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Temas de la Historia de México y de América María del Rosario Rodríguez Díaz (coordinadora) Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Instituto de Investigaciones Históricas Morelia, Michoacán Este libro fue evaluado por pares académicas entre los meses de noviembre del 2017 y febrero del 2018 a solicitud del Consejo Editorial del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, entidad que resguarda los dictámenes correspondientes. Temas de la Historia de México y de América. María del Rosario Rodríguez Díaz (coordinadora) Primera edición 2018 ISBN: 978-607-542-025-7 © Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Instituto de Investigaciones Históricas Edificio C-1, Área de Institutos, Ciudad Universitaria Av. Francisco J. Múgica S/N, Villa Universidad 58030, Morelia, Michoacán, México cpiih@umich.mx Diseño y formación editorial y portada: Silvia Elizabeth Contreras Carranza Cuidado Editorial: Claudia González Gómez y Eugenio Mejía Zavala Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito del titular, en términos de la Ley Federal de Derechos de Autor, y en su caso, de los trata- dos internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición, se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico Índice Presentación 7 Marco Antonio Landavazo 15 Educación y humanismo en Vasco de Quiroga Ángel Rafael Almarza Villalobos 41 Relaciones y contactos insurgentes entre caraqueños y porteños en el contexto de las independencias de Venezuela y de las Provincias Unidas de Sud-América, 1811-1819 Francisco Alejandro García Naranjo 71 Los conservadores chilenos y el “liberalismo de mala ley” en el orbe católico a finales del siglo xix Lisette Griselda Rivera Reynaldos 109 Médicos y prostitución. Propuestas reglamentaris- tas y práctica sanitaria en la ciudad de Morelia, 1877-1897 María del Rosario Rodríguez Díaz 135 Joaquín D. Casasús y William Buchanan: dos agentes del panamericanismo 1901-1906 Índice Presentación 7 Marco Antonio Landavazo 15 Educación y humanismo en Vasco de Quiroga Ángel Rafael Almarza Villalobos 41 Relaciones y contactos insurgentes entre caraqueños y porteños en el contexto de las independencias de Venezuela y de las Provincias Unidas de Sud-América, 1811-1819 Francisco Alejandro García Naranjo 71 Los conservadores chilenos y el “liberalismo de mala ley” en el orbe católico a finales del siglo xix Lisette Griselda Rivera Reynaldos 109 Médicos y prostitución. Propuestas reglamentaris- tas y práctica sanitaria en la ciudad de Morelia, 1877-1897 María del Rosario Rodríguez Díaz 135 Joaquín D. Casasús y William Buchanan: dos agentes del panamericanismo 1901-1906 Claudia González Gómez 161 Camino al exilio: el paso de Porfirio Díaz por La Habana Carmen Alicia Dávila Munguía 185 Said Nasser: familia y negocios de un libanés en México Fabián Herrera León 225 Violencia y legitimidad en torno al conflicto amazónico de Leticia (1932-1935) Miguel Ángel Urrego Ardila 249 Derechas, extrema derecha y paramilitarismo en Colombia Dení Trejo Barajas 279 Investigando los puertos del golfo de California: un análisis de mi práctica historiadora 249 DERECHAS, EXTREMA DERECHA Y PARAMILITARISMO EN COLOMBIA Miguel Ángel Urrego Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus parpados examinan a los hijos de los hombres Jehová prueba al justo Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece. Sobre los malos hará llover calamidades; Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos. Porque Jehová es justo, y ama la justicia. Salmo, 11, 5-7 Hacer un análisis de la extrema derecha y del paramilita- rismo en la Colombia actual requiere a nuestro juicio de un estudio que combine interpretaciones de larga, mediana y corta duración, pues aunque se puede datar la aparición de fenómeno paramilitar con cierta precisión es necesario considerar que ésta opción no es resultado exclusivo de una manera de afrontar la violencia insurgente por parte de ciertos sectores sino que obedece también a una forma en que las elites han concebido al contrario desde el siglo xix. De igual forma el rechazo a los actuales procesos de paz no reside únicamente en una crítica a unas aparentes conce- siones desmedidas a la insurgencia sino en la prolongación de lógicas de la guerra de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx empleadas en Colombia.1 Finalmente el auge de la 1 El denominado Centro Democrático, que agrupa a las fuerzas que siguen al expresidente Álvaro Uribe Vélez, y sectores de las iglesias pro- testantes, en nombre del rechazo a la ideología de igualdad de género, son los principales voceros de la lucha contra el proceso de paz en Co- lombia. Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo xx estalló en Colombia La Violencia, identificada con mayúsculas, que caracteriza 250 Miguel Ángel Urrego Ardila extrema derecha tiene relación con la lógica de la acumu- lación del capital y la crisis más reciente del capitalismo. Partimos del punto de vista de que la extrema derecha se identifica en el caso colombiano por el uso de todo tipo de violencia contra el contrincante aunque paradójicamente acepta las “normas de la democracia”, se define por ser an- ticomunista, políticamente conservador e inclinado por la versión más ultramontana del catolicismo. Por su parte el paramilitarismo articuló a capos del narcotráfico con sec- tores de la burguesía, las fuerzas armadas y propietarios dispuestos a desatar una cruel violencia para “proteger al país” de la amenaza insurgente.2 Partimos de la hipótesis de que la burguesía colom- biana se unió en torno a la solución militar al fracasar el proceso de paz que impulsaba el gobierno de Andrés Pas- trana (1998-2002). A pesar del respaldo unánime en aquel entonces a los diálogos con las Fuerzas Armadas Revolucio- narias de Colombia (FARC), la enorme zona de distención concedida a la guerrilla y a que el acercamiento guerrilla Estado tenía el respaldo de Estados Unidos, las FARC dila- pidaron la posibilidad del acuerdo por exceder sus preten- siones, mantener el secuestro y el terrorismo y por continuar con la táctica de crecer militarmente mientras se dialogaba. El rechazo generalizado a los desmanes de la guerrilla sirvió para que tanto Estados Unidos como sectores de la burgue- sía demandaran el fortalecimiento de la opción militar por lo que por primera vez en la historia reciente de Colombia el enfrentamiento entre liberales y conservadores en los campos de Co- lombia. Un estudio que recoge las principales interpretaciones sobre La Violencia es el de Sánchez, Pasado y presente de la Violencia en Colombia. 2 La bibliografía sobre el paramilitarismo es bastante extensa, considé- rese a manera de ejemplo Ronderos, Guerras recicladas. Una historia perio- dística del paramilitarismo en Colombia. Una síntesis de las diversas hipótesis explicativas del fenómeno paramilitar en Castillo Jiménez, “El parami- litarismo en Colombia a través de la revista Semana (1988-2002)”. 251 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia se dotó a las fuerzas armadas de los recursos técnicos y eco- nómicos para afrontar el conflicto interno.3 Pero aún más, los sectores que había alimentado el paramilitarismo encon- traron a un sector político que abiertamente podía repre- sentarlos y, lo más importante, se convirtió rápidamente en una opción de poder. El encuentro de Álvaro Uribe Vélez y el paramilitarismo permitieron el triunfo en las elecciones de 2002 y la reelección de 2006 y de allí se pasó al control del congreso, con lo que evidentemente la opción de extre- ma derecha se hizo dominante.4 Dado el control territorial y político logrado por el paramilitarismo la extrema derecha pudoconsolidarse en gran parte del país aprovechando el desprecio de la pobla- ción a los desmanes de la guerrilla logrando una legitimidad a la opción de guerra total. El desprecio de los colombianos al secuestro y la extorción que ejercía la insurgencia fue en- tonces cooptado y puesto al servicio del proyecto uribista que además logró avances innegables en el terreno militar. El repudio a las acciones de la guerrilla es lo que explica que escándalos de corrupción de la casi totalidad del estable- cimiento uribista, los nexos de políticos con paramilitares, el uso de los cuerpos de seguridad, especialmente del De- partamento Administrativo de Seguridad (DAS) (adscrito directamente a la presidencia) para justiciar dirigentes po- 3 El apoyo estadounidense se conoció como “Plan Colombia” y per- mitió, por primera vez, la profesionalización de las Fuerzas Armadas. Todos los documentos oficiales relativos a este Plan se encuentra en la página http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/plan/ 4 El encuentro según algunos periodistas y académicos se inició a co- mienzos de los años noventa cuando se creó el grupo denominado “Los 12 apóstoles”, donde tuvo un papel estacado el hermano de Álvaro Uri- be Vélez. A partir de este grupo evolucionaría el fenómeno del parami- litarismo. Uno de los textos que explican la constitución del grupo y que se basan en el relato de uno de los protagonistas en Behar, El clan de los doce apóstoles: conversaciones con el Mayor Juan Carlos Meneses. 252 Miguel Ángel Urrego Ardila pulares y el millar de “falsos positivos”, que hubiesen lleva- do a la cárcel en cualquier país del mundo al presidente, le fueron “perdonados” a Uribe por la población, es decir no mermaron en nada su capital político. 5 Sin embargo, estos escándalos fragmentaron a la bur- guesía y al final del segundo gobierno de Uribe un sector buscó romper con los sectores de extrema derecha vincu- lados al paramilitarismo. De tal sector surgió la candida- tura de Juan Manuel Santos (2010-2018) y ello explica la enemistad y los permanentes choques entre Santos y Uribe, especialmente en el tema de la paz.6 El sector uribista ha venido consiguiendo legitimidad y “limpiando” su pasado con la incorporación de sectores mayoritarios del Partido Conservador y de las iglesias pro- testantes, que en su afán de rechazar la “ideología de géne- ro” y los acuerdos de paz han venido trabajando unidos en los últimos años. Ello explica por qué ganaron en el plebisci- to que debería sustentar los acuerdos de paz entre las FARC y el gobierno de Santos.7 5 El círculo de colaboradores más cercanos a Uribe –debido a su parti- cipación en el paramilitarismo y/o escándalos de corrupción– los lleva- ron a la cárcel, a huir del país o aun hoy esperan juicios, véase a manera de ejemplo el artículo “Las batallas perdidas del uribismo en la justicia El círculo más estrecho de aliados del uribismo está investigado o se encuentra detenido” en El Tiempo, Bogotá, 19 de abril de 2015, véase la versión electrónica en http://www.eltiempo.com/archivo/documen- to/CMS-15593157 6 Ni siquiera la intermediación del papa Francisco pudo evitar el en- frentamiento entre Uribe y el presidente Santos, diferencias que se am- pliaron notablemente a raíz del permanente saboteo de Uribe al pro- ceso de paz. 7 La explicación del triunfo del no en el plebiscito se pueden encon- trar en el rechazo histórico a las FARC, la acción de las iglesias pro- testantes, la intimidación, las mentiras y las calumnias de la campaña del Centro Democrático de Uribe Vélez. Una síntesis de todos estos factores en la separata “Plebiscito por la paz” de la revista Semana, Bo- 253 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia Creemos sin embargo necesario explicar la perma- nencia de la opción de extrema derecha en Colombia y especialmente del proyecto uribista –que gobernó el país por cerca de diez años, triunfó en el plebiscito que debía ratificar los acuerdos de paz y el hecho de que cuentan con las condiciones para el retorno al poder en las elecciones de 2018– a partir de un esquema que ubique una trama de la cultura política de la larga duración con fenómenos como la violencia de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx; el conflicto interno; y con expresiones como la del narcotráfi- co y el paramilitarimo. La larga duración: el entramado de una cultura política que concibe la aniquilación del contrario La política es también la continuidad de la cultura por otras vías. Los proyectos políticos que emergen en una sociedad son la expresión de sus tensiones, de sus virtudes y de sus de- monios. De manera que el uribismo debe permitirnos pre- guntar sobre sus vínculos con la cultura nacional, con la cul- tura política. Creemos que el uribismo es la confluencia del conservatismo, una mentalidad rural en permanente estado de guerra y los valores de la mafia. El conservatismo colombiano, que desde la Hegemo- nía Conservadora (1880-1930) erigió un proyecto alimenta- do por una visión fundamentalista del catolicismo -al punto de que el liberalismo fue considerado un pecado-, fundó una idea de nación excluyente en la que matar al contrario –el bendecir armas con las que se iban a matar liberales– era le- gítimo sin que el uso de tales argumentos generaran conflic- tos morales. El bipartidismo inventó a lo largo de las nueve grandes guerras civiles del siglo xix el boleteo (la amenaza gotá, versión electrónica en http://www.semana.com/noticias/plebis- cito-por-la-paz/104205 254 Miguel Ángel Urrego Ardila anónima a través de un papel o “boleta”), la decapitación (corte de franela), el asesinato selectivo y la acción de los si- carios (denominados “pájaros” en la Violencia de mediados del siglo xx); y el desmembramiento de los cuerpos -aunque las victimas aún estuviesen vivas-; la violación de mujeres; la incorporación de niños a los ejércitos; los desplazamientos masivos; y las masacres. Lo que es más grave instituyó una pretensión similar a la de la limpieza étnica, la ausencia to- tal del considerado –real o imaginario– contrario, aunque éste se arrepienta, se reinserte o firme la paz.8 Por ello en la historia política del siglo xix y xx se encontraban pueblos y departamento que difícilmente cambiaban su color político, su identidad con un partido político (Liberal o Conserva- dor) ha sido muy difícil de cambiar. Un siglo, el xix, en el que hacer la guerra fue un re- curso legítimo y otro, el xx, en el que descuartizar y limpiar la tierra de los rastros del contrario –repetimos real o ima- ginario– alimentaron representaciones en las que sencilla- mente es “necesario” impedirle al opositor su accionar y por ello se busca su aniquilación total. El proyecto de ex- trema derecha simplemente ha repetido la promesa de la matriz simbólica del imaginario nacional: limpiar la tierra, purificarla de la presencia del otro. Por ello la fascinación del pueblo colombiano con el paramilitarismo y especial- mente con el uribismo, con un autoritarismo que tienen la “virtud” de construir un enemigo y el desplegar contra él todos los métodos, legales e ilegales. Lo particular es que en dicha construcción del contrario se incluyen a todos los que no acepten el camino establecido por el líder, en este caso por Uribe. No resulta extraño que el expresidente perma- nentemente señalara a los opositores de tener vínculos con 8 Una de las modalidades que la extrema derecha ha encontrado para sabotear el proceso de paz es el asesinato de dirigentes populares en todo el país. 255 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia la guerrilla y que bajo el uribismo fuesen posibles los “falsos positivos”, la cima moral de un régimen. El que los “falsos positivos” se vean simplemente como conductas individuales y no como la materialización de una razón de Estado constituye no solamente la mayor de las per- versiones sino el ocultamiento de una responsabilidad sobre el origen de una política, quecomo todo en el uribismo pue- de ser explicada como una calumnia de la oposición o como un costo que se debe pagar para alcanzar la paz.9 Esta situación no es nueva en la historia. Los crímenes del fascismo no fueron solamente cometidos por la mano de Hitler. Un gran sector el pueblo alemán defendió al tirano en el camino al apocalipsis, recordemos que el fascismo fue un proyecto con respaldo popular y que la gente “decente” lo acompañó. De manera que la razón de la mayoría no se puede invocar como razón de la conveniencia ni de un ré- gimen ni de su reelección. La “democracia” también puede ser un crimen de la mayoría. La larga duración en el capitalismo La polémica sobre la violencia tiene una larga tradición y fácilmente uno pude inclinarse por explicaciones bioló- gicas o psicológicas y culminar afirmando que se trata de un rasgo básico de la especie. Este tipo de aproximaciones por el momento no nos interesa abordarlas y preferimos inclinarnos por una aproximación histórica y a la luz del proceso del surgimiento y consolidación del capitalismo. Diríamos en principio que una mirada de larga perspectiva histórica, de al menos siete siglos, en la historia de Occi- dente se ha producido un desplazamiento –con la excep- 9 La cercanía del próximo debate electoral ha motivado a Uribe ha pedir “perdón” al grupo de madres de Soacha, una localidad cercana a Bogotá muy golpeada por los “falsos positivos”, por la desaparición de sus hijos, casi una década después de haberse producido las denuncias. 256 Miguel Ángel Urrego Ardila ción de las guerras– de la violencia de la cotidianidad de las personas a las naciones. Dicho de otra manera, del horror de la violencia cotidiana durante el feudalismo hemos pa- sado a una “paz urbana” que lentamente ha venido avan- zando a partir del siglo xvi.10 Los especialistas en la historia de los delitos, del crimen, muestran que en Europa éstos han tendido a reducirse y las diferentes tasas así lo demues- tran. La violencia tiende a debilitarse en la vida cotidiana, cierto, pero se encauza, y queremos resaltar este concepto, a fines “trascendentales” como las causas “nacionales” o fines “superiores”, de allí que se legitime la violencia que ejercen fuerza irregulares ligadas a los imperios, piratas o mercenarios, y se concentre y se legitime con los imperios y, especialmente con Napoleón Bonaparte, en los ejércitos nacionales.11 Por otra parte la violencia se normatiza –se regula– y se convierte en el objetivo de una política estatal con el capitalismo, por ello no resulta extraño que el Esta- do establezca una hegemonía de la violencia, de las armas, y de los castigos y la justicia. Pero el fenómeno más importante para nuestra expli- cación es que la violencia se convierte en un instrumento económico, en fuerza que permite la acumulación de ca- pital a través del despojo del trabajo vivo, en instancia de regulación de los imperios coloniales y en el mecanismo de distribución de los mercados. Por ello se produce un despla- zamiento de la justificación de los medios a la justificación de los fines. El capitalismo canaliza la violencia individual, que no contribuye al orden político ni económico, pero la permite, la legítima en todo su horror, si ésta contribuye a la acumulación de capital. No resulta extraño que la guerra sea un instrumento para apropiarse de mercados, definir 10 Una historia de la violencia en Occidente en Muchembled, A History of Violence, From the End of Middles Ages to the Present. 11 BenJaMín, Para una crítica de la violencia y otros ensayos. 257 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia áreas de influencia de los imperios o de regulación de los mercados y, recientemente, en vía para “sanear” crisis eco- nómicas. Marx describe con lujo de detalles la violencia de la acumulación originaria, en especial como los campesinos son despojados de sus propiedades, expulsados de las tie- rras sin otra opción que el vagabundaje, y cómo a la vez comienza a castigarse severamente, incluso con la muerte, a la gente sin oficio declarado. Luego explica cómo se es- tablecen los topes salariales y finalmente la incorporación masiva de mujeres y niños a la producción en las condicio- nes más miserables.12 Por supuesto, el robo y la piratería y cualquier otro tipo de empresa criminal hicieron parte de la denominada acumulación de capital. El colonialis- mo, por supuesto, también es mencionado en el balance de Marx y su secuela de genocidio de pueblos enteros. Pero donde encuentra la mayor violencia es en la pretensión de que el salario puede comprar la fuerza de trabajo. Explica que algo “muerto”, el capital, se apropia de vida, del trabajo humano o del trabajo “vivo”, para ge- nerar plusvalía. Por ello, por alto que sea el salario jamás podrá ser una compra justa de la fuerza de trabajo ni impe- dir que su propósito sea el aumento de la tasa de ganancia.13 A pesar de caracterizar esta violencia como caracte- rística e inherente al capitalismo, consideramos igualmente que éste emplea otros tipos de violencia a lo largo de los procesos que permitieron su consolidación, especialmente a partir del siglo xix y hasta la actualidad, y por ello exis- te un tejido que vincula diferentes violencias alrededor de estrategias para la apropiación del trabajo y de la aniqui- 12 MaRx, “La acumulación originaria de capital” en El Capital. 13 Un análisis de la explicación dada por Enrique Dussel sobre el par- ticular es desarrollada por Bautista, ¿Qué significa pensar desde América La- tina?, capítulo 1. 258 Miguel Ángel Urrego Ardila lación de la naturaleza. Dicho de otra manera, las diversas formas que puede adquirir la violencia, sea individual o co- lectiva, se convierten en instrumentos de realización de la ganancia, son formas de incrementar el capital. La mafia, el mercado de armas, el narcotráfico o el tráfico de seres humanos son parte de las formas de incrementar las ga- nancias. De igual forma el uso de las innovaciones tecnoló- gicas y la ciencia son puestas al servició de ampliar las tasas de plusvalía. Es tan grave el deterioro que el ambientalismo se convierte en una forma de resistencia al capitalismo. Lo que sucede en Colombia con la acción de los carte- les no es una anomalía del capitalismo ni una perversión de un pueblo inclinado a la violencia ni resultado de la pobreza. Es, por el contrario, el lugar que ocupa en la división interna- cional del trabajo. La explicación de la crisis del capitalismo y el proyecto hegemónico de George Bush. La etapa más reciente del capitalismo, la globalización neoliberal, ha definido varios lugares estratégicos donde se realiza la acumulación de capital. Hablamos de la especu- lación financiera, las grandes ganancias en las telecomuni- caciones y, por supuesto, las actividades mafiosas. Marx decía que el capitalista era capaz de vender la soga con la que lo ahorcarían si en ello encontraba ganan- cia. La etapa reciente del desarrollo del capitalismo, con la que se ha intentado la superación de la crisis de la década del setenta, ha acentuado este rasgo y ha llevado a con- vertir los negocios ilícitos en una de las formas preferidas de acumulación de capital. Dicho de manera precisa: el capitalismo es cada vez más mafioso. Hagamos un rápido recuento de algunos hechos. 259 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia La guerra, se sabe, constituye una palanca de reac- tivación de la economía y, naturalmente, instrumento de control sobre los recursos naturales no renovables, como los hidrocarburos. La invasión a Irak, en la que se aven- turó George Bush con el ridículo argumento de que éste país poseía armas de destrucción masiva, se concibió para evitar la recesión en Estados Unidos –que ya se avizoraba a finales de los noventa– y, obviamente, para controlar los yacimientos petroleros iraquíes, hecho reconocido por Alen Greenspan ex secretario del tesoro. Junto a la guerra, el capitalismoha encontrado que las actividades ilícitas generan unas altas tasas de ganancias y una relativa baja inversión inicial. El contrabando se en- cuentra entre los negocios más lucrativos del mundo y es la vía para la legalización de dineros provenientes del tráfico de armas y drogas. Aunque con él se destruya la producción local de los países del Tercer Mundo y se acentúe el peso de la economía informal, los grupos dedicados a esta actividad se incrustan en las estructuras de poder local y nacional y construyen redes que articulan Asia con América Latina, y triangulan las acciones delictivas, la política y la especula- ción financiera. De manera que entre la ganancia mafiosa y la legalización a través de las bolsas y los bancos sólo hay un paso. El capitalismo ha hecho de los niños y las mujeres del Tercer Mundo, especialmente de Asia y América Latina, una mercancía y ha elevado la prostitución y la trata de per- sonas a la categoría de industria. Hoy es uno de los negocios más rentables, comparable con el narcotráfico, y del cual se alimentan los grandes grupos de poder. El tráfico de drogas también es una fuente de acu- mulación altamente valorada por el capitalismo. Desde siempre las drogas han servido a los imperios para someter a naciones débiles y han sido instrumento de financiación 260 Miguel Ángel Urrego Ardila de las aventuras militares imperiales. Gran Bretaña inundó de opio a China durante la primera mitad del siglo xix. La respuesta del país asiático se manifestó a partir de 1839 con la destrucción de cargamentos de droga. La réplica de los ingleses fue un rápido ataque militar que les garanti- zó el triunfo. Los europeos impusieron a China un tratado, denominado de Nanking, en el que se obligó a pagar una indemnización, abrir los puertos al comercio exterior y, al año siguiente, a ceder Hong Kong. A partir de entonces, las guerras imperiales han sido financiadas con drogas. América Latina ha conocido el impacto de este uso político del tráfico de drogas. Estados Unidos financió la guerra contra el sandinismo en Nicaragua inundando con crac a los barrios con población afroamericana. Asimismo, se lucró de la acción de los carteles colombianos y cuan- do éstos ganaron autonomía o se quedaron con el dinero estimuló los enfrentamientos entre ellos e impuso la lucha antinarcóticos en la región.14 Adicionalmente la política antinarcóticos de Estados Unidos le ha permitido imponer una certificación a diver- sos países y a los gobiernos de la región andina una única manera de asumir el combate a los cultivos ilícitos y el trá- fico de estupefacientes, lo que ha derivado en la creación de batallones antinarcotráfico –que adelantan campañas contra los laboratorios de drogas–, la extradición de narco- traficantes, la fumigación de los cultivos ilícitos y el empleo de mercenarios como pilotos de las naves que cumplen esta tarea, y la intervención en los asuntos internos en las nacio- nes latinoamericanas. Un ejemplo de la articulación entre 14 Existen muchas referencia sobre el uso político del tráfico de drogas por parte de Estados Unidos, véase a manera de ejemplo “La CIA tra- bajó con narcotraficantes durante diez años” en La Jornada, México, 24 de octubre de 1996, versión electrónica en http://www.jornada.unam. mx/1996/10/24/lacia.html. Para el caso colombiano véase benítez ba- llesteros, “Narcotráfico e intervención en Colombia, 1980-2000”. 261 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia política antinarcóticos y presión sobre las naciones ha sido el AndeanTrade Preference Act ATPDEA la Ley de Pre- ferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de Drogas, que condiciona aranceles preferenciales a una certificación, al respaldo a la lucha estadounidense contra el terrorismo y a la concesión de ventajas comerciales. 15A pesar de este uso de militares y recursos las hectáreas cultivadas con hojas de cosas no han descendido.16 Indudablemente existe un aspecto de la consolidación del narcotráfico en la región y es que éste constituye uno de los factores que más vulneran la existencia misma de las naciones y su sola presencia supone, por su daño a los seres humanos y el uso de la violencia a niveles inaceptables para esta época histórica, una verdadera calamidad. Los carteles acentúan procesos de transformación del ser humano en mercancía, el crecimiento de la prostitución y la inclusión masiva de niños en ella, y generan prácticas depredadoras de narcos y sus allegados (políticos que legitiman la ilega- lidad). La sociedad se ve incapaz de superar los símbolos emanados del narcotráfico y la corrupción de la política. La violencia ilimitada de los narcotraficantes impone a las naciones dantescos ciclos de muerte. Este negocio su- pone necesariamente la consolidación de monopolios –que controlen la producción, distribución y venta de drogas– y la guerra a muerte contra el bando contrario o contra el que quiera disputar el dominio de los mercados. En la 15 Una breve referencia oficial colombiana al sentido del ATPDEA en http://www.mincit.gov.co/publicaciones/18057/preguntas_frecuen- tes_-_atpdea 16 Informes oficiales hablan de un crecimiento del área cultivada de un 44% en 2014 mientras que la producción potencial aumentó en un 52%. Esta tendencia se mantuvo en el 2016. Véase “los cultivos de coca vuelven a crecer en Colombia” en https://www.efe.com/efe/ america/sociedad/los-cultivos-de-coca-vuelven-a-crecer-en-colom- bia/20000013-2655060 262 Miguel Ángel Urrego Ardila protección del monopolio se ha incurrido en magnicidios, sangrientos asesinatos y uso del terrorismo. En no pocos casos han alimentado la formación de escuadrones de la muerte e incluso de ejércitos privados que han desarrollado guerras anticomunistas, como es el caso de los paramilita- res en Colombia. Lo que sucedió en Colombia a partir del año 2002 fue la toma del Estado por parte de los sectores que en la política expresan el poder de las mafias de narcotraficantes y el paramilitarismo. Este ascenso fue posible por los des- manes de la guerrilla, especialmente de las FARC, el golpe sufrido por la experiencia del Caguan a la vía del diálogo para la solución del conflicto interno, el agotamiento de los partidos tradicionales y el predominio simbólico de una cultura de la ilegalidad, mafiosa, que permeó grandes sec- tores de la población y que se hizo dominante en el último cuarto de siglo de la centuria pasada en Colombia. Lo que ha predominado en la mayor parte de las re- giones del país ha sido la tendencia a favorecer el enrique- cimiento vertiginoso -al margen del trabajo honrado y el ahorro-; la privatización de la justicia; y la transformación de la ley, las instituciones y los cuerpos de mujeres y de me- nores de edad, en mercancía. Este problema tendió a agra- varse debido a la irrupción del paramilitarismo y el empleo de esta fuerza para cambiar el mapa político colombiano. Para los grandes monopolios informativos la apología a las representaciones o imaginarios del narco se convirtie- ron en una vía de ganancia rápida y por ello observamos que en la última décadas se produjo un desplazamiento de las telenovelas y seriados donde la chica del servicio ter- minaba al final de la serie con una herencia y el amor del hacendado o del hombre de negocios a una intermina- ble exaltación de la vida de todo tipo de narcotraficantes que se destacan por su sevicia, violencia y por disfrutar la 263 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia compañía de bellas mujeres, autos y dinero, elementos que también se repiten en el género musical de moda: el regue- tón. Los grandes monopolios informativos se constituyen en verdaderos carroñeros que generan ganancia sobre los cadáveres que generaron los negocios ilícitos. Lo paradó- jico es que en el caso colombiano estos mismos medios in- corporan, en aras de la diversidad de opiniones, como co- lumnistas a quienes incluso han sido señalados de elaborarlos panfletos y pronunciamiento del paramilitarismo y no es extraño que una cadena de televisión como Radio Ca- dena Nacional RCN haya servido de punta de lanza contra los acuerdos de paz, el plebiscito y esté al servicio de las campañas electorales del uribismo. La expresión política de los intereses del paramilita- rismo y sectores del narcotráfico lograron conformar un proyecto de toma del país que fue formalizado en diversos acuerdos de los jefes de las autodefensas y políticos de di- versas regiones del país. Sobre esta base es que es posible entender por qué Álvaro Uribe Vélez se hizo gobernador de Antioquia y luego obtuvo resultados tan abrumadores en sus campañas presidenciales. La acumulación capitalista, de la burguesía colombiana y el gobierno de George Bush fa- vorecieron este asalto al poder del Estado. El gobierno de Bush, aun sabiendo lo que sucedía en Colombia, respaldó el ascenso de Uribe, pues éste represen- taba el gobierno más servil de la región y el que favorecía todas las acciones del imperio -recuérdese que Colombia fue uno de los pocos países que apoyo la invasión a Irak. Además, era el único que estaba dispuesto a respaldar todas las acciones estadounidenses contra el avance de las izquier- das en América Latina. Este contexto explica por qué varios de los uribistas acusados de corrupción o de haber servido a la elaboración de propagan del paramilitarismo disfruten del asilo en Estados Unidos. 264 Miguel Ángel Urrego Ardila Como lo hemos señalado, una fracción de la burgue- sía aceptó el ascenso de los sectores que se amparaban en el paramilitarismo y facilitó el triunfo de Uribe. Por supuesto, éste apoyo exigía del primer mandatario distribuir el poder del Estado no sólo entre sus aliados del paramilitarismo sino entregar el erario público a los políticos que lo acompaña- ban. Los escándalos del gobierno de Uribe muestran, inva- riablemente, el favorecimiento a grupos de poder, tal como acontecido con los recursos del Ministerio de Agricultura. En síntesis, el capitalismo ha venido consolidando un carácter mafioso. La acumulación se efectúa en los negocios de la guerra, la prostitución y la droga. Lo que sucede en Colombia es sólo la manifestación de una tendencia plane- taria. Por ello, la plena autonomía de las naciones, la conso- lidación de la democracia y el bienestar de los pueblos, pasa por la extinción de toda actividad mafiosa, especialmente de las ligadas al narcotráfico, y el rechazo al lugar que le asigna el capitalismo a las naciones pobres. La izquierda y la violencia en América Latina ¿Pero la izquierda armada pudo crear un universo simbóli- co por fuera de esta lógica de la cultura política y del capi- talismo? Creemos que no. Es necesario comenzar por proponer una periodiza- ción y una clasificación de las izquierdas, pues tal hecho nos permite contextualizar una serie de hipótesis. Cuando hablamos de las izquierdas en Colombia creemos que exis- ten tres grandes etapas. La primera va de 1959 a 1982 y se caracteriza por ser un momento de origen de la Nueva Izquierda –la que surgió en oposición al Partido Comu- nista–y de decantación de la misma. En este periodo sur- ge la pluralidad de la izquierda, los partidos se fraccionan ininterrumpidamente y se construyeron proyectos de fren- te político. La segunda etapa, que se extiende de 1982 a 265 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia 2000 es el momento de militarización de las izquierdas o de supremacía de las organizaciones guerrilleras y del em- pleo de métodos delincuenciales (secuestro, narcotráfico) y crímenes de lesa humanidad contra la población civil. La izquierda no armada quedó sometida, con muy contadas excepciones, a discutir los temas establecidos por los grupos insurgentes: procesos de paz y derechos humanos. La preten- sión insurgente de hacer la paz mientras se preparaba para la guerra y el incremento de sus acciones delictivas agudizó el conflicto interno al generar un actor que ganó en poco tiempo una inusitada fuerza: el paramilitarismo. El país se hundía en una oscura noche. La última etapa de la historia reciente de Colombia se define por la confluencia de cinco fenómenos: el ascenso al poder de Álvaro Uribe, quien por primera vez en Colombia tiene las condiciones para que el ejército pueda combatir a la guerrilla; el rechazo absolu- to y masivo de la población al secuestro y a la insurgencia; la consolidación de los procesos de unidad de la izquierda que permiten la creación del Polo Democrático Alternativo (2006); el ejercicio de cargos de elección popular por parte de representantes de la izquierda (alcaldía de Bogotá); y el debate, cada vez más generalizado, de la izquierda contra la combinación de todas las formas de lucha y la guerrilla.17 Dos certezas se pasean impunemente por el imagi- nario político de la izquierda armada: la guerra es la conti- nuidad de la política y la violencia es la partera de la histo- ria. Más aun, la revolución no puede ser sino armada, así lo consagró Fidel Castro al institucionalizar al guerrillero como arquetipo del revolucionario. Para lograr mayor efec- to se recurrió a la legitimidad que otorga la historia…..ella los absolverá! Si resulta poco, se santifica al guerrillero, tal 17 Una historia de los procesos de unidad de la izquierda colombiana en RoDRíguez gaRavito, “La nueva izquierda colombiana. Orígenes, carac- terísticas y perspectivas”, pp. 191. 266 Miguel Ángel Urrego Ardila como se hizo con El Che. Lo paradójico es que los teóricos del marxismo, Lenin, Trotsky y Mao, tienen páginas, rara vez citadas, contra la violencia, por ejemplo contra aquella que estaba contra las condiciones históricas y se opusieron en varias ocasiones al terrorismo. Por ello, resulta increíble que uno de los líderes del M19, Iván Marino Ospina, lanzó su certeza….Lenin se equivocaba… ellos demostraban que aun sin condiciones era posible la guerra! Los otros repli- caron: se puede intimidar con la revolución durante medio siglo, no es posible disentir y todos los métodos son legíti- mos. Port supuesto, a la intimidación se le construye una legitimidad, en el prólogo al libro de Trotsky Terrorismo y comunismo Juan Ignacio Ramos señala: “La intimidación es el medio más poderoso de la acción política tanto en la es- fera internacional como en el interior. La guerra, como la revolución, se basa en la intimidación”.18 El espejismo de la inminencia de la toma del poder desató la obsesión por fortalecerse vertiginosamente y con ello se desataron el secuestro, la vinculación al negocio del narcotráfico y se asumieron plenamente cálculos en vidas humanas del salto a la siguiente etapa y cómo llevar obligar al resto de la izquierda no armada y a la población a acep- tar la guerra. Ese fue el cálculo detrás de la creación de la Unión Patriótica y los procesos de paz. Desde 1982 se inició el transitar al terrorismo y había algo más a la contribución a la creación del paramilitarismo. Hay que decirlo clara- mente: el movimiento insurgente y su terror alimentaron la irrupción del paramilitarismo. Pensaban los insurgentes que diversos sectores sociales aceptarían eternamente sus desmanes? Pensaban que Colombia sería distinta a Cen- troamérica y al Perú donde se habían constituido grupos de combate a la guerrilla? Creían que su lucha tendría en algún momento respaldo popular? La guerrilla preparó no 18 Ramos, “Prologo” en Trotsky, Terrorismo y comunismo, p. 16. 267 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia solamente el fenómeno paramilitar sino que entregó el mo- vimiento popular y social a la sevicia de las autodefensas e inclinó a la nación a la opción de extrema derecha. Con ello evidenciaba un hecho trascendental: no pudo separase de las lógicas del bipartidismo para ejercer la política, era uno más de los herederos de la violencia y de su cauce no se sa- lió. Por ello las FARC no tuvieron problemas en secuestrar, vincularse a losnegocios del narcotráfico, reclutar niños a la fuerza y asesinar a los militantes de otras organizaciones de izquierda, armada (Ejercito Popular Liberal EPL o ELN ) o no (Partido del Trabajo de Colombia PTC). En la critica a las legitimidades de la guerra podemos distinguir entre violencia y terror?. Por supuesto, las insur- gencias rechazan el calificativo de terroristas. Pero, es posible política y éticamente justificar el secuestro? Mantener a un ser humano sometido a unas cadenas durante 12 años, de- pender de los negocios de la droga y cometer crímenes de lesa humanidad? Podrían ser los actos fundantes del hombre nuevo? Finalmente, es posible para la izquierda democrática calificar tales prácticas de terrorismo? Nuestra respuesta –abusando de los filósofos– es que existe una contradicción perfomativa en la insurgencia o en otras palabras una perversidad dantesca en la razón que se define autorreferencial -suficiente con lo que se dice a sí misma- autosuficiente -que no requiere interlocutor- cuyos actos construyen lo que se ha calificado de autismo político. Existirá una hipótesis o conceptos que permitan estable- cer que la violencia insurgente es contraria a la izquierda? Creemos que sí. Pero es necesario partir de un punto de vista filosófico y retomar el argumento del fenomenólogo Maurice Merleau-Ponty quien en Humanismo y terror, ensayo sobre el problema comunista (1947) establece una pregunta que 268 Miguel Ángel Urrego Ardila creemos es fundamental para todo tipo de izquierda: ¿Exis- te diferencia entre violencia revolucionaria y terror?.19 Por supuesto hay certezas: el capitalismo nació cho- rreando sangre por todos los poros de la piel. La expresión de Marx permiten resaltar la enorme violencia que supone el capitalismo, al cual le es inherente la acumulación de ca- pital a partir de la esclavitud de hombres, mujeres y niños; todo tipo de negocios ilegales; la contaminación y extinción del planeta; y, por supuesto, la guerra. No ha existido cri- men que no hayan cometido las potencias imperiales para garantizar sus ganancias. La rebelión se justifica plenamen- te, pero necesariamente debe ser con el terror? Hay cinco razones para negar la centralidad del terror. En primer lugar, el marxismo ha cambiado sustancialmente desde los debates contra “renegado” Kautsky y aunque no falta quien catalogue a quienes realizamos una debate sobre la violencia como “filisteos” es necesario señalar la historia del marxismo siglo xx pasó por el estalinismo y Pol Pot. En segundo lugar, la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS y los estudios sobre los archivos del Comité de la Seguridad del Estado KGB y el Partido Comunista de la Federación Rusa PCUS han venido de- mostrando que la derrota del socialismo se debió al olvido del humanismo, de los seres humanos de carne y hueso. En tercer lugar, que aunque el mundo del trabajo sigue siendo fundamental para la humanidad como especie y que no ha desaparecido la clase obrera y dada las particularidades del desarrollo del capitalismo en América Latina -el escaso peso numérico de la clase obrera y la enorme importancia del movimiento social, especialmente indígena- no se puede seguir pensando con la lógica de las vanguardias armadas. En cuarto lugar, la derrota histórica del movimiento ar- mado, foquista o no, en América Latina cerró el espacio 19 MeRleau-ponty, Humanismo y terror. 269 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia para proyectos fundados en la opción militar. Finalmente, la experiencia de países como Brasil, Ecuador o Bolivia, donde sectores democráticos llegaron a la presidencia sin recurrir a la guerra, evidencia que los pueblos aceptan a la izquierda siempre y cuando demuestre que gobierna res- ponsablemente. Quién puede decretar la muerte de un ser humano si la vida lo es todo? A los subalternos explotados, muertos de hambre y sin condiciones se les puede condenar a padecer, además, una guerra cuyos principios no construyeron?. Por otra parte, estarán dispuestos los pueblos a una violencia sin fin? Luego de La Violencia, de la guerra entre liberales y conservadores que azotó los campos de Colombia du- rante décadas, el país no estaba dispuesto a consentir otra guerra, no importaban las causas. La Violencia había can- celado toda posibilidad a una empresa guerrillera debido al hastío generalizado con los actos de sangre. La tarea que correspondía a las fuerzas de izquierda a partir de entonces era detener las dinámicas de violencia y no asumir como propia la herencia del terror del bipartidismo, esa que ins- tauró el atroz ritual de la masacre, el desplazamiento, el castigo a los cuerpos, el rematar. La obligación de las iz- quierdas era negarse a la opción de las armas. Desde hace un par de décadas la frontera entre el pa- ramilitarismo y la guerrilla se desvaneció, como lo demues- tran varios ejemplos en el sur y norte del país. En efecto, la guerrilla, especialmente las FARC, cuando iniciaron su vinculación a la regulación del mercado de drogas esta- bleciendo un cobro a los productos pensaron que podían controlar la “lógica del mercado” desde la periferia. No obstante, con el paso de los años se fueron incorporando cada vez a más a las distintas fases de la producción y dis- tribución, proveyendo de mercancía a diferentes carteles. La paradoja es muy evidente: se vinculan a una actividad 270 Miguel Ángel Urrego Ardila cuyos “patrones” o capos sostienen al Paramilitarismo. En años más recientes observamos como en aras de mante- ner sus fuerzas y sus zonas de influencia algunos frentes guerrilleros pactaron alianzas estratégicas con miembros de las denominadas Bandas emergentes en Colombia o ban- das criminales emergentes BACRIM –nombre asignado al neoparamilitarismo– para combatir a otros carteles. Ante el proceso de paz se sabía desde un inicio que algunos sectores de la guerrilla optarían por vincularse definitivamente a los grupos paramilitares, de hecho se sabe que están reclutando desmovilizados con salarios de 500 dólares mensuales. Recordemos nuevamente a Merleau-Ponty: la violen- cia revolucionaria puede crear relaciones más humanas entre los hombres, mientras el terrorismo impone, para emplear la expresión de Hanna Arent, la radicalidad del mal.20 Las izquierdas tardaron décadas en entender la necesidad del deslinde con la combinación de todas las formas de lucha y el terrorismo, aunque aún no todos aceptan esta urgencia. La razón de que Colombia políticamente hablando marche en dirección contraria al continente, donde las izquierdas han llegado al poder, tiene como una de sus explicaciones la longevidad de la accionar de los grupos insurgentes con las lógicas heredadas del bipartidismo. Sólo cuando se supere simbólica y políticamente el terrorismo que los grupos insur- gentes impusieron, cuando las izquierdas nieguen la legiti- midad de la violencia en el ejercicio de la política y cuando se decidan a pensar el país, el continente y el planeta, podrá refundarse y lograr el apoyo popular para acceder al poder. 20 Un detallado análisis sobre las hipótesis de trabajo de hannah aRen- Dt en López, El vuelo del espíritu. Hannah Arendt y la génesis de la modernidad. 271 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia La historia reciente de Colombia y el Carácter del Uribismo La historia reciente de Colombia ha transcurrido bajo la hegemonía del proyecto de Álvaro Uribe Vélez. Desentra- ñar la naturaleza de este proyecto político ha constituido la razón de la diferencia de las izquierdas y es el origen de las divergencias en la táctica política de los partidos de iz- quierda y la cual se puede resumir en la valoración de cuál es principal problema de la nación, a nuestro juicio no es otro que la toma del Estado por el paramilitarismo. Este hecho sólo se puede enfrentar a través del actual proceso de paz, que requiere convertirse en la tarea más impor- tantede la izquierda; el asumir los errores históricos; y la creación de un gran frente político que respalde la paz (incluyendo, como sucedió en las elecciones presidenciales de 2014, al presidente Santos). El proyecto uribista ha sido presentado por su apo- logistas y defensores como la gran ruptura de la historia colombiana contemporánea, como el momento de las grandes transformaciones del país, especialmente por el “logro” de la Seguridad Democrática. A pesar de que este fenómeno político no ha concluido, por lo menos en el momento en que se escribe esta síntesis histórica, y sus re- sultados aún carecen de un balance definitivo es necesario señalar algunas hipótesis explicativas preliminares sobre este acontecimiento de la vida nacional. El agotamiento del país ante la guerrilla logró en el periodo que estudiamos una serie de manifestaciones de amplio impacto en el país y en el mundo, como las multitu- dinarias e históricas marchas contra el secuestro del 4 de fe- brero y 20 de julio de 2008. Pero las FARC no entendieron el clamor nacional y se inclinaron por un nuevo mandato presidencial de Uribe Vélez, pues suponían que la generali- zación del conflicto interno los catapultaría al poder. 272 Miguel Ángel Urrego Ardila Por supuesto un proyecto como el uribista tiene se- rias implicaciones en la construcción del Estado nacional en Colombia. No tanto porque la “seguridad democráti- ca” pueda ser considerada un proyecto político, pues de lo que se trata es de un afortunado nombre para la lucha contra la subversión. La hegemonía del uso de las armas por el Estado es un principio de la modernidad. No puede existir Estado que no persiga y castigue a quienes a través de las armas cuestionan su razón de ser o ponen en peligro nociones elementales del orden social. También es apenas razonable que los ciudada- nos le exijan a su Estado la protección contra quienes aten- tan contra su seguridad y sus bienes. Por ello, no debe lugar a equívocos: el gobierno de Uribe estaba en la obligación de combatir a cualquier actor armado. La crítica contra el gobierno de Uribe en este terre- no son sus compromisos con el paramilitarismo, que lo llevó a negar su existencia; al empleo de métodos absolu- tamente despreciables, como la desaparición forzada; y la inclusión del movimiento social y popular y la oposición en la categoría de terroristas. La identificación con las instituciones, el incremento de lo que podríamos llamar sentimiento patrio, en suma, de la unidad nacional, son importantes en la vigencia de la nación. En ese sentido hay un avance, sin embargo, al fun- darse en un autoritarismo y en los principios morales de sectores emergentes y delincuenciales desvirtúan y crean una unidad que se erige en problema, pues varias gene- raciones sólo entenderán la política desde el principio de tierra arrasada. Lo característico del proyecto uribista ha sido el inten- to de erigir un Estado de corte fascista. Recordemos que el ascenso de Hitler se hizo en una coyuntura de crisis econó- mica y con la promesa de convertir a Alemania en una gran 273 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia potencia Europea, con un matiz anticomunista, gobernan- do contra la ley y sin ninguna fiscalización, persiguiendo a todo opositor y con la generalización del uso de la violencia. Varios intentos hizo el uribismo por someter a la justi- cia, la única rama del poder que no transigió ni se ha prestó a las manipulaciones del poder del ejecutivo. Recodemos que Uribe controlaba el legislativo, a pesar del alto porcen- taje de congresistas uribistas investigados y condenados por sus vínculos con el paramilitarismo, igual sucedió con la procuraduría, que estaba presta a absolver a uribistas que habían quebrantado la ley. El primer caso fue el enfrentamiento con la Corte Suprema de Justicia en el 2008, señaló la periodista María Jimena Duzán: “No recuerdo una crisis institucional más honda ni más grave que la que se produjo esta semana, lue- go de que la Corte Suprema de Justicia publicara su fallo en el que condena a la ex congresista Yidis Medina y advir- tiera que la reelección de Uribe pudo haber sido obtenida a través de métodos espurios.”21 Pero no solamente se trató de insultos, sino que un variado tipo de amenazas y maquinaciones se esgrimieron contra la Corte. Señaló Daniel Coronel: “Mientras el Pre- sidente arma la cortina plebiscitaria para tapar el cohecho que permitió su reelección, un escándalo -tan grave como la yidis-política, o tal vez mayor- se cierne sobre el gobier- no. La retractación del paramilitar conocido con el alias de ‘Tasmania’ probaría que allegados al Jefe de Estado es- tarían comprometidos en un plan para desprestigiar a la Corte Suprema de Justicia y detener las investigaciones por la para-política.”22 21 Duzán, “Mi voto por la Corte” en Semana, Bogotá, junio 28 de 2008. 22 coRonell, “El ´boomerang´de Tasmania” en Semana No 1365, Bo- gotá 28 de junio de 2008. 274 Miguel Ángel Urrego Ardila La revista Semana alertó sobre la gravedad de la reac- ción gubernamental.23 Por su parte el editorial de El Tiempo reconoció el peligro de la situación.24 Tales circunstancias alarmaron profundamente al país, por ello algunos sectores llamaron la atención sobre la probabilidad de un golpe de Estado promovido por el propio presidente Uribe. Comentarios finales La historia de la articulación política entre la extrema de- recha colombiana y el paramilitarismo es resultado de la confluencia de dinámicas de larga, mediana y corta dura- ción. Dentro de las primeras encontramos la manera como el capitalismo lentamente ha venido favoreciendo la acu- mulación de capital a través de actividades mafiosas. Tal dinámica ha determinado que Colombia tenga una función específica: la de proveer de drogas al capitalismo, de allí el poder de los carteles. En segundo lugar, el país se estructuró desde el pun- to de vista político con un principio: el opositor debe ser arrasado, no importan si este acepta las normas de la de- mocracia, pacta la paz y se reinserta a la vida civil. Lo que muestran las guerras civiles del siglo xix es la aplicación de este principio general de la concepción política de extrema derecha. 23 “El poder soy yo” en Semana, Bogotá No 1365, junio 28 de 2008. Varios columnistas de los principales diarios del país se manifestaron contra las pretensiones del gobierno de repetir por algún medio las elec- ciones de 2006 y de los ataques contra la Corte Suprema de Justicia, véase a manera de ejemplo: Bejarano, “El ilegítimo”, en El Espectador, Bogotá, 28 de junio de 2008 o Hernández Mora, “la guerra es la gue- rra” en El Tiempo, Bogotá, 29 de junio de 2008. 24 “Choque traumático” editorial de El Tiempo, Bogotá, 29 de junio de 2008. 275 Derechas, extrema derecho y paramilitares en Colombia Desde el punto de vista de la mediana duración la iz- quierda, específicamente la armada, aceptó estos principios generales de acción política de la extrema derecha, aunque se diga marxista-leninista. Por ello en el fortalecimiento de la opción paramilitar la guerrilla tiene una corresponsabili- dad. No podía aspirar a instaurar el terror y pensar que las elites políticas no reaccionarían de la misma forma. Finalmente una dinámica de corta duración ha sido la irrupción de Álvaro Uribe Vélez que le ha dado rostro a la alianza entre la extrema derecha y el paramilitarismo. A pesar del cúmulo de delitos cometidos por estas fuerzas un gran sector del país lo sigue respaldando por el manejo del odio al contrario, las mentiras y calumnias de su campaña política, la fuerza que aun detentan sectores del paramilita- rismo y la acción de las iglesias protestantes. La única ma- nera de transformar este mapa político en Colombia es a través de la defensa de los acuerdos de paz y la constitución de una gran alianza política de quienes apoyan los acuerdos con la insurgencia. 276 FUENTES HEMEROGRÁFICAS ATPDEA en http://www.mincit.gov.co/publicaciones/18057/preguntas_frecuentes_-_atpdea “Choque traumático” editorial de El Tiempo, Bogotá, 29 de junio de 2008. “El poder soy yo” en Semana, Bogotá No 1365, junio 28 de 2008. “La CIA trabajó con narcotraficantes durante diez años” en La Jornada, México, 24 de octubre de 1996, versión electróni- ca en http://www.jornada.unam.mx/1996/10/24/lacia. html. “Las batallas perdidas del uribismo en la justicia El círculo más estrecho de aliados del uribismo está investigado o se en- cuentra detenido” en El Tiempo, Bogotá, 19 de abril de 2015, véase la versión electrónica en http://www.eltiem- po.com/archivo/documento/CMS-15593157 “los cultivos de coca vuelven a crecer en Colombia” en https:// www.efe.com/efe/america/sociedad/los-cultivos-de-co- ca-vuelven-a-crecer-en-colombia/20000013-265506 “Plan Colombia” http://www.derechos.org/nizkor/colombia/ doc/plan/ “Plebiscito por la paz” de la revista Semana, Bogotá, versión elec- trónica en http://www.semana.com/noticias/plebisci- to-por-la-paz/104205 BIBLIOGRAFÍA BautiSta, Juan José, ¿Qué significa pensar desde América Latina? 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