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Jaakko Seikkula y Tom Erik Arnkil Diálogos abiertos y anticipaciones TERAPÉUTICAS Respetando la Alteridad en el Momento Presente Traducción de: José Antonio Inchauspe Aróstegui Sergio Iribarren Lizarraga Miguel Ángel Valverde Eizaguirre Herder Título original: Open Dialogues and Anticipations. Respecting Otherness in the Present Moment. Traducción: José Antonio Inchauspe Aróstegui, Sergio Iribarren Lizarraga y Miguel Ángel Valverde Eizaguirre. Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes Edición digital: José Toribio Barba © 2019, Jaakko Seikkula y Tom Erik Arnkil. © 2019, Herder Editorial, S.L., Barcelona ISBN digital: 978-84-254-4359-6 1.ª edición digital, 2019 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com) Herder www.herdereditorial.com http://www.herdereditorial.com ÍNDICE PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA Jorge L. Tizón INTRODUCCIÓN: OBJETIVO Y TEMAS DE ESTE LIBRO • Los temas de los que trata este libro CAPÍTULO 1. SIGA LO QUE LOS CLIENTES PRESENTAN Y PREPÁRESE PARA LA INCERTIDUMBRE • «Ahora todo es diferente» • Siguiendo lo que dicen los alumnos • Siguiendo lo que se dice en los encuentros estructurados • «Problemas enrevesados» CAPÍTULO 2. PREOCUPACIONES Y DIÁLOGOS TEMPRANOS • ¿Se sintió dolido cuando alguien se preocupó por usted? • Anticipando lo que (me) sucederá a continuación • La petición de ayuda como una invitación al diálogo • Querido lector, podría usted intentarlo ahora mismo • Método y perspectiva • Como de resumen CAPÍTULO 3. CAMINOS HACIA LAS PRÁCTICAS DIALÓGICAS. LOS DIÁLOGOS ABIERTOS • Diálogo multicultural • Del paradigma sistémico a la práctica dialógica • Diálogo abierto en el encuentro terapéutico • Al encuentro con el dialogismo • El diálogo abierto como sistema psiquiátrico • El diálogo abierto como sistema de tratamiento • El encuentro terapéutico como un foro para generar diálogo • Adoptar el diálogo en la práctica cotidiana CAPÍTULO 4. LOS PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN SE CONVIERTEN EN UNA PRÁCTICA DE ATENCIÓN DIRECTA • Una esperanza plausible • Enredos con múltiples actores • «Interferencias positivas» en la investigación social experimental • Hacia una cultura de la práctica dialógica CAPÍTULO 5. EN DIÁLOGO CON EL OTRO • Incluir a los clientes y a los profesionales conectados con ellos • Reconocer al Otro • Aceptar incondicionalmente al Otro • Hay muchos caminos hacia el espacio dialógico • El compromiso sincero es comunicativo • El lenguaje compartido se crea aquí y ahora • Para recapitular y continuar CAPÍTULO 6. LA VIDA ES MÚSICA DIALÓGICA. INTERSUBJETIVIDAD • El momento presente en los diálogos polifónicos corporalizados • Intencionalidad y reciprocidad • Del conocimiento individual al intersubjetivo: hacia la base del dialogismo • Sencillamente poderoso • Pautas sencillas para mejorar las habilidades para estar presente en el momento CAPÍTULO 7. DANDO SENTIDO A LAS RESPUESTAS EN LOS DIÁLOGOS CON MÚLTIPLES ACTORES • Generar diálogo en las crisis • El discurso psicótico como una voz entre otras • El equipo como iniciador del nuevo lenguaje conjunto • Prestando atención a los acontecimientos adaptativos • En las respuestas no siempre se escucha a las personas • Diálogo de violencia: el equipo está en la historia, no en el aquí y el ahora • «No hay nada tan terrible como no obtener respuesta» • Dando sentido a sus diálogos CAPITULO 8. LA CULTURA DE LA PRÁCTICA DIALÓGICA • Asumir la responsabilidad de las preocupaciones propias • En diálogo con los clientes, no a sus espaldas • Asociarse a los recursos de la vida diaria • Intervención temprana ética = cooperación abierta temprana • Prácticas dialógicas en todas las situaciones • Los diálogos sobre buenas prácticas • Diálogos entre localidades • Puimala como un proceso de aprendizaje inter pares entre localidades • A modo de conclusión CAPÍTULO 9. GENERALIZANDO LAS PRÁCTICAS DIALÓGICAS • Generando investigación relevante para evaluar los diálogos abiertos • «Talla única para todos»: diseños de evaluación que restringen • Escasa validez externa de los estudios de «comparación de medias grupales» • Daños producidos por los estudios experimentales • La eficacia se pierde en la práctica real • De la búsqueda de modelos explicativos a los estudios descriptivos • El dispositivo de control de la práctica • Ciencia socialmente sólida • Resumen recapitulativo CAPÍTULO 10. HACIA UN FUTURO DIALÓGICO BIBLIOGRAFÍA DIALOGAR SOBRE LAS DIFERENCIAS Jorge L. Tizón Tenemos el placer de presentar en nuestra colección 3P (Psicopatología y Psicoterapia de las Psicosis) un nuevo volumen centrado en las aportaciones psicoterapéuticas, comunitarias, sociales y culturales del modelo OD (Open Dialogues, diálogos abiertos) y en algunos de sus desarrollos en esos diversos ámbitos. La motivación para incluir dentro de nuestra colección este nuevo volumen es, al menos, triple. En primer lugar, el OD y los DA (diálogos anticipatorios) están adquiriendo una cierta resonancia y difusión a nivel internacional, tanto como para que deseemos dar a conocer las nuevas perspectivas y enfoques de este importante avance psicoterapéutico y, tal vez, cultural. En segundo lugar, dado que su aplicación y puesta en práctica en las realidades técnicas e institucionales de la salud mental actual no es fácil y hace surgir todo tipo de problemas, deseábamos proporcionar nuevas perspectivas y reflexiones para las personas que intentan o se plantean intentar su puesta en práctica. La tercera motivación es más amplia y culturalmente relevante: el dialogismo y las «prácticas dialógicas» son presentados por sus autores como una tendencia cultural y filosófica de cara al futuro. Deseábamos que los estudiosos y los lectores en castellano poseyeran nuevos materiales para reflexionar y ayudar a pensar en las posibilidades de ese ambicioso ámbito. Por un lado, porque indudablemente está vinculado con los cambios de futuro imprescindibles en la técnicas y tecnologías de la salud mental: estas, o persisten en su desarrollo cada vez más heterónomo y tecnificado (en realidad, maquinizado), o van a tener que revertir su tendencia de los últimos decenios hacia una vía mucho más autogestionaria, comunitarista y realmente asentada en una cultura democrática. A nivel tecnológico es necesario que integren mucho más seriamente los conocimientos y técnicas psicosociales hoy desarrollados. Porque, por otro lado, el dialogismo cultural creemos que representa una de las múltiples aspiraciones y concreciones de una tendencia ideológica y cultural que está revolviendo toda nuestra civilización y todas las organizaciones sociales dominantes: la aspiración a la «Democracia real, ya» combinada con una visión ecológica radical (la humanidad como «objeto total»). El libro que presentamos está motivado por esa aspiración de ayudar a pensar en estas dificultades y proponer guías básicas para aplicar ese cambio de perspectiva. Varios capítulos entroncan directamente con el objetivo de nuestra colección (la «Psicopatología y psicoterapia de las psicosis»), en particular los que van del 1 al 3 y del 7 al 9. En el resto el lector encontrará herramientas, descripciones, casos y ejemplos de la aplicación del modelo enormemente sugerentes para enfocar nuestra actitud y sistemas técnicos en otros variados campos: la intervención temprana, la prevención, los cuidados aplicables en otros tipos de trastornos, el trabajo con instituciones… Como puede observarse, campos bien cercanos a nuestros problemas y necesidades cotidianos también en el ámbito de las psicosis. En el primer volumen acerca del modelo publicado en nuestra colección 3P,¹ se recordaba cómo el OD tomó impulso a partir de la validación de los principios del enfoquedel NAT (Need Adapted Treatment) para orientar el trabajo con «clientes» y familias con psicosis.²-⁴ Sus siete principios básicos se resumían así: 1) ayuda inmediata; 2) perspectiva de red social; 3) flexibilidad y movilidad; 4) responsabilidad del equipo; 5) continuidad psicológica; 6) tolerancia a la incertidumbre; 7) dialogismo. El resultado de su aplicación supone cambios relevantes con respecto a nuestro sistema real de «asistencia» o «cuidados» a este tipo de problemas. Por ejemplo, como recuerdan en este volumen Seikkula y Arnkil, una de sus consecuencias dentro del ámbito farmacológico es que, salvo excepciones, no se proporcionan neurolépticos de entrada, sino después de haberlo discutido en al menos tres reuniones de OD. Como mencionamos entonces y hemos desarrollado en otras publicaciones,⁵, todo ello tiene que ver con una idea de la psicosis y, en general, de los trastornos mentales, diferente de la que proporciona la psicopatología clásica. Nuestra idea, en concreto, tiende a verlos y estudiarlos como intentos adaptativos individuales y familiares para mantener la integridad de la personalidad, el sistema familiar y el desarrollo ante graves perturbaciones biológicas, psicológicas o psicosociales. Pero se trata de intentos que pueden desarrollarse por vías inadecuadas, con el resultado de que pueden producir más sufrimiento que el que intentan prevenir. Un enfoque bien diferente de la perspectiva biomédica de los trastornos mentales como «enfermedades» y de las comunicaciones del sujeto, paciente o cliente como «síntomas», indicadores de «enfermedad», «productos de deshecho» o elementos a eliminar… El mismo Seikkula, junto con Aaltonen, Lehtinen, Larivaara, Pippo y otros aplicaron hace unos años los principios de su modelo en varios trabajos clínicos y de investigación.²,³ De entrada, hay que recordar que el NAT implicaba una base teórica sistémico-psicoanalítica, con un entrenamiento de los profesionales fundamentado⁴ en al menos tres principios: Sintonía cultural con el grupo que precisa cuidados, con consecuencias tales como las frecuentes visitas a domicilio y, si es necesario, el tratamiento a domicilio. Formación continuada del personal participante, tanto en los aspectos técnicos como en los más estrictamente culturales de los que venimos hablando. Una formación realizada fundamentalmente en servicio y financiada por el sistema público. La justificación para esos amplios sistemas formativos y para su financiación es el principio que nosotros llamamos de reparatividad solidaria: sus beneficiarios van a ser la comunidad y sus miembros necesitados de cuidados y de la reparatividad social global.²-⁴ ¡Qué menos que se dediquen a ello los recursos necesarios! Diálogo abierto y dialogismo. No se trata de realizar entrevistas y reflexiones «centradas en la enfermedad», sino abiertas a cualquier tema y expresión de los participantes; de ahí el dialogismo. El objetivo fundamental de las entrevistas es, en primer lugar, motivar el diálogo en sí mismo para, después, promover cambios en el individuo y/o en la familia. Las reuniones o entrevistas se plantean como un fórum donde familias y otros participantes (incluidos los profesionales más «especializados») tienen la oportunidad de aumentar la percepción y autogestión de sus vidas al discutir las dificultades y problemas de los participantes. Esa base teórica y técnica, al estar apoyada en serios procesos de formación continuada, permitió los siguientes desarrollos organizativos del sistema psiquiátrico con modelo NAT y OD, que se resumieron en el libro anterior:¹ servicios comunitarios en el territorio; equipos móviles para atender las psicosis; equipos y cuidados adaptados a las necesidades de cada familia concreta; ayuda inmediata en el caso de crisis (en las primeras 24 horas); profesional de referencia para cada caso y familia, con continuidad de la atención psicológica a lo largo de todo el proceso; tratamiento a domicilio si es necesario; apertura a la red social real del sujeto y a su familia en las reuniones de OD y en los cuidados, etc. Después, en la concreción de ese modelo adaptado a las necesidades (también a las necesidades de los profesionales y de sus propias redes profesionalizadas) desempeñarán un papel variable diversas técnicas especializadas en salud mental: desde luego, los propios principios técnicos del OD y AD, pero también técnicas y herramientas de base psicoanalítica, sistémica, estratégica, cognitivo-conductual, humanística, etc. En ese sentido, tal como se ilustra en este volumen, el modelo OD-AD ha podido mostrar sus potencialidades en campos aparentemente distantes como las psicosis, de las que venimos hablando, pero también en los trastornos depresivos, en la atención temprana, en las organizaciones sociales y comunitarias y en la dinámica interna de diverso tipo de equipos, tanto asistenciales como no asistenciales, etc. Lo importante es percibir y reflexionar acerca de cómo, si esos trabajos se hacen desde un modelo de OD, incluso los proyectos de investigación pueden convertirse en terapéuticos, algo que a menudo casi resulta una contradicción extrema en el campo de la SM. En efecto, es frecuente que los proyectos de investigación que se centran en la clínica o en la evolución de este tipo de trastornos tiendan a artefactar y complicar los cuidados, el sistema de cuidados y el conjunto de la atención a los sujetos y su microgupo social. Sin embargo, como hemos podido comprobar, si el trabajo de investigación se incluye en perspectivas dialógicas (o con una dinámica participativa), también la investigación que utiliza instrumentos estandarizados puede resultar una ayuda clínica como, por ejemplo, en el establecimiento del vínculo, en la alianza terapéutica, en el contacto con la realidad externa de los sujetos más dificultados para ello e, incluso, en la reorganización del self, algo básico en los cuidados de la psicosis a medio y largo plazo. Hemos podido comprobar esas posibilidades inesperadas de la investigación cuando esta se realiza teniendo en cuenta los deseos y necesidades de los sujetos, en investigaciones incluso empíricas con entrevistas estandarizadas y semiestandartizadas como el LISMEN, FETZ, ERIraos, SIPS-SOPS, Relationship Questionnaire y otros.⁷-¹ * En ese sentido, una actitud más abierta, simétrica en comunicación y dialogante, como proponen Seikkula, Arnkil, Aaltonen y otros clínicos e investigadores escandinavos, en particular a partir de los trabajos de Alanen y colaboradores,¹¹ posee la ventaja de que nos facilita entender desde otras perspectivas muchos de los sucesos de nuestro trabajo profesional. A menudo, hablando de los sujetos y familias con problemas graves (o, como se traduce en este libro, «problemas enrevesados»), las describimos como «familias multiproblemáticas». Una visión más apropiada, y menos estigmatizante, es la de entender que estas familias se convierten en «familias multiservicios» debido al complejo juego de coordinación-descoordinación de los servicios especializados que lleva a que cada una de ellas esté teniendo que visitar a tres, cuatro o hasta diez servicios que teóricamente se preocupan por diversos aspectos de su bienestar y sus cuidados. Una situación a todas luces necesitada de cambio. Habría que tender a facilitar la vinculación, tanto con profesionales individualizados como con servicios integrados y bien coordinados. A ser posible, al menos en el caso de los trastornos mentales graves, con un solo servicio que integre o, como poco, coordine estrechamente el resto de los servicios, dispositivos y técnicas necesarios en cada familia o grupo. El punto de vista dialógico (y democrático) implica centrar el foco en esta complejidad: cómo salir del laberinto multiservicios fortaleciendo recíprocamente los recursos de las familias.¹²,¹³ En realidad, ese trabajo nos lleva a cambiar el calificativo… y el foco. De familias «multiproblemáticas» a «familias multiservicios» —y, como nosotros solemos decir, «familias multiservicios (des-integrados)»—.La dificultad no radica tanto en los problemas de las familias. Ya sabemos que, si son graves, en nuestra sociedad son o van a ser múltiples. La contrariedad radica en lo disfuncional y poco integrados que resultan nuestros servicios para atenderlos. De ahí la necesidad de que estén basados en una perspectiva psicosocial integral e integradora y, por lo tanto, dialógica y comunitarista,¹³,¹⁴ y hoy no lo están. Las dificultades de un cambio de paradigma Como ya dijimos en el prólogo al primer volumen sobre el modelo,¹,⁵ es evidente que la aplicación y desarrollo de estas propuestas no resulta fácil. Entre otras cosas porque para desarrollarlas se necesitarían cambios profesionales, técnicos y teóricos importantes y serios. De entrada, se necesita profundizar en la formación psico(pato)lógica y psicoterapéutica de los profesionales. En los países de origen del OD y los DA esto ya se ha hecho gracias a la existencia de sistemas verdaderamente públicos de salud (y que, por tanto, incluyen seriamente la formación y la supervisión de los profesionales dentro de las provisiones del servicio de salud público). Pero es que, en segundo lugar, se necesitan cambios técnicos, políticos y pragmáticos. Los profesionales (y los ciudadanos) han de decidirse a rescatar su tiempo (y su libertad para administrarlo) de las manos de una organización productivista y neoliberal de la asistencia. Una organización que ha intentado reducir nuestro trabajo al de meros «adaptadores profesionales apresurados y seudocientíficos» (y, además, a partir de bases mayoritariamente especulativas y «biocomerciales»). Esos cambios supondrían aplicar en el campo de la salud y sus dispositivos el principio del «decrecimiento sostenible» (en profesionalismo), con la aclaración de que ello no significa destecnificar la asistencia sanitaria contemporánea, sino hacer un uso más racional de las tecnologías biológicas y la bioingeniería y un mejor y mayor uso de las tecnologías psicológicas y psicosociales (que también son tecnologías). Significa, desde luego, que la organización de los servicios no solo permita, sino que facilite e impulse el dialogismo y las prácticas dialógicas; desde luego, en los servicios de salud mental, pero también en otros muchos servicios comunitarios, como desarrollan Seikkula y Arknil en varios capítulos del presente libro. No se nos oculta, y no debemos pasar por alto la realidad de que, contra esos cambios milita toda una organización social basada en el aprovechamiento clasista y dirigida a los negocios privados de las diferencias, en vez de una organización basada en los principios éticos (autonomía, beneficencia, no maleficencia, equidad, solidaridad y desarrollo solidario, y creatividad) y en el principio democrático básico del respeto por las diferencias. Pero es que, en tercer lugar, también personal y profesionalmente se necesitan cambios culturales. ¿Cómo si no podremos «soportar» reuniones con la familia, los allegados y los «pacientes designados» en los que no partamos de nuestros «conocimientos» y «recetas», sino de nuestros desconocimientos e inseguridades? Es evidente que en el terreno de las psicosis (y en otros muchos dentro de los servicios comunitarios) no poseemos «soluciones» claras y seguras y, por tanto, deberíamos estar mucho más necesitados de (no solo dispuestos a) escuchar a otros actores y agentes sociales y familiares, a menudo con más y mejores conocimientos del tema y de las posibilidades de ayuda que nosotros mismos, los propios profesionales. Es una perspectiva que, modestamente, también hemos intentado desarrollar con la inclusión en nuestra colección de volúmenes escritos desde la óptica del propio sujeto o «en primera persona», como los libros de Hardcastle, Morrison, Geekie y Read, Jackson y Magagna, Williams, Saraceno, Gauger… aunque oír esas voces y atender a esas posturas, a menudo críticas, choque con el profesionalismo tecnocrático en el que hemos sido formados (¿o deformados?) gran parte de los profesionales de la salud mental. Como ilustración, recuerden las reuniones, sesiones o asambleas de servicio, centro o unidad a las que han asistido últimamente o de las cuales han tenido noticia. ¿En cuántas de ellas los profesionales de la salud mental han transmitido directamente sus preconcepciones, ideas previas y asunciones, por parciales o irrealistas que estas puedan haber resultado, sin haber preguntado previamente a la familia y allegados por sus propias expectativas? Frecuentemente; sin siquiera oír (o muy poco o sesgadamente) lo que los «usuarios» o «clientes» tenían que decir. No solo es cuestión de tiempo, sino, a menudo, de deformación profesionalista, actitud no democrática y convicción cuasi delirante en las propias «soluciones». «Soluciones» o «recetas» que la propia psicosis, y sus avatares, se encargan de desmontar una y otra vez… para que se vuelvan a construir una y otra vez propuestas, teorías, sistemas y técnicas que no han escuchado lo suficiente las vivencias de las personas que están sufriendo las crisis psicóticas y otros «problemas enrevesados», en la acertada traslación de nuestros traductores.¹⁵-¹⁸ Formación, cambios técnicos, supervisión, cambios organizativos, prácticas más democráticas también en la cotidianidad profesional, extensión cultural e ideológica de las aspiraciones hacia la «democracia real»… Es difícil que puedan practicarse y generalizarse el dialogismo y las anticipaciones dialógicas sin esos cambios primordiales. Lo cual implica, insistimos, la apertura de numerosos espacios de formación, reflexión y/o supervisión para el personal que desee el cambio y que esté dispuesto a realizar ese trabajo en estos múltiples ámbitos. No es un esfuerzo pequeño ni sencillo. Un motivo, pues, para esta segunda publicación: proporcionar reflexiones, sistemas y argumentos para ese esfuerzo. Si bien es casi imposible aplicar esos principios técnicos y organizativos sin un aumento en la democracia real de nuestras sociedades y de sus organizaciones profesionales, el propio dialogismo puede contribuir a esos cambios imprescindibles. La necesidad de cooperar dialógicamente por encima de las fronteras de las organizaciones sociales es una necesidad cada vez más perentoria y cada vez más sentida por el cuerpo social. Por eso, los foros y métodos para las negociaciones «transfronterizas» y el dialogismo dentro de las organizaciones son otro de los intereses desarrollados en diversos capítulos del volumen que aquí presentamos. En este sentido, el presente volumen también intenta aportar una perspectiva o una vía para estimular y desarrollar el necesario cambio cultural de nuestras sociedades: implantar como imperativo categórico una mayor solidaridad y atención a sus miembros, grupos y organizaciones más necesitados, es decir, un cambio cultural en el sentido de la reparatividad. En nuestra opinión, los modelos y sistemas OD y DA pueden contribuir a esos cambios sociales y culturales hoy tan perentorios. Posiblemente se trate de componentes o elementos facilitadores del avance en la vía de la reparatividad solidaria, hacia un horizonte comunitarista y, por tanto, dialógico radical. Referencias citadas SEIKKULA, J. y ARNKIL, T.E. (2016), Diálogos terapéuticos en la red social, Barcelona, Herder. AALTONEN, J. SEIKKULA, J. y LEHTINEN, K. (2011), «The Comprehensive Open-Dialogue Approach in Western Lapland. I: The incidence of non-affective psychosis and prodromal states», Psychosis, 3(3), 2011, pp. 179-192. LARIVAARA, P., TAANILA, A., AALTONEN, J., LINDROOS, S., VÄISÄNEN, E., VÄISÄNEN, L. (2004), «Family-Oriented Health Care in Finland. Background and Some Innovative», Families, Systems & Health. The Journal of Collaborative Family HealthCare, 22(4), 2004, pp. 395-409. PIIPPO, J. y AALTONEN, J. (2008), «Mental health care.Trust and mistrust in different caring contexts», Journal of Clinical Nursing, 17, 2008, pp. 2867-2874. TIZÓN, J.L. (2016), «La importancia del diálogo democrático para la integración social, familiar y personal». Prólogoal libro de J. Seikkula y T. E. Arnkil, Diálogos terapéuticos en las redes sociales, Barcelona, Herder, pp. 11-26. TIZÓN, J.L. (2013), Entender las psicosis. Hacia un enfoque integrador, Barcelona, Herder. 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Prevalence in two socially differentiated neighborhoods of Barcelona», Psychosis (3), pp. 1-10. doi:10.1080/17522439.2013.773364. ALANEN, Y. (1997), Schizophrenia. Its Origins and Need-Adapted Treatment, Londres, Karnac, 1997 [trad. cast.: Esquizofrenia. Sus orígenes y su tratamiento adaptado a las necesidades del paciente, Madrid, Fundación para la investigación y el tratamiento de la esquizofrenia y otras psicosis, 2003]. IMBER-BLACK, E. (1998), Families and Larger Systems. A Family Therapist’s Guide Through the Labyrinth, Nueva York, The Guilford Press [trad.cast.: Familias y sistemas amplios. El terapeuta familiar en el laberinto, Buenos Aires, Amorrortu, 2001]. TIZÓN, J.L. (2014), Familia y psicosis. Cómo ayudar en el tratamiento, Barcelona, Herder. TIZÓN, J.L. (2018), Apuntes para una psicopatología basada en la relación.Variaciones psicopatológicas. Vol. 1. Psicopatología general, Barcelona, Herder. HARDCASTLE, M., KENNARD, D., GRANDISON, S. y FAGIN, L. (2009), Experiencias en la atención psiquiátrica hospitalaria, Barcelona, Herder. MORRISON, A.P., RENTON, J.C., FRENCH, P. y BENTALL, R. (2011), ¿Crees que estás loco? Piénsalo dos veces, Barcelona, Herder. WILLIAMS, P. (2014), El quinto principio, Barcelona, Herder. GAUGER, K. (2019), Mi esquizofrenia, Barcelona, Herder. * Como anécdota ilustrativa, me gustaría recordar aquí una de las entrevistas con Ramón, un adolescente diagnosticado de psicosis paranoide en situación subaguda. En un determinado momento de la larga y a menudo farragosa entrevista del ERIraos, me llamó la atención sobre la misma señalando una de las preguntas que figuran en el protocolo escrito que yo mantenía entre los dos, así que me espetó: «¡Eh!, creo que se te ha olvidado hacerme una pregunta, la quinta. Mira, esta de aquí». Y me señalaba con su dedo la pregunta que, efectivamente, yo había saltado y no le había realizado. INTRODUCCIÓN: OBJETIVO Y TEMAS DE ESTE LIBRO El propósito de este libro es fomentar el dialogismo, las relaciones abiertas, y adaptativas, sin la meta estratégica de cambiar a los otros. Reflexionaremos sobre el trabajo en la asistencia directa al cliente, la investigación y el desarrollo a partir de nuestra experiencia de los últimos treinta años. Nuestras actividades se han desarrollado principalmente en situaciones de trabajo relacional multiactor,¹ Jaakko en psicoterapia y Tom en conexión con el trabajo social, la educación, guarderías y otros servicios para las familias. No obstante, esperamos superar las limitaciones de nuestra experiencia y llegar a lectores que no practican estas profesiones o no comparten estos campos concretos de interés. Lo intentaremos profundizando tanto como podamos en el núcleo del dialogismo y en el contexto más amplio de las prácticas relacionales. Las personas vienen al mundo entre relaciones y viven en ellas. Son estas relaciones las que se convierten en la dinámica organizadora de su psique. Este es el punto de partida de los profesionales del trabajo relacional. No tratan a las personas como agentes singulares aislados, sino como agentes insertos en sus redes sociales. También las personas nacen entre diálogos; la reciprocidad no requiere de una formación especializada. No obstante, incluso las prácticas relacionales pueden perder su fundamento dialógico, distanciándose así de su base relacional. Quizá la forma más habitual en la que esto sucede sea asumiendo la causalidad unilateral: A toma como objeto B utilizando x, dando lugar a y. Reemplazando A con experto, B con cliente, x con método e y con cambio se obtendrá la fórmula predominante en la actualidad de las «buenas prácticas» en investigación y desarrollo. Esperamos poder descubrir los elementos nucleares del dialogismo comunes a todas las prácticas relacionales, activos también en las relaciones cotidianas. En nuestra opinión, comprender qué hace que los diálogos sean dialógicos es importante a la hora de desarrollar un trabajo relacional. Examinaremos las situaciones que plantean retos al dialogismo e intentaremos extraer de la práctica aspectos útiles para restablecer y proteger la adaptatividad. También nos gustaría que las prácticas relacionales dialógicas fueran sostenibles y, en ese sentido, evocaremos nuestras experiencias clave a la hora de cogenerar una cultura de práctica dialógica con los agentes locales. Ambos, Jaako y Tom, hemos tenido la suerte de unirnos a procesos donde toda la comunidad local y regional, desde la base hasta la alta dirección, y transversalmente, en todos los sectores, ha desarrollado —continúa haciéndolo— una cultura de trabajo orientada al diálogo. Deseamos apoyar las actividades del lector para promover en su propio contexto una cultura dialógica. Hablaremos del diálogo, el dialogismo, la polifonía de las voces, la intersubjetividad y las redes sociales. El dialogismo es, para nosotros, no un método, sino un posicionamiento, una actitud, una forma de estar entre las personas, y en su núcleo encontramos una relación fundamental de alteridad: las personas son iguales pero no idénticas. El punto de vista sobre la vida de una persona es siempre único y externo al punto de vista del otro. Como ya señaló el filósofo ruso Mijaíl Bajtín (1993) en 1923: En esta posición externa, yo y el otro nos hallamos en una relación de absoluta contradicción mutua en el evento; […] en ese momento, yo, desde mi propio y único lugar en la apertura del ser, afirmo y valido la entrega de su ser que él mismo niega. Lo que el otro acertadamente niega en sí mismo, yo acertadamente lo afirmo y preservo en él. (p. 129) Ambos, Yo y el Otro, nos afirmamos y validamos mutuamente en el encuentro, y esto se mantiene como la única verdad del Yo y el Otro. Más tarde, Bajtín empleó este método para investigar las novelas de Dostoyevski haciendo ver que encarnan el dialogismo en las relaciones. Según Bajtín (1986), en las novelas de Dostoyevski no hallaremos un personaje principal que posea la verdad de la vida, sino que todos los personajes de sus novelas tienen sus propias verdades, verdades que nadie más puede negar, con lo que la única forma de actuar en la vida es en continuo diálogo entre seres humanos autónomos, una vida polifónica, como la llamó Bajtín. En la búsqueda del núcleo central del dialogismo en las prácticas relacionales haremos hincapié en el respeto al otro, a la alteridad exclusiva del otro. Pensamos que este es el núcleo dialógico común en las relaciones cotidianas, en la psicoterapia, en la educación, en la gestión, en el trabajo social y en las otras actividades relacionales. Si llevamos la noción de alteridad a las relaciones activas, la necesidad de la polifonía es evidente. Las personas anticipamos, solicitamos respuestas y respondemos a las respuestas de otros, por lo que no estamos completamente «fuera» de los otros. Sin embargo, no nos volvemos idénticos. El Otro es siempre más de lo que nunca podremos conocer, como insisteEmmanuel Lévinas (1969), y es precisamente esta alteridad lo que hace que el diálogo sea a la vez posible y necesario. La vida es relacional; las personas nacen y viven entre relaciones, pero serán diferentes siempre unas de otras. Necesitamos reconocer y aceptar al otro, respetar su alteridad incondicionalmente. El respeto incondicional por la alteridad tiene consecuencias profundas en la vida personal y en el trabajo profesional. Los capítulos de este libro se centrarán en este último, pero también reflexionaremos de vez en cuando acerca de las relaciones cotidianas. El propósito de este libro es fomentar el dialogismo en las prácticas relacionales, los cambios que tienen lugar en la psicoterapia, la psiquiatría, el trabajo social, la educación, las guarderías, la administración y otros campos de la actividad profesional relacional. Y, como ya se ha dicho, hablaremos también de los factores que ayudan a mantener y diseminar dichas prácticas, de manera que no se vean aisladas y abandonadas sino que cuenten con el respaldo de una cultura práctica dialógica. Los temas de los que trata este libro Comenzaremos describiendo brevemente dos enfoques dialógicos y diversas experiencias al aplicarlos, insistiendo en algunos aspectos prácticos (capítulo 1). A continuación debatiremos sobre las intervenciones tempranas y los retos que se plantean para el dialogismo en las situaciones preocupantes. Respetar la alteridad es más o menos fácil cuando no hay preocupaciones, pero los temores tienden a alterar el enfoque (capítulo 2). En los siguientes dos capítulos nos centraremos en describir con mayor detalle el camino que nos ha llevado a las prácticas dialógicas, en concreto al «diálogo abierto» y a los «diálogos anticipatorios o de futuro»,² los dos enfoques en los que tenemos más experiencia. Son muy diferentes, como se dará cuenta el lector, pero también comparten cosas muy importantes. El diálogo abierto es un enfoque bien conocido en el trabajo psicoterapéutico en situaciones de crisis, pero al hablar de estos enfoques abordaremos también los principios clave en la apertura y el dialogismo, importantes en cualquier práctica relacional. Al describir nuestra trayectoria plantearemos algunos retos clave que motivaron los enfoques dialógicos. Damos por hecho que su eco resonará en la experiencia profesional actual del lector (capítulos 3 y 4). La siguiente etapa de nuestro viaje será indagar en las cualidades nucleares del diálogo. Reflexionaremos sobre diversos planteamientos que fomentan un espacio dialógico (capítulo 5). En el capítulo 6 nos preguntaremos por qué el diálogo polifónico puede ser tan sumamente efectivo, lo que nos llevará a reflexionar sobre el carácter relacional de la vida, en la que el diálogo es la base de la existencia humana desde nuestro primer aliento. El resumen de este capítulo se presenta como un conjunto de directrices prácticas. En el capítulo 7 discutiremos sobre cómo dar sentido a los diálogos. Para ello describiremos un método específico para dar sentido a los diálogos con múltiples actores, aquellos en los que participan más de dos personas. Los últimos temas de nuestro viaje versarán sobre la generalización y la sostenibilidad de las prácticas dialógicas. En el capítulo 8 hablaremos del cambio a nivel comunitario y del municipio. En el capítulo 9 abordaremos la generalización a partir de la experiencia y el respaldo de una investigación rigurosa. Los diálogos se merecen unas prácticas de investigación fieles a la adaptatividad y a la polifonía. Fomentar las prácticas dialógicas exige desarrollar un paradigma de investigación apropiado. Propondremos diseños para una investigación naturalística. Concluiremos poniendo por escrito algunas ideas que surgieron cuando ya estábamos finalizando el libro (capítulo 10). 1 En el texto se hace equivaler multiactor con múltiples actores. (N. de los T.) 2 Anticipation/Future Dialogues en el original inglés. En adelante «diálogos anticipatorios». Cf. capítulo 4, nota 1. (N. de los T.) 1. SIGA LO QUE LOS CLIENTES PRESENTAN Y PREPÁRESE PARA LA INCERTIDUMBRE En este capítulo abordaremos las dos prácticas a las que nos hemos dedicado de forma principal durante las dos últimas décadas, dos desarrollos de los diálogos con múltiples actores. Son distintas una de otra, pero la diferencia con los métodos de trabajo tradicionales es aún mayor. Los procesos que tienen lugar en esos diálogos nos siguen conmoviendo y sorprendiendo, incluso después de dos décadas de práctica, y despiertan nuestra curiosidad acerca de lo que realmente ocurre en ellos. Es esta búsqueda del núcleo del dialogismo la que vamos a emprender ahora y a la que invitamos a unirse al lector. Para empezar, echaremos un vistazo a dos prácticas distintas, ambas centradas en generar diálogo en los encuentros con los clientes. La primera escena presenta los diálogos abiertos; la segunda los diálogos anticipatorios. Comentaremos también su contexto general, los ámbitos en los que se generaron y la necesidad de desarrollar prácticas dialógicas. La necesidad social de las prácticas dialógicas será un tema recurrente que desarrollaremos a lo largo de este libro. Al hermano gemelo de Lisa lo llevaron al centro de atención primaria un fin de semana, tras un intento de suicidio. El lunes por la mañana su médico de familia contactó con un psicólogo del centro de salud mental. El psicólogo se encargó de configurar el equipo de tratamiento, incluyéndose él mismo, una enfermera del centro de salud mental y un médico y un psicólogo del servicio hospitalario de agudos. El equipo organizó una visita domiciliaria ese mismo día. En este primer encuentro estuvieron presentes Lisa, su madre, su padre, su hermano gemelo y un hermano menor. Lisa se puso a hablar acerca de sus teorías filosóficas personales y sobre sus delirios en los que ve personas con cabeza de toro. El equipo fue capaz de encajar esta historia inesperada y empezó a conversar con Lisa y el resto de la familia. Estaban realmente sorprendidos porque creían haber acudido por el hermano gemelo de Lisa, pero la madre les dijo que en casa estaban preocupados por ambos hermanos. De hecho, resultó que los dos estaban gravemente psicóticos. Lisa había vuelto a casa un año antes, y ambos gemelos se habían aislado socialmente desde hacía unos cuatro meses. Lisa había tenido síntomas psicóticos durante veinticinco meses, y parecía disponer de una red social pobre, con escasas conexiones con gente ajena a la familia. Debido a lo crítico de la situación, con dificultades muy graves de salud mental, el equipo y la familia decidieron reunirse a diario. Se hizo así al comienzo, durante un par de días; a lo largo de los dos primeros meses se celebraron un total de nueve reuniones. Con los miembros de la familia muy participativos en la conversación desde el principio, los encuentros fueron desarrollando una calidad psicoterapéutica creciente. Buena parte del debate se centró en las relaciones de los miembros de la familia entre sí, saliendo a relucir incluso experiencias difíciles del pasado. Surgieron muchos episodios de discusión reflexiva entre los miembros del equipo. En el sexto y séptimo encuentros Lisa expresó rabia y odio hacia su padre por cómo valoró su comportamiento durante su infancia. Para ella, su padre no había respetado a su hermano y la había obligado a asistir a clases de piano sin que tuviera ningún interés por ese instrumento. Parecía que, por primera vez, le era posible construir palabras para describir sus experiencias difíciles con su padre. Al comienzo del proceso, el médico de familia prescribió neurolépticos que Lisa tomó en cinco ocasiones pero que, finalmente, decidió abandonar porque, como explicó en la entrevista de seguimiento a los dos años, «el mundo entero se volvía oscuro e inmóvil y me dejaban sin pensamientos». Dos meses después inició una psicoterapia individual con un psicólogo miembro del equipo de crisis. Se tomó la decisión de común acuerdo a propuesta del equipo. Los miembros delequipo consideraron que, después de haber superado la crisis aguda era conveniente una psicoterapia más sistemática. Durante esta fase Lisa aún presentaba experiencias psicóticas ocasionalmente. Seis meses después Lisa decidió dejar la psicoterapia y marcharse lejos de casa, y ya no fue posible seguir en contacto con ella. En la entrevista de seguimiento, a los dos años, dijo que había comenzado a estudiar filosofía y no se detectaron síntomas psicóticos residuales. Había decidido que tenía que encontrar una manera de dejar atrás sus problemas por sí misma, y que por eso abandonó la psicoterapia y se marchó. También dijo que se había dado cuenta de que no era bueno para ella vivir cerca de su familia, porque con frecuencia eso la llevaba a riñas y disputas. Le resultaba mejor vivir sin demasiado contacto con su familia. Había tenido delirios psicóticos aproximadamente durante medio año después de dejar la psicoterapia, pero desde entonces los síntomas no habían reaparecido. En la entrevista de seguimiento, a los cinco años, dijo que se había tomado un descanso en sus estudios. Había estado trabajando en limpiezas a tiempo completo durante tres años y se había casado. Habló también de sus planes de tener un bebé. Esta breve descripción muestra un caso tratado según el enfoque del diálogo abierto, en el que se obtuvieron buenos resultados según se pudo comprobar mediante un seguimiento sistemático. Es un caso que nos aporta información para la investigación (Seikkula, 2002; 2011; Seikkula et al., 2006). El primer encuentro se organizó inmediatamente, el mismo día del contacto con el médico de familia. Esto significa que la organización psiquiátrica pudo contar con un equipo de resolución de crisis formado conjuntamente por personal del centro de salud mental y del hospital psiquiátrico local. Ya desde la primera reunión se incluyó a la red social más próxima, que participó luego a lo largo de todo el proceso, aunque la motivación de los padres disminuyera más tarde. El equipo que se reunió con la familia el primer día fue quien se encargó del proceso terapéutico completo y el que escogió, de manera flexible, los métodos que mejor se adaptaban a los pacientes y a la familia. El mismo equipo garantizó la continuidad psicológica a lo largo de todo el proceso, incluyendo el tránsito de las sesiones familiares a la psicoterapia individual. El proceso permitió la tolerancia durante los períodos de incertidumbre marcados por el discurso alucinatorio y el odio que Lisa manifestó contra su padre. A lo largo del proceso, y durante los muchos momentos de crisis, se pudo generar y mantener el diálogo. Esto resultó evidente desde el primer encuentro, ya que el equipo no se centró en el diagnóstico de la psicosis, sino que más bien puso todo su empeño en generar un diálogo en el que la familia pudiera expresar el problema en su propio lenguaje. En varias secuencias de las nueve sesiones, los miembros del equipo mantuvieron diálogos reflexivos entre sí mientras los miembros de la familia escuchaban. El diálogo abierto como práctica psiquiátrica se originó en la provincia finlandesa de Laponia Occidental. Ha supuesto un profundo cambio en la organización del tratamiento psiquiátrico y también en la comprensión de lo que son las crisis psíquicas. Se fundamenta en una investigación científica sistemática, tanto de los procesos como de los resultados del tratamiento. Esta investigación sobre la psicosis aguda y la depresión mayor, y la organización del sistema asistencial muestra resultados diferentes comparados con el tratamiento psiquiátrico tradicional, que suele estudiarse mediante diseños de investigación empíricos tradicionales. Como mínimo, los resultados son realmente prometedores. Volveremos sobre ello con más detalle en el capítulo 9, pero nos detendremos aquí un momento para abordar los retos de la relación entre práctica e investigación tal como se manifestaron al desarrollar los diálogos abiertos. Lo sustancial es que para hacer una investigación apropiada sobre los diálogos abiertos es necesario desarrollar métodos de investigación apropiados. Cuando comenzamos, los diseños y métodos adecuados simplemente no existían; no había donde elegir. La investigación en salud mental estaba — continúa estando— dominada por estudios que miden los efectos de un método único (por ejemplo, la medicación) sobre síntomas aislados (u otras conductas medibles) en entornos tipo laboratorio. Los ensayos clínicos empíricos son útiles para hacer afirmaciones acerca de efectos unilaterales, pero la vida es más compleja, y la discrepancia se hace patente cuando se estudian los efectos del diálogo multilateral. El desarrollo de la práctica necesitaba desarrollar una praxis de investigación que admitiera que en los diálogos abiertos las personas se encuentran como seres humanos completos y corporalizados, en relaciones adaptativas. Durante décadas, nuestro mundo occidental ha mantenido una fe profunda en la investigación empírica en marcos propios de un laboratorio, aislando los fenómenos de su entorno. La investigación en Salud Mental no es una excepción. De hecho, en psiquiatría, a partir de los años 50 del siglo pasado, tras la introducción del primer antipsicótico, la industria farmacéutica ha invertido ingentes sumas de dinero en investigación neurobiológica para desarrollar nuevos fármacos no solo para la psicosis, sino también para la depresión, la ansiedad, el abuso de sustancias y muchos otros trastornos. La perspectiva es una visión de la vida en la cual todos los problemas de salud mental se pueden reducir a funciones cerebrales, lo que a su vez justifica los tratamientos farmacológicos como tratamientos de elección. Se ha formado a los profesionales como expertos en formular el diagnóstico preciso para seleccionar el fármaco adecuado. Otras formas de tratamiento, principalmente las intervenciones psicosociales, han pasado a ser subsidiarias de la medicación. Además del énfasis en los fármacos, el campo ha sufrido una marcada especialización. Clínicas específicas para problemas específicos eligen diagnósticos específicos y los tratamientos consiguientes de conformidad con las guías de excelencia. La parte principal de la investigación psiquiátrica se ha movilizado para apoyar este tipo de cambios en la práctica, lo que a su vez ha fragmentado más la visión del ser humano, haciéndolo objeto de unos esfuerzos terapéuticos orientados al síntoma. Como muestra Robert Whitaker en su maravilloso análisis Anatomía de una epidemia (2010), esta práctica conduce a un callejón sin salida: las grandes esperanzas prometidas por los primeros estudios sobre antipsicóticos no se han hecho realidad. En cambio, han surgido problemas aún mayores. El tratamiento farmacológico antipsicótico, dirigido a síntomas fragmentados, puede incluso tener consecuencias dañinas para la función cerebral, la misma que este enfoque se proponía curar (Whitaker, 2010; Ho et al., 2011). «Ahora todo es diferente» Las prácticas dialógicas introducen una posibilidad profundamente diferente para encontrarse con los clientes como seres humanos completos. Por supuesto, la práctica basada en la reciprocidad también resulta desconcertante, tanto para quienes buscan ayuda como para los profesionales, y el poder curativo del diálogo es tan sorprendente como misterioso. Los cambios vitales parecen tener lugar mientras avanzamos en las prácticas dialógicas, en un proceso que no se basa en intervenciones estratégicas dirigidas a cambiar al otro. Es el núcleo de estos interesantes eventos lo que queremos explorar en este libro. En una experiencia confusa de terapia familiar con una hija de doce años diagnosticada de TDAH, los padres contaban que habían acudido a varias terapias familiares porque los problemas se habían presentado seis años antes, nada más comenzar la escuela. Tras seis meses de reuniones surgió en la conversación el tema de cómo había vivido cada miembro presente de la familia los encuentros con un equipo que adoptaba modos de trabajo dialógicos.El padre dijo: Todos los terapeutas familiares anteriores habían intentado cambiarme a mí y a mi mujer en la manera de tratar a nuestra hija. Estas conversaciones han sido diferentes. Aquí no se intenta cambiarnos, sino escucharnos a todos. He empezado a escuchar a mi hija, algo que nunca había hecho antes. Una señora de 46 años que había sufrido un segundo episodio psicótico se reunió en su casa con un equipo que había adoptado en su práctica psiquiátrica elementos del enfoque del diálogo abierto. En una sesión de consulta con su esposo y el equipo de terapia, que incluía al jefe de psiquiatría y a una enfermera, dijo lo siguiente: Esto ha sido muy diferente comparado con mi primer brote, hace un año. Entonces nosotros, mi familia, nos reunimos con un médico cuyo principal interés era entrevistar a mis familiares acerca de lo loca que yo estaba. Como si yo no estuviera allí. Ahora todo es diferente. Estoy aquí y se me respeta. Me gusta, sobre todo cuando el doctor habla con mi marido y me doy cuenta del respeto tan profundo que mi marido siente por mí. Había ingresado en una unidad de psiquiatría tradicional un año antes. En este hospital se celebró una reunión familiar, pero, al parecer, con el objeto principal de recopilar información para identificar el diagnóstico correcto, hacia lo que se orientaban las preguntas del médico. Resultó muy desagradable para la paciente; «fue como si no estuviera allí», algo muy diferente a lo que vivía ahora en el tratamiento del nuevo episodio. Una pareja, que llevaba más de treinta años viviendo junta, reñía ocasionalmente y con cierta facilidad. Esas situaciones desembocaban en agresiones por parte del marido. Se organizó una consulta doce horas después de que el marido se hubiera puesto furioso en casa y agarrara de la mano a su mujer. Sucedió tras un período tranquilo de alrededor de un año, que ambos esposos apreciaban como bueno. Ahora la mujer estaba desesperada y pedía consejo sobre qué hacer. La consulta se cargó de emociones intensas, especialmente por parte de la esposa. Dijo que había sido la gota que colmaba el vaso y que se daba por vencida y pediría la separación si los terapeutas no le daban algún buen consejo. Hasta ese momento, la reunión parecía transcurrir con bastante éxito, pero al final la solicitud de consejo para solucionar los problemas de la pareja hizo que el encuentro finalizara de forma insatisfactoria, porque no había ningún consejo que dar. Una semana más tarde los terapeutas se reunieron de nuevo con la pareja y se informó que ahora todo era diferente en su familia. Tras la consulta anterior se habían reunido con todos sus hijos adultos y hablaron sobre el tema, algo que nunca habían hecho antes. Después de la conversación la mujer dijo: Me di cuenta de que lo amo, incluso con sus debilidades. En el diálogo hay más voces que una sola. Renunciar a valernos de medios de control profesionales y de eficacia probada parece fundamental en el dialogismo. En el caso de la mujer de 46 años y su marido descrito más arriba, lo expresó el médico jefe con esta reflexión: Me siento completamente perplejo todo el tiempo. Sé que algo está pasando aquí, pero soy incapaz de decir qué es. Soportar la ambigüedad es un gran reto para un médico, como lo es tolerar la incertidumbre para cualquier profesional entrenado a pensar de que es el responsable de la situación, planes y procesos, y de que dispone de los medios para mantener el control. Un profesional dialógico ha dejado de buscar el control del plan. Su objetivo es formar parte de un proceso recíproco y compartido que va avanzando paso a paso, sin que los profesionales estén a cargo de lo que sucede ni dirijan el proceso mediante sus métodos e intervenciones. Los participantes en las prácticas dialógicas están en busca de nuevas experiencias. Los profesionales ya no guían el encuentro, sino que siguen lo que los clientes presentan. Es algo que puede suceder en contextos diferentes al trabajo con el cliente, como se muestra en el siguiente ejemplo. Siguiendo lo que dicen los alumnos Tom vivió una experiencia emotiva y muy instructiva en una escuela en Italia, en febrero de 2012. Los maestros son, por supuesto, responsables de lo que sucede en la escuela, pero en el 2º Istituto Comprensivo di Brescia un grupo de profesores siguió lo que los alumnos planteaban. En lugar de hacer que los alumnos se ajustaran a lo que el plan de estudios «demandaba» y lo que los profesores exponían, fueron los profesores quienes intentaron ajustarse a los alumnos. Uno de los principios guía era que los alumnos no aprenden bien a menos que se sientan seguros y cómodos: si tienes miedo, no aprendes.¹ En vez de aplicarse en desarrollar la materia escolar, los profesores facilitaban a los alumnos tiempo y espacio para relatar sus experiencias personales, preguntándoles qué hicieron la noche anterior o durante el fin de semana, y conversando tranquilamente. Lo que los alumnos presentaron aportó importantes temas para seguir conversando —asuntos como la diversión, la soledad, el compañerismo, las preocupaciones, el respeto, la alteridad y muchos otros— y las «cosas de la escuela», como aprender a leer, escribir, calcular, etc., se construyeron sobre estas bases. Cualquier cosa que pasara en la jornada escolar servía como punto de partida para debatir acerca de la vida. Los alborotos se convertían en recursos tras debatir sobre ellos; las respuestas equivocadas, un escollo para el aprendizaje seguro, se trataban como si fueran hipótesis interesantes formuladas con entera sinceridad: «¿Qué te hace pensar eso?». Y dado que ni se criticaban ni se ridiculizaban las respuestas erróneas, sino que se generaban debates interesantes, los alumnos se sentían seguros a la hora de expresar sus pensamientos. Tom, que fue maestro a finales de 1970, estaba fascinado. En lugar de imponer la materia educativa en las experiencias de los niños, ignorando más o menos su estado mental en el momento presente, se construía una atmósfera favorable mediante el diálogo, y los temas educativos se desarrollaban sobre ese sustrato como si fueran plantas que crecían. Eran las experiencias y los temas de interés personales, y no los determinados por el plan de estudios o por los profesores, los que proporcionaban el punto de partida para la reflexión filosófica y las referencias para la adquisición de conocimientos y destrezas. El contenido de la clase de música era una canción sobre un murciélago. Los niños la cantaron en animado canon tras discutir lo diferente que ve el mundo alguien que se cuelga cabeza abajo, y lo diferente que parece según cada punto de vista. El ambiente seguro se apoyaba en diferencias patentes en circunstancias y estilos de aprendizaje de los niños. En Italia, la educación está integrada. Los alumnos con discapacidad aprenden en las mismas aulas que el resto y a la escuela asiste cierto número de alumnos de origen inmigrante que no tienen el italiano como lengua materna. En el 2º Istituto Comprensivo di Brescia se hizo de esta diversidad riqueza, algo que, según le contaron a Tom los profesores, no era la tendencia típica de las escuelas italianas. Los alumnos saben que son diferentes, pero al mismo tiempo comparten sus experiencias y debaten sobre ellas. Una chica con discapacidad mental y física solía caminar durante la clase, pero a nadie le molestaba. Sabían que a ella le gustaba caminar. Habían hablado de lo que la chica podía y no podía hacer y lo que le gustaba y lo que no le gustaba, y eso los llevó a debatir sobre si la gente puede conocerse aunque no pueda pronunciar su propio nombre, lo que les llevó a su vez a preguntarse «¿Qué significa realmente conocerse?». A los niños se les pidió que doblaran un papel de cierta manera y que escribieran en él lo que ellos podían o no podían hacer, lo que les gustaba o disgustaba. Era a la vez un ejercicio de manualidades y de escritura, y una manera de reunir material personal para debates posteriores. Los niños son filósofos y reflexionan sobre cuestionestan profundas como los adultos, y si los adultos los toman en serio, los niños harán lo mismo. Pero el proceso de aprendizaje no tiene por qué ser «algo serio» como lo demostraba el ambiente alegre del 2º Istituto Comprensivo di Brescia. Generar un espacio dialógico requiere respetar cómo todas y cada una de las personas sienten y piensan, incluso si hay asuntos de gran importancia, como los planes de estudio, asomando por encima del hombro. Si la meta se establece lo suficientemente lejos, no solo al final de una lección, la necesidad de controlar y guiar las situaciones puede relajarse. Hay obligaciones, por supuesto, los profesores enseñan, los terapeutas sanan, etc., pero si el camino consiste en lecciones o sesiones con un objetivo determinado, entonces, seguir a los clientes, los alumnos, los padres u otras personas asistentes puede parecer demasiado arriesgado, y se tiene la tentación de tomar las riendas y guiar el proceso con los medios de control de los que dispone el profesional, a costa del espacio dialógico. Siguiendo lo que se dice en encuentros estructurados El dialogismo también es posible cuando se dirige y se estructura el encuentro, como lo demuestra la práctica de los diálogos anticipatorios. También en ellos, seguir lo que los clientes plantean es el pivote en torno al que todo gira. Al entrevistar a dieciocho familias que participaron en diálogos anticipatorios, algunos hasta tres años antes, resultó, para sorpresa de Tom y de sus colegas investigadores, que todos los miembros de la familia recordaban todo lo que tuvo lugar en las sesiones hasta en sus más pequeños detalles: qué se dijo, quién lo dijo y en qué tono, las miradas que se intercambiaron, los gestos, el clima en el que se desenvolvió la sesión. También recordaban bien los planes que se hicieron (Kokko, 2006). Aunque muchos de los entrevistados pensaron que este proceder era algo extravagante, y que algunos dijeron que al «recordar el futuro» en la reunión se sintieron francamente ridículos al principio, los miembros de la familia pensaban que el encuentro había sido útil. Una de las cosas de las que informaron fue que esperaban que la reunión comenzara con reproches hacia ellos, como había ocurrido siempre en su experiencia previa con profesionales, pero eso no sucedió. Al contrario, no se pronunció ni una sola palabra sobre sus defectos en el pasado. Otra sorpresa para los miembros de la familia fue que nadie dominó la reunión: todos los participantes, niños incluidos, tenían la misma oportunidad de hablar y escuchar. Los entrevistados estaban especialmente contentos con los dos facilitadores neutrales que dirigieron el encuentro con sus preguntas imparciales, aunque extrañas. Otra sorpresa más fue que en el encuentro se llegó a acordar un plan concreto y viable para una acción conjunta, algo no habitual en familias con una larga «carrera» como clientes de atención en múltiples servicios. Echemos un vistazo a un diálogo anticipatorio. La trabajadora social de un centro de bienestar social, Anna, estaba preocupada de que sus esfuerzos para ayudar a la madre de un niño pequeño no fueran lo suficientemente útiles. La madre, «Tina», intentaba dejar de beber y esta vez parecía que estaba consiguiendo mantenerse abstinente. Sin embargo, la trabajadora social tenía sus dudas. Tina recibía una prestación económica de bienestar social y a Anna le hubiera gustado apoyar los planes de Tina de seguir un curso para mejorar su cualificación laboral y encontrar un empleo. Sin embargo, la principal preocupación de la trabajadora social era el bienestar del niño, que el abuso de alcohol de Tina había puesto en peligro. En los intentos anteriores de Tina de seguir cursos de formación, su entusiasmo inicial se había desvanecido y había abandonado, lo que hacía que Anna dudara de que Tina fuera suficientemente en serio esta vez. Las dudas de la funcionaria de la oficina de empleo, Lotta, eran aún mayores. Todo esto lo sabemos porque Anna habló de sus preocupaciones al comenzar el encuentro de los diálogos anticipatorios. Estas reuniones empiezan precisamente así: la persona preocupada que convocó a las demás expresa su preocupación y agradece a los participantes que acudan para disminuirla. Por supuesto, la convocatoria tiene que ser consensuada con el/los cliente/s y solo se invita a los que ellos quieren que estén presentes. Así pues, con carácter previo al encuentro, la trabajadora social Anna manifestó su preocupación a Tina, la cliente (la madre), y le pidió su ayuda: «¿Podríamos tener un diálogo anticipatorio?», explicándole de qué se trataba. Le dijo a Tina que para hacer un plan concreto de acción conjunta podría ser muy útil el diálogo entre dos redes; las personas importantes de la red privada de Tina y los profesionales que estaban trabajando con la familia, todos los que Tina quisiera que participaran. También estarían presentes dos facilitadores neutrales ajenos al caso. Ellos son quienes dirigen la reunión haciendo preguntas sobre un buen futuro y el camino para alcanzarlo, separando el hablar y el escuchar de forma que cada participante tenga la oportunidad de escuchar y ser escuchado. No se detienen en los problemas, sino en las acciones concretas que todas y cada una de las personas pueden hacer para disminuir las preocupaciones. Tina estuvo de acuerdo en celebrar una reunión como esa y dijo que traería a su mejor amiga Laila. No se invitó al padre del niño; no estaba, había desaparecido. Tina también decidió no traer al pequeño. Del lado profesional se invitó a Lotta, de la oficina de empleo, y a Pia, de la clínica de abuso de sustancias, de manera que la red personal estaba compuesta por Tina y Laila y la red profesional por Anna, Lotta y Pia. Llegaron las personas invitadas y los dos facilitadores, y tras una breve introducción de Anna que expresó su preocupación y dio las gracias a los participantes, los facilitadores explicaron cómo se estructuraría el encuentro y asumieron la iniciativa. Explicaron que las preguntas se harían desde una perspectiva de futuro, como si ya estuviéramos en él. Se acordó que un año sería un lapso de tiempo adecuado. Uno de los facilitadores entrevistaba, mientras que el otro tomaba notas en un rotafolio de forma que todos las pudieran ver. Comenzaron con Tina preguntando: «Ahora que ha pasado un año y las cosas van bastante bien, ¿cómo son para ti, Tina? ¿Qué te hace especialmente feliz?». Tina reflexionó mientras los demás escuchaban. Dijo que tras conseguir mantenerse alejada de la bebida y hacer el curso organizado por la oficina de empleo, el curso entero esta vez, ahora estaba (había pasado un año) buscando empleo y ya la habían llamado para entrevistas de trabajo, y que también había conseguido plaza para su hijo en una guardería. El facilitador le preguntó a continuación: «¿Qué hiciste para conseguir que esto ocurriera? ¿Quién te ayudó y cómo?». Tina reflexionó, explicando que ella había decidido que esta vez no iba a dejar el curso y que lo lograría con la ayuda de su amiga Laila. «Cada vez que quería ir de fiesta en lugar de hacer la tarea, llamaba a Laila y ella venía y me convencía de no hacerlo». Encontramos maneras de pasarlo bien, pero no a costa del curso de formación, y nos mantuvimos juntas lejos de la bebida. Tina «recordaba» como si todo esto ya hubiera ocurrido. «Lotta organizó el curso y Anna, la de bienestar social, me ayudó a conseguir plaza para mi niño en una guardería». El facilitador se volvió hacia Laila, la amiga, y le preguntó cómo recordaba ella el año y qué la hacía estar especialmente contenta. Laila razonó, desde su punto de vista, de un modo muy similar al de Tina. Cuando el facilitador le preguntó qué hizo por su parte, quién la ayudó y cómo, facilitó más detalles sobre su apoyo recíproco para evitar el abuso de alcohol y añadió que, tal y como «lo recordaba ahora», Tina y ella empezaron a ir juntas a ver a Pia, la terapeuta de la clínica de adicciones, en vez de ir cada una por su cuenta, como hacían hasta entonces. El segundofacilitador iba anotando en el rotafolio las reflexiones de Tina y Laila a medida que hablaban, con sus propias palabras y frases. El primer facilitador volvió a interrogar a Tina: «¿Qué te preocupaba “hace un año” y qué ha hecho que te preocupes menos?». La pregunta invitaba a Tina a reflexionar sobre sus preocupaciones actuales pero desde la perspectiva de un futuro tranquilizador. Dijo que su mayor preocupación era que Anna, la trabajadora social, no confiara en sus progresos y que sus recaídas en la bebida provocaran que Anna pusiera a su pequeño en acogida. También le preocupaba «hace un año» que Lotta, la de la oficina de empleo, rechazara su solicitud para el curso, y esa noticia deprimente la empujara a la bebida, motivo que decidiría a Anna a tomar medidas de protección para el niño. Los facilitadores preguntaron qué había disminuido esas preocupaciones «ahora que ha pasado un año», y Tina explicó que, a pesar de todo, Lotta confió en ella, le dio una oportunidad, y que ella pudo triunfar en el intento con la ayuda de Laila. «Y fuimos juntas a la clínica de adicciones», confirmando así la sugerencia reciente que Laila había presentado como un recuerdo unos diez minutos antes. El facilitador le preguntó a Laila sobre sus preocupaciones «un año antes» y qué las disminuyó. La amiga Laila veía la secuencia de acontecimientos preocupantes de una manera muy semejante a la de Tina, pero añadió algo: «como habíamos hecho progresos juntas, Pia nos dio la responsabilidad de un grupo en la clínica y tuvimos que mantenernos en el buen camino para que también lo hicieran los miembros del grupo. ¡Y nos fue bien!». La siguiente ronda fue para entrevistar a los profesionales, finalizando con Anna, la iniciadora del encuentro. A Tina y a Laila se les hicieron tres preguntas básicas: ¿Cómo te van las cosas, qué te hace especialmente feliz? ¿Qué hiciste, quién te ayudó y cómo? ¿Qué es lo que te preocupaba y qué disminuyó tus preocupaciones? A los profesionales se les hicieron las dos últimas. «¿Qué hice para ayudar a Tina y quién me ayudó…?». Pia comenzó «a recordar». «Invité a Tina y Laila a venir a la clínica juntas y hablamos seriamente sobre los riesgos y cómo evitarlos apoyándose la una en la otra. Laila fue una gran ayuda para Tina y, por lo tanto, también para mí. Y Tina nos ayudó a las dos cumpliendo estrictamente su plan de llamar a Laila si se veía al borde del precipicio. Estas señoras eran tan buenas que les di la responsabilidad de un grupo, y ahí fue donde realmente comenzó la ayuda para mí». El facilitador le preguntó a Pia qué le preocupaba «hace un año» y qué disminuyó su preocupación. Dijo que hacía un año confiaba en Tina pero temía que la gente de la oficina de empleo no reconociera sus progresos y rechazara su solicitud del curso, lo que habría derribado un pilar importante de la estructura de apoyo. «Recordó» que la cooperación entre Tina y Laila disminuyó rápidamente sus preocupaciones y también convenció a los demás. Todo esto se puso por escrito en el rotafolio. La siguiente pregunta fue para Lotta, la profesional de la oficina de Empleo. Explicó que lo que la hacía sentirse más feliz era que había tenido la suficiente confianza en Tina como para animarla a presentarse a la oficina al día siguiente del diálogo «que tuvimos hace un año» para discutir a fondo todas sus opciones de formación y encontrar la más adecuada para ella. «Recordando» cómo ayudó y quién la ayudó a ella, explicó que le dedicó a Tina más tiempo del habitual en la oficina para diseñar un plan sólido que ella respaldó la solicitud de Tina y estuvo a su disposición en la oficina también durante el curso. También comentó que el apoyo de la agencia de bienestar social a la hora de encontrar un arreglo financiero viable fue importante, al igual que el tratamiento de Tina en la clínica y la ayuda que le dio su amiga. Lo que «recordaba» de sus preocupaciones «hace un año» es que Tina no fuera sincera acerca de sus esfuerzos. «Hace un año» no creía que Tina estuviera tomándose el curso más en serio de lo que había hecho otras veces. «¿Y qué disminuyó tu preocupación?» preguntó el facilitador. «El diálogo de hace un año», respondió Lotta sonriendo. «¿Cómo?». «Fue el modo en que los demás hablaron sobre Tina y su plan», explicó Lotta. «Sentí que confiaban en ella, y me di cuenta de que ellos tenían mucho más contacto y experiencia con ella de lo que yo había tenido durante nuestras breves citas en la oficina. Fue su tono cuando hablaban de ella». Finalmente, el facilitador entrevistó a Anna, la trabajadora social, que «recordó» lo feliz que le hizo ver que las piezas encajaran juntas a lo largo de todo un buen año, y de poder constatar que no había razón alguna para seguir preocupándose por el niño. Había apoyado la solicitud de plaza en una guardería por razones de protección a la infancia; Tina la había conseguido para su niño, y ahora, un año más tarde, la familia de Tina ya no era un caso de protección de menores. De cualquier modo, estaba contenta de que el niño hubiera podido conservar su plaza para que Tina pudiera buscar trabajo. La última parte del encuentro se dedicó a recopilar las piezas del plan. Para ello, las notas, escritas de forma que las viera todo el mundo, resultaron de gran ayuda: sirvieron de recordatorio de las acciones que todas y cada una de las personas podían hacer para disminuir las preocupaciones. Se dejó a un lado la perspectiva de futuro. En lugar de mirar al presente desde un futuro imaginado, se miraba a un futuro anticipado desde el presente. La tarea fue recopilar las acciones que construirían el camino. El foco se puso en los pasos a dar de ahí en adelante: quién haría qué y con quién, a continuación.² Los facilitadores invitaron a Anna, la trabajadora social, a tomar la iniciativa concretando los siguientes pasos a dar en diálogo con los participantes. El plan, con las contribuciones de cada persona, se escribió en el rotafolio y Anna se encargó de mecanografiarlo y mandar copias a los participantes, quienes acordaron hacer una reunión de seguimiento a los seis meses. Finalizando la reunión, Anna agradeció a todos por haber disminuido sus preocupaciones. Se terminó rellenando las hojas de evaluación. Seis meses después, los participantes se reunieron de nuevo y dos facilitadores les hicieron las preguntas de seguimiento: ¿Cómo van ahora las cosas? ¿Qué les gustaría agradecer la una a la otra? ¿Qué iban a hacer a continuación, y quién con quién? El niño iba contento a la guardería. Tina había completado el curso, y sus oportunidades de encontrar trabajo parecían buenas. Ella y Laila ejercían de tutoras, orgullosas y atareadas, de un grupo en la clínica. «Fue la forma en la que los demás hablaban sobre Tina y su plan… Fue su tono cuando hablaban de ella», dijo Lotta, de la oficina de empleo, en el diálogo anticipatorio descrito más arriba. La amiga, Laila, tuvo ideas con las que Pia, la profesional de la clínica de adicciones, pudo conectar y las piezas del plan comenzaron a encajar. Las personas generaron y entregaron a Anna, la trabajadora social que había sido la primera en preocuparse, un plan que ella no habría podido realizar por su cuenta. ¿Cómo puede una trabajadora social opinar sobre lo que hacen los mejores amigos u otros miembros de una red privada, o cómo pueden los profesionales controlarse y dirigirse los unos a los otros? Conectar estas piezas de apoyo es esencial. «Problemas enrevesados» A finales de la década de 1990 una red internacional de ciudades trabajaba activamente en la búsqueda de elementos de buena gobernanza local. En esta red de ciudades del mañana participaban gestores y políticos de ciudades de Europa, Norteamérica, Japón y Nueva Zelanda. Las ciudades eran muy diferentes entre sí, por supuesto, y también los logros y progresos de cada una de ellas, pero rápidamente se dieron cuenta de que compartían tres grandes retos en los que ninguna había tenido mucho éxito: servicios para menores, jóvenes y familias, servicios para personas mayores,y servicios para parados de larga duración. ¿Por qué estos y por qué tan poco éxito? Porque el sistema de servicios no está organizado para poder manejar unos asuntos tan complejos: la vida cotidiana es holística, pero la burocracia está sectorizada. Si solo se tiene una necesidad o un problema claramente definido, el sistema sectorizado pronto averiguará quién es el responsable de encargarse de este asunto. Si se tienen dos problemas, los clientes irán en dos direcciones; y con más problemas nos encontraremos con clientes o familias multiagencia. Los asuntos que tienen que ver con menores, jóvenes y familias, así como con las personas mayores y con los parados de larga duración, son multifacéticos. Sin embargo, el «sistema de silos, de compartimentos estancos» trocea la vida holística de acuerdo con su división del trabajo, y termina por darse de bruces con la necesidad de atravesar sus fronteras para integrar las tareas de ayuda. Aunque el sistema sectorizado es efectivo en el «manejo de un solo problema», es muy poco permeable a la hora de cruzar fronteras. Al contrario, se instauran barreras en la comunicación y rivalidad respecto de quién tiene razón y a quién le corresponde dirigir a los demás; factores que tienden a «trocear» el asunto en fragmentos y hacer pasar a los clientes momentos difíciles cuando tratan de integrar los elementos del servicio, con muchos de ellos perdiéndose entre las grietas de los mismos. Los participantes de la red de ciudades del mañana llamaban a estos retos «problemas enrevesados».³ De haber invitado a gestores de salud mental a sus reuniones seguro que habrían añadido este ámbito a su listado de asuntos enrevesados. Algunos de los participantes se mostraban esperanzados en la Nueva Gestión Pública (NGP),⁴ pero muchos otros se manifestaban decepcionados ante sus promesas de integrar servicios mediante mecanismos de mercado, argumentando que la NGP separaba a los intervinientes y provocaba un desastre aún mayor. No hay soluciones simples para problemas enrevesados, pero se puede decir una cosa con certeza: los servicios sociales, sanitarios, de salud mental, de educación, de rehabilitación, de empleo, de cuidado de personas mayores, entre otros, necesitan integrarse entre sí, teniendo en cuenta la vida cotidiana holística de las personas en lugar de forzar esta vida cotidiana para que encaje en categorías burocráticas. Integrar la ayuda de acuerdo con las situaciones de la vida requiere cruzar fronteras entre sectores, agencias y profesiones, ya sean públicos, privados o del sector terciario. Por supuesto que se reconoce la necesidad de cruzar fronteras: las organizaciones se remodelan, surgen instancias multiprofesionales y brotan encuentros por todas partes. ¿Pero dónde están los clientes, las familias, los amigos y otras personas significativas, los apoyos más importantes de los que disponen las personas? Las fronteras entre profesionales y «legos en la materia» también han de cruzarse con objeto de generar combinaciones de ayuda apropiadas. Más aún, el centro, la plataforma de combinación de recursos de ayuda ha de construirse a partir de la vida cotidiana, no de los medios profesionales. Hay que hacer de la vida cotidiana el centro y cruzar las fronteras que la rodean, lo que exige diálogo. Los intentos de superar fronteras indicando a los demás cómo deben pensar y actuar suelen ser frecuentes, pero no son las mejores maneras de sumar recursos. A veces, los profesionales son capaces de llegar a una alianza entre ellos y tratar de dirigir la vida de los clientes y las familias. Lo que nos encontramos entonces son «problemas enrevesados» persistentes, que se niegan a ceder a los intentos estratégicos, y en los que la culpa recae sobre las «familias/clientes multiproblemas». Podríamos llamar a los diálogos «el arte de cruzar fronteras». En lugar de intentar controlar al otro, las partes se acercan unas a otras para escuchar mejor los puntos de vista de cada cual, generar lenguajes compartidos y sumar recursos. Hay fronteras que es necesario cruzar también en un plano vertical. Los gestores y políticos no pueden confiar en el control a distancia; para comprender mejor el potencial de las actividades y los retos que afrontan necesitan dialogar con los profesionales de atención directa y los mandos intermedios, así como escuchar la voz de los clientes. Hay que hacer frente a los problemas enrevesados sin intentos prematuros de «controlarlos». La escena anterior con Tina y su amiga Laila reuniéndose con un grupo de profesionales es un ejemplo de cómo integrar la ayuda a nivel de caso. Las personas necesitan encontrarse cara a cara y escuchar la una a la otra. Hay cosas a las que no se puede llegar mediante el modo de trabajo de silos fragmentados. Son las que suceden entre las personas. Sin embargo, como probablemente ya habrá percibido el lector, las partes que es necesario combinar no son imprevisibles. Al contrario: los amigos suelen ayudar, la oficina de empleo oferta cursos, siempre es posible una ayuda económica desde bienestar social, en rehabilitación los grupos no son algo inusual… Pero ¿cómo conseguir que se conecten con la vida cotidiana como centro? Este es el reto para el que el dialogismo resulta de una ayuda inestimable. Y por si esto fuera poco, un diálogo respetuoso donde el/los cliente/s y otras personas se sienten escuchados tiene por sí mismo efectos integradores profundos y conmovedores para los participantes. El proceso del tratamiento de Lisa, descrito brevemente justo al inicio de este capítulo, mostró la importancia profunda del diálogo entre los afectados, y mostró también que elementos como la psicoterapia individual se integraron en una combinación útil. Puede que los elementos del conjunto no cambiaran drásticamente, pero todos ellos adquirieron un nuevo significado. Lo que los gerentes y directivos tienen que posibilitar es que cruzar fronteras, horizontales y verticales, sea lo más flexible posible. Esto no requiere reformas organizativas masivas, y mucho menos repetirlas de forma periódica. Sin embargo, hay que ocuparse de algunos asuntos cruciales para poder superar los problemas enrevesados. El sistema de silos tiene sus méritos, y la generación de una cultura de práctica dialógica puede y debe construirse sobre sus aspectos más funcionales. Sin embargo, la diferenciación horizontal y la especialización vertical no generan espontáneamente integración y cruce de fronteras. Hay que generarlas mediante una labor decidida. El trabajo en red y el cruce de fronteras pueden obtenerse y mantenerse. Hemos participado en procesos en los que ha emergido una cultura de práctica dialógica a nivel de ciudad sin grandes cambios organizativos (véase más acerca de esto en el capítulo 8). Cuando Tom visitó el 2º Istituto Comprensivo di Brescia los profesores estaban inquietos por lo que iba a pasar en un futuro inmediato. Quien ejerció de directora durante años estaba a punto de jubilarse y la administración no había nombrado aún a su sucesor. ¿Apoyaría esta persona las prácticas dialógicas? La escuela no disfrutaba de recursos extra; tampoco estaba organizada de un modo particularmente inusual. La diferencia radicaba en cómo los profesores entendían la descripción de sus funciones, su cometido principal y cómo la ponían en práctica. En diálogo con el profesor Perticari documentaron y reflexionaron sobre su trabajo, apoyándose mutuamente en el proceso. La lección a aprender es que las prácticas dialógicas no exigen reestructuraciones organizativas masivas o recursos inimaginables. Por encima de todo, exigen un trabajo en red entre diferentes perspectivas con una actitud de adaptatividad y reciprocidad. Los temas principales de este libro son los elementos nucleares del diálogo: qué hace que el diálogo sea dialógico y, con respecto a la cultura de práctica dialógica, qué hace que las prácticas dialógicas arraiguen y se mantengan. En el siguiente capítulo abordaremos estos elementos nucleares, reflexionando sobre los retos que afronta
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