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Variables y técnicas psicológicas para optimizar el rendimiento deportivo

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Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 1 
 
 
Variables y técnicas 
psicológicas para optimizar el 
rendimiento deportivo 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Área de psicología 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 2 
 
 
Temas: 
 
1.1 Variables psicológicas que influyen en el alto rendimiento deportivo 
 
1.1.1 Nivel de activación 
 Nivel de activación óptimo 
 Autorregulación del nivel de activación 
 Check-points 
 Técnicas de autoaplicación 
 Actuación del entrenador 
 Situaciones y señales relevantes 
 
1.1.2 Motivación 
 Motivación básica y motivación cotidiana 
 Motivación en los deportes de equipo 
 Beneficios y costos 
 Compromiso de los deportistas 
 Conflictos de intereses 
 
1.1.3. Estrés 
 Manifestaciones de estrés 
 Situaciones potencialmente estresantes 
 Características personales relevantes 
 Control de las manifestaciones del estrés 
 
1.1.4 Autoconfianza 
 Beneficios de la autoconfianza 
 Estrategias para fortalecer la autoconfianza 
 Relacionar los resultados de las competencias con las conductas de los deportistas 
 
 
1.2 Técnicas psicológicas para optimizar el rendimiento de los deportistas 
 
 Establecimiento de objetivos 
 Objetivos de resultado y objetivos de realización 
 Objetivos finales y objetivos intermedios 
 Objetivos inmediatos prioritarios 
 Objetivos individuales y objetivos colectivos 
 Aplicación de la técnica 
 Reforzamiento social 
 Modelado 
 Características del modelo 
 Modelos expertos y modelos competentes 
 Búsqueda de modelos 
 Características de la conducta-objetivo 
 Sobre los videos y charlas “motivacionales” 
 Imitación de conductas y estados psicológicos 
 Control del aprendizaje por imitación 
 Estrategias para la solución de problemas y toma de decisiones 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 3 
 
 
 
Para poder comprender el funcionamiento psicológico de los deportistas en relación 
con su rendimiento e intervenir para optimizarlo es necesario conocer las variables 
psicológicas, y la interacción entre ellas, que inciden más directamente en el 
rendimiento deportivo. El listado de variables que pueden influir en el estado 
psicológico de los deportistas es extenso, pero para poder trabajar sabiendo cuál 
es el objetivo, es necesario seleccionar y ordenar aquellas que tienen una relación 
más directa, y a partir de ahí, según proceda, considerar otras variables que afecten 
a las primeras. Por ejemplo: una de las variables principales es el estrés; pero a su 
vez, el estrés está afectado por variables como el estilo de afrontamiento del 
deportista o sus creencias rígidas. 
 
Para optimizar el funcionamiento de los deportistas es necesario conocer cuál o 
cuáles son las variables prioritarias en cada momento, qué factores ambientales o 
personales están afectando a esas variables, y qué se puede hacer para 
gestionarlas en la dirección apropiada. Por ejemplo: para asesorar al entrenador 
sobre sus mensajes en la charla previa al siguiente partido, el psicólogo debe valorar 
qué variable o variables deben ser acentuadas (¿la autoconfianza? ¿la cohesión de 
equipo?) y de qué forma (¿destacando acciones bien hechas en los entrenamientos 
de la semana? ¿dando instrucciones sobre la comunicación en el campo?). Otro 
ejemplo: para ayudar a un deportista que pasa por un mal momento: ¿Qué variable 
se debe gestionar? (¿motivación? ¿autoconfianza?) y ¿cómo se puede hacer? 
(¿búsqueda de nuevos objetivos? ¿objetivos ambiciosos? ¿objetivos realistas?). 
 
Al igual que el preparador físico organiza su trabajo según sean las necesidades de 
variables de funcionamiento físico como la resistencia, la velocidad, la fuerza, etc., 
el psicólogo debe hacerlo atendiendo a las variables psicológicas relacionadas con 
el rendimiento. ¿Cuáles son estas variables principales?: motivación, estrés (con 
sus distintas manifestaciones: ansiedad, hostilidad, desánimo y agotamiento 
psicológico), autoconfianza, nivel de activación, atención y, en los deportes 
colectivos y otras situaciones de grupo, la cohesión de equipo. Después, como 
variables complementarias que influyen en las principales: la fortaleza mental: 
incluyendo las creencias y expectativas, y las experiencias pasadas de éxito/fracaso 
(que se relacionan con la autoconfianza); las emociones positivas, (relacionadas 
con la motivación); y las emociones negativas (relacionadas con el estrés). 
También, la salud mental: ya que el deportista sano rendirá mejor que el que no lo 
esté. 
 
 
 
 
 
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1.1.1 Nivel de activación 
 
Esta variable es el eje central de la relación entre el entramado de variables 
psicológicas y el rendimiento deportivo. La activación general del organismo es una 
respuesta fisiológica y/o cognitiva en la que intervienen el sistema nervioso central 
y el sistema neurovegetativo. Básicamente, se considera un continuo que se 
extiende desde el sueño más profundo hasta un estado de máxima alerta, tensión 
y excitación; aunque en el contexto del deporte es más apropiado que el continuo 
se refiera, únicamente, a la experiencia de los deportistas en estado de vigilia, de 
forma que el extremo inferior corresponda a un estado de máxima calma y relajación 
en el que el estado de alerta, la tensión y la excitación se encuentren prácticamente 
ausentes. 
 
Utilizando este concepto, cada deportista puede utilizar un "termómetro" o escala 
subjetiva entre 1 y 10 puntos para delimitar su propio continuo de activación y 
cuantificar los distintos niveles de activación que pueda experimentar. Se trata de 
un procedimiento sencillo que permite autoevaluar y comparar respuestas de 
activación a nivel intra-sujeto (no, entre sujetos), siendo el punto de partida para que 
los deportistas puedan autorregular su activación y conseguir situarla en el nivel de 
activación óptimo. 
 
0--------1--------2--------3-------4-------5-------6--------7------8-------9--------10 
MÍNIMA ACTIVACIÓN MÁXIMA ACTIVACIÓN 
 
 
Nivel de activación óptimo 
 
El nivel de activación óptimo es aquel que, en cada caso particular, favorece el 
máximo rendimiento del deportista; lógicamente, en función de su nivel deportivo, 
su estado de forma y otros factores no psicológicos que puedan estar presentes. 
Cuando el deportista se encuentra en su nivel de activación óptimo sus posibilidades 
de rendimiento aumentan; pero si se encuentra por debajo (menos activación de la 
que se considere óptima) o por encima (más activación de la óptima) su rendimiento 
será peor. 
La activación influye, por un lado, en el funcionamiento físico de los deportistas: 
fundamentalmente, en la tensión muscular, la movilización de energía y la 
coordinación motriz; por otro, en su funcionamiento mental: la 
atención/concentración y los subsiguientes procesos cognitivos que derivan en la 
toma de decisiones. 
Por tanto, tiene un efecto decisivo sobre las decisiones (funcionamiento mental) y 
la ejecución (funcionamiento físico): es decir, los componentes básicos del 
rendimiento deportivo; y así, mientras el nivel de activación óptimo propicia que ese 
efecto sea el mejor posible, los niveles de activación por debajo o por encima de 
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dicho nivel favorecen que el deportista no rinda según sus posibilidades: a veces, 
muy por debajo de estas. 
En general, el déficit de activación provoca, por un lado, que el deportista no 
movilice la energía física o tenga el nivel de tensión muscular que exige la tarea en 
la que debe rendir (funcionamiento físico); por otro, que no atienda a los estímulos 
más relevantes para poder rendir (funcionamientomental). Por su parte, el exceso 
de activación provoca que se movilice más energía de la necesaria o, al contrario, 
que se produzca un agarrotamiento que paralice esa movilización; también, que 
haya un exceso de tensión muscular que entorpezca la precisión (por ejemplo: en 
el tiro a canasta o a gol) (funcionamiento físico); asimismo, la sobreactivación 
entorpece la concentración de los deportistas en los aspectos más relevantes para 
rendir y, como expresan algunos de ellos, contribuye a "bloquearlos" o "agarrotarlos 
mentalmente", a crearles un "estado de duda" y a paralizarlos en la toma de 
decisiones; o también, a "acelerarlos" y provocar un estado de "querer actuar 
rápidamente", de "hacer algo", de "actuar como sea". 
 
Vemos, por tanto, que la sobreactivación puede provocar inhibición o impulsividad. 
En el primer caso, esa aparente “pasividad” a menudo se confunde con una falta de 
motivación, cuando en realidad es la consecuencia de un exceso de activación. Ese 
estado de inhibición provoca que no se tomen decisiones cuando sea necesario 
actuar, que se tomen tarde o que, aun tomándolas, no se movilicen todos los 
recursos necesarios para que tengan éxito. En el caso de la impulsividad, la 
consecuencia es o que se tomen decisiones erróneas por un exceso de 
precipitación, agresividad y control, movilizándose energía innecesaria y perjudicial. 
 
Los deportistas que se someten a un entrenamiento psicológico específico 
aprenden a identificar su propio nivel de activación óptimo. Este dependerá del 
patrón de respuesta singular de cada de deportista y de las características de la 
tarea en la que deba rendir. En general, las tareas de precisión y mayor complejidad 
requieren un nivel de activación menor que las tareas simples y que demandan, 
sobre todo, movilización de energía y agresividad controladas. En el primer caso se 
sitúan, por ejemplo, el tiro con arco, el swing en golf o el tiro libre en baloncesto; en 
el segundo, el levantamiento de pesas o el salto de longitud. El psicólogo debe 
ayudar al deportista a identificar su activación, determinar cuál es su nivel de 
activación óptimo para cada una de las tareas en las que debe rendir y aplicar las 
estrategias apropiadas para autorregular su activación y conseguir ese nivel óptimo. 
 
En los deportes de equipo, lógicamente, existen diferencias individuales; y, por 
tanto, cada jugador tiene su propio nivel de activación óptimo. No obstante, se 
puede identificar una “activación colectiva” que puede definirse como el estado de 
activación en el que, aproximadamente, se encuentran la mayoría e incluso todos 
los componentes de un equipo deportivo. Existen diferencias individuales en lo que 
respecta a las características de la activación: cómo se manifiesta; las 
circunstancias en las que aumenta, disminuye o fluctúa, y su relación con el 
rendimiento deportivo. Sin embargo, determinadas circunstancias que tienen una 
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trascendencia para el equipo (por ejemplo: una competencia específica, un 
resultado importante, algún problema concreto que afecta a todos, etc.) pueden 
llegar a ensombrecer esas diferencias individuales en beneficio de una tendencia 
colectiva que predomine en los componentes de ese equipo. 
Esta “tendencia colectiva”, más que indicar una similitud cuantitativa en términos 
absolutos (es decir, que todos los componentes del grupo experimenten una 
cantidad similar de activación), se caracteriza, fundamentalmente, por el 
componente cualitativo de la activación con independencia de su cantidad, tanto en 
la fuente que la está nutriendo (motivación o estrés) coma en sus efectos 
perjudiciales o beneficiosos para el rendimiento de los deportistas del equipo. Es 
decir, que todos o la mayoría de los deportistas coincidirían en encontrarse en su 
nivel de activación óptimo, o por debajo o por encima de este, con independencia 
de cuál sea cuantitativamente ese nivel de activación. En estos deportes es muy 
relevante que el psicólogo ayude al entrenador a incidir favorablemente en esa 
tendencia colectiva y que, paralelamente, ayude a que cada deportista para que, a 
partir de ese input del entrenador, se sitúe en su particular nivel óptimo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Autorregulación del nivel de activación 
 
Los deportistas pueden aprender a autorregular su nivel de activación en los 
entrenamientos y las competencias. Dos momentos especialmente importantes son: 
antes de comenzar la competencia y, en el transcurso de esta, en los periodos de 
pausa (entre salto y salto, en los tiempos muertos, entre juego y juego, etc.). 
 
En el primer caso, puesto que es trascendente que los deportistas comiencen la 
competencia en su nivel de activación óptimo, tiene una gran importancia que sean 
capaces de autorregular su activación para poder alcanzar dicho nivel y, ya en este, 
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controlar pensamientos, conductas y respuestas fisiológicas que puedan alterarlo. 
Con este propósito es conveniente que, entre sus rutinas, los deportistas incluyan 
la autoobservación y evaluación de su activación y, si procede, su autorregulación, 
programando esta actividad en dos, tres o más momentos, según se considere 
conveniente en cada caso concreto. 
 
Por ejemplo: Pablo, jugador de baloncesto, observa y evalúa su nivel de activación 
en el vestuario cuando ha terminado de vestirse y, posteriormente, antes de salir al 
campo. Para ello, se fija en sensaciones corporales concretas que le indican la 
presencia de activación y utiliza una escala subjetiva de 0-10 puntos. Si se 
encuentra por debajo o por encima de su nivel óptimo, aplica estrategias que le 
ayudan a regular su activación. Más tarde, ya en el campo, Pablo observa, evalúa 
y, si procede, regula de nuevo su activación al comenzar y finalizar el calentamiento 
y justo antes de comenzar el partido. En ocasiones, también detecta excesos o 
déficits de activación durante los ejercicios de calentamiento, en cuyo caso aplica 
las estrategias correspondientes para conseguir el nivel óptimo. 
 
Este proceso de autoobservación, autoevaluación y autorregulación, tan decisivo en 
estos momentos, solo se puede realizar si los deportistas han sido entrenados 
previamente para ello. Asimismo, los que ya dominan estas habilidades, pueden 
perfeccionarlas y hacerse cada vez más expertos si continúan practicando. En 
general, es conveniente simplificar el proceso, de forma que sea viable aplicarlo. 
 
Para algunos deportistas, como el del ejemplo anterior, puede ser apropiado llevar 
a cabo tantos controles, pero en muchos otros casos, eso supondrá una 
dependencia excesiva de este proceso y planteará la dificultad de compaginarlo con 
otras rutinas. 
 
 
Check-points 
 
Por este motivo, en los últimos años se ha trabajado con deportistas, entrenadores 
y árbitros sobre la base de dos o tres “puntos de control” o “check-points” que ellos 
deben situar en su programa de rutinas previas a la competencia: por ejemplo; en 
el caso de los árbitros de baloncesto, antes de salir del hotel; en el vestuario antes 
de comenzar el calentamiento; y, ya en la cancha, mientras se presenta a los 
jugadores. 
En cada uno de estos tres puntos de control, el deportista debe evaluar su nivel de 
activación y observar si se encuentra en el nivel óptimo o bien por debajo o por 
encima de este, teniendo en cuenta cuál debe ser ese nivel en cada uno de los 
puntos de control para poder llegar en el nivel apropiado cuando la competencia 
comience. Es decir, el nivel óptimo al entrar al vestuario no será el mismo que unos 
minutos antes de comenzar el partido, sino que será aquél que favorezca mejor las 
rutinas de ese momento concreto y, sobre todo, que prediga cuál será el nivel óptimo 
cuando comience el partido. “Para poder estar en mi nivel óptimo cuando comience 
el partido, mi nivel óptimo ahora, antes del calentamiento, debería ser X”. 
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Asimismo, los deportistas deben saber que, habitualmente, la activación es más 
elevada justo antes de empezar a competir, pero que cuando la competencia 
comienza, lo normal es que baje un poco. Evidentemente, en competencias muy 
breves esta cuestión no procede (por ejemplo: en los 100 o 200 metros lisos), pero 
en otras de duración mayor, es importante tenerlo en cuenta (por ejemplo: en un 
partido de baloncesto). De nuevo aquí, la autoobservación permitirá al deportista 
conocer en qué medida le sucede esto y, por tanto, cuál debería ser si nivel de 
activación justo antes de comenzar. 
 
Por ejemplo, si su nivel óptimo mientras está compitiendo lo puntúa con un 7, y sabe 
que lo normal es que cuando el partido comienza la sobreactivación que tiene justo 
antes de empezar suele bajar un par de puntos, al evaluar su activación en este 
último “check-point”, sabrá que se encuentra en su nivel óptimo (de ese momento) 
si lo puntúa con un 9; pero si fuera un 10, sabría que tiene que hacer algo para bajar 
un punto. 
 
 
Técnicas de autoaplicación 
 
Para autorregular el nivel de activación, las circunstancias de la situación exigen 
que se utilicen técnicas de aplicación sencillas, rápidas y con efectos inmediatos, 
como pueden ser: pensamientos activadores o que disminuyan la activación, 
ejercicios breves de relajación o respiración, autodiálogos con el contenido 
apropiado (lo que el deportista se dice a sí mismo), centrar la atención en las rutinas 
(por ejemplo: en los ejercicios de calentamiento), escuchar música, recordar 
situaciones pasadas y, en definitiva, cualquier estrategia que pueda aplicarse con 
discreción y eficacia en este momento. 
 
Hay que tener en cuenta que no se trata de eliminar del todo o reducir la activación 
al mínimo, sino de que disminuya (o aumente) algunos puntos hasta situarse en el 
nivel óptimo. También hay que considerar que, normalmente, las estrategias de 
autorregulación habrá que aplicarlas en presencia de otras personas (compañeros, 
adversarios, público…) por lo que la discreción es clave. Por ejemplo, los deportistas 
pueden aprender un ejercicio de relajación sencillo que, sin llamar la atención, 
puedan aplicar en el vestuario delante de sus compañeros. 
Por ejemplo: tensar el estómago durante unos ocho segundos, centrar la atención 
en el punto de mayor tensión, soltar la tensión y mantener la atención en el mismo 
punto observando cómo se va debilitando. Si necesitan reducir el nivel de activación, 
este tipo de ejercicio puede ser muy útil incluso justo antes de comenzar el partido 
en la propia cancha, de pie, delante del público y sin que nadie se dé cuenta. 
Antes de enseñar técnicas como estas, el psicólogo debe pedir a los deportistas 
que exploren en su experiencia y vean si en el pasado han utilizado alguna 
estrategia que les haya funcionado para controlar su activación, bien aumentándola, 
bien disminuyéndola. Los deportistas de élite no son novatos en la gestión de su 
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nivel de activación. Aunque no hayan recibido un entrenamiento específico, a lo 
largo de su carrera han desarrollado sus propias estrategias y, en muchos casos, 
estas habrán funcionado bien. 
 
Ahora se trata de optimizar, y el primer paso es recuperar y, si procede, mejorar lo 
que antes ha funcionado. Es posible que hagan falta algunos retoques, o incidir más 
en el entorno dónde se debe aplicar la técnica o en la forma de aplicarla, pero no es 
necesario incorporar nuevas técnicas si el deportista domina otras que, bien 
ubicadas, pueden funcionar bien. 
 
Pensemos, por ejemplo, en un deportista al que, “pensar en su familia” le ayuda a 
disminuir la ansiedad. Se podría hablar con él sobre el tipo de pensamientos que le 
ayudan y, quizá, hacerle alguna sugerencia sobre el contenido de esos 
pensamientos, pero, sobre todo, será importante ubicarlos en un “punto de control” 
(“check-point”) concreto y en función de su nivel de activación. Después de explorar 
y ubicar de la manera más eficaz las estrategias que los deportistas hayan utilizado 
previamente, procederá, cuando sea necesario, incorporar nuevas estrategias. 
 
 
Actuación del entrenador 
 
El entrenador puede influir en el nivel de activación de los deportistas, 
fundamentalmente, a través de la motivación, el estrés y la autoconfianza. Cuando 
el nivel de activación se encuentre por debajo del nivel óptimo debido a una falta de 
motivación o de estrés (de ansiedad u hostilidad), suele ser más fácil incrementar 
con rapidez la activación mediante el estrés más que a través de la motivación. 
 
Por ejemplo: ante un partido aparentemente fácil los deportistas se encuentran muy 
relajados. Se acerca el partido y siguen relajados. En el vestuario continúan 
relajados. En general, será más fácil que se activen y alcancen rápidamente su nivel 
de activación óptimo para jugar bien el partido, si el entrenador provoca estrés que 
si intenta motivarlos (por ejemplo: enfadándose con ellos o recordándoles un partido 
similar en el que, por estar tan relajados, perdieron el partido). 
 
Sin embargo, es más fácil mantener el nivel de activación óptimo cuando la 
activación depende de la motivación, ya que, si bien el estrés puede aumentarla con 
mayor rapidez, es más difícil de controlar, y lo habitual es que no tarde en 
sobrepasar el nivel óptimo. 
En el ejemplo anterior, el estrés que proporciona el entrenador habrá provocado un 
aumento de la activación que ha situado a los deportistas en su nivel óptimo, pero 
si se mantiene ese estrés (por ejemplo; el entrenador echa una bronca a los 
deportistas por cualquier error y les recuerda continuamente que así no ganarán el 
partido) el nivel de activación continuará aumentando hasta sobrepasar, también 
con rapidez, el nivel óptimo alcanzado. 
Por tanto, para provocar activación es recomendable que el entrenador estimule la 
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motivación en lugar del estrés, reservando este para los momentos en los que 
aquélla no sea suficiente. Además, hay que tener en cuenta que cuando se utiliza 
el estrés con frecuencia, este pierde efectividad, y por eso es conveniente reservarlo 
para momentos muy concretos en los que, no estando desgastado, pueda ser 
eficaz. 
 
En el caso anterior, el entrenador, en primer lugar, podría haber intentado provocar 
motivación por ese partido, mediante estrategias como establecer objetivos 
especiales o utilizar incentivos atractivos. Y solo en el caso de que estas medidas 
no fuesen suficientes, recurrir a las estrategias para provocar estrés. 
 
Cuando se haya provocado estrés para incrementar el nivel de activación, una vez 
alcanzado el nivel de activación óptimo es recomendable sustituir el estrés por 
motivación. 
 
En el ejemplo que estamos siguiendo, una vez alcanzado el nivel de activación 
óptimo, el entrenador debería sustituir las broncas y los comentarios sobre la 
posibilidad de perder el partido, por estrategias que favoreciesen la motivación (por 
ejemplo; dar información constructiva, destacar retos interesantes, elogiar a los 
deportistas). 
 
Cuando la activación sea baja por falta de interés o exceso de relajación, las 
estrategias para incrementarla serán más eficaces si no se abusa de ellas (sobre 
todo, las estrategias que provocan estrés), por lo que es conveniente alternar 
diferentes estrategias. Así, como ya se ha señalado, el entrenador que consigue su 
propósito echando una bronca, no por eso debe utilizar siempre esta estrategia, 
pues llegará un momento en el que ya no será eficaz. 
 
Cuando la activación sea baja debido al desánimo o el agotamiento psicológico, lo 
apropiado será intentar reducir el estrés que provoca que esto suceda, al tiempo 
que se procura aumentar la motivación; pero no es una buena medida intentar que 
aumente la activación provocando más estrés. 
Por ejemplo: intentar activar a un deportista que está desanimado,gritándole para 
que se mueva o amenazándole con lo que puede pasarle si no reacciona, añadirá 
más estrés; y, en esa situación, solo se conseguirá que el jugador siga poco 
activado. En cambio, será más apropiado potenciar su autoconfianza (por ejemplo, 
pidiéndole que realice cosas que domina) para que, a través de esta, aumente su 
motivación y disminuya su desánimo. 
Cuando la activación sobrepasa el nivel óptimo, el objetivo es que disminuya; para 
eso, los deportistas pueden emplear técnicas de autorregulación para controlar su 
propia activación (recuérdese un apartado anterior) y, en muchos casos, el 
entrenador puede intervenir para reducir el exceso de motivación o de estrés que 
provocan esa sobreactivación. Por ejemplo: un deportista joven va a debutar y está 
sobreactivado los días anteriores al partido. 
 
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Si ha sido entrenado por el psicólogo deportivo, podrá aplicar técnicas psicológicas 
para reducir esa activación y situarla en el nivel óptimo. Además, el entrenador le 
podrá ayudar aplicando medidas para reducir el exceso de motivación y de estrés 
que puede tener este deportista (disminuyendo la trascendencia que el deportista le 
concede al partido, ajustando sus expectativas de rendimiento, estableciendo 
objetivos realistas, anticipando dificultades que puedan surgir y preparando planes 
para controlarlas, etc.). 
 
 
Situaciones y señales relevantes 
 
¿Cómo sabe el entrenador si la activación es baja o alta y, por tanto, si debe intentar 
aumentarla o disminuirla? 
 
En primer lugar, aprendiendo a identificar situaciones deportivas que suelen influir 
en el nivel de activación de sus deportistas en uno u otro sentido (por ejemplo: 
determinados ejercicios de los entrenamientos, competencias aparentemente 
fáciles, competencias contra determinados rivales, tareas específicas en el campo, 
errores, aciertos, situación adversa del marcador, etc.). 
 
En segundo lugar, aprendiendo a identificar señales externas relacionadas con la 
falta o el exceso de activación (reacciones tardías, precipitación, inhibición, etc.) y 
aprendiendo a interpretarlas teniendo en cuenta las situaciones que aparentemente 
las provocan (en lugar de hacerlo aisladamente). Por ejemplo: ver a un deportista 
más pasivo que habitualmente, puede considerarse una señal de que no está 
motivado y, sin embargo, ser la consecuencia de encontrarse muy agarrotado (es 
decir, muy activado) por el estrés que provoca un exceso de responsabilidad. 
Este error es menos probable si el entrenador sitúa la pasividad del deportista en el 
contexto de la situación que esté presente. Así, por ejemplo, suponiendo que se 
trate de un jugador que debuta en el primer equipo o juega la final de un campeonato 
importante, parece razonable que en principio se descarte una falta de motivación 
(pues se trata de situaciones en general muy motivantes), pero si se trata de un 
deportista que ha pasado de titular a suplente, y sale al campo cuando faltan sólo 
diez minutos y el partido está decidido (situación, en general, poco motivante), 
parece apropiado pensar que su pasividad tiene que ver con una motivación baja. 
En realidad, no es posible determinar "desde fuera del deportista" cuál es su nivel 
de activación y, por tanto, cualquier interpretación debe hacerse con mucha cautela, 
pero el entrenador puede aprender a identificar situaciones y señales que le orienten 
con un margen de error pequeño. Por supuesto, la ayuda del psicólogo deportivo en 
esta faceta puede ser enorme, pues desde su posición de observador especializado 
puede identificar con mayor facilidad y precisión las situaciones y señales clave, e 
informar al entrenador para que éste actúe con más eficacia. 
 
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1.1.2 Motivación 
 
No es necesario explicar lo importante que es la motivación en el deporte. En 
numerosos casos, la motivación de los deportistas es bastante elevada, pues de 
otra forma no podrían afrontar, eficazmente, los múltiples retos y dificultades de su 
actividad deportiva. Sin embargo, en algunos de estos casos, no es lo 
suficientemente alta o estable como para perseguir metas cada vez más ambiciosas 
o perseverar en los momentos más críticos. Así, puede ocurrir que un deportista, en 
general, esté muy motivado por su deporte o, por conseguir unos resultados 
deportivos, pero que le falte ese "extra de motivación" que puede ser decisivo en 
los momentos más importantes. 
 
Cuantitativamente, este "extra de motivación" puede ser mucho más pequeño que 
la elevada dosis de motivación que, en general, el deportista tiene, pero su 
trascendencia suele ser enorme, estableciendo la diferencia clave, en muchos 
casos, entre el éxito y el fracaso deportivo. De hecho, muchos deportistas se 
estancan en su progreso y no llegan al nivel deportivo que podrían, o no rinden bien 
en los momentos más delicados de la temporada, porque aun siendo su motivación 
bastante alta, carecen del "extra de motivación" que cualitativamente es tan decisivo 
en el deporte de competencia. 
 
También hay deportistas de alta competencia que, en general, están poco 
motivados y "viven de las rentas" de otros tiempos. Por ejemplo, han sido buenos 
deportistas y, ahora, aprovechan su pasado para seguir consiguiendo contratos, 
pero su interés por el deporte que practican es muy bajo. A lo largo de la temporada, 
estos deportistas pueden rendir bien en algunas competencias menores, pero 
suelen fracasar en los momentos más trascendentes. 
 
Motivación básica y motivación cotidiana 
 
Para poder influir en la motivación de los deportistas, es conveniente distinguir entre 
motivación básica y motivación cotidiana. 
 
La motivación básica, se refiere a la base estable de motivación que determina el 
compromiso del deportista con su actividad; tiene que ver con el interés y la 
ambición de los deportistas por los resultados deportivos, su rendimiento personal 
y/o las consecuencias beneficiosas de ambos (dinero, contratos, victorias, 
campeonatos, prestigio, posición social, satisfacción personal, autorrealización, 
etc.). 
 
La motivación cotidiana se refiere al interés del deportista por la actividad y los retos 
diarios y la gratificación inmediata que producen estos. Tiene que ver, 
fundamentalmente, con el atractivo del ambiente de trabajo y las tareas diarias (la 
relación diaria con los compañeros y el equipo técnico, los retos que plantea el 
entrenamiento, el ambiente de trabajo, etc.); el disfrute, la satisfacción y el 
rendimiento personal cotidianos (divertirse entrenando o jugando, sentirse 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 14 
 
satisfecho por lo que uno ha hecho, etc.); y la obtención de cualquier tipo de 
gratificación que al jugador le resulte interesante (atención y reconocimiento por 
parte del entrenador, pequeños premios materiales, etc.). 
 
Ambos tipos de motivación son importantes y deben complementarse. 
 
En ausencia de motivación básica, los deportistas no alcanzarán el nivel de 
compromiso suficiente como para afrontar retos verdaderamente ambiciosos; y en 
estos casos, una elevada motivación cotidiana propiciará que la experiencia diaria 
sea más grata, pero aumentará el riesgo de que se produzca un peligroso estado 
de conformismo que abortará el interés y el esfuerzo por objetivos deportivos más 
ambiciosos. 
 
Motivación en los deportes de equipo 
 
En los deportes de equipo, el objetivo final es que el equipo consiga sus objetivos 
deportivos. Y ese objetivo será más probable si el equipo funciona como un 
conjunto. Para que esto ocurra, el entrenador debe conseguir una interacción eficaz 
entre lo colectivo y lo individual, ya que el equipo es un conjunto que está formado 
por personas individuales. 
Por tanto, por un lado, el equipo debe estar motivado como conjunto, con unos 
intereses comunes que resulten atractivos para el grupo (por ejemplo: ascender de 
categoría,mejorar la clasificación del año anterior, etc.). Pero, además, 
paralelamente, es importante que cada jugador del equipo se encuentre motivado 
por intereses particulares que sean compatibles con los intereses comunes. 
 
Por tanto, para potenciar la motivación en los deportes de equipo, es importante que 
el equipo como conjunto tenga unos objetivos colectivos atractivos, y que cada 
jugador del equipo, en particular: (a) tenga unos objetivos individuales por los que 
se encuentre motivado; (b) perciba que sus objetivos individuales están 
relacionados con los objetivos que persigue el equipo como conjunto; y (c) perciba 
que la consecución de los objetivos colectivos del equipo, le puede proporcionar 
beneficios individuales interesantes. 
 
 
Beneficios y costos 
 
En gran parte, la motivación depende de: (a) el atractivo que para el deportista (o el 
equipo) tienen los beneficios de todo tipo que se pueden conseguir (resultados 
importantes, dinero, prestigio, satisfacción personal, diversión, etc.); (b) los costos 
necesarios para conseguir tales beneficios (horas de entrenamiento, esfuerzo físico 
y psicológico, sufrimiento, disciplina, etc.) y (c) la relación entre beneficios y costos. 
 
El entrenador y el directivo deben preguntarse: 
 
- ¿Qué beneficios pueden ser lo suficientemente atractivos para este deportista (o 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 15 
 
este equipo)? 
 
- ¿Qué costo está dispuesto a pagar el deportista (o el equipo) para conseguir estos 
beneficios?; 
 
- ¿Cómo se puede conseguir una relación apropiada entre los posibles beneficios y 
su costo? 
 
Muchos entrenadores y directivos cometen el error de intentar motivar a sus 
deportistas hablándoles de los posibles beneficios, pero sin mencionar los costos. 
Esta forma de actuar puede provocar que, momentáneamente, los deportistas se 
muestren muy motivados por los atractivos beneficios, y que esta motivación, en 
muchos casos, confunda a los entrenadores o directivos, haciéndoles creer que han 
realizado un buen trabajo. Sin embargo, como los deportistas ignoran los costos, es 
muy posible que su motivación no sea estable, disminuyendo en la medida que se 
presenten esos costos y consideren que no están dispuestos a pagarlos. Por tanto, 
es importante que los deportistas conozcan los beneficios y los costos para que 
puedan establecer una relación entre ambos, pues de esta relación, en gran parte, 
dependerá su motivación. 
¿Quiere esto decir que cuanto menor sea el costo, mayor será la motivación de los 
deportistas por un beneficio deseado? No exactamente. Por ejemplo, muchos 
deportistas no se motivarán por beneficios que sean demasiado fáciles (es decir, 
con un costo muy bajo); y para otros, el simple hecho de sentirse capaces de 
afrontar y superar un elevado costo se convertirá en un reto que aumentará su 
motivación. En general, el costo debe ser lo suficientemente alto como para que el 
deportista valore la importancia de su esfuerzo personal, pero proporcionado 
respecto al posible beneficio y, por supuesto, viable para el deportista en función de 
su disponibilidad y sus posibilidades reales. 
 
 
 
Compromiso de los deportistas 
 
Para que los deportistas adquieran un compromiso firme, es una buena estrategia 
que participen y se involucren activamente en las decisiones que les conciernen, en 
lugar de adoptar un papel pasivo aceptando (aparentemente) la decisión que toman 
el entrenador o el directivo. 
 
Así, para conseguir una buena motivación es mejor que el entrenador y el directivo, 
en lugar de decidir por su cuenta los beneficios que podrían satisfacer a los 
deportistas y los costos que estos estarían dispuestos a afrontar, escuchen los 
deseos y opiniones de estos, analicen con ellos las ventajas e inconvenientes de 
las posibles alternativas y propicien que la decisión final sea una decisión conjunta. 
 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 16 
 
De esta forma, a lo mejor no se decide, exactamente, aquello que preferirían el 
entrenador o el directivo, pero se adoptará un planteamiento que hará más probable 
una motivación estable a lo largo de la temporada. 
 
 
Conflictos de intereses 
 
En ocasiones, adquirir un compromiso es difícil porque existen conflictos de 
intereses entre beneficios incompatibles. En el deporte de alta competencia, es 
frecuente que surjan conflictos de intereses cuando, por cualquier motivo, se 
considera necesario realizar cambios significativos en el funcionamiento de los 
deportistas. 
 
Pensemos, por ejemplo, en un equipo de baloncesto acostumbrado a jugar de una 
determinada manera, al que su nuevo entrenador, a mitad de la temporada, 
pretende enseñar un sistema de juego diferente; o en un jugador que siempre ha 
jugado como base, pero que ahora, al llegar un compañero que también juega en 
esa posición, debe adaptarse a estar de suplente y salir a jugar de escolta. 
En ambos casos, es probable que la motivación por el cambio no sea apropiada, 
pues existe un claro conflicto de intereses. 
 
En el primer caso, el entrenador tendrá que valorar las ventajas e inconvenientes 
de cambiar el sistema de juego a mitad de la temporada, considerando, entre otras 
cuestiones, la falta de motivación que podría encontrar en sus jugadores. Y si, 
finalmente, decidiese cambiar, deberá procurar que la motivación aumente para que 
el equipo se comprometa verdaderamente (no sólo aparentemente) a realizar el 
coste que supone el cambio. 
 
En el segundo caso, aunque el entrenador tenga claro cuál es el papel que debe 
desempeñar ese jugador, deberá valorar que este tiene que adaptarse a un cambio 
desfavorable respecto a su situación anterior y que, por ello, en principio no estará 
muy motivado por ese cambio. Considerando esta circunstancia, tendrá que 
ocuparse de mejorar la motivación de ese jugador por su nuevo cometido, pues de 
otra forma lo más probable es que no se adapte convenientemente. 
 
En la línea de este segundo ejemplo, en los deportes de equipo pueden plantearse 
conflictos entre los intereses colectivos y los intereses individuales, siendo 
necesario encontrar beneficios individuales ligados a los intereses colectivos que 
compensen la pérdida de los intereses individuales que estaban en conflicto. Así, 
en este ejemplo, será conveniente que el entrenador encuentre cómo podría 
beneficiarse el jugador si se adapta bien a su papel de suplente. De esta forma, será 
más probable que este jugador, aun no estando en la situación ideal para él, se 
motive lo suficiente por el nuevo papel que el entrenador le encomienda. 
 
 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 17 
 
1.1.3 Estrés 
 
El estrés es una respuesta del organismo ante situaciones internas o externas que 
le resultan amenazantes (o estresantes). Esta respuesta consiste, básicamente, en 
la movilización de recursos fisiológicos y psicológicos para poder evitar o hacer 
frente a la situación amenazante. El estrés puede ser beneficioso para la salud y el 
rendimiento de los deportistas. Por ejemplo, la preocupación de un atleta por estar 
aumentando de peso puede propiciar que siga una dieta alimentaria más apropiada; 
o el temor a perder una carrera, favorecer que el atleta se prepare y se cuide mejor 
para esa competencia. 
Sin embargo, el exceso de estrés puede perjudicar, gravemente, la salud y el 
rendimiento. Para muchos deportistas, el exceso de estrés provoca que obtengan 
pocas satisfacciones de la práctica de su deporte, que no rindan como podrían, que 
se lesionen con frecuencia y tarden en recuperarse, que lo pasen mal, que sufran 
cansancioy agotamiento mental, problemas emocionales, e incluso, en los casos 
más graves, que desarrollen trastornos psicopatológicos. 
 
Manifestaciones de estrés 
 
Básicamente, el estrés se puede manifestar como (a) ansiedad (nerviosismo, 
preocupación, miedo…; (b) hostilidad (enfado, agresividad incontrolada); (c) 
desánimo; y (d) cansancio y agotamiento mental. 
 
Las dosprimeras manifestaciones contribuyen a aumentar el nivel de activación y 
las dos últimas a disminuirlo. Todos podemos encontrar ejemplos de deportistas 
que se ponen nerviosos, se enfadan se desaniman o se agotan mentalmente. 
 
 
Situaciones potencialmente estresantes 
 
En el deporte de competencia existen numerosas situaciones que pueden ser 
amenazantes, pero esto no quiere decir que, automáticamente, provoquen estrés. 
En realidad, se debe hablar de situaciones “potencialmente estresantes” (es decir, 
que tienen la cualidad de provocar estrés) que en unos casos serán verdaderamente 
estresantes y en otros no, dependiendo de la valoración subjetiva de cada 
deportista. Así, numerosas situaciones tienen el potencial suficiente como para 
provocar estrés, pero es la interacción entre estas situaciones y cada deportista 
individual o grupo de deportistas, la que determina que el estrés esté presente y, 
más aún, la intensidad del estrés. 
 
En general, son potencialmente estresantes aquellas situaciones que implican 
cambios en la vida de una persona, o tienen para ello una trascendencia, sobre todo 
si son novedosas, inciertas, ambiguas, conflictivas, difíciles o insolubles, que 
resultan dolorosas, desagradables, molestas, incómodas o poco gratificantes, o que 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 18 
 
conllevan una evaluación de otras personas cuya opinión importa. Muchos de estos 
"ingredientes" forman parte del entorno habitual de los deportistas de competencia, 
sobre todo de los deportistas de élite, por lo que éstos están expuestos, casi 
continuamente, a situaciones potencialmente estresantes que pueden provocar 
estrés. 
 
Las situaciones potencialmente estresantes no son, necesariamente, situaciones 
negativas para el deportista. También pueden serlo situaciones aparentemente 
positivas. 
Por ejemplo: para algunos jugadores puede ser muy estresante pasar de ser 
suplentes a titulares. Este cambio es una situación positiva que, en principio, desea 
cualquier jugador, pero conlleva más responsabilidad, mayor nivel de exigencia, 
mayor exposición a las situaciones estresantes de los partidos, mayor evaluación 
de otras personas y, en ocasiones, un deseo incontrolado de hacerlo bien. Muchos 
jugadores no saben hacer frente a esta situación positiva pero estresante, y 
desaprovechan su oportunidad no por falta de recursos físicos, técnicos o tácticos, 
sino por no disponer de recursos psicológicos para controlar el estrés. 
 
Asimismo, es importante señalar que las situaciones potencialmente estresantes no 
incluyen, únicamente, excesos (por ejemplo: muchas horas de entrenamiento, 
mucha responsabilidad, errores graves, una evaluación muy negativa, etc.), sino 
también déficits que pueden resultar muy impactantes (por ejemplo: monotonía y 
aburrimiento en los entrenamientos, falta de interés por la actividad, sentirse 
infrautilizado en el equipo, no mejorar, etc.). 
 
En el deporte de competencia, las situaciones potencialmente estresantes pueden 
agruparse en cinco grandes apartados: 
 
 Situaciones ajenas a la actividad deportiva, pero que pueden influir en el 
rendimiento y la salud del deportista (por ejemplo: problemas familiares, 
pérdida de seres queridos, "presión" de la novia para casarse, hipotecas, 
etc.); 
 Situaciones relacionadas con la organización y las características propias 
de la actividad deportiva; 
 Situaciones relacionadas específicamente con el entrenamiento; 
 Situaciones relacionadas específicamente con los partidos; 
 Lesiones deportivas. 
 
Las situaciones ajenas a la actividad deportiva exceden el ámbito de trabajo del 
entrenador y los directivos, pero los deportistas suelen apreciar que éstos se 
interesen y les apoyen como personas. El psicólogo deportivo tampoco puede 
eliminar las situaciones estresantes extradeportivas, pero sí ayudar al deportista a 
controlar su impacto. En muchos casos, esta ayuda puede ser suficiente para que 
el deportista se centre mejor en su cometido deportivo y rinda a buen nivel a pesar 
de sus problemas extradeportivos. 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 19 
 
 
Características personales relevantes 
 
La interacción entre las situaciones potencialmente estresantes y determinadas 
características personales, es lo que influye en la percepción de amenaza de las 
situaciones, en la movilización de recursos "extraordinarios" para hacer frente a 
tales situaciones y en la aparición, duración e intensidad del estrés con sus distintas 
manifestaciones y efectos. ¿Qué características personales de los deportistas 
pueden interactuar con las situaciones potencialmente estresantes, para reducir o 
aumentar la probabilidad del estrés? Básicamente, las que se señalan a 
continuación. 
 
 Motivación básica controlada. A mayor motivación básica controlada, menor 
vulnerabilidad a sufrir estrés. Sin embargo, un exceso de motivación 
incontrolada puede favorecer que los deportistas perciban las situaciones 
potencialmente estresantes como muy amenazantes. 
 
 Racionalidad y flexibilidad de los valores, creencias y actitudes de los 
deportistas. En general, cuanto más racionales y flexibles sean, menor será 
el impacto de las situaciones potencialmente estresantes; y al contrario, 
cuanto menos racionales y más rígidos, más probable y más grave será el 
estrés. Por ejemplo: un deportista que crea rígidamente (es decir, sin aceptar 
otras opciones) que "no puede fallar", será más propenso a tener estrés 
cuando cometa un error en un partido, que otro jugador cuya creencia sea 
más flexible ("no debo fallar, pero a veces se falla"; "los fallos son parte del 
juego"). 
 
 Trayectoria deportiva de éxitos-fracasos. En general, los deportistas con una 
trayectoria más exitosa atribuida a su propio esfuerzo serán menos 
vulnerables al impacto de las situaciones estresantes. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 20 
 
 
 Experiencias pasadas relacionadas con situaciones concretas. Por ejemplo, 
un deportista que se haya lesionado gravemente en un tipo de acción será 
más propenso a sufrir estrés ante esa misma situación. Otro ejemplo: un 
jugador que haya tenido una mala experiencia frente a un determinado rival 
será más fácil que reaccione con estrés cuando vuelva a enfrentarse a ese 
mismo rival. 
 
 Fortaleza mental. A mayor fortaleza mental menor impacto de las situaciones 
estresantes. La fortaleza mental se caracteriza por la capacidad de asumir 
las situaciones estresantes como retos que pueden ser controlados, 
adquiriendo el compromiso de afrontarlos a pesar de las dificultades que 
surjan, tolerando los fracasos y persistiendo en el esfuerzo por lograr el 
objetivo. 
 
 Autoconfianza y autoestima. En la misma línea, los deportistas con una 
autoconfianza y una autoestima altas sufrirán menos estrés. Por ejemplo: un 
futbolista que ha estado de suplente durante gran parte de la temporada, por 
fin tiene su oportunidad de jugar. Es una situación potencialmente estresante 
que podría provocar mucho estrés y perjudicar el rendimiento del jugador. Si 
la autoconfianza de este jugador es alta (es decir, confía verdaderamente en 
sus recursos para afrontar la situación con eficacia), el impacto de la situación 
estresante será menor que en el caso de que su autoconfianza fuera baja. 
 
 Estilo de afrontamiento de las situaciones estresantes. En general, los 
deportistas que afrontan las situaciones potencialmente estresantes 
analizándolas fría y objetivamente, contemplando cuáles son las mejores 
alternativas disponibles para controlarlas, situando su gravedad en una 
perspectiva apropiada, y adoptando con optimismo la mejor solución posible, 
son menos vulnerables a sufrir estrés. 
 
 Recursos disponibles para controlar el estrés. Los deportistas que dominen 
habilidades para controlar el estrés se sentirán más seguros ante situaciones 
potencialmente estresantes cuyo impacto puedan controlar. Por ejemplo: unfutbolista que domina técnicas de autocontrol para controlar pensamientos 
negativos y estados de sobreactivación que perjudican su rendimiento, se 
sentirá más seguro ante situaciones estresantes (por ejemplo, un marcador 
en contra quedando poco tiempo para terminar) que podrían provocar 
pensamientos negativos y sobreactivación, que otro jugador que no domine 
tales técnicas. 
 
 Apoyo social. Los deportistas que perciben el apoyo de las personas que les 
rodean, en general son menos vulnerables a las situaciones potencialmente 
estresantes. 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 21 
 
Control de las manifestaciones del estrés 
 
Puesto que las manifestaciones del estrés (ansiedad, enfado, desánimo y 
agotamiento) son la consecuencia de la interacción entre las situaciones 
potencialmente estresantes del entorno de los deportistas y determinadas 
características personales, su control puede lograrse, de forma indirecta, 
interviniendo en estas dos parcelas: por un lado, eliminando, aliviando o controlando 
las situaciones potencialmente estresantes; por otro, modificando o controlando las 
características personales. 
 
Sin embargo, también se debe prever que, aun controlando bien las dos parcelas 
señaladas, las manifestaciones de estrés se presentarán en muchos casos. Por eso, 
es conveniente entrenar a los deportistas para que autocontrolen estas 
manifestaciones, evitando que perjudiquen su rendimiento y aumenten el riesgo de 
lesiones. 
 
Así, por ejemplo, el jugador que se enfada y tiende a insultar al árbitro, puede 
aprender a autocontrolar el enfado y evitar el insulto; o el deportista que tras cometer 
varios errores se desanima y ya no se esfuerza como antes, puede aprender a 
autocontrolar este estado de ánimo y seguir esforzándose al máximo hasta el final 
del partido. 
 
 
1.1.4 Autoconfianza 
 
La autoconfianza es la confianza que un deportista (o un equipo) tiene en sus 
propios recursos para poder alcanzar un determinado resultado. Por tanto, no es 
estar convencido "a ciegas", porque sí, porque "hay que estarlo", ni hacer 
declaraciones como "seguro que ganamos", "somos unos ganadores" o "no 
podemos pensar en perder", ni aparentar que uno está convencido de la victoria con 
comentarios como "venga, que en la segunda parte seguro que remontamos", sino 
un estado interno de fortaleza psicológica que implica un conocimiento real de la 
dificultad del objetivo, de los recursos propios que uno puede utilizar para conseguir 
ese objetivo y, en función de todo ello, de las posibilidades realistas que uno tiene 
de lograrlo. 
 
Por tanto, el deportista con autoconfianza respecto al que no la tiene, conoce 
aproximadamente sus posibilidades reales y sabe cuáles son las conductas propias 
que debe emplear para que esas posibilidades existan. También conoce las 
dificultades que podrían impedirle conseguir el objetivo deseado y las conductas 
que, en ese caso, podría utilizar para neutralizar en lo posible tales dificultades. 
 
La autoconfianza se fortalece cuando el deportista percibe que es eficaz controlando 
las situaciones potencialmente estresantes de los entrenamientos y las 
competencias. 
 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 22 
 
En los deportes de equipo, es importante desarrollar la autoconfianza tanto a nivel 
individual como a nivel colectivo, de forma que cada deportista y el equipo como 
conjunto, perciban que son eficaces para controlar las situaciones que deben 
afrontar en los entrenamientos y, sobre todo, en los partidos. Así, la “autoconfianza 
colectiva” se refiere al grado de confianza realista que el equipo, como conjunto, 
tiene en sus propios recursos. 
 
 
Beneficios de la autoconfianza 
 
Entre otros beneficios, la autoconfianza favorece que los deportistas sean más 
perseverantes para conseguir sus objetivos, se encuentren mejor en los días y horas 
anteriores a las competencias, se esfuercen al máximo y sigan compitiendo con 
inteligencia en los momentos adversos (por ejemplo, con un marcador en contra), 
consigan que no les afecten gravemente los errores que cometen, se recuperen 
mejor de los malos resultados y actuaciones, y en definitiva, se centren en lo que 
verdaderamente pueden hacer en cada momento, sabiendo que, de esta forma, es 
como mejor pueden influir en los resultados que desean. 
 
A nivel de equipo, la autoconfianza colectiva influye en el esfuerzo conjunto del 
equipo, su perseverancia, concentración y buen hacer en los momentos más 
difíciles de los partidos, la tolerancia de cada deportista ante los errores de los 
compañeros y la capacidad del grupo para reaccionar y superar marcadores 
adversos y situaciones críticas. 
 
En definitiva, la autoconfianza ayuda a controlar el estrés en beneficio de la 
motivación. Así, cuando la autoconfianza es alta, una situación potencialmente 
estresante de los entrenamientos o los partidos, en lugar de ser amenazante puede 
convertirse en motivante, provocando que los deportistas se sientan atraídos por el 
reto de controlarla en lugar de estresarse por la amenaza de no poder hacerlo. Por 
ejemplo: ante un partido muy importante (situación potencialmente estresante), el 
equipo con autoconfianza tenderá a percibir este partido como un reto motivante 
más que como una amenaza estresante, y esto provocará que prevalezca la 
motivación por ganar, hacerlo bien, etc., más que el miedo a perder o a las 
consecuencias de la derrota. 
 
 
Estrategias para fortalecer la autoconfianza 
 
Para potenciar la autoconfianza de sus deportistas, el entrenador puede emplear 
estrategias como las siguientes: 
 
Utilizar modelos significativos (es decir, ejemplos de deportistas que puedan ser 
imitados). El entrenador debe elegir modelos competentes que muestren a sus 
deportistas las conductas que resultan eficaces para lograr objetivos de 
rendimiento. Los deportistas deben estar preparados para poder imitar las 
conductas de los modelos. La autoconfianza se fortalecerá si los deportistas 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 23 
 
perciben que también ellos podrían realizar las conductas eficaces que 
proporcionan buenos resultados a los modelos. 
 
 Establecer objetivos realistas en los entrenamientos y las competencias. De 
esta forma, los deportistas percibirán que los objetivos que el entrenador les 
propone son verdaderamente alcanzables, y confiarán más en que pueden 
conseguirlos. Asimismo, la consecución de objetivos es una experiencia de 
éxito que contribuye a fortalecer la autoconfianza de los deportistas; y puesto 
que los objetivos realistas tienen una mayor probabilidad de conseguirse, 
resultarán muy útiles para propiciar esta experiencia de éxito. 
 
 Nivel de exigencia apropiado. El entrenador debe exigir a los deportistas en 
función de sus posibilidades. Si les exige más de lo que en realidad pueden 
hacer, propiciará que desconfíen de sus posibilidades de éxito y les conducirá 
a experiencias de fracaso que debilitarán más su autoconfianza. El deportista 
que fracasa porque no tiene recursos para rendir como su entrenador le 
exige, puede percibir que no es tan eficaz como se supone que debería; y 
como consecuencia de ello, disminuirá su autoconfianza. En este apartado, 
el entrenador debe tener muy en cuenta no solo el nivel deportivo de los 
deportistas, sino también su estado de forma física y psicológica en cada 
momento de la temporada. 
 
 Proporcionar información a los deportistas sobre lo que hacen (feedback). La 
autoconfianza se fortalece si los deportistas reciben información sobre sus 
conductas. Si la información es positiva, porque confiarán en las conductas 
que realizan bien. Si la información es negativa (pero el feedback les ayuda 
a corregir futuras acciones), porque percibirán que controlan el proceso de 
aprendizaje y confiarán en que pueden lograr sus objetivos. 
 
 Preparar las competencias. Una buena preparación de cada competencia, 
considerando todos los detalles que el entrenador estime relevantespara 
rendir bien, reduce la incertidumbre de los deportistas sobre lo que podría 
suceder en esa competencia, favoreciendo que perciban más control y, de 
esta forma, que confíen más en lo que pueden hacer para lograr sus 
objetivos. 
 
La preparación de la competencia debe incluir aspectos como los siguientes: (a) 
que los deportistas sepan cuáles son sus objetivos de realización para ese partido, 
tanto a nivel colectivo como a nivel individual (es decir, lo que deben hacer en el 
partido para que aumenten sus posibilidades de éxito); (b) que ensayen 
específicamente las principales conductas a utilizar en el partido; (c) que conozcan 
las principales dificultades que podrían encontrarse en el partido, y sepan cómo 
actuar en el caso de que se presenten tales dificultades. 
 
 Controlar expectativas de rendimiento. El entrenador debe controlar, en la 
medida posible, lo que los deportistas esperan que suceda respecto a su 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 24 
 
rendimiento colectivo e individual en las competencias (resultado del partido, 
trayectoria del marcador, actuación personal, grado de esfuerzo requerido, 
etc.). 
 
En general, una expectativa realista favorece una autoconfianza apropiada, 
mientras que una expectativa demasiado optimista puede propiciar un exceso de 
confianza (y un efecto negativo si después no se cumple esa expectativa) y una 
expectativa demasiado pesimista suele provocar una autoconfianza baja. El trabajo 
del entrenador antes de las competencias, entre otros cometidos, debe incluir 
ajustar en lo posible las expectativas de rendimiento de sus deportistas para que 
estas sean realistas. 
 
De esta forma, favorecerá que los deportistas afronten la competencia con la 
autoconfianza adecuada, y evitará que la autoconfianza se debilite si, en el 
transcurso de esta, las cosas no salen como los deportistas esperaban. Por ejemplo: 
en un deporte de equipo, los deportistas esperan ganar el partido con cierta facilidad 
porque se enfrentan a un rival aparentemente más débil. Comienza el partido y las 
cosas no son como se esperaba: el equipo contrario plantea muchas dificultades y 
hasta se adelanta en el marcador. Este contraste entre lo que se esperaba y lo que 
en realidad sucede puede perjudicar al rendimiento del equipo durante todo el 
partido. El entrenador debe prevenir este problema ajustando correctamente las 
expectativas previas de los deportistas; en este caso, anticipando las dificultades 
que podría plantear el equipo contrario. 
 
 Utilizar un sistema de evaluación apropiado. La forma en que el entrenador 
evalúa el rendimiento influye en la percepción de control que tienen los 
deportistas sobre su propio rendimiento y, por esta vía, influye en la 
autoconfianza de estos. En general, el entrenador puede contribuir a 
fortalecer la autoconfianza de sus deportistas si utiliza un sistema de 
evaluación que reúna características como las siguientes: 
 
 Que sea un sistema objetivo; es decir, basado en datos y no en intuiciones o 
apreciaciones personales (por ejemplo: cuántas veces se ha realizado 
correctamente el fuera de juego y cuántas no; cuántos pases de 
determinadas características se han dado, etc.); 
 
 Que se base en criterios establecidos previamente (el entrenador debe 
establecer antes del partido, o antes de los ejercicios del entrenamiento, con 
la mayor exactitud posible, qué deberían hacer los deportistas para que se 
considere que su rendimiento es apropiado; la valoración posterior del 
rendimiento debe basarse en estos criterios previos, y no en otros que, 
caprichosamente, se le ocurran al entrenador después); 
 
 Que sea una evaluación específica, en vez de global (que el entrenador 
evalúe acciones específicas del juego, distinguiendo el rendimiento de los 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 25 
 
deportistas en unas y otras acciones, en lugar de decir, simplemente, hemos 
jugado bien o mal); 
 
 Que la evaluación se centre en las conductas de los deportistas, y no solo en 
los resultados de estas conductas (por ejemplo: cuántas ocasiones de gol o 
tiros a gol se han producido, en lugar de valorar, simplemente, cuántos goles 
se han metido); 
 
 Que la evaluación se realice con independencia del resultado final del partido; 
evitando la tendencia a ver las cosas de manera positiva cuando se ha 
ganado y de forma negativa cuando se ha perdido (el entrenador debe valorar 
las conductas positivas de los deportistas, aunque el resultado del partido 
haya sido adverso, y considerar las conductas que se deben mejorar, aunque 
se haya ganado el partido). 
 
Por el contrario, el entrenador que evalúa el rendimiento de sus deportistas de 
manera arbitraria, poco precisa, sin diferenciar unos aspectos de otros, según sean 
los resultados de sus acciones, en función del resultado del partido, etc., propicia 
que los deportistas se sientan inseguros y no sepan a qué atenerse, pues percibirán 
que las mismas acciones pueden ser consideradas buenas o malas "según le de al 
entrenador ese día". De esta forma, la autoconfianza de los deportistas será más 
débil, pudiendo repercutir negativamente en su rendimiento. 
 
 
Relacionar los resultados de las competencias con las conductas de los 
deportistas 
 
En la línea del apartado anterior, el entrenador debe relacionar las victorias y buenas 
actuaciones con conductas de los deportistas que puedan volver a repetirse en 
competencias futuras, y las derrotas y malas actuaciones con conductas que 
verdaderamente puedan ser modificadas; de esta forma, contribuirá a que los 
deportistas perciban que los resultados, en cierta medida, dependen de sus 
conductas. 
 
Por ejemplo: después de ganar un partido, el entrenador puede destacar las 
conductas concretas de esfuerzo (bajar a defender; marcar a los contrarios en los 
saques de esquina, presionar, etc.) que han contribuido a esa victoria, de manera 
que los deportistas perciban que disponen de recursos eficaces para ganar partidos. 
Esto se llama “éxito controlado”. Se destacan acciones que han contribuido a un 
buen resultado y se pueden repetir en competencias futuras. 
 
Otro ejemplo: después de una derrota, el entrenador puede destacar los errores 
concretos en los marcajes que propiciaron los goles contrarios, de manera que los 
deportistas perciban que, corrigiendo esas conductas, dispondrán de recursos 
eficaces para ganar sucesivos partidos. Esto se llama “fracaso controlado”. Se 
destacan las acciones que podrían corregirse de cara a competencias futuras. 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 26 
 
 
Papel del Psicólogo del Deporte 
 
Para fortalecer la autoconfianza de los deportistas, también puede ser importante el 
trabajo del psicólogo del deporte, asesorando al entrenador para que aplique 
correctamente las medidas señaladas, y ayudando a los deportistas a tener 
expectativas realistas, percibir un mayor control de las situaciones deportivas y 
manejar, correctamente, sus experiencias de éxito y fracaso. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Compilación: Psic. Luis Gonzalo Rojas Flores 27 
 
 
1.2 Técnicas psicológicas para optimizar el rendimiento de los deportistas 
 
En estos apuntes se explican técnicas psicológicas que pueden ser incorporadas 
por el entrenador a su método de trabajo. 
 
Establecimiento de objetivos 
 
El establecimiento de objetivos es una de las técnicas psicológicas más utilizadas 
en el deporte de alto rendimiento. Bien empleada, puede contribuir al control de 
diferentes variables psicológicas relevantes: motivación, autoconfianza, estrés, 
atención y cohesión de equipo. El uso correcto de la técnica depende de la variable 
específica sobre la que pretende incidir. Por ejemplo: si se trata de estimular la 
motivación básica, lo más conveniente suele ser utilizar objetivos que resultado 
ambiciosos que sean muy atractivos, pero si el propósito es fortalecer la 
autoconfianza, lo aconsejable esestablecer objetivos de realización que, sobre 
todo, sean alcanzables en el corto plazo. 
 
 
Objetivos de resultado y objetivos de realización 
 
En el deporte de alto rendimiento tenemos que diferenciar dos tipos de objetivos: 
los objetivos de resultado y los objetivos de realización. Los “objetivos de 
realización” se refieren a la conducta del deportista, lo que el deportista hace o 
puede hacer (su conducta), mientras que los “objetivos de resultado” se refieren a 
lo que el deportista consigue o puede conseguir. 
 
A su vez, conviene distinguir entre objetivos de resultado “intersujetos”, y objetivos 
de resultado “intrasujeto”. Los primeros son aquellos por los que el deportista 
compite contra otros (por ejemplo: ganar una carrera), mientras que los segundos 
se refieren a los logros respecto a uno mismo (por ejemplo: el tiempo que el 
deportista hace en esa carrera). 
 
Por tanto, se debe distinguir entre: “objetivos de realización” (lo que el deportista 
hace): de “resultado intrasujeto” (lo que consigue a nivel personal) y de resultado 
“intersujetos” (lo que consigue en competencia con otros). 
 
Como resulta obvio, el deportista tiene un mayor control sobre su realización y, 
después, sobre el resultado intrasujeto. De hecho, en algunas especialidades como, 
por ejemplo, una carrera de 100 metros, los objetivos de realización y de resultado 
intrasujeto se encuentran muy próximos, pudiéndose concluir que, salvo 
circunstancias excepcionales, el deportista, a través de su realización, tiene un 
control elevado de su propio resultado. 
 
Es trascendente que los deportistas tengan objetivos de resultado: “inter” y, si 
procede, “intra”, y objetivos de realización. Los objetivos de resultado contribuyen 
poderosamente al incremento de la motivación, pero pueden ser perjudiciales si la 
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autoconfianza es baja. Y, en cualquier caso, deben estar acompañados por 
objetivos de realización. De esa forma, por un lado, el deportista se motivará por 
alcanzar un resultado atractivo y estará dispuesto a salir de su zona de confort para 
realizar el sobreesfuerzo necesario; y, al mismo tiempo, centrará su atención en lo 
que depende de él para conseguir ese resultado y percibirá un mayor control que 
fortalecerá su autoconfianza y, por esa, vía, su motivación. 
 
Los objetivos de realización son un elemento fundamental para el buen 
funcionamiento psicológicos de los deportistas por los siguientes motivos: 
 
a) Acentúan la trascendencia de la propia conducta para poder influir sobre los 
resultados; 
 
b) Contribuyen a que el deportista se centre y se ocupe de su conducta, en lugar 
de especular improductivamente sobre los posibles resultados; 
 
c) Ayudan a valorar mejor, de forma más realista, la accesibilidad de los 
objetivos de resultado; 
 
d) Facilitan una evaluación sencilla y fiable del rendimiento, contribuyendo a 
que el deportista utilice como indicador de progreso su propia conducta, lo 
que depende fundamentalmente de él, en vez de los resultados; 
 
e) Contribuyen a establecer contingencias beneficiosas entre la propia conducta 
y sus consecuencias favorables. 
 
Objetivos finales y objetivos intermedios 
 
En general, es conveniente que los deportistas tengan objetivos finales, 
habitualmente a largo o medio plazo, y objetivos intermedios progresivos, a corto 
plazo, relacionados entre sí, de forma que la consecución de los objetivos 
intermedios aproxime al deportista al logro del objetivo final. Los objetivos finales 
señalan a dónde se debe llegar, lo que finalmente justifica todo el esfuerzo, y los 
objetivos más cercanos son las etapas que el deportista debe cubrir para llegar a 
esa meta. Sin el objetivo final, el deportista no tendrá claro hacia dónde debe ir, y 
sin los objetivos intermedios, le faltará una referencia que le indique si va por el buen 
camino o debe rectificar. 
 
Algunos deportistas prefieren tener muy claro el objetivo final desde el momento en 
que inician el camino, mientras que otros prefieren no concretarlo hasta alcanzar 
algunos objetivos a corto plazo y comprobar que el objetivo final es verdaderamente 
realista. En este caso, el deportista tendrá una idea aproximada del posible objetivo 
final, pero no la concretará hasta más adelante, cuando tenga más información 
sobre sus posibilidades de conseguirlo. Para el entrenador es importante 
comprender esta diferencia y actuar según convenga a cada deportista. 
 
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Los objetivos finales, tanto de resultado como de realización, suelen ser objetivos 
lejanos, y aunque la preferencia de algunos deportistas sea concretarlos desde el 
principio, es importante complementarlos planificando objetivos más cercanos que 
mantengan al deportista permanentemente motivado y atento a su cometido. La 
consecución de cada objetivo intermedio indicará que se está más cerca del objetivo 
final y que se es capaz de conseguir los retos que uno se va proponiendo, 
fortaleciéndose la autoconfianza cada vez que esto suceda. 
 
En el deporte de alto rendimiento, el objetivo final es un objetivo de resultado, pero 
conviene que esté ligado a un objetivo final de realización. Los objetivos intermedios 
progresivos, en la mayoría de los casos, también deben ser de resultado y de 
realización. Por un lado, se pueden establecer los resultados deportivos a alcanzar; 
por otro, los logros personales necesarios para poder conseguir tales resultados. 
 
Una ventaja importante de establecer ambos tipos de objetivos es que, si no se 
consiguen los objetivos intermedios de resultado, pero se logran los de realización, 
estos pueden contribuir al fortalecimiento de la autoconfianza del deportista y, como 
consecuencia, su motivación para seguir adelante, aun en presencia de la 
decepción que puede suponer ese mal resultado. 
 
Los objetivos intermedios de realización permiten que los deportistas puedan 
avanzar hacia sus objetivos finales dependiendo fundamentalmente de ellos, sin 
que su progresión se vea amenazada por cuestiones ajenas que puedan afectar a 
los resultados. Evidentemente, si se trata de objetivos intermedios de resultado que 
son clasificatorios para una competencia mayor (por ejemplo: los de un 
preolímpico), se deben considerar objetivos finales, ya que no conseguirlos supone 
el final del trayecto. 
 
El objetivo intermedio más próximo se debe establecer teniendo en cuenta los 
objetivos finales y los siguientes objetivos intermedios. Son objetivos que pueden 
tener un importante efecto motivacional, pero sobre todo si el deportista percibe que 
su consecución significa un acercamiento al objetivo final y una mayor percepción 
de control. También en este caso, conviene establecer objetivos de resultado y, 
sobre todo, de realización. Estos deben permitir que el deportista tenga una 
experiencia cercana de “éxito controlado” que fortalezca su autoconfianza y su 
motivación, por lo que tienen una gran importancia. A diferencia de los objetivos 
finales, los objetivos a corto plazo se deben concretar lo mejor posible, de forma 
que esté muy claro qué hay que hacer (realización) y qué se pretende conseguir 
(resultado). 
 
 
Objetivos inmediatos prioritarios 
 
Una vez determinados los distintos objetivos, el rendimiento de los deportistas en 
cada una de sus actuaciones en entrenamientos y competencias se podrá optimizar 
si se establecen objetivos prioritarios inmediatos. Estos objetivos, casi siempre de 
realización, permiten dirigir la atención del deportista a las decisiones y acciones 
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que se consideren más relevantes en cada momento concreto. Antes de las 
sesiones de entrenamiento, estos objetivos, pocos en número, contribuyen a que 
los deportistas centren su atención en las cuestiones más prioritarias de ese 
entrenamiento, pudiéndose obtener, así, un beneficio mayor del tiempo que se 
dedica a entrenar. 
 
En la gran mayoríade los casos, los objetivos prioritarios de los entrenamientos 
deben ser objetivos de realización, de forma que los deportistas se centren en su 
conducta y no en el resultado de esta. Esta manera de funcionar es muy útil para 
optimizar el rendimiento del deportista y, también, para acostumbrarse a utilizar un 
criterio objetivo (la consecución del objetivo de realización) para valorar ese 
rendimiento y desarrollar un estilo de funcionamiento cuya generalización a las 
competencias resultará muy beneficiosa. En ocasiones, cuando el entrenamiento 
deportivo incluya la repetición rutinaria de movimientos (por ejemplo: un elevado 
número de tiros a canasta) se pueden introducir objetivos inmediatos de resultado 
que obliguen a los deportistas a estar alerta y que su motivación y atención no 
decaigan. 
 
En las competencias, los objetivos inmediatos de realización contribuyen a que los 
deportistas, antes de comenzar a competir, perciban un mayor control, fortalezcan 
su autoconfianza, neutralicen el estrés y concentren su atención en lo que tienen 
que hacer. En cuanto a los resultados, es evidente que cada competencia tiene sus 
propios objetivos, pero en ocasiones (por ejemplo: cuando el deportista afronta 
competencias aparentemente “fáciles”), puede resultar muy útil el establecimiento 
de objetivos de resultado añadidos con el fin de paliar un posible estado de baja 
activación. En general, se trata de resultados relacionados con el resultado final en 
la competencia, pero centrados en aspectos específicos (por ejemplo: conseguir 
una determinada diferencia en el marcador, conseguir hacer X puntos de saque, 
etc.). 
 
 
Objetivos individuales y objetivos colectivos 
 
En los deportes de equipo se deben establecer objetivos colectivos para el equipo 
como conjunto y objetivos individuales para cada jugador. Obviamente, debe existir 
una conexión de interdependencia recíproca entre ambos, de forma que los 
objetivos individuales contribuyan a los objetivos colectivos y que estos satisfagan 
los intereses individuales de los jugadores. La interacción apropiada entre objetivos 
colectivos e individuales contribuye a incrementar la motivación de los deportistas, 
potenciar la cohesión de equipo y optimizar el rendimiento individual y colectivo. 
 
Algunos problemas que con cierta frecuencia se observan en estos deportes son la 
falta de objetivos individuales y/o de criterios claros para determinar en qué consiste, 
exactamente, la realización colectiva y la realización individual. Estos problemas 
repercuten negativamente en el funcionamiento de los jugadores y dificultan la 
evaluación de su rendimiento con independencia de los resultados. Por tanto, es 
importante que el psicólogo se fije en esto y, cuando lo vea necesario, aconseje que 
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se establezcan objetivos individuales y, tanto colectivos como individuales, objetivos 
de realización suficientemente concretos. 
 
 
Aplicación de la técnica 
 
El establecimiento de objetivos es una técnica que pueden aplicar tanto los 
entrenadores como los propios deportistas, y en muchos casos, es necesario que 
ambos lo hagan conjuntamente. De hecho, cuando los deportistas participan en el 
establecimiento de los objetivos que les atañen, se motivan más, confían más en 
que pueden alcanzarlos y se involucran más para conseguirlos que si el entrenador, 
el club o la federación se los impone. En cualquier caso, tanto el entrenador como 
los deportistas deben dominar la técnica del establecimiento de objetivos para 
plantear objetivos que sean eficaces. El dominio de la técnica incluye que se 
establezcan objetivos con las siguientes características: 
 
a) Objetivos de resultado y objetivos de realización: con más peso de unos u 
otros según sea la variable psicológica que se quiera potenciar (¿motivación? 
¿autoconfianza? ¿concentración?) 
 
b) Objetivos finales y objetivos intermedios; 
 
c) Objetivos prioritarios inmediatos; 
 
d) Objetivos lo suficientemente concretos: sobre todo, los más cercanos; 
 
e) Objetivos atractivos, desafiantes y alcanzables; 
 
f) En los deportes de equipo, objetivos colectivos y objetivos individuales 
 
 
Reforzamiento social 
 
El reforzamiento social (por ejemplo: el entrenador reconoce, aprueba o elogia una 
conducta concreta) es una herramienta fundamental para consolidar las conductas 
a las que se le vincula (conductas técnicas, táctico-estratégicas, de esfuerzo, de 
cooperación…): es decir, no se trata de reconocer o elogiar sin más, sino de hacerlo, 
quedando claro, que es como consecuencia de una conducta concreta. Por ejemplo: 
el deportista hace algo bien, y el entrenador le dice ¡Bien, muy bien! Nótese que se 
refuerza lo que el deportista hace, no lo que consigue; es decir, se refuerzan 
conductas, no resultados. 
 
Además, el reforzamiento social es algo en lo que suelen fijarse otros deportistas, 
por lo que también favorece el aprendizaje por observación. Por añadidura, su 
talante positivo contribuye al buen ambiente del equipo o grupo de entrenamiento y 
fortalece la motivación cotidiana. 
 
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Pensemos, por ejemplo, en un entrenador que desea mejorar la comunicación entre 
sus jugadores dentro de la cancha. 
 
a) En primer lugar, debe concretar mejor la conducta: es decir, a qué se refiere 
en concreto: qué mensajes, cómo quiere que se transmitan (señales, 
palabras, gritos…) y quién debe transmitirlos. 
 
b) Después, debe especificar en qué situaciones quiere que se transmitan 
esos mensajes. 
 
c) Por último, debe proporcionar reforzamiento social cada vez que los 
deportistas ejecutan esa conducta en esa situación. 
 
d) Más adelante, cuando la conducta esté consolidada, convendrá que aplique 
el reforzamiento de manera intermitente (no siempre), ya que, así, esa 
conducta se fortalecerá todavía más. 
 
 
Modelado 
 
El “modelado” es una técnica de aprendizaje por imitación de modelos. Su objetivo 
fundamental es la adquisición o eliminación de una conducta o un estado 
psicológico a través de la observación de un modelo que ejecuta (o no ejecuta) esa 
conducta, o muestra (o no muestra) ese estado psicológico. Por ejemplo: un 
jugador, tras un error, puede aprender a reaccionar de una manera positiva 
observando e imitando a otros jugadores que reaccionan así; o puede fortalecer su 
motivación y su autoconfianza observando a otros con una motivación y 
autoconfianza altas. 
 
En el deporte de alto rendimiento son numerosas las conductas y estados 
psicológicos que de forma "natural" (es decir, sin que se aplique un programa de 
intervención) se aprenden por imitación, y muchos más los que se podrían aprender 
si se aplicara bien la técnica del modelado. 
 
Por tanto, por un lado, el entrenador y el psicólogo deben estar alerta respecto a los 
deportistas que puedan ser modelos y su posible influencia positiva o negativa sobre 
los compañeros que los observan, permitiendo, por un lado, que prosperen los 
buenos ejemplos y neutralizando, por otro, las situaciones de aprendizaje vicario 
que puedan resultar perjudiciales. 
 
Por otro lado, ante la necesidad de aprender una conducta o estado psicológico 
determinados, se puede utilizar el modelado como única técnica o, como es más 
habitual, en combinación con otras técnicas (reforzamiento positivo, feedback, 
autoinstrucciones…). El modelado es una de las principales técnicas que puede 
utilizar el entrenador incorporándolo a sus demostraciones, ejercicios, videos 
charlas y ejemplos. 
 
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Características del modelo 
 
Las características del modelo ejercen una gran influencia sobre el aprendizaje del 
observador. Aspectos como la edad, el sexo, la raza, las actitudes ante las cosas, 
el grado de competencia, el prestigio, etc. son relevantes atrayendo la atención de 
los observadores, pudiendo tener más impacto unas u otras características en 
función de las

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