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MAQUIAVELO Virtú y fortuna como núcleos de su pensamiento político Ss. 2-4 BPTEP04 TEORÍA POLÍTICA MODERNA Prof. Guillermo Aveledo Niccolò Machiavelli (1469 –1527) Hijo de Bernardo Machiavelli, funcionario menor del gobierno fiorentino. No era ni de origen noble, ni enteramente popular. Testigo de la primera caída de los Médici, del auge y caída de Savonarola, es elevado a Secretario de la Cancillería con la reinstauración de la República en 1498. Sirve en diversas misiones diplomáticas (Roma Francia, Milán, España) para Florencia, hasta el regreso de los Médici en 1512. Entre 1512 hasta su muerte sufre de torturas, exilio y persecución, pero inicia su carrera literaria. El Principe Escrito como modo de congraciarse con los Médici, y de obtener mecenazgo. Maquiavelo intenta escapar de la rutina de su exilio forzado. El libro, escrito hacia 1513, no sería publicado sino luego de la muerte del autor. La intención general es basarse en el género de los “espejos de príncipes” para hablar de la “verdad efectiva” y no “su imaginación” (c. XV). Historia de los grandes hombres (los príncipes) Escasas referencias a la teoría política previa Vivo en mi granja, y desde mis más recientes desastres, no he pasado ni veintes días en Florencia… Debo contarle de mi vida Me levanto por la mañana con el sol y entro en los bosques que he hecho talar; allí paso un par de horas inspeccionando el trabajo del día anterior y mato algo de tiempo con los bosquimanos, quienes siempre tienen una disputa entre ellos o con sus vecinos. Podría contarle mil historias acerca de estos bosques… Al salir del bosque me dirijo a un arroyo; desde allí, a uno de los sitios donde cuelgo las jaulas para los pájaros. Cargo un libro bajo mi brazo: Dante, Petrarca u otro poeta menor como Tíbulo, Ovidio, o alguno así. Leo sobre sus pasiones y sus amores, recuerdo los míos, y estas reflexiones me hacen feliz por un momento. Luego recorro el largo camino a la taberna. Charlo con los viajeros, pregunto noticias de sus regiones, me entero de varios asuntos, y observo a la humanidad: la variedad de sus gustos, la diversidad de sus pareceres. Para entonces es hora de comer; en mi casa como la comida que esta pobre granja y mi minúsculo patrimonio pueden ofrecerme. Al terminar, regreso a la taberna, donde normalmente encontraré al tabernero, un carnicero, un molinero, y a un par de ladrilleros. Me recojo con ellos y laso el resto del día jugando cartas y tablas reales: estos juegos llevan a mil discusiones e interminables abusos y vituperaciones… De modo que, arrejuntado a estos piojos, quito el moho de mi cerebro y escapo de la malicia de mi suerte, contento de ir contra las reglas de este modo, sea que la Fortuna se avergüence o no de tratarme así… Carta deNiccolo Machiavelli a Francesco Vettori, 10 de diciembre de 1513 … Cuando llega la noche, regreso a casa y entro en mi estudio; en el umbral me despojo de mis prendas de trabajo, embarradas y sucias, y me pongo los ropajes de la corte y el palacio. Vestido apropiadamente, me adentro en las venerables cortes de la antigüedad donde, solícitamente recibido por ellos, me alimento con aquél banquete que es sólo mío y para la cual nací, donde sin vergüenza alguna hablo con ellos e indago acerca de sus motivos y ellos, bondadosos, me respondo. Y por horas ya no siento el aburrimiento, olvido mis pesares, no temo a la pobreza, no temo a la muerte. Quedo absorto en ellos completamente. Y como Dante dice que nadie entiende nada a menos que retenga lo que ha entendido, he escrito unas notas a partir de estas conversaciones, componiendo un estudio corto, El Príncipe, en donde trato tan profundamente como puedo las ideas sobre este tema, discutiendo la definición de un principado, sus categorías, cómo se obtienen, cómo se mantienen, y como se pierden. Y si alguna vez alguna veleidad mía le ha dado a Ud. placer, esta seguramente lo complacerá. Será bienvenida por un príncipe, especialmente un príncipe nuevo… Magnífico Embajador, si Ud. gustase que yo abandonara esta vida y viniera con Ud. a disfrutar de la suya, lo haría encantado… Y a través de este trabajito mío, si llegase a ser leído, sería evidente que durante los quince años que he estado estudiando el arte del estado no he estado durmiendo ni perdiendo el tiempo, y cualquiera estaría feliz de utilizar a alguien que ha tenido tanta experiencia a expensas de otros. … no he hallado, entre las cosas que poseo, ninguna que me sea más cara, ni que tenga en más, que mi conocimiento de los mayores y mejores gobernantes que han existido. Tal conocimiento sólo lo he adquirido gracias a una dilatada experiencia de las horrendas vicisitudes políticas de nuestra edad, y merced a una continuada lectura de las antiguas historias. (Príncipe, Dedicatoria) Aunque por la naturaleza envidiosa de los hombres la tarea de buscar nuevos modos y órdenes haya sido siempre tan peligrosa como la de buscar tierras ignotas, porque todos están más dispuestos a denostar que a loar las acciones ajenas, sin embargo, llevado de ese deseo que siempre ha existido en mi de obrar sin ningún temor… me he decidido entrar por un camino que no ha sido recorrido por nadie… (Discorsi, lib. I, proemio) Géneros de Estado Repúblicas Principados “Naturales” Hereditarios Teocráticos “Nuevos” Armas Propias Ajenas Fortuna Imitar a los grandes hombres… “Los hombres grandes son siempre los mismos, en toda situación que les coloque la fortuna…” (D, III.31) “… todo hombre prudente debe entrar en el camino seguido por los grandes e imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les acerque; y hacer como los arqueros experimentados, que, cuando tienen que dar en blanco muy lejano, y dado que conocen el alcance de su arma, apuntan por sobre él, no para llegar a tanta altura, sino para acertar donde se lo proponían con la ayuda de mira tan elevada”. (P, VI) … Los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, mas pocos saben lo que eres; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda detrás de la majestad del Estado. Y en las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y de mantener el estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos; porque el vulgo se deja engañar por las apariencias y por el éxito; y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no cuentan sino cuando las mayorías no tienen donde apoyarse. (cap. XVIII) El príncipe, en especial un “príncipe nuevo”, tiene el reto permanente de mantener su legitimidad frente a una población díscola, irresoluta e inmoral. Es preciso que sepa aprovechar cada oportunidad o adaptarse a los hechos. Más aún si no tiene un conjunto de reglas que avalen o justifiquen su poder. (Príncipe, XVIII-XIX) Fortuna y Virtú La fortuna es una mujer: cambiante y veleidosa (cáp. XXV). La fortuna controla la mitad de nuestros actos. A través de nuestra virtú podemos seducir-dominar-evadir a la fortuna: el príncipe virtuoso podrá lograr adaptarse a sus vaivenes; no estamos inermes ante ella (pese a los dictados de la tradición). Algunas virtudes (teologales o cardinales) son vicios políticos Es preciso escoger si se desea la salvación personal o la salvación del poder (y de la patria). Reinecke Fuchs como Papa y anticristo (c.1470-80) La tradición política-moral que hemos estudiado, enfatizaba la necesidad de que el gobernante alcanzara o tuviera ciertas virtudes. Para el cristianismo, las virtudesteologales (necesarias para la salvación) eran cualitativamente distintas a las virtudes clásicas. Las siete virtudes Los “Espejos de Príncipes” Hacia finales de la Edad Media, y gracias a la impronta cristiana, se consideraba que el príncipe bueno era el príncipe justo, es decir, aquel gobernante que practica las siete virtudes, en la tradición aristotélico-ciceroniana (virtudes cardinales) y la tradición cristiana (virtudes teologales). El fresco de Lorenzetti refleja esta tradición: el bueno gobierno está rodeado de tales virtudes, mientras que el mal gobierno lo está de los vicios. Alegoría del Buen y Mal Gobierno, Ambrogio Lorenzetti, fresco, ca. 1338- 1339, Palazzo Pubblico, Siena, Italia CARITAS FIDES SPES CONCORDIA IUSTITIA PAX FORTITUDO PRUDENTIA MAGNANIMITAS TEMPERANTIA EL BUEN GOBIERNO REX SUPERBIA VANAGLORIA AVARITIA TYRANNOS Fraus Proditio Furor Crudelitas EL MAL GOBIERNO ¿Temido o Amado? ¿Amado u Odiado? Liberalidad Magnanimidad Honestidad Templanza Sabiduría Piedad Avaricia Malignidad Mendacidad Lujuria/pereza/gula Imprudencia Descreimiento Maquiavelo discute estas ambigüedades político-morales en los capítulos XV al XIX: en esencia, debe alejarse del elogio: quien elogia piensa en sí mismo, no en su príncipe. Es mejor ser amado… ¿o temido? Liberalidad v. Avaricia (cáp. XVI) Magnanimidad v. Crueldad (cáp. XVII) Flexibilidad ética… ser como la zorra y el león ante los lobos (cáp. XVIII) Fuerza y Astucia Recordar… Buenas Leyes Buenas Armas (cáp XII-XIV, XX) Lograr establecer un temor ubicuo… … De dos maneras se puede caer en injusticia: o con violencia, o con engaño: la primera es más propia de los leones; la segunda de astutas raposas, y entrambas muy ajenas de la generosidad del hombre; pero más aborrecible la postrera. Más entre todas las injusticias, ninguna es más perniciosa que la de aquellos que cuando más engañan es cuando más pretenden acreditarse de hombres de bien…” - Cicerón, De los deberes, I.13,41. “…en las acciones humanas, además de las dificultades con las que se tropieza para llevar algo a buen término, siempre hay algún mal en las proximidades del bien, y el bien provoca el mal tan fácilmente que parece imposible evitar éste si se desea aquél. Y esto se comprueba en todas las acciones humanas, Por eso el bien se conquista tan difícilmente” (D., III, 37) “Conviene ahora ver cómo debe conducirse un príncipe con sus amigos y con sus súbditos. Muchos escribieron ya sobre esto, y, al tratarlo yo con posterioridad, no incurriré en defecto de presunción, pues no hablaré más que con arreglo a lo que sobre esto dijeron ellos. Siendo mi fin hacer indicaciones útiles para quienes las comprendan, he tenido por más conducente a este fin seguir en el asunto la verdad efectiva, y no los desvaríos de la imaginación, porque muchos concibieron repúblicas y principados, que jamás vieron, y que sólo existían en su fantasía acalorada. Hay tanta distancia entre saber cómo viven los hombres, y cómo debieran vivir, que el que para gobernarlos aprende el estudio de lo que se hace, para deducir lo que sería más noble y más justo hacer, aprende más a crear su ruina que a reservarse de ella, puesto que un príncipe que a toda costa quiere ser bueno, cuando de hecho está rodeado de gentes que no lo son no puede menos que caminar hacia un desastre. Por en e, es necesario que un príncipe que desee mantenerse en su reino, aprenda a no ser bueno en ciertos casos, y a servirse o no servirse de su bondad, según que las circunstancias lo exijan.” (P., XV) ¿Tiene la religión pertinencia política? Pese al llamado a desatender la religión, y las críticas a la Iglesia Católica por debilitar el estatus político de las ciudades y estados italianos (P, 12; D, I, 12), Maquiavelo admite la importancia de la religión para la vida política: Debe ser tomada en cuenta por los príncipes (por su imagen piadosa) como por los legisladores (porque permite someter a la población). El Cristianismo debilita la virtú al atarla a criterios morales insalvables. “… ha de parecer [el príncipe] , al verlo y oírlo, todo piedad, todo fidelidad, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Y no hay cosa más necesaria de aparentar que tener esta última cualidad … Algún príncipe de os tiempos presentes, al cual no es bueno nombrar, no predica otra cosa que paz y fe, y de la una y de la otra es enemigo; y la una y la otra, si las hubiese observado, le habrían muchas veces quitado o la reputación o el estado” (P, XVII) “Nunca hubo un legislador que diese leyes extraordinarias a un pueblo y no recurriese a Dios, porque de otro modo no serían aceptadas; porque son muchas las cosas buenas que, conocidas por un hombre prudente, no tienen ventajas tan evidentes como para convencer a los demás por sí mismas. Por eso los hombres sabios, queriendo soslayar esta dificultad, recurren a Dios…” (D, I, 11) “Nuestra religión ha glorificado más a los hombres contemplativos que a los activos. A esto se añade que ha puesto el mayor bien en la humildad, la abyección y el desprecio de las cosas humanas, mientras que la otra [la religión antigua] lo ponía en la grandeza de ánimo , en la fortaleza corporal y en todas las cosas adecuadas para hacer fuertes a los hombres. Y cuando nuestra religión te pide fortaleza, te pide que seas capaz de soportar, no de hacer, un acto de fuerza . Este modo de vivir parece que ha debilitado al mundo, convirtiéndolo en presa de los hombres malvados…” (D, II, 2) ¿Qué permite esto al Príncipe? AUTONOMÍA DE ACCIÓN ADVERSARIOS LEYES FORTUNA SEGURIDAD “Era él [el Duque Felipe de Milán] … quien más que nadie tenía que tener en cuenta los peligros de una determinación y las ventajas de la otra, a no ser que prefiriera dejarse arrastrar por sus sentimientos antes que asegurar su poder. En su caso podría ser jefe y libre, pero en el otro… acabaría por perder su estado o viviría en continuo temor y obligado a servir como esclavo”… (Historia de Florencia) “No es de poca importancia para un príncipe la elección de los ministros: los cuales son buenos o no, según la prudencia del príncipe… Pero es necesario saber que, hay entre los príncipes, como entre los demás hombres, tres especies de cerebros. Los primeros piensan y obran por sí y ante sí; los segundos, poco aptos para inventar, poseen sagacidad selectiva en atenerse a lo que les proponen otros; los terceros no conciben nada por sí mismos, ni nada tampoco sacan en limpio de ajenos discursos… Cuando un príncipe, carente de originalidad creadora, posee inteligencia suficiente para discernir con mesura juiciosa lo que se dice y lo que se hace, conoce las buenas y malas operaciones de sus consejeros, para apoyar las primeras y corregir las segundas, y no pudiendo sus ministros abrigar esperanzas de engañarle, se le conservan íntegros, discretos y sumisos. Pero ¿cómo alcanzar tan sabia prudencia y tan loable discernimiento? … Cuando el príncipe vea a sus ministros pensar en ellos más que en él, y regirse en todas sus acciones por afán de provecho personal, quede persuadido de que tales hombres jamás le servirán bien. No podrá estar seguro de su actuación ni un momento, porque faltan a la primera de las máximas morales de su condición. Esta máxima es que los que manejan los negocios de un Estado no deben nunca pensar en si mismos, sino en el príncipe, ni recordarle nunca nada que no se refiera a los intereses de su reinado. Pero también, por otra parte, el príncipe, a fin de no perder a sus ministros buenos y de generosas disposiciones, debe pensar en ellos, revestirles de honores, enriquecerlos, y atraérselos por la gratitud, con las dignidades y los cargos ” (P., XXII) Buenas Armas: El Arte de la Guerra Las mejores leyes perecen si no tienen la asistenciade la fuerza. La reputación y la gloria del príncipe se ganan en la guerra; es necesario estudiar la historia. Lo militar no es ajeno a lo civil, sino una de sus expresiones (Dell’arte della guerra, prefacio). Por eso: Los ciudadanos deben estar armados La calidad de los ejércitos propios es mayor que la de los ejércitos extranjeros o mercenarios. Además, combaten con amor a su patria y a su príncipe. El combate cuerpo a cuerpo de infantería es mejor –política y tácticamente- que la artillería o la caballería (que crea una élite militar, o es una degeneración de la aristocracia existente). La defensa es, en todo caso, más económica que el ataque. “Muchos… son de la opinión, que no hay nada menos relacionado ni más disímil que la vida civil y el arte militar. A partir de allí se comenta que, si alguien se alista en un grupo armado, rápidamente cambia no sólo sus ropas, sino sus costumbres, hábitos, voz y, ante los hábitos civiles, se encuentra fuera de lugar; porque no creo que un hombre pueda usar la moda civil y verse listo rápidamente para la violencia; ni que un hombre tenga usos y hábitos civiles si considera que los mismos son afeminados e inconducentes a sus acciones; ni parece correcto que un hombre pueda mantener su aspecto si desea con su barba y sus gruñidos atemorizar a los demás. Así, esto es verdad en nuestros tiempos. Pero si consideramos las instituciones antiguas, no encontraremos cosas más unidas, más conformes, más similares que la vida civil y la vida militar; porque todas las artes establecidas mal ó bien en una sociedad para el bien de los hombres, todas las instituciones creadas para temer a la ley y a dios serían en vano, si no estuviera bien establecida su defensa. Más bien, las buenas instituciones sin la ayuda de lo militar no son más desordenadas que las recámaras adornadas de un palacio real, llenas de joyas y oro, si no tienen un techo que las proteja de la lluvia. Si en todas las instituciones se busca la lealtad de los súbditos, eso se hace aun más en la vida de las armas; porque en qué hombre puede haber un mayor amor a a la paz que en aquél que sólo puede ser herido en la guerra? ¿Quién si no teme y pide más ayuda a Dios?… Pero como las instituciones militares se han corrompido completamente, y se han separado de sus modos antiguos, estas opiniones siniestras se han generalizado, de modo que odiemos la vida de las armas y evitemos ligarnos con los militares. Y yo, juzgando que no es imposible restaurar estas maneras antiguas y su antigua virtud, he decidido dedicarme a escribir lo que sé del arte de la guerra…” (Dell’arte della guerra, proemio) La teoría Republicana en Maquiavelo En su exilio de la vida política fiorentina, Maquiavelo participó activamente en un grupo literario auspiciado por Cossimo Rucelai, el Orti Oricelari. Allí, se discurría en lingüística latina e italiana, poética y política. Casi todos tenían simpatías republicanas Activamente, buscaron derrocar a los Médici Intelectualmente, se preguntaban por qué ascendían y caían las repúblicas. Los Discorsi Maquiavelo se dedica a comentar los primeros diez libros de la monumental Historia de Roma de Tito Livio. ¿Cómo se constituye una república? ¿Cómo sostiene su poder? ¿Cómo deben ser sus gobernantes? La república no es sólo el gobierno mixto –que conocemos en la tradición de Polibio y Cicerón- sino además el gobierno del “vivir libre y político”, es decir, no servil: el ciudadano no es dominado por otros (más ricos o poderosos) sino por la ley, y además puede –y debe- participar en política. ¿Cómo llegó a ser Roma, en cuanto que república, una nación tan poderosa? ¿Cómo logran gloria las ciudades? ¿Es posible repetir las lecciones de Roma? El príncipe republicano y la Fortuna Para Maquiavelo, en la vida política -independientemente de su forma- la virtú y la fortuna afectan los resultados: Las repúblicas, para nacer libres, tienen que gozar de la fortuna de tener unos príncipes fundadores de ánimo republicano (que gobiernen para las leyes y para el pueblo, y no para sí), (D, I, 1, 9). Los príncipes republicanos deben anteponer la supervivencia de la política sobre cualquier consideración moral (debe estar dispuesto a sacrificar su alma para defender la república). Es el ejemplo y las leyes de estos príncipes virtuosos los que infundirán la virtú entre los ciudadanos El pueblo por sí mismo es incapaz de la virtud. Sin embargo, el popolo minuto (las clases bajas) son más auspiciosas para la República (ya que son más fieles, modestas y sacrificadas). El popolo grosso (aristocrático), tiende a la molicie y a la soberbia, y así es difícil que alcance la virtú. El Fundador mítico… Es capaz de inaugurar un orden político, y de irradiar –a través de su acción legislativa- virtú: del príncipe a los ciudadanos (no a herederos):“No es, pues, la salvación de un reino o una república tener un príncipe que gobierne prudentemente mientras viva, sino uno que lo organice todo de manera que, aún después de muerto, se mantenga” (D, I, 11) Logra vencer los obstáculos de la tradición y el disenso de sus adversarios: “… en el caso de los hombres acostumbrados a vivir en una ciudad corrupta… estarían contentos de ver la ruina de su patria. Para vencer esta envidia, el único remedio es la muerte de los envidiosos… Quien le inteligentemente la Biblia se dará cuenta que Moisés se vio obligado, si quería que sus leyes y ordenamientos salieran adelante, a matar a infinitos hombres” (D, III, 30) Príncipe ≠ Fundador Mítico Relativa dependencia de la Fortuna. Trabaja con formas existentes, en su reforma o mantenimiento. Mantenere lo stato sicuro… Preeminencia de la virtú. Trabaja ante situación de corrupción política total, o en absoluta creación. Mantenere lo stato libero e sicuro (fundando la virtú cívica)… PRÍNCIPE FUNDADOR MÍTICO Pueblo, aristócratas, y príncipes… En una República el poder debe estar distribuido (gobierno mixto, (D, I, 2)) de modo que ningún sector social tome por completo el poder, es decir, gobierne para sí mismo (que es una forma de corrupción)… La República debe estar preparada para el conflicto frecuente. Maquiavelo, consciente del poder de la multitud (P, 19-20), exclama que es en el pueblo, y no en la aristocracia, donde puede descansar mejor la libertad, frente a la ambición de los nobles. Es allí donde puede haber más virtú cívica: Evitando la corrupción Protegiendo a la República Manteniendo la libertad Alcanzando gloria y grandeza Sin embargo, el pueblo es veleidoso e impresionable, y puede no servirse sólo (sin duda, necesita de un fundador (D, I, 17, 44, 57) sin el cual es impotente (D, I, 37) “… En todas las repúblicas existen magnates y pueblo, existen dudas acerca de en qué manos estaría mejor colocada esa vigilancia… Creo que se debe poner como guardianes de una cosa a los que tienen menos deseo de usurparla. Y, sin duda, observando los propósitos de los nobles y los plebeyos, veremos en aquéllos un gran deseo de dominar, y en estos tan solo un deseo de no ser dominados, y por consiguiente mayor voluntad de vivir libres. De modo que, si ponemos al pueblo como guardián de la libertad, nos veremos razonablemente libres de cuidados, pues no pudiéndola tomar, no permitirá que otro la tome…” (D, I, 5) La virtú civica “… Lucio Léntulo, legado romano, dijo que lo parecía oportuno rehusar cualquier medio para salvar a la patria... Esto es algo que merece ser notado e imitado por todo ciudadano que quiera aconsejar a su patria, pues en las deliberaciones en que está en juego la salvación de la patria, no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguiraquel camino que salve la vida de la patria y mantenga su libertad…” (D., III, 41) “Aqui hay disposición favorable; y donde hay disposición favorable no puede haber grandes dificultades, y sólo falta que vuestra casa se inspire en los ejemplos de los hombres que he propuesto por modelos. Además, se ven aquí acontecimientos extraordinarios, sin precedentes, ejecutados por voluntad divina: las aguas del mar se han separado, una nube os ha mostrado el camino, ha brotado agua de la piedra y ha llovido maná; todo concurre a vuestro engrandecimiento. A vos os toca lo demás. Dios no quiere hacerlo todo para no quitarnos el libre albedrío ni la parte de gloria que nos corresponde.” (P., XXVI)
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