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PINE (Psicoinmunoneuroendocrinología)

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José Bonet
Pine
Psicoinmunoneuroendocrinología
Cuerpo, cerebro y emociones
Ediciones B
2
 
 
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3
A mi padre, que me enseñó el amor por la Medicina. A mi
madre, quien me introdujo en el camino de la Psicología.
A Adriana, mi esposa, y a Felipe y Joaquín, mis hijos, por
su inagotable cariño y compañía.
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Prólogo
El Profesor Bonet describe en este libro, de una manera sencilla, cómo el
organismo a través de una red que implica a los diversos aparatos y sistemas de la
economía (neuropsíquico, inmunológico, neuroendócrino) permite la adaptación
del mismo al medio que lo rodea (el que ha sufrido trascendentales cambios en los
últimos 50 años), basándose en los nuevos conocimientos científicos aportados por
distintas disciplinas biológicas: las neurociencias, la inmunología, la
neuroendocrinología, la genética, etc. Además, explica la relación de la enfermedad
con la inadaptación del individuo a este medio. En este sentido, debemos recordar
el pensamiento de Darwin sobre la adaptación de las especies al medio que las
rodea y cómo influye en su supervivencia (publicado en 1859).
Es conocido el hecho de que los conocimientos científicos avanzan en forma
muy acelerada. Bastaría con citar en los últimos años los descubrimientos de las
hormonas cerebrales o neurohormonas, del sistema inmunológico o citoquinas, y en
general de todos los componentes de la red (cerebro o mente, sistema
inmunológico, sistema endócrino o glandular u hormonas), como así también el
comportamiento de cada uno de estos componentes en la adaptación y
supervivencia del individuo. El conocimiento de estos mecanismos ha permitido
por distintos medios (la farmacología, la psicoterapia, etc.) corregir al menos en
parte los defectos de inadaptación a los nuevos desafíos que implican los cambios
en el medio que los rodea.
El cambio que se ha operado en distintos aspectos de la vida cotidiana por
distintas causas, entre ellas la informática, las comunicaciones, las relaciones
interpersonales (familiares y sociales) ha producido un importante desfasaje en la
relación medioambiente-individuo que ha llevado en muchos casos a la
imposibilidad de adaptación a la enfermedad y disminución de la supervivencia. El
Profesor Bonet describe en forma sencilla cómo los distintos sistemas participan en
una respuesta integral a un cambio adaptativo. Esto es el resultado del incremento
en el conocimiento de las funciones cerebrales, del sistema inmunológico, del
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sistema neuroendócrino, que hoy en día pueden ser visualizadas en base a
imágenes, determinaciones bioquímicas y experiencias clínicas. Y analiza la
fisiopatología del estrés, las emociones, los pensamientos, directamente
relacionados con la conducta de adaptación y su repercusión en los distintos
sistemas y a su vez el efecto de estos sistemas sobre el cerebro, lo que resulta de
una respuesta integrada de la red.
La Psicoinmunoneuroendocrinología es la disciplina que estudia estos
mecanismos y por lo tanto aporta conocimientos fundamentales para todos aquellos
que se ocupan de las Ciencias de la Salud y ha modificado algunos de los aspectos
fundamentales del enfoque de las enfermedades y de su tratamiento. Junto a los
profesores José Bonet, Jorge García Badaracco, Isaac Sinay y Daniel Cardinali nos
impusimos trasmitir estos conocimientos a los profesionales de la salud, y gracias
al apoyo de la Universidad Favaloro desde hace 20 años estamos dictando una
Maestría en Psicoinmunoneuroendocrinología (PINE) que ha sido la primera en el
mundo en tratar y trasmitir en forma integral todos estos conocimientos. Hoy en
día, ex alumnos de la Maestría han difundido estos conocimientos vinculados al
funcionamiento interdisciplinario en prácticamente todos los países de América y el
mundo, habiéndose creado la Sociedad Internacional de
Psicoinmunoneuroendocrinología y la revista Psychoneuroendocrinology, que
posee un alto impacto con trabajos realizados en distintos centros científicos
nacionales e internacionales.
El Profesor Bonet ha sido uno de los profesionales de la salud que mejor ha
interpretado esta nueva disciplina y tiene la capacidad no solo de aplicarla, sino
también de transmitirla.
 
Prof. Jaime A. Moguilevsky
Codirector de la Maestría en PINE
Decano de la Facultad de Posgrado Universidad Favaloro
Profesor Emérito UBA
Investigador Superior Conicet
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Introducción
“Saber que no se sabe, eso es humildad.
Pensar que uno sabe lo que no sabe,
eso es enfermedad”.
Lao-tsé (570 aC-490 aC)
Filósofo chino
 
“Puedo decirle que es el conocimiento?
Es saber tanto lo que uno sabe
como lo que uno no sabe”.
Confucio (551 aC-479 aC)
 
Una serie de descubrimientos científicos nos están indicando caminos a través de
los cuales los estados emocionales y psicológicos influyen en la salud física o
corporal, y viceversa. Este libro tiene por objetivo explicar descubrimientos
recientes acerca de las conexiones entre el cerebro, las emociones, la conducta, la
inmunidad y las hormonas. Si bien es un tema acerca del cual se vienen publicando
trabajos desde hace muchos años, en estos últimos tiempos se ha logrado un avance
muy importante en el conocimiento de los vínculos entre estos sistemas.
Aunque la relación entre las emociones y el cerebro con las enfermedades ha
sido postulada desde hace mucho tiempo, en principio eran hipótesis lineales, con
mecanismos poco conocidos, que han ido evolucionando a concepciones más
modernas y complejas. Esta evolución se ha ido dando conforme han ido
progresando tanto los diferentes paradigmas de la ciencia y la investigación, como
la tecnología en la biología y la medicina. Esto ha permitido la expansión del
conocimiento, y hoy vemos que para entender el proceso de enfermar es necesario
considerar desde el nivel de la molécula hasta el nivel de la sociedad.
Básicamente vamos a tratar tres temas que podemos resumir en: 1) la idea de que
los pensamientos, emociones, cogniciones, recuerdos, en fin, el psiquismo o la
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mente, influyen en el funcionamiento corporal, y por lo tanto, en mantener la salud
o que se desencadene una enfermedad; 2) que los distintos sistemas fisiológicos
reguladores de la función corporal funcionan de una manera interactiva,
modulándose entre sí y generando una red funcional que está al servicio de la
adaptación y la supervivencia, y 3) que el ambiente físico, emocional y
sociocultural impacta en el mantenimiento de la salud o en la susceptibilidad para
el desarrollo de enfermedades: la forma y los caminos en los que el ambiente o el
contexto “se meten bajo la piel”.
Creemos que es importante aclarar que no es un libro de autoayuda tradicional,
ni va a tener recetas prácticas acerca de cómo lidiar o tratar con estos estados
emocionales; tampoco se trata de crear expectativas, muchas veces erróneas, como
que cambiando los pensamientos, o simplemente teniendo pensamientos “felices”,
las personas pueden curarse a sí mismas, o evitar lo que, a veces, es inevitable. Pero
se pueden encontrar en él conocimientos que pueden ayudar a obtener otros
beneficios, como por ejemplo conocer qué es lo que sabemos y qué no. El
conocimiento y las expectativas adecuadas generalmentecolaboran con los
objetivos que nos propongamos, inclusive en la salud.
A veces sucede que con la necesidad y el deseo de encontrar intervenciones que
mejoren nuestra salud se proponen tratamientos o medidas terapéuticas
“milagrosas”, que no se corresponden con la realidad de las cosas. Al mismo
tiempo, queremos evitar caer en la trampa que por no crear falsas y exageradas
esperanzas, creamos lo contrario, desesperanza; ni lo uno ni lo otro. Aunque sí
podemos estar de acuerdo con los autores que sostienen que al cambiar el
pensamiento se cambia el cerebro, cuando cambia el cerebro cambia el cuerpo; y
por lo tanto podríamos decir que al cambiar la mente se cambia la biología.
Promediaba la década de los 80, habíamos terminado recientemente la formación
en Psiquiatría, por la condición de habernos formado en clínica médica
previamente, y también haber tenido una formación en lo que se llamaba “medicina
psicosomática”, nuestros colegas nos empezaron a solicitar la atención de los
primeros pacientes infectados con el VIH, el virus del sida, que presentaban
alteraciones psicológicas y mentales y empezaban a llegar a la clínica en la cual
trabajábamos y a los consultorios psiquiátricos. Esto se fue expandiendo, y es así
que pasamos por una época en que atendimos muchos pacientes enfermos de sida.
Entonces comenzamos a aprender la importancia del sistema inmune y su relación
con el cerebro, las emociones y la mente.
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En ese momento no se conocía mucho de la enfermedad, pero sí que era una
epidemia mundial. Eran pacientes muy jóvenes, en general homosexuales,
promiscuos, impulsivos, y había toda una ola de misterio y miedo a su alrededor. Se
sabía que el virus tenía una preferencia especial por unas células del sistema
inmune, los linfocitos, y por células del cerebro, como las neuronas y otras. Los
pacientes estaban en estados avanzados de la enfermedad y presentaban síntomas
psiquiátricos muy evidentes, pero algunos presentaban síntomas de este tipo desde
un principio, razón por la cual intervenía un psiquiatra.
En esa época, desde la clínica y la investigación del VIH se intentaba encontrar
si existían, y cuáles eran los síntomas y cuadros neuropsiquiátricos típicos. Pero al
mismo tiempo eran personas, familias y médicos asustados por una epidemia casi
desconocida, que amenazaba con la muerte cercana y la condena social. Como
todavía no se había encontrado una terapéutica eficaz, estos pacientes
evolucionaban rápidamente a un estado terminal, presentando un cuadro demencial
catastrófico, de tal forma que atendíamos a personas jóvenes con un estado
psíquico muy grave, en un contexto de “silencio”, prejuicio y desconocimiento en
general.
Más tarde se comenzó a buscar si existían, y cuáles eran las características de
personalidad y otros aspectos “psicosociales” de estos pacientes, características que
podían colaborar a que el virus y/o la enfermedad avanzaran o se frenaran; era el
momento de la búsqueda de factores psicosociales que ayudaran a evitar su
progresión, por lo que surgieron muchas investigaciones en este sentido, buscando
factores emocionales y características psicológicas que anticiparan la evolución o el
pronóstico de la enfermedad.
En ese contexto, se comenzó a relacionar el cerebro, las emociones y la función
inmune; por ejemplo, el hecho de que tanto las neuronas como las células inmunes
tenían un mismo origen embrionario y que, por lo tanto, el virus VIH prefería este
tipo de células. O que ambos sistemas eran los únicos del organismo que tenían
capacidad de memoria y de aprendizaje; esto es el sistema inmune, porque aprende
ante qué debe reaccionar y ante qué no. Esto es la base de su función fundamental,
“distinguir lo propio de lo no propio”, es decir, la protección frente a agentes
externos invasores y el mantenimiento de la constancia e integridad de los tejidos y
órganos del cuerpo. Al mismo tiempo, otorga una especie de identidad interna que
se mantiene a lo largo de la vida, lo que podemos llamar memoria inmunológica,
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que es, por ejemplo, la base de las vacunas. Es decir, aprende y recuerda frente a
qué sí debe reaccionar y frente a qué no.
Dentro de los cambios que produjo esta enfermedad, uno muy importante es que
atrajo la atención de universidades, organizaciones estatales y científicos, para
destinar fondos y esfuerzos en la investigación y el conocimiento del sistema
inmune, que hasta ese momento era bastante básico. Se sospechaba, pero no se
conocía mucho, la relación de este sistema con el cerebro o con el sistema
endócrino, y mucho menos con las emociones y el psiquismo. Es a partir de
entonces que se incrementa explosivamente la investigación y sobre todo el
conocimiento en este tema, por lo cual se empieza a hablar más frecuentemente de
Psiconeuroinmunología, aunque la mayoría de los inmunólogos aún pensaban que
el sistema inmunológico funcionaba en forma aislada, que no tenía relaciones con
los demás sistemas.
Más adelante empiezan a aparecer publicaciones científicas en las que se refleja
que no solo existe una estrecha relación entre la inmunidad, el cerebro y el sistema
nervioso, sino que aquel está también estrechamente relacionado con el sistema
endócrino y con las hormonas. Es decir, que existe una “conversación” o “diálogo”,
un cruce de información bidireccional entre el cerebro, el sistema inmune y el
sistema endócrino. ¿Cómo se realiza? De esto es lo que trata este libro.
En el capítulo 1 veremos que, en general, los pacientes y los médicos creen que
en la enfermedad existen relaciones estrechas entre las emociones y el cuerpo, pero
aunque han surgido muchas teorías acerca de esta relación pareciera que no han
podido sostenerse. Lo que sí se ha mantenido en el tiempo es la idea que la mente y
las emociones pueden influir en el funcionamiento de cuerpo. Con esto estamos
hablando de la muy discutida relación mente-cuerpo o, mejor aún, de la relación
mente-cerebro-cuerpo.
A partir de la investigación biomédica de las últimas décadas ha cambiado
nuestra comprensión de los sistemas del organismo, como quedará claro en el breve
recorrido histórico que haremos; cómo han ido evolucionando las teorías de la
medicina y de la psicología en la comprensión del fenómeno mente-cuerpo y del
impacto emocional; desde el descubrimiento de las hormonas y su efecto sobre el
cerebro, pasando por la primeras concepciones psicosomáticas, la medicina
conductual, la medicina mente-cuerpo, hasta llegar a hoy, en que la
Psicoinmunoneuroendocrinología (PINE) propone, a partir de una “fisiología
integral”, un modelo sistémico del ser humano. Esta puede proveer aportes para
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una explicación científica a lo que comúnmente se denomina conexión mente-
cuerpo y, por lo tanto, cómo la mente y los “aspectos psíquicos” impactan en el
bienestar psicológico y físico. Lo que nos puede proporcionar un camino
fisiológico razonable para explicar la antigua cuestión de la influencia de las
emociones y de los pensamientos en el funcionamiento del organismo, y la
ecuación salud-enfermedad.
En este sentido, haremos un breve resumen de algunas de las concepciones
psicosomáticas, como una forma de ver cómo se incluye la PINE en este contexto.
La Psicoinmunoneuroendocrinología, entonces, puede llegar a ser una teoría
unificadora y comprensiva. Aunque aún no esté completo su punto de vista
científico, tiene como una de las hipótesis centrales la relación mente-cerebro-
cuerpo, plantea que las enfermedades son enfermedades del cuerpo, el cerebro y la
mente; aportando un mecanismo eficiente o “ejecutor”, y es que todo lo que pueda
interferir en el funcionamiento de la red pueda ser lo suficientemente potente como
para incrementar el riesgo a enfermedades físicas, o retardar el restablecimiento y
ensombrecer el pronóstico de las enfermedades.
En el capítulo 2 nos enfocaremos en el estrés, que es un tema central y
conductor, no solo en la PINE, sino también en conocimiento de la influencia del
ambiente en la salud. En los últimos años se han realizado una serie de
investigaciones acercadel riesgo acumulativo asociado con la exposición a
estímulos estresantes, emocionales y psicosociales durante el curso de la vida. A
partir de estas evidencias, podemos decir que estímulos o eventos estresantes tales
como relaciones vinculares dañinas, bajo nivel socioeconómico, el soporte social
disminuido, la exposición temprana al abuso y relaciones tempranas conflictivas
están asociados con un incremento del riesgo a enfermarse y a tener peores
resultados tanto en salud mental como física y también en cifras de mortalidad.
Pero hay que tener en cuenta que la reacción de estrés depende tanto de la
percepción e interpretación de un evento como de la evaluación de la propia
habilidad para afrontarlo. Más aú n, actualmente sabemos que la forma de
reaccionar frente a estos eventos de la vida depende de la conjunción de dos
variables: cierta vulnerabilidad genética y el ambiente en los primeros años de la
vida, es decir, el estrés prenatal y el posnatal. Esto quiere decir que las personas no
sufren por las cosas, sino por la interpretación que hacen de las mismas.
Entonces veremos que el estrés es un proceso complejo, dinámico y recursivo
entre las demandas ambientales, los recursos sociales e individuales, tanto físicos
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como mentales, y la valoración del individuo acerca de relación entre las demandas
y los recursos disponibles. Para eso revisaremos el procesado psicológico de los
eventos, es decir, qué hace que una cosa dispare la reacción de estrés en algunas
personas y no en otras; qué sucede dentro del cerebro para que se dé esa reacción
de estrés, y cómo esta se despliega en todo el organismo. Después veremos cómo
esa respuesta puede ser mayormente benigna o adaptativa o bien transformarse en
algo dañino. Uno de los caminos a través de los cuales el estrés afecta la salud es en
el impacto en el sistema inmune. Por lo tanto, revisaremos cómo se produce dicho
impacto y cuáles son las consecuencias corporales del mismo.
En el capítulo 3 veremos la importancia de las emociones en el desarrollo de la
humanidad; qué significan, cuál es su función y cómo se regulan, se componen y se
clasifican; veremos que pueden ser adaptativas o desadaptativas y nos
preguntaremos si es verdad que afectan la salud. Sabemos que las llamadas
emociones negativas se despliegan ante estímulos que connotan peligro, desafíos,
dolor u otras condiciones nocivas, generando conductas defensivas como evitación
o escape. Pero cuando se activan de manera exagerada o fuera de su contexto
pueden ser nocivas para la salud; estas son de las más estudiadas por su vinculación
con enfermedades. Pero también, aunque en menor proporción, se están estudiando
las emociones llamadas positivas en su relación con la salud.
Uno de los caminos lógicos para considerar el impacto de las emociones sobre la
salud es el efecto que tienen sobre el sistema inmune. Por lo tanto, revisaremos las
publicaciones científicas sobre los cambios en el estado de duelo, de depresión, de
soledad y falta de apoyo social, y de ira y hostilidad en la inmunidad. Y también el
efecto de otros estados emocionales positivos sobre la función inmune y la salud,
como la afectividad positiva en general o el optimismo. Además, examinaremos
algunas de las llamadas emociones sociales como la vergüenza, la culpa o la
humillación, que se han empezado a estudiar a la luz de la Teoría de preservación
del self o yo social, y además el impacto de estas sobre la inmunidad.
En el capítulo 4 veremos que el corazón desde siempre ha sido la “sede” o el
lugar de las emociones en el cuerpo, y desde hace mucho se sostiene la relación de
las emociones con los padecimientos cardíacos, sobre todo la enfermedad
coronaria. En los últimos años, teniendo en cuenta que la enfermedad coronaria es
la principal causa de muerte en el mundo, se ha avanzado mucho en el
conocimiento en este tema, a tal punto que existe una subespecialidad que se llama
Psicocardiología o Cardiología conductual, que se ocupa exclusivamente de esta
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cuestión. A partir de esto, quizá se ha transformado en un ejemplo de una
concepción integral de la enfermedad, o sea de considerar a las enfermedades como
enfermedades de la mente, el cerebro, porque dentro de esos avances se ve
claramente que se producen, además de las alteraciones en las arterias coronarias,
modificaciones emocionales, inmunológicas, inflamatorias, metabólicas, etc.
Debido a la estrecha relación fisiológica del corazón con el cerebro, también se lo
denomina eje cerebro-corazón, sobre lo que existen muchísimas publicaciones, y es
un tema que está muy presente en todos los congresos de cardiología, psiquiatría y
psicología.
Vamos a revisar el tema de la personalidad y de las emociones como la
depresión, la ira y la hostilidad, asociadas con la enfermedad coronaria, y cómo las
emociones impactan en la enfermedad coronaria, considerando los distintos
caminos de enlace biológico entre el cerebro, el sistema inmune, las hormonas y el
psiquismo.
La cardiología es quizá una de las especialidades médicas en las que más se ha
avanzado en términos de prevención, diagnóstico y tratamiento, tanto desde el
punto de vista científico como tecnológico; pero pareciera que la tecnología por sí
misma no resuelve todo el problema, por lo tanto se necesitan otros abordajes que
colaboren con la comprensión y resolución del mismo.
Finalmente, diremos que este libro trata de describir la animada y elegante
conversación sostenida entre las hormonas, las neuronas, las emociones y el
sistema inmune, que tiene por objetivo principal mantener el funcionamiento
normal y la supervivencia del organismo. A través de esta conversación
bidireccional, se comunican los diferentes sistemas corporales, informándose entre
sí acerca del estado de cada cual, del funcionamiento adecuado de cada uno y de
los cambios o novedades que se pudieran suscitar.
Esto, que parece bastante obvio, en medicina y biología se tardó bastante en
lograr comprenderlo y poder describirlo; es decir, comprender cómo son sus
mecanismos y cómo se establece esa conversación. Como sabemos, en la ciencia y
por lo tanto en la medicina, predominaron paradigmas positivistas y dualistas,
orientando la investigación biomédica entre dos extremos: por un lado, modelos
analíticos o reduccionistas, que nos impiden ver las propiedades globales porque
intentamos analizar cada detalle del objeto de estudio; y por otro, modelos
“holísticos”, muy en boga, en los cuales todo tiene que ver con todo y entonces
conocemos poco de los mecanismos intervinientes. O sea, es otra manera de
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plantear el tema de las partes y el todo, de cómo a veces la investigación ha sido
dominada por paradigmas reduccionistas, dualistas, y de la necesidad de encontrar
otros modelos de concebir los fenómenos, de encontrar modelos más integradores
como el que plantea la Psicoinmunoneuroendocrinología.
Para facilitar la comprensión de los lectores que no están familiarizados con
cierta terminología científica, se incluye un glosario con el significado de las
palabras más utilizadas. Y quienes deseen ampliar la información sobre el tema
pueden recurrir a la bibliografía empleada aquí.
 
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I
LA INFLUENCIA 
DE LA MENTE
15
Introducción
“En el cielo no hay distinción entre el este y el oeste; la
gente genera distinciones con su propia mente, y luego
cree que son verdaderas”.
Buda
La idea de que ciertos factores psicológicos influyen en el funcionamiento
corporal se ha mantenido a lo largo de los años y a través de los diferentes enfoques
de la ciencia, la medicina y la psicología. Muchos investigadores adhieren a esto y
otros no. Pero, en general, podemos decir que cualquiera que trabaja con pacientes
en la clínica cotidiana, sabe que existen y alguna vez ha tenido que enfrentarse a
fenómenos difíciles de explicar solamente desde lo estrictamente físico o biológico.
A partir de estas ideas, y de estos hechos, ha aumentado el interés en la
investigación de los mecanismos, vías o caminos a través de los cuales los llamados
“factores psicológicos”—esto es las cogniciones, pensamientos, recuerdos,
emociones— podrían ejercer esta influencia sobre el funcionamiento somático. Por
lo tanto, se trata de un abordaje que ve a la mente, nuestros pensamientos y
emociones teniendo un impacto central sobre la calidad de vida, la salud y la
enfermedad.
Desde hace mucho se ha intentado encontrar las vías plausibles por las cuales la
mente y las emociones podrían afectar la función corporal y la salud física.
Últimamente, al incrementar nuestros conocimientos acerca del estrés y sus efectos
sobre el cuerpo y, sobre todo, las evidencias importantes de que el sistema inmune,
como otros sistemas del organismo, pueden ser influenciados por la mente, se están
generando nuevas formas de considerar el proceso de salud y de enfermedad.
La investigación aporta probables nuevas vías de comunicación a través de las
cuales los estados mentales pueden influir en el cuerpo. Sin embargo, esto tomará
muchos años de trabajo hasta conocer todo el mecanismo biológico preciso
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involucrado. Las evidencias científicas de la influencia de la mente sobre el cuerpo
tiene tres áreas convergentes de investigación:
 
Investigaciones fisiológicas que estudian conexiones biológicas y
bioquímicas entre el cerebro y otros sistemas del cuerpo.
Investigaciones epidemiológicas que muestran correlaciones entre ciertos
factores psicológicos y ciertas enfermedades.
Investigaciones clínicas que testean la efectividad de estos abordajes en la
prevención, alivio o tratamiento de enfermedades específicas.
 
Una de las cuestiones centrales que vemos actualmente es cuando los cambios
biológicos originados desde factores psicológicos hacen una diferencia en la salud.
Por ejemplo, si el estrés y la depresión bajan la efectividad del sistema inmune, ¿es
esta caída suficiente como para afectar la salud o incrementar el riesgo para
contraer enfermedad? Además, muchos de estos estudios están hechos en animales
de experimentación, por lo que su relevancia en humanos es todavía incierta.
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN MENTE-CUERPO
Siempre recuerdo el chiste en el que, frente a una mariposa recién cazada, un
científico naturalista le dice al otro: “Un excelente espécimen, signo de inocencia,
belleza y fragilidad… Alcánzame el frasco de éter”. El éter era para anestesiarla y
poder estudiarla mejor, para analizar cada parte detalladamente. Este tema nos
remite al tema de la relación entre el todo con las partes. En este sentido, la ciencia
se ha visto encerrada en una especie de oscilación entre posturas reduccionistas
extremas que estudian el fenómeno de una forma analítica, el Top Down, en el que
predomina la necesidad del conocimiento de los mecanismos a ultranza, con el
costo de perder de vista el conjunto. En el Bottom-up, en cambio, se pone el acento
en el todo —en el caso del chiste, en las cualidades de belleza, inocencia y
fragilidad. Son posturas “holísticas” que están teniendo una gran preponderancia,
pero puede hacernos caer en situaciones en las que “todo es igual a todo y todo
tiene que ver con todo”. Por lo tanto, conocemos poco. Pareciera que son dos
posturas difíciles de compatibilizar, o de integrar. Sin embargo, han aparecido
modelos diferentes que estudian al funcionamiento corporal desde una concepción
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emergentista. Está tomada de la idea filosófica inicial de emergencia o
emergentismo, utilizada sobre todo en la teorización del problema de la relación
mente-cerebro, que postula que la mente emerge del cerebro; la mente es
considerada como un conjunto de propiedades sistémicas a que da lugar el
funcionamiento del sistema nervioso central. A esas propiedades se las llama
propiedades globales emergentes.
La Teoría de la Emergencia surge a comienzos del Siglo XX y postula
básicamente que la mente emerge del cerebro. Según el diccionario de Ferrater
Mora, el vocablo emergente ha sido usado sobre todo para caracterizar una de las
teorías generales sobre la evolución: la evolución emergente. Esta afirma que cada
nivel del ser es emergente respecto del nivel anterior –e inferior. Es decir, que cada
nivel del ser tiene respecto del anterior una cualidad irreductible. Por niveles o
capas del ser se entienden realidades tales como materia, organismo, vida,
conciencia. Postula que si bien las causas combinadas producen por lo general los
mismos efectos que cuando obran separadas, hay algunos puntos particulares en
que las leyes cambian durante la transición, de tal suerte que se produce una serie
enteramente nueva de efectos.
El término emergente fue sugerido como contraste de resultante; estos distinguen
entre a) las propiedades exclusivamente sumatorias y substractivas, que son
predecibles, y b) las cualidades nuevas e impredecibles. Lo resultante es producto
de la suma, lo emergente es una cualidad nueva. La concepción de la vida como
evolución emergente se opone a su concepción como una reagrupación de hechos
físicos y químicos. Esta última concepción, llamada mecánica, resulta a su entender
inadecuada, porque si bien hay que admitir los resultantes, no se pueden eliminar
los emergentes. Esta idea se aplicó sobre todo a las relaciones entre la materia, la
vida y la conciencia. La vida es definida como una cualidad emergente de la
materia; varios ejemplos tomados sobre todo del carbono y su relación con la vida
biológica bastarían para probar esta teoría. La vida biológica es, pues, una síntesis
cuyos elementos no se alteran, pero cuya cualidad es modificada por el hecho de
que su lugar en la estructura varía de un modo semejante a cómo el valor y el
sentido de una nota musical varía de acuerdo con el lugar que ocupa en una
composición. Por este motivo, la teoría de la cualidad fue muy desarrollada por los
evolucionistas emergentistas al concebir las cualidades como emergencias. Así, las
diferentes capas del ser se definen de acuerdo a sus cualidades, que cambian según
las cosas, a diferencia de las categorías, que son invariables. Por ejemplo, el
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movimiento es una cualidad emergente del espacio-tiempo. De él emerge el
universo empírico; de este, la materia mecánica; de esta, la existencia físico-
química; de esta, la vida, y de la vida, el espíritu o la conciencia.
Un gran número de estudiosos, entre los que se encuentra el epistemólogo
argentino Mario Bunge, ha intentado explicar la evolución y, en este sentido,
sostiene que cada nivel es emergente del nivel anterior. Esta teoría ha sido útil para
intentar entender el estudio de la materia, de la vida, de la conciencia y de la mente.
La materia genera un organismo; el organismo, la vida, y la vida, la conciencia o la
mente. Cada nivel emerge del anterior, aunque no es la causa. Sobre este aspecto,
otra hipótesis afirma que causas combinadas producen los mismos efectos que
cuando obran separadas.
Toda esta consideración es importante para concebir la vida como emergente,
además porque complementa la concepción mecanicista que solamente sería una
reagrupación de hechos químicos y físicos. A partir de aquí se instala el concepto
de las propiedades globales emergentes, en referencia al hecho de que una
propiedad global es más que la suma de sus partes.
A partir de ideas como estas surge lo que podemos llamar como el Paradigma
conexionista, también llamado Conexionismo, Emergentismo, Dinámica de red o
Complejidad, que se refiere a la emergencia de estados globales en una red de
componentes simples. Un ejemplo de lo dicho es la mente, que emerge a partir de
la conexión y de la relación de elementos sin mente (componente simple), es decir,
la conexión de las neuronas de las diferentes partes del cerebro, que no tienen
mente. Una neurona individual tiene escasa significación aislada, únicamente está
activada o desactivada, pero lo importante es que participa en patrones globales
cambiantes que se conforman y desarman para determinada actividad. Asimismo,
se activan en forma coordinada bajo una influencia mutua, es decir, en una
activación interactiva. Se trata, entonces, de una propiedad global que emerge de
elementos simplesque no poseen esa propiedad.
El científico estadounidense Marvin Minsky, quien fuera director del Proyecto de
Inteligencia Artificial del MIT, publicó La sociedad de la mente, un libro donde
supone a la mente como un producto formado por una sociedad de agencias sin
mente. Con este planteo, se acerca a las filosofías orientales al indicar que no hay
un yo unido y centralizado, un autómata, una suerte de hombrecito que controla y
dirige las actividades del ser humano, sino que habla de un yo desunido. En dicho
libro, en más de diez capítulos con citas orientales, el autor habla de esta especie de
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sociedad que niega la existencia de un centro coordinador único. Así, a finales de
los 80 y principios de los 90 finalmente se instaura la idea de que no existe un yo
sólido, centralizado y unitario, sino un sistema organizado y complejo donde lo
importante radica en el conexionismo y la emergencia de las propiedades globales
emergentes.
¿Y QUÉ PASA CON EL CUERPO?
De allí que consideramos, siguiendo a Bunge, que una adecuada comprensión de
la influencia de la mente y del funcionamiento del organismo todo pueda lograrse
solamente por medio del estudio del suprasistema psiconeuroinmunoendócrino.
Lejos de ser autónomo, el cerebro está conectado con los sistemas endócrino e
inmune, que junto con el nervioso periférico son los tres sistemas centrales de
comunicación interna; y estos sistemas lo comunican con el resto de los sistemas
corporales de apoyo, como el cardiovascular, gastrointestinal, etc. Por lo tanto, no
hay procesos puramente nerviosos.
En este sentido, el conocimiento del funcionamiento corporal y mental ha tenido
diferentes paradigmas, momentos de considerar a un cerebro sin mente, otros de
considerar a una mente sin cerebro; momentos de síntesis, en los cuales se
considera la conjunción mente-cerebro; hoy, desde la
Psicoinmunoneuroendocrinología se asume imprescindible la consideración de la
mente, el cerebro y el cuerpo en un funcionamiento interactivo e intermodulado.
Cuando hablamos de la red psiconeuroinmunoendocrinológica podemos considerar
que la adaptación y la supervivencia pueden ser estados globales emergentes de la
conversación cruzada, bidireccional, de los diferentes sistemas implicados, a través
de los sistemas de información principales que son el SNC, el SE, el SI, con sus
señales compartidas. Es un animado e interactivo diálogo entre sistemas
intercambiando información, en el cual cada sistema es, a la vez, emergente y
productor de los otros estados emergentes. De esta manera, las enfermedades son
enfermedades de la mente, el cerebro y el cuerpo.
Entonces, ya no es solamente una influencia de los “factores psicológicos”, sino
que la mente, los pensamientos, los recuerdos, las emociones, las conductas, son
participantes activos y determinantes en los estados globales al servicio de la
20
adaptación. Pasa a formularse una fisiología integrativa que da lugar a diferentes
formas de Medicina y Psicologías integrativas.
En este nueva paradigma se inscriben nuevas formas de considerar la ecuación
salud-enfermedad, y podemos analizarlas desde la medicina conductual, la
medicina mente-cuerpo y la medicina psicosomática. Por lo tanto, haremos una
breve descripción del “estado del arte” hoy en día de cada una de ellas.
21
Dos concepciones de la Medicina
Existían ya desde antiguo dos escuelas clásicas que discutían acerca de la
enfermedad y el hombre enfermo. Eran la escuela de Kos, cuyo orientador era
Hipócrates, y la escuela Cnida, de Galeno. Desde entonces ya había discusiones y
una especie de división teórica y práctica. En forma resumida, podemos decir que
la escuela de Hipócrates tomaba como objeto central al hombre enfermo en su
totalidad, mientras que la de Galeno tomaba como objeto a la enfermedad; había
una concepción de enfermedad, la enfermedad tenía una existencia autónoma, no
era el hombre enfermo en su totalidad. Hipócrates consideraba al temperamento y a
la historia del sujeto, en cambio Galeno pensaba que la causa era una lesión
anatomoclínica cuando analizaba la enfermedad. Hipócrates pensaba que una
enfermedad era una reacción global del cuerpo y el espíritu, en cambio Galeno se
focalizaba en la búsqueda de una causa específica, de un agente patógeno. Y la
terapéutica para Hipócrates era restablecer la armonía perdida, mientras que para
Galeno era localizar la afección en el cuerpo y extirparla.
El pensamiento que precedió a la explosión de la investigación científica con
respecto al de la influencia de los “aspectos psicológicos”, y que dominó la
investigación y hacia donde se dirigiría la misma, se fundamenta en la visión que
tuvieron del mundo pensadores como Descartes, Locke, Wundt y otros. Estos
hombres, que hicieron grandes aportes al conocimiento filosófico y científico por
medio de la observación detallada, fueron delineando un método. Este método se
conoce como positivismo y está basado exclusivamente en “realidades”
objetivamente observables y, por lo tanto, no debatibles. El método científico y su
estructura surgieron de esta forma particular de analizar el mundo. El modelo
biomédico también se originó en este sistema de pensamiento y en su desarrollo ha
provisto al mundo con valiosa información que permitió a la familia humana
expandir su conocimiento sobre las bases biológicas de la enfermedad. Sin
embargo, las limitaciones del modelo biomédico son cada vez más aparentes y el
22
sistema de salud ha iniciado un giro hacia nuevas perspectivas, más integradoras y
globales.
Antiguamente se concebía la relación del cuerpo con el psiquismo, y el
psiquismo con el cuerpo. El médico Alcmeón de Crotón, pupilo de Pitágoras en
torno al año 500 aC, e Hipócrates (469-399 aC) postulan que la fuente de la
inteligencia y de la enfermedad mental se debía a la relación entre los cuatro
humores fundamentales y el cerebro. En su concepción, la salud se debía al
equilibrio de los cuatro humores.
La bilis negra, que estaba producida por el bazo, cuando predominaba era la
causa de la melancolía, y el tratamiento se hacía con ciertas hierbas catárticas y
diuréticas como la Black hellebore o la Christmas rose. El segundo humor
considerado era la flema, que cuando prevalecía enfriaba el cerebro, y además
podía acumularse en el semen y en las articulaciones. El tratamiento consistía en
expulsarlo del cuerpo mediante la eyaculación. El tercer humor era la bilis
amarilla, que estaba producida por la en vesícula biliar, y cuando preponderaba la
persona se volvía irritable y de mal temperamento. El cuarto humor era la sangre,
que en esa época se consideraba que se producía en el hígado. El predominio de ese
humor daba lugar a una persona valiente, optimista, romántica. El tratamiento era
mediante la flebotomía. Como vemos, se concebía que ciertos humores producían
efectos mentales específicos, era una concepción integradora.
En el Renacimiento se conocía la anatomía de las glándulas endócrinas, pero se
desconocía su función. En el siglo 18 se pensaba que no tenían conexión o contacto
anatómico con el resto del cuerpo. En los testículos, quizá por ser las glándulas más
accesibles para estudiar, se describe la naturaleza química de sus productos
endócrinos. Es decir que producía ciertas sustancias que tenían ciertos efectos. A
esta conclusión se llega a través de realizar experimentos como la castración y
trasplantes en animales.
Ya en 1855, el genial médico francés Claude Bernard los describe como órganos
que producen una “secreción interna”, y por esa época otro gran médico, el
británico Thomas Addison, describe un síndrome que luego sería la enfermedad
que lleva su nombre, y también el rol que juegan las glándulas suprarrenales en el
síndrome descripto. En 1891 se produce la primera terapia hormonal endócrina. Se
trató de un mixedema, que es un grado muy grave de hipotiroidismo, tratado por el
británico George Murray. En 1893, George Oliver consigue a través de extractos de
glándula adrenal producir fenómenos de vasoconstricción a nivel de los vasos
23sanguíneos, y se comienza a especular si no sería la secreción que falta en la
enfermedad de Addison. En 1900, John Abel y Albert Crawford, y luego Jokichi
Takamine, conocen y luego purifican una sustancia: la adrenalina, otra de las
señales químicas centrales para una fisiología integral.
Con el descubrimiento de los efectos de las hormonas, sobre todo de la tiroidea,
se empezó a utilizar en el tratamiento de algunos padecimientos, entre ellos
enfermedades que tenían una presentación mental. Es decir, se comienza con una
apreciación de los aspectos psiquiátricos de las enfermedades endócrinas.
En 1892, dos médicos ingleses, Claye Shaw y Stanfield, realizan el primer
tratamiento de locura mixedematosa, un cuadro de hipotiroidismo muy grave que
en la actualidad casi ni se ve. Seguimos la descripción del cuadro hecha por los
mismos autores, y recopilada en el libro Psychoneuroendocrinology, de Owen
Wolcowitz: “Señora H: durante el embarazo de su tercer hijo presenta confusión e
incapacidad para concentrarse. Conserva la conciencia de su estado mental, pero
devino en lánguida y desinteresada de sus ocupaciones e hijos. Se agrava el cuadro
y se interna en 1891, por presentar un cuadro de estupor, afonía, rigidez, y
erotomanía. Se introducía en la cama de otros pacientes, y si las enfermeras no eran
cuidadosas, podía estrangular en el exceso de su deseo sexual. Se usaron toda clase
de tratamiento: baños, masajes, inyecciones de pilocarpina, tónicos y electricidad.
Finalmente se decide tratarla con extracto glicerinado de tiroides de oveja, y en 10
semanas fue dada de alta”.
Debido a estos primeros éxitos se comienza a pensar a las hormonas como
involucradas en la patofisiología de las enfermedades mentales; es decir,
participando en la relación mente-cuerpo. Hasta llegar a esta cuestión, diferentes
modelos han intentado dar cuenta de la relación entre las enfermedades mentales y
las hormonas. Emil Kraepelin, el maestro de la psiquiatría alemana, inspirado en las
concepciones dominantes de su época, centraba la función de la psiquiatría en el
descubrimiento de las consecuencias psicopatológicas causadas por la acción de
venenos o tóxicos específicos. Estableció que una de las finalidades científicas más
importantes de la psiquiatría era el descubrimiento de consecuencias
psicopatológicas específicas debido a la acción de venenos endógenos o exógenos
específicos. Se buscaba el veneno endógeno específico que fuera característico de
cuadros nosológicos presumiblemente específicos. Lo que podemos llamar el
paradigma kraepeliniano podría resumirse así: una enfermedad, una causa, una
terapéutica.
24
Este modelo estaba imbuido del espíritu del positivismo y se basaba
exclusivamente en “realidades” que fueran objetivamente observables y no
debatibles. Un modelo acorde con el método científico y el modelo biomédico que
empezaba a originarse y que, como dijimos, en su desarrollo ha provisto al mundo
de mucha información, que permitió a la familia humana expandir su conocimiento
sobre las bases biológicas de la enfermedad. Con el correr de los años, el
descubrimiento de nuevas hormonas y nuevas enfermedades debidas a esas
hormonas, y por lo tanto, el incremento en los conocimientos de la endocrinología,
se pensó a las hormonas como esos “tóxicos” endógenos que podrían generar
cuadros psíquicos específicos.
A partir de esto, a mediados del Siglo XX el suizo Manfred Bleuler va un poco
más lejos al comenzar a hablar de Psiquiatría endocrinológica, en la que la
importancia está dada por el auge que iba tomando la endocrinología con el
descubrimiento de nuevas hormonas. En el año 1956 publicó el libro Psiquiatría
endocrinológica, en el que postulaba que la función de esta nueva especialidad era
desentrañar la psicopatología de los trastornos endócrinos y la endocrinología de
los trastornos mentales. De la misma se esperaba una respuesta a la pregunta de
cuáles son las alteraciones mentales específicas que corresponden a los cuadros
endocrinológicos típicos; y viceversa, cuáles son las alteraciones endocrinológicas
en los cuadros psiquiátricos específicos. Un trastorno hormonal, una hormona en
más o en menos, un cuadro psicopatológico, una terapéutica; de modo tal que los
tóxicos o “venenos” de que hablaba Kraepelin son, para Breuler, las hormonas.
Paralelamente se iban desarrollando otros modelos y formas de entender la
influencia de los “aspectos psicológicos”, otras formas no tan biológicas como las
que venimos reseñando.
25
La medicina psicosomática
El concepto de psicosomático ha tenido una evolución divergente en su
significado. En un tiempo se refería exclusivamente a una etiología psicológica de
las enfermedades somáticas. Enfermedades específicas tales como asma, artritis,
úlceras, colitis ulcerosa, etc. eran vistas como psicosomáticas y, en contraste, otras
enfermedades se consideraba que tenían un origen exclusivamente orgánico o
biológico. Algunas teorías sostenían que factores psicológicos específicos eran la
etiología de enfermedades específicas, mientras que otras postulaban que las
enfermedades psicosomáticas eran el resultado de una reacción de estrés sostenida
y generalizada, impactando en un organismo vulnerable. Apoyando esta última
hipótesis, en recientes estudios metaanalíticos se encontró que la depresión, la
dupla ira-hostilidad y la ansiedad estaban fuertemente relacionadas no solo con la
enfermedad coronaria cardíaca, sino también con las llamadas enfermedades
psicosomáticas como asma, úlceras, artritis y cefaleas.
La palabra psicosomática de alguna manera condensa todo esto. Como explica el
especialista argentino Luis Chiozza, la Psicosomática es, primero, “una
especialidad que se ocupa del estudio y el tratamiento de las llamadas
enfermedades psicosomáticas”, que después veremos cuáles son; segundo “una
capacidad de la psicoterapia para producir efectos terapéuticos psíquicos y
somáticos”, es decir que la psicoterapia produce no solo efectos psíquicos, sino
también somáticos; tercero, “una posibilidad de generar teorías para comprender
los efectos psicológicos en el funcionamiento somático”, o esa que también sería
una posibilidad teórica, y cuarto, podemos decir que es una “orientación de la
medicina general que pretende incluir en cada acto médico el punto de vista psi con
respecto al enfermo y las relaciones con el médico, la familia y la sociedad”, que
quizás es como más completa.
En los Estados Unidos, recientemente se ha convertido en una subespecialidad
médica reconocida oficialmente, lo que hace que no quede limitada a la Psiquiatría
o la Psicología, sino que queda más relacionada con la medicina en general; en
26
países como Alemania y Japón las actividades psicosomáticas han alcanzado un
estatus independiente y suelen estar estrechamente relacionadas con la medicina
interna. Hasta los años 70, la medicina psicosomática fue el único espacio que se
ocupaba de la investigación en la interfase entre la medicina y la mente. Luego
surgieron otras formas de entender el asunto, como es el caso de la llamada
Psiquiatría de enlace o Medicina conductual, que veremos más adelante. Es una
subespecialidad de la Psiquiatría, que tiene que ver con el diagnóstico, el
tratamiento y la prevención de trastornos psiquiátricos en los pacientes con alguna
enfermedad médica.
LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA
El tema de la medicina psicosomática toma un auge importante a partir del siglo
XIX, con el psicoanálisis. Sigmund Freud considera a partir de la teorización de los
síntomas histéricos, que eran como signos de un lenguaje que el psicoanálisis podía
interpretar y leer: un lenguaje enigmático, oscuro, difícil de entender, similar al de
los sueños. Entonces, como un desprendimiento del psicoanálisis, se empezó a
considerar que a los síntomas somáticos también se los podía leer, por tratarse de
una especie de lenguaje inconsciente que restablece la continuidad del sentido; por
ejemplo, cuando en un tratamiento psicoanalítico aparecía una enfermedad
somática, había que encontrarle el significadosimbólico para de esa manera seguir
con la continuidad del sentido del discurso del sujeto. Esa fue la primera manera
del psicoanálisis para interpretar las enfermedades somáticas. Más adelante, esta
concepción llevó a que toda enfermedad del cuerpo podía ser entendida como un
lenguaje del cuerpo y por consiguiente era necesario interpretarla; es decir que toda
enfermedad podía interpretarse como un símbolo lingüístico.
También se produjo una evolución en otro sentido, ya que se empezó a pensar
que muchas enfermedades podían tener etiología psíquica, una especie de
psicogénesis, sobre todo en aquellas en las cuales no se conocían ni el mecanismo
ni la causa. Una especie de concepción mecanicista, psicologista en este caso. Este
enfoque tiene su desarrollo y su apogeo en la década del 50 y del 60 en los Estados
Unidos, con autores como Franz Alexander y la llamada Escuela de Chicago.
Esencialmente, consideraban que cada enfermedad de las llamadas psicosomáticas,
27
“las siete grandes de Chicago”, se debían a un conflicto inconsciente específico.
Intentando resumirlo de una manera muy esquemática, podemos decir que:
 
En el asma bronquial el conflicto era entre una excesiva dependencia materna
no resuelta y el miedo al abandono por parte del hijo.
En la dermatitis atópica o neurodermatitis el conflicto inconsciente era entre
una especie de exhibicionismo, como forma de obtener amor y ser favorecido,
combinado con culpa y masoquismo por ese deseo de exhibición.
En la colitis ulcerosa, una esperanza frustrada de cumplir una tarea o las
obligaciones y no poder llevarlas a cabo.
En la hipertensión describen conflictos con la expresión de la ira e impulsos
hostiles.
En la úlcera duodenal, frustración de las necesidades de dependencia.
En el hipertiroidismo, miedo a la muerte y desarrollo de fobias relacionadas
con ese miedo.
 
O sea, serían conflictos inconscientes específicos para cada una de estas
enfermedades; enfermedades muy frecuentes, muy discapacitantes, de las que en
esa época no se conocía todo lo que sabemos hoy, y era necesario encontrar no solo
una explicación, sino también un tratamiento que aliviara a esas personas, tan
afectadas, ya que no existían los tratamientos de hoy en día.
Por otra parte, en Alemania, país en el que la Medicina psicosomática ha tenido
un desarrollo muy importante, un destacado médico clínico, Von Weizsäcker,
pensaba que las enfermedades que se manifiestan como trastornos en la función o
en la estructura del cuerpo, se presentan de diferente modo cuando la función anda
mal y cuando hay una lesión estructural. Dice: “No solamente revelan una
alteración del hombre entero que incluye su espíritu (…) Cada una de ellas
corresponde a una particular y específica perturbación anímica distinguible de las
demás”. Es decir que ese sujeto tendría una enfermedad particular y específica, con
lo cual aparece un tema central que es lo que se llama la especificidad
psicosomática. ¿Por qué una persona se enferma de una enfermedad determinada,
supongamos una patología gastrointestinal o cardíaca, y no de otra? Desde la
medicina psicosomática se intentó dar respuesta a esa pregunta con el concepto de
especificidad.
28
Como veíamos más arriba, este tipo de desarrollo vino desde las escuelas
psicoanalíticas, que en la Argentina tuvieron un desarrollo muy grande a partir de la
década del 40 con todo el grupo de pioneros del psicoanálisis como Arnaldo
Rascovsky, Ángel Garma y otros. Más adelante, Chiozza empieza con su desarrollo
armando todo un cuerpo teórico en el cual considera que la enfermedad es
específica, y tiene que ver con los afectos. Considera que cada afecto tiene una
clave de inervación y que en la enfermedad somática esa clave bloquea el acceso a
la conciencia y entonces, con una serie de especificidades y simbolismos, aparece
en forma de enfermedad; cada enfermedad tiene que ver con una historia, tiene un
sentido en la vida del sujeto y está relacionada con un afecto específico que se
reprime. Basado en un desarrollo teórico muy complejo busca la especificidad de
cada patología orgánica: a cada patología orgánica corresponde un conflicto
específico. Por ejemplo, desarrolla el tema del infarto de miocardio y él dice que el
infarto tiene que ver con un afecto que se llama ignominia, que es cuando la
persona pierde la estima o el respeto de otras.
También aparecen otras teorizaciones, como la alexitimia, en la que la
enfermedad somática es un producto de un defecto de mentalización. O la Escuela
de París, que indica que la enfermedad psicosomática tiene que ver con un tipo
especial de pensamiento, al que llama pensamiento operatorio.
DIFERENTES MODELOS
En la medicina psicosomática siempre se han buscado modelos explicativos de la
influencia de la mente sobre el cuerpo. Podemos decir que existen diferentes
modelos, y que podemos dividirlos siguiendo al Manual de psicología clínica de
Mason, en fisiológicos, psicológicos y epidemiológicos. Básicamente, están los que
intentan explicar cómo se produce una enfermedad y otros que intentan revelar por
qué se produce una enfermedad en un determinado momento de una determinada
vida. Los fisiológicos serían la expresión somática de la angustia; los métodos de
mal aprendizaje, más conductuales; la teoría de la neurosis actual de Freud; lo que
generó la Escuela de Chicago, que buscaba la especificidad de un conflicto
inconsciente para cada enfermedad; el concepto de alexitimia que surge en la
década del 60 en los Estados Unidos; los modelos de análisis psicológicos que
serían los perfiles de personalidad, que también empezaron en la década del 60 con
29
la personalidad A y B, o antes inclusive, en 1930, los primeros trabajos sobre la
personalidad diabética publicados por la psicoanalista Helen Flanders Dunbar.
Después se pasó al tema de la personalidad psicosomática como una especie de
constructo.
Otras escuelas que intentan entender el porqué del significado del síntoma tal
cual lo veíamos tienen que ver más con los psicoanalistas: ¿Por qué una persona se
enferma en ese momento, en ese lugar? Y después, los modelos epidemiológicos
que tienen que ver con los eventos traumáticos en los primeros años, considerando
categorías sociales vulnerables, como la pobreza o los chicos en situaciones de
desamparo; utilizando comparaciones transculturales y los que toman el concepto
de soporte y red social. Este es un tema que es muy importante porque se definen
grupos vulnerables a determinadas patologías.
En los últimos quince años, los estudios en esta rama de la relación del
psiquismo con la Medicina han ido cambiando y se han focalizado en tres grandes
líneas. No tanto en el descubrimiento del significado, que fue perdiendo vigencia,
sino en la investigación y en la concepción. Estas tres grandes líneas serían:
 
La detección de la psicopatología que acompaña a las enfermedades, como
por ejemplo la relación de la diabetes, el cáncer o el infarto con la depresión,
o la ansiedad, es decir la psicopatología comórbida.
La influencia de la personalidad en el riesgo a una determinada enfermedad o
en la adherencia a un tratamiento. No es lo mismo atender a un paciente
diabético sin un trastorno de la personalidad que atender a uno borderline
(fronterizo o con trastorno límite de la personalidad o TLP).
El diseño de intervenciones psicológicas centradas en mejorar la calidad de
vida. Indudablemente hay que mejorar la tecnología psicológica, la tecnología
de intervenciones, no tanto en curar desde el punto de vista psicológico. No se
trata de curar la enfermedad con la psicoterapia, sino de mejorar la calidad de
vida, mejorar el pronóstico, cambiar hábitos, mejorar la comunicación con el
médico.
30
La conducta en las enfermedades médicas
La Medicina conductual se originó como respuesta a la necesidad de
intervención conductual en el tratamiento de los trastornos médicos. La utilización
de este enfoque multidisciplinario es cada vez más popular en las áreas de la
Psicología, la Medicina y disciplinas afines. Su práctica consisteen la aplicación de
principios derivados de las ciencias conductuales en padecimientos crónicos que
anteriormente solo eran del dominio de la profesión médica.
El término quizá fue acuñado por Lee Birk, que fue quien creó el biofeedback, el
proceso terapéutico por el cual, a través de una aparato especial y una computadora,
la persona detecta o puede hacer consciente cuando se desregula una de sus
funciones corporales. Por ejemplo, en una persona hipertensa, cuando le sube la
presión aparece en una pantalla algún signo, un color o un sonido; ahí tiene un
indicio que indica que tiene que tomar conciencia de su estado corporal; es decir,
hacer consciente eso que no lo es, y a partir de ahí empezar a regular aquello que
esta desregulado. En su libro, Birk que describe los méritos de la
bioretroalimentación en el tratamiento de trastornos médicos como el asma, la
epilepsia, la tensión, la migraña y concluye que “quizá no es una exageración
insistir en que la medicina conductual, que por ahora está en su infancia, puede ser
en realidad un mayor y una nueva frontera de desarrollo en la medicina clínica y
psiquiátrica”.
La medicina conductual surgió con la conferencia impartida en Yale, en 1977, y
en el Congreso del Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias,
efectuado en 1978. Estas reuniones fueron importantes para la definición y el
establecimiento de la medicina conductual como un modelo interdisciplinario. Los
organizadores lograron la publicación del Journal of Behavioral Medicine y
establecieron el estudio de la medicina conductual como una sección del Instituto
Nacional de Salud de los Estados Unidos. La Sociedad de Medicina Conductual
actualizó recientemente su definición, que dice: “Es el campo interdisciplinario
interesado en el desarrollo de la ciencia conductual y biomédica, el conocimiento y
31
las técnicas relevantes para comprender la salud y la enfermedad; y la aplicación de
este conocimiento y estas técnicas a la prevención, diagnóstico, tratamiento y
rehabilitación”. La medicina conductual es un área dinámica que continúa
creciendo y demostrando su efectividad en el manejo y tratamiento de
enfermedades crónicas y conductas mal adaptadas.
Básicamente se ocupa de los aspectos conductuales o comportamentales, y de
cambio de hábitos vinculados a las enfermedades médicas tales como el
tabaquismo, la obesidad, el dolor crónico, la hipertensión, los distintos contextos de
rehabilitación, etc. Lograr que un paciente cambie hábitos de vida es esencial en
muchas patologías crónicas, muchas veces tan importante como los tratamientos
específicos. Por ejemplo en el síndrome metabólico, que es un padecimiento muy
frecuente, que consiste en una especie de desregulación del metabolismo y se
manifiesta por un exceso de peso, la acumulación de grasa visceral, “la pancita”,
además de alteraciones de colesterol, insulina y otras que en conjunto generan un
pronóstico cardiovascular muy malo. En este síndrome el mejor tratamiento, la
intervención más importante, es conductual: lograr un cambio de conducta y de
hábitos que, por otra parte, es lo más difícil de conseguir.
Otra forma de ocuparse es educando a los pacientes acerca de la enfermedad. La
información adecuada es central porque evita falsas creencias y atribuciones
equivocadas. Es importante convertir el conocimiento técnico y experto en un saber
utilizable por el paciente y su familia, como un requisito para hacer transparentes y
comprensibles los procesos técnicos, y de esta manera que el paciente tenga una
participación más activa, lo que genera sentimientos de mayor control sobre sí y
sobre su enfermedad. También ayuda a adecuar las expectativas de recuperación y a
comprender la importancia que tiene el cambio del propio paciente. Entre los
elementos más importantes consideramos los siguientes:
 
El énfasis interdisciplinario.
La consideración de modelos integrativos en la explicación de las
enfermedades que enfatizan la interrelación entre los sistemas biológicos,
psicológicos, sociales y ecológicos.
El reconocimiento de la importancia de la conducta, la modificación de la
conducta, los hábitos, las creencias de las personas, y la educación.
 
32
La visión parcializada del origen de la enfermedad influye en que se ignoren los
problemas que no son técnicos o específicos de su área, que con frecuencia son
considerados sin importancia. El incremento de las especialidades médicas, las
cuestiones económicas y otras dificultades múltiples en el acople del trabajo
interdisciplinario son factores decisivos para que los profesionales se ocupen
exclusivamente en especializarse, a tal grado que muchos desconocen, en la
práctica cotidiana, que la condición humana funciona como un todo. Es importante
aprender a tratar al paciente, no a la enfermedad.
33
La medicina mente-cuerpo
Desde el punto de vista teórico, la mayoría de los pacientes y los médicos están
convencidos de que en la enfermedad y en la salud existen relaciones estrechas
entre mente y cuerpo; desde el punto de vista de la práctica, existen técnicas muy
antiguas, ancestrales, utilizadas por culturas orientales desde hace años, como la
meditación, con todas sus variantes, las técnicas de relajación, la hipnosis, cierto
tipo de actividad física, la acupuntura, el placebo y otros abordajes llamados mente-
cuerpo, que actualmente están muy difundidas. Como dice el psicólogo
estadounidense Daniel Goleman, el uso de estas técnicas se está expandiendo por
todo el mundo y ganando más respeto e interés por parte de los investigadores de
las instituciones médicas y de la ciencia occidental; a partir de esto se están
encontrando evidencias de que las técnicas mente-cuerpo no solamente mejoran la
calidad de vida, particularmente la de quienes están afrontando una enfermedad
crónica, sino que puede afectar el curso de la enfermedad.
Estas técnicas se utilizan para incrementar el conocimiento de cómo funciona, y
por lo tanto ejercer algún control o dominio sobre los estados mentales y
emocionales tales como preocupaciones, cogniciones y recuerdos. Todo esto puede
ser muy útil para ayudar a que las personas permanezcan saludables o se recobren
más rápidamente de la enfermedad. Sería como otra manera, complementaria y
accesible, de ocuparse de la salud física, e ir más allá.
Hoy contamos con considerable evidencia del efecto benéfico de estas técnicas
sobre las funciones corporales —frecuencia cardíaca, presión arterial, tipo y forma
de respiración, metabolismo—, sobre el sueño, la digestión, la sexualidad y la
postura. Y a través de estos beneficios, obviamente, mejoran la calidad de vida y
quizás el tiempo de sobrevida luego de una enfermedad.
En este sentido, es importante tener en cuenta que estas y otras funciones
corporales son muy complejas, porque intervienen muchos músculos, órganos,
nervios y finos mecanismos mayormente involuntarios o automáticos; cuando
interviene la ansiedad, u otras emociones y o pensamientos, rápidamente pueden
34
perder ese frágil equilibrio, ese delicado ajuste, y desregularse con mucha facilidad.
Por lo tanto, estas técnicas mente-cuerpo tratan de examinar y dirigir la
intervención de los estados mentales en el desajuste de las funciones corporales.
Hay publicaciones acerca de los efectos fisiológicos de la meditación trascendental,
de cómo disminuye la frecuencia respiratoria y el ácido láctico muscular, aumenta
la resistencia de la piel, disminuye el cortisol y baja la presión arterial.
También es muy importante considerar que no se debe sacar como conclusión
que estas técnicas proponen que alguien pueda curarse a sí mismo con el solo
hecho de tener “pensamientos felices”, porque esto sería ignorar toda la
complejidad de la biología. Más aún, esta conclusión podría tener efectos
perjudiciales de autoacusación y autoreproches, favoreciendo posturas “negadoras”,
por ejemplo retardando consultas y otros tratamientos médicos. El resumen sería
que aunque el efecto pueda no ser tan dramático como el de otros avances de la
medicina, puedeser muy útil y significativo.
Una primera consecuencia positiva es que las personas puedan sentirse como
participantes más activos en la propia salud, ser capaces de prevenir enfermedades
o acortar su curso dando pasos para manejar sus propios estados psicológicos.
Tradicionalmente, y apoyada en el discurso médico predominante, la salud de los
pacientes era responsabilidad del
LOS CAMINOS MEDIATIZADORES
Existen investigaciones epidemiológicas en grandes poblaciones que muestran
correlación entre ciertos factores psicosociales y ciertas enfermedades. Por
ejemplo, las que estudian los efectos del nivel de vida socioeconómico sobre la
salud, qué sucede en poblaciones que han tenido crisis socioeconómicas o en la
población de viudos con bajo soporte social, etc. También investigaciones clínicas
que testean la efectividad en prevenir, tratar o aliviar enfermedades específicas
mediante técnicas mente-cuerpo o de medicina conductual, y qué sucede con el
desencadenamiento, curso y pronóstico de las enfermedades: si se mejora la calidad
de vida o la sobrevida en seguimientos de pacientes.
Por último, también hay investigaciones fisiológicas y neurobiológicas que
intentan explicar estos abordajes mente-cuerpo, a través del estudio de los
mecanismos de conexión biológica entre el cerebro y otros sistemas del cuerpo, y
35
de las señales biológicas y químicas que generan estos efectos. Entre estas podemos
señalar las investigaciones sobre estrés, y en PINE, conceptos complementarios
pero imprescindibles a la hora de intentar comprender el funcionamiento integrado
del ser humano.
Últimamente han surgido subespecialidades como psicocardiología,
psicodermatología, psicogastroenterología o psicooncología, que apuntan al
conocimiento de los aspectos mentales y psicológicos en cada una de estas
patologías. La diferencia con la psiconeuroinmunoendocrinología, pensamos, es
que esta se focaliza en el estudio de la interrelación entre los tres mayores sistemas
de comunicación del organismo, por lo cual plantea una fisiología integral, más
abarcativa.
36
La Psicoinmunoneuroendocrinología
Congruentes con el clima o espíritu intelectual de estos tiempos que venimos
describiendo, la búsqueda de nuevos paradigmas de investigación y comprensión
del funcionamiento del ser humano se ha focalizado en modelos integrativos, de
funcionamiento en red, que permitan entender los resultados de la investigación en
el proceso de salud-enfermedad.
Dentro de estos modelos integrativos surge la Psicoinmunoneuroendocrinología.
Aunque su cuerpo teórico no esté del todo completo, cuando hablamos de PINE no
estamos hablando de una disciplina única, identificable (single), sino que estamos
hablando de la relación entre varias disciplinas (endocrinología, inmunología,
neurociencias, psicología, etc.), lo que constituiría una disciplina híbrida que se
nutre de los conocimientos generados en cada una de ellas. Su objetivo
fundamental es la integración de partes de información previamente aportada con y
desde distintas herramientas disciplinarias.
Inicialmente, se consideró a la PINE como el estudio integrado del
comportamiento o la conducta, lo neural, lo endócrino y las funciones inmunes, que
permiten a un organismo adaptarse a las múltiples demandas que están
constantemente presentes sobre él, desde su medio ambiente interno y externo.
Entonces, abarcaría todo lo que se conocía acerca de la interacción entre la función
de la conducta, neural, endócrina e inmune en el proceso de adaptación.
Después se fueron sumando otras maneras de definirla, a través de la influencia
de procesos psicosociales como la psicopatología o la personalidad sobre la
inmunidad, o factores ambientales y conductuales que impactan en el bienestar
psicológico y simultáneamente ejercen efectos inmunomodulatorios, con
consecuencias sobre la salud. O también como todo lo que tiene que ver con la
relación entre el sistema nervioso, el sistema inmune, el sistema endócrino y el
psiquismo.
Existen poderosas evidencias de investigación que muestran la comunicación
estructural, funcional y constante entre los sistemas nervioso, endócrino, inmune y
37
el psiquismo, lo cual fundamentaría la concepción de red de trabajo. Esto es, que
los sistemas corporales funcionan de una manera interactiva, intermodulada o
interregulada. Esta moderna concepción, aún no aceptada por todos, deja de pensar
que los sistemas se autoregulan, —como el sistema inmune autoregulado operando
independientemente—, para comenzar a comprender el funcionamiento como una
red. Por ejemplo, que el principal freno del mismo son los corticoides, un producto
del sistema endócrino. Es decir, que el principal freno de la acción del sistema
inmune es un producto del sistema endócrino; que este freno funcione de una
manera muy ajustada es esencial dado que un sobredisparo del sistema inmune
tiene consecuencias letales para el organismo total, como se ve en las enfermedades
autoinmunes.
Por lo tanto, como no es posible lograr una comprensión del proceso
inmunoregulatorio sin considerar el organismo en el cual la respuesta inmune tiene
lugar, surge esta concepción integradora, de network, netamente diferenciada de un
pensamiento reduccionista. Lo mismo se aplica para la función de los sistemas
endócrino, nervioso, psiquismo, remarcando que las modificaciones se producen
sobre esta red, y de sus interacciones recíprocas surge la respuesta adaptativa.
Podemos considerar al sistema nervioso, al sistema inmune y al sistema
endócrino como los tres principales sistemas de información del organismo. Son
tres medios de señales químicas que reciben y transportan información desde y
hacia el cerebro, y desde y hacia el resto del organismo. Estos tres sistemas
funcionan compartiendo las señales químicas y los receptores, es decir, la
capacidad de recibir el mensaje que trae esa señal química. Las señales nerviosas
son los neurotransmisores, como la adrenalina, la noradrenalina y otros. Las
señales endócrinas son las hormonas, producidas por la diferentes glándulas
endócrinas; las señales inmunes son las citoquinas o interleuquinas, que son
proteínas producidas por los linfocitos y otras células del sistema inmune.
El cerebro es el organizador central, el decodificador principal de los diferentes
estímulos externos captados por los diferentes sistemas sensoriales —vista, oído,
tacto, etc.— e internos —virus, bacterias, inflamatorios, neoplásicos—, captados
por el sistema inmune; hay además estímulos ambientales y metabólicos, captados
por el sistema endócrino, y estímulos cognitivos: pensamientos, recuerdos,
emociones. El cerebro recibe la información, la decodifica, es decir, la interpreta, y
envía respuestas nerviosas, endócrinas, inmunes y conductuales. Esta información
va y viene, de una manera bidireccional, por vía nerviosa, a través del sistema
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nervioso autonómico, la rama del sistema nervioso dedicada a las funciones
involuntarias o automáticas, que llega a cada órgano del cuerpo. Las citoquinas y
las hormonas circulan por vía humoral, o sea por la sangre y otros líquidos
corporales.
Así, el cerebro funciona como un teléfono inteligente que recibe diferentes
“lenguajes” —como si fueran mails, SMS o llamadas telefónicas— y toda esa
información se transforma en un texto que aparece en la “pantalla”.
En resumen, podríamos decir que la mente y el psiquismo son un componente
activo de la red. La mente y la conducta participan en el proceso adaptativo y en el
proceso de sobrevida. Las emociones, la conducta y las cogniciones tienen que ver
con el grado de activación o no de esa red PINE. Las alteraciones de la red están
relacionadas con la fisiopatología de las enfermedades y también intervienen en la
prevención y en la curación de las enfermedades, según como sea ese estado de
actividad.
La emoción y la conducta no son un “fenómeno agregado” secundario, sino que
forman parte de la respuesta adaptativa. Por ejemplo, el miedo, que tiene una
emoción específica, pensamientos específicos y una actividadmotora, que inducen
a actuar al servicio de la supervivencia. Como veremos más adelante, algo similar
ocurre con la función inmune.
Algunas conclusiones: los sistemas inmunitario y nervioso relacionan al
organismo con el mundo externo y evalúan sus componentes. Tienen memoria y
aprenden por experiencia. Ambos contribuyen a la homeostasis. Los errores en la
defensa pueden producir enfermedad, por ejemplo autoinmunidad o alergias por un
lado y fobias o pánicos por el otro. Muchos autores las comparan: mientras la fobia
es una reacción exagerada frente a un estímulo banal, las alergias constituyen una
hipersensibilidad inflamatoria frente a un estímulo no peligroso.
LAS FUNCIONES DEL SISTEMA INMUNE
Primero, reconocer o distinguir lo propio de lo no propio. Percibe una “imagen”
interna, por lo cual es un marcador biológico de la constancia de integridad de los
tejidos, y determina que está sano o enfermo. Recorre todo el organismo, y
funciona como un órgano receptor sensorial circulante que capta y envía
información al sistema nervioso central. La capacidad del SI para discriminar lo
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propio de lo no propio está basada en una gran diversidad de receptores expresados
en las células inmunes; a través de diferentes procesos, que incluyen el aprendizaje
y la memoria, estos receptores distinguen a los antígenos extraños al organismo. Al
mismo tiempo, reconocen ciertas “marcas” presentes en las membranas celulares y
en los fluidos corporales que indican que esas células no deben “atacarse”, porque
son propias y porque están indemnes; de tal forma que estas “marcas” podrían ser
consideradas como marcadores biológicos de la constancia e integridad de células y
tejidos. Esto implica que el SI puede percibir una imagen interna del cuerpo y
reaccionar ante cambios y distorsiones de esta imagen; y, al mismo tiempo, es el
encargado de informar al cerebro de estas modificaciones internas que el cerebro
“ve” o capta por su intermedio.
Hay muchas maneras de clasificar los elementos de la respuesta inmune. Con el
propósito de comprender la relación de los estresores psicológicos con el sistema
inmune, es útil distinguir entre inmunidad natural o inespecífica e inmunidad
adquirida o específica. La inmunidad natural es una respuesta inmune característica
de los mamíferos pero también de organismos de bajo orden como las esponjas.
Las células involucradas en la inmunidad natural no proveen defensas contra un
patógeno en particular, sino que más bien son células “todo propósito” que pueden
atacar diferentes patógenos y lo hacen en un tiempo relativamente corto (de
minutos a horas), cuando son desafiadas. El grupo más grande de células
involucradas en la inmunidad natural es el de los granulocitos. Incluyen los
neutrófilos y los macrófagos, células fagocíticas que, como su nombre lo indica,
“comen” sus objetivos. La respuesta generalizada desplegada por estas células es la
inflamación, en la cual neutrófilos y macrófagos se congregan en el sitio del daño o
infección y liberan sustancias tóxicas, como radicales oxidativos, que atacan a los
invasores y fagocitan a ambos, invasores y tejido dañado. Los macrófagos en
particular también liberan moléculas de comunicación, o citoquinas o
interleuquinas, que tienen amplios efectos en el organismo, incluyendo fiebre e
inflamación, y también promueven la curación. Otros granulocitos incluyen los
mastocitos y los eosinófilos, involucrados en la defensa frente a parásitos y
alergias. Otras células involucradas en la inmunidad natural son las natural killer,
que reconocen la falta de una molécula que permite identificar el tejido propio en la
superficie de las células (característica de muchos tipos de células infectadas por
virus y algunas células cancerosas) y eliminan estas células liberando sustancias
tóxicas. Se cree que las natural killer son importantes en limitar las fases tempranas
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de las infecciones virales, antes que la inmunidad natural comience a actuar, y para
atacar células propias que se han malignizado.
Finalmente, otro componente es el sistema del complemento, que es una familia
de proteínas involucradas en la inmunidad natural. Proteínas del complemento
unidas a microorganismos pueden estimular la fagocitosis y la inflamación. El
complemento también puede ayudar en la inmunidad mediada por anticuerpos.
La inmunidad específica se caracteriza por mayor especificidad y menor rapidez
que la respuesta inmune natural. Los linfocitos tienen sitios receptores en sus
membranas celulares. El receptor de cada célula calza con una y solo una pequeña
forma molecular, o antígeno, en un invasor dado y por lo tanto responde a un solo
tipo de invasor. Cuando son activadas, estas células antígeno-específicas se dividen
para crear una población de células con la misma especificidad antigénica en un
proceso llamado proliferación clonal o respuesta proliferativa. Aunque este
proceso es eficiente en términos del número de células que tienen que ser
mantenidas cotidianamente, crea un retraso de varios días antes de que se monte
una defensa completa, y durante ese tiempo el organismo debe apoyarse en la
inmunidad natural para contener la infección.
Hay tres tipos de linfocitos que median la inmunidad específica:
 
Las células T-helper tienen como función principal producir citoquinas, que
dirigen y amplifican el resto de la respuesta inmune.
Las células T-citotóxicas reconocen los antígenos expresados por las células
que están infectadas con virus o comprometidas de alguna manera (por
ejemplo, células cancerosas) y lisan estas células.
Las células B producen proteínas solubles, llamadas anticuerpos, que pueden
cumplir varias funciones, incluyendo la neutralización de toxinas bacterianas,
uniéndose a virus libres para prevenir su entrada a las células, y la
opzonización, una cobertura de anticuerpos que aumenta la efectividad
natural.
 
Aclaración: el término patógeno es usado aquí para referirse a microorganismos
que pueden causar enfermedad, pero los patógenos constituyen un solo grupo de
antígenos, que son todas las sustancias que evocan una respuesta inmune. Otras
sustancias antigénicas incluyen, por ejemplo, células propias transformadas (por
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ejemplo, cancerosas), tejidos trasplantados y alergenos (por ejemplo, antígenos que
evocan una respuesta alérgica).
INMUNIDAD ESPECÍFICA
Un importante desarrollo inmunológico es el reconocimiento de que la
inmunidad específica en seres humanos se compone de respuestas humorales y
celulares. Las respuestas de la inmunidad celular se montan contra patógenos
intracelulares como los virus y son coordinadas por un subgrupo de linfocitos T-
helper llamados células Th1. En la respuesta Th1 las células T-helper producen
citoquinas que incluyen IL-2 e interferón gamma (IFNγ). Estas citoquinas
selectivamente activan células T-citotóxicas y células natural killer.
Las respuestas inmunes humorales se montan contra patógenos extracelulares
tales como parásitos y bacterias y son coordinadas por un subgrupo de linfocitos
llamados células Th2. En la respuesta Th2, las células T-helper producen diferentes
citoquinas, incluyendo IL-4 e IL-10, las que selectivamente activan células B y
mastocitos para combatir patógenos extracelulares.
Hay cinco tipos de anticuerpos:
 
Inmunoglobulina (Ig)A, que se encuentra en las secreciones.
IgE, que se une a los mastocitos y está involucrada en la respuesta alérgica.
IgM, que es una gran molécula que limpia antígenos del torrente sanguíneo.
IgG, que es un pequeño anticuerpo que difunde en los tejidos y cruza la
placenta.
IgD, cuyo significado no es conocido, puede ser producido por células B
inmaduras.
 
Desde hace muchos años existen en la bibliografía médica descripciones aisladas
de casos clínicos en los cuales se explicaba la participación neural o psíquica en
ciertos episodios de alergia, como aquel de William Osler, un maestro de la
medicina de los Estados Unidos, en el cual describe que en pacientes especialmente
vulnerables se podía generar una crisis de alergia con solo mirar un cuadro

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