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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTOŃOMA DE ME ́XICO • Facultad de Ciencias Políticas y Sociales • • • 111 
 
Las tierras en movimiento125 
EDNA HENTSCHEL ARIZA 
 
 
La superficie de la Tierra no ha sido siempre igual; ha cambiado continuamente 
desde que se formó. Los continentes han modificado su forma y se han desplazado 
largas distancias. Los mares se han contraído y expandido hasta adoptar las formas 
que hoy conocemos. Sin duda, estos cambios físicos han tenido una influencia 
considerable sobre las distribuciones de los organismos que durante su historia han 
habitado nuestra Tierra, y por ello describiremos a continuación, de un modo 
resumido, los cambios más importantes que su superficie ha sufrido, así como las 
fuerzas que lo originaron. 
 
LA ESCALA DE TIEMPO GEOLÓGICO 
Antes de hablar de los eventos físicos por los que la superficie terrestre ha pasado 
es necesario que nos familiaricemos con los lapsos en que ha sido dividida su 
historia, es decir, con la escala de tiempo geológico. 
Si bien se calcula que nuestro planeta tiene una edad cercana a los 4 600 
millones de años, es relativamente poco lo que sabemos sobe la vida durante sus 
primeros 4 000 millones de años de existencia. A este enorme lapso se le ha llamado 
Criptozoico. En cambio se conoce mejor el Fanerozoico, que abarca los últimos 600 
millones de años, en gran medida gracias a los restos que las rocas (como 
caparazones, huesos, moldes o huellas, etc.), y que se conocen como fósiles. La 
información que nos proporcionan los fósiles no sólo se refiere a las formas vivientes 
que habitaron la Tierra en el pasado, sino también a las condiciones climáticas que 
imperaban en aquellos tiempos. En pocas palabras, a través de los fósiles podemos 
saber muchas cosas de cómo fue la vida en el pasado de nuestro planeta. 
 
125 Texto íntegro del Capítulo “II. Las tierras en movimiento”, pp. 19-32, de Edna Hentschel Ariza, La 
geografía de la vida. Cómo se han repartido en la Tierra los seres vivos, Dirección General de 
Publicaciones y Medios (SEP) y Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia (UNAM), 
México, 1986, 102 pp. 
 
 
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Figura 1a. 
 
 
Figura 1b. La escala de tiempo geológico, con algunas de las formas de vida típicas de cada 
periodo. 
 
Por el trabajo de muchos geólogos se ha dividido el tiempo geológico (la 
historia de la Tierra) en cinco grandes lapsos llamados eras. Las tres últimas eras 
se han subdividido en una serie de periodos (ver figura 1). Los periodos a su vez 
están formados por lapsos menores llamados épocas. Como es de suponer, la era 
que mejor se conoce es la más reciente –la Cenopzoica– que está conformada así: 
 
 
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UN ENIGMA SIN RESOLVER 
La historia de la elaboración de la teoría del movimiento de los continentes (hoy 
conocida con el nombre de Tectónica de Placas), constituye un ejemplo fascinante 
del proceso de surgimiento y afinación gradual de los conceptos hasta conformar 
una versión sólida apoyada en muchos datos de observación. 
Desde que a partir del siglo XV se empezaron a elaborar los primeros mapas 
del Viejo y del Nuevo Mundo, en la época de los grandes viajes de exploración, 
llamó la atención a muchos audaces observadores la extraordinaria similitud entre 
las líneas de las costas de Sudamérica y África a uno y otro lado del Atlántico. Tal 
correspondencia sugería la idea de una antigua unión entre estos dos continentes, 
que parecían haber sido cortados por un monstruoso cuchillo (figura 2). Sin 
embargo, ésta no dejaba de ser una idea descabellada para la época, pues 
contradecía la tradicional creencia de una Tierra rígida, en la que los continentes y 
océanos habían estado siempre en su misma y actual posición. 
 
Figura 2. La similitud en la forma de las costas de Sudamérica y África sugería la idea de una 
antigua conexión. 
 
 
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Hacia finales del siglo pasado, cuando se empezaron a estudiar como 
conjunto a los seres del mundo entero, inquietó a los biólogos el hecho d encontrar 
muchas similitudes entre regiones que estaban muy alejadas entre sí. Más aún, el 
estudiar los restos fósiles de algunos organismos también se encontraron 
coincidencias inesperadas. Por ejemplo, a finales del Paleozoico, vivía un pequeño 
reptil acuático llamado Mesosaurus; sus fósiles solamente se han encontrado en el 
sur de África y en Brasil. ¿Cómo explicar esta distribución discontinua? El problema 
no era sencillo; si este reptil hubiese sido un buen nadador, al grado de ser capaz 
de cruzar el océano Atlántico, deberíamos encontrarlo distribuido más ampliamente 
y no sólo en estas dos regiones. Además, se tiene buenas razones para creer que 
era un reptil de agua dulce, que nadaba en los ríos y lagos de la era paleozoica y 
no en los mares. Una explicación sencilla a este fenómeno fue la sugerencia de que 
en el pasado existía un puente de tierra que unía a esos dos continentes que 
posibilitaba el paso de organismos de uno a otro continente (figura 3). Esta idea de 
los puentes intecontinentales se aplicó también para tratar de explicar las 
comunicaciones entre otros continentes pero, después de un análisis serio, resultó 
difícil de aceptar, entre otras razones porque no existe rastro alguno de tales 
puentes. En caso de haber existido, debieron haber sido lo bastante grandes y 
sólidos para durar los cientos de millones de años que se habrían tomado los 
intercambios de seres. 
 
Figura 3. Para explicar fenómenos como la distribución de los fósiles de Mesosaurus, hubo quienes 
propusieron la existencia en el pasado de grandes puentes de tierra, pero la idea resultó 
inaceptable. 
 
 
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LA DERIVA CONTINENTAL 
En 1912 el alemán Alfred Wegener propuso una audaz hipótesis, que llamó la 
Deriva continental. En esta hipótesis, Wegener sugería que tanto la distribución 
actual, como la pasada, de muchas plantas y animales podía ser mejor explicada 
asumiendo que los continentes estuvieron unidos en un gigantesco 
supercontinente, que denominó Pangea (figura 4), hace unos 230 millones de años, 
esto es, a finales de la era Paleozoica. Con el tiempo el inmenso supercontinente 
se empezó a fragmentar en porciones que, muy lentamente, se alejaron unas de 
otras, hasta llegar a conformar los continentes que hoy conocemos. 
 
Figura 4. En la hipótesis de la deriva continental se propone que a finales del Paleozoico todas las 
masas continentales estaban reunidas en su inmenso supercontinente: Pangea. 
 
De acuerdo con Wegener, la deriva continental no sólo explicaba por qué los 
contornos de los continentes actuales parecen encajar entre sí casi como piezas de 
un rompecabezas, o por qué son similares la flora y fauna de regiones hoy tan 
alejadas; explicaba también por qué en lugares que hoy son muy fríos se encuentran 
restos de organismos de climas más cálidas. La Antártida, por ejemplo, antes de 
“emigrar” hacia la fría región del polo sur que hoy ocupa, estuvo en el pasado más 
 
 
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cercana al ecuador y sus condiciones climáticas más cálidas hacía posible la 
existencia de seres que en la actualidad no podrían sobrevivir allí. 
Veamos uno de los argumentos en los que se basó Wegener para proponer 
su teoría. Hacia finales del Paleozoico hubo en el hemisferio sur un fenómeno de 
glaciación; lo sabemos por las huellas que los hielos dejaron impresas sobre las 
rocas en amplias áreas de Sudamérica, África, India y Australia. Al reunir 
imaginariamente estas masas de tierras como se cree que estaban en la Pangea, 
encontramos que límites de dicha glaciacióncoinciden con gran exactitud (figura 5). 
 
Figura 5. Si unimos los continentes como se cree que estaban en Pangea, coinciden 
sorprendentemente los límites de la glaciación ocurrida a fines del Paleozoico. 
 
A pesar de que la hipótesis de la deriva de los continentes se basó en muchos 
argumentos de tipo geológico, biológico, climático y paleontológico, en sus inicios 
no tuvo mucha aceptación. Wegener no pudo explicar cuál era el mecanismo motor 
capaz de mover a masas tan gigantescas de tierra. Sin duda esta fuerza debía ser 
realmente inmensa y resultaba muy difícil de creer que un continente pudiera 
desplazarse a través del sólido fondo de los mares, como si fuera un enorme iceberg 
flotando al garete. En consecuencia, la hipótesis de la deriva continental no fue 
tomada muy en serio durante los siguientes 50 años, hasta que a principios de los 
años sesentas, hace apenas unos 20 años –tomaron nuevo impulso estas ideas, 
gracias a los descubrimientos modernos acerca de la estructura de la Tierra. 
 
 
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Los nuevos estudios mostraron que, en efecto, la superficie de la Tierra se 
mueve. El movimiento es explicado por un mecanismo al que se le bautizó como 
Tectónica de placas; fenómeno que a continuación revisaremos. 
 
LA TECTÓNICA DE PLACAS 
En el curso del presente siglo los científicos han conocido cada vez mejor nuestro 
planeta. Entre los avances importantes están el conocimiento del fondo de los 
océanos, de los polos magnéticos, del vulcanismo y de los sismos que a veces 
provocan temblores de tierra. La nueva información ha llevado a los científicos a 
concluir que la superficie de nuestro planeta no es tan firme y sólida como parece, 
sino que está dividida en cerca de una docena de enormes placas (figura 6), como 
los trozos de cáscara que se van quitando a una naranja; pero a diferencia de una 
cáscara que está fija sobre el fruto, las placas que cubren a la Tierra se desliza 
lentamente unas con respecto a las otras: se empujan, se sobreponen o 
simplemente se deslizan una al lado de la otra. Es sobre este fenómeno que nos 
habla de la Tectónica de placas. 
 
Figura 6. La superficie terrestre está dividida en cerca de una docena de enormes placas. 
 
Ahora bien, ¿cuál es la fuerza que provoca el movimiento de estas placas? 
Para contestar a esta pregunta es necesario que hablemos un poco sobre el fondo 
de los océanos. 
 
 
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El fondo oceánico no es plano; en él existen tanto largas cordilleras como 
profundas fosas. A lo largo del océano Atlántico, por ejemplo, corre una larga 
cordillera desde el norte hasta muy al sur del planeta. Esta cordillera, además está 
aproximadamente en el centro del mar, a distancias similares de América por una 
parte, y Europa y África por la otra (figura 7). Ahora se sabe que en ésta y otras 
cadenas de montañas submarinas se está formando continuamente un nuevo fondo 
marino, ya que del interior de la Tierra está surgiendo lava por los volcanes 
subacuáticos, que se solidifica al depositarse en el fondo y que origina el movimiento 
de placas continentales y tectónicas. Esta salida continua de material del interior de 
nuestro planeta empuja las masas continentales hacia el exterior en ambos 
sentidos, como se muestra en la figura 8. 
 
Figura 7. Bajo el mar y aproximadamente en el centro del océano Atlántico se extiende una larga cordillera. 
 
 
Figura 8. ¿Cómo se conforma el fondo oceánico? b) Los continentes están muy cercanos entre sí; 
del fondo, del angosto mar, surge material que se deposita a ambos lados de la cadena volcánica 
submarina. b) El continuo fluir de material del interior de la Tierra hace que se forme nuevo fondo 
marino. c) El océano se sigue expandiendo y los continentes se alejan cada vez más. 
 
 
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La producción continua de fondo marino en sitios como la Cordillera 
Mesoatlántica, exige que haya también regiones donde ésta se destruya. Esto 
ocurre por ejemplo cuando dos placas chocan; generalmente una de ellas se desliza 
por arriba de la otra. Al cabo de millones de años esta colisión puede producir que 
se levanten altas montañas en una de las placas, como sucedió con la cordillera del 
Himalaya, que se formó por el choque de la placa de la India con la de Eurasia. La 
otra placa, al sumergirse y penetrar hacia el interior de la Tierra, forma en los mares 
las profundas fosas oceánicas; en estas fisuras se hunde el fondo marino y, al cabo 
del tiempo, es recalentado y absorbido en el interior del planeta. A lo largo de las 
líneas de colisión hay una intensa actividad volcánica, y es precisamente en estas 
zonas donde se presenta la mayor cantidad de sismos que sacuden a nuestro 
planeta. 
Ahora sabemos que las diferentes placas se mueven cada una a distintas 
velocidades; la de Sudáfrica, por ejemplo, se calcula que se desplaza hacia el oeste 
unos 25 milímetros en un año. Este movimiento es extremadamente lento y por tanto 
difícilmente perceptible para nuestros ojos. Sin embargo, no olvidemos que nuestro 
mundo tiene varios cientos de millones de años de existir y ha habido el tiempo 
suficiente para que las placas se hayan desplazado muchos miles de kilómetros. 
El desplazamiento de las placas, aunque sean solamente de unos cuantos 
milímetros al año, requiere de una fuerza de empuje enormemente grande. En 
general, se cree que el calor interno de la Tierra forma una lenta corriente circular 
dentro del manto (capa que se encuentra por debajo de la corteza terrestre), que es 
relativamente fluido. Este movimiento circular se denomina corriente de convección. 
Expliquemos qué es la corriente de convección con un simple ejemplo: cuando 
ponemos a hervir agua en una olla, la capa inferior de agua eleva su temperatura 
más rápidamente que la superior, puesto que se encuentra más cerca del fuego. 
Esta agua más caliente tiende a subir, provocando que la capa fría superior se 
forzada hacia la parte inferior. Así, este sencillo fenómeno crea en la olla se hagan 
corrientes circulares. 
Se cree que en el interior de la Tierra sucede algo similar; aunque la ancha 
capa del manto no se encuentra en estado líquido, sí es lo suficientemente elástica 
para producir corrientes de convección: la masa más caliente, que está más cerca 
del incandescente centro de la Tierra tiende a subir hacia la superficie, y al enfriarse 
 
 
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es nuevamente desplazada hacia adentro, arrastrando consigo fragmentos de la 
placa terrestre que está sobre de ella. En la figura 9 se esquematiza este fenómeno. 
 
Figura 9. ¿Qué fuerza mueve las placas tectónicas de la Tierra? Bajo la superficie de la Tierra 
existen corrientes de convección que lentamente arrastran consigo a las placas que están sobre 
ellas. 
 
 
EL ROMPIMIENTO DE PANGEA 
Hace 230 millones de años, en el supercontinente llamado Pangea estaba reunidas 
todas las porciones de la Tierra que sobresalen del mar. Aproximadamente 40 
millones de años después, hacia finales del periodo Triásico, el grupo de continentes 
del norte, conocido como Laurasia, se había ya superado del grupo del sur, la 
llamada Gondwana (figura 10a), formando dos grandes masas. La India, que estaba 
unida a Sudáfrica y Antártida, se separó y empezó su deriva hacia el norte. 
A fines del periodo Jurásico, hace 135 millones de años, (figura 10b), 
comenzó a abrirse el océano Atlántico, provocando la fragmentación tanto de 
Laurasia como de Gondwana. 
El movimiento continuó hasta hace unos 65 millones de años, a finales del 
periodo Cretácico, el océano Atlántico se había ensanchado considerablemente 
(figura 14c). La India seguía desplazándose hacia el norte y Australia permanecía 
aúnunida a la Antártida. 
Durante los 65 millones de años que siguieron, esto es, durante todo el 
Cenozoico, las tierras continuaron su movimiento hasta adoptar la forma que tienen 
en la actualidad. La India siguió su viaje hasta chocar con Asia. Australia se separó 
de la Antártida y se desplazó hacia el norte, mientras que la Antártida viajó hasta 
 
 
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ocupar su posición actual en el polo sur. Finalmente, África quedó unida a la gran 
masa euroasiática, mientras norte y Sudamérica entraron en contacto al formarse 
el puente centroamericano. 
 
Figura 10. A lo largo de más de 200 millones de años los continentes se han ido desplazando 
lentamente hasta ocupar su posición actual.

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