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LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO
Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA EN COLOMBIA*
ROGER J. SANDILANDS**
I
La influencia de teorías como las
de John Fei, Gustav Ranis, y Dale
Jorgenson ha orientado a las Agen
cias Internacionales de Desarrollo pa
ra reforzar la opinión de que el cre
cimiento lento en América Latina se
debe al inadecuado funcionamiento
del sector agrícola y que, a menos
que la agricultura pueda producir un
excedente mercadeable de alimentos
y materias primas sobre los requisi
tos de subsistencia de la población
rural, el desarrollo urbano no tiene
ninguna posibilidad de iniciarse.***
Además, se afirma que la produc
ción de tal excedente agropecuario
es un pre-requisito del desarrollo in
dustrial urbano.
En un artículo muy conocido,****
W. H. Nicholls hace un buen resumen
de la sabiduría convencional sobre el
papel de la agricultura en el desa
rrollo, y vale la pena citarlo para que
el lector pueda más fácilmente con
trastar los planteamientos del pre
sente autor:
"En un sentido muy fundamental,
el progreso agropecuario es general
mente un pre-requisito para el desa
rrollo industrial. Este es claramente
el caso de una economía cerrada,
donde una de las precondiciones más
importantes para la expansión indus
trial es lograr una tasa de crecimien
to de la productividad agrícola que
supere la tasa concurrente de creci
miento de la demanda de alimen
tos**1**. Una meciente productividad
agropecuaria apoya y sostiene el de
sarrollo industrial en varias formas,
importantes: (1) Permite que la
Este artículo es una versión ampliada y revisada de The Modernization of the Agri-
cultural Sector and Rural-Urban Migration in Colombia, Institute of Latin-American
Studies, University of Glasgow, Occasional Paper N° 1, 1971. El autor agradece al profe
sor Lauchlin Currie por su invaluable ayuda en la preparación del presente artículo y a
la señorita Dóriam Montaña por su colaboración en la traducción. Todos los conceptos
aquí emitidos son responsabilidad del autor.
Universidad de Glasgow y Departamento de Economía Agrícola, ICA, Tibaitatá.
J. C. F. y G. Ranis, Development of the Labour Surplus Economy Homewood, Illinois,
1964; D. Jorgenson, "The Development of a Dual Economy", Economic Journal, Junio
1961 pp. 309-334; B. P. Johnston y J. Mellor, "The Role of Agriculture in Economic De
velopment", American Economic Review, 1961, pp. 566-593.
W. H. Nicholls, "The Plece of Agriculture in Economic Development," en C. Eicher y
L. Witt (editores), Agriculture In Economic Development, Nueva York, 1964, pp. 11-44.
Ver también el resumen de H. Torres, "Papel de la Agricultura en el Desarrollo Econó
mico," Revista Colombiana de Economía Agrícola, Vol. 3, N° 1, Peb. 1971.
El subrayado es del autor.
26
BOGER J. SANDILANDS
agricultura libere una parte de la
fuerza laboral para empleo industrial
mientras que satisface los crecientes
requisitos de alimentos del sector no-
agrícola. (2) Aumenta los ingresos
agrícolas, creando así el poder ad-
qusitivo de los agricultores, necesa
rio para comprar los nuevos bienes
industriales, y los ahorros rurales que
pueden movilizarse directa o indirec
tamente, para financiar el desarro
llo industrial. (3) Permite a la agri
cultura abastecer del artículo más
básico (alimentos) para los trabaja
dores industriales a precios que fa
vorecen la rentabilidad de nuevas in
dustrias".
Sería conveniente examinar la va
lidez de estos argumentos distin
guiendo entre las varias etapas de
una economía en desarrollo, empe
zando con la economía agrícola esque
matizada, por ejemplo, en "Freedom
and Necessity",* la última obra
de Joan Robinson. En esta economía
todavía no se ha llegado a ningún de
sarrollo industrial y todo el mundo
vive a un nivel de inanición. Clara
mente tiene que generar un exceden
te agropecuario si una persona puede
sostenerse en una ocupación no agrí
cola. Pero se debe reconocer que los
agricultores solamente suministrarán
en forma voluntaria éstos alimentos
cuando esperen como retribución los
servicios o productos de la fuerza la
boral no agrícola que están soste
niendo. Por su parte, los terratenien
tes podrían procurar algunos servi
cios no-agrícolas con un aumento en
el arrendamiento. El gobierno tam
bién puede imponer impuestos sobre
los productos agrícolas o exigir gra
nos a precios explotables ("procure-
ment prices") como en la Rusia sta-
inista. Aparte de tan manifiesta in
justicia, estas prácticas corren el ries
go de enajenar a los campesinos tan
to que causarían dislocaciones y fra
casarían finalmente en obtener las
provisiones anticipadas. Esta fue
ciertamente la experiencia rusa**.
China ha aprendido la lección y ac
tualmente asegura provisiones ade
cuadas de mercancías manufactura
das para los campesinos a cambio
de su cooperación en lo que es una
"política de procuramiento" (procu-
rement policy) solamente de nom
bre***.
En las primeras etapas del desa
rrollo, el requisito primordial de los
trabajadores no-agrícolas es un su
ministro adecuado de alimentos. Mien
tras la economía se desarrolla será
conveniente ubicar el número cre
ciente de estos trabajadores en nue
vos centros urbanos donde necesita
rán ropa y vivienda, tanto como ali
mentación. El mercado para produc
Joan Robinson, Freedom and Necessity, Londres, 1970. Ver especialmente los capítulos
3 y 4.
W. H. Nicholls, op. cit.
Ver Jack Gray, "The Economics of Maoism," Bulletin of the Atomic Scietitst, Febrero
1969, pp. 42-31, y Joan Robinson, op. cit., p. 101.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 27
tos agrícolas se habrá expandido aho
ra y nuevas técnicas se habrán in
troducido en el sector agrícola. Con
los aumentos en la productividad
agrícola surge el desempleo disfra
zado del trabajo rural, como se en
cuentra en toda Latinoamérica, hoy
en día.
En esta etapa, todavía muy atra
sada, comparada con el mundo occi
dental industrializado, se argumenta
que el empleo no-agrícola continuará
limitado por excedentes agropecua
rios inadecuados. Se opina que con
la mayor proporción de la fuerza la
boral en el sector agropecuario, cual
quier excedente de alimentos será ab
sorbido, sin baja de precios, por el
mayor empleo no-agrícola que dicho
excedente permita. Esto supone que
la potencial fuerza laboral no-agrí
cola requiere solamente alimentos
para inducirla a abandonar el campo.
Pero no emigrará sin la seguridad de
ropa y vivienda tanto como de ali
mentación.
En realidad los sueldos urbanos son
más que suficientes en la mayoría
de los países en desarrollo (cierta
mente en Colombia) * para cubrir las
necesidades de subsistencia en cuen
to a la alimentación. Así tiene que ser
si los trabajadores urbanos van a ad
quirir también el mínimo básico en
ropa y vivienda, y concluímos que
los trabajadores urbanos requieren
un excedente mercadeable no sola
mente de alimentos sino de todos los
artículos básicos. Sin estas condicio
nes, el trabajador rural se quedará
en el campo donde podrá proveerse
de estos artículos para su subsisten
cia. Bajo estas circunstancias la ex
pansión esperada de empleo urbano
no se materializará y una baja en el
precio del excedente agropecuario
desestimulará su flujo continuo.
Los escritores "clásicos" tienden a
ver los sueldos solamente como cos
tos de producción; ven las existencias
de "maíz" como equivalentes a un
"fondo de salarios". Por eso hacen
énfasis en la generación de una ma
yor producción agropecuaria como
pre-requisito para una expansión in
dustrial. Con una definición más am
plia de los requisitos de subsistencia,
el fondo de salarios se estima inade
cuado para asegurar la expansión in
dustrial a menos que se genere una
existencia no solamente de "maiz"
sino también de ropa y vivienda pa
ra la oferta en perspectiva de mano
de obra. En efecto, tal vez es mejor
no considerar estos artículos como
bienes de consumo sino como una
parte de los costosnecesarios de pro
ducción, equiparándolos con bienes de
inversión en la misma forma que se
hace con maquinaria y materias pri
mas. Joan Robinson anota que "pa-
* De acuerdo con una encuesta íamiliar efectuada en Cali en 1969 la elasticidad "arco"
del ingreso para el grupo más pobre fue solamente 0.61. Este grupo probablemente in
cluye los migrantes más recientemente llegados del campo. Ver Pimur, la Coordinación
de Mercadeo y el desarrollo Económico del Valle del Cauca, Cali, 1970, p. 11-3.
28 BOGER J. SANDILANDS
ra él (Adam Smith) la riqueza de
las naciones no incluyó el nivel de
vida de los trabajadores; ios sueldos,
tanto como la alimentación de gana
do, eran una parte de los costos de
producción"*.
Sin embargo, si redefinimos nues
tro objetivo no como la acumulación
de un excedente económico con el pro
pósito final de construir palacios dig
nos de reyes, o mayores y mejores
ejércitos, sino como la provisión de
un nivel decente de vida para las cla
ses trabajadoras, escaparíamos a la
camisa de fuerza de la "economía del
maiz" de Ricardo, en la cual un exce
dente de tal producto era lo único
necesario para generar un fondo de
salarios adecuado para inversión.
Así podríamos identificar como núes,
tro primordial problema económico
la creación de las condiciones que
conducirían a la tasa máxima de ga
nancias en la producción de artícu
los de consumo masivo-incluyendo ro
pa y vivienda tanto como alimentos-
mejor que la creación de recursos in-
vertibles en sí. Implícita en este pro
blema básico está la necesidad de re
cursos productivos, pero este aumen
to en recursos se deriva del aumento
en consumo y no a la inversa**.
Este cambio en el enfoque es más
importante de lo que pueda parecer;
porque cuando examinamos la fuente
de financiamiento del desarrollo in
dustrial, nos sorprende la cantidad
que proviene de la reinversión de ga
nancias***. El modelo de Ranis-Fei,
de otro lado, propone que los fondos
para inversiones se deriven primor-
dialmente del excedente agropecuaiio
total. Este enfoque es curioso porque
Ranis mismo anotó**** que la fuente
principal de financiamiento para el
naciente desarrollo económico japo
nés fue la reinversión de ganancias
comerciales. En otros palabras, eran
los consumidores quienes principal
mente financiaban la expansión in
dustrial por medio de ahorros disfra
zados en el precio del producto*****.
* Joan Robinson, op cit., p. 115.
•• En una conferencia en la Universidad de Glasgow (Febrero 27, 1970). Joan Robinson citó
a Mao Tse-Tung asi: "Si un país está verdaderamente tratando de crear una industria
pesada debe concentrar sus esfuerzos en la liviana; pero si no está tratando en serio
de crear tal industria pesada debe enfocarse en esa misma industria". Bien puede ser
que estas afirmaciones al parecer contradictorias, expliquen en gran parte el por qué
Colombia y muchos países en vía de desarrollo enfrentan grandes excedentes de capa
cidad instalada en la agricultura, la industria textil y la construcción, por ejemplo,
mientras al mismo tiempo un gran sector de su población está desnutrido, mal tra
jeado y sin vivienda adecuada.
*•* Para una discusión más amplia, ver E. Hagen, The Economics of Development, Homewood,
Illinois, 1968, cap. 13; y W. A. Lewis "Development wlth Unlimited Supplies Labour," The
Manchester School, Mayo, 1954.
**** G. Ranis, "The financing of Japanese Economic Development," Economic History Review Vol.
XI, N9 3, 1959. pp. 440-454.
*****Ver Joan Robinson, Protits and Interest, Universidad de Cambridge, 1970, (mimeo).
Siguiendo las ideas de Kalecki, ella explica que los empresarios generalmente tienen
el poder de aumentar el margen de ganancias (mark-up margin) cuando quieren ex
pandir sus operaciones, obteniendo asi máxima financiación interna.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 29
Ranis y Fei siguen el modelo de
Lewis de una economía de excedentes
laborales donde una masa de desem
pleo disfrazado (mano de obra con
productividad marginal cero) existe
en la agricultura y está disponible
potencialmente para absorción por el
sector industrial. (En su modelo
"dualístico" hay únicamente dos sec
tores: el agrícola y el industrial).
Afirman que "el sector agrícola" en
la economía dualista tiene que efec
tuar una serie de funciones vitales,
incluyendo la provisión de mano de
obra, alimentos y materias primas,
así como de ahorros necesarios para
abastecer la expansión del sector in
dustrial*. Los aumentos en la pro
ductividad del sector agropecuario
crean desempleo dentro de una sec
ción de la fuerza laboral rural y ase
guran que la tasa de sueldos sea man
tenida al nivel de subsistencia hasta
que toda la mano de obra ociosa ha
ya sido absorbida por el sector in
dustrial. De acuerdo con Ranis-Fei y
Lewis el mantener los sueldos a un
nivel constante de subsistencia (equi
valente al producto promedio) ase
gura que la proporción de ganancias
en el sector industrial aumente.
Lewis confía en que la mayor pro
porción de los ahorros que proviene
de estas ganancias crecientes será
absorbida automáticamente por opor
tunidades rentables de inversión en
un país pobre y explica que aunque
los gastos de consumo son relativa
mente pocos, la razón capital-produc
ción para la mayoría de los proyectos
de inversión es alta y, por eso, dado
que el porcentaje total de ahorros
sobre ingresos es todavía bajo, no
hay peligro de un exceso de ahorros
(ex-ante) sobre la inversión**. Sin
embargo, Ranis y Fei están menos
seguros sobre este punto. Ellos con
sideran (p.116) que la proporción
creciente de ganancias sobre los in
gresos creará condiciones de "auste
ridad natural" y que será responsabi
lidad del gobierno dirigir nuevos pro
yectos de inversión para evitar es
tancamiento.
Los modelos, tanto de Lewis como
de Ranis y Fei suponen que se puede
transferir mano de obra ociosa de la
agricultura a los demás sectores, sin
reducir la producción agropecuaria.
Pero ignoran que ésto implica nece
sariamente que, si hay menos agri
cultores, el producto agropecuario
promedio (igual en sus modelos al
"salario institucional") debe aumen
tar. Si los salarios de los demás sec
tores deben ser al menos tan altos
como el salario agrícola promedio, la
tasa de sueldos que enfrentan los in
dustriales también debe aumentar.
Hagen advierte esta inconsistencia en
el modelo de Lewis,*** pero concluye
que la expansión de inversiones en
el sector no-agrícola será detenida
porque el aumento en salarios redu-
* J. C. H. Fei y G. Ranis, op cit., p. 151.
** W. A. Lewis, The Theory of Economic Growth, Londres, 1955, p. 210.
*•* E. Hagen, op. cit., pp. 306-307.
30
ROGER J. SANDILANDS
ce las ganancias. Sin embargo, esta
opinión no reconoce que los sueldos
han aumentado porque la demanda
por mano de obra ha aumentado en
los sectores no-agrícolas. Si no hubo
ningún aumento en la inversión
industrial tampoco hubo aumento
en la transferencia de mano de
obra ociosa desde el sector agro
pecuario ni aumento en la tasa de
salarios. La inversión industrial au
mentó porque la tasa de ganancias
esperada fue adecuada aún teniendo
en cuenta los salarios crecientes que
tenían que pagar. Puede ser que, ce-
teris paribus, salarios bajos den un
mayor incentivo para invertir y em
plear mano de obra que la expectati
va de pagar salarios más altos. Pero
cuando los salarios mayores resultan
de aumentos en productividad ya lo
grados y que afectan grandes pro
porciones de una fuerza laboral dada,
tenemos que abandonar el supuesto
de ceteris paribus. Tal supuesto se
ría engañoso porque los salarios rea
les crecientes, que reflejan mayores
niveles del valor de la productividad,
implican también un mercado amplia
do para la venta del producto de las
nuevas inversiones (suponiendo una
demanda elástica del producto). Si
la tasa de salarios se hubiese mante
nido al nivel más bajo habría impli
cado un mercadomucho más peque
ño y el estímulo para el empresario
tendría que ser sopesado con el de
sestímulo de un mercado más res
tringido*.
Una inquietud expresada por Le-
wis era que el aumento de produc
ción reduciría su precio y, por consi
guiente, las ganancias capitalistas, a
medida que aumentaba la competen
cia**. Pero si reconocemos que tanto
el volumen de empleo como la tasa
de salarios están aumentando, ésto
debe conducir a una demanda sufi
cientemente alta para asegurar que
las oportunidades rentables de inver
sión, y por ende la expansión capi
talista financiada por medio de los
"marked-up prices***, no se acaba
rán. Además, la mejor distribución
de ingresos asegurará que la inver
sión irá más a bienes de consumo
relativamente intensivos en mano de
* La negligencia del lado de la demanda en las teorías neo-clásicas del desarrollo es re-
miniscente de las deficiencias de los escritores clásicos que Keynes atacó en su "Teoría
General". Uno de los remedios pre-keynesianos para el desempleo fue el de reducir la
tasa de salarios, incrementando así las utilidades de inversiones. La persistencia de una
depresión fue atribuida a la rigidez de los salarios. Keynes demostró que al ignorar
los efectos macro-económicos sobre la demanda agregada, las políticas diseñadas a re
ducir los salarios en una depresión eran propensas a empeorar la situación.
Sin embargo, no estamos sugiriendo que el remedio keynesiano para una depresión en
economías avanzadas- o sea el de aumentar la demanda monetaria por medio de las
políticas fiscales y monetarias- está apropiado en el contexto de las economías infla
cionarias del mundo sub-desarrollado. En lugar de ello, recomendamos posteriormente
el aumento de la demanda efectiva por medio de cambios estructurales que conduzcan
a una mejor distribución de la fuerza laboral.
•• W. A. Lewis, The Theory of Economic Growth, p. 217.
•• Estos son los precios que han sido determinados por los costos totales promedios más
un margen de ganancias para financiar los planes de inversión.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA
obra que a artículos suntuarios rela
tivamente intensivos en capital. Es
un error suponer que una distribu
ción distorsionada de ingresos incre
mentará el fondo de ahorros disponi
ble para las industrias de bienes de
consumo masivo. La experiencia la
tino-americana ha sido que los in
gresos altos se gastan, en gran parte,
en artículos de lujo importados, como
carros, vacaciones en el exterior, o
en viviendas suntuarias. Cuando son
invertidos en proyectos productivos,
esta inversión se encuentra precisa
mente en los campos que dictan los
patrones actuales de consumo que
provienen a su turno de la desigual
distribución de los ingresos. Es de
cir que, a pesar de la existencia de
una gran masa de pobres, una gran
proporción de las inversiones fluye a
proyectos de substitución de impor
taciones tales como plantas de en
samblaje de carros o fábricas de da-
crón, y para producir las materias
necesarias en la construcción de ca
sas lujosas y de las redes de carrete
ras viables que se extiendan desde la
ciudad hasta los lugares residencia
les en los alrededores. Estos síntomas
serán evidentes al observador común
de la economía colombiana y se en
cuentran frecuentemente en otros
países de América Latina.
Hay dos situaciones distintas que
merecen mencionarse aquí. La pri
mera es que la tasa de salarios pue
de aumentar no por un aumento en
la demanda de mano de obra asocia
do con la acumulación y mejor utili
zación de capital, progreso técnico,
y la mejor distribución de la fuerza
laboral, sino por razón de las presio
nes sindicales. En este caso el mayor
ingreso de los trabajadores que reci
ben mejor salario está neutralizado
por el volumen menor de empleo que
sucedería si los aumentos en salarios
son exógenos y no equiparados por
aumentos en productividad*.
La segunda situación concierne a
los aumentos en la población, y de
ahí en la fuerza laboral potencialmen-
te disponible. Si ésta aumenta más
rápidamente que las oportunidades de
trabajo en los sectores no agrícolas,
los salarios estarían supeditados al ni
vel constante de subsistencia. Dado
que la fuerza laboral va en aumento
hay que admitir que el mercado au
menta también. Pero si el objetivo es
un mejor nivel de vida para la pobla
ción (es decir, un nivel mayor de in
gresos per cápita y una relación más
favorable entre la población por un
lado y la tierra y el capital social por
el otro), entonces no debemos impre
sionarnos por un aumento en la in
versión resultante de un aumento de
mográfico. En todo caso los salarios
bajos tienden a retardar la introduc
ción de innovaciones que ahorran ma
no de obra y que aumentarían la pro
ductividad de la fuerza laboral.
Ver Lauchlln Currie, Desarrollo Económico Acelerado, Fondo de Cultura Económica, Méxi
co, 168, pp. 40-1. También del mismo autor, Obstacles to Development, East Lansing,
Michigan, 1967, pp. 98-102.
32 ROGER J. SANDILANDS
Al considerar las causas del incre
mento en la productividad de mano
de obra, especialmente en la agricul
tura, llegamos nuevamente a la pre
gunta central planteada al principio:
cuáles son las condiciones que rigen
el desarrollo del sector agrícola y
cuál su influencia sobre la migración
de mano de obra hacia las ciudades?
Hagen no acepta el enfoque de Le-
wis sobre la necesidad de una corrien
te continua de excedentes de mano
de obra rural. Lewis dice que estos
excedentes son necesarios para ase
gurar la expansión del sector capi
talista (o "industrial") porque así
la proporción de utilidades en el in
greso nacional, y de ahí el nivel de
inversión, puede aumentarse. Pero
Hagen, lo mismo que Ranis-Fei y
Jorgenson, para citar solamente dos
ejemplos de la literatura, supone que
el progreso técnico es un proceso exó-
geno que ocurre en el tiempo*. Di
cho ésto proceden a considerar cómo
el gobierno debe acelerar la introduc
ción de mejores técnicas en la eco
nomía: por medios tales como la im
portación de científicos extranjeros
para entrenar personal local, o el sub
sidio al capital importando que in
corpora la tecnología más moderna.
Más importante, empero, se afir
ma que la existencia de una gran
masa de desempleo disfrazado en el
campo refleja el fracaso de la agri
cultura a innovar mucho más que en
los demás sectores. La conclusión po
lítica que aparentemente se sigue es
la de un mayor enfoque en los planes
del gobierno para la canalización del
capital disponible (y los científicos
importados) hacia la agricultura.
Hay dos desventajas importantes
asociadas con este tipo de enfoque
en países como Colombia y otras re
públicas latino-americanas donde una
gran proporción de la fuerza la
boral está empleada en actividades
agrícolas. La primera es que el vo
lumen de conocimiento tecnológico re
lacionado con la agricultura que es
tá disponible en los países industria
lizados es inmenso, comparado con la
cantidad actualmente trasferida y
y adoptada por los países menos de
sarrollados**. Además, un examen de
la experiencia histórica de todos los
países avanzados, incluyendo econo
mías orientadas hacia la exportación
como Nueva Zelandia y Dinamarca,
países muy dependientes de la agri
cultura para su prosperidad, indica
que a medida que la eficiencia técni
ca del sector agropecuario avanza, la
proporción de la fuerza laboral re
querida disminuye dramáticamente.
Por ejemplo, esta proporción es apro-
E. Hagen, op. cit., pp. 308-9. Hagen se reíiere primordialmente a la tasa de utilidades
en la industria capitalista, pero las ideas sobre el proceso autónomo del progreso téc
nico son similares a las de Ranis-Fei y Jorgenson cuando se refieren al desarrollo
agrícola.
Se puede averirguar la vasta potencialidad de la tecnología moderna para los países
en desarrollo (y aún para los países avanzados) en W. H. Pawley, Possibilities of In-
creasing WorldProduction, F. A. O., Roma, 1963.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 33
ximadamente el 13% en Nueva Ze
landia, 15% en Dinamarca, 11% en
Canadá, 6% en los Estados Unidos, y
4% en la Gran Bretaña, mientras el
promedio para toda Sur América es
del 46%*. Esto inmediatamente nos
induce a preguntar cuál es la efica
cia, en cuanto a América Latina se
refiere, de una política ideada para
acelerar la innovación técnica en la
agricultura, a menos que estemos se
guros de que la mano de obra des
plazada tiene oportunidades de tra
bajo en otras partes.
La segunda desventaja se relacio
na con el tamaño del mercado para
los productos agrícolas. Como ya he
mos anotado, el concepto implícito de
las teorías de Ranis-Fei y Jorgenson
es que no se puede crear empleo no-
agrícola sino hasta cuando se haya
generado un excedente agropecuario;
y que se encuentre primum mobile
de cualquier secuencia del desarrollo
en los aumentos de productividad
agrícola. Así los agricultores podrán
producir más de lo que ellos mismos
necesitan para subsistir. La lógica
de esta línea de razonamiento impli
ca que los agricultores no requiereu
ningún incentivo para incrementar
su productividad y producción. Esto
supone que el progreso técnico en
la agricultura ocurre autónomamente
sobre el tiempo, conduciendo así
al excedente agropecuario que per
mite una fuerza laboral urbana cre
ciente, suponiendo también que el
crecimiento demográfico no compen
se completamente los incrementos en
la productividad. El mecanismo del
mercado será inadecuado para ase
gurar estas provisiones agrícolas, an
te la ausencia inicial de una crecien
te fuerza laboral no-agrícola que pro
duce otros artículos básicos a cam
bio de productos agrícolas. Al en
frentar tal dilema, Stalin hizo su
"guerra santa" contra el campesino
ruso. Y hoy en día no faltan voces
que fustigan a los gobiernos latino
americanos para que impongan im
puestos onerosos a los campesinos pa
ra forzarlos a trabajar y producir
más o, alternativamente, para fijar
precios a niveles artificialmente ba
jos.
Tales políticas pueden servir so
lamente para anular los incentivos,
aún más**. Schultz ha enfatizado la
necesidad de distinguir entre la efi
ciencia técnica y económica en la
agricultura tradicional***. Muchas ve
ces no se adoptan las técnicas moder
nas porque los campesinos tienen que
soportar no solamente los costos de
los nuevos insumos (maquinaria, fer
tilizantes, etc.) sino también los otros
PAO. Production Yearfoook, 1968, Vol. 22 Roma, 1969.
A propósito, es especialmente interesante examinar el estancamiento reciente de ia
agricultura argentina. Ver T. W. Schultz," Economic Growth and Profit in Farming," en
Agricultural Development in Latin América: the Next Decáele, Banco ínter-Americano de
Desarrollo. Washington, 1967, pp. 169-188.
T. W. Schultz, Transforming Traditional Agriculture, New Haven, 1964.
34 ROGER J. SANDILANDS
costos elevados de información, en
señanza y adaptación en sus propias
fincas.
A propósito, la experiencia de los
Estados Unidos es instructiva. De
acuerdo con un estudio de John Ken-
drick*, la "productividad total de
los factores" en la agricultura esta
dounidense aumentó anualmente en
1.2%, entre 1919-29; 0.8%, entre
1929-37; 2.7%, entre 1937-48; y
3.7%, entre 1948-57. Aunque hay un
acuerdo general de que el "progreso
técnico" ha ido aumentado a través
del tiempo en los Estados Unidos, se
nota que la tasa de incremento en
la productividad total de los factores
"disminuyó durante los años de la
Gran Depresión, 1929-37, cuando la
demanda para productos agrícolas
disminuyó también. Por eso debemos
tener más cuidado al distinguir en
tre "progreso técnico", un factor exó-
geno, e innovación, que en gran par
te es endógeno. Es la tasa de inno
vación, no de progreso técnico, la que
determina la tasa de crecimiento de
la productividad. Un grado dado de
progreso técnico no aumentará por sí
mismo la productividad total del sec
tor agropecuario en una cantidad
equivalente. Pero si una demanda
creciente para el producto conlleva
mayor incentivo para invertir, nue
vas técnicas serían difundidas más
ampliamente. La nueva inversión in
corporará la nueva técnica y, en el
idioma de los teoristas de fomento
económico, será el "vehículo" del
cambio técnico.
Los intentos para estimar las fun
ciones agregadas de la oferta agrí
cola, generalmente, subestiman el
coeficiente de la elasticidad de ofer
ta porque tratan los aumentos secu
lares en la productividad agrícola co
mo una variable de "tendencia" (es
decir, algo exógeno). Pero si recono
cemos que una gran parte del progre
so técnico está adoptado porque los
precios del producto y la demanda
han estimulado mayor inversión,
tendríamos que tratar una gran par
te del progreso técnico como una va
riable endógena. Entonces, sería no
toria una respuesta mucho mayor en
cuanto a precio por parte de los agri
cultores de la que generalmente se
reconoce.
De todas formas, es claro que, aún
cuando las condiciones del mercado
sean muy desfavorables, hay algunos
agricultores que adoptan prácticas
modernas debido a los rendimientos
físicos mucho mayores que ellas per
miten y la asistencia técnica y sub
sidios oficiales. Aún durante la Gran
Depresión de los Estados Unidos )a
productividad promedio sí aumentó
ligeramente. Pero, además de las
consideraciones de los costos, otro
aspecto vital de la eficiencia econó
mica en contraste con la eficiencia
técnica, es el precio recibido por el
producto. Incluso Schultz omite re-
J. W. Kendrick, "Productivity Trends in Agriculture and Industry," Journal of Farm
Econoraics, Diciembre 1958.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 35
saltar que en la ausencia de un mer
cado creciente los mayores rendi
mientos físicos promedios que se pue_
den atribuir a la adopción de nuevas
técnicas por parte de algunos agricul
tores, reducirá el precio del producto.
Si los costos de los innovadores han
sido reducidos,* este grupo de agri
cultores no sufrirá, aunque proba
blemente tampoco sus ingresos serán
mucho mejores. Pero en una econo
mía predominantemente agrícola co
mo la de Colombia, la gran masa de
los agricultores es de tipo minifun-
dista tradicional. Por eso la mayoría
no tendrá la oportunidad de conver
tirse en innovadora. Frente a la com
petencia creciente de los pocos inno
vadores su situación empeorará y
paulatinamente serán rechazados
de los mercados comerciales. Luego
volverán a la agricultura de subsis
tencia (fuera de los mercados) o
abandonarán totalmente la tierra. Es
tos efectos están ocultos en los es
tudios agregados de los cambios en
la productividad total o promedio de
los factores, tales como el de Ken-
drick para los Estados Unidos y el
de Atkinson para Colombia**.
El punto importante es que, con
tra el planteamiento de los modelos
de Ranis-Fei y Jorgenson, la difusión
prematura de técnicas modernas en
la agricultura no siempre implica un
excedente agropecuario creciente. En
cambio, surge un sector agropecuario
bifurcado y la mayor producción de
los agricultores modernos es contra
pesada por una reducción en la ofer
ta de los demás. También es posible,
como sostiene Nicolás Georgescu-
Roegen***, que la llegada prematura
de una agricultura de tipo capitalis
ta, más dependiente de la mano de
obra contratada que de la mano de
obra doméstica, efectivamente redu
cirá la oferta agropecuaria total. Las
fincas familiares utilizan mano de
obra productivamente aún cuando el
producto marginal es menor que el
"salario" de subsistencia (igual al
producto promedio), mientras que los
agricultores capitalistas emplean ma
no de obra solamente cuando el pro
ducto marginal es al menos equiva
lente al salario pagado.
Los modelos "dualísticos" del de
sarrollo económico, con sus supues
tos irreales de que el sector agrope
cuario está homogéneamenteatrasa
do y que el cambio técnico afecta es
te sector (es decir, a todos los agri
cultores) a una tasa similar y cons
tante en el tiempo, no toman en cuen
ta estas diferencias importantes. El
* Hay que recordar que estos costos son menores, muchas veces, solamente por razón
de subsidios gubernamentales cancelados últimamente por los pagadores de impuestos,
incluyendo algunos agricultores. En este caso, aunque los costos han disminuido desde
el punto de vista innovador, no es tan cierto que el país haya obtenido más produc
ción por menos costos.
** L. Jay Atkinson, Agricultural Productivity in Colombia, USDA, Washington, 1970, cap. 2.
**♦ N. Georgescu-Roegen, "Economic Theory and Agrarian Economics," Oxford Economic
Papers, Febrero 1960, pp. 1-40.
36 ROGER J. SANDILANDS
problema radica en que la ley de En-
gel opera aún en los países de bajos
ingresos. Las medidas diseñadas pa
ra acelerar la productividad agrope
cuaria sin asegurar primero que el
mercado esté aumentando a una tasa
correspondiente, corren el riesgo de
ser contraproducentes. Cuando las
elacticidades precio e ingreso son ba
jas es un error suponer que la oferta
creará su propia demanda. Los au
mentos requeridos en la demanda de
ben venir primero de otra parte.
La estrategia de desarrollo, que de
pende más del mecanismo de induc
ción para promover un desarrollo
agrario acelerado, consistiría en un
programa de urbanización, diseñado
para movilizar la gran masa de tra
bajadores rurales sub-empleados que
ya han sido víctimas de la moderni
zación agrícola. Solamente si acepta
mos el supuesto implícito de Ranis-
Fei y Jorgenson de que la elasticidad
de la oferta en la agricultura es muy
baja —y los aumentos asombrosos
en rendimientos físicos por hombre y
por hectárea que pueden lograr las
fincas comercializadas tienden a in
validar este supuesto— debemos re
ducir al mínimo el papel potencial del
mecanismo de inducción. Si admiti
mos la necesidad de cambios estruc
turales en la economía, tales como
aquellos que han caracterizado la his
toria económica de todas las naciones
avanzadas, tenemos entonces que as
pirar a promover la migración rural-
urbana de mano de obra. La cuestión
es si vamos a depender del mecanis
mo de "repulsión" o de "atracción".
W. F. Owen*, —quien reconoce que
debido al mecanismo de "repulsión"
hay un movimiento masivo desde el
campo hacia las ciudades donde se
encuentra la miseria de los tugurios
y una creciente tasa de desempleo y
sub-empleo urbano— concluye que la
política gubernamental debería estar
encauzada a frenar la tasa de intro
ducción de modernos métodos inten
sivos en capital, en la agricultura. En
lo posible, la mano de obra rural de
bería estar "congelada" en la agri
cultura hasta cuando pueda ser ab
sorbida por las ciudades. Con esta
finalidad propone un programa de
"tugurios rurales planeados" sin ad
mitir que los recursos necesarios pa
ra promover este proyecto, tan poco
inspirador, tendrían que ser desvia
dos de un programa que podría pro
veer oportunidades alternativas de
empleo completamente fuera de la
agricultura.
Finalmente, es digna de mencio
narse la cada vez más popular "teo
ría de la explotación metrópoli-saté
lite" de la migración rural urbana.
Por ejemplo, Keith Griffin (acep
tando las ideas de A. G. Frank) es
muy opuesto a tal migración, porque
en su opinión, tomando el caso del
Perú como tipo:
W. F. Owen, "The Double Development Squeeze on Agriculture," American Economic
Review, Marzo 1966, pp. 433-70.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 37
"La migración interna ha resulta
do en una transferencia a las ciu
dades de los trabajadores rurales
más calificados y ambiciosos. Pre
cisamente los recursos humanos
más valiosos del campo son absor
bidos por las áreas urbanas donde
pueden gastar hasta diez años en
busca de empleo en las fábricas.
La política del gobierno de comuni
car la Costa (región urbana) con
la Sierra (región rural) mediante
carreteras, ha facilitado el éxodo
y agravado el problema..."
"Aún más importante que la trans
ferencia de mano de obra a la Cos
ta ha sido la transferencia de ca
pital...
"Las instituciones sociales del Pe
rú están de tal manera organizadas
que los ahorros fluyen de la región
más pobre a la más rica. Esta ex
plotación del pobre por el rico a
través del mecanismo del comercio
inter-regional es análogo a la rela
ción que existía... entre la metró
poli y los territorios coloniales. De
hecho, América Latina ha sido des
crita como una región dominada
por un "colonialisme intérieure"*:
La conclusión de Griffin es la con
vencional: los gobiernos latinoameri
canos deben revertir los flujos de ca
pital y mano de obra por medio de la
provisión de más ingresos guberna
mentales y ayuda extranjera al sec
tor agropecuario con énfasis especial
en la ayuda a los agricultores margi
nados.
Es interesante especular en qué
condiciones los Estados Unidos se
encontrarían hoy si hubieran adopta
do esa clase de política en una etapa
similar de su desarrollo económico.
Pero de todas formas, el autor de es
te artículo espera haber demostrado,
en la segunda parte, que tales inten
tos de retener la mano de obra y el
capital en la agricultura, mientras al
mismo tiempo permiten la moderni
zación de tal sector, están destina
dos al fracaso. Por el contrario, el
resultado puede ser un volumen ma
yor de migrantes rurales-urbanos que
son forzados a abandonar el campo
más que atraídos por las ciudades.
Es por ésto que "pueden gastar has
ta diez años en busca de empleo en
las fábricas"**. De nuevo, los recur
sos que podían haber ayudado a ca
pacitar a los trabajadores rurales pa-
IS. B. Griííin, Undervelopment in Spanish América, Londres, 1969, pp. 63-64. Grifíin
anota que el término "colonialisme intérieure" íue originalmente acuñado por R. Du-
mont para describir a Colombia.
En Colombia, sin embargo, aún si los migrantes tienen que esperar mucho tiempo en
busca de trabajo en las íábricas donde pagan los mejores salarios urbanos, parece que su
standard de vida es siempre mejor en las ciudades que en el campo. Según un estudio de
Bogotá, aún los migrantes más recientemente llegados reciben un salario promedio que
es dos o tres veces mayor que los salarios rurales en Cundinamarca.
Ver Marco Reyes Carmona, "Estudio Socio-Económico del Fenómeno de la Inmigración a
Bogotá", Economía Colombiana, enero 1965, citado por A. Berry, Development of the
Agricultural Sector in Colombia, cap. VII, p. 60.
38 ROGER J. SANDILANDS
ra el empleo urbano se han gastado
en otras partes.
Griffin diagnostica las desigualda
des sectoriales como explotación sec
torial pero en realidad nos enfrenta
mos con la falla del mecanismo de
movilidad (la movilidad se entiende
en el sentido económico más que me
ramente geográfico) para asegurar
la mejor localización de la mano de
obra y el capital. Las medidas dise
ñadas para frenar los recursos redun
dantes en la agricultura están dirigi
das a congelar, en vez de estimular, el
mecanismo de movilidad.
II
Dado lo anterior, nuestro interés
ahora está en la evidencia que pueda
ayudarnos a decidir hasta qué pun
to la migración acelerada del campo
a la ciudad que ha ocurrido en Co
lombia, en los últimos años, puede ex
plicarse por elementos de "repulsión"
más que por los de "atracción".
En el espacio de dos décadas, Co
lombia ha experimentado una trans
formación notable, no únicamente en
cuanto al sector agropecuario sino en
todos los aspectos de su economía.
Pero los ajustes han sido extremada
mente angustiosos. A pesar de las
muchas indicaciones cada día más
evidentes y difundidas de la moder
nización en todos los sectores, y de
estadísticas inexpresivas que mues
tran que el producto interno bruto ha
aumentado aproximadamente tres ve
ces durante este periodo, sería difí
cil demostrar, aún con criterios for
males de bienestar económico, que
losbeneficios de los que han ganado
en los procesos de cambio han sope
sado la miseria creciente del núme
ro cada día mayor de perdedores.
Se necesitaron 87 años, desde 1825
hasta 1912, para que la población co
lombiana se duplicara de 2.5 millones
a 5 millones y otros 34 años, hasta
1946, para nuevamente duplicarse a
10 millones. Durante la época corta
y reciente de modernización y cam
bio que ha explotado sobre el pueblo
colombiano, nuevamente se ha dobla
do su población para que en 1969 es
tuviera por encima de 20 millones.
Empeorando gravemente la razón
hombre-tierra, en un país donde ya
están cultivadas las regiones más
fértiles y accesibles, la explosión de
mográfica presenta por sí misma un
obstáculo grave para el desarrollo.
Además, se ve que la población es
tá aumentando a una tasa creciente.
Esto conlleva dos problemas princi
pales. En primer lugar, impone más
tensión sobre la infraestructura so
cial, especialmente en cuanto al cos
toso capital durable, como colegios,
clínicas y viviendas que se constru
yen con miras a una larga vida fu
tura pero disponiendo solamente de
los escasos recursos del presente. En
segundo lugar, esta creciente tasa im
plica, a su vez, una creciente "razón
de dependencia", o sea el número de
dependientes que tiene en promedio
cada miembro de la fuerza laboral.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 39
En 1951, el 42% de la población co
lombiana tenía menos de 15 años; en
1964, la cifra aumentó al 46%*. Pe
ro a pesar de que la tasa de natalidad
en las familias rurales es generalmen
te mayor que la de las familias ur
banas con mayores niveles en educa
ción e ingresos, la tasa de crecimien
to de la población rural entre 1951 y
1964 fue mucho menor que en las
áreas urbanas. Las tasas de creci
miento promedio por año eran alre
dedor de 1.5% y 4.5% respectivamen
te. La población urbana ha aumenta
do, aún más, en la última década.
Antes de la segunda guerra mun
dial y durante ella, Colombia esta
ba demasiado pobre y aislada para
importar nuevas técnicas para su
agricultura. Pero durante la guerra
se acumularon grandes reservas de
divisas extranjeras y en los prime
ros años de post-guerra empezaron a
aumentar sus existencias de capital
agrícola. En la mitad de la década
del cincuenta, cuando los precios del
café subieron extraordinariamente en
los mercados mundiales, Colombia es
tuvo en capacidad de importar trac
tores, fertilizantes y asistencia téc
nica en cantidades mucho mayores.
Además, se han introducido en los
últimos años nuevas variedades de se
millas que han incrementado en for
ma considerable el rendimiento por
hectárea en cultivos tales como algo
dón, café, maíz, cebada y arroz**.
Muchas veces no se aprecia completa
mente la naturaleza revolucionaria de
la introducción de tales prácticas mo
dernas en el contexto de una econo
mía agrícola tradicionalista como era
la de Colombia hace 20 años y, en
gran parte, hoy en día. En los centros
de investigación agropecuaria los ren
dimientos experimentales de la ma
yoría de los cultivos han superado
los rendimientos de los agricultores
tradicionalistas de dos a cinco veces
o más. La difusión de mejoramientos
técnicos de tal índole podría satisfa
cer fácilmente los aumentos prome
dios en demanda que han ocurrido
en los últimos años, aún si fueran
adoptados solamente por una porción
relativamente pequeña de los agricul
tores.
Entre 1958 y 1969, la tasa prome
dio de crecimiento anual del produc
to interno bruto (PIB) en Colombia
ha sido del orden de 5.2% mientras
que el crecimiento de gastos en pro
ducción agropecuaria aumentó en
promedio aproximadamente 3.4%,
durante el mismo período***. La po
blación, mientras tanto, estaba au
mentando a una rata estimada en
3.3% por año, de manera que el ni-
* Censo Nacional de Población, 1964, DAÑE, Bogotá, 1967, p. 20.
*• Ver, por ejemplo, Gerald Trant, Agricultural Development and Policy in Colombia, Uni
versidad del Valle, 1969 (mimeo) y Peter E. Hüdebrand y Jorge Lopera Palacios, La Bre
cha en la Productividad Agrícola en Colombia, ICA, Bogotá, 1970.
**• Cuentas Nacionales, Revista del Banco de la República, Febrero, 1971, p. 324. El incre
mento en el valor de la producción agropecuaria sería un poco mayor si excluímos
el café.
40 ROGER J. SANDILANDS
vel per cápita de consumo de alimen
tos era más o menos constante a pe
sar del crecimiento en ingresos par
cápita de 1.9% por año. Claramente
el sector agropecuario fue capaz de
satisfacer el incremento de la deman
da por sus productos, pues los térmi
nos de cambio entre la agricultura y
el resto de la economía no han des
favorecido a la primera durante el
período. En 1969, el índice del Banco
de la República de precios implícitos
en el producto interno bruto fue de
307.7 (base, 1958 = 100) por cuanto
el índice de precios de productos agro,
pecuarios (al nivel productor) fue
solamente de 285.9%. Además, el
Banco de la República publica índi
ces de precios al nivel mayorista (ba
se, 1952 = 100) que, para productos
alimenticios fue de 558.6 en Febrero
de 1971, comparada con 607.1 para
el total sin alimentos"*.
Tal reducción en los términos de
cambio indica o que los aumentos en
la productividad agropecuaria han
avanzado más rápidamente que en
otros sectores, reduciendo así los cos
tos relativos, y por ende los precios
relativos de los productos agropecua
rios, o alternativamente, que la ofer
ta ha sido superior a la demanda por
estos productos. Normalmente espe
raríamos que este fenómeno explica
ra solamente bajas temporales (cor
to plazo) en los precios, pues los pro
ductores tenderían a reducir la pro
ducción si los precios empezaran a
caer más rápidamente que las reduc
ciones de costo que permiten las me
jores técnicas. Pero en Colombia sí es
posible que las ganancias de los pro
ductores se hayan reducido ya que
parece que el sector agropecuario está
bifurcándose cada día más entre los
que producen para los mercados y los
que producen en gran parte solamen
te para consumo doméstico. Parece
que hay una proporción creciente de
pequeños minifundistas que viven en
nivel de subsistencia mientras que el
margen de cultivo se extienda* ** y
las tierras que ahora se cultivan se
fragmenten en lotes cada vez más
pequeños mientras la población au
menta.
La competencia de estos agricul
tores con costos y salarios bajos cla
ramente ha retrasado la introducción
de técnicas modernas en la agricul
tura colombiana****, pero las ta
blas 1 y II indican que, sin embargo,
hay un número deciente de moder
nos agricultores comerciales. En vis-
- Información directa del Departamento de Investigaciones Económicas del Banco de la
República, Bogotá.
* Revista del Banco de la República, op. cit., p. 268-9.
::; :: Esto está estimulándose por medio de los programas de colonización del INCORA. Mien
tras el crecimiento demográíico está fragmentando las tierras ya cultivadas, algunas
de las familias adicionales se aprovechan de las ofertas gubernamentales de baldíos. Sin
embargo, estas tierras se encuentran generalmente muy lejos de los mercados impor
tantes y por ello estas familias producen primordialmente para el consumo doméstico
solamente.
• *** ver L. Currie, Desarrollo Económico Acelerado, op. cit., cap. 12, para una discusión de
la "competencia excesiva" en agricultura colombiana.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 41
ta de tanta evidencia sobre rendi
mientos crecientes en las fincas más
grandes no es sorprendente que la
producción agropecuaria haya tenido
poco problema para alcanzar el au
mento de demanda relativamente len.
to, tanto en el país como en el exte
rior. Los excedentes agropecuarios
son cada día más comunes en los
mercados internacionales mientras
países como los Estados Unidos y el
Canadá, cuyas agriculturas son alta
mente eficientes, encuentran que aún
tienen grandes posibilidadesde au
mentar rendimientos con nuevas in
novaciones.
En la literatura que trata de las
proyecciones de la demanda para pro
ductos agrícolas algún mal entendi
do pudo haber contribuido a una ma
yor inquietud sobre cuellos de bote
lla potenciales en la agricultura que
se justifique cuando pensamos en la
potencialidad de obtener rendimien
tos altos en un número creciente de
fincas modernizadas que reciben el
estímulo de la asistencia técnica ofi
cial y tasas de interés que son, en
términos reales, a veces negativas".
Las proyecciones de demanda nor
malmente emplean la fórmula en la
cual la tasa de crecimiento de deman
da por alimentos es equivalente a la
tasa de crecimiento de población más
la elasticidad de demanda para ali
mentos asociada con cambios de in
gresos per cápita**. Esta fórmula
conduce a una sobre-estimación de
los aumentos proyectados de demanda
pues supone una elasticidad unitaria
de demanda para alimentos respecto
a los aumentos en población. Cuando
la tasa de aumento demográfico está
creciendo, como en Colombia recien
temente, (desde una tasa estimada en
2.8c/c por año al principio de los años
cincuenta a 3.4% al finalizar los años
sesenta) la "razón de dependencia"
sube, como ya hemos anotado. En
particular, hay una proporción cre
ciente de niños menores de diez años
cuyos requisitos promedios de calo
rías y proteínas son solamente la mi
tad de los correspondientes a los
adultos***. En 1951 el 30.3% de la
población colombiana tenía menos de
diez años; en 1964 la proporción era
de 37.5%**** y esta cifra está siem
pre en aumento. La fórmula anterior
nos hubiera conducido a esperar
históricamente una tasa de cre
cimiento de demanda por alimen
tos de aproximadamente 4.3% anual
en los últimos años, (3.3% co
mo crecimiento de población y un po
co más de la mitad del 1.9% debido
4 Las tasas de interés de la Caja Agraria están entre 8 y 12% mientras que la tasa de
inflación reciente ha estado alrededor de 10% por año.
•• Ver B. P. Johnston y J. Mellor, "The Role of Agricultura in Economic Development".
American Economic Review, 1961, pp. 566-593; y U. S. Department of Agriculture, Elasticity
of Food Consumption Associated with Changes in Income in Dcveloping Countries. Washin
gton, 1955, p. 111.
"*" Ver J. Collins y W. Mehrens, "Demand Punctions and Prospects", en Earl. O. Heady
et. al. (editores), Agricultural Adjustment Problems in growing Economy, Iowa, 1958, cap. 4.
*!* Censo Nacional de Población, p. cit., p. 29.
42
ROGER J. SANDILANDS
al crecimiento anual de ingresos per
cápita). Como la producción creció
solamente 3.4 % por año, entonces
deberíamos haber esperado un alza
considerable en los precios relativos
de alimentos*. Esto no ha ocurrido.
Aunque el promedio de los niveles
nutricionales de los colombianos no
es de ninguna forma satisfactorio,
es injusto culpar al sector agrope
cuario cuando la verdadera causa ra
dica en el aumento inadecuado del
poder adquisitivo de la población. No
se puede esperar que los agricultores
aumenten la producción cuando ésto
implica bajas substanciales de pre
cios e ingresos frente a una deman
da inelástica.
De hecho la proporción del ingreso
nacional que proviene del sector agro
pecuario ha ido disminuyendo paula
tinamente, pero el eflujo de la ma
no de obra de la agricultura no ha
correspondido a esta disminución.
Entre los censos de 1951 y 1964, la
proporción de la población económi
camente activa vinculada al sector
agropecuario bajó aproximadamente
13% (de 54% a 47%), mientras que
la importancia de este sector en el
ingreso nacional bajó 19% (de 37.
4% a 30.3%). Por lo tanto, el pro
ducto real per cápita en la agricul
tura aumentó mucho más lentamen
te (2% por año) que el producto
agropecuario total durante el perío
do. Los salarios agropecuarios reales
aumentaron aún menos (al 1.1% por
año). Mientras tanto, la existencia
de capital había aumentado conside
rablemente en términos de cantidad
y, más importante aún, en cuanto a
su calidad**.
Desafortunadamente, no existen
las series históricas que nos mues
tren los patrones precisos del cambio
en la fuerza laboral agrícola y en la
propiedad de la tierra. En 1960 el
primer censo agropecuario nacional
sugirió que, de las 1.2 millones de fa
milias rurales en Colombia, el 72.5 rr
(o sea 756.605 unidades) tenían me
nos de 5 hectáreas***. Además ha
bía alrededor de 100.000 familias sin
tierra, quienes alquilaban sus servi
cios a los terratenientes (generalmen
te agricultores grandes y comercia
les). Las familias minifundistas con
taban con un 20% del total de la
producción agropecuaria****. Esto es
' Es importante anotar que desde 1960 el porcentaje de importaciones agropecuarias dentro
del total de importaciones ha estado decreciedo paulatinamente debido al alto grado de
sustitución de importaciones. En 1950, la proporción fue 14% y en 1969 solamente 4%; mien
tras la proporción de exportaciones agropecuarias menores (o sea, excluyendo el café)
dentro de las exportaciones aumentó de 3% a 14%. Ver Anuarios de Comercio Exterior, 1950,
DAÑE.
" De acuerdo con A. Berry, el valor del capital había estado aumentando entre 3.8 y 4.2% por
año. Ver A. Berry, Development of tile Agricultural Sector in Colombia, (mimeo), 1968, Ta
bla III-3.
*" DAÑE, Censo Agropecuario, 1960, Resumen Nacional, Bogotá,, 1964, p. 39. Se debe anotar que
el número de unidades Incluye los huertos familiares de los que viven en pequeños pueblos
pero que ganan la mayor parte de sus ingresos trabajando como asalariados en fincas
grandes en los alrededores de su pueblo.
** Derivado de: Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola, Tenencia de Tierra en Colombia,
Washington, 1966, p. 429.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 43
bastante indicativo de una distorsión
marcada en la distribución de ingre
sos agropecuarios. Una muestra de
propiedades agropecuarias en 1965,
aunque no es estrictamente compa
rable con el censo de 1960 por dife
rencias en definiciones y diseño, for
talece las sospechas de una tenden
cia de la producción a concentrarse
más y más en las grandes propieda
des donde las técnicas modernas son
económicamente más viables (ver
Tabla III). Este patrón está ocurrien
do a pesar de un número absoluto
creciente de familias rurales que,
junto con el sistema de patrimonio
que exige que las parcelas familiares
sean fragmentadas por partes igua
les entre los hijos, a la muerte del
padre, está creando un número cada
día mayor de propiedades minifun-
distas.
Un segundo censo agropecuario
fue suministrado en 1970 pero en el
momento de escribir solamente estu
vieron disponibles datos prelimina
res para algunos departamentos*.
Sin embargo, vale la pena anotar que
para los seis departamentos de An-
tioquia, Quindío, Risaralda, Caldas,
Valle del Cauca y Cauca, el 69.2 SV de
todas las parcelas eran menores de 5
hectáreas. La cifra equivalente para
todos los departamentos en 1960 fue
de 57.8%. Cuando se publique esta
serie total de cifras para 1970 es im
probable que la proporción en parce
las minifundistas sea menor de 69.
2% puesto que la gran mayoría de
fincas sobre las cuales todavía hay
que publicar información están en las
zonas de minifundio de Cundinamar-
ca, Boyacá, Nariño y Santander del
Sur. Por ello podemos concluir con
alguna certeza que el número de fin
cas pequeñas relativamente no pro
ductivas ha ido aumentando bastante
durante el último decenio. Esto im
plica que una proporción creciente de
la fuerza laboral rural en Colombia
está tornándose ociosa o "disfrazada-
mente desempleada".
Vale la pena acentuar que este in
cremento en el desempleo disfraza
do no se debe únicamente al uso cre
ciente de maquinaria agrícola (como
tractores, etc.) intensiva en capital
y ahorradora de mano de obra, sino
también al uso de fertilizantes y me
jores variedades de semillas. Muchos
economistas demuestran que estasúltimas clases de innovación general
mente no desplazan la mano de obra
por hectárea de tierra cultivada por
que, cuando los rendimientos por
hectárea aumentan, hay una deman
da mayor para los recolectores del
algodón y del tabaco, por ejemplo,
(suponiendo que estas funciones to
davía no han sido mecanizadas). Pe
ro este punto de vista no toma en
cuenta las repercusiones de la mayor
eficacia de algunos agricultores, cu
yos requisitos de mano de obra lue
go se pueden aumentar, sobre la ma
sa de fincas no innovadoras. INCO-
DANE, Censo Agropecuario 1970-1971, Datos Preliminares, Bogotá, 1971.
44
ROGER J. SANDILANDS
RA ha tratado de repartir los bene
ficios de técnicas modernas pero no
se puede esperar que modernice más
que una fracción pequeña de los 1.2
millones de fincas (la cifra de 1960,
que indudablemente se ha incremen
tado desde entonces). Tampoco debe
querer hacerlo, porque el impacto de
un alza generalizada en la producti
vidad física de todos los agricultores
tendría un efecto catastrófico sobre
los precios e ingresos de este grupo
que constituye casi la mitad de la
fuerza laboral del país.
Por estas razones, programas como
los propuestos recientemente por la
Organización Internacional de Tra
bajo (OIT) y por el DAÑE para au
mentar el empleo rural y así retar
dar la rata de migración rural-urba-
na probablemente tendrán un efec
to totalmente contrario a lo progra
mado. Para ilustrar cómo algunos
economistas profesionales (1) no dis
tinguen aún entre la productividad
física y el valor de la productividad,
y (2) no evitan la "falacia de compo
sición" (o sea, que lo que es bueno
para algunos agricultores necesaria
mente es bueno para todos), es con
veniente citar de un informe oficial
reciente sobre el programa de refor
ma agraria en Colombia lo siguiente:
"...la solución para generar empleo
agrícola está en el aumento de la
producción, la cual se puede conse
guir por diferentes medios. En pri
mer lugar, por aumento en la produc
tividad de las áreas que actualmente
están en explotación, a través del
uso de mejores técnicas de cultivo.
En segundo lugar, mediante la sus
titución de cultivos de bajo rendi
miento por otros que generan una
mayor producción. En tercer lugar,
por efectos de una mejor distribu
ción de la tierra..."*.
En forma similar, una de las prin
cipales recomendaciones del influyen
te informe OIT es que la población
colombiana debe estar distribuida
más equitativamente por todo el país.
La experiencia de todos los países
económicamente avanzados, incluyen
do, como ya hemos visto, las econo
mías orientadas a la exportación de
productos agrícolas, consiste en que
una fracción cada día mayor de sus
pobladores vivieron en un centro ur
bano o cerca de él mientras se desa
rrollaban. Incluso los agricultores de
estos países generalmente prefieren
cultivar intensivamente las tierras
cercanas a los mercados más amplios
para economizar costos de transpor
te y mercadeo. Parece, sin embargo,
que la Comisión OIT mira con inquie
tud el hecho de que "cuarenta por
ciento de toda la población rural vi
ve a una hora de distancia del centro
de una de aquellas cien poblaciones
mayores de 10.000 habitantes"**.
DAÑE, Boletín Mensual de Estadísticas, Enero, 1971, anexo sobre Reforma Agraria, pp. 93-94
Organización Internacional de Trabzajo (OIT), Hada el Pleno Empleo, Ginebra, 1970, pa
ra. 298.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 45
Indudablemente, los costos sociales
de dejar crecer las ciudades hasta
convertirlas en metrópolis enormes
son excesivos, pero Colombia es afor
tunada porque tiene un gran número
de ciudades pequeñas y medianas que
pueden expandirse considerablemen
te antes de experimentar rendimien
to decrecientes a escala. Por lo
tanto la alternativa a la "megapolita-
nización" no está restringida, como
sugiere el Informe OIT, al desarrollo
de un gran número de pequeños pue
blos rurales, basados en la agricul
tura y la artesanía a un costo enorme
por familia. El informe sobre reforma
agraria ya citado también da cifras
sobre el costo promedio por familia
en los programas del INCORA de
parcelación, distritos de riego, y co
lonización, que son de $80.000, $174,
000 y $ 217,000, respectivamente. Es
tos costos fueron calculados a precios
corrientes e incluyen todos los pro
yectos del INCORA desde 1961, así
que los costos a precios de 1971, por
ejemplo, serían bastante más altos.
Entonces, no es sorprendente que el
INCORA, después de 10 años, haya
facilitado una cantidad razonable de
tierra apta y asistencia técnica a so
lamente 12.000 familias (proyectos
de redistribución y adecuación de
tierras). Otras 100.000 familias han
sido establecidas en proyectos de co
lonización, pero la mayoría de estos
programas solamente ha significado
la titulación de baldíos de calidad
relativamente baja y además muy
distantes de los principales centros
urbanos donde se obtienen los mejo
res precios del producto*.
Dada la escasez de recursos y el
gran volumen de familias rurales
marginales, el número bruto de los
verdaderos beneficiados de la Refor
ma Agraria necesariamente sería una
proporción mínima del total de estas
familias. El número en términos ne
tos, después de tener en cuenta el
posible impacto adverso de la crecien
te productividad de algunos agricul
tores sobre la masa de no-innovado
res, puede ser negativo.
Si es verdad que los aumentos en
la productividad de algunas fincas ya
han causado privación para un nú
mero mucho mayor de los innovado
res, surge la pregunta, por qué no se
han trasladado a otras ocupaciones
en forma más rápida? Se puede en
contrar una clave en el índice nacio
nal de empleo industrial. Entre 1962
y 1968, el índice mensual del DAÑE
aumentó solamente 3 puntos, de 100
a 103, en comparación al ascenso de
la población urbana que fue alrede
dor del 5% por año. Mientras la pro
porción de la fuerza laboral emplea
da en las industrias manufactureras
fue constante a menos de 19% entre
1951 y 1964, la proporción empleada
* Las cifras vienen del Informe OIT, op. cit., par. 232. Es interesante comparar estas cifras
con las de H. Tamayo, La Reforma Agraria en Colombia, Centro de Investigaciones para el
Desarrollo (CID), 1970, pp. 14-15, lo cual sugiere que el número de familias ayudadas por
el INCORA fue aun menor.
46
ROGER J. SANDILANDS
en el sector de "servicios" aumentó
de 28.9% a 34.7% durante el mis
mo periodo.
El problema radica en que el sec
tor industrial también ha sido bifur
cado entre un sector moderno y un
sector tradicional de baja productivi
dad*. La expansión del sector mo
derno ha sido lograda con menores
requisitos de mano de obra por uni
dad de producción, en contraste con
la experiencia del sub-sector artesa-
nal. Por ello, como mostró R. Slighton
en su estudio de la distribución de
ingresos urbanos en Colombia, los sa
larios reales en el sector moderno
aumentaron en promedio entre 4.0 y
4.5% por año, durante el paríodo 19
51-64, mientras que los del sector tra
dicional solamente aumentaron entre
cero y 0.5% por año**. ( + ) El sugie
re que un sentido paternalista por
parte de algunos patrones, un mayor
grado de sindicalismo entre los em
pleados de las firmas y la legislación
sobre seguridad social que afecta a
este sector más que a otros, se han
combinado para obstaculizar la ma
yor igualdad de salarios reales en
tre los varios sectores de la economía
Los salarios relativamente altos del
sector moderno son privilegio de una
proporción comparativamente peque
ña de la fuerza laboral urbana, y las
diferentes características del merca
do laboral, mencionadas anteriormen
te, tienden a excluir a la gran mayo
ría de los empleos más productivos
y mejor remunerados.
Slighton ha acumulado datos pa
ra demostrar que los sectores urba
nos tradicionales, donde el aumento
de salarios y de la productividad es
taban casi estancados duranteel pe
ríodo inter-censal (1951-64), fueron
responsables por un porcentaje ma
yor del total de la fuerza laboral en
1964 (58%) comparado con 1951
(54%), mientras que su porción del
total de los ingresos laborales dismi
nuyó del 45% al 34%. Más tarde
presenta información detallada sobre
el aumento de salarios en la industria
manufacturera moderna, un sector
que cuenta con una parte significati
va (alrededor de 13%, o 272.500 per
sonas) del total de la fuerza laboral.
Entre 1958 y 1964, las firmas que
empleaban menos de 10 trabajadores
experimentaron aumentos de salarios
de solamente 74.7%. El índice del cos
to de la vida de los trabajadores ur
banos ascendió 94% sobre el mismo
período. Así estos trabajadores (12.
2% del total en las industrias manu
factureras) experimentaron una ba
ja en salarios reales. ( + +) Parece
* Ver R. R. Nelson. A Study oí Industrializaron in Colombia, Rand Corporation Memorándum.
RM-5412 AID, Diciembre, 1967.
** R. L. Slighton, Relative Wages, Skill Shortages, and Changes in Income Distribution in
Colombia, Rand Corporation Memorándum, RM-5651-RC/AID, Noviembre, 1968.
+ Datos más recientes sugieren que la diferencia en los documentos de salarios urbanos ha
sido menor que la indicada aquí; pero siempre considerable. Al incluir el sector agrope
cuario en el cálculo, las cifras del texto siempre tendrían validez - NOTA DEL EDITOR.
+ Una corrección reciente a los datos de salarios en empresas pequeñas indica que han su
bido, pero menos que en las empresas grandes. NOTA DEL EDITOR.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 47
también que los sectores de construc
ción y transporte, clasificados como
"modernos", y que experimentaron,
en total, una tasa rápida de creci
miento sobre el período, no son homo
géneos tampoco, porque ambos tienen
componentes tradicionales bastante
significativos. Entonces podemos
concluir que el tamaño relativo del
sector tradicional, donde los salarios
se han incrementado muy peco, es
algo mayor que el 58% y que aumen
tó en algo más que el 4% entre 1951
y 1964.
Desafortunadamente, las dificulta
des crecientes que enfrenta el emi
grante potencial que busca empleo en
los sectores de alta productividad
más bien que en los sectores de ba
ja productividad y bajos salarios,
empeoran además por el volumen cre
ciente de desempleo abierto en las
ciudades. En un estudio anterior so
bre desempleo urbano en Colombia*
Slighton concluyó que el desempleo
abierto en las ciudades más grandes
promediaba entre 10% y 16% en los
años sesenta y que la tasa pareció
haberse incrementado desde 1963
cuando se hizo el primer ensayo se
rio para medir el desempleo**. La de
finición de desempleo del estudio del
CEDE es algo estrecha, excluyendo
dos importantes categorías adiciona
les: los desempleados, quienes nun
ca antes habían trabajado, y los
desempleados disfrazados de las ciu
dades. Los primeros representan al
rededor del 30 % del desempleo de
Bogotá,*** y es poco probable que la
experiencia difiera mucho en las
otras ciudades donde la tasa total de
desempleo siempre ha sido más alta
que la de Bogotá. El Departamento
Nacional de Planeación (DNP) ha
publicado**** estimativos del desem
pleo abierto, basado en estudios del
CEDE para 1964-70.
Años 1965 1966 1967 1968 1969 1970
Número de
desempleados
('000)
Tasa de
desempleo
395
7.2
446
7.8
558
9.5
516
9.5
514
9.1
542
S.4
* R. L. Slighton, Urban Unemployment in Colombia. Rand Corporation Memorándum, RM-
539-AID, Enero, 1968.
•* Ver Empleo y Desempleo en Colombia, Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico
(CEDE), Bogotá, 1968.
*•* Ver R. L. Slighton, Urban Unemployment in Colombia, op. cit., Tabla II, pag. 34.
**** DNP, Plan de Desarrollo Económico y Social, 1970-1973, Bogotá, Diciembre, 1970, Cuadro
N° 1, p. 1.3.
48
ROGER J. SANDILANDS
Con base en estas cifras se puede
concluir que, a pesar del crecimien
to más rápido del PIB, la tasa de de
sempleo no está disminuyendo, como
dice Slighton.
Con respecto al desempleo disfra
zado en las ciudades -el ejército de
vendedores ambulantes, limpiabotas
y trabajadores familiares de tiendas
pequeñas- no existe documentación
detallada. Pero la observación más
superficial indica que el tamaño de
este grupo es substancial. Más im
portante para nuestra evaluación de
los esfuerzos relativos de los meca
nismos de "repulsión" y "atracción"
que han afectado la fuerza laboral
en los años recientes, parece ser que
el tamaño de esta fuerza de mano de
obra ociosa ha estado creciendo
constantemente desde 1951. Por
ejemplo, en el sector comercial el pro
ducto bruto medido al costo de fac
tores, aumentó de $1823 millones a
$3301 millones (pesos de 1958) entre
1951 y 1964 -un incremento de 81%:\
( + ) Mientras tanto, el total de la
fuerza laboral en el comercio subió de
185.600 a 382.000- un incremento de
106%**. Aún si suponemos, irreal
mente, que la productividad de to
dos los trabajadores de este sector
quedara al nivel de 1951, es evidente
que ha habido un aumento considera
ble en la cantidad de mano de obra
ociosa.
Por lo tanto, la conclusión de Nel-
son de que "los salarios considerable
mente más altos en el sector manu
facturero que en el campo han esti
mulado la migración"***, parece es
tar equivocada. Cuando nos damos
cuenta de la desigualdad creciente en
la distribución de los ingresos labo
rales, del predominio creciente de em
pleados de muy baja remuneración
y de las ratas crecientes de desem
pleo abierto y disfrazado, el influjo
continuo de mano de obra del campo
nos ofrece un caso prima facie del
mecanismo de "repulsión" que pre
domina sobre la fuerza de "atrac-
Si nuestro diagnóstico es correc
to, deja una duda seria sobre la uti
lidad del producto interno bruto co
mo índice del bienestar económico y
social. En los años recientes algunos
comentaristas han observado con sa
tisfacción que la tasa de crecimien
to del PIB se ha ido acelerando en
* Cuentas Nacionales, op. cit.
+ El censo de comercio del año 1967 sugiere un aumento más grande en el valor agregado;
parece que el ingreso per cápita cambió poco en este lapso. NOTA DEL EDITOR.
** R. L. Slighton, Relative Wages..., Tablas 1 y 2, pp. 8-9.
•*• R. R. Nelson, op. cit., p. v.
**** Es verdad que ciertos íactores de la vida urbana tales como facilidades de educación
y salud actúan constantemente como un imán, atrayendo mano de obra del campo; pe
ro tales consideraciones no pueden explicar el aumento de las tasas migratorias. El
standard per cápita de estas familias se ha deteriorado a través de los últimos años
mientras el crecimiento en el número de personas sobrepasa el crecimiento de la in
fraestructura en las áreas urbanas.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 49
Colombia. Pero nuestra evidencia su
giere fuertemente la posibilidad de
que un aumento del PIB es perfec
tamente consistente con un aumento
del número absoluto (y posiblemente
también relativo) de familias que vi
ven al margen de subsistencia. Un
enfoque continuado sobre un solo
agregado -el PIB- como objetivo y
como criterio de éxito tiene poca es
peranza de solucionar rápidamente
los problemas crecientes de la pobre
za, la desigualdad y el desequilibrio
de producción entre los artículos bá
sicos y no-básicos.
Ha sido la intención de este artícu
lo recalcar que uno de los problemas
estructurales básicos que enfrenta la
economía colombiana es la pésima dis
tribución y sub-utilización de la fuer,
za laboral. Un gran excedente de ma
no de obra está concentrado en el sec
tor agropecuario y en ocupaciones ur
banas marginales de baja productivi
dad. Dadas estas condiciones, hemos
visto que el efecto de la introducción
de nuevas técnicas revolucionarias en
todos los sectores de la economía co
lombiana, pero especialmente en la
agricultura, puede acarrear un im
pacto socio-económico indeseable si
no está correctamentecontrolada.
Hemos anotado que la fragmenta
ción creciente de la tierra y la com
petencia fuerte del número creciente
de minifundistas que aceptan meno
res ingresos a falta de fuentes alter
nativas de trabajo están frenando,
pero no parando, la modernización del
sector agropecuario. Hasta ahora los
intereses de la masa campesina y la
modernización han estado en conflic
to, pero la fuerza del impulso de la
tecnología moderna está prevalecien
do de tal manera que no solamente el
número de agricultores en el sector
de subsistencia está en aumento si
no también la rata de migración ru-
ral-urbana, aún frente a una insufi
ciencia de empleos remunerativos en
las ciudades.
Pero la solución del problema agra
rio básico no se puede encontrar sino
muy parcialmente en la redistribu
ción forzada de tierras. El problema
no radica en la necesidad de cultivar
más tierras sino en la necesidad de
crear mayores ingresos. En los países
donde el agricultor promedio gana
muy altos ingresos, el tamaño pro
medio de las fincas es mucho mayor
que en Colombia, mientras que la su
perficie total cultivada es bastante
menor en relación a la producción.
Muchos de los llamados "latifundis
tas" colombianos (aunque por supues
to no todos) serían considerados ca
si como minifundistas en muchos paí
ses. La tabla IV muestra la diferen
cia entre Colombia y algunos países
con agriculturas avanzadas en cuan
to a la superficie de tierra por per
sona activa en este sector y el por
centaje de la fuerza laboral vincula
do a la agricultura. Estas compara
ciones indican el tipo de cambios es
tructurales que necesita la economía
si aspira a desarrollarse.
En esencia, surgen solamente dos
conclusiones para la política. Una po-
50
ROGER J. SANDILANDS
sibilidad es que los gobiernos deben
tratar de disminuir la fuerza del me
canismo de "repulsión" retardando
deliberadamente la modernización del
sector agropecuario o al menos dar
más énfasis a las innovaciones rela
tivamente menos desplazadoras de
mano de obra. Pero a propósito tene
mos que recordar una conclusión an
teriormente planteada: que en au
sencia de un aumento adecuado en
la demanda para productos agrícolas,
aún las innovaciones menos ahorra
doras de mano de obra, como por
ejemplo nuevas variedades de semi
llas y fertilizantes (en contraste a
tractores y otra maquinaria) pueden
crear desempleo en las otras fincas
no-innovadoras*. Alternativamente,
se pueden adoptar políticas cuyo ob
jetivo es la redistribución de los in
gresos de los agricultores grandes
hacia los pequeños por medio de po
líticas de crédito y reforma agraria,
por ejemplo. Sin embargo, otra vez
tenemos que enfrentarnos al proble
ma de la demanda. En ausencia de
políticas para expandir el tamaño
del mercado para productos agríco
las, la redistribución de ingresos, cré
dito y tierra pueden resultar sola
mente en una redistribución de la
pobreza dentro del sector agropecua
rio y empeorar la distribución de in
gresos entre éste y los otros secto
res.
La segunda posibilidad sería for
talecer el mecanismo de "atracción"
por medio de un programa de urbani
zación, diseñado para movilizar los
recursos de mano de obra y capital
sub-empleados. Es interesante que si
tal política aumentara la demanda
Para productos agrícolas mientras se
aumenta el empleo urbano y los in
gresos, y su distribución se hace más
igualitaria, podría retardar el ritmo
de migración rural-urbana hasta pro
porciones más fácilmente manejables.
Un mercado más amplio para la agri
cultura permite que su moderniza
ción esté acompañada más por una
expansión de la producción que por
una expansión en el número de fami
lias rurales desplazadas a las ciuda
des mientras su proporción de un
mercado inadecuado sea captado por
una minoría afortunada. Tan pronto
como el ejército actual de los trabaja
dores urbanos desempleados, sub-em
pleados y de baja productividad sea
movilizado para trabajar en los sec
tores de consumo masivo (donde, con
una mejor distribución de ingresos,
las utilidades serán más atractivas
para fondos de inversión), la migra
ción podrá ser estimulada más por
los crecientes salarios urbanos que
estarán generalizados en vez de es
tar restringidos a un pequeño sector
sindicalizado.
* Con frecuencia, tal política implica también que la producción máxima tiene que sa
crificarse en el interés de un empleo máximo. Una posible solución a este dilema ha
sido discutida por L. Currie, "The Foreign Exchange Constraint: A Partial Solution to
the Problem", Economic Journal, Diciembre 1971 (próximo a aparecer).
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA
TABLA I
Tractores 1958-1967 (suponiendo una vida útil de diez años)
Año
1958
1959
1960
1961
1962
1963
1964
1965
1966
1967
Importaciones
1,535
1,844
2,428
1,930
1,905
1,317
2,000
1,540
1,756
1,764
Necesidades de
Reposición anual
1,089
1,590
1,723
1,136
1,535
2,643
2,842
2,436
919
1,591
Variaciones
en las existencias
+ 446
+ 254
+ 705
+ 794
+ 370
— 1,326
— 842
— 896
+ 837
+ 173
Fuente: DNP, Informe sobre Disponibilidad y Uso de Maquinaria Agrí
cola en Colombia. Bogotá, 1969, p.49.
TABLA II
Porcentaje del área total cultivada que ha aplicado semillas mejoradas
1958-67.
AÑO
1958
1959
1960
1961
1962
1963
1964
1965
1966
1967
Trigo
8.4
15.3
11.2
14.7
13.7
15.5
15.6
19.3
23.6
45.1
Maíz
4.5
5.6
6.2
6.5
10.4
9.8
14.3
14.1
15.1
22.8
Fríjol
.—.
0.3
1.2
0.7
1.9
3.3
2.1
9.4
7.4
12.2
Arroz bajo
riego
—
—
—
2.5
18.9
25.1
38.5
50.8
54.4
54.9
Cebada
—
—
88.8
89.3
75.5
89.0
71.2
79.2
84.7
72.1
Algodón
—
—
—
—
—
98.7
99.3
90.7
100.0
94.2
Tabaco
—
—
—
—
—
100
100
100
100
100
Fuente: DNP, Informe Sobre la Producción y Consumo de Semillas Mejo
radas en Colombia, Bogotá, 1969.
52 ROGER J. SANDILANDS
TABLA III
Superficie Cultivada por Grupos de Fincas (distribución porcentual)
1959 1965
Cultivo
Arroz
Maíz
Sorgo
Trigo
Cebada
Fríjol
Papa
Yuca
Ajonjolí
Tabaco
Menos
de
5 ha.
7.10
26.55
35.32
30.60
21.16
24.21
31.79
24.65
22.21
41.03
5-50
ha.
26.20
42.28
41.34
52.46
39.78
46.51
48.30
51.11
41.51
48.78
50-
200
ha.
28.16
18.02
14.27
12.30
22.61
19.17
12.99
16.18
20.56
5.47
Mas de
200
ha.
38.54
13.15
9.07
4.64
16.45
10.11
6.92
8.06
15.72
4.72
Menos
de
Sha.
5:32
18.71
1828
27.91
39.46
18.87
30.34
16.99
14.23
47.81
5-
50
ha.
21.13
35.82
11.27
48.47
19.28
40.41
41.43
43.23
46.93
39.59
50-
100
ha.
34.71
22.77
14.78
15.22
23.18
21.74
11.68
23.07
16.78
5.37
Mas de
200
ha.
39.64
22.70
55.58
8.40
18.08
18.98
16.55
16.71
22.06
7.23
Fuente: DNP, Informe sobre la Producción y Consumo de Semillas Me
joradas en Colombia, Bogotá, 1969.
Nota: El algodón, otro de los cultivos principales donde nuevas varie
dades de semillas han llegado a ser importantes, se cultiva ahora
casi enteramente en las grandes fincas comerciales.
LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 53
TABLA IV
Tierra Población
arable Económica- % de la Tierra ara-
ir en mente ac- fuerza labo- ble por per-
País Año cultivos tiva en la ral en la sona en la
permanen- Agricul- Agricultu- Agricultu-
tes* tura, 1965 ra, 1965 ra, 1965
('000 ha) ('000) (ha)
Dinamarca
Reino
Unido
Francia
Canadá
EE. UU.
Argentina
Nueva
Zelandia
COLOMBIA
1967
1967
1966
1966
1964
1967
1967
1960
2700
7416
20214
43404
176440
29053
8047
5047
330
961
3600
774
4836
1505
125
2504
15
4
18
11
6
18
13
47
8.2
7.7
5.6
56.1
36.5
19.3
6.4
2.0
incluve tierra en barbecho.
Fuente: FAO, Production Yearbook, 1968, Vol. 22, Roma, 1969.
BIBLIOGRAFÍA
1.— L. Jay Atkinson, Agricultural Productivity in Colombia, USDA,
Washington, 1968.
2.— A. Berry, Development of the Agricultural Sector in Colombia,
mimeo, 1968.
3.— Centro de Estudios sobre

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