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Espiritualidad_y_salud_mental

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Espiritualidad y salud mental
Book · January 2021
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2 authors:
Francisco J. Moya Faz
Universidad Católica San Antonio de Murcia
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Klaus Baumann
University of Freiburg
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219 
IV.3. Espiritualidad y salud mental
DOI: 10.6094/UNIFR/221552 
Francisco José Moya-Faz 
Klaus Baumann 
Introducción 
La psicología es una ciencia básica cuyo objeto de estudio es el comportamiento humano y 
la conducta a nivel motora (lo que una persona es capaz de hacer), a nivel emocional (lo que 
siente una persona) y a nivel cognitivo (lo que piensa una persona) además de otros atributos 
o constructos humanos complejos como la conciencia, la experiencia, la personalidad, la 
inteligencia o la mente. También es objeto de la psicología comprender o explicar en qué se 
asemeja la actividad mental y en qué se diferencia entre individuos, generando diferencias 
individuales en función de su edad, sexo u otras condiciones biológicas o sociales 
(Fernández-Ballesteros, 2002), que afectan especialmente a las relaciones con uno mismo y 
los demás y el mundo. En el trabajo social, entonces, la condición mental de los clientes y, 
también, en una perspectiva distinta, del trabajador social, es parte del objeto del trabajo 
social: prevenir y afrontar los problemas sociales y promover el desarrollo social. 
Todo lo que se ha dicho hasta ahora implica que la psicología tiene como objetivo, primero, 
describir las actividades mentales mediante múltiples medios de percepción e investigación 
empírica que luego busca explicar o comprender mediante la reflexión sistematizada (cf. 
Capítulo I.2: Método); a nivel práctico, la psicología también se esfuerza por mejorar el 
funcionamiento mental sobre la base de los conocimientos adquiridos. Las diferencias 
descritas empíricamente muestran una extensa gama de variedades con probabilidades 
estadísticas; en este sentido, la cuestión de la psicopatología también puede considerarse en 
términos de desviaciones estadísticas de lo que se considera el rango de funcionamiento 
La Asociación Americana de Psiquiatría (2013) denomina, por tanto, a su 
n la actualidad, se encuentra vigente -
como expresión del proceso continuo de investigación y conocimiento científico adquirido 
sobre trastornos mentales. Es decir, las funciones que son objeto de la psicología son 
susceptibles de patología o enfermedad, siendo entonces objeto de estudio de la 
psicopatología a nivel fenomenológico, así como de la psiquiatría a nivel médico y 
terapéutico. 
Hablar de la dimensión psíquica o mental de la persona es considerar aspectos neurológicos, 
afectivos, cognitivos, ejecutivos o metacognitivos (que incluyen el tipo o la calidad de las 
relaciones sociales o del funcionamiento social). En cuanto a los aspectos afectivos, están 
constituidos por el estado de ánimo, los impulsos y las emociones que pueden dar lugar a 
elaboraciones más complejas como la autoestima o la empatía. También se tienen en cuenta 
aspectos cognitivos, desde los más básicos, como la atención, la sensación y la memoria, 
hasta los más elaborados y superiores, como el lenguaje, que hacen posible la gestión de la 
información, y que dan lugar a elaboraciones más complejas como la percepción que uno 
tiene de sí mismo o las auto-atribuciones. Se deben tener en cuenta los aspectos ejecutivos 
que influyen en la planificación o selección de estrategias o en la regulación de actos que 
condicionarían el autocontrol o la interacción. A nivel metacognitivo, están los aspectos que 
trascienden por completo a los anteriores, ubicándose en la esfera espiritual, como el 
pensamiento o la capacidad de amar. Pensar y amar introducen implícitamente la libertad y 
Espiritualidad y salud mental 
220 
son las características que diferencian al ser humano de otros animales, que también tienen 
funciones psíquicas. 
En este nivel, la espiritualidad en relación con la calidad de vida y como protectora de la 
salud física y mental actúa como recurso psicosocial en el bienestar emocional y promueve 
aspectos como la resiliencia, el afrontamiento positivo o el apoyo social, ofreciendo pautas, 
guías o estrategias para afrontar el sufrimiento de la enfermedad mental sin alteración de la 
conciencia (González-Celis y Gómez-Benito, 2013). Se podría decir que es una experiencia 
trascendente única, específica y personal. Puede identificarse con la búsqueda personal y 
propósito de la vida (Frankl, 1945). De ahí su vinculación con procesos como el 
afrontamiento o la resiliencia en el contexto de situaciones estresantes o problemáticas y su 
eficacia confirmada en enfermedades mentales como la depresión, el suicidio, la ansiedad, 
la psicosis y la drogadicción (Koenig, 2009; Ronneberg et al., 2016), así como en 
enfermedades de carácter físico (Cohen y Koenig, 2003; Rivera-Hernandez, 2016). 
La espiritualidad, comolas religiones en general, también puede verse afectada por 
trastornos mentales y contribuir igualmente a los síntomas y al curso de la enfermedad de 
manera negativa (Griffith, 2010). Esta realidad ha sido uno de los factores y desafíos, además 
de los ideológicos, tanto en la práctica clínica como en el desarrollo de psicoterapias, por 
ejemplo, en el contexto del trastorno obsesivo compulsivo (Baumann, 2007), que 
marginaban el estudio y el reconocimiento de las necesidades, prácticas y recursos religiosos 
y espirituales de los pacientes con problemas de salud mental (Baumann, 2012). 
Los temas que se desarrollarán a lo largo de este capítulo son: Problema alma-cuerpo o 
mente-cerebro. Espíritu y libertad; salud y enfermedad frente a normalidad y patología 
(Condicionantes de salud mental y proyecto de vida y salud mental); salud mental (culpa, 
dolor y depresión; angustia y ansiedad; sentido de la vida, vacío existencial y desesperanza 
y una digresión: Suicidio, acto/hecho humano y enigmático; problemas legales que puedan 
surgir en el curso de la enfermedad; espiritualidad y trabajo con personas con problemas de 
salud mental; necesidad de formación especializada. 
Qué puedes aprender en este capítulo 
Conocimientos 
Los lectores entenderán a la persona como un ser físico y espiritual. 
Los lectores comprenderán la importancia de la experiencia personal de la enfermedad 
mental. 
Los lectores advertirán la importancia del proyecto de vida en la salud de la persona. 
Los lectores remarcarán la importancia del sentido de la vida en la salud de la persona. 
Los lectores conocerán el efecto del vacío existencial y la desesperanza como factores de 
riesgo en el desarrollo de enfermedades mentales. 
Los lectores delimitarán los problemas legales que acompañan a las enfermedades 
mentales. 
Los lectores comprenderán la importancia de la formación en espiritualidad para trabajar 
con personas que padecen enfermedades mentales. 
 
Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 
221 
1. Problema alma cuerpo o mente cerebro
Con las múltiples aportaciones de las neurociencias en las últimas décadas, ha resurgido el 
viejo paradigma de la relación entre el alma y el cuerpo o (por qué no) la relación entre la 
mente y el cerebro. 
Se sabe que aparecen alteraciones en la mente tras una lesión cerebral, del mismo modo que 
un deterioro de determinadas funciones cerebrales superiores, como la memoria y el 
pensamiento, provocan síndromes de demencia que conducen a un deterioro progresivo del 
funcionamiento cognitivo y frecuentemente emocional de la persona afectada. 
Por otro lado, lesiones mejor definidas, por ejemplo, en el Circuito de Papez, suelen provocar 
amnesia y desorientación en los lóbulos frontal y temporal, o alteraciones en el lenguaje 
como las afasias. Además, un deterioro de las funciones superiores a nivel subcortical puede 
alterar el estado de ánimo a nivel afectivo, incluida la agresividad en el área de la amígdala 
del sistema límbico, relacionada centralmente con las emociones. 
Basándose en hallazgos (hormonales) neurológicos y endocrinológicos, la 
psicofarmacología aprovecha el modo en que puede variar nuestra experiencia con la ingesta 
de ciertas sustancias psicoactivas que afectan nuestras funciones mentales. Los afectos 
pueden modificarse con antidepresivos, la ansiedad con psicodislépticos y tranquilizantes, y 
el sistema sensorial-perceptivo, así como la propia conciencia, se ven afectados por la ingesta 
de sustancias alucinógenas. 
Partiendo de estas premisas, podemos decir, por un lado, que la vida mental está 
condicionada por la actividad cerebral y, por otro, que ciertos procesos psicológicos están 
relacionados con ciertas estructuras cerebrales, es decir, las funciones mentales están 
localizadas y son procesadas de alguna manera en el cerebro. 
2. Espíritu y libertad 
Hasta el momento sólo se han considerado dos aspectos de la realidad de la persona, el 
somático y biológico, por un lado, y el emocional y mental, por otro, deduciendo que la 
actividad psíquica y mental surge del funcionamiento cerebral. Cuando estudiamos 
determinadas patologías, surgen preguntas sobre cómo explicar y comprender determinados 
aspectos de la actividad cerebral. 
Estos aspectos hablan más de alguien que de algo; hablan de la persona que experimentó la 
vivencia. La realidad humana no puede entenderse plenamente por lo biológico y cerebral 
ni por lo emocional y corporal, es decir, por el modelo psicosomático o biopsicosocial. En 
psíquico-corporal no constituye todavía 
la totalidad del ser humano. Hay que añadir un tercer elemento primordial a la totalidad del 
hombre: a él pertenece en esencia lo Espiritual ". 
Debe reconocerse la dimensión espiritual al abordar el estudio de la psicología y la 
psicopatología humana. Si reducimos el estudio de la persona a un paradigma 
científicamente biologista, solemos olvidar la dimensión espiritual. La mente por ser natural 
(psicosomática) puede explicarse (hasta cierto punto), pero la persona que trasciende su 
naturaleza debe entenderse (Barcia, 1979). Cuanto se trata a la persona desde el paradigma 
puramente científico, esta se deprecia y se ignora la realidad del ser humano puesto que, en 
persona, su manera de enfermar 
1962, p.74). Así pues, en el estudio de la persona, deben considerarse los problemas del 
cuerpo, los problemas del alma y los del libre albedrío, así como el entorno social, teniendo 
Espiritualidad y salud mental 
222 
en cuenta la realidad psicofísica donde anida el Espíritu y donde la persona está llamada a la 
realización de valores y de la trascendencia con toda su realidad. 
3. Salud y enfermedad frente a normalidad y patología 
Es bastante común utilizar como sinónimos los conceptos salud y normalidad y enfermedad 
y patología, aunque en realidad no lo son, de hecho, conviene diferenciarlos claramente. 
La salud y la enfermedad provienen del contexto cultural, es decir, no son conceptos 
relacionados con las ciencias de la salud, sino que intentan dar una explicación causal a la 
enfermedad según la conceptualización que la cultura ha hecho. 
Fue a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando Chisholm, primer director general de 
la Organización Mundial de la Salud (OMS), se refirió a que el sufrimiento de la humanidad 
no podía reducirse al hecho de no poder vivir en paz consigo misma como una familia 
humana; llamó la atención sobre el estudio de los problemas psicológicos que podrían 
obstaculizar el bienestar físico y mental. Ante tal preocupación y significado, en 1946 los 
expertos de la OMS identificaron la Salud Mental con Salud, ofreciendo una definición 
entonces universalmente aceptada y que entendía 
bienestar físico, mental y social y no meramente como la ausencia de enfermedad o 
inferioridad (OMS, 1946). 
Condicionantes de salud mental 
La salud mental está determinada por tres dimensiones centrales. 
En primer lugar, está la neurobiología con lo comentado anteriormente en relación al 
problema mente-cerebro. 
En segundo lugar, está la personalidad en cuanto forma de ser del individuo y las variables 
que contribuyen a su formación. De esta manera, uno puede promover o no una buena salud 
mental. Dentro de la personalidad destacan el estilo cognitivo, la asertividad, el optimismo, 
la extraversión, la confianza, la decisión, la perseverancia, la paciencia o la flexibilidad como 
características que influirán en un perfil de salud mental saludable. 
Por último, el entorno familiar, social, laboral y cultural también puede comprometer la salud 
mental en forma de individualismo y sensación de estar dominado por el entorno en lugar de 
mantener el control de uno mismo, todo lo cual puede generar estrés y sensación de 
impotencia, adicciones, disminución de la autorregulación afectiva, limitaciones e ineficacia 
del afrontamiento, etc. 
3.1. Proyecto de vida y salud mental 
el propósito de la vida no es estar sano, sino estar sano para vivir y poder llevar a cabonuestra vida con valores que den sentido a nuestras vidas y que merezcan la pena desarrollar 
y trabajar (Frankl, 1957). A veces la realización de la vida se ve obstaculizada o impedida 
por la patología, por lo que la enfermedad no es lo patológico sino la limitación o fracaso de 
la vida a causa de la patología. Es en la esfera mental donde pueden surgir dificultades en el 
desarrollo de la personalidad, generando inseguridad e inmadurez. También puede haber un 
déficit en la adquisición de valores, déficit que podría perjudicar y complicar lo que, de otro 
modo, sería un orden saludable de vida. 
En esta perspectiva, hay que decir que la persona está abierta al futuro, apertura que va desde 
la búsqueda de ciertos reconocimientos hasta el legado personal que dejamos en nuestras 
Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 
223 
acciones o a través de nuestros hijos. Esta situación también se refleja en el dolor que se 
produce al no dejar ningún rastro de la historia propia en el entorno después de la muerte. 
Esta apertura al futuro requiere, como ya se ha dicho, una motivación, un por qué, un para 
qué, un propósito. El futuro demanda del pasado la causa del camino recorrido y del que 
queda por recorrer, que no es otra que el motivo (o propósito) de nuestra vida. Así, el por 
qué como causa y motivo para vivir configura el presente desarrollando un proyecto 
existencial. Este proyecto no solo aporta una meta sino también un sentido al ser personal, 
orquestando la dimensión biológica, psicológica, social y espiritual en la búsqueda 
permanente de la plenitud de la vida, siempre en virtud de la libertad humana en medio de 
todas las presiones y circunstancias ambientales. Por eso, no siempre se consigue. La 
elaboración del proyecto surge a partir de los valores incorporados, motivos generados y 
experiencias acumuladas que condicionan una forma particular de visión del mundo 
(personal y social), cosmovisión y modo de vida siempre con un impacto de la interacción 
con el entorno (pluralista y secular, entre otras cosas) (cf. Cap. III.1). 
El éxito de este proyecto vital está en relación con el equilibrio psicológico y la buena 
integración social. No son garantía de salud mental, pero no alcanzarlas puede ser un factor 
de riesgo para la salud mental. La conformidad con el entorno y el abandono de las 
condiciones de vida conducen al vacío y a la pérdida del sentido de la vida. Sin un proyecto 
vital, la persona puede adoptar un activismo exagerado o estar condenada a la nada; ambas 
situaciones ponen en riesgo su salud mental, albergando ansiedad, e incluso desesperanza y 
depresión (Cabanyes y Monge, 2010). 
4. Salud mental: culpa, dolor y depresión 
La mayoría de las enfermedades, especialmente las mentales, van acompañadas de 
sentimientos de vergüenza, aunque detrás, o en muchas de ellas, también puede observarse 
un sentimiento de culpa personal. 
Ciertos cuadros de carácter depresivo van acompañados de delirios (psicóticos) en lugar de 
tristeza o inhibición. Schneider (1955) señaló que estos delirios están relacionados con 
preocupaciones básicas o fundamentales de la vida, es decir, con cuestiones económicas, de 
salud o responsabilidad, provocando delirios de ruina, hipocondría y culpa. Por otro lado, 
según Frankl (1957), se relacionan con la concepción esencial que la persona tiene de su 
vida. 
Los trastornos afectivos provocan una disminución del tono vital; esto produce, entre otros 
síntomas, una sensación de inadecuación 
causando delirio. 
Esta posición de la persona en el mundo genera una preocupación entre lo que "es" y lo que 
"debería ser", ampliándose este espacio hasta límites insospechados en el caso de la 
Melancolía e inhibiéndose en el caso de la Manía. Esta preocupación se manifiesta en 
protestas y acusaciones hacia uno mismo en forma de culpa existencial por la alteración vital 
percibida, culpa que no procede del sentimiento de deber y cumplimiento, sino que está 
relacionada con el castigo resultante de la frustración y la responsabilidad. 
En el caso de los trastornos psicosomáticos causados por alteraciones biológicas, este 
sentimiento de culpa es provocado por ideas agresivas de carácter inconsciente hacia 
familiares u otros seres queridos que se compensan con sufrimiento, preocupación y 
ansiedad. Así, se satisface la necesidad de castigo contenida en la culpa inconsciente, 
manifestándose la enfermedad, al menos en parte, como resultado de ello. El castigo no solo 
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224 
genera culpa, es también causa de dolor y sufrimiento y este dolor, además de generar 
conductas de evitación, también es importante en el desarrollo de una función anticipatoria 
que influye 
5. Salud mental: angustia y ansiedad 
En la actualidad, los términos ansiedad y angustia tienen varios significados, aunque se 
suelen utilizar como sinónimos para definir diferentes situaciones como el miedo o el pánico. 
Ambos tienen en común la inminencia de algún peligro inmediato, bien o mal establecido, 
que cambia drásticamente la situación emocional. 
Fundamentalmente, la angustia es una experiencia abrumadora, paralizante y somatizada con 
sensación de opresión cardíaca, mientras que la ansiedad tiene un carácter más psicológico; 
se ha llegado a definir como la emoción del estrés y se relaciona con la inquietud, el 
sobresalto y la sensación de falta de aire. 
Puede ser más sencillo diferenciar entre angustia y miedo. Para Kierkegaard (1844), la 
angustia surge frente a la nada, es decir, se relaciona con un afecto sin objeto, en 
contraposición al miedo, que es provocado por algo determinado, vinculado a un objeto, 
siendo así una emoción intencional. 
Según la percepción de la experiencia de peligro o amenaza, se pueden activar los siguientes 
estados. Hablaríamos de miedo como una emoción provocada por una situación u objeto 
conocido y concreto. De temor como emoción muy cercana al miedo: pero en una situación 
en la que la percepción del peligro está menos definida con una mayor experiencia de 
incertidumbre. De terror como experiencia exagerada de los dos términos anteriores. De 
ansiedad como preocupación constante sin un objeto específico en el que intervienen 
fuertemente las imaginaciones y fantasías individuales. De angustia como temor ante la 
ausencia de un objeto definido. También ocurre en situaciones en las que los principios y 
valores morales de la persona se ven comprometidos. Tanto la ansiedad como la angustia 
anticipan estímulos no presentes, futuros, indefinibles e impredecibles. De pánico como 
experiencia exagerada de la angustia. 
En este sentido, la preocupación de la persona por entregarse a las diferentes tareas 
cotidianas junto a las distracciones de la vida puede derivar en un miedo pasajero que 
desemboque en sentimientos de angustia al adquirir auto-conciencia, provocando luego la 
huida de esta emoción hacia una existencia falsa que busca refugio en otros y da la espalda 
a las convicciones propias de libertad, fidelidad y lealtad a los valores para alejarse de la 
esfera espiritual. Cuando las decisiones de la persona están condicionadas, esta angustia deja 
de tener un componente existencial para adoptar una forma más somatizada y un carácter 
más neurótico. 
6. Salud mental, sentido de la vida, vacío existencial y desesperanza. 
Tanto el dolor como el sufrimiento no son sólo pathos sino también logos, es decir, el dolor 
y el sufrimiento aportan una experiencia cognitiva a la persona que sufre y provocan 
experiencias y actitudes cognitivas también en quien trabaja con ella, p. ej. el médico, el 
terapeuta o el trabajador social. 
La psicopatología estudia esencialmente dos tipos de trastornos. Por un lado, trastornos de 
carácter psicótico con pérdida de conciencia de la realidad junto con una rica sintomatología. 
Por otro lado, los trastornos que en el pasado se denominaban neuróticos y que engloban 
trastornos de carácter ansioso, afectivo, incluso de personalidad, donde la comprobaciónde 
Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 
225 
la conciencia y de la realidad no suele verse comprometida. En la actualidad, este grupo de 
trastornos ha dejado de definirse con la etiqueta de neuróticos y neurosis; por consiguiente, 
existen varios trastornos independientes, pero es cierto que tienen algunas características en 
común. Estos trastornos presentan variaciones de la normalidad. A veces resulta complejo 
definir la línea entre lo normal y lo patológico, ya que también se pueden atribuir síntomas 
patológicos a personas sanas: un síntoma no constituye, por sí, una patología o trastorno. 
Además, estos trastornos antes denominados 
mejor analizados por las disciplinas psicopatológicas. Por último, algunas formas de estos 
trastornos apuntan directamente a problemas espirituales en la relación entre el sufrimiento 
humano y la "falta de sentido" en la vida. 
En esta línea, Frankl (1957) propone la idea de "sentimiento de sinsentido" cuando una 
persona rompe con sus tradiciones, negando y sustituyendo sus valores tradicionales por 
otros valores. Así, la persona se ve privada de las tradiciones y de aquellos valores que le 
ayudan a existir, actuar y vivir, y que dan sentido a sus acciones y a su propia vida. 
De esta forma, la salud mental de la persona se ve comprometida y debilitada en forma de 
abatimiento, apatía, fatiga, falta de esperanza y sentimiento de inutilidad, expresando 
desorientación y cuestionando el propósito y vigencia de todas las razones vitales, 
manifestando la dificultad de vivir y reconociendo que la vida no tiene sentido; en estos 
casos, el suicidio y las drogas pueden aparecer como comportamientos alternativos. 
Excursus: Suicidio, acto / hecho humano y enigmático 
El suicidio ocurre con cierta frecuencia en relación con problemas de salud mental, aunque 
básicamente también puede ser un acto voluntario realizado por una persona mentalmente 
sana. A pesar de que en raras ocasiones puede ser síntoma de otras enfermedades psicóticas 
como los delirios en la esquizofrenia, los motivos del acto suicida suelen ser los mismos en 
la salud que en la enfermedad. En enfermedades como la depresión, una condición que 
motiva la búsqueda del final de la vida es la desesperanza, rasgo que, por otro lado, puede 
ocurrir también en una persona mentalmente sana. 
Como deseo de autolesión, se trata de un acto absolutamente enigmático cuya consideración 
genera preocupación porque apunta al centro mismo de la condición humana. Representa la 
pérdida más extrema del sentido de la vida. También plantea numerosos dilemas éticos como 
la supuesta libertad de decidir sobre la continuidad de la propia existencia y el consiguiente 
derecho a terminar con la vida (Cabanyes y Monge, 2010), mientras que, por otra parte, 
puede afectar y golpear profundamente a las familias, parientes, amigos, compañeros, 
vecinos y a cuidadores informales y formales (profesionales), incluidos trabajadores 
sociales. 
Según Barcia (2003), las razones por las que una persona desea quitarse la vida son: la 
desesperanza, la desesperación, la soledad y el hastío de la vida. 
La desesperación surge cuando se entiende que en la vida hay algo por lo que luchar, pero 
ese deseo es inalcanzable a pesar de todos los esfuerzos, es decir, hay algo valioso por lo que 
vale la pena esforzarse. La imposibilidad de este logro hace que solo la idea de la muerte sea 
más placentera y liberadora. 
La desesperanza, a diferencia de la desesperación, aparece en la persona como ausencia de 
valor. No hay nada en la vida que tenga valor o por lo que valga la pena vivir o esperar. Otra 
diferencia respecto a la desesperación es que se trata de una característica más de la persona 
deprimida que de la sana. La desesperación es típica de la salud; la desesperanza está más 
Espiritualidad y salud mental 
226 
relacionada con la patología afectiva, aunque puede aparecer de alguna manera en edades 
tempranas como la adolescencia, donde la prevalencia del suicidio suele ser alta. En este 
sentido, el paciente experimenta la situación como un pesar, una carga difícil o imposible de 
soportar. 
Soledad. La soledad puede ser buscada y deseada con fines de desarrollo personal, en cuyo 
caso no implica la existencia de dificultades psicológicas o problemas de salud para el sujeto, 
pero también puede ser impuesta, lo que deja a la persona demasiado aislada y sola. Aquí es 
donde, para evitarla, se busca la compañía de malos compañeros como la drogadicción, que 
al final genera más soledad y favorece incluso el suicidio. La adicción, especialmente el 
alcoholismo, es una de las principales causas de suicidio por la ruptura del sujeto enfermo 
con la familia, los amigos, el trabajo, etc. 
El hastío de la vida. No es sinónimo de fatiga; es más bien una posición intelectual 
consciente y libre, de aceptación de un destino que es a veces adverso. Tal es el caso de 
Séneca o el de Sartre en cuanto a lo absurdo de la vida. No se trata del cansancio que provoca 
la vida en general, sino del cansancio por la vida que hay que vivir, es decir, nuestra vida 
concreta. No se descarta que en la vida haya cosas interesantes y valiosas por las que luchar, 
pero para otras personas, no para la persona hastiada. Ésta muestra apatía y falta de ilusión 
y renuncia a lograr lo valioso y, a pesar del posible éxito, para ella la vida no tiene sentido: 
vive y experimenta un vacío existencial. 
7. Problemas legales que pueden surgir en el transcurso de la enfermedad. 
En el desarrollo de la enfermedad mental, las facultades cognitivas e intelectuales 
disminuyen y terminan influyendo en la "capacidad de actuar" entendida como facultad de 
la persona para ejercer los derechos y obligaciones que tiene como "persona jurídica". 
La incapacitación por parte de la Justicia debe entenderse siempre como una medida de 
protección ya que el deterioro de sus funciones cognitivas puede llevar a los pacientes a 
tomar decisiones irreparables. 
Cuando se ve comprometida la capacidad de autogobierno y la toma de decisiones adecuadas 
sobre uno mismo o sus bienes, es necesario proceder legalmente a la incapacitación de esa 
persona, nombrando figuras -incluidos posiblemente trabajadores sociales- que la 
representen sustituyendo su capacidad para actuar legalmente (Figini, 2010). 
8. Espiritualidad y trabajo con personas con problemas de salud mental. Necesidad de 
formación especializada 
Los profesionales que trabajan en salud mental afrontan cada día el dolor y el sufrimiento de 
aquellos que padecen enfermedades mentales y de sus familias. Esta implicación del 
profesional puede convertirse en una experiencia emocionalmente muy intensa e impactante 
tanto a nivel profesional como personal (Ortega y López, 2004). Muchos de estos 
profesionales no cuentan con la formación o preparación específicas necesarias para afrontar 
estas situaciones (Vallés y García, 2013; Vaquero y Centeno, 2013; Zalon, 1995). Es por 
ello que la formación de estos profesionales debe incluir las habilidades para poder 
acompañar al paciente y sus familiares, brindarles toda la información que esté a su alcance, 
ayudarles en la toma de decisiones y, sobre todo, velar por su bienestar emocional y calidad 
de vida (Novack, 1987; Epstein et al., 1993). 
A pesar de la creciente importancia de la dimensión espiritual en los últimos años, siguen 
existiendo dificultades para atenderla en pacientes con problemas de salud mental (Puchalski 
Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 
227 
hay una tendencia en los profesionales que trabajan 
con enfermos mentales a no escuchar las necesidades espirituales de la mayoría de estos 
pacientes debido a la dificultad en su identificación y la ausencia de protocolos de 
, la principal limitación de la gestión de estas necesidades 
espirituales por parte de los profesionales de salud mental sea su conceptualización del 
término espiritualidad, ya que muchas veces se confunde con otros conceptos como creencia 
religiosa, religiosidado fe religiosa (Sandoval et al., 2014). 
Así pues, hoy en día, no parece estar en disputa la importancia de satisfacer las necesidades 
espirituales. La OMS ya ha enfatizado la relevancia de los aspectos tanto psicosociales como 
espirituales del paciente (Maté, 2014). Sin embargo, aún son necesarios esfuerzos para 
conocer el modo en que todos los profesionales clínicos, en sus diferentes áreas 
profesionales, pueden realizar esta función y en concreto, médicos, enfermeras, psicólogos, 
psiquiatras y líderes espirituales (Rivera-Ledesma, Montero-López, 2007). 
La atención y el cuidado espiritual se reconocen como componentes esenciales de la calidad 
de la salud mental (Powel et al., 2015). Existe un interés en la educación formal en 
espiritualidad para aquellas profesiones relacionadas con la salud mental. Las escuelas y 
facultades de osteopatía, medicina, enfermería, trabajo social, psico-oncología, entre otras, 
integran la espiritualidad en sus programas de formación (Puchalski et al., 2011). Es 
necesario hacer más en este sentido en el campo de la psiquiatría y la psicoterapia, como 
demuestra la investigación empírica entre pacientes y profesionales (Baumann, Reiser y Lee 
2021). 
Es importante entender necesidades espirituales como algo más que déficits o carencias 
potencialidades que no están aún suficientemente desarrolladas o expectativas no 
suficientemente cubiertas, pero sí son res, 
esta forma de entender las necesidades espirituales sería la clave para situar la realidad 
espiritual del enfermo mental como una visión de oportunidad y no solo de amenaza. 
Se destaca cada vez más la necesidad de crear una historia espiritual del paciente, en la que 
se facilite la información necesaria en relación con los aspectos espirituales de la vida del 
paciente y pueda emplearse, en caso necesario, como fuente de afrontamiento. En este 
sentido, existen diferentes formatos que pueden emplearse para crear la historia espiritual 
del paciente: se sugieren cuatro preguntas que los médicos u otros cuidadores formales 
pueden plantear para valorar la importancia de la fe en un paciente determinado, tanto en 
relación a su enfermedad como en otros aspectos de su vida, la existencia de otras personas 
con las que el paciente pueda comentar asuntos religiosos y el interés del paciente en 
comentar estas necesidades. Se han propuesto varios cuestionarios en el que se explorarían 
cuatro áreas: 1. Recursos de esperanza, significado, consuelo, fuerza, paz, amor y conexión; 
2. Religión organizada, 3. Espiritualidad y prácticas personales y 4. Efectos sobre la atención 
médica y aspectos relacionados con el final de la vida (Rivera-Ledesma, Montero-López, 
2007; cf. también Büssing, 2021). 
Conclusiones 
El presente capítulo ha tratado los aspectos esenciales de la espiritualidad del hombre: 
proyecto de vida, sentido, valores, vacío existencial, desesperanza, dolor y sufrimiento 
humano... todo desde una óptica cristiana y analizado desde una perspectiva psicopatológica 
Espiritualidad y salud mental 
228 
al objeto de facilitar y orientar el tratamiento de la persona afectada por una enfermedad 
mental. 
Parece anacrónico preocuparse e interesarse por la orientación espiritual del hombre y, en 
concreto, del hombre que está mentalmente enfermo. Es algo que no está de moda hoy en 
día o no parece tener interés ni importar a la sociedad ni a la comunidad científica. Por ello, 
debe enfatizarse la importancia y actualidad de esa dimensión que configura tanto el 
comportamiento humano normal y desadaptativo. 
El ser humano es libre y espiritual, lo que le hace trascender su naturaleza humana. Como 
señala la Sagrada Escritura, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, siendo 
colocado en la Creación como su centro y cumbre. El hombre es capaz de conocer, poseer y 
entregarse libremente entrando en comunión con otras personas. 
En la enfermedad mental, por lo tanto, es necesario tener en cuenta los aspectos espirituales 
del paciente afectado y que deben ser atendidos también en la práctica clínica. El mal 
funcionamiento cerebral no siempre explica plenamente la patología mental y hay que 
diferenciar en la medida de lo posible dos binomios: Salud-Enfermedad vs Normalidad-
Patología, donde el concepto de enfermedad tiene connotaciones socialmente más amplias 
(valores, derechos, deberes... y amenaza al paciente) que la patología en sí, que es exclusiva 
de las ciencias de la salud. Sería, pues, necesario estudiar, atender y asistir al enfermo mental 
como hombre más que como enfermo, es decir, conocer al enfermo a partir de los principios 
y esquemas utilizados en la comprensión del hombre sano, ya que el hombre enfermo se ve 
afectado por los mismos problemas que afectan al hombre sano. En el ámbito de la salud 
aparecen los problemas existenciales de todo hombre: valores, dolor, sufrimiento, muerte... 
Enfermo y sano son dos aspectos diferentes pero iguales en cuanto a su constitución. A 
veces, la enfermedad funciona como una lupa que permite una observación extrema de 
aspectos de la existencia humana. 
Por ello, es necesario definir la forma personal de vivir la enfermedad, el papel del sentido 
de la vida que se ha descubierto y el proyecto de vida que se persigue, ya que de alguna 
manera delimitarán la forma de percibir la enfermedad y, en cierta medida, incluso 
protegerán la salud de la persona frente a los ataques de la enfermedad. Pueden proteger de 
caer en el polo opuesto, en el vacío existencial y la desesperación que precipitan y empeoran 
las enfermedades mentales o psicosomáticas. En cualquier caso, las personas afectadas por 
cualquier tipo de enfermedad mental tienen derecho a todo lo anterior. Es necesario legislar 
y conocer la legislación al respecto para proteger a la persona que padece una enfermedad 
mental. 
Es necesario e importante hoy en día abrirse a conocer y priorizar los aspectos espirituales 
del ser humano, su papel en el comportamiento humano normal y desadaptativo y cómo 
pueden influir en el origen y desarrollo de la enfermedad mental. 
 
Preguntas para la autorreflexión 
¿Cómo están relacionados la mente y el cuerpo? 
 
 ¿Qué es normal y qué es patológico en salud mental? 
Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 
229 
de vida, del vacío existencial y de la desesperanza con respecto a la salud mental? 
sucede con la protección legal de las personas con enfermedades mentales? 
 
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