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quecen al Quijote de Menard tienen un solo origen: el tra bajo del comexto, el modo múltiple, fatal, exhaustivo, en que un panicular bloque de espacio-tiempo .(1934) se apo dera de ,,n texto de tres siglos atrás y, sin cambiarle un solo signo, desfigurándolo por completo, lo preña de sentidos y usos inesperados, lo obliga a citar a William James, lo vuel ve contemporáneo de Bertrand Russell, lo rinde a la in fluencia de Nietzsche. No es casual que el Quijote, la gran obra de Pierre Me nard, se haya perdido. El autor, dice Borges, «multiplicó los borradores; corrigió tenazmente y desgarró miles de páginas manuscritas. No permiúó que fueran examinadas por nadie y cuidó que no le sobrevivieran». Que la obrase perdiera por decisión del propio Menard prueba que la pérdida -la des tmeción- ya formaba parte, ya estaba inscripta en el progra ma mismo de la obra. El Quijote de Menard no podía sobre vivir porque no era una «obra)) sino :1lgo 111ás inst.antáneo, más poderoso, más inmortal: una idea de obra, un «concep to» .1 /mpido, desnudo, a la vez gratuito y completamente efi caz, como el concepto de las Vidas imaginarias de Marce! Schwob, que Borges admiraba al punto de considerarlo «su perior a la obra». La obra de Menard es «un dislate», di�e Borges, yes difícil contradecirlo. Pero¿ no hay algo de Borgcs en Menard, en su man/a «de caminar por los arrabales de N1- mcs», en su «letra de insecton? Y adcrnás; ¿hay aCaso algün ar tista más digno de llamarse borgeano? Sobre el final, después de haber fundamentado largamente el dislate, el narrador del relato admite la IÍnica, la verdadera (aunque tal vez invo luntaria) contribución de Pierre Menard a la cultura: haber enriquecido «mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deli berado y de las atribuciones erróneas». Es decir: haberle su ministrado :i Borges las armas que lo harían célebre. 124 , ... , ' ,¡ j � ,¡ 140 NUEVE Loca erudición . Años, décadas enteras consagradas a pensar en la erudi ción de Borgcs, o no a pensarla sino, por el contrario, a cl�rla por sentada, a reproducir los valores que el sentid.o común asocia"'Con ·Ii erudición -«cultura», «elitismo», «he;1netis rno)), «acadcn1i�isn10>>-, para que Borg�s, p�r fin," o no exac tamente él sino esos textos de !3orges que vuelven, afloran, ascienden, que no cesan de salir a la superficie, ose.uros y arrogantes, empujados por el entusiasmo un poco prepo tente de la revancha, llegados desde las profundidades del periodismo p'.ipular, las tevistas de interés general, los dia rios, para que esos textos, por fin, muestren con toda.la cru deza de su I uz -¡un l3orges auténtico entre cremas de belle- 7.a 1- que la erudición borgeana es otra cosa, fue siempre otrn cosa, y no sólo en ese campo ele batalla del periodismo sino también, y sobre todo, en el espacio autosuficiente y sobera no ele la alta literatura... ¿Y si la gran pasión de Borges, pasión de traficante ydc maestro, hubiera sido tran�mitir, propagar, divulgar? Tocio e.1 empeño invertido en señalar cómo Borges, mediante el despliegue ele :Su erudición, aleja h literatura dél lernir, del público, del «pueblo», ¿no debería reinvcrtirse en el trabajo 141
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