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Alumna: Valentina Lovazzano Registro: 895651 Profesor: Diego Weisman Guía de Lectura – Descartes 1-Contextualice el problema del método con que se encuentra Descartes. El problema del método se enmarca en un contexto de cambio de paradigma que puede explicarse con el paso de la edad media al Renacimiento. Este último concibe una mirada crítica de su antecesor, donde el mundo era entendido a partir un punto de vista cuyo centro era la religión (teocentrismo). En el medioevo la verdad era dada por el criterio de autoridad: bastaba con la existencia de autoridades que afirmen, den por hecho la verdad, ejemplos son la iglesia, libros, etc. El Renacimiento, en cambio, se centra al plano terrenal (naturalismo). Critica los contenidos y modos del saber medieval. En esta época, por un lado, el hombre racional transcurre importantes transformaciones dentro del ámbito tanto político como económico y social donde se sientan las bases de una nueva visión del mundo. Por otro lado, no es hasta la madurez de la Edad media en que la ciencia y filosofía toman presencia y fuerza, fundamentadas sobre bases nuevas que acompañan al siglo XVII. En el centro de la Época moderna, así como también sucede en el Renacimiento, se encuentra el problema del conocimiento: vemos que se desprenden nuevas formas (teorías) sobre los modos, formas y, principalmente métodos de conocer. Se observa que el método de conocimiento relativo a la edad media es insuficiente, inútil e ineficaz, que impide cualquier progreso científico por lo que es de importancia preguntarse y analizar sobre las fallas de este método y cuestionarse qué se puede ofrecer en reemplazo. 2-Caracterice la crítica cartesiana al saber sensible. Descartes expone dos argumentos con relación al conocimiento sensible: • Se debe dudar del conocimiento sensible: Cabe que los sentidos puedan engañar, por lo que no son un recurso fiable. Las cosas sensibles pueden ser dudosas. • Primero reconoce que hay cantidad de cosas de las cuales no se puede dudar, por más que se conozcan mediante los sentidos. Es por esto que refuta dudando del mundo exterior: La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño nos permite dudar de la existencia de las cosas y del mundo. • De esto resulta que todo conocimiento sensible es dudoso. 3-Caracterice la crítica cartesiana al saber racional. También expone dos argumentos: • Cabe lugar a que todos los argumentos racionales sean falaces, siendo falso todo conocimiento racional. Este argumento no es suficiente: • Los razonamientos o procesos discursivos descansan en principios relativos al conocimiento racional, conocidos intuitivamente y no discursivamente. Así surge el interrogante sobre si existe la posibilidad de dudar de estos principios. • Se propone el argumento del “genio maligno”. 4-Caracterice la duda metódica. La duda metódica, según Descartes, es hacer de la duda un método. Se refiere a dudar de todo para ver si aún así algo resiste a toda duda. Que sea metódica refiere a emplearla como instrumento o camino para llegar a la verdad y no solo para poseerla. Es universal porque se debe aplicar a todo, sin excepciones. Por último, es hiperbólica dado que debe forzarse todo lo posible, llevarla a su extremo. 5-¿En qué consiste el argumento del genio maligno? Este argumento consiste en la existencia de alguna especie de Dios que haya creado al hombre de forma que este siempre caiga en el error. Descartes no afirma la existencia de este genio maligno, solo que no hay, por le momento, motivos para pensar que este no exista, es válido como posibilidad. Esta hipótesis es importante porque representa el punto máximo de la duda, es la duda llevada al extremo como se plantea con la duda duda metódica. 6-¿Qué función cumple el cogito en el sistema cartesiano? El cogito es la expresión con la que se designada la primera verdad, representa el primer principio de la Filosofía. La duda es conocimiento puramente verdad luego de que haya sido forzada hasta su punto máximo, por lo que haciendo uso de la duda metódica es la primera verdad a la llegamos. A partir de ella somos capaces de fundamentar todas las demás, constituyendo entonces el primer conocimiento seguro y las bases de la filosofía y el saber general. Resulta la famosa afirmación “pienso, luego soy” (“cogito, ergo sum”) que se presenta como un conocimiento intuitivo conocido de manera inmediata, directa y no requiere de una premisa mayor, por lo que no se trata de un silogismo. 7-¿Qué es la res cogitans? Para la filosofía cartesiana, la mente, “cosa” pensante (o alma) o “res cogitans” es una substancia cuya característica fundamental es el pensar, que para Descartes es sinónimo de toda actividad psíquica consciente: “¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y, también imagina y siente.” Carpio, Adolfo. (1987). Capítulo VIII: “El racionalismo. Descartes.” En Principios de la filosofía. Esta “cosa” para Descartes es independiente del cuerpo del que se posee conocimiento indirecto mediante vivencias propias. Estas no representan nada corporal en sí mismo. 8-¿Qué es la res extensa? Requiere distinguir sustancia infinita (Dios) de sustancias finitas, así como se requiere saber si es que existe “algo más”. “Substancia” aplica tanto al mundo mental (res cogitans) como al material o extenso (res extensa): se puede hablar tanto de sustancia pensante como de sustancia material. Entonces, se denomina “res extensa” a los cuerpos. Se llama de esta forma ya que su atributo esencial es la extensión, estar en el espacio. La subsistencia pensante, en cambio, no necesita ocupar espacio porque es netamente pensamiento sin extensión (no la requiere para ser). Existe una substancia diferente a la propia ya que lo que uno siente, percibe, las ideas tienen una causa y se reciben pasivamente. Los cuerpos humanos no son solo cuerpos, la subsistencia pensante se encuentra acompañada de la res extensa que equivale a la corporeidad, habiendo una coincidencia entre la materia y extensión. Para Descartes no hay lugar al espacio vacío. Bibliografía: Carpio, Adolfo, Principios de Filosofía, Capítulo VIII.
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