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LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA EN COLOMBIA* ROGER J. SANDILANDS** I La influencia de teorías como las de John Fei, Gustav Ranis, y Dale Jorgenson ha orientado a las Agen cias Internacionales de Desarrollo pa ra reforzar la opinión de que el cre cimiento lento en América Latina se debe al inadecuado funcionamiento del sector agrícola y que, a menos que la agricultura pueda producir un excedente mercadeable de alimentos y materias primas sobre los requisi tos de subsistencia de la población rural, el desarrollo urbano no tiene ninguna posibilidad de iniciarse.*** Además, se afirma que la produc ción de tal excedente agropecuario es un pre-requisito del desarrollo in dustrial urbano. En un artículo muy conocido,**** W. H. Nicholls hace un buen resumen de la sabiduría convencional sobre el papel de la agricultura en el desa rrollo, y vale la pena citarlo para que el lector pueda más fácilmente con trastar los planteamientos del pre sente autor: "En un sentido muy fundamental, el progreso agropecuario es general mente un pre-requisito para el desa rrollo industrial. Este es claramente el caso de una economía cerrada, donde una de las precondiciones más importantes para la expansión indus trial es lograr una tasa de crecimien to de la productividad agrícola que supere la tasa concurrente de creci miento de la demanda de alimen tos**1**. Una meciente productividad agropecuaria apoya y sostiene el de sarrollo industrial en varias formas, importantes: (1) Permite que la Este artículo es una versión ampliada y revisada de The Modernization of the Agri- cultural Sector and Rural-Urban Migration in Colombia, Institute of Latin-American Studies, University of Glasgow, Occasional Paper N° 1, 1971. El autor agradece al profe sor Lauchlin Currie por su invaluable ayuda en la preparación del presente artículo y a la señorita Dóriam Montaña por su colaboración en la traducción. Todos los conceptos aquí emitidos son responsabilidad del autor. Universidad de Glasgow y Departamento de Economía Agrícola, ICA, Tibaitatá. J. C. F. y G. Ranis, Development of the Labour Surplus Economy Homewood, Illinois, 1964; D. Jorgenson, "The Development of a Dual Economy", Economic Journal, Junio 1961 pp. 309-334; B. P. Johnston y J. Mellor, "The Role of Agriculture in Economic De velopment", American Economic Review, 1961, pp. 566-593. W. H. Nicholls, "The Plece of Agriculture in Economic Development," en C. Eicher y L. Witt (editores), Agriculture In Economic Development, Nueva York, 1964, pp. 11-44. Ver también el resumen de H. Torres, "Papel de la Agricultura en el Desarrollo Econó mico," Revista Colombiana de Economía Agrícola, Vol. 3, N° 1, Peb. 1971. El subrayado es del autor. 26 BOGER J. SANDILANDS agricultura libere una parte de la fuerza laboral para empleo industrial mientras que satisface los crecientes requisitos de alimentos del sector no- agrícola. (2) Aumenta los ingresos agrícolas, creando así el poder ad- qusitivo de los agricultores, necesa rio para comprar los nuevos bienes industriales, y los ahorros rurales que pueden movilizarse directa o indirec tamente, para financiar el desarro llo industrial. (3) Permite a la agri cultura abastecer del artículo más básico (alimentos) para los trabaja dores industriales a precios que fa vorecen la rentabilidad de nuevas in dustrias". Sería conveniente examinar la va lidez de estos argumentos distin guiendo entre las varias etapas de una economía en desarrollo, empe zando con la economía agrícola esque matizada, por ejemplo, en "Freedom and Necessity",* la última obra de Joan Robinson. En esta economía todavía no se ha llegado a ningún de sarrollo industrial y todo el mundo vive a un nivel de inanición. Clara mente tiene que generar un exceden te agropecuario si una persona puede sostenerse en una ocupación no agrí cola. Pero se debe reconocer que los agricultores solamente suministrarán en forma voluntaria éstos alimentos cuando esperen como retribución los servicios o productos de la fuerza la boral no agrícola que están soste niendo. Por su parte, los terratenien tes podrían procurar algunos servi cios no-agrícolas con un aumento en el arrendamiento. El gobierno tam bién puede imponer impuestos sobre los productos agrícolas o exigir gra nos a precios explotables ("procure- ment prices") como en la Rusia sta- inista. Aparte de tan manifiesta in justicia, estas prácticas corren el ries go de enajenar a los campesinos tan to que causarían dislocaciones y fra casarían finalmente en obtener las provisiones anticipadas. Esta fue ciertamente la experiencia rusa**. China ha aprendido la lección y ac tualmente asegura provisiones ade cuadas de mercancías manufactura das para los campesinos a cambio de su cooperación en lo que es una "política de procuramiento" (procu- rement policy) solamente de nom bre***. En las primeras etapas del desa rrollo, el requisito primordial de los trabajadores no-agrícolas es un su ministro adecuado de alimentos. Mien tras la economía se desarrolla será conveniente ubicar el número cre ciente de estos trabajadores en nue vos centros urbanos donde necesita rán ropa y vivienda, tanto como ali mentación. El mercado para produc Joan Robinson, Freedom and Necessity, Londres, 1970. Ver especialmente los capítulos 3 y 4. W. H. Nicholls, op. cit. Ver Jack Gray, "The Economics of Maoism," Bulletin of the Atomic Scietitst, Febrero 1969, pp. 42-31, y Joan Robinson, op. cit., p. 101. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 27 tos agrícolas se habrá expandido aho ra y nuevas técnicas se habrán in troducido en el sector agrícola. Con los aumentos en la productividad agrícola surge el desempleo disfra zado del trabajo rural, como se en cuentra en toda Latinoamérica, hoy en día. En esta etapa, todavía muy atra sada, comparada con el mundo occi dental industrializado, se argumenta que el empleo no-agrícola continuará limitado por excedentes agropecua rios inadecuados. Se opina que con la mayor proporción de la fuerza la boral en el sector agropecuario, cual quier excedente de alimentos será ab sorbido, sin baja de precios, por el mayor empleo no-agrícola que dicho excedente permita. Esto supone que la potencial fuerza laboral no-agrí cola requiere solamente alimentos para inducirla a abandonar el campo. Pero no emigrará sin la seguridad de ropa y vivienda tanto como de ali mentación. En realidad los sueldos urbanos son más que suficientes en la mayoría de los países en desarrollo (cierta mente en Colombia) * para cubrir las necesidades de subsistencia en cuen to a la alimentación. Así tiene que ser si los trabajadores urbanos van a ad quirir también el mínimo básico en ropa y vivienda, y concluímos que los trabajadores urbanos requieren un excedente mercadeable no sola mente de alimentos sino de todos los artículos básicos. Sin estas condicio nes, el trabajador rural se quedará en el campo donde podrá proveerse de estos artículos para su subsisten cia. Bajo estas circunstancias la ex pansión esperada de empleo urbano no se materializará y una baja en el precio del excedente agropecuario desestimulará su flujo continuo. Los escritores "clásicos" tienden a ver los sueldos solamente como cos tos de producción; ven las existencias de "maíz" como equivalentes a un "fondo de salarios". Por eso hacen énfasis en la generación de una ma yor producción agropecuaria como pre-requisito para una expansión in dustrial. Con una definición más am plia de los requisitos de subsistencia, el fondo de salarios se estima inade cuado para asegurar la expansión in dustrial a menos que se genere una existencia no solamente de "maiz" sino también de ropa y vivienda pa ra la oferta en perspectiva de mano de obra. En efecto, tal vez es mejor no considerar estos artículos como bienes de consumo sino como una parte de los costosnecesarios de pro ducción, equiparándolos con bienes de inversión en la misma forma que se hace con maquinaria y materias pri mas. Joan Robinson anota que "pa- * De acuerdo con una encuesta íamiliar efectuada en Cali en 1969 la elasticidad "arco" del ingreso para el grupo más pobre fue solamente 0.61. Este grupo probablemente in cluye los migrantes más recientemente llegados del campo. Ver Pimur, la Coordinación de Mercadeo y el desarrollo Económico del Valle del Cauca, Cali, 1970, p. 11-3. 28 BOGER J. SANDILANDS ra él (Adam Smith) la riqueza de las naciones no incluyó el nivel de vida de los trabajadores; ios sueldos, tanto como la alimentación de gana do, eran una parte de los costos de producción"*. Sin embargo, si redefinimos nues tro objetivo no como la acumulación de un excedente económico con el pro pósito final de construir palacios dig nos de reyes, o mayores y mejores ejércitos, sino como la provisión de un nivel decente de vida para las cla ses trabajadoras, escaparíamos a la camisa de fuerza de la "economía del maiz" de Ricardo, en la cual un exce dente de tal producto era lo único necesario para generar un fondo de salarios adecuado para inversión. Así podríamos identificar como núes, tro primordial problema económico la creación de las condiciones que conducirían a la tasa máxima de ga nancias en la producción de artícu los de consumo masivo-incluyendo ro pa y vivienda tanto como alimentos- mejor que la creación de recursos in- vertibles en sí. Implícita en este pro blema básico está la necesidad de re cursos productivos, pero este aumen to en recursos se deriva del aumento en consumo y no a la inversa**. Este cambio en el enfoque es más importante de lo que pueda parecer; porque cuando examinamos la fuente de financiamiento del desarrollo in dustrial, nos sorprende la cantidad que proviene de la reinversión de ga nancias***. El modelo de Ranis-Fei, de otro lado, propone que los fondos para inversiones se deriven primor- dialmente del excedente agropecuaiio total. Este enfoque es curioso porque Ranis mismo anotó**** que la fuente principal de financiamiento para el naciente desarrollo económico japo nés fue la reinversión de ganancias comerciales. En otros palabras, eran los consumidores quienes principal mente financiaban la expansión in dustrial por medio de ahorros disfra zados en el precio del producto*****. * Joan Robinson, op cit., p. 115. •• En una conferencia en la Universidad de Glasgow (Febrero 27, 1970). Joan Robinson citó a Mao Tse-Tung asi: "Si un país está verdaderamente tratando de crear una industria pesada debe concentrar sus esfuerzos en la liviana; pero si no está tratando en serio de crear tal industria pesada debe enfocarse en esa misma industria". Bien puede ser que estas afirmaciones al parecer contradictorias, expliquen en gran parte el por qué Colombia y muchos países en vía de desarrollo enfrentan grandes excedentes de capa cidad instalada en la agricultura, la industria textil y la construcción, por ejemplo, mientras al mismo tiempo un gran sector de su población está desnutrido, mal tra jeado y sin vivienda adecuada. *•* Para una discusión más amplia, ver E. Hagen, The Economics of Development, Homewood, Illinois, 1968, cap. 13; y W. A. Lewis "Development wlth Unlimited Supplies Labour," The Manchester School, Mayo, 1954. **** G. Ranis, "The financing of Japanese Economic Development," Economic History Review Vol. XI, N9 3, 1959. pp. 440-454. *****Ver Joan Robinson, Protits and Interest, Universidad de Cambridge, 1970, (mimeo). Siguiendo las ideas de Kalecki, ella explica que los empresarios generalmente tienen el poder de aumentar el margen de ganancias (mark-up margin) cuando quieren ex pandir sus operaciones, obteniendo asi máxima financiación interna. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 29 Ranis y Fei siguen el modelo de Lewis de una economía de excedentes laborales donde una masa de desem pleo disfrazado (mano de obra con productividad marginal cero) existe en la agricultura y está disponible potencialmente para absorción por el sector industrial. (En su modelo "dualístico" hay únicamente dos sec tores: el agrícola y el industrial). Afirman que "el sector agrícola" en la economía dualista tiene que efec tuar una serie de funciones vitales, incluyendo la provisión de mano de obra, alimentos y materias primas, así como de ahorros necesarios para abastecer la expansión del sector in dustrial*. Los aumentos en la pro ductividad del sector agropecuario crean desempleo dentro de una sec ción de la fuerza laboral rural y ase guran que la tasa de sueldos sea man tenida al nivel de subsistencia hasta que toda la mano de obra ociosa ha ya sido absorbida por el sector in dustrial. De acuerdo con Ranis-Fei y Lewis el mantener los sueldos a un nivel constante de subsistencia (equi valente al producto promedio) ase gura que la proporción de ganancias en el sector industrial aumente. Lewis confía en que la mayor pro porción de los ahorros que proviene de estas ganancias crecientes será absorbida automáticamente por opor tunidades rentables de inversión en un país pobre y explica que aunque los gastos de consumo son relativa mente pocos, la razón capital-produc ción para la mayoría de los proyectos de inversión es alta y, por eso, dado que el porcentaje total de ahorros sobre ingresos es todavía bajo, no hay peligro de un exceso de ahorros (ex-ante) sobre la inversión**. Sin embargo, Ranis y Fei están menos seguros sobre este punto. Ellos con sideran (p.116) que la proporción creciente de ganancias sobre los in gresos creará condiciones de "auste ridad natural" y que será responsabi lidad del gobierno dirigir nuevos pro yectos de inversión para evitar es tancamiento. Los modelos, tanto de Lewis como de Ranis y Fei suponen que se puede transferir mano de obra ociosa de la agricultura a los demás sectores, sin reducir la producción agropecuaria. Pero ignoran que ésto implica nece sariamente que, si hay menos agri cultores, el producto agropecuario promedio (igual en sus modelos al "salario institucional") debe aumen tar. Si los salarios de los demás sec tores deben ser al menos tan altos como el salario agrícola promedio, la tasa de sueldos que enfrentan los in dustriales también debe aumentar. Hagen advierte esta inconsistencia en el modelo de Lewis,*** pero concluye que la expansión de inversiones en el sector no-agrícola será detenida porque el aumento en salarios redu- * J. C. H. Fei y G. Ranis, op cit., p. 151. ** W. A. Lewis, The Theory of Economic Growth, Londres, 1955, p. 210. *•* E. Hagen, op. cit., pp. 306-307. 30 ROGER J. SANDILANDS ce las ganancias. Sin embargo, esta opinión no reconoce que los sueldos han aumentado porque la demanda por mano de obra ha aumentado en los sectores no-agrícolas. Si no hubo ningún aumento en la inversión industrial tampoco hubo aumento en la transferencia de mano de obra ociosa desde el sector agro pecuario ni aumento en la tasa de salarios. La inversión industrial au mentó porque la tasa de ganancias esperada fue adecuada aún teniendo en cuenta los salarios crecientes que tenían que pagar. Puede ser que, ce- teris paribus, salarios bajos den un mayor incentivo para invertir y em plear mano de obra que la expectati va de pagar salarios más altos. Pero cuando los salarios mayores resultan de aumentos en productividad ya lo grados y que afectan grandes pro porciones de una fuerza laboral dada, tenemos que abandonar el supuesto de ceteris paribus. Tal supuesto se ría engañoso porque los salarios rea les crecientes, que reflejan mayores niveles del valor de la productividad, implican también un mercado amplia do para la venta del producto de las nuevas inversiones (suponiendo una demanda elástica del producto). Si la tasa de salarios se hubiese mante nido al nivel más bajo habría impli cado un mercadomucho más peque ño y el estímulo para el empresario tendría que ser sopesado con el de sestímulo de un mercado más res tringido*. Una inquietud expresada por Le- wis era que el aumento de produc ción reduciría su precio y, por consi guiente, las ganancias capitalistas, a medida que aumentaba la competen cia**. Pero si reconocemos que tanto el volumen de empleo como la tasa de salarios están aumentando, ésto debe conducir a una demanda sufi cientemente alta para asegurar que las oportunidades rentables de inver sión, y por ende la expansión capi talista financiada por medio de los "marked-up prices***, no se acaba rán. Además, la mejor distribución de ingresos asegurará que la inver sión irá más a bienes de consumo relativamente intensivos en mano de * La negligencia del lado de la demanda en las teorías neo-clásicas del desarrollo es re- miniscente de las deficiencias de los escritores clásicos que Keynes atacó en su "Teoría General". Uno de los remedios pre-keynesianos para el desempleo fue el de reducir la tasa de salarios, incrementando así las utilidades de inversiones. La persistencia de una depresión fue atribuida a la rigidez de los salarios. Keynes demostró que al ignorar los efectos macro-económicos sobre la demanda agregada, las políticas diseñadas a re ducir los salarios en una depresión eran propensas a empeorar la situación. Sin embargo, no estamos sugiriendo que el remedio keynesiano para una depresión en economías avanzadas- o sea el de aumentar la demanda monetaria por medio de las políticas fiscales y monetarias- está apropiado en el contexto de las economías infla cionarias del mundo sub-desarrollado. En lugar de ello, recomendamos posteriormente el aumento de la demanda efectiva por medio de cambios estructurales que conduzcan a una mejor distribución de la fuerza laboral. •• W. A. Lewis, The Theory of Economic Growth, p. 217. •• Estos son los precios que han sido determinados por los costos totales promedios más un margen de ganancias para financiar los planes de inversión. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA obra que a artículos suntuarios rela tivamente intensivos en capital. Es un error suponer que una distribu ción distorsionada de ingresos incre mentará el fondo de ahorros disponi ble para las industrias de bienes de consumo masivo. La experiencia la tino-americana ha sido que los in gresos altos se gastan, en gran parte, en artículos de lujo importados, como carros, vacaciones en el exterior, o en viviendas suntuarias. Cuando son invertidos en proyectos productivos, esta inversión se encuentra precisa mente en los campos que dictan los patrones actuales de consumo que provienen a su turno de la desigual distribución de los ingresos. Es de cir que, a pesar de la existencia de una gran masa de pobres, una gran proporción de las inversiones fluye a proyectos de substitución de impor taciones tales como plantas de en samblaje de carros o fábricas de da- crón, y para producir las materias necesarias en la construcción de ca sas lujosas y de las redes de carrete ras viables que se extiendan desde la ciudad hasta los lugares residencia les en los alrededores. Estos síntomas serán evidentes al observador común de la economía colombiana y se en cuentran frecuentemente en otros países de América Latina. Hay dos situaciones distintas que merecen mencionarse aquí. La pri mera es que la tasa de salarios pue de aumentar no por un aumento en la demanda de mano de obra asocia do con la acumulación y mejor utili zación de capital, progreso técnico, y la mejor distribución de la fuerza laboral, sino por razón de las presio nes sindicales. En este caso el mayor ingreso de los trabajadores que reci ben mejor salario está neutralizado por el volumen menor de empleo que sucedería si los aumentos en salarios son exógenos y no equiparados por aumentos en productividad*. La segunda situación concierne a los aumentos en la población, y de ahí en la fuerza laboral potencialmen- te disponible. Si ésta aumenta más rápidamente que las oportunidades de trabajo en los sectores no agrícolas, los salarios estarían supeditados al ni vel constante de subsistencia. Dado que la fuerza laboral va en aumento hay que admitir que el mercado au menta también. Pero si el objetivo es un mejor nivel de vida para la pobla ción (es decir, un nivel mayor de in gresos per cápita y una relación más favorable entre la población por un lado y la tierra y el capital social por el otro), entonces no debemos impre sionarnos por un aumento en la in versión resultante de un aumento de mográfico. En todo caso los salarios bajos tienden a retardar la introduc ción de innovaciones que ahorran ma no de obra y que aumentarían la pro ductividad de la fuerza laboral. Ver Lauchlln Currie, Desarrollo Económico Acelerado, Fondo de Cultura Económica, Méxi co, 168, pp. 40-1. También del mismo autor, Obstacles to Development, East Lansing, Michigan, 1967, pp. 98-102. 32 ROGER J. SANDILANDS Al considerar las causas del incre mento en la productividad de mano de obra, especialmente en la agricul tura, llegamos nuevamente a la pre gunta central planteada al principio: cuáles son las condiciones que rigen el desarrollo del sector agrícola y cuál su influencia sobre la migración de mano de obra hacia las ciudades? Hagen no acepta el enfoque de Le- wis sobre la necesidad de una corrien te continua de excedentes de mano de obra rural. Lewis dice que estos excedentes son necesarios para ase gurar la expansión del sector capi talista (o "industrial") porque así la proporción de utilidades en el in greso nacional, y de ahí el nivel de inversión, puede aumentarse. Pero Hagen, lo mismo que Ranis-Fei y Jorgenson, para citar solamente dos ejemplos de la literatura, supone que el progreso técnico es un proceso exó- geno que ocurre en el tiempo*. Di cho ésto proceden a considerar cómo el gobierno debe acelerar la introduc ción de mejores técnicas en la eco nomía: por medios tales como la im portación de científicos extranjeros para entrenar personal local, o el sub sidio al capital importando que in corpora la tecnología más moderna. Más importante, empero, se afir ma que la existencia de una gran masa de desempleo disfrazado en el campo refleja el fracaso de la agri cultura a innovar mucho más que en los demás sectores. La conclusión po lítica que aparentemente se sigue es la de un mayor enfoque en los planes del gobierno para la canalización del capital disponible (y los científicos importados) hacia la agricultura. Hay dos desventajas importantes asociadas con este tipo de enfoque en países como Colombia y otras re públicas latino-americanas donde una gran proporción de la fuerza la boral está empleada en actividades agrícolas. La primera es que el vo lumen de conocimiento tecnológico re lacionado con la agricultura que es tá disponible en los países industria lizados es inmenso, comparado con la cantidad actualmente trasferida y y adoptada por los países menos de sarrollados**. Además, un examen de la experiencia histórica de todos los países avanzados, incluyendo econo mías orientadas hacia la exportación como Nueva Zelandia y Dinamarca, países muy dependientes de la agri cultura para su prosperidad, indica que a medida que la eficiencia técni ca del sector agropecuario avanza, la proporción de la fuerza laboral re querida disminuye dramáticamente. Por ejemplo, esta proporción es apro- E. Hagen, op. cit., pp. 308-9. Hagen se reíiere primordialmente a la tasa de utilidades en la industria capitalista, pero las ideas sobre el proceso autónomo del progreso téc nico son similares a las de Ranis-Fei y Jorgenson cuando se refieren al desarrollo agrícola. Se puede averirguar la vasta potencialidad de la tecnología moderna para los países en desarrollo (y aún para los países avanzados) en W. H. Pawley, Possibilities of In- creasing WorldProduction, F. A. O., Roma, 1963. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 33 ximadamente el 13% en Nueva Ze landia, 15% en Dinamarca, 11% en Canadá, 6% en los Estados Unidos, y 4% en la Gran Bretaña, mientras el promedio para toda Sur América es del 46%*. Esto inmediatamente nos induce a preguntar cuál es la efica cia, en cuanto a América Latina se refiere, de una política ideada para acelerar la innovación técnica en la agricultura, a menos que estemos se guros de que la mano de obra des plazada tiene oportunidades de tra bajo en otras partes. La segunda desventaja se relacio na con el tamaño del mercado para los productos agrícolas. Como ya he mos anotado, el concepto implícito de las teorías de Ranis-Fei y Jorgenson es que no se puede crear empleo no- agrícola sino hasta cuando se haya generado un excedente agropecuario; y que se encuentre primum mobile de cualquier secuencia del desarrollo en los aumentos de productividad agrícola. Así los agricultores podrán producir más de lo que ellos mismos necesitan para subsistir. La lógica de esta línea de razonamiento impli ca que los agricultores no requiereu ningún incentivo para incrementar su productividad y producción. Esto supone que el progreso técnico en la agricultura ocurre autónomamente sobre el tiempo, conduciendo así al excedente agropecuario que per mite una fuerza laboral urbana cre ciente, suponiendo también que el crecimiento demográfico no compen se completamente los incrementos en la productividad. El mecanismo del mercado será inadecuado para ase gurar estas provisiones agrícolas, an te la ausencia inicial de una crecien te fuerza laboral no-agrícola que pro duce otros artículos básicos a cam bio de productos agrícolas. Al en frentar tal dilema, Stalin hizo su "guerra santa" contra el campesino ruso. Y hoy en día no faltan voces que fustigan a los gobiernos latino americanos para que impongan im puestos onerosos a los campesinos pa ra forzarlos a trabajar y producir más o, alternativamente, para fijar precios a niveles artificialmente ba jos. Tales políticas pueden servir so lamente para anular los incentivos, aún más**. Schultz ha enfatizado la necesidad de distinguir entre la efi ciencia técnica y económica en la agricultura tradicional***. Muchas ve ces no se adoptan las técnicas moder nas porque los campesinos tienen que soportar no solamente los costos de los nuevos insumos (maquinaria, fer tilizantes, etc.) sino también los otros PAO. Production Yearfoook, 1968, Vol. 22 Roma, 1969. A propósito, es especialmente interesante examinar el estancamiento reciente de ia agricultura argentina. Ver T. W. Schultz," Economic Growth and Profit in Farming," en Agricultural Development in Latin América: the Next Decáele, Banco ínter-Americano de Desarrollo. Washington, 1967, pp. 169-188. T. W. Schultz, Transforming Traditional Agriculture, New Haven, 1964. 34 ROGER J. SANDILANDS costos elevados de información, en señanza y adaptación en sus propias fincas. A propósito, la experiencia de los Estados Unidos es instructiva. De acuerdo con un estudio de John Ken- drick*, la "productividad total de los factores" en la agricultura esta dounidense aumentó anualmente en 1.2%, entre 1919-29; 0.8%, entre 1929-37; 2.7%, entre 1937-48; y 3.7%, entre 1948-57. Aunque hay un acuerdo general de que el "progreso técnico" ha ido aumentado a través del tiempo en los Estados Unidos, se nota que la tasa de incremento en la productividad total de los factores "disminuyó durante los años de la Gran Depresión, 1929-37, cuando la demanda para productos agrícolas disminuyó también. Por eso debemos tener más cuidado al distinguir en tre "progreso técnico", un factor exó- geno, e innovación, que en gran par te es endógeno. Es la tasa de inno vación, no de progreso técnico, la que determina la tasa de crecimiento de la productividad. Un grado dado de progreso técnico no aumentará por sí mismo la productividad total del sec tor agropecuario en una cantidad equivalente. Pero si una demanda creciente para el producto conlleva mayor incentivo para invertir, nue vas técnicas serían difundidas más ampliamente. La nueva inversión in corporará la nueva técnica y, en el idioma de los teoristas de fomento económico, será el "vehículo" del cambio técnico. Los intentos para estimar las fun ciones agregadas de la oferta agrí cola, generalmente, subestiman el coeficiente de la elasticidad de ofer ta porque tratan los aumentos secu lares en la productividad agrícola co mo una variable de "tendencia" (es decir, algo exógeno). Pero si recono cemos que una gran parte del progre so técnico está adoptado porque los precios del producto y la demanda han estimulado mayor inversión, tendríamos que tratar una gran par te del progreso técnico como una va riable endógena. Entonces, sería no toria una respuesta mucho mayor en cuanto a precio por parte de los agri cultores de la que generalmente se reconoce. De todas formas, es claro que, aún cuando las condiciones del mercado sean muy desfavorables, hay algunos agricultores que adoptan prácticas modernas debido a los rendimientos físicos mucho mayores que ellas per miten y la asistencia técnica y sub sidios oficiales. Aún durante la Gran Depresión de los Estados Unidos )a productividad promedio sí aumentó ligeramente. Pero, además de las consideraciones de los costos, otro aspecto vital de la eficiencia econó mica en contraste con la eficiencia técnica, es el precio recibido por el producto. Incluso Schultz omite re- J. W. Kendrick, "Productivity Trends in Agriculture and Industry," Journal of Farm Econoraics, Diciembre 1958. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 35 saltar que en la ausencia de un mer cado creciente los mayores rendi mientos físicos promedios que se pue_ den atribuir a la adopción de nuevas técnicas por parte de algunos agricul tores, reducirá el precio del producto. Si los costos de los innovadores han sido reducidos,* este grupo de agri cultores no sufrirá, aunque proba blemente tampoco sus ingresos serán mucho mejores. Pero en una econo mía predominantemente agrícola co mo la de Colombia, la gran masa de los agricultores es de tipo minifun- dista tradicional. Por eso la mayoría no tendrá la oportunidad de conver tirse en innovadora. Frente a la com petencia creciente de los pocos inno vadores su situación empeorará y paulatinamente serán rechazados de los mercados comerciales. Luego volverán a la agricultura de subsis tencia (fuera de los mercados) o abandonarán totalmente la tierra. Es tos efectos están ocultos en los es tudios agregados de los cambios en la productividad total o promedio de los factores, tales como el de Ken- drick para los Estados Unidos y el de Atkinson para Colombia**. El punto importante es que, con tra el planteamiento de los modelos de Ranis-Fei y Jorgenson, la difusión prematura de técnicas modernas en la agricultura no siempre implica un excedente agropecuario creciente. En cambio, surge un sector agropecuario bifurcado y la mayor producción de los agricultores modernos es contra pesada por una reducción en la ofer ta de los demás. También es posible, como sostiene Nicolás Georgescu- Roegen***, que la llegada prematura de una agricultura de tipo capitalis ta, más dependiente de la mano de obra contratada que de la mano de obra doméstica, efectivamente redu cirá la oferta agropecuaria total. Las fincas familiares utilizan mano de obra productivamente aún cuando el producto marginal es menor que el "salario" de subsistencia (igual al producto promedio), mientras que los agricultores capitalistas emplean ma no de obra solamente cuando el pro ducto marginal es al menos equiva lente al salario pagado. Los modelos "dualísticos" del de sarrollo económico, con sus supues tos irreales de que el sector agrope cuario está homogéneamenteatrasa do y que el cambio técnico afecta es te sector (es decir, a todos los agri cultores) a una tasa similar y cons tante en el tiempo, no toman en cuen ta estas diferencias importantes. El * Hay que recordar que estos costos son menores, muchas veces, solamente por razón de subsidios gubernamentales cancelados últimamente por los pagadores de impuestos, incluyendo algunos agricultores. En este caso, aunque los costos han disminuido desde el punto de vista innovador, no es tan cierto que el país haya obtenido más produc ción por menos costos. ** L. Jay Atkinson, Agricultural Productivity in Colombia, USDA, Washington, 1970, cap. 2. **♦ N. Georgescu-Roegen, "Economic Theory and Agrarian Economics," Oxford Economic Papers, Febrero 1960, pp. 1-40. 36 ROGER J. SANDILANDS problema radica en que la ley de En- gel opera aún en los países de bajos ingresos. Las medidas diseñadas pa ra acelerar la productividad agrope cuaria sin asegurar primero que el mercado esté aumentando a una tasa correspondiente, corren el riesgo de ser contraproducentes. Cuando las elacticidades precio e ingreso son ba jas es un error suponer que la oferta creará su propia demanda. Los au mentos requeridos en la demanda de ben venir primero de otra parte. La estrategia de desarrollo, que de pende más del mecanismo de induc ción para promover un desarrollo agrario acelerado, consistiría en un programa de urbanización, diseñado para movilizar la gran masa de tra bajadores rurales sub-empleados que ya han sido víctimas de la moderni zación agrícola. Solamente si acepta mos el supuesto implícito de Ranis- Fei y Jorgenson de que la elasticidad de la oferta en la agricultura es muy baja —y los aumentos asombrosos en rendimientos físicos por hombre y por hectárea que pueden lograr las fincas comercializadas tienden a in validar este supuesto— debemos re ducir al mínimo el papel potencial del mecanismo de inducción. Si admiti mos la necesidad de cambios estruc turales en la economía, tales como aquellos que han caracterizado la his toria económica de todas las naciones avanzadas, tenemos entonces que as pirar a promover la migración rural- urbana de mano de obra. La cuestión es si vamos a depender del mecanis mo de "repulsión" o de "atracción". W. F. Owen*, —quien reconoce que debido al mecanismo de "repulsión" hay un movimiento masivo desde el campo hacia las ciudades donde se encuentra la miseria de los tugurios y una creciente tasa de desempleo y sub-empleo urbano— concluye que la política gubernamental debería estar encauzada a frenar la tasa de intro ducción de modernos métodos inten sivos en capital, en la agricultura. En lo posible, la mano de obra rural de bería estar "congelada" en la agri cultura hasta cuando pueda ser ab sorbida por las ciudades. Con esta finalidad propone un programa de "tugurios rurales planeados" sin ad mitir que los recursos necesarios pa ra promover este proyecto, tan poco inspirador, tendrían que ser desvia dos de un programa que podría pro veer oportunidades alternativas de empleo completamente fuera de la agricultura. Finalmente, es digna de mencio narse la cada vez más popular "teo ría de la explotación metrópoli-saté lite" de la migración rural urbana. Por ejemplo, Keith Griffin (acep tando las ideas de A. G. Frank) es muy opuesto a tal migración, porque en su opinión, tomando el caso del Perú como tipo: W. F. Owen, "The Double Development Squeeze on Agriculture," American Economic Review, Marzo 1966, pp. 433-70. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 37 "La migración interna ha resulta do en una transferencia a las ciu dades de los trabajadores rurales más calificados y ambiciosos. Pre cisamente los recursos humanos más valiosos del campo son absor bidos por las áreas urbanas donde pueden gastar hasta diez años en busca de empleo en las fábricas. La política del gobierno de comuni car la Costa (región urbana) con la Sierra (región rural) mediante carreteras, ha facilitado el éxodo y agravado el problema..." "Aún más importante que la trans ferencia de mano de obra a la Cos ta ha sido la transferencia de ca pital... "Las instituciones sociales del Pe rú están de tal manera organizadas que los ahorros fluyen de la región más pobre a la más rica. Esta ex plotación del pobre por el rico a través del mecanismo del comercio inter-regional es análogo a la rela ción que existía... entre la metró poli y los territorios coloniales. De hecho, América Latina ha sido des crita como una región dominada por un "colonialisme intérieure"*: La conclusión de Griffin es la con vencional: los gobiernos latinoameri canos deben revertir los flujos de ca pital y mano de obra por medio de la provisión de más ingresos guberna mentales y ayuda extranjera al sec tor agropecuario con énfasis especial en la ayuda a los agricultores margi nados. Es interesante especular en qué condiciones los Estados Unidos se encontrarían hoy si hubieran adopta do esa clase de política en una etapa similar de su desarrollo económico. Pero de todas formas, el autor de es te artículo espera haber demostrado, en la segunda parte, que tales inten tos de retener la mano de obra y el capital en la agricultura, mientras al mismo tiempo permiten la moderni zación de tal sector, están destina dos al fracaso. Por el contrario, el resultado puede ser un volumen ma yor de migrantes rurales-urbanos que son forzados a abandonar el campo más que atraídos por las ciudades. Es por ésto que "pueden gastar has ta diez años en busca de empleo en las fábricas"**. De nuevo, los recur sos que podían haber ayudado a ca pacitar a los trabajadores rurales pa- IS. B. Griííin, Undervelopment in Spanish América, Londres, 1969, pp. 63-64. Grifíin anota que el término "colonialisme intérieure" íue originalmente acuñado por R. Du- mont para describir a Colombia. En Colombia, sin embargo, aún si los migrantes tienen que esperar mucho tiempo en busca de trabajo en las íábricas donde pagan los mejores salarios urbanos, parece que su standard de vida es siempre mejor en las ciudades que en el campo. Según un estudio de Bogotá, aún los migrantes más recientemente llegados reciben un salario promedio que es dos o tres veces mayor que los salarios rurales en Cundinamarca. Ver Marco Reyes Carmona, "Estudio Socio-Económico del Fenómeno de la Inmigración a Bogotá", Economía Colombiana, enero 1965, citado por A. Berry, Development of the Agricultural Sector in Colombia, cap. VII, p. 60. 38 ROGER J. SANDILANDS ra el empleo urbano se han gastado en otras partes. Griffin diagnostica las desigualda des sectoriales como explotación sec torial pero en realidad nos enfrenta mos con la falla del mecanismo de movilidad (la movilidad se entiende en el sentido económico más que me ramente geográfico) para asegurar la mejor localización de la mano de obra y el capital. Las medidas dise ñadas para frenar los recursos redun dantes en la agricultura están dirigi das a congelar, en vez de estimular, el mecanismo de movilidad. II Dado lo anterior, nuestro interés ahora está en la evidencia que pueda ayudarnos a decidir hasta qué pun to la migración acelerada del campo a la ciudad que ha ocurrido en Co lombia, en los últimos años, puede ex plicarse por elementos de "repulsión" más que por los de "atracción". En el espacio de dos décadas, Co lombia ha experimentado una trans formación notable, no únicamente en cuanto al sector agropecuario sino en todos los aspectos de su economía. Pero los ajustes han sido extremada mente angustiosos. A pesar de las muchas indicaciones cada día más evidentes y difundidas de la moder nización en todos los sectores, y de estadísticas inexpresivas que mues tran que el producto interno bruto ha aumentado aproximadamente tres ve ces durante este periodo, sería difí cil demostrar, aún con criterios for males de bienestar económico, que losbeneficios de los que han ganado en los procesos de cambio han sope sado la miseria creciente del núme ro cada día mayor de perdedores. Se necesitaron 87 años, desde 1825 hasta 1912, para que la población co lombiana se duplicara de 2.5 millones a 5 millones y otros 34 años, hasta 1946, para nuevamente duplicarse a 10 millones. Durante la época corta y reciente de modernización y cam bio que ha explotado sobre el pueblo colombiano, nuevamente se ha dobla do su población para que en 1969 es tuviera por encima de 20 millones. Empeorando gravemente la razón hombre-tierra, en un país donde ya están cultivadas las regiones más fértiles y accesibles, la explosión de mográfica presenta por sí misma un obstáculo grave para el desarrollo. Además, se ve que la población es tá aumentando a una tasa creciente. Esto conlleva dos problemas princi pales. En primer lugar, impone más tensión sobre la infraestructura so cial, especialmente en cuanto al cos toso capital durable, como colegios, clínicas y viviendas que se constru yen con miras a una larga vida fu tura pero disponiendo solamente de los escasos recursos del presente. En segundo lugar, esta creciente tasa im plica, a su vez, una creciente "razón de dependencia", o sea el número de dependientes que tiene en promedio cada miembro de la fuerza laboral. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 39 En 1951, el 42% de la población co lombiana tenía menos de 15 años; en 1964, la cifra aumentó al 46%*. Pe ro a pesar de que la tasa de natalidad en las familias rurales es generalmen te mayor que la de las familias ur banas con mayores niveles en educa ción e ingresos, la tasa de crecimien to de la población rural entre 1951 y 1964 fue mucho menor que en las áreas urbanas. Las tasas de creci miento promedio por año eran alre dedor de 1.5% y 4.5% respectivamen te. La población urbana ha aumenta do, aún más, en la última década. Antes de la segunda guerra mun dial y durante ella, Colombia esta ba demasiado pobre y aislada para importar nuevas técnicas para su agricultura. Pero durante la guerra se acumularon grandes reservas de divisas extranjeras y en los prime ros años de post-guerra empezaron a aumentar sus existencias de capital agrícola. En la mitad de la década del cincuenta, cuando los precios del café subieron extraordinariamente en los mercados mundiales, Colombia es tuvo en capacidad de importar trac tores, fertilizantes y asistencia téc nica en cantidades mucho mayores. Además, se han introducido en los últimos años nuevas variedades de se millas que han incrementado en for ma considerable el rendimiento por hectárea en cultivos tales como algo dón, café, maíz, cebada y arroz**. Muchas veces no se aprecia completa mente la naturaleza revolucionaria de la introducción de tales prácticas mo dernas en el contexto de una econo mía agrícola tradicionalista como era la de Colombia hace 20 años y, en gran parte, hoy en día. En los centros de investigación agropecuaria los ren dimientos experimentales de la ma yoría de los cultivos han superado los rendimientos de los agricultores tradicionalistas de dos a cinco veces o más. La difusión de mejoramientos técnicos de tal índole podría satisfa cer fácilmente los aumentos prome dios en demanda que han ocurrido en los últimos años, aún si fueran adoptados solamente por una porción relativamente pequeña de los agricul tores. Entre 1958 y 1969, la tasa prome dio de crecimiento anual del produc to interno bruto (PIB) en Colombia ha sido del orden de 5.2% mientras que el crecimiento de gastos en pro ducción agropecuaria aumentó en promedio aproximadamente 3.4%, durante el mismo período***. La po blación, mientras tanto, estaba au mentando a una rata estimada en 3.3% por año, de manera que el ni- * Censo Nacional de Población, 1964, DAÑE, Bogotá, 1967, p. 20. *• Ver, por ejemplo, Gerald Trant, Agricultural Development and Policy in Colombia, Uni versidad del Valle, 1969 (mimeo) y Peter E. Hüdebrand y Jorge Lopera Palacios, La Bre cha en la Productividad Agrícola en Colombia, ICA, Bogotá, 1970. **• Cuentas Nacionales, Revista del Banco de la República, Febrero, 1971, p. 324. El incre mento en el valor de la producción agropecuaria sería un poco mayor si excluímos el café. 40 ROGER J. SANDILANDS vel per cápita de consumo de alimen tos era más o menos constante a pe sar del crecimiento en ingresos par cápita de 1.9% por año. Claramente el sector agropecuario fue capaz de satisfacer el incremento de la deman da por sus productos, pues los térmi nos de cambio entre la agricultura y el resto de la economía no han des favorecido a la primera durante el período. En 1969, el índice del Banco de la República de precios implícitos en el producto interno bruto fue de 307.7 (base, 1958 = 100) por cuanto el índice de precios de productos agro, pecuarios (al nivel productor) fue solamente de 285.9%. Además, el Banco de la República publica índi ces de precios al nivel mayorista (ba se, 1952 = 100) que, para productos alimenticios fue de 558.6 en Febrero de 1971, comparada con 607.1 para el total sin alimentos"*. Tal reducción en los términos de cambio indica o que los aumentos en la productividad agropecuaria han avanzado más rápidamente que en otros sectores, reduciendo así los cos tos relativos, y por ende los precios relativos de los productos agropecua rios, o alternativamente, que la ofer ta ha sido superior a la demanda por estos productos. Normalmente espe raríamos que este fenómeno explica ra solamente bajas temporales (cor to plazo) en los precios, pues los pro ductores tenderían a reducir la pro ducción si los precios empezaran a caer más rápidamente que las reduc ciones de costo que permiten las me jores técnicas. Pero en Colombia sí es posible que las ganancias de los pro ductores se hayan reducido ya que parece que el sector agropecuario está bifurcándose cada día más entre los que producen para los mercados y los que producen en gran parte solamen te para consumo doméstico. Parece que hay una proporción creciente de pequeños minifundistas que viven en nivel de subsistencia mientras que el margen de cultivo se extienda* ** y las tierras que ahora se cultivan se fragmenten en lotes cada vez más pequeños mientras la población au menta. La competencia de estos agricul tores con costos y salarios bajos cla ramente ha retrasado la introducción de técnicas modernas en la agricul tura colombiana****, pero las ta blas 1 y II indican que, sin embargo, hay un número deciente de moder nos agricultores comerciales. En vis- - Información directa del Departamento de Investigaciones Económicas del Banco de la República, Bogotá. * Revista del Banco de la República, op. cit., p. 268-9. ::; :: Esto está estimulándose por medio de los programas de colonización del INCORA. Mien tras el crecimiento demográíico está fragmentando las tierras ya cultivadas, algunas de las familias adicionales se aprovechan de las ofertas gubernamentales de baldíos. Sin embargo, estas tierras se encuentran generalmente muy lejos de los mercados impor tantes y por ello estas familias producen primordialmente para el consumo doméstico solamente. • *** ver L. Currie, Desarrollo Económico Acelerado, op. cit., cap. 12, para una discusión de la "competencia excesiva" en agricultura colombiana. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 41 ta de tanta evidencia sobre rendi mientos crecientes en las fincas más grandes no es sorprendente que la producción agropecuaria haya tenido poco problema para alcanzar el au mento de demanda relativamente len. to, tanto en el país como en el exte rior. Los excedentes agropecuarios son cada día más comunes en los mercados internacionales mientras países como los Estados Unidos y el Canadá, cuyas agriculturas son alta mente eficientes, encuentran que aún tienen grandes posibilidadesde au mentar rendimientos con nuevas in novaciones. En la literatura que trata de las proyecciones de la demanda para pro ductos agrícolas algún mal entendi do pudo haber contribuido a una ma yor inquietud sobre cuellos de bote lla potenciales en la agricultura que se justifique cuando pensamos en la potencialidad de obtener rendimien tos altos en un número creciente de fincas modernizadas que reciben el estímulo de la asistencia técnica ofi cial y tasas de interés que son, en términos reales, a veces negativas". Las proyecciones de demanda nor malmente emplean la fórmula en la cual la tasa de crecimiento de deman da por alimentos es equivalente a la tasa de crecimiento de población más la elasticidad de demanda para ali mentos asociada con cambios de in gresos per cápita**. Esta fórmula conduce a una sobre-estimación de los aumentos proyectados de demanda pues supone una elasticidad unitaria de demanda para alimentos respecto a los aumentos en población. Cuando la tasa de aumento demográfico está creciendo, como en Colombia recien temente, (desde una tasa estimada en 2.8c/c por año al principio de los años cincuenta a 3.4% al finalizar los años sesenta) la "razón de dependencia" sube, como ya hemos anotado. En particular, hay una proporción cre ciente de niños menores de diez años cuyos requisitos promedios de calo rías y proteínas son solamente la mi tad de los correspondientes a los adultos***. En 1951 el 30.3% de la población colombiana tenía menos de diez años; en 1964 la proporción era de 37.5%**** y esta cifra está siem pre en aumento. La fórmula anterior nos hubiera conducido a esperar históricamente una tasa de cre cimiento de demanda por alimen tos de aproximadamente 4.3% anual en los últimos años, (3.3% co mo crecimiento de población y un po co más de la mitad del 1.9% debido 4 Las tasas de interés de la Caja Agraria están entre 8 y 12% mientras que la tasa de inflación reciente ha estado alrededor de 10% por año. •• Ver B. P. Johnston y J. Mellor, "The Role of Agricultura in Economic Development". American Economic Review, 1961, pp. 566-593; y U. S. Department of Agriculture, Elasticity of Food Consumption Associated with Changes in Income in Dcveloping Countries. Washin gton, 1955, p. 111. "*" Ver J. Collins y W. Mehrens, "Demand Punctions and Prospects", en Earl. O. Heady et. al. (editores), Agricultural Adjustment Problems in growing Economy, Iowa, 1958, cap. 4. *!* Censo Nacional de Población, p. cit., p. 29. 42 ROGER J. SANDILANDS al crecimiento anual de ingresos per cápita). Como la producción creció solamente 3.4 % por año, entonces deberíamos haber esperado un alza considerable en los precios relativos de alimentos*. Esto no ha ocurrido. Aunque el promedio de los niveles nutricionales de los colombianos no es de ninguna forma satisfactorio, es injusto culpar al sector agrope cuario cuando la verdadera causa ra dica en el aumento inadecuado del poder adquisitivo de la población. No se puede esperar que los agricultores aumenten la producción cuando ésto implica bajas substanciales de pre cios e ingresos frente a una deman da inelástica. De hecho la proporción del ingreso nacional que proviene del sector agro pecuario ha ido disminuyendo paula tinamente, pero el eflujo de la ma no de obra de la agricultura no ha correspondido a esta disminución. Entre los censos de 1951 y 1964, la proporción de la población económi camente activa vinculada al sector agropecuario bajó aproximadamente 13% (de 54% a 47%), mientras que la importancia de este sector en el ingreso nacional bajó 19% (de 37. 4% a 30.3%). Por lo tanto, el pro ducto real per cápita en la agricul tura aumentó mucho más lentamen te (2% por año) que el producto agropecuario total durante el perío do. Los salarios agropecuarios reales aumentaron aún menos (al 1.1% por año). Mientras tanto, la existencia de capital había aumentado conside rablemente en términos de cantidad y, más importante aún, en cuanto a su calidad**. Desafortunadamente, no existen las series históricas que nos mues tren los patrones precisos del cambio en la fuerza laboral agrícola y en la propiedad de la tierra. En 1960 el primer censo agropecuario nacional sugirió que, de las 1.2 millones de fa milias rurales en Colombia, el 72.5 rr (o sea 756.605 unidades) tenían me nos de 5 hectáreas***. Además ha bía alrededor de 100.000 familias sin tierra, quienes alquilaban sus servi cios a los terratenientes (generalmen te agricultores grandes y comercia les). Las familias minifundistas con taban con un 20% del total de la producción agropecuaria****. Esto es ' Es importante anotar que desde 1960 el porcentaje de importaciones agropecuarias dentro del total de importaciones ha estado decreciedo paulatinamente debido al alto grado de sustitución de importaciones. En 1950, la proporción fue 14% y en 1969 solamente 4%; mien tras la proporción de exportaciones agropecuarias menores (o sea, excluyendo el café) dentro de las exportaciones aumentó de 3% a 14%. Ver Anuarios de Comercio Exterior, 1950, DAÑE. " De acuerdo con A. Berry, el valor del capital había estado aumentando entre 3.8 y 4.2% por año. Ver A. Berry, Development of tile Agricultural Sector in Colombia, (mimeo), 1968, Ta bla III-3. *" DAÑE, Censo Agropecuario, 1960, Resumen Nacional, Bogotá,, 1964, p. 39. Se debe anotar que el número de unidades Incluye los huertos familiares de los que viven en pequeños pueblos pero que ganan la mayor parte de sus ingresos trabajando como asalariados en fincas grandes en los alrededores de su pueblo. ** Derivado de: Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola, Tenencia de Tierra en Colombia, Washington, 1966, p. 429. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 43 bastante indicativo de una distorsión marcada en la distribución de ingre sos agropecuarios. Una muestra de propiedades agropecuarias en 1965, aunque no es estrictamente compa rable con el censo de 1960 por dife rencias en definiciones y diseño, for talece las sospechas de una tenden cia de la producción a concentrarse más y más en las grandes propieda des donde las técnicas modernas son económicamente más viables (ver Tabla III). Este patrón está ocurrien do a pesar de un número absoluto creciente de familias rurales que, junto con el sistema de patrimonio que exige que las parcelas familiares sean fragmentadas por partes igua les entre los hijos, a la muerte del padre, está creando un número cada día mayor de propiedades minifun- distas. Un segundo censo agropecuario fue suministrado en 1970 pero en el momento de escribir solamente estu vieron disponibles datos prelimina res para algunos departamentos*. Sin embargo, vale la pena anotar que para los seis departamentos de An- tioquia, Quindío, Risaralda, Caldas, Valle del Cauca y Cauca, el 69.2 SV de todas las parcelas eran menores de 5 hectáreas. La cifra equivalente para todos los departamentos en 1960 fue de 57.8%. Cuando se publique esta serie total de cifras para 1970 es im probable que la proporción en parce las minifundistas sea menor de 69. 2% puesto que la gran mayoría de fincas sobre las cuales todavía hay que publicar información están en las zonas de minifundio de Cundinamar- ca, Boyacá, Nariño y Santander del Sur. Por ello podemos concluir con alguna certeza que el número de fin cas pequeñas relativamente no pro ductivas ha ido aumentando bastante durante el último decenio. Esto im plica que una proporción creciente de la fuerza laboral rural en Colombia está tornándose ociosa o "disfrazada- mente desempleada". Vale la pena acentuar que este in cremento en el desempleo disfraza do no se debe únicamente al uso cre ciente de maquinaria agrícola (como tractores, etc.) intensiva en capital y ahorradora de mano de obra, sino también al uso de fertilizantes y me jores variedades de semillas. Muchos economistas demuestran que estasúltimas clases de innovación general mente no desplazan la mano de obra por hectárea de tierra cultivada por que, cuando los rendimientos por hectárea aumentan, hay una deman da mayor para los recolectores del algodón y del tabaco, por ejemplo, (suponiendo que estas funciones to davía no han sido mecanizadas). Pe ro este punto de vista no toma en cuenta las repercusiones de la mayor eficacia de algunos agricultores, cu yos requisitos de mano de obra lue go se pueden aumentar, sobre la ma sa de fincas no innovadoras. INCO- DANE, Censo Agropecuario 1970-1971, Datos Preliminares, Bogotá, 1971. 44 ROGER J. SANDILANDS RA ha tratado de repartir los bene ficios de técnicas modernas pero no se puede esperar que modernice más que una fracción pequeña de los 1.2 millones de fincas (la cifra de 1960, que indudablemente se ha incremen tado desde entonces). Tampoco debe querer hacerlo, porque el impacto de un alza generalizada en la producti vidad física de todos los agricultores tendría un efecto catastrófico sobre los precios e ingresos de este grupo que constituye casi la mitad de la fuerza laboral del país. Por estas razones, programas como los propuestos recientemente por la Organización Internacional de Tra bajo (OIT) y por el DAÑE para au mentar el empleo rural y así retar dar la rata de migración rural-urba- na probablemente tendrán un efec to totalmente contrario a lo progra mado. Para ilustrar cómo algunos economistas profesionales (1) no dis tinguen aún entre la productividad física y el valor de la productividad, y (2) no evitan la "falacia de compo sición" (o sea, que lo que es bueno para algunos agricultores necesaria mente es bueno para todos), es con veniente citar de un informe oficial reciente sobre el programa de refor ma agraria en Colombia lo siguiente: "...la solución para generar empleo agrícola está en el aumento de la producción, la cual se puede conse guir por diferentes medios. En pri mer lugar, por aumento en la produc tividad de las áreas que actualmente están en explotación, a través del uso de mejores técnicas de cultivo. En segundo lugar, mediante la sus titución de cultivos de bajo rendi miento por otros que generan una mayor producción. En tercer lugar, por efectos de una mejor distribu ción de la tierra..."*. En forma similar, una de las prin cipales recomendaciones del influyen te informe OIT es que la población colombiana debe estar distribuida más equitativamente por todo el país. La experiencia de todos los países económicamente avanzados, incluyen do, como ya hemos visto, las econo mías orientadas a la exportación de productos agrícolas, consiste en que una fracción cada día mayor de sus pobladores vivieron en un centro ur bano o cerca de él mientras se desa rrollaban. Incluso los agricultores de estos países generalmente prefieren cultivar intensivamente las tierras cercanas a los mercados más amplios para economizar costos de transpor te y mercadeo. Parece, sin embargo, que la Comisión OIT mira con inquie tud el hecho de que "cuarenta por ciento de toda la población rural vi ve a una hora de distancia del centro de una de aquellas cien poblaciones mayores de 10.000 habitantes"**. DAÑE, Boletín Mensual de Estadísticas, Enero, 1971, anexo sobre Reforma Agraria, pp. 93-94 Organización Internacional de Trabzajo (OIT), Hada el Pleno Empleo, Ginebra, 1970, pa ra. 298. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 45 Indudablemente, los costos sociales de dejar crecer las ciudades hasta convertirlas en metrópolis enormes son excesivos, pero Colombia es afor tunada porque tiene un gran número de ciudades pequeñas y medianas que pueden expandirse considerablemen te antes de experimentar rendimien to decrecientes a escala. Por lo tanto la alternativa a la "megapolita- nización" no está restringida, como sugiere el Informe OIT, al desarrollo de un gran número de pequeños pue blos rurales, basados en la agricul tura y la artesanía a un costo enorme por familia. El informe sobre reforma agraria ya citado también da cifras sobre el costo promedio por familia en los programas del INCORA de parcelación, distritos de riego, y co lonización, que son de $80.000, $174, 000 y $ 217,000, respectivamente. Es tos costos fueron calculados a precios corrientes e incluyen todos los pro yectos del INCORA desde 1961, así que los costos a precios de 1971, por ejemplo, serían bastante más altos. Entonces, no es sorprendente que el INCORA, después de 10 años, haya facilitado una cantidad razonable de tierra apta y asistencia técnica a so lamente 12.000 familias (proyectos de redistribución y adecuación de tierras). Otras 100.000 familias han sido establecidas en proyectos de co lonización, pero la mayoría de estos programas solamente ha significado la titulación de baldíos de calidad relativamente baja y además muy distantes de los principales centros urbanos donde se obtienen los mejo res precios del producto*. Dada la escasez de recursos y el gran volumen de familias rurales marginales, el número bruto de los verdaderos beneficiados de la Refor ma Agraria necesariamente sería una proporción mínima del total de estas familias. El número en términos ne tos, después de tener en cuenta el posible impacto adverso de la crecien te productividad de algunos agricul tores sobre la masa de no-innovado res, puede ser negativo. Si es verdad que los aumentos en la productividad de algunas fincas ya han causado privación para un nú mero mucho mayor de los innovado res, surge la pregunta, por qué no se han trasladado a otras ocupaciones en forma más rápida? Se puede en contrar una clave en el índice nacio nal de empleo industrial. Entre 1962 y 1968, el índice mensual del DAÑE aumentó solamente 3 puntos, de 100 a 103, en comparación al ascenso de la población urbana que fue alrede dor del 5% por año. Mientras la pro porción de la fuerza laboral emplea da en las industrias manufactureras fue constante a menos de 19% entre 1951 y 1964, la proporción empleada * Las cifras vienen del Informe OIT, op. cit., par. 232. Es interesante comparar estas cifras con las de H. Tamayo, La Reforma Agraria en Colombia, Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID), 1970, pp. 14-15, lo cual sugiere que el número de familias ayudadas por el INCORA fue aun menor. 46 ROGER J. SANDILANDS en el sector de "servicios" aumentó de 28.9% a 34.7% durante el mis mo periodo. El problema radica en que el sec tor industrial también ha sido bifur cado entre un sector moderno y un sector tradicional de baja productivi dad*. La expansión del sector mo derno ha sido lograda con menores requisitos de mano de obra por uni dad de producción, en contraste con la experiencia del sub-sector artesa- nal. Por ello, como mostró R. Slighton en su estudio de la distribución de ingresos urbanos en Colombia, los sa larios reales en el sector moderno aumentaron en promedio entre 4.0 y 4.5% por año, durante el paríodo 19 51-64, mientras que los del sector tra dicional solamente aumentaron entre cero y 0.5% por año**. ( + ) El sugie re que un sentido paternalista por parte de algunos patrones, un mayor grado de sindicalismo entre los em pleados de las firmas y la legislación sobre seguridad social que afecta a este sector más que a otros, se han combinado para obstaculizar la ma yor igualdad de salarios reales en tre los varios sectores de la economía Los salarios relativamente altos del sector moderno son privilegio de una proporción comparativamente peque ña de la fuerza laboral urbana, y las diferentes características del merca do laboral, mencionadas anteriormen te, tienden a excluir a la gran mayo ría de los empleos más productivos y mejor remunerados. Slighton ha acumulado datos pa ra demostrar que los sectores urba nos tradicionales, donde el aumento de salarios y de la productividad es taban casi estancados duranteel pe ríodo inter-censal (1951-64), fueron responsables por un porcentaje ma yor del total de la fuerza laboral en 1964 (58%) comparado con 1951 (54%), mientras que su porción del total de los ingresos laborales dismi nuyó del 45% al 34%. Más tarde presenta información detallada sobre el aumento de salarios en la industria manufacturera moderna, un sector que cuenta con una parte significati va (alrededor de 13%, o 272.500 per sonas) del total de la fuerza laboral. Entre 1958 y 1964, las firmas que empleaban menos de 10 trabajadores experimentaron aumentos de salarios de solamente 74.7%. El índice del cos to de la vida de los trabajadores ur banos ascendió 94% sobre el mismo período. Así estos trabajadores (12. 2% del total en las industrias manu factureras) experimentaron una ba ja en salarios reales. ( + +) Parece * Ver R. R. Nelson. A Study oí Industrializaron in Colombia, Rand Corporation Memorándum. RM-5412 AID, Diciembre, 1967. ** R. L. Slighton, Relative Wages, Skill Shortages, and Changes in Income Distribution in Colombia, Rand Corporation Memorándum, RM-5651-RC/AID, Noviembre, 1968. + Datos más recientes sugieren que la diferencia en los documentos de salarios urbanos ha sido menor que la indicada aquí; pero siempre considerable. Al incluir el sector agrope cuario en el cálculo, las cifras del texto siempre tendrían validez - NOTA DEL EDITOR. + Una corrección reciente a los datos de salarios en empresas pequeñas indica que han su bido, pero menos que en las empresas grandes. NOTA DEL EDITOR. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 47 también que los sectores de construc ción y transporte, clasificados como "modernos", y que experimentaron, en total, una tasa rápida de creci miento sobre el período, no son homo géneos tampoco, porque ambos tienen componentes tradicionales bastante significativos. Entonces podemos concluir que el tamaño relativo del sector tradicional, donde los salarios se han incrementado muy peco, es algo mayor que el 58% y que aumen tó en algo más que el 4% entre 1951 y 1964. Desafortunadamente, las dificulta des crecientes que enfrenta el emi grante potencial que busca empleo en los sectores de alta productividad más bien que en los sectores de ba ja productividad y bajos salarios, empeoran además por el volumen cre ciente de desempleo abierto en las ciudades. En un estudio anterior so bre desempleo urbano en Colombia* Slighton concluyó que el desempleo abierto en las ciudades más grandes promediaba entre 10% y 16% en los años sesenta y que la tasa pareció haberse incrementado desde 1963 cuando se hizo el primer ensayo se rio para medir el desempleo**. La de finición de desempleo del estudio del CEDE es algo estrecha, excluyendo dos importantes categorías adiciona les: los desempleados, quienes nun ca antes habían trabajado, y los desempleados disfrazados de las ciu dades. Los primeros representan al rededor del 30 % del desempleo de Bogotá,*** y es poco probable que la experiencia difiera mucho en las otras ciudades donde la tasa total de desempleo siempre ha sido más alta que la de Bogotá. El Departamento Nacional de Planeación (DNP) ha publicado**** estimativos del desem pleo abierto, basado en estudios del CEDE para 1964-70. Años 1965 1966 1967 1968 1969 1970 Número de desempleados ('000) Tasa de desempleo 395 7.2 446 7.8 558 9.5 516 9.5 514 9.1 542 S.4 * R. L. Slighton, Urban Unemployment in Colombia. Rand Corporation Memorándum, RM- 539-AID, Enero, 1968. •* Ver Empleo y Desempleo en Colombia, Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE), Bogotá, 1968. *•* Ver R. L. Slighton, Urban Unemployment in Colombia, op. cit., Tabla II, pag. 34. **** DNP, Plan de Desarrollo Económico y Social, 1970-1973, Bogotá, Diciembre, 1970, Cuadro N° 1, p. 1.3. 48 ROGER J. SANDILANDS Con base en estas cifras se puede concluir que, a pesar del crecimien to más rápido del PIB, la tasa de de sempleo no está disminuyendo, como dice Slighton. Con respecto al desempleo disfra zado en las ciudades -el ejército de vendedores ambulantes, limpiabotas y trabajadores familiares de tiendas pequeñas- no existe documentación detallada. Pero la observación más superficial indica que el tamaño de este grupo es substancial. Más im portante para nuestra evaluación de los esfuerzos relativos de los meca nismos de "repulsión" y "atracción" que han afectado la fuerza laboral en los años recientes, parece ser que el tamaño de esta fuerza de mano de obra ociosa ha estado creciendo constantemente desde 1951. Por ejemplo, en el sector comercial el pro ducto bruto medido al costo de fac tores, aumentó de $1823 millones a $3301 millones (pesos de 1958) entre 1951 y 1964 -un incremento de 81%:\ ( + ) Mientras tanto, el total de la fuerza laboral en el comercio subió de 185.600 a 382.000- un incremento de 106%**. Aún si suponemos, irreal mente, que la productividad de to dos los trabajadores de este sector quedara al nivel de 1951, es evidente que ha habido un aumento considera ble en la cantidad de mano de obra ociosa. Por lo tanto, la conclusión de Nel- son de que "los salarios considerable mente más altos en el sector manu facturero que en el campo han esti mulado la migración"***, parece es tar equivocada. Cuando nos damos cuenta de la desigualdad creciente en la distribución de los ingresos labo rales, del predominio creciente de em pleados de muy baja remuneración y de las ratas crecientes de desem pleo abierto y disfrazado, el influjo continuo de mano de obra del campo nos ofrece un caso prima facie del mecanismo de "repulsión" que pre domina sobre la fuerza de "atrac- Si nuestro diagnóstico es correc to, deja una duda seria sobre la uti lidad del producto interno bruto co mo índice del bienestar económico y social. En los años recientes algunos comentaristas han observado con sa tisfacción que la tasa de crecimien to del PIB se ha ido acelerando en * Cuentas Nacionales, op. cit. + El censo de comercio del año 1967 sugiere un aumento más grande en el valor agregado; parece que el ingreso per cápita cambió poco en este lapso. NOTA DEL EDITOR. ** R. L. Slighton, Relative Wages..., Tablas 1 y 2, pp. 8-9. •*• R. R. Nelson, op. cit., p. v. **** Es verdad que ciertos íactores de la vida urbana tales como facilidades de educación y salud actúan constantemente como un imán, atrayendo mano de obra del campo; pe ro tales consideraciones no pueden explicar el aumento de las tasas migratorias. El standard per cápita de estas familias se ha deteriorado a través de los últimos años mientras el crecimiento en el número de personas sobrepasa el crecimiento de la in fraestructura en las áreas urbanas. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 49 Colombia. Pero nuestra evidencia su giere fuertemente la posibilidad de que un aumento del PIB es perfec tamente consistente con un aumento del número absoluto (y posiblemente también relativo) de familias que vi ven al margen de subsistencia. Un enfoque continuado sobre un solo agregado -el PIB- como objetivo y como criterio de éxito tiene poca es peranza de solucionar rápidamente los problemas crecientes de la pobre za, la desigualdad y el desequilibrio de producción entre los artículos bá sicos y no-básicos. Ha sido la intención de este artícu lo recalcar que uno de los problemas estructurales básicos que enfrenta la economía colombiana es la pésima dis tribución y sub-utilización de la fuer, za laboral. Un gran excedente de ma no de obra está concentrado en el sec tor agropecuario y en ocupaciones ur banas marginales de baja productivi dad. Dadas estas condiciones, hemos visto que el efecto de la introducción de nuevas técnicas revolucionarias en todos los sectores de la economía co lombiana, pero especialmente en la agricultura, puede acarrear un im pacto socio-económico indeseable si no está correctamentecontrolada. Hemos anotado que la fragmenta ción creciente de la tierra y la com petencia fuerte del número creciente de minifundistas que aceptan meno res ingresos a falta de fuentes alter nativas de trabajo están frenando, pero no parando, la modernización del sector agropecuario. Hasta ahora los intereses de la masa campesina y la modernización han estado en conflic to, pero la fuerza del impulso de la tecnología moderna está prevalecien do de tal manera que no solamente el número de agricultores en el sector de subsistencia está en aumento si no también la rata de migración ru- ral-urbana, aún frente a una insufi ciencia de empleos remunerativos en las ciudades. Pero la solución del problema agra rio básico no se puede encontrar sino muy parcialmente en la redistribu ción forzada de tierras. El problema no radica en la necesidad de cultivar más tierras sino en la necesidad de crear mayores ingresos. En los países donde el agricultor promedio gana muy altos ingresos, el tamaño pro medio de las fincas es mucho mayor que en Colombia, mientras que la su perficie total cultivada es bastante menor en relación a la producción. Muchos de los llamados "latifundis tas" colombianos (aunque por supues to no todos) serían considerados ca si como minifundistas en muchos paí ses. La tabla IV muestra la diferen cia entre Colombia y algunos países con agriculturas avanzadas en cuan to a la superficie de tierra por per sona activa en este sector y el por centaje de la fuerza laboral vincula do a la agricultura. Estas compara ciones indican el tipo de cambios es tructurales que necesita la economía si aspira a desarrollarse. En esencia, surgen solamente dos conclusiones para la política. Una po- 50 ROGER J. SANDILANDS sibilidad es que los gobiernos deben tratar de disminuir la fuerza del me canismo de "repulsión" retardando deliberadamente la modernización del sector agropecuario o al menos dar más énfasis a las innovaciones rela tivamente menos desplazadoras de mano de obra. Pero a propósito tene mos que recordar una conclusión an teriormente planteada: que en au sencia de un aumento adecuado en la demanda para productos agrícolas, aún las innovaciones menos ahorra doras de mano de obra, como por ejemplo nuevas variedades de semi llas y fertilizantes (en contraste a tractores y otra maquinaria) pueden crear desempleo en las otras fincas no-innovadoras*. Alternativamente, se pueden adoptar políticas cuyo ob jetivo es la redistribución de los in gresos de los agricultores grandes hacia los pequeños por medio de po líticas de crédito y reforma agraria, por ejemplo. Sin embargo, otra vez tenemos que enfrentarnos al proble ma de la demanda. En ausencia de políticas para expandir el tamaño del mercado para productos agríco las, la redistribución de ingresos, cré dito y tierra pueden resultar sola mente en una redistribución de la pobreza dentro del sector agropecua rio y empeorar la distribución de in gresos entre éste y los otros secto res. La segunda posibilidad sería for talecer el mecanismo de "atracción" por medio de un programa de urbani zación, diseñado para movilizar los recursos de mano de obra y capital sub-empleados. Es interesante que si tal política aumentara la demanda Para productos agrícolas mientras se aumenta el empleo urbano y los in gresos, y su distribución se hace más igualitaria, podría retardar el ritmo de migración rural-urbana hasta pro porciones más fácilmente manejables. Un mercado más amplio para la agri cultura permite que su moderniza ción esté acompañada más por una expansión de la producción que por una expansión en el número de fami lias rurales desplazadas a las ciuda des mientras su proporción de un mercado inadecuado sea captado por una minoría afortunada. Tan pronto como el ejército actual de los trabaja dores urbanos desempleados, sub-em pleados y de baja productividad sea movilizado para trabajar en los sec tores de consumo masivo (donde, con una mejor distribución de ingresos, las utilidades serán más atractivas para fondos de inversión), la migra ción podrá ser estimulada más por los crecientes salarios urbanos que estarán generalizados en vez de es tar restringidos a un pequeño sector sindicalizado. * Con frecuencia, tal política implica también que la producción máxima tiene que sa crificarse en el interés de un empleo máximo. Una posible solución a este dilema ha sido discutida por L. Currie, "The Foreign Exchange Constraint: A Partial Solution to the Problem", Economic Journal, Diciembre 1971 (próximo a aparecer). LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA TABLA I Tractores 1958-1967 (suponiendo una vida útil de diez años) Año 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 Importaciones 1,535 1,844 2,428 1,930 1,905 1,317 2,000 1,540 1,756 1,764 Necesidades de Reposición anual 1,089 1,590 1,723 1,136 1,535 2,643 2,842 2,436 919 1,591 Variaciones en las existencias + 446 + 254 + 705 + 794 + 370 — 1,326 — 842 — 896 + 837 + 173 Fuente: DNP, Informe sobre Disponibilidad y Uso de Maquinaria Agrí cola en Colombia. Bogotá, 1969, p.49. TABLA II Porcentaje del área total cultivada que ha aplicado semillas mejoradas 1958-67. AÑO 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 Trigo 8.4 15.3 11.2 14.7 13.7 15.5 15.6 19.3 23.6 45.1 Maíz 4.5 5.6 6.2 6.5 10.4 9.8 14.3 14.1 15.1 22.8 Fríjol .—. 0.3 1.2 0.7 1.9 3.3 2.1 9.4 7.4 12.2 Arroz bajo riego — — — 2.5 18.9 25.1 38.5 50.8 54.4 54.9 Cebada — — 88.8 89.3 75.5 89.0 71.2 79.2 84.7 72.1 Algodón — — — — — 98.7 99.3 90.7 100.0 94.2 Tabaco — — — — — 100 100 100 100 100 Fuente: DNP, Informe Sobre la Producción y Consumo de Semillas Mejo radas en Colombia, Bogotá, 1969. 52 ROGER J. SANDILANDS TABLA III Superficie Cultivada por Grupos de Fincas (distribución porcentual) 1959 1965 Cultivo Arroz Maíz Sorgo Trigo Cebada Fríjol Papa Yuca Ajonjolí Tabaco Menos de 5 ha. 7.10 26.55 35.32 30.60 21.16 24.21 31.79 24.65 22.21 41.03 5-50 ha. 26.20 42.28 41.34 52.46 39.78 46.51 48.30 51.11 41.51 48.78 50- 200 ha. 28.16 18.02 14.27 12.30 22.61 19.17 12.99 16.18 20.56 5.47 Mas de 200 ha. 38.54 13.15 9.07 4.64 16.45 10.11 6.92 8.06 15.72 4.72 Menos de Sha. 5:32 18.71 1828 27.91 39.46 18.87 30.34 16.99 14.23 47.81 5- 50 ha. 21.13 35.82 11.27 48.47 19.28 40.41 41.43 43.23 46.93 39.59 50- 100 ha. 34.71 22.77 14.78 15.22 23.18 21.74 11.68 23.07 16.78 5.37 Mas de 200 ha. 39.64 22.70 55.58 8.40 18.08 18.98 16.55 16.71 22.06 7.23 Fuente: DNP, Informe sobre la Producción y Consumo de Semillas Me joradas en Colombia, Bogotá, 1969. Nota: El algodón, otro de los cultivos principales donde nuevas varie dades de semillas han llegado a ser importantes, se cultiva ahora casi enteramente en las grandes fincas comerciales. LA MODERNIZACIÓN DEL SECTOR AGROPECUARIO Y LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA 53 TABLA IV Tierra Población arable Económica- % de la Tierra ara- ir en mente ac- fuerza labo- ble por per- País Año cultivos tiva en la ral en la sona en la permanen- Agricul- Agricultu- Agricultu- tes* tura, 1965 ra, 1965 ra, 1965 ('000 ha) ('000) (ha) Dinamarca Reino Unido Francia Canadá EE. UU. Argentina Nueva Zelandia COLOMBIA 1967 1967 1966 1966 1964 1967 1967 1960 2700 7416 20214 43404 176440 29053 8047 5047 330 961 3600 774 4836 1505 125 2504 15 4 18 11 6 18 13 47 8.2 7.7 5.6 56.1 36.5 19.3 6.4 2.0 incluve tierra en barbecho. Fuente: FAO, Production Yearbook, 1968, Vol. 22, Roma, 1969. BIBLIOGRAFÍA 1.— L. Jay Atkinson, Agricultural Productivity in Colombia, USDA, Washington, 1968. 2.— A. Berry, Development of the Agricultural Sector in Colombia, mimeo, 1968. 3.— Centro de Estudios sobre
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