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ARTÍCULOS TEMÁTICOS PERSPECTIVA CRÍTICA N IE RI KA . R EV IS TA D E ES TU D IO S D E A RT E, A ño 7 , N úm . 1 3, e ne ro -ju ni o 20 18 / p . 8 1 / IS SN : 2 00 7- 96 48 Un modelo de arte latinoamericano: José Gómez Sicre y el Departamento de Artes Visuales de la oea / A Model of Latin American Art: José Gómez Sicre and the Visual Arts Unit of the oas María Clara Bernal Directora de la Escuela de Posgrados de la Facultad de Artes y Humanidades y Profesora Asociada en el Departamento de Historia del Arte Universidad de Los Andes, Bogotá Colombia mc.bernal143@uniandes.edu.co Ivonne Pini Profesora titular y emérita Universidad Nacional de Colombia, Bogotá Colombia ipini@uniandes.edu.co Resumen A partir de la segunda posguerra se perfiló, desde el Departamento de Artes Visuales de la oEa, una caracterización particular del arte latinoamericano. El crítico y gestor cubano José Gómez Sicre, director de la entidad, fue clave en la difusión de la iniciativa que buscaba pro- yectar internacionalmente el arte de América Latina. Gómez Sicre, en estrecha relación con el pensamiento artístico generado desde el MoMA de Nueva York, generó un modelo que pretendía contrarrestar las tendencias locales para validar la categoría de arte internacio- nal que se impulsaba desde el Museo. Occidentalidad, internacionalismo y anticomunismo constituyeron una trilogía básica en el modelo impulsado. Palabras claves: América Latina, oEa, MoMA, Alfred Barr, José Gómez Sicre, internaciona- lismo, arte latinoamericano, Guerra Fría Abstract Since the second postwar the Department of Visual Arts of the oaS started configuring a par- ticular characterization of Latin American art. The figure of José Gómez Sicre, director of the Department, was instrumental in spreading the model that sought to project Latin American art internationally. Gómez Sicre, close to the artistic thought generated by the MoMA in New York, created a model that claimed to counteract local trends and to validate instead the cat- egory of international art driven from within the Museum. Western culture, internationalism and anti-comunism constituted the basic trilogy in the model proposed. Key words: Latin America, oaS, MoMA, Alfred Barr, José Gómez Sicre, internationalism, Latin American Art, Cold War Entregado: 8 de octubre de 2015 Aprobado: 7 de mayo de 2017 n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 82 Desde finales de la década de 1940, la Unión Panamericana, más tarde denominada Organización de los Estados Americanos (oEa), a través de su Departamento de Artes Visuales, estableció una serie de presupuestos acerca de cuáles debían ser las características a promover en el arte latinoamericano. Desde un principio hubo una fuerte inclinación por consolidar un lenguaje capaz de comunicar más allá de las fronteras nacio- nales y regionales. Con esta nueva propuesta se evitaba el arte indigenista, el cual se veía como atrasado, y al mismo tiempo se les hacía frente a las expresiones del pensamiento de izquierda que se manifestaban a través del realismo social, promulgado en el continente en especial por la escuela muralista mexicana. Este interés surgía en el marco de la reformula- ción de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina al finalizar la Segunda Guerra Mundial, las cuales aumentaron durante el periodo de la Guerra Fría y el posterior triunfo de la Revolución Cubana, sin olvidar la formulación de las políticas de la Alianza para el Progreso (1961-1970).1 Este texto desarrolla un episodio particular en el cruce entre políticas gubernamentales y fenómenos del campo del arte, a partir de una de las figuras más influyentes en la consoli- dación de un modelo de arte latinoamericano internacional: el crítico y gestor cubano José Gómez Sicre (1916-1991). El alcance de la influencia de Gómez Sicre sobre el desarrollo y difusión del arte latinoamericano ha sido tema de desacuerdo para el mundo del arte tanto para sus contemporáneos como en años posteriores. El estudio que presentamos está ba- sado en documentos, en su mayoría inéditos, que se encuentran en el Archivo de la Nettie Lee Benson Latin American Collection perteneciente a la Universidad de Texas en Austin. Hay dos aspectos que se destacan en esta investigación: primero, la relación de José Gómez Sicre con el influyente director del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), Alfred H. Barr Jr.; y segundo, la identificación que había entre ambos con respecto a cómo y qué arte latinoamericano debía proyectarse internacionalmente, y el impacto que ese acuerdo tuvo tanto en el momento como posteriormente. Ambos aspectos están eviden- ciados en un intercambio epistolar que permite rastrear y analizar proyectos compartidos a la luz de la construcción de políticas culturales en la primera mitad del siglo xx. El vínculo entre estos personajes se inició con la visita exploratoria que Barr realizó a Cuba en compañía de Edgar Kaufmann en el verano de 1942. Ahí tuvieron como anfitriones a María Luisa Gómez Mena,2 su esposo, el pintor Mario Carreño y a José Gómez Sicre. En esa ocasión, los norteamericanos compraron varios trabajos de artistas cubanos, entre los que se encontraba Madre e hijo (1939) de Wifredo Lam, para la colección del MoMA. Sabemos por las primeras cartas que, desde un principio, Gómez Sicre vio en la figura de Barr la posibilidad de llegar a una audiencia internacional; y Barr, por su parte, encontró en el cubano un posible aliado en sus planes para expandir no solamente la colección del Museo en donde trabajaba, sino también su conocimiento y eventualmente el del público norteamericano sobre el arte de la vecina América Latina. Barr le agradece constantemente a Gómez Sicre por enviarle información tanto de arte cubano como de arte latinoamerica- no. Es significativa la primera carta, fechada en agosto de 1942, pocos meses después de conocerse, pues establece la visión que Barr tenía de Gómez Sicre y con esa apreciación fija tempranamente el rol que le atribuye y que llevaría a que ambos fueran parte importante en la ejecución de las políticas culturales durante la Guerra Fría.3 En la carta el norteameri- cano escribe: 1 Con el nombre de Alianza para el Progreso se proyectó dicha ayuda durante un periodo de 10 años. En 1961, el presidente John F. Kennedy propuso un programa de asistencia económica, social y política para América Latina. Un objetivo político para impulsarla era impedir la influencia de la Revolución Cubana en el continente, de ahí que se trazaran como objetivos: promover gobiernos democráticos, estimular reformas en el campo, combatir el analfabetismo y trabajar por la estabilidad económica. Después del asesinato de Kennedy el proyecto se diluyó y la ayuda terminó orientada hacia el campo militar. 2 María Luisa Gómez Mena en esos años era dueña de uno de los ingenios azucareros más importantes de Cuba y se había posicionado como una de las principales mecenas del arte en el país. 3 Hay una extensa bibliografía sobre la relación entre la Guerra Fría y las políticas culturales. Algunos de los títulos son: Sanders, Frances Stonor. La cia y la Guerra Fría cultural, Editorial Debate, Barcelona, 2001; Calandra, Benedetta y Franco, Marina (eds.). La Guerra Fría cultural en América Latina. Desafíos y límites para una nueva mirada a las relaciones interamericanas, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2012; De Pedro, Antonio E. (coord.), El arte latinoamericano durante la Guerra Fría: figurativos vs. abstractos, uptc, Colombia, 2015; Fox, Claire. Arte panamericano. Políticas culturales y Guerra Fría, Ediciones Metales Pesados, Santiago de Chile, 2016. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 83Estimado Pepe: sabes que no puedo compensar todo el tiempo y dedicación que nos diste durante nuestra visita a Cuba. Eres un hombre excepcional, pues combinas inteligencia y sa- biduríacon justicia, y tienes una apreciación desinteresada de una gran variedad de artistas y de arte.4 Barr se despide solicitándole a Gómez Sicre que lo mantenga al día de lo que ocurre en La Habana y le pide, además, que le haga saber si el MoMA puede ser de ayuda en su trabajo a favor de la pintura cubana.5 Gómez Sicre no dejó este ofrecimiento en el olvido; por el con- trario, en ese momento comenzó de manera sistemática su campaña por internacionalizar el arte cubano y latinoamericano usando sus conexiones en Nueva York. Esta relación se planteó desde un principio como recíproca. Para el año siguiente a su primer encuentro, Barr le solicitó ayuda a Gómez Sicre para conseguir apoyo del entonces presidente de la isla, Gerardo Machado, para la realización de una exposición de arte cuba- no en Estados Unidos. Después de múltiples vicisitudes documentadas en la corresponden- cia, entre otras, el retiro de Barr como director del Museo en octubre de 1943,6 la exposición curada por Gómez Sicre se realizó bajo el título Cuban Painting Today (1944-1945). La mues- tra se inauguró en el MoMA de Nueva York y después se exhibió en diferentes ciudades norteamericanas durante los dos años siguientes.7 Existe registro de una exposición de acuarela y dibujo, titulada Watercolors and Drawings by Six Cuban Painters, que viajó de ma- nera paralela por otros lugares de menor reconocimiento8 también con el apoyo del MoMA. La colaboración de Gómez Sicre en la organización de estas dos muestras fue celebrada por la junta directiva del MoMA, quienes expresaron su agradecimiento otorgándole al cu- bano una membresía como asociado al Museo por 10 años. En la presentación que se hizo de Cuban Painting Today en el MoMA describía la muestra como el espacio para dar a conocer el arte cubano en Norteamérica. La exposición fue re- señada en Cuba por la Gaceta del Caribe en el artículo “Colores cubanos en Nueva York”, con un tono triunfal en el que se hablaba de una “heroica invasión a los yankis”.9 En carta al co- mité editor de la revista, Alfred Barr calificó el éxito de la exposición: La “invasión” a Nueva York ha terminado […] No hay duda alguna de que el éxito de la pintura cubana en Estados Unidos ha sido muy grande. Mayor, quizá, que el que tiene entre algunos cubanos que hasta ahora han hecho relativamente tan poco para ayudar al movimiento pic- tórico de su país.10 6 Barr continuó en el Museo como asesor del siguiente director, René d’Harnoncourt, y después como director de colecciones. Desde su puesto ejerció influencia en esta institución hasta 1968. 7 Entre octubre de 1944 y mayo de 1945, la muestra viajó por Chicago, Utha, Washington y Minneapolis. Información en carta fechada el 22 de septiembre de 1944. Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 7, folder 2. Según consta en cartas fechadas en 1946 y dirigidas a Gómez Sicre desde el Museo, cuando ya trabajaba en la Unión Panamericana, el manejo que se le dio a la exposición fue el habitual para la época. Varias obras fueron vendidas no solo en la itinerancia, sino en el MoMA antes de que la muestra pudiera viajar, repartiéndose el dinero entre Gómez Sicre y los artistas participantes. 8 Entre noviembre de 1944 y febrero de 1945, la muestra viajó al Springfield Arts Association, al Woman’s College de la Universidad de Carolina del Norte y al Isaac Delgado Museum of Art en Nueva Orleans. 9 “Colores cubanos en Nueva York”, en Gaceta del Caribe, La Habana, mayo de 1944. 10 Carta de Alfred Barr dirigida al comité editor de la Gaceta del Caribe, fechada el 18 de julio de 1944. Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 7, folder 2. Las autoras consideran que esta carta es particularmente interesante por varios aspectos: 1) menciona problemas que un extranjero difícilmente podría identificar en una visita corta como la que hizo Barr a Cuba; 2) está escrita en un fluido español; lo que no deja de sorprender, pues las cartas del crítico norteamericano a Gómez Sicre estaban habitualmente escritas en inglés; 3) se menciona entre los benefactores tanto a Gómez Sicre como a su aliada, María Luisa Gómez Mena, y como opositores al proyecto a Wilfredo Lam, con quien Gómez Sicre tenía profundas diferencias ideológicas; 4) la carta no está firmada por Barr, a pesar de que él aparece como signatario. Por todo lo anterior, se podría pensar en la intervención directa de Gómez Sicre en su escritura para validar su posición. 4 Carta de Alfred Barr a José Gómez Sicre fechada el 16 de agosto de 1942. Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 7, folder 2. [Traducción de las autoras.] 5 Con esto, Barr se refería, en particular, a la difusión del arte de la isla que Gómez Sicre había empezado con la organización de la Exposición de Pintura y Escultura Moderna Cubana en la Institución Hispano Cubana de Cultura en La Habana en 1943. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 84 Barr expresa cómo en su visita lo ha “deprimido el descuido oficial y particular que sufren algunos de los mejores pintores de Cuba”. Sin embargo, menciona la colaboración de María Luisa Gómez Mena y de Gómez Sicre, quienes, según él, dieron un paso decisivo para hacer posible la exposición. La carta termina con una justificación de la ausencia de Wifredo Lam en la muestra y asume la responsabilidad por la selección que se hizo. A pesar de que la exposición fue el detonante, la colaboración de Barr y Gómez Sicre no se limitó al trabajo con el arte cubano. Muy pronto Gómez Sicre empezó a ampliar su área de interés e influencia a otras islas del Caribe e hizo partícipe a Barr. La muestra de arte cubano que Gómez Sicre organizó en Haití renovó el intercambio epistolar entre los dos personajes en enero de 1945. En esa ocasión Gómez Sicre apoyó la labor del norteamerica- no DeWitt Peters, quien había fundado recientemente una academia para los pintores naive de Haití y fue el responsable de abrir un mercado significativo para su difusión en Estados Unidos. Al respecto, Gómez Sicre le informa a Barr: El movimiento acá está centralizado exclusivamente en la organización dirigida de manera generosa por el pintor americano DeWitt Peters, quien está haciendo un esfuerzo tremendo para mantener un grupo coherente de pintores trabajando juntos sin ningún tipo de malas influencias.11 Por “malas influencias” Gómez Sicre se refería a las ideas revolucionarias que el grupo de in- telectuales de La Rouche promulgaban en Haití. En el párrafo siguiente el cubano halaga la labor del presidente haitiano Elie Lescot y la de su hijo como ministro de asuntos interiores, además del interés que éste mostraba por el arte. Es importante recordar que, a finales de 1945 y comienzos de 1946, se produjo la caída del gobierno de Lescot, simpatizante del go- bierno francés, y la llegada del poeta surrealista André Breton a Haití, sucesos que abrieron el espacio para las “malas influencias” que había que frenar, según Gómez Sicre. En la ante- sala de la Guerra Fría era necesario detener los movimientos de izquierda, postura que com- partían tanto Gómez Sicre como las autoridades del MoMA. GÓMEZ SICRE LLEGA A NUEVA YORK A finales de 1945, José Gómez Sicre anuncia su llegada a Nueva York. Un aspecto significati- vo de su correspondencia con Barr había sido la insistencia de este último en conseguir fondos para llevar al crítico cubano a vivir a esa ciudad, motivándolo para que aplicara en programas académicos con posibles investigaciones sobre arte latinoamericano. En las car- tas se evidencia que en realidad no había un interés de ninguno de los dos para que Gó- mez Sicre profundizara en su educación, ésteera tan sólo el pretexto para que viajara y se estableciera en la ciudad. En febrero y septiembre de 1943, Barr le escribe a Gómez Sicre felicitándolo por su admisión a la Universidad de Nueva York, pero se lamenta por no haber encontrado fondos para su mantenimiento en dicha ciudad y le pide que posponga su viaje a menos que encuentre un benefactor en Cuba. Explica que la complicación para cumplir con este deseo compartido radica en que las becas para estudios en la cultura ha- bían desaparecido después de la guerra. Cuando finalmente Gómez Sicre logra obtener su beca de estudio, Barr estaba en el pro- ceso de retirarse de su puesto; pero, desde su posición de asesor del nuevo director, movió sus influencias para que las exposiciones propuestas siguieran adelante. Sin embargo, la relación de Gómez Sicre con el MoMA terminó ahí. En cartas posteriores escritas por Mon- 11 Carta de Gómez Sicre a Alfred Barr fechada el 15 de enero de 1945. Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 7, folder 2. [Traducción de las autoras.] n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 85roe Wheeler, el entrante director de exhibiciones y publicaciones, queda claro que aunque llevarían a feliz término los compromisos adquiridos no había mayor interés en prolongar la colaboración. “La exposición [Cuban Painting Today] ha sido aprobada por el comité de ex- posiciones, pero los fondos aún no han sido destinados.”12 Para terminar le sugiere que para minimizar costos debía enviar todas las obras enmarcadas y por barco, en lugar de avión. El último proyecto que Gómez Sicre realizaría, con un incipiente y casi reacio apoyo del MoMA, sería la publicación del libro Cuban Painting Today (1944). En febrero de 1943, Barr lo había incitado a escribirlo, al comentarle sobre la escasez de bibliografía acerca de la historia del arte cubano, y también lo animó a conseguir financiamiento en Cuba para publicarlo. A partir de ese momento, la idea empezó a tomar cuerpo y se concretó en 1944 cuando el libro bilingüe se publicó en la isla. Aunque Monroe Wheeler aceptó distribuir una pequeña cantidad de libros en el MoMA, se le solicitó a Gómez Sicre no incluir el nombre de la insti- tución alegando que afectaría la cuota de papel a la que tenía derecho el Museo. A pesar de haber sido breve, la relación laboral y de amistad entre Barr y Gómez Sicre fue intensa, y ocupa un lugar importante en el posicionamiento de un arte latinoamericano que se alejó del realismo socialista y se acercó al lenguaje internacional de la abstracción. En el contexto de la posguerra, aún bajo el impulso lánguido de la política del buen vecino,13 implementada por el presidente Roosevelt (1933-1945), y en vísperas de la Guerra Fría, este tipo de intercambio era fundamental para una institución tan política como el MoMA14 y para los planes futuros de la política cultural estadounidense en contra del avance del co- munismo. GÓMEZ SICRE EN LA UNIÓN PANAMERICANA Según una nota autobiográfica encontrada en los archivos de Gómez Sicre, en 1946 bajo su dirección se estableció el programa regular de exhibiciones de arte de la Unión Panameri- cana, la cual dos años después se transformaría en la Organización de los Estados America- nos (oEa). En 1949 fue nombrado jefe de la Unidad de Artes Visuales de la institución, y en 1976 director del Museo de Arte Contemporáneo de América Latina, de donde se jubiló en 1983. No hay que olvidar también su papel como editor del Boletín de Artes Visuales, donde colaboró desde 1957. Desde ahí, Gómez Sicre construyó una colección que marcó la pauta del deber ser del arte latinoamericano y estableció estrategias para su proyección interna- cional. Las ideas que se gestaron desde la temprana incursión del crítico cubano en el mundo del arte norteamericano, de la mano de Alfred H. Barr Jr., y que fueron tomando forma en su posterior cargo en la Unión Panamericana, incidieron no solo en la concepción del arte latinoamericano en Estados Unidos, sino en el perfil que se le dio a la configuración de algunas colecciones e instituciones artísticas de América Latina. En sus múltiples viajes por la región, Gómez Sicre se convirtió en una personalidad influyente que impulsó un modelo artístico que buscaba la incorporación de Latinoamérica en el arte moderno internacional, a la par que mostraba su preocupación por volverlo exportable y aceptado en dicho mercado. Así, la figura de Gómez Sicre ocupó desde la década de 1950 un papel activo en la configuración del espacio en que debía moverse el arte latinoamericano. Promovió exposi- ciones, incidió en la configuración de la colección de la Unión Panamericana y escribió en el Boletín de Artes Visuales donde era editor. En la cruzada cultural que emprendió, dejó claro que había pasado la época de “indigenismos, campesinismos, obrerismos y demagogia”,15 12 Carta de Monroe Wheeler a Gómez Sicre fechada en octubre de 1943. Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 7, folder 2. [Traducción de las autoras.] 13 La política del buen vecino fue formulada por Franklin D. Roosevelt durante el discurso inaugural de su primer mandato, reafirmándola en la VII Conferencia Panamericana llevada a cabo en Montevideo en 1933. Esta postura buscaba moderar la actitud abiertamente intervencionista que tuvo Estados Unidos durante los primeros años del siglo xx, cuando invadió diversos países de la región. Esta política, que se extendió hasta que finalizó la Segunda Guerra Mundial, buscaba lograr solidaridad hemisférica ante el conflicto bélico y evitar el acercamiento de los países latinoamericanos a las potencias del eje, y favorecía, en cambio, la neutralidad o el apoyo a Estados Unidos durante la contienda. 14 El Museo de Arte Moderno de Nueva York, fundado en 1926, se consolidó en los tempranos años cuarenta como la institucion que validaría el arte de vanguardia del momento. Cumplió un papel central en el cambio de eje de París a Nueva York, como el centro cultural del mundo. 15 Gómez Sicre, José. “Nota editorial”, en Boletín de Artes Visuales, no. 5, Departamento de Asuntos Culturales, Unión Panamericana, Washington dc, 1958. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 86 pues consideraba a estas corrientes como algo estancado en el pasado, incapaz de mostrar una imagen progresista de América Latina en sus artes. A su juicio lo que importaba era afirmar aquellos valores continentales que mostraran una esencia universal. Como se ha planteado, y se demostrará a lo largo del presente texto, esta esencia universal de la que habla Gómez Sicre está íntimamente ligada a su plan de volver internacional el arte latinoa- mericano y dejar atrás los regionalismos. Su postura no se daba en solitario. Varios espacios, como el Museo de Arte Moderno de Nueva York o la Fundación Interamericana para las Artes, y algunos críticos, como Thomas Messer y Lawrence Alloway (quienes en la década de los sesenta ocuparon respectivamente el cargo de director y curador del Museo Guggenheim), compartían postulados similares, planteamientos que eran acogidos en exposiciones y publicaciones. UNA ARTE LATINOAMERICANO PARA EL PANAMERICANISMO El concepto de “arte latinoamericano”, impulsado por Gómez Sicre a través del Departa- mento de Artes Visuales de la oEa desde su llegada a dicha institución en la década de 1940, estaba cargado de contenidos que iban más allá del campo del arte e involucraba una agenda tácita pero clara del arte que se buscaba para representar a la región. El primer punto a destacar es la convicción de Gómez Sicre, según la cual el arte latino- americano actual era capaz de posicionarse como arte moderno internacional. A su juicio, habíaquienes seguían considerando al arte latinoamericano como “carnaval-type”: Descriptiva y superficial crónica pintada del pueblo Sudamericano y de las costumbres que atraen a los turistas. […] Rica en tradición, América Latina está usando el lenguaje internacional del arte tanto como éste es usado en los Estados Unidos. Ya sea figurativo o no-objetivo, los nuevos pintores latinoamericanos están en la búsqueda de un estilo que pueda ser comparti- do por el hemisferio entero.16 Gómez Sicre completaba su argumentación sosteniendo que Estados Unidos debía ser el responsable de la construcción del lenguaje internacional, pues, “como el país más rico y desarrollado, debería ser la mayor fuente de conducción y el centro natural de la cultura que beneficiará a todas las naciones del continente”.17 Lo que resulta claro en su argumentación es que pertenecer a la cultura occidental, eliminar regionalismos y obviamente cualquier intención de narrativas políticas, usando el lenguaje internacional, permitiría la legitimación del arte latinoamericano. Occidentalidad e internacionalismo constituían entonces los dos elementos imprescindibles en ese perfil de arte que se promovía. Aunque Gómez Sicre no apoyó el movimiento muralista mexicano y calificó el interés hacia éste como relegada “a una importación de obras adquiridas con el ánimo de turista, más que una legítima intensión de coleccionista”,18 sí lo menciona como el antecedente más importante del internacionalismo que él buscaba. Rivera, Orozco y Siqueiros logra- ron en medio de la depresión económica en Estados Unidos trascender las fronteras y ser acogidos con especial atención en los centros artísticos del país vecino. Gómez Sicre se manifestó en contra de “academias locales” y a favor del desarrollo de un “arte moderno”, concepto que se vio influenciado en ese periodo por las posturas 16 Gómez Sicre, José. “Trends-Latin America”, en Art in America, vol. 47, no. 3, 1959, pp. 22-23. 17 Ibid. 18 Gómez Sicre, José. Artes plásticas en Latinoamérica 1954–1983, material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 87de Clement Greenberg, ya que ambos daban importancia a la abstracción como modelo de arte moderno. Dentro de la política cultural desarrollada por Estados Unidos durante la Guerra Fría, orientada a frenar el comunismo y a promover “la libertad y la democracia”, se impulsó el expresionismo abstracto y se buscó desplazar el centro de la vanguardia artís- tica internacional de la ciudad de París a Nueva York. El MoMA apoyó decididamente esta política y, a juicio de Shifra Goldman, el Museo y la cIa mantuvieron una relación que llevó a financiar de forma encubierta19 a organizaciones como el Congreso por la Libertad de la Cultura y a su revista, Cuadernos,20 publicación escrita en París pero destinada a América Latina con un alto contenido abiertamente anticomunista. CONTRA LA AVANZADA DEL COMUNISMO Para principios de la década de 1960 se habían consolidado dos modelos sobre cómo debían operar las relaciones en el arte latinoamericano. El primero de ellos estaba basado en el mapa publicado en 1961 por Gómez Sicre en el artículo La oea al servicio del arte21 bajo el título “Ciudades latinoamericanas incluidas en los recorridos”, en el cual daba cuenta de la gestión de su Departamento y establecía como único punto de referencia a Washington, y desde ahí trazaba los vínculos existentes con las principales capitales de América Latina. El otro modelo proponía la construcción de redes intelectuales impulsadas por figuras como Siqueiros, quien, con la motivación de consolidar el Comité Continental de Arte para la Victoria, inicia una gira por el continente americano en 1943. Visto en detalle, el mapa de esta gira es orgánico y no jerárquico; su único punto de referencia es Siqueiros, quien fun- ciona como un nodo que se mueve articulando una red de intelectuales a su paso: Como se sabe ya, mi recorrido desde Chile hasta La Habana, en camino de México, lo hice tra- bajando por la movilización de los intelectuales, particularmente de los artistas, y entre éstos sobre todo de los plásticos, en favor de los aliados y contra el nazi-fascismo.22 Cuando, en 1958, se realizó en México la primera Bienal Interamericana de Pintura y Gra- bado, Siqueiros manifestó que a su juicio el realismo social estaba siendo perseguido por personajes como Gómez Sicre, a quien no dudaba en calificar como agente del abstraccio- nismo y de quien afirmaba que con su presencia en el evento, lo que quería era darle su orientación estética, que iba en contravía a la de la pintura mexicana.23 La discrepancia de modelos entre la difusión propuesta por Gómez Sicre y la de Siquei- ros evidencia la brecha que se presentaba entre dos modelos políticos diferentes. Mientras el modelo del mexicano veía la avanzada del capitalismo norteamericano como una nueva forma de pensamiento de derecha radicalizado, el modelo del cubano apelaba a este mismo 20 Durante la segunda posguerra surgió en Europa un frente cultural para la defensa de la cultura occidental. El Congreso por la Libertad de la Cultura reunió un significativo núcleo de intelectuales y promovió la formación de una red que defendería la libertad de pensamiento, oponiéndose a la censura. En 1950 en la ciudad de Berlín se fundó el Congreso, el cual se extendió no por Europa, sino también por América Latina. Una publicación central para Latinoamérica fue la revista Cuadernos, editada en París entre 1953 y 1965. Escribieron ahí algunos de los más reconocidos intelectuales de la región. En 1965 se produjo una polémica internacional cuando el periódico New York Times publicó un artículo en el que revelaba que el Congreso había sido financiado por la cia. 21 División de Artes Visuales, Departamento de Asuntos Culturales-Unión Panamericana, 1961. 22 Siqueiros, David Alfaro. Me llamaban el Coronelazo, México, Ediciones Grijalbo, 1986, p. 420. 23 Mendoza, María Luisa. “Tamayo es un hipócrita! Dice Siqueiros en una entrevista exclusiva para Hoy sobre la Bienal”, en Hoy, México, 17 de junio de 1958, p. 22-24. 19 Goldman, Shifra M. Pintura mexicana contemporánea en tiempos de cambio, México, Domés, 1989, p. 85. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 88 sistema capitalista, con su centro regente en Washington, como una de las manifestaciones máximas de libertad y condición indispensable para la creación. Esta polarización de opiniones no era fortuita. La década de los sesenta se abrió para los países latinoamericanos con la puesta en marcha de la Alianza para el Progreso, intento de Estados Unidos por tener una nueva incidencia en la región ante el temor generado por el triunfo de la Revolución Cubana y su posible influencia a nivel continental. En ese proyecto se incluyó el campo cultural y se comenzaron a proponer iniciativas respecto a la situación del arte. Al inicio de la década, ganó terreno una postura sostenida, entre otros, por José Gómez Sicre, quien en un artículo publicado en 1959 en la revista Art in America reforzaba la posición que justificaba la existencia, al decir de Andrea Giunta, de: una situación radicalmente nueva en la que América Latina y los Estados Unidos aparecen uni- dos en el amplio y a la vez restrictivo “Hemisferio Occidental”. Sin naciones, sin regionalismos ni provincianismos, el arte del continente se define como un confuso aglutinamiento de tradicio- nes que se unen en un pasado común para toda América.24 Gómez Sicre asistió a la ciudad de Punta del Este en agosto de 1961 para estar presente en el lanzamiento de la Alianza para el Progreso que impulsaba el gobierno de Kennedy. Du- rante su estadía en el Río de la Plata mostró su preocupación por el peligro latente de que la Unión Soviética tuviese injerencia en el artelatinoamericano. Su temor se apoyaba en la participación que este país tenía por primera vez en la Bienal de São Paulo y no dudó en criticar abiertamente el “envío ruso”: “Un salón de provincia subdesarrollada de cualquier país americano hubiera demostrado un nivel más alto de concepción artística”.25 Gómez Sicre argumentaba con insistencia sobre la necesidad de afirmar la unión del continente americano y con ello buscaba que el arte formara parte del frente de lucha contra el co- munismo. Según Gómez Sicre: “el arte latinoamericano [digno de mostrar en el exterior] es pro- ducido en libertad”. Una libertad que no alude en su caso, al concepto de producir arte sin la presión de ninguna coerción, sino que alude a la condición del artista de no trabajar al interior de un régimen de izquierda. En el texto manuscrito del catálogo sin fecha que titula provisionalmente Para la exposición en Berlín26 afirmaba: “Los trabajos acá reunidos tienen un común denominador: todos fueron creados en libertad y son testigos de lo que el hombre puede lograr cuando no está influenciado por imposiciones de doctrinas religiosas o ideo- logía política”. De esta forma, el alcance del pensamiento de Gómez Sicre iba más allá de la consolida- ción de un arte internacional. El análisis de sus archivos personales permite afirmar que en la elección de los artistas que participaban en el proyecto internacionalista de Gómez Sicre no siempre incidió la calidad de la obra, sino también cuestiones como la posición ideoló- gica, ya que se convirtió en tenaz opositor a cualquier postura política que viniera de la iz- quierda. En una entrevista inédita realizada en fecha posterior a su retiro, Alejandro Anreus,27 uno de sus últimos asistentes en la oEa, le pregunta qué es lo que detestaba y José Gómez Sicre le contestó: “El comunismo, sobre todo en su encarnación cubana”.28 Ahí el crítico cu- bano afirma que dejó de tener trato alguno con Siqueiros, pues desde la oEa prefirió defen- der a Tamayo y a Cuevas. Cuando Anreus le pregunta sobre su antipatía por el pensamiento de izquierda afirmó: “Como casi todos los cubanos fui fidelista el primero de enero de 1959. Pensé volver y servir 24 Guinta, Andrea. Vanguardia, internacionalismo y política. Arte argentino en los años sesenta, Buenos Aires, Paidós, 1996, p. 3. 25 Guinta, Andrea. op. cit., p. 252. 26 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin. 27 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 1. La entrevista mencionada está sin fecha, pero sabemos por su contenido que fue realizada después de la salida de Gómez Sicre de la oea. 28 Entrevista con Alejandro Anreus (s. f.). Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 1. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 89a mi país, me ofrecí y no me dieron cabida. Después que Castro se declaró comunista tomé una actitud abiertamente agresiva en contra de la Revolución”. Es importante mencionar esto porque, como era de esperarse, la relación de Gómez Sicre con el arte cubano se vio marcada por esta Revolución. Los artistas que dejaron la isla se convirtieron en deposita- rios inmediatos de su apoyo con múltiples escritos sobre su obra e inclusive exposiciones individuales en las salas de la oEa; en muchos casos no por su capacidad artística, sino por su filiación política y por haber abandonado la isla, como fue el caso de Rafael Soriano y de Roberto Diago. De la misma manera, los artistas que permanecieron en Cuba de forma vo- luntaria después de la declaración comunista de Castro, con algunas contadas excepciones, serían depositarios de fuertes críticas. Respecto a las acusaciones de que bajo su influencia los artistas vinculados al comu- nismo sufrieron veto, contesta: “Yo no dejé a nadie fuera [del Salón Esso] por su posición política, siempre y cuando no fueran comunistas a lo Siqueiros”. En esta misma entrevista desmiente sus vínculos con la cIa pero admite haber jugado un papel importante, sobre todo en Cuba, durante la Guerra Fría. Anreus: Siqueiros en sus memorias lo acusa de agente de la cIa, ¿cómo usted responde? JGS: Yo nunca he trabajado para la cIa, eso sí, he tenido amigos en el Departamento de Estado. No negaré que hice el papel que me tocó actuar durante la Guerra Fría. Sobre todo en torno a Cuba.29 A pesar de sus negativas, es posible afirmar que aquellos artistas que de alguna manera mostraron una inclinación de izquierda difícilmente tuvieron cabida en sus listados. Además, si por una parte abogó por quienes tenían en su obra elementos de “internacionalismo”, defendió también una serie de demandas que no eran intrínsecas al trabajo artístico, sino a una postura política. Wifredo Lam, por ejemplo, cumple con todos los requerimientos para ser un “latinoamericano internacional”, sin embargo, la aversión de Gómez Sicre por el cubano es muy clara. En la entrevista mencionada, su interlocutor le pregunta por la forma en la que ve a Lam como pintor, a lo que Gómez Sicre responde: No es malo. Tiene grandes aciertos, sobre todo en los [años] cuarenta. Ahora, no es el genio que Lydia Cabrera y el mismo Lam quisieron proyectar. Después de 1940, Lam se repite mucho. Como persona era un miserable que se las daba de trotskista y surrealista; después del 59 se reinventó a sí mismo como un leninista pro-soviético. “Tú sabes que Lam no habla como cuba- no”, decía Picasso.30 La lista de artistas que Gómez Sicre apoyó desde el Departamento de Artes Visuales se fue consolidando desde su llegada a la Unión Panamericana y, aunque varía, hay nombres que permanecen como protagonistas incuestionables. Es el caso de José Luis Cuevas, quien fue profusamente mencionado en sus escritos, discursos y entrevistas. Para Gómez Sicre, Cuevas, además de su talento artístico, tenía el componente antinacionalista que a él le interesaba apoyar. En 1956 el artista mexicano publicó, en el suplemento cultural del periódico Novedades, un texto a manera de manifiesto que tituló “La cortina de Nopal”.31 Ahí hizo una fuerte crítica al gobierno mexicano que seguía favoreciendo las propuestas mura- listas en contravía con las nuevas tendencias artísticas. Hablaba de la cerrazón nacionalista 29 Ibid. 30 Ibid. 31 Según el libro de Claire Fox, Making Art Panamerican, este texto fue coescrito, aunque no firmado, por José Gómez Sicre. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 90 que operaba como una cortina de nopal que no permitía a los jóvenes artistas acercarse a lo que pasaba en el ámbito del arte internacional e impedía con ello su participación en dicho ámbito. El artista concluía con la necesidad de abrir espacios que permitieran que los mexicanos se comunicaran con esa vanguardia que desconocían. El deseo de internaciona- lización resultaba evidente y, a su juicio, sólo rompiendo con la Escuela Mexicana de Pintura sería posible lograr la emancipación.32 Otra de las figuras medulares del proyecto internacionalista de Gómez Sicre fue el pin- tor Alejandro Obregón, a quien consideraba un impulsor del arte moderno en Colombia y Latinoamérica, y que, según él, tenía la gran ventaja de no haber pasado por París, que para el cubano era una “ciudad senil”. En uno de los textos encontrados en el archivo33 habla de Obregón como uno de sus “descubrimientos” y afirma: “Cuando Alejandro Obregón irrum- pió en el arte de su país, ya maduro de experiencias técnicas aprendidas en el exterior, se abrió una nueva etapa para la pintura colombiana… Su presentación en Washington en 1955 revistió características de acontecimiento… Ahí nació un nuevo Obregón.” Sobre la vuelta de Obregón a Colombia, afirmaque a esas alturas: Ya era el Alejandro Obregón que todos iban a admirar y buscar. El nombre estaba rebosando los límites nacionales. Obtenía premios y se le mencionaba en la crítica extranjera como una realidad definitiva. No había sido necesario que se cobijara en la Escuela de París. Alejandro Obregón salvó la pintura de su país de una crisis riesgosa y dotó a Latinoamérica de un nuevo modo de ver. Esa preeminencia de las figuras de Cuevas y de Obregón como promotores de la moderni- dad latinoamericana era compartida por Marta Traba. Recordemos que, en su libro Historia abierta del arte colombiano (escrito en 1968 y publicado en 1974), Traba, después de tipificar cuáles son los elementos originales que caracterizan a la pintura moderna, concluye que en Colombia el primer pintor moderno fue Obregón, pues entendió: las condiciones generales en las cuales opera el arte moderno. Las adapta en la medida en que le sirven para expresarse y logra sortear el peligro de la identificación con cualquier modelo europeo, gracias a una poderosa intuición poética, por una parte, y por otra, a la necesidad personal de adherir a un paisaje, naturaleza y zoología par ticulares.34 INTERNACIONALISMO Y ACENTO PROPIO Recordemos el comentario de Gómez Sicre sobre el rol que le atribuía a la participación de la Unión Panamericana en la III Bienal de São Paulo: “la Unión Panamericana ha participado como súper-Estado, sirviendo de tribuna a artistas latinoamericanos que por diversas razo- nes no habían figurado en ella”.35 Para la IV Bienal sostiene que: “con mayor tiempo para los preparativos, decidí dar unidad al grupo y mostrar arte abstracto en cinco etapas, expresa- das cada una por artistas de importancia en sus países”.36 Los cinco artistas seleccionados formaban parte de la nómina habitual de Gómez Sicre: Carlos Mérida, Alejandro Otero, Ma- nuel Rendón, Enrique Zañartu y Edgar Negret. En la modernidad impulsada por Gómez Sicre se ve la necesidad de hacer valer aquello que él denomina el “acento latinoamericano”. Podemos precisar los alcances de este acento en dos exposiciones llevadas a cabo entre los años de 1949 y 1959. La primera de ellas fue 32 Cuevas, José Luis. “La cortina de Nopal”, en Ruptura, México, Museo Carrillo Gil, 1988, pp. 84-91. 33 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin (s. f., s. l.). Es un texto presuntamente producido para el catálogo de una exposición. 34 Traba, Marta. Historia abierta del arte colombiano, Bogotá, Colcultura, 1974, p. 130. 35 Gómez Sicre, José. “IV Bienal de São Pablo”, en Plástica, no. 10, enero- febrero de 1958. 36 Gómez Sicre, José. “IV Bienal de Sao Pablo”, en op. cit. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 91inaugurada en el Museo Nacional en Bogotá bajo el título 32 artistas de las Américas: exposi- ción organizada por la Unión Panamericana. En la nota de presentación que el crítico cubano escribió para el catálogo, afirma: Admítase, pues, este conjunto como analogía del sentir plástico americano en sus aspectos más independientes y, como toda antología, considéresele susceptible a inevitables lagunas. Cualquier controversia que suscitase será índice de haber cumplido con su finalidad inmanen- te y última: estimular el pensamiento, bien sea para aceptar o para rehusar. De este modo, se originarán nuevas luces o se afianzarán conceptos inconmovibles. Sin estar animada por el menor deseo de pugna, esta exposición se propone manifestar que en América el hombre puede dejar a su espíritu recorrer todas las categorías y dimensiones de la creación, como corresponde a un continente cuyo primer designio es el de la libertad. Si lograra fijar esta idea, sería ya recompensa suficiente para su misión.37 Gómez Sicre trabajó esta exhibición con obras que fueron aportadas por colecciones públi- cas y privadas; 17 de ellas pertenecían a la colección del MoMA. En el catálogo de la exposición de 1959, South American Art Today que se exhibió en el Dallas Museum of Fine Arts, Gómez Sicre afirma que el visitante encontrará una muestra de lo que artistas modernos de 10 países están explorando a través de nuevas formas de expresión. El visitante que ha llegado a esta exposición con la expectativa de ver escenas pintorescas y de tipos de Sur América, hará bien en re-direccionar sus pasos […] Así como los Estados Unidos en las décadas recientes ha desarrollado un arte propio que tiene a la vez sabor internacional y significado universal, los talentos creativos de América Latina han adquirido una visión de mundo que les permite expresar los temas nacionales con acentos sutiles, en lugar de repro- ducciones literales.38 Esta visión del mundo se expresó en la exposición con una alta participación de obra abs- tracta39 considerada como un lenguaje universal. Años después su postura se mantendría invariable: “existe un arte de acento nuestro, como existe un español hablado con acento latinoamericano”, afirmaba Gómez Sicre en su intervención en el homenaje que le brindó la revista Vanidades en 1976. Esta afirmación es acompañada con una lista de artistas que según él marcan el “acento latinoamericano”: José Clemente Orozco, Rufino Tamayo y José Luis Cuevas, en México; Pedro Figari y Joaquín Torres García, en Uruguay; Carlos Mérida, en México-Guatemala; Amelia Peláez y Cundo Bermúdez, en Cuba; Alejandro Obregón, en Colombia, y no menciona a nadie en particular de Argentina porque “es largo de enumerar”. Sin embargo, es especialmente sospechoso el concepto de “acento latinoamericano” al que alude Gómez Sicre en repetidas ocasiones, pues éste encierra varias afirmaciones que ganaron espacio y tipificaron una mirada con pretensiones de homogeneidad en el arte de la región, cambiando al final algunos estereotipos que cuestiona, por otros. Insiste en que no hay interés en exponer obras regionalistas preocupadas por mostrar “escenas pinto- rescas típicas” del arte latinoamericano, sino en impulsar el conocimiento de aquellos artis- tas que se vinculan a las corrientes modernas del arte internacional y reivindican el carácter universal que debe tener su obra. 37 Gómez Sicre, José. 32 artistas de las Américas: exposición organizada por la Unión Panamericana, Bogotá, Museo Nacional, 1949. 38 Gómez Sicre, José. “Introducción” al Catálogo de la exposición South American Art Today, Dallas, Museum of Fine Arts, 1959. [Las traducciones son de las autoras.] 39 Entre los artistas participantes de la muestra figuraban: Luis Barragán, J. Antonio Fernández Muro, Sara Grilo, Emilio Pettoruti, Rogelio Polesello, entre otros. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 92 En Carta abierta a los jóvenes del taller libre II40 Gómez Sicre fijaba los parámetros conside- rados esenciales para los nuevos artistas latinoamericanos. En dicho documento, el crítico cubano deseaba dejarle claro a los artistas, que iniciaban sus procesos, algunos puntos im- portantes para posicionar su propuesta de arte latinoamericano: a) la disciplina; b) evitar el deseo de la originalidad como único fin posible; c) el “culto hondo por la naturaleza como punto de partida”; d) evitar todo propósito nacionalista. Para este punto en varias ocasio- nes puso de ejemplo a José Luis Cuevas, a quien contrapone al movimiento muralista y al indigenismo que para él encarna Oswaldo Guayasamín, como degeneración de lo que significa ser latinoamericano. Gómez Sicre cierra esta enumeración de principios con la necesidad de: e) la autocrítica. Más tarde, en entrevista con Vanidades, afirmaba que el arte conceptual y los happe- nings eran “payasadas”, y se alegraba de que no hubieran contagiado a los artistas latinoa- mericanos. La restrictiva dirección que señalábamos de reunir en el concepto de “hemisferio occi- dental” todo el arte de América Latina, se evidenció en una delas exposiciones más signi- ficativas que se hicieron en 1966, Art of Latin America since Independence, organizada por Stanton Catlin y Terence Grieder, la cual estuvo marcada por la influencia conceptual seña- lada. Pese a que ellos hablaban de arte latinoamericano y arte nacional, armaron la mues- tra de manera lineal, cronológica, y a la luz de categorías como academia, independencia, impresionismo o arte de contenido social, para llegar al final de la muestra al capítulo a la modernidad, proceso que identificaban con internacionalismo. Rescataban, así, el valor de este modernismo internacional, signo positivo frente a las llamadas escuelas sociales revo- lucionarias. En el texto del catálogo, este último capítulo está enmarcado entre los años 1945 y 1965, y se le nombró periodo contemporáneo. En éste se destaca el triunfo del internacio- nalismo en el arte latinoamericano y se sostiene que: El presente internacionalismo, nacido en Europa e impulsado desde los Estados Unidos, no es un estilo universal, sino más bien un nuevo lenguaje […] La aceptación general de este nuevo lenguaje por artistas, críticos y conocedores de Latinoamérica refleja una tendencia mundial, y ha sido posible porque Latinoamérica ha estado implicada en las tradiciones de las sociedades y de los centros de innovación y experimentación en los cuales el nuevo lenguaje tomó forma […] Con la difusión de la influencia del internacionalismo, una reacción se ha producido contra las escuelas sociales revolucionarias […] El modernismo internacional ha prevalecido y, como resultado, el camino ha sido abierto para el desarrollo de muchos de los estilos que han captu- rado la atención de los principales centros extranjeros.41 No se puede perder de vista que esta forzada internacionalización del arte latinoamericano tenía un profundo contenido político. Robert M. Wool, director del I Festival Interamerica- no de las Artes promovido en 1964 por la Fundación Interamericana para las Artes, después de señalar la atracción que Nueva York tenía para los artistas latinoamericanos, sostiene: 40 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin. En julio de 1948 se inauguró en Caracas el Taller Libre de Arte. La idea de constituirlo partió, entre otras figuras, de Gómez Sicre. Buscaba convertirse en un espacio para jóvenes artistas que lo usaban como sitio de trabajo, lugar de reunión y para la realización de exposiciones. Sin embargo, Marta Traba considera que el Taller Libre de Arte “estuvo más ligado al pasado que al futuro”. Marta Traba, Mirar en América, Caracas, Fundación Ayacucho, 2005, p. 268. 41 Stanton, Catlin L. y Grieder, Terence. Art of Latin America since Independence, Yale University- University of Texas, New York, 1966, pp. 123-124. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 93No se puede desconocer la increíble ignorancia con respecto a América Latina que existe en Estados Unidos. Pero esto ha de cambiar; de hecho está cambiando ya. Una de las razones que motiva este cambio es por supuesto la necesidad política: Fidel Cas- tro nos hizo ver que era indispensable aprender algo sobre nuestros llamados vecinos del sur y prestarles alguna atención.42 LA DIFUSIÓN DE UN MODELO DE ARTE LATINOAMERICANO EN LATINOAMÉRICA Gómez Sicre fue un enemigo declarado del arte nacionalista y de las manifestaciones ar- tísticas al servicio de esa ideología. Por esa razón promovió eventos y buscó crear espacios institucionales en América Latina para impulsar un arte que rompiera con la influencia tanto del muralismo mexicano como del indigenismo, asimilado al concepto de realismo social utilizado desde las tendencias de izquierda. En esa línea de acción hay diversos hechos que marcan el rumbo escogido; a manera de ejemplo aquí citaremos sólo algunos eventos: la Bienal de Kaiser, los Salones Esso y el Premio Esso,43 como también el impulso institucional al nacimiento de los museos interamericanos de Arte Moderno y las Bienales de São Paulo. Todas estas iniciativas tenían el ánimo de bus- car que América Latina trabajara unida para romper con el exclusivismo del arte nacional. Sin embargo, a pesar de hablar de una supuesta unidad continental, el internacionalismo que promovía el cubano, desde su posición en Washington, no significaba el estímulo a un activo intercambio entre la escena artística de los diferentes países del subcontinente, sino que se asumía como el triunfo de un modelo artístico sobre otro. Un internacionalismo que implicaba la visibilidad del arte producido en América Latina en los Estados Unidos. Corría el año 1962 cuando desde las Industrias Kaiser,44 en la ciudad de Córdoba, se con- vocó a la I Bienal Americana de Arte. La intervención de esta empresa en el campo artístico argentino no era nueva. Desde 1958 venía realizando un evento regional, con sede en Cór- doba, el Salón Ika (Industrias Kaiser de Argentina), un espacio originalmente dedicado a los artistas cordobeses y luego abierto a otras provincias del norte, centro y litoral de Argentina. La Bienal Americana se programó con el objetivo de abrir un espacio nacional al ámbito internacional y por ello los organizadores estaban cercanos a las políticas que desde la oEa impulsaba Gómez Sicre, quien actuó como jurado en la I y II Bienales. Además, se convirtió en consejero de los organizadores, lo que dejaba claro el rol que este evento debía jugar en la disyuntiva que el continente enfrentaba entre el “mundo libre” y el comunismo.45 El crítico cubano no hacía más que expandir un pensamiento que reiteraba en sus edi- toriales del Boletín de Artes Visuales de la Unión Panamericana, donde insistía en el papel mi- litante que el arte estaba llamado a tener ante el temor del avance comunista. En la última Bienal Kaiser, la III, realizada en 1966, Alfred H. Barr Jr. actuó como jurado, quien, pese a no ser la figura determinante de otras épocas, era visto por la empresa organizadora como un hombre asociado al arte moderno. Entre 1964 y 1965 la Standard Oil Company, junto a sus asociados latinoamericanos, organizó y financió el Premio Esso. El evento tuvo lugar en 18 ciudades, entre las que es- taban: México, Río de Janeiro, Buenos Aires, Caracas, Bogotá, Lima, Santiago, San Juan, San Salvador, Ciudad de Guatemala y Managua; obviamente, La Habana fue excluida. El proceso para obtener el premio se dio en dos etapas: primero la selección, exposición y premiación de las obras a nivel nacional; y luego, una muestra que se realizó en la sede de 42 Tibol, Raquel. Confrontaciones, México, Editorial Samara, 1992, p. 16. 43 Las Bienales Kaiser se realizaron en la ciudad de Córdoba, Argentina, en 1962, 1964 y 1966, y sólo contaron con la participación de artistas latinoamericanos. Los Salones Esso de Jóvenes Artistas Latinoamericanos se realizaron en las principales capitales de América Latina entre enero y febrero de 1965, y culminaron con una premiación en la ciudad de Washington bajo la supervisión de la oea. 44 Las Industrias Kaiser, compañía de automóviles, tenían su sede central en Oakland, Estados Unidos. 45 Con esto no queremos afirmar que Gómez Sicre fue el único actor válido en la definición de las políticas de dicho evento, pues sabemos del rol preponderante que tuvieron figuras como Rafael Squirru. Sin embargo, por la naturaleza del presente trabajo, la definición de políticas alineadas con la Guerra Fría en las Bienales Kaiser son tema de otro artículo. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 94 la oEa en Washington, donde se llevaría a cabo la premiación final. En esa ocasión, Rogelio Polesello, joven artista argentino, obtuvo el Primer Premio Salón Esso de Artistas Plásticos de Latinoamérica con Faz A una obra de carácter abstracto. Gómez Sicre, en su condición de Director de Artes Visuales de la Unión Panamericana,fue jurado en casi la totalidad de los Salones Esso y a su juicio: Cuando se escriba la historia del arte contemporáneo en Latinoamérica, los historiadores ten- drán que distinguir dos periodos: pre Esso y post Esso. Para mí esta serie de salones constituyen un evento sin precedente en la historia de Latinoamérica. Es el primer impulso que se da a los pintores y escultores jóvenes de América para que obtengan reconocimiento continental.46 A pesar de ser un hito importante, como asegura Gómez Sicre, los Salones Esso y su premio están muy lejos de partir en dos la historia del arte latinoamericano. El impulso era dado por una empresa comercial de petróleo norteamericana y el reconocimiento continental que Gómez Sicre promovió, como su mapa, gozaba de múltiples puntos en centro y sudamé- rica, pero sólo un punto de promoción en Estados Unidos. El Salón Esso sólo tuvo lugar en Washington, donde se mostró una selección y se dio un premio que validaba desde Norte- américa la producción de los vecinos del sur. Con respecto a la promoción institucional de Museos de Arte Moderno, Gómez Sicre impulsó dos en Colombia: el de Cartagena de Indias (1959) y el de Barranquilla (1960). Tam- bién tuvo injerencia en la creación del Museo de Arte Moderno de Bogotá, en alianza con Marta Traba y Alberto Lleras Camargo, aprovechando la cercanía que en ese entonces tenía con el presidente de Colombia. Pese a que los museos de Cartagena y Barranquilla en un inicio no prosperaron, se con- virtieron en la evidencia de su interés por impulsar su concepto de modernidad en el ámbito del Caribe colombiano. Al respecto, Marta Traba escribió sobre la importancia del apoyo del director del Departamento de Artes Visuales de la Unión Panamericana en la fundación de estos museos, pues era parte de una campaña más amplia para fomentar un “panameri- canismo cultural” que surgió, según ella, como: “reacción a cierta estética determinada, la estética político-social de los muralistas mexicanos. El panamericanismo combate todo lo que ella tuvo de falso y todas sus deplorables consecuencias artísticas”.47 De esta manera, la oEa buscó ramificar su influencia. La sala de exhibición en Washing- ton, aunque vital para el programa, no era suficiente, pues según Gómez Sicre: Mientras la oEa mantenía en constante actividad su sala de Washington, proyectaba también al exterior a los artistas más connotados que pasaban por ella. En especial la Bienal de São Paulo, en Brasil, era campo propicio para expandir el prestigio naciente de los que, por su calidad, constituían un triunfo en la sala de Washington. Puede afirmarse que esta promoción sirvió para dar cabida a una amplia nómina en una muestra oficial donde muchos países latinoame- ricanos no concurrían por no aceptar a sus propios artistas modernos. A través de la organiza- ción regional entran distintas personalidades en cada certamen. Todas ellas habían debutado en la sala de la oEa.48 46 Tibol, Raquel “Salón Esso en el mam”, en op. cit., p. 22. 47 Traba, Marta. “Panamericanismo en Barranquilla”, en Revista Semana, Bogotá, 12 de mayo de 1960, p. 697. 48 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 95GÓMEZ SICRE Y MARTA TRABA En Colombia, Gómez Sicre gozaba de buenas relaciones tanto políticas como artísticas. Fue precisamente Alberto Lleras Camargo, importante exponente del partido liberal y presiden- te de Colombia entre 1958 y 1962, quien le otorgó al cubano, mientras éste todavía cumplía con su cargo como director general de la Unión Panmericana (1947-1948), la posición que luego ocuparía en el Departamento de Artes Visuales de la oEa y lo apoyó después, cuando Lleras Camargo se desempeñó como secretario general de la oEa (1949-1954), antes de ser presidente. En el campo artístico conocía a jóvenes artistas como Fernando Botero, Enrique Grau, David Manzur, Eduardo Ramírez Villamizar, Armando Villegas y Edgar Negret, a quienes apo- yó pese a que a su juicio era Alejandro Obregón, como ya hemos mostrado, a quien iden- tificaba como uno de los más importantes artistas de América Latina. Todo ello sin perder de vista la cercanía conceptual que mantenía en esa época con Marta Traba y sus postu- ras latinoamericanistas y universalistas. En su artículo para la revista Estampa, publicado en agosto de 1962, la argentina califica el trabajo de Gómez Sicre como “ponderable, efectivo y concreto en beneficio de la cultura”.49 La relación entre Marta Traba y Gómez Sicre fue intensa y se podría decir que pasional. Las confluencias de opinión y las profundas discrepancias posteriores entre ellos, dan cuenta de una época especialmente conflictiva en el mundo del arte latinoamericano. En una en- trevista tardía, Gómez Sicre da su versión de los intereses que los unían y de las razones por las que se distanciaron. Ahí afirma haberla conocido a finales de los años cincuenta. Fuimos aliados desde el principio, en contra del reaccionario y trasnochado indigenismo, en contra de los dogmas del muralismo mexicano […] Juntos defendimos la abstracción, lo mis- mo informalista que geométrica y nos unía una pasión por el dibujo. Ella venía a pertenecer a lo que aquí llaman New Left, era anti-stalinista y opuesta al falso moralismo de los comunistas tradicionales […] Marta y yo teníamos una estética en común, nos gusta la pintura, el dibujo, la mano de obra, el oficio.50 Si se mira con atención, en la cita anterior se encuentran pistas de los parámetros que Gó- mez Sicre consideraba esenciales en el arte latinoamericano, incluyendo la importancia que le daba al oficio. Con esto, Gómez Sicre se refería a la aversión que compartían por medios como el performance e incluso el arte conceptual. Como señalamos antes, no siempre hubo consenso sobre la dimensión de los aportes de Gómez Sicre al desarrollo y difusión del arte latinoamericano. Algunos, como el artis- ta Fernando De Szyszlo, consideran que fue una figura fundamental, mientras que otros, como Marta Traba, manifiestan el corto alcance de sus aportes. En un artículo publicado en El Universal, en enero de 1983, Marta Traba escribía que después de una larga carrera ya era hora de que Gómez Sicre se retirara de su cargo en la oEa. Le reconoce, sin embargo, la creación del museo y la colección que conformó, la cual para ella resulta muy dispareja; aseguraba en ese entonces, además, la necesidad de alguien con “más conocimiento” para darle nuevo impulso al museo. Esta opinión de Marta Traba no era compartida por todos. Unos años después, con motivo del homenaje que se le hizo en el Museo de Arte Contemporáneo en Washington (1989), Juan Acha le escribe: “veíamos en usted un ejemplo y sin usted proponérselo influía en lo sensible y en lo intelectual de quienes nos dedicábamos o empezábamos a dedicar- nos a la crítica de arte… sea como fuere, usted liberó a nuestras artes de provincialismos”.51 49 Traba, Marta. “La oea al servicio de la cultura”, en Revista Estampa, no. 1174, Bogotá, 13 de agosto de 1962, p. 6. 50 Entrevista con Alejandro Anreus (s.f.). Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin, caja 7, folder 2. 51 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 96 En un artículo publicado por Fernando de Szyszlo, Pequeño homenaje a José Gómez Sicre, como un saludo póstumo, el pintor peruano afirma: Pienso que antes de Gómez Sicre había arte argentino o mexicano, peruano o venezolano; fue él quien tuvo la visión de que todas esas manifestaciones, de alguna manera oscura e inefable, tenían denominadores comunes […] No solamente la palabraarte latinoamericano le perte- nece a Gómez Sicre, sino la idea contenida en esa expresión.52 BALANCE DE UN PROYECTO DE VIDA En un texto manuscrito que cronológicamente corresponde a la etapa final de su actividad pública, y que titula Arte Latinoamericano 1954-1983, Gómez Sicre hace un balance de la presencia del arte de América Latina en Estados Unidos y señala tres etapas: el impulso inicial dado al muralismo mexicano; la presencia brasileña a través de la figura de Cándido Portinari en 1939, aduciendo que ésta se debió a razones político-económicas; y por último, el auge del arte haitiano convertido en un producto de mercado impulsado por el turismo. A su juicio, esos tres momentos fueron instancias fugaces de presencia fragmentada y sujeta a circunstancias coyunturales. Al realizar una autoevaluación de su gestión, sostiene que fue más amplia, pues no se refirió a unos pocos países y generó entonces un legado permanen- te y no de carácter efímero, como los tres momentos anteriores. En los textos de evaluación de su labor en la oEa, Gómez Sicre deja ver las luchas que libró y las finalidades que perseguía. El desgaste que le trajeron los enfrentamientos con las burocracias y con sus propios colegas, su campaña por cambiar la imagen del arte latinoa- mericano y la promoción de artistas, todo esto enmarcado en su rol de crítico de arte. Fui un crítico claro y un curador que creó una escala de valores. Promoví el arte de América Lati- na en los Estados Unidos. No soy historiador del arte, ésas son palabras mayores, no tengo ni el método ni la paciencia para escribir historia del arte. Soy crítico y basta. Lo único que me molesta es que pude haber escrito más, preparado más exhibiciones, pero el trabajo de la oEa me gastó, me quitó tiempo, y ahora ya es muy tarde. Muy tarde.53 Gómez Sicre no evaluó con acierto el impacto de su empresa. En algunos casos sobredi- mensionó su trabajo, como cuando alegaba haber “descubierto artistas”; en otros, le dio me- nos importancia de la que tuvo, como con su intervención en las políticas institucionales, de coleccionismo privado y público en Estados Unidos y en América Latina. En recortes de prensa, discursos oficiales, introducciones a catálogos, cartas de artistas y críticos de la época se habla con frecuencia de lo influyente que fue Gómez Sicre. En muchos casos, las exposiciones que él organizó en la Unión Panamericana o en la oEa fue- ron las primeras exposiciones de muchos artistas en Estados Unidos, como en el caso de Alejandro Obregón y Fernando Botero. Destacaba también su responsabilidad en el “des- cubrimiento de artistas”; en la dinámica de Gómez Sicre, este descubrir implicaba lanzarlos al medio internacional y en ello radicaba parte de su poder. Con el centro del arte que migraba de París a Nueva York es imposible no detectar las implicaciones que tenía esta oportunidad de mostrar el trabajo de los artistas en Estados Unidos. Fue justo el poder que 53 Material inédito consultado en José Gómez Sicre Papers, Archivo Nettie Lee Benson Latin American Collection, Universidad de Texas en Austin. 52 Fernando de Szyszlo, “Pequeño homenaje a Gómez Sicre”, en Oiga, Lima, 30 de julio de 1991, pp. 57-59. n i e r i k a PERSPECTIVA C R Í T I C A 97le otorgó su cargo, lo que paradójicamente lo puso en el ojo del huracán, con una gestión muy criticada por sus favoritismos e inclinaciones. Asimismo, historiadoras y críticas, como la mexicana Raquel Tibol y la norteamericana Shifra Goldman, lo acusaron de haber metido a las corporaciones de Estados Unidos en el arte latinoamericano, refiriéndose en especial al Salón Esso. Para Tibol, la Organización de los Estados Americanos pretendía imponer en todo el continente el arte abstracto en detrimento de las corrientes figurativas. De ahí que, a su juicio, para que tal proyecto funcionara Gómez Sicre jugaba un papel central al impulsar una política cultural inspirada en el Departamento de Estado. Denunció un supuesto imperialis- mo cultural norteamericano que quería imponer una sola tendencia artística, actitud que llevaba a ignorar todas las corrientes que tenían cierto prestigio en el arte mexicano.54 Con el beneplácito o no de sus contemporáneo, la gestión de Gómez Sicre tuvo un peso importante en lo que sucedería después con la promoción del llamado arte latino- americano, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Como se ha demostrado amplia- mente, Gómez Sicre le otorgó al arte un significativo papel político, ya que con su plan incidió en la configuración de un modelo cultural. Su insistencia en un arte que afirmara valores continentales que fueran a su vez universalizables, lo convirtieron en una figura que dio pautas de lo que debía ser el arte de América Latina en las décadas de los cincuenta y sesenta. De esta manera, convirtió a las múltiples exposiciones organizadas y al Boletín de Artes Visuales en fuentes de información y referencia bibliográfica para diversos críticos nor- teamericanos, quienes terminaban hablando de lo que acontecía en Latinoamérica a partir de esos referentes. Más aún, el modelo que se construyó basado en el internacionalismo siguió incidien- do en la configuración de polémicas exposiciones en la década de los noventa, como por ejemplo, Artistas latinoamericanos del siglo xx, curada por Waldo Rasmussen, Director del Programa Internacional del MoMA. Ésta fue la exposición más extensa y de mayor circulación que se hizo durante los años 1992 y 1993 con motivo de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a América. Se exhi- bió en la Plaza de Armas de Sevilla, en el Musée National D·Art Modern Centre Pompidou en París, en Kunsthalle en Colonia, y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se presentó como una propuesta que superaba los relatos históricos tradicionales y fue la exposición que causó mayor controversia entre historiadores y críticos latinoamericanos, debido a las categorías y prejuicios que se manejaban respecto a lo que era el arte latinoamericano. Es interesante leer la respuesta que dio el curador, Rasmussen, cuando lo cuestionaron sobre aquello que proponían mostrar en la exposición: Ofrecer una evidencia visual de que las obras de los artistas latinoamericanos merecen ser ex- hibidas y coleccionadas, suministrar algo del contexto y desarrollo de las mismas, como sucede con la colección del Museo de Arte Moderno (Nueva York). […] Uno de los objetivos es que se vincule la parte neoyorkina de la exposición con la colección latinoamericana del Museo y mostrarla en otro contexto. Pienso por ejemplo, que las obras de Diego Rivera deben ser ex- puestas en términos de cubismo, no en una galería mexicana; que las de Torres García deben mostrarse en la línea del constructivismo y neoplasticismo al lado de Mondrian.55 54 Tibol, Raquel. “Confrontación 66”, en op. cit., p. 69. 55 Rasmussen, Waldo. “Artistas latinoamericanos del siglo xx”, en Arte en Colombia, no. 9, Bogotá, 1993, p. 52. n i e r i k a PERSPEcTIva c R Í T I c a 98 La decisión fue mostrar el arte latinoamericano a partir de la selección de aquellos artistas que eran considerados los más significativos, es decir, el relato historiográfico se construyó linealmente y sumando individualidades destacadas. Sin embargo, a pesar de que participa- ron como asesores algunos investigadores y críticos que han realizado significativos aportes a la construcción de la historia del arte de América Latina, la postura que primó fue la de los europeos y norteamericanos que venían trabajando en la línea ya señalada para las exposi- ciones de finales de la década anterior. ¿Cuáles fueron las obras y los artistas escogidos? En primer lugar, se tomó en cuenta la colección del MoMA y a partir de ahí a aquellos artistas que se consideraban parte de la corriente internacional. La concepción que se ponía en evidencia, y que se hacía explícita en el texto del catálogo, tendía acontrarrestar las interpretaciones nacionales y a revelar la continuidad del arte latinoamericano dentro de la tradición del arte moderno, es decir, el cubismo, el constructivismo y el surrealismo. Se repetía un criterio conceptual según el cual el arte latinoamericano podía configurarse a partir de categorías asignadas para Europa y Estados Unidos.56 Los diversos puntos de vista expresados ante la muestra demarcaban una línea de análisis crítico que enfatizaba el peligro de una tendencia, supuestamente cosmopolita, construida sobre bases eurocéntricas. Diana Wechsler sostiene acertadamente que tanto el criterio curatorial como el texto central generaban una “historia escrita como suma de fragmentos” que se tejían a partir del relato macro del arte moderno internacional; relato omnipresente que no ayudaba a articular la forma en que los procesos latinoamericanos operan en él. Así, parecería que el reconocimiento de la pluralidad del arte latinoamericano no permite intentar siquiera la articulación de un discurso más vinculante.57 Los relatos ca- nónicos se seguían reforzando. 56 Goldman, Shifra. “El espíritu latinoamericano. La perspectiva desde Estados Unidos”, en Arte en Colombia, no. 41, Bogotá, 1989, p. 86. 57 Wechsler, Diana. “Presentaciones y representaciones”, en Studi Latinoamericani, no. 4, Udine, Forum, 2008, pp. 117-118.
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