleve a una respuesta alternativa en la 
que el objetivo es abandonado y persiste la conformidad con las costumbres. Este 
tipo de respuesta requiere un examen más amplio. 
III. RITUALISMO 
El tipo ritualistico de adaptación puede ser fácilmente identificable. Implica el 
abandono o la reducción de los objetivos culturales muy altos, referidos al éxito 
pecuniario y a la movilidad social rápida, hasta el punto en que pueden ser 
satisfechas las propias aspiraciones. Pero aunque uno rechace la obligación cultural de 
intentar "ganar la delantera en el mundo", aunque uno achique sus horizontes, 
continúa obedeciendo casi compulsivamente a las normas institucionales. 
 
Preguntar si esto representa genuinamente una conducta desviada 
constituye una sutileza terminológica. Puesto que la adaptación constituye, en 
efecto, una decisión interna y puesto que la conducta pública es institucionalmente 
permitida, aunque no culturalmente preferida, no se considera por lo general un 
problema social. Los íntimos de las personas que realizan este tipo de adaptación 
pueden juzgarlos en términos de énfasis culturales prevalecientes y pueden 
"lamentarlo por ellos"; pueden, en el caso individual, pensar que el "pobre Pérez 
es un rutinario". Se la describa o no como conducta desviada, ella representa 
claramente un apartamiento del modelo cultural en el cual los hombres están 
obligados a competir activamente, de preferencia mediante procedimientos 
institucionalizados, a moverse hacia adelante y hacia arriba en la jerarquía social. 
 
Cabe esperar que este tipo de adaptación sea muy frecuente en una 
sociedad que hace depender el status social, en buena medida, de las propias 
realizaciones. Ya que, como se ha observado con mucha frecuencia 30, esta lucha 
competitiva incesante produce agudas ansiedades. Un recurso para aliviadas 
consiste en disminuir el propio nivel de aspiración, en forma permanente. El miedo 
produce la inacción o, más exactamente, la acción rutinizada 31. 
 
El síndrome del ritualista social resulta familiar e instructivo al mismo tiempo. 
Su filosofía de la vida implícita encuentra expresión en una serie de clisés 
culturales- "Yo no estiro mi pescuezo", "Yo hago juego seguro", "Estoy satisfecho 
con lo que tengo", "No apuntes alto y no te verás desengañado". El tema implícito 
en todas estas actitudes es que las ambiciones muy altas provocan la frustración y 
el peligro, mientras que las aspiraciones menores producen satisfacción y 
seguridad. Constituye una respuesta a una situación que se considera 
amenazante y que provoca desconfianza. Es la actitud implícita entre los obreros 
que regulan cuidadosamente su producción para lograr una cuota constante, en una 
organización industrial en la que tienen oportunidad de temer que serán "notados" 
por el personal dirigente y que "sucederá algo" si su producción sube y baja 32. 
 
30 Ver, por ejemplo, H.S. Sullivan, "Concepciones modernas de la psiquiatría", Psychiatry, 1940, 3, 111-12; 
Margaret Mead, And Keep Your Powder Dry (Nueva York, 1942), Capitulo Vll; Merton, Fiske y Curtis, Mass 
Persuasion, 59-60. 
 
31 P. Janet, "El miedo a la acción", Journal of Abnormal Psychology, 1921, 16, 150-60, y la extraordinaria 
discusión por F.L. Welts, "Inadaptaciones sociales: regresión adaptativa", op. cit., que se refiere 
estrechamente al tipo de adaptación aquí examinado. 
32 F.J. Roethlisbeger y W.J. Dickson, Management and the Worker. Capitulo 18 y 531 ss. y acerca 
 20
 Es, la perspectiva del empleado asustado, del burócrata celosamente con-
formista en la jaula de pagadores de un banco privado o en la oficina de informes 
de la empresa de trabajos públicos 33. Es, en suma, el modo de adaptación 
mediante la búsqueda individual de un escape privado a los peligros y 
frustraciones que les parecen inherentes a la competencia por los objetivos y la 
adhesión más estrecha a las rutinas seguras y a las normas institucionales. 
 
Si esperamos que las clases bajas norteamericanas exhiban la Adaptación II 
—"innovación"— a las frustraciones provocadas por el énfasis prevaleciente en los 
grandes objetivos culturales y por las escasas oportunidades sociales, podemos 
esperar que las clases medias bajas norteamericanas tengan una buena 
representación entre aquellos que realizan la Adaptación Ill. "ritualismo". Ya que es 
en la clase media baja que los padres ejercen típicamente una presión continúa 
sobre los hijos para que obren de acuerdo con los mandatos morales de la 
sociedad,y es probable que el salto social hacia arriba logre menos éxitos en ella 
que entre la clase media alta. El fuerte disciplinamiento para la conformidad con 
las costumbres reduce la probabilidad de la Adaptación II y provoca la probabilidad 
de la Adaptación III. El severo aprendizaje conduce a muchos a soportar una 
pesada carga de ansiedad. Los patrones de socialización de la clase media baja 
promueven así la estructura de carácter más predispuesto al ritualismo 34, y es en 
este estrato, en consecuencia. que aparecerá con mayor frecuencia el patrón 
adaptativo II 35. 
 
del tema más general, las perspicaces observaciones de Gilbert Murray, op. cit., 138-39 
 
33 Ver los tres capítulos siguientes 
 
34 Ver, por ejemplo, Allison Davis y John Dollard. Children of Bondage (Washington. 1940. capitulo 13 
("Educación de los hijos y clase"), que, aunque se ocupa de los patrones de socialización en las clases 
bajas y media baja entre los negros del Lejano Sur, resulta aplicable, con algunas modificaciones, 
también a la población blanca. Acerca de esto, ver también M.C. Erickson, "Crianza de los niños y status 
social". Amer ican Journal of Sociology, 1946, 53, 190-92: Allison y R.L. Havighurts, Sociological 
Review, 1946, 11, 698-710 "...el significado fundamental de la clase social para los estudiosos del 
desarrollo humano es que define y sintetiza diferentes ambientes de aprendizaje para los niños de 
diferentes clases". Generalizando a partir de las pruebas suministradas por las estadísticas, podríamos 
decir que los niños de clase media (los autores no distinguen entre estratos medio alto y medio bajo) 
están sometidos más temprano y de manera más consistente a las influencias que hacen del niño una 
persona ordenada responsable y dócil. En el curso de este aprendizaje, probablemente los niños de 
clase media sufren mas frustraciones de sus impulsos". 
 
35 Esta hipótesis espera todavía la prueba empírica. En esta dirección existen algunos comienzos 
con los experimentos de "niveles de aspiración", que exploran los determinantes de la formación de 
objetivos y su modificación en actividades especificas experimentalmente ideadas. Sin embargo, 
existe un obstáculo importante todavía no superado, para extraer inferencias de la situación de 
laboratorio, con su relativamente pequeña involucración del yo ante la confección fortuita de las 
tareas con papel y lápiz, colocación de anillos, problemas aritméticos, etc.. aplicables a la fuerte 
inversión emocional de los fines —éxito— propias de las rutinas de la vida diaria. Tampoco pueden 
estos experimentos, con su formación de grupos ad hoc, reproducir las agudas presiones sociales 
que actúan en la vida diaria (¿Oué experiencia de laboratorio puede reproducir, por ejemplo- el 
quejoso sermoneo de una moderna Xantipa: ''Lo que pasa contigo, es que no tienes ambiciones: un 
hombre verdadero sale y hace cosas"?). Entre los estudios que poseen una educación definida 
aunque limitada, ver especialmente R Gould, “Algunos determinantes sociológicos de la 
competencia por Ios objetivos". Journal of Social Psichology. 1941, 13: 461-73: L Fostinger. “Deseos, 
expectativas y pautas de grupos como factores que ejercen influencia sobre el nivel de aspiración", 
Journal of Abnormal and Social Psicology. 1942, 37. 184-200. Para un resumen de investigaciones, ver 
Kurt Lewin y otros, 'Nivel de aspiración-. en J Mc V Hunt, ed. Personality The Behavier Diserders 
(Nueva York. 1944), I. Cap 10 
 21
 
Pero debemos notar una vez más, tal como lo hicimos al comienzo de este capitulo, 
que aquí estamos examinando modos de adaptación a las contradicciones en la 
estructura cultural y social: no estamos enfocando tipos de carácter o de 
personalidad. Los individuos atrapados en aquellas contradicciones pueden moverse 
y se mueven de un tipo de adaptación a otro. Por consiguiente puede formularse la 
conjetura de que algunos ritualistas que se conforman meticulosamente a las reglas 
institucionales, están tan sumergidos en las regulaciones que se convierten en 
virtuosos de la burocracia, que se superconforman precisamente porque se hallan 
sometidos a una culpabilidad engendrada por una no-conformidad previa con las 
reglas (es decir, Adaptación II). Y el paso ocasional de la adaptación ritualística a los 
tipos dramáticos de adaptación ilícita se halla bien documentado en historias 
clínicas y a menudo exhibido en ciertas formas penetrantes de literatura. Los 
estallidos desafiantes son el frecuente corolario de un exceso de sumisión 36. Pero 
aunque los mecanismos psico- dinámicos de este tipo de adaptación han sido 
identif icados bastante bien y relacionados con patrones de disciplina y 
socialización en la familia, todavía se requiere mucha investigación de tipo 
sociológico para explicar porqué esos patrones resultan presumiblemente 
más frecuentes en ciertos estratos y grupos sociales que en otros. Nuestra 
misma discusión no ha hecho sino establecer un esquema analít ico para la 
investigación sociológica enfocada en este problema. 
 
 
 
La concepción del éxito como una relación entre aspiración y logro, sistemáticamente 
buscada en los experimentos de nivel de aspiración, tiene. por supuesto una larga historia. Gilbert 
Murray (op. cit 138-39) señala la prevalencia de esta concepción entre los pensadores de la Grecia 
del siglo IV. Y Carlyle, en Sarter Resartus, observa que la "felicidad" (satisfacción) puede ser 
representada por una fracción en que el numerador representa el logro y el dominador, la 
aspiración. Una noción muy semejante es examinada por William James (The Principles of 
Psichology. Nueva York, 1902), I. 310. Ver también F.L. Wells, op. cit 879, y P A. Sorokin, Social and 
Cultural Dynamics (Nueva York, 1937), III, 161-4. El problema crítico es saber si esta concepción 
familiar puede ser sometida a una experimentación rigurosa en que la situación de laboratorio 
artificial reproduzca adecuadamente los aspectos salientes de la situación de la vida real, o si la 
observación disciplinada de las rutinas de conducta en la vida diaria demostrará constituir un método 
más productivo de investigación. 
 
36 En su novela The Bitter Box (Nueva York, 1946), Eleanor Clark ha descrito este proceso con 
gran agudeza. Pueden citarse la discusión de Erich Fromm, Escape from Freedom, (Nueva York) 
1941, 185-206, sin que ello implique la aceptación de su concepto de "espontaneidad" y de "la 
tendencia inherente al hombre hacia el auto-desarrollo". Para un ejemplo de excelente formulación 
sociológica: "En tanto sigamos suponiendo por ejemplo, que el carácter anal, típico de la clase 
media europea, es originado por ciertas experiencias tempranas relacionadas con la defecación, 
carecemos de datos suficientes para comprender por que una clase determinada deba poseer el 
carácter social anal. Por el contrario, si entendemos este hecho como una forma determinada de 
relacionarse con los demás, arraigada en la estructura del carácter y resultante de experiencias con el 
mundo externo, estaremos en posesión de una clave para la comprensión de por qué todo el estilo de 
vida de la baja clase media, su estrechez, aislamiento y hostilidad, contribuyeron a este tipo de 
estructura del carácter" (251). Para un ejemplo de formulación derivada de una especie de 
anarquismo benevolente de tiempos recientes, que aquí se juzga dudoso.. también hay ciertas 
calidades psicologicas inherentes al hombre que deben necesariamente ser satisfechas..., la más 
importante parece ser la tendencia a crecer, a ensanchar y a realizar las potencialidades que el 
hombre ha desarrollado en el curso de la historia, tal por ejemplo. el pensamiento creador y crítico.

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