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AguirreCanoIngridYulieth2022

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MUJERES EN LA CONSTRUCCIÓN DE ESCENARIOS DE PAZ: CUERPO, 
MEMORIA Y RESISTENCIA 
MADRES VÍCTIMAS DE LOS ‘FALSOS POSITIVOS’ DE SOACHA, 
CUNDINAMARCA- COLOMBIA 
 
 
 
 
 
INGRID YULIETH AGUIRRE CANO 
 
 
 
 
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS 
FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN 
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN HUMANIDADESY 
LENGUA CASTELLANA 
BOGOTÁ, D. C- COLOMBIA 
2 
 
MUJERES EN LA CONSTRUCCIÓN DE ESCENARIOS DE PAZ: CUERPO, 
MEMORIA Y RESISTENCIA 
MADRES VÍCTIMAS DE LOS ‘FALSOS POSITIVOS’ DE SOACHA, 
CUNDINAMARCA- COLOMBIA 
 
 
Autora: Ingrid Yulieth Aguirre Cano 
 
 
Director: Rubén Muñoz Hernández 
 
 
 
 UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS 
FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN 
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN HUMANIDADES Y 
LENGUA CASTELLANA 
BOGOTÁ, D. C- COLOMBIA 
2022 
3 
 
A las incesables buscadoras de verdad y justicia: madres de las víctimas de los ‘falsos 
positivos’. Por su memorable lucha en la reconstrucción de la memoria y la paz. 
 
Que el recuerdo del abrazo uterino nos sane la memoria. 
-Sofia Pontigo 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
A mi abuela Verónica, mi madre Adriana, mi hermana Evelyn por ser la columna vertebral de 
mi vida. 
A Daniel por darme motivos para seguir en este camino. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
Resumen 
La presencia de las mujeres en los escenarios de las guerras y los conflictos como 
víctimas o soporte de la violencia no es reciente, existe una base hegemónica que controla la 
vida, los cuerpos y las subjetividades de las mujeres en los diferentes espacios de violencia 
formal e informal. Sin embargo, en Colombia un grupo de mujeres madres y familiares víctimas 
de los ‘falsos positivos’ de una política de Estado que permitió e impulso el asesinato de jóvenes 
a manos del Ejército Nacional para hacerlos pasar como muertos legales en combate e inflando 
las cifras contra una de las guerrillas más antiguas del país, se organizan colectivamente para 
exigir verdad y justicia, poniendo su cuerpo como centro de atención y denuncia para la 
construcción de escenarios y espacios de paz, memoria, lucha y resistencia. 
Palabras clave: mujeres- cuerpo- memoria- resistencia- paz 
Abstract 
The presence of women in the scenarios of wars and conflicts as victims or support of 
violence is not recent. There is a hegemonic base that controls the lives, bodies and subjectivities 
of women in the different spaces of formal and informal violence. However, in Colombia, a 
group of women, mothers and relatives of victims of the 'false positives' of a State policy that 
allowed and encouraged the murder of young people at the hands of the National Army to pass 
them off as legal deaths in combat and inflating the figures against one of the oldest guerrillas in 
the country, are organizing collectively to demand truth and justice, placing their bodies as the 
center of attention and denunciation for the construction of scenarios and spaces of peace, 
memory, struggle and resistance. 
Keywords: women- body- memory- resistance- peace 
6 
 
Contenido 
 
Introducción ................................................................................................................................................ 7 
Capítulo I: Reflexión teórica .................................................................................................................... 14 
Cuerpo: Mujer y guerra ......................................................................................................................... 14 
Capítulo II: contexto histórico ................................................................................................................. 55 
Política de defensa y Seguridad Democrática: contexto histórico ....................................................... 55 
‘Falsos positivos’: ejecuciones extrajudiciales ..................................................................................... 69 
Capítulo III: Madres víctimas de los ‘Falsos Positivos’ de Soacha- Cundinamarca .......................... 76 
Memoria: Experiencias, resistencias y luchas individuales y colectivas ............................................. 76 
Conclusiones .............................................................................................................................................. 94 
Referencias bibliográficas ........................................................................................................................ 97 
Anexos .................................................................................................................................................. 106 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
Introducción 
 
Las mujeres han estado presentes en los escenarios de la guerra y los conflictos, no solo como 
víctimas o actores, sino como el soporte de la morfología política del poder hegemónico y como 
elemento esencial del sistema global económico bélico; un modelo económico permanente, 
centrado y sostenido en la política de la violencia. Gracias a la conexión existente entre el poder 
y las formas- estrategias de la guerra y los conflictos, el destino de las mujeres ha sido 
direccionado y constantemente permutado, afectando sus cuerpos y la configuración de su 
subjetividad. 
La presente investigación enfatiza en el panorama de las continuidades del destino de las 
mujeres en la historia de las guerras y en el papel que tienen estas en los procesos de 
construcción de escenarios y experiencias de paz. La concepción de las mujeres como 
generadoras de escenarios de paz desde la corporeidad está pensada como una propuesta 
reflexiva de la memoria y la resistencia. En este sentido, la pregunta de investigación orientadora 
es ¿cómo las Madres de las víctimas de los ‘falsos positivos’1 de Soacha generan escenarios de 
memoria y resistencia desde sus cuerpos? Se propone un análisis de las experiencias y luchas de 
las Madres víctimas de ‘falsos positivos’ de Soacha- Colombia mediante un estudio de 
resistencias y ejercicios de memoria que llevan a cabo desde sus cuerpos y que configuran su 
subjetividad, con el fin de visibilizar su contribución a la construcción de escenarios de paz y a la 
transformación de la realidad social del país. 
Es por esto que se considera importante recoger, revisar, analizar y vincular los distintos 
procesos de lucha y resistencia que se han venido gestando desde actividades y posturas 
 
1 En el capítulo II se ahondará en este término. 
8 
 
individuales y colectivas de Las Madres de las víctimas de los mal llamados ‘falsos Positivos’ 
de Soacha- Colombia, resaltando el papel de sus cuerpos y la configuración de su subjetividad, 
con el fin de visibilizar su contribución a la construcción de escenarios de paz y a la 
transformación de la realidad social del país desde una apuesta por la memoria. 
Se propone, para esta investigación, un análisis de las experiencias y luchas de las Madres 
de los ‘falsos positivos’ de Soacha-Colombia, como víctimas2 individuales y colectivas de estos 
crímenes de estado, aunque la acción misma no fue efectuada sobre sus cuerpos si alteró el orden 
de sus vidas e incidió fuertemente en la configuración de su subjetividad, gracias al impacto 
directo de la relación filial que tenían con las personas desaparecidas y asesinadas. 
El documento es fruto de una indagación, recuperación y revisión bibliográfica del caso 
de las madres víctimas de los ‘falsos positivos’ de Soacha, realizada mediante el enfoque 
cualitativo la investigación. Parala recolección y análisis de datos se utilizó: biografías de cinco 
de las madres víctimas de los falsos positivos incluyendo sus relatos e historias de vida tomadas 
de entrevistas públicas dadas a medios de comunicación masivos, documentos oficiales de 
carácter público del Centro Nacional de Memoria Histórica,registros fotográficos de obras de 
teatro y demás muestras performativas y material audiovisual de la JEP. 
En el transcurso de las últimas décadas, las mujeres han venido gestando distintos 
espacios colectivos de carácter organizativo, no solo para sustentar y abanderar luchas en materia 
de igualdad, equidad y derechos; sino también en la búsqueda de verdad y justicia, 
específicamente en casos de desaparición, asesinato y vulneración de derechos humanos. Como 
 
2 “En Colombia las víctimas también son el esposo o la esposa, compañero o compañera permanente, parejas del 
mismo sexo, los padres o hijos (incluyendo adoptivos). A falta de estos, se considerarán víctimas los abuelos. 
Además, son víctimas quienes hayan sufrido un daño al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para 
prevenir la victimización” Unidad para las víctimas (2022) 
9 
 
ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo, una asociación de mujeres en Argentina, reunidas por 
primera vez el 30 de abril de 1976 con el fin de recuperar –en ese momento- con vida a las 
personas detenidas y desaparecidas durante la dictadura de Jorge Rafael Videla, quien con la 
suma del poder y a través de la represión militar, permitió y dirigió el asesinato de estudiantes, 
intelectuales, sacerdotes, artistas, militantes políticos, periodistas, y profesionales. Después de 
esto siguieron encontrándose a fin de consolidarse social y políticamente para establecer quiénes 
fueron los responsables de estos crímenes de lesa humanidad y para re- escribir la historia de ese 
país, a través de la memoria colectiva e histórica. 
Al mismo tiempo, en 1977 surge la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo con la 
finalidad de localizar y restituir a sus familias legítimas a las hijas e hijos de las personas 
detenidas y desaparecidas durante la dictadura militar. Estos bebés, niños y niñas fueron tratados 
como botín de guerra, tras la planificación y detención detallada de mujeres en estado de 
embarazo, para practicarles partos clandestinos; con la falsificación de identidades y simulacros 
de adopción. Estas mujeres siguen buscando a sus nietos y bisnietos, además crean condiciones 
para que nunca más se repita una violación a los derechos humanos y se castigue a todos los 
responsables. 
En 1995, en Estambul, surgen las Madres del sábado quienes, inspirándose en las Madres 
de Plaza de Mayo en Argentina, protestan con fotografías y en silencio cada sábado en la Plaza 
Galatasaray por desapariciones y asesinatos ocurridos desde finales de la década de 1980, cuando 
el Estado turco empleó programas de contrainsurgencia. También están las Madres de la paz 
quienes se constituyen en Estambuly Diyarbakir en el año de 1999 con la proclama de que la 
guerra sucia debía acabar y que debería haber paz entre los turcos y los Kurdos. Muchas de las 
10 
 
mujeres que pertenecen a la asociación perdieron a sus hijos en la guerra, o se encuentran 
exiliados en las montañas, retenidos en cárceles o desaparecidos. 
En Colombia, las Madres víctimas de los ‘falsos positivos’ son un grupo de mujeres que 
tras las desapariciones y ejecuciones ilegales, selectivas y extrajudiciales (comeditas y 
manipuladas por unidades de la Fuerza Pública, verbigracia Ejercito Nacional, Policía Nacional, 
Infantería de Marina, etc., desde el año 2002 hasta aproximadamente el 2008), se unen para 
reclamar y exigir pública y colectivamente por la verdad y la justicia acerca sus familiares, 
quienes fueron desaparecidos, asesinados y luego presentados como muertos ‘legítimos: 
enemigos neutralizados’ en combate para demostrar la efectividad de la política de la Seguridad 
Democrática. En todas estas asociaciones de mujeres al rededor del mundo podemos concluir 
que sus proclamas por la verdad y justicia están acompañadas por una lucha permanente en la 
reconstrucción de la memoria y la búsqueda de verdad y justicia. 
El cuerpo es presentado como un campo permeado por el control, la disciplina, violencia 
y cohesión desde las dinámicas de la modernidad3, que lo concibe como única vía para alcanzar 
sus distintos objetivos. No obstante, el cuerpo ejerce y mantiene una función importante dentro 
de los procesos de emancipación, liberación y emergencia que surgen a partir de la 
reconstrucción del tejido social y la construcción de paz en los distintos territorios. 
Existe una serie de estudios e investigaciones que se consideran como fuentes y 
antecedentes importantes para esta investigación, los cuales ahondan en el campo reflexivo del 
cuerpo y su relación con las mujeres. Albarracín y Contreras (2016) en su trabajo “La fuerza de 
 
3 Entendida desde los postulados de (Dussel, 1994) en El encubrimiento del otro, Hacía el origen del “mito de la 
modernidad” “De manera que 1492 será el momento del "nacimiento" de la Modernidad como concepto, el 
momento concreto del "origen" de un "mito" de violencia sacrificial muy particular y, al mismo tiempo, un proceso 
de "en-cubrimiento" de lo no-europeo”. 
11 
 
las mujeres: un estudio de las estrategias de resiliencia y la transformación en la ocupación 
humana de mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia” evidencian que las mujeres 
víctimas de violencia, generan una gama de estrategias de resiliencia frente a los distintos 
eventos de agresión y desplazamiento forzado. Díaz y Romero (2019) en su investigación 
“Mujeres al desnudo: relatos femeninos desde la resiliencia” retoman la categoría de resiliencia, 
pero en este caso enfocado a las voces de mujeres que relatan experiencias de dolor y 
autoagencia narradas desde la cotidianidad. 
Lizarazo (2018) en un artículo para la revista Corpo- grafías: Estudios críticos de y desde los 
cuerpos, titulado “Mujeres pacíficas: narrativas digitales y Supervivencia Cotidiana en Chocó” 
explora el proceso de narrar e investigar la supervivencia como ejemplos de prácticas cotidianas 
performativas alternativas a la fetichización de la violencia, reconociendo el potencial de la 
narración y la corporalidad de las mujeres en Colombia. 
En este sentido es precisa esta investigación porque aporta en dos directrices. 
Primeramente, en la amplitud, divulgación y reconocimiento de la labor en el campo de la 
memoria y la historia del conflicto en Colombia de las madres de las víctimas de los ‘falsos 
positivos’ de Soacha. Segundamente, en relación con la visión y misión de la Licenciatura en 
Educación Básica con énfasis en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital 
Francisco José de Caldas donde se contempla su orientación a la investigación y extensión para 
la comprensión y transformación de las realidades sociales en la perspectiva de la construcción y 
el desarrollo de la nación colombiana. Esta propuesta de investigación surge como una 
preocupación en el quehacer de las mujeres en escenarios de paz para la reconciliación en 
tiempos del postconflicto. 
12 
 
Esta preocupación a su vez responde al núcleo problémico del componente ético 
humanístico, que contempla el estudio de las particularidades políticas y sociales del país y la 
región, así como de la interpelación de la sociedad colombiana en torno a la pregunta por la 
memoria y el conflicto. Conviene subrayar que el contenido de esta investigación presenta 
aquello que nació desde un interés personal, el cual se fue nutriendo a lo largo de la experiencia 
pedagógica e investigativa sobre los temas concernientes al cuerpo, la memoria y las mujeres. 
Por lo tanto, con esta investigación se espera aportar de forma positiva y significativa a la 
sociedad colombiana desde la educación gracias a la fundamentación y recopilación de datos 
para la enseñanza de la Memoria Histórica tomando como referente las luchas y resistencias de 
las Madres de los falsos Positivos de Soacha. Adicionalmente, este trabajo enriquece el ejercicio 
de las y los docentes, ya que la pedagogía de la Memoria Histórica es importante en tanto la 
presente cobrasentido solo si se conoce y entiende lo que sucedió en el pasado y a partir de ello 
se crean nuevas perspectivas de lo que puede ser el futuro, lo cual se entiende como un pilar 
importante en la construcción de una cultura para la paz y la no repetición. 
Este texto está estructurado en tres capítulos, los cuales responden de manera directa a los 
objetivos específicos de la investigación. Para ello se requirió, en primer lugar, de una reflexión 
teórica en torno a las categorías de guerra y mujer, tomando como punto de intersección el 
cuerpo. En segundo lugar, se efectuó una revisión histórica de los sucesos y factores ocurridos 
durante el periodo del 2002 al 2010, plasmando una descripción de carácter político y social del 
país, así como una explicación del plan de gobierno de Álvaro Uribe Vélez y la ejecución del 
Plan Colombia, en este capítulo también se aborda el término delos llamados ’falsos positivos’ 
eufemismo utilizado para llamar a los asesinatos y desapariciones forzadas, crímenes de guerra y 
de lesa humanidad, los cuales ocurrieron durante este periodo y que son el motivo por el que 
13 
 
surgen y se organizan de manera colectiva las Madres víctimas de los ‘falsos Positivos’ de 
Soacha, Colombia. 
Como tercer momento, se realizó una recolección de datos sobre las Madres de las 
víctimas de los ‘falsos Positivos’ de Soacha- Colombia, que diera cuenta de las experiencias y 
luchas de más de catorce años. Para finalmente, y a partir de los datos recolectados, visibilizar 
las distintas experiencias, luchas y resistencias que las Madres víctimas de los ‘falsos Positivos’ 
de Soacha han venido desarrollando e implementando hace más de una década a través de sus 
cuerpos en relación con la memoria, resaltando la importancia de sus aportes en la configuración 
y consolidación de dinámicas territoriales incluyentes y participativas con enfoque diferencial, 
orientadas a la reconstrucción de la Memoria Histórica y el tejido social, fortaleciendo así la 
transformación social del país. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
14 
 
Capítulo I: Reflexión teórica 
 
Cuerpo: Mujer y guerra 
 
“(…) podemos objetar que las mujeres siempre tenemos que esperar a que algo se 
 
resuelva para que se «resuelva lo nuestro».” 
 
Amalia Gonzáles Suárez4 
 
Este apartado pone de manifiesto la vinculación entre la noción de guerra y mujer tomando como 
lugar de intersección el cuerpo. Es importante enfatizar en el panorama de las continuidades del 
destino de las mujeres en la historia de las guerras y los conflictos, como lo menciona Amalia 
Gonzáles Suárez (2014) en su texto El quebranto del silencio: la violación como arma de guerra 
cuando se hablade sufrimientos producidos a la población civil por las guerras, fácilmente 
imaginamos miserias de todo tipo como muertes, locuras, amputaciones y otras heridas; no así a 
las mujeres como principales víctimas y victimas diferenciadas. Por lo tanto, la intención es 
poder visibilizar la conexión existente entre el poder y las formas- estrategias de la guerra, 
incluyendo su afectación sobre el cuerpo – directa e indirectamente- y la subjetividad de las 
mujeres. 
Judith Butler (2010) emplea la categoría de los marcos de guerra para hacer referencia a 
la manera en que se puede ‘legitimar’ las dinámicas de la guerra a partir de la construcción de 
prejuicios sociales y culturales, los cuales necesitan una comprensión y aprehensión desde dos 
acepciones. La primera acepción demuestra como las condiciones recibidas a través de los 
sentidos pueden interferir en nuestra comprensión y aprehensión de la realidad. La autora 
 
4 Doctora y catedrática de Filosofía del IES Padre Feijoo de Gijón. Pertenece al grupo de investigación dirigido por 
Cèlia Amorós, “Feminismo, ilustración y multiculturalidad: procesos de ilustración en el islam y sus implicaciones 
para las mujeres”. 
15 
 
menciona que la guerra sostiene sus prácticas actuando sobre los sentidos, trabajándolos para 
poder aprehender el mundo de manera selectiva, anestesiando el afecto como respuesta. La 
segunda acepción hace referencia a la presunta liberación que obtienen los pueblos y naciones 
con la implementación de la guerra, lo que realmente se convierte en la transformación de los 
argumentos de lucha y liberación para las acciones bélico- militares. 
A partir de la implementación de estos dos sentidos se activan los marcos de guerra, 
cuyas condiciones establecen unos límites y dinámicas que finalmente resultan ser una serie de 
artimañas o falsedades envueltas de una presunta verdad. Portolés (2014) señala, citando a 
Eisenstein (2008) que, además, mediante la desigualdad y la dominación se logra la 
naturalización de la guerra y debido a que la dominación no tiene fin, la guerra se vuelve 
permanente y requiere ser constantemente normalizada. 
Para Clausewitz (1832) la guerra es la continuación de la política por otros medios, sin 
embargo, Abello (2003) estudia el uso que hace Foucault del concepto de la guerra, 
contrastándolo con el de Clausewitz, estableciendo una noción de guerra que difiere de la 
anterior tesis clásica, al punto de invertirla diciendo que la política se convierte en la 
continuación de la guerra por otros medios; bajo la superficie de la paz, según Foucault, está la 
guerra: la paz misma es una guerra codificada. De esta manera, es viable afirmar que la guerra es 
una política de control y obediencia, enmarcada en unas prácticas y discursos que legitiman su 
naturaleza a través de la desigualdad y la dominación. Aun así, Ketiti (2014) en su texto Cuerpos 
sin rostro. Mujeres árabes en la economía de la guerra global sostiene que la guerra ya no es 
solo un despliegue armamentístico en el territorio, es también, todo el arsenal de armas 
silenciosas e invisibles desplegadas detrás de las pantallas mediante la manipulación del discurso 
y del lenguaje. 
16 
 
Sin embargo, se ha venido gestando un universo bélico con bajos niveles de 
formalización, más conocidas como guerras no convencionales, instauradas en todo el mundo, 
especialmente en América Latina. Rita Segato (2014) lo define como un escenario difusamente 
bélico, en el que las acciones violentas son de tipo criminal o se encuentran en el limitar de la 
criminalidad. Crimen organizado, violencia urbana, guerras represivas paraestatales de los 
regímenes dictatoriales, mafialización política, fuerzas militares, fuerzas de seguridad actuando 
paramilitarmente, compañías contratadas en la tercerización de las guerras; guerras internas, 
conflictos armados… se suman a la lista de esas nuevas formas de la guerra. 
Se han venido implementando unos cambios contextuales de orden mundial que 
«configuran una esfera político- bélica en el mundo, con sus juegos de alianzas, antagonismos, 
facciones, sobre un cada vez más homogéneo telón de fondo resultante de la expansión del 
mercado global y del predominio del capital financiero» (Segato, 2014, p. 150) permitiendo así, 
una sistematicidad de la violencia en los territorios, de representación dispersa, esporádica y 
anómala. Se debería percibir la sistematicidad de esa gigantesca estructura que vincula redomas 
aparentemente muy distantes de la sociedad y atrapa a la propia democracia representativa. 
Para poder comprender esa nueva escena que emerge dentro del universo bélico, 
ahondaremos en las reflexiones de Segato (2014) quien postula en su texto Las nuevas formas de 
la guerra y el cuerpo de las mujeres la existencia de dos realidades. Primero, una realidad 
constituida por todo aquello regido por la esfera del Estado. Para su protección, ese universo 
cuenta con las fuerzas policiales y militares, instituciones y políticas de seguridad pública, 
sistema judiciario y carcelario que protegen ese caudal legítimo, «legal». Y una segunda 
realidad, considerada como una realidad especular con relación a la primera, con capital y caudal 
circulante probablemente idéntico,y con fuerzas de seguridad propias, es decir, corporaciones 
17 
 
armadas ocupadas en proteger para sus ‘dueños’ la propiedad y la riqueza incalculable que en ese 
universo se produce y administra. Esta segunda realidad es una versión informal de la primera. 
Esto refiere a la informalización –principalmente- de la economía, presentando un aumento de 
capital no declarado a partir de negocios ilícitos. Dada esta representación doble, la realidad se 
concibe desde una naturaleza dual. Ambas realidades coexisten, presentando pequeños roces 
entre ellas, sin afectar o intervenir-de manera precisa o directa- en la existencia o las dinámicas 
económicas y de poder de la otra. 
Ahora bien, después de esta breve reflexión sobre la categoría de guerra, la pregunta es 
¿qué sucede con los cuerpos y las subjetividades de las mujeres durante las guerras? Hay unas 
nuevas estrategias presentes en las guerras, -que emergen tanto en la primera como la segunda 
realidad- que permiten que se lleven a cabo dinámicas de comprensión y acciones legítimas y 
tranquilas, sin alterar el orden o intervención de las realidades y que recaen directamente sobre 
las vidas y los cuerpos de las mujeres. 
A Aspasia de Mileto, la más célebre de las mujeres griegas de la época clásica, se le 
atribuía la instigación a la generación de las guerras de Samos y del Peleponeso, guerras que 
inició su esposo, el gobernante Ateniense Pericles, supuestamente por consejo de ella. «En el 
caso del conflicto del Peleponeso, la intervención de Aspasia se presenta como un deseo de 
venganza personal, mientras que, en la guerra contra Samos, su motivación adquiere un tinte 
patriótico» (Amorós, 2014, p. 30). Tomando la mirada masculina como canon interpretativo, 
podríamos decir que el propósito de la intervención de la agencia femenina en los conflictos y 
guerras, son claros ejemplos de instigación o provocación. 
En la comedia de Aristófanes fue dada a conocer como celebradora de los combatientes 
perecidos, era la autora femenina en la literatura de la guerra: los epitafios; y como una figura 
18 
 
hetaira, ya que integraba el círculo de amigos de Pericles, como intelectual y maestra, quien 
además interactuaba sexual y culturalmente de forma libre, a diferencia delas mujeres recluidas 
en el Gineceo, quienes eran las esposas legitimas de los ciudadanos pero no tenían acceso al 
espacio público, ni a los saberes, ni siquiera a relacionarse con los varones que no pertenecían a 
su círculo familiar. 
A Aspasia se le atribuyó una astucia femenina de representación pasional que influyó 
fuertemente en la política de Pericles, un modismo que incitó –supuestamente- dos guerras. 
Aunque, aconsejar una guerra no era algo en sí mismo escandaloso, como lo afirma González 
(2014) lo escandaloso era que esta guerra fuese aconsejada por una mujer, con lo que el consejo 
se sexualiza perdiendo su carácter político y convirtiéndose en un asunto de artimaña doméstica. 
Este modismo dado mediante el consejo se sexualiza y pierde su carácter político y adquiere un 
carácter emocional y pasional, debido a que es dado por una mujer. Así concluye Amorós (2014) 
su texto La mujer ¿instigadora de guerras? La figura de Aspasia de Mileto mencionando que a 
Aspasia de Mileto le tocó el de hipóstasis de la instigación, correlato de la paranoia y la 
misoginia masculinas. Tenemos entonces, por un lado, un relato que sustenta el rol de la mujer 
desde su intervención como instigadora y provocadora de guerras y conflictos. 
Ahora bien, dentro de la ‘legitimidad’ y ‘tranquilidad’ brindadas por los marcos de las 
guerras, se instauran unas lógicas ideológicas y económicas en las guerras posmodernas basadas 
en la explotación, y en esto hay una especificidad de violencia contra las mujeres. Ya no son las 
mujeres provocadoras e instigadoras de guerras bajo un ideal pasional o doméstico, sino las 
mujeres convertidas en blanco de todos los perfiles enfrentados en el marco de la realidad dual. 
«La violencia contra las mujeres en las guerras suele considerarse como una excepción 
provocada por una situación anómala que desaparecerá una vez acabe el conflicto armado» 
19 
 
(Ketiti, 2014, p. 132). No obstante, estas lógicas raramente han sido consideradas como parte 
integrante de la violencia estructural que está en la base de la economía global. 
La economía global, en escenarios de paz o guerra, -aunque de forma más elevada y 
crítica en épocas de guerra-, a través del estado estructural del sistema económico, permea y 
explota a las mujeres –sus vidas y cuerpos- normalizando y legitimando prácticas políticas, 
sociales y económicas que vulneran sus derechos. «La rapiña que se desata sobre lo femenino se 
manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y 
comercialización de lo que estos cuerpos pueden ofrecer, hasta el último límite» (Segato, 2014, 
p. 148). 
Hay una lógica de afectación a las mujeres desde los discursos mediáticos, jurídicos y 
políticos, instaurados desde la manipulación y el poder, legitimados por buena parte de las 
sociedades actuales. Existe una normalización de algunas formas- estrategias de guerra a través 
de los artilugios lingüísticos, donde se manipula y explota la causa de las mujeres. Así lo expone 
Portolés (2014) en su texto ¿Trasgresión de género?, tortura, vidas ab- yectas. Reflexiones 
feministas sobre la guerra del siglo XXI citando a Z. Eisenstein (2008): 
En el libro Señuelos sexuales, continuación de Global Obscenities, la autora considera 
que el género se ha utilizado como otra forma de hacer política, sobre todo en la época de 
las guerras de Bush en Afganistán e Iraq. Estas son «guerras enfangadas en discursos 
sobre la democracia y el derecho de las mujeres de liberarse de una vida de vejaciones, 
bien bajo los talibanes, bien con Sadam Hussein. Pero resulta que ninguna de estas 
guerras se inició para liberar a las mujeres […] Los derechos humanos –y con ellos los de 
las mujeres- han sido utilizados para entibiar y racionalizar los aspectos misóginos y 
20 
 
raciales del capitalismo global». Este proceso de militarización ha contribuido a la vez a 
la intimidación y vigilancia raciales y al confusionismo de género. (p.197) 
La Asociación Revolucionaria de Mujeres Afganas RAWA ha denunciado el cinismo de 
la retórica política estadunidense, retórica que maneja una guerra ‘humanitaria’ y su 
instrumentalización de la causa de las mujeres, Ketiti (2014) asevera que «los derechos de las 
mujeres se utilizan cada vez más como un instrumento de propaganda en favor de los designios 
imperiales» (p. 122). Con todo, dentro de la argumentación que sustenta la invasión a Iraq, hay 
un camuflaje a la prensa internacional sobre los malos tratos, violencias y abusos a los que están 
sometidas las mujeres iraquíes por parte de las tropas norteamericanas, porque perjudica la 
imagen de la campaña militar que ha usado a las mujeres para legitimarse. Estas mujeres 
presenciaron un despliegue de armas de destrucción masiva en sus territorios bajo la conciencia 
del imaginario colectivo occidental, que detrás un discurso salvador de la condición humana de 
la mujer pretendía rescatarlas de los árabes. 
El sexo tanto como el género forman parte de las construcciones políticas, lo cual permite 
la utilización de estos como soporte para la guerra, manipulando, explotando e involucrando a las 
mujeres y sus causas, quienes se han visto fuertemente desprotegidas y vulneradas; y desplazadas 
de sus territorios. «Más de 2 millones de personas han huido de Siria en uno de los mayores 
éxodos de la historia reciente, […]. El 80% de los desplazados son mujeres y niños que viven 
desprotegidos y en condiciones infrahumanas» (Ketiti, 2014, p. 110) Ya que, en primer término, 
las mujeres en su huida «no pueden desentenderse de sus obligaciones cotidianas de sustentar y 
seguir cuidando a la familia que arrastrantras de sí. Las mujeres al huir con la domesticidad 
tienen más dificultades que los varones para ponerse a salvo» (González,2014, p. 36), y; en 
segundo término, quedan expuestas a fuertes y violentas redes de explotación y servidumbre 
21 
 
sexual. Un claro ejemplo de esto, ha sido el éxodo de más de 50.000 mujeres iraquíes en 2010 
hacia Jordania y Siria, quienes se encuentran atrapadas en redes transfronterizas de tráfico de 
mujeres. 
Asimismo, de acuerdo con Ketiti (2014) las mujeres y niñas que logran llegar a los 
campamentos de refugiados, viven en condiciones infrahumanas y desamparadas, en vista de que 
el hacinamiento en las tiendas de campañas y la ausencia de protección familiar y legal las han 
convertido en objeto de abusos sexuales y de trafico de niñas en el mercado de matrimonios 
temporales floreciente en las zonas fronterizas de toda la región. La vulnerabilidad económica de 
las familias, las condiciones de extrema inseguridad en los campamentos y la mentalidad 
ultraconservadora de los refugiados, llevan a las familias a casar a sus hijas por esta vía para 
evitar rumores que perjudiquen la reputación y el honor de la familia. Otras familias, en cambio, 
consienten entregar a sus hijas menores en matrimonios temporales cambio de ayuda económica. 
Ketiti (2014) parafraseando a Rula al Masri, - directora del Centro de Recursos para la 
Igualdad de Género Abaad-, alude que esto no quiere decir que no hubiera matrimonios precoces 
en Siria antes de la guerra, pero la diferencia es que ahora se ha vuelto un negocio, un comercio, 
se convirtió en tráfico. Se promueve dentro de las prácticas culturales la venta de niñas para 
pagar deudas o para solucionar conflictos, abriendo un negocio en la economía global a través de 
la venta y comercialización de los cuerpos de niñas y mujeres. 
A partir del embargo económico de EE.UU. sobre Iraq, (muestra del mecanismo del bio- 
poder internacional) como dispositivo de presión para obligar a Saddam Hussein a retirar sus 
tropas de Kuwait, dispositivo que dio paso a la invasión y guerra legitimada por 
aproximadamente siete meses y después de la retirada de las tropas, el bloqueo económico se 
mantuvo por aproximadamente trece años, las mujeres sufrieron las consecuencias de forma más 
22 
 
específica y pronunciada. Las condiciones sanitarias de los hospitales para la atención pre y 
posnatal, la regulación y distribución de las vacunas, el desabastecimiento de agua, alimentos y 
productos sanitarios (entre ellos toallas higiénicas y elementos de planificación), los altos índices 
de desempleo, perjudicaron a toda la población, pero de forma diferenciada a las mujeres y niñas. 
Es necesario mencionar, que se ha presentado una proliferación de la yihad5 bélica, 
virtual y sexual, que permite visualizar esa profunda misoginia y utilización de la mujer en las 
causas de la guerra, enmascarada en una presunta igualdad. La Yihad bélica, destacada por 
Cavarero (1999) como body bombers representa a todas las mujeres que hacen estallar sus 
cuerpos en pedazos con dos fines. El primero; despedazar a su vez los cuerpos de las personas 
que se encuentran a su alrededor. El segundo; emanciparse de su rol subalterno inscribiéndose 
como protagonistas de la historia de su comunidad y poder llegar –más fácilmente- al paraíso, 
como recompensa por sus actos en la tierra. 
Se ha hablado de una organización que permitiría a las mujeres a través de la violencia 
eximir su rol en la comunidad y consagrarse como iguales frente a los hombres, sin embargo, 
como lo menciona Cavarero (1999) en su texto Horrorismo: nombrando la violencia 
contemporánea lejos de convertirlas en iguales a los hombres, tal acto acaba por evidenciar aún 
más las contradicciones que radican en su identidad sexual. La autora explica que la integración 
de las mujeres en las operaciones militares se presencia como una solución a las dificultades que 
encuentran los miembros varones para cumplir sus misiones a causa del control policial 
 
5 5 «Yihad es una palabra árabe que se deriva del verbo yahada, que significa esforzarse, efectuar una labor 
especialmente difícil, y luchar. Yihad significa la lucha por la causa del islam. Su nombre completo es Yihad fi 
Sabililah: esfuerzo en el camino de Dios. El santo profeta Mohammad (Mahoma) dijo: “¿Queréis os describa la raíz 
de la cuestión, su pilar y su cúspide? La raíz de la cuestión es el islam, su pilar es la oración y su cúspide es la yihad, 
la lucha por la causa de Dios.” » 
23 
 
internacional desplegado en el marco de la llamada ‘guerra global contra el terrorismo’ después 
del atentado del 11 S. 
Los grupos armados religiosos de carácter clandestino, tras su propagación, se han 
beneficiado de las nuevas tecnologías de la comunicación e información para la movilización de 
personas alrededor del mundo. La yihad virtual es manejada principalmente por mujeres, 
instaladas en todas las partes del mundo, donde tienen por objetivo la «movilización de las 
mujeres, la enseñanza de los valores de la organización, el proselitismo, la captación de fondos y, 
la incitación a la yihad virtual y armada» (Ketiti, 2014, p. 111) Son entonces, una especie de 
células virtuales encargadas de transmitir mensajes, ideologías y movilizar seguidores. 
También están las mujeres que comienzan a servir como “revolucionarias” por mediod e 
la yihad sexual. El islam prohíbe las relaciones sexuales extramatrimoniales, sin embargo, la 
emisión de yihad sexual permite legitimar estas prácticas a través de fatwas6 emitidas por 
clérigos: muftí, que permiten la unión temporal en situaciones extremas como las guerras: 
Diversos medios y fuentes apuntan a la difusión de una Fatwa anónima que insta a las 
mujeres musulmanas devotas a viajar a Siria para cumplir con el deber del Yihad 
ofreciendo sexo. El objetivo es aliviar a los guerreros de las facciones yihadistas 
procedentes de diferentes países musulmanes y que combaten contra el régimen islámico 
en Siria. A través de la yihad sexual se busca empoderar a los hombres y darles aliento 
para que sigan combatiendo en nombre del islam. (Ketiti, 2014, pp. 132) 
Muchas de estas mujeres fueron sometidas a un proceso de adoctrinamiento religioso, 
donde se les incita a ofrecer su cuerpo al servicio de la guerra santa, además de su recompensa 
después de la muerte, puesto que accederán más fácilmente al paraíso. 
 
6 Pronunciamiento legal en el islam, emitido por un especialista en ley religiosa. 
24 
 
Siglos de información y construcción histórica y de costumbres, han instalado a las 
mujeres en sitios distantes de lo militar, (a menos de que estén realizando labores de cuidado, 
como enfermería, cocina o administración) con valores como la amabilidad, siendo amorosas, 
apasionadas, atentas, serviciales, conciliadoras, comprensivas, cuidadosas, fieles, 
misericordiosas, obedientes, etc.; y, a los hombres cerca de los sitios militares como mercenarios, 
protectores del territorio, la población, los principios, biológicamente desarrollados para la 
defensa y para salvaguardar el orden público, en espacios potencialmente masculinos y 
masculinizados en el orden bélico tradicional, con valores como el arrojo, la valentía, honor, 
heroísmo, planeación, táctica, estrategia; un breve resumen de todo lo que represa el Estado, 
confiriéndole la protección y el uso de la violencia como algo legítimo. 
Dentro del capitalismo global -que sustenta y soporta las guerras-, las mujeres lograron 
‘abrirse’ espacio dentro de los espacios bélicos, como agentes activas dentro de las dinámicas de 
la guerra. Su figura en este escenario, -aún hoy día- irrumpe un medio codificado y simbolizado 
como masculino, presentando una ruptura cultural y simbólica. Las discusiones que giraron en 
torno a este accionar permitieron entrever un ‘feminismo ingenuo’ que pretendía provocar una 
especie de voluntad de indistinción entre los géneros y sus comportamientosdentro del universo 
bélico. 
Bajo la premisa de una falsa igualdad y libertad se permeo una idea esencialista entorno a 
la construcción del género, que veía a las mujeres como delicadas, sumisas, tranquilas, objeto de 
amor y empatía, cuidadoras y madres. Sin embargo, «el género está conectado de forma 
compleja con múltiples sistemas de poder» (Portolés, 2014, p. 215) que deja divisar una 
trasgresión y recodificación del género. El género, como ya se mencionó anteriormente, se ha 
25 
 
utilizado como otra forma de hacer política, en donde las construcciones de género se convierten 
también en construcciones de carácter político, en torno a la re significación y el control. 
En Abu Ghraib, Irak, existe una prisión construida en la década de 1980, que tras la 
invasión de Iraq pasó a ser controlada por los EE. UU. Dicho espacio carcelario estaba dirigida 
por una mujer, la general Janis Karpinski, quién además era la oficial de mayor rango de la 
inteligencia norteamericana en Iraq; la responsable directa de supervisar el estado de los 
detenidos era Barbara Fast, quien era comandante jefe; y Condoleezza Rice era la funcionaria 
responsable de la dirección de la ocupación de Iraq quienes ignoraron, en repetidas ocasiones los 
múltiples informes sobre abusos y torturas en la prisión, hasta que en el 2004 se filtraron a la 
prensa más de doscientas fotografías donde se visibiliza un comportamiento inhumano hacia los 
prisioneros. 
Bajo los marcos de guerra constituyentes se legalizan ciertas dinámicas en este escenario 
bélico. Siguiendo la reflexión de Portolés (2014) es posible afirmar que existió un escrito teórico 
y conceptual, base del material de estudio y lectura por parte de los soldados americanos, en el 
cual se explicaba la mentalidad árabe, especialmente su religión y sus vulnerabilidades sexuales; 
también la idea de que las culturas árabes – aparentemente todas musulmanas- son pre- modernas 
y no aptas para la vida democrática. «Existe ciertamente un componente de género estructural en 
las relaciones entre Occidente y el mundo árabe que se manifiesta en una forma más exacerbada 
en los momentos bélicos» (Ketiti, 2014, p. 123) Así, se crea un prejuicio moral y cultural que 
legitima su pensar y accionar, no solo de los militares, sino de buena parte de los civiles que 
apoyaban la guerra. 
Se ejemplifica, en el caso de la prisión de Abu Ghraib una dominación sexualizada, que 
no ejecuta un verdadero ejercicio de igualdad, sino que permite la desaparición de la frontera 
26 
 
entre lo masculino y lo femenino (social y culturalmente establecido) e instaura una trasgresión 
de género utilizando a las mujeres como señuelos de guerra. Zillah Eisenstein (2008) responde 
que aquí no hay rastro de igualdad de género, tan sólo depravación de género, la mayoría de los 
feminismos del planeta saben que imitar a los hombres no las lleva a ser iguales o libres: 
Estas soldadas7 que ejercen torturas sobre cuerpos masculinos encarnan la opresión 
colonial y cultural acentuada por un potente mensaje opresor de género en un contexto 
cultural donde la superioridad masculina es considerada como un atributo natural. Las 
relaciones de poder de género invertido en esta secuencia no es otra cosa que una forma 
de instrumentalización de las mujeres, en este caso para humillar al enemigo (Ketiti, 
2014, pp. 130). 
Lo que Rayas (2014) define como la dominación sexualizada es parte de la construcción 
ideológica de lo militar. Cualquier guerra exige que los roles tradicionales se mantengan e 
incluso se refuercen, ya que en estas relaciones sostienen la defensa de la nación. De este modo, 
en el momento en que las mujeres pasan -también- a ocupar cargos militares, se plantea un 
mensaje doble: «las mujeres debieron unirse al esfuerzo de guerra como sujetos, desde diversos 
frentes, incluyendo la defensa, pero se mantuvieron presentes, asimismo, como mujeres- cuerpo- 
deseo- objeto, retratadas en el imaginario de maneras varias», lo que H, Höpfl, (2003) llama ‘falo 
metafórico- metaphorical phallus’. 
Aun así, la incorporación de las mujeres en los ejércitos militares generó un cambio en la 
subjetividad de las mismas, debido a que se demostraban a ellas y a la sociedad que pueden 
ocupar con éxito labores fuera del hogar tradicional, imaginario que está motivado por el 
discurso de la igualdad, es decir, que las mujeres ingresen a las mismas lógicas de explotación y 
 
7 Se usará el término «soldadas» aquí y en adelante en lugar de «soldados» con todo el conocimiento de que es 
una trasgresión lingüística del empleo habitual y aceptado por la RAE. 
27 
 
consumo que tienen los hombres, principalmente en el sentido de las competencias laborales. Así 
mismo, se va generando un prototipo –usado especialmente en la publicidad- de las mujeres 
soldadas, donde son mostradas de una manera femenina pero sexualizada como poderosas, 
importantes y sexys, especialmente cuando portaban el uniforme. Sin embargo, esa figura se va 
desvaneciendo con el tiempo, y lo único que queda es una confusión de géneros que oculta la 
condición humana detrás de un uniforme, y la confusión y trasposición de los géneros, «las 
mujeres vueltas soldadas se envuelven en una obediencia más: el padre- ejército es ahora el guía 
y el deber, la mirada omnipresente calificadora.» (Rayas, 2014, p. 243). 
Dentro de estas nuevas dinámicas presentes en los actos bélicos, se ha venido gestando y 
configurando una permutación territorial y subjetiva que se constela con los cambios en la 
modalidad de la guerra y que vulnera el cuerpo de las mujeres. En la concepción de la sociedad 
contemporánea se genera un cambio en el paradigma territorial y el pensamiento de lo que se 
concibe como territorialidad, de esta manera aparece el cuerpo como un escenario de control y 
lucha dentro del componente bélico. En palabras de Segato. (2014): «El grupo de personas que 
co- pertenece a una red particular constituye, en sí mismo, territorio y la población de esa red» 
(p. 168). 
Según M, Foucault. (2002) en la época feudal y la modernidad temprana, la forma del 
gobierno fue la de dominio del territorio. Es decir, el dominio de un lord feudal o rey sobre las 
cosas y personas. En el siglo XVIII surge el gobierno de la población, que consistía en la 
administración de un grupo humano asentado en el territorio, a partir de una contigüidad 
cognitiva en la concepción de los límites del territorio y las mujeres, lo que generó una 
transformación profunda en las concepciones de género y sexualidad para finales del siglo 
XVIII. Luego, durante el XIX surgieron las técnicas disciplinarias y la creación de los sujetos 
28 
 
dóciles; que le dieron paso a la sociedad de control en el siglo XX, atendiendo a los mandatos del 
poder pastoral desde unas prácticas políticas de subjetivación. 
El control de la sociedad, -visto y ejecutado desde el poder como biopoder- se ejerce a 
través de la biopolítica. Es decir, que se gobierna entendiendo a la población como seres 
biológicos. En otras palabras, el poder se ejerce por medio de la gestión de sus cuerpos, se 
conciben redes de cuerpos que pasan a ser el territorio pensado y controlado como un rebaño en 
expansión. Se genera una política de la identidad ligada a los aspectos de pertenencia donde 
todos los lazos se configuran alrededor de la relación entre territorio y población. «Para el efecto 
del paradigma del Bio-poder, la red de los cuerpos pasa a ser territorio, y la territorialidad pasa a 
ser una territorialidad del rebaño en expansión. El territorio, en otras palabras, está dado por los 
cuerpos» (Segato, 2014, p. 181). 
Los cuerpos son el nuevo foco de la gestión y la técnica pastoral, que conduce y produce 
rebaños a través de la producción y el control de subjetividades, «de la concepción y definición 
de lo que sea territorio. Esto tiene un fuerte impacto, por lo tanto, en la posición y el papel del 
cuerpode las mujeres, por ser este ancestralmente, cognitivamente, afín a la idea de territorio» 
(Segato, 2014, p. 184). En el estadio anterior de la sociedad de control, el Estado implementaba 
técnicas pastorales y bio- políticas para producir sujetos dóciles. En la presente transición, las 
organizaciones gestoras propias de las redes poblacionales tienen a su cargo políticas de 
subjetivación, en palabras de Rita Segato (2014): 
Pero lo que la nueva territorialidad introduce es una vuelta de tuerca en esa afinidad, ya 
que el cuerpo se independiza de esa contigüidad y pertenencia a un país conquistado, y 
pasa a constituir, en sí mismo, terreno- territorio de la propia acción bélica. (p. 161). 
29 
 
El cuerpo como espacio y como creación de geografía-territorio, es la primera escala que 
establece la diferencia entre el yo y el otro, diferencia fundamental para configurar el espacio 
personal y la subjetividad. Según Elizondo (2007) hablar de subjetividad implica hablar de 
elección, de libertad. Podría decirse que la subjetividad es el espacio de la representación del ser, 
pero también el lugar donde el individuo toma consciencia de una distancia entre él y el resto del 
mundo, además, acerca de Foucault, para la autora es importante recuperar la tesis que concibe al 
individuo construido a través de un complejo entramado de relaciones de saberes que lo 
circunscriben, que delimitan formas de relacionarse con los otros en las que distintas redes de 
poder y dominación ocultan , con la idea de justificar lugares de sometimiento y control del 
cuerpo, incluyendo la forma de representarse en el mundo. 
A través de un doble proceso de subjetivación sabremos que tenemos un cuerpo igual al 
de otros, pero que dentro de ese cuerpo (como especie) no puedo confundirme con el otro, de 
esta manera aparece lo que Elizondo (2007) denomina triple condición «Un uno indivisible que 
posibilita el sentido de mismidad; un yo ideal, imagen que el espejo devuelve; y un ideal del yo, 
[…] mandato de carácter intergeneracional» (p. 19). Sin embargo, hoy en día esta triada que 
configura la subjetividad consigue estructurarse de forma distinta a partir de las condiciones 
actuales de la sociedad contemporánea. 
 Se genera un nuevo ordenamiento discursivo que instaura una ética de la posibilidad o 
imposibilidad, ante una condición de ‘cuasi-fusión’ entre el yo Ideal e Ideal del yo: lo permitido 
o lo prohibido. En este espacio la palabra no puede encontrarse para hablar, y cuando no se 
encuentra la palabra, el cuerpo habla por ella en tanto ‘todo es lenguaje en el ser humano’. De 
esta manera el cuerpo a través de esa condición de territorio y de lenguaje se convierte en el 
lugar de la experiencia subjetiva. «El poder actúa en este estadio directamente sobre el cuerpo, 
30 
 
[...] es posible decir que los cuerpos, [...] constituyen tanto el campo de batalla de poderes en 
conflicto como el bastidor donde se cuelgan y exhiben las señas de su anexión» (Segato, 2006, p. 
56). En este espacio de discusión y de cambio aparece el cuerpo de las mujeres como escenario 
geográfico, simbólico de lucha y conquista, desde el poder y las nuevas formas- estrategias de la 
guerra. Con todo, es necesario reflexionar acerca de la concepción que se tiene del cuerpo en la 
modernidad, la idea constitutiva de lo que se comprende por corporeidad, y como estas se 
encuentran relacionadas con la configuración de la subjetividad. 
Según Foucault (1980), en su texto microfísica del poder el trabajo de la modernidad ha 
sido disciplinar y moldear la individuación y separación de los cuerpos. Se trata de reforzar los 
mecanismos de control y de poder sobre el individuo aislado para establecer parámetros de 
‘normalidad’ y de imposición de la disciplina. En la modernidad se genera ese cambio, 
innovación y transformación presente en la imagen del cuerpo como vehículo, donde «la 
impostura que expresan o la violación de las normas sociales y culturales se realizan 
considerando al cuerpo como un arma de lucha y un elemento estratégico para la definición de la 
cultura contemporánea» (Sabido, 2013, p. 25) El cuerpo como instrumento de trabajo, el cuerpo 
como fuente de deseo mediante el despertar del potencial infinito que tiene el cuerpo humano. 
En la postmodernidad se ocasiona un quebrantamiento de los marcos referenciales y los 
límites en los que se mueve la cultura y la civilización, generando una crisis de identidad, en 
vista de que se rompen los principios de ‘naturalidad’, la relación entre el cuerpo y el poder se ve 
disminuida, debido a la liberación corporal y la disminución de la disciplina, sin embargo, «el 
poder trata de incidir en las necesidades, los gustos, los deseos, los sueños y las posibilidades de 
los ciudadanos y las sociedades. De diversas maneras, quiere invadir hasta las áreas más 
personales del ser» (Sabido, 2013, p. 32) El poder como una relación de fuerzas debe reconocer 
31 
 
la generación de nuevas y distintas identidades y acciones de la sociedad. En la política corporal 
aparece el deseo que se manifiesta en los movimientos y en la contracultura, esa sensación de ser 
parte de, incluso de tener. 
No obstante, Byung-Chul Han (2014) en su texto Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas 
técnicas de poder, le confiere al poder, directamente el ejercicio de libertad y de comunicación 
ilimitadas, a través del panóptico digital, en donde «la entrega de datos no sucede por coacción, 
sino por una necesidad interna. Ahí reside la eficiencia del panóptico.» A diferencia de lo 
planteado por Foucault, para Han el poder no viene exclusivamente de organizaciones que 
disciplinan el cuerpo y la mente para obtener beneficios, sino del poder inteligente, que se ajusta 
a la psique de forma afirmativa, seductora y con muchas facilidades, coaccionando y sometiendo 
al sujeto. 
Como bien afirma Edward Soja (2008) la producción de la espacialidad o la ‘creación de 
geografías’ comienzan con el cuerpo, con la construcción del sujeto como una entidad espacial 
implicada en una relación compleja con su entorno, desde una mirada sociológica, el cuerpo está 
constituido por el sentido que se le asigna socialmente y por su misma capacidad de producir 
sentido. El cuerpo es entonces, esa superficie donde se inscribe la subjetividad dada a partir de 
esas nuevas formas de subjetivación, para Christophe Dejours (2001) el cuerpo es el soporte de 
la vida y la muerte. El autor habla de dos tipos de cuerpos que conviven en un solo soporte: el 
cuerpo de la biología y el cuerpo erótico. En el cuerpo erótico se puede depositar el origen de la 
subjetividad, como espacio de la experiencia de la subjetivación, lugar en que se incrusta el 
cuerpo en la ‘Dramaturgia pulsional’. 
Bajo esta premisa de la configuración de los cuerpos y subjetividades, ahondaremos en la 
relación que se viene gestando entre el cuerpo y la palabra, ya que, como lo menciona Elizondo, 
32 
 
A. H. (2007) en su texto Cuerpo y subjetividad. ¿Un nuevo ordenamiento social? el sentir 
empieza a desplazar al pensar, al hablar; el cuerpo a cuerpo empieza a reemplazar el lugar que la 
palabra había venido ocupando como instancia de mediación y de subjetivación. ¿Acaso el 
cuerpo habrá de sustituir a la palabra? Para Foucault (2002) el cuerpo es el lugar de la Herkunft, 
es decir, el lugar del origen, de la procedencia, según el autor, en el cuerpo nace el deseo, y a 
partir de esto, este se convierte en el lugar de conflicto, el lugar de los errores y quebrantos. Es 
pues, «el lugar de lucha y de deseo, lugar de escisión del yo. […] es ahí donde se inscribe la 
huella de los sucesos vividos» (Elizondo, 2007, p. 20). 
Ahora vemos el cuerpo hablar y la palabra acallar, Auge (2000) lo describe como una 
condición de ‘cuasi- fusión’ entre el yo Ideal e Ideal del yo, la palabra no puede encontrarse para 
hablar, las pulsiones no satisfechas provocan tensión libidinal, y ello, angustiay la angustia, 
malestar y el malestar requiere hablar, decir, expresarse, y cuando no encuentra la palabra, el 
cuerpo hablará por ella en tanto « El cuerpo mismo, a través de la salud o a través de la 
enfermedad, es lenguaje, el cuerpo es lugar de la experiencia subjetiva» (p. 31) 
Mainetti (2007) En su texto Somatología cultural parafraseando a Marcel Maus, define 
las técnicas del cuerpo como «el arte de utilizar el cuerpo humano o las maneras como los 
hombres, sociedad por sociedad, de una manera tradicional, saben servirse de sus cuerpos» (p. 
137), esto como un acto tradicional y eficaz. Las técnicas del cuerpo permiten también una 
especie de transformación del medio a través de las actitudes y movimientos vitales más 
cotidianos, así sea en la actitud de reposo o los movimientos intencionados. 
En los rituales de interacción dados a partir de los actos cotidianos, tenemos que se le 
atribuyen al cuerpo otros significados, así lo expresa el autor cuando habla del gesto a la 
situación y en como las «relaciones donde dos o más personas comparten y construyen 
33 
 
significados en ‘situación’, la presencia corporal se convierte en un vehículo más para establecer 
‘marcos de sentido’» (p. 123), por lo tanto, marcos de significación e intercambio de símbolos 
significantes que se dan no de forma universal sino situacional, para «provocar reacciones en los 
otros» a través del «cuerpo en situación». 
En el caso de las mujeres y el género, en relación con el cuerpo, Das V (2016) en su texto 
Violencia, cuerpo y lenguaje hace alusión a que en la lamentación –por daños causados directa e 
indirectamente- las mujeres tienen el control, a través del cuerpo y del lenguaje: «el dolor se 
expresa por medio del cuerpo, […] ‘objetivando’ y haciendo presente el estado interno, y 
finalmente se le da un hogar en el lenguaje. […], las transacciones entre el cuerpo y el lenguaje 
traen consigo una expresión de mundo» (p. 13). Es decir, mediante el cuerpo las mujeres logran 
hacerle espacio al lenguaje, y es, a través de este que pueden darles sentido a sus versiones del 
mundo y experiencias. 
Hasta aquí hemos hablado de la percepción que se tiene del cuerpo en la actualidad, su 
relación con la palabra y los procesos de subjetivación. Pero, también es necesario detenerse en 
las categorías de cuerpo y corporeidad. Aunque en muchas ocasiones estos términos son tomados 
como sinónimos, para esta investigación se coincide con McDowell (2000) en diferenciar ambos 
conceptos, al tomar en consideración que la idea de corporeidad no da por sentado el cuerpo 
como una entidad fija y acabada, sino plástica y maleable. Lo que en palabras de la autora 
significa que puede adoptar numerosas formas en distintos momentos, y que tienen también una 
geografía. Desde la corporeidad, podríamos mencionar que tanto los lugares como los aspectos 
sociales, culturales y políticos resultan estratégicos para pensar el cuerpo. Todo esto incide en la 
elaboración de la corporeidad, por eso, para la autora, la corporalidad puede ser vista en términos 
34 
 
de transformación y transgresión, es no pensar el cuerpo por fuera de las prácticas que lo hacen 
posible. 
Fiol, J. E. (2015), en su libro la corposfera Antropo- semiótico de las cartografías del 
cuerpo en la introducción y parafraseando a Fuenmayor (2005) y a Rosales Cuevas (2005) define 
la corporeidad como ‘semiotización del cuerpo’, como ese simulacro de la propia construcción 
del cuerpo, la corporeidad para el autor no es el cuerpo visible sino el sistema organizado de lo 
visible, hablable o pensable y como tal, puede verse su gramática inconsciente con que fue 
construido, tiene que ver con nuestra morfología física y con lo social. 
La hipótesis manejada por el autor para este trabajo y los que siguen es que la 
corporeidad se define a partir de la ‘experiencia’, entendida como un constructo operativo la cual 
se genera en cuatro direcciones: la primera, en los procesos de ‘sensación’ y ‘percepción’; la 
segunda, en la constitución de ‘significaciones’ atribuidas a los insumos sensitivos y perceptivos; 
la tercera, en la constitución de una ‘memoria’; y la cuarta, en la posterior proyección de esa 
‘memoria’ en la ‘interpretación’ de los nuevos procesos sensitivos y perceptivos. Aquí 
encontramos una relación directa entre la corporeidad y los procesos de la memoria, ya que, en 
palabras de la autora, la experiencia no se convierte en un depósito pasivo de información, como 
se interpreta, sino en un proceso de hacerse y rehacerse y principalmente en un fenómeno 
semiótico (significativo) que recurre a la memoria para su elaboración. 
La experiencia se construye en el mundo y desde el cuerpo, y se reconstruye a través de la 
memoria, por lo tanto, la corporeidad es definida gracias a la acumulación de sus experiencias 
como «el conjunto de los imaginarios dinámicos de una sociedad, […] atribuye al cuerpo, 
considerado como un objeto semiótico inserto en un mundo que lo caracteriza, lo significa, y 
[…], el cuerpo, gracias a su riqueza comunicativa, también caracteriza y semiotiza» (Fiol, J. E, 
35 
 
2015, P. 23). La corporeidad significa el cuerpo y este a través del proceso comunicativo lo 
caracteriza a partir de un proceso de doble significación. 
Trabajaremos también en la categoría de corposfera debido a la significación del cuerpo 
en sí mismo y en el conjunto de sus relaciones. La corposfera viene de la semiosfera de Lotman 
(1996), quien la definía como continuum ocupado por formaciones semióticas de diversos tipos y 
que se hallan en diversos niveles de organización. De esta manera la corposfera incluye no solo 
los lenguajes corporales, sino también sus contextos y las relaciones y tensiones que se 
mantienen en y entre estos, y es en el conjunto de esas relaciones y tensiones que el cuerpo crea 
y actualiza en el mundo donde finalmente se da la semiotización. «Es pues, a partir del cuerpo 
/en el cuerpo/ por el cuerpo donde los procesos de semiosis comienzan y finalizan» (Fiol, J. E, 
2015, P. 41). La interrelación entre cuerpo, rito y gesto forman parte de una semiosfera 
autónoma llamada corposfera. En ella los conceptos empleados pueden ser expresados por el 
emisor y reconocidos por el receptor en una situación cultural de comunicación. Esto guarda una 
profunda relación con la corporeidad, ya que la disciplina semiótica del cuerpo tiene como objeto 
de estudio a la corporeidad. 
Cuando se analiza el cuerpo en el estudio de los fenómenos sociales, podemos rescatar 
autores como Pierre Bourdieu, quien recupera para la sociología la temática del cuerpo y 
propone analizarlo como lenguaje, identitario y producto social que se encuentra inserto en la 
dialéctica entre naturaleza y cultura, en su libro la distinción, razones prácticas. Una teoría de la 
acción (1997), principalmente. 
También a autores como Goffman (1978) quien en su libro ritual de la interacción a 
pesar de que hay una teoría explícita sobre el cuerpo, logra evidenciar la presencia y 
participación del cuerpo como un sistema semiótico (sintaxis, semántica y pragmática corpóreas) 
36 
 
que expresa valores constitutivos de la ritualidad y micro- ritualidad social; o Giddens (2014) 
quien en su libro sociología analiza las consecuencias que el cambio social trae sobre el cuerpo, 
su alejamiento respecto a la naturaleza y problemas que implican temas como la alimentación, la 
salud, el envejecimiento y la enfermedad. 
Entonces, la anterior reflexión es necesaria para comprender el cuerpo y su relación con 
la corporeidad y la corposfera en su concepción como creadoras de geografías y territorios, 
especialmente en el campo de batalla, a modo de espacio propicio para inscribir las señas y 
señales de las prácticas bélicas, construidas y fortalecidas desde las dinámicas de la violencia en 
la economía global; y en los espacios de construcción de territorios de paz y de reconstrucción dela memoria. 
El papel y el destino asignado al cuerpo femenino y feminizado en las guerras denotan 
una traslación del propio modelo bélico, se genera un impacto de las nuevas formas de la guerra 
en las vidas de las mujeres. «Desde las guerras tribales hasta las guerras convencionales [...], el 
cuerpo de las mujeres, qua territorio, acompañó el destino de las conquistas y anexiones de las 
comarcas enemigas, inseminados por la violación de los ejércitos de ocupación» (Segato, 2014, 
p. 150) La violencia hacia las mujeres y específicamente la violación, se concibe como sin 
precedente en la historia de los crímenes de guerra., la violencia sexual en los conflictos y 
guerras ha existido siempre, de hecho, ha sido un recurso utilizado desde la antigüedad, sin 
embargo, es un aspecto silenciado en gran medida por la historia, precisamente por el 
androcentrismo. 
En las guerras convencionales del pasado el cuerpo de las mujeres fue incorporado como 
parte del territorio conquistado, en la modernidad y el capitalismo avanzado ha ocurrido una 
transformación de ese antiguo papel del cuerpo femenino y feminizado en las estrategias de la 
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guerra. La variable se presenta porque en el cuerpo de las mujeres existe un carácter profanador 
de lo que debe ser resguardado, se agrede el cuerpo de la mujer pensado como un campo de 
batalla o bastidor de la guerra desde una postura de poder y control, mostrando así, múltiples 
variables dentro de la configuración de la subjetividad tanto de quienes ejercen estos actos de 
dominio y control como de quienes lo reciben. Es así, como se presenta la intersección entre 
guerra y mujeres con el cuerpo desde una mirada de poder y configuración de la subjetividad. 
 
Hay muchas maneras de disolver a un pueblo sin necesidad de recurrir a la aniquilación o 
exterminio sistemático. Para Münkler (2003), los tres pasos de la disolución de un pueblo sin 
genocidio consisten en: 1) la ejecución pública de sus figuras prominentes, 2) la destrucción de 
sus templos, construcciones sagradas y monumentos culturales, y, 3) la violación sistemática y el 
embarazo forzado de sus mujeres. Con esto, menciona el autor, de forma eficaz y «económica» 
se substituye la batalla, de las guerras convencionales, por la masacre de las guerras 
contemporáneas. 
La Comisión para la Eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres en el 
artículo 16 deja constancia de que: «las guerras, los conflictos armados y la ocupación de 
territorios, frecuentemente, traen consigo incremento de prostitución, tráfico de mujeres y asalto 
sexual que requieren protección específica y medidas punitivas.» (CEDAW,1979, p. 3) En 
palabras de Lucia Rayas (2014): la dominación sexualizada es parte de la construcción 
ideológica de lo militar. 
Además, distintas culturas se han caracterizado por combinar violencia con erotismo y 
sexualidad. La prueba más significativa de ello se da a través del lenguaje, específicamente en 
los préstamos lingüísticos. Tenemos, por ejemplo, las palabras «conquista» y «violación» que se 
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aplican en la sexualidad y en la guerra. Esta combinación, lo que permite es la naturalización y 
sexualización de la guerra, denotando todos los cánones de los ejercicios comportamentales 
binarios de los géneros; tal como se vio en la primera guerra mundial cuando la prensa hablaba 
libre y abiertamente de la ‘violación’ a Bélgica y cuando hacían referencia a que el arma de 
soldado era su ‘novia o amante’. 
 Desde los últimos años del siglo XX en las guerras se ha venido avanzando de manera 
significativa en la implementación de la tecnología aérea, que afecta e interviene directamente 
con las lógicas bélicas terrestres. El aire es garantía de muchas victorias y avances para quienes 
disponen de la financiación y la tecnología, ya que permite asegurarles el mínimo de bajas; y en 
la tierra, se da la continuidad de todo aquello que pasa en los cielos. Primeramente, con masas de 
población desplazada que deambulan por la tierra e intentan cruzar tierras y océanos, sin ninguna 
protección, buscando refugio, y; segundamente, con acciones de cuerpo a cuerpo entre las que se 
inscribe la violación. En otras palabras, se configuran dos tipos de distancias en el accionar 
bélico, «la aérea donde el enemigo ni se ve [...] y la terrestre donde se libra el cuerpo a cuerpo, 
siendo el caso extremo de este cuerpo a cuerpo la violación: la expresión de la violencia a través 
del sexo» (González, 2014, p. 61) La violación es un fenómeno bélico de tierra, que guarda 
estrecha relación con las lógicas del aire. 
En cualquier caso, tal como lo menciona el secretario de las Naciones Unidas en un 
informe realizado en el 2013 dirigido al Consejo de Seguridad sobre la protección de los civiles 
en los conflictos armados actuales: lo que interesa resaltar aquí es que la tecnología facilita que 
una de las partes se distancie cada vez más del campo de batalla, con la consiguiente reducción 
de la posibilidad de entablar un combate directo, por lo que es posible que las partes 
tecnológicamente inferiores recurran cada vez más a estrategias encaminadas a hacer daño a los 
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civiles, que son los blancos más accesibles. A partir de esta distancia se visibiliza ese accionar 
militar pensando y financiado para la destrucción de los pueblos o naciones, posibilitando o no 
las acciones cuerpo a cuerpo, entre esos, los ataques y vejaciones a las mujeres, sus vidas y 
cuerpos. (p. 2-3) 
 En los precedentes que se tienen acerca del uso y sentido del cuerpo de las mujeres 
–específicamente en época de guerra o conflicto-, la violación es vista y reconocida como 
descanso o recompensa de los soldados por su valiente y heroica misión en el campo de batalla, 
así se expresa desde un principio bíblico: 
13 luego que Jehová tu Dios la entregare en tu mano, herirás á todo varón suyo á filo de 
espada.14 Solamente las mujeres y los niños, y los animales, y todo lo que hubiere en la 
ciudad, todos sus despojos, tomarás para ti: y comerás del despojo de tus enemigos, los 
cuales Jehová tu Dios te entregó.15 Así harás a todas las ciudades que estuvieren muy 
lejos de ti, que no fueren de las ciudades de estas gentes. (Reina Valera Antigua, 
Deuteronomio 20:13, 2021) 
También en distintas obras literarias, como la Ilíada en el libro I y II, los 
comportamientos sociales y culturales pertenecientes a distintas épocas, por ejemplo, en la Edad 
Media, donde las violaciones eran permitidas, pero no ordenadas. Gonzáles, A. (2014) en su 
texto El quebranto del silencio: la violación como arma de guerra parafraseando a K, Askin, 
(1997) realiza el siguiente recuento, con la intención de dar a conocer cómo era entendida y 
justificada la violación para las personas que estaban detrás de todo el accionar bélico: 
Era asunto consentido para el desahogo sexual de los varones combatientes a lo que 
Stalin se refería con la siguiente pregunta: «¿No pueden entender esto (la violación de 
mujeres) si un soldado que ha cruzado miles de kilómetros a sangre y fuego se ha 
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divertido o tomado un respiro con una mujer?» o Goebbels: «el hombre debe ser 
entrenado para la guerra, la mujer para esparcimiento del guerrero. También el general 
japonés Okabe Nausaburo entre las estrategias de la guerra consideraba vital «establecer 
facilidades para el confort sexual tan pronto como sea posible» (p. 41) 
Asimismo, a finales del siglo XX en los diferentes conflictos de carácter étnico, tribal y 
convencional, se instauró la violación como mecanismo para destruir a una etnia y de esta 
manera ganar la guerra. «Cuando las guerras se libran entre etnias se sube un peldaño en la 
violencia hacia las mujeres, dado que las mujeres juegan un papel importante en el 
mantenimiento de la etnia y de la nacionalidad» (González, 2014, p. 54). Se viola a las mujeres 
porque ellas representan ese grupo fundamental de conservación de los valoresétnicos, son ellas 
las reproductoras de las fronteras de los grupos, «las fronteras geográficas marcan los límites de 
los territorios, destruir esas fronteras es conquistar territorio enemigo». Si conquistan los cuerpos 
de las mujeres están borrando los límites de esas fronteras, y tomando el control de la 
comunidad, la sexualidad, la vida y el honor; se convierte, entonces, el cuerpo de las mujeres en 
ese elemento indiscutible a vencer para conseguir la victoria. 
Es decir, el soporte de los crímenes en las guerras es el cuerpo de las mujeres, bien sea 
con la intención de profanar lo sagrado, de destruir la base de un grupo atacando desde la 
planeación y activación de los marcos de guerra su base religiosa, étnica, nacional, barrial, 
comunitaria, etc. Por ejemplo, «En los conflictos de Iraq, Siria y Libia los abusos sexuales, las 
vejaciones y la violación constituyen un arma de guerra que todas las fracciones armadas 
enfrentadas utilizan de forma sistemática.» Según «el pene llega a ser visto como un arma de 
guerra en una realidad logística de personas no combatientes, desarmadas, cercadas y 
prisioneras». (Ketiti, 2014, p. 115) 
41 
 
En el informe publicado en agosto de 2013, la Comisión Internacional Independiente de 
Investigación sobre Siria (COI) afirma que: la violencia sexual ha jugado un papel destacado en 
el conflicto. Estas violaciones se producen en los puestos de control militar de las facciones 
enfrentadas y en las cárceles de todo el país. Igual que ocurre en Iraq y Libia, las mujeres sirias 
son rehenes de las facciones enfrentadas y están siendo utilizadas por todas ellas como 
instrumento de venganza para castigar al adversario. 
Gran parte de esto se dio hasta finales del siglo XX, pero ¿qué rumbo toma la violación 
como arma de guerra en el siglo XXI? A pesar de que la guerra siempre trajo consigo el permiso 
y la aprobación para violar, «solo hasta principios de este siglo no se planteó y se entendió como 
asunto de política y derecho internacional, también hubo que esperar hasta entonces para oír la 
expresión «violación como arma de guerra» (González, 2014, p. 42) Hay una trasformación de la 
guerra, una especie de mutación dada gracias a la ampliación de la economía y el mercado 
global, la modernidad tardía, los ciclos críticos de capitalismo, la profunda inestabilidad política 
en América Latina y el mundo, la decadencia de la democracia, y la porosidad del estado y el 
territorio; donde el cuerpo de las mujeres pasa de una posición marginal a una central. 
Hay un cambio dentro del accionar bélico que realiza una configuración en la concepción 
del cuerpo de la mujer y de la violación como arma de guerra. La violación deja de entenderse y 
de llamarse como un daño colateral, -expresión que corresponde a una eufemismo- desde las 
dinámicas del descanso, el desahogo y la recompensa; y pasa a ser estrategia y técnica de la 
guerra, una tarea específica que “debe” cumplir del soldado. Lo nuevo no es que violen los 
cuerpos de las mujeres, lo nuevo es que haya una orden directa a los soldados para violar, lo 
nuevo, realmente es la planificación: seguimiento de órdenes. Tal como lo indica Gonzáles, A. 
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(2014) haciendo alusión a la guerra comprendida como una y sin partes: la violación en guerra 
bajo órdenes introduce una matización importante al acto de violación: la obligación. 
Para Segato (2014) la violación, -toda violación que se encuentre enmarcada en las 
guerras y conflictos-, no es una anomalía de un sujeto solitario, es un mensaje de poder y 
apropiación pronunciado en sociedad. Para ella, la finalidad de esta crueldad no es instrumental, 
los cuerpos de las mujeres son cuerpos vulnerables en el nuevo escenario bélico, que no están 
siendo forzados para la entrega de un servicio, sino que hay una estrategia dirigida a algo mucho 
más central, una pedagogía de la crueldad en torno a la cual gravita todo el edificio del poder y el 
control. 
Hasta hace muy poco se empezó a hablar y visibilizar la violación a varones – soldados y 
civiles- en contextos de conflicto y guerra, aspecto que es importante mencionar ya que instituye 
no una trasgresión de género, como lo veíamos arriba con el accionar de las soldadas en las 
guerras, sino una pedagogía de la feminidad, puesto que cuando se viola tanto a una mujer como 
un hombre la intención es su feminización. Así lo expresa Sánchez, C. (2014) en su texto sobre 
el mal y las violaciones masivas contra las mujeres cuando hace mención acerca de la violencia 
a la que se puede estar sometida por pertenecer al género femenino, o en el caso de las 
violaciones a hombres, como estrategia de «feminización». A esa pertenencia a una identidad de 
género, se añade la identidad étnica, religiosa o militancia política en su caso, pero el hecho de 
ser mujer aparece como detonante principal de esa violencia. 
El ejercicio pensando desde la pedagogía de la feminidad reproduce esa matriz binaria de 
género a través del desplazamiento de la posición femenina, «la violación de las mujeres es 
también su destitución y condena a la posición femenina, a clausura en esa posición como su 
destino, el destino del cuerpo victimizado, reducido, sometido. La pedagogía de la feminidad 
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como sometimiento se produce allí.» (Segato, 2014, p. 136) También, se alcanza la reproducción 
de esa matriz binaria de opresores y oprimidos, dominadores y dominados, relacionada 
estrechamente con la estructuración de las nociones de género. 
Münkler (2003) considera posible afirmar que se trata de una violencia calculada y 
premeditada que forma parte de una estrategia militar, y que es independiente de los patrones 
tradicionales de comportamiento. Es decir, para Münkler no se trata de una «costumbre» que se 
abre camino en la escena bélica, sino un comportamiento militar planificado. 
En distintas entrevistas y testimonios recogidos por Stiglmayer Alexandra (1994) en su 
libro Mass Rape. The War against Women in bosnia- Herzegovina, donde logra vislumbrar el 
alcance de esta tarea, en tanto orden y cumplimento de la misma, la frase de un oficial que al 
llegar a un campo les dijo a sus subordinados: «no os preocupéis, estas chicas ya han sido 
violadas». «Se les ahorraba a los soldados el «trabajo de violar». Se genera, entonces, otra tarea 
para los soldados, además de asesinar, destruir e incendiar en nombre de una nación, patria, tribu 
o pueblo. La agresión sexual ya no es un complemento o daño colateral de la guerra. En el 
margen de la renovación de las estrategias bélicas y de la configuración de la subjetividad, la 
agresión y la dominación se convierten en un arma de guerra central, en un acto único de 
dominación física y moral, pensada y liderada desde la crueldad y la letalidad, como una forma 
simultánea de daño letal. «La violación sería el acto de soberanía total en cuanto control del 
territorio y del cuerpo de las mujeres, control irrestricto, voluntad soberana, [...] cuya condición 
de posibilidad es la erradicación de la potencia de estos como índice de alteridad y subjetividad 
alternativa» (Gonzáles, 2014, p. 65) Es una verdadera arma de guerra porque forma parte del 
foco de esta, ya que existen órdenes explicitas de violar, así pues, si la guerra es una, la violación 
también lo es, y no tiene partes. 
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Dentro de las dinámicas de la guerra, se entiende el cuerpo de las mujeres como campo 
de batalla, y a la violación como núcleo de la guerra, bien sea como recompensa o tarea. Es por 
esto que la violación y la violencia sexual practicadas como arma de guerra y de control sobre 
los territorios y los cuerpos femeninos y feminizados, han sido incorporadas de manera paulatina 
a la legislación sobre crímenes de guerra, genocidio y lesa humanidad; especialmente durante y 
después de las guerras llevadas a cabo en la antigua Yugoslavia y en Rwanda, lugares donde 
emerge este accionar bélico. Sin embargo, es primordial

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