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Leslie S. Greenberg 51 EMOCIONES: UNA GUÍA INTERNA Cuáles sigo y cuáles no Prólogo de Carmen Mateu Crecimiento personal COLECCIÓN 2 Traducción: Magdalena Blasco Pérez © Leslie S. Greenberg, 2014 © EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2014 Henao, 6 - 48009 Bilbao www.edesclee.com info@edesclee.com EditorialDesclee @EdDesclee Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. ISNB: 978-84-330-3678-0 Adquiera todos nuestros ebooks en www.ebooks.edesclee.com 3 http://www.edesclee.com mailto:info%40edesclee.com?subject= https://www.facebook.com/EditorialDesclee https://twitter.com/EdDesclee http://www.cedro.org http://www.ebooks.edesclee.com/ 4 PRÓLOGO por Carmen Mateu El libro que el lector tiene ante sus ojos trata sobre los sentimientos y las emociones que cotidianamente nos acontecen a todos y cada uno de nosotros. Decir que “nos acontecen”, quizás resulte para algunos un término poco exacto por demasiado aséptico. Posiblemente sería más correcto decir: “que nos confunden”…, “que nos desbordan en más ocasiones de las que nos gustaría”…, “que nos inmovilizan”…, “qué ocupan demasiado de nuestro tiempo mental”…, “para los que contamos con muy poca formación/comunicación sobre que hacer con ellos”…, entre otras razones porque vivimos con la falsa percepción de que sí la recibimos y… así nos va. Esta es una de las tesis que se plantean desde este libro: por lo general, a lo largo de nuestra educación formal o cotidiana, recibimos poca y muy rudimentaria formación que nos sirva de guía para saber cómo convivir armónicamente con nuestras emociones, o con las de los demás. Efectivamente, a pesar de estar en la entrada de un nuevo milenio, con la convicción de haber conseguido grandes logros científicos y la subsiguiente percepción de pertenecer a una cultura desarrollada, en esta siguen existiendo grandes vacíos de conocimiento respecto a aspectos muy básicos que afectan profundamente a nuestras vidas cotidianas. Nos referimos, en este caso, al tema de los sentimientos y las emociones. La situación actual sobre este tema, ya sea en nuestra ciencia o en nuestra cultura, tal como se muestra en este libro, resulta sorprendente por su escasez y rudimentariedad, especialmente si se la compara con el desarrollo alcanzado en lo técnico o en lo racional. Dicho desequilibrio, que pudiera parecernos lejano, afecta sin embargo a nuestras vidas cotidianas de modos muy significativos al mismo tiempo que concretos. Veamos un ejemplo, aunque podrían plantearse otros muchos a poco que reflexionemos sobre ello. Actualmente cualquier familia sabe, y realiza un gran esfuerzo por conseguirlo, que sus hijos deben estudiar matemáticas, lengua, ciencias, física, inglés, etc., si quieren sobrevivir en esta sociedad con cierta calidad de vida. Este modo de entender la realidad que nos rodea se percibe espontáneamente como tan “natural” que, para cualquiera resultaría evidente lo inadecuado de plantearle un problema de álgebra a alguien, por el simple hecho de que tenga 20 años, si no ha realizado los estudios oportunos que le permitan resolver dicho problema. Sin embargo vivimos en una sociedad en la que, por el hecho de tener 20 y algunos más, se supone que sabremos resolver el tema de cómo 5 formar pareja, cómo educar a nuestros hijos, qué hacer con nuestros sentimientos, cómo elaborar adecuadamente las posibles crisis, pérdidas o malestares que puedan haberse producido en nuestras familias de origen, los propios cambios debidos al desarrollo, etc. En el caso de no saber hacerlo, también hemos aprendido implícitamente como lo lógico y natural, que algo incorrecto debe estar sucediendo en nosotros o en el otro, y nos aplicamos en la autocrítica o en la búsqueda de culpas, sobretodo en aquel que muestra diferencias con nuestros modos de entender lo que este sucediendo. Sin embargo, desde la psicología y la psicoterapia, entre otros campos –y en este contexto se enmarca definitivamente este libro–, se comienza a denunciar que la situación real parece ser muy distinta, más compleja y sutil de lo que nuestros modelos culturales y científicos, ajenos a las emociones, han podido captar hasta el momento; que convendría comenzar a ser conscientes de ello para poder vivir de formas más sanas, y lograr relacionarnos de modos emocionalmente más inteligentes, o ¿inteligentemente más emocionales?; que vivir y relacionarnos nosotros con nosotros mismos y con los demás como seres humanos no es fácil, ni nacemos sabiendo como hacerlo, ni ser “normales” significa que deberíamos saber como hacerlo, ni los recursos que la cultura y nuestras sociedades nos aportan han sido, ni están siendo, suficientes. Cada vez más profesionales denuncian que las personas que acuden a terapia podrían valorarse, no como neuróticos o psicóticos, –ni como cualquier otra categoría psicopatológica que debería aplicarse con más sensibilidad hacía las circunstancias complejas por las que la persona está pasando–, sino como personas confusas, abrumadas por las demandas de una situación que les desborda, ante la que tristemente cuentan con muy poca formación para poder resolverla. Personalmente creo además, que este estado de cosas se sigue manifestando en mucho del sufrimiento inútil que la mayoría de la humanidad continua viviendo y que podría ser evitado, así como en las distintas formas de violencia que siguen imperando. También en los modos insanos como nos relacionamos, no solo entre los distintos países y culturas, también en el seno de nuestras familias y nosotros con nosotros mismos. Según el prof. Leslie Greenberg ampliar nuestro escaso conocimiento sobre los sentimientos y las emociones e integrarlo en nuestros modelos y análisis científicos, así como en nuestras contextos cotidianos e íntimos, podría suponer un cambio de paradigma y un paso evolutivo cualitativo en el desarrollo de la humanidad. El lo expresa de este modo: “…Es necesario sanar la división entre emocional y racional, entre dentro y fuera, dando un nuevo paso evolutivo cultural, en el cual, en las escuelas e instituciones y, más importante todavía, en nuestros hogares, facilitemos la integración de cabeza y corazón. …Esto conducirá a una armonía con nosotros mismos y con los demás. …Nos 6 tratamos de la forma en que hemos sido tratados, tratamos a otras personas de la manera en que nos tratamos a nosotros mismos. La empatía con los sentimientos de los demás conduce a la auto-empatía”. ¿Qué deberíamos hacer entonces?, podríamos preguntarnos. A lo que él mismo responde: “…Aunque yo no pretendo dar la fórmula correcta para vivir, ya que la vida es un asunto muy complejo y personal, en este libro he intentado mostrar un aprendizaje importante, que es el resultado de mis años de practicar, investigar y escribir en el campo de la psicoterapia”. Aquí surge otro aspecto que también creo merecería ser comentado en este prólogo. El contenido de lo que el lector, esperamos, va a disfrutar, masticar e integrar a través los ejercicios experienciales que se proponen, se encuentra avalado por un concienzudo y exhaustivo trabajo de los más prometedores en el campo de la psicoterapia actual. Y esto no solo al nivel de lo aplicado, con clientes que han sido tratados con este tipo de intervenciones, sino también de investigación y de elaboración teórica. Una pequeña muestra de todo ello podemos encontrarla en dos de sus libros ya traducidos1, en diversas entrevistas2 de las que el lector puede disponer también en castellano, así como en los artículos que la Revista de Psicoterapia ha publicado hasta el momento. Y ¿quién es Leslie Greenberg? se estarán preguntando los que no hayan oído hablar de él. Nacido en Sudáfrica, de origen judío, vive en Toronto la ciudad más multicultural del mundo,por elección propia y de Brenda, Ari y Teya, su mujer y sus hijos. Todos ellos valoran y se comprometen en el reconocimiento, respeto e integración de las diferentes culturas. Así, no es de extrañar que viviendo en sus contextos íntimos y cotidianos la integración de la diferencia como ellos lo hacen, parte del trabajo profesional que Leslie Greenberg realiza se caracterice por la búsqueda de caminos para la integración de las psicoterapias. Tratar de resumir el trabajo de este profesional de la Psico-terapia no resulta fácil porque, a modo de los renacentistas, resulta un hombre tremendamente creativo y prolífico, capaz de trabajar en áreas muy diversas de dicha disciplina. Una muestra de ello puede verse a través de la bibliografía que se presenta al final de este libro, pero quizás pueda servir también como ejemplo mi propia experiencia personal. En 1995 fui a Toronto gracias a sendas becas que me concedieron el Ministerio de Educación y Ciencia y la Generalitat Valenciana para estancias de prof. en el extranjero, en conjunto de un año de duración. Hasta ese momento sabía sobre sus investigaciones, en las que aplicaba técnicas gestálticas, así como sobre sus publicaciones relacionadas con la terapia de parejas. Lo que encontré en el Centro de Investigación de York University, –y he seguido conociendo después de volver a Valencia porque no tuve tiempo material de poder abarcar ni asimilarlo todo–, fue mucho más de lo que podía imaginar. En York University 7 se me abrieron las puertas a toda la tradición de investigación iniciada por Rogers, la cual había venido desarrollándose desde entonces y Greenberg había aprendido de Laura Rice alumna y colaboradora, a su vez, de Rogers. Aprendí sobre las técnicas y métodos de investigación del proceso psicoterapéutico y sobre su interés para la identificación de los mecanismos de cambio. Fundamentalmente sobre el método de Análisis de Tareas que el propio Greenberg había adaptado en su tesis doctoral para la investigación del proceso psicoterapéutico, por él que hoy se le conoce como el máximo representante en este campo. En York University (Toronto-Canada) el prof. Leslie Greenberg enseña sobre Psicoterapia y dirige el Centro de Investigación del proceso psicoterapéutico. A su amplio equipo de investigación en York se le unen, a su vez, colaboradores que hoy dirigen sus propios equipos en diferentes universidades de Estados Unidos y la propia Canadá, y que fueron alumnos suyos. A todos ellos, como conjunto, se les conoce por un eslogan que los identifica y que ellos defienden: “lo pequeño es importante” o “cuanto más pequeño mejor”. Cuando el lector lea este libro entenderá a que se refieren. La observación cuidadosa de los microprocesos, aplicada a la investigación de los procesos internos y relacionales cotidianos e íntimos permite iluminar, nombrar y poder reconocer de una vez, la complejidad emocional que todos llevamos dentro, así como aquella a la que damos lugar en la relación con el otro. Así, las aportaciones de este autor van desde la creación de métodos de investigación hasta su subsiguiente aplicación y publicación en contextos de investigación empírica, pasando por su aplicación práctica en el contacto directo con los clientes. Este hombre aúna los cuatro ejes básicos del trabajo psicoterapéutico: aplicación/ investigación/ teoría/ formación, produciendo en cada uno de ellos aportaciones altamente relevantes. Todo ello le ha permitido crear su propio modelo de intervención terapéutico: la Terapia Focalizada en las Emociones, del que nos cuenta, en este libro, sus principios básicos aplicados a la vida cotidiana. La Terapia Focalizada en las Emociones constituye básicamente y de modo muy esquemático, la integración de la teoría de C. Rogers, fundador de la Terapia Centrada en el Cliente, y la de Fritz Perls, fundador de la Terapia Gestalt, más la teoría de las emociones que Leslie Greenberg recoge y sistematiza por primera vez en el campo de la Psicoterapia. El resultado podría constituir algo nuevo y diferente de lo planteado hasta el momento respecto al tema de los sentimientos y las emociones. Al lector corresponde decidirlo, aunque nuevas parecen las propuestas que este autor defiende a lo largo de la presente obra. Nos referimos a propuestas como: las emociones son adaptativas ya que han permitido nuestra supervivencia como especie y nos informan de aquello que nos es 8 significativo para nuestro bienestar. No se puede seguir hablando de las emociones como un conjunto indiferenciado. Necesitamos diferenciar entre las diferentes emociones: miedo, enfado, tristeza, amor, alegría, etc., para poder trabajar terapéuticamente con ellas, ya que son distintas y cada una de ellas cumple una función diferente. No se trata únicamente de expresar o ventilar las emociones, si no de integrarlas con la razón en la creación de una nueva narrativa. Sin embargo este libro supone un nuevo reto para Leslie Greenberg. Después de practicar no solo con sus clientes, sino también consigo mismo –tal como nos describe sin tapujos en las paginas que siguen–, investigar y aportar su propio modelo teórico, decide publicar este libro, de tipo más educativo, aplicado a las emociones en la vida cotidiana. En él, con un lenguaje distinto, expone los mismos principios básicos –sería mejor entendernos con nuestras emociones e integrarlas con la razón que tratar únicamente de controlarlas; las emociones forman la amalgama que nos mantiene conectados a los demás y en contacto con lo que nos es significativo; sería más sano escuchar el mensaje que contienen en vez de seguir permaneciendo sordos a él, etc.–, aplicándolos a contextos cotidianos que cada uno vivimos y podemos reconocer. A estas alturas del prólogo me asalta la duda de si tendría que disculparme. Se trata de un libro experiencial acerca de los sentimientos y emociones cotidianos, escrito para todos aquellos que quieran ampliar su conocimiento sobre sí mismos, y a veces, cuando como profesionales de la psicoterapia nos dejamos llevar por el entusiasmo, muchos protestan, con razón, que no hay quien nos entienda. Sin embargo algo así no les pasará cuando lean este libro que les habla, en primera persona, de vivencias emocionales que nos “tocan”, de experiencias que fácilmente podemos reconocer porque, de algún modo, las hemos nombrado y descrito así en nuestro interior, aunque en ningún lugar las hubiéramos oído expresar antes de esa forma. Y esto sucederá fundamentalmente para aquellos que estén llevando adelante, casi seguro a solas y quizás también a “escondidas”, sus propios procesos de exploración interna. Todos aquellos que en más ocasiones de las que les hubiese gustado se han visto desbordados por sus emociones, o inmovilizados tratando de controlarlas, o ocupados buscando modos como aliviar sus cuerpos de las tensiones acumuladas. Para todos ellos este libro aporta información y experiencias útiles que les servirán para poder comprender sus propias experiencias, las formas como nos relacionamos y los vínculos que establecemos con los demás, e incluso los modos como nos co-construimos en la relación con los otros a través de las emociones. El contenido expuesto en el libro se presenta estructurado en tres grandes apartados 9 titulados: “nuestras emociones”, “las habilidades de la inteligencia emocional”, y “aplicación de dichas habilidades a distintas situaciones de nuestra vida cotidiana”. Al comienzo del libro, Leslie Greenberg cuenta las razones personales y profesionales que le hicieron interesarse por el mundo de las emociones, lo que supuso para él, entre otras cosas, cambiar su trabajo de ingeniero por el de psicoterapeuta. Dichas razones no resultaron infructuosas y así hoy, a partir de su trabajo como terapeuta, puede contarnos cómo ha logrado establecer y sistematizar teóricamente el papel que las emociones juegan en nuestras vidas cotidianas, avalado por un exhaustivo trabajo de investigación. En el segundo gran apartado, las habilidades de la inteligencia emocional,el autor entronca con el concepto aportado por Goleman sobre la inteligencia intrínseca que nuestras emociones contienen. Lo componen cinco capítulos en donde se desarrolla la que posiblemente es la aportación más original de Leslie Greenberg, su diferenciación entre las emociones primarias, y secundarias, que a su vez pueden ser adaptativas o desadaptativas, y las emociones instrumentales. Cada una de ellas cumple y sirve para una función diferente en la satisfacción de nuestras necesidades que conviene conocer. Para facilitarnos el aprendizaje de estos conceptos que pueden resultarnos nuevos, el autor nos brinda descripciones de experiencias cotidianas relacionadas con algunas de las emociones más frecuentes como son la tristeza, el miedo/ansiedad, el enfado y la vergüenza. Se trata de descripciones extraídas de su propia experiencia personal/profesional, a las que añade ejercicios prácticos. Su objetivo es que podamos explorar y conocer nuestras propias emociones practicando las habilidades necesarias que se requieren para ello. En el último apartado se exponen situaciones concretas de nuestras relaciones cotidianas como, por ejemplo, las relaciones de pareja de las que se describe su complejidad e interés desde el punto de vista emocional. Como Leslie Greenberg hace en su introducción al libro, sólo me resta despedirme deseandoos una fructífera exploración y comprensión de ese mundo tan ignorado, aunque tan presente cotidianamente para cada uno de nosotros/as, como es el mundo de los sentimientos y las emociones. Porque la integración de la emoción y la razón pueda ayudarnos a construir relaciones más libres, orientadas hacia la convivencia pacífica con nosotros mismos y con los demás, Dra. Carmen Mateu Marqués Facultad de Psicología Universidad de Valencia Tolosa (Albacete), Febrero 2001 10 1 GREENBERG, L.; RICE, L. Y ELLOT, R. (1996), Facilitando el cambio emocional. El proceso psicoterapéutico punto por punto, Barcelona, Paidós. Greenberg, L. y Paivio, S. (2000), Trabajar con las emociones en Psicoterapia. Barcelona, Paidós. 2 MATEU, C.; DUEÑAS, E.; FUENTES, I. Y BLASCO, M. (1997), La terapia Gestalt según los terapeutas Gestalt, Valencia, Edit. La Nau. GREENBERG, L. (1990), “La investigación sobre el proceso de cambio”, Revista de Psicoterapia, vol. I, nº 4, págs. 57-71. SAFRAN, J.D. Y GREENBERG, L. (1993), “El tratamiento de la depresión y el proceso de cambio afectivo”, Revista de Psicoterapia. vol. IV, nº. 13, págs. 41-52. GREENBERG, L. Y KORMAN, L. (1994), “La integración de la emoción en Psicoterapia”, Revista de Psicoterapia, vol. IV, nº 16, págs. 5-19. MATEU, C. Y VAZQUEZ, G. (1997), “Homenaje a Carl. Rogers. Entrevista a Leslie Greenberg”, Revista de Psicoterapia, vol. VIII, nº 32. 11 12 PREFACIO Este libro es un texto psico-educativo. Será más útil a aquellas personas que están interesadas en aprender cómo utilizar sus emociones a modo de guía interna. No ha sido diseñado para personas que están pasando por momentos de malestar emocional intenso o por una crisis. Cuando se está en una de estas situaciones, a nuestra mente le resulta muy difícil encauzar nuestro corazón, y como leer un libro requiere la utilización de la mente, no parece ésta la mejor forma para tratar con un problema del corazón. Si os estáis sintiendo deprimidos, con ansiedad elevada o demasiado permanente, o bajos de energía, probablemente será mejor buscar la ayuda de otra persona: un amigo/-a, un terapeuta o un grupo de apoyo. Esto os aportará la comprensión y nutrición de otro ser humano, que se necesita para curar cualquier malestar emocional. Tratar con las emociones propias requiere siempre de dos aspectos: 1., el apoyo empático y la validación de otro ser humano y 2., las habilidades que encontraréis en este libro. El mejor momento para comenzar a aprender las habilidades que se describen en él es cuando, en general, os estáis sintiendo emocionalmente equilibrados. No cuando estáis demasiado alterados, o enfadados o irónicos. Como sucede con el aprendizaje de cualquier habilidad, hace falta práctica antes de que uno pueda ser capaz de aplicarla. Así que, cuando os sintáis con problemas, o vuestras emociones estén siendo difíciles de tratar, no es probable que vayáis a ser capaces de utilizar las habilidades que se describen en este libro pudiendo aplicarlas a la primera a vuestra situación concreta. Aprender a utilizar vuestras emociones a modo de guía interna constituye una tarea compleja y sutil. Necesitáis, por tanto, estar en un buen “momento de aprendizaje”. Cuando nuestro malestar resulta demasiado doloroso, o nos estamos sintiendo desbordados, constituiría una expectativa excesiva el esperar que seamos capaces de aplicar estas habilidades sólo por nosotros mismos. Es preferible aguardar entonces hasta encontramos en mejor momento, o buscar apoyo externo de los demás, como un modo con el que ayudaros en momentos de especial malestar. El apoyo social constituye uno de los elementos más importantes para la salud. Las habilidades propuestas en este libro no pueden reemplazar el papel de apoyo que nos aportan los demás, pero puede sumarse a él. Con mis mejores deseos en la utilización de vuestras emociones como guía interna. Leslie Greenberg York University 13 Toronto-Canada (3 de Marzo de 2000) 14 15 Sección I NUESTRAS EMOCIONES 16 1 17 INTRODUCCIÓN Mi propio camino En 1970, con mis estudios de master en ingeniería mecánica recién terminados, mi mundo cambió. Abandoné el campo de la ingeniería y las ciencias físicas para adentrarme en el mundo de la psicología y las ciencias sociales. Era la época de los sesenta. Hacían furor el cabello largo, los Beatles y las experiencias que expanden la mente, para oponerse al head-shrinking1, a las instituciones y al statu quo. Fue una época emocionante. Pasé de la opresión política en Sudáfrica a la revolución estudiantil de los sesenta en Norteamérica. Después de dos años en este nuevo entorno cambié los rigores de la ingeniería, la física, la matemática y los entonces nuevos ordenadores alimentados con tarjetas, por la intensidad de los grupos de encuentro, conectando con la conciencia sensorial, con la apertura, desprendiéndome de barreras. La exploración de los mundos internos estaba reemplazando la exploración del espacio exterior. Puesto que valoro la precisión y elegancia de la racionalidad en las ciencias duras, había intentado, desde la adolescencia, aplicar fórmulas racionales a las vicisitudes de la vida cotidiana. La racionalidad y una orientación realista a la acción me habían parecido medios adecuados para conducir la vida. Recuerdo haber creído en el dicho “eres lo que haces”. Durante mi juventud sufrí mi cuota de pérdidas y traumas familiares y personales. Probablemente como consecuencia de esto me casé joven, a la edad de veintidós años. Desde el principio traté de dar a conocer a mi esposa los beneficios de la racionalidad. Durante este periodo, o por lo menos durante la adolescencia, pienso que creía realmente en el poder de la mente racional para controlar la realidad y pensaba que podíamos escoger cómo ver la realidad. Creía que la mente domina el estado de ánimo. Sin embargo, nunca tuve éxito en ser feliz o en vivir en paz con esta filosofía y había empezado a reconocer algo que otra parte de mí había sabido siempre, que mi sensación emocional de la realidad y mi intuición eran importantes en la conducción de mi vida. Probablemente como consecuencia de mi contexto familiar y político, en el que las crisis exaltaban los ánimos y debido, también, a la naturaleza de la emoción, siempre he experienciado2 mis emociones en tecnicolor, no sólo en blanco y negro. Así que yo era consciente de que las emociones coloreaban mi vida y la vida de aquellos que me rodeaban. En aquella época, mi salto de la ingeniería a la psicología del counseling3, estuvo guiado por mi deseo de integrar esa división en mi identidad. Existía una 18 separación entre mi creencia consciente en el poder del pensamiento racionalpara resolver problemas, creencia fuertemente apoyada en el entorno de la ingeniería, y mi comprensión de que las emociones me mueven y de que aunque a veces resultara doloroso eran, con frecuencia, la guía más clara y segura para la acción adaptativa en mi vida diaria. Dos incidentes, entre innumerables aprendizajes emocionales, fueron particularmente significativos para mí, ya que confirmaron racionalmente la importancia de mi experiencia emocional no-lógica. En mi último año de ingeniería descubrí que era la única persona de mi curso que había conseguido resolver correctamente un problema de matemática aplicada en el examen final. Sabía que en la situación de examen, bajo presión de tiempo, me había guiado a la solución una sensación intuitiva de cómo abordar el problema, algo que no podía explicar racionalmente. Aquí, en el mundo de la lógica rigurosa, lo que había resultado importante era mi intuición. Me había orientado un sentimiento “visceral” relacionado con qué camino seguir. La segunda situación se dio cuando mi “sensación emocional de las cosas”, y no mis esfuerzos puramente racionales, guió mi decisión de ir a Canadá para realizar mis estudios sobre ingeniería de sistemas. Había intentado decidir cuál era la universidad que más me convenía empleando una herramienta, que había aprendido, que ayudaba en la toma de decisiones racionales. Este procedimiento simple requería hacer una tabla de todas las opciones (universidades a las que solicité admisión), puntuar cada opción en un conjunto de criterios pertinentes, tales como la cantidad de fondos disponible, el clima, el lugar, la calidad de la educación, etcétera, y, a su vez, sopesar cada uno de acuerdo con su importancia subjetiva relativa, sumando las puntuaciones para obtener una solución racional. Tan pronto como emergió esta decisión derivada de cómputos, yo respondí con claridad emocional a lo que realmente quería hacer y dónde. Quería ir a Canadá. Eso difería bastante de la decisión basada en los cálculos racionales que me colocaba en una prestigiosa universidad en los Estados Unidos. Toda mi sensación de los factores pertinentes, que se basaba en la emoción, resultaba mucho más compleja que cualquier cosa que yo pudiera articular conscientemente en una tabla racional de este tipo. Así, es como terminé en Canadá. Estas dos experiencias actuaron como punto de partida de un camino de exploración que he seguido durante treinta años; un camino para comprender la inteligencia emocional. Al abandonar la ingeniería en la búsqueda de una visión más global de la resolución de problemas humanos, me sorprendió agradablemente encontrar auténticos mentores en psicología, personas que estaban abordando realmente la experiencia humana, y ellos me ayudaron a apuntar el mejor camino para investigar la inteligencia emocional. Se trataba 19 de estudiar las expresiones y la experiencia real de las personas durante la terapia. De modo que empecé a escuchar y a desarrollar maneras de describir rigurosamente lo que las personas hacían en terapia. Recibí mucho apoyo de compañeros estudiantes, que también parecían ver las emociones como movilizadores centrales en sus vidas. Todo esto condujo a un inmenso aprendizaje y exploración entre compañeros. En aquel momento no había mucha oferta de cursos académicos relacionados con la emoción; aquí también parecía haber una ruptura entre el mundo de la ciencia y el mundo de la experiencia humana. Era poco lo que se enseñaba en psicología referente al manejo de las emociones en la vida cotidiana. De esta manera comenzó mi búsqueda para intentar explicar con más claridad algo que yo sentía que era cierto, que las emociones movilizan la vida de manera primordial. El dilema de la emotividad Durante mucho tiempo las personas se han sentido inseguras respecto a cómo afrontar su emotividad. Uno de los grandes dilemas que cada uno de nosotros necesita resolver, a medida que crecemos, es cómo tratar con nuestras emociones. Es una tarea que cada cual ha resuelto con más o menos éxito. Resulta sorprendentemente escasa la cantidad de tutela explícita que recibimos para esta tarea tan compleja. En la guardería aprendemos muchas lecciones relacionadas con la emoción. A esa temprana edad estamos aprendiendo constantemente y se nos enseña, de muchas maneras, de una forma u otra, cómo manejar nuestros sentimientos. Los padres y los profesores, sin embargo, nos enseñan generalmente lo que han aprendido a golpes. Ellos nunca recibieron formación en habilidades de inteligencia emocional, y sólo aquellos que fueron lo suficientemente afortunados para desarrollar esas habilidades por su cuenta, pueden transmitir las lecciones que han aprendido. De esta manera, nuestros tutores han moldeado nuestras respuestas emocionales y nos han enseñado cómo ser, haciendo cuanto pueden, sin contar con un mapa del camino. Pero después de este periodo temprano de la vida la enseñanza cesa. Para entonces, o hemos aprendido nuestras lecciones emocionales, o no. Bien hemos desarrollado nuestra conciencia emocional y empatía, bien no lo hemos hecho; o se ha establecido la confianza básica, o desconfiamos de los demás. Cuando llegamos al final de nuestro segundo año de vida o hemos desarrollado el orgullo de nuestra autonomía o hemos empezado a vivir bajo el peso del bochorno y la vergüenza. Este aprendizaje emocional se convierte, entonces, en nuestra herencia. De adultos vivimos con los sentimientos que tenemos. Y vivimos con nuestras creencias con 20 respecto a cómo es mejor afrontarlos, que suelen ser creencias relacionadas con la sabiduría del control emocional. Posteriormente, no recibimos mucha más tutela, a menos que tengamos la suerte de conseguir buenos consejeros personales, o de entrar en contacto, en algún momento, con alguna forma de psicoterapia que se centre en nuestra conciencia y crecimiento emocional. La emoción moviliza y la razón guía Demasiados de nosotros, sin una tutela explícita en las artes emocionales, andamos a tientas y a ciegas por el camino. Sin suficientes señales que indiquen el mejor camino para conducir nuestras emociones, no hemos sabido qué hacer. Al no tener las habilidades necesarias para enfrentarnos a las tormentas emocionales, y al carecer del apoyo de los seres queridos, muchos de nosotros hemos desarrollado la creencia de que controlar nuestras emociones es la mejor solución. Algunas personas, al sentirse perdidas, se convierten en “solucionadores” de problemas. Su solución es pensar, pensar y pensar. Otras, en el esfuerzo por encontrar su camino, desarrollan la filosofía opuesta. Espon- taneidad y sentir, sentir, sentir. Estas personas exaltan las virtudes de la vida apasionada. Se vuelven más intuitivas, espirituales, bohemias y, en los últimos tiempos, incluso más mágicas. Lo peor es que cuando alguien aprende que no puede confiar en las emociones de los otros, al final llega también a no confiar en sus propias señales emocionales. Prefiere no tener ninguna emoción. ¿Por qué prestar atención o experienciar sentimientos que otros no pueden aliviar y que el sí-mismo encuentra demasiado dolorosos para soportarlos solo? Desde el principio de la historia intelectual de occidente, se ha considerado a la pasión y a la razón como opuestas. Platón declaró que las emociones eran caballos salvajes que tenían que ser refrenados por el cochero del intelecto. Descartes nos dijo “Pienso, luego existo”, poniendo claramente al pensamiento en el asiento del piloto. En la búsqueda de un camino con el que atravesar nuestra confusión, de una identidad a la que pudiéramos llamar nuestra, también hemos recibido, frecuentemente, el mensaje opuesto “confía en tus sentimientos”. Por un lado, se nos ha dicho “eres demasiado emocional, sé razonable, contrólate”. Por el otro, hemos recibido un consejo más inspirador “sigue tu corazón, vive apasionadamente, sé espontáneo”. Pascal nos recuerda la inteligencia de las emociones diciendo que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Aquí, él nos anima a respetar lasabiduría de nuestros corazones. Todos sabemos cuánto nos gusta leer historias que nos conmueven y nos recuerdan esas partes de nosotros mismos 21 que olvidamos, con demasiada facilidad, en nuestras ocupadas vidas racionales. En una de esas historias, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry nos dice “...no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.” Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Cuál es el mejor camino para vivir en armonía emocional con nosotros mismos y con los demás? Aunque yo no pretendo dar la fórmula correcta para vivir, ya que la vida es un asunto muy complejo y personal, en este libro he intentado mostrar un aprendizaje importante, que es el resultado de mis años de practicar, investigar y escribir en el campo de la psicoterapia, y de mi propia vida. La lección, en la vida actual, es que la inteligencia emocional implica que nuestras emociones nos movilicen y que nuestra razón nos guíe. Integrar la cabeza y el corazón supone que la acción incitada por la emoción sea razonada. El sí-mismo dividido Lamentablemente, en nuestra época, nos hemos vuelto seres realmente divididos. Tenemos dos mentes que no se llevan bien. Una es el torrente racional de conciencia que fluye, en cierta medida, deliberadamente. Por lo general, nos damos más cuenta de este flujo. En este medio somos más pensativos, sopesamos y reflexionamos acerca de los sucesos de la semana, nuestros planes para el día y nuestro futuro. La otra mente es nuestra mente más emocional. Es un impulso más apasionado y, a la vez, más delicado, sensible y sensato. A menudo, la sabiduría de este flujo pasa desapercibida y, con demasiada frecuencia, se descuida. Sus ofrendas se quedan al borde del camino. Si no tenemos práctica en escucharla, podemos perder contacto con un aspecto crucial de nuestra inteligencia, nuestra voz emocional interior. Al estar entrenados para ser razonables y reprimidos, tanto en público como en el trabajo, esta visión unidimensional de quienes somos se ha entrometido en la sensación que tenemos de nuestro propio ser. Animados por los ejemplos, siempre presentes, de los peligros de la pérdida de control emocional, practicamos diariamente cómo ser más razonables y estar controlados. Algunos de nosotros mantenemos, al menos, la sensibilidad emocional viva en la intimidad de nuestros hogares, con los seres queridos, pero incluso en casa, las lecciones de los beneficios del auto-control en público y de las virtudes de proteger la privacidad no se han perdido. Sostener las cartas ocultas cerca del propio pecho tiene sentido en un entorno competitivo. Sin embargo, nos llevamos esos valores en nuestros portafolios y archivos a casa, y nos volvemos recelosos de la apertura emocional en el hogar. Veo constantemente personas en terapia de pareja 22 utilizando los métodos del mercado de trabajo para competir por los recursos limitados de atención o cuidado y para satisfacer sus necesidades. Están, literalmente, tratando de ganar las peleas en sus matrimonios, sin darse cuenta de que en un matrimonio pocas veces se gana y, a la vez, se es feliz. Debemos discutir para empatar, de modo que ambos se sientan reconocidos y nadie pierda o gane. Todos, sin embargo, somos seres altamente emocionales. A pesar de los mejores esfuerzos que realizan las personas por contener el flujo emocional, la emotividad surge en sus mundos internos, de todas maneras, en cuanto puede, dando lugar a esperanzas, temores, deseos y miedos. En nuestra propia oscuridad, en la fantasía y, especialmente, en el mundo de las novelas, películas, teatro y ópera, nos elevamos a alturas emocionales con las que ni soñamos en medio del aburrimiento y la pesadez de nuestra vida cotidiana. Aquí, con inmunidad, experienciamos nuestro dolor y vulnerabilidad, nuestra rabia y nuestro odio. Es en este mundo en el que llegamos a saber lo emocionales que realmente somos. Pero, con demasiada frecuencia, si exponemos a otros el lado emocional, más abierto y vulnerable de una nueva sensación de nosotros mismos o de nuestras circunstancias, nos encontramos, bien con un silencio ensordecedor, bien con ruidosos consejos. Este es el tipo de respuesta que nos desalienta a continuar abriéndonos. Nuestros nuevos significados emocionales en ciernes, son demasiado valiosos, demasiado delicados, para exponerlos a esta falta de confirmación. Todos tenemos mucha necesidad de sentirnos valorados y respetados para poder animarnos a compartir nuestra esencia. A pesar de toda la buena intención de ayudar que la otra persona pueda tener, cuando la apertura de nuestros sentimientos internos más vulnerables se topa con consejos o con la falta de comprensión, nos descubrimos retrocediendo a los enclaves protegidos de nuestra propia soledad. Ahí no podemos ser heridos por la ausencia de sensibilidad o la incomprensión. Sin embargo, apreciamos inmensamente esas relaciones especiales en las que nos podemos abrir sintiéndonos seguros, en las que nuestros sentimientos se escuchan y se validan. Por lo general, solamente nos encontramos plenamente con nuestra emotividad en el ámbito privado de nuestro mundo interno, en la corriente interna de conciencia, en nuestras ilusiones y reacciones íntimas. Es ahí donde, con frecuencia, nadamos en nuestra experiencia emocional con una implicación total. Sentimos dolor por las heridas, nos henchimos de orgullo, rebosamos de alegría, nos fundimos en la compasión, nos suavizamos con la ternura, nos endurecemos con la determinación y sentimos la frialdad del enfado (¡o el calor!). En general, ser humano significa vivir emocionalmente, experimentar grandes cambios y 23 oscilaciones de sentimientos y estados de ánimo en respuesta a la vida cotidiana, así como disfrutar de periodos de una estabilidad tranquila y agradable, y sentirse lleno de interés, curiosidad y ganas de vivir. La separación A pesar de los intentos que se han realizado desde diversas perspectivas humanísticas para integrar la mente y el cuerpo, la división entre lo interno y lo externo, entre lo público y lo privado, entre la emoción y la razón, no ha sanado. Más bien, esta separación se ha convertido en endémica. La urbanidad y organización de la vida cotidiana contrastan, intensamente, con los horrores del abuso y la violencia que surgen tanto en el dominio público como en el privado. El abuso doméstico y la conciencia del mismo están aumentando, acompañados de actos de violencia fortuitos sin sentido, así como de otros calculados. La violencia no es una emoción. La agresividad no es una emoción, es un comportamiento, y no es lo mismo que el enfado. La mayor parte de la violencia se ejecuta de manera fría y calculada. Pero, ciertamente, los sentimientos no correspondidos, la indefensión y la vergüenza son, muchas veces, la base de una ira que puede conducir a la violencia. Una de las formas más fácilmente reconocibles en las que se manifiesta esta separación es en el diálogo interno entre dos aspectos de nosotros mismos, aspectos que se formaron en una edad temprana. Una de las partes tiende a representar todas las creencias racionales, las críticas duras y los valores no asimilados que hemos incorporado del exterior, pero que nunca llegamos a integrar verdaderamente en nuestro lado emocional. Esta parte incluye todos los estándares y órdenes, los “deberías” y “tendrías que” sobre los que nunca hemos meditado para hacerlos nuestros, así como los ideales y valores de cómo nos gustaría ser. Estas visiones introyectadas se asientan dentro de nosotros, como un pequeño bocadillo que se ha tragado completo todavía envuelto en su bolsa de plástico. No ha sido masticado, está dentro como una parte de nosotros sin digerir, sin integrar. Objetos internos de este tipo nos provocan una indigestión emocional. Nos indican cómo debemos ser, manipulan nuestras emociones, tratan de que nos ajustemos a una imagen, nos hacen sentir inadecuados y, ciertamente, incómodos. Un diálogo interno entre nuestras obligaciones y necesidades, entre nuestro pensamiento y sentimientoy entre nuestros valores y deseos, domina con frecuencia nuestra conciencia hasta tal punto que difícilmente podemos prestar atención a cualquier otra cosa. En nuestra cabeza escuchamos recriminaciones como: “Fuiste un idiota. No seas 24 tan estúpido, dependiente, egoísta, débil, convencional, callado, insaciable, ansioso”. O “deberías ser más amable, considerado, generoso, trabajador, sensible, creativo, atlético o inteligente”. La lista es interminable. Una de las partes en este diálogo es un monitor, “el perro de arriba”4, un crítico, predicador o entrenador interno. Ocupa una porción tremenda de espacio en nuestra cabeza. Como también lo hace la otra parte más emocionalmente reactiva, el objeto de toda esta atención negativa, nuestro sí-mismo emocional. Esta parte, al sentirse constantemente acosada, desaprobada, avergonzada y derrotada, muchas veces a fin de autoprotegerse se vuelve desafiante, rebelde, defensiva y discutidora. Desarrolla todos los “sí, pero” imaginables. “Sí, pero estoy cansado; sí, pero yo lo intenté, es culpa de ellos; sí, pero mañana”. Aún más que los “sí, pero”, esta parte experimenta todo tipo de sentimientos como respuesta a nuestra crítica. A menudo, nuestro sí-mismo puede sentirse avergonzado y atemorizado, indefenso, desesperanzado y carente de valía, triste y enfadado. Este es un diálogo interno potencialmente agotador, un día tras otro, ¡todo dentro de nuestras cabezas! Aprender a integrar estas dos corrientes de conciencia en una armonía de auto-aceptación es una meta, en palabras de Shakespeare, “que se desea fervientemente”. Si esto queda sin resolver nos sumimos en el dolor, el estrés y la desorientación. Existe una razón para que seamos emocionales. Nuestras emociones son parte de nuestra inteligencia. Es necesario sanar la división entre emocional y racional, entre dentro y fuera, dando un nuevo paso evolutivo cultural, en el cual, en las escuelas e instituciones y, más importante todavía, en nuestros hogares, facilitemos la integración de cabeza y corazón. Hace falta integrarlos a ambos dentro de nosotros mismos y de nuestros hijos. Resulta importante mejorar la relación con nosotros mismos, desarrollando una armonía interna entre las dos corrientes de conciencia, que conduce a una armonía con nosotros mismos y con los demás. La rueda continúa girando. Nos tratamos de la forma en que hemos sido tratados, tratamos a otras personas de la manera en que nos tratamos a nosotros mismos. La empatía con los sentimientos de los demás facilita también la auto-empatía. Así que es necesario que prestemos atención a nuestras emociones. Aunque la capacidad de posponer la acción es una característica refinadamente humana, estar separados de nuestra espontaneidad resulta peligrosamente alienante. Ser solamente racionales nos niega el acceso a una fuente compleja de conocimiento emocional, que informa adaptativamente a la acción y que contribuye a la resolución de problemas y a la toma de decisiones. El exceso de control también conduce a su opuesto, la posibilidad de un colapso en el control racional. La regulación de la emoción falla, con frecuencia, 25 cuando el estrés se vuelve demasiado grande. Además, la vida interna que no se expone a la luz solar de la confirmación humana y al aire fresco de la interacción con otros, no crece ni se diferencia en formas socialmente apropiadas. Si se les abandona en una oscuridad demasiado sombría, las emociones se pueden volver dolorosamente tortuosas y deformadas, como ocurre con el enfado contenido que no se resuelve, que se convierte en pensamientos de venganza. Sensibilidad ante las demás personas Como somos animales sociales por naturaleza, nos damos cuenta de que somos increíblemente sensibles a las opiniones y acciones de otros seres humanos hacia nosotros. Somos especialmente sensibles a su aprobación o desaprobación, a su aceptación y rechazo. Deseamos ardientemente el contacto humano y la comprensión, tememos la crítica y el rechazo y, sobre todo, evitamos sentirnos avergonzados, humillados e insignificantes a los ojos de los demás. Dado que nuestro interior complejamente amueblado es privado, con frecuencia creemos que solamente nosotros estamos amueblados con tanta complejidad y adorno. El interior de los demás parece estar, con diferencia, amueblado de manera mucho más convencional. Equivocada- mente, creemos que otros son más racionales y calmados; que sus mundos privados son reflejo de sus imágenes públicas. Es cierto que algunas personas han convertido en un ejercicio disciplinado el hecho de superar el proceso interno de aparente caos emocional. Han creado mundos internos muy ordenados y previsibles pero, a menudo, a costa de su humanidad. Su espontaneidad, gozo y creatividad se han perdido. Nuestra inteligencia emocional constituye una gran fuente de creatividad. Cuando luchamos por aquello que nos interesa conseguimos una sensación fluida de bienestar, que nos inspira a alturas que están más allá de cualquier cosa a la que nos pueda llevar la razón. Miguel Angel pasó años tendido sobre su espalda bajo el techo de la Capilla Sixtina pintando, no porque esto fuera racional, sino porque estaba inspirado. Los seres humanos se pierden a sí mismos en el acto creativo. Fluyen en un éxtasis integrado, mientras revelan la existencia de nuevas formas, imágenes, ideas y posibilidades. La creatividad es el ejemplo por excelencia de la integración de cabeza y corazón. Educación ¿Deberíamos permitir que alguien, a quien ni siquiera conocemos, tutele las emociones 26 de nuestros hijos? ¿Y permitir que esa tutoría consista en aquello que es la visión personal del profesor de lo que significa una vida emocional sana? No existe curriculum respecto a la conciencia emocional, no hay plan lectivo para manejar el enfado, el miedo y la tristeza, y no hay guión para superar la vergüenza. ¿Estamos preparados para crearlos? Nuestros sentimientos, al ser la parte más íntima y privada de nuestra experiencia, han sido considerados por la sociedad, posiblemente, demasiado privados como para interferir en ellos desde las instituciones públicas. Consideradas, como una parte de nuestra individualidad, las emociones se han colocado fuera de los límites de la influencia directa de los maestros. Unicamente aquellos que escogemos dejar entrar en nuestro santuario pueden influir en el modo en que conducimos nuestra vida emocional. Así pues, nuestros sentimientos se han visto como un área demasiado cargada de valores como para tocarla en las escuelas. Al fin y al cabo, hemos dejado atrás la educación moral a principios de siglo por las dificultades inherentes que implicaba. Intentos más recientes de educar en valores también han encontrado dificultades y, probablemente, es apropiado que haya sido así. No es sencillo adentrarse en los dominios de la definición personal en instituciones públicas. Sin embargo, tomamos clases de arte y música en la escuela para mejorar nuestra apreciación visual y musical y para refinar nuestra habilidad y sensibilidad artística. Estos cursos influencian nuestro sentido estético de manera permanente. Pero las clases acerca de los sentimientos y de las emociones en la vida diaria han quedado en una zona prohibida, se ha considerado que afectan a una parte que es aún más personal. En la universidad enseñamos Introducción a la Psicología, pero hasta hace muy poco, no incluía aspectos de los sentimientos-corporalmente-sentidos5, ni de las emociones en la vida cotidiana. Ciertamente, en la universidad no se habla de los sentimientos de las personas, ni se explora la mejor manera de manejarlos, con la posible excepción de las clases de counseling. Es posible que, hasta cierto punto, tenga que ser así. Para poder hablar de nuestros sentimientos con facilidad necesitamos el entorno adecuado. Necesitamos seguridad emocional y un cuidado empático y genuino por parte de los demás, saber que respetarán nuestros intereses y conflictos. Si queremos enseñar las habilidades necesarias para la inteligencia emocional seránecesario que creemos en nuestras escuelas y, también, en nuestros hogares, el tipo de entorno emocional que ayude a las personas a desarrollarse emocionalmente, del mismo modo en que hemos creado entornos físicos que fomentan el desarrollo corporal. ¿Existe una base de conocimiento acerca del manejo de las emociones? 27 ¿Sabemos lo bastante acerca de la emoción como para enseñar a las personas a vivir una vida emocional satisfactoria o sana? ¿Existe una base de conocimiento con respecto a la mejor manera de conducir nuestras propias emociones y las de los demás? Ante estas dos preguntas mi respuesta es un rotundo sí. Esta no es la respuesta que hubiera dado en 1970 cuando inicié estudios superiores de Counseling y Psicoterapia. Cuando llegué a la psicología, buscando formas de estudiar y comprender a la gente y sus emociones, se habían escrito muy pocos libros o artículos acerca de la emoción en el funcionamiento humano. Sin embargo, en las últimas décadas, la literatura referente a la emoción ha hecho eclosión, tanto en la psicología, como en las disciplinas relacionadas como antropología, sociología y filosofía y, también, en ciencias más duras como fisiología y neurociencia. En las últimas dos décadas, dos progresos importantes nos han proporcionado una plataforma sólida, que nos está lanzando a una nueva era en nuestra comprensión de la emoción. Estos avances nos ofrecen una nueva visión de cómo vivir con nuestras emociones en el nuevo milenio. Se ha obtenido evidencia clara de la inteligencia básica de las emociones, así como indicadores de cómo las emociones aumentan nuestra adaptación a la vida. El primero de estos importantes avances surge de la floreciente investigación y los apasionantes descubrimientos relacionados con la emoción y el cerebro. Data, principalmente, de los ochenta y ahora se ha establecido como la corriente dominante. El segundo progreso importante durante este periodo ha sido una comprensión creciente de la emoción en psicología y en psicoterapia. En los círculos científicos, las últimas dos décadas han sido apodadas, apropiadamente, las décadas de la emoción y el cerebro. La emoción es un fenómeno cerebral muy diferente al pensamiento. Tiene su propia neuroquímica y base fisiológica y es un lenguaje único en el que el cerebro se expresa. En neurociencia hemos descubierto que el sistema límbico, una parte del cerebro que tienen todos los mamíferos, es el responsable de los procesos emocionales básicos. Gobierna muchos de los procesos fisiológicos del cuerpo y, por lo tanto, influencia la salud física, el sistema inmunitario y la mayor parte de los órganos importantes del cuerpo. El estrés, tan popular en los setenta es, en realidad, una denominación indiferenciada para el efecto de la emoción en nuestros cuerpos. Sabemos que existe una relación clara entre la emoción, nuestra fisiología y el sistema inmunitario, y también se ha establecido claramente que la emoción afecta a la memoria. Se ha demostrado que tenemos diferentes sistemas de memoria organizados en nuestro cerebro. Un sistema de memoria almacena información procesada conscientemente acerca de sucesos, mientras 28 otro almacena la experiencia emocional real del suceso. En ocasiones estos dos módulos no se comunican, lo que puede ocasionar incontables problemas. Por ejemplo, las personas que no se han recuperado emocionalmente de un accidente traumático, como estar atrapado en un automóvil después de un accidente o haber tenido que ser rescatado de las garras de la muerte, pueden o bien ofrecer un recuento de hechos de esa experiencia sin ninguna emoción, o bien sentir el terror inundándoles de nuevo ante una escasa o incluso ninguna descripción del acontecimiento. La resolución del trauma implica integrar estos dos sistemas de memoria. Otro importante descubrimiento relacionado con la emoción es que las personas con daño cerebral, que han perdido su capacidad para responder emocionalmente, no pueden tomar decisiones ni resolver problemas. Han perdido la “sensación visceral” que guía estos procesos. Damasio (1994) narra la historia de un paciente muy racional, con daño cerebral, que debido a que había perdido la capacidad de sentir, no tenía miedo de conducir en medio de una tormenta en un día helado, para acudir a una cita médica que todos los demás pacientes habían cancelado. Sin embargo, cuando se le preguntó a este intrépido paciente, que no mostraba ningún tipo de deterioro intelectual, si quería la siguiente cita el próximo martes o jueves, estaba todavía en la sala de espera media hora después, hojeando su agenda incapaz de decidir cuándo acudir. No tenía un sistema de referencia basado en la emoción que guiara su toma de decisiones. El cerebro emocional mejora la toma de decisiones al reducir rápidamente las opciones a considerar. Resalta ciertas alternativas con el sentimiento de lo que es correcto y elimina otras con un sentimiento de “no vayas ahí”. Este es el sistema que me ayudó, hace muchos años, a resolver mi problema de matemática aplicada siendo estudiante de ingeniería y que ha seguido siendo un buen guía a lo largo de mi vida. El primer adelanto importante en psicología, en el estudio de la emoción, ocurrió cuando se desarrolló una forma fiable de medir las emociones. En los setenta se estableció claramente la existencia de, al menos, seis emociones innatas, básicas e independientes. Esto se consiguió mostrando que la expresión facial de estas emociones era innata. Tanto si eres un alumno universitario en los Estados Unidos, como un estudiante japonés o el miembro de una tribu de Borneo, mostrarás la misma expresión facial en situaciones que evocan enfado, miedo, tristeza, asco, sorpresa o alegría. Puede que uses diferentes palabras o conceptos para describir una determinada emoción, pero la expresión es la misma. Eso, a lo que se llama asco en un campus norteamericano, se identifica como “el olor de un cerdo podrido” en la selva de Borneo, pero ambos grupos emplean y reconocen la misma expresión facial. Este lenguaje universal de la emoción 29 nos vincula, sin importar en qué lugar del globo hemos nacido. Además de esta universalidad transcultural de la expresión, otras líneas de evidencia de que la emoción es innata surgen de la presencia de las mismas expresiones faciales en los ciegos congénitos, de la similitud con otras especies en el lenguaje expresivo y de la posibilidad de estimular estas expresiones por medios neuro-químicos y eléctricos. Así, aunque los niños ciegos no puedan ver nunca la expresión de enfado o tristeza, sus pucheros tristes y sus pequeños, furiosos refunfuños se parecen a los que aparecen en los rostros de los niños sin ningún problema de visión y a los de los monos. La estimulación eléctrica del cerebro de los felinos y los primates produce gestos faciales extraordinariamente parecidos a los nuestros. Esta similitud de formas expresivas entre las distintas especies fue señalada por primera vez por Darwin en 1872, en su libro La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Aunque ha sido necesario casi un siglo para desarrollar esta observación en un estudio riguroso de la expresión emocional, la capacidad para finalmente basar las emociones en algo tan concreto como la expresión facial, ha permitido el desarrollo de una forma de medir la emoción. La medición fiable, el sine qua non de la ciencia, disparó el estudio de la emoción en psicología. En las áreas más aplicadas de la psicología clínica y del counseling el tiempo ha contribuido a “separar el trigo de la paja” de la revolución social de los sesenta. Los excesos de esta revolución han sido superados tanto por el estudio de cómo las personas cambian, como por la evolución en la práctica de la psicoterapia. La era del entrenamiento de la sensibilidad y de los grupos de encuentro, de “ponerse en contacto con los sentimientos” o de “soltarse la melena” ha terminado. En el mundo laboral, el tratar de realizarse uno mismo ha dado paso al tratar de sobrevivir y a conseguir o mantenerun trabajo. En el mundo de las relaciones interpersonales, el terminar un matrimonio insatisfactorio con demasiada rapidez, para probar otro, se está convirtiendo en algo del pasado. El valor del compromiso y el reconocimiento de que necesitamos seguir trabajando en nosotros mismos y en nuestras relaciones han reemplazado la actitud de cambio instantáneo para ir a buscar una versión mejor. Los terapeutas han aprendido que no existe la solución rápida y fácil, ni un guía interno natural infalible, y que no es fácil determinar si un recuerdo es “verdadero o falso”. El respeto por la apropiada complejidad en la vida ha triunfado sobre las soluciones simples. No hay un arreglo rápido, ni una fórmula sencilla. En el campo de la ciencia aplicada de la investigación en psicoterapia se incrementa la evidencia sólida que muestra que ciertos procesos contribuyen a fomentar el cambio terapéutico. Una vez establecido que la psicoterapia sí conduce al cambio, los 30 investigadores en los ochenta comenzaron a centrar su atención en cuáles son los procesos que conducen a ese cambio. Con respecto a la emoción había emergido un cuadro complejo. La fórmula inicial, que suponía que entrar en contacto con los propios sentimientos resolvería los problemas, ha demostrado ser demasiado simple. Se ha clarificado que es necesario manejar los diferentes tipos de sentimientos de maneras diferentes. Pero en el centro de cualquier proceso de cambio emocional está la activación de la emoción. En la terapia, activar las emociones parece ser una pre-condición importante para poder cambiarlas. Además, una relación segura de colaboración con un terapeuta, así como la sintonización empática del terapeuta con los sentimientos del cliente son condiciones previas importantes para trabajar con las emociones. Se ha encontrado que los métodos que ayudan a activar los estados emocionales temidos, con el propósito de exponerlos a una nueva experiencia, son importantes para el cambio de esas emociones. Se puede tratar de imaginar una experiencia dolorosa del pasado para revivirla, dar vueltas en una silla giratoria para darse cuenta de que el mareo del pánico no es el precursor de un ataque cardíaco, o volcar los sentimientos que tenías con alguien de tu pasado en tu terapeuta; todo esto implica activar sentimientos dolorosos para fomentar el cambio terapéutico. Una progresión en terapia, en la que uno pasa de hablar de hechos externos de una forma indiferente, a focalizarse6 en los sentimientos internos de una forma descriptiva y asociativa, hasta llegar a acceder con facilidad a los sentimientos para resolver problemas, ha demostrado ser un buen predictor del resultado en diferentes modelos de tratamiento. Así que, para que se dé el cambio en terapia, no podemos hablar sólo intelectualmente de nosotros mismos y de nuestros sentimientos, necesitamos experienciar de verdad lo que hablamos, y entonces usar nuestros sentimientos para identificar y resolver problemas. Es un poco como la diferencia entre hablar acerca de cómo es ser derribado por una ola en la playa y vivir realmente la experiencia de ser arrollado por ella. En terapia, es necesario que experimentemos como la ola nos derriba para volver a plantarnos sobre nuestros pies. También se ha descubierto que la creación de un nuevo significado es básica en cualquier intento de cambio terapéutico. De modo que, no sólo debemos experimentar nuestros sentimientos, también es necesario que encontremos sentido a esos sentimientos de una manera novedosa. Desarrollar una nueva historia de nuestra vida, un nuevo relato narrativo, es importante para el cambio. La terapia nos ayuda a convertirnos en los autores de nuestros guiones de vida y a volver a escribir nuestra historia organizándola de manera diferente, haciéndola más coherente y más saludable. Se ha demostrado que sentir nuestros sentimientos en terapia conduce, no a deshacernos de ellos, sino a crear 31 una nueva narrativa con nuevos significados. Los avances en la investigación de emociones y en la investigación en psicoterapia nos han colocado ahora, por primera vez en la historia del hombre, en condiciones de poder decir algo sobre el papel que tiene la emoción en llevar una vida saludable. Hemos aprendido que la descarga catártica o “deshacerse” de las emociones, un método que propuso Freud como su medio inicial de curación, no es suficiente. Del mismo modo, ahora sabemos que, por contraste, la represión total de la emoción no es sana. En pocas palabras, ¿qué hemos aprendido respecto a tratar con la emoción? Hemos aprendido que debemos prestar atención a nuestras emociones y darles un estatus igual al que otorgamos al pensamiento y a la acción. Lo que hemos aprendido es que la integración de la emoción y la razón tiene como resultado un todo que es mayor que la suma de sus partes. No es que la experiencia de la emoción, por sí misma, nos conduzca a una acción más sabia. Al fin y al cabo, la emoción existe en todos nosotros, seamos sabios o no. Lo que marca la diferencia es cómo le damos sentido a nuestra experiencia emocional. Resulta necesario ser consciente de la emoción y tener la habilidad de permitirle informar a la acción razonada, integrando la emoción con nuestra comprensión de la misma, de nosotros y del mundo. Esta es la antigua lección que enseña que la mejor guía para vivir es la armonía y el equilibrio y la integración de aparentes opuestos (razón y emoción) en un todo unificado. La integración de cabeza y corazón Nuestras emociones realizan la primera evaluación de los sucesos. Evalúan los eventos desde el punto de vista de cómo éstos afectan a nuestro bienestar. Así, podemos sentirnos automáticamente tristes, asustados o felices sin haber tenido un pensamiento consciente. Entonces, nos involucramos en un segundo nivel de evaluación, en el que valoramos si nuestras emociones son adaptativas y si son saludables o no. Una vez que tenemos una emoción, necesitamos pensar acerca de ella y decidir qué hacer, si seguir hacia aquello a lo que nos incita, cambiar de dirección, o tratar de transformarlo. Esta integración de cabeza y corazón nos hace más sabios de lo que sería nuestro intelecto por sí solo. En la espontaneidad de la vida, esa integración ocurre de forma continua, preconsciente, en un proceso incesante que genera una sensación presente de las cosas y que sirve como base para el significado consciente. De esta manera, recibimos constantemente mensajes de nuestro cerebro emocional, que está relacionado con la supervivencia y orientado hacia la salud. Dichos mensajes guiados por el cerebro 32 emocional, sin la intervención del pensamiento, contienen una riqueza en sabiduría que no está disponible para el cerebro cognitivo, más consciente. Sin embargo, el cerebro emocional no es capaz de producir pensamiento analítico o razonamiento, y sus rápidas evaluaciones son imprecisas y pueden estar equivocadas. Cuando surgen los problemas o los obstáculos en la vida espontáneamente, cuando, por ejemplo, escuchas un ruido en el motor mientras estás conduciendo, tienes que integrar tu respuesta emocional de sorpresa y, quizás, de temor con tu comprensión y razonamiento de cómo funcionan los motores, para decidir si parar inmediatamente, continuar hasta un taller o esperar. Integrar los impulsos de nuestro cerebro emocional con el asesoramiento de la razón conduce a una mayor flexibilidad adaptativa. Contar con la síntesis de tus sistemas responsables de sentir y razonar aumenta, también, la complejidad de tus respuestas. Esto significa que un próximo paso crucial en la evolución personal y cultural supone desarrollar medios para enseñarnos a sintetizar la razón y la emoción en la vida cotidiana. Así, nos hacemos más diferenciados en nuestro enfoque de la vida y sus problemas. La integración de nuestras cabezas y nuestros corazones es necesaria, no solamente para nuestro bienestar, sino también para el progreso de la cultura. Los sabios siempre consiguieron encontrar este equilibrio entre razón y emoción. Aristóteleslo sabía hace siglos, pero su sabiduría ha sido olvidada, a menudo, en nuestro divagar a través de las épocas. Como él dijo: “Cualquiera puede enfadarse, eso es sencillo. Pero estar enfadado con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso no es sencillo”; representa integrar cabeza y corazón. Un psicólogo californiano, Art Bohart, en un ingenioso experimento demostró que los clientes en tratamiento que fomentaban, tanto la expresión de los sentimientos de enfado sin resolver como la reflexión acerca de ellos, resolvieron sus sentimientos con más eficacia que aquellos en una condición diferente, en la que se fomentaba solamente una de ambas, bien la expresión o bien la reflexión. En esta prueba, la síntesis salió vencedora. Además, existe evidencia creciente de que integrar los sentimientos-corporalmente-sentidos en la propia conciencia y ser capaz de simbolizar sentimientos en palabras promueve la buena salud. Pennebaker, en una admirable demostración de la importancia de simbolizar y organizar los propios sentimientos, ha mostrado cómo escribir acerca de la experiencia emocional de los eventos traumáticos o perturbadores, apenas cuatro veces, durante veinte minutos cada vez, tiene efectos significativos en la salud y el bienestar. Escribir diarios emocionales ayuda a las personas a dar sentido a su experiencia. Desarrollan un recuento narrativo o historia que hace que su experiencia sea más coherente. 33 La perspectiva ofrecida en este libro te proporciona una visión de ti mismo en la que se considera que eres emocionalmente inteligente y te proporciona medios para aprender a utilizar esa inteligencia. No se te ve como si estuvieras constantemente en conflicto interno con una bestia que llevas dentro. Tampoco se te considera como si llevaras dentro un bebé, con necesidades infantiles, siempre necesitado de consuelo y nutrición. En lugar de pensar que tienes la necesidad de reprimir o controlar tus emociones para ser sociable, o que tienes que aprender a crecer y superar los sentimientos infantiles de dependencia, se te considera con la necesidad de prestar atención a tus emociones adaptativas para mantenerte activo, curioso y conectado a los demás. Se te considera implicado en un complejo proceso adaptativo, guiado emocionalmente, en el que intentas satisfacer tus necesidades adultas, tanto en las relaciones íntimas como en el dominio de tu mundo, utilizando las emociones como una ayuda esencial en este esfuerzo. Pero tampoco es una perspectiva en la que se te trata como un noble salvaje que posee internamente toda la sabiduría necesaria para llevar una buena vida. Más bien, tu inteligencia emocional implica una integración de muchas voces dentro de tu ser, tanto la voz emocional como la racional, tanto las voces generadas internamente como las adquiridas externamente. Es esta integración la que constituye tu sensación de quien eres y te proporciona la mejor guía para una vida adaptativa. Tú marchas al son de muchos tambores, bailas al son de muchas músicas y es preciso integrarlas todas, especialmente tu cabeza y tu corazón, si es que quieres marchar al paso contigo mismo. Enseñar Hemos aprendido que negar nuestras emociones es perjudicial, que intelectualizar disminuye la vitalidad y que seguir la emoción o el impulso ciegamente no es sabio. Hemos aprendido que es necesario integrar la emoción con la razón y el sentimiento con la comprensión. Estas son lecciones valiosas para ser transmitidas a las generaciones presentes y futuras. Si nos ponemos de acuerdo en que sabemos cosas como estas, relacionadas con cómo vivir una vida emocionalmente satisfactoria, ¿cómo y dónde debería tener lugar este tipo de educación emocional? La respuesta a esa pregunta no está clara todavía. Creo que, probablemente, deberíamos impartir las lecciones relacionadas con la emoción en todas partes, en nuestros hogares, escuelas, instituciones religiosas y en psicoterapia. A lo largo de este libro he tratado de apuntar lo que hemos aprendido en psicoterapia y realizar sugerencias que puedan ser útiles en una iniciativa de educación emocional. 34 ¿Cómo se utiliza este libro? En este libro aprenderás tanto a ver las emociones como fuerzas organizadoras en tu vida, como a desarrollar y perfeccionar varias habilidades. 1. Aprenderás cómo identificar lo que estás sintiendo en un momento dado en tu cuerpo, y a prestar atención a una sensación interna compleja que está llena de significado. 2. Aprenderás a darle sentido a tus sentimientos y emociones. 3. Aprenderás a utilizar tus emociones saludables como guía para la acción adaptativa y la resolución de problemas. 4. Aprenderás a reconocer e interrumpir patrones improductivos de respuesta emocional. 5. Aprenderás a acceder a recursos emocionales internos que ayudan a transformar respuestas emocionales que no son saludables. 6. Aprenderás a regular tus emociones y a aumentar tu capacidad de auto-consuelo cuando estés afligido. También, verás cómo la inteligencia emocional funciona en las relaciones íntimas de pareja y entre padres e hijos. Apren- derás habilidades para manejar las emociones con tu compañero íntimo y para formar a tus hijos en la salud emocional. El libro concluye tratando la importancia de escuchar los sentimientos de las otras personas tanto como los propios. 1. Nota de la traductora: En inglés coloquial se utiliza la palabra shrink para referirse al “loquero”, un profesional de la salud mental que puede ser psiquiatra o psicólogo. Shrink también significa reducir o encoger. Head- shrinking se emplea, en este texto, como un juego de palabras con relación al posible efecto del tratamiento psiquiátrico de “reducir la mente” como resultado de analizarla. 2. Nota de la traductora: Cuando el autor emplea experience o experiencing, se ha traducido como “experiencia” o “experienciar”, como se viene haciendo últimamente en textos de autores como Gendlin, Greenberg, Rice y otros. A diferencia de experimentar, que se asocia más con lo objetivo y lo externo, “experienciar” se refiere a estar viviendo la experiencia plenamente y hablar a partir de ella, lo que suele producir una mayor comprensión. 3. Nota de la traductora: En el counseling se emplean los principios de la comunicación para facilitar el autoconocimiento, el crecimiento personal y una mejor utilización de los recursos personales. Con este tipo de orientación personal se pretende ayudar a la persona a vivir del modo más pleno y satisfactorio posible. La orientación puede abarcar temas muy diversos, como la resolución de problemas específicos, hacer frente a una crisis, la mejora de las relaciones interpersonales, el autocontrol, los sentimientos, etc. 4. Nota de la traductora: “Perro de arriba” (topdog) y “perro de abajo” (underdog) son conceptos empleados en la terapia guestáltica para representar dos partes internas de la persona que suelen estar en conflicto, la polaridad entre los aspectos autoritarios y sumisos de la misma persona. El “perro de arriba” emplea con 35 frecuencia “debo” o “deberías”, se caracteriza por ser autoritario, exigente, moralizador, intimidador e impaciente. El “perro de abajo” controla mediante la pasividad, ofrece excusas, se justifica, pospone los compromisos e impide que el “perro de arriba” logre sus objetivos. Suele mostrarse defensivo, adulador o víctima. 5. Nota de la traductora: bodily felt feelings y otros términos similares como felt meaning (significado-sentido) o bodily felt sense (sensación-corporalmente-sentida) adquieren una relevancia especial con Gendlin (1982). Se considera que una sensación-sentida se produce cuando uno puede sentir más de lo que comprende, cuando en la experiencia algo todavía no está claro, abierto o liberado. 6. Nota de la traductora: el término “focalizar” se refiere en este texto al tipo de trabajo que se realiza en la “terapia focalizada en las emociones”, en la que algunas intervenciones pretenden que la atención se centre o “focalice”en las emociones, aunque se incluyan las ideas, las sensaciones corporales, étc. 36 2 37 LAS EMOCIONES: ¿PARA QUÉ SIRVEN? La inteligencia de las emociones Tus emociones amplían claramente tu inteligencia. El miedo te dice que estás en peligro, la tristeza que has perdido algo importante, y la alegría que has alcanzado una meta. Las emociones te aportan información relacionada con tu bienestar. Te informan de si estás satisfaciendo o frustrando tus metas o necesidades. Los sentimientos instintivos guían tus decisiones reduciendo rápidamente las alternativas a considerar. Por ejemplo, al decidir sobre las vacaciones te dicen, de inmediato, que prefieres la playa a la montaña. De esta manera, limitan las opciones que consideras y evitan que te sientas abrumado. Definitivamente, tú eres más inteligente de lo que es tu intelecto por sí solo. Al comprender rápidamente patrones del mundo, mucho más rápido de lo que puedes analizarlos conscientemente según su significado, las emociones guían tu razonamiento. Las emociones no son, simplemente, interrupciones del curso de tu vida que hace falta controlar. Más bien, son procesos organizadores a los que es necesario prestar atención. En combinación con la razón, contribuyen a hacernos seres más eficaces en entornos siempre cambiantes. Te ayudan a adaptarte rápidamente al mundo y a resolver problemas. Esto significa que las emociones te ayudan inmensamente a conducir tu vida. No podríamos tener vidas satisfactorias sin ellas. Las emociones forman parte de la información primordial de tu existencia. Como ocurre con el tacto y el olfato, las emociones recorren todo tu cuerpo. Constituyen información íntima, interna, que penetra la conciencia, refiriéndose a cosas muy privadas. Te dicen que te sientes orgulloso, humillado, enojado o agotado, te hablan de las experiencias determinadas que tienes en tu vida. Casi siempre, las emociones simplemente ocurren. Te llevan a la acción en el proceso sin pausa de vivir momento a momento. Constantemente actúas sin pensar, te levantas, te mueves, abrazas, sonríes y te rascas sin mucho esfuerzo consciente. En el siguiente nivel de conciencia, prestar atención a tus sentimientos da a la vida color, significado y valor. Si no eres capaz de atender a este nivel de experiencia, te faltará orientación en el mundo y perderás la sensación de lo que es personalmente significativo. 38 Además, para experienciar tus sentimientos conscientemente es necesario, también, que seas capaz de reflexionar acerca de algunos de ellos, para darle sentido a tu experiencia en particular. De esta forma, integras todo tu aprendizaje cultural y social con tu sensación emocional de ser. Así, es como creas un significado personal. Cuando te levantas por la mañana con alegría e interés, estas emociones te indican que todo va bien. Te orientan para que empieces a abordar tus proyectos con entusiasmo y, al darte cuenta de que todo va bien, procedes a la acción. Sin embargo, si te despiertas con miedo o tristeza, tus emociones indican que tienes un problema. Se te plantea un problema que debes enfrentar. Esas emociones señalan que algo está saliendo mal en la forma en que estás conduciendo tu vida o que algo ha sucedido que requiere tu atención. Cuando recibes un mensaje emocional indicador de que hay un problema, tienes que actuar con conciencia, reflexionar acerca de lo que está ocurriendo, y crear soluciones a esas circunstancias que han producido el sentimiento de malestar. Tienes que comenzar el proceso de reorganizar tu mundo conscientemente. Las emociones, pues, exponen los problemas para que la razón los resuelva. En los capítulos que siguen verás cómo las emociones pueden ayudarte a conducir tu vida y cómo emplearlas para dar realce a esa vida. Sobre todo, verás que las emociones contienen información, tal como ocurre con el pensamiento y la imaginación. Y verás que puedes “leer” esa información y usarla inteligentemente. La inteligencia emocional implica utilizar tus emociones, sentimientos y estados de ánimo con habilidad, para ayudarte a enfrentar la vida. Emoción y tiempo Presente. Por su naturaleza, las emociones se centran en el presente. Colorean el presente y guían tus acciones hacia metas inmediatas. Tradiciones como el Zen y la terapia Gestalt han puesto de manifiesto la importancia de vivir en el presente. Algunas personas están en desacuerdo y no creen que vivir en el presente sea saludable, porque piensan que les induciría a llevar una vida impulsiva. Su argumento es que utilizar las emociones como guía puede llevarte a ignorar futuras consecuencias de tus acciones. Su fallo consiste en no distinguir entre vivir en el presente y vivir para el presente. Vivir en el presente es saludable y es un proceso de tipo meditativo. En ese estado, eres consciente de tus reacciones emocionales inmediatas al entorno. Puedes decirte: “Inspiro, estoy calmado. Expiro, siento gozo”. Puedes sentirte en paz existiendo en el momento presente. Sin embargo, vivir para el momento es el equivalente a una 39 impulsividad temeraria, es hacer algo que resulta agradable, sin considerar las consecuencias. Para los críticos, vivir en el presente (entendido como vivir para el presente) parece ser un enemigo de la posición ética de “trabaja ahora, recoge los beneficios después”. Esta ética ha llevado a muchos a considerar la emoción como el enemigo del logro y la aplicación, y a la creencia de que la emoción debe ser controlada. Sin embargo, vivir en el presente emocional proporciona orientación y energía. Pasado y futuro. Las emociones se basan en el presente, pero están influenciadas por el pasado y ejercen influencia sobre el futuro. Todas las emociones presentes en los adultos tienen un fuerte influjo del pasado. El pasado vive en el presente, hasta tal punto de que influye en tu experiencia de los sucesos presentes. Tus reacciones actuales a las circunstancias y a las relaciones se han forjado, principalmente, en tu historia emocional. Yo, por ejemplo, siento temor de que cosas terribles les vayan a ocurrir a aquellos a los que amo. Este temor se basa en mi historia pasada, en la que eso me ha sucedido repetidamente, rompiendo mi sensación de seguridad. A menudo, las emociones se generan por el recuerdo. Las lecciones que has aprendido desde la infancia hasta la edad adulta residen en la memoria emocional. Gran parte de la información desagradable surge como una intrusión del pasado. Por ejemplo, un sentimiento de tristeza puede manar cuando ves una foto que te recuerda la pérdida de tu padre. Tus experiencias presentes pueden estar rasgadas por escenas emocionales del pasado, por recuerdos que se entrometen con rudeza en el presente. Muchas veces, esto sucede de una manera incontrolable. Así que, frecuentemente, el sentimiento presente está relacionado con la experiencia pasada. Las emociones referentes a cosas que ya han ocurrido difieren de las respuestas emocionales vitales del presente. Las emociones del pasado que se recuerda suelen ser fuente de problemas emocionales. Por eso, una primera distinción que es importante realizar es que resulta necesario considerar como diferentes las emociones sin resolver acerca de sucesos pasados, de las respuestas emocionales a situaciones presentes. Las emociones se producen por el recuerdo de acontecimientos pasados, pero también pueden producirse por la anticipación de eventos futuros. Frecuentemente, las emociones que son más difíciles de manejar son aquellas que están relacionadas con sucesos que pueden ocurrir en el futuro. Aunque el pasado ya no está, continúa viviendo en los recuerdos, y las emociones que tuviste en el pasado fueron, por lo menos, respuestas a circunstancias reales. Hay algo real en las emociones del pasado. Con respecto al futuro, la emoción está simplemente al servicio del pensamiento, solamente te provee de reacciones a ensayos de escenas futuras que se representan en el teatro interno de tu 40 mente. Sin embargo, imaginar y pensar en los sucesos futuros puede
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