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Pedro Cañal de León. (2000). Alambique. [Versión electrónica]. Revista Alambique 24 El conocimiento profesional sobre las ciencias y la alfabetización científica en primaria Pedro Cañal de León Se analiza el proceso de alfabetización científica, en relación con la construcción del conocimiento conceptual básico de los alumnos y alumnas sobre su medio, así como las necesidades de formación del profesorado de primaria para llevar a cabo adecuadamente dicha función alfabetizadora, realizándose una propuesta de finalidades formativas que, a nuestro juicio, es preciso considerar en la reformulación del currículum de la formación inicial y permanente de los maestros de primaria. Palabras clave: Ciencias experimentales, Alfabetización científica, Profesorado, Formación, Primaria, Pedagogía Professional knowledge about the sciences and the teaching of sciences in primary education We analyse the process of the teaching of the sciences in relation to the construction of basic conceptual knowledge of students, as well as the needs of teacher training in Primary Education so as to adequately carry out this task. We carry out a proposal of formative objectives which in our judgement is necessary to consider in the reformulation of the curriculum of the initial and continuous training of Primary Education teachers. Hoy día es de común aceptación en nuestro contexto que el proceso de alfabetización científica de las personas y las sociedades humanas constituye una de las principales dimensiones, junto a otras de diversa naturaleza, para que todos los ciudadanos puedan participar activa y adecuadamente en el planteamiento y resolución de los problemas y necesidades sociales, algo sin duda imprescindible para avanzar en el desarrollo de formas de vida más justas y democráticas. De la misma manera, se reconoce la especial importancia de las primeras etapas escolares (infantil y primaria) en dicho proceso de inculturación científica. De hecho, la inclusión de contenidos y perspectivas científicas en los curriculums escolares tiene ya una considerable tradición y las propuestas didácticas en la línea de ciencias para todos se extienden, al menos, desde los años sesenta hasta el presente, con un renovado vigor y actualidad. De esta forma, se considera que uno de los principales objetivos educativos es el de la incorporación, junto a otras perspectivas también relevantes, de determinados elementos básicos de la cultura científica que impregna, en cierta medida, nuestra sociedad, de forma que éstos estén presentes y se reflejen en la construcción de los primeros esquemas de comprensión y actuación de los niños sobre su medio socionatural. Sin pretender que la institución escolar deba asumir toda la responsabilidad al respecto, sí se acepta el carácter crucial e imprescindible de su intervención. Aunque existe consenso sobre las ideas anteriores, la dificultad y el debate se centra en el proceso de diseño y puesta en práctica de líneas de intervención educativa que incorporen dicha orientación y se concreten en desarrollos curriculares específicos para las diferentes etapas escolares. Y uno de los principales problemas que las iniciativas de cambio curricular no pueden eludir y que, por el contrario, han de afrontar con decisión y con todos los recursos necesarios, es el de la formación del profesorado de los niveles correspondientes. Es en este terreno en el que se sitúan las cuestiones que vamos a abordar. Aclarando el título de nuestro trabajo, lo que nos preocupa en el mismo es la problemática relativa a la orientación que debe tener el proceso de desarrollo profesional de los maestros, a fin de ir adquiriendo las capacidades necesarias para que éstos puedan realizar satisfactoriamente su trabajo en torno a la alfabetización científica de los escolares. Concretando aún más, y de acuerdo con la temática del monográfico, en este caso nos centraremos más que nada en el problema de la definición de las características que habría de tener el conocimiento profesional deseable relativo a los conceptos de ciencias, con vistas a la alfabetización científica, en la formación del profesor de primaria, así como el análisis de algunas de las principales dificultades y obstáculos en este aspecto del desarrollo profesional del maestro. De esta forma, iremos abordando sucesivamente las siguientes cuestiones: ¿qué orientación dar a la construcción de los conocimientos científico-conceptuales básicos de los alumnos de primaria sobre su medio?, ¿qué consecuencias tiene ello sobre la formación del saber conceptual de los enseñantes sobre la realidad? y, por último, ¿qué líneas de progresión seguir en el desarrollo profesional en este campo? La alfabetización científica y el conocimiento escolar conceptual Antes que nada, aclarar que aunque nos centraremos en este caso en el análisis del conocimiento escolar básico relacionado con los conceptos científicos, sólo se realizará la separación entre conocimientos conceptuales, procedimentales y actitudinales a efectos de análisis, ya que en la enseñanza y en los esquemas elaborados por los alumnos todas estas componentes del conocimiento escolar se encontrarán íntimamente relacionadas entre sí. También es preciso subrayar que a veces no se ha tenido suficientemente en cuenta, en la práctica, el hecho de que en nuestro contexto curricular actual para la enseñanza primaria no existe un área de conocimiento de ciencias de la naturaleza o experimentales, por lo que no tiene mucho sentido, por ejemplo, una didáctica de las ciencias de tipo general en el ámbito de la formación del profesorado de primaria, en el que es patente la exigencia de promover un conocimiento integrado sobre el medio natural y social. Habrá que tener en cuenta, con todas sus consecuencias, que esta etapa trata de promover la construcción por los escolares de un conocimiento integrado sobre la realidad socionatural, que ha de ser válido prioritariamente para la comprensión y el desenvolvimiento de los alumnos y alumnas en su entorno vital y, en definitiva, para su formación integral como personas que viven en grupos sociales complejos, problemáticos e interdependientes. Desde este punto de vista, la alfabetización científica debe verse, en las etapas escolares básicas, como una componente educativa primordial, junto a otras, y dirigida, en última instancia, a formar ciudadanos científicamente cultos, es decir, que hagan un uso adecuado de determinados conceptos, procedimientos y actitudes para comprender el mundo natural y social y para interaccionar y desenvolverse satisfactoriamente en el mismo. Todo ello de acuerdo con los ideales de racionalidad, justicia y democracia, entre otros, que los propios grupos sociales aceptan y tratan de promover en su seno. Para Marco-Stiefel (en prensa), en relación con lo anterior, un currículum dirigido a la alfabetización científica debe incorporar y promover cuatro dimensiones o claves fundamentales: . claves básicas para conocer el lenguaje científico y para saber usarlo en la lectura interpretativa de la realidad. . Claves para descodificar los procesos de construcción del conocimiento científico, es decir, para conocer los modos de pensar y de actuar que son característicos en dichos procesos. . Claves para actuar en forma crítica, teniendo en cuenta las dimensiones sociales, económicas, tecnológicas, humanas y éticas de los problemas abordados. . claves para desmitificar la ciencia: analizando su naturaleza, su utilidad y sus limitaciones. Centrando la atención en lo relativo al conocimiento conceptual, esta propuesta es un buen exponente del apoyo que actualmente recibe la idea anteriormente expuesta de que el conocimiento escolar deseable para la inculturación científica debe satisfacer el requisito de validez para la comprensión de la realidad cotidiana y para la actuación en la misma. Y ello conlleva necesariamente, en otros términos, que la alfabetización científica ha de orientarse hacia la construcción de conocimientos que resulten significativos y funcionalespara la vida, es decir, para las diferentes situaciones y contextos de nuestra experiencia. El rango de significatividad y funcionalidad de los conocimientos que poseemos depende en gran medida de la forma en que éstos se encuentran estructurados. Será mayor en la medida en que nuestro saber sea más rico en relaciones "internas", integrando un conjunto progresivamente más amplio de datos y conceptos generalizadores, así como de nexos entre los mismos. Pero también crecerá la significatividad y funcionalidad potencial del saber escolar si éste va incorporando un mayor número y diversidad de relaciones "externas", es decir, de datos y conceptos relativos a una amplia gama de contextos y situaciones de la experiencia del aprendiz, lo que permitirá generalizar lo aprendido y poder usarlo en un número cada vez mayor y más diferenciado de situaciones. A la luz de las concepciones psicopedagógicas y didácticas actuales sobre la génesis de los aprendizajes de los alumnos, hemos de aceptar que el nivel de significatividad y funcionalidad de los conocimientos escolares generados estará estrechamente relacionado, junto a otros factores, con las características de los contextos y actividades de enseñanza-aprendizaje puestas en juego en la enseñanza. Si se ha de promover un conocimiento rico en significados y relaciones y utilizable en múltiples situaciones y contextos presentes en el ámbito experiencial del alumno, de tal manera que éste pueda abordar adecuadamente los fenómenos y problemáticas que le afecten, será preciso entonces que las situaciones planteadas y los contenidos conceptuales movilizados en cada una de ellas reúnan ciertas características, que creemos necesarias para satisfacer esos requisitos. Estas son, a nuestro juicio, las siguientes: . Significatividad potencial. Es decir, privilegiar los contenidos conceptuales dotados de una lógica interna inteligible para los alumnos y con capacidad potencial para relacionarse adecuadamente con los conocimientos anteriores de los mismos. . Capacidad estructuradora primaria. Según este requerimiento, los contenidos habrán de seleccionarse teniendo en cuenta su validez para la construcción de conceptos primarios o básicos, aquellos que permitirán la estructuración "interna" del sistema de conocimientos del alumno/a sobre la cuestión planteada y conformarán el núcleo central en el que se podrán integrar los detalles que posteriormente se vayan relacionando con esta estructura básica o esqueleto conceptual primario del saber conceptual de cada escolar. . Capacidad estructuradora secundaria. Es decir, la que es necesaria para que nuevos contenidos conceptuales adicionales puedan relacionarse lógica y psicológicamente con los núcleos conceptuales centrales o básicos antes mencionados, enriqueciéndolos con nuevos datos y relaciones "externas" que amplíen progresivamente la funcionalidad de dicha estructura conceptual primaria, permitiendo su empleo efectivo en una serie cada vez más amplia de tareas y contextos diferenciados. . Actividades significativas y con capacidad estructuradora. Son aquellas actividades y contextos didácticos en los que los escolares llegan a implicarse intelectual y afectivamente en la resolución de problemas comunes en su contexto vivencial; problemas que se caracterizan por ser complejos y abiertos, pero susceptibles de abordarse de forma provechosa y satisfactoria, en alguna medida, por los aprendices. De acuerdo con lo expuesto, la alfabetización científica no consistiría tanto en iniciar a los escolares en el conocimiento de la ciencia, como tal, cuanto en enriquecer y perfeccionar progresivamente su conocimiento inicial sobre las cuestiones investigadas, que será en principio próximo al conocimiento cotidiano, tratando de que evolucione hacia formulaciones más ricas, relacionales y complejas, incorporando determinados elementos y opciones gnoseológicas inspiradas en las concepciones científicas sobre la realidad y la forma de llegar a conocerla, de tal manera que el escolar vaya apropiándose de formas de ver, de procedimientos y de actitudes relacionadas con las que son características y comunes en el ámbito del trabajo y del conocimiento científico. Aunque hay que reiterar que el conocimiento científico, en sí, es inadecuado como contenido a enseñar a los niños de primaria; entre otros aspectos, por su complejidad, por su excesiva distancia respecto a los conocimientos cotidianos, por su inadecuación para abordar los problemas cotidianos del alumno y por su esquema organizativo, que genera barreras disciplinares absolutamente injustificadas en esta etapa. Por todo ello, creemos que las directrices curriculares para la alfabetización científica básica deben incorporar la idea de que el conocimiento escolar es de distinta naturaleza epistemológica que el conocimiento científico y que el conocimiento cotidiano (G.I.E. 1991, Rodrigo 1994), y que la formulación del conocimiento escolar deseable supone una integración didáctica de contenidos relacionados con distintos tipos de saberes: con los conocimientos científico-académicos, con las concepciones y experiencias de los alumnos y con los problemas relativos al contexto socionatural. El problema, entonces, es el de cómo lograr que el saber profesional de los maestros (y el de los profesores de todos los niveles escolares) se desarrolle en forma coherente con las ideas anteriores. El conocimiento profesional en el ámbito del saber conceptual relativo a las ciencias En la actualidad, es un lugar común el señalar que es preciso superar el enfoque enciclopédico en la formación del profesorado y distinguir entre saber y saber enseñar, evitando la identificación entre saber disciplinar y conocimiento profesional. De la misma manera, tampoco se acepta considerar el conocimiento profesional como simple suma de conocimiento científico sobre la materia a enseñar y nociones psicopedagógicas para la enseñanza de esos contenidos. Se coincide en la necesidad de aceptar que saber algo de ciencias y saber reconocer, por ejemplo, que un determinado problema o situación de clase puede ser útil para movilizar determinados contenidos que pueden ayudar a los alumnos a progresar en la construcción de unos determinados conocimientos escolares, son saberes de distinta índole y que el mencionado en segundo lugar se sitúa más propiamente en el ámbito del denominado conocimiento profesional. Pero es preciso, no obstante, perfilar con mayor nitidez el concepto de desarrollo profesional en relación, en este caso, con el ámbito del saber conceptual. Según Bromme (1988), el conocimiento profesional puede definirse, en primera aproximación, como el conocimiento que los profesores usamos en nuestra práctica docente cotidiana. Considera que el saber del profesor, como tal, puede incluir conocimiento teórico del contenido académico a enseñar, conocimiento del saber de los alumnos y conocimiento sobre las situaciones didácticas que puedan ser más adecuadas en cada caso. De esta forma, podrá constar de elementos teóricos, reglas empíricas y experiencia práctica, así como metaconocimiento sobre el contenido de la asignatura. En todo caso, subraya, el conocimiento profesional no consistirá en el resultado de una simple adición ponderada de distintos tipos de saberes. Es interesante al respecto la analogía propuesta por Porlán y Rivero (1998), al considerar que lejos de ser una simple mezcla física de saberes, el proceso de elaboración del conocimiento profesional del enseñante se representaría mejor como un auténtico cambio sustancial, es decir, como una "reacción química" que da lugar como producto a un cuerpo de conocimiento diferenciado, de distinta naturaleza que los "reactivos"; un saber de síntesis que no estaba presente entre los distintos conocimientos puestos en relación didáctica inicialmente. En este marco general es donde creemos necesario situar la caracterización del saber profesional sobre los conocimientos conceptuales relativos a las ciencias. Para ello es preciso recurrir nuevamente allúcido análisis que efectúa Bromme (1988) en el artículo que venimos reseñando, al reflexionar sobre las razones por las que es necesaria la transformación del conocimiento científico conceptual (conocimiento teórico) para que tenga utilidad didáctica. En su trabajo, define las teorías científicas como conjuntos de enunciados que son necesariamente generales frente a las concretas circunstancias del contexto bajo el que aparecen los fenómenos que son descritos y explicados por los mismos, de forma que tales enunciados van ignorando gradualmente las circunstancias concretas del contexto en que se generó el conocimiento. Pero unos conocimientos que puedan ser aplicables en la práctica deben referirse a situaciones concretas, por lo que debe evitarse el empleo directo de tales generalizaciones y llenar previamente de contenido concreto los conceptos abstractos (generales) que deban aplicarse. Será preciso, en los términos que venimos empleando, una recontextualización o reconstrucción didáctica integradora para su utilización en el contexto escolar y en las circunstancias específicas de la clase y del objeto de estudio en curso. Hay que tener en cuenta, además, que los enunciados científicos están normalmente, no sólo formulados en términos muy generales, sino también organizados desde la óptica y objetivos específicos de cada disciplina particular. Mientras que, por contra, la actuación de los profesionales, como en el caso de las vivencias cotidianas de los alumnos, tiene lugar en contextos concretos que vienen dados en su globalidad, y que exigen el empleo de conocimientos integrados que superen la parcelación de la realidad que suele caracterizar al saber científico. Por tanto, el conocimiento significativo y funcional que se demanda para el alumno de primaria es también exigible para el saber profesional del maestro, ya que éste es, y ha de ser, un conocimiento teórico-práctico integrado y se organiza en forma de esquemas de comprensión y actuación que funden, creativa y dinámicamente, como resalta Mellado (1998), conocimientos teóricos de diversa índole y conocimientos adquiridos en el curso de la experiencia práctica. Un conocimiento diferenciado que, desde nuestro punto de vista, sólo puede derivarse de procesos de formación que, en relación con el saber conceptual, incorpore contenidos que han de poseer, como en el caso del conocimiento escolar que hemos propugnado para los alumnos y alumnas, significatividad potencial, capacidad estructuradora primaria y capacidad estructuradora secundaria, y que habrán de ser puestos en juego en el curso de actividades dotadas, igualmente, de significatividad y capacidad estructurante. La apropiación del conocimiento profesional: líneas de progresión y dificultades Un buen número de estudios recientes sobre los conocimientos de los enseñantes respecto a determinadas cuestiones o tópicos relacionados con la ciencia permiten afirmar que en este aspecto puede encontrarse una de las principales dificultades para la mejora de los procesos de alfabetización científica de los escolares en nuestro país. Los recientes trabajos, por ejemplo, de de Pro (1998) o de Furió, Azcona y Guisasola (1999), en torno al conocimiento del profesorado de secundaria sobre cuestiones concretas de ciencias, o los datos de que disponemos, en nuestro caso, sobre conocimientos de maestros en formación inicial, como los expuestos, por ejemplo, en Cañal (1997), ponen de manifiesto la magnitud del problema y la existencia, entre los futuros maestros, de una, a todas luces, inconveniente e inaceptable proporción de "analfabetismo funcional" en cuanto a la cultura científica. Que una mayoría notable de maestros en formación inicial de una clase de segundo o tercer curso de la diplomatura admita casi sin ninguna duda de fondo, por ejemplo, que "no es conveniente dormir con plantas en el dormitorio" , que "las plantas respiran durante el día en forma inversa a como lo hacen los animales" o que "si se lanza hacia arriba una piedra ésta subirá hasta que se agote la fuerza que le hemos dado, momento en que empezará a caer"; o que considere, igualmente, que la margarita "es una flor con pétalos alargados y la corola formada por numerosos estambres amarillos situados en el centro de la flor" o bien que considere plausible y admita, (en relación con una noticia de periódico falsa, que redactamos expresamente para su análisis en el curso de una actividad) que "los nacidos bajo el signo de Escorpio presentan una mayor proporción de conducta agresiva que el resto de la población", da idea de la escasa incidencia de la enseñanza habitual sobre sus conocimientos cotidianos, en muchos casos, así como del bajo nivel de significatividad de sus conocimientos y de la inadecuación de los mismos para interpretar adecuadamente muchos objetos o procesos de la realidad natural de su entorno. Por otra parte, el análisis de mapas conceptuales elaborados por estos estudiantes de magisterio sobre aspectos como, por ejemplo, la nutrición humana o el trabajo de los científicos, pone de manifiesto la atomización de sus conocimientos y la enorme dificultad que encuentran para conectar adecuadamente sus aprendizajes, que con excesiva frecuencia son superficiales, fragmentarios y repletos de dudas y aspectos inadecuados o claramente erróneos. En este mismo sentido, hemos de subrayar que la parcelación del saber escolar y universitario, escasamente retenido, y a duras penas, por los futuros enseñantes, ocasiona a éstos enormes dificultades para la integración interdisciplinar del conocimiento relativo a las diferentes ciencias y, aún en mayor medida, para la conjunción de éste saber científico con los conocimientos sobre la realidad sociocultural. Hay que reconocer, por todo lo anterior, que las posibilidades del período de formación inicial de los maestros, y de todos los profesores, para la construcción del conocimiento profesional son, en la actualidad, bastante limitadas. Pero ello no resta trascendencia y relieve a la influencia potencial de este período formativo, una etapa crucial para la puesta en marcha, orientación e impulso cognitivo y motivacional del desarrollo profesional. Aunque éste, sin duda, podrá realmente consolidarse y avanzar notablemente una vez inserto el profesor en el contexto escolar, ya que el conocimiento profesional se origina precisamente en la interacción entre elementos teóricos y la práctica de aula. Ello no debe llevarnos a pensar, como a veces se ha creído, en un desarrollo profesional espontáneo o de "descubrimiento personal", sino en procesos personales y de grupo que habrán de contar con el debido estímulo, apoyo y asesoramiento de la administración y las diversas instituciones educativas responsables de la formación permanente. En cuanto a la formación inicial, uno de los aprendizajes principales que hemos de realizar los profesores es el de comprender, y saber hacer un uso práctico de ello en el aula, la mutua interdependencia y relación funcional que debe haber entre los conocimientos teóricos y prácticos que poseemos sobre la enseñanza. Algo que puede tener una especial dificultad en el caso de los maestros, entre los que se manifiestan con frecuencia actitudes de franca hostilidad y rechazo hacia "lo teórico", basadas sobre todo en la valoración negativa que realizan del enfoque y contenido de las materias teóricas y de su utilidad durante el desarrollo de las prácticas de enseñanza; y al reflexionar sobre la experiencia vivida en el curso de las mismas y concluir sobre lo que puede ser útil y necesario para el desempeño profesional. Este es un grave problema que el currículum de la formación inicial de los maestros, y cada uno de los profesores que lo desarrollan, han de abordar con urgencia. En esta línea, sin caer en planteamientos simplificadores y superficiales, creemos que existe ya la posibilidad de repensar y reformular radicalmente el currículum de la formación inicial y permanente del profesorado en cuanto al saber profesional relativo a las ciencias, con vistasa la alfabetización científica de los escolares y en el marco de las actividades en torno al conocimiento del medio socionatural. Será preciso para ello, en primer lugar, dar un enfoque específicamente profesional a las asignaturas de "ciencias para maestros", lo que implica ante todo una atención selectiva a la mejora global del conocimiento científico que los estudiantes hayan logrado conformar en las etapas educativas anteriores, mejora que estará más relacionada con la reconstrucción de los principales conceptos científicos y con la reestructuración general de los datos, conceptos, procedimientos y actitudes propias de cada ciencia y del conjunto de las mismas, que con la pretensión de ampliarlos para situarlos en un "nivel universitario" inespecífico. Y atender además, en el resto de las asignaturas relacionadas con la didáctica de las ciencias, a unas mismas finalidades prioritarias sobre las que exista consenso, como pueden ser algunas de las que se proponen en el párrafo siguiente, siendo conscientes de que en algunas de ellas apenas se podrá más que iniciar un proceso que habrá de tener su continuidad y su principal desarrollo en los procesos de formación permanente. De acuerdo con todo lo anterior, creemos que el currículum de formación inicial y permanente de los maestros (que creemos debe plantearse de manera conjunta y coherente), en lo relativo al desarrollo del conocimiento conceptual necesario para una adecuada intervención profesional en el proceso de alfabetización científica de los escolares de primaria, debería orientarse teniendo en cuenta las siguientes finalidades: . Desarrollar un conocimiento teórico bien estructurado y significativo sobre las distintas áreas pertinentes para la formación relativa a las ciencias, con especial atención a los principales objetivos, problemáticas, conceptos, principios, teorías, y métodos y técnicas de investigación, en el campo de disciplinas como la geología, física, biología, química, tecnología y epistemología e historia de las ciencias. . Estructurar el conocimiento relativo a las distintas ciencias de la naturaleza en forma interdisciplinar y significativa, realizando este proceso de reconstrucción desde la perspectiva e intereses de la didáctica de las ciencias, con especial atención a los conceptos estructurantes o puente, los mapas conceptuales integrados, los obstáculos epistemológicos, etc. . Estructurar el conocimiento relativo al medio natural y sociocultural en que se desenvuelve el alumno de primaria en forma interdisciplinar y significativa, con especial atención a los conocimientos transversales y al análisis de problemas socioambientales relevantes en el contexto de los alumnos, con vistas a la recontextualización o contextualización didáctica del saber escolar. . Conocer las prioridades pedagógicas y didácticas relativas al para qué y qué enseñar en el ámbito del saber conceptual sobre el medio socionatural, con sus correspondientes hipótesis de progresión en la construcción y evolución de dichos conocimientos (en la línea, por ejemplo, de las propuestas de G.I.E. (1991) y de García (1998) sobre el conocimiento escolar a lo largo de la etapa de primaria), de acuerdo con opciones fundamentadas en la didáctica de las ciencias y teniendo en cuenta asimismo las directrices curriculares vigentes y los materiales de desarrollo curricular disponibles. . Conocer, en forma igualmente estructurada y significativa, las principales concepciones y obstáculos comunes en la construcción del saber conceptual de los escolares sobre la realidad socionatural, en correspondencia con las hipótesis de progresión antes mencionadas, a lo largo de los distintos ciclos de la primaria. . Conocer un amplio repertorio de objetos de estudio, problemáticas y problemas concretos que sean comunes en el contexto vivencial de los alumnos y constituyan situaciones didácticas especialmente ricas e idóneas para la reconstrucción y el enriquecimiento progresivo del saber de los alumnos y alumnas sobre su medio, en relación con lo que hemos definido como ámbitos de investigación escolar en primaria, por ejemplo en Cañal (1997). . Conocer, teórica y prácticamente, las características de los principales tipos de tareas que el profesor y los escolares habrán de poner en juego en el curso de los procesos de análisis, movilización, búsqueda, estructuración y reestructuración de los conocimientos conceptuales perseguidos en primaria, e integrar todo ello en esquemas de conocimiento y actuación profesional para el diseño y desarrollo en el aula de la enseñanza. La relevancia y magnitud de los puntos anteriores nos indican que su desarrollo puede exigir todo un programa de investigación y desarrollo profesional que puede constituir una de las líneas de trabajo más interesantes de la didáctica de las ciencias. Bibliografía BROMME, R. (1988): "Conocimientos profesionales de los profesores" en Enseñanza de las Ciencias, vol. 6 (1), pp.19-29. CAÑAL, P. (1997): "La fotosíntesis y la respiración inversa de las plantas, ¿un problema de secuenciación de los contenidos?" en Alambique, n. 14, pp. 21-36. CAÑAL, P.; LLEDÓ, A. I.; POZUELOS, F. J. y TRAVÉ, G. (1997): Investigar en la escuela: elementos para una enseñanza alternativa. Sevilla, Díada. FURIÓ, C.; AZCONA, R. y GUISASOLA, G. (1999): "Dificultades conceptuales y epistemológicas del profesorado en la enseñanza de los conceptos de cantidad de sustancia y de mol" en Enseñanza de las Ciencias, vol. 17(3), pp. 359-376. G.I.E. (1991) Proyecto curricular IRES. Sevilla, Díada. GARCÍA, J. E. (1998): Hacia una teoría alternativa sobre los contenidos escolares. Sevilla, Díada. MARCO-STIEFEL, B. (en prensa) "La alfabetización científica" en F.J. Perales y P. Cañal, Didáctica de las Ciencias Experimentales. Teoría y práctica de la enseñanza de las ciencias. Alicante, Marfil. MELLADO, V. (1998): "El estudio de aula en la formación continua del profesorado de ciencias" en Alambique, n. 39, pp. 39-46. PORLÁN, R. y RIVERO, A. (1998): El conocimiento de los profesores. Sevilla, Díada. PRO, A. de (1998): "El análisis de las actividades de enseñanza como fundamento para los programas de formación de los profesores" en Alambique, n. 15, pp. 15-28. RODRIGO, M. J. (1994): "El hombre de la calle, el científico y el alumno: ¿un sólo constructivismo o tres?" en Investigación en la Escuela, n. 23, pp. 7-16. Dirección de contacto Pedro Cañal de León Universidad de Sevilla. Facultad de Ciencias de la Educación. Departamento Didáctica de las Ciencias Experimentales. Av. Ciudad Jardín, 22. 41005 Sevilla. Tel.: 95/ 464 50 02
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