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El marxismo-leninismo y la ‘libertad de 
crítica’
Antorcha núm. 10, enero de 2001 
Extracto del trabajo de M.P.M. (Arenas) 
¿Marxismo o particularismo? Respuesta a una crítica al artículo 
‘Lo universal y lo particular’
A semejanza del señor K., el ex-camarada M. ha estado últimamente muy ocupado preparando su 
próximo error. Este nos ha sido servido en forma de una crítica aniquiladora a concepciones y 
actuaciones del Partido sobre las que, hasta el momento, no teníamos ninguna noticia. 
Es verdad que a lo largo de mucho tiempo hemos podido comprobar, a través de su comportamiento 
e incluso en discusiones directas con él, la existencia de algunas diferencias ideológicas y prácticas. 
Mas en ningún caso, dichas discusiones, como su propio comportamiento, rebasaron el marco de lo 
que puede ser considerado normal en la vida interna de un partido comunista, siempre, claro está, 
que se cumplan las normas de su funcionamiento interno. Pero el problema adquirió otro carácter 
(se antagonizó, para emplear la expresión del propio M.) desde el momento en que él decidió 
dimitir de sus funciones, digamos que por una mera cuestión de método de trabajo. La disciplina 
del Partido, ahora está claro, le impedía hacer o dejar de hacer las cosas a su modo y expresarse con 
toda la libertad que lo ha hecho ahora. El resultado es que el camarada M. se ha situado fuera del 
Partido. Se sentía constreñido por la Organización, ya que ésta le impedía hacer ciertas cosas, a la 
vez que le imponía algunas obligaciones, pero, sobre todo, a M. no le estaba permitido defender 
dentro del Partido, apelando a la libertad de crítica,las concepciones y hábitos revisionistas y 
pequeñoburgueses que al fin se ha decidido a expresar de una forma desembozada, franca y 
honestamente, esto es, no hipócrita. 
Así que, cuando supimos que M. se había retirado a reflexionar y a poner en los papeles el 
resultado de sus experiencias de militancia en el Partido y de sus interminables divagaciones, 
respiramos aliviados: al fin nos iba a dar la posibilidad de conocer, sin riesgo de que le 
malinterpretáramos sus verdaderas ideas y concepciones. Esta vez M. no podrá acusarnos de que 
impedimos la libre expresión de su verborrea o capacidad crítica,ya que, como hemos indicado, él 
ha dimitido de la militancia, entre otras cosas, para poder ejercer sin traba burocrática ni dogmática 
alguna, su derecho a la libertad de crítica que nosotros, ciertamente, en nombre del Partido y de los 
principios del marxismo-leninismo le hemos negado. ¿Acaso no tenemos nosotros también derecho 
a defendernos frente a los que intentan pasar de contrabando a nuestras filas la ideología liberal y el 
espíritu de conciliación? ¿No tenemos derecho a defender los principios marxismo-leninismo frente 
al revisionismo y frente a todos aquellos que intentan convencernos para que los abandonemos y 
para ello tratan de vaciarlos de su contenido revolucionario, retorcerlos o ridiculizarlos? ¿Es que 
acaso no tenemos nosotros los mismos derechos a defender nuestras ideas y a criticar a los que 
desertan de nuestras filas para zafarse de la disciplina y los compromisos que comporta la lucha, y 
luego hacer una crítica sin principios al Partido? ¿Se puede permitir a un militante comunista 
intrigar una y otra vez contra la dirección del Partido o redactar y pasar a otros militantes apuntes 
críticos de su línea política sin ponerlo siquiera en conocimiento de la dirección del Partido? ¿Cómo 
calificar esos métodos? 
Desde luego no se puede decir de ellos que sean nada burocráticos ni dogmáticos,pero en cualquier 
caso M. tendrá que continuar aplicándolos fuera del Partido. Al menos nos concederá el derecho de 
antagonizar esta contradicción que sólo él ha originado. ¿O es que pretende que el Partido, 
comenzando por su dirección, haga dejación de los principios revolucionarios y de las normas de 
funcionamiento, para reconciliarse con él sobre la base de su plataforma crítica? Es claro que sólo 
de esa manera se lograría aplacar, al menos en parte, el encono y ensañamiento de M. y evitar que la 
contradicción se antagonice,permitiéndole realizar sus antojos y caprichos. 
No hace falta decir, que no podíamos consentirle por más tiempo ninguno de esos caprichos, y 
menos aún la actitud que, por este mismo motivo, ha adoptado frente al Partido. De ahí la rabieta 
crítica que ha cogido. Se ha formado la opinión, dada la enorme paciencia y la delicadeza con que 
le hemos tratado, de que podía hacer en el Partido lo que le diera la gana. Y claro está que se ha 
equivocado. Pero de eso sólo él tiene la culpa. Ya dice el refrán que Dios confunde a quien quiere 
perderse. 
Por lo demás, este hombre, aparte de sus ínfulas intelectuales y su pretensión de darnos lecciones, 
no tiene ni una sola idea clara. Ha aprendido algunas citas de memoria y las suelta sin ton ni son, 
como un latiguillo de su interminable verborrea. Así, es capaz de estar bla, bla, bla, durante más de 
cinco horas sin interrupción (es decir, sin dejar meter baza a nadie) y no decir absolutamente nada. 
No debe, pues, extrañar que ni siquiera entienda el significado de la libertad de crítica,de esa 
bandera que está enarbolando contra el Partido después de haber dimitido de sus obligaciones. 
M. tiene que saber que para nosotros la libertad de crítica no sólo es un derecho,sino ante todo un 
deber con el que ha de cumplir todo militante comunista, ya que sin el ejercicio cotidiano, natural, 
espontáneo (se podría decir) de ese derecho y deber, la organización del Partido y su disciplina 
consciente no podrían existir. Es un lugar común afirmar que sin libertad de crítica y discusión, no 
puede haber tampoco unidad de acción. Esto lo ha debido leer M. en más de un texto y documento 
del Partido, pero lo ha interpretado a su manera, a la manera liberal burguesa y revisionista. De ahí 
que se haya saltado todas las normas y se haya lanzado de manera desbocada por un camino que 
desconoce. La cuestión de fondo, sin embargo, consiste en que M. rechaza de la forma más altanera 
y demagógica los principios del marxismo-leninismo que deben presidir toda crítica, estudio o 
análisis. Este es, en realidad, el nudo del embrollo teórico en el que M. se ha metido y que no sabe 
deshacer. 
Que el Programa del Partido, aprobado en su IV Congreso, parta de una exposición sucinta de las 
leyes y principios generales marxismo-leninismo, y los Estatutos del Partido, aprobados en el 
mismo Congreso, en su primer punto referido al Programa General afirmen rotundamente: El 
Partido Comunista de España (reconstituido)... se guía por los principios del marxismo-leninismo 
en la elaboración de su línea política y en su actuación revolucionaria, todo esto, al parecer, no 
dice nada a M. después de haberlo aprobado, como los demás, durante su participación en el 
Congreso. 
Como vamos a ver, todo lo que sea tratar de principios y de basar nuestra práctica en el 
conocimiento más profundo de los mismos, M. lo moteja de dogmatismo o socialismo de manual. 
Su desconocimiento y menosprecio de la teoría revolucionaria, cuya expresión concentrada son los 
principios marxismo-leninismo, le lleva a decir los mayores disparates que se puedan imaginar, 
hasta el extremo de identificar la teoría marxista del conocimiento con la concepción del 
pragmatismo burgués que ha formulado el revisionismo, la cual llama a partir siempre de la 
realidad,de los hechos,de lo particular o concreto. Para el revisionismo, como para la burguesía, el 
método de análisis tiene que prescindir de determinadas realidades desagradables y de prejuicios o 
ideas preconcebidas,que suelen ser tachadas por ellos de metafísicas y dogmáticas. Tales serían, por 
ejemplo, la dialéctica, el materialismo histórico, la ley del valor, la teoría de la lucha de clases y la 
dictadura del proletariado o los análisis de Lenin sobre el imperialismo y sus ideas sobre la 
importancia de la teoría revolucionaria y la organización y disciplina del Partido para la existencia y 
eltriunfo del movimiento revolucionario. 
En la noción de realidad o de lo concreto que defiende el revisionismo no entra, naturalmente, 
partir de ese conocimiento ya acumulado; no entran para nada las leyes descubiertas por el 
marxismo-leninismo que rigen el movimiento social, los rasgos fundamentales que configuran toda 
una época histórica, que determinan sus contradicciones fundamentales, las fuerzas motrices de su 
desarrollo, etc. Como los revisionistas y reformistas no se proponen hacer la revolución ni 
contribuir al cambio social, sino mantener al sistema capitalista, reformándolo, no tienen ninguna 
necesidad de conocer ni de guiarse por esas leyes y principios que son para nosotros como axiomas 
matemáticos, científicos, y sin los cuales no sólo no podríamos orientarnos en la compleja realidad 
de la lucha de clases, sino que nos veríamos obligados a tener que improvisar a cada paso y a partir 
de cero para, además, reinventar el mundo o tratar de adaptarlo a nuestra conveniencia, tal como 
quiere M. que hagamos secundando sus pasos errados. 
Se comprende que para un intelectual pequeño-burgués como él no exista realidad más concreta que 
su propio ombligo, a cuya satisfacción habrá que sacrificar todo lo demás, y que desde esta misma 
posición se explaye, para comenzar, abundando en la tesis según la cual hay particulares con 
mucha responsabilidad universal; que luego trate de aleccionarnos de nuevo para que nos 
centremos en lo particular pero con menos filosofía, que continúe demostrando que la construcción 
del socialismo es mucho más complicada que aplicar un manual y acabe con una pregunta 
antológica, de ésas que hacen época: La inevitabilidad de las malinterpretaciones: ¿otra 'ley 
universal'? De esta manera, aparte de mostrar su propia interpretación del marxismo y su portentosa 
capacidad de ridiculizar, M. se adelanta con una contracrítica (a modo de cura preventiva), a las más 
que seguras malinterpretaciones que podamos hacer de su texto. 
Es esta libertad de crítica y sus resultados, lo que M. pretende que admitamos en el Partido para 
hacernos comulgar con ella, lo que no vamos a permitir de ningún modo, ya que, como advirtió 
Lenin, hace de esto casi un siglo: Quien no cierre deliberadamente los ojos debe ver por fuerza que 
la tendencia crítica surgida en el socialismo no es sino una nueva variedad de oportunismo. Y si no 
juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que se han puesto ellos mismos, ni por el 
pomposo sobrenombre que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por las ideas que propagan en 
realidad, veremos claramente que la libertad de crítica es la libertad de la tendencia oportunista en 
el seno de la socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia un partido demócrata 
de reformas, la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses 
(¿Qué hacer?). 
Algunas de esas ideas, así como las actitudes y actos correspondientes, ya fueron criticadas en el 
Partido durante la campaña de rectificación previa al IV Congreso, pero otras que están mucho más 
arraigadas no pudimos criticarlas sino de forma indirecta, a través de algunos de los trabajos 
publicados en Antorcha que abordan cuestiones de tipo ideológico y teórico que son, precisamente, 
las que M. se ha decidido finalmente a poner en solfa. 
Se ha dado la extraña circunstancia de que, cuando aparecieron publicadas en Resistencia y en 
documentos internos esas críticas al subjetivismo, al liberalismo, al esquematismo, al espíritu 
individualista pequeño-burgués, etc., fueron numerosos los militantes del Partido que se dieron por 
aludidos (e incluso, en algunos casos, con motivo o sin motivo, se hicieron una autocrítica), menos 
aquellos contra los que iban realmente dirigidas aquellas críticas. Esto nos demuestra, entre otras 
cosas, las deficiencias o limitaciones del método indirecto, que nos impide citar por sus nombres de 
guerra a los que cometen errores y faltas, una limitación, ya se sabe, impuesta muchas veces por la 
preocupación de no facilitar ningún dato que pueda ser utilizado por el enemigo. La cosa cambia, 
claro está, cuando, como ha sido este caso, las contradicciones se antagonizan, hasta el extremo de 
que pueden causarnos tanto o más daño que la policía política si no las atajamos a tiempo en la 
única forma que puede hacerse: dándolas a conocer a todos los camaradas para que sean conscientes 
de ellas y no se dejen sorprender por el desarrollo de los acontecimientos por muy desagradables 
que puedan resultar. 
Pues bien, la cuestión está en que quienes eran realmente criticados y tenían motivos más que 
sobrados para sentirse señalados, no respondieron en ningún momento, ni directa ni indirectamente, 
a las críticas que se les dirigían; simplemente se dedicaron a mirar para otra parte, en espera de que 
escampara, como si el asunto no fuera con ellos. Esta actitud es muy característica del oportunismo: 
no encarar de frente los problemas ni las críticas que se les hacen, escurrir continuamente el bulto, 
jurar todas las veces que haga falta por su fidelidad a la línea, montar una y otra vez la comedia, 
lloriquear, por las falsas acusaciones o expresar, según los casos, su indignada protesta, pero no 
hacer nada, absolutamente nada que demuestre, al menos, una voluntad de reconsideración de la 
propia posición o un ánimo de rectificación. Los oportunistas parten del principio de que ellos 
jamás se pueden equivocar; y, por supuesto, siempre actúan por interés de la causa y del Partido. 
Los que se equivocan y actúan por intereses personales u otros fines inconfesables son siempre los 
demás, que no reparan siquiera en la entrega, la buenísima predisposición y los sacrificios tan 
enormes que aquéllos realizan todos los días. Por este motivo no pierden la ocasión para intrigar 
bajo capa y formar corrillos con los de su cuerda para protegerse mutuamente, sembrar la 
desconfianza y sabotear de mil maneras las decisiones de la Dirección del Partido. Esto no quiere 
decir que tales elementos no tengan ideas propias ni que éstas no se manifiesten en sus actitudes y 
comportamientos, a veces muy izquierdistas. 
Esperábamos que el análisis autocrítico de algunas cuestiones importantes de la teoría y la práctica 
marxismo-leninismo que ha acompañado a la campaña de rectificación, serviría a esos militantes, al 
igual que nos ha sucedido a los demás, para poner un poco de orden en sus cabezas. Y ha sido esto, 
precisamente, lo que no ha sucedido. Así, lo que para nosotros se ha presentado como una buena 
ocasión para profundizar más en el estudio y asimilación del marxismo-leninismo y reafirmarnos en 
sus ideas y principios fundamentales, en el caso concreto de M. ha sido como una invitación a 
abandonarlos completamente para ir a parar a la charca del oportunismo. Esto le ha sucedido 
porque, en realidad, él nunca ha pisado el terreno firme del marxismo. Tiene, eso sí, un batiburrillo 
de ideas confusas e inconexas en la cabeza al que ahora, por lo que se ve, está tratando de dar 
forma. Si, además, consideramos que el contenido de esas ideas y su concreción política (cosa que 
M. no ha hecho más que esbozar) son esencialmente revisionistas, ¿tiene algo de extraño que una 
vez llegado a esos extremos se dedique a afearnos la conducta por negarnos a seguir su mismo 
camino? Aquí cabe citar el célebre pasaje de la obra de Lenin ¿Qué hacer? donde se describe una 
situación parecida a la que estamos comentando: 
Marchamos en grupo compacto por un camino escarpado y difícil, fuertemente cogidos 
de las manos. Estamos rodeados de enemigos por todas partes, y tenemos que marchar 
casi siempre bajo su fuego. Nos hemos unido en virtud de una decisión adoptada con 
toda libertad, precisamente para luchar contra los enemigos y no caer, dando un traspiés, 
al pantano vecino, cuyos moradores nos reprochan desde un principio el que nos 
hayamos separado en un grupo aparte y el que hayamos escogido el camino de la lucha 
y no el de la conciliación.Y de pronto, algunos de entre los nuestros empiezan a gritar: 
‘¡vamos al pantano!’ Y cuando se intenta avergonzarlos, replican: ‘¡qué gente tan 
atrasada sois! ¡cómo no os avergonzáis de negarnos la libertad de invitaros a seguir un 
camino mejor!’ ¡Ah, sí, señores, libres sois no sólo de invitarnos, sino de ir a donde 
mejor os plazca, incluso al pantano; hasta consideramos que vuestro verdadero puesto 
está precisamente en él, y nos sentimos dispuestos a prestaros toda la colaboración que 
esté a nuestro alcance para trasladaros allí a vosotros! ¡Pero, en tal caso, soltad nuestras 
manos, no os agarréis a nosotros, ni ensuciéis la gran palabra libertad, porque también 
nosotros somos ‘libres’ para ir a donde nos parezca, libres para luchar no sólo contra el 
pantano, sino incluso contra los que se desvían hacia él!
 
	El marxismo-leninismo y la ‘libertad de crítica’
	Antorcha núm. 10, enero de 2001 
Extracto del trabajo de M.P.M. (Arenas) 
¿Marxismo o particularismo? Respuesta a una crítica al artículo 
‘Lo universal y lo particular’

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