Logo Studenta

Emociones Una Guía Interna Leslie Samuel Greenberg

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Leslie S. Greenberg
51
EMOCIONES:
UNA GUÍA INTERNA
Cuáles sigo y cuáles no
Prólogo de Carmen Mateu
Crecimiento personal
COLECCIÓN
2
Traducción: Magdalena Blasco Pérez
© Leslie S. Greenberg, 2014
© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2014
Henao, 6 - 48009 Bilbao
www.edesclee.com
info@edesclee.com
EditorialDesclee
@EdDesclee
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo
puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Re​pro​gráficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o
escanear algún fragmento de esta obra.
ISNB: 978-84-330-3678-0
Adquiera todos nuestros ebooks en 
www.ebooks.edesclee.com
3
http://www.edesclee.com
mailto:info%40edesclee.com?subject=
https://www.facebook.com/EditorialDesclee
https://twitter.com/EdDesclee
http://www.cedro.org
http://www.ebooks.edesclee.com/
 
4
PRÓLOGO
por Carmen Mateu
El libro que el lector tiene ante sus ojos trata sobre los sentimientos y las emociones
que cotidianamente nos acontecen a todos y cada uno de nosotros. Decir que “nos
acontecen”, quizás resulte para algunos un término poco exacto por demasiado aséptico.
Posiblemente sería más correcto decir: “que nos confunden”…, “que nos desbordan en
más ocasiones de las que nos gustaría”…, “que nos inmovilizan”…, “qué ocupan
demasiado de nuestro tiempo mental”…, “para los que contamos con muy poca
formación/comunicación sobre que hacer con ellos”…, entre otras razones porque
vivimos con la falsa percepción de que sí la recibimos y… así nos va.
Esta es una de las tesis que se plantean desde este libro: por lo general, a lo largo de
nuestra educación formal o cotidiana, recibimos poca y muy rudimentaria formación que
nos sirva de guía para saber cómo convivir armónicamente con nuestras emociones, o
con las de los demás. Efectivamente, a pesar de estar en la entrada de un nuevo milenio,
con la convicción de haber conseguido grandes logros científicos y la subsiguiente
percepción de pertenecer a una cultura desarrollada, en esta siguen existiendo grandes
vacíos de conocimiento respecto a aspectos muy básicos que afectan profundamente a
nuestras vidas cotidianas. Nos referimos, en este caso, al tema de los sentimientos y las
emociones. La situación actual sobre este tema, ya sea en nuestra ciencia o en nuestra
cultura, tal como se muestra en este libro, resulta sorprendente por su escasez y
rudimentariedad, especialmente si se la compara con el desarrollo alcanzado en lo técnico
o en lo racional.
Dicho desequilibrio, que pudiera parecernos lejano, afecta sin embargo a nuestras
vidas cotidianas de modos muy significativos al mismo tiempo que concretos. Veamos un
ejemplo, aunque podrían plantearse otros muchos a poco que reflexionemos sobre ello.
Actualmente cualquier familia sabe, y realiza un gran esfuerzo por conseguirlo, que sus
hijos deben estudiar matemáticas, lengua, ciencias, física, inglés, etc., si quieren
sobrevivir en esta sociedad con cierta calidad de vida. Este modo de entender la realidad
que nos rodea se percibe espontáneamente como tan “natural” que, para cualquiera
resultaría evidente lo inadecuado de plantearle un problema de álgebra a alguien, por el
simple hecho de que tenga 20 años, si no ha realizado los estudios oportunos que le
permitan resolver dicho problema. Sin embargo vivimos en una sociedad en la que, por el
hecho de tener 20 y algunos más, se supone que sabremos resolver el tema de cómo
5
formar pareja, cómo educar a nuestros hijos, qué hacer con nuestros sentimientos, cómo
elaborar adecuadamente las posibles crisis, pérdidas o malestares que puedan haberse
producido en nuestras familias de origen, los propios cambios debidos al desarrollo, etc.
En el caso de no saber hacerlo, también hemos aprendido implícitamente como lo lógico
y natural, que algo incorrecto debe estar sucediendo en nosotros o en el otro, y nos
aplicamos en la autocrítica o en la búsqueda de culpas, sobretodo en aquel que muestra
diferencias con nuestros modos de entender lo que este sucediendo.
Sin embargo, desde la psicología y la psicoterapia, entre otros campos –y en este
contexto se enmarca definitivamente este libro–, se comienza a denunciar que la situación
real parece ser muy distinta, más compleja y sutil de lo que nuestros modelos culturales y
científicos, ajenos a las emociones, han podido captar hasta el momento; que convendría
comenzar a ser conscientes de ello para poder vivir de formas más sanas, y lograr
relacionarnos de modos emocionalmente más inteligentes, o ¿inteligentemente más
emocionales?; que vivir y relacionarnos nosotros con nosotros mismos y con los demás
como seres humanos no es fácil, ni nacemos sabiendo como hacerlo, ni ser “normales”
significa que deberíamos saber como hacerlo, ni los recursos que la cultura y nuestras
sociedades nos aportan han sido, ni están siendo, suficientes. Cada vez más profesionales
denuncian que las personas que acuden a terapia podrían valorarse, no como neuróticos
o psicóticos, –ni como cualquier otra categoría psicopatológica que debería aplicarse con
más sensibilidad hacía las circunstancias complejas por las que la persona está pasando–,
sino como personas confusas, abrumadas por las demandas de una situación que les
desborda, ante la que tristemente cuentan con muy poca formación para poder
resolverla. Personalmente creo además, que este estado de cosas se sigue manifestando
en mucho del sufrimiento inútil que la mayoría de la humanidad continua viviendo y que
podría ser evitado, así como en las distintas formas de violencia que siguen imperando.
También en los modos insanos como nos relacionamos, no solo entre los distintos países
y culturas, también en el seno de nuestras familias y nosotros con nosotros mismos.
Según el prof. Leslie Greenberg ampliar nuestro escaso conocimiento sobre los
sentimientos y las emociones e integrarlo en nuestros modelos y análisis científicos, así
como en nuestras contextos cotidianos e íntimos, podría suponer un cambio de
paradigma y un paso evolutivo cualitativo en el desarrollo de la humanidad. El lo expresa
de este modo: “…Es necesario sanar la división entre emocional y racional, entre dentro
y fuera, dando un nuevo paso evolutivo cultural, en el cual, en las escuelas e instituciones
y, más importante todavía, en nuestros hogares, facilitemos la integración de cabeza y
corazón. …Esto conducirá a una armonía con nosotros mismos y con los demás. …Nos
6
tratamos de la forma en que hemos sido tratados, tratamos a otras personas de la manera
en que nos tratamos a nosotros mismos. La empatía con los sentimientos de los demás
conduce a la auto-empatía”. ¿Qué deberíamos hacer entonces?, podríamos preguntarnos.
A lo que él mismo responde: “…Aunque yo no pretendo dar la fórmula correcta para
vivir, ya que la vida es un asunto muy complejo y personal, en este libro he intentado
mostrar un aprendizaje importante, que es el resultado de mis años de practicar,
investigar y escribir en el campo de la psicoterapia”.
Aquí surge otro aspecto que también creo merecería ser comentado en este prólogo. El
contenido de lo que el lector, esperamos, va a disfrutar, masticar e integrar a través los
ejercicios experienciales que se proponen, se encuentra avalado por un concienzudo y
exhaustivo trabajo de los más prometedores en el campo de la psicoterapia actual. Y esto
no solo al nivel de lo aplicado, con clientes que han sido tratados con este tipo de
intervenciones, sino también de investigación y de elaboración teórica. Una pequeña
muestra de todo ello podemos encontrarla en dos de sus libros ya traducidos1, en
diversas entrevistas2 de las que el lector puede disponer también en castellano, así como
en los artículos que la Revista de Psicoterapia ha publicado hasta el momento. Y ¿quién
es Leslie Greenberg? se estarán preguntando los que no hayan oído hablar de él. Nacido
en Su​dá​fri​ca, de origen judío, vive en Toronto la ciudad más multicultural del mundo,por elección propia y de Brenda, Ari y Teya, su mujer y sus hijos. Todos ellos valoran y
se comprometen en el reconocimiento, respeto e integración de las diferentes culturas.
Así, no es de extrañar que viviendo en sus contextos íntimos y cotidianos la integración
de la diferencia como ellos lo hacen, parte del trabajo profesional que Leslie Greenberg
realiza se caracterice por la búsqueda de caminos para la integración de las psicoterapias.
Tratar de resumir el trabajo de este profesional de la Psi​co-te​rapia no resulta fácil
porque, a modo de los renacentistas, resulta un hombre tremendamente creativo y
prolífico, capaz de trabajar en áreas muy diversas de dicha disciplina. Una muestra de
ello puede verse a través de la bibliografía que se presenta al final de este libro, pero
quizás pueda servir también como ejemplo mi propia experiencia personal. En 1995 fui a
Toronto gracias a sendas becas que me concedieron el Ministerio de Educación y Ciencia
y la Generalitat Valenciana para estancias de prof. en el extranjero, en conjunto de un
año de duración. Hasta ese momento sabía sobre sus investigaciones, en las que aplicaba
técnicas gestálticas, así como sobre sus publicaciones relacionadas con la terapia de
parejas. Lo que encontré en el Centro de Investigación de York University, –y he seguido
conociendo después de volver a Valencia porque no tuve tiempo material de poder
abarcar ni asimilarlo todo–, fue mucho más de lo que podía imaginar. En York University
7
se me abrieron las puertas a toda la tradición de investigación iniciada por Rogers, la cual
había venido desarrollándose desde entonces y Green​berg había aprendido de Laura Rice
alumna y colaboradora, a su vez, de Rogers. Aprendí sobre las técnicas y métodos de
investigación del proceso psicoterapéutico y sobre su interés para la identificación de los
mecanismos de cambio. Fun​da​men​tal​men​te sobre el método de Análisis de Tareas que el
propio Greenberg había adaptado en su tesis doctoral para la investigación del proceso
psicoterapéutico, por él que hoy se le conoce como el máximo representante en este
campo.
En York University (Toronto-Canada) el prof. Leslie Green​berg enseña sobre
Psicoterapia y dirige el Centro de Inves​ti​ga​ción del proceso psicoterapéutico. A su amplio
equipo de investigación en York se le unen, a su vez, colaboradores que hoy dirigen sus
propios equipos en diferentes universidades de Es​ta​dos Unidos y la propia Canadá, y que
fueron alumnos suyos. A todos ellos, como conjunto, se les conoce por un eslogan que
los identifica y que ellos defienden: “lo pequeño es importante” o “cuanto más pequeño
mejor”. Cuando el lector lea este libro entenderá a que se refieren. La observación
cuidadosa de los microprocesos, aplicada a la investigación de los procesos internos y
relacionales cotidianos e íntimos permite iluminar, nombrar y poder reconocer de una
vez, la complejidad emocional que todos llevamos dentro, así como aquella a la que
damos lugar en la relación con el otro. Así, las aportaciones de este autor van desde la
creación de métodos de investigación hasta su subsiguiente aplicación y publicación en
contextos de investigación empírica, pasando por su aplicación práctica en el contacto
directo con los clientes. Este hombre aúna los cuatro ejes básicos del trabajo
psicoterapéutico: aplicación/ investigación/ teoría/ formación, produciendo en cada uno
de ellos aportaciones altamente relevantes. Todo ello le ha permitido crear su propio
modelo de intervención terapéutico: la Terapia Focalizada en las Emociones, del que nos
cuenta, en este libro, sus principios básicos aplicados a la vida cotidiana. La Terapia
Focalizada en las Emociones constituye básicamente y de modo muy esquemático, la
integración de la teoría de C. Rogers, fundador de la Te​ra​pia Centrada en el Cliente, y la
de Fritz Perls, fundador de la Terapia Gestalt, más la teoría de las emociones que Leslie
Green​berg recoge y sistematiza por primera vez en el campo de la Psicoterapia. El
resultado podría constituir algo nuevo y diferente de lo planteado hasta el momento
respecto al tema de los sentimientos y las emociones. Al lector corresponde decidirlo,
aunque nuevas parecen las propuestas que este autor defiende a lo largo de la presente
obra. Nos referimos a propuestas como: las emociones son adaptativas ya que han
permitido nuestra supervivencia como especie y nos informan de aquello que nos es
8
significativo para nuestro bienestar. No se puede seguir hablando de las emociones como
un conjunto indiferenciado. Necesitamos diferenciar entre las diferentes emociones:
miedo, enfado, tristeza, amor, alegría, etc., para poder trabajar terapéuticamente con
ellas, ya que son distintas y cada una de ellas cumple una función diferente. No se trata
únicamente de expresar o ventilar las emociones, si no de integrarlas con la razón en la
creación de una nueva narrativa.
Sin embargo este libro supone un nuevo reto para Leslie Green​berg. Después de
practicar no solo con sus clientes, sino también consigo mismo –tal como nos describe
sin tapujos en las paginas que siguen–, investigar y aportar su propio modelo teórico,
decide publicar este libro, de tipo más educativo, aplicado a las emociones en la vida
cotidiana. En él, con un lenguaje distinto, expone los mismos principios básicos –sería
mejor entendernos con nuestras emociones e integrarlas con la razón que tratar
únicamente de controlarlas; las emociones forman la amalgama que nos mantiene
conectados a los demás y en contacto con lo que nos es significativo; sería más sano
escuchar el mensaje que contienen en vez de seguir permaneciendo sordos a él, etc.–,
aplicándolos a contextos cotidianos que cada uno vivimos y podemos reconocer. A estas
alturas del prólogo me asalta la duda de si tendría que disculparme. Se trata de un libro
experiencial acerca de los sentimientos y emociones cotidianos, escrito para todos
aquellos que quieran ampliar su conocimiento sobre sí mismos, y a veces, cuando como
profesionales de la psicoterapia nos dejamos llevar por el entusiasmo, muchos protestan,
con razón, que no hay quien nos entienda. Sin embargo algo así no les pasará cuando
lean este libro que les habla, en primera persona, de vivencias emocionales que nos
“tocan”, de experiencias que fácilmente podemos reconocer porque, de algún modo, las
hemos nombrado y descrito así en nuestro interior, aunque en ningún lugar las
hubiéramos oído expresar antes de esa forma. Y esto sucederá fundamentalmente para
aquellos que estén llevando adelante, casi seguro a solas y quizás también a
“escondidas”, sus propios procesos de exploración interna. To​dos aquellos que en más
ocasiones de las que les hubiese gustado se han visto desbordados por sus emociones, o
inmovilizados tratando de controlarlas, o ocupados buscando modos como aliviar sus
cuerpos de las tensiones acumuladas. Para todos ellos este libro aporta información y
experiencias útiles que les servirán para poder comprender sus propias experiencias, las
formas como nos relacionamos y los vínculos que establecemos con los demás, e incluso
los modos como nos co-construimos en la relación con los otros a través de las
emociones.
El contenido expuesto en el libro se presenta estructurado en tres grandes apartados
9
titulados: “nuestras emociones”, “las habilidades de la inteligencia emocional”, y
“aplicación de dichas habilidades a distintas situaciones de nuestra vida cotidiana”. Al
comienzo del libro, Leslie Greenberg cuenta las razones personales y profesionales que le
hicieron interesarse por el mundo de las emociones, lo que supuso para él, entre otras
cosas, cambiar su trabajo de ingeniero por el de psicoterapeuta. Dichas razones no
resultaron infructuosas y así hoy, a partir de su trabajo como terapeuta, puede contarnos
cómo ha logrado establecer y sistematizar teóricamente el papel que las emociones
juegan en nuestras vidas cotidianas, avalado por un exhaustivo trabajo de investigación.
En el segundo gran apartado, las habilidades de la inteligencia emocional,el autor
entronca con el concepto aportado por Goleman sobre la inteligencia intrínseca que
nuestras emociones contienen. Lo componen cinco capítulos en donde se desarrolla la
que posiblemente es la aportación más original de Leslie Greenberg, su diferenciación
entre las emociones primarias, y secundarias, que a su vez pueden ser adaptativas o
desadaptativas, y las emociones instrumentales. Cada una de ellas cumple y sirve para
una función diferente en la satisfacción de nuestras necesidades que conviene conocer.
Para facilitarnos el aprendizaje de estos conceptos que pueden resultarnos nuevos, el
autor nos brinda descripciones de experiencias cotidianas relacionadas con algunas de las
emociones más frecuentes como son la tristeza, el miedo/ansiedad, el enfado y la
vergüenza. Se trata de descripciones extraídas de su propia experiencia
personal/profesional, a las que añade ejercicios prácticos. Su objetivo es que podamos
explorar y conocer nuestras propias emociones practicando las habilidades necesarias que
se requieren para ello. En el último apartado se exponen situaciones concretas de
nuestras relaciones cotidianas como, por ejemplo, las relaciones de pareja de las que se
describe su complejidad e interés desde el punto de vista emocional.
Como Leslie Greenberg hace en su introducción al libro, sólo me resta despedirme
deseandoos una fructífera exploración y comprensión de ese mundo tan ignorado,
aunque tan presente cotidianamente para cada uno de nosotros/as, como es el mundo de
los sentimientos y las emociones. Porque la integración de la emoción y la razón pueda
ayudarnos a construir relaciones más libres, orientadas hacia la convivencia pacífica con
nosotros mismos y con los demás,
Dra. Carmen Mateu Marqués
Facultad de Psicología
Universidad de Valencia
Tolosa (Albacete), Febrero 2001
10
1 GREENBERG, L.; RICE, L. Y ELLOT, R. (1996), Facilitando el cambio emocional. El proceso psicoterapéutico
punto por punto, Barcelona, Paidós.
Greenberg, L. y Paivio, S. (2000), Trabajar con las emociones en Psicoterapia. Barcelona, Paidós.
2 MATEU, C.; DUEÑAS, E.; FUENTES, I. Y BLASCO, M. (1997), La terapia Gestalt según los terapeutas Gestalt,
Valencia, Edit. La Nau.
GREENBERG, L. (1990), “La investigación sobre el proceso de cambio”, Revista de Psicoterapia, vol. I, nº 4,
págs. 57-71.
SAFRAN, J.D. Y GREENBERG, L. (1993), “El tratamiento de la depresión y el proceso de cambio afectivo”,
Revista de Psicoterapia. vol. IV, nº. 13, págs. 41-52.
GREENBERG, L. Y KORMAN, L. (1994), “La integración de la emoción en Psicoterapia”, Revista de Psicoterapia,
vol. IV, nº 16, págs. 5-19.
MATEU, C. Y VAZQUEZ, G. (1997), “Homenaje a Carl. Rogers. Entrevista a Leslie Greenberg”, Revista de
Psicoterapia, vol. VIII, nº 32.
11
 
12
PREFACIO
Este libro es un texto psico-educativo. Será más útil a aquellas personas que están
interesadas en aprender cómo utilizar sus emociones a modo de guía interna. No ha sido
diseñado para personas que están pasando por momentos de malestar emocional intenso
o por una crisis. Cuando se está en una de estas situaciones, a nuestra mente le resulta
muy difícil encauzar nuestro corazón, y como leer un libro requiere la utilización de la
mente, no parece ésta la mejor forma para tratar con un problema del corazón. Si os
estáis sintiendo deprimidos, con ansiedad elevada o demasiado permanente, o bajos de
energía, probablemente será mejor buscar la ayuda de otra persona: un amigo/-a, un
terapeuta o un grupo de apoyo. Esto os aportará la comprensión y nutrición de otro ser
humano, que se necesita para curar cualquier malestar emocional. Tratar con las
emociones propias requiere siempre de dos aspectos: 1., el apoyo empático y la
validación de otro ser humano y 2., las habilidades que encontraréis en este libro. El
mejor momento para comenzar a aprender las habilidades que se describen en él es
cuando, en general, os estáis sintiendo emocionalmente equilibrados. No cuando estáis
demasiado alterados, o enfadados o irónicos. Como sucede con el aprendizaje de
cualquier habilidad, hace falta práctica antes de que uno pueda ser capaz de aplicarla. Así
que, cuando os sintáis con problemas, o vuestras emociones estén siendo difíciles de
tratar, no es probable que vayáis a ser capaces de utilizar las habilidades que se describen
en este libro pudiendo aplicarlas a la primera a vuestra situación concreta.
Aprender a utilizar vuestras emociones a modo de guía interna constituye una tarea
compleja y sutil. Necesitáis, por tanto, estar en un buen “momento de aprendizaje”.
Cuando nuestro malestar resulta demasiado doloroso, o nos estamos sintiendo
desbordados, constituiría una expectativa excesiva el esperar que seamos capaces de
aplicar estas habilidades sólo por nosotros mismos. Es preferible aguardar entonces hasta
encontramos en mejor momento, o buscar apoyo externo de los demás, como un modo
con el que ayudaros en momentos de especial malestar. El apoyo social constituye uno
de los elementos más importantes para la salud. Las habilidades propuestas en este libro
no pueden reemplazar el papel de apoyo que nos aportan los demás, pero puede sumarse
a él. Con mis mejores deseos en la utilización de vuestras emociones como guía interna.
Leslie Greenberg
York University
13
Toronto-Canada
(3 de Marzo de 2000)
 
14
 
15
Sección I
NUESTRAS EMOCIONES
16
1
17
INTRODUCCIÓN
Mi propio camino
En 1970, con mis estudios de master en ingeniería mecánica recién terminados, mi
mundo cambió. Abandoné el campo de la ingeniería y las ciencias físicas para
adentrarme en el mundo de la psicología y las ciencias sociales. Era la época de los
sesenta. Hacían furor el cabello largo, los Beatles y las experiencias que expanden la
mente, para oponerse al head-shrinking1, a las instituciones y al statu quo. Fue una
época emocionante. Pasé de la opresión política en Sudáfrica a la revolución estudiantil
de los sesenta en Norteamérica. Después de dos años en este nuevo entorno cambié los
rigores de la ingeniería, la física, la matemática y los entonces nuevos ordenadores
alimentados con tarjetas, por la intensidad de los grupos de encuentro, conectando con la
conciencia sensorial, con la apertura, desprendiéndome de barreras. La exploración de los
mundos internos estaba reemplazando la exploración del espacio exterior. Puesto que
valoro la precisión y elegancia de la racionalidad en las ciencias duras, había intentado,
desde la adolescencia, aplicar fórmulas racionales a las vicisitudes de la vida cotidiana. La
racionalidad y una orientación realista a la acción me habían parecido medios adecuados
para conducir la vida. Recuerdo haber creído en el dicho “eres lo que haces”.
Durante mi juventud sufrí mi cuota de pérdidas y traumas familiares y personales.
Probablemente como consecuencia de esto me casé joven, a la edad de veintidós años.
Desde el principio traté de dar a conocer a mi esposa los beneficios de la racionalidad.
Durante este periodo, o por lo menos durante la adolescencia, pienso que creía realmente
en el poder de la mente racional para controlar la realidad y pensaba que podíamos
escoger cómo ver la realidad. Creía que la mente domina el estado de ánimo. Sin
embargo, nunca tuve éxito en ser feliz o en vivir en paz con esta filosofía y había
empezado a reconocer algo que otra parte de mí había sabido siempre, que mi sensación
emocional de la realidad y mi intuición eran importantes en la conducción de mi vida.
Probablemente como consecuencia de mi contexto familiar y político, en el que las
crisis exaltaban los ánimos y debido, también, a la naturaleza de la emoción, siempre he
experienciado2 mis emociones en tecnicolor, no sólo en blanco y negro. Así que yo era
consciente de que las emociones coloreaban mi vida y la vida de aquellos que me
rodeaban. En aquella época, mi salto de la ingeniería a la psicología del counseling3,
estuvo guiado por mi deseo de integrar esa división en mi identidad. Existía una
18
separación entre mi creencia consciente en el poder del pensamiento racionalpara
resolver problemas, creencia fuertemente apoyada en el entorno de la ingeniería, y mi
comprensión de que las emociones me mueven y de que aunque a veces resultara
doloroso eran, con frecuencia, la guía más clara y segura para la acción adaptativa en mi
vida diaria.
Dos incidentes, entre innumerables aprendizajes emocionales, fueron particularmente
significativos para mí, ya que confirmaron racionalmente la importancia de mi
experiencia emocional no-lógica. En mi último año de ingeniería descubrí que era la única
persona de mi curso que había conseguido resolver correctamente un problema de
matemática aplicada en el examen final. Sabía que en la situación de examen, bajo
presión de tiempo, me había guiado a la solución una sensación intuitiva de cómo
abordar el problema, algo que no podía explicar racionalmente. Aquí, en el mundo de la
lógica rigurosa, lo que había resultado importante era mi intuición. Me había orientado
un sentimiento “visceral” relacionado con qué camino seguir. La segunda situación se dio
cuando mi “sensación emocional de las cosas”, y no mis esfuerzos puramente racionales,
guió mi decisión de ir a Canadá para realizar mis estudios sobre ingeniería de sistemas.
Había intentado decidir cuál era la universidad que más me convenía empleando una
herramienta, que había aprendido, que ayudaba en la toma de decisiones racionales. Este
procedimiento simple requería hacer una tabla de todas las opciones (universidades a las
que solicité admisión), puntuar cada opción en un conjunto de criterios pertinentes, tales
como la cantidad de fondos disponible, el clima, el lugar, la calidad de la educación,
etcétera, y, a su vez, sopesar cada uno de acuerdo con su importancia subjetiva relativa,
sumando las puntuaciones para obtener una solución racional. Tan pronto como emergió
esta decisión derivada de cómputos, yo respondí con claridad emocional a lo que
realmente quería hacer y dónde. Quería ir a Canadá. Eso difería bastante de la decisión
basada en los cálculos racionales que me colocaba en una prestigiosa universidad en los
Estados Unidos. Toda mi sensación de los factores pertinentes, que se basaba en la
emoción, resultaba mucho más compleja que cualquier cosa que yo pudiera articular
conscientemente en una tabla racional de este tipo. Así, es como terminé en Canadá.
Estas dos experiencias actuaron como punto de partida de un camino de exploración que
he seguido durante treinta años; un camino para comprender la inteligencia emocional.
Al abandonar la ingeniería en la búsqueda de una visión más global de la resolución de
problemas humanos, me sorprendió agradablemente encontrar auténticos mentores en
psicología, personas que estaban abordando realmente la experiencia humana, y ellos me
ayudaron a apuntar el mejor camino para investigar la inteligencia emocional. Se trataba
19
de estudiar las expresiones y la experiencia real de las personas durante la terapia. De
modo que empecé a escuchar y a desarrollar maneras de describir rigurosamente lo que
las personas hacían en terapia. Recibí mucho apoyo de compañeros estudiantes, que
también parecían ver las emociones como movilizadores centrales en sus vidas. Todo
esto condujo a un inmenso aprendizaje y exploración entre compañeros. En aquel
momento no había mucha oferta de cursos académicos relacionados con la emoción;
aquí también parecía haber una ruptura entre el mundo de la ciencia y el mundo de la
experiencia humana. Era poco lo que se enseñaba en psicología referente al manejo de
las emociones en la vida cotidiana. De esta manera comenzó mi búsqueda para intentar
explicar con más claridad algo que yo sentía que era cierto, que las emociones movilizan
la vida de manera primordial.
El dilema de la emotividad
Durante mucho tiempo las personas se han sentido inseguras respecto a cómo afrontar
su emotividad. Uno de los grandes dilemas que cada uno de nosotros necesita resolver, a
medida que crecemos, es cómo tratar con nuestras emociones. Es una tarea que cada
cual ha resuelto con más o menos éxito. Resulta sorprendentemente escasa la cantidad de
tutela explícita que recibimos para esta tarea tan compleja. En la guardería aprendemos
muchas lecciones relacionadas con la emoción. A esa temprana edad estamos
aprendiendo constantemente y se nos enseña, de muchas maneras, de una forma u otra,
cómo manejar nuestros sentimientos. Los padres y los profesores, sin embargo, nos
enseñan generalmente lo que han aprendido a golpes. Ellos nunca recibieron formación
en habilidades de inteligencia emocional, y sólo aquellos que fueron lo suficientemente
afortunados para desarrollar esas habilidades por su cuenta, pueden transmitir las
lecciones que han aprendido. De esta manera, nuestros tutores han moldeado nuestras
respuestas emocionales y nos han enseñado cómo ser, haciendo cuanto pueden, sin
contar con un mapa del camino. Pero después de este periodo temprano de la vida la
enseñanza cesa. Para entonces, o hemos aprendido nuestras lecciones emocionales, o no.
Bien hemos desarrollado nuestra conciencia emocional y empatía, bien no lo hemos
hecho; o se ha establecido la confianza básica, o desconfiamos de los demás. Cuando
llegamos al final de nuestro segundo año de vida o hemos desarrollado el orgullo de
nuestra autonomía o hemos empezado a vivir bajo el peso del bochorno y la vergüenza.
Este aprendizaje emocional se convierte, entonces, en nuestra herencia. De adultos
vivimos con los sentimientos que tenemos. Y vivimos con nuestras creencias con
20
respecto a cómo es mejor afrontarlos, que suelen ser creencias relacionadas con la
sabiduría del control emocional. Posteriormente, no recibimos mucha más tutela, a
menos que tengamos la suerte de conseguir buenos consejeros personales, o de entrar en
contacto, en algún momento, con alguna forma de psicoterapia que se centre en nuestra
conciencia y crecimiento emocional.
La emoción moviliza y la razón guía
Demasiados de nosotros, sin una tutela explícita en las artes emocionales, andamos a
tientas y a ciegas por el camino. Sin suficientes señales que indiquen el mejor camino
para conducir nuestras emociones, no hemos sabido qué hacer. Al no tener las
habilidades necesarias para enfrentarnos a las tormentas emocionales, y al carecer del
apoyo de los seres queridos, muchos de nosotros hemos desarrollado la creencia de que
controlar nuestras emociones es la mejor solución. Algunas personas, al sentirse perdidas,
se convierten en “solucionadores” de problemas. Su solución es pensar, pensar y pensar.
Otras, en el esfuerzo por encontrar su camino, desarrollan la filosofía opuesta. Espon-
taneidad y sentir, sentir, sentir. Estas personas exaltan las virtudes de la vida apasionada.
Se vuelven más intuitivas, espirituales, bohemias y, en los últimos tiempos, incluso más
mágicas. Lo peor es que cuando alguien aprende que no puede confiar en las emociones
de los otros, al final llega también a no confiar en sus propias señales emocionales.
Prefiere no tener ninguna emoción. ¿Por qué prestar atención o experienciar sentimientos
que otros no pueden aliviar y que el sí-mismo encuentra demasiado dolorosos para
soportarlos solo?
Desde el principio de la historia intelectual de occidente, se ha considerado a la pasión
y a la razón como opuestas. Platón declaró que las emociones eran caballos salvajes que
tenían que ser refrenados por el cochero del intelecto. Descartes nos dijo “Pienso, luego
existo”, poniendo claramente al pensamiento en el asiento del piloto. En la búsqueda de
un camino con el que atravesar nuestra confusión, de una identidad a la que pudiéramos
llamar nuestra, también hemos recibido, frecuentemente, el mensaje opuesto “confía en
tus sentimientos”. Por un lado, se nos ha dicho “eres demasiado emocional, sé razonable,
contrólate”. Por el otro, hemos recibido un consejo más inspirador “sigue tu corazón,
vive apasionadamente, sé espontáneo”. Pascal nos recuerda la inteligencia de las
emociones diciendo que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Aquí, él
nos anima a respetar lasabiduría de nuestros corazones. Todos sabemos cuánto nos
gusta leer historias que nos conmueven y nos recuerdan esas partes de nosotros mismos
21
que olvidamos, con demasiada facilidad, en nuestras ocupadas vidas racionales. En una
de esas historias, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry nos dice “...no se ve bien sino
con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.”
Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Cuál es el mejor camino para vivir en armonía
emocional con nosotros mismos y con los demás? Aunque yo no pretendo dar la fórmula
correcta para vivir, ya que la vida es un asunto muy complejo y personal, en este libro he
intentado mostrar un aprendizaje importante, que es el resultado de mis años de
practicar, investigar y escribir en el campo de la psicoterapia, y de mi propia vida. La
lección, en la vida actual, es que la inteligencia emocional implica que nuestras emociones
nos movilicen y que nuestra razón nos guíe. Integrar la cabeza y el corazón supone que
la acción incitada por la emoción sea razonada.
El sí-mismo dividido
Lamentablemente, en nuestra época, nos hemos vuelto seres realmente divididos.
Tenemos dos mentes que no se llevan bien. Una es el torrente racional de conciencia que
fluye, en cierta medida, deliberadamente. Por lo general, nos damos más cuenta de este
flujo. En este medio somos más pensativos, sopesamos y reflexionamos acerca de los
sucesos de la semana, nuestros planes para el día y nuestro futuro. La otra mente es
nuestra mente más emocional. Es un impulso más apasionado y, a la vez, más delicado,
sensible y sensato. A menudo, la sabiduría de este flujo pasa desapercibida y, con
demasiada frecuencia, se descuida. Sus ofrendas se quedan al borde del camino. Si no
tenemos práctica en escucharla, podemos perder contacto con un aspecto crucial de
nuestra inteligencia, nuestra voz emocional interior.
Al estar entrenados para ser razonables y reprimidos, tanto en público como en el
trabajo, esta visión unidimensional de quienes somos se ha entrometido en la sensación
que tenemos de nuestro propio ser. Animados por los ejemplos, siempre presentes, de los
peligros de la pérdida de control emocional, practicamos diariamente cómo ser más
razonables y estar controlados. Algunos de nosotros mantenemos, al menos, la
sensibilidad emocional viva en la intimidad de nuestros hogares, con los seres queridos,
pero incluso en casa, las lecciones de los beneficios del auto-control en público y de las
virtudes de proteger la privacidad no se han perdido. Sostener las cartas ocultas cerca del
propio pecho tiene sentido en un entorno competitivo. Sin embargo, nos llevamos esos
valores en nuestros portafolios y archivos a casa, y nos volvemos recelosos de la
apertura emocional en el hogar. Veo constantemente personas en terapia de pareja
22
utilizando los métodos del mercado de trabajo para competir por los recursos limitados
de atención o cuidado y para satisfacer sus necesidades. Están, literalmente, tratando de
ganar las peleas en sus matrimonios, sin darse cuenta de que en un matrimonio pocas
veces se gana y, a la vez, se es feliz. Debemos discutir para empatar, de modo que
ambos se sientan reconocidos y nadie pierda o gane.
Todos, sin embargo, somos seres altamente emocionales. A pesar de los mejores
esfuerzos que realizan las personas por contener el flujo emocional, la emotividad surge
en sus mundos internos, de todas maneras, en cuanto puede, dando lugar a esperanzas,
temores, deseos y miedos. En nuestra propia oscuridad, en la fantasía y, especialmente,
en el mundo de las novelas, películas, teatro y ópera, nos elevamos a alturas emocionales
con las que ni soñamos en medio del aburrimiento y la pesadez de nuestra vida cotidiana.
Aquí, con inmunidad, experienciamos nuestro dolor y vulnerabilidad, nuestra rabia y
nuestro odio. Es en este mundo en el que llegamos a saber lo emocionales que realmente
somos. Pero, con demasiada frecuencia, si exponemos a otros el lado emocional, más
abierto y vulnerable de una nueva sensación de nosotros mismos o de nuestras
circunstancias, nos encontramos, bien con un silencio ensordecedor, bien con ruidosos
consejos. Este es el tipo de respuesta que nos desalienta a continuar abriéndonos.
Nuestros nuevos significados emocionales en ciernes, son demasiado valiosos, demasiado
delicados, para exponerlos a esta falta de confirmación. Todos tenemos mucha necesidad
de sentirnos valorados y respetados para poder animarnos a compartir nuestra esencia. A
pesar de toda la buena intención de ayudar que la otra persona pueda tener, cuando la
apertura de nuestros sentimientos internos más vulnerables se topa con consejos o con la
falta de comprensión, nos descubrimos retrocediendo a los enclaves protegidos de
nuestra propia soledad. Ahí no podemos ser heridos por la ausencia de sensibilidad o la
incomprensión. Sin embargo, apreciamos inmensamente esas relaciones especiales en las
que nos podemos abrir sintiéndonos seguros, en las que nuestros sentimientos se
escuchan y se validan.
Por lo general, solamente nos encontramos plenamente con nuestra emotividad en el
ámbito privado de nuestro mundo interno, en la corriente interna de conciencia, en
nuestras ilusiones y reacciones íntimas.
Es ahí donde, con frecuencia, nadamos en nuestra experiencia emocional con una
implicación total. Sentimos dolor por las heridas, nos henchimos de orgullo, rebosamos
de alegría, nos fundimos en la compasión, nos suavizamos con la ternura, nos
endurecemos con la determinación y sentimos la frialdad del enfado (¡o el calor!). En
general, ser humano significa vivir emocionalmente, experimentar grandes cambios y
23
oscilaciones de sentimientos y estados de ánimo en respuesta a la vida cotidiana, así
como disfrutar de periodos de una estabilidad tranquila y agradable, y sentirse lleno de
interés, curiosidad y ganas de vivir.
La separación
A pesar de los intentos que se han realizado desde diversas perspectivas humanísticas
para integrar la mente y el cuerpo, la división entre lo interno y lo externo, entre lo
público y lo privado, entre la emoción y la razón, no ha sanado. Más bien, esta
separación se ha convertido en endémica. La urbanidad y organización de la vida
cotidiana contrastan, intensamente, con los horrores del abuso y la violencia que surgen
tanto en el dominio público como en el privado. El abuso doméstico y la conciencia del
mismo están aumentando, acompañados de actos de violencia fortuitos sin sentido, así
como de otros calculados. La violencia no es una emoción. La agresividad no es una
emoción, es un comportamiento, y no es lo mismo que el enfado. La mayor parte de la
violencia se ejecuta de manera fría y calculada. Pero, ciertamente, los sentimientos no
correspondidos, la indefensión y la vergüenza son, muchas veces, la base de una ira que
puede conducir a la violencia.
Una de las formas más fácilmente reconocibles en las que se manifiesta esta
separación es en el diálogo interno entre dos aspectos de nosotros mismos, aspectos que
se formaron en una edad temprana. Una de las partes tiende a representar todas las
creencias racionales, las críticas duras y los valores no asimilados que hemos incorporado
del exterior, pero que nunca llegamos a integrar verdaderamente en nuestro lado
emocional. Esta parte incluye todos los estándares y órdenes, los “deberías” y “tendrías
que” sobre los que nunca hemos meditado para hacerlos nuestros, así como los ideales y
valores de cómo nos gustaría ser. Estas visiones introyectadas se asientan dentro de
nosotros, como un pequeño bocadillo que se ha tragado completo todavía envuelto en su
bolsa de plástico. No ha sido masticado, está dentro como una parte de nosotros sin
digerir, sin integrar. Objetos internos de este tipo nos provocan una indigestión
emocional. Nos indican cómo debemos ser, manipulan nuestras emociones, tratan de que
nos ajustemos a una imagen, nos hacen sentir inadecuados y, ciertamente, incómodos.
Un diálogo interno entre nuestras obligaciones y necesidades, entre nuestro pensamiento
y sentimientoy entre nuestros valores y deseos, domina con frecuencia nuestra
conciencia hasta tal punto que difícilmente podemos prestar atención a cualquier otra
cosa. En nuestra cabeza escuchamos recriminaciones como: “Fuiste un idiota. No seas
24
tan estúpido, dependiente, egoísta, débil, convencional, callado, insaciable, ansioso”. O
“deberías ser más amable, considerado, generoso, trabajador, sensible, creativo, atlético
o inteligente”. La lista es interminable. Una de las partes en este diálogo es un monitor,
“el perro de arriba”4, un crítico, predicador o entrenador interno. Ocupa una porción
tremenda de espacio en nuestra cabeza. Como también lo hace la otra parte más
emocionalmente reactiva, el objeto de toda esta atención negativa, nuestro sí-mismo
emocional. Esta parte, al sentirse constantemente acosada, desaprobada, avergonzada y
derrotada, muchas veces a fin de autoprotegerse se vuelve desafiante, rebelde, defensiva
y discutidora. Desarrolla todos los “sí, pero” imaginables. “Sí, pero estoy cansado; sí,
pero yo lo intenté, es culpa de ellos; sí, pero mañana”. Aún más que los “sí, pero”, esta
parte experimenta todo tipo de sentimientos como respuesta a nuestra crítica. A menudo,
nuestro sí-mismo puede sentirse avergonzado y atemorizado, indefenso, desesperanzado
y carente de valía, triste y enfadado. Este es un diálogo interno potencialmente agotador,
un día tras otro, ¡todo dentro de nuestras cabezas! Aprender a integrar estas dos
corrientes de conciencia en una armonía de auto-aceptación es una meta, en palabras de
Shakespeare, “que se desea fervientemente”. Si esto queda sin resolver nos sumimos en
el dolor, el estrés y la desorientación.
Existe una razón para que seamos emocionales. Nuestras emociones son parte de
nuestra inteligencia. Es necesario sanar la división entre emocional y racional, entre
dentro y fuera, dando un nuevo paso evolutivo cultural, en el cual, en las escuelas e
instituciones y, más importante todavía, en nuestros hogares, facilitemos la integración de
cabeza y corazón. Hace falta integrarlos a ambos dentro de nosotros mismos y de
nuestros hijos. Resulta importante mejorar la relación con nosotros mismos,
desarrollando una armonía interna entre las dos corrientes de conciencia, que conduce a
una armonía con nosotros mismos y con los demás. La rueda continúa girando. Nos
tratamos de la forma en que hemos sido tratados, tratamos a otras personas de la manera
en que nos tratamos a nosotros mismos. La empatía con los sentimientos de los demás
facilita también la auto-empatía.
Así que es necesario que prestemos atención a nuestras emociones. Aunque la
capacidad de posponer la acción es una característica refinadamente humana, estar
separados de nuestra espontaneidad resulta peligrosamente alienante. Ser solamente
racionales nos niega el acceso a una fuente compleja de conocimiento emocional, que
informa adaptativamente a la acción y que contribuye a la resolución de problemas y a la
toma de decisiones. El exceso de control también conduce a su opuesto, la posibilidad de
un colapso en el control racional. La regulación de la emoción falla, con frecuencia,
25
cuando el estrés se vuelve demasiado grande. Además, la vida interna que no se expone a
la luz solar de la confirmación humana y al aire fresco de la interacción con otros, no
crece ni se diferencia en formas socialmente apropiadas. Si se les abandona en una
oscuridad demasiado sombría, las emociones se pueden volver dolorosamente tortuosas
y deformadas, como ocurre con el enfado contenido que no se resuelve, que se convierte
en pensamientos de venganza.
Sensibilidad ante las demás personas
Como somos animales sociales por naturaleza, nos damos cuenta de que somos
increíblemente sensibles a las opiniones y acciones de otros seres humanos hacia
nosotros. Somos especialmente sensibles a su aprobación o desaprobación, a su
aceptación y rechazo. Deseamos ardientemente el contacto humano y la comprensión,
tememos la crítica y el rechazo y, sobre todo, evitamos sentirnos avergonzados,
humillados e insignificantes a los ojos de los demás. Dado que nuestro interior
complejamente amueblado es privado, con frecuencia creemos que solamente nosotros
estamos amueblados con tanta complejidad y adorno. El interior de los demás parece
estar, con diferencia, amueblado de manera mucho más convencional. Equivocada-
mente, creemos que otros son más racionales y calmados; que sus mundos privados son
reflejo de sus imágenes públicas. Es cierto que algunas personas han convertido en un
ejercicio disciplinado el hecho de superar el proceso interno de aparente caos emocional.
Han creado mundos internos muy ordenados y previsibles pero, a menudo, a costa de su
humanidad. Su espontaneidad, gozo y creatividad se han perdido.
Nuestra inteligencia emocional constituye una gran fuente de creatividad. Cuando
luchamos por aquello que nos interesa conseguimos una sensación fluida de bienestar,
que nos inspira a alturas que están más allá de cualquier cosa a la que nos pueda llevar la
razón. Miguel Angel pasó años tendido sobre su espalda bajo el techo de la Capilla
Sixtina pintando, no porque esto fuera racional, sino porque estaba inspirado. Los seres
humanos se pierden a sí mismos en el acto creativo. Fluyen en un éxtasis integrado,
mientras revelan la existencia de nuevas formas, imágenes, ideas y posibilidades. La
creatividad es el ejemplo por excelencia de la integración de cabeza y corazón.
Educación
¿Deberíamos permitir que alguien, a quien ni siquiera conocemos, tutele las emociones
26
de nuestros hijos? ¿Y permitir que esa tutoría consista en aquello que es la visión
personal del profesor de lo que significa una vida emocional sana? No existe curriculum
respecto a la conciencia emocional, no hay plan lectivo para manejar el enfado, el miedo
y la tristeza, y no hay guión para superar la vergüenza. ¿Estamos preparados para
crearlos?
Nuestros sentimientos, al ser la parte más íntima y privada de nuestra experiencia, han
sido considerados por la sociedad, posiblemente, demasiado privados como para
interferir en ellos desde las instituciones públicas. Consideradas, como una parte de
nuestra individualidad, las emociones se han colocado fuera de los límites de la influencia
directa de los maestros. Unicamente aquellos que escogemos dejar entrar en nuestro
santuario pueden influir en el modo en que conducimos nuestra vida emocional. Así
pues, nuestros sentimientos se han visto como un área demasiado cargada de valores
como para tocarla en las escuelas. Al fin y al cabo, hemos dejado atrás la educación
moral a principios de siglo por las dificultades inherentes que implicaba. Intentos más
recientes de educar en valores también han encontrado dificultades y, probablemente, es
apropiado que haya sido así. No es sencillo adentrarse en los dominios de la definición
personal en instituciones públicas. Sin embargo, tomamos clases de arte y música en la
escuela para mejorar nuestra apreciación visual y musical y para refinar nuestra habilidad
y sensibilidad artística. Estos cursos influencian nuestro sentido estético de manera
permanente. Pero las clases acerca de los sentimientos y de las emociones en la vida
diaria han quedado en una zona prohibida, se ha considerado que afectan a una parte que
es aún más personal. En la universidad enseñamos Introducción a la Psicología, pero
hasta hace muy poco, no incluía aspectos de los sentimientos-corporalmente-sentidos5, ni
de las emociones en la vida cotidiana. Ciertamente, en la universidad no se habla de los
sentimientos de las personas, ni se explora la mejor manera de manejarlos, con la posible
excepción de las clases de counseling. Es posible que, hasta cierto punto, tenga que ser
así. Para poder hablar de nuestros sentimientos con facilidad necesitamos el entorno
adecuado. Necesitamos seguridad emocional y un cuidado empático y genuino por parte
de los demás, saber que respetarán nuestros intereses y conflictos. Si queremos enseñar
las habilidades necesarias para la inteligencia emocional seránecesario que creemos en
nuestras escuelas y, también, en nuestros hogares, el tipo de entorno emocional que
ayude a las personas a desarrollarse emocionalmente, del mismo modo en que hemos
creado entornos físicos que fomentan el desarrollo corporal.
¿Existe una base de conocimiento acerca del manejo de las emociones?
27
¿Sabemos lo bastante acerca de la emoción como para enseñar a las personas a vivir
una vida emocional satisfactoria o sana? ¿Existe una base de conocimiento con respecto
a la mejor manera de conducir nuestras propias emociones y las de los demás? Ante
estas dos preguntas mi respuesta es un rotundo sí. Esta no es la respuesta que hubiera
dado en 1970 cuando inicié estudios superiores de Counseling y Psicoterapia.
Cuando llegué a la psicología, buscando formas de estudiar y comprender a la gente y
sus emociones, se habían escrito muy pocos libros o artículos acerca de la emoción en el
funcionamiento humano. Sin embargo, en las últimas décadas, la literatura referente a la
emoción ha hecho eclosión, tanto en la psicología, como en las disciplinas relacionadas
como antropología, sociología y filosofía y, también, en ciencias más duras como
fisiología y neurociencia.
En las últimas dos décadas, dos progresos importantes nos han proporcionado una
plataforma sólida, que nos está lanzando a una nueva era en nuestra comprensión de la
emoción. Estos avances nos ofrecen una nueva visión de cómo vivir con nuestras
emociones en el nuevo milenio. Se ha obtenido evidencia clara de la inteligencia básica de
las emociones, así como indicadores de cómo las emociones aumentan nuestra
adaptación a la vida. El primero de estos importantes avances surge de la floreciente
investigación y los apasionantes descubrimientos relacionados con la emoción y el
cerebro. Data, principalmente, de los ochenta y ahora se ha establecido como la corriente
dominante. El segundo progreso importante durante este periodo ha sido una
comprensión creciente de la emoción en psicología y en psicoterapia. En los círculos
científicos, las últimas dos décadas han sido apodadas, apropiadamente, las décadas de la
emoción y el cerebro.
La emoción es un fenómeno cerebral muy diferente al pensamiento. Tiene su propia
neuroquímica y base fisiológica y es un lenguaje único en el que el cerebro se expresa.
En neurociencia hemos descubierto que el sistema límbico, una parte del cerebro que
tienen todos los mamíferos, es el responsable de los procesos emocionales básicos.
Gobierna muchos de los procesos fisiológicos del cuerpo y, por lo tanto, influencia la
salud física, el sistema inmunitario y la mayor parte de los órganos importantes del
cuerpo. El estrés, tan popular en los setenta es, en realidad, una denominación
indiferenciada para el efecto de la emoción en nuestros cuerpos. Sabemos que existe una
relación clara entre la emoción, nuestra fisiología y el sistema inmunitario, y también se
ha establecido claramente que la emoción afecta a la memoria. Se ha demostrado que
tenemos diferentes sistemas de memoria organizados en nuestro cerebro. Un sistema de
memoria almacena información procesada conscientemente acerca de sucesos, mientras
28
otro almacena la experiencia emocional real del suceso. En ocasiones estos dos módulos
no se comunican, lo que puede ocasionar incontables problemas. Por ejemplo, las
personas que no se han recuperado emocionalmente de un accidente traumático, como
estar atrapado en un automóvil después de un accidente o haber tenido que ser rescatado
de las garras de la muerte, pueden o bien ofrecer un recuento de hechos de esa
experiencia sin ninguna emoción, o bien sentir el terror inundándoles de nuevo ante una
escasa o incluso ninguna descripción del acontecimiento. La resolución del trauma
implica integrar estos dos sistemas de memoria.
Otro importante descubrimiento relacionado con la emoción es que las personas con
daño cerebral, que han perdido su capacidad para responder emocionalmente, no pueden
tomar decisiones ni resolver problemas. Han perdido la “sensación visceral” que guía
estos procesos. Damasio (1994) narra la historia de un paciente muy racional, con daño
cerebral, que debido a que había perdido la capacidad de sentir, no tenía miedo de
conducir en medio de una tormenta en un día helado, para acudir a una cita médica que
todos los demás pacientes habían cancelado. Sin embargo, cuando se le preguntó a este
intrépido paciente, que no mostraba ningún tipo de deterioro intelectual, si quería la
siguiente cita el próximo martes o jueves, estaba todavía en la sala de espera media hora
después, hojeando su agenda incapaz de decidir cuándo acudir. No tenía un sistema de
referencia basado en la emoción que guiara su toma de decisiones. El cerebro emocional
mejora la toma de decisiones al reducir rápidamente las opciones a considerar. Resalta
ciertas alternativas con el sentimiento de lo que es correcto y elimina otras con un
sentimiento de “no vayas ahí”. Este es el sistema que me ayudó, hace muchos años, a
resolver mi problema de matemática aplicada siendo estudiante de ingeniería y que ha
seguido siendo un buen guía a lo largo de mi vida.
El primer adelanto importante en psicología, en el estudio de la emoción, ocurrió
cuando se desarrolló una forma fiable de medir las emociones. En los setenta se
estableció claramente la existencia de, al menos, seis emociones innatas, básicas e
independientes. Esto se consiguió mostrando que la expresión facial de estas emociones
era innata. Tanto si eres un alumno universitario en los Estados Unidos, como un
estudiante japonés o el miembro de una tribu de Borneo, mostrarás la misma expresión
facial en situaciones que evocan enfado, miedo, tristeza, asco, sorpresa o alegría. Puede
que uses diferentes palabras o conceptos para describir una determinada emoción, pero la
expresión es la misma. Eso, a lo que se llama asco en un campus norteamericano, se
identifica como “el olor de un cerdo podrido” en la selva de Borneo, pero ambos grupos
emplean y reconocen la misma expresión facial. Este lenguaje universal de la emoción
29
nos vincula, sin importar en qué lugar del globo hemos nacido. Además de esta
universalidad transcultural de la expresión, otras líneas de evidencia de que la emoción es
innata surgen de la presencia de las mismas expresiones faciales en los ciegos congénitos,
de la similitud con otras especies en el lenguaje expresivo y de la posibilidad de estimular
estas expresiones por medios neuro-químicos y eléctricos. Así, aunque los niños ciegos
no puedan ver nunca la expresión de enfado o tristeza, sus pucheros tristes y sus
pequeños, furiosos refunfuños se parecen a los que aparecen en los rostros de los niños
sin ningún problema de visión y a los de los monos. La estimulación eléctrica del cerebro
de los felinos y los primates produce gestos faciales extraordinariamente parecidos a los
nuestros. Esta similitud de formas expresivas entre las distintas especies fue señalada por
primera vez por Darwin en 1872, en su libro La expresión de las emociones en los
animales y en el hombre. Aunque ha sido necesario casi un siglo para desarrollar esta
observación en un estudio riguroso de la expresión emocional, la capacidad para
finalmente basar las emociones en algo tan concreto como la expresión facial, ha
permitido el desarrollo de una forma de medir la emoción. La medición fiable, el sine qua
non de la ciencia, disparó el estudio de la emoción en psicología.
En las áreas más aplicadas de la psicología clínica y del counseling el tiempo ha
contribuido a “separar el trigo de la paja” de la revolución social de los sesenta. Los
excesos de esta revolución han sido superados tanto por el estudio de cómo las personas
cambian, como por la evolución en la práctica de la psicoterapia. La era del
entrenamiento de la sensibilidad y de los grupos de encuentro, de “ponerse en contacto
con los sentimientos” o de “soltarse la melena” ha terminado. En el mundo laboral, el
tratar de realizarse uno mismo ha dado paso al tratar de sobrevivir y a conseguir o
mantenerun trabajo. En el mundo de las relaciones interpersonales, el terminar un
matrimonio insatisfactorio con demasiada rapidez, para probar otro, se está convirtiendo
en algo del pasado. El valor del compromiso y el reconocimiento de que necesitamos
seguir trabajando en nosotros mismos y en nuestras relaciones han reemplazado la
actitud de cambio instantáneo para ir a buscar una versión mejor. Los terapeutas han
aprendido que no existe la solución rápida y fácil, ni un guía interno natural infalible, y
que no es fácil determinar si un recuerdo es “verdadero o falso”. El respeto por la
apropiada complejidad en la vida ha triunfado sobre las soluciones simples. No hay un
arreglo rápido, ni una fórmula sencilla.
En el campo de la ciencia aplicada de la investigación en psicoterapia se incrementa la
evidencia sólida que muestra que ciertos procesos contribuyen a fomentar el cambio
terapéutico. Una vez establecido que la psicoterapia sí conduce al cambio, los
30
investigadores en los ochenta comenzaron a centrar su atención en cuáles son los
procesos que conducen a ese cambio. Con respecto a la emoción había emergido un
cuadro complejo. La fórmula inicial, que suponía que entrar en contacto con los propios
sentimientos resolvería los problemas, ha demostrado ser demasiado simple. Se ha
clarificado que es necesario manejar los diferentes tipos de sentimientos de maneras
diferentes. Pero en el centro de cualquier proceso de cambio emocional está la activación
de la emoción. En la terapia, activar las emociones parece ser una pre-condición
importante para poder cambiarlas. Además, una relación segura de colaboración con un
terapeuta, así como la sintonización empática del terapeuta con los sentimientos del
cliente son condiciones previas importantes para trabajar con las emociones.
Se ha encontrado que los métodos que ayudan a activar los estados emocionales
temidos, con el propósito de exponerlos a una nueva experiencia, son importantes para el
cambio de esas emociones. Se puede tratar de imaginar una experiencia dolorosa del
pasado para revivirla, dar vueltas en una silla giratoria para darse cuenta de que el mareo
del pánico no es el precursor de un ataque cardíaco, o volcar los sentimientos que tenías
con alguien de tu pasado en tu terapeuta; todo esto implica activar sentimientos dolorosos
para fomentar el cambio terapéutico. Una progresión en terapia, en la que uno pasa de
hablar de hechos externos de una forma indiferente, a focalizarse6 en los sentimientos
internos de una forma descriptiva y asociativa, hasta llegar a acceder con facilidad a los
sentimientos para resolver problemas, ha demostrado ser un buen predictor del resultado
en diferentes modelos de tratamiento. Así que, para que se dé el cambio en terapia, no
podemos hablar sólo intelectualmente de nosotros mismos y de nuestros sentimientos,
necesitamos experienciar de verdad lo que hablamos, y entonces usar nuestros
sentimientos para identificar y resolver problemas. Es un poco como la diferencia entre
hablar acerca de cómo es ser derribado por una ola en la playa y vivir realmente la
experiencia de ser arrollado por ella. En terapia, es necesario que experimentemos como
la ola nos derriba para volver a plantarnos sobre nuestros pies.
También se ha descubierto que la creación de un nuevo significado es básica en
cualquier intento de cambio terapéutico. De modo que, no sólo debemos experimentar
nuestros sentimientos, también es necesario que encontremos sentido a esos sentimientos
de una manera novedosa. Desarrollar una nueva historia de nuestra vida, un nuevo relato
narrativo, es importante para el cambio. La terapia nos ayuda a convertirnos en los
autores de nuestros guiones de vida y a volver a escribir nuestra historia organizándola de
manera diferente, haciéndola más coherente y más saludable. Se ha demostrado que
sentir nuestros sentimientos en terapia conduce, no a deshacernos de ellos, sino a crear
31
una nueva narrativa con nuevos significados.
Los avances en la investigación de emociones y en la investigación en psicoterapia nos
han colocado ahora, por primera vez en la historia del hombre, en condiciones de poder
decir algo sobre el papel que tiene la emoción en llevar una vida saludable. Hemos
aprendido que la descarga catártica o “deshacerse” de las emociones, un método que
propuso Freud como su medio inicial de curación, no es suficiente. Del mismo modo,
ahora sabemos que, por contraste, la represión total de la emoción no es sana. En pocas
palabras, ¿qué hemos aprendido respecto a tratar con la emoción? Hemos aprendido que
debemos prestar atención a nuestras emociones y darles un estatus igual al que
otorgamos al pensamiento y a la acción. Lo que hemos aprendido es que la integración
de la emoción y la razón tiene como resultado un todo que es mayor que la suma de sus
partes. No es que la experiencia de la emoción, por sí misma, nos conduzca a una acción
más sabia. Al fin y al cabo, la emoción existe en todos nosotros, seamos sabios o no. Lo
que marca la diferencia es cómo le damos sentido a nuestra experiencia emocional.
Resulta necesario ser consciente de la emoción y tener la habilidad de permitirle informar
a la acción razonada, integrando la emoción con nuestra comprensión de la misma, de
nosotros y del mundo. Esta es la antigua lección que enseña que la mejor guía para vivir
es la armonía y el equilibrio y la integración de aparentes opuestos (razón y emoción) en
un todo unificado.
La integración de cabeza y corazón
Nuestras emociones realizan la primera evaluación de los sucesos. Evalúan los eventos
desde el punto de vista de cómo éstos afectan a nuestro bienestar. Así, podemos
sentirnos automáticamente tristes, asustados o felices sin haber tenido un pensamiento
consciente. Entonces, nos involucramos en un segundo nivel de evaluación, en el que
valoramos si nuestras emociones son adaptativas y si son saludables o no. Una vez que
tenemos una emoción, necesitamos pensar acerca de ella y decidir qué hacer, si seguir
hacia aquello a lo que nos incita, cambiar de dirección, o tratar de transformarlo.
Esta integración de cabeza y corazón nos hace más sabios de lo que sería nuestro
intelecto por sí solo. En la espontaneidad de la vida, esa integración ocurre de forma
continua, preconsciente, en un proceso incesante que genera una sensación presente de
las cosas y que sirve como base para el significado consciente. De esta manera,
recibimos constantemente mensajes de nuestro cerebro emocional, que está relacionado
con la supervivencia y orientado hacia la salud. Dichos mensajes guiados por el cerebro
32
emocional, sin la intervención del pensamiento, contienen una riqueza en sabiduría que
no está disponible para el cerebro cognitivo, más consciente. Sin embargo, el cerebro
emocional no es capaz de producir pensamiento analítico o razonamiento, y sus rápidas
evaluaciones son imprecisas y pueden estar equivocadas. Cuando surgen los problemas o
los obstáculos en la vida espontáneamente, cuando, por ejemplo, escuchas un ruido en el
motor mientras estás conduciendo, tienes que integrar tu respuesta emocional de sorpresa
y, quizás, de temor con tu comprensión y razonamiento de cómo funcionan los motores,
para decidir si parar inmediatamente, continuar hasta un taller o esperar. Integrar los
impulsos de nuestro cerebro emocional con el asesoramiento de la razón conduce a una
mayor flexibilidad adaptativa. Contar con la síntesis de tus sistemas responsables de
sentir y razonar aumenta, también, la complejidad de tus respuestas. Esto significa que
un próximo paso crucial en la evolución personal y cultural supone desarrollar medios
para enseñarnos a sintetizar la razón y la emoción en la vida cotidiana. Así, nos hacemos
más diferenciados en nuestro enfoque de la vida y sus problemas. La integración de
nuestras cabezas y nuestros corazones es necesaria, no solamente para nuestro bienestar,
sino también para el progreso de la cultura.
Los sabios siempre consiguieron encontrar este equilibrio entre razón y emoción.
Aristóteleslo sabía hace siglos, pero su sabiduría ha sido olvidada, a menudo, en nuestro
divagar a través de las épocas. Como él dijo: “Cualquiera puede enfadarse, eso es
sencillo. Pero estar enfadado con la persona adecuada, en el grado exacto, en el
momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso no es sencillo”;
representa integrar cabeza y corazón. Un psicólogo californiano, Art Bohart, en un
ingenioso experimento demostró que los clientes en tratamiento que fomentaban, tanto la
expresión de los sentimientos de enfado sin resolver como la reflexión acerca de ellos,
resolvieron sus sentimientos con más eficacia que aquellos en una condición diferente, en
la que se fomentaba solamente una de ambas, bien la expresión o bien la reflexión. En
esta prueba, la síntesis salió vencedora. Además, existe evidencia creciente de que
integrar los sentimientos-corporalmente-sentidos en la propia conciencia y ser capaz de
simbolizar sentimientos en palabras promueve la buena salud. Pennebaker, en una
admirable demostración de la importancia de simbolizar y organizar los propios
sentimientos, ha mostrado cómo escribir acerca de la experiencia emocional de los
eventos traumáticos o perturbadores, apenas cuatro veces, durante veinte minutos cada
vez, tiene efectos significativos en la salud y el bienestar. Escribir diarios emocionales
ayuda a las personas a dar sentido a su experiencia. Desarrollan un recuento narrativo o
historia que hace que su experiencia sea más coherente.
33
La perspectiva ofrecida en este libro te proporciona una visión de ti mismo en la que se
considera que eres emocionalmente inteligente y te proporciona medios para aprender a
utilizar esa inteligencia. No se te ve como si estuvieras constantemente en conflicto
interno con una bestia que llevas dentro. Tampoco se te considera como si llevaras
dentro un bebé, con necesidades infantiles, siempre necesitado de consuelo y nutrición.
En lugar de pensar que tienes la necesidad de reprimir o controlar tus emociones para ser
sociable, o que tienes que aprender a crecer y superar los sentimientos infantiles de
dependencia, se te considera con la necesidad de prestar atención a tus emociones
adaptativas para mantenerte activo, curioso y conectado a los demás. Se te considera
implicado en un complejo proceso adaptativo, guiado emocionalmente, en el que intentas
satisfacer tus necesidades adultas, tanto en las relaciones íntimas como en el dominio de
tu mundo, utilizando las emociones como una ayuda esencial en este esfuerzo. Pero
tampoco es una perspectiva en la que se te trata como un noble salvaje que posee
internamente toda la sabiduría necesaria para llevar una buena vida. Más bien, tu
inteligencia emocional implica una integración de muchas voces dentro de tu ser, tanto la
voz emocional como la racional, tanto las voces generadas internamente como las
adquiridas externamente. Es esta integración la que constituye tu sensación de quien eres
y te proporciona la mejor guía para una vida adaptativa. Tú marchas al son de muchos
tambores, bailas al son de muchas músicas y es preciso integrarlas todas, especialmente
tu cabeza y tu corazón, si es que quieres marchar al paso contigo mismo.
Enseñar
Hemos aprendido que negar nuestras emociones es perjudicial, que intelectualizar
disminuye la vitalidad y que seguir la emoción o el impulso ciegamente no es sabio.
Hemos aprendido que es necesario integrar la emoción con la razón y el sentimiento con
la comprensión. Estas son lecciones valiosas para ser transmitidas a las generaciones
presentes y futuras. Si nos ponemos de acuerdo en que sabemos cosas como estas,
relacionadas con cómo vivir una vida emocionalmente satisfactoria, ¿cómo y dónde
debería tener lugar este tipo de educación emocional? La respuesta a esa pregunta no
está clara todavía. Creo que, probablemente, deberíamos impartir las lecciones
relacionadas con la emoción en todas partes, en nuestros hogares, escuelas, instituciones
religiosas y en psicoterapia. A lo largo de este libro he tratado de apuntar lo que hemos
aprendido en psicoterapia y realizar sugerencias que puedan ser útiles en una iniciativa de
educación emocional.
34
¿Cómo se utiliza este libro?
En este libro aprenderás tanto a ver las emociones como fuerzas organizadoras en tu
vida, como a desarrollar y perfeccionar varias habilidades.
1. Aprenderás cómo identificar lo que estás sintiendo en un momento dado en tu
cuerpo, y a prestar atención a una sensación interna compleja que está llena de
significado.
2. Aprenderás a darle sentido a tus sentimientos y emociones.
3. Aprenderás a utilizar tus emociones saludables como guía para la acción adaptativa
y la resolución de problemas.
4. Aprenderás a reconocer e interrumpir patrones improductivos de respuesta
emocional.
5. Aprenderás a acceder a recursos emocionales internos que ayudan a transformar
respuestas emocionales que no son saludables.
6. Aprenderás a regular tus emociones y a aumentar tu capacidad de auto-consuelo
cuando estés afligido.
También, verás cómo la inteligencia emocional funciona en las relaciones íntimas de
pareja y entre padres e hijos. Apren- derás habilidades para manejar las emociones con
tu compañero íntimo y para formar a tus hijos en la salud emocional. El libro concluye
tratando la importancia de escuchar los sentimientos de las otras personas tanto como los
propios.
1. Nota de la traductora: En inglés coloquial se utiliza la palabra shrink para referirse al “loquero”, un profesional
de la salud mental que puede ser psiquiatra o psicólogo. Shrink también significa reducir o encoger. Head-
shrinking se emplea, en este texto, como un juego de palabras con relación al posible efecto del tratamiento
psiquiátrico de “reducir la mente” como resultado de analizarla.
2. Nota de la traductora: Cuando el autor emplea experience o experiencing, se ha traducido como “experiencia”
o “experienciar”, como se viene haciendo últimamente en textos de autores como Gendlin, Greenberg, Rice y
otros. A diferencia de experimentar, que se asocia más con lo objetivo y lo externo, “experienciar” se refiere a
estar viviendo la experiencia plenamente y hablar a partir de ella, lo que suele producir una mayor
comprensión.
3. Nota de la traductora: En el counseling se emplean los principios de la comunicación para facilitar el
autoconocimiento, el crecimiento personal y una mejor utilización de los recursos personales. Con este tipo de
orientación personal se pretende ayudar a la persona a vivir del modo más pleno y satisfactorio posible. La
orientación puede abarcar temas muy diversos, como la resolución de problemas específicos, hacer frente a
una crisis, la mejora de las relaciones interpersonales, el autocontrol, los sentimientos, etc.
4. Nota de la traductora: “Perro de arriba” (topdog) y “perro de abajo” (underdog) son conceptos empleados en
la terapia guestáltica para representar dos partes internas de la persona que suelen estar en conflicto, la
polaridad entre los aspectos autoritarios y sumisos de la misma persona. El “perro de arriba” emplea con
35
frecuencia “debo” o “deberías”, se caracteriza por ser autoritario, exigente, moralizador, intimidador e
impaciente. El “perro de abajo” controla mediante la pasividad, ofrece excusas, se justifica, pospone los
compromisos e impide que el “perro de arriba” logre sus objetivos. Suele mostrarse defensivo, adulador o
víctima.
5. Nota de la traductora: bodily felt feelings y otros términos similares como felt meaning (significado-sentido)
o bodily felt sense (sensación-corporalmente-sentida) adquieren una relevancia especial con Gendlin (1982).
Se considera que una sensación-sentida se produce cuando uno puede sentir más de lo que comprende,
cuando en la experiencia algo todavía no está claro, abierto o liberado.
6. Nota de la traductora: el término “focalizar” se refiere en este texto al tipo de trabajo que se realiza en la
“terapia focalizada en las emociones”, en la que algunas intervenciones pretenden que la atención se centre o
“focalice”en las emociones, aunque se incluyan las ideas, las sensaciones corporales, étc.
 
36
2
37
LAS EMOCIONES:
¿PARA QUÉ SIRVEN?
La inteligencia de las emociones
Tus emociones amplían claramente tu inteligencia. El miedo te dice que estás en
peligro, la tristeza que has perdido algo importante, y la alegría que has alcanzado una
meta. Las emociones te aportan información relacionada con tu bienestar. Te informan
de si estás satisfaciendo o frustrando tus metas o necesidades. Los sentimientos
instintivos guían tus decisiones reduciendo rápidamente las alternativas a considerar. Por
ejemplo, al decidir sobre las vacaciones te dicen, de inmediato, que prefieres la playa a la
montaña. De esta manera, limitan las opciones que consideras y evitan que te sientas
abrumado.
Definitivamente, tú eres más inteligente de lo que es tu intelecto por sí solo. Al
comprender rápidamente patrones del mundo, mucho más rápido de lo que puedes
analizarlos conscientemente según su significado, las emociones guían tu razonamiento.
Las emociones no son, simplemente, interrupciones del curso de tu vida que hace falta
controlar. Más bien, son procesos organizadores a los que es necesario prestar atención.
En combinación con la razón, contribuyen a hacernos seres más eficaces en entornos
siempre cambiantes. Te ayudan a adaptarte rápidamente al mundo y a resolver
problemas. Esto significa que las emociones te ayudan inmensamente a conducir tu vida.
No podríamos tener vidas satisfactorias sin ellas.
Las emociones forman parte de la información primordial de tu existencia. Como
ocurre con el tacto y el olfato, las emociones recorren todo tu cuerpo. Constituyen
información íntima, interna, que penetra la conciencia, refiriéndose a cosas muy
privadas. Te dicen que te sientes orgulloso, humillado, enojado o agotado, te hablan de
las experiencias determinadas que tienes en tu vida. Casi siempre, las emociones
simplemente ocurren. Te llevan a la acción en el proceso sin pausa de vivir momento a
momento. Constantemente actúas sin pensar, te levantas, te mueves, abrazas, sonríes y
te rascas sin mucho esfuerzo consciente.
En el siguiente nivel de conciencia, prestar atención a tus sentimientos da a la vida
color, significado y valor. Si no eres capaz de atender a este nivel de experiencia, te
faltará orientación en el mundo y perderás la sensación de lo que es personalmente
significativo.
38
Además, para experienciar tus sentimientos conscientemente es necesario, también,
que seas capaz de reflexionar acerca de algunos de ellos, para darle sentido a tu
experiencia en particular. De esta forma, integras todo tu aprendizaje cultural y social con
tu sensación emocional de ser. Así, es como creas un significado personal. Cuando te
levantas por la mañana con alegría e interés, estas emociones te indican que todo va bien.
Te orientan para que empieces a abordar tus proyectos con entusiasmo y, al darte cuenta
de que todo va bien, procedes a la acción. Sin embargo, si te despiertas con miedo o
tristeza, tus emociones indican que tienes un problema. Se te plantea un problema que
debes enfrentar. Esas emociones señalan que algo está saliendo mal en la forma en que
estás conduciendo tu vida o que algo ha sucedido que requiere tu atención. Cuando
recibes un mensaje emocional indicador de que hay un problema, tienes que actuar con
conciencia, reflexionar acerca de lo que está ocurriendo, y crear soluciones a esas
circunstancias que han producido el sentimiento de malestar. Tienes que comenzar el
proceso de reorganizar tu mundo conscientemente. Las emociones, pues, exponen los
problemas para que la razón los resuelva.
En los capítulos que siguen verás cómo las emociones pueden ayudarte a conducir tu
vida y cómo emplearlas para dar realce a esa vida. Sobre todo, verás que las emociones
contienen información, tal como ocurre con el pensamiento y la imaginación. Y verás que
puedes “leer” esa información y usarla inteligentemente. La inteligencia emocional
implica utilizar tus emociones, sentimientos y estados de ánimo con habilidad, para
ayudarte a enfrentar la vida.
Emoción y tiempo
Presente. Por su naturaleza, las emociones se centran en el presente. Colorean el
presente y guían tus acciones hacia metas inmediatas. Tradiciones como el Zen y la
terapia Gestalt han puesto de manifiesto la importancia de vivir en el presente. Algunas
personas están en desacuerdo y no creen que vivir en el presente sea saludable, porque
piensan que les induciría a llevar una vida impulsiva. Su argumento es que utilizar las
emociones como guía puede llevarte a ignorar futuras consecuencias de tus acciones. Su
fallo consiste en no distinguir entre vivir en el presente y vivir para el presente.
Vivir en el presente es saludable y es un proceso de tipo meditativo. En ese estado,
eres consciente de tus reacciones emocionales inmediatas al entorno. Puedes decirte:
“Inspiro, estoy calmado. Expiro, siento gozo”. Puedes sentirte en paz existiendo en el
momento presente. Sin embargo, vivir para el momento es el equivalente a una
39
impulsividad temeraria, es hacer algo que resulta agradable, sin considerar las
consecuencias. Para los críticos, vivir en el presente (entendido como vivir para el
presente) parece ser un enemigo de la posición ética de “trabaja ahora, recoge los
beneficios después”. Esta ética ha llevado a muchos a considerar la emoción como el
enemigo del logro y la aplicación, y a la creencia de que la emoción debe ser controlada.
Sin embargo, vivir en el presente emocional proporciona orientación y energía.
Pasado y futuro. Las emociones se basan en el presente, pero están influenciadas por
el pasado y ejercen influencia sobre el futuro. Todas las emociones presentes en los
adultos tienen un fuerte influjo del pasado. El pasado vive en el presente, hasta tal punto
de que influye en tu experiencia de los sucesos presentes. Tus reacciones actuales a las
circunstancias y a las relaciones se han forjado, principalmente, en tu historia emocional.
Yo, por ejemplo, siento temor de que cosas terribles les vayan a ocurrir a aquellos a los
que amo. Este temor se basa en mi historia pasada, en la que eso me ha sucedido
repetidamente, rompiendo mi sensación de seguridad.
A menudo, las emociones se generan por el recuerdo. Las lecciones que has aprendido
desde la infancia hasta la edad adulta residen en la memoria emocional. Gran parte de la
información desagradable surge como una intrusión del pasado. Por ejemplo, un
sentimiento de tristeza puede manar cuando ves una foto que te recuerda la pérdida de tu
padre. Tus experiencias presentes pueden estar rasgadas por escenas emocionales del
pasado, por recuerdos que se entrometen con rudeza en el presente. Muchas veces, esto
sucede de una manera incontrolable. Así que, frecuentemente, el sentimiento presente
está relacionado con la experiencia pasada. Las emociones referentes a cosas que ya han
ocurrido difieren de las respuestas emocionales vitales del presente. Las emociones del
pasado que se recuerda suelen ser fuente de problemas emocionales. Por eso, una
primera distinción que es importante realizar es que resulta necesario considerar como
diferentes las emociones sin resolver acerca de sucesos pasados, de las respuestas
emocionales a situaciones presentes.
Las emociones se producen por el recuerdo de acontecimientos pasados, pero también
pueden producirse por la anticipación de eventos futuros. Frecuentemente, las emociones
que son más difíciles de manejar son aquellas que están relacionadas con sucesos que
pueden ocurrir en el futuro. Aunque el pasado ya no está, continúa viviendo en los
recuerdos, y las emociones que tuviste en el pasado fueron, por lo menos, respuestas a
circunstancias reales. Hay algo real en las emociones del pasado. Con respecto al futuro,
la emoción está simplemente al servicio del pensamiento, solamente te provee de
reacciones a ensayos de escenas futuras que se representan en el teatro interno de tu
40
mente.
Sin embargo, imaginar y pensar en los sucesos futuros puede

Continuar navegando