Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Teologismos: Una perspectiva diferente Teologismos: Una perspectiva diferente Juan Manuel Quero Moreno AUTOR DEL LIBRO Juan Manuel Quero Moreno nació en la bella ciudad de Granada, en España. Comparte que tuvo una experiencia de verdadera conversión cristiana cuando tenía 18 años. Doctor «cum laude» en Historia, por la Universidad Complutense de Madrid, España. Licenciado en Geografía e Historia por la UNED, y Graduado en Teología por el Seminario Teológico Bautista Español. Ha estado ejerciendo como pastor bautista en diferentes iglesias por más de 25 años; así mismo es profesor de Historia y de Teología. Ha ejercido durante muchos años, en cargos directivos de la Unión Evangélica Bautista de España (UEBE), y colaborado en diferentes comisiones y ministerios de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE). Profesor de diferentes materias teológicas desde hace unos 25 años. Ha impartido las asignaturas de «Historia del Cristianismo», «Historia Bíblica», «Teología del Antiguo Testamento», «Hermenéutica Bíblica», «Teología Sistemática», «Ministerio Pastoral», «Homilética y Oratoria». Índice INTRODUCCIÓN 11 1. Sociedad: su complejidad en las relaciones 15 2. Consejería y aliento para almas heridas 63 3. Una moral que revela la necesidad de una ética diferente 75 4. Historia como ilustraciones del presente 97 5. Teología como un encuentro en la Palabra de Dios 137 6. Pedagogía o intentos de educar 275 REFLEXIÓN FINAL 315 INTRODUCCIÓN Me encontraba en Facebook la viñeta que utilizo en esta introducción para explicar el propósito general de este libro. Es frecuente emitir algunos juicios, e incluso llegar a algunos criterios y convicciones partiendo de perspectivas muy parciales, y que no tienen en cuenta otros ángulos de análisis y de visión. En la viñeta a la que hago referencia aquí, nos encontramos con una discusión, que incluso puede convertirse en un enfrentamiento acalorado, porque cada uno tiene una perspectiva desde su situación. Esto se resuelve cuando somos capaces de ver el asunto desde otros puntos. Ni siquiera es suficiente ponerse en lugar del otro. Hay que hacer más. Como seres racionales y reflexivos, hemos de llegar a conclusiones que comprendan todas las posibilidades. Mi propósito en estas páginas es este, intentar que el lector vea que hay otras lecturas de las cosas, una perspectiva mucho más amplia. Desde un ángulo muy abierto, intento ver las cosas con diferentes lupas. Una de ellas, –para mí, muy importante– es la Biblia, que entiendo encierra principios, donde no solamente se han inspirado los cristianos. El Evangelio ha sido a lo largo de la Historia, una fuente de recursos que ha ayudado a todo aquel que ha buscado miras más completas. Esta premisa se mantiene sin que esto suponga un prejuicio, sino una perspectiva, que teniendo en cuenta otros puntos de mira, nos pueda llevar a situarnos en una buena posición de comprensión de los acontecimientos. Por lo comentado anteriormente, la primera parte del título de este libro es «teologismos». Utilizo este nombre, ‒que si bien, en filosofía puede tener matices diferentes‒, aquí conlleva la idea de análisis bajo el planteamiento de cómo actuaría Dios, ‒el de la Biblia‒, en las diferentes disyuntivas con las que nos apela la vida, en sus diferentes vertientes cotidianas, pero también en las más estructuradas de la sociedad; es decir, en la misma política, en la religión, en la educación, etc. Mi experiencia como profesor en materias teológicas, me lleva con cierta facilidad a vislumbrar con disfrute, la manera en la que se constatan, en diferentes modelos de comportamiento, las distintas creencias que el hombre tiene. Esto conlleva también una mirada antropológica, que no hay que desdeñar. Por otro lado, mi profesión como pastor evangélico o protestante durante muchos años, me ha mantenido muy cerca de problemáticas de todo tipo. Esto significa tratar a personas muy distintas, con culturas diferentes, y percepciones y formas de asumir los problemas de manera muy distinta. Vivir junto a otros, significa acompañar en el dolor de la enfermedad, la tragedia o la muerte, por un lado; pero, también, estar al lado de muchas personas en la felicidad de tener un hijo, unirse en matrimonio, o celebrar su fe y otros acontecimientos. Todo ello, me ha dado la facilidad para poder proyectar reflexiones desde una perspectiva distinta a lo que suele ser la percepción tan monolítica con la que a veces nos acercamos a los sucesos. Las reflexiones que se hacen en las siguientes páginas, tratan sucesos ocurridos en diferentes momentos históricos, pero, sobre todo en estos tiempos recientes. Se hacen de forma muy breve, con el propósito, simplemente, de abrir otros caminos de análisis, en los que el lector puede considerar otras posibilidades. Este libro se escribe en el sur de Europa, en España. Este es un lugar de encuentro para culturas; un lugar estratégico también en lo que se refiere al intercambio e influencias de las naciones. Las huellas de muchos pueblos, que desde la antigüedad forjaron la cultura de este país, contrastan con la realidad de una situación actual, que es muy cosmopolita, donde convive una población bastante plural. Todo esto hace más factible una visión, que no quede limitada geográficamente, pues los planteamientos son totalmente traspolables a cualquier otro lugar. En realidad, los pueblos más pequeños, así como las sociedades más cosmopolitas y sofisticadas tienen una serie de elementos comunes, que forman parte de la vida y del ser humano. Cada tema comentado aquí, está encabezado por una imagen. Vivimos en el tiempo de la imagen. Los sucesos, quedan registrados en imágenes. Las nuevas generaciones leen de forma muy gráfica, yendo más allá de las palabras constitutivas de una lingüística. Estas son ya, más que una ilustración que potencia lo que se escribe. En realidad, creo que las imágenes no solamente ilustran, sino que también constituyen un tipo de «lenguaje», que se suma a lo que contamos, y se fija en nuestra retina, y memoria. 1. Sociedad: su complejidad en las relaciones Amigos o Amiguismo: una opción lícita para muchos Los buenos principios para tener una vida más saludable en nuestras relaciones afectivas, están revestidos hoy de una nubilosa muy espesa. Se relativizan los valores más importantes, para dar cabida a los intereses más individuales, que terminan desdibujando lo más básico de nuestra razón de ser. La Biblia, la cual comprende de forma muy clara, el conjunto de principios más básicos e importantes de nuestra existencia, puede ordenar de nuevo, el caos que universalmente vuelve a producirse. Ahora bien, el problema es que la hermenéutica que se hace de la Biblia, bien en la interpretación de su mensaje, así como en su aplicación más práctica, también se ha mediatizado por los intereses personales, y a veces incluso colectivos, de alguna entidad. Cada uno quiere hacer decir a La Biblia lo que cree más adecuado para su programa. Y se hace lo contrario a lo que las Escrituras manifiestan para hacer una buena exégesis de esos principios: «ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada» (2ª Pedro 1:20). Uno de los principios sociales, que quizás tenga menos entidad, en los estudios sociológicos, y tratados éticos y antropológicos es la amistad. Sin embargo, esto está presente constantemente en todo, y define un alineamiento de vida satisfactoria, así como podría ser lo contrario, un sentido alienado de las relaciones. Actualmente se puede usar de forma coloquial el adjetivo «amigo», por lo que su significado puede partir desde un nivel muy superfluo hasta algo mucho más profundo. Pero esta gradación, nos puede llevar a perder el significado de lo que realmente es tener una amistad verdadera. El significado de amistad, desde su etimología hasta el uso actual, conlleva la idea de afecto por elotro. Nos habla de un amor fraterno. El libro de Proverbios, nos presenta de forma muy interesante, lo que es y lo que no es la amistad. «En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 17:17). Pero también se nos recuerda que las riquezas traen muchos amigos (19:4). En esta última observación, se nos va introduciendo lo que es el amiguismo. Uno se acerca al otro por intereses egoístas, rompiendo la pureza de la amistad. Por ende, esto lleva a un intercambio de intereses; «yo te favorezco, pero me debes una». El amiguismo es favorecer a aquellos «amigos», frente a terceros más cualificados para recibir este favor. Por extensión, esto nos podría llevar simplemente al tráfico de influencias, que tanto se denuncia en política, empresas, e incluso en el ámbito religioso. Quizás de aquí venga el dicho «hay que tener amigos hasta en el infierno» Este tipo de amiguismo se ha dado frecuentemente a lo largo de la historia de la humanidad. Tanto ha sido así, que cuando de forma más específica se ha dado entre familiares, ha llegado incluso a adquirir un nombre concreto, «nepotismo». En nuestros días es necesario que enfaticemos el principio de amistad verdadera. Esa que se da no solamente cuando interesa, o no conlleva problemas; sino esa, que como hemos leído en Proverbios, es para siempre, «porque en todo tiempo ama el amigo». Esa amistad es la que se manifiesta de forma especial en tiempos de angustia, de dolor, o de cualquier otro trastorno. El que es amigo, se preocupa por el otro, lo atiende, le aconseja, le presta su apoyo. El amigo no engaña al otro con lisonjas falsas, pero le presta su mano para que en las debilidades y baches de esta vida pueda sentir su apoyo, no por interés, sino por la amistad que existe. La amistad se prueba, precisamente, en los momentos de dificultad, pues el amigo es como hermano en tiempos de angustia. Un amigo, no es un contacto de una red social. Los amigos virtuales, son eso, virtuales, un espejismo que no solamente se da en Facebook u otras páginas de Internet, pues antes de que existiera la informática ya se daban estas amistades virtuales, con poca profundidad, que solamente aportan una imagen, una gracia, una foto; pero que se disipan en cualquier momento en el que «ya no hay cobertura». La amistad es necesaria para el ser humano. Una persona sin amigos, es una persona que tiene amputada parte de su vida. Es verdad, que la amistad no depende de uno solamente, sino que ha de surgir de la voluntad de dos; pero comencemos a valorar más lo que esto significa. Esto es básico para no caer en amiguismos, nepotismos, u otros afectos, que más que afectos, son efectos de otras intenciones. El ejemplo más importante, donde podemos mirarnos para comportarnos como verdaderos amigos es Jesús. Él puso bajo relieve lo que es la amistad y lo que es el amiguismo. Sería bueno, adentrarnos un poco en esto, pero nos haría falta más que unas pocas palabras, así que lo dejaremos para la próxima reflexión. Amigos o Amiguismo: Una referencia paradigmática En los primeros acercamientos que tuve a la Palabra de Dios, --La Biblia--, me encontré con un pasaje que me llamó bastante la atención, y que me costaba, inicialmente. Cierto trabajo entender. Se trata de Juan 15:14, donde Jesús dice: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.» Me extrañaba, porque me parecía una amistad demasiado condicionada al interés de Jesús. Pero analizando el contexto, se destaca lo que Jesús nos manda para que realmente podamos tenerlo como amigo: «Esto os mando: Que os améis unos a otros.» La amistad es algo que también es coherente en la línea doctrinal y hermenéutica del Evangelio. Hay unos parámetros, unas limitaciones u orientaciones que se deben dar para que se desarrolle una amistad saludable, y en este caso es que el amor que enlaza y une a los amigos, sea abierto a también a otros. La amistad que vemos en el mejor paradigma que podamos encontrar es Jesús. Esta amistad supone un afecto abierto a todos, que no se circunscribe solamente a los más cercanos, como podría ser su propia familia. Otro de los pasajes bíblicos con cierta dificultad para mí, era el que se encuentra en Lucas 8:20-21. Aquí se ve a Jesús atendiendo a una gran multitud, pero su familia llega, y uno de los discípulos, le indica que su madre y hermanos están allí, con la idea de que les dé preferencia. Ante esto, la respuesta de Jesús, es similar, pues indica que su familia es aquella que hace la voluntad del Padre. Era difícil entender una amistad fuera del proyecto vital que Jesús tendría que desarrollar. Si aún nuestra familia no forma parte de la vida en la que gasto todo mi tiempo, será difícil que puedan ser mis amigos, aun siendo mi familia. Este proyecto vital, formaría parte de toda una eternidad en el programa de restauración de este mundo, que aún hoy se sigue dando, y que debería formar parte de los programas de evangelización. Esto ha de distinguir a las iglesias evangélicas, que se basan en este proyecto vital, o kerigmático[1]. La religión o nueva alianza, deja de ser algo frío e institucional, para forjarse en una amistad, una familia de hermanos donde se fragua una relación verdadera, no fácil siempre, pero como todo lo bueno, algo que merece dedicación y esfuerzo, porque el afecto recibido de Jesús, nos lleva a amar a los demás de forma desinteresada. Un ejemplo de amor desinteresado, quizás podría ser el de Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz, y tan recordado en estos momentos por su reciente fallecimiento. Fue amigo de su carcelero, amigo de algunos presidentes de distintos países, amigo de pobres y de ricos. Su amistad no fue muy bien entendida por algunos. Aunque él no habló mucho de religión, su formación se dio entre metodistas, y sin entrar en esto último, porque puede ser algo polémico, quisiera citar algunas palabras suyas, que creo aportan también a lo que meditamos aquí: Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, se les puede enseñar a amar, porque el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario. Por otro lado, la amistad no debe entenderse como algo que se da solamente a los que tienen a Jesús como Señor de sus vidas, sino que también se ha de hacer extensiva a todos, aunque no sean creyentes. Jesús dijo: «Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas» (Lc. 16:9). Esto no es por interés nuestro, pues no implica un rédito para nosotros, sino por el bien de los demás. ¿Cómo podemos tener un amigo al que no ofrezcamos lo que sabemos que es lo más importante para una vida plena? En realidad, la base de cualquier metodología de evangelización pasará por esta amistad, aunque pueda recibir diferentes nombres. Esta amistad debe romper cualquier barrera social, entendiendo como antagónico, cualquier tinte racista o xenofóbico, trascendiendo incluso lo religioso para encontrarse con la persona, objeto de ese amor «ágape» que nos muestra el Evangelio. Soy consciente de que esto es difícil de entender para muchos. Una mala interpretación de ello, fue unos de los ingredientes negativos que adquirió el fariseísmo. Cuando Jesús andaba con gente que para otros era despreciable, porque eran borrachos, prostitutas o ladrones, es decir, pecadores, le identificaban con ellos, sin entender también que debían tener la oportunidad de su amistad (Lc. 15:1, 2). En este caso, es que se explica quién ha de ser objeto del amor de Dios; pues amar a Dios supone amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. ¿Pero quién es nuestro prójimo? Los fariseos y escribas pensaban que estos eran los más cercanos: sus correligionarios, sus familiares. Aun, actualmente, y por la falta de una hermenéutica y una voluntad adecuadas, se sigue entendiendo esto de forma farisaica. Se suele utilizar la etimología del término «prójimo» para llegar a la conclusiónde que este es nuestro «próximo» más cercano, pero se vuelve a errar. Nuestro prójimo que de forma especial necesita de nuestro amor, de nuestra amistad, es aquel que está más depauperado, que pasa por mayores dificultades. Por ello Jesús expone la parábola del Buen Samaritano (Lc. 10:29-37). Con ello Jesús destierra el amiguismo de sus propósitos. Las condiciones que él pone, no son en interés propio, sino en una coherencia basada en principios de una amistad saludable y perdurable. En el proceso desarrollado para llevar a la cruz a Jesús, Pilatos y Herodes se hicieron amigos, por un interés que ilustra el amiguismo, frente a una amistad verdadera, que lleva a Jesús a morir en una cruz para dar lo mejor a este mundo, ofreciéndose como amigo supremo, pues aún siendo Dios mismo, él se humilla para darnos lo mejor. Esto lo hace a pesar de nuestros fallos, a pesar de nuestros pecados (Rom. 5:8). Lo hace por todos sin acepción de personas. Permitió que en su propia genealogía entraran algunos de diferentes nacionalidades; de diferentes estatus sociales, incluso marginales. Permitió el beso de Judas; la negación de Pedro; la incredulidad de Tomás. Jesús es nuestro paradigma, que nos ayuda a diferenciar lo que es un verdadero amigo, de un tipo de amiguismo que nos deteriora. Sigamos su ejemplo, y su mandato, permitiendo que él sea nuestro amigo. El Irlandés Joseph Scriven (1820-1886) fue un evangélico que consagró su vida a servir al Señor, y a ayudar a su prójimo, a pesar de vivir dificultades muy serias. Él compuso el himno que se titula «¡Oh que amigo nos es Cristo!» Creo oportuno terminar con la primera estrofa de esto himno, esperando que nos haga reflexionar. ¡Oh, qué amigo nos es Cristo! El llevó nuestro dolor, Y nos manda que llevemos Todo a Dios en oración. ¿Vive el hombre desprovisto De paz, gozo y santo amor? Esto es porque no llevamos Todo a Dios en oración. El rol de una mujer no está determinado por su sexo Los estereotipos que se han dado en las diferentes civilizaciones del mundo, a lo largo de la Historia, han presentado una pobre valoración de la mujer frente al hombre. Las civilizaciones egipcia, hebrea, griega, romana o latina, así como las distintas culturas orientales han presentado a la mujer como un objeto comercial, «un juguete sexual», una sirvienta para el hogar, una persona de menos valor, que estaba restringida a los diferentes status sociales a los que el hombre accedía. Creer que el rol de una mujer depende de su sexo, creo que es una aberración, y que incluso puede atentar contra su integridad, siendo algo pecaminoso, según la etimología de «hamartía» o «pecado», concepto muy manipulado para ciertas cosas, y no utilizado para denunciar otras. En el trasfondo bíblico también podemos encontrar este contexto cultural, en este caso el hebreo, que era medio por el que se vehiculizaba la Palabra de Dios; pero insisto que esto era el contexto cultural, y no la Palabra de Dios o la Biblia. Si esto no se distingue, se podría llegar a ciertas conclusiones no muy adecuadas[2]. Por ello vemos que en las estadísticas que se encuentran en la Biblia, no se cuenta a las mujeres, ni a los niños. Se habla de esclavitud, incluso de poligamia en el pueblo hebreo —entendiendo por poligamia que el hombre puede tener varias mujeres, pero no al revés, aunque, que exista esto y que la Biblia lo regule, no significa que esté aprobado por la Palabra. El mensaje bíblico que rompe la cultura y la mentalidad prejuiciada en muchos aspectos, coloca a la mujer en una posición de dignidad que no está etiquetada por grados de género sexual. Todavía, en la actualidad tenemos que celebrar días especiales de la mujer, o «El Día Internacional de la Mujer» (8 de marzo). Esto debido a que el machismo aún constituye una realidad, que se manifiesta poderosamente en ámbitos religiosos, pero también en diferentes esferas sociales, y con énfasis en algunos países más que en otros. El protestantismo, desde su base bíblica, ha dejado una aportación muy significativa, que ha ayudado a equilibrar la igualdad de la mujer en el campo educativo, y por lo tanto en los diferentes estratos sociales. Este fue además uno de los postulados de la Reforma Protestante del Siglo XVI. Lo que el apóstol Pablo enseña en la Escritura «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal. 3:28), es bastante esclarecedor. Creo que lo que dice este texto, abarca todas las esferas de las competencias sociales e incluso eclesiológicas. Se puede llegar a la conclusión de que la mujer viene de «Venus» y el hombre de «Marte», es decir que se pueden considerar unas diferenciaciones básicas, y que son lógicas en la constitución de lo que es ser hombre y mujer, ya que no somos hermafroditas, pero estas no son distinciones incapacitantes en alguno de los géneros. Como Pastor de una iglesia de la Unión Evangélica Bautista de España (UEBE), por no entrar en otras denominaciones de la confesión evangélica, puedo decir que la mujer tiene una consideración competencial, al mismo nivel que la del hombre. Si bien, a mediados del siglo pasado, todavía existían reservas importantes para que la mujer asumiera cargos directivos en las iglesias; hoy las cosas son muy diferentes. Hay un buen número de mujeres que son pastoras, y los mismos consejos directivos de las congregaciones están formados tanto por hombres como por mujeres. La mujer puede tener los mismos dones y capacidades que pueda tener el hombre para servir al Señor. Los dones no se dan según el género o el sexo, sino como el Espíritu Santo quiere. Entendemos que bíblicamente no se ponen cortapisas, para que la mujer en cualquier parte del mundo, sea valorada en igualdad con respecto al hombre. Creo que ni el machismo ni el hembrismo que busca estar por encima uno de lo otro, con tratos esclavistas, de discriminación, de imposición o de señorío, deberían existir en nuestro mundo. No es propio del Evangelio, nunca debería serlo de nuestras iglesias, sino todo lo contrario. Las mujeres deben tomar también conciencia de ello. No tienen que imitar al hombre, por ser hombre, sino que tienen que ser ellas mismas. Siendo lo que ellas son en el espacio de libertad y de igualdad en el que tienen que moverse, hará que este mundo sea algo más justo. De esta forma los planes de Dios, que desde el principio nos presenta a la humanidad como «varón y hembra» se podrán cumplir como dice la Escritura, «porque no hay varón ni mujer, sino que somos uno en Cristo». En siguientes apartados entraremos a considerar algunas cuestiones más concretas al respecto. Dejo para reflexiones posteriores, el papel tan importante que fue asumido por mujeres de nuestro propio país, y de otros lugares, para que las cosas hoy fuesen diferentes. DACIÓN EN PAGO: Un código de malas costumbres en España Hace tiempo que se hacía eco la noticia de que el gobierno de España presentaba unas medidas que serían parte de una buena solución para los españoles que no pueden pagar las hipotecas de sus casas. Esto es lo que llamaron «la dación en pago». Los afectados no solamente se quedan en la calle, sino que además se quedan sin trabajo, sin casa, y con una gran deuda, porque la vivienda embargada, tasada inicialmente a un precio, posteriormente es tasada en otro muy inferior. Incluso si les queda algún sueldo les es también embargado en una buena parte. El cúmulo de factores negativos, para esas familias que optaron por una vía más próspera, les ha llevado a una especie de condena, ante la que algunos incluso se quitan la vida. Hablamos de personas de todas las edades. Algunos son muy jóvenes, y otros muy mayores, pero si bien la justicia a veces se quita la venda, y produce acciones injustas según las hermenéuticas procesales, en este caso mantiene la venda bien apretada. Se mantiene esta venda a nivel legislativo, a nivel jurídico, y a nivel político y gubernativo para no ver lo que ocurre. La «dación en pago» que no es unaley que obligue a nadie, sino que una especie de recomendación a los bancos, a modo de código de buenas costumbres, no es más que un maquillaje, que no ha tenido nada más que una aplicación testimonial; solamente en muy pocos casos. Muchos creían que cuando avalaron sus préstamos con sus casas, esto sería suficiente para condonar la deuda, en caso de una crisis económica. Ahora incluso se habla del «banco malo» que comenzará ya a operar para agilizar los problemas de los bancos para cobrar la deuda y sacar todas las viviendas de los desahucios a precios aún más rebajados. No hace falta ser muy avispado para entender que todo sigue una política que enriquece más a los que más tienen, y empobrece más a los que menos tienen, desquiciando incluso a las clases medias según la suerte de sus trabajos. Sin entrar en todas las derivaciones y desviaciones que todo esto conlleva, está claro que los miles de viviendas de desahucios es una gran oportunidad para los que tienen más dinero, y la especulación está servida. Así, al final, la dación en pago, que se presenta como un código de buenas costumbres, manifiesta en nuestro país ser un código, que es más bien, de malas costumbres. Las plataformas sociales anti-desahucios se han ido formando para protestar y denunciar la barbarie y la injusticia social que se está llevando a cabo con todas estas acciones respaldadas por la ley. Frases como: «rescatar a las personas en lugar de rescatar primero a los bancos» recobran una gran fuerza. Creo que «rescatar a las personas» sería la medida correcta, a la que los evangélicos también podríamos sumarnos. Todo esto trae a mi mente, --aunque en principio no tenga parangón- —, la dación en pago de Jesús. Murió en una cruz para rescatarnos, sin que nosotros lo mereciéramos. Algo incompresible, y no aceptado por muchos, que siguen pensando que no es posible ser rescatados sin hacer méritos; que hay que hacer algo para «comprar» ese rescate. Pero el amor de Dios, tiene ojos diferentes, y nos ve a todos necesitados, como sociedad y como individuos. Por ello se da a sí mismo por nosotros, para que simplemente, desde la creencia, o desde la fe, podamos recibir lo que realmente nos hace libres de la injusta hipoteca de una vida desquiciada por el pecado. «Mas Dios muestra su amor por nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). ¿CÓMO VER LA BENDICIÓN DE DIOS? La obra de Dios; su bendición, tenemos que verla de una forma diferente a como mira el hombre no creyente o el cristiano que no sigue a Cristo. Hay dos formas de ver las cosas que ocurren alrededor de nosotros. La primera sería con la limitada mirada humana. No es posible ver la bendición de Dios, sin dar lugar a Dios. Desde una humanidad sin Dios, se ven las cosas muy limitadas, y esto lo deja la Biblia que muchos tienen, y que pocos son honestos para aplicarla y vivir sus planteamientos. Explico este primer punto. Las gafas de la religión no son suficientes para ver la bendición de Dios. Los religiosos ven la necesidad, pero no la solución, porque la solución no es la religión, es Dios. Los religiosos en la parábola del buen samaritano, vieron la necesidad, pero no la solución. Muchas personas vienen a la iglesia con sus gafas de sol, especial para ver problemas, pero sin señalar las soluciones. La moral oportunista tampoco nos sirve. Con esto quiero decir, que cuando nosotros nos encontramos bien, es muy fácil juzgar a los que se encuentran mal, pensando que nunca nos ocurrirá algo así a nosotros. Cuando una mujer se acercó a Jesús derramando sus lágrimas sobre sus pies, las personas que allí estaban, pensaban que si Él supiera quién le tocaba no lo permitiría. Pero claro que lo sabía, y lo permitía, el problema, es que ellos se creían por encima de ella, y estaban en un nivel más bajo, porque aquella mujer se quebrantó delante de Dios. La mirada desde nuestros recursos humanos es deficiente. Creemos que tenemos estudios suficientes, dinero, capacidades, o habilidad para hacer lo que queramos, pero esto tampoco es suficiente para ver y disfrutar las bendiciones de Dios. Vemos que no es insuficiente, cuando una multitud que sigue a Jesús necesita ser alimentada. Los discípulos incluso, ven como una muy buena opción despedir a la multitud para que vayan a comer, e incluso se atreven a darle este consejo a Jesús. La segunda forma de mirar, sería con los ojos del entendimiento. Un día estaba en el gimnasio, en una cinta de correr, que te suelen poner junto a unas ventanas o monitores de tv para que no te aburras demasiado. Miraba hacia el césped, y veía como una paloma bebía agua en un aspersor que refrescaba y regaba la hierba. La paloma parecía ser bastante lista, pues se puso a beber por el ángulo muerto, es decir, por donde el agua no le daba directamente, ya que tenía mucha fuerza y podría hacerle daño. Así que por otro lado podría tener el control y beber, y refrescarse. La paloma podría estar contenta por lo bien que lo hacía, pero no se imaginaba algo. Esos aspersores estaban programados para que, a una hora determinada, parasen de echar agua, y automáticamente estos bajaban rápidamente para meterse debajo del suelo. En este momento la paloma fue sorprendida, el automatismo del aspersor le cogió la cabeza, y murió en breves instantes. Creemos tener el control según nuestros cálculos, según nuestra mirada, pero solamente podemos vivir en la bendición de Dios, cuando vemos todas las perspectivas, y esto solamente puede hacerlo Dios. Nosotros ni siquiera sabemos cómo pedir, y pedimos mal, pero cuando lo hacemos guiados por el Espíritu Santo las cosas son diferentes. Por eso la oración de Pablo, es que Dios ilumine, alumbre los ojos del entendimiento (Efesios 1:18). Y esto es mirar desde Cristo, desde su presencia. Mirar con los ojos del entendimiento, no es simplemente vivir un positivismo constante y sin sentido. Pero sí es saber que con Cristo y desde la fe, las cosas se viven de forma muy diferente. «Gorditos» para la crisis A finales de los años setenta conocí a un matrimonio, cercano a los treinta años de edad –en realidad ella tenía en torno a 25 años y él unos 29. Los conocí en una congregación evangélica; para mayor identidad, Bautista, que se situaba en la calle Ángel Barrios, 10, de Granada. Yo no tenía muy buen concepto de los evangélicos. Pero las abstracciones, y los prejuicios que nos hacen distantes, y que muchas veces nos llevan a rechazar oportunidades únicas, pudieron disiparse cuando conocí a estas personas; en especial al matrimonio que me refiero. Ella se llamaba Angelina, y él Julio. Angelina estaba embarazada de su segundo hijo, Andrés, y tenían una pequeña hija, Cristina. No sería muy fácil cubrir todos los gastos que tendrían, pues hacía unos años Julio había sido operado de corazón, siéndole implantada una válvula de platino. Quedó con un grado de minusvalía suficiente como para no poder trabajar, por lo que inicialmente se tuvieron que conformar con una pequeña pensión. Pero en su forma de hacer frente a la crisis, pude ver principios vitales, que venían dados por la Palabra de Dios. Fuimos entablando una amistad, y aunque yo era aún un chaval de 18 años recién cumplidos, pudimos compartir el deseo de entender esta vida, desde lo que Dios tendría para nosotros. Recuerdo que ellos recogían piedras cuando íbamos al río o a la playa. —Yo siempre que iba a la playa, si cogía algo, era alguna concha, o alguna caracola. Me pareció que tenían una afición un tanto rara; hasta que me explicaron que aquellas piedras, tenían que ser de una forma específica, pues la utilizaban para hacer pequeños muñecos de piedra, que llamaban «gorditos»; ya que la piedra central sería la más grande, la cual simulaba el cuerpo o la barriga; una más pequeña, la cabeza; y dos pequeñitas para los pies. No había que apocarse, con «gorditos» se podría salir de la crisis. En su casa se preparaban con mucha creatividad, --que no faltaba--, pero de forma sencilla. Yo tenía mi trabajo en aquel tiempo,pero en los ratos libres les echaba una mano. Los «gorditos» se metían en cajitas y nos los llevábamos al centro de la ciudad de Granada. La gente los compraba como rosquillas. Esto sería una buena ayuda en aquel tiempo. Hacía años, el Señor los llamó para ir al Seminario Bautista. Yo llevaba dos años con mis estudios teológicos. Para mí no sería fácil dejar el trabajo para marchar al Seminario, pero para ellos sería mucho más complicado, pues tenían que ir con tres hijos, ya que acababa de nacer David, su tercer hijo. Pero, de forma figurada, se prepararían «gorditos para crisis», y marcharían en 1984, a Alcobendas, sin saber, quizás, que ya no residirían más en Granada. Terminarían el Seminario, y ellos estaban dispuestos a ir a cualquier parte a servir al Señor en el Ministerio; aunque oraban, para que, a ser posible, no fuese en el País Vasco. En todos sitios menos allí. Pero Dios los llevó a Vitoria, en un tiempo de actos terroristas, y un ambiente bastante tenso. No estarían exentos de problemas, por lo que tuvieron que seguir preparando «gorditos para la crisis». Dios que es fiel, los bendijo, y el testimonio evangélico se potenció, con la formación de una hermosa iglesia. Recientemente, la válvula de platino del corazón de mi amigo Julio Reyes, comenzó a fallar. Pensábamos que sería otro de los amagos que sufrió anteriormente, pero este fue más fuerte, y no pudo superarlo. El pasado día 12 de junio de este año 2013, partió con el Señor. Sí, a pesar del dolor y de la nueva etapa que se abriría para Angelina y la familia, habría que seguir con ánimo. Se tendrían que fabricar nuevos «gorditos para la crisis». La crisis, sea cual sea, no nos debe amilanar. Es momento para hacer hincapié en todos los valores que Dios nos ha dado. Estos «gorditos» de los que hablo en la narración, representan los principios que Dios nos ha dado para vivir, y para que probemos también, que, en tiempos de crisis, Él es real. Con estos principios vivimos un tiempo en la tierra, pero edificamos en el cielo, que es donde está nuestra casa eterna. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová. (Isaías 40:29-31; Samos 34:19) A «Spain» se le cayó la «S» El semanario «The Economist» recogió en su primera página, la difícil situación por la que está pasando España, representando esta realidad con la idea de que a «Spain» se le está cayendo la «S», quedando «pain» que significa pena y dolor en inglés.[3] Esta es la desolación que auguran diferentes artículos en la prensa internacional. Siguiendo este juego de palabras en inglés, quisiera ilustrar otras realidades, que son las que han hecho que se desplome la «S» para dar a luz una situación dolorosa. A «Spain» se le cayó la «in». Durante mucho tiempo nos hemos dormido en los laureles, y España se quedó en una especie de «spa». La comodidad y el disfrute personal nos cegó de forma que nos creíamos que éramos ricos y sin necesidad de nada, habiendo olvidado que nosotros, en otro tiempo, también estábamos considerados como uno de los países en vías de desarrollo, eufemismo que se impuso para no hablar de países tercermundistas. Fue en 1975 cuando dejamos de aparecer en la lista de países receptores del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Y sería en 1981 cuando España dejaría de ser considerada como país receptor de ayuda internacional. Los cierto es que desde que pasamos el umbral y nos colamos en la clasificación de países desarrollados, España cambió de mentalidad en muchos aspectos. El problema, es que rápidamente nos acostumbramos a lo bueno, y se nos olvidó que un estado de bienestar requiere una ética de trabajo. Sobre esto se ha escrito de forma muy amplia, pudiendo destacar dentro el protestantismo al ínclito alemán Max Weber. Pero, lo cierto, es que a veces, conocer lo correcto, no es igual que aplicarlo. No podíamos vivir de las rentas, sin pensar lo suficiente en los que siguen en el tercermundismo,[4] dando la espalda de a una realidad mundial, que no nos queda tan lejos. Lo vemos cuando nos acomodamos a nuestro estado de bienestar, e incluso procuramos vivir por encima de nuestras posibilidades, porque el «spa» queda bien en un país que es rico, aunque eso suponga una corrupción general y un déficit sistémico. A «Spain» se le cayó la «pa». Efectivamente, «sin» en inglés significa pecado. Este concepto tan bíblico en cuanto a su definición, y tan antibíblico en su práctica, tiene un significado muy amplio. Viene del vocablo griego hamartía, lo que significa fallar el blanco, es decir vivir fuera de los propósitos que Dios tiene para nuestras vidas. El pecado no siempre significa quebrantar una ley, pues pueden existir leyes que respalden una vida pecaminosa que justifique el comportamiento errático, --aunque estas normas sean incluso religiosas. Pecado podría ser vivir por encima de nuestras posibilidades, y hacerlo a toda costa, pudiéndonos llevar finalmente a la corrupción, a un comportamiento que nos pueda autojustificar para conseguir lo que queramos. Las religiones a veces han monopolizado este término, para decir que pecado es aquello contrario a la filosofía desarrollada por ellos. Por esto ha adquirido un sentido muy religioso y peyorativo, conociéndose más por lo que las religiones dicen, que por lo que la Biblia señala. Son los principios bíblicos los que nos acercan a la voluntad de Dios, los que nos ayudan a acertar, a desarrollar lo que realmente produce una vida próspera, una sociedad mejor, haciendo ver lo que estorba y es pecado, y esto ni siquiera es monopolio de ninguna religión. A «Spain» se le cayó la «S». En este caso, tal como decía el semanario inglés, queda «pain», dolor. ¿Qué se podría hacer entonces para recuperar una situación mejor? ¿Cómo podríamos poner la «S» que se cayó? En este caso la «S» que necesitamos es la de «salvación». Un rescate económico del país parece el vaticinio más acertado; pero esto da la impresión de llevarnos, a lo que algunos llaman ya, un país en vías de subdesarrollo, que requiere ser sostenido por otros. ¿Sería el dinero, lo puramente economicista lo que nos daría una salida? ¿Es el euro el símbolo de la estabilidad? Yo creo que no. Si no cambiamos las actitudes acomodaticias en las que nos sumergimos, y reconocemos el pecado de nuestra propia corrupción en muchos niveles y esferas, las actitudes, así como la ética tan laxa, en lo que al trabajo se refiere, nos seguiría arrastrando al dolor. Necesitamos un rescate integral, una redención integral, una salvación que penetre en nuestros pensamientos, hábitos, y filosofía de vida. Como creyente, creo que esa salvación solamente no la puede dar el Salvador. Cristo señala nuestra pecaminosidad, pero no para condenarnos, sino para restaurarnos y hacernos libres. Necesitamos que sea colocada la «S» de «Spain», y solamente es posible reconociendo políticos, gobernadores y ciudadanos de todo tipo, que el problema lo tenemos todos, que el sistema falla, pero que el equilibrio que tiene en cuenta tanto al que está mejor como al que está peor, solamente puede darlo alguien que está en una esfera diferente, no sujeto a estas hecatombes, y que tiene todo el poder para rescatar, restaurar y guiar en un nuevo sendero de vida abundante, y este efectivamente, es Jesús, cuyo nombre significa Salvador. Las dos caras de una puerta blindada En nuestra sociedad las puertas blindadas cada vez son más sofisticas, y las cerraduras sellan nuestras casas como si fueran búnkeres. Así se han pasado de las cortinas o persianas, con puertas de fácil acceso, a puertas aceradas, que intentan proteger nuestros bienes y nuestra propia integridad. Pero las puertas que nos protegen también pueden aislarnos, la cerradura queimpide la entrada, a veces puede impedirnos la salida inmediata. Hemos sido creados como seres sociales, gregarios, con capacidad de amar, a veces de entristecernos y de saber encajar los embates de las personas en las que depositamos nuestra confianza. Dios mismo se presenta en la Biblia como un ser social, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero no solamente hemos sido creados como seres sociales, sino como seres abiertos en las relaciones, para crecer en el trato con los demás. La Iglesia debería ser un ejemplo de esto, que, presentándose como una familia, es además una institución que sea abierta a todos, con el propósito de que se puedan integrar. Esta condición no deberíamos cambiarla. Nuestros problemas interpersonales, no nos deberían de llevar a realizar un blindaje en la relación con los demás, sino más bien una reflexión que nos dé madurez en nuestra forma de comprendernos, tratarnos, y relacionarnos. Las relaciones interpersonales frustradas por diferentes circunstancias, pueden llevar a la depresión y a la soledad, si no somos capaces de superar los daños sufridos. Solo hay que vivir un poco de tiempo para comprobar que las relaciones humanas no son perfectas, y aquella persona que nos parece más confiable, en un momento dado descubrimos que nos falla de forma incomprensible. Esto nos puede mover al extremo opuesto, de modo que ya no nos fiemos de nadie. La Biblia nos enseña a tener un buen equilibrio, a ser sencillos como palomas y prudentes como serpientes. Tenemos que usar «la mirilla» de esas puertas, para saber a quién abrimos nuestros pensamientos, nuestro corazón, o nuestro propio hogar, pero tenemos que buscar una buena relación con los demás. Recordemos que Jesús mismo se acercaba a aquellos que tenían prohibido relacionarse con otros, como podrían ser aquellos que tenían algunas enfermedades, o un signo racial determinado. Y lo que nunca deberíamos de hacer es aislarnos de todo el mundo, victimizándonos pensando que todo el mundo es una especie de enemigo con el que no se puede vivir. A veces, somos nosotros los que nos encontramos insatisfechos por no poder ofrecer lo que los demás esperan. Hace unos días estuve con mi hijo viendo el estreno de la película de Batman, que en esta ocasión se titulaba El caballero oscuro: La leyenda renace, dirigida por Christopher Nolan. En esta ocasión se presenta a Batman deprimido y aislado, debido a su frustración por la falta de reconocimiento de aquellos a los que ayudó. Se encerró en la planta de un hotel, donde nadie podía pasar. Sus pensamientos estaban impregnados de negativismo. Nada podría hacer, nadie le podría querer, nada podría hacer, todo eran molestias, impedimentos y carencias. Pero alguien se coló dentro de su depresivo hogar, y fue de nuevo en las relaciones interpersonales que todo cambió. Pudo entender que había una oportunidad para rehacer su vida, y así se lo propuso, teniendo un resultado que da colofón a la narración de esta película. Mirar al mundo y a nuestro prójimo con una desconfianza absoluta, nos llevará a la amargura, y al aislamiento. Si poco a poco te has aislado perdiendo la facultad de vivir alegremente, y no siendo capaz de enfrentarse con el mundo, necesitas tener un encuentro, o un reencuentro con aquél, que dice la Biblia que llama a la puerta de nuestras vidas, de manera que, si estamos dispuestos a abrirle a él, también tendremos el ánimo para comenzar una vida con perspectivas nuevas y más maduras (Apocalipsis 3:20). Jesús vino para darnos un sentido nuevo de vida, en el que las personas y sus relaciones tienen un valor positivo y necesario. Menos ínfulas y más sabiduría El dicho de que «el hábito no hace al monje», es muy conocido, aunque a nadie se le escapa la importancia que tiene la forma de vestir en el tiempo que vivimos. Nuestra indumentaria habla; es un código de comunicación no verbal. Pero, al igual, que muchas cosas en nuestros días, este código se flexibiliza, según donde estemos, qué hagamos, o bien, con quién estemos. A veces nos encontramos con el error de que «el hábito no hace al monje» cuando lo que ocurre es todo lo contrario. Nos gusta encasillar todo. A los trabajadores en sectores de administración, oficinas, etc. se les llamó (traducido del inglés) «trabajadores de cuello blanco», diferenciándose de los que trabajaban más en el sector obrero, que se les conocía como «trabajadores de cuello azul». En todo esto hay una especie de fricción, pues en el encasillamiento con etiqueta de indumentaria («envoltorio») se hace una diferenciación entre unos y otros. Por ejemplo, las fuerzas de seguridad se visten de una manera diferente, y dentro de los mismos cuerpos también encontramos otros distingos. Este lenguaje no verbal, obtiene una megafonía muy fuerte, sobre todo cuando uno de los que visten distinto, están en medio de un grupo diferente. No llama la atención un hombre con traje y corbata entre un grupo que viste igual en el trabajo o en otra actividad. Pero una sola persona que viste así, entre personas vestidas de una forma sencilla e informal, llama poderosamente la atención. El quid de la cuestión, se da en poder saber cuándo hay que llamar la atención y cuándo no. Es importante conocer cuándo estamos dando el mensaje adecuado, y cuándo estamos haciendo todo lo contrario. La «est/ética» da mucho que hablar a los filósofos posmodernos; pero lo cierto, es que nos debe de llevar a un replanteamiento en cuanto a nuestra forma de relacionarnos; algo fundamental para un pastor evangélico, o para un simple cristiano, o persona que quiera socializar de una forma sana. Esto trasciende la forma de vestir, y se transforma en comportamientos, tanto colectivos como individuales. Como pastor evangélico, --me refiero a mí mismo--, «mi uniforme» se suponía que era con traje y corbata. Pero la corbata no hace al pastor, como el hábito no hace al monje. En la postmodernidad, la ética parece ser sustituida por la estética, por la intensidad que tiene la apariencia, y por la sobredimensión que se le da al individuo frente a otros. Es importante que cuidemos el mensaje que demos. El que sube a un púlpito para predicar, a un estrado para disertar, o a una plataforma determinada para enseñar, es importante que lo haga arreglado según el protocolo del lugar; pero ha de saber luego bajar al lugar donde están los demás, y aun siendo alguien destacado, ser uno más entre ellos; pues esto, en un mundo posmoderno, dice mucho. La sociedad está cansada de la corrupción de «cuello blanco», y hoy, si no se usa bien la etiqueta con la que nos ataviamos, puede ser perniciosa. Recordaremos la expresión de «viene con muchas ínfulas», cuando nos referimos a alguien que se presenta con muchas etiquetas, calificándose como la persona más apta. Curiosamente, esta expresión también tiene que ver con lo religioso. Las ínfulas es un adorno de tela que cae en forma de cintas en una mitra, que, entre otros, utiliza el obispo católico. Tiene una simbología basada en la autoridad. Pero las ínfulas podrían ser también otro tipo de indumentaria. Quizás una corbata en un contexto determinado, o una forma de aparentar lo que uno sabe o es, sin constatarlo por una cercanía imprescindible para aceptar adecuadamente lo que es necesario recibir, entender, aprender, o vivir. Y es que necesitamos más sabiduría y menos ínfulas. Necesitamos tener unos principios claros y éticos; bien fundamentados; siendo necesario, que estos principios sean bíblicos, eternos, pues esto es lo que generará otro método, otra estética, otro lenguaje, según los tiempos. El peligro está cuando las ínfulas y las corbatas se anteponen. Los centros educativos, tanto seculares como teológicos, no deben enseñar métodos, como si fueran principios. Han de investigar lo suficiente sobre los cambios sociales, para superar las barreras existentes, y así poder relacionarnos de la forma más adecuada. El Apóstol Pablo decía: Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salvea algunos (1ª Cor. 9:22). España en situación de «rescate» Hace mucho tiempo, España ya necesitaba ser rescatada. Ante la inactividad laboral de nuestro país, con sus 6.000.000 de desempleados, en números redondos, España parece necesitar, según algunos, ser rescatada de una situación de la que parece no poder salir sola. Se ha intentado –y se sigue en ello--, depurar el sistema económico y social en otros muchos aspectos. Se intentan desplegar toda una batería de medidas, relacionadas con las CCAA, así como con la sanidad, o los productos farmacéuticos. Se intentan clausurar y poner fin a trabajos que no son realmente útiles. Los candidatos a gobernar a partir de 20 N, presentan otras propuestas, pero, en definitiva, y a pesar de la confianza que se intenta transmitir, el escepticismo empaña la sociedad, y el eco de «situación de rescate» recobra fuerte eco. Pero, no es la primera vez que se ha hablado de la necesidad de «rescatar nuestro país». Resuenan en mi mente aquellas famosas medidas que, intentando un rescate, --que no se ofrecía en Europa como hoy--, sino que se tenía que gestionar de una manera más autárquica, se darían en otros formatos, como fueron las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, que en realidad fue un proceso iniciado ya por Godoy en 1798, y que no se cerraría hasta el 16 de diciembre de 1924. Consistió en aprobar una ley que permitiera expropiar una serie de bienes que no eran enajenables, y que estaban en «manos muertas», es decir que no producían nada, y que solamente eran acumulados. Así tierras, y edificios de gran magnitud fueron finalmente enajenados, especialmente de la Iglesia Católica, que había retenido en el tiempo muchas tierras, y lugares destinados para iglesias, conventos, que prácticamente ni se usaban. Un ejemplo muy paradigmático, y muy simbólico en el tiempo que vivimos sería el mismo Congreso de los Diputados, que por cierto que parece ofrecer a la política y a lo que se trata allí un halo divino, pues antes era una especie de templo, pues se trataba de lo que desde el Siglo XVI era el Convento del Espíritu Santo, que después de un incendio y otras cuestiones, es también asimilado en las desamortizaciones apuntadas anteriormente. No obstante, todo esto nos lleva a constatar algo, que somos frágiles como vasijas de barro. Que, aunque nos creamos fuertes, hemos de estar muy pendientes, pues también podemos caer. El problema es cuando la «vasija» que somos está llena de un contenido basado en el «YO», en el ego, sea este un país, un pueblo, una comunidad –aunque esta sea una iglesia—o una persona. Lo que ocurre es que no hay nadie exento de ese «yo» que frecuentemente daña nuestro sistema. Ese «yo» que en la conjugación de todas las lenguas aparece siempre en PRIMERA PERSONA, marcando quién es la prioridad. Por ello, en realidad todos necesitamos ser rescatados. Pero lo necesitamos de verdad. Hay un sinónimo muy bíblico para ello, REDENCIÓN, es el rescate de Dios, el que se produce en Cristo. La palabra «Redención» viene del griego «lío», que da la idea de alguien que está atado, y necesita ser liberado por una tercera persona que está libre para poderlo hacer. Dios obra de forma perfecta para rescatarnos de muchos «lios». Él es experto para deshacer líos, nudos; pero nos libera, no para volver a enredarnos, sino para iniciar un nuevo camino. No será la desamortización de Mendizábal o la de Madoz; no sería la de Zapatero, Rubalcaba o Rajoy entre otros políticos, --y que cada uno vote en conciencia--, pero es la desamortización de ese Dios que redime y nos abre un nuevo camino de esperanza, con nuevos principios, que no son ya medios de especulación en detrimento de otros. Estos principios que equilibran y nos dan una nueva perspectiva social, siguen estando en la Biblia, pues contiene directrices de Dios probadas en la Historia, y que tantas veces nos ha sacado de la crisis, a pesar de que la «vasija» se haya roto, pues Dios sigue siendo el alfarero, de hombres, mujeres y pueblos enteros. Sin que nos presionen Según el diccionario de la RAE, voluntario se define como: «Persona que, entre varias obligadas por turno o designación a ejecutar algún trabajo o servicio, se presta a hacerlo por propia voluntad, sin esperar a que le toque su vez». Este concepto nos da una orientación bastante adecuada para entender lo que significa el trabajo de mujeres y hombres que, en el ámbito del ofrecimiento generoso del evangélico, han trabajado o están trabajando dentro de un gran voluntariado que desde hace siglos sirve en España. Pero el mejor concepto de «voluntariado evangélico» es el que nos presenta la Biblia, manual de acción social que da un significado profundo y amplio, aportando principios generales para cualquier tipo de servicio dirigido al prójimo. Lo podemos ver en uno de los pasajes más conocidos del Nuevo Testamento como es la parábola del Buen Samaritano. El amor al prójimo se ilustra como servicio desinteresado al necesitado. No por imposición, aunque esta sea religiosa, sino por voluntad propia, libre y deseosa, que es motivada por el mismo amor de Dios (Lucas 10:30-37). Si acercamos la lupa a cualquiera de las áreas de trabajo evangélico podemos encontrar voluntarios con una vocación de servicio especial. En este caso pienso en el trabajo realizado en España por voluntarios del protestantismo. En todos ellos vemos claramente estos principios bíblicos. El ínclito Jorge Borrow, todo un personaje que destaca por su inteligencia e investigación lingüística, se relaciona con la alta esfera de la sociedad, pero esto no obstaría para que estuviera con la gente necesitada como era el sector gitano de nuestro país, al que se dedicó viviendo con él. Su identificación era tan natural y sencilla con el pueblo español, que era conocido como Don Jorgito el inglés. Hizo una labor magnífica aportando vías culturales de integración al pueblo gitano, al final de la primera mitad del siglo XIX. Pero otros como él darían pasos similares, como fue el caso de William Rule, quien levantó la primera escuela evangélica en suelo español, antes que Borrow llegara a España. Ellos no eran especuladores de la necesidad, sino que se involucraban viviendo con los necesitados las carencias existentes. Este sería el reto de otros voluntarios que de forma abnegada se entregarían por que aquellos más depauperados pudiesen tener lo que ellos disfrutaban, y en ello invertirían sus vidas, e incluso la de su propia familia. La predicación del evangelio en España no sería simplemente la verbalización de un mensaje, sino la acción social de gente voluntaria que, con principios bíblicos, por una identificación con el prójimo, el necesitado, y un amor a los demás, de forma generosa daría lo mejor que tenían en esta ayuda, haciendo presente el mensaje renovador de Dios mismo. Intentemos no olvidar nunca estos principios, pues el servicio a Dios, y al prójimo, tiene que ser algo de corazón, de una vida que ha interiorizado el amor y el poder de Dios. 2. Consejería y aliento para almas heridas Uno de Noviembre: Lágrimas, muerte, flores y jolgorio En un día oscuro todo cabe. Como español lamento decir que, respetando a mis compatriotas, así como a todos aquellos que en muchos países de todo el mundo celebran el día de Todos los Santos, a mí me da grima, y me crea cierta repulsa; por el significado que se le da; por la contradicción bíblica que encierra; y por el mercado que gira siempre alrededor de todo esto. Recuerdo cuando mi madre encendía las llamadas «mariposas» una especie de mechas en unos soportes flotantes en un cuenco de aceite, una lucecita por cada alma de los conocidos y familiares que fallecieron. Me parecía algo terrorífico, a pesar de las muy buenas intenciones de mi madre y de aquellas personas que piensan hacer un bien con ello. El origen de estas celebraciones parece datarse ya en el Siglo IV. El propósito inicial era conmemorar las vidas de los mártires, recordando el día que les fueron quitadas sus vidas por testimonio de sufe. Pero esto se desvirtuó bastante, se quiso incluir a todos los santos, conocidos y no conocidos, siendo sancionado por diferentes papas católicos. La costumbre en nuestro país es la de llevar flores a las tumbas, y hacer rezos por los difuntos. Incluso se ofrece transporte público gratuito para facilitar este tipo de «liturgia». Se convierte también, en algunas ciudades y regiones más que en otras, en algo muy folclórico, donde se preparan comidas muy típicas que corresponden a esta estación del año, como son las castañadas. La celebración se suele relacionar con el otoño para simbolizar al difunto con la naturaleza que parece morir. Es el tiempo en el que se secan las plantas, caen las hojas, y se pasa al crudo invierno. Desde no hace tanto también se introdujo en nuestro país otra fiesta importada de EEUU, el día de Halloween. A pesar de no tener ningún arraigo entre el pueblo español, encontró fácil y rápida cabida, pues en el agujero negro del día de todos los santos, seguido por el día de los difuntos, o de las almas benditas, parece caber todo, y más aún si está acompañado de jolgorio, mercado y negocio. Muchos se quejan de esta fiesta, no solamente por no ser originaria de nuestro país, sino por su trasfondo relacionado con las tinieblas. Pero el morbo que sienta tan bien a tanta gente, lo hace apetitoso. Un baile detrás de máscaras, --que nos recuerda también el tiempo de carnaval--, y la tensión que crea toda una cinematografía, son elementos de respaldo a todo este tinglado. Incluso se ha convertido en una fiesta familiar, pues los padres acompañan a los niños con sus disfraces para recoger caramelos. Se dan todos los ingredientes de esas fiestas que arraigan. Comidas especiales (tarta de calabaza entre otras cosas), y actividades atractivas para niños, jóvenes y adultos; además de medios comerciales y de ocio que crean un marco apropiado. Hasta los colegios toman partido en todo esto, y los niños, incluidos los más pequeñitos son rodeados de toda una parafernalia que también empuja a todo esto. En realidad, encaja bastante bien con el día de los difuntos, pues creer que estos pueden manifestarse, y que incluso pueden moverse de un lugar de condenación a otro mejor, podría producir una caricatura como la de Halloween. Muchos cristianos rechazan el día de Halloween, por lo motivos citado; pero, quizás tendríamos que analizar bien la otra cara de la celebración, la base, la fiesta de nuestro país, «El Día de Todos los Santos». ¿Qué dice la Biblia, --el manual del cristianismo—sobre todo esto? No dice nada que le dé sostenimiento, sino todo lo contario, lo rechaza, hablando de los que mueren en términos muy diferentes. No existe ni siquiera un pasaje, donde se rece o se pida por alguien que ha fallecido. Todo lo contrario, se advierte, que las prácticas de invocación de los muertos, o adoración o culto a los difuntos es pecado. Se aclara que el tiempo de salvación es una decisión de cada persona, cuando aún está viva, y que cuando muere, se produce un destino irrevocable, marcado por la decisión que en vida se produjo. No es cuestión de terceros, ni de derechos adquiridos por ritos u otras acciones. Es algo que tiene que ver con la fe, y con la gracia (don) que Dios ofrece a todos en Cristo. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. (Juan 3:18-21). El Motivo de Provecho El mundo de hoy, que podemos encasillar como ultramoderno quiere hechos que se puedan experimentar, y que en sí manifiesten que hay éxito. Quiere vivir las cosas en primera persona, sintiendo lo que ello implica. La perspectiva histórica de la frustración humana es muy amplia, o más amplia que nunca porque tenemos más medios de investigación y procesos para analizar. En todos ellos los principios a seguir fallaron, no fueron suficientes: en la Historia Antigua, en el Medievo, en el Renacimiento, en el Barroco, en el Romanticismo, en la Modernidad, en la Posmodernidad, o en la Ultramodernidad[5] hay multitud de fracasos, donde se ve el esfuerzo de sobrevivir. Ante esto el hombre se ha vuelto susceptible. Estas etapas a lo largo del tiempo se han abreviado, como en una selección de lo mejor, porque los referentes tenían menos base para subsistir. La Antigüedad (la más larga de todas, sin tener en cuenta la Prehistoria) está compuesta por milenios, pero poco a poco cada Edad va haciéndose más corta e inestable, hasta llegar a nuestros días que estamos en constante cambio. Sin embargo, en todos los procesos la Palabra de Dios ha sido referente para nosotros, y medio para motivar a las personas en todas las áreas de la vida, a ser impulsados para vivir. Hoy tanto los discípulos como los maestros, los profesores y todo aquél que pretende impartir conocimientos para facultar y formar adecuadamente al individuo, debe de trabajar con «el motivo de provecho», el leitmotiv de los proyectos y propósitos que nos mueven. Hoy la falta de interés de los jóvenes, incluso de los docentes tiene que ver con la fuerte frustración en este punto. El libro de Proverbios que está lleno de consejos para la vida, tiene como trasfondo este tema. Esto lo que los grandes filósofos, llamarían «el eudemonismo», de lo que Aristóteles fue el principal representante. En Proverbios «el motivo de provecho» no es la norma en sí, sino lo que está acorde a los principios divinos. Proverbios 10:4 no dice: «La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece». Por la norma en sí, podríamos decir que los pobres son negligentes y lo ricos diligentes, y que esta es su paga sin más; pero Proverbios 14:21 sigue con el tema: Peca el que menosprecia a su prójimo; mas el que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado. La norma no encierra al individuo, lo libera, porque es para ayudarle y guiarle. El gran problema de los fariseos era este, poner la norma por encima de la necesidad del hombre. El que es un vago o no actúa bien se empobrece, pero hay otros que llegan a esta situación por otros motivos, como la injusticia humana. Pero a pesar de todo, en el pobre hay necesidad, por lo que hay felicidad y recompensa en ayudarles. No es la norma lo que define la buena enseñanza, sino el motivo de provecho, la necesidad sujeta a la voluntad de Dios en nuestra profesión. «La Curva de la Muerte» El título ya estaba servido, «La Curva de la Muerte». Me refiero, como no, al grave accidente del pasado día 24 de Julio de 2013, que se produce en una curva cerrada, en el barrio de Angrois, a 4 km. de la capital gallega de España. El motivo, al parecer, fue sobrepasar el límite de velocidad, debido a un grave descuido del maquinista. En el momento que se escribe sobre este tema, son ya 79 muertos y más de un centenar de heridos, de los 218 pasajeros que transportaba este convoy de 8 vagones y dos máquinas de Alvia. En la Historia de la Humanidad, ha habido muchas «curvas de la muerte», unas más sinuosas y peligrosas que otras, donde casi, de «una pasada» murieron millones de personas. Podríamos escribir libros sobre guerras, genocidios y actos terroristas que terminaron con la vida de millones de personas. Estas «curvas de la muerte», por poner algunos ejemplos del mismo siglo XX, podrían ser los siguientes genocidios: «Genocidio Armenio», entre 1915-1923, con la masacre de vidas, entre 1.500.000 y 2.000.000 teniendo dificultad para concretar un número más concreto. Holocausto o Solución Final nazi (1942), donde son gaseados unos 6.000.000 de judíos, además de gitanos y discapacitados entre otros. Hiroshima y Nagasaki con bombardeos atómicos los días 6, 9 de agosto respectivamente, del 1945,con más de 200.000 muertos. Genocidio de Ruanda, como intento de exterminar a la población tutsi por el gobierno hutu en 1994, con el asesinato de 800.000 personas, y más de 5.000 niños, hijos de las mujeres tutsi violadas. Se podría seguir recordando otras «curvas de la muerte» del pasado siglo nada más. Quizás la «curva de la muerte» de ALVIA, no sea tan pronunciada como las mencionadas anteriormente, pero para cualquiera de las familias de las víctimas, esta ha sido la curva más sinuosa, la más cruel. En realidad, la muerte es una curva que en nuestras vidas crea un dolor que deja una huella imborrable. La muerte no respeta a nadie, y esta no es la voluntad de Dios, sino que, según la Biblia, es una condición del hombre caído, es decir, de toda la humanidad, aunque esto no formara parte del proyecto inicial de Dios. Una de las premisas sicológicas con las que trabajan los sicólogos con las familias que sufren las perdidas, es la aceptación de lo ocurrido. Hay que trabajar esto, dicen, para que no se dé un duelo patológico. ¿Pero quién acepta la muerte inicialmente? La muerte la tenemos al margen de la vida y la miramos de reojo. No se quiere morir, y muchas veces se llega a creer, --a pesar de que la estadística nos muestre que a todos nos sobrevendrá--, que a mí nunca me ocurrirá. A veces hablamos de estar preparados o no para morir, pero esto, siempre es un tema que nos presenta la tensión entre muerte y vida, porque la muerte forma parte de la vida actual, pero es algo extraño, ajeno, a pesar de ser cotidiano. Nadie quiere morir. Jesús en cuanto a la cruz, oraba al padre ante la posibilidad de que no se diera esto. Jesús que es Dios, y que vino a esto, nos estaba mostrando desde la humanidad, el significado de la muerte. El apóstol Pablo, decía que prefería marchar con el Señor (morir o dejar el cuerpo), pero que por las circunstancias que vivía era necesario seguir en este mundo. La tensión se da, incluso entre creyentes, que tenemos la esperanza de que cuando dejemos este cuerpo, tendremos una vida eterna para disfrutar, un cielo, que es la promesa de lo mejor. Podemos tener la alegría de esta esperanza en estos momentos, pero también las lágrimas del dolor de la separación de los seres queridos y de otras situaciones; se da esta tensión. Porque seamos creyentes, tampoco es natural afrontar la muerte como si fuera una fiesta; se da esta tensión. A veces los mismos creyentes nos apresuramos a la hora de explicar algunas cuestiones al respecto. Cuando una persona se salva de morir en un accidente como el de ALVIA, se suele hablar del milagro que hizo Dios con ellos; pero yo me pregunto ¿qué pensarán las personas que no se salvaron? ¿Dios no los quiso salvar?, ¿eran peores? La tensión vuelve a surgir. Como en un espacio como este no se puede abrir una disquisición de tipo escatológico como esta, lo dejaré aquí, esperando que podamos reflexionar, llegando a conclusiones correctas.[6] Solamente unas palabras finales, pensando en las personas que todavía siguen sufriendo, y que seguirán teniendo un gran dolor, una marca en sus almas, por esta «curva de la muerte». La vida que Dios nos da en Cristo, no tiene fecha de caducidad, que es eterna, a pesar del mal trago de la muerte: Mas para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. (Filipenses 1:21). Aunque muchos religiosos, y muchas personas con buenas intenciones vengan con respuestas estereotipadas para consolar, la verdad es que lo importante es acompañar en el dolor, y dejar que Dios que da la vida, siga actuando dando aliento. Como dijo el pensador francés Paul Claudel «Jesús no vino para explicar el sufrimiento, sino para llenarlo con su presencia». Me llega a doler el dolor que ha provocado esta «curva de la muerte», y oro para que Dios llene con su presencia las vidas de todos los que sufren ahora. 3. Una moral que revela la necesidad de una ética diferente Rebajas 70% o una «ética mínima» Con la llegada de la globalización los valores humanos se han analizado aplicando perspectivas diferentes, también desde la misma metamodernidad. Este es el tiempo que queramos o no, nos ha tocado vivir. Este es el turno de la crisis en el sentido de cambios muy importantes, también en lo económico. Esta es una época de buenas oportunidades para hacer tanto lo bueno como lo malo. Es el tiempo de los megas, y de las gigas, de los grandes viajes, de los grandes acontecimientos; la época en la que hoy más que nunca «el mundo es un pañuelo». A muchos se les queda pequeño este planeta, siendo protagonistas el estrés, la tensión y el agobio. Sin embargo, esto puede significar una gran oportunidad para multiplicar lo bueno. Esta es una época única y muy especial para reproducir el evangelio de forma multitudinaria, exponencial, y hacerse eco de forma imprevisible. Pero en este tiempo de autopistas de la comunicación y del encuentro intercultural e interreligioso, también se plasman las miserias más profundas del ser humano. De la discusión de la laicización, de colocar crucifijos, medias lunas, o llevar «burka», «hiyab» u otros símbolos religiosos en lugares públicos, se ha pasado a algo mucho más profundo: la convivencia en su sentido más esencial, pero también más cotidiano. En lo globalizado no se puede presentar algo diferente a lo que existía en la autarquía o en lo más aislado, pues no son las estructuras sino el pensamiento, el corazón de hombres y mujeres, los valores personales que se expresan en diferentes oportunidades. Esta es una oportunidad que tiene repercusiones muy fuertes, y que pueden ser muy peligrosas o muy benignas, según lo que anide en nuestro foro interno. Por este motivo, los filósofos y pensadores de nuestra época –entre los que destacan Adela Cortina--, comienzan a hablar de una «ética mínima», ya que para no destruirnos se hace necesario un mínimo. Parece que en la crisis también se da el oportunismo, la ocasión para justificarnos, de iniciar REBAJAS, que no solamente comienzan en El Corte Inglés. Cuando la ética alude a la convivencia del ser humano, se piden unos mínimos, se baja el listón, ante los choques culturales, religiosos, económicos y étnicos. El teólogo Häns Küng en su Proyecto de una ética mundial, constata que es posible una ética mínima. Esto hace referencia a respetar a nuestro prójimo independientemente de su cultura, etnia, religiosidad, etc. Es saber convivir sin pensar que el que es diferente a nosotros, por alguno de los motivos expresados anteriormente, es peor que nosotros. Esto implica hacer una «ciudadanía cosmopolita» más abierta. Y en esto creo que los cristianos tendríamos que ser una avanzadilla especial, piedra de ángulo, para anunciar el evangelio, y ser sal y luz en este mundo, respetando al otro, sea quien sea. Es más, el cristiano tendría que ser ejemplo, pionero no de una simple ética mínima, sino de una ética máxima. La ética máxima, es para mí, lo que realmente enseña el evangelio, es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, entendiendo por nuestro prójimo, al necesitado, al que sufre, al que tiene menos, al pecador que necesita la ayuda de Dios. Pero para llegar a una ética máxima, tenemos que superar la mínima. No se llega a la mínima cuando la oportunidad de nuestra época globalizada se aprovecha para vejar y hablar mal de nuestro prójimo, cosa que no ocurre solo entre partidos políticos antagónicos, sino que ocurre entre aquellos que, en una falta de respeto, de ética mínima, dan cabida a la crítica y a la murmuración. Esto es lo que se convierte en esa pequeña chispa que enciende un gran fuego, y que en nuestro tiempo globalizado entraña un gran peligro por la fácil propagación, y el mucho daño que produce, aunque la palabra se haya soltado de forma gratuita y sin medir sus consecuencias. Esto nos lleva a otra reflexión de «cortafuegos» en un mundo que se incendia con facilidad. Cuando las iglesias quieren ser significativas, y llegar a una ética máxima, es muy importante, que sus líderes, pastores y dirigentes hagan cortafuegos, que confrontentodo aquello que pueda obstaculizar una ética máxima. Que sean valientes, y corten la propagación de los fuegos de la murmuración y de la intransigencia, basada en éticas personales que tienen distintas varas de medir, y que dañan a las personas. Esto nos ayudará a cumplir nuestro cometido en este tiempo, y llegar a la ética máxima de bendecir incluso a quién nos maldice, en obediencia al mandato bíblico, y así desarmar el mal con el bien, y rechazar el pecado amando al pecador. La corrupción del poder: más cerca de lo que pensamos Suele ser muy común hablar de la corrupción política, y es que la imagen de nuestros políticos lleva mucho tiempo bastante deteriorada, sea cual sea el signo ideológico en el que podamos pensar. Ejemplos de esto no es necesario poner aquí, pues los tenemos diariamente en todos los medios de comunicación, con nombres y apellidos, alcanzando estos a la misma familia real de nuestro propio país. Pero esto no es nuevo, la historiografía ha dejado bien constatada esta realidad de forma muy diversa. Pero es fácil, y hasta cierto punto gratuito, tener un escaparate donde dirigir las miradas para elaborar las críticas y señalar las diferentes formas de corrupción, que, si bien tienen que ver muchas de ellas, de forma directa o indirecta, con el dinero, lo cierto es que se podría hablar de otras muchas maneras de corrupción. Podríamos considerar la descomposición que produce el poder en las esferas del abuso y la sumisión impuesta, incluso con planteamientos benéficos; pero que al final, realmente quien se beneficia de forma especial son los que buscan la autoridad como una satisfacción personal. Podríamos abrir escaparates más cercanos que el de la política, los cuales, incluso podrían ser bastante más usuales. Todos ostentamos algún tipo de poder, aunque sea de menor grado. Los principios corrosivos también se dan en estos, aunque las consecuencias sean muy diferentes. Pero, evidentemente, que los que tienen repercusiones más fuertes, son aquellos que conllevan una organización determinada, y que incluso están arropados por legislaciones privadas o públicas. Son muchos los empresarios que aprovechando la autoridad que tienen para despedir, degradar, o promocionar a sus empleados, utilizan su posición para ir más allá de lo que son sus prerrogativas. En una jerarquía funcional, el mando, en distintas escalas, se plasma de forma muy curiosa. Unos se quejan del despotismo de los que tienen autoridad por encima de ellos, pero, sin embargo, ellos también aprovechan este autoritarismo a veces con una fuerza mayor, produciéndose el «efecto de tuerca» que empieza desde la cúspide y que va llegando hasta los niveles más bajos. También se da todo esto de forma doméstica. La «violencia de género» suele ocurrir en todos los ámbitos sociales, y a edades que no siguen patrones únicos. «El machismo» sigue siendo una realidad en la que el hombre hace uso de una autoridad de forma desmedida, infravalorando su entorno, y especialmente a su pareja. El ámbito de lo privado se utiliza para desarrollar una actitud agresiva, en palabra, actitudes, e incluso en lo físico, produciéndose un maltrato que atenta contra la integridad del que se convierte en la persona más débil o vulnerable. En ámbitos religiosos también se pueden producir estas aberraciones sociales. Cuando las estructuras jerárquicas dejan de ser funcionales y se convierten en objetivos en sí mismas, se da una alienación que solamente puede ser equilibrada y ordenada por los principios bíblicos que han de darse de forma especial y particular en una iglesia u organización cristiana, aunque también tengan una trascendencia universal. Los líderes de estas organizaciones pueden ser «endiosados» de forma peligrosa. Con un sentido paternalista, pueden convertirse en la referencia obligada para todas las cosas. Estas personas al final pueden presentarse como el molde al que todos tienen que ajustarse. Los chicos tienen que consultarle sobre quién podría ser su pareja. Para adquirir una propiedad, de nuevo hay que preguntar quién es el referente para todo. La capacidad de reflexión y de responsabilidad individual, se delega en otro y no se desarrolla, --lo que para algunos incluso parece más fácil y cómodo. El concepto de liderazgo bíblico, tiene como modelo a Jesús, y nos muestra algo muy diferente. Quien tiene la máxima autoridad se presenta como Siervo Sufriente, y no impone nada, sino que lo ofrece y lo inspira de forma amorosa, buscando la reflexión individual, de manera que se pueda vivir bajo principios sólidos, que den madurez y estabilidad. ¡Castigó Dios a Japón! La tierra no reposa ni un segundo, pues suspendida en el espacio, no para de girar en sus movimientos de rotación, traslación y algunos otros de los que hemos oído hablar menos. La tierra tampoco deja de moverse bajo nuestros pies, bajo su corteza terrestre. Hay movimientos tectónicos que se encuentran con fallas o fracturas, que pueden llegar a provocar grandes seísmos como el reciente de Japón. Pero nosotros solemos creer que la tierra sobre la que pisamos nunca temblará hasta el punto de que nuestra vida peligre. Entendemos que caminamos sobre suelo firme y que nuestro equilibrio está asegurado dentro de un margen de estabilidad. Incluso desde nuestra aparente seguridad podemos convertirnos en espectadores de las tragedias de nuestro prójimo. Nos lamentamos, pero intentamos que no nos afecte demasiado, aunque no dejamos de mirar de reojo por si lo acontecido puede repercutirnos, lo que tendría una forma muy diferente de entender las cosas. Algunos, --y esto me duele especialmente--, llegan a emitir juicios que desde mi punto de vista son muy injustos y gratuitos: «¡Castigó Dios a Japón!» ¿Quiénes somos nosotros para llegar a conclusiones tan severas y juicios tan tremendos? Todavía oigo comentarios similares con respecto Haití. Algunos llegan a conclusiones de que el paganismo, la santería y todo el pecado haitiano han llevado a este castigo divino. Por ello creen que murieron centenares y miles de personas, entre los cuales también había niños, ancianos, gente sincera que buscaba a Dios, entre lo que también se podría contar un buen número de creyentes evangélicos. En España ha habido muchos terremotos, especialmente en la zona sur de nuestro país, como fue el caso del que en 1969 sacudió Cabo de San Vicente muriendo muchas personas. Hace muchos años que incluso teníamos la «fiesta del terremoto» instaurada por Fernando VI para recordar el sismo que acompañado de un fuerte tsunami arrasó Lisboa, teniendo una mortandad entre 60.000 y 100.000 personas, creando además importantes daños en nuestro País. ¿Qué ocurre?, ¿la población de Lisboa era muy pecadora? Ya que Andalucía es una zona muy sísmica, ¿significaría esto que es la zona más pagana de nuestro país? Pero estas tristes conclusiones no solamente se oyen ante catástrofes consecuentes a fenómenos de la naturaleza, pues como objetos arrojadizos se lanzan a las personas que sufren en otras situaciones. Muchos de nosotros podríamos haber cogido el tren de cercanías que el 11 M acabaría con la vida de muchas personas en Madrid, y no quienes tuvieran un pecado especial. El avión que se accidenta o el coche que colisiona no tienen por qué tener una causa divina. Estos juicios, posicionamientos y argumentos que provienen de lo que se podría llamar la «hermenéutica del garrotazo» son aplicados con cierta frecuencia por aquellos que hacen no solamente una interpretación errónea, sino también interesada. Es cierto que en la Biblia hay algunos pasajes que nos hablan del juicio de Dios, pero no podemos hacer de esto una norma en todos los casos, ya que son excepciones en el curso de la Historia, que nos constatan en su contexto histórico y bíblico, realidades diferentes, que nos llevarán hasta el Mesías y el cumplimiento de la revelación de Dios en la Biblia, con todo lo que ello implica y supone. Vemos que Jesús no vino a condenar al mundo sino a salvarlo tal como nos dice el evangelio de Juan (3:17).
Compartir