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Libro Historia de la Enfermería en Chile 
Capítulo V: Reflexiones sobre el desarrollo del patrón de conocimiento ético de enfermería 
en Chile. 
2019 
 
Dra. Maggie Campillay C. 
Colaboración de Mg. ©Pablo Dubó A. 
Disponible en: http://bibliotecadigital.ufro.cl/?a=view&item=1673 
 
 
Introducción 
 
En la actualidad, la enfermería en Chile acontece en una sociedad pluralista y de mayor diversidad 
cultural, lo que dificulta encontrar convenciones morales únicas y que sean compartidas por 
todos/as. Para revisar los aspectos éticos profesionales debemos comprender el rol social que ha 
http://bibliotecadigital.ufro.cl/?a=view&item=1673
 2 
cumplido la profesión en el tiempo, y principalmente tener consciencia de cómo el contexto socio-
político afecta el desarrollo ético profesional. 
 
En este trabajo se reflexiona en primer lugar, sobre la influencia que han tenido algunos aspectos 
históricos en el rol social y carácter ético de los/as profesionales de enfermería. En segundo lugar, se 
describen elementos conceptuales que se sugieren como necesarios para la comprensión de aspectos 
bioéticos y éticos de profesión. 
 
Las principales fuentes de información utilizadas, han sido documentos históricos de la base de datos 
de la Biblioteca nacional digital de Chile, artículos de investigadoras/es nacionales e internacionales, 
que han aportado con sus evidencias al desarrollo del tema. Se incluyen además, referentes de la 
bioética universal y ética profesional, que han influido en el pensamiento crítico de los autores. 
 
Por su naturaleza académica, está dirigido de manera muy especial a los estudiantes y profesionales 
de enfermería interesados en profundizar en las bases históricas y epistemológicas de la ética de 
enfermería nacional. 
 
I. Análisis crítico a la construcción del rol social y ético de la Enfermería profesional en 
Chile. 
 
La profesión de enfermería nace en Chile a principios del siglo XX, con el fin de mejorar las 
condiciones de cuidado de pacientes en los hospitales y asumir un rol comunitario activo en 
promover la salud y prevenir la enfermedad. Contribuyendo desde sus inicios a dignificar la vida de 
las personas, familias y comunidades. 
Se desarrolla al amparo de fuertes discursos morales, obra de médicos/as de la época, y con 
expectativas acordes al avance internacional de la enfermería profesional. Uno de los primeros 
discursos sanitarios al respecto, se registra el año 1904 por el médico Moisés Amaral, quien expone 
durante el primer Congreso Médico Latinoamericano sobre La nueva profesión de enfermera. En este, 
analiza la situación precaria que vivía el cuidado en el sistema sanitario chileno de la época. Siendo 
conocedor de la realidad que acontecía en países de Europa y Norteamérica, su discurso se centra en 
la dificultad y riesgos de mantener el cuidado de los pobres pacientes en manos de personas voluntarias 
y practicantes con baja formación, quienes en ese momento, entregaban cuidados basados solo en la 
caridad y la buena voluntad. Enfatizando en que esas cualidades por si solas, habían dejado de ser 
suficientes para lograr efectivos beneficios en la salud de las personas (1). 
 
 
Este discurso realizado frente a los médicos más influyentes de Latinoamérica, constituye un hito 
histórico para la profesión, dado que se reconoce socialmente la necesidad de relevar la práctica del 
cuidado a un nivel profesional. Y marca un punto de inflexión en el sistema sanitario chileno, al 
realizar una distinción fundamental entre el cuidado como oficio o práctica cotidiana, y el cuidado 
profesional. Ambas actividades fundamentales para la vida humana, pero que tomarán caminos 
distintos en términos de formación y roles en la sociedad chilena. Feito (2) se refiere a “la actividad 
de cuidar como toda acción humana que contribuye a la ayuda y solicitud ante la necesidad del otro”. 
Se reconoce universalmente que el cuidado humano es una actividad social, que tiene que ver con 
valores como la solidaridad y que se caracteriza principalmente por el deseo de ayudar a otros, 
considerándolo además, fundamental para la supervivencia de la humanidad. En este sentido, los 
 3 
medios para lograr el cuidado serán diferentes, si este lo realiza una persona ejerciendo una actividad 
cotidiana, improvisada y motivada por la voluntad. A la que realiza un profesional con un ámbito de 
acción definido, guiado por lo planificado, utilizando un método, y logrando sus objetivos de manera 
eficiente y demostrando idoneidad. 
 
En el mismo discurso, Amaral hace un repaso histórico sobre el estado del cuidado de manera 
magistral; desde los inicios de la enfermería profesional con Florence Nightingale hasta lo que 
ocurría con el cuidado en Latinoamérica, destacando logros en el cuidado alcanzado por países 
desarrollados. Haciendo un llamado a imitar el camino seguido por estos, y dar un salto cualitativo en la 
formación de enfermeras. Como parte final de su presentación, se refiere en específico al perfil de 
ingreso de las postulantes a la nueva enfermería profesional, poniendo énfasis en la búsqueda de 
mujeres que se caractericen por su buena conducta y moralidad (1). En este punto, se devela la imagen de 
una enfermera idealizada, basada en el prejuicio y estereotipo propio de una sociedad patriarcal, que 
atribuye la actividad laboral de cuidar solo a las mujeres y que marcará el desarrollo social de la 
profesión hasta la actualidad (3,4). 
 
Esta enfermera idealizada fue descrita como una mujer con profundos valores cristianos, con énfasis 
en el carácter y sentido moral de la profesión (5): 
 
[…] “La tarea de la Enfermera requiere acertado criterio, abnegación sincera, entendimiento humano, tacto ilimitado, 
paciencia inagotable, facultad para tomar decisiones rápidas y acertadas, personalidad atrayente, fe inquebrantable en 
los resultados de su trabajo y conocimientos científicos con base sólida. Debe ser tolerante, generosa, valerosa, compasiva, 
cumplida, íntegra, veraz y leal. Sus creencias le proporcionarán ayuda espiritual, pero no tratará de cambiar las 
creencias ajenas. Trabajará siempre por levantar a los desafortunados y por mejorar individualmente las condiciones dé 
sus semejantes, sin mezclarse en la política. Su tarea consiste en hacer de cada individuo que se ponga en contacto con 
ella, una persona más sana, física, moral y mentalmente, sin intervenir en su credo personal. No le corresponde hacer 
distinción entre diferentes razas, credos o clases sociales. Servirá a la humanidad doliente sin pensar si lo merece o no y 
evitará los sufrimientos cuándo y dónde los encuentre”[...]. 
 
Desde una perspectiva sociológica, estas cualidades establecen el carácter axiológico dado a la 
profesión, y encarna además, diferencias profundas en educación y expectativas sociales entre 
hombres y mujeres a inicios del siglo XX. En este contexto complejo de desigualdades nace y se 
construye la enfermería profesional en Chile, con la ventaja de haber nacido como carrera 
profesional, pero bajo prejuicios ejercidos por la profesión médica (6). Las consecuencias de este 
hecho, en parte explican el rol social disminuido que ha asumido la profesión hasta la actualidad (3). 
 
Registros históricos nacionales muestran que los primeros planes de formación de enfermeras 
profesionales, consideraron siempre a lo menos una asignatura de ética, moral profesional y 
deontología (7). Esto da cuenta de la importancia dada al conocimiento ético entre cuyos valores más 
destacados para la época, estaba la obediencia y sumisión asociada a la mujer. Mayers (6), médica 
directora de una las primeras escuelas de enfermería profesional en Chile, apoyaría enérgicamente la 
profesionalización del cuidado en el país, mientras con la misma fuerza la limitaba como campo 
laboral exclusivamente a las mujeres. Basada en la convicción, de que cuidar era una actividad 
cotidiana y propia del género femenino: 
 
[…]“el cuidado de enfermos de ambos sexos entodos los países civilizados está en manos de enfermeras y no de 
 4 
practicantes varones. Por instinto, la mujer sabe cuidar mejor a los enfermos. Posee la mano leve, la paciencia y 
puntualidad en el desempeño de sus obligaciones junto al enfermo, como no lo alcanza a tener la mayoría de los 
hombres. Quien ha tenido una madre, una esposa o una hermana, comprenderá el valor de ser atendido por una mujer 
en el curso de una enfermedad”[...]. 
 
Estas palabras expresan el orden natural del mundo sanitario de la época, caracterizado por una 
estructura hospitalaria dominada por la tradición médica, todavía en su mayoría hombres, 
preocupados por el cultivo de la ciencia y encargados de tomar todas las decisiones importantes. 
Mientras subyace el cuidado representado por ayudantes voluntariosos y sin preparación, o dueñas de 
casa que después de algún evento vital de enfermedad, se dedicaban al cuidado de pacientes en 
hospitales y hogares, encargándose de la higiene, acompañamiento y vigilancia de pacientes. En su 
mayoría sin recibir remuneración por estos subvalorados servicios. 
 
Esta identidad inicial de cuidadora sacrificada es también, la identidad que acompañará el trabajo de 
la primeras enfermeras profesionales, y es causa del desarrollo de un estatus social inferior del cual no 
se ha podido desprender con facilidad enfermería. Los valores asociados a este rol son como ya se ha 
mencionado anteriormente, la sumisión, paciencia y dedicación desinteresada por otras personas (8). 
De acuerdo a Bourdieu, la naturaleza femenina reflejada se asimila a la distribución del trabajo, la 
actividad de cuidar al ser asimilada inicialmente a tareas domésticas se consideraron inferiores para 
ser realizadas por los hombres (9). 
 
Las creencias arraigadas de que cuidar es una actividad que cualquier mujer pudiera desarrollar 
adecuadamente, ha determinado su poca valoración en la sociedad. Este estatus disminuido y de poca 
valoración por el trabajo de cuidar en la informalidad, se traspasa también al cuidado formal, 
generando desde su creación una barrera actitudinal en la sociedad como en los propios miembros 
del estamento de enfermería. Se crea y comienza a cumplirse la profecía (10,11) de que los/as 
profesionales de enfermería carecen de autodeterminación, limitando el ascenso y estatus que estos 
ocupan en la sociedad. Haciendo que el desarrollo profesional toque un techo, donde los límites 
superiores no sobrepasarán nunca a las profesiones de mayor significación social. 
 
En la estratificación social, el estatus social es “la posición social que encuadra a un individuo o un grupo en el 
marco de una sociedad; es el lugar que se ocupa en la sociedad”(12). Se establece por ello, una ubicación 
desigual de los grupos sociales que la componen. Las profesiones son grupos de la sociedad que 
generan esfuerzos por mantener o elevar el lugar ocupado en esta distribución, que no solo depende 
de los mismos integrantes del grupo, sino del rol social asignado en un momento histórico 
determinado. Desde esta perspectiva, algunas profesiones ocuparán un lugar superior y otros 
inferior, generando siempre conflictos por ocupar estratos más elevados dentro de la sociedad. En 
esta distribución de superioridad y subordinación de las profesiones, es que el individuo y grupo 
obtiene su prestigio y poder. En este sentido, enfermería ha sido descrita como una profesión más 
bien instrumental, subordinada históricamente a las órdenes del médico (12,13). 
 
Esta estratificación, establece la noción de que para mantener la cohesión del grupo se deben tener 
en consideración aspectos éticos básicos como la solidaridad y lealtad entre sus miembros, necesarios 
para contribuir a su desarrollo y consciencia de grupo social (12). 
 
Por otra parte, la autonomía corresponde a uno de los factores más importantes para el desarrollo 
 5 
profesional, relacionado directamente con el logro de mayor estatus. La autonomía profesional es “el 
ejercicio del libre juicio profesional en el cuidado de los pacientes” (13). Ha sido este rasgo, especialmente 
complejo y difícil de alcanzar para la profesión de enfermería, descrito a nivel nacional como a nivel 
global, dado su desarrollo como profesión heterónoma subordinada a la hegemonía médica. La 
aceptación exacerbada por parte de las primeras enfermeras profesionales de esta realidad, 
condicionadas por la educación recibida, determinó su natural aceptación por la subordinación 
(8,14). 
 
En Chile, Chuaqui et al., (8), describe la evolución de la identidad de las/os enfermeras/os en tres 
periodos históricos diferentes, . Develando que el rol social de la profesión ha ido cambiando, “desde 
un rol caracterizado por una vocación desinteresada por lo económico e interesada en la ayuda al otro de manera 
incondicional, a una vocación de servicio en el ámbito de la enfermería, para pasar finalmente a una relación más 
profesionalizante y compleja”. 
 
Especialmente relevante y optimista es lo que define como tercer periodo, en donde el logro de 
incorporar la gestión del cuidado en el Código sanitario, es percibido positivamente por las /os 
profesionales de enfermería, generando un cambio en la autopercepción de la autonomía profesional. 
Sin duda, esto es prometedor pero, se requiere de muchas otras estrategias para derribar las creencias 
y valores arraigados en la profesión y que limitan su empoderamiento social (8). 
 
La falta de autonomía descrita como un problema de la profesión (8,14,15) afecta la identidad 
profesional, y las expectativas del entorno social. Bajas expectativas sociales se relacionan 
directamente con las bajas expectativas de la profesión. Este círculo de infravaloración basado en 
expectativas asignadas por otros/as determinaron el comportamiento final de las/os enfermeras/os 
(10,11). La profecía auto cumplida de infravaloración por el propio trabajo, es el círculo negativo que 
acompaña la profesión desde sus inicios, consecuencia de prejuicios asociados al poco valor dado al 
trabajo de la mujer y a la actividad de cuidar en una sociedad patriarcal dominante (9). 
 
La modificación de estas creencias no ha sido fácil de abordar para los/as enfermeros/as, dado que 
requiere de soluciones que consideren algo más que voluntad. Merton (10,11) menciona que para 
hacer desaparecer estas falsas ideas o creencias sobre la profesión, habría que identificar a quienes les 
resulta conveniente que esto ocurra, pues estas prácticas provocan que se perpetúen estatus y 
poderes dentro de otros grupos en la sociedad. Considerar además, que los/as enfermeras/as han 
adquirido la enseñanza de estos patrones de relaciones sociales predominantes, la mayoría de las 
veces de manera inconsciente. Este no darse cuenta de su rol y estatus social ha favorecido que este 
fenómeno se perpetúe, y que se mantenga en el tiempo como un enemigo invisible que va frenando 
la autodeterminación profesional. 
 
El papel de los principios y valores en este fenómeno, son fundamentales. Dado que el grupo social 
es el responsable de establecer y reforzar sus propios bienes internos. La revisión de los bienes 
internos representados en principios y valores de la profesión, es dinámica y requiere de una 
constante atención (2). En este sentido, se debe poner especial atención a la importancia de ciertos 
valores por sobre otros, asociados principalmente a las expectativas que la sociedad tiene sobre la 
profesión. Esto tensiona las propias expectativas del estamento y pueden haber facilitado la 
dominación de grupos de poder en el sistema sanitario, dada la dificultad que resulta el poder 
hacerlos visibles. Un ejemplo de esto, es como valores como la obediencia y sumisión, han sido 
 6 
altamente valorados por la sociedad. Frecuentemente asociado a las profesiones de servicio y al 
trabajo femenino, pero como lo hemos planteado; constituye para la profesión un elemento de 
tensión, dado que al reforzar estos valores apreciados por la sociedad (bien externo), disminuyela 
autonomía profesional(bien interno) (2). Visto desde otra perspectiva, valida la idea de que enfermería es 
una profesión heterónoma. 
 
Si esto ocurriera en la práctica profesional, no solo comprometería el estatus profesional, sino pone 
en riesgo el bien mayor y la razón de ser de la profesión, que es brindar cuidados seguros. Entendiendo 
que las consecuencias de las acciones del profesional de enfermería recaen siempre en los pacientes 
(2). 
 
Los profesionales que vean la obediencia como un patrón de conducta virtuoso estimulados/as y 
reforzados/as por el entorno social que los controla, no serán capaces de percibirlo como conducta 
negativa. Actuarán más bien con la obediencia esperada externamente, lo que es de extrema 
gravedad, dado que estaría respondiendo moralmente basada/o en un prejuicio, y no en los 
principios y valores fundamentales de la profesión. Esto podría verse como una exageración, pero 
permite aclarar la relación directa que existe entre los valores y bienes internos de la profesión y los 
valores y bienes externos encarnados por la sociedad (2,16). 
 
Los principios y valores de la profesión, representan los límites que estamos dispuestos/as a asumir 
socialmente. Siendo estos límites o mínimos morales, consecuencia de un análisis participativo y 
democrático que debe convocar al mayor número de profesionales de enfermería. Esto dará 
legitimidad a cualquier propuesta realizada, permitiendo que todos los miembros del colectivo 
comprendan la importancia de incorporarlos al saber teórico y al ejercicio práctico de la profesión. Se 
requiere además, generar la argumentación necesaria para justificar la importancia de un principio o 
valor por sobre otro, pues esto contribuye a su empoderamiento y defensa social de la profesión. Si 
bien existen principios y valores universales a los que enfermería debe hacer honor, como los derechos 
humanos universales. Es necesario considerar que los principios y valores tienen una carga cultural 
propia, por lo que no existe ningún grupo a nivel internacional que comparta estrictamente los 
mismos valores y principios, o cuyo orden jerárquico o prioridades sean en rigor los mismos (16,17). 
 
Aspectos del contexto social-político han tensionado por mucho tiempo la práctica profesional de 
enfermería y especialmente su autonomía. Herencia de los primeros años de formación profesional 
dependiente de la práctica médica. Periodo comprendido entre los años 1906-1944 que finaliza 
formalmente, cuando la dirección de las escuelas de enfermería queda por primera vez en manos de 
enfermeras docentes. Sin embargo, documentos posteriores demuestran lo difícil que será 
desprenderse de estos prejuicios culturales. 
 
Guzmán (18) médico que en su calidad de director general de sanidad de la época publica un artículo 
en el año 1954, dejando ver su comprensión personal sobre la profesión de enfermería. Declara 
sobre la enfermería: 
 
1) “Profesión sacrificada: ayudar al médico higienista en sus múltiples labores y al sociólogo. Importancia de su acción 
en la sociedad. 
2) Cualidades especiales que requiere la enfermera sanitaria: buena salud, moralidad irreprochable, bondad infinita, 
dulzura en el trato y paciencia, además de coraje en su trabajo, perseverancia, vivacidad y optimismo. 
 7 
3) Programa de los cursos que tenga presente la necesidad de los agentes sanitarios en uso en el país, así como los 
adaptables a nuestro medio social y al nivel cultural de nuestro pueblo para tener una enfermera sanitaria con una 
formación a la vez moral, cívica y social y técnica”. 
 
La prevalencia del discurso patriarcal, destacando el rol social de profesión sacrificada y heterónoma; 
cincuenta años después del discurso realizado por Amaral. Demuestra que en un periodo de 50 años, 
los discursos médicos son muy similares, evidencia la sobrevaloración de lo masculino y la 
desvalorización de profesiones feminizadas. Permitiendo el ascenso con mayor rapidez y legitimidad 
de estatus a figuras masculinas que femeninas. Limitando con ello, las seguramente también legítimas 
aspiraciones profesionales de las mujeres enfermeras que desearían ocupar cargos directivos, y no 
solo dedicarse a las actividades asistenciales (3,9). La posibilidad de ocupar cargos de poder, no solo 
se relacionan con un mayor estatus, sino con la posibilidad de influir culturalmente en la sociedad. 
Según Cortina (17) “una profesión no es un ente autónomo culturalmente, sino que recibe influencias y a su vez 
influye culturalmente en la sociedad. Por eso, la comunidad de profesionales también es responsable del estado actual de 
la sociedad”. 
 
El ingreso de hombres a la profesión constituye por ello, un hecho relevante para la profesión, 
siendo una estrategia urgente para contribuir al cambio de actitud de los propios profesionales de 
enfermería. Dado que los enfermeros tienden a ocupar espacios de trabajo diferentes que las 
enfermeras, aportando diversidad y complementariedad de género para generar cambios a nivel 
cultural(19). 
 
El primer enfermero en Chile fue Waldo Alfaro Retamal que egresa de la Universidad de Chile el año 
1966(20). El ingreso de hombres a la profesión a partir de este evento, ha ido siempre en aumento, 
pero sigue siendo insuficiente para cambiar los imaginarios sociales que han acompañado la 
enfermería como profesión feminizada en una sociedad patriarcal (19). Considerar además, que la 
tendencia a repetir patrones socialmente aceptados ha sido responsabilidad también profesional, la 
falta de reflexión y análisis sobre el rol profesional es una de principales sus limitaciones. Mientras 
que los patrones aprendidos socialmente y que frenan el avance profesional, no siempre son fáciles 
de identificar y requieren de un esfuerzo intencionado para visibilizarlos. 
 
El pesimismo que puede provocar la baja valoración social del cuidado, deben reemplazarse por el 
optimismo colectivo para persistir en la posibilidad de que la profesión llegue más allá de lo que 
otros grupos sociales planificaron para nosotros/as. El futuro requiere sin duda, de un esfuerzo 
personal por auto superarse y para derribar los propios prejuicios perpetuados, que hoy todavía 
limitan el desarrollo profesional. 
 
Adam y De Bray en el año 1933, publican en la revista de Asistencia Social de Chile el artículo Como 
dignificar la profesión de enfermería (5). En este, las autoras destacan nuevamente el carácter moral de la 
profesión, pero en este enfatizan la importancia del conocimiento empírico y humanista en la 
formación de los/as profesionales de enfermería: 
 
[…]“en la formación del arte de la enfermera” […]”se tomen en cuenta aptitudes técnicas y sociales” […] ”los 
principios científicos fundamentales sirven de guía a las prácticas de enfermería y los ideales humanitarios y 
profesionales determinan la actitud y el ánimo de la enfermera” […], […]”Así, aunque una Enfermera tuviera todos 
los conocimientos modernos en su ramo, si careciera de las aptitudes sociales o de ideales humanitarios, fracasaría en su 
 8 
profesión”[…]. 
 
Este discurso vanguardista para el momento histórico en que se realizó, desafía a la profesión a 
construir un modelo de enseñanza armonizado en sus aspectos biomédicos y humanistas. 
Considerando que el desarrollo de la profesión y la enseñanza deben ir de la mano para enfatizar en 
los aspectos ontológicos y la toma de decisiones éticas. A pesar de los esfuerzos realizados por 
mantener la formación humanista en las escuelas de enfermería, la dependencia aprendida hacia el 
enfoque biomédico ha sido un fenómeno global que ha hecho prevalecer el conocimiento empírico 
en la formación de profesionales de enfermería (21). Los precursores de la enfermería en Chile, 
contribuyeron a la construcción de valores profesionales. La enfermera sacrificada, paciente y 
obediente constituyen el resultado de las expectativas externas. Valores que han prevalecido a lo 
largo de la historia y que se asumen finalmente como internos. Representanelementos de 
dominación social que las mismas enfermeras se han encargado de perpetuar (2). 
 
En el estudio realizado por Chuaqui et al.,(8), los dos primeros periodos de la identidad profesional 
se relacionan con valores históricamente aprendidos, mientras solo a partir de los años 90 es posible 
establecer un cambio relevante, de tipo estructural, que entrega mayor poder a las enfermeras en los 
servicios hospitalarios a partir de gestión del cuidado, y que representa un primer cambio en los 
bienes internos de la profesión. 
 
Por otra parte, y en un hecho histórico posterior, el crecimiento sostenido y no regulado de escuelas 
de enfermería, han puesto en cuestionamiento el cumplimiento la calidad de la formación, afectando 
los aspectos humanistas de la profesión (22,23). El interés desproporcionado por los avances 
biotecnológicos, utilizados para atraer a nóveles enfermeros/as, ponen énfasis en aspectos 
tecnológicos y procedimentales favoreciendo el conocimiento empírico por sobre el humanista. 
 
El estudio realizado por Brevis et al., (24), describió que en planes y programas de las carreras de 
enfermería dictadas en universidades chilenas, existe una brecha de formación en ética. Al demostrar 
que algunas de éstas, no tenían incorporada la asignatura de bioética o ética de enfermería en la 
formación de pregrado. Esta situación se ha dado a nivel global no siendo un problema que 
exclusivamente afecte a las escuelas de enfermería. Cortina (25) denomina a esta situación el triunfo de 
la razón instrumental, caracterizado por el énfasis en una educación que prepara a los jóvenes para el 
desarrollo de cuantas habilidades técnicas puedan aprender, con el fin de lograr el estado de 
bienestar-felicidad y vivir en la nueva sociedad del conocimiento. Los riesgos de una educación 
basada principalmente en aspectos técnicos, es promover una mirada parcial sobre los fines de una 
profesión. Dado que buscando el estado de bienestar personal se puede abandonar o descuidar el rol 
social de la profesión. Este fenómeno favorece el excesivo interés por el conocimiento científico y un 
abandono de los aspectos humanistas de la profesión, y como consecuencia pérdida de los bienes 
internos de enfermería (2,21). Siendo el bien interno según Feito (2) lo “que legitima algo como propio 
de una profesión, es lo que le da su sentido y validez social”. Señala además, que la ética de la 
profesión está dada en la actitud de cuidado. La actitud de cuidado es una dimensión propia del 
cuidar que hace que las personas tomen conciencia de su papel en la relación del cuidado y el mundo. 
Es una situación de sensibilidad ante la realidad, de toma de conciencia de vulnerabilidad, de permitir 
que nos interpele y nos obligue a la acción, como modo de humanidad. Por ello, es fundamental 
educar en la actitud del cuidado, promoviendo y fomentando la aparición de esta sensibilidad en 
los/as alumnos/as y en las etapas más temprana de formación profesional. 
 9 
 
Los acontecimientos socio-políticos del país, han contribuido a la construcción de una imagen de 
profesión infravalorada. Sumándose además, el hecho que durante la dictadura militar se suprime la 
fiscalización que ejercía el Colegio de enfermeras de Chile sobre sus miembros., 
 
En el año 1953 se crea el Colegio de enfermeras de Chile, responsable de regular el correcto ejercicio de 
la profesión, a través de un Código deontológico o normas de buena conducta. Dentro de sus más 
destacadas atribuciones iniciales estaba dictar y fiscalizar las normas de ética del colectivo. 
Permitiendo la auto regulación de la conducta de sus miembros, además de contribuir al desarrollo y 
actualización profesional. Sin embargo, desde la entrada en vigencia del decreto ley Nº 3.621 en 1981, 
se suprime dicha atribución, estableciendo en su artículo 4º que le corresponderá a la autoridad de 
salud competente, a través de los respectivos empleadores y a los tribunales de justicia dirimir en 
conflictos cuando exista una parte perjudicada como consecuencia del ejercicio profesional. Así, en 
los casos en que exista falta grave profesional, queda a criterio de los empleadores o los/as 
afectados/as, iniciar procesos de denuncia o investigación, en los tribunales de justicia 
correspondientes. Siendo en estos casos, abordado desde una perspectiva más bien legal que ética, e 
individual más que colectiva. Esto ha debilitado el desarrollo del conocimiento ético de la profesión, 
pues la mayoría de los dilemas profesionales especialmente de la práctica clínica son de manejo local 
y no son observables como una oportunidad de mejora colectiva, más bien ha prevalecido el temor a 
las consecuencias legales (26,27). 
 
En este aspecto a nivel internacional, el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) define el Código 
deontológico de enfermería como “una guía para actuar sobre la base de los valores y necesidades 
sociales y solo tendría significado como documento vivo si se aplica a las realidades de la enfermería 
y de la atención de salud en una sociedad cambiante” (28) De igual manera, su uso en la práctica, 
queda restringido a una decisión personal y no existe una instancia en que sea posible revisar el 
comportamiento ético de los profesionales de enfermería. Para lograr este propósito, el código debe 
ser ampliamente difundido, revisado, comprendido, asimilado y utilizado por las enfermeras en todos 
los aspectos de su quehacer. El CIE recomienda éste pueda permanecer al alcance de los estudiantes 
y las enfermeras a lo largo de su formación y de su vida laboral (24). 
 
A nivel global, Beauchamp & Childress (29) mencionan que los Códigos deontológicos han 
contribuido al desarrollo del carácter ético de las profesiones como medicina y enfermería, al permitir 
la reflexión sobre los problemas de ética en el ámbito de la salud. Dado que en ellos, se aplican los 
principios generales de la bioética con ciertas obligaciones claramente definidas, y que garantizan que 
las personas que pertenecen a estos grupos de profesionales, cumplan con ellos en relación a sus 
miembros y también a otras personas. Estas obligaciones, buscan garantizar los derechos de las 
personas que son beneficiarios de estos profesionales, entendiendo que siempre surgirán problemas 
en la que la ética se enfrenta a conflictos valóricos. 
 
Los códigos tienden a fomentar y reforzar la identificación de sus miembros con los valores 
prevalecientes de la profesión. Esto es beneficioso si realmente incorporan normas morales 
defendibles, principios y valores fundamentales para el bien de las personas. Por ello, la importancia 
de que sean integrales, coherentes y plausibles. Requieren además, de una reflexión amplia por parte 
de los miembros que componen el colectivo, tanto para definirlos y revisarlos teniendo en 
consideración los avances de la profesión y los aspectos sociopolíticos que la limitan en cada país 
 10 
(29,30). 
 
En resumen, en los primeros albores del siglo XX en Chile, se estableció la importancia de la ética 
como un conocimiento irrenunciable en la formación profesional de enfermeras/os. Pero con énfasis 
en valores externos a la profesión, y directamente relacionados con influencias socio-culturales, que 
han limitado su desarrollo. La presencia de imaginarios fuertemente arraigados, reforzados 
culturalmente y transmitidos a las generaciones futuras, son responsables de la sobrevaloración de 
valores como la obediencia y sacrificio. 
 
Los acontecimientos socio-culturales han influido en nuestra forma de vestir, de hablar, de 
comunicarnos, de relacionarnos, y priorizar los valores. Por tanto, repensar los valores y principios 
de la profesión requiere de cierta urgencia, que debe considerar temas relativoS a lo deontológico, 
axiológico y teleológico. 
 
La profesión de enfermería debe ser esencialmente reflexiva y autónoma, para permitir poner la 
suficiente distancia para observar la acción profesional y someterla a un análisis crítico global. Debe 
ser lapropia profesión quien estructure su pensamiento y la acción profesional, poniendo en 
contexto los acontecimientos socio-culturales que la han moldeado, y la complejidad de los sistemas 
sociales que la tensionan en la actualidad (14,15). 
 
 
II. Bases conceptuales de bioética y ética de Enfermería. 
 
La ética y bioética en enfermería 
 
La ética es considerada fundamental para la vida humana, es parte de la filosofía y comprende la 
reflexión sobre problemas morales y juicios de valor. Es una opción para actuar por el bien común, 
que supone la conciencia de la propia existencia y de otros seres humanos. Como ciencia establece 
metodologías para la discusión sobre el actuar humano, manteniendo principios morales 
considerados como fundamentales (31). 
 
La tradición ética se remonta a Grecia casi seis siglos antes de Cristo de la mano del pensamiento 
racional desarrollado por Sócrates, Platón y Aristóteles, traspasándose a la tradición filosófica 
occidental. La palabra ética proviene del vocablo griego ethos, que significa costumbres y que tiene su 
correspondencia latina en la palabra moral. El ethos “constituye un conjunto de valores y hábitos 
consagrados por la tradición cultural de un pueblo” (14). Mientras la moral es la suma de principios 
fundamentales y valores imprescindibles que preside las acciones de cada individuo (30,31). 
Beauchamp & Childress (29), definen a la moral como las convenciones sociales sobre lo que es 
correcto o incorrecto, conductas que son ampliamente compartidas por la sociedad y que se 
mantienen estables en el tiempo. Mientras, la ética se reserva para las teorías filosóficas, la reflexión 
sobre moral común o convicciones en particular a tradiciones religiosas. La ética médica se desarrolló 
desde Hipócrates hasta mediados del siglo XX, donde posteriormente comienza a decrecer (29). 
 
La bioética, es parte de la ética aplicada, definida como la disciplina científica que estudia los aspectos 
éticos de la medicina, y la biología, y las relaciones del hombre con los restantes seres vivos 
(29,30,31,32). Como ciencia aplicada, ha contribuido a aclarar y superar dilemas éticos, a pesar de 
 11 
estar limitada para alcanzar una perspectiva única y universalmente aceptable (29). 
 
El uso del neologismo bioética se utiliza por primera vez el año 1970 por el médico estadounidense 
Potter y luego el médico holandés Hellegers, quien el año 1971 crea el Instituto Kennedy de 
reproducción humana y bioética, concentrando su atención y dedicación exclusiva a problemas 
biomédicos. Este hecho inició un desarrollo importante en la incorporación de la ética a las ciencias 
de la vida (29). 
 
En la universidad de California, entre los años setenta y ochenta, el pionero de la bioética Albert 
Jansen, comienza a dictar diversos cursos para la enseñanza de la bioética en la carrera de medicina. 
A pesar de que la base de su enseñanza estaba centrada en dilemas éticos médicos, se generó un gran 
interés por parte de los profesionales de enfermería. Quienes comenzaron a asistir a las clases y a 
darse cuenta de la importancia que este cuerpo de conocimiento tendría para la profesión. Así es 
como, en el año 1978 las profesoras de enfermería de la misma universidad, Davis & Aroskar 
publican el primer libro para la enseñanza de la bioética dirigido a enfermeras titulado: Los dilemas 
éticos y práctica de enfermería. A partir de este hecho, las enfermeras a nivel global iniciaron un creciente 
interés por la bioética orientando y adaptando este conocimiento al desarrollo de su propia disciplina 
(33). 
 
En Chile, la enseñanza de la bioética, se da secundariamente a este suceso en los años noventa, 
incluyendo la bioética en los programas formales de estudio de las escuelas de enfermería 
profesionales. Hecho que constituye un cambio importante en la enseñanza formal de la ética, al 
ampliar los aspectos éticos abordables por los profesionales de enfermería, dado el enorme contexto 
en el que las enfermeras actúan. Este abordaje temprano de la bioética por parte de los profesionales 
de enfermería se considera un hecho positivo al prepararlos para responder a dilemas de naturaleza 
global e interdisciplinarios. 
 
 
Cambio de paradigma universal del desarrollo moral 
 
La teoría del desarrollo cognitivo de Kohlberg corresponde a la teoría del desarrollo moral más 
extensamente aceptada. Según esta teoría, los individuos desarrollan sus capacidades morales en la 
medida que profundizan sus capacidades cognitivas para comprender la naturaleza de las relaciones 
morales, hasta llegar a la madurez moral. El autor afirma que el proceso de desarrollo moral avanza a 
través de etapas determinadas, organizadas jerárquicamente y que se corresponden con niveles 
distintos del razonamiento moral (29,34). Desde esta perspectiva, propone seis etapas del desarrollo 
moral agrupadas en tres niveles; el nivel preconvencional (estadios I y 2), el nivel convencional 
(estadios 3 y 4) y el nivel postconvencional (estadios 5 y 6). 
 
Kohlberg propuso que para medir la moralidad de las personas era necesario considerar la capacidad 
de razonamiento lógico en los individuos, pues al desarrollar el pensamiento lógico abstracto una 
persona estaría en condiciones de lograr un desarrollo moral elevado. Para desarrollar el pensamiento 
moral se requiere entonces que el individuo haya logrado avanzar en el pensamiento lógico abstracto. 
Aunque no siempre se da la relación directa entre individuos con pensamiento lógico abstracto 
avanzado y un desarrollo moral elevado. Si es condición sine qua non, que individuos que tienen un 
desarrollo moral elevado tendrán siempre pensamiento lógico abstracto elevado (34). 
 12 
 
Razonar moralmente es una función del pensamiento que se asocia al desarrollo evolutivo exclusivo 
del ser humano, y a otras funciones del pensamiento que determinan su desarrollo final. Kohlberg 
estableció que sus etapas mentales cumplen necesariamente con ciertos criterios; son formas 
cualitativamente diferentes de pensamiento, son estructuradas, el progreso es una secuencia 
invariante, se puede caracterizar como integraciones jerárquicas y son universales y transculturales 
(34). 
 
El concepto de convencional utilizado en sus estadíos para clasificar la moralidad en los seres humanos, 
se refiere a la capacidad para someterse a las reglas, expectativas y convenciones de la sociedad o de 
la autoridad, y defenderlas precisamente porque son reglas, expectativas o convenciones que toda 
sociedad ha impuesto (29). 
 
Basada en el modelo convencional de desarrollo moral propuesto por Kohlberg, Gilligan descubre 
que al aplicarlo en mujeres, éstas siempre quedaban en una etapa más baja del desarrollo moral que 
los hombres. Este hallazgo, la llevó a cuestionar el trabajo de Kohlbeg describiéndolo como un 
prejuicio basado en las diferencias de género. A partir de esto, y realizando nuevamente la investigación 
realizadas por Kohlberg, pero ahora considerando a hombres y mujeres. Descubrió que en general, 
los hombres y las mujeres siguen caminos distintos en el desarrollo moral. Que respecto a la 
moralidad existe una voz distinta para definir criterios de moralidad madura. En ese sentido, el aporte 
más importante realizado por Gilligan tiene que ver con que las mujeres se identifican más con el 
cuidado de otros, que se basa en las relaciones de apego tales como las relaciones que se dan entre 
madre e hijo. Y en segundo lugar, que las respuestas morales dependen siempre de las emociones 
humanas, es decir, la capacidad de empatía, el sentido de la amistad y conocimiento de cómo son las 
personas que nos importan (29). 
 
En la teoría del cuidado, Beauchamp & Childress (29) denominan a estos dos elementos 
fundamentales como; interdependencia y respuesta emocional. La interdependencia dice relación con la 
capacidad humana para ser autónomo pero a la vez necesitar al otro, esto se da en un espacio de 
mutua relación. La respuesta emocional irá directamente relacionadacon la interdependencia que se 
logre. Se establece una faceta vital de la relación moral, es decir no siempre lo que es moralmente 
bueno, hace sentir mejor a las personas. Es en este sentido, la teoría de ética del cuidado de Gilligan, 
cobra gran importancia para la profesión de enfermería, pues la aplicación de este modelo ha sido 
utilizado ampliamente para comprender la relación de ayuda que establece el/la enfermera/o con los 
sujetos de cuidado. Por ello, no siempre lo que el profesional considera bueno para el paciente, es lo 
que el paciente hará o considerará bueno para él o ella. Lo relevante en la relación de ayuda, es 
generar confianza suficiente para que el paciente exprese realmente sus deseos y decisiones. Le 
corresponde a la/el enfermero/a complementar la información sobre su estado y educarlo sobre el 
proceso de enfermedad o proceso vital para que tome siempre una decisión libre e informada. 
 
El reconocimiento e importancia de la dimensión emocional en la ética del cuidado, se contrapone a 
lo que muchas veces se planteaba en la práctica del cuidado; que los sentimientos distraen a las personas 
cuando deben tomar decisiones. La ética del cuidado corrige este prejuicio cognitivista al dar el mismo 
valor a las emociones como a la razón. Por lo tanto, en la teoría del cuidado las emociones toman 
valor moral, por lo que tener una cierta actitud emocional y expresar las emociones en la actuación, 
son factores moralmente relevantes (35). 
 13 
 
Sin un marco más amplio de las emociones, la ética en la atención de salud y especialmente en el 
cuidado, estará limitada a la esfera de las relaciones íntimas, al cuidado de familiares y a la asignación 
histórica de roles de cuidado a las mujeres. A nivel social, el rol de cuidar se ha legitimizado como 
actividad femenina, siendo en su mayoría las mujeres las que optan por carreras de servicio y de 
cuidado. Sin embargo, esto no quiere decir que los hombres se abran a la posibilidad de conectarse 
con su dimensión emocional y sean también buenos cuidadores (29). 
 
Otras de las teorías del desarrollo moral que han contribuido a explicar el razonamiento y 
comportamiento moral de las personas es la de James Rest. En su planteamiento teórico, más que un 
orden cronológico utiliza un orden lógico, dado que cada uno de los componentes se pueden 
influenciar unos con otros y utilizar en el orden que se requiera. Los cuatro componentes de esta 
propuesta representan procesos involucrados en la producción de un acto moral. Este modelo por lo 
pragmático y operativo, ha sido ampliamente usado por enfermeras investigadoras interesadas en el 
desarrollo moral y ético de la profesión (36). 
 
Los componentes del modelo de Rest (36) son: 
 
a) Sensibilidad ética se refiere a la conciencia de cómo nuestras acciones afectan a las personas. 
Incluye estar consciente de quiénes son los participantes, de la situación, qué líneas de acción son 
posibles y cuál podrían ser las consecuencias de los diferentes comportamientos a las diferentes 
partes. La sensibilidad ética implica construir diferentes posibles escenarios para la situación e 
imaginar cómo las acciones podrían impactar a los participantes en la situación. 
 
b) Juicio moral se refiere a qué curso de la acción de las posibles alternativas debería ser elegido 
para cada situación. En esta fase, la situación ya está interpretada y las necesidades y el bienestar de 
los diferentes participantes. En esta etapa la justicia es un principio elemental para tomar decisiones. 
 
c) Motivación moral o Integridad se refiere a las prioridades valóricas de los individuos, y la 
importancia que le dan, en contraste con otros valores. Se refiere a un compromiso con el curso de 
acción moral y asumir la responsabilidad personal por los resultados morales, es decir, la motivación 
está vinculada a la identidad profesional y concepto de rol. El rol profesional supone variar 
dimensiones de autoridad, responsabilidad, agencia y autonomía. 
 
e) Coraje o Carácter moral se define este componente como elementos del carácter: la 
perseverancia, la fuerza de convicción y valentía. El carácter moral implica tener coraje y habilidades 
de ejecución para llevar a cabo una línea de acción incluso bajo presión social. 
 
Formación en ética de enfermería 
 
Para que un profesional de enfermería esté habilitado para el ejercicio legal de la profesión en Chile, 
requiere de un título profesional de enfermera/o entregado por una institución de nivel superior 
quien certifique la condición de enfermera/o generalista (37). Junto con el dominio de la práctica 
clínica, se requiere que las graduadas/os de enfermería sean capaces de abordar ciertos dilemas éticos 
con cierta uniformidad, a pesar de que existe autonomía de cada casa de estudio para establecer 
planes y programas propios. 
 14 
 
Las competencias y habilidades para tomar decisiones éticas en la práctica debiesen tener alguna 
uniformidad. Esto permite el manejo de ciertos conceptos teóricos y principios mínimos que 
ayudarán al/el enfermera/o a resolver de mejor forma los dilemas éticos que encontrará en su 
práctica habitual. A la vez, desempeñar de mejor forma su rol al comprender la necesidad de actuar 
con mayor compromiso, mejor comunicación y consenso entre sus pares y el resto del equipo 
(38,39). 
 
Las escuelas de enfermería han utilizado el proyecto TUNING Latinoamérica, para el rediseño del 
currículo del profesional de enfermería, considerando un meta-perfil propuesto para formar un/a 
enfermera/o generalista (40,41). Se describen en este las siguientes competencias éticas: 
 
 
Competencia General Competencias Específicas 
 
Compromiso ético 
 
Capacidad de trabajar dentro del contexto de 
Códigos éticos, normativos y legales de la profesión. 
Capacidad para participar activamente en los comités de 
ética de la práctica de la enfermería y bioética. 
FUENTE: Tuning Latinoamérica (31) 
 
 
 
El aporte de Tuning, ha permitido contar con competencias éticas comunes en las escuelas de 
enfermería Latinoamericanas. Han facilitado la reflexión y debate para encontrar la mejor forma de 
incorporarlos en los planes y programas de cada escuela. En la primera competencia específica 
descrita, se alojan los aspectos propios de la ética profesional. Mientras en la segunda competencia 
específica se aborda la bioética desde una perspectiva global y transdisciplinaria. 
 
Harmic (39) propone que para la adquisición de competencias profesionales en ética, las/os 
enfermeras/os deben transitar por distintas fases de formación ética. Cada una concatenada con la 
otra, generando como consecuencia un proceso evolutivo en la formación ética entre el pre y 
postgrado. Esta propuesta, la desarrolla para las enfermeras de práctica avanzada; Nurse practitioner, 
reconocidas en los Estados Unidos por su modelo de experta y especialista a nivel comunitario. En 
Chile, se ha estado analizando este modelo como una posibilidad para ampliar el rol de la enfermera 
a nivel de la atención primaria de salud (38). 
 
Las siguientes fases han sido adaptadas de la propuesta de Harmic (39) para la enfermera generalista 
formada en el pregrado y posteriormente al avanzar en programas de postgrado que incluyan 
consecutivamente el grado de Magíster y Doctor/a. 
 
a) Etapa Nº1: Corresponde a la etapa de educación en ética de pregrado. Se adquiere la base 
para la toma de decisiones éticas en enfermería. El primer trabajo en esta fase es lograr la 
sensibilidad ética para el cuidado. Para ello, se necesita de considerable conocimiento 
personal para ir construyendo una estructura moral profesional propia. Durante esta fase se 
espera que el futuro profesional relacione su formación teórica con la práctica clínica. Así, 
 15 
deberá reconocer y reflexionar sobre algunos dilemas éticos comunes en el contexto 
asistencial de enfermería. 
 
b) Etapa Nº2: Corresponde a la etapa de educación en ética de postgrado nivel Magíster. Se 
adquiere profundizandoen el nivel teórico y conceptual, paradigmas y aspectos legales y 
normativos que le permiten reconocer los verdaderos dilemas éticos y preocuparse por ellos. 
A nivel social, su posición frente a estos temas le permite ganar credibilidad, ganar confianza 
y adquirir mayor conciencia sobre los problemas éticos. Se espera en etapa se desarrollen con 
más fuerza competencias para la gestión e investigación en dilemas éticos. 
 
c) Etapa Nº3: Corresponde a la etapa de educación en ética de postgrado nivel Doctor 
principiante. Su madurez relacionada con el conocimiento adquirido, le permite sentirse 
cómodo/a identificando y discutiendo dilemas éticos. Como fase avanzada del conocimiento 
enfermero/a se comporta con liderazgo frente al tema y puede desarrollar de manera 
completa la toma de decisiones ética. Se considera principiante pues, recién inicia su etapa de 
doctor/a. 
 
d) Etapa Nº4: Corresponde a la etapa de educación en ética de postgrado nivel Doctor 
experto/a. Como fase de integración plena, no solo es capaz de liderar el proceso de abordaje 
de los dilemas éticos, sino ya puede abogar en pro de la justicia social, la equidad y políticas 
éticas dentro de todos los ámbitos de atención en salud. Se considera experto pues, cumple 
un rol social de abogacía y activismo pleno. 
 
 
Como todo proceso evolutivo, el débil desarrollo de alguna de las etapas de base, retrasa la 
consecución de la siguiente. En Chile, muchos/as enfermeras/os se mantienen a lo largo de su vida 
profesional como profesionales generalistas, por ello, la formación ética en el pregrado corresponde a 
la base del conocimiento y actuación ética en la que basará su desempeño futuro. Esto fundamenta 
la necesidad de que la enseñanza de la ética y bioética se inicie en etapas tempranas de formación 
profesional de enfermería. En una revisión de las mallas de enfermería y la ubicación de la asignatura 
de bioética en el avance curricular, se evidenció gran variabilidad en la ubicación de la asignatura de 
ética. En algunos casos se iniciaba en el primer y segundo año, en otros casos en etapas posteriores 
(24). Esto demuestra la gran variabilidad de criterios que existen al momento de tomar la decisión de 
cómo enseñar ética y bioética en las escuelas de enfermería. Esto causa incertidumbre, y puede 
constituir un riesgo para los sujetos de cuidado, pues existirían diferencias en la preparación moral de 
enfermeros/as dependiendo de la casa de estudios de la que egrese. Esto no ha sido estudiado a nivel 
nacional. Dada su complejidad es materia que debe ser relevada por las posibles consecuencias en los 
pacientes. 
 
 
La enfermera como agente moral 
 
La agencia moral de enfermería se refiere a la capacidad que esta tiene para deliberar, elegir, expresar 
y actuar sobre sus responsabilidades morales. Los profesionales de enfermería promulgan su agencia 
moral cuando reflexionan y actúan de manera deliberada en su práctica profesional. Es el rol 
asistencial el que permite su ejercicio más directo, dado que el paciente asumirá las consecuencias de 
 16 
la acción que realiza u omita el personal de enfermería (42-44). Este reconocimiento sobre las 
consecuencias morales de la labor de enfermería, han permitido que se discuta globalmente sobre la 
complejidad de la práctica de enfermería y las responsabilidades que se asocian a su ejercicio. 
 
El agente moral, tiene un curso de acción moral posible que se relaciona con el contexto 
sociopolítico significativo para la profesión, que va más allá de los intereses individuales o la propia 
voluntad del agente. Esta perspectiva es congruente con las concepciones emergentes de la ética de 
enfermería. La integración del conocimiento ético en la formación profesional y la experiencia, son 
las raíces que sustentan la agencia moral de la profesión (42). 
 
A pesar de que la formación en bioética es compartida por las profesiones sanitarias, profesiones 
como medicina y enfermería han desarrollado sus propias guías y códigos éticos, identificándose 
diferencias sustanciales en sus enfoques. Saxén (45) hace referencia a estas diferencias, destacando 
que mientras enfermería pone su foco central en la reflexividad moral, la medicina pone su foco central en la 
ética universal, el reduccionismo, la objetividad y la amenaza, evidenciando una brecha discursiva entre ambos. Este 
punto llama especialmente la atención, si se piensa que ambas profesiones son ciencias de la vida y 
comparten propósitos comunes como velar por la salud de los pacientes, individuos, familias y 
comunidad. Además de desarrollarse en los mismos espacios profesionales en donde se realizan 
esfuerzos comunes por la salud de los pacientes. Sin embargo, esta diferencia se fundamenta no solo 
en sus diferentes funciones y roles, sino en las diferencias de formación que segmentan y 
especializan a cada profesión. 
 
A partir de esta diferencia, frente a un mismo dilema ético es posible observar que los médicos y 
enfermeras se posicionan de manera diferente moralmente. La revisión sistemática realizada por 
Elmore et al., (44) demuestra, que frente a decisiones al final de la vida y en el contexto de la muerte. 
El médico se mantiene distante moralmente y se posiciona como el responsable último de las 
decisiones clínicas que se toman con el paciente. Mientras las enfermeras en cambio son moralmente 
cercanas, abogando por el paciente y la familia, y son vistas como mediadoras en el proceso, llegando 
a relacionarse de una manera más profunda con la familia y el moribundo. En este ejemplo, la 
enfermera juega un papel crítico al final de la vida tanto en la práctica clínica como agente moral 
responsable por el buen morir del paciente. 
 
El entorno clínico en donde ocurre la mayoría de las veces la práctica del cuidado, se caracteriza por 
ser altamente normativa y cada vez más tecnificado, Dificultando la agencia moral de los/as 
profesionales de enfermería que e ambientes clínicos automatizados actúan con mayor rigidez. 
Lamentablemente esto puede ocurrir en situaciones que requieren de una mayor flexibilidad, 
conciencia y sensibilidad por parte de los profesionales que continuamente se enfrentan a dilemas 
éticos relacionado con sus pacientes, y que por su condición de enfermedad están más vulnerables de 
lo habitual (46). 
 
El entrenamiento que requiere una enfermera para enfrentar dilemas éticos de una manera autónoma 
y elevada, involucra funciones cognitivas, emocionales y sociales (47). La complejidad del ejercicio de 
la agencia moral de la enfermera está dada por sus propias experiencias y la integración de muchos 
aspectos de las competencias profesionales. Es así, que esta competencia solo es posible de adquirir 
en el largo plazo, pues implica un proceso de formación permanente, que parte desde que se ingresa 
 17 
como novata/o y que probablemente no terminará nunca más. Convirtiéndose así, en un ideal 
profesional que siempre estará en construcción (48). 
 
Descrito por Benner (48) como sabiduría práctica, consiste en el máximo de desarrollo del 
conocimiento ético adquirido con la experiencia, fortaleciendo la idea de que solo la experiencia 
enriquece la formación permanente de enfermería. La teoría de novata a experta demostró que en 
etapas iniciales de formación profesional, se presentan inseguridades en el manejo de los pacientes, se 
viven las primeras experiencias significativas y el aprendizaje formal se complementa a través de la 
observación de pares y otros profesionales; lo que se conoce como modelaje. Se ha demostrado 
además, que los/as novatos/as sufren de mayor estrés moral, llegando en algunos casos a pasar de un 
hecho puntual y dilemático a lo que se denomina angustia moral, experimentando sentimientos de 
culpa por errores o situaciones que no siempre pueden manejar moralmente con habilidad. 
 
En la enseñanza de la ética se han considerado respuestas morales predecibles frente a dilemas 
comunes para la profesión. Estas respuestas automatizadas son el resultadodel trabajo investigativo 
de enfermeras/os quienes han recogido las mejores prácticas frente a eventos dilemáticos Este tipo 
de respuestas permitiría favorecer el entrenamiento en ética de futuros profesionales de enfermería, 
disminuyendo la posibilidad de malas decisiones y errores no intencionados que afectarían a los 
pacientes. Esto es posible en las primeras etapas de la vida profesional, ya que es relevante que junto 
con la ganancia en experiencia, se asuman conductas morales más elevadas y disminuya la posibilidad 
de estrés y angustia moral. 
 
Según la documentación revisada, es posible identificar dos formas de respuestas morales posibles, 
que contribuyen desde dos perspectivas distintas a mejorar la agencia moral de enfermería (47,48): 
 
a) Un proceso reflexivo y de juicio individual dado por la experiencia personal. 
b) Un proceso automatizado y reflejo, consecuencia del aprendizaje y entrenamiento colectivo y 
modelado. 
 
Considerar a lo menos estos dos aspectos, y teniendo claridad sobre los principales dilemas morales 
que afectan la profesión. Es posible proponer las mejores respuestas morales para la práctica clínica, 
facilitando además el proceso de enseñanza-aprendizaje de la ética profesional. Un primer esfuerzo a 
nivel nacional, nos interpela a explorar los principales dilemas morales al que se enfrentan los 
enfermeros/as clínicos. Dado que lo que acontece a nivel global, no siempre es posible de 
implementar a nivel local, por los esquemas socio-culturales que están involucrados. 
 
A nivel internacional, Lachman (49) propone el Modelo CODE que corresponde a un esquema 
individual para lidiar con los dilemas éticos derivados de la práctica clínica. La propuesta se basa en 
la Teoría de las virtudes, considerando ciertas virtudes o valores como fundamentales para el 
quehacer ético profesional; el coraje moral, la superación de la aversión al riesgo, asertividad y la 
negociación, junto con la capacidad de soportar el sufrimiento, y la capacidad de superar el miedo y 
defender los valores profesionales. Para la autora, los conflictos en la práctica clínica son inevitables, 
pues al ser un espacio compartido e interdisciplinario en donde convergen distintas formas de 
pensamiento y visiones del mundo. La formación educativa y profesional variada, dará origen a 
tantas opiniones y disimilitudes frente a una misma situación práctica que harán imposible pensar de 
una solo forma de abordar problemas. Basado en esto, plantea la dificultad para prevenir dilemas 
 18 
éticos en la práctica. Por lo que propone avanzar, más bien en estrategias de solución individuales. 
Siendo la primera estrategia para mejorar respuestas morales, las que desarrollan las propias personas, 
considerando virtudes o valores profesionales. 
 
 
Modelo CODE de Lachman como estrategia para abordar dilemas éticos profesionales: 
 
CODE 
Courage to be moral requires: Se requiere valentía o 
coraje. 
Obligations to honor: Obligaciones éticas. 
Danger management: Manejo del peligro y control 
emocional. 
Expression and action: Habilidad para expresarse, ser 
asertivo y negociar. 
Fuente: Lachman (49) 
 
 
Estas estrategias permiten que las enfermeras reconozcan sus propios temores, pero no permiten que 
estos temores les impidan hacer la abogacía por sus pacientes. El conocimiento de la enfermera 
sobre la situación (la sabiduría), el control emocional (la templanza), la gestión del riesgo y la 
capacidad de abordar asertivamente el problema moral (valor) son aspectos centrales de la capacidad 
de la enfermera para actuar de una manera moralmente valiente. Sólo cuando estas virtudes se 
implementan y la voz de la enfermera se oye, puede prevalecer la justicia en cualquier situación 
clínica en la que no se está haciendo lo correcto para el paciente (49). 
 
Esta propuesta aplica a cualquier contexto en que exista un dilema ético para enfermería, y su 
utilización requiere que las/os enfermeras/os sean formadas en estas técnicas, utilizando casos reales 
para desarrollar una propuesta de acción a la vez de reflexionar si el curso de las medidas tomadas 
fueron las mejores para el paciente. Esta estrategia posibilita desarrollar destrezas emocionales y 
habilidades cognitivas para promover la competencia ética. El desarrollo de la asertividad es 
fundamental para controlar las respuestas emocionales en determinados momentos, y actuar 
razonablemente, ponderando las consecuencias de las acciones sobre los pacientes y el entorno. Esto 
es clave para el éxito de la propuesta (49). La tendencia natural a creer que nuestros valores y 
principios están por sobre los de otras personas, son una fuente reconocida de tensión en la práctica 
clínica. Por ello, junto con los aspectos teóricos siempre relevantes para la formación profesional, se 
requiere la formación en habilidades y estrategias para la práctica, más bien alojados en el 
pensamiento psicológico emocional. El clima organizacional de la formación, se vincula al posterior 
clima organizacional de la práctica. Los/as enfermeros/as en formación aprenden de sus 
profesores/as (modelaje); cómo comportarse, cómo arbitrar, cómo negociar y cómo mediar un 
conflicto. Evitar el problema no es nunca la mejor solución, más bien es la fuente de un conflicto no 
resuelto y demuestra la poca capacidad para resolver problemas en la profesión (48). 
 
Autores como Varcoe et al., (50), mencionan que la actuación ética de los/as profesionales de 
enfermería corresponde a un compromiso diario con el bienestar del paciente y no solo la aplicación 
 19 
de una estrategia de riesgo para afrontar un dilema. Sin embargo, conocer y familiarizarse con estas 
técnicas, contribuyen a generar una memoria anticipatoria, que ante un evento similar permita 
reconocer el problema y establecer una respuesta de afrontamiento más adecuada, especialmente en 
los profesionales de enfermería novatos/as (48). 
 
Por otro lado, estando a la sombra del modelo médico, la enfermería enfrenta un entorno limitado 
para desarrollar habilidades éticas. Por lo que estos aspectos teóricos, requieren de un 
acompañamiento permanente, contribuyendo al desarrollo de mayores habilidades, empoderamiento 
y autonomía para aplicarlos en la práctica. 
 
 
Influencia de las instituciones en el ejercicio de la agencia moral 
 
En la agencia moral de los/as profesionales de enfermería, cobra gran importancia la agencia moral 
de las instituciones en donde se ejerce la acción de cuidar. Dado que en las instituciones es donde 
está incorporado el quehacer práctico y la razón de ser de la profesión. Por lo que la agencia moral 
institucional afectará directamente el ejercicio de su agencia moral, su trabajo e identidad (51,52). El 
impacto de las instituciones en la moral profesional se relaciona especialmente con las lealtades que 
estos se demuestran entre sí, y que a su vez compiten mutuamente. Esto genera tensiones entre la 
lealtad que los/as profesionales de enfermería deben tener en primer lugar hacia sus pacientes, y 
secundariamente hacia sus colegas, médicos o la institución (53). Es también la institución la que 
provee de los recursos para el cuidado, el número de enfermeros/as, los recursos materiales, los 
procesos clínicos-administrativos, la comunicación formal, las políticas internas, el ejercicio del poder 
entre muchos otros temas que afectan la calidad del cuidado (54). 
 
Las instituciones son organizaciones complejas con propósitos propios, que no necesariamente 
actúan como comunidades morales y que no siempre velan por el bienestar del paciente. En el 
contexto sociopolítico actual, las instituciones deben sobrevivir económicamente, y se deben a su 
posicionamiento en el mercado y al prestigio público impulsado por una imagen construida 
socialmente, en la cual no es posible exponer conflictos y problemas internos. Esta moral corporativa 
puede dañar la identidad moral del profesional de enfermería, pues exponer una situación moral 
profesional puede contravenirla moral institucional (54). 
 
La identidad moral de los profesionales de enfermería es fundamental para ejercer como agente 
moral. Una identidad moral bien definida, permite responder a los principios y valores que guían la 
profesión. A nivel institucional, las enfermeras deben compartir una única identidad moral, esto permite 
construir una comunidad moral para enfermería, que corresponde a la creación de espacios abiertos 
de discusión moral, en donde los dilemas y temas relevantes para la profesión se expresan 
libremente, generando diálogos morales más efectivos y formativos. Esto fortalece la identidad y 
agencia moral profesional y como consecuencia, fortalece la identidad e imagen social de la profesión 
(52,53). De acuerdo a Peter et al (54), la identidad moral de los profesionales de enfermería, se 
fortalece cuando las enfermeras reciben mayores muestra de gratitud por su trabajo. Generando un 
círculo virtuoso entre el ejercicio moral individual y el reconocimiento social profesional. 
 
Los riesgos que a veces implica estandarizar todos los procesos en el ambiente sanitario, podría 
provocar consecuencias negativas en las respuestas morales individuales. Lindemann (53), se refiere a 
 20 
la dificultades que existen para que las personas mantengan su identidad moral. Dado que los seres 
humanos responden a narraciones maestras que actúan como guías sociales que nos dicen que hacer 
y como comportarnos. Como consecuencia de esto, el daño moral puede ser enorme para personas 
que difieren de estos patrones y que no pueden expresarse con libertad y autonomía. La identidad 
moral profesional entonces no solo está relacionada con las características propias de las personas y 
su propio sentido del yo, sino también con la comprensión que las demás personas tienen de sus 
roles y funciones. El contexto como se ha visto anteriormente, es relevante en el modelamiento de la 
identidad autorizada culturalmente para determinada profesión (52,53). 
 
Ejercer entonces la agencia moral para el profesional de enfermería, constituye un complejo sistema 
de interacciones que involucran el desarrollo de identidad moral individual influenciada por el 
entorno. El ejercicio profesional corresponde a una actividad humana cooperativa y compartida, 
caracterizada por mutua capacidad de respuesta, compromiso con la actividad conjunta y 
fundamental para cumplir objetivos comunes. Habrá momentos en que se requiere de la ayuda de 
otros para sostener la imagen moral personal o del grupo cuando el medio es especialmente adverso 
(52,53). 
 
La posibilidad de lograr la excelencia ética parece casi imposible, a lo menos de manera permanente, 
siempre habrá momentos en que como agentes morales se actuará de buena forma y en otras 
ocasiones no (53). Para cumplir como agentes morales responsables del cuidado, el/la enfermero/a 
requiere conocer de mínimos morales que orienten su comportamiento profesional. Estos son 
conocimiento moral y experiencial, valores y principios que permiten justificar moralmente sus 
acciones (39,53). 
 
 
Consecuencias de dilemas morales en profesionales de enfermería 
 
En la literatura estudiada uno de las temáticas más abordadas en ética de enfermería han sido las 
consecuencias negativas que ha tenido para la enfermera la dimensión moral. Ya sea por las 
decisiones que toma en pro del bienestar del paciente, como lo que deja de hacer consciente que el 
curso de las acciones que realice pueden perjudicarlo. Esto ocurre habitualmente, por temor a las 
consecuencias del entorno y a falta de coraje moral. El sufrimiento o angustia moral experimentado 
por muchos profesionales de enfermería en estas situaciones, produce una huella en su propia 
consciencia. Transformándose muchas veces en procesos de sufrimiento moral y psicológico que 
afectará irremediablemente su vida personal, así como el ambiente laboral donde se desempeñe (49). 
Una de los modismos más utilizados para referirse a la angustia moral en Chile, es el llamado cargo de 
conciencia, que aparece posterior a un hecho en que la persona piensa y cree que actuó indebidamente, 
generando malestar moral y emocional. 
 
Harmic (55), describe la angustia moral como una experiencia común en el entorno clínico, pero a la 
vez como un fenómeno poco estudiado y comprendido, de muy poca discusión entre los 
profesionales sanitarios y de enfermería. La importancia de profundizar en el estudio de la angustia 
moral permite mayor comprensión sobre el significado construido sobre el rol moral y social de la 
profesión de enfermería. Por mucho tiempo, se ha entendido que la enfermería es una profesión de 
sacrificio, deber y servicio, la falta de reconocimiento a la complejidad moral de enfermería a lo largo 
de su historia parece ser uno de los factores principales de la angustia moral que sufren los 
 21 
profesionales. Esta naturalización de la angustia es un problema presente que es importante 
visibilizar. La angustia moral es experimentada comprometiendo no solo la salud de los profesionales 
que la vivencian, afecta además, la calidad de la atención y los cuidados de los pacientes (33,55). 
 
Jameton(33), describe los principales conceptos relacionados a los dilemas morales de la práctica 
clínica: 
 
 
a) Dilema moral clásico, se produce cuando dos o más acciones opuestas pueden estar igualmente 
justificadas éticamente, y el agente es incapaz de llevar a cabo ambas acciones por lo que se enfrenta 
a un dilema en la elección de qué curso ético es el más conveniente a seguir. 
 
b) Incertidumbre moral, se produce cuando el agente no conoce el curso ético correcto, pero 
siente una incómoda incertidumbre moral que puede permanecer en silencio a veces pensado que 
solo ella tiene esa incertidumbre o por temor a verse como torpe al hacer preguntas sobre el tema. 
 
c) Angustia o estrés moral, se produce cuando el agente sabe o cree que sabe cual es el curso de 
acción éticamente apropiado, pero se siente limitado de actuar ya sea por obstáculos inherentes a la 
situación, como falta de tiempo, de recursos, limitaciones institucionales o legales, las relaciones de 
poder entre otras. 
 
 
Las emociones son una fuente importante de visión moral para los especialistas en ética del cuidado, 
porque estas son fundamentales para una atención de calidad. La confianza, simpatía, empatía y 
sensibilidad son requisitos de atención que elevan la calidad del cuidado. Si la respuesta a un dilema 
socava estas emociones se pondrá en peligro la atención. Aún así, en el contexto de la atención en 
salud se le da más valor a la racionalidad, pero la racionalidad por si sola no permite la plenitud del 
cuidado. Estudios han evidenciado que emociones como la compasión contribuyen a un mejor 
cuidado, y que el sufrimiento moral determina menor compasión (56,57). La respuesta a la falta de 
compasión no está bien documentada, es un fenómeno complejo y de análisis reciente, pero es 
importante tenerlo en consideración, especialmente durante el proceso de formación profesional. Se 
debiera poner especial atención a personas que en esta etapa carezcan de compasión. Algunos 
autores se refieren a esto desde la concepción de la ética de justicia indicando que la falta de calidad 
moral trae consecuencias socio patológicas en las personas y las daña en su dignidad. Esto se ha 
observado con mucha frecuencia en personas con daño orgánico multifuncional (57). 
 
Urlich (58,59) reportó en estudios primarios sobre estrés moral en enfermeras, que es un problema 
real y común en los servicios de enfermería existiendo poca preocupación por parte de los 
administradores para hacerse cargo del problema. Evidenció al igual como Benner lo hiciera, que 
las/os enfermeras/os más jóvenes sufren más de estrés moral que las/os enfermeros/as 
experimentados/as y que no siempre reciben el acompañamiento necesario para asegurar el 
aprendizaje o modelamiento moral. 
 
Distintos estudios a nivel internacional reportan la misma situación, concluyendo quelos 
profesionales de enfermería siempre estarán enfrentados a dilemas éticos en su práctica profesional, 
pero no siempre saben como enfrentarlos (60-62). 
 22 
 
 
Enfermería una profesión que debe revalorarse. 
 
Tschuden(63) recalca en su libro Las enfermeras importan que: las montañas de conocimiento formal y 
experiencial de las enfermeras se ha desestimado, pues no han podido llegar a la cima de su propia montaña. 
Generando una tensión ética entre el mundo político, los usuarios y la enfermería, que ha dificultado 
que los/as profesionales de enfermería obtenga el reconocimiento social consecuente a la función 
central que cumplen en la sociedad. 
Para la autora, los profesionales de enfermería cumplen un papel vital para los pacientes, pues cuidar 
requiere de acciones que van más allá de realizar tareas o actividades técnicas. Implica 
comprometerse con la persona porque esa persona es única e importante. El/la profesional 
enfermería acompaña en eventos vitales sanitarios, actuando con la intención de evitar el sufrimiento 
de las personas, pero también apoyando para evitar la enfermedad. Esto ha permitido la acumulación 
de un gran conocimiento y experiencia que hoy respaldan sus acciones. La dificultad que ha tenido el 
profesional de enfermería para que esta experiencia sea traspasada al paciente y este comprenda la 
importancia de su rol, se relaciona con la falta de valoración que los mismos profesionales de 
enfermería le dan a su trabajo. Esta falta de estima profesional, se manifiesta muchas veces en una 
práctica caracterizada por reclamos constantes sobre su situación laboral y profesional. Situación que 
genera un ambiente de desesperanza y no contribuye a mejorar su situación ni la del paciente, 
generando una actitud que contrasta con lo esperado para la profesión. 
 
Socialmente, esta sensación negativa de la profesión, es generado en parte por el propio profesional, 
lo que requiere de estrategias de cambio que obligue a repensar las formas como se está 
interpretando lo que se hace en la práctica de enfermería. La enfermera ha desestimado su 
conocimiento, y no ha sido políticamente estratégica para acceder a los grupos de poder, que tienen 
la posibilidad de resolver muchas de las dificultades que afectan al colectivo. Solo los profesionales 
de enfermería tienen la responsabilidad primordial de cuidarse a si mismos, de confiar en sus 
capacidades, de visualizar la profesión con un futuro próspero, y transmitir la importancia de su rol a 
los usuarios y estudiantes. Así, secundariamente serán revaloradas en el sistema sanitario (46,63). 
 
Chinn Et al.,(46) en su modelo emancipatorio, propone que las enfermeras independientemente de su 
entorno, llevan a la práctica el legado de su propio desarrollo y comprensión moral, así como el conocimiento de la 
práctica ética y moral obtenida a través de la educación formal. Solo la integración de los aspectos teóricos y 
prácticos posibilitan a los profesionales de enfermería reflexionar y cuestionar su quehacer, 
estableciendo las bases de nuevos fundamentos que desarrollen este conocimiento para la profesión. 
Para lograr este propósito, la autonomía del profesional es lo fundamental. 
 
La visión y claridad ética en la que debe situarse la profesión de enfermería, la convoca a aspirar a la 
auto superación, en una lógica de la ética de las virtudes, en un sentido más social que filosófico y 
centrando su actuar en el bien común y no solo el individual (25,28,29). En la actualidad, el ideal 
ético y moral de la profesión está amenazado por muchos factores. En nuestro país, los 
acontecimientos históricos que han marcado una subvaloración, caracterizado la relevancia que le 
hemos dado a los valores desde la perspectiva que estos bienes externos son más importantes que los 
bienes internos de la profesión. 
 
 23 
Mientras que el individualismo ha ido reemplazando lo colectivo en una lógica de libre mercado. 
Parsons (64), advierte sobre los riesgos de que las profesiones se vean superadas por el interés 
económicos. Menciona la tendencia global a la concentración de los negocios, en una la sociedad que 
está en la búsqueda de ganancias económicas y pro del interés propio, definiéndola como una 
sociedad basada en lo adquisitivo. En contraste, plantea que las profesiones se caracterizan por su 
desinterés, y la búsqueda comprometida por la prestación de servicios a sus usuarios, separando 
ambas como dos estructuras con valores distintos. Hecho del cual no hemos estado ajeno, basado en 
la proliferación de nuevas escuelas que tensionan los intereses por formar buenos profesionales, e 
instituciones que exigen ganancias económicas para poder subsistir. 
 
Para Lolas et al (30), un buen profesional, considera su profesión como un imperativo ético, maneja 
el poder de buena forma que beneficie a las personas y a la sociedad, produce conocimiento para el 
bien común y busca soluciones a problemas que son importantes para las personas, es eficiente, 
efectivo y razona sobre las prácticas sociales que le competen a su quehacer. 
 
 
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