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PERSONALIDAD

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PERSONALIDAD 
Podríamos definir la personalidad como una estructura psicológica, como una gestalt en continua formación y desarrollo, en relación con el pasado y el futuro. La personalidad abarca lo consciente y lo inconsciente, y se va formando a través de la dinámica establecida entre lo interno y lo externo, es decir, entre el mundo interior (biopsicológico, todo aquello que se produce dentro de él) y el mundo exterior (político-social-ambiental).
En los primeros años de vida, la personalidad está, como si dijéramos, desprovista de defensas, a merced del mundo que nos rodea, a la intemperie. La ansiedad que se genera en los intercambios imprescindibles que la persona lleva a cabo con el medio ambiente para su supervivencia, la van modificando, fortaleciendo, debilitando o enfermando. Todo dependerá de la calidad de vida que lleve durante esos primeros años, El que se conforme una gestalt personalidad fuerte o débil, abierta o cerrada, rígida o flexible, va a depender del tipo de intercambios que la persona realice con el entorno, de la escasez o privación que padezca y de la cantidad de ansiedad que la privación o el abandono la produzcan.
En el transcurso de la vida, la personalidad mantiene un cierto estatismo, en el sentido de que la persona se reconoce y es reconocible a través del paso del tiempo, pero este reconocimiento no sólo es a través del aspecto psicológico sino también a nivel físico, donde hay una estructura que perdura a través de los años en rasgos, movimientos y gestos. Por esta razón, aunque existan fuertes cambios ambientales que repercutan en el organismo, la personalidad siempre mantiene una especie de continuidad y de fidelidad a sí misma, que la hace identificable y única a través del tiempo y del espacio, incluso aunque haya realizado grandes transformaciones mediante técnicas físicas o terapéuticas, o por los avatares propios de la existencia.
Es única y diferente al resto de las personalidades, pues conserva su característica o rasgo central que la hace ser de tal o cual manera y a la vez diferente, por ser diferente la situación y el tiempo en que se expresa, por su constitución única y sus experiencias irrepetibles y personalísimas, así como por sus diferencias genéticas. Por eso, aunque los primeros años de existencia son muy importantes para la formación de la personalidad, su evolución no se detiene, de la misma manera que no se detiene el aprendizaje que realizamos a lo largo de nuestra vida.
La gestalt se centra en el presente como forma de cambio de la personalidad. Cuando hablamos de cambio no nos referimos a transformar la personalidad en otra diferente (si fuera así no nos reconoceríamos), sino a hacerla menos neurótica y más comprensible a nuestra mirada. La personalidad se enriquece y se reestructura cuando, en el intercambio con otros seres humanos, se hace más creativa y abierta a la espontaneidad, se da cuenta y conoce la realidad externa y sus condicionamientos internos. Y cuando la persona siente, piensa y actúa de forma congruente. A través del aprendizaje se va organizando y estructurando la personalidad. Todo aprendizaje, toda experiencia nueva, añade algo nuevo a nuestra existencia, y por tanto es transformadora.
LA PERSONALIDAD CENTRAL
La personalidad central se puede encuadrar, siguiendo a Tarágano (1974), en cuatro esquemas fundamentales:
• Personalidad abandónica
• Personalidad persecutoria
• Personalidad depresiva
• Personalidad segura
Las tres primeras son de tipo defensivo frente al exterior, y la cuarta se enmarca dentro de lo que se considera personalidad sana, con un buen funcionamiento y con capacidad de éxito. Estos cuatro tipos se desarrollan en función de la seguridad o inseguridad con que vivió el niño su infancia, de cómo aprendió a satisfacer sus necesidades básicas de tipo fisiológico y vital, así como las de tipo afectivo y psicológico. Estos cuatro esquemas en que puede ser descrita la personalidad, según este autor, darán lugar a los distintos cuadros psicopatológicos. Aquí vamos a poner algunos de ellos, aunque para un estudio más amplio convendría consultar cualquier buen manual de psicopatología.
PERSONALIDAD ABANDÓNICA
Este tipo de personalidad la presentan las personas que han sufrido o experimentado vivencias de abandono o desprotección, tanto en lo físico (carencias alimenticias o fisiológicas, frío, etc.) como en lo psicológico (desafecto, falta de amor y contacto físico). Ante tales carencias la personalidad será débil y frágil, ya que el bebé es incapaz, en las primeras etapas de su vida, de defenderse del mundo exterior, de autoalimentarse y de protegerse, e incluso, la mayoría de las veces, ni siquiera es capaz de defenderse de su propio mundo interior, que trata de manipular a través de la proyección y de la fantasía.
La personalidad abandónica dará lugar a personas esquizoides, depresivas, adictivas y / o esquizofrénicas. El sentimiento que predomina en estas personalidades es el de desamparo, desamor y abandono. La soledad y la desesperación que les invaden hacen que rompan con el mundo exterior y se encierren en sí mismos, apareciendo el autismo y el aislamiento psicológico como mecanismo defensivo frente al exterior.
PERSONALIDAD PERSECUTORIA
En este tipo de personalidad, aunque las necesidades básicas suelen estar satisfechas, no lo están las necesidades de protección frente al exterior. Lo que predomina es el sentimiento de ser agredido, perseguido, atacado y despreciado. Como las relaciones con el exterior suelen ser peligrosas, o son vividas como tales por el bebé, éste siente una gran desconfianza. Como consecuencia, se vuelve agresivo hacia el exterior, ya que esto es lo que siente que le llega desde fuera: agresión. El mundo exterior está lleno de agresiones, y por tanto se vuelve persecutorio y frustrante. Y así el niño se vuelve perseguidor y perseguido, al igual que el mundo exterior. De este tipo de estructuración surgen las personalidades paranoicas, o con tendencias paranoides, es decir, personas que desconfían constantemente del mundo que les rodea.
Se produce una ida y vuelta de ataques persecutorios y de vivencias de ser atacado por el entorno. El agredir y sentirse agredido configura las relaciones y sus formas de actuar frente al exterior. Las personalidades paranoicas suelen ser las más agresivas de todos los tipos de personalidad. A menudo su identidad no está bien definida, lo que añade una mayor inseguridad.
PERSONALIDADES EN LAS QUE PREDOMINA EL SENTIMIENTO DE SER
EXCLUIDO
Las personas en que predominan estos sentimientos son aquéllas que han vivido situaciones de gran seguridad y protección afectiva por parte de los padres, y posteriormente, durante un cierto período de tiempo, les ha sido retirada esta seguridad y han sido rechazados, abandonados y despreciados. Las relaciones que establecerá posteriormente serán muy ambivalentes. Carecerá de confianza en unas relaciones afectivas estables y seguras, y sus vínculos también serán inestables.
La mayoría de las veces surge en el niño la explicación de que una tercera persona lo desplaza en el amor de otro, quizá porque el tercero es más bueno o cariñoso que él. Pero como anteriormente adquirió la seguridad en sí mismo de ser amado y querido, buscará siempre que lo amen y lo quieran, aunque continuamente surgirá el temor a ser abandonado. Los sentimientos que le inundan a menudo son los celos, la desconfianza y la irritabilidad. Siempre que aparezca un tercero en escena con el que entre en competencia se le dispararán estos sentimientos.
El tipo de defensa que utiliza el excluido es la seducción o la desvalorización del otro para hacerlo depender de él y evitar así que lo abandone. De estas vivencias y mecanismos defensivos surgen dos tipos de personalidades: la histérica y la fóbica. 
PERSONALIDAD SEGURA Y NO ANSIOSA
En este tipo de personalidad el niño experimenta seguridad desde el primer momento de su nacimiento, se siente a salvo con las personas que le rodean, y protegido de las amenazas que puedan provenir del exterior.Sus necesidades afectivas y fisiológicas se encuentran satisfechas porque le tratan con amor y cuidado. Una persona con estos antecedentes tiene las mejores posibilidades para una personalidad integrada y sana, que sabe enfrentarse a las situaciones frustrantes y encararlas de forma flexible, segura y creativa.
La posibilidad de una vida sana es elevada, y las frustraciones no ponen en peligro su estabilidad e integridad psicofisiológica. Una personalidad sana y bien integrada nos lleva a conceptos tales como los de identidad y autorrealización, y de un sano amor a sí mismo y a los demás.

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