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ANATOMÍA - Sentido del olfato

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Contenido
Sentido del olfato	1
¿Para qué sirve el olfato?	2
¿Cómo funciona el olfato?	2
La percepción de los olores	3
Receptores olfativos	4
1.	La pituitaria roja,	4
2.	La pituitaria amarilla	4
Cuidados del olfato	4
Covid y anosmia	5
Sentido del olfato
Se llama olfato o sentido del olfato a uno de los cinco sentidos con los que los seres humanos y muchos animales podemos percibir la realidad circundante. En este caso, se trata de la capacidad de detectar partículas y trazos de sustancias químicas en el aire, utilizando los receptores de la cavidad nasal (o sea, la nariz).
El olfato es una capacidad muy común en la naturaleza, tanto así que es el sentido primordial de muchas especies animales. Sin embargo, en el caso de los invertebrados y anfibios es más difuso y menos reconocible, ya que estos animales poseen la capacidad de percibir los químicos del ambiente a través de la piel y de otros órganos muy distintos a la nariz de los vertebrados superiores.
El olfato nos permite detectar peligros ambientales, identificar los alimentos más apropiados o reconocer a los individuos de un grupo. Los científicos estudian la complejidad y precisión de este sentido y por qué infecciones como la covid lo anulan.
Dos segundos para inhalar, tres para exhalar. En situación de reposo, respiramos unas 23.000 veces de media cada día y, durante esta sucesión constante de inspiraciones y espiraciones, nos empapamos de un sinfín de moléculas odorantes. El olfato es el sentido con el que percibimos la gran cantidad de información olfativa que contiene cada una de nuestras inspiraciones.
No todas las cosas tienen olor. Si podemos oler un objeto es porque de él se desprenden partículas volátiles microscópicas que viajan en el aire hasta nuestra nariz. Por el contrario, muchos sólidos como los metales, la piedra, o el vidrio no desprenden olor porque a temperatura ambiente no liberan moléculas.
En los animales, el sentido del olfato tiene muchas funciones; entre ellas, la detección de peligros (como el fuego o un depredador), el reconocimiento de otros individuos en el grupo, el apareamiento o la búsqueda de alimento.
¿Para qué sirve el olfato?
El sentido del olfato es de importancia crítica para los seres vivos, ya que permite reconocer la materia sin entrar en contacto directo con ella, e incluso sin tener idea de que está allí.
Al ser un sentido pasivo, que requiere poca concentración, es una fuente de información continua respecto del entorno, revelando la presencia de humo u olores extraños que puedan alertar sobre una amenaza. Además, el olfato permite identificar entornos familiares (justo por eso los animales “marcan” con su olor) y advertir el estado y la composición de la comida antes de ingerirla.
¿Cómo funciona el olfato?
El olfato es la interacción entre moléculas odoríferas (o sea, con olor) presentes en la atmósfera y los receptores especializados presentes en la mucosa nasal, neuronas capaces de transformar la información química en impulsos eléctricos que se transmiten al cerebro.
Para que ello ocurra, el aire cargado de las partículas odoríferas debe ser inspirado, y entrar en contacto con la mucosa olfativa que recubre la parte interna de la nariz. Allí, las células olfativas sensoriales (alrededor de 20 o 30 millones en promedio) captan estas trazas químicas y las transportan mediante sus cilios (filamentos) y proteínas fijadoras presentes en el moco, para que puedan encontrarse con los neuroreceptores especializados.
La información nerviosa de estas neuronas penetra el cráneo mediante microorificios en la lámina cribosa del hueso etmoides, y en la región anterior del cerebro alcanzan el bulbo olfativo u olfatorio, una estructura neural del prosencéfalo que reconoce la información y la transmite a las áreas superiores del cerebro, en donde ingresa al pensamiento consciente.
El olfato es un sentido muy similar al gusto, ya que ambos consisten en la quimiorecepción, pero mientras el primero es a distancia, el segundo es a través del contacto directo con la materia. Ambos estímulos, de hecho, son procesados en el centro del sabor y el gusto en la parte media del lóbulo frontal, o sea, en la misma región del cerebro.
La percepción de los olores
Las partículas aromáticas que a través del aire aspirado penetran en nuestras fosas nasales contactan con el epitelio olfativo. En los humanos, este tejido ocupa un área de unos diez centímetros cuadrados en el techo de la cavidad nasal y está formado por seis tipos distintos de células. Unas de ellas, las neuronas receptoras olfativas, son las responsables de la identificación de los olores. En su membrana poseen unas antenas microscópicas denominadas cilios donde se localizan los receptores olfatorios: las proteínas que detectan las partículas odorantes disueltas en el moco que recubre el epitelio. Para poder ser detectadas, además de volátiles, las partículas odoríferas deben estar presentes en una concentración suficiente, tener un tamaño adecuado y la capacidad de humedecerse.
Una vez el odorante y el receptor han encajado como una llave con su cerradura, el segundo se activa y desencadena una cascada de señales en la neurona olfativa que genera los impulsos nerviosos con los que se transmitirá la información del olor hacia el cerebro.
Receptores olfativos
Los receptores olfativos son los encargados de convertir la información química del olor en información nerviosa. Se hallan en la mucosa de la cavidad nasal, distribuidos en dos regiones claramente diferenciadas:
1. La pituitaria roja, con gran presencia de vasos sanguíneos pero sin funciones olfativas, que calienta el aire aspirado y lo filtra de impurezas y partículas.
2. La pituitaria amarilla, en donde se hallan las células olfatorias que contienen los receptores del olfato.
Los receptores del olfato son muchos y muy especializados, sobre todo en los mamíferos. Se piensa que puede llegar a haber hasta 1000 receptores diferentes, por lo que las proteínas encargadas del procesamiento del olor ocupan una buena porción del genoma.
Cada uno de los receptores especializados reconoce un tipo de olor diferente, por lo que los llamados “olores primarios” (que componen otros aromas más complejos) son muchísimos y difíciles de definir.
Aun así, se calcula que los olores disponibles para el ser humano pueden clasificarse en 10 renglones distintos: fragantes o florales, leñosos o resinosos, químicos, cítricos, frutales no cítricos, mentolados, dulces, ahumados o quemados, podridos y acres o rancios.
Cuidados del olfato
El cuidado del sentido olfativo se reduce al cuidado de la propia nariz y de sus componentes internos. Para ello, es aconsejable cumplir con las siguientes recomendaciones:
· Mantener las fosas nasales regularmente limpias, mediante el soplado pero sin presionar excesivamente la nariz.
· No introducir objetos en la cavidad nasal, mucho menos aquellos que puedan herirla, cambiar su constitución química o que puedan alojarse dentro.
· Evitar el consumo de cigarrillos y sustancias similares, así como de aerosoles de olor muy intenso.
· No exponerse a grandes concentraciones de humedad, polvo o sustancias de olor intenso durante mucho tiempo.
Covid y anosmia
La pérdida del olfato (o anosmia) producida por un virus no es exclusiva de la reciente pandemia de covid. Los especialistas ya utilizaban el término ‘disfunción olfatoria posviral’ para referirse a las alteraciones en el olfato causadas por rinovirus, otros coronavirus, los virus de la parainfluenza, o el de Epstein-Barr.
La pérdida del olfato se ha relacionado con el daño del epitelio olfativo. Generalmente, se recupera cuando desaparece la infección aguda, pero en algunas personas persiste durante varios meses o incluso años. Para tratar la anosmia se utiliza el entrenamiento olfativo o una combinación de este y de fármacos corticosteroides administrados tópicamente o por vía oral.
En la covid, la alteración del olfato afecta a entre un 30 y un 75% de las personas infectadas. Hasta ahora se había identificado una región en el cromosoma 4 relacionadacon la anosmia. En ella se localizan los genes UGT2A1 y UGT2A2, ambos activos en el epitelio olfativo, donde desempeñan un papel en el metabolismo de compuestos aromáticos, pero no se conocía el proceso por el cual el coronavirus produce la pérdida de olfato. Un estudio reciente, publicado en febrero en la revista ‘Cell’, propone por primera vez un mecanismo biológico para explicarla.
Los científicos han visto que, en el epitelio olfativo, el virus no infecta las neuronas olfativas y, en cambio, se acumula específicamente en las células de soporte o sustentaculares que, a diferencia de las neuronas, sí expresan gran cantidad de proteínas ACE2 y TMPRSS2, puerta de entrada del virus en las células. En condiciones normales, las células de soporte mantienen la estructura del tejido para que las neuronas puedan desempeñar su función en la percepción de los olores.
El estudio analizó a tres grupos de hámsteres –infectados con covid, con gripe, y no infectados– a los que se privó de alimento durante diez horas. Después, se les introducía en jaulas donde se habían escondido, mezclados en el lecho, Choco Krispies, que los hámsteres adoran. Y durante los 14 días siguientes a la infección, se registraba el tiempo que tardaban en encontrarlos.
Durante los dos primeros días, los hámsteres con coronavirus eran incapaces de encontrar los cereales, a diferencia de los hámsteres con gripe o los no infectados. Claramente, habían perdido el olfato. Llegado el día 15, prácticamente todos lo habían recuperado y volvían a encontrar el alimento escondido. En los hámsteres con covid, los científicos detectaron que más de la mitad de las células de soporte morían en los dos primeros días de la infección. A consecuencia de ello, se inicia un proceso de inflamación y las neuronas olfativas, que en condiciones normales dedican la mayor parte de su actividad a funciones relacionadas con el olfato, se ven obligadas a reducir la producción de receptores y otros componentes necesarios para el olfato y, por esta razón, se produce la anosmia.
Las neuronas olfativas no mueren, solo intentan hacer frente a la inflamación. Es por ello que durante un breve período de tiempo, entre tres y cinco días después del inicio de la infección, muchas personas pierden el olfato. Este retorna cuando baja la inflamación y la población de células de soporte puede regenerarse a partir de células progenitoras. Aun así, hay casos en los que la disfunción olfatoria persiste más de seis meses.

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