Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/354987332 Espiritualidad y salud mental Book · January 2021 CITATIONS 0 READS 1,013 2 authors: Francisco J. Moya Faz Universidad Católica San Antonio de Murcia 30 PUBLICATIONS 131 CITATIONS SEE PROFILE Klaus Baumann University of Freiburg 245 PUBLICATIONS 1,311 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Klaus Baumann on 03 January 2022. The user has requested enhancement of the downloaded file. https://www.researchgate.net/publication/354987332_Espiritualidad_y_salud_mental?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_2&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/publication/354987332_Espiritualidad_y_salud_mental?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_3&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_1&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Francisco-J-Faz?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_4&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Francisco-J-Faz?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_5&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/institution/Universidad-Catolica-San-Antonio-de-Murcia?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_6&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Francisco-J-Faz?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_7&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Klaus-Baumann-3?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_4&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Klaus-Baumann-3?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_5&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/institution/University_of_Freiburg?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_6&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Klaus-Baumann-3?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_7&_esc=publicationCoverPdf https://www.researchgate.net/profile/Klaus-Baumann-3?enrichId=rgreq-18a30db4cd09cb1d8c0606674ebf7ce4-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzM1NDk4NzMzMjtBUzoxMTA4MjE3NDA5MDc3MjQ5QDE2NDEyMzEwMjg3MDI%3D&el=1_x_10&_esc=publicationCoverPdf 219 IV.3. Espiritualidad y salud mental DOI: 10.6094/UNIFR/221552 Francisco José Moya-Faz Klaus Baumann Introducción La psicología es una ciencia básica cuyo objeto de estudio es el comportamiento humano y la conducta a nivel motora (lo que una persona es capaz de hacer), a nivel emocional (lo que siente una persona) y a nivel cognitivo (lo que piensa una persona) además de otros atributos o constructos humanos complejos como la conciencia, la experiencia, la personalidad, la inteligencia o la mente. También es objeto de la psicología comprender o explicar en qué se asemeja la actividad mental y en qué se diferencia entre individuos, generando diferencias individuales en función de su edad, sexo u otras condiciones biológicas o sociales (Fernández-Ballesteros, 2002), que afectan especialmente a las relaciones con uno mismo y los demás y el mundo. En el trabajo social, entonces, la condición mental de los clientes y, también, en una perspectiva distinta, del trabajador social, es parte del objeto del trabajo social: prevenir y afrontar los problemas sociales y promover el desarrollo social. Todo lo que se ha dicho hasta ahora implica que la psicología tiene como objetivo, primero, describir las actividades mentales mediante múltiples medios de percepción e investigación empírica que luego busca explicar o comprender mediante la reflexión sistematizada (cf. Capítulo I.2: Método); a nivel práctico, la psicología también se esfuerza por mejorar el funcionamiento mental sobre la base de los conocimientos adquiridos. Las diferencias descritas empíricamente muestran una extensa gama de variedades con probabilidades estadísticas; en este sentido, la cuestión de la psicopatología también puede considerarse en términos de desviaciones estadísticas de lo que se considera el rango de funcionamiento La Asociación Americana de Psiquiatría (2013) denomina, por tanto, a su n la actualidad, se encuentra vigente - como expresión del proceso continuo de investigación y conocimiento científico adquirido sobre trastornos mentales. Es decir, las funciones que son objeto de la psicología son susceptibles de patología o enfermedad, siendo entonces objeto de estudio de la psicopatología a nivel fenomenológico, así como de la psiquiatría a nivel médico y terapéutico. Hablar de la dimensión psíquica o mental de la persona es considerar aspectos neurológicos, afectivos, cognitivos, ejecutivos o metacognitivos (que incluyen el tipo o la calidad de las relaciones sociales o del funcionamiento social). En cuanto a los aspectos afectivos, están constituidos por el estado de ánimo, los impulsos y las emociones que pueden dar lugar a elaboraciones más complejas como la autoestima o la empatía. También se tienen en cuenta aspectos cognitivos, desde los más básicos, como la atención, la sensación y la memoria, hasta los más elaborados y superiores, como el lenguaje, que hacen posible la gestión de la información, y que dan lugar a elaboraciones más complejas como la percepción que uno tiene de sí mismo o las auto-atribuciones. Se deben tener en cuenta los aspectos ejecutivos que influyen en la planificación o selección de estrategias o en la regulación de actos que condicionarían el autocontrol o la interacción. A nivel metacognitivo, están los aspectos que trascienden por completo a los anteriores, ubicándose en la esfera espiritual, como el pensamiento o la capacidad de amar. Pensar y amar introducen implícitamente la libertad y Espiritualidad y salud mental 220 son las características que diferencian al ser humano de otros animales, que también tienen funciones psíquicas. En este nivel, la espiritualidad en relación con la calidad de vida y como protectora de la salud física y mental actúa como recurso psicosocial en el bienestar emocional y promueve aspectos como la resiliencia, el afrontamiento positivo o el apoyo social, ofreciendo pautas, guías o estrategias para afrontar el sufrimiento de la enfermedad mental sin alteración de la conciencia (González-Celis y Gómez-Benito, 2013). Se podría decir que es una experiencia trascendente única, específica y personal. Puede identificarse con la búsqueda personal y propósito de la vida (Frankl, 1945). De ahí su vinculación con procesos como el afrontamiento o la resiliencia en el contexto de situaciones estresantes o problemáticas y su eficacia confirmada en enfermedades mentales como la depresión, el suicidio, la ansiedad, la psicosis y la drogadicción (Koenig, 2009; Ronneberg et al., 2016), así como en enfermedades de carácter físico (Cohen y Koenig, 2003; Rivera-Hernandez, 2016). La espiritualidad, comolas religiones en general, también puede verse afectada por trastornos mentales y contribuir igualmente a los síntomas y al curso de la enfermedad de manera negativa (Griffith, 2010). Esta realidad ha sido uno de los factores y desafíos, además de los ideológicos, tanto en la práctica clínica como en el desarrollo de psicoterapias, por ejemplo, en el contexto del trastorno obsesivo compulsivo (Baumann, 2007), que marginaban el estudio y el reconocimiento de las necesidades, prácticas y recursos religiosos y espirituales de los pacientes con problemas de salud mental (Baumann, 2012). Los temas que se desarrollarán a lo largo de este capítulo son: Problema alma-cuerpo o mente-cerebro. Espíritu y libertad; salud y enfermedad frente a normalidad y patología (Condicionantes de salud mental y proyecto de vida y salud mental); salud mental (culpa, dolor y depresión; angustia y ansiedad; sentido de la vida, vacío existencial y desesperanza y una digresión: Suicidio, acto/hecho humano y enigmático; problemas legales que puedan surgir en el curso de la enfermedad; espiritualidad y trabajo con personas con problemas de salud mental; necesidad de formación especializada. Qué puedes aprender en este capítulo Conocimientos Los lectores entenderán a la persona como un ser físico y espiritual. Los lectores comprenderán la importancia de la experiencia personal de la enfermedad mental. Los lectores advertirán la importancia del proyecto de vida en la salud de la persona. Los lectores remarcarán la importancia del sentido de la vida en la salud de la persona. Los lectores conocerán el efecto del vacío existencial y la desesperanza como factores de riesgo en el desarrollo de enfermedades mentales. Los lectores delimitarán los problemas legales que acompañan a las enfermedades mentales. Los lectores comprenderán la importancia de la formación en espiritualidad para trabajar con personas que padecen enfermedades mentales. Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 221 1. Problema alma cuerpo o mente cerebro Con las múltiples aportaciones de las neurociencias en las últimas décadas, ha resurgido el viejo paradigma de la relación entre el alma y el cuerpo o (por qué no) la relación entre la mente y el cerebro. Se sabe que aparecen alteraciones en la mente tras una lesión cerebral, del mismo modo que un deterioro de determinadas funciones cerebrales superiores, como la memoria y el pensamiento, provocan síndromes de demencia que conducen a un deterioro progresivo del funcionamiento cognitivo y frecuentemente emocional de la persona afectada. Por otro lado, lesiones mejor definidas, por ejemplo, en el Circuito de Papez, suelen provocar amnesia y desorientación en los lóbulos frontal y temporal, o alteraciones en el lenguaje como las afasias. Además, un deterioro de las funciones superiores a nivel subcortical puede alterar el estado de ánimo a nivel afectivo, incluida la agresividad en el área de la amígdala del sistema límbico, relacionada centralmente con las emociones. Basándose en hallazgos (hormonales) neurológicos y endocrinológicos, la psicofarmacología aprovecha el modo en que puede variar nuestra experiencia con la ingesta de ciertas sustancias psicoactivas que afectan nuestras funciones mentales. Los afectos pueden modificarse con antidepresivos, la ansiedad con psicodislépticos y tranquilizantes, y el sistema sensorial-perceptivo, así como la propia conciencia, se ven afectados por la ingesta de sustancias alucinógenas. Partiendo de estas premisas, podemos decir, por un lado, que la vida mental está condicionada por la actividad cerebral y, por otro, que ciertos procesos psicológicos están relacionados con ciertas estructuras cerebrales, es decir, las funciones mentales están localizadas y son procesadas de alguna manera en el cerebro. 2. Espíritu y libertad Hasta el momento sólo se han considerado dos aspectos de la realidad de la persona, el somático y biológico, por un lado, y el emocional y mental, por otro, deduciendo que la actividad psíquica y mental surge del funcionamiento cerebral. Cuando estudiamos determinadas patologías, surgen preguntas sobre cómo explicar y comprender determinados aspectos de la actividad cerebral. Estos aspectos hablan más de alguien que de algo; hablan de la persona que experimentó la vivencia. La realidad humana no puede entenderse plenamente por lo biológico y cerebral ni por lo emocional y corporal, es decir, por el modelo psicosomático o biopsicosocial. En psíquico-corporal no constituye todavía la totalidad del ser humano. Hay que añadir un tercer elemento primordial a la totalidad del hombre: a él pertenece en esencia lo Espiritual ". Debe reconocerse la dimensión espiritual al abordar el estudio de la psicología y la psicopatología humana. Si reducimos el estudio de la persona a un paradigma científicamente biologista, solemos olvidar la dimensión espiritual. La mente por ser natural (psicosomática) puede explicarse (hasta cierto punto), pero la persona que trasciende su naturaleza debe entenderse (Barcia, 1979). Cuanto se trata a la persona desde el paradigma puramente científico, esta se deprecia y se ignora la realidad del ser humano puesto que, en persona, su manera de enfermar 1962, p.74). Así pues, en el estudio de la persona, deben considerarse los problemas del cuerpo, los problemas del alma y los del libre albedrío, así como el entorno social, teniendo Espiritualidad y salud mental 222 en cuenta la realidad psicofísica donde anida el Espíritu y donde la persona está llamada a la realización de valores y de la trascendencia con toda su realidad. 3. Salud y enfermedad frente a normalidad y patología Es bastante común utilizar como sinónimos los conceptos salud y normalidad y enfermedad y patología, aunque en realidad no lo son, de hecho, conviene diferenciarlos claramente. La salud y la enfermedad provienen del contexto cultural, es decir, no son conceptos relacionados con las ciencias de la salud, sino que intentan dar una explicación causal a la enfermedad según la conceptualización que la cultura ha hecho. Fue a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando Chisholm, primer director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se refirió a que el sufrimiento de la humanidad no podía reducirse al hecho de no poder vivir en paz consigo misma como una familia humana; llamó la atención sobre el estudio de los problemas psicológicos que podrían obstaculizar el bienestar físico y mental. Ante tal preocupación y significado, en 1946 los expertos de la OMS identificaron la Salud Mental con Salud, ofreciendo una definición entonces universalmente aceptada y que entendía bienestar físico, mental y social y no meramente como la ausencia de enfermedad o inferioridad (OMS, 1946). Condicionantes de salud mental La salud mental está determinada por tres dimensiones centrales. En primer lugar, está la neurobiología con lo comentado anteriormente en relación al problema mente-cerebro. En segundo lugar, está la personalidad en cuanto forma de ser del individuo y las variables que contribuyen a su formación. De esta manera, uno puede promover o no una buena salud mental. Dentro de la personalidad destacan el estilo cognitivo, la asertividad, el optimismo, la extraversión, la confianza, la decisión, la perseverancia, la paciencia o la flexibilidad como características que influirán en un perfil de salud mental saludable. Por último, el entorno familiar, social, laboral y cultural también puede comprometer la salud mental en forma de individualismo y sensación de estar dominado por el entorno en lugar de mantener el control de uno mismo, todo lo cual puede generar estrés y sensación de impotencia, adicciones, disminución de la autorregulación afectiva, limitaciones e ineficacia del afrontamiento, etc. 3.1. Proyecto de vida y salud mental el propósito de la vida no es estar sano, sino estar sano para vivir y poder llevar a cabonuestra vida con valores que den sentido a nuestras vidas y que merezcan la pena desarrollar y trabajar (Frankl, 1957). A veces la realización de la vida se ve obstaculizada o impedida por la patología, por lo que la enfermedad no es lo patológico sino la limitación o fracaso de la vida a causa de la patología. Es en la esfera mental donde pueden surgir dificultades en el desarrollo de la personalidad, generando inseguridad e inmadurez. También puede haber un déficit en la adquisición de valores, déficit que podría perjudicar y complicar lo que, de otro modo, sería un orden saludable de vida. En esta perspectiva, hay que decir que la persona está abierta al futuro, apertura que va desde la búsqueda de ciertos reconocimientos hasta el legado personal que dejamos en nuestras Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 223 acciones o a través de nuestros hijos. Esta situación también se refleja en el dolor que se produce al no dejar ningún rastro de la historia propia en el entorno después de la muerte. Esta apertura al futuro requiere, como ya se ha dicho, una motivación, un por qué, un para qué, un propósito. El futuro demanda del pasado la causa del camino recorrido y del que queda por recorrer, que no es otra que el motivo (o propósito) de nuestra vida. Así, el por qué como causa y motivo para vivir configura el presente desarrollando un proyecto existencial. Este proyecto no solo aporta una meta sino también un sentido al ser personal, orquestando la dimensión biológica, psicológica, social y espiritual en la búsqueda permanente de la plenitud de la vida, siempre en virtud de la libertad humana en medio de todas las presiones y circunstancias ambientales. Por eso, no siempre se consigue. La elaboración del proyecto surge a partir de los valores incorporados, motivos generados y experiencias acumuladas que condicionan una forma particular de visión del mundo (personal y social), cosmovisión y modo de vida siempre con un impacto de la interacción con el entorno (pluralista y secular, entre otras cosas) (cf. Cap. III.1). El éxito de este proyecto vital está en relación con el equilibrio psicológico y la buena integración social. No son garantía de salud mental, pero no alcanzarlas puede ser un factor de riesgo para la salud mental. La conformidad con el entorno y el abandono de las condiciones de vida conducen al vacío y a la pérdida del sentido de la vida. Sin un proyecto vital, la persona puede adoptar un activismo exagerado o estar condenada a la nada; ambas situaciones ponen en riesgo su salud mental, albergando ansiedad, e incluso desesperanza y depresión (Cabanyes y Monge, 2010). 4. Salud mental: culpa, dolor y depresión La mayoría de las enfermedades, especialmente las mentales, van acompañadas de sentimientos de vergüenza, aunque detrás, o en muchas de ellas, también puede observarse un sentimiento de culpa personal. Ciertos cuadros de carácter depresivo van acompañados de delirios (psicóticos) en lugar de tristeza o inhibición. Schneider (1955) señaló que estos delirios están relacionados con preocupaciones básicas o fundamentales de la vida, es decir, con cuestiones económicas, de salud o responsabilidad, provocando delirios de ruina, hipocondría y culpa. Por otro lado, según Frankl (1957), se relacionan con la concepción esencial que la persona tiene de su vida. Los trastornos afectivos provocan una disminución del tono vital; esto produce, entre otros síntomas, una sensación de inadecuación causando delirio. Esta posición de la persona en el mundo genera una preocupación entre lo que "es" y lo que "debería ser", ampliándose este espacio hasta límites insospechados en el caso de la Melancolía e inhibiéndose en el caso de la Manía. Esta preocupación se manifiesta en protestas y acusaciones hacia uno mismo en forma de culpa existencial por la alteración vital percibida, culpa que no procede del sentimiento de deber y cumplimiento, sino que está relacionada con el castigo resultante de la frustración y la responsabilidad. En el caso de los trastornos psicosomáticos causados por alteraciones biológicas, este sentimiento de culpa es provocado por ideas agresivas de carácter inconsciente hacia familiares u otros seres queridos que se compensan con sufrimiento, preocupación y ansiedad. Así, se satisface la necesidad de castigo contenida en la culpa inconsciente, manifestándose la enfermedad, al menos en parte, como resultado de ello. El castigo no solo Espiritualidad y salud mental 224 genera culpa, es también causa de dolor y sufrimiento y este dolor, además de generar conductas de evitación, también es importante en el desarrollo de una función anticipatoria que influye 5. Salud mental: angustia y ansiedad En la actualidad, los términos ansiedad y angustia tienen varios significados, aunque se suelen utilizar como sinónimos para definir diferentes situaciones como el miedo o el pánico. Ambos tienen en común la inminencia de algún peligro inmediato, bien o mal establecido, que cambia drásticamente la situación emocional. Fundamentalmente, la angustia es una experiencia abrumadora, paralizante y somatizada con sensación de opresión cardíaca, mientras que la ansiedad tiene un carácter más psicológico; se ha llegado a definir como la emoción del estrés y se relaciona con la inquietud, el sobresalto y la sensación de falta de aire. Puede ser más sencillo diferenciar entre angustia y miedo. Para Kierkegaard (1844), la angustia surge frente a la nada, es decir, se relaciona con un afecto sin objeto, en contraposición al miedo, que es provocado por algo determinado, vinculado a un objeto, siendo así una emoción intencional. Según la percepción de la experiencia de peligro o amenaza, se pueden activar los siguientes estados. Hablaríamos de miedo como una emoción provocada por una situación u objeto conocido y concreto. De temor como emoción muy cercana al miedo: pero en una situación en la que la percepción del peligro está menos definida con una mayor experiencia de incertidumbre. De terror como experiencia exagerada de los dos términos anteriores. De ansiedad como preocupación constante sin un objeto específico en el que intervienen fuertemente las imaginaciones y fantasías individuales. De angustia como temor ante la ausencia de un objeto definido. También ocurre en situaciones en las que los principios y valores morales de la persona se ven comprometidos. Tanto la ansiedad como la angustia anticipan estímulos no presentes, futuros, indefinibles e impredecibles. De pánico como experiencia exagerada de la angustia. En este sentido, la preocupación de la persona por entregarse a las diferentes tareas cotidianas junto a las distracciones de la vida puede derivar en un miedo pasajero que desemboque en sentimientos de angustia al adquirir auto-conciencia, provocando luego la huida de esta emoción hacia una existencia falsa que busca refugio en otros y da la espalda a las convicciones propias de libertad, fidelidad y lealtad a los valores para alejarse de la esfera espiritual. Cuando las decisiones de la persona están condicionadas, esta angustia deja de tener un componente existencial para adoptar una forma más somatizada y un carácter más neurótico. 6. Salud mental, sentido de la vida, vacío existencial y desesperanza. Tanto el dolor como el sufrimiento no son sólo pathos sino también logos, es decir, el dolor y el sufrimiento aportan una experiencia cognitiva a la persona que sufre y provocan experiencias y actitudes cognitivas también en quien trabaja con ella, p. ej. el médico, el terapeuta o el trabajador social. La psicopatología estudia esencialmente dos tipos de trastornos. Por un lado, trastornos de carácter psicótico con pérdida de conciencia de la realidad junto con una rica sintomatología. Por otro lado, los trastornos que en el pasado se denominaban neuróticos y que engloban trastornos de carácter ansioso, afectivo, incluso de personalidad, donde la comprobaciónde Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 225 la conciencia y de la realidad no suele verse comprometida. En la actualidad, este grupo de trastornos ha dejado de definirse con la etiqueta de neuróticos y neurosis; por consiguiente, existen varios trastornos independientes, pero es cierto que tienen algunas características en común. Estos trastornos presentan variaciones de la normalidad. A veces resulta complejo definir la línea entre lo normal y lo patológico, ya que también se pueden atribuir síntomas patológicos a personas sanas: un síntoma no constituye, por sí, una patología o trastorno. Además, estos trastornos antes denominados mejor analizados por las disciplinas psicopatológicas. Por último, algunas formas de estos trastornos apuntan directamente a problemas espirituales en la relación entre el sufrimiento humano y la "falta de sentido" en la vida. En esta línea, Frankl (1957) propone la idea de "sentimiento de sinsentido" cuando una persona rompe con sus tradiciones, negando y sustituyendo sus valores tradicionales por otros valores. Así, la persona se ve privada de las tradiciones y de aquellos valores que le ayudan a existir, actuar y vivir, y que dan sentido a sus acciones y a su propia vida. De esta forma, la salud mental de la persona se ve comprometida y debilitada en forma de abatimiento, apatía, fatiga, falta de esperanza y sentimiento de inutilidad, expresando desorientación y cuestionando el propósito y vigencia de todas las razones vitales, manifestando la dificultad de vivir y reconociendo que la vida no tiene sentido; en estos casos, el suicidio y las drogas pueden aparecer como comportamientos alternativos. Excursus: Suicidio, acto / hecho humano y enigmático El suicidio ocurre con cierta frecuencia en relación con problemas de salud mental, aunque básicamente también puede ser un acto voluntario realizado por una persona mentalmente sana. A pesar de que en raras ocasiones puede ser síntoma de otras enfermedades psicóticas como los delirios en la esquizofrenia, los motivos del acto suicida suelen ser los mismos en la salud que en la enfermedad. En enfermedades como la depresión, una condición que motiva la búsqueda del final de la vida es la desesperanza, rasgo que, por otro lado, puede ocurrir también en una persona mentalmente sana. Como deseo de autolesión, se trata de un acto absolutamente enigmático cuya consideración genera preocupación porque apunta al centro mismo de la condición humana. Representa la pérdida más extrema del sentido de la vida. También plantea numerosos dilemas éticos como la supuesta libertad de decidir sobre la continuidad de la propia existencia y el consiguiente derecho a terminar con la vida (Cabanyes y Monge, 2010), mientras que, por otra parte, puede afectar y golpear profundamente a las familias, parientes, amigos, compañeros, vecinos y a cuidadores informales y formales (profesionales), incluidos trabajadores sociales. Según Barcia (2003), las razones por las que una persona desea quitarse la vida son: la desesperanza, la desesperación, la soledad y el hastío de la vida. La desesperación surge cuando se entiende que en la vida hay algo por lo que luchar, pero ese deseo es inalcanzable a pesar de todos los esfuerzos, es decir, hay algo valioso por lo que vale la pena esforzarse. La imposibilidad de este logro hace que solo la idea de la muerte sea más placentera y liberadora. La desesperanza, a diferencia de la desesperación, aparece en la persona como ausencia de valor. No hay nada en la vida que tenga valor o por lo que valga la pena vivir o esperar. Otra diferencia respecto a la desesperación es que se trata de una característica más de la persona deprimida que de la sana. La desesperación es típica de la salud; la desesperanza está más Espiritualidad y salud mental 226 relacionada con la patología afectiva, aunque puede aparecer de alguna manera en edades tempranas como la adolescencia, donde la prevalencia del suicidio suele ser alta. En este sentido, el paciente experimenta la situación como un pesar, una carga difícil o imposible de soportar. Soledad. La soledad puede ser buscada y deseada con fines de desarrollo personal, en cuyo caso no implica la existencia de dificultades psicológicas o problemas de salud para el sujeto, pero también puede ser impuesta, lo que deja a la persona demasiado aislada y sola. Aquí es donde, para evitarla, se busca la compañía de malos compañeros como la drogadicción, que al final genera más soledad y favorece incluso el suicidio. La adicción, especialmente el alcoholismo, es una de las principales causas de suicidio por la ruptura del sujeto enfermo con la familia, los amigos, el trabajo, etc. El hastío de la vida. No es sinónimo de fatiga; es más bien una posición intelectual consciente y libre, de aceptación de un destino que es a veces adverso. Tal es el caso de Séneca o el de Sartre en cuanto a lo absurdo de la vida. No se trata del cansancio que provoca la vida en general, sino del cansancio por la vida que hay que vivir, es decir, nuestra vida concreta. No se descarta que en la vida haya cosas interesantes y valiosas por las que luchar, pero para otras personas, no para la persona hastiada. Ésta muestra apatía y falta de ilusión y renuncia a lograr lo valioso y, a pesar del posible éxito, para ella la vida no tiene sentido: vive y experimenta un vacío existencial. 7. Problemas legales que pueden surgir en el transcurso de la enfermedad. En el desarrollo de la enfermedad mental, las facultades cognitivas e intelectuales disminuyen y terminan influyendo en la "capacidad de actuar" entendida como facultad de la persona para ejercer los derechos y obligaciones que tiene como "persona jurídica". La incapacitación por parte de la Justicia debe entenderse siempre como una medida de protección ya que el deterioro de sus funciones cognitivas puede llevar a los pacientes a tomar decisiones irreparables. Cuando se ve comprometida la capacidad de autogobierno y la toma de decisiones adecuadas sobre uno mismo o sus bienes, es necesario proceder legalmente a la incapacitación de esa persona, nombrando figuras -incluidos posiblemente trabajadores sociales- que la representen sustituyendo su capacidad para actuar legalmente (Figini, 2010). 8. Espiritualidad y trabajo con personas con problemas de salud mental. Necesidad de formación especializada Los profesionales que trabajan en salud mental afrontan cada día el dolor y el sufrimiento de aquellos que padecen enfermedades mentales y de sus familias. Esta implicación del profesional puede convertirse en una experiencia emocionalmente muy intensa e impactante tanto a nivel profesional como personal (Ortega y López, 2004). Muchos de estos profesionales no cuentan con la formación o preparación específicas necesarias para afrontar estas situaciones (Vallés y García, 2013; Vaquero y Centeno, 2013; Zalon, 1995). Es por ello que la formación de estos profesionales debe incluir las habilidades para poder acompañar al paciente y sus familiares, brindarles toda la información que esté a su alcance, ayudarles en la toma de decisiones y, sobre todo, velar por su bienestar emocional y calidad de vida (Novack, 1987; Epstein et al., 1993). A pesar de la creciente importancia de la dimensión espiritual en los últimos años, siguen existiendo dificultades para atenderla en pacientes con problemas de salud mental (Puchalski Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 227 hay una tendencia en los profesionales que trabajan con enfermos mentales a no escuchar las necesidades espirituales de la mayoría de estos pacientes debido a la dificultad en su identificación y la ausencia de protocolos de , la principal limitación de la gestión de estas necesidades espirituales por parte de los profesionales de salud mental sea su conceptualización del término espiritualidad, ya que muchas veces se confunde con otros conceptos como creencia religiosa, religiosidado fe religiosa (Sandoval et al., 2014). Así pues, hoy en día, no parece estar en disputa la importancia de satisfacer las necesidades espirituales. La OMS ya ha enfatizado la relevancia de los aspectos tanto psicosociales como espirituales del paciente (Maté, 2014). Sin embargo, aún son necesarios esfuerzos para conocer el modo en que todos los profesionales clínicos, en sus diferentes áreas profesionales, pueden realizar esta función y en concreto, médicos, enfermeras, psicólogos, psiquiatras y líderes espirituales (Rivera-Ledesma, Montero-López, 2007). La atención y el cuidado espiritual se reconocen como componentes esenciales de la calidad de la salud mental (Powel et al., 2015). Existe un interés en la educación formal en espiritualidad para aquellas profesiones relacionadas con la salud mental. Las escuelas y facultades de osteopatía, medicina, enfermería, trabajo social, psico-oncología, entre otras, integran la espiritualidad en sus programas de formación (Puchalski et al., 2011). Es necesario hacer más en este sentido en el campo de la psiquiatría y la psicoterapia, como demuestra la investigación empírica entre pacientes y profesionales (Baumann, Reiser y Lee 2021). Es importante entender necesidades espirituales como algo más que déficits o carencias potencialidades que no están aún suficientemente desarrolladas o expectativas no suficientemente cubiertas, pero sí son res, esta forma de entender las necesidades espirituales sería la clave para situar la realidad espiritual del enfermo mental como una visión de oportunidad y no solo de amenaza. Se destaca cada vez más la necesidad de crear una historia espiritual del paciente, en la que se facilite la información necesaria en relación con los aspectos espirituales de la vida del paciente y pueda emplearse, en caso necesario, como fuente de afrontamiento. En este sentido, existen diferentes formatos que pueden emplearse para crear la historia espiritual del paciente: se sugieren cuatro preguntas que los médicos u otros cuidadores formales pueden plantear para valorar la importancia de la fe en un paciente determinado, tanto en relación a su enfermedad como en otros aspectos de su vida, la existencia de otras personas con las que el paciente pueda comentar asuntos religiosos y el interés del paciente en comentar estas necesidades. Se han propuesto varios cuestionarios en el que se explorarían cuatro áreas: 1. Recursos de esperanza, significado, consuelo, fuerza, paz, amor y conexión; 2. Religión organizada, 3. Espiritualidad y prácticas personales y 4. Efectos sobre la atención médica y aspectos relacionados con el final de la vida (Rivera-Ledesma, Montero-López, 2007; cf. también Büssing, 2021). Conclusiones El presente capítulo ha tratado los aspectos esenciales de la espiritualidad del hombre: proyecto de vida, sentido, valores, vacío existencial, desesperanza, dolor y sufrimiento humano... todo desde una óptica cristiana y analizado desde una perspectiva psicopatológica Espiritualidad y salud mental 228 al objeto de facilitar y orientar el tratamiento de la persona afectada por una enfermedad mental. Parece anacrónico preocuparse e interesarse por la orientación espiritual del hombre y, en concreto, del hombre que está mentalmente enfermo. Es algo que no está de moda hoy en día o no parece tener interés ni importar a la sociedad ni a la comunidad científica. Por ello, debe enfatizarse la importancia y actualidad de esa dimensión que configura tanto el comportamiento humano normal y desadaptativo. El ser humano es libre y espiritual, lo que le hace trascender su naturaleza humana. Como señala la Sagrada Escritura, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, siendo colocado en la Creación como su centro y cumbre. El hombre es capaz de conocer, poseer y entregarse libremente entrando en comunión con otras personas. En la enfermedad mental, por lo tanto, es necesario tener en cuenta los aspectos espirituales del paciente afectado y que deben ser atendidos también en la práctica clínica. El mal funcionamiento cerebral no siempre explica plenamente la patología mental y hay que diferenciar en la medida de lo posible dos binomios: Salud-Enfermedad vs Normalidad- Patología, donde el concepto de enfermedad tiene connotaciones socialmente más amplias (valores, derechos, deberes... y amenaza al paciente) que la patología en sí, que es exclusiva de las ciencias de la salud. Sería, pues, necesario estudiar, atender y asistir al enfermo mental como hombre más que como enfermo, es decir, conocer al enfermo a partir de los principios y esquemas utilizados en la comprensión del hombre sano, ya que el hombre enfermo se ve afectado por los mismos problemas que afectan al hombre sano. En el ámbito de la salud aparecen los problemas existenciales de todo hombre: valores, dolor, sufrimiento, muerte... Enfermo y sano son dos aspectos diferentes pero iguales en cuanto a su constitución. A veces, la enfermedad funciona como una lupa que permite una observación extrema de aspectos de la existencia humana. Por ello, es necesario definir la forma personal de vivir la enfermedad, el papel del sentido de la vida que se ha descubierto y el proyecto de vida que se persigue, ya que de alguna manera delimitarán la forma de percibir la enfermedad y, en cierta medida, incluso protegerán la salud de la persona frente a los ataques de la enfermedad. Pueden proteger de caer en el polo opuesto, en el vacío existencial y la desesperación que precipitan y empeoran las enfermedades mentales o psicosomáticas. En cualquier caso, las personas afectadas por cualquier tipo de enfermedad mental tienen derecho a todo lo anterior. Es necesario legislar y conocer la legislación al respecto para proteger a la persona que padece una enfermedad mental. Es necesario e importante hoy en día abrirse a conocer y priorizar los aspectos espirituales del ser humano, su papel en el comportamiento humano normal y desadaptativo y cómo pueden influir en el origen y desarrollo de la enfermedad mental. Preguntas para la autorreflexión ¿Cómo están relacionados la mente y el cuerpo? ¿Qué es normal y qué es patológico en salud mental? Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 229 de vida, del vacío existencial y de la desesperanza con respecto a la salud mental? sucede con la protección legal de las personas con enfermedades mentales? Bibliografía American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Fifth Edition. DSM-5TM. Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing. Barcia, D. (1979). Necesidad de una medicina antropológica. Murcia: Universidad de Murcia. Barcia, D. (2003). Dolor, ansiedad y desesperanza. In D. Barcia. Psiquiatría y humanismo (pp.309-391). Murcia: Quaderna Editorial. Barbero, J. (2008) Psicólogos en Cuidados Paliativos: La sinrazón de un olvido. Psicooncología, 5,179-91. Baumann, K. (2007). Zwangsstörungen und Religion aus heutiger Sicht (Obsessive- compulsive disorders and religion from a contemporary perspective). Fortschritte der Neurologie Psychiatrie 75, 587-592. Baumann, K. (2012). Remarks on Religions and Psychiatry/ Psychotherapies. En R. Hefti, J. Bee, (Eds). Spiritualität und Gesundheit. Spirituality and Health. Ausgewählte Beiträge im Spannungsfeld zwischen Forschung und Praxis. Selected Contributions on Conflicting Priorities in Research and Practice (pp.99-118). Bern: Peter Lang. Baumann, K., Reiser, F., Lee, E. (2021) Ch. 17. Spiritual Needs in Psychiatry and Psychotherapy. En A. Büssing (Ed.) Spiritual Needs in Research and Practice. The Spiritual Needs Questionnaire as a Global Resource for Health and Social Care. Palgrave Macmillan. Bayés, R. (1998). Psicología del Sufrimiento y de la Muerte. Anuario de Psicología, 29(4), 5-17. Benito, E., Dones, M., Barbero, J. (2016). El acompañamiento espiritual en cuidados paliativos. Psicooncología, 13(2-3), 367-384. https://doi/10.5209/PSIC.54442Büssing, A. (Ed.) (2021). Spiritual Needs in Research and Practice. The Spiritual Needs Questionnaire as a Global Resource for Health and Social Care. Palgrave Macmillan. Cabanyes, J., Monge, M. A. (2010). La salud mental y sus cuidados. Navarra: Universidad de Navarra. EUNSA Cohen, A., Koenig, H. (2003). Religion, religiosity and spirituality in the biopsychosocial model of health and ageing. Ageing International, 28(3), 215-241. Epstein, R. M., Cambell, T. L., Cohen Cole, S. A., McWhinney, I. R., Smilkstein, G. (1993). Perspectives on patient-doctor communication. The Journal of Family Practice, 37, 377-388. Fernández-Ballesteros, R. (2002): Envejecer bien. Madrid: Pirámide. Espiritualidad y salud mental 230 Figini, H. A. (2010). Ethical issues in the management with dementia patients. Neurología Argentina. 2(2), 96-101 Frankl, V. E. (1945). El hombre en busca del sentido. Barcelona: Herder. Frankl., V. E. (1957). Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. Barcelona: Herder. González-Celis, A., Gómez-Benito, J. (2013). Quality of life in the elderly: Psychometric properties of the WHOQOL-OLD module in Mexico. Health, 15(12A), 110-116. https://doi.org/10.4236/health.2013.512A015 Griffith, J. L. (2010): Religion That Heals, Religion That Harms. New York: The Guilford Press. Kierkegaard, S. (2013) [1844]. El concepto de la angustia. Madrid: Alianza Editorial. Koenig, H.G. (2009). Research on religion, spirituality, and mental health: a review. The Canadian Journal of Psychiatry, 54(5), 283-91. https://doi/10.1177/070674370905400502 Laín, P. (1962). Marañón y el enfermo. Madrid: Revista Occidente. Maté, J. (2014). Sufrimiento en el paciente oncológico al final de la vida. Psicooncología, 11(2-3), 419-420. Novack, D. H. (1987). Therapeutic aspects of the clinical encounter. Journal of General Internal Medicine, 2, 346-55. sanitarios: revisión y perspectivas. International Journal of Clinical and Health Psychology, 4, 137-160. Powell, L. H., Shahabi, L., Thoresen, C. E. (2003). Religion and spirituality. Linkages to physical health. The American Psychologist, 58(1), 36 52. https://doi/10.1037/0003- 066X.58.1.36 Puchalsky, C., Ferrellb, B., Viranib, R., Otis-Green, S., Baird, P., Bulla, J., Chochinov, H., Handzod, G., Nelson-Becker, H., Prince-Paulf, M., Pugliese K. and Sulmasy, D. (2011). Improving the quality of spiritual care as a dimension of palliative care: the report of the Consensus Conference. Medicina Paliativa, 18 Rivera-Hernandez, M. (2016) Religiosity, social support and care associated with health in older Mexicans with diabetes. Journal of religion and health, 55(4), 1394-1410. Rivera-Ledesma, A., Montero-López, M. (2007). Ejercicio clínico y espiritualidad. Anales de Psicología, 23(1), 125-136. Ronneberg, C.R., Miller, E.A., Dugan, E., Porell, F.W. (2016). The Protective Effects of Religiosity on Depression: A 2-Year Prospective Study. The Gerontologist, 56(3), 421 431, Sandoval, P., Rangel N. E., Allende, S. R. y Ascencio L. (2014). Concepto de espiritualidad del equipo multidisciplinario de una unidad de cuidados paliativos: Un estudio descriptivo. Psicooncología. 11(2-3), 333-344. https://doi/10.5209/rev_PSIC.2014.v11.n2-3.47392 Espiritualidad y Ética en el Trabajo Social 231 Schneider, K. (1955). Psicopatología clínica. Madrid: Fundación Archivos de Neurobiología. Vallés, P., García, I. (2013). Formación básica en cuidados paliativos. Estado actual en las universidades de enfermería españolas. Medicina Paliativa. 20(3), 111-114. Vaquero, J. A., Centeno, C. (2013). Panorama actual de la enseñanza de medicina paliativa en la universidad española. Medicina Paliativa. 21(1), 3-8. https://doi/10.1016/j.medipa.2013.01.003 World Health Organization. (1946). Preamble to the Constitution of the World Health Organization as adopted by the International Health Conference, New York, 19-22 June, 1946; signed on 22 July 1946 by the representatives of 61 States. Official Records of the World Health Organization, 2, p. 100, and entered into force on 7 April, 1948. Genève, Switzerland: Author. Zalon, M. L. (1995). Pain management instruction in nursing curricula. Journal of Nursing Education, 34, 2622-2627. View publication stats https://www.researchgate.net/publication/354987332
Compartir