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Jaakko Seikkula y Tomerik Arnil - Diálogos abiertos y anticipaciones terapéuticas

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Jaakko	Seikkula	y	Tom	Erik	Arnkil
Diálogos	abiertos
y	anticipaciones
TERAPÉUTICAS
Respetando	la	Alteridad
en	el	Momento	Presente
Traducción	de:
José	Antonio	Inchauspe	Aróstegui
Sergio	Iribarren	Lizarraga
Miguel	Ángel	Valverde	Eizaguirre
Herder
Título	original:	Open	Dialogues	and	Anticipations.	Respecting	Otherness	in	the
Present	Moment.
Traducción:	José	Antonio	Inchauspe	Aróstegui,	Sergio	Iribarren	Lizarraga	y
Miguel	Ángel	Valverde	Eizaguirre.
Diseño	de	la	cubierta:	Gabriel	Nunes
Edición	digital:	José	Toribio	Barba
©	2019,	Jaakko	Seikkula	y	Tom	Erik	Arnkil.
©	2019,	Herder	Editorial,	S.L.,	Barcelona
ISBN	digital:	978-84-254-4359-6
1.ª	edición	digital,	2019
Cualquier	forma	de	reproducción,	distribución,	comunicación	pública	o
transformación	de	esta	obra	solo	puede	ser	realizada	con	la	autorización	de	sus
titulares,	salvo	excepción	prevista	por	la	ley.	Diríjase	a	CEDRO	(Centro	de
Derechos	Reprográficos)	si	necesita	reproducir	algún	fragmento	de	esta	obra
(www.conlicencia.com)
Herder
www.herdereditorial.com
http://www.herdereditorial.com
ÍNDICE
PRÓLOGO	A	LA	EDICIÓN	ESPAÑOLA	Jorge	L.	Tizón
INTRODUCCIÓN:	OBJETIVO	Y	TEMAS	DE	ESTE	LIBRO
•	Los	temas	de	los	que	trata	este	libro
CAPÍTULO	1.	SIGA	LO	QUE	LOS	CLIENTES	PRESENTAN	Y	PREPÁRESE
PARA	LA	INCERTIDUMBRE
•	«Ahora	todo	es	diferente»
•	Siguiendo	lo	que	dicen	los	alumnos
•	Siguiendo	lo	que	se	dice	en	los	encuentros	estructurados
•	«Problemas	enrevesados»
CAPÍTULO	2.	PREOCUPACIONES	Y	DIÁLOGOS	TEMPRANOS
•	¿Se	sintió	dolido	cuando	alguien	se	preocupó	por	usted?
•	Anticipando	lo	que	(me)	sucederá	a	continuación
•	La	petición	de	ayuda	como	una	invitación	al	diálogo
•	Querido	lector,	podría	usted	intentarlo	ahora	mismo
•	Método	y	perspectiva
•	Como	de	resumen
CAPÍTULO	3.	CAMINOS	HACIA	LAS	PRÁCTICAS	DIALÓGICAS.	LOS
DIÁLOGOS	ABIERTOS
•	Diálogo	multicultural
•	Del	paradigma	sistémico	a	la	práctica	dialógica
•	Diálogo	abierto	en	el	encuentro	terapéutico
•	Al	encuentro	con	el	dialogismo
•	El	diálogo	abierto	como	sistema	psiquiátrico
•	El	diálogo	abierto	como	sistema	de	tratamiento
•	El	encuentro	terapéutico	como	un	foro	para	generar	diálogo
•	Adoptar	el	diálogo	en	la	práctica	cotidiana
CAPÍTULO	4.	LOS	PROYECTOS	DE	INVESTIGACIÓN	SE	CONVIERTEN
EN	UNA	PRÁCTICA	DE	ATENCIÓN	DIRECTA
•	Una	esperanza	plausible
•	Enredos	con	múltiples	actores
•	«Interferencias	positivas»	en	la	investigación	social	experimental
•	Hacia	una	cultura	de	la	práctica	dialógica
CAPÍTULO	5.	EN	DIÁLOGO	CON	EL	OTRO
•	Incluir	a	los	clientes	y	a	los	profesionales	conectados	con	ellos
•	Reconocer	al	Otro
•	Aceptar	incondicionalmente	al	Otro
•	Hay	muchos	caminos	hacia	el	espacio	dialógico
•	El	compromiso	sincero	es	comunicativo
•	El	lenguaje	compartido	se	crea	aquí	y	ahora
•	Para	recapitular	y	continuar
CAPÍTULO	6.	LA	VIDA	ES	MÚSICA	DIALÓGICA.	INTERSUBJETIVIDAD
•	El	momento	presente	en	los	diálogos	polifónicos	corporalizados
•	Intencionalidad	y	reciprocidad
•	Del	conocimiento	individual	al	intersubjetivo:	hacia	la	base	del	dialogismo
•	Sencillamente	poderoso
•	Pautas	sencillas	para	mejorar	las	habilidades	para	estar	presente	en	el	momento
CAPÍTULO	7.	DANDO	SENTIDO	A	LAS	RESPUESTAS	EN	LOS
DIÁLOGOS	CON	MÚLTIPLES	ACTORES
•	Generar	diálogo	en	las	crisis
•	El	discurso	psicótico	como	una	voz	entre	otras
•	El	equipo	como	iniciador	del	nuevo	lenguaje	conjunto
•	Prestando	atención	a	los	acontecimientos	adaptativos
•	En	las	respuestas	no	siempre	se	escucha	a	las	personas
•	Diálogo	de	violencia:	el	equipo	está	en	la	historia,	no	en	el	aquí	y	el	ahora
•	«No	hay	nada	tan	terrible	como	no	obtener	respuesta»
•	Dando	sentido	a	sus	diálogos
CAPITULO	8.	LA	CULTURA	DE	LA	PRÁCTICA	DIALÓGICA
•	Asumir	la	responsabilidad	de	las	preocupaciones	propias
•	En	diálogo	con	los	clientes,	no	a	sus	espaldas
•	Asociarse	a	los	recursos	de	la	vida	diaria
•	Intervención	temprana	ética	=	cooperación	abierta	temprana
•	Prácticas	dialógicas	en	todas	las	situaciones
•	Los	diálogos	sobre	buenas	prácticas
•	Diálogos	entre	localidades
•	Puimala	como	un	proceso	de	aprendizaje	inter	pares	entre	localidades
•	A	modo	de	conclusión
CAPÍTULO	9.	GENERALIZANDO	LAS	PRÁCTICAS	DIALÓGICAS
•	Generando	investigación	relevante	para	evaluar	los	diálogos	abiertos
•	«Talla	única	para	todos»:	diseños	de	evaluación	que	restringen
•	Escasa	validez	externa	de	los	estudios	de	«comparación	de	medias	grupales»
•	Daños	producidos	por	los	estudios	experimentales
•	La	eficacia	se	pierde	en	la	práctica	real
•	De	la	búsqueda	de	modelos	explicativos	a	los	estudios	descriptivos
•	El	dispositivo	de	control	de	la	práctica
•	Ciencia	socialmente	sólida
•	Resumen	recapitulativo
CAPÍTULO	10.	HACIA	UN	FUTURO	DIALÓGICO
BIBLIOGRAFÍA
DIALOGAR	SOBRE	LAS	DIFERENCIAS
Jorge	L.	Tizón
Tenemos	el	placer	de	presentar	en	nuestra	colección	3P	(Psicopatología	y
Psicoterapia	de	las	Psicosis)	un	nuevo	volumen	centrado	en	las	aportaciones
psicoterapéuticas,	comunitarias,	sociales	y	culturales	del	modelo	OD	(Open
Dialogues,	diálogos	abiertos)	y	en	algunos	de	sus	desarrollos	en	esos	diversos
ámbitos.	La	motivación	para	incluir	dentro	de	nuestra	colección	este	nuevo
volumen	es,	al	menos,	triple.
En	primer	lugar,	el	OD	y	los	DA	(diálogos	anticipatorios)	están	adquiriendo	una
cierta	resonancia	y	difusión	a	nivel	internacional,	tanto	como	para	que	deseemos
dar	a	conocer	las	nuevas	perspectivas	y	enfoques	de	este	importante	avance
psicoterapéutico	y,	tal	vez,	cultural.
En	segundo	lugar,	dado	que	su	aplicación	y	puesta	en	práctica	en	las	realidades
técnicas	e	institucionales	de	la	salud	mental	actual	no	es	fácil	y	hace	surgir	todo
tipo	de	problemas,	deseábamos	proporcionar	nuevas	perspectivas	y	reflexiones
para	las	personas	que	intentan	o	se	plantean	intentar	su	puesta	en	práctica.
La	tercera	motivación	es	más	amplia	y	culturalmente	relevante:	el	dialogismo	y
las	«prácticas	dialógicas»	son	presentados	por	sus	autores	como	una	tendencia
cultural	y	filosófica	de	cara	al	futuro.	Deseábamos	que	los	estudiosos	y	los
lectores	en	castellano	poseyeran	nuevos	materiales	para	reflexionar	y	ayudar	a
pensar	en	las	posibilidades	de	ese	ambicioso	ámbito.	Por	un	lado,	porque
indudablemente	está	vinculado	con	los	cambios	de	futuro	imprescindibles	en	la
técnicas	y	tecnologías	de	la	salud	mental:	estas,	o	persisten	en	su	desarrollo	cada
vez	más	heterónomo	y	tecnificado	(en	realidad,	maquinizado),	o	van	a	tener	que
revertir	su	tendencia	de	los	últimos	decenios	hacia	una	vía	mucho	más
autogestionaria,	comunitarista	y	realmente	asentada	en	una	cultura	democrática.
A	nivel	tecnológico	es	necesario	que	integren	mucho	más	seriamente	los
conocimientos	y	técnicas	psicosociales	hoy	desarrollados.	Porque,	por	otro	lado,
el	dialogismo	cultural	creemos	que	representa	una	de	las	múltiples	aspiraciones
y	concreciones	de	una	tendencia	ideológica	y	cultural	que	está	revolviendo	toda
nuestra	civilización	y	todas	las	organizaciones	sociales	dominantes:	la	aspiración
a	la	«Democracia	real,	ya»	combinada	con	una	visión	ecológica	radical	(la
humanidad	como	«objeto	total»).
El	libro	que	presentamos	está	motivado	por	esa	aspiración	de	ayudar	a	pensar	en
estas	dificultades	y	proponer	guías	básicas	para	aplicar	ese	cambio	de
perspectiva.	Varios	capítulos	entroncan	directamente	con	el	objetivo	de	nuestra
colección	(la	«Psicopatología	y	psicoterapia	de	las	psicosis»),	en	particular	los
que	van	del	1	al	3	y	del	7	al	9.	En	el	resto	el	lector	encontrará	herramientas,
descripciones,	casos	y	ejemplos	de	la	aplicación	del	modelo	enormemente
sugerentes	para	enfocar	nuestra	actitud	y	sistemas	técnicos	en	otros	variados
campos:	la	intervención	temprana,	la	prevención,	los	cuidados	aplicables	en
otros	tipos	de	trastornos,	el	trabajo	con	instituciones…	Como	puede	observarse,
campos	bien	cercanos	a	nuestros	problemas	y	necesidades	cotidianos	también	en
el	ámbito	de	las	psicosis.
En	el	primer	volumen	acerca	del	modelo	publicado	en	nuestra	colección	3P,¹	se
recordaba	cómo	el	OD	tomó	impulso	a	partir	de	la	validación	de	los	principios
del	enfoquedel	NAT	(Need	Adapted	Treatment)	para	orientar	el	trabajo	con
«clientes»	y	familias	con	psicosis.²-⁴	Sus	siete	principios	básicos	se	resumían	así:
1)	ayuda	inmediata;	2)	perspectiva	de	red	social;	3)	flexibilidad	y	movilidad;	4)
responsabilidad	del	equipo;	5)	continuidad	psicológica;	6)	tolerancia	a	la
incertidumbre;	7)	dialogismo.
El	resultado	de	su	aplicación	supone	cambios	relevantes	con	respecto	a	nuestro
sistema	real	de	«asistencia»	o	«cuidados»	a	este	tipo	de	problemas.	Por	ejemplo,
como	recuerdan	en	este	volumen	Seikkula	y	Arnkil,	una	de	sus	consecuencias
dentro	del	ámbito	farmacológico	es	que,	salvo	excepciones,	no	se	proporcionan
neurolépticos	de	entrada,	sino	después	de	haberlo	discutido	en	al	menos	tres
reuniones	de	OD.
Como	mencionamos	entonces	y	hemos	desarrollado	en	otras	publicaciones,⁵,
todo	ello	tiene	que	ver	con	una	idea	de	la	psicosis	y,	en	general,	de	los	trastornos
mentales,	diferente	de	la	que	proporciona	la	psicopatología	clásica.	Nuestra	idea,
en	concreto,	tiende	a	verlos	y	estudiarlos	como	intentos	adaptativos	individuales
y	familiares	para	mantener	la	integridad	de	la	personalidad,	el	sistema	familiar	y
el	desarrollo	ante	graves	perturbaciones	biológicas,	psicológicas	o	psicosociales.
Pero	se	trata	de	intentos	que	pueden	desarrollarse	por	vías	inadecuadas,	con	el
resultado	de	que	pueden	producir	más	sufrimiento	que	el	que	intentan	prevenir.
Un	enfoque	bien	diferente	de	la	perspectiva	biomédica	de	los	trastornos	mentales
como	«enfermedades»	y	de	las	comunicaciones	del	sujeto,	paciente	o	cliente
como	«síntomas»,	indicadores	de	«enfermedad»,	«productos	de	deshecho»	o
elementos	a	eliminar…
El	mismo	Seikkula,	junto	con	Aaltonen,	Lehtinen,	Larivaara,	Pippo	y	otros
aplicaron	hace	unos	años	los	principios	de	su	modelo	en	varios	trabajos	clínicos
y	de	investigación.²,³	De	entrada,	hay	que	recordar	que	el	NAT	implicaba	una
base	teórica	sistémico-psicoanalítica,	con	un	entrenamiento	de	los	profesionales
fundamentado⁴	en	al	menos	tres	principios:
Sintonía	cultural	con	el	grupo	que	precisa	cuidados,	con	consecuencias	tales
como	las	frecuentes	visitas	a	domicilio	y,	si	es	necesario,	el	tratamiento	a
domicilio.
Formación	continuada	del	personal	participante,	tanto	en	los	aspectos	técnicos
como	en	los	más	estrictamente	culturales	de	los	que	venimos	hablando.	Una
formación	realizada	fundamentalmente	en	servicio	y	financiada	por	el	sistema
público.	La	justificación	para	esos	amplios	sistemas	formativos	y	para	su
financiación	es	el	principio	que	nosotros	llamamos	de	reparatividad	solidaria:
sus	beneficiarios	van	a	ser	la	comunidad	y	sus	miembros	necesitados	de
cuidados	y	de	la	reparatividad	social	global.²-⁴	¡Qué	menos	que	se	dediquen	a
ello	los	recursos	necesarios!
Diálogo	abierto	y	dialogismo.	No	se	trata	de	realizar	entrevistas	y	reflexiones
«centradas	en	la	enfermedad»,	sino	abiertas	a	cualquier	tema	y	expresión	de	los
participantes;	de	ahí	el	dialogismo.	El	objetivo	fundamental	de	las	entrevistas
es,	en	primer	lugar,	motivar	el	diálogo	en	sí	mismo	para,	después,	promover
cambios	en	el	individuo	y/o	en	la	familia.	Las	reuniones	o	entrevistas	se
plantean	como	un	fórum	donde	familias	y	otros	participantes	(incluidos	los
profesionales	más	«especializados»)	tienen	la	oportunidad	de	aumentar	la
percepción	y	autogestión	de	sus	vidas	al	discutir	las	dificultades	y	problemas	de
los	participantes.
Esa	base	teórica	y	técnica,	al	estar	apoyada	en	serios	procesos	de	formación
continuada,	permitió	los	siguientes	desarrollos	organizativos	del	sistema
psiquiátrico	con	modelo	NAT	y	OD,	que	se	resumieron	en	el	libro	anterior:¹
servicios	comunitarios	en	el	territorio;	equipos	móviles	para	atender	las	psicosis;
equipos	y	cuidados	adaptados	a	las	necesidades	de	cada	familia	concreta;	ayuda
inmediata	en	el	caso	de	crisis	(en	las	primeras	24	horas);	profesional	de
referencia	para	cada	caso	y	familia,	con	continuidad	de	la	atención	psicológica	a
lo	largo	de	todo	el	proceso;	tratamiento	a	domicilio	si	es	necesario;	apertura	a	la
red	social	real	del	sujeto	y	a	su	familia	en	las	reuniones	de	OD	y	en	los	cuidados,
etc.	Después,	en	la	concreción	de	ese	modelo	adaptado	a	las	necesidades
(también	a	las	necesidades	de	los	profesionales	y	de	sus	propias	redes
profesionalizadas)	desempeñarán	un	papel	variable	diversas	técnicas
especializadas	en	salud	mental:	desde	luego,	los	propios	principios	técnicos	del
OD	y	AD,	pero	también	técnicas	y	herramientas	de	base	psicoanalítica,
sistémica,	estratégica,	cognitivo-conductual,	humanística,	etc.
En	ese	sentido,	tal	como	se	ilustra	en	este	volumen,	el	modelo	OD-AD	ha	podido
mostrar	sus	potencialidades	en	campos	aparentemente	distantes	como	las
psicosis,	de	las	que	venimos	hablando,	pero	también	en	los	trastornos
depresivos,	en	la	atención	temprana,	en	las	organizaciones	sociales	y
comunitarias	y	en	la	dinámica	interna	de	diverso	tipo	de	equipos,	tanto
asistenciales	como	no	asistenciales,	etc.
Lo	importante	es	percibir	y	reflexionar	acerca	de	cómo,	si	esos	trabajos	se	hacen
desde	un	modelo	de	OD,	incluso	los	proyectos	de	investigación	pueden
convertirse	en	terapéuticos,	algo	que	a	menudo	casi	resulta	una	contradicción
extrema	en	el	campo	de	la	SM.	En	efecto,	es	frecuente	que	los	proyectos	de
investigación	que	se	centran	en	la	clínica	o	en	la	evolución	de	este	tipo	de
trastornos	tiendan	a	artefactar	y	complicar	los	cuidados,	el	sistema	de	cuidados	y
el	conjunto	de	la	atención	a	los	sujetos	y	su	microgupo	social.	Sin	embargo,
como	hemos	podido	comprobar,	si	el	trabajo	de	investigación	se	incluye	en
perspectivas	dialógicas	(o	con	una	dinámica	participativa),	también	la
investigación	que	utiliza	instrumentos	estandarizados	puede	resultar	una	ayuda
clínica	como,	por	ejemplo,	en	el	establecimiento	del	vínculo,	en	la	alianza
terapéutica,	en	el	contacto	con	la	realidad	externa	de	los	sujetos	más	dificultados
para	ello	e,	incluso,	en	la	reorganización	del	self,	algo	básico	en	los	cuidados	de
la	psicosis	a	medio	y	largo	plazo.	Hemos	podido	comprobar	esas	posibilidades
inesperadas	de	la	investigación	cuando	esta	se	realiza	teniendo	en	cuenta	los
deseos	y	necesidades	de	los	sujetos,	en	investigaciones	incluso	empíricas	con
entrevistas	estandarizadas	y	semiestandartizadas	como	el	LISMEN,	FETZ,
ERIraos,	SIPS-SOPS,	Relationship	Questionnaire	y	otros.⁷-¹ 	*
En	ese	sentido,	una	actitud	más	abierta,	simétrica	en	comunicación	y	dialogante,
como	proponen	Seikkula,	Arnkil,	Aaltonen	y	otros	clínicos	e	investigadores
escandinavos,	en	particular	a	partir	de	los	trabajos	de	Alanen	y	colaboradores,¹¹
posee	la	ventaja	de	que	nos	facilita	entender	desde	otras	perspectivas	muchos	de
los	sucesos	de	nuestro	trabajo	profesional.	A	menudo,	hablando	de	los	sujetos	y
familias	con	problemas	graves	(o,	como	se	traduce	en	este	libro,	«problemas
enrevesados»),	las	describimos	como	«familias	multiproblemáticas».	Una	visión
más	apropiada,	y	menos	estigmatizante,	es	la	de	entender	que	estas	familias	se
convierten	en	«familias	multiservicios»	debido	al	complejo	juego	de
coordinación-descoordinación	de	los	servicios	especializados	que	lleva	a	que
cada	una	de	ellas	esté	teniendo	que	visitar	a	tres,	cuatro	o	hasta	diez	servicios
que	teóricamente	se	preocupan	por	diversos	aspectos	de	su	bienestar	y	sus
cuidados.	Una	situación	a	todas	luces	necesitada	de	cambio.	Habría	que	tender	a
facilitar	la	vinculación,	tanto	con	profesionales	individualizados	como	con
servicios	integrados	y	bien	coordinados.	A	ser	posible,	al	menos	en	el	caso	de	los
trastornos	mentales	graves,	con	un	solo	servicio	que	integre	o,	como	poco,
coordine	estrechamente	el	resto	de	los	servicios,	dispositivos	y	técnicas
necesarios	en	cada	familia	o	grupo.
El	punto	de	vista	dialógico	(y	democrático)	implica	centrar	el	foco	en	esta
complejidad:	cómo	salir	del	laberinto	multiservicios	fortaleciendo
recíprocamente	los	recursos	de	las	familias.¹²,¹³	En	realidad,	ese	trabajo	nos	lleva
a	cambiar	el	calificativo…	y	el	foco.	De	familias	«multiproblemáticas»	a
«familias	multiservicios»	—y,	como	nosotros	solemos	decir,	«familias
multiservicios	(des-integrados)»—.La	dificultad	no	radica	tanto	en	los
problemas	de	las	familias.	Ya	sabemos	que,	si	son	graves,	en	nuestra	sociedad
son	o	van	a	ser	múltiples.	La	contrariedad	radica	en	lo	disfuncional	y	poco
integrados	que	resultan	nuestros	servicios	para	atenderlos.	De	ahí	la	necesidad	de
que	estén	basados	en	una	perspectiva	psicosocial	integral	e	integradora	y,	por	lo
tanto,	dialógica	y	comunitarista,¹³,¹⁴	y	hoy	no	lo	están.
Las	dificultades	de	un	cambio	de	paradigma
Como	ya	dijimos	en	el	prólogo	al	primer	volumen	sobre	el	modelo,¹,⁵	es	evidente
que	la	aplicación	y	desarrollo	de	estas	propuestas	no	resulta	fácil.	Entre	otras
cosas	porque	para	desarrollarlas	se	necesitarían	cambios	profesionales,	técnicos
y	teóricos	importantes	y	serios.	De	entrada,	se	necesita	profundizar	en	la
formación	psico(pato)lógica	y	psicoterapéutica	de	los	profesionales.	En	los
países	de	origen	del	OD	y	los	DA	esto	ya	se	ha	hecho	gracias	a	la	existencia	de
sistemas	verdaderamente	públicos	de	salud	(y	que,	por	tanto,	incluyen
seriamente	la	formación	y	la	supervisión	de	los	profesionales	dentro	de	las
provisiones	del	servicio	de	salud	público).
Pero	es	que,	en	segundo	lugar,	se	necesitan	cambios	técnicos,	políticos	y
pragmáticos.	Los	profesionales	(y	los	ciudadanos)	han	de	decidirse	a	rescatar	su
tiempo	(y	su	libertad	para	administrarlo)	de	las	manos	de	una	organización
productivista	y	neoliberal	de	la	asistencia.	Una	organización	que	ha	intentado
reducir	nuestro	trabajo	al	de	meros	«adaptadores	profesionales	apresurados	y
seudocientíficos»	(y,	además,	a	partir	de	bases	mayoritariamente	especulativas	y
«biocomerciales»).	Esos	cambios	supondrían	aplicar	en	el	campo	de	la	salud	y
sus	dispositivos	el	principio	del	«decrecimiento	sostenible»	(en
profesionalismo),	con	la	aclaración	de	que	ello	no	significa	destecnificar	la
asistencia	sanitaria	contemporánea,	sino	hacer	un	uso	más	racional	de	las
tecnologías	biológicas	y	la	bioingeniería	y	un	mejor	y	mayor	uso	de	las
tecnologías	psicológicas	y	psicosociales	(que	también	son	tecnologías).
Significa,	desde	luego,	que	la	organización	de	los	servicios	no	solo	permita,	sino
que	facilite	e	impulse	el	dialogismo	y	las	prácticas	dialógicas;	desde	luego,	en
los	servicios	de	salud	mental,	pero	también	en	otros	muchos	servicios
comunitarios,	como	desarrollan	Seikkula	y	Arknil	en	varios	capítulos	del
presente	libro.	No	se	nos	oculta,	y	no	debemos	pasar	por	alto	la	realidad	de	que,
contra	esos	cambios	milita	toda	una	organización	social	basada	en	el
aprovechamiento	clasista	y	dirigida	a	los	negocios	privados	de	las	diferencias,	en
vez	de	una	organización	basada	en	los	principios	éticos	(autonomía,
beneficencia,	no	maleficencia,	equidad,	solidaridad	y	desarrollo	solidario,	y
creatividad)	y	en	el	principio	democrático	básico	del	respeto	por	las	diferencias.
Pero	es	que,	en	tercer	lugar,	también	personal	y	profesionalmente	se	necesitan
cambios	culturales.	¿Cómo	si	no	podremos	«soportar»	reuniones	con	la	familia,
los	allegados	y	los	«pacientes	designados»	en	los	que	no	partamos	de	nuestros
«conocimientos»	y	«recetas»,	sino	de	nuestros	desconocimientos	e
inseguridades?	Es	evidente	que	en	el	terreno	de	las	psicosis	(y	en	otros	muchos
dentro	de	los	servicios	comunitarios)	no	poseemos	«soluciones»	claras	y	seguras
y,	por	tanto,	deberíamos	estar	mucho	más	necesitados	de	(no	solo	dispuestos	a)
escuchar	a	otros	actores	y	agentes	sociales	y	familiares,	a	menudo	con	más	y
mejores	conocimientos	del	tema	y	de	las	posibilidades	de	ayuda	que	nosotros
mismos,	los	propios	profesionales.	Es	una	perspectiva	que,	modestamente,
también	hemos	intentado	desarrollar	con	la	inclusión	en	nuestra	colección	de
volúmenes	escritos	desde	la	óptica	del	propio	sujeto	o	«en	primera	persona»,
como	los	libros	de	Hardcastle,	Morrison,	Geekie	y	Read,	Jackson	y	Magagna,
Williams,	Saraceno,	Gauger…	aunque	oír	esas	voces	y	atender	a	esas	posturas,	a
menudo	críticas,	choque	con	el	profesionalismo	tecnocrático	en	el	que	hemos
sido	formados	(¿o	deformados?)	gran	parte	de	los	profesionales	de	la	salud
mental.
Como	ilustración,	recuerden	las	reuniones,	sesiones	o	asambleas	de	servicio,
centro	o	unidad	a	las	que	han	asistido	últimamente	o	de	las	cuales	han	tenido
noticia.	¿En	cuántas	de	ellas	los	profesionales	de	la	salud	mental	han	transmitido
directamente	sus	preconcepciones,	ideas	previas	y	asunciones,	por	parciales	o
irrealistas	que	estas	puedan	haber	resultado,	sin	haber	preguntado	previamente	a
la	familia	y	allegados	por	sus	propias	expectativas?	Frecuentemente;	sin	siquiera
oír	(o	muy	poco	o	sesgadamente)	lo	que	los	«usuarios»	o	«clientes»	tenían	que
decir.	No	solo	es	cuestión	de	tiempo,	sino,	a	menudo,	de	deformación
profesionalista,	actitud	no	democrática	y	convicción	cuasi	delirante	en	las
propias	«soluciones».	«Soluciones»	o	«recetas»	que	la	propia	psicosis,	y	sus
avatares,	se	encargan	de	desmontar	una	y	otra	vez…	para	que	se	vuelvan	a
construir	una	y	otra	vez	propuestas,	teorías,	sistemas	y	técnicas	que	no	han
escuchado	lo	suficiente	las	vivencias	de	las	personas	que	están	sufriendo	las
crisis	psicóticas	y	otros	«problemas	enrevesados»,	en	la	acertada	traslación	de
nuestros	traductores.¹⁵-¹⁸
Formación,	cambios	técnicos,	supervisión,	cambios	organizativos,	prácticas	más
democráticas	también	en	la	cotidianidad	profesional,	extensión	cultural	e
ideológica	de	las	aspiraciones	hacia	la	«democracia	real»…	Es	difícil	que
puedan	practicarse	y	generalizarse	el	dialogismo	y	las	anticipaciones	dialógicas
sin	esos	cambios	primordiales.	Lo	cual	implica,	insistimos,	la	apertura	de
numerosos	espacios	de	formación,	reflexión	y/o	supervisión	para	el	personal	que
desee	el	cambio	y	que	esté	dispuesto	a	realizar	ese	trabajo	en	estos	múltiples
ámbitos.	No	es	un	esfuerzo	pequeño	ni	sencillo.	Un	motivo,	pues,	para	esta
segunda	publicación:	proporcionar	reflexiones,	sistemas	y	argumentos	para	ese
esfuerzo.	Si	bien	es	casi	imposible	aplicar	esos	principios	técnicos	y
organizativos	sin	un	aumento	en	la	democracia	real	de	nuestras	sociedades	y	de
sus	organizaciones	profesionales,	el	propio	dialogismo	puede	contribuir	a	esos
cambios	imprescindibles.	La	necesidad	de	cooperar	dialógicamente	por	encima
de	las	fronteras	de	las	organizaciones	sociales	es	una	necesidad	cada	vez	más
perentoria	y	cada	vez	más	sentida	por	el	cuerpo	social.	Por	eso,	los	foros	y
métodos	para	las	negociaciones	«transfronterizas»	y	el	dialogismo	dentro	de	las
organizaciones	son	otro	de	los	intereses	desarrollados	en	diversos	capítulos	del
volumen	que	aquí	presentamos.
En	este	sentido,	el	presente	volumen	también	intenta	aportar	una	perspectiva	o
una	vía	para	estimular	y	desarrollar	el	necesario	cambio	cultural	de	nuestras
sociedades:	implantar	como	imperativo	categórico	una	mayor	solidaridad	y
atención	a	sus	miembros,	grupos	y	organizaciones	más	necesitados,	es	decir,	un
cambio	cultural	en	el	sentido	de	la	reparatividad.	En	nuestra	opinión,	los
modelos	y	sistemas	OD	y	DA	pueden	contribuir	a	esos	cambios	sociales	y
culturales	hoy	tan	perentorios.	Posiblemente	se	trate	de	componentes	o
elementos	facilitadores	del	avance	en	la	vía	de	la	reparatividad	solidaria,	hacia
un	horizonte	comunitarista	y,	por	tanto,	dialógico	radical.
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*	Como	anécdota	ilustrativa,	me	gustaría	recordar	aquí	una	de	las	entrevistas	con
Ramón,	un	adolescente	diagnosticado	de	psicosis	paranoide	en	situación
subaguda.	En	un	determinado	momento	de	la	larga	y	a	menudo	farragosa
entrevista	del	ERIraos,	me	llamó	la	atención	sobre	la	misma	señalando	una	de
las	preguntas	que	figuran	en	el	protocolo	escrito	que	yo	mantenía	entre	los	dos,
así	que	me	espetó:	«¡Eh!,	creo	que	se	te	ha	olvidado	hacerme	una	pregunta,	la
quinta.	Mira,	esta	de	aquí».	Y	me	señalaba	con	su	dedo	la	pregunta	que,
efectivamente,	yo	había	saltado	y	no	le	había	realizado.
INTRODUCCIÓN:	OBJETIVO	Y	TEMAS	DE	ESTE	LIBRO
El	propósito	de	este	libro	es	fomentar	el	dialogismo,	las	relaciones	abiertas,	y
adaptativas,	sin	la	meta	estratégica	de	cambiar	a	los	otros.	Reflexionaremos
sobre	el	trabajo	en	la	asistencia	directa	al	cliente,	la	investigación	y	el	desarrollo
a	partir	de	nuestra	experiencia	de	los	últimos	treinta	años.	Nuestras	actividades
se	han	desarrollado	principalmente	en	situaciones	de	trabajo	relacional
multiactor,¹	Jaakko	en	psicoterapia	y	Tom	en	conexión	con	el	trabajo	social,	la
educación,	guarderías	y	otros	servicios	para	las	familias.	No	obstante,	esperamos
superar	las	limitaciones	de	nuestra	experiencia	y	llegar	a	lectores	que	no
practican	estas	profesiones	o	no	comparten	estos	campos	concretos	de	interés.
Lo	intentaremos	profundizando	tanto	como	podamos	en	el	núcleo	del	dialogismo
y	en	el	contexto	más	amplio	de	las	prácticas	relacionales.
Las	personas	vienen	al	mundo	entre	relaciones	y	viven	en	ellas.	Son	estas
relaciones	las	que	se	convierten	en	la	dinámica	organizadora	de	su	psique.	Este
es	el	punto	de	partida	de	los	profesionales	del	trabajo	relacional.	No	tratan	a	las
personas	como	agentes	singulares	aislados,	sino	como	agentes	insertos	en	sus
redes	sociales.	También	las	personas	nacen	entre	diálogos;	la	reciprocidad	no
requiere	de	una	formación	especializada.	No	obstante,	incluso	las	prácticas
relacionales	pueden	perder	su	fundamento	dialógico,	distanciándose	así	de	su
base	relacional.	Quizá	la	forma	más	habitual	en	la	que	esto	sucede	sea
asumiendo	la	causalidad	unilateral:	A	toma	como	objeto	B	utilizando	x,	dando
lugar	a	y.	Reemplazando	A	con	experto,	B	con	cliente,	x	con	método	e	y	con
cambio	se	obtendrá	la	fórmula	predominante	en	la	actualidad	de	las	«buenas
prácticas»	en	investigación	y	desarrollo.
Esperamos	poder	descubrir	los	elementos	nucleares	del	dialogismo	comunes	a
todas	las	prácticas	relacionales,	activos	también	en	las	relaciones	cotidianas.	En
nuestra	opinión,	comprender	qué	hace	que	los	diálogos	sean	dialógicos	es
importante	a	la	hora	de	desarrollar	un	trabajo	relacional.	Examinaremos	las
situaciones	que	plantean	retos	al	dialogismo	e	intentaremos	extraer	de	la	práctica
aspectos	útiles	para	restablecer	y	proteger	la	adaptatividad.	También	nos	gustaría
que	las	prácticas	relacionales	dialógicas	fueran	sostenibles	y,	en	ese	sentido,
evocaremos	nuestras	experiencias	clave	a	la	hora	de	cogenerar	una	cultura	de
práctica	dialógica	con	los	agentes	locales.	Ambos,	Jaako	y	Tom,	hemos	tenido	la
suerte	de	unirnos	a	procesos	donde	toda	la	comunidad	local	y	regional,	desde	la
base	hasta	la	alta	dirección,	y	transversalmente,	en	todos	los	sectores,	ha
desarrollado	—continúa	haciéndolo—	una	cultura	de	trabajo	orientada	al
diálogo.	Deseamos	apoyar	las	actividades	del	lector	para	promover	en	su	propio
contexto	una	cultura	dialógica.
Hablaremos	del	diálogo,	el	dialogismo,	la	polifonía	de	las	voces,	la
intersubjetividad	y	las	redes	sociales.	El	dialogismo	es,	para	nosotros,	no	un
método,	sino	un	posicionamiento,	una	actitud,	una	forma	de	estar	entre	las
personas,	y	en	su	núcleo	encontramos	una	relación	fundamental	de	alteridad:	las
personas	son	iguales	pero	no	idénticas.	El	punto	de	vista	sobre	la	vida	de	una
persona	es	siempre	único	y	externo	al	punto	de	vista	del	otro.	Como	ya	señaló	el
filósofo	ruso	Mijaíl	Bajtín	(1993)	en	1923:
En	esta	posición	externa,	yo	y	el	otro	nos	hallamos	en	una	relación	de	absoluta
contradicción	mutua	en	el	evento;	[…]	en	ese	momento,	yo,	desde	mi	propio	y
único	lugar	en	la	apertura	del	ser,	afirmo	y	valido	la	entrega	de	su	ser	que	él
mismo	niega.	Lo	que	el	otro	acertadamente	niega	en	sí	mismo,	yo	acertadamente
lo	afirmo	y	preservo	en	él.	(p.	129)
Ambos,	Yo	y	el	Otro,	nos	afirmamos	y	validamos	mutuamente	en	el	encuentro,	y
esto	se	mantiene	como	la	única	verdad	del	Yo	y	el	Otro.	Más	tarde,	Bajtín
empleó	este	método	para	investigar	las	novelas	de	Dostoyevski	haciendo	ver	que
encarnan	el	dialogismo	en	las	relaciones.	Según	Bajtín	(1986),	en	las	novelas	de
Dostoyevski	no	hallaremos	un	personaje	principal	que	posea	la	verdad	de	la
vida,	sino	que	todos	los	personajes	de	sus	novelas	tienen	sus	propias	verdades,
verdades	que	nadie	más	puede	negar,	con	lo	que	la	única	forma	de	actuar	en	la
vida	es	en	continuo	diálogo	entre	seres	humanos	autónomos,	una	vida	polifónica,
como	la	llamó	Bajtín.
En	la	búsqueda	del	núcleo	central	del	dialogismo	en	las	prácticas	relacionales
haremos	hincapié	en	el	respeto	al	otro,	a	la	alteridad	exclusiva	del	otro.
Pensamos	que	este	es	el	núcleo	dialógico	común	en	las	relaciones	cotidianas,	en
la	psicoterapia,	en	la	educación,	en	la	gestión,	en	el	trabajo	social	y	en	las	otras
actividades	relacionales.	Si	llevamos	la	noción	de	alteridad	a	las	relaciones
activas,	la	necesidad	de	la	polifonía	es	evidente.	Las	personas	anticipamos,
solicitamos	respuestas	y	respondemos	a	las	respuestas	de	otros,	por	lo	que	no
estamos	completamente	«fuera»	de	los	otros.	Sin	embargo,	no	nos	volvemos
idénticos.	El	Otro	es	siempre	más	de	lo	que	nunca	podremos	conocer,	como
insisteEmmanuel	Lévinas	(1969),	y	es	precisamente	esta	alteridad	lo	que	hace
que	el	diálogo	sea	a	la	vez	posible	y	necesario.	La	vida	es	relacional;	las
personas	nacen	y	viven	entre	relaciones,	pero	serán	diferentes	siempre	unas	de
otras.	Necesitamos	reconocer	y	aceptar	al	otro,	respetar	su	alteridad
incondicionalmente.
El	respeto	incondicional	por	la	alteridad	tiene	consecuencias	profundas	en	la
vida	personal	y	en	el	trabajo	profesional.	Los	capítulos	de	este	libro	se	centrarán
en	este	último,	pero	también	reflexionaremos	de	vez	en	cuando	acerca	de	las
relaciones	cotidianas.	El	propósito	de	este	libro	es	fomentar	el	dialogismo	en	las
prácticas	relacionales,	los	cambios	que	tienen	lugar	en	la	psicoterapia,	la
psiquiatría,	el	trabajo	social,	la	educación,	las	guarderías,	la	administración	y
otros	campos	de	la	actividad	profesional	relacional.	Y,	como	ya	se	ha	dicho,
hablaremos	también	de	los	factores	que	ayudan	a	mantener	y	diseminar	dichas
prácticas,	de	manera	que	no	se	vean	aisladas	y	abandonadas	sino	que	cuenten
con	el	respaldo	de	una	cultura	práctica	dialógica.
Los	temas	de	los	que	trata	este	libro
Comenzaremos	describiendo	brevemente	dos	enfoques	dialógicos	y	diversas
experiencias	al	aplicarlos,	insistiendo	en	algunos	aspectos	prácticos	(capítulo	1).
A	continuación	debatiremos	sobre	las	intervenciones	tempranas	y	los	retos	que
se	plantean	para	el	dialogismo	en	las	situaciones	preocupantes.	Respetar	la
alteridad	es	más	o	menos	fácil	cuando	no	hay	preocupaciones,	pero	los	temores
tienden	a	alterar	el	enfoque	(capítulo	2).	En	los	siguientes	dos	capítulos	nos
centraremos	en	describir	con	mayor	detalle	el	camino	que	nos	ha	llevado	a	las
prácticas	dialógicas,	en	concreto	al	«diálogo	abierto»	y	a	los	«diálogos
anticipatorios	o	de	futuro»,²	los	dos	enfoques	en	los	que	tenemos	más
experiencia.	Son	muy	diferentes,	como	se	dará	cuenta	el	lector,	pero	también
comparten	cosas	muy	importantes.	El	diálogo	abierto	es	un	enfoque	bien
conocido	en	el	trabajo	psicoterapéutico	en	situaciones	de	crisis,	pero	al	hablar	de
estos	enfoques	abordaremos	también	los	principios	clave	en	la	apertura	y	el
dialogismo,	importantes	en	cualquier	práctica	relacional.	Al	describir	nuestra
trayectoria	plantearemos	algunos	retos	clave	que	motivaron	los	enfoques
dialógicos.	Damos	por	hecho	que	su	eco	resonará	en	la	experiencia	profesional
actual	del	lector	(capítulos	3	y	4).	La	siguiente	etapa	de	nuestro	viaje	será
indagar	en	las	cualidades	nucleares	del	diálogo.	Reflexionaremos	sobre	diversos
planteamientos	que	fomentan	un	espacio	dialógico	(capítulo	5).	En	el	capítulo	6
nos	preguntaremos	por	qué	el	diálogo	polifónico	puede	ser	tan	sumamente
efectivo,	lo	que	nos	llevará	a	reflexionar	sobre	el	carácter	relacional	de	la	vida,
en	la	que	el	diálogo	es	la	base	de	la	existencia	humana	desde	nuestro	primer
aliento.	El	resumen	de	este	capítulo	se	presenta	como	un	conjunto	de	directrices
prácticas.	En	el	capítulo	7	discutiremos	sobre	cómo	dar	sentido	a	los	diálogos.
Para	ello	describiremos	un	método	específico	para	dar	sentido	a	los	diálogos	con
múltiples	actores,	aquellos	en	los	que	participan	más	de	dos	personas.
Los	últimos	temas	de	nuestro	viaje	versarán	sobre	la	generalización	y	la
sostenibilidad	de	las	prácticas	dialógicas.	En	el	capítulo	8	hablaremos	del
cambio	a	nivel	comunitario	y	del	municipio.	En	el	capítulo	9	abordaremos	la
generalización	a	partir	de	la	experiencia	y	el	respaldo	de	una	investigación
rigurosa.	Los	diálogos	se	merecen	unas	prácticas	de	investigación	fieles	a	la
adaptatividad	y	a	la	polifonía.	Fomentar	las	prácticas	dialógicas	exige	desarrollar
un	paradigma	de	investigación	apropiado.	Propondremos	diseños	para	una
investigación	naturalística.	Concluiremos	poniendo	por	escrito	algunas	ideas	que
surgieron	cuando	ya	estábamos	finalizando	el	libro	(capítulo	10).
1	En	el	texto	se	hace	equivaler	multiactor	con	múltiples	actores.	(N.	de	los	T.)
2	Anticipation/Future	Dialogues	en	el	original	inglés.	En	adelante	«diálogos
anticipatorios».	Cf.	capítulo	4,	nota	1.	(N.	de	los	T.)
1.	SIGA	LO	QUE	LOS	CLIENTES	PRESENTAN	Y	PREPÁRESE	PARA
LA	INCERTIDUMBRE
En	este	capítulo	abordaremos	las	dos	prácticas	a	las	que	nos	hemos	dedicado	de
forma	principal	durante	las	dos	últimas	décadas,	dos	desarrollos	de	los	diálogos
con	múltiples	actores.	Son	distintas	una	de	otra,	pero	la	diferencia	con	los
métodos	de	trabajo	tradicionales	es	aún	mayor.	Los	procesos	que	tienen	lugar	en
esos	diálogos	nos	siguen	conmoviendo	y	sorprendiendo,	incluso	después	de	dos
décadas	de	práctica,	y	despiertan	nuestra	curiosidad	acerca	de	lo	que	realmente
ocurre	en	ellos.	Es	esta	búsqueda	del	núcleo	del	dialogismo	la	que	vamos	a
emprender	ahora	y	a	la	que	invitamos	a	unirse	al	lector.
Para	empezar,	echaremos	un	vistazo	a	dos	prácticas	distintas,	ambas	centradas	en
generar	diálogo	en	los	encuentros	con	los	clientes.	La	primera	escena	presenta
los	diálogos	abiertos;	la	segunda	los	diálogos	anticipatorios.	Comentaremos
también	su	contexto	general,	los	ámbitos	en	los	que	se	generaron	y	la	necesidad
de	desarrollar	prácticas	dialógicas.	La	necesidad	social	de	las	prácticas
dialógicas	será	un	tema	recurrente	que	desarrollaremos	a	lo	largo	de	este	libro.
Al	hermano	gemelo	de	Lisa	lo	llevaron	al	centro	de	atención	primaria	un	fin	de
semana,	tras	un	intento	de	suicidio.	El	lunes	por	la	mañana	su	médico	de	familia
contactó	con	un	psicólogo	del	centro	de	salud	mental.	El	psicólogo	se	encargó	de
configurar	el	equipo	de	tratamiento,	incluyéndose	él	mismo,	una	enfermera	del
centro	de	salud	mental	y	un	médico	y	un	psicólogo	del	servicio	hospitalario	de
agudos.	El	equipo	organizó	una	visita	domiciliaria	ese	mismo	día.	En	este	primer
encuentro	estuvieron	presentes	Lisa,	su	madre,	su	padre,	su	hermano	gemelo	y
un	hermano	menor.	Lisa	se	puso	a	hablar	acerca	de	sus	teorías	filosóficas
personales	y	sobre	sus	delirios	en	los	que	ve	personas	con	cabeza	de	toro.	El
equipo	fue	capaz	de	encajar	esta	historia	inesperada	y	empezó	a	conversar	con
Lisa	y	el	resto	de	la	familia.	Estaban	realmente	sorprendidos	porque	creían	haber
acudido	por	el	hermano	gemelo	de	Lisa,	pero	la	madre	les	dijo	que	en	casa
estaban	preocupados	por	ambos	hermanos.	De	hecho,	resultó	que	los	dos	estaban
gravemente	psicóticos.	Lisa	había	vuelto	a	casa	un	año	antes,	y	ambos	gemelos
se	habían	aislado	socialmente	desde	hacía	unos	cuatro	meses.	Lisa	había	tenido
síntomas	psicóticos	durante	veinticinco	meses,	y	parecía	disponer	de	una	red
social	pobre,	con	escasas	conexiones	con	gente	ajena	a	la	familia.
Debido	a	lo	crítico	de	la	situación,	con	dificultades	muy	graves	de	salud	mental,
el	equipo	y	la	familia	decidieron	reunirse	a	diario.	Se	hizo	así	al	comienzo,
durante	un	par	de	días;	a	lo	largo	de	los	dos	primeros	meses	se	celebraron	un
total	de	nueve	reuniones.	Con	los	miembros	de	la	familia	muy	participativos	en
la	conversación	desde	el	principio,	los	encuentros	fueron	desarrollando	una
calidad	psicoterapéutica	creciente.	Buena	parte	del	debate	se	centró	en	las
relaciones	de	los	miembros	de	la	familia	entre	sí,	saliendo	a	relucir	incluso
experiencias	difíciles	del	pasado.	Surgieron	muchos	episodios	de	discusión
reflexiva	entre	los	miembros	del	equipo.
En	el	sexto	y	séptimo	encuentros	Lisa	expresó	rabia	y	odio	hacia	su	padre	por
cómo	valoró	su	comportamiento	durante	su	infancia.	Para	ella,	su	padre	no	había
respetado	a	su	hermano	y	la	había	obligado	a	asistir	a	clases	de	piano	sin	que
tuviera	ningún	interés	por	ese	instrumento.	Parecía	que,	por	primera	vez,	le	era
posible	construir	palabras	para	describir	sus	experiencias	difíciles	con	su	padre.
Al	comienzo	del	proceso,	el	médico	de	familia	prescribió	neurolépticos	que	Lisa
tomó	en	cinco	ocasiones	pero	que,	finalmente,	decidió	abandonar	porque,	como
explicó	en	la	entrevista	de	seguimiento	a	los	dos	años,	«el	mundo	entero	se
volvía	oscuro	e	inmóvil	y	me	dejaban	sin	pensamientos».	Dos	meses	después
inició	una	psicoterapia	individual	con	un	psicólogo	miembro	del	equipo	de
crisis.	Se	tomó	la	decisión	de	común	acuerdo	a	propuesta	del	equipo.
Los	miembros	delequipo	consideraron	que,	después	de	haber	superado	la	crisis
aguda	era	conveniente	una	psicoterapia	más	sistemática.	Durante	esta	fase	Lisa
aún	presentaba	experiencias	psicóticas	ocasionalmente.	Seis	meses	después	Lisa
decidió	dejar	la	psicoterapia	y	marcharse	lejos	de	casa,	y	ya	no	fue	posible	seguir
en	contacto	con	ella.	En	la	entrevista	de	seguimiento,	a	los	dos	años,	dijo	que
había	comenzado	a	estudiar	filosofía	y	no	se	detectaron	síntomas	psicóticos
residuales.	Había	decidido	que	tenía	que	encontrar	una	manera	de	dejar	atrás	sus
problemas	por	sí	misma,	y	que	por	eso	abandonó	la	psicoterapia	y	se	marchó.
También	dijo	que	se	había	dado	cuenta	de	que	no	era	bueno	para	ella	vivir	cerca
de	su	familia,	porque	con	frecuencia	eso	la	llevaba	a	riñas	y	disputas.	Le
resultaba	mejor	vivir	sin	demasiado	contacto	con	su	familia.	Había	tenido
delirios	psicóticos	aproximadamente	durante	medio	año	después	de	dejar	la
psicoterapia,	pero	desde	entonces	los	síntomas	no	habían	reaparecido.	En	la
entrevista	de	seguimiento,	a	los	cinco	años,	dijo	que	se	había	tomado	un
descanso	en	sus	estudios.	Había	estado	trabajando	en	limpiezas	a	tiempo
completo	durante	tres	años	y	se	había	casado.	Habló	también	de	sus	planes	de
tener	un	bebé.
Esta	breve	descripción	muestra	un	caso	tratado	según	el	enfoque	del	diálogo
abierto,	en	el	que	se	obtuvieron	buenos	resultados	según	se	pudo	comprobar
mediante	un	seguimiento	sistemático.	Es	un	caso	que	nos	aporta	información
para	la	investigación	(Seikkula,	2002;	2011;	Seikkula	et	al.,	2006).	El	primer
encuentro	se	organizó	inmediatamente,	el	mismo	día	del	contacto	con	el	médico
de	familia.	Esto	significa	que	la	organización	psiquiátrica	pudo	contar	con	un
equipo	de	resolución	de	crisis	formado	conjuntamente	por	personal	del	centro	de
salud	mental	y	del	hospital	psiquiátrico	local.	Ya	desde	la	primera	reunión	se
incluyó	a	la	red	social	más	próxima,	que	participó	luego	a	lo	largo	de	todo	el
proceso,	aunque	la	motivación	de	los	padres	disminuyera	más	tarde.	El	equipo
que	se	reunió	con	la	familia	el	primer	día	fue	quien	se	encargó	del	proceso
terapéutico	completo	y	el	que	escogió,	de	manera	flexible,	los	métodos	que
mejor	se	adaptaban	a	los	pacientes	y	a	la	familia.	El	mismo	equipo	garantizó	la
continuidad	psicológica	a	lo	largo	de	todo	el	proceso,	incluyendo	el	tránsito	de
las	sesiones	familiares	a	la	psicoterapia	individual.	El	proceso	permitió	la
tolerancia	durante	los	períodos	de	incertidumbre	marcados	por	el	discurso
alucinatorio	y	el	odio	que	Lisa	manifestó	contra	su	padre.	A	lo	largo	del	proceso,
y	durante	los	muchos	momentos	de	crisis,	se	pudo	generar	y	mantener	el
diálogo.	Esto	resultó	evidente	desde	el	primer	encuentro,	ya	que	el	equipo	no	se
centró	en	el	diagnóstico	de	la	psicosis,	sino	que	más	bien	puso	todo	su	empeño
en	generar	un	diálogo	en	el	que	la	familia	pudiera	expresar	el	problema	en	su
propio	lenguaje.	En	varias	secuencias	de	las	nueve	sesiones,	los	miembros	del
equipo	mantuvieron	diálogos	reflexivos	entre	sí	mientras	los	miembros	de	la
familia	escuchaban.
El	diálogo	abierto	como	práctica	psiquiátrica	se	originó	en	la	provincia
finlandesa	de	Laponia	Occidental.	Ha	supuesto	un	profundo	cambio	en	la
organización	del	tratamiento	psiquiátrico	y	también	en	la	comprensión	de	lo	que
son	las	crisis	psíquicas.	Se	fundamenta	en	una	investigación	científica
sistemática,	tanto	de	los	procesos	como	de	los	resultados	del	tratamiento.	Esta
investigación	sobre	la	psicosis	aguda	y	la	depresión	mayor,	y	la	organización	del
sistema	asistencial	muestra	resultados	diferentes	comparados	con	el	tratamiento
psiquiátrico	tradicional,	que	suele	estudiarse	mediante	diseños	de	investigación
empíricos	tradicionales.	Como	mínimo,	los	resultados	son	realmente
prometedores.	Volveremos	sobre	ello	con	más	detalle	en	el	capítulo	9,	pero	nos
detendremos	aquí	un	momento	para	abordar	los	retos	de	la	relación	entre
práctica	e	investigación	tal	como	se	manifestaron	al	desarrollar	los	diálogos
abiertos.	Lo	sustancial	es	que	para	hacer	una	investigación	apropiada	sobre	los
diálogos	abiertos	es	necesario	desarrollar	métodos	de	investigación	apropiados.
Cuando	comenzamos,	los	diseños	y	métodos	adecuados	simplemente	no
existían;	no	había	donde	elegir.	La	investigación	en	salud	mental	estaba	—
continúa	estando—	dominada	por	estudios	que	miden	los	efectos	de	un	método
único	(por	ejemplo,	la	medicación)	sobre	síntomas	aislados	(u	otras	conductas
medibles)	en	entornos	tipo	laboratorio.	Los	ensayos	clínicos	empíricos	son	útiles
para	hacer	afirmaciones	acerca	de	efectos	unilaterales,	pero	la	vida	es	más
compleja,	y	la	discrepancia	se	hace	patente	cuando	se	estudian	los	efectos	del
diálogo	multilateral.	El	desarrollo	de	la	práctica	necesitaba	desarrollar	una	praxis
de	investigación	que	admitiera	que	en	los	diálogos	abiertos	las	personas	se
encuentran	como	seres	humanos	completos	y	corporalizados,	en	relaciones
adaptativas.
Durante	décadas,	nuestro	mundo	occidental	ha	mantenido	una	fe	profunda	en	la
investigación	empírica	en	marcos	propios	de	un	laboratorio,	aislando	los
fenómenos	de	su	entorno.	La	investigación	en	Salud	Mental	no	es	una
excepción.	De	hecho,	en	psiquiatría,	a	partir	de	los	años	50	del	siglo	pasado,	tras
la	introducción	del	primer	antipsicótico,	la	industria	farmacéutica	ha	invertido
ingentes	sumas	de	dinero	en	investigación	neurobiológica	para	desarrollar
nuevos	fármacos	no	solo	para	la	psicosis,	sino	también	para	la	depresión,	la
ansiedad,	el	abuso	de	sustancias	y	muchos	otros	trastornos.	La	perspectiva	es	una
visión	de	la	vida	en	la	cual	todos	los	problemas	de	salud	mental	se	pueden
reducir	a	funciones	cerebrales,	lo	que	a	su	vez	justifica	los	tratamientos
farmacológicos	como	tratamientos	de	elección.	Se	ha	formado	a	los
profesionales	como	expertos	en	formular	el	diagnóstico	preciso	para	seleccionar
el	fármaco	adecuado.	Otras	formas	de	tratamiento,	principalmente	las
intervenciones	psicosociales,	han	pasado	a	ser	subsidiarias	de	la	medicación.
Además	del	énfasis	en	los	fármacos,	el	campo	ha	sufrido	una	marcada
especialización.	Clínicas	específicas	para	problemas	específicos	eligen
diagnósticos	específicos	y	los	tratamientos	consiguientes	de	conformidad	con	las
guías	de	excelencia.	La	parte	principal	de	la	investigación	psiquiátrica	se	ha
movilizado	para	apoyar	este	tipo	de	cambios	en	la	práctica,	lo	que	a	su	vez	ha
fragmentado	más	la	visión	del	ser	humano,	haciéndolo	objeto	de	unos	esfuerzos
terapéuticos	orientados	al	síntoma.	Como	muestra	Robert	Whitaker	en	su
maravilloso	análisis	Anatomía	de	una	epidemia	(2010),	esta	práctica	conduce	a
un	callejón	sin	salida:	las	grandes	esperanzas	prometidas	por	los	primeros
estudios	sobre	antipsicóticos	no	se	han	hecho	realidad.	En	cambio,	han	surgido
problemas	aún	mayores.	El	tratamiento	farmacológico	antipsicótico,	dirigido	a
síntomas	fragmentados,	puede	incluso	tener	consecuencias	dañinas	para	la
función	cerebral,	la	misma	que	este	enfoque	se	proponía	curar	(Whitaker,	2010;
Ho	et	al.,	2011).
«Ahora	todo	es	diferente»
Las	prácticas	dialógicas	introducen	una	posibilidad	profundamente	diferente
para	encontrarse	con	los	clientes	como	seres	humanos	completos.	Por	supuesto,
la	práctica	basada	en	la	reciprocidad	también	resulta	desconcertante,	tanto	para
quienes	buscan	ayuda	como	para	los	profesionales,	y	el	poder	curativo	del
diálogo	es	tan	sorprendente	como	misterioso.	Los	cambios	vitales	parecen	tener
lugar	mientras	avanzamos	en	las	prácticas	dialógicas,	en	un	proceso	que	no	se
basa	en	intervenciones	estratégicas	dirigidas	a	cambiar	al	otro.	Es	el	núcleo	de
estos	interesantes	eventos	lo	que	queremos	explorar	en	este	libro.	En	una
experiencia	confusa	de	terapia	familiar	con	una	hija	de	doce	años	diagnosticada
de	TDAH,	los	padres	contaban	que	habían	acudido	a	varias	terapias	familiares
porque	los	problemas	se	habían	presentado	seis	años	antes,	nada	más	comenzar
la	escuela.	Tras	seis	meses	de	reuniones	surgió	en	la	conversación	el	tema	de
cómo	había	vivido	cada	miembro	presente	de	la	familia	los	encuentros	con	un
equipo	que	adoptaba	modos	de	trabajo	dialógicos.El	padre	dijo:
Todos	los	terapeutas	familiares	anteriores	habían	intentado	cambiarme	a	mí	y	a
mi	mujer	en	la	manera	de	tratar	a	nuestra	hija.	Estas	conversaciones	han	sido
diferentes.	Aquí	no	se	intenta	cambiarnos,	sino	escucharnos	a	todos.	He
empezado	a	escuchar	a	mi	hija,	algo	que	nunca	había	hecho	antes.
Una	señora	de	46	años	que	había	sufrido	un	segundo	episodio	psicótico	se	reunió
en	su	casa	con	un	equipo	que	había	adoptado	en	su	práctica	psiquiátrica
elementos	del	enfoque	del	diálogo	abierto.	En	una	sesión	de	consulta	con	su
esposo	y	el	equipo	de	terapia,	que	incluía	al	jefe	de	psiquiatría	y	a	una
enfermera,	dijo	lo	siguiente:
Esto	ha	sido	muy	diferente	comparado	con	mi	primer	brote,	hace	un	año.
Entonces	nosotros,	mi	familia,	nos	reunimos	con	un	médico	cuyo	principal
interés	era	entrevistar	a	mis	familiares	acerca	de	lo	loca	que	yo	estaba.	Como	si
yo	no	estuviera	allí.	Ahora	todo	es	diferente.	Estoy	aquí	y	se	me	respeta.	Me
gusta,	sobre	todo	cuando	el	doctor	habla	con	mi	marido	y	me	doy	cuenta	del
respeto	tan	profundo	que	mi	marido	siente	por	mí.
Había	ingresado	en	una	unidad	de	psiquiatría	tradicional	un	año	antes.	En	este
hospital	se	celebró	una	reunión	familiar,	pero,	al	parecer,	con	el	objeto	principal
de	recopilar	información	para	identificar	el	diagnóstico	correcto,	hacia	lo	que	se
orientaban	las	preguntas	del	médico.	Resultó	muy	desagradable	para	la	paciente;
«fue	como	si	no	estuviera	allí»,	algo	muy	diferente	a	lo	que	vivía	ahora	en	el
tratamiento	del	nuevo	episodio.
Una	pareja,	que	llevaba	más	de	treinta	años	viviendo	junta,	reñía	ocasionalmente
y	con	cierta	facilidad.	Esas	situaciones	desembocaban	en	agresiones	por	parte
del	marido.	Se	organizó	una	consulta	doce	horas	después	de	que	el	marido	se
hubiera	puesto	furioso	en	casa	y	agarrara	de	la	mano	a	su	mujer.	Sucedió	tras	un
período	tranquilo	de	alrededor	de	un	año,	que	ambos	esposos	apreciaban	como
bueno.	Ahora	la	mujer	estaba	desesperada	y	pedía	consejo	sobre	qué	hacer.	La
consulta	se	cargó	de	emociones	intensas,	especialmente	por	parte	de	la	esposa.
Dijo	que	había	sido	la	gota	que	colmaba	el	vaso	y	que	se	daba	por	vencida	y
pediría	la	separación	si	los	terapeutas	no	le	daban	algún	buen	consejo.	Hasta	ese
momento,	la	reunión	parecía	transcurrir	con	bastante	éxito,	pero	al	final	la
solicitud	de	consejo	para	solucionar	los	problemas	de	la	pareja	hizo	que	el
encuentro	finalizara	de	forma	insatisfactoria,	porque	no	había	ningún	consejo
que	dar.
Una	semana	más	tarde	los	terapeutas	se	reunieron	de	nuevo	con	la	pareja	y	se
informó	que	ahora	todo	era	diferente	en	su	familia.	Tras	la	consulta	anterior	se
habían	reunido	con	todos	sus	hijos	adultos	y	hablaron	sobre	el	tema,	algo	que
nunca	habían	hecho	antes.	Después	de	la	conversación	la	mujer	dijo:
Me	di	cuenta	de	que	lo	amo,	incluso	con	sus	debilidades.
En	el	diálogo	hay	más	voces	que	una	sola.	Renunciar	a	valernos	de	medios	de
control	profesionales	y	de	eficacia	probada	parece	fundamental	en	el	dialogismo.
En	el	caso	de	la	mujer	de	46	años	y	su	marido	descrito	más	arriba,	lo	expresó	el
médico	jefe	con	esta	reflexión:
Me	siento	completamente	perplejo	todo	el	tiempo.	Sé	que	algo	está	pasando
aquí,	pero	soy	incapaz	de	decir	qué	es.
Soportar	la	ambigüedad	es	un	gran	reto	para	un	médico,	como	lo	es	tolerar	la
incertidumbre	para	cualquier	profesional	entrenado	a	pensar	de	que	es	el
responsable	de	la	situación,	planes	y	procesos,	y	de	que	dispone	de	los	medios
para	mantener	el	control.	Un	profesional	dialógico	ha	dejado	de	buscar	el	control
del	plan.	Su	objetivo	es	formar	parte	de	un	proceso	recíproco	y	compartido	que
va	avanzando	paso	a	paso,	sin	que	los	profesionales	estén	a	cargo	de	lo	que
sucede	ni	dirijan	el	proceso	mediante	sus	métodos	e	intervenciones.
Los	participantes	en	las	prácticas	dialógicas	están	en	busca	de	nuevas
experiencias.	Los	profesionales	ya	no	guían	el	encuentro,	sino	que	siguen	lo	que
los	clientes	presentan.	Es	algo	que	puede	suceder	en	contextos	diferentes	al
trabajo	con	el	cliente,	como	se	muestra	en	el	siguiente	ejemplo.
Siguiendo	lo	que	dicen	los	alumnos
Tom	vivió	una	experiencia	emotiva	y	muy	instructiva	en	una	escuela	en	Italia,	en
febrero	de	2012.	Los	maestros	son,	por	supuesto,	responsables	de	lo	que	sucede
en	la	escuela,	pero	en	el	2º	Istituto	Comprensivo	di	Brescia	un	grupo	de
profesores	siguió	lo	que	los	alumnos	planteaban.	En	lugar	de	hacer	que	los
alumnos	se	ajustaran	a	lo	que	el	plan	de	estudios	«demandaba»	y	lo	que	los
profesores	exponían,	fueron	los	profesores	quienes	intentaron	ajustarse	a	los
alumnos.	Uno	de	los	principios	guía	era	que	los	alumnos	no	aprenden	bien	a
menos	que	se	sientan	seguros	y	cómodos:	si	tienes	miedo,	no	aprendes.¹	En	vez
de	aplicarse	en	desarrollar	la	materia	escolar,	los	profesores	facilitaban	a	los
alumnos	tiempo	y	espacio	para	relatar	sus	experiencias	personales,
preguntándoles	qué	hicieron	la	noche	anterior	o	durante	el	fin	de	semana,	y
conversando	tranquilamente.	Lo	que	los	alumnos	presentaron	aportó	importantes
temas	para	seguir	conversando	—asuntos	como	la	diversión,	la	soledad,	el
compañerismo,	las	preocupaciones,	el	respeto,	la	alteridad	y	muchos	otros—	y
las	«cosas	de	la	escuela»,	como	aprender	a	leer,	escribir,	calcular,	etc.,	se
construyeron	sobre	estas	bases.	Cualquier	cosa	que	pasara	en	la	jornada	escolar
servía	como	punto	de	partida	para	debatir	acerca	de	la	vida.	Los	alborotos	se
convertían	en	recursos	tras	debatir	sobre	ellos;	las	respuestas	equivocadas,	un
escollo	para	el	aprendizaje	seguro,	se	trataban	como	si	fueran	hipótesis
interesantes	formuladas	con	entera	sinceridad:	«¿Qué	te	hace	pensar	eso?».	Y
dado	que	ni	se	criticaban	ni	se	ridiculizaban	las	respuestas	erróneas,	sino	que	se
generaban	debates	interesantes,	los	alumnos	se	sentían	seguros	a	la	hora	de
expresar	sus	pensamientos.
Tom,	que	fue	maestro	a	finales	de	1970,	estaba	fascinado.	En	lugar	de	imponer	la
materia	educativa	en	las	experiencias	de	los	niños,	ignorando	más	o	menos	su
estado	mental	en	el	momento	presente,	se	construía	una	atmósfera	favorable
mediante	el	diálogo,	y	los	temas	educativos	se	desarrollaban	sobre	ese	sustrato
como	si	fueran	plantas	que	crecían.	Eran	las	experiencias	y	los	temas	de	interés
personales,	y	no	los	determinados	por	el	plan	de	estudios	o	por	los	profesores,
los	que	proporcionaban	el	punto	de	partida	para	la	reflexión	filosófica	y	las
referencias	para	la	adquisición	de	conocimientos	y	destrezas.	El	contenido	de	la
clase	de	música	era	una	canción	sobre	un	murciélago.	Los	niños	la	cantaron	en
animado	canon	tras	discutir	lo	diferente	que	ve	el	mundo	alguien	que	se	cuelga
cabeza	abajo,	y	lo	diferente	que	parece	según	cada	punto	de	vista.	El	ambiente
seguro	se	apoyaba	en	diferencias	patentes	en	circunstancias	y	estilos	de
aprendizaje	de	los	niños.	En	Italia,	la	educación	está	integrada.	Los	alumnos	con
discapacidad	aprenden	en	las	mismas	aulas	que	el	resto	y	a	la	escuela	asiste
cierto	número	de	alumnos	de	origen	inmigrante	que	no	tienen	el	italiano	como
lengua	materna.	En	el	2º	Istituto	Comprensivo	di	Brescia	se	hizo	de	esta
diversidad	riqueza,	algo	que,	según	le	contaron	a	Tom	los	profesores,	no	era	la
tendencia	típica	de	las	escuelas	italianas.	Los	alumnos	saben	que	son	diferentes,
pero	al	mismo	tiempo	comparten	sus	experiencias	y	debaten	sobre	ellas.	Una
chica	con	discapacidad	mental	y	física	solía	caminar	durante	la	clase,	pero	a
nadie	le	molestaba.	Sabían	que	a	ella	le	gustaba	caminar.	Habían	hablado	de	lo
que	la	chica	podía	y	no	podía	hacer	y	lo	que	le	gustaba	y	lo	que	no	le	gustaba,	y
eso	los	llevó	a	debatir	sobre	si	la	gente	puede	conocerse	aunque	no	pueda
pronunciar	su	propio	nombre,	lo	que	les	llevó	a	su	vez	a	preguntarse	«¿Qué
significa	realmente	conocerse?».	A	los	niños	se	les	pidió	que	doblaran	un	papel
de	cierta	manera	y	que	escribieran	en	él	lo	que	ellos	podían	o	no	podían	hacer,	lo
que	les	gustaba	o	disgustaba.	Era	a	la	vez	un	ejercicio	de	manualidades	y	de
escritura,	y	una	manera	de	reunir	material	personal	para	debates	posteriores.	Los
niños	son	filósofos	y	reflexionan	sobre	cuestionestan	profundas	como	los
adultos,	y	si	los	adultos	los	toman	en	serio,	los	niños	harán	lo	mismo.	Pero	el
proceso	de	aprendizaje	no	tiene	por	qué	ser	«algo	serio»	como	lo	demostraba	el
ambiente	alegre	del	2º	Istituto	Comprensivo	di	Brescia.
Generar	un	espacio	dialógico	requiere	respetar	cómo	todas	y	cada	una	de	las
personas	sienten	y	piensan,	incluso	si	hay	asuntos	de	gran	importancia,	como	los
planes	de	estudio,	asomando	por	encima	del	hombro.	Si	la	meta	se	establece	lo
suficientemente	lejos,	no	solo	al	final	de	una	lección,	la	necesidad	de	controlar	y
guiar	las	situaciones	puede	relajarse.	Hay	obligaciones,	por	supuesto,	los
profesores	enseñan,	los	terapeutas	sanan,	etc.,	pero	si	el	camino	consiste	en
lecciones	o	sesiones	con	un	objetivo	determinado,	entonces,	seguir	a	los	clientes,
los	alumnos,	los	padres	u	otras	personas	asistentes	puede	parecer	demasiado
arriesgado,	y	se	tiene	la	tentación	de	tomar	las	riendas	y	guiar	el	proceso	con	los
medios	de	control	de	los	que	dispone	el	profesional,	a	costa	del	espacio
dialógico.
Siguiendo	lo	que	se	dice	en	encuentros	estructurados
El	dialogismo	también	es	posible	cuando	se	dirige	y	se	estructura	el	encuentro,
como	lo	demuestra	la	práctica	de	los	diálogos	anticipatorios.	También	en	ellos,
seguir	lo	que	los	clientes	plantean	es	el	pivote	en	torno	al	que	todo	gira.
Al	entrevistar	a	dieciocho	familias	que	participaron	en	diálogos	anticipatorios,
algunos	hasta	tres	años	antes,	resultó,	para	sorpresa	de	Tom	y	de	sus	colegas
investigadores,	que	todos	los	miembros	de	la	familia	recordaban	todo	lo	que
tuvo	lugar	en	las	sesiones	hasta	en	sus	más	pequeños	detalles:	qué	se	dijo,	quién
lo	dijo	y	en	qué	tono,	las	miradas	que	se	intercambiaron,	los	gestos,	el	clima	en
el	que	se	desenvolvió	la	sesión.	También	recordaban	bien	los	planes	que	se
hicieron	(Kokko,	2006).	Aunque	muchos	de	los	entrevistados	pensaron	que	este
proceder	era	algo	extravagante,	y	que	algunos	dijeron	que	al	«recordar	el	futuro»
en	la	reunión	se	sintieron	francamente	ridículos	al	principio,	los	miembros	de	la
familia	pensaban	que	el	encuentro	había	sido	útil.	Una	de	las	cosas	de	las	que
informaron	fue	que	esperaban	que	la	reunión	comenzara	con	reproches	hacia
ellos,	como	había	ocurrido	siempre	en	su	experiencia	previa	con	profesionales,
pero	eso	no	sucedió.	Al	contrario,	no	se	pronunció	ni	una	sola	palabra	sobre	sus
defectos	en	el	pasado.	Otra	sorpresa	para	los	miembros	de	la	familia	fue	que
nadie	dominó	la	reunión:	todos	los	participantes,	niños	incluidos,	tenían	la
misma	oportunidad	de	hablar	y	escuchar.	Los	entrevistados	estaban
especialmente	contentos	con	los	dos	facilitadores	neutrales	que	dirigieron	el
encuentro	con	sus	preguntas	imparciales,	aunque	extrañas.	Otra	sorpresa	más	fue
que	en	el	encuentro	se	llegó	a	acordar	un	plan	concreto	y	viable	para	una	acción
conjunta,	algo	no	habitual	en	familias	con	una	larga	«carrera»	como	clientes	de
atención	en	múltiples	servicios.
Echemos	un	vistazo	a	un	diálogo	anticipatorio.	La	trabajadora	social	de	un
centro	de	bienestar	social,	Anna,	estaba	preocupada	de	que	sus	esfuerzos	para
ayudar	a	la	madre	de	un	niño	pequeño	no	fueran	lo	suficientemente	útiles.	La
madre,	«Tina»,	intentaba	dejar	de	beber	y	esta	vez	parecía	que	estaba
consiguiendo	mantenerse	abstinente.	Sin	embargo,	la	trabajadora	social	tenía	sus
dudas.	Tina	recibía	una	prestación	económica	de	bienestar	social	y	a	Anna	le
hubiera	gustado	apoyar	los	planes	de	Tina	de	seguir	un	curso	para	mejorar	su
cualificación	laboral	y	encontrar	un	empleo.	Sin	embargo,	la	principal
preocupación	de	la	trabajadora	social	era	el	bienestar	del	niño,	que	el	abuso	de
alcohol	de	Tina	había	puesto	en	peligro.	En	los	intentos	anteriores	de	Tina	de
seguir	cursos	de	formación,	su	entusiasmo	inicial	se	había	desvanecido	y	había
abandonado,	lo	que	hacía	que	Anna	dudara	de	que	Tina	fuera	suficientemente	en
serio	esta	vez.	Las	dudas	de	la	funcionaria	de	la	oficina	de	empleo,	Lotta,	eran
aún	mayores.	Todo	esto	lo	sabemos	porque	Anna	habló	de	sus	preocupaciones	al
comenzar	el	encuentro	de	los	diálogos	anticipatorios.	Estas	reuniones	empiezan
precisamente	así:	la	persona	preocupada	que	convocó	a	las	demás	expresa	su
preocupación	y	agradece	a	los	participantes	que	acudan	para	disminuirla.
Por	supuesto,	la	convocatoria	tiene	que	ser	consensuada	con	el/los	cliente/s	y
solo	se	invita	a	los	que	ellos	quieren	que	estén	presentes.	Así	pues,	con	carácter
previo	al	encuentro,	la	trabajadora	social	Anna	manifestó	su	preocupación	a
Tina,	la	cliente	(la	madre),	y	le	pidió	su	ayuda:	«¿Podríamos	tener	un	diálogo
anticipatorio?»,	explicándole	de	qué	se	trataba.	Le	dijo	a	Tina	que	para	hacer	un
plan	concreto	de	acción	conjunta	podría	ser	muy	útil	el	diálogo	entre	dos	redes;
las	personas	importantes	de	la	red	privada	de	Tina	y	los	profesionales	que
estaban	trabajando	con	la	familia,	todos	los	que	Tina	quisiera	que	participaran.
También	estarían	presentes	dos	facilitadores	neutrales	ajenos	al	caso.	Ellos	son
quienes	dirigen	la	reunión	haciendo	preguntas	sobre	un	buen	futuro	y	el	camino
para	alcanzarlo,	separando	el	hablar	y	el	escuchar	de	forma	que	cada	participante
tenga	la	oportunidad	de	escuchar	y	ser	escuchado.	No	se	detienen	en	los
problemas,	sino	en	las	acciones	concretas	que	todas	y	cada	una	de	las	personas
pueden	hacer	para	disminuir	las	preocupaciones.	Tina	estuvo	de	acuerdo	en
celebrar	una	reunión	como	esa	y	dijo	que	traería	a	su	mejor	amiga	Laila.	No	se
invitó	al	padre	del	niño;	no	estaba,	había	desaparecido.	Tina	también	decidió	no
traer	al	pequeño.	Del	lado	profesional	se	invitó	a	Lotta,	de	la	oficina	de	empleo,
y	a	Pia,	de	la	clínica	de	abuso	de	sustancias,	de	manera	que	la	red	personal
estaba	compuesta	por	Tina	y	Laila	y	la	red	profesional	por	Anna,	Lotta	y	Pia.
Llegaron	las	personas	invitadas	y	los	dos	facilitadores,	y	tras	una	breve
introducción	de	Anna	que	expresó	su	preocupación	y	dio	las	gracias	a	los
participantes,	los	facilitadores	explicaron	cómo	se	estructuraría	el	encuentro	y
asumieron	la	iniciativa.	Explicaron	que	las	preguntas	se	harían	desde	una
perspectiva	de	futuro,	como	si	ya	estuviéramos	en	él.	Se	acordó	que	un	año	sería
un	lapso	de	tiempo	adecuado.	Uno	de	los	facilitadores	entrevistaba,	mientras	que
el	otro	tomaba	notas	en	un	rotafolio	de	forma	que	todos	las	pudieran	ver.
Comenzaron	con	Tina	preguntando:	«Ahora	que	ha	pasado	un	año	y	las	cosas
van	bastante	bien,	¿cómo	son	para	ti,	Tina?	¿Qué	te	hace	especialmente	feliz?».
Tina	reflexionó	mientras	los	demás	escuchaban.	Dijo	que	tras	conseguir
mantenerse	alejada	de	la	bebida	y	hacer	el	curso	organizado	por	la	oficina	de
empleo,	el	curso	entero	esta	vez,	ahora	estaba	(había	pasado	un	año)	buscando
empleo	y	ya	la	habían	llamado	para	entrevistas	de	trabajo,	y	que	también	había
conseguido	plaza	para	su	hijo	en	una	guardería.	El	facilitador	le	preguntó	a
continuación:	«¿Qué	hiciste	para	conseguir	que	esto	ocurriera?	¿Quién	te	ayudó
y	cómo?».	Tina	reflexionó,	explicando	que	ella	había	decidido	que	esta	vez	no
iba	a	dejar	el	curso	y	que	lo	lograría	con	la	ayuda	de	su	amiga	Laila.	«Cada	vez
que	quería	ir	de	fiesta	en	lugar	de	hacer	la	tarea,	llamaba	a	Laila	y	ella	venía	y
me	convencía	de	no	hacerlo».	Encontramos	maneras	de	pasarlo	bien,	pero	no	a
costa	del	curso	de	formación,	y	nos	mantuvimos	juntas	lejos	de	la	bebida.	Tina
«recordaba»	como	si	todo	esto	ya	hubiera	ocurrido.	«Lotta	organizó	el	curso	y
Anna,	la	de	bienestar	social,	me	ayudó	a	conseguir	plaza	para	mi	niño	en	una
guardería».	El	facilitador	se	volvió	hacia	Laila,	la	amiga,	y	le	preguntó	cómo
recordaba	ella	el	año	y	qué	la	hacía	estar	especialmente	contenta.	Laila	razonó,
desde	su	punto	de	vista,	de	un	modo	muy	similar	al	de	Tina.	Cuando	el
facilitador	le	preguntó	qué	hizo	por	su	parte,	quién	la	ayudó	y	cómo,	facilitó	más
detalles	sobre	su	apoyo	recíproco	para	evitar	el	abuso	de	alcohol	y	añadió	que,
tal	y	como	«lo	recordaba	ahora»,	Tina	y	ella	empezaron	a	ir	juntas	a	ver	a	Pia,	la
terapeuta	de	la	clínica	de	adicciones,	en	vez	de	ir	cada	una	por	su	cuenta,	como
hacían	hasta	entonces.	El	segundofacilitador	iba	anotando	en	el	rotafolio	las
reflexiones	de	Tina	y	Laila	a	medida	que	hablaban,	con	sus	propias	palabras	y
frases.	El	primer	facilitador	volvió	a	interrogar	a	Tina:	«¿Qué	te	preocupaba
“hace	un	año”	y	qué	ha	hecho	que	te	preocupes	menos?».	La	pregunta	invitaba	a
Tina	a	reflexionar	sobre	sus	preocupaciones	actuales	pero	desde	la	perspectiva
de	un	futuro	tranquilizador.	Dijo	que	su	mayor	preocupación	era	que	Anna,	la
trabajadora	social,	no	confiara	en	sus	progresos	y	que	sus	recaídas	en	la	bebida
provocaran	que	Anna	pusiera	a	su	pequeño	en	acogida.	También	le	preocupaba
«hace	un	año»	que	Lotta,	la	de	la	oficina	de	empleo,	rechazara	su	solicitud	para
el	curso,	y	esa	noticia	deprimente	la	empujara	a	la	bebida,	motivo	que	decidiría	a
Anna	a	tomar	medidas	de	protección	para	el	niño.	Los	facilitadores	preguntaron
qué	había	disminuido	esas	preocupaciones	«ahora	que	ha	pasado	un	año»,	y	Tina
explicó	que,	a	pesar	de	todo,	Lotta	confió	en	ella,	le	dio	una	oportunidad,	y	que
ella	pudo	triunfar	en	el	intento	con	la	ayuda	de	Laila.	«Y	fuimos	juntas	a	la
clínica	de	adicciones»,	confirmando	así	la	sugerencia	reciente	que	Laila	había
presentado	como	un	recuerdo	unos	diez	minutos	antes.	El	facilitador	le	preguntó
a	Laila	sobre	sus	preocupaciones	«un	año	antes»	y	qué	las	disminuyó.	La	amiga
Laila	veía	la	secuencia	de	acontecimientos	preocupantes	de	una	manera	muy
semejante	a	la	de	Tina,	pero	añadió	algo:	«como	habíamos	hecho	progresos
juntas,	Pia	nos	dio	la	responsabilidad	de	un	grupo	en	la	clínica	y	tuvimos	que
mantenernos	en	el	buen	camino	para	que	también	lo	hicieran	los	miembros	del
grupo.	¡Y	nos	fue	bien!».
La	siguiente	ronda	fue	para	entrevistar	a	los	profesionales,	finalizando	con	Anna,
la	iniciadora	del	encuentro.	A	Tina	y	a	Laila	se	les	hicieron	tres	preguntas
básicas:	¿Cómo	te	van	las	cosas,	qué	te	hace	especialmente	feliz?	¿Qué	hiciste,
quién	te	ayudó	y	cómo?	¿Qué	es	lo	que	te	preocupaba	y	qué	disminuyó	tus
preocupaciones?	A	los	profesionales	se	les	hicieron	las	dos	últimas.
«¿Qué	hice	para	ayudar	a	Tina	y	quién	me	ayudó…?».	Pia	comenzó	«a
recordar».	«Invité	a	Tina	y	Laila	a	venir	a	la	clínica	juntas	y	hablamos
seriamente	sobre	los	riesgos	y	cómo	evitarlos	apoyándose	la	una	en	la	otra.	Laila
fue	una	gran	ayuda	para	Tina	y,	por	lo	tanto,	también	para	mí.	Y	Tina	nos	ayudó
a	las	dos	cumpliendo	estrictamente	su	plan	de	llamar	a	Laila	si	se	veía	al	borde
del	precipicio.	Estas	señoras	eran	tan	buenas	que	les	di	la	responsabilidad	de	un
grupo,	y	ahí	fue	donde	realmente	comenzó	la	ayuda	para	mí».	El	facilitador	le
preguntó	a	Pia	qué	le	preocupaba	«hace	un	año»	y	qué	disminuyó	su
preocupación.	Dijo	que	hacía	un	año	confiaba	en	Tina	pero	temía	que	la	gente	de
la	oficina	de	empleo	no	reconociera	sus	progresos	y	rechazara	su	solicitud	del
curso,	lo	que	habría	derribado	un	pilar	importante	de	la	estructura	de	apoyo.
«Recordó»	que	la	cooperación	entre	Tina	y	Laila	disminuyó	rápidamente	sus
preocupaciones	y	también	convenció	a	los	demás.	Todo	esto	se	puso	por	escrito
en	el	rotafolio.	La	siguiente	pregunta	fue	para	Lotta,	la	profesional	de	la	oficina
de	Empleo.	Explicó	que	lo	que	la	hacía	sentirse	más	feliz	era	que	había	tenido	la
suficiente	confianza	en	Tina	como	para	animarla	a	presentarse	a	la	oficina	al	día
siguiente	del	diálogo	«que	tuvimos	hace	un	año»	para	discutir	a	fondo	todas	sus
opciones	de	formación	y	encontrar	la	más	adecuada	para	ella.	«Recordando»
cómo	ayudó	y	quién	la	ayudó	a	ella,	explicó	que	le	dedicó	a	Tina	más	tiempo	del
habitual	en	la	oficina	para	diseñar	un	plan	sólido	que	ella	respaldó	la	solicitud	de
Tina	y	estuvo	a	su	disposición	en	la	oficina	también	durante	el	curso.	También
comentó	que	el	apoyo	de	la	agencia	de	bienestar	social	a	la	hora	de	encontrar	un
arreglo	financiero	viable	fue	importante,	al	igual	que	el	tratamiento	de	Tina	en	la
clínica	y	la	ayuda	que	le	dio	su	amiga.	Lo	que	«recordaba»	de	sus
preocupaciones	«hace	un	año»	es	que	Tina	no	fuera	sincera	acerca	de	sus
esfuerzos.	«Hace	un	año»	no	creía	que	Tina	estuviera	tomándose	el	curso	más	en
serio	de	lo	que	había	hecho	otras	veces.	«¿Y	qué	disminuyó	tu	preocupación?»
preguntó	el	facilitador.	«El	diálogo	de	hace	un	año»,	respondió	Lotta	sonriendo.
«¿Cómo?».	«Fue	el	modo	en	que	los	demás	hablaron	sobre	Tina	y	su	plan»,
explicó	Lotta.	«Sentí	que	confiaban	en	ella,	y	me	di	cuenta	de	que	ellos	tenían
mucho	más	contacto	y	experiencia	con	ella	de	lo	que	yo	había	tenido	durante
nuestras	breves	citas	en	la	oficina.	Fue	su	tono	cuando	hablaban	de	ella».
Finalmente,	el	facilitador	entrevistó	a	Anna,	la	trabajadora	social,	que	«recordó»
lo	feliz	que	le	hizo	ver	que	las	piezas	encajaran	juntas	a	lo	largo	de	todo	un	buen
año,	y	de	poder	constatar	que	no	había	razón	alguna	para	seguir	preocupándose
por	el	niño.	Había	apoyado	la	solicitud	de	plaza	en	una	guardería	por	razones	de
protección	a	la	infancia;	Tina	la	había	conseguido	para	su	niño,	y	ahora,	un	año
más	tarde,	la	familia	de	Tina	ya	no	era	un	caso	de	protección	de	menores.	De
cualquier	modo,	estaba	contenta	de	que	el	niño	hubiera	podido	conservar	su
plaza	para	que	Tina	pudiera	buscar	trabajo.
La	última	parte	del	encuentro	se	dedicó	a	recopilar	las	piezas	del	plan.	Para	ello,
las	notas,	escritas	de	forma	que	las	viera	todo	el	mundo,	resultaron	de	gran
ayuda:	sirvieron	de	recordatorio	de	las	acciones	que	todas	y	cada	una	de	las
personas	podían	hacer	para	disminuir	las	preocupaciones.	Se	dejó	a	un	lado	la
perspectiva	de	futuro.	En	lugar	de	mirar	al	presente	desde	un	futuro	imaginado,
se	miraba	a	un	futuro	anticipado	desde	el	presente.	La	tarea	fue	recopilar	las
acciones	que	construirían	el	camino.	El	foco	se	puso	en	los	pasos	a	dar	de	ahí	en
adelante:	quién	haría	qué	y	con	quién,	a	continuación.²	Los	facilitadores
invitaron	a	Anna,	la	trabajadora	social,	a	tomar	la	iniciativa	concretando	los
siguientes	pasos	a	dar	en	diálogo	con	los	participantes.	El	plan,	con	las
contribuciones	de	cada	persona,	se	escribió	en	el	rotafolio	y	Anna	se	encargó	de
mecanografiarlo	y	mandar	copias	a	los	participantes,	quienes	acordaron	hacer
una	reunión	de	seguimiento	a	los	seis	meses.	Finalizando	la	reunión,	Anna
agradeció	a	todos	por	haber	disminuido	sus	preocupaciones.	Se	terminó
rellenando	las	hojas	de	evaluación.
Seis	meses	después,	los	participantes	se	reunieron	de	nuevo	y	dos	facilitadores
les	hicieron	las	preguntas	de	seguimiento:	¿Cómo	van	ahora	las	cosas?	¿Qué	les
gustaría	agradecer	la	una	a	la	otra?	¿Qué	iban	a	hacer	a	continuación,	y	quién
con	quién?	El	niño	iba	contento	a	la	guardería.	Tina	había	completado	el	curso,	y
sus	oportunidades	de	encontrar	trabajo	parecían	buenas.	Ella	y	Laila	ejercían	de
tutoras,	orgullosas	y	atareadas,	de	un	grupo	en	la	clínica.
«Fue	la	forma	en	la	que	los	demás	hablaban	sobre	Tina	y	su	plan…	Fue	su	tono
cuando	hablaban	de	ella»,	dijo	Lotta,	de	la	oficina	de	empleo,	en	el	diálogo
anticipatorio	descrito	más	arriba.	La	amiga,	Laila,	tuvo	ideas	con	las	que	Pia,	la
profesional	de	la	clínica	de	adicciones,	pudo	conectar	y	las	piezas	del	plan
comenzaron	a	encajar.	Las	personas	generaron	y	entregaron	a	Anna,	la
trabajadora	social	que	había	sido	la	primera	en	preocuparse,	un	plan	que	ella	no
habría	podido	realizar	por	su	cuenta.	¿Cómo	puede	una	trabajadora	social	opinar
sobre	lo	que	hacen	los	mejores	amigos	u	otros	miembros	de	una	red	privada,	o
cómo	pueden	los	profesionales	controlarse	y	dirigirse	los	unos	a	los	otros?
Conectar	estas	piezas	de	apoyo	es	esencial.
«Problemas	enrevesados»
A	finales	de	la	década	de	1990	una	red	internacional	de	ciudades	trabajaba
activamente	en	la	búsqueda	de	elementos	de	buena	gobernanza	local.	En	esta	red
de	ciudades	del	mañana	participaban	gestores	y	políticos	de	ciudades	de	Europa,
Norteamérica,	Japón	y	Nueva	Zelanda.	Las	ciudades	eran	muy	diferentes	entre
sí,	por	supuesto,	y	también	los	logros	y	progresos	de	cada	una	de	ellas,	pero
rápidamente	se	dieron	cuenta	de	que	compartían	tres	grandes	retos	en	los	que
ninguna	había	tenido	mucho	éxito:	servicios	para	menores,	jóvenes	y	familias,
servicios	para	personas	mayores,y	servicios	para	parados	de	larga	duración.
¿Por	qué	estos	y	por	qué	tan	poco	éxito?	Porque	el	sistema	de	servicios	no	está
organizado	para	poder	manejar	unos	asuntos	tan	complejos:	la	vida	cotidiana	es
holística,	pero	la	burocracia	está	sectorizada.	Si	solo	se	tiene	una	necesidad	o	un
problema	claramente	definido,	el	sistema	sectorizado	pronto	averiguará	quién	es
el	responsable	de	encargarse	de	este	asunto.	Si	se	tienen	dos	problemas,	los
clientes	irán	en	dos	direcciones;	y	con	más	problemas	nos	encontraremos	con
clientes	o	familias	multiagencia.	Los	asuntos	que	tienen	que	ver	con	menores,
jóvenes	y	familias,	así	como	con	las	personas	mayores	y	con	los	parados	de	larga
duración,	son	multifacéticos.	Sin	embargo,	el	«sistema	de	silos,	de
compartimentos	estancos»	trocea	la	vida	holística	de	acuerdo	con	su	división	del
trabajo,	y	termina	por	darse	de	bruces	con	la	necesidad	de	atravesar	sus	fronteras
para	integrar	las	tareas	de	ayuda.	Aunque	el	sistema	sectorizado	es	efectivo	en	el
«manejo	de	un	solo	problema»,	es	muy	poco	permeable	a	la	hora	de	cruzar
fronteras.	Al	contrario,	se	instauran	barreras	en	la	comunicación	y	rivalidad
respecto	de	quién	tiene	razón	y	a	quién	le	corresponde	dirigir	a	los	demás;
factores	que	tienden	a	«trocear»	el	asunto	en	fragmentos	y	hacer	pasar	a	los
clientes	momentos	difíciles	cuando	tratan	de	integrar	los	elementos	del	servicio,
con	muchos	de	ellos	perdiéndose	entre	las	grietas	de	los	mismos.	Los
participantes	de	la	red	de	ciudades	del	mañana	llamaban	a	estos	retos
«problemas	enrevesados».³	De	haber	invitado	a	gestores	de	salud	mental	a	sus
reuniones	seguro	que	habrían	añadido	este	ámbito	a	su	listado	de	asuntos
enrevesados.	Algunos	de	los	participantes	se	mostraban	esperanzados	en	la
Nueva	Gestión	Pública	(NGP),⁴	pero	muchos	otros	se	manifestaban
decepcionados	ante	sus	promesas	de	integrar	servicios	mediante	mecanismos	de
mercado,	argumentando	que	la	NGP	separaba	a	los	intervinientes	y	provocaba	un
desastre	aún	mayor.
No	hay	soluciones	simples	para	problemas	enrevesados,	pero	se	puede	decir	una
cosa	con	certeza:	los	servicios	sociales,	sanitarios,	de	salud	mental,	de
educación,	de	rehabilitación,	de	empleo,	de	cuidado	de	personas	mayores,	entre
otros,	necesitan	integrarse	entre	sí,	teniendo	en	cuenta	la	vida	cotidiana	holística
de	las	personas	en	lugar	de	forzar	esta	vida	cotidiana	para	que	encaje	en
categorías	burocráticas.	Integrar	la	ayuda	de	acuerdo	con	las	situaciones	de	la
vida	requiere	cruzar	fronteras	entre	sectores,	agencias	y	profesiones,	ya	sean
públicos,	privados	o	del	sector	terciario.	Por	supuesto	que	se	reconoce	la
necesidad	de	cruzar	fronteras:	las	organizaciones	se	remodelan,	surgen	instancias
multiprofesionales	y	brotan	encuentros	por	todas	partes.	¿Pero	dónde	están	los
clientes,	las	familias,	los	amigos	y	otras	personas	significativas,	los	apoyos	más
importantes	de	los	que	disponen	las	personas?	Las	fronteras	entre	profesionales
y	«legos	en	la	materia»	también	han	de	cruzarse	con	objeto	de	generar
combinaciones	de	ayuda	apropiadas.	Más	aún,	el	centro,	la	plataforma	de
combinación	de	recursos	de	ayuda	ha	de	construirse	a	partir	de	la	vida	cotidiana,
no	de	los	medios	profesionales.
Hay	que	hacer	de	la	vida	cotidiana	el	centro	y	cruzar	las	fronteras	que	la	rodean,
lo	que	exige	diálogo.	Los	intentos	de	superar	fronteras	indicando	a	los	demás
cómo	deben	pensar	y	actuar	suelen	ser	frecuentes,	pero	no	son	las	mejores
maneras	de	sumar	recursos.	A	veces,	los	profesionales	son	capaces	de	llegar	a
una	alianza	entre	ellos	y	tratar	de	dirigir	la	vida	de	los	clientes	y	las	familias.	Lo
que	nos	encontramos	entonces	son	«problemas	enrevesados»	persistentes,	que	se
niegan	a	ceder	a	los	intentos	estratégicos,	y	en	los	que	la	culpa	recae	sobre	las
«familias/clientes	multiproblemas».
Podríamos	llamar	a	los	diálogos	«el	arte	de	cruzar	fronteras».	En	lugar	de
intentar	controlar	al	otro,	las	partes	se	acercan	unas	a	otras	para	escuchar	mejor
los	puntos	de	vista	de	cada	cual,	generar	lenguajes	compartidos	y	sumar
recursos.	Hay	fronteras	que	es	necesario	cruzar	también	en	un	plano	vertical.	Los
gestores	y	políticos	no	pueden	confiar	en	el	control	a	distancia;	para	comprender
mejor	el	potencial	de	las	actividades	y	los	retos	que	afrontan	necesitan	dialogar
con	los	profesionales	de	atención	directa	y	los	mandos	intermedios,	así	como
escuchar	la	voz	de	los	clientes.	Hay	que	hacer	frente	a	los	problemas
enrevesados	sin	intentos	prematuros	de	«controlarlos».
La	escena	anterior	con	Tina	y	su	amiga	Laila	reuniéndose	con	un	grupo	de
profesionales	es	un	ejemplo	de	cómo	integrar	la	ayuda	a	nivel	de	caso.	Las
personas	necesitan	encontrarse	cara	a	cara	y	escuchar	la	una	a	la	otra.	Hay	cosas
a	las	que	no	se	puede	llegar	mediante	el	modo	de	trabajo	de	silos	fragmentados.
Son	las	que	suceden	entre	las	personas.	Sin	embargo,	como	probablemente	ya
habrá	percibido	el	lector,	las	partes	que	es	necesario	combinar	no	son
imprevisibles.	Al	contrario:	los	amigos	suelen	ayudar,	la	oficina	de	empleo
oferta	cursos,	siempre	es	posible	una	ayuda	económica	desde	bienestar	social,	en
rehabilitación	los	grupos	no	son	algo	inusual…	Pero	¿cómo	conseguir	que	se
conecten	con	la	vida	cotidiana	como	centro?	Este	es	el	reto	para	el	que	el
dialogismo	resulta	de	una	ayuda	inestimable.	Y	por	si	esto	fuera	poco,	un
diálogo	respetuoso	donde	el/los	cliente/s	y	otras	personas	se	sienten	escuchados
tiene	por	sí	mismo	efectos	integradores	profundos	y	conmovedores	para	los
participantes.
El	proceso	del	tratamiento	de	Lisa,	descrito	brevemente	justo	al	inicio	de	este
capítulo,	mostró	la	importancia	profunda	del	diálogo	entre	los	afectados,	y
mostró	también	que	elementos	como	la	psicoterapia	individual	se	integraron	en
una	combinación	útil.	Puede	que	los	elementos	del	conjunto	no	cambiaran
drásticamente,	pero	todos	ellos	adquirieron	un	nuevo	significado.
Lo	que	los	gerentes	y	directivos	tienen	que	posibilitar	es	que	cruzar	fronteras,
horizontales	y	verticales,	sea	lo	más	flexible	posible.	Esto	no	requiere	reformas
organizativas	masivas,	y	mucho	menos	repetirlas	de	forma	periódica.	Sin
embargo,	hay	que	ocuparse	de	algunos	asuntos	cruciales	para	poder	superar	los
problemas	enrevesados.	El	sistema	de	silos	tiene	sus	méritos,	y	la	generación	de
una	cultura	de	práctica	dialógica	puede	y	debe	construirse	sobre	sus	aspectos
más	funcionales.	Sin	embargo,	la	diferenciación	horizontal	y	la	especialización
vertical	no	generan	espontáneamente	integración	y	cruce	de	fronteras.	Hay	que
generarlas	mediante	una	labor	decidida.	El	trabajo	en	red	y	el	cruce	de	fronteras
pueden	obtenerse	y	mantenerse.	Hemos	participado	en	procesos	en	los	que	ha
emergido	una	cultura	de	práctica	dialógica	a	nivel	de	ciudad	sin	grandes	cambios
organizativos	(véase	más	acerca	de	esto	en	el	capítulo	8).
Cuando	Tom	visitó	el	2º	Istituto	Comprensivo	di	Brescia	los	profesores	estaban
inquietos	por	lo	que	iba	a	pasar	en	un	futuro	inmediato.	Quien	ejerció	de
directora	durante	años	estaba	a	punto	de	jubilarse	y	la	administración	no	había
nombrado	aún	a	su	sucesor.	¿Apoyaría	esta	persona	las	prácticas	dialógicas?	La
escuela	no	disfrutaba	de	recursos	extra;	tampoco	estaba	organizada	de	un	modo
particularmente	inusual.	La	diferencia	radicaba	en	cómo	los	profesores	entendían
la	descripción	de	sus	funciones,	su	cometido	principal	y	cómo	la	ponían	en
práctica.	En	diálogo	con	el	profesor	Perticari	documentaron	y	reflexionaron
sobre	su	trabajo,	apoyándose	mutuamente	en	el	proceso.	La	lección	a	aprender	es
que	las	prácticas	dialógicas	no	exigen	reestructuraciones	organizativas	masivas	o
recursos	inimaginables.	Por	encima	de	todo,	exigen	un	trabajo	en	red	entre
diferentes	perspectivas	con	una	actitud	de	adaptatividad	y	reciprocidad.
Los	temas	principales	de	este	libro	son	los	elementos	nucleares	del	diálogo:	qué
hace	que	el	diálogo	sea	dialógico	y,	con	respecto	a	la	cultura	de	práctica
dialógica,	qué	hace	que	las	prácticas	dialógicas	arraiguen	y	se	mantengan.	En	el
siguiente	capítulo	abordaremos	estos	elementos	nucleares,	reflexionando	sobre
los	retos	que	afronta

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