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1 R. Merton ESTRUCTURA SOCIAL Y ANOMIA (Cap. IV. Social Theory and Social Structure, The Free Press, Glencoe, Illinois) Hasta hace poco tiempo, y en mayor grado anteriormente, se podía hablar de una marcada tendencia por parte de la teoría psicológica y sociológica a atribuir el funcionamiento defectuoso de las estructuras sociales a fallas del control social sobre los imperiosos impulsos biológicos del hombre. La imagen de las relaciones entre hombre y sociedad implicada por esta doctrina es tan clara como discutible. En un comienzo, están los impulsos biológicos del hombre que buscan una expresión completa. Y luego está el orden social, que consiste esencialmente en un aparato para el gobierno de los impulsos, para la transformación social de las tensiones, para la “renuncia a las satisfacciones instintivas”, son las palabras de Freud. De este modo se supone que el no conformismo con las exigencias de una estructura social se halla anclado en la naturaleza original1. Son los impulsos biológicos los que de tiempo en tiempo se abren paso a través del control social, por inferencia, la conformidad contribuye al resultado de un cálculo utilitario o de un acondicionamiento irracional. Este conjunto de concepciones ha sufrido, con los adelantos más recientes de la ciencia social, una modificación básica. En primer lugar, ya no aparece tan claro que el hombre esté ubicado frente a la sociedad en una guerra incesante entre los impulsos biológicos y la restricción social. La imagen del hombre como un indomable manojo de impulsos comienza a parecerse más a una caricatura que a un retrato. En segundo término, las perspectivas sociológicas han penetrado cada vez más en el análisis de la conducta que se aparta de las pautas prescriptas. Cualquiera sea el papel de los impulsos biológicos, sigue en pie el problema adicional de saber por qué la frecuencia de la conducta desviada varía dentro de las diferentes estructuras sociales y como ocurre que las desviaciones adquieren diferentes formas y patrones en diferentes estructuras sociales. Hoy, como antes, nos queda mucho por aprender acerca de los procesos por los cuales las estructuras sociales generan circunstancias en que la infracción de los códigos sociales constituyen una respuesta “normal”2 (es decir, esperable). Este capítulo constituye un ensayo que trata de clarificar el problema. El esquema expuesto en este ensayo tiene por finalidad proporcionar un planteo sistemático para el análisis de las fuentes sociales y culturales de la conducta desviada. Nuestra finalidad primera es descubrir como ciertas estructuras sociales ejercen una presión definida para que ciertas personas de la sociedad se dediquen a una conducta no 1 Ver, por ejemplo, S. Freíd, Civilization and its Discontents (passim, y esp. 63); E. Jones, Social Aspects of Psicoanálisis (Londres, 1924 -28). Si la noción freudiana constituye una variedad de la doctrina del “pecado original”, la interpretación ofrecida en este ensayo resulta una doctrina del “pecado socialmente derivado”. 2 “Normal” en el sentido de la respuesta psicológicamente esperable si no culturalmente aprobada a determinadas condiciones sociales. Esta afirmación no niega, por supuesto, el papel de las diferencias biológicas y de personalidad en la determinación de la incidencia de la conducta desviada. Se trata simplemente de que no es éste el problema aquí considerado. En este mismo sentido entiendo que James S. Plant habla de la “reacción normal de las personas normales a las condiciones anormales”. Ver su Personality and the Cultura Pattern (N. Y. 1937. 248. 2 conformista, en lugar de adoptar la conducta conformista. Si podemos localizar grupos sometidos de manera peculiar a tales presiones, esperemos entrar en ellos tasas bastante altas de conducta desviada, no su incidencia3. Si de algún modo resulta exitosa nuestra investigación, se encontrará que algunas formas de conducta desviada son tan normales psicológicamente como la conducta conformista, y se cuestionará la ecuación entre desviación y anormalidad psicológica. PATRONES DE FINES CULTURALES Y NORMAS INSTITUCIONALES Entre los diversos elementos de las estructuras social y cultural, dos poseen una importancia inmediata. Aunque emergen en situaciones concretas, son analíticamente separables. El primero consiste en los fines, propósitos e intereses culturalmente definidos, propuestos como objetivos legítimos a todos o a algunos miembros diversamente situados en la sociedad. Los fines se hallan más o menos integrados, el grado es una cuestión de realidad empírica y están ordenados de modo general en alguna jerarquía de valores. Los fines prevalecientes, que implican diversos grados de sentimiento y significación, comprenden un marco de referencia “aspiracional". Son las cosas "dignas de luchar por ellas". Son los componentes básicos, aunque no los únicos, de lo que Linton ha llamado "propósitos para la vida en grupo" Y aunque algunos de estos fines culturales —no todos— están en relación directa con los impulsos biológicos del hombre, no se hallan determinados por éstos. Un segundo elemento de la estructura cultural define, regula y controla los modos aceptables de alcanzar esos fines. Cada grupo social relaciona invariablemente sus objetivos culturales con regulaciones, enraizadas en las costumbres o instituciones, respecto a los procedimientos permitidos para dirigirse hacia aquellos objetivos. Esas normas regulatorias no son necesariamente idénticas a las normas técnicas o de eficiencia. Muchos procedimientos que desde el punto de vista de los individuos particulares resultarían muy eficientes para asegurarles el logro de valores deseados —el ejercicio de la fuerza, el fraude, el poder— son excluidos del área institucional de la conducta permitida. A veces, entre los procedimientos no permitidos se incluyen algunos que resultarán eficientes para el grupo mismo —por ejemplo, los tabúes históricos acerca de la vivisección, de la experimentación médica, del análisis sociológico de las normas "sagradas" ya que el criterio de aceptación no se basa en la eficiencia técnica si-no en sentimientos valorativos (apoyados por la mayoría de los miembros del grupo o por aquellos capaces de provocar tales sentimientos mediante la utilización mixta del poder y la propaganda). En todos los casos, la elección de expedientes para lograr los fines culturales es limitada por las normas institucionalizadas. 3 La posición aquí adoptada ha sido descrita agudamente por Edward Sapir “…los problemas de la ciencia social difieren de los problemas de conducta individual en el grado de especificidad, no en esencia. Todo juicio acerca de la conducta que acentúa, explícita o implícitamente, las experiencias reales, integrales, de personalidades definidas o de tipos de personalidades, es un dato de la psicología o de la psiquiatría más que de la ciencia social. Todo juicio con respecto a la conducta que no apunta a la exactitud acerca de la conducta de un individuo o individuos reales o acerca de la conducta esperada de un tipo de individuo física y psicológicamente definido, sino que abstrae de esa conducta a fin de ponerlas claramente en relieve, ciertas experiencias con respecto a los aspectos de la conducta individual compartidos por varias personas, como un patrón interpersonal o “social”, constituye un dato –aunque toscamente expresado – de la ciencia social”. Aquí he elegido la segunda perspectiva: aunque otra vez tendré ocasión de hablar de actitudes, valores y función, lo haré desde el punto de vista de cómo la estructura social promueve o inhibe su aparición en tipos específicos de situaciones. Ver Salir “Por qué la antropología cultural necesita el psiquiatra”. Psychiatry, 1938.1. 7-12. 3 Los sociólogos se refieren con frecuencia a tales controlesconsiderando que son propios de las costumbres o que operan por intermedio de las instituciones sociales. Estos juicios elípticos son bastantes ciertos, pero oscurecen el hecho de que las prácticas culturalmente estandarizadas no son todas idénticas, sino que se hallan sujetas a una amplia gama de control. Pueden representar patrones de conducta definidamente prescriptos, o preferenciales o permisivos o proscriptos. Al determinar el funcionamiento del control social deben tenerse en cuenta tales variaciones indicadas de modo general con los términos prescripción, preferencia, permiso y proscripción. Por otra parte, decir que los fines culturales y las normas institucionales actúan juntos para determinar las prácticas prevalecientes no significa decir que mantienen una constante relación mutua. El énfasis cultural otorgado a ciertos fines varia independientemente del grado de énfasis otorgado a los medios institucionalizados. Puede darse una importancia muy grande, y a veces virtualmente exclusiva, el valor de fines particulares, con una preocupación comparativamente pequeña por los medios institucionalmente prescriptos de lograr tales fines. El caso límite de este tipo se alcanza cuando la serie de procedimientos alternativos es gobernada sólo por normas técnicas y no por normas institucionales. En este caso polar hipotético, cualquiera y todos los procedimientos que prometan el logro del fin muy importante serán permitidos. Este ejemplo constituye un tipo de cultura mal integrada. Un segundo tipo polar puede verse en grupos en donde las actividades concebidas originariamente como instrumentales se transforman en prácticas cerradas en si mismas y carentes de objetivos adicionales. Los propósitos originales se olvidan y la estrecha adhesión a la conducta institucionalmente prescripta se convierte en cuestión ritual4. La absoluta conformidad se transforma en un valor central. Durante un tiempo está asegurada la estabilidad social, a costa de la flexibilidad. Puesto que el alcance de los comportamientos alternativos permitidos por la cultura se halla severamente limitado, es muy escasa la base para adaptarse a nuevas condiciones. Así se desarrolla una sociedad de límites tradicionales, "sagrada", caracterizada por la neofobia. Entre ambos tipos extremos existen sociedades que mantienen un equilibrio aproximado entre el énfasis en los fines culturales y las prácticas institucionalizadas; ellas son las sociedades integradas y relativamente estables, aunque cambiantes. Entre esas dos fases de la estructura social se mantiene un equilibrio efectivo mientras existen satisfacciones para los individuos que se conforman a ambas coacciones culturales, es decir, satisfacciones por el logro de fines y satisfacciones que emergen directamente de los modos canalizados de actuar para alcanzarlos. Se reconoce en términos del producto y en términos del proceso, en términos del resultado y de las actividades. Si el orden mismo ha de mantenerse, deben obtenerse satisfacciones continuas tanto de una participación completa en un orden competitivo como del eclipse de los competidores. Si el interés se desvía exclusivamente hacia el resultado de la competencia, aquellos que sufren derrotas en forma permanente pueden luchar —cosa muy comprensible— por un cambio 4 Este ritualismo puede ser asociado con una mitología que racionaliza seas prácticas de modo tal que., parecen retener Su situación como medios, pero la presión dominante es la que lleva hacia una conformidad ritualista estricta que no tiene en cuenta la mitología. El ritualismo es así más completo cuando ni si-quiera se ponen de manifiesto tales racionalizaciones. 4 en las reglas del juego. Los sacrificios ocasionales —no invariables, como supuso Freud — exigidos por la conformidad a las normas institucionales, deben ser compensados por recompensas socializadas. La distribución de status mediante la competencia debe estar organizada de tal manera que provean, para cada posición dentro del orden distributivo, incentivos positivos de adhesión a las obligaciones del status. En caso contrario, como pronto se demostrará, surge el comportamiento anormal. Mi hipótesis central, es, por cierto, que la conducta anormal debe considerarse sociológicamente como un síntoma de disociación entre las aspira- ciones culturalmente prescriptas y las vías socialmente estructuradas para lograr esas aspiraciones. Con respecto a las sociedades que resultan de variaciones independientes de los fines culturales y los medios institucionalizados, nos ocuparemos ante todo del primer tipo: una sociedad en la que se otorga un énfasis excepcionalmente fuerte a los fines específicos, sin un énfasis correspondiente en los procedimientos institucionales. Este enunciado debe elaborarse, si se ha de evitar que se lo interprete erróneamente. Ninguna sociedad carece de normas para gobernar la conducta. Pero las sociedades difieren en el grado en que los controles de los “folkways", "mores" e instituciones se hallan efectivamente integrados con los fines altamente colocados en la jerarquía de los valores culturales. La cultura puede ser tal que conduzca a los individuos a centrar sus convicciones emocionales en el complejo de fines culturalmente proclamados, con mucho menos apoyo emocional para los métodos prescriptos de lograr aquellos fines. Con este énfasis diferencial en los fines y procedimientos institucionales, los últimos pueden estar tan viciados por el acento puesto en los fines como para limitar la conducta de muchos individuos tan sólo por consideraciones de conveniencia técnica. En este contexto, el único problema significativo es éste: ¿Cuál de los procedimientos disponibles resulta más eficiente para obtener el valor culturalmente aprobado? (5) El procedimiento técnicamente más efectivo, sea culturalmente legítimo o no, se convierte de manera típica en el preferido para la conducta institucionalmente prescripta. A medida que continúa este proceso de debilitamiento, la sociedad se vuelve inestable y se desarrolla lo que Durkheim llamó "anomia" (o ausencia de normas)6. 5 A este respecto se observa la pertinencia de la paráfrasis de Elton Mayo sobre el titulo del bien co- nocido libro de Tawney: "En realidad el problema no es el de la enfermedad de una sociedad adquisitiva; es el de la propensión adquisitiva de una sociedad enferma”. Human Problems of an Industrial Civilization, 153. (Hay traducción castellana: Problemas Humanos de una Civilización Industrial, Galatea —Nueva Visión, Buenos Aires— N.T.). Mayo se ocupa del proceso por medio del cual la riqueza se convierte en el símbolo básico del éxito social y considera que esta situación es consecuencia de un estado de ánimo. Mi interés mayor reside en las consecuencias sociales de un fuerte acento sobre el éxito monetario como un fin, en una sociedad que no ha adaptado su estructura a las implicaciones de tal énfasis. Un análisis completo requeriría el examen simultáneo de ambos procesos. 6 La resurrección por obra de Durkheim del termino "anomia" que, hasta donde llega mi conocimiento, apareció por primera vez a fines del siglo XVI con aproximadamente el mismo sentido, podría convertirse muy bien en objeto de investigación por parte de algún estudioso interesado en la filiación histórica de las ideas. Al igual que el término "clima de opinión", llevado a la popularidad académica y política por A N Whltehead tres siglos después de que fuera acuñado por Joseph Glanvill, la palabra "anomia" ha alcanzado un uso frecuente, una vez reintroducida por Durkheim. Por qué su resonancia en la sociedad contemporánea? Si te quiere encontrar un modelo magnifico del tipo de investigación requerida por problemas de esta clase véase Leo Spitzer. "Milieu y ambience: un ensayo de semántica histórica", Philosophy and Phenomenolog ica l Research,1942. 3 . 1 .42. 169.218 5 La obra de este proceso que ocurre en la anomia puede observarse fácilmente en una serie de episodios familiares e instructivos, aunque quizá triviales. Así, en los deportes competitivos, cuando el objetivo de la victoria es despojado de sus arreos institucionales y el éxito se convierte en "ganar el juego" en lugar de "ganar bajo las reglas del juego", implícitamente se otorga un galardón al uso de medios ilegítimos pero técnicamente eficientes. La estrella del equipo de fútbol contrario es subrepticiamente golpeada; el luchador incapacita a su oponente por medio de técnicas ingeniosas pero ilícitas; los graduados de la universidad subvencionan de manera encubierta a "estudiantes" cuyos talentos están limitados al campo de deportes. El énfasis puesto en el fin ha atenuado de tal manera la satisfacción derivada de una participación completa en la actividad competitiva, que sólo un resultado exitoso provee satisfacción. Mediante el mismo proceso, la tensión producida por el deseo de ganar en una partida de póker es aliviada cuando uno logra darse cuatro ases o, si el culto del éxito ha florecido realmente, cuando se barajan con astucia las cartas de un solitario. La tenue punzada de inquietud en el último ejemplo, y la naturaleza subrepticia de los delitos públicos indican claramente que las reglas institucionales del juego son conocidas por aquellos que las evaden. Pero la exageración cultural (o idiosincrásica) del fin-éxito conduce a los hombres a privar a las normas de su apoyo emocional7. Este proceso no se limita, por supuesto, al reino del deporte competitivo, que no ha hecho sino proporcionarnos imágenes microcósmicas del macrocosmo social. El proceso por el cual la exaltación del fin produce una desmoralización literal, es decir, una desinstitucionalización de los medios, ocurre en muchos 8 grupos en los que no se hallan bien integrados los dos componentes de la estructura social. La cultura norteamericana contemporánea se aproxima al tipo polar en el que se otorga un gran énfasis a ciertos fines —éxito—, sin un énfasis equivalente en los medios institucionales. Por supuesto, seria caprichoso decir que la riqueza acumulada constituye sólo un símbolo de éxito, del mismo modo que resultaría caprichoso negar que los norteamericanos le asignan un lugar muy elevado en su escala de valores. En muy amplia medida, el dinero ha sido consagrado como un valor en sí mismo, además de su desembolso para comprar artículos de consumo o su uso para el acrecentamiento del poder. El "dinero" está particularmente bien adaptado para convertirse en símbolos de prestigio. Como lo señaló Simmel, el dinero es altamente abstracto e impersonal. De cualquier modo que se lo haya adquirido —en forma fraudulenta o institucional— puede ser utilizado para comprar las mismas mercancías y servicios. El anonimato de una sociedad urbana, en conjunción con tales peculiaridades del dinero, permite qué la riqueza, cuyas fuentes pueden ser desconocidas para la comunidad en la que vive el plutócrata o — 7 Parece improbable que las normas culturales, una vez internalizadas, sean totalmente eliminadas. Cualquier residuo que persista produciré tensiones y conflictos de la personalidad, con algún grado de ambivalencia. Un rechazo manifiesto de las normas institucionales una vez incorporadas estará acompañado de una retención latente de sus correlatos emocionales. Sentimientos de culpa, sensación de pecado, conciencia torturada, son diversos términos que se refieren a esta tensión no aliviada. La adhesión simbólica a los valores nominalmente repudiados o las racionalizaciones de su rechazo constituyen una expresión más sutil de tales tensiones. 8 "Muchos" (no todos) grupos no integrados, por la razón antes mencionada. En los grupos en que el énfasis primario se dirige a los medios institucionales, el resultado es normalmente un tipo de ritualismo, más bien que de anomia. 6 en el caso de ser conocidas— purificadas con el correr del tiempo, constituye un símbolo de status elevado. Por otra parte, en el Sueño Norteamericano no existe punto final de detención. La medida del "éxito monetario" es convenientemente indefinida y relativa. En cada nivel de ingresos, según encontró H. F. Clark, los norteamericanos desean apenas el veinticinco por ciento más (pero, por supuesto, este "poquito más" continúa actuando una vez que ha sido alcanzado). En este flujo de standars cambiantes, no existe un punto de reposo estable o, mejor aún, es el punto el que siempre se las arregla para encontrarse "apenas más adelante". Un observador de una comunidad en que los salarios anuales de seis cifras no son poco usuales, refiere las angustiadas palabras de una víctima del Sueño Norteamericano: "en esta ciudad, soy socialmente despreciado porque no gano más que mil por semana. Es muy doloroso". 9. Decir que el objetivo del éxito monetario está atrincherado en la cultura norteamericana sólo significa decir que los norteamericanos se hallan bombardeados por todos lados con preceptos que afirman el derecho o, a menudo, el deber de mantener el objetivo aun frente a frustraciones repetidas. Los representantes prestigiosos de la sociedad refuerzan el énfasis cultural. La familia, la escuela y el lugar de trabajo —los principales agentes que modelan la estructura de la personalidad y la formación de objetivos de los norteamericanos— se unen a fin de proveer la intensiva disciplina exigida para que un individuo mantenga intacto un objetivo que permanece esquivamente fuera de su alcance, para que se vea estimulado por la promesa de una satisfacción que no es cumplida. Como veremos ahora, los padres sirven de correa de trasmisión para los valores y fines de los grupos de que forman parte sobre todo, de su clase social o de la clase con la cual se identifican. Y las escuelas, por supuesto, constituyen la agencia oficial para la transmisión de los valores prevalecientes: una gran proporción de los textos utilizados en las escuelas de las ciudades implican o establecen explícitamente que “la educación conduce a la inteligencia y en consecuencia a los empleos y al éxito monetario”10. En este proceso de disciplinar a la gente para que mantenga sus aspiraciones no cumplidas resultan fundamentales los prototipos culturales del éxito, los documentos vivientes que atestiguan que el Sueño Norteamericano puede hacerse realidad con sólo poseer la habilidad requerida. Consideremos al respecto los siguientes estratos del diario comercial Nation`s Business, seleccionados de una gran cantidad de materiales comparables encontrados en comunicaciones de masa que ensalzan los valores de una cultura de tipo comercial. 9 Loo C. Rosten, Hollywood (Nueva York 1940), 40. 10 Malcom S. Mac Lean, Scholars, Workers and Gentlemen (Harvard University Press. 1938) 29. 7 El documento Nation`s Business. Vol. 27, Nº 8, p. 7 “Tienes que haber nacido para esos trabajos muchachos, o sino, contar con una buena cuña”. Ese es un viejo calmante para la ambición. Antes de atender a su seducción, pregunta a los hombres. Elmer R. Jones, presidente de Weils – Farge and Co., que comenzó su vida como un pobre niño y dejó la escuela en el quinto grado para ocupar su primer empleo. Sus implicaciones sociológicas. Aquí hay una opinión herética, provocado posiblemente por una continúa frustraciones, que rechaza la validez de mantener un objetivo aparentemente irrealizable y, además, cuestiona la legitimidad de una estructura social que provee accesos diferenciales a ese objetivo. El contraataque, que afirma explícitamente el valor cultural de mantener intactas las propias aspiraciones, de no perder la “ambición”. Un juicio claro de la función que cumple la lista siguientede “éxito”. Estos hombres son testimonios vivientes de que la estructura social permite que tales aspiraciones sean logradas, si uno es merecedor. Y correlativamente, el fracaso en conseguir esos objetivos atestigua sólo los defectos personales. La agresión provocada por el fracaso debe por consiguiente ser dirigida hacia adentro y no hacia fuera, contra uno mismo y no contra una estructura social que proporciona un acceso libre e igual a las oportunidades. Prototipo del éxito I: todos pueden tener las mismas elevadas ambiciones, ya que, por muy bajo que sea el punto de partida, el verdadero talento puede alcanzar las alturas. Las aspiraciones deben permanecer intactas. 8 Franck C Ball, el rey de los vasos para fruta de los EE. UU., que viajó de Buffalo a Muncie, Indiana, en un furgón junto con el caballo de su hermano Jorge, para iniciar una pequeña empresa en Muncie que se convirtió en la mayor de su tipo. J. L. Bevan, presidente de la Illinois Central Railroad, que a los doce años era mensajero en la oficina de cargas de Nueva Orleáns. Prototipo de éxito II: Cualesquiera sean los resultados presentes de los propios esfuerzos, el futuro está henchido de promesas, ya que el hombre común puede convertirse en rey. Las satisfacciones pueden parecer eternamente postergadas, pero finalmente se realizarán cuando la propia empresa se convierta en “la mayor de su tipo”. Prototipo de éxito III: Si las tendencias seculares de nuestra economía parecen otorgar poco campo a los negocios pequeños, entonces uno puede elevarse dentro de las burocracias gigantes de la empresa privada. Si ya no se puede ser rey en un reino de su propia creación, es posible llegar a ser presidente en una de las democracias económicas. No importa cual sea la situación presente: mensajero o empleado de oficina, la mirada debe clavarse en lo alto. De diversas fuentes brota una presión continua para que se mantenga la ambición. La literatura exhortativa es inmensa y no se puede elegir sin correr el riesgo de realizar injustas discriminaciones. Consideremos sólo estas obras: el Reverendo Russell H. Conwell, con su mensaje Acres de Diamantes, escuchado y leído por cientos de miles y su libro subsiguiente, El Nuevo Día o Nuevas Oportunidades: Un Libro para los Jóvenes; Elbert Hubbard, que dirigió a todo el país, en el foro de Chautauqua, su famoso Mensaje a García, Orison Swett que, en un torrente de libros, primero expuso El Secreto de la realización, elogiado por presidentes de Colegios, luego explicó el proceso de Empujar hacia Adelante, alabado por el presidente McKinley y finalmente, a pesar de tales testimonios democráticos, planeó el camino para lograr hacer de Cada hombre un Rey. El simbolismo del plebeyo que se eleva a la condición de la realeza económica se halla profundamente entretejido en la contextura del patrón cultural norteamericano y probablemente encuentra su expresión acabada en las palabras de alguien que sabia de qué estaba hablando, Andrew Carnegie: "Sea un rey en sus sueños. Dígase a si mismo: "mi lugar está en la cumbre" 11. Junto con este énfasis positivo en la obligación de mantener objetivos elevados aparece un énfasis correlativo en las penalidades para aquellos que bajan el nivel de sus ambiciones. Los norteamericanos son amonestados para que no "abandonen", ya que en el diccionario de la cultura norteamericana como en el léxico de la juventud, "no existe la palabra fracaso". El manifiesto cultural es claro: no hay que renunciar, no hay que cesar en la lucha, no hay que disminuir las metas, puesto que "el crimen no está en el f racaso, s ino en apuntar ba jo" . 11 Cf. A.W. Griswold, The American Cult of Success (disertación doctoral en la Universidad de Yale, 1933); R.O. Carlson, "Personality Schools “: A Sociological Analysis (Colombia University, 1948) 9 La cultura impone así la aceptación de tres axiomas culturales: 1º) todos deben luchar por los mismos altos objetivos ya que ellos están abiertos a todos; 2°) el aparente fracaso actual no es sino una estación intermedia para el éxito final; 3°) el fracaso genuino consiste sólo en la disminución o el abandono de la ambición. Utilizando una paráfrasis psicológica aproximada, tales axiomas representan: 1º) un refuerzo simbólico secundario del incentivo; 2º) poner freno a la amenaza de extinción de una respuesta por medio de un estimulo asociado; 3º) aumentar la fuerza de la motivación para evocar respuestas continuas a pesar de la continuada ausencia de recompensa. En términos de una paráfrasis sociológica, los mismos axiomas representan: 1º) la desviación de la critica a la estructura social hacia uno mismo, entre aquellos situados de tal modo en la sociedad que no tienen acceso completo e igual a las oportunidades; 2º) la preservación de una estructura de poder social, haciendo que los individuos de los estratos sociales más bajos se identifiquen a sí mismos, no con sus iguales sino con aquellos ubicados en la cumbre (con los que al final se reunirán); y 3º) proporcionar presiones para el conformismo a los dictados culturales de ambición no disminuida, mediante la amenaza de una pertenencia menor a la so- ciedad dirigida a aquellos que no logran conformidad. En estos términos y a través de estos procedimientos la cultura nor- teamericana contemporánea continúa caracterizándose por un fuerte énfasis en la riqueza como símbolo básico de éxito, sin un énfasis correspondiente en los caminos legítimos por los cuales deben efectuarse la marcha hacia aquel objetivo. ¿Cómo responden los individuos que viven en este contexto cultural? ¿Y qué impacto tienen nuestras observaciones sobre la doctrina de que la conducta desviada se deriva típicamente de los impulsos, biológicos que tropiezan con las restricciones impuestas por la cultura? ¿Cuáles son, en resumen, las consecuencias que para la conducta de las personas diversamente situadas en una estructura social tiene una cultura en la cual el énfasis en los fines —éxito dominante se ha separado cada vez más de un énfasis equivalente en los procedimientos institucionales para lograr tales fines? TIPOS DE ADAPTACIÓN INDIVIDUAL Apartándonos de tales patrones culturales, examinaremos ahora los tipos de adaptación de individuos dentro de la sociedad portadora de la cultura. Aunque nuestro foco sigue siendo la génesis cultural y social de los diversos niveles y tipos de conducta desviada, nuestra perspectiva, se traslada del plano de los patrones de valores culturales al plano de los tipos de adaptación a esos valores, entre las personas que ocupan diferentes posiciones en la estructura social. Consideramos aquí cinco tipos de adaptación, tal como se exponen esquemáticamente en el cuadro siguiente, en el que (+) significa "aceptación", (-) significa "rechazo" y (+) significa "rechazo de los valores prevalecientes y sustitución por nuevos valores". 10 Una tipología de los modos de adaptación Individual 12 Modos de adaptación Fines Culturales Medios institucionalizados I. Conformidad + + II. Innovación + - III. Ritualismo - + IV. Retraimiento - - V. Rebelión 13 + + El examen de la forma en que actúa la estructura social para ejercer presión sobre los individuos, a fin de que se adopten uno u otro de tales modos alternativos de conducta, debe ser precedido por l a observación de que las personas pueden pasar de una a otra alternativa a medida que se introducen en diferentes esferas de actividad social. Las categorías señaladas se refieren a la conducta de rol en tipos específicos de situaciones, y no a la personalidad. Constituyen tipos de respuesta más o menos duradera, y no tipos de organización de la personalidad. Considerar esos tipos de adaptación en varias esferas de la conducta introduciría una ingobernable complejidad dentrode los limites de este capitulo. Por tal razón, nos ocuparemos principalmente de la actividad económica en el sentido amplio de "la producción, intercambio, distribución y consumo de bienes y servicios", en nuestra sociedad otitiva, donde la riqueza ha adquirido un tono altamente simbólico. I. CONFORMIDAD En tanto una sociedad se establece, la adaptación de tipo I —conformidad tanto con los fines culturales como con los medios institucionalizados— es la más común y ampliamente difundida. Si esto no fuera así, la estabilidad y continuidad de la sociedad no podría mantenerse. La red de expectativas que constituye todo orden social está sustentada por la conducta modal de sus miembros que representa conformidad con las pautas culturales establecidas, aunque quizá secularmente cambiantes. De hecho, sólo por que el comportamiento se halla 12 No faltan tipologías de los modos alternativos de respuestas a las condiciones frustradas. Freud proporciona una en su Civilization and Its Discontents (p. 30 ss.): se pueden encontrar tipologías derivadas que a menudo difieren en detalles básicos, en Karen Herney. Neurotic Personality of Our Time (N.Y. 1937) (hay traducción castellana). La personalidad neurótica de Nuestro T iempo. Buenos Aires (1946, Paidos N.T ): S Rosenzweig. "La medición experimental de los tipos de reacción a la frustración" en H.A. Murray y otros, Explorations in Personality (Nueva York 1938). 585-99; y en la obra de John Dollard, Harold Lasswell. Abram Kardiner, Erich Fromm. Pero particularmente en la tipología estrictamente freudiana, la perspectiva corresponde a los tipos de respuestas individuales, dejando bastante de lado el lugar del individuo dentro de la estructura social. Horney, por ejemplo, a pesar de su hondo interés en la "cultura", no explora las diferencias en el impacto que esta cultura produce en el campesino, en el obrero y en et hombre de negocios, en los individuos pertenecientes a las clases baja, media y alta, en los miembros de diversos grupos étnicos y raciales. etc. Como resultado, el papel de las "inconsistencias de la cultura" no es ubicado en su impacto diferencial sobre los grupos diversamente situados. La cultura se convierte en una especie de manto que cubre por igual a todos los miembros de la sociedad, dejando de lado las diferencias idiosincrásicas de sus historias personales. Un supuesto fundamental de nuestra tipología es el de que las respuestas ocurran con diferente frecuencia dentro de los diversos subgrupos de nuestra sociedad, precisamente porque los miembros de esos grupos o estratos están sometidos en forma diferencial al estimulo cultural y a las restricciones sociales. Esta orientación sociológica se encontrará en los escritos de Dollard y, de manera menos sistemática, en la obra de Fromm, Kardiner y Lasswell. Sobre este punto en gral. ver la nota 3. 13 Esta quinta alternativa se encuentra en un plano claramente diferente del de las otras. Representa una respuesta de transición que persigue la institucionalización de nuevos fines y nuevos procedimientos, destinados a ser compartidos por los demás miembros de la sociedad. Se refiere así a los esfuerzos para cambiar la estructura cultural y social existente, más que para ajustar tos esfuerzos dent ro de esta estructura. 11 típicamente orientado hacia los valores básicos de la sociedad podemos considerar que un agregado humano constituye una sociedad. A menos que haya un conjunto de valores compartidos por individuos interactuantes, existen relaciones sociales —si así puede llamarse a las interacciones desordenadas— pero no sociedad. Es así como, a mitad del siglo, podemos referirnos a una sociedad de Naciones sobre todo como una manera de hablar o como un objetivo imaginado, pero no como una realidad sociológica. Puesto que nuestro interés fundamental se dirige a las fuentes de la conducta desviada, y puesto que hemos examinado brevemente los mecanismos que convierten a la conformidad en la respuesta modal de la sociedad norteamericana, poco es lo que se puede agregar en este punto con respecto a este tipo de adaptación. I I . I N N O V A C I Ó N El gran énfasis cultural en el fin-éxito estimula este tipo de adaptación, mediante el uso de medios institucionalmente proscriptos pero a menudo efectivos para alcanzar por lo menos el simulacro del éxito: riqueza y poder. Esta respuesta aparece cuando el individuo ha asimilado el énfasis cultural en el objetivo sin alternalizar igualmente las normas institucionales que rigen las vías y los medios para su logro Desde el punto de vista de la psicología, se puede esperar que una gran inversión emocional en un objetivo puede producir una disposición a aceptar riesgos, y esta actitud puede ser adoptada por personas pertenecientes a todos los estratos sociales. Desde el punto de vista de la sociología, surge el problema de saber que aspectos de nuestra estructura social predisponen a este tipo de adaptación, y producen en consecuencia frecuencias de conducta desviada mayores en un estrato social que en otro. En los niveles económicos más altos, la presión hacia la innovación borra con frecuencia la distinción entre los esfuerzos formales aceptador por las costumbres y las prácticas astutas situadas más allá de las costumbres. Como observó Veblen: "No resulta fácil en cualquier caso dado —y por cierto a veces es imposible hasta que hayan hablado los tribunales— determinar si se trata de un caso de laudable arte de vender o de un delito penitenciario". La historia de las grandes fortunas norteamericanas está entretejida con esfuerzos para lograr dudosas innovaciones institucionales, como lo atestiguan numerosos tributos a los "señores del Robo” (Robber Barons). La contenida admiración que a menudo se expresa en forma privada, y no pocas veces públicamente, hacia aquellos hombres "astutos, l istos y afortunados" es el producto de una estructura cultural en la que el objetivo sacrosanto consagra virtualmente los medios. Sin pretender que Charles Dickens haya sido un observador absolutamente exacto de la escena norteamericana y con plena conciencia de que era cualquier cosa menos imparcial, citamos sus agudas observaciones acerca de "el amor (norteamericano) por el proceder "listo”, que da brillo a muchas estafas y a crasos abusos de confianza; a muchos desfalcos, públicos y privados; y permite a muchos bribones sostener su cabeza erguida con lo mejor, cuando merecerían bien una cuerda de ahorcar... Los méritos de una especulación irregular, o de una bancarrota o de un pícaro triunfante no se miden por su observación de la regla dorada: "Haz como te harían a ti", sino que se consideran, por referencia a su astucia... Cien veces he mantenido el si- 12 guiente diálogo: 'No es un hecho muy desdichado que un hombre como Fulano adquiera tantos bienes por los medios más infames y odiosos, y a pesar de todos los crímenes de que ha sido culpable sea tolerado y estimulado por sus conciudadanos? Es un estorbo público; no es cierto?' 'Si señor'. ',Un mentiroso convicto?'. 'Sí, señor'. '¿Ha recibido puntapiés, bofetones y palos?". 'SI, señor'. '¿Y es absolutamente indecoroso, vil y relajado?'. 'Sí, señor'. 'Entonces, en nombre del cielo, cuál es su mérito?'. 'Bueno, señor, es un hombre listo." En esta caricatura de los valores culturales en conflicto, Dickens no fue, por supuesto, más que uno de los muchos ingenios que demostraron sin piedad las consecuencias del énfasis exagerado en el éxito financiero. Los humoristas nativos continuaron por ese camino cuando los extranjeros lo abandonaron. Artemus Ward satirizó las trivialidades de la vida norteamericana hasta que llegaron a parecer extrañamente incongruentes. Los "filósofos crackerbox"(∗) Bill Arp y Petroleum Volcano (luego Vesuvius) Nasby pusieron su talento al servicio de la iconoclasia, destruyendo con no disimulado placer las imágenesde las figuras públicas. Josh Billings y su álter ego el tío Esek, puso al desnudo lo que muchos no podían reconocer libremente, al observar que la satisfacción es relativa, ya que "mucha de la felicidad de este mundo consiste en poseer lo que los demás no pueden lograr". Todos se dedicaron a exhibir las funciones sociales del chiste tendencioso, tal como éste seria luego analizado por Freud en su monografía sobre " El chiste y su relación con el inconsciente", utilizándolo como "un arma de ataque contra lo que es grande, dignificado y poderoso, (contra) aquello que es protegido por impedimentos internos o por circunstancias externas del menosprecio directo..." Pero quizá sea más adecuado recordar aquí el despliegue de ingenio realizado por Ambrose Bierce en forma tal que hizo evidente el hecho de que el ingenio no se ha desligado de sus orígenes etimológicos y todavía significa el poder mediante el cual se conoce, se aprende y se piensa. En su característicamente irónico y profundo ensayo sobre "el crimen y sus correctivos", Bierce comienza con la observación de que "Los sociólogos han discutido mucho la teoría de que el impulso a cometer crímenes es una enfermedad, y los votos afirmativos señalan que la enfermedad existe". Después de este preludio, describe las formas en que el bribón triunfante logra la legitimación social, y procede a disecar las discrepancias entre los valores culturales y las relaciones sociales. "El buen norteamericano se muestra, por lo general, muy inflexible frente a la picardía, pero compensa su austeridad con una amable tolerancia respecto a los pícaros. Su única exigencia consiste en que él debe conocerlos personalmente. Todos "denunciamos" ruidosamente a los estafadores si no tenemos el honor de conocerlos. Si tenemos ese honor, bueno ... el asunto es diferente —a menos que estén rodeados por el olor real de los barrios bajos o de la prisión. Podemos saber que son culpables, pero nos encontramos con ellos, estrechamos su mano, tomanos unas copas en su compañía y, si son ricos o tienen algún otro tipo de grandeza, los invitamos a nuestras casas y consideramos un honor frecuentar las de ellos. No "aprobamos sus métodos"— que ello quedé claro; y con eso los castigamos de modo suficiente. La noción de que a un pillo le importa un pito lo que de sus procedimientos piense una persona cortés y amable con él parece haber sido ∗ de cracker: cierto tipo de galletitas y box. cala. cajón Se dice de los oradores que hablan de diversosa temas en las plazas o en ciertas tiendas. colocados sobre algún cajon o banquillo (N T ). 13 inventado por un humorista. Quizá hubiera logrado un gran éxito en el es- cenario de vaudeville de Marte. (Y continúa): "Si se negara reconocimiento social a los bribones, serian muchos menos. Algunos se limitarían a cubrir con mayor diligenciasus huellas a lo largo de los descarriados senderos de la iniquidad, pero otros violentarían sus conciencias hasta el punto de renunciar a las desventajas de la bellaquería en favor de las de una vida honesta. Nada teme tanto una persona indigna como el rechazo de una mano honesta y el lento, inevitable golpe de una mirada que lo ignora. "Tenernos bribones ricos porque tenemos personas "respetables" que no se avergüenzan de tomarlos de la mano, de ser vistas con ellos, de decir que los conocen. Para éstas resulta una traición censurarlos; lamentarse cuando ellos los roban significa declarar contra los propios cómplices. "Podemos sonreír a un pillo (la mayoría de nosotros lo hacemos varias veces por día) si no sabemos que es un pillo, y si él no ha dicho que lo es; pero si sabemos que es un pillo, o si él lo ha admitido, sonreírle significa ser hipócrita —sea un simple hipócrita o un hipócrita adulador, según la situación que ocupe en la vida el pillo al que sonreímos. Son más los hipócritas simples que los aduladores, porque hay más pillos sin importancia que pillos ricos y distinguidos, aunque cada uno de aquellos obtiene menos sonrisas. Los norteamericanos serán expoliados mientras el carácter norteamericano sea coma es; mientras sea tolerante con los bribones triunfadores; mientras la ingenuidad norteamericana establezca una distinción imaginaria entre el carácter público y el carácter privado de un hombre —entre su carácter comercial y su carácter personal. En resumen, los norteamericanos serán expoliados mientras merezcan ser expoliados. Ninguna ley humana puede impedir esto, ninguna debe hacerlo, porque ello anularla una ley superior y más salutífera: "Aquello que siembres, eso cosecharás.14. Puesto que vivió en la época en que florecieron los señores del robo, Bierce no pudo dejar de observar lo que más tarde se conoció como el "crimen de cuello duro". Sin embargo, tenía conciencia de que no todas esas grandes y dramáticas desviaciones de las normas institucionales en los estratos económicos superiores son conocidas y que posiblemente son menos las desviaciones entre las clases medias inferiores que salen a la luz. Sutherland ha documentado repetidamente la prevalencia de la "criminalidad de cuello duro" entre los hombres de negocios. Señala, además, que muchos de tales crímenes no son perseguidos porque no se los 14 Las observaciones de Dickens pertenecen a sus American Notes (por ejemplo, en la edición publicada en Boston Books, Inc., 1940), 218. Un análisis sociológico que seria la contraparte formal, aunque inevitablemente menor, del análisis psicológico freudiano de las funciones del chiste tendencioso y de los humoristas tendenciosos, se encuentra en considerable retraso. La disertación doctoral de Jeannete Tandy, aunque no tiene carácter sociológico, proporciona un punto de partida: Crackerbox Philosophers: American Humor and Satire (Nueva York; Columby University Press, 1925). En el capitulo V de Intellectual America: (Nueva York, Macmillan, 1941), titulado muy adecuadamente "La intelligentsia", Oscar Cargill hace algunas breves observaciones acerca del papel de tos maestros del humorismo norteamericano del siglo XIX, pero ellas sólo ocupan un pequeño lugar en este extenso libro sobre "la marcha de las ideas norteamericanas". El ensayo de Bierce, del cual he tomado tan larga cita, se encuentra en The Collected Works of Ambrose Bierce, (Nueva York y Washington: The Noale Publishing Company, 1912) volumen XI, 187-198. Debe diferir con el juicio áspero e injustificado de Cargill con respecto a Bierce. Parece ser menos un juicio que la expresión de un prejuicio que, utilizando el significado que "prejuicio" tenia para el propio Bierce, no es sino "una opinión errante, sin medios visibles de apoyo" 14 detecta o, si ello ocurre, en razón de “la posición del hombre de negocios, la tendencia a evadir el castigo y la relativamente poco organizada indignación del público contra los criminales de cuello duro”'.15. Un estudio de unos 1.700 individuos en su mayoría de clase media, demostró que los "crímenes no publicados" eran comunes entre miembros absolutamente "respetables" de la sociedad. El 99% de los interrogados confesó haber cometido uno o más de 49 delitos previstos por la ley penal del Estado de Nueva York, siendo cada uno de los tales delitos lo suficientemente serio como para provocar una sentencia máxima de no menos de un año. El promedio de delitos en los años adultos —excluyendo todos los delitos cometidos antes de los 16 años— resultó de 18 para los hombres y 11 para las mujeres. Un 64% de los hombres y un 29% de las mujeres reconocieron su culpabilidad en una o más demandas criminales que bajo las leyes de Nueva York constituyen causa de privación de todos los derechos de ciudadanía. Una clave de tales hallazgos nos la ofrece un ministro al referirse a declaraciones falsas que formulara acerca de una mercadería que había vendido: "Primero probé con la verdad, pero nosiempre da resultado". Sobre la base de lo expuesto, los autores concluyen modestamente que "el número de actos que legalmente constituyen crímenes se halla muy en exceso con respecto a los oficialmente divulgados. La conducta ilegal, lejos de constituir una manifestación social o psicológica anormal, es en verdad un fenómeno muy común" 16. Pero, cualesquiera sean las tasas diferenciales de la conducta desviada en los diversos estratos sociales —y de muchas fuentes sabemos que las estadísticas criminales oficiales, que muestran de manera uniforme tasas más altas en las clases bajas, están lejos de ser completas o dignas de fe— nuestro análisis demuestra que las presiones mayores para la desviación son ejercidas sobre las clases bajas. Casos muy ilustrativos nos permiten descubrir los mecanismos sociológicos implicados en la producción de tales presiones. Numerosas investigaciones han demostrado que las áreas especializadas del vicio y del crimen constituyen una respuesta "normal" a una situación en que .se ha absorbido el énfasis cultural en el éxito pecuniario, pero en que existe poco acceso a los medios convencionales y legítimos para lograr tal éxito. Las oportunidades ocupacionales para los integrantes de esas áreas están limitadas en gran medida al trabajo manual y a los empleos inferiores de "cuello duro". Dado el estigma n o r t eamericano aplicado al trabajo manual que se ha descubierto de manera bastante uniforme en todas las clases sociales 17 y la ausencia de oportunidades realistas de avanzar más allá de este nivel, el 15 E H Sutherland, "La criminalidad de cuello duro", op. cit., "Crimen y negocios", Annals,. American Academy or Political and Social Science, 1941, 217, 112-118, "Es crimen de cuello duro?", American Sociological Review 1945, 10, 132-139, Marshall B Clinadr, The Black Market, A Study of White Collar Crim,e Nueva York. Rinehart and Co., 1952), Donald R Cressey. Other People's Money: A Study in the Social Psychology of Enbezzlement Glencoe, The Free Press. 1953). 16 James S Wallerstein y Clement J Wyle "Nuestros observantes de la ley transgresores” Probation, Abril 1947 17 Centro de investigación de la Opinión Nacional, National Opinion on Occupations. Abril 1947. Esta investigación acerca de la clasificación y valoración de noventa ocupaciones por parte de una muestra de toda la nación, ofrece una serie de importantes datos empíricos. Tiene gran significación el descubrimiento de que, a pesar de una leve tendencia de la gente a clasificar sus propias ocupaciones y las que se relacionan con ellas más altas de lo que lo hacen otros grupos, existe acuerdo sustancial en la clasificación de ocupaciones, entre todos los estratos ocupacionales. Se necesitan más investigaciones de este tipo para delinear el mapa de la topografía cultural de las sociedades contemporáneas (Ver el estudio comparativo del prestigio otorgado a las principales ocupaciones en seis países industrializados: Alex Inkeles y Peter H. Rossi, "Comparaciones nacionales del prestigio ocupacional" American Journal of Sociology, 1956, 61, 329-339). 15 resultado es una marcada tendencia hacia la conducta desviada. La situación del trabajo no calificado y los consiguientes bajos salarios, no pueden competir fácilmente, en términos de las normas establecidas de valor, con las promesas de poder y grandes ganancias que ofrecen el vicio, la extorsión y el crimen 18. Estas situaciones ofrecen, para nuestros fines, dos aspectos sobresalientes. Primero, los incentivos para el éxito son provistos por los valores establecidos de la cultura y segundo, los caminos disponibles para dirigirse hacia ese objetivo están ampliamente limitados, por la estructura de clases, a los correspondientes a la conducta desviada. La combinación de! énfasis cultural y de la estructura social es la que produce una presión intensa hacia la desviación. El recurso a los canales legítimos para "obtener dinero" se halla limitado por una estructura de clases que no está completamente abierta, en cada nivel, a los hombres capaces 19. No obstante nuestra persistente ideología de clases abiertas 20, el avance hacia el fin- éxito es relativamente raro y muy difícil para los que están armados de poca educación formal y de pocos recursos económicos. La presión dominante conduce a la atenuación gradual de los esfuerzos legítimos, pero absolutamente inefectivos, al creciente uso de expedientes ilegítimos, pero más o menos efectivos. La cultura plantea exigencias incompatibles a aquéllos colocados en el nivel más bajo de la estructura social. Por un lado, se les pide que orienten su conducta con miras a una gran riqueza —"Cada hombre un rey" dijeron Marden y Carnegle y Long— y por otro, se les niegan las oportunidades de hacerlo mediante procedimientos institucionales. La consecuencia de esta inconsistencia estructural es un alto porcentaje de conducta desviada. El equilibrio entre los fines y medios culturalmente establecidos es sumamente inestable y aparece un progresivo énfasis en la obtención de los fines cargados de prestigio a través de cualquier medio. Dentro de este contexto, Al Capone representa el triunfo de la inteligencia amoral sobre el "fracaso" moralmente prescrito, cuando los caminos de la movilidad verti- cal están cerrados o reducidos en una sociedad que otorga una enorme importancia a la abundancia económica y al ascenso social para todos sus miembros 21. 18 Ver Joseph D Lohman. "El observador participante en estudios de la comunidad", American Sociological Review, 1937, 2. 890.98 y William F. White, Street Corner Society Chicago. 1943 Obsérvense las conclusiones de Whyte: "Para el hombre de Corneville es difícil subir la escala (del éxito) aunque sea en su peldaño más bajo... Es italiano, y los miembros de la clase alta consideran a tos italianos como los menos deseables entre los inmigrantes… la sociedad ofrece atractivas recompensas, en términos de dinero y posesiones materiales, al hombre triunfador" Para la mayoría de la gente de Corneville, tales recompensas sólo pueden alcanzarse internándose en el mundo de la extorsión y de la política" (273 - 274) 19 Numerosos estudios han encontrado que la pirámide educacional actúa para impedir que una gran proporción de jóvenes indiscutiblemente aptos, pero en desventajosa situación económica obtengan educación formal superior. Este hecho acerca de nuestra estructura de clases ha sido observado con atención por Vannevar Bush, por ejemplo, en su informe gubernamental, Science: The Endless . Front ier Vease también WL. Warner, R.J Ravigharst y M B Loeb, 'Who Shall Be Educated , (Nueva York, 1944) 20 El cambiante papel histórico de esta ideología constituye un tema aprovechable de exploración. 21 El papel del negro, a este respecto, plantea casi tantos problemas teóricos como prácticos. Se ha establecido que amplios sectores de la población negra han asimilado los valores de la casta dominante acerca del éxito pecuniario y del avance social, pero que se han "adaptado de modo realista" al "hecho" de que actualmente el ascenso social está casi por entero confinado al movimiento dentro de la casta. Ver Dollard, Caste and Clas In a Southern Loun, 56 ss.; Donald Young, American Minority Peoples, 581: 16 Esto último tiene una importancia fundamental. Implica que si queremos comprender los orígenes sociales de la conducta desviada, deben considerarse, junto con el extremo énfasis en el éxito pecuniario, otros aspectos de la estructura social. Una alta frecuencia de conducta desviada no se genera tan sólo por la falta de oportunidades o por este exagerado énfasis pecuniario. Una estructura de clases comparativamente rígida, un sistema de castas, por ejemplo, puede limitar las oportunidades mucho más allá del punto alcanzado hoy por la sociedad norteamericana. La conducta desviadase desarrolla en gran escala sólo cuando un sistema de valores culturales ensalza, virtualmente por encima de todas las cosas, ciertos fines éxito comunes para el total de la población, mientras que la estructura social restringe de modo riguroso o cierra por completo el acceso a los medios aprobados para alcanzar aquellos fines a una parte considerable de la misma población. Dicho de otro modo, nuestra ideología igualitaria niega implícitamente la existencia de individuos y grupos no competidores en la persecución del éxito pecuniario. Se considera, en cambio, que el mismo cuerpo de símbolos de éxito tiene aplicación para todos. Se considera que los objetivos trascienden las líneas divisorias de las clases y no que son limitados por ellas; sin embargo, la organización social real es tal, que existen diferencias de clase en cuanto a la accesibilidad a los objetivos. En este marco, una virtud cardinal norteamericana, "la ambición", estimula un vicio cardinal norteamericano, "la conducta desviada". Este análisis teórico puede ayudarnos a explicar las diversas correlaciones entre crimen y pobreza 22. La "pobreza" no constituye una variable aislada que actúa exactamente de la misma manera allí donde se la encuentre; no es sino una dentro de un complejo de variables sociales y culturales interindependientes e identificable. La pobreza como tal y la consiguiente limitación de oportunidades no son suficientes para producir un nivel visiblemente alto de conducta criminal. Incluso la notoria "pobreza en medio de la abundancia" no conduce necesariamente a tal resultado. Pero cuando la pobreza y las correlativas desventajas en la competencia por los valores culturales aprobados para todos los miembros de la sociedad se hallan relacionados con un énfasis cultural en el éxito pecuniario coma fin dominante, la consecuencia normal es la aparición de altos niveles de conducta criminal. Así, las estadísticas criminales crudas (y no necesariamente dignas de confianza) sugieren que la pobreza, en el sudeste de Europa, se halla menos estrechamente correlacionada con el crimen que en los Estados Unidos. Las oportunidades económicas de los pobres de esas áreas europeas parecerían ser todavía menos prometedoras que en este país, de manera que ni la pobreza ni su asociación con las oportunidades limitadas son suficientes para dar cuenta de las variables correlacionales. Sin embargo, cuando consideramos la configuración entera —pobreza, oportunidades limitadas y asignación de objetivos culturales— surgen algunas bases para explicar la correlación entre pobreza y crimen más alta en nuestra sociedad Robert A. Warner, New Haven Negroes (New Haven, 1940) 234. Ver también la discusión subsiguiente a este capitulo. 22 Este esquema analítico puede servir para resolver algunas de las aparentes inconsistencias en la relación entre crimen y status económico mencionadas por P.A. Sorokin. Por ejemplo. señala que "no en todas partes ni siempre los pobres ofrecen una proporción mayor de crimen. Muchos pases mas pobres tienen menos crímenes que los países mas ricos... El mejoramiento económico en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, no ha sido seguido por una disminución del crimen", Ver sus Contemporary Sociological Theories (Nueva York. 1928) 560-61. (Hay traducción castellana. Teorías Sociológicas Contemporáneas, Buenos Aires, De Palma 1955 . N.T ). Sin embargo, el punto crucial es que el status económico juega un papel dinámico diferente en diferentes estructuras sociales y culturales, como se establece en el texto. Por consiguiente, no se puede esperar una correlación lineal entre crimen y pobreza. 17 que en otras en que la estructura rígida de clases está acompañada por símbolos diferenciales de éxito según las clases. Las víctimas de esta contradicción entre el énfasis cultural en la ambición pecuniaria y las barreras sociales con que se enfrenta la igualdad de oportunidades, no siempre tienen conciencia de una discrepancia entre el mérito individual y las recompensas sociales. Pero no ven necesariamente cómo ocurre tal cosa. Aquellos que encuentran el origen de la situación en la estructura social, pueden alejarse de esa estructura y convertirse en fáciles candidatos para la Adaptación V (Rebelión). Pero otros, y esta situación parece incluir a la gran mayoría, pueden atribuir sus dificultades a fuentes místicas y menos sociológicas. Tal como lo señaló a este respecto el dis- tinguido helenista y sociólogo a pesar suyo Gilbert Murray: "La mejor tierra fértil para la superstición es una sociedad en que la fortuna de los hombres parece no guardar prácticamente relación alguna con sus méritos y esfuerzos. Una sociedad estable y bien gobernada, tiende en general, a asegurar que el Aprendiz Virtuoso y Diligente triunfará en la vida, mientras que el Aprendiz Malvado y Haragán fracasará. Y en tal sociedad la gente tiende a acentuar las cadenas razonables o visibles de causalidad. Pero en (una sociedad que sufre de anemia)…las virtudes corrientes de diligencia, honestidad y benevolencia parecen ser de poco provecho “23, y en una sociedad de este tipo la gente tiende a acentuar el misticismo: la obra de la Fortuna, la Casualidad, la Suerte. A decir verdad, tanto los eminentemente "triunfadores" como los eminentemente "fracasados" en nuestra sociedad, con frecuencia atribuyen el resultado a la "suerte". Es así como Julius Rosenwald, el próspero hombre de negocios, declaró que el 95% de las grandes fortunas "se debían a la suerte” 24. Y un diario financiero de primera Iínea, en un editorial que explica los beneficios sociales de la gran riqueza individual, considera necesario complementar el discernimiento con la suerte, como los dos factores que explican las grandes fortunas: "Cuando por medio de adecuadas inversiones —y en muchos casos, por supuesto ayudado por la buena suerte— un hombre acumula unos pocos millones, ello no significa que nos quite algo a nosotros” 25. De manera muy parecida el obrero suele explicar el status económico en términos de casualidad. "El obrero ve a su alrededor a hombres experimentados y calificados, sin ocupación. Si él tiene trabajo, se considera favorecido por la suerte. Si está desocupado es víctima de la mala suerte. Ve poca relación entre el mérito y las consecuencias "26. 23 Gilbert Murray, Five Stages of Gleek Religion (Nueva York, 1925) 164-5. El capitulo del Profesor Murray acerca de "El Quebranto del Nervio", del cual he extraído esta cita, puede colocarse con seguridad entre los análisis sociológicos más cultos y agudos de nuestra época. 24 Ver la cita de una entrevista mencionada en Gustavo Meyer, History of the Great American Fortunes (Nueva York, 1937) 708. 25 Nation: Business, Vol. 27, N° 9 pp. 8-9. 26 E.W. Bakke, The Unemployed Man (Nueva York, 1934), p. 24. Bakke alude a las fuentes estructurales que producen una creencia en la suerte entre los obreros. "Hay algo de desesperanza en la situación cuando un hombre sabe que la mayor parte de su buena o mala fortuna está fuera de su propio control y depende de la suerte" (El subrayado es mío). En la medida en que se ve obligado a adaptarse a decisiones ocasionalmente imprevisibles de la dirección, el obrero está sometido a inseguridades y ansiedades en su trabajo; otra "tierra fértil" para la creencia en el destino, la suerte, el azar. Resultaría instructivo saber si tales creencias disminuyen allí donde las organizaciones obreras reducen la posibilidad de que las oportunidades ocupacionales están fuera de sus propias manos. 18 Pero tales referencias a la intervención de la casualidad y de la suerte sirven a funciones distintivas según sean formuladas por aquellos que han alcanzado o por aquellos que nohan alcanzado lo objetivos culturalmente acentuados. Para el triunfador constituyen, en términos psicológicos, una desarmante expresión de modestia. En efecto, está mucho más lejos de cualquier apariencia de presunción decir, que uno tuvo suerte y no que mereció su buena fortuna. En términos sociológicos la doctrina de la suerte tal como la exponen los triunfadores tiene la función dual de explicar la frecuente discrepancia entre el mérito y la recompensa, mientras se conserva inmune a la crítica una estructura social que permite la frecuencia de tal discrepancia. Puesto que si el éxito es sobre todo cuestión de suerte, si está en la naturaleza ciega de las cosas, "si sopla donde quiere y no se puede decir cuando llega o cuando se va '", entonces se halla fuera de control y se producirá en la misma medida cualquiera sea la estructura social. Para el fracasado, y particularmente para aquellos fracasados que encuentran poca recompensa para sus méritos y su esfuerzo, la doctrina de la suerte cumple la función psicológica de permitirles que se conserven su autoestima frente al fracaso. También puede involucrar la disfunción de refrenar la motivación para un esfuerzo sostenido 27. Sociológicamente, como lo sugiere Bakke 28, la doctrina puede reflejar un fracaso para comprender el funcionamiento del sistema social y económico, y puede ser disfuncional en tanto elimina el elemento racional para trabajar en favor de cambios estructurales destinados a obtener mayores igualdades de oportunidad y recompensa. Esta orientación hacia la suerte y la aceptación de riesgos, acentuada por la tensión de las aspiraciones frustradas, puede ayudar a explicar el marcado interés en el juego —forma de actividad institucionalmente proscripta o a lo sumo permitida, más que preferida o prescripta dentro de ciertos estratos sociales 29. Entre aquellos que no aplican la doctrina de la suerte al abismo que existe entre el mérito, el esfuerzo y la recompensa, puede surgir una actitud individual y cínica con respecto a la estructura social, muy bien ejemplificada en el clisé cultural de que ''lo que importa no es lo que conozcas. sino a quien conoces”. En sociedades como la nuestra. pues, el gran énfasis en el éxito pecuniario para todos, y una estructura social que limita indebidamente el acceso a los medios aprobados para muchos, provoca una tensión conducente a prácticas innovadoras que se apartan de las normas institucionales. Pero esta forma de adaptación presupone que los individuos han sido imperfectamente socializados mientras conservan la aspiración al éxito. Entre aquellos que han internalizado completamente los valores institucionalizados, sin embargo, es mucho más 27 En este extremo, puede invitar a la resignación y la actividad rutinaria (Adaptación III) o a una pasividad fatalistica (Adaptación IV) 28 Bakke. op. cit.. 14. cuando sugiere que el obrero sabe menos acerca de los procesos que lo Ilevan al éxito o al fracaso, que los profesionales o los hombres de negocios. Por consiguiente. hay mas ocasiones en que los acontecimientos parecen tener su incidencia en la buena o mala suerte 29 Cf. R.A Warner, New Haven Negroes y Harold G Gosnell Negro Politicians (Chicago, 1935), 123-5, que comentan ambos, a este respecto, el gran interés en jugar a la lotera entre los negros menos aventajados 19 probable que una situación de este tipo los lleve a una respuesta alternativa en la que el objetivo es abandonado y persiste la conformidad con las costumbres. Este tipo de respuesta requiere un examen más amplio. III. RITUALISMO El tipo ritualistico de adaptación puede ser fácilmente identificable. Implica el abandono o la reducción de los objetivos culturales muy altos, referidos al éxito pecuniario y a la movilidad social rápida, hasta el punto en que pueden ser satisfechas las propias aspiraciones. Pero aunque uno rechace la obligación cultural de intentar "ganar la delantera en el mundo", aunque uno achique sus horizontes, continúa obedeciendo casi compulsivamente a las normas institucionales. Preguntar si esto representa genuinamente una conducta desviada constituye una sutileza terminológica. Puesto que la adaptación constituye, en efecto, una decisión interna y puesto que la conducta pública es institucionalmente permitida, aunque no culturalmente preferida, no se considera por lo general un problema social. Los íntimos de las personas que realizan este tipo de adaptación pueden juzgarlos en términos de énfasis culturales prevalecientes y pueden "lamentarlo por ellos"; pueden, en el caso individual, pensar que el "pobre Pérez es un rutinario". Se la describa o no como conducta desviada, ella representa claramente un apartamiento del modelo cultural en el cual los hombres están obligados a competir activamente, de preferencia mediante procedimientos institucionalizados, a moverse hacia adelante y hacia arriba en la jerarquía social. Cabe esperar que este tipo de adaptación sea muy frecuente en una sociedad que hace depender el status social, en buena medida, de las propias realizaciones. Ya que, como se ha observado con mucha frecuencia 30, esta lucha competitiva incesante produce agudas ansiedades. Un recurso para aliviadas consiste en disminuir el propio nivel de aspiración, en forma permanente. El miedo produce la inacción o, más exactamente, la acción rutinizada 31. El síndrome del ritualista social resulta familiar e instructivo al mismo tiempo. Su filosofía de la vida implícita encuentra expresión en una serie de clisés culturales- "Yo no estiro mi pescuezo", "Yo hago juego seguro", "Estoy satisfecho con lo que tengo", "No apuntes alto y no te verás desengañado". El tema implícito en todas estas actitudes es que las ambiciones muy altas provocan la frustración y el peligro, mientras que las aspiraciones menores producen satisfacción y seguridad. Constituye una respuesta a una situación que se considera amenazante y que provoca desconfianza. Es la actitud implícita entre los obreros que regulan cuidadosamente su producción para lograr una cuota constante, en una organización industrial en la que tienen oportunidad de temer que serán "notados" por el personal dirigente y que "sucederá algo" si su producción sube y baja 32. 30 Ver, por ejemplo, H.S. Sullivan, "Concepciones modernas de la psiquiatría", Psychiatry, 1940, 3, 111-12; Margaret Mead, And Keep Your Powder Dry (Nueva York, 1942), Capitulo Vll; Merton, Fiske y Curtis, Mass Persuasion, 59-60. 31 P. Janet, "El miedo a la acción", Journal of Abnormal Psychology, 1921, 16, 150-60, y la extraordinaria discusión por F.L. Welts, "Inadaptaciones sociales: regresión adaptativa", op. cit., que se refiere estrechamente al tipo de adaptación aquí examinado. 32 F.J. Roethlisbeger y W.J. Dickson, Management and the Worker. Capitulo 18 y 531 ss. y acerca 20 Es, la perspectiva del empleado asustado, del burócrata celosamente con- formista en la jaula de pagadores de un banco privado o en la oficina de informes de la empresa de trabajos públicos 33. Es, en suma, el modo de adaptación mediante la búsqueda individual de un escape privado a los peligros y frustraciones que les parecen inherentes a la competencia por los objetivos y la adhesión más estrecha a las rutinas seguras y a las normas institucionales. Si esperamos que las clases bajas norteamericanas exhiban la Adaptación II —"innovación"— a las frustraciones provocadas por el énfasis prevaleciente en los grandes objetivos culturales y por las escasas oportunidades sociales, podemos esperar que las clases medias bajas norteamericanas tengan una buena representación entre aquellos que realizan la Adaptación Ill. "ritualismo". Ya que es en la clase media baja que los padres ejercen típicamente una presión continúa sobre los hijos para que obren de acuerdo con los mandatos morales de la sociedad,y es probable que el salto social hacia arriba logre menos éxitos en ella que entre la clase media alta. El fuerte disciplinamiento para la conformidad con las costumbres reduce la probabilidad de la Adaptación II y provoca la probabilidad de la Adaptación III. El severo aprendizaje conduce a muchos a soportar una pesada carga de ansiedad. Los patrones de socialización de la clase media baja promueven así la estructura de carácter más predispuesto al ritualismo 34, y es en este estrato, en consecuencia. que aparecerá con mayor frecuencia el patrón adaptativo II 35. del tema más general, las perspicaces observaciones de Gilbert Murray, op. cit., 138-39 33 Ver los tres capítulos siguientes 34 Ver, por ejemplo, Allison Davis y John Dollard. Children of Bondage (Washington. 1940. capitulo 13 ("Educación de los hijos y clase"), que, aunque se ocupa de los patrones de socialización en las clases bajas y media baja entre los negros del Lejano Sur, resulta aplicable, con algunas modificaciones, también a la población blanca. Acerca de esto, ver también M.C. Erickson, "Crianza de los niños y status social". Amer ican Journal of Sociology, 1946, 53, 190-92: Allison y R.L. Havighurts, Sociological Review, 1946, 11, 698-710 "...el significado fundamental de la clase social para los estudiosos del desarrollo humano es que define y sintetiza diferentes ambientes de aprendizaje para los niños de diferentes clases". Generalizando a partir de las pruebas suministradas por las estadísticas, podríamos decir que los niños de clase media (los autores no distinguen entre estratos medio alto y medio bajo) están sometidos más temprano y de manera más consistente a las influencias que hacen del niño una persona ordenada responsable y dócil. En el curso de este aprendizaje, probablemente los niños de clase media sufren mas frustraciones de sus impulsos". 35 Esta hipótesis espera todavía la prueba empírica. En esta dirección existen algunos comienzos con los experimentos de "niveles de aspiración", que exploran los determinantes de la formación de objetivos y su modificación en actividades especificas experimentalmente ideadas. Sin embargo, existe un obstáculo importante todavía no superado, para extraer inferencias de la situación de laboratorio, con su relativamente pequeña involucración del yo ante la confección fortuita de las tareas con papel y lápiz, colocación de anillos, problemas aritméticos, etc.. aplicables a la fuerte inversión emocional de los fines —éxito— propias de las rutinas de la vida diaria. Tampoco pueden estos experimentos, con su formación de grupos ad hoc, reproducir las agudas presiones sociales que actúan en la vida diaria (¿Oué experiencia de laboratorio puede reproducir, por ejemplo- el quejoso sermoneo de una moderna Xantipa: ''Lo que pasa contigo, es que no tienes ambiciones: un hombre verdadero sale y hace cosas"?). Entre los estudios que poseen una educación definida aunque limitada, ver especialmente R Gould, “Algunos determinantes sociológicos de la competencia por Ios objetivos". Journal of Social Psichology. 1941, 13: 461-73: L Fostinger. “Deseos, expectativas y pautas de grupos como factores que ejercen influencia sobre el nivel de aspiración", Journal of Abnormal and Social Psicology. 1942, 37. 184-200. Para un resumen de investigaciones, ver Kurt Lewin y otros, 'Nivel de aspiración-. en J Mc V Hunt, ed. Personality The Behavier Diserders (Nueva York. 1944), I. Cap 10 21 Pero debemos notar una vez más, tal como lo hicimos al comienzo de este capitulo, que aquí estamos examinando modos de adaptación a las contradicciones en la estructura cultural y social: no estamos enfocando tipos de carácter o de personalidad. Los individuos atrapados en aquellas contradicciones pueden moverse y se mueven de un tipo de adaptación a otro. Por consiguiente puede formularse la conjetura de que algunos ritualistas que se conforman meticulosamente a las reglas institucionales, están tan sumergidos en las regulaciones que se convierten en virtuosos de la burocracia, que se superconforman precisamente porque se hallan sometidos a una culpabilidad engendrada por una no-conformidad previa con las reglas (es decir, Adaptación II). Y el paso ocasional de la adaptación ritualística a los tipos dramáticos de adaptación ilícita se halla bien documentado en historias clínicas y a menudo exhibido en ciertas formas penetrantes de literatura. Los estallidos desafiantes son el frecuente corolario de un exceso de sumisión 36. Pero aunque los mecanismos psico- dinámicos de este tipo de adaptación han sido identif icados bastante bien y relacionados con patrones de disciplina y socialización en la familia, todavía se requiere mucha investigación de tipo sociológico para explicar porqué esos patrones resultan presumiblemente más frecuentes en ciertos estratos y grupos sociales que en otros. Nuestra misma discusión no ha hecho sino establecer un esquema analít ico para la investigación sociológica enfocada en este problema. La concepción del éxito como una relación entre aspiración y logro, sistemáticamente buscada en los experimentos de nivel de aspiración, tiene. por supuesto una larga historia. Gilbert Murray (op. cit 138-39) señala la prevalencia de esta concepción entre los pensadores de la Grecia del siglo IV. Y Carlyle, en Sarter Resartus, observa que la "felicidad" (satisfacción) puede ser representada por una fracción en que el numerador representa el logro y el dominador, la aspiración. Una noción muy semejante es examinada por William James (The Principles of Psichology. Nueva York, 1902), I. 310. Ver también F.L. Wells, op. cit 879, y P A. Sorokin, Social and Cultural Dynamics (Nueva York, 1937), III, 161-4. El problema crítico es saber si esta concepción familiar puede ser sometida a una experimentación rigurosa en que la situación de laboratorio artificial reproduzca adecuadamente los aspectos salientes de la situación de la vida real, o si la observación disciplinada de las rutinas de conducta en la vida diaria demostrará constituir un método más productivo de investigación. 36 En su novela The Bitter Box (Nueva York, 1946), Eleanor Clark ha descrito este proceso con gran agudeza. Pueden citarse la discusión de Erich Fromm, Escape from Freedom, (Nueva York) 1941, 185-206, sin que ello implique la aceptación de su concepto de "espontaneidad" y de "la tendencia inherente al hombre hacia el auto-desarrollo". Para un ejemplo de excelente formulación sociológica: "En tanto sigamos suponiendo por ejemplo, que el carácter anal, típico de la clase media europea, es originado por ciertas experiencias tempranas relacionadas con la defecación, carecemos de datos suficientes para comprender por que una clase determinada deba poseer el carácter social anal. Por el contrario, si entendemos este hecho como una forma determinada de relacionarse con los demás, arraigada en la estructura del carácter y resultante de experiencias con el mundo externo, estaremos en posesión de una clave para la comprensión de por qué todo el estilo de vida de la baja clase media, su estrechez, aislamiento y hostilidad, contribuyeron a este tipo de estructura del carácter" (251). Para un ejemplo de formulación derivada de una especie de anarquismo benevolente de tiempos recientes, que aquí se juzga dudoso.. también hay ciertas calidades psicologicas inherentes al hombre que deben necesariamente ser satisfechas..., la más importante parece ser la tendencia a crecer, a ensanchar y a realizar las potencialidades que el hombre ha desarrollado en el curso de la historia, tal por ejemplo. el pensamiento creador y crítico.
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