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La minificción en el siglo XXI: 
Un espacio prolífico de la brevedad crítica 
 
Cristo Rafael Figueroa Sánchez 
Pontificia Universidad Javeriana 
 
Celogismo 
Todos los hombres son mortales 
Mi cuñada... es tremenda mujer 
Mi hermano es mortal (Romagnoli 2009, 86) 
La minificción en el Siglo XXI…, p. 338 
 
 
 
Me complace presentar este libro del cual es editor el profesor Henry González, pues puedo 
afirmar que prácticamente he visto nacer la obra en el desarrollo del VI Congreso 
Internacional de Minificción que apoyó el Departamento de Literatura de la Universidad 
Javeriana junto a otras instancias académicas similares de las universidades Nacional, 
Pedagógica y de los Andes. 
 Con ocasión de este evento realizado en octubre de 2010 tuve la oportunidad de 
conocer personalmente algunos de los más importantes especialistas cuyos textos reúne el 
libro, y de escuchar sus puntos de vista en torno a la minificción. 
Considerada desde la especificidad de su tema, es pertinente señalar que la publicación de 
esta obra por parte de la Universidad Nacional de Colombia constituye un gran acierto y a 
la vez un aporte al desarrollo de los estudios críticos en torno a este género, no sólo en 
Colombia sino en el resto de Hispanoamérica. En ella se reúnen los nombres más 
representativos de quienes han dedicado gran parte de sus estudios e investigaciones en 
torno a la minificción desde los años 80 del siglo pasado. 
 Tanto el especialista en literatura como el iniciado cuentan con un valioso 
documento que indudablemente señala los múltiples horizontes a través de los cuales se 
orienta contemporáneamente la minificción. Su delimitación en tres grandes partes 
evidencia el derrotero temático no solo asignado al libro, sino, a la inclinación investigativa 
que siguen los críticos. 
La primera parte del libro, denominada “Arquitectónicas Teóricas de la 
Minificción”, cuyo trasfondo meditativo recuerda indudablemente la arquitectónica de la 
contestabilidad de Mijail Bajtin, traza un novedoso derrotero a la crítica minificcional que 
 
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se inicia con el texto inédito de David Lagmanovich, (cedido especialmente para el libro en 
los días previos a su deceso) y continúa con un grupo de estudiosos que al igual que 
Lagmanovich, han ido abriendo camino a las creaciones, investigaciones y estudios críticos 
sobre el género. Están presentes en este apartado críticos y autores como Ana María Shua, 
Francisca Noguerol, Raúl Brasca, Fernando Valls, Javier Perucho, Lauro Zavala, Violeta 
Rojo, Laura Pollastri, Irene Andres-Suárez, Guillermo Bustamante y Henry González. 
 No es en vano el título de esta parte, pues sus variadas y rigurosas temáticas 
presentan al lector un amplio panorama de lo que ha sido la minificción, especialmente en 
el ámbito hispanoamericano, de sus actuales configuraciones y de sus desafíos en el nuevo 
siglo. No se escapa del análisis de estos importantes estudiosos la frontera histórica trazada 
por el minúsculo texto de Monterroso (“El Dinosaurio”); el papel que juega el silencio en 
este tipo de creación y su indisoluble vínculo con un “lector confabulado”; la evolución 
alcanzada en ciertos espacios nacionales como España; la representación artística en ella de 
figuras mitológicas como las sirenas; su estrecho vínculo con algunos mass media, por 
ejemplo, el cine; su enriquecedor diálogo con la literatura fantástica decimonónica, caso del 
capitán Nemo de Julio Verne, “una suerte de álter ego del lector moderno” y su Nautilus, 
“madriguera-biblioteca-nave-mundo”; sin descuidar el debate en torno a su condición 
genérica y a los riesgos de banalización a que está expuesto este tipo de creación al 
insertarse en la Red. No obstante, esta interconexión de redes informáticas 
paradójicamente puede brindar importantes espacios virtuales para desarrollar interesantes 
procesos de investigación pedagógica en torno a la lectura y la escritura de la literatura. 
 Dos escritos de esta primera sección que pueden llamar poderosamente la atención a 
un iniciado en el arte de la minificción son los que llevan la impronta de escritores tan 
prestigiosos como Ana María Shua y Raúl Brasca, pues el lector percibe en éstos la mágica 
fusión de crítica y creación. Fluye en ellos un sensible discurso de la creatividad narrativa 
que logra recuperar ciertos momentos de la inmersión que solemos sufrir quienes nos 
extasiamos escuchando a estos dos creadores de minificción. En los dos está presente la 
distancia crítica en relación con el arte narrativo breve y simultáneamente, las reflexiones 
en torno a la configuración de la técnica narrativa marcada por un estilo personal. 
 Para Shua, el arte minificcional puede asimilarse al azar con que un minero busca en 
el socavón la piedra imaginada y luego, la técnica que despliegan los talladores de 
 
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diamantes para transformar una piedra en bruto en un diamante facetado. Si el misterio y la 
técnica logran armonizarse en su diálogo con la intuición creadora, será posible el goce del 
escritor, que consistirá en “la posibilidad de llegar de una sola vez desde la torpe materia 
prima hasta una joya perfecta”. Pero el camino está lleno de peligros, y la exigencia de 
calidad acecha en cada tramo de la lucha creativa hasta el punto que es digno comparar las 
pirañas con las minificciones: las dos son pequeñas y feroces, estas últimas suelen ser más 
peligrosas, ya que “no necesitan actuar en cardumen”. Sin embargo, puede atraparse una 
minificción, corriendo el riesgo que señala la escritora: 
Pero, aun si pudiéramos, no nos quedaría en las manos más que sal, tornasol y espuma. Una 
minificción viva tiene una peligrosa autonomía, resulta tan inasible y resbaladiza como cualquier pez 
o cualquier buen texto literario. Y cuando es realmente buena, muerde. El escritor de minificciones, 
como todos, tiene sus ilusiones. Cree que hay un detalle del universo que lo explica y lo contiene: 
con su red y su lazo sale a la caza de ese ínfimo detalle esquivo. El universo, sin embargo, no tiene 
explicación ni tiene límites. De ese fracaso nace la minificción. 
 Por su parte, los descubrimientos y redescubrimientos en torno a la minificción que 
pone en evidencia el escritor y antólogo Raúl Brasca, están orientados a mostrar al 
interlocutor que el arte de la brevedad narrativa implica tiempo, esfuerzo y dedicación. Es 
verdaderamente apasionante seguir la exposición del escritor respecto a su proceso de 
formación e ir asimilando los cambios que va introduciendo paulatinamente en sus 
creaciones hasta lograr textos que constituyen claramente la expresión de una escritura 
autoconsciente. El estilo coloquial de Brasca atrapa al lector y lo convoca a una especie de 
taller en el que éste es testigo de cómo surgen y se configuran en el tiempo las 
minificciones. Allí, no es extraño conjeturar respecto a la estructuración del contenido de la 
pequeña historia; considerar el proceso de recepción artística expresada en la satisfacción 
que experimenta un lector o la importancia que tiene el final para la creación narrativa 
breve. Como señala el autor respecto a las microficciones que están sustentadas en un 
argumento o las que carecen del mismo: “En estos dos tipos de microficciones, antes que en 
las puramente narrativas, descubrí que el lector encuentra satisfacción cuando logra 
reconstruir lo que el texto calla”. 
 Dos aspectos íntimamente relacionados, que remarca el autor son los que se 
refieren a la ironía y al final en las microficciones, experiencia que deduce de sus propias 
creaciones: 
 
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Aun cuando no puedan precisarse las palabras no dichas, la ironía siempre supone una versión “otra”, 
una versión a la que el texto alude sin nombrarla. Esto guarda estrecha relación con los finales. […] 
elfinal de la microficción debiéramos buscarlo en aquello que, finalmente, proporciona satisfacción 
al lector, lo que no necesariamente está en la última línea. A fuerza de antologar, he verificado que el 
final de las microficciones así entendido es, en una abrumadora cantidad de casos, la emanación de 
un silencio que es constitutivo de estos textos, aunque para cada tipo de microficción la forma en que 
este silencio se manifiesta es diferente. 
 En el cierre de su texto, el autor concluye que como ocurre en algunas disciplinas en 
las que los casos protuberantes enseñan mucho acerca de los individuos normales, en el 
caso de la minificción, estudiar sus extremos aporta importantes elementos a la 
comprensión de este tipo de creación narrativa breve: 
 De otra cosa estoy persuadido, y con esto termino: igual que en la medicina y en la 
psicología, en las que el estudio de los casos clínicos extremos, enseña mucho sobre la 
naturaleza del sujeto “normal”, en microficción el análisis de los bordes revela mucho sobre 
la verdadera naturaleza de esta forma textual. 
 La segunda parte de La minificción en el Siglo XXI…está integrada por los textos de 
dos escritores y críticos colombianos y una investigadora polaco – norteamericana: Jaime 
Alejandro Rodríguez, Humberto Jarrín y Margaret Stefanski. Esta sección revela 
significativamente los alcances que ha tenido este tipo de creación narrativa breve en el 
presente siglo, pues estos estudiosos se encargan de evidenciar de qué manera la creación 
literaria breve se emparenta con las tecnologías de la información y la comunicación en 
Narratopedia, una plataforma electrónica orientada al desarrollo de la narrativa digital y 
cómo la posmodernidad se encarna en ella a manera de huella del tiempo contemporáneo. 
Así mismo se reivindica la obra de Sławomir Mrożek (1930-2013), un afamado escritor 
polaco que fue también dibujante, periodista y dramaturgo, quien “exploró en sus obras el 
comportamiento humano, la alienación y el abuso de poder de los sistemas totalitarios”, 
además de haber alcanzado gran popularidad como dibujante de comics. 
 Una tercera y última parte del libro se encuentra integrada por los artículos de 
especialistas argentinos, colombianos y peruanos. En estos textos se exploran las relaciones 
de la minificción con el Koán (prosa antigua del budismo Zen); el desarrollo que ha tenido 
en la Patagonia Chilena y en Perú; su condición fundacional en Colombia con la obra 
Suenan Timbres del escritor calarqueño Luis Vidales y los vínculos entre psicoanálisis y 
 
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literatura que constituirían importantes elementos para una poética de la minificción 
explorada a partir de las obras del escritor español Baltazar Gracián (Agudeza y arte de 
ingenio, 1648) y del padre del psicoanálisis, médico neurólogo austriaco Sigmund Freud 
(El chiste y su relación con lo inconsciente, 1905). 
 Para finalizar, debo ratificar que esta obra sintetiza el esfuerzo de su editor y del 
Grupo de Investigación que coordina por abrirle horizontes a la minificción no solo en la 
literatura sino en la cultura colombianas y por establecer vínculos académicos con diversos 
especialistas del mundo, resultado de lo cual fue el VI Congreso Internacional de 
Minificción y la obra que hoy estamos presentando. 
 Invito, pues, a que este volumen no falte en la biblioteca de los profesores, críticos, 
investigadores, especialistas, estudiantes o amantes de la literatura y a que se constituya en 
un referente de análisis, creación e investigación, considerando las proyecciones que viene 
alcanzando en la literatura colombiana e hispanoamericana y la acogida con que se 
dispensa su presencia en las aulas universitarias y de otros niveles educativos. No quisiera 
finalizar esta intervención sin darles a conocer una creación breve que me llamó mucho la 
atención: 
 
Mecenas K. 
 
Llegué a ser escritor gracias al mecenas K. Era un personaje vulgar con una 
apariencia asquerosa, un mal carácter y unas fuentes de ingreso sospechosas. Pero 
fue él quien descubrió en mí el talento y me incitó a escribir. 
Mi obra era variada en cuanto a la forma, pero limitada en cuanto al 
contenido. Escribía poemas, novelas, hasta obras teatrales, pero el objeto de todas 
mis creaciones era la belleza, la sabiduría y las virtudes del carácter del mecenas K. 
Toda mi obra aparecía publicada por mecenas K. Lo atribuyo no a su 
vanidad, sino a sus conocimientos de la literatura. 
A pesar de numerosas ediciones y el bajo precio de mis libros, mecenas K. 
era su único lector. Siempre me consideraba un escritor elitista. 
Después de muchos años de buena salud, el mecenas falleció. Esto ocurrió 
justamente en el momento en que acabé su bibliografía. En esta obra más reciente 
había probado que el mecenas K. es inmortal. 
Tenía problemas con encontrar un editor. Entonces cambié de profesión y 
me hice tendero. Me va bien, pero a veces echo de menos el arte. (Mrożek 1995, 
171) 
 
 
Henry González Martínez (editor): La minificción en el siglo XXI: Aproximaciones 
 
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 teóricas. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2014, 363 p.

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