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Michel Foucault - Las redes del poder-Prometeo (2014)

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Michel Foucault 
Las redes del poder 
Prólogo: Esther Díaz 
11 prometeo > 
.,\ l ibr o s 
Foucault, Michel 
Las redes del poder / Michel Foucault ; con prólogo de Esther 
Dlaz. - la ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Prometeo 
Libros, 2014. 
112 p.; 2lxl5 cm. 
Traducido por: Fernando Crespo ... [et.al.] 
ISBN 978-987-574-616-9 
l. Filosofia. l. Esther Dlaz, prolog. II. Femando Crespo, trad. 
CDD 190 
Cuidado de la edición: Magalí C. Álvarez Howlin 
Prólogo: Esther Díaz 
Nota Introductoria al Anexo: José Femández Vega 
Armado: María Victoria Ramírez 
Corrección: Marina Rapetti 
© De esta edición, Prometeo Libros, 2014 
Pringles 521 (Cll83AEI), Buenos Aires, Argentina 
Tel.: (54-11) 4862-6794 /Fax: (54-11) 4864-3297 
editorial@treintadiez.com 
www.prometeoeditorial.com 
Hecho el depósito que marca la ley 11. 723 
Prohibida su reproducción total o parcial 
Derechos reservados 
ÍNDICE 
Prólogo 
Epistemología del poder y política del deseo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 11 
Respuesta a una pregunta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 
Las redes del poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . 49 
Una introducción a la vida no fascista .............................................. 69 
¿A qué llamamos castigar? ................................................................ 75 
Anexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 
Nota introductoria ........................................................................ 91 
Los anormales .............................................................................. 95 
"Hay que defender la sociedad" .................................................. 103 
Del gobierno de los hombres ...................................................... 111 
PRÓLOGO 
Epistemología del poder y política del 
deseo 
Esther Díaz 
Foucault cambia otra vez la historia y lo hace más allá de su volun­
tad y de su vida misma. Esta transmutación -que atravesó la academia 
y adquirió dimensiones masivas- responde a varias causas , dos de ellas 
cruciales: la reelaboración de alguno de sus conceptos por parte de pen­
sadores destacados tales como Agamben, Esposito y Negri entre otros , 
y la publicación de sus póstumos bajo el lema de que no son póstumos . 
El lema se impuso para incluir en su obra completa , Dits et écrits1 , no 
solo lo escrito sino también lo dicho por Foucault . Para entonces habían 
transcurrido diez años de la muerte del filósofo. 
Algo de verdad hay en que no son absolutamente póstumos . Pues 
esas palabras habían sido dichas por Foucault . Pero los trece cursos que 
Foucault expuso en el College de France no fueron escritos ni corregidos 
por el autor para su publicación . No obstante , el hecho de que a partir de 
finales de 1990 se hayan comenzado a publicar esas lecciones en libros 
individuales -con traducción a numerosos idiomas- facilitó el acceso a 
este material de modo que, actualmente , numeroso público que no leyó 
textos escritos por el filósofo, lo "conoce" a partir de la lectura de las 
desgravaciones de sus clases . 
Foucault , poco antes de morir, había manifestado su deseo de que 
no hubiera publicaciones póstumas. Pero sus albaceas, como los de 
Virgilio y los de Kafka , desobedecieron . De todos modos celebramos -y 
nos plegamos- a la difusión de su palabra . Los tres escritos agrupados 
en el presente texto fueron publicados por Foucault en tres momentos 
1 Foucault, M., Dits et éoits, París , Gallimard , 1 994. 
11 
Michel Foucault 
diferentes de su vida. Sin embargo están atravesados por inquietudes 
explícitamente similares : el saber, la política , la vida . 
A través de estas páginas se van sucediendo, como en los cuadros de 
una exposición, las condiciones epistemológicas de la práctica política, 
la institucionalización de los discursos científicos , la administración de 
la sexualidad de las personas , la supervisión de la salud de la población 
y otros controles , vigilancias y puniciones al servicio del funcionamiento 
·de la maquinaria capitalista . \ Y como en un 'juego de espejos con esas 
singularidades históricas se nos revela una nueva galería pictórico­
filosófica. La preocupación de Foucault por rastrear formas de resistir 
al pensamiento totalitario, su crítica a la noción de deseo q)mo falta , su 
rechazo de un sujeto transcendental como garantía moral y cognoscitiva , 
su deconstrucción de la verdad y su pensamiento pasional reafirmador 
de las diferencias . : 
*** 
En el primer escrito aquí presentado, "Respuesta a una pregunta" 
(1968) , Foucault responde a quienes se preocupan porque su pensa­
miento anti-fundamentalista significaría algo así como la paralización 
de una política progresista; ya sea porque no quedaría otra alternativa 
que aceptar el sistema o porque estaríamos expuestos a la violencia de 
cualquier acontecimiento inesperado. 
La respuesta -serena y modular- comienza desarticulando la idea de 
"un" sistema. Foucault proclama (una vez más) su condición de pensador 
pluralista . Critica asimismo no solo la idea de universalidad de un sistema 
sino también de cualquier fundamento originario. Universalidad y fun­
damento son conceptos meramente lingüísticos . Foucault aspira a pensar 
no más allá, sino "más acá" de ellos . Pensar desde las prácticas, desde 
el archivo , desde lo avalado en documentos . Despliega una arqueología 
que no analiza la lengua como sistema sino el discurso como aconteci­
miento . El discurso, independientemente de su "envase lingüístico" , es 
inescindible de las prácticas sociales que lo posibilitan . De ellas surge y 
en ellas incide, interactuando. La unidad de análisis del archivo son los 
enunciados entendiendo por tales algo mucho más complejo que una 
mera expresión lingüística . 
1 2 
Las redes del poder 
Unos meses más tarde de la publicación de "Respuesta a una pregun­
ta" Foucault publicó la Arqueología del saber,2 en la que despliega una 
exposición exhaustiva de su concepto de enunciado , concluyendo que 
no hay que asombrarse de que no existan criterios para imaginarlo como 
una singularidad estructural, porque el enunciado no es una entidad 
definida. Es una función que atraviesa dominios y unidades posibles 
con contenidos concretos en el espacio y en el tiempo . 
En "Respuesta a una pregunta" Foucault se toma tiempo para desple­
gar su epistemología. Analiza las formaciones, las transformaciones y las 
correlaciones de (y entre) los discursos científicos . Configura el concepto 
de episteme como condiciones de posibilidad del conocimiento en una . 
época determinada . Elabora una epistemología con los pies en la tierra · 
y las manos en el barro de la historia . 
Se desdeñan aquí la improbable presencia del logos, la soberanía de 
un sujeto preexistente y la teología de un destino originario . El trabajo de 
termita de la arqueología en relación con el poder ilumina la vinculación 
entre innovaciones científicas y acontecimientos económicos y políticos 
precisos, reales , concretos. 
En Historia de la locura y en El nacimiento de la clínica (libros anterio­
res al artículo aquí comentado3) Foucault ya había dado testimonio de 
su modo de analizar las instituciones científicas . Había vislumbrado la 
connivencia con los dispositivos de poder y preanunciaba su incidencia 
sobre la administración de la vida de la población por parte de ciertos 
poderes . En "Respuesta a una pregunta" sintetiza la concepción episte­
mológica de su analítica de la locura y de la clínica. Ahí están el saber, 
el poder, el acontecimiento, los mecanismos o reglas que hacen que los 
discursos -incluso perteneciendo a un mismoobjeto disciplinario- se 
diferencien entre sí o se asemejen entre disciplinas diferentes. 
El discurso no solamente no es autónomo de las prácticas -siendo él 
mismo una práctica- tampoco brilla por sí mismo como una estrella con 
luz propia . Ni siquiera puede delimitar de manera definitiva sus con­
tornos, ¿dónde comienza? , ¿dónde termina? El artículo aquí comentado 
finaliza con una breve ontológica del discurso. Las subjetividades no lo 
2 Foucault , M., [archéologie du savoir, Paris, Gallimard , 1 969. 
3 Foucault , M., Histoire de la folie á l'age classique, París , Pion , 1 964 (este texto 
'
surge 
de la tesis doctoral de Foucault defendida en 1 9 6 1 ); Naissance de la clinique, París, 
Presses Universitaires de France , 1963 . 
1 3 
Michel Foucault 
inventan, lo actualizan y lo hacen sobre un murmullo sin conciencia , 
en el que reina una ley sin nombre y sin sujeto fundante sin que se sepa 
en realidad y de manera contundente quién habla . Porque en última 
instancia se pregunta el autor "¿Qué importa quién habla?" . 
*** 
Pasemos al segundo artículo, breve y contundente , "Las redes del 
poder" (1976). Es una pequeña esmeralda sutilmente pulida en la que 
Foucault ofrece un análisis de la noción de poder. Está signado por la 
síntesis y la claridad. No en vano es el producto final de una minuciosa 
investigación que culminó en uno de los conceptos actualmente más 
citados , replicados , criticados y reciclados del pensamiento de Foucault: 
las conexiones entre el poder, el saber y la vida. 
Se trata de una conferencia leída por el filósofo en Brasil y publicada 
meses más tarde en Francia , donde ese mismo año apareció La voluntad 
de saber. Historia de la sexualidad I .4 En realidad esta conferencia es un 
resumen del último capítulo de ese libro . El nombre de ese capítulo es 
"Derecho de muerte y poder sobre la vida" y es la piedra basal del con­
cepto de biopoder. 
Es asimismo el resultado de la investigación sobre el poder y la vida 
que Foucault había realizado el año anterior y expuesto en su curso en 
el College de France entre fines de 1975 y comienzos de 1976 con el 
nombre de "II faut defendre la sociéte". No es casual que éste haya sido 
el primer curso que los editores eligieron para comenzar a publicar los 
cursos en formato de libro individual . 5 Porque si bien no es el primer 
curso que dictó el filósofo en el College de France , es el primero en que 
define claramente su innovador concepto de biopolítica . 
Sabemos que Foucault no concibe el poder desde la vieja noción pira­
midal , sino desde la metáfora de mallas o redes que atraviesan lo social , 
lo político , lo científico, lo familiar, en fin, cualquier relación humanan 
en donde siempre se juega algún tipo de poder. La trama de esa red pre­
senta zonas en las que su tejido es muy denso , apretado , y otras en las 
4 Foucault , M., La volonté de saboir. Histoire de sexualité I, París, Gllimard , 1 976. 
> Foucault , M., Ilfaut défendre la société. Cours au College de France 1 976, París, Seuil/ 
Gallimard , 1977 . 
14 
Las redes del poder 
que ese tej ido es ralo, poco espeso . A veces presenta agujeros alarmantes . 
Lo último señala ausencia de poder, lo primero abundancia . 
Pero como el poder no se posee, se ejerce , y la malla que lo sostiene 
ofrece la posibilidad de ser "sacudida" -a veces- entre el ejercicio fallido 
del poder y la fuerza de las resistencias que lo combaten, se producen 
reacomodaciones . El que ejerce un fuerte poder en un momento de­
terminado , puede ver debilitado ese poder e incluso perderlo en otro 
momento . 
Foucault considera que para fines del medioevo europeo los poderes 
reinantes vieron como las redes que los sostenían presentaban cada vez 
más roturas, aperturas , agujeros. Los monarcas dependían de los tributos 
de la población. Los arbitrarios impuestos medievales constituían una 
de las fuentes más importantes de los recursos señoriales . Pero la gente 
comenzó a resistirlos. No los pagaban, atacaban a los recaudadores y 
los linchaban, en resumidas cuentas , el tributo dejó de ser rentable . Es 
como si esa red se hubiera podrido. 
De todos modos ahí estaban los tej edores de poder trenzando nuevas 
redes: la ciencia experimental, la creación del Estado , la instauración de 
la policía , el disciplinamiento en las instituciones , la libreta obligatoria 
de trabajo y otros controles , prácticas y discursos conformaron lo que 
Foucault denomina �·sociedad disciplinaria" . En ella se comenzó a ejercer 
el poder de manera minuciosa , microfísica , local , focalizada . Se crearon 
tecnologías de poder individualizantes y masificantes al mismo tiempo. 
Nos subjetivamos plegándonos al accionar general pero estamos cada 
vez más solos . 
Individualismo y masificación van de la mano . En las metrópolis 
la mayoría de la población sigue pautas similares mientras los hogares 
unipersonales crecen de manera exponencial , de la misma manera cre­
cen los controles: cámaras , detectores magnéticos , vampirismo digital 
(aunque lo último no llegó a ser vivido por Foucault, su concepción 
de las tecnologías de poder lo preanunciaban) . En el principio fue el 
anatomo-poder, poco más tarde llegó el bio-poder. 
Así pues el poder se concentró en la vigilancia de los individuos que 
son concebidos como una entidad biológica capaz de producir riquezas 
para quienes sepan gobernarlos , vigilarlos y, llegado el caso , castigarlos . A 
partir del siglo XVIII la vida se hace objeto de poder. Antes existían sujetos 
jurídicos a quienes el poder podía quitarle bienes y la vida misma, a partir 
1 5 
Michel Foucault 
de las tecnologías biopolíticas lo jurídico pasa a un segundo plano. En 
esta mutación capital, ejercer poder es administrar y manipular el cuerpo 
y la vida de los gobernados. Y como el comienzo de la vida es el sexo, 
hay que extender el control hasta los mínimos movimientos connotados 
de sexo: masturbación, concepción, enfermedades venéreas, natalidad , 
lactancia materna . Todo atravesado por una milimétrica moralidad del 
cuerpo, sus deseos , sus emanaciones y hasta sus pensamientos . Se entro­
niza así una epistemología del poder y una política del sexo o, tal como 
dice Foucault , se constituyen los dispositivos de sexualidad . 
El artículo "Las redes del poder" culmina marcando que el sexo es 
la articulación entre una anatomía política y una biopolítica que , inter­
conectándose , logran hacer de la sociedad una máquina de producir. 
Cada institución tiene su producción . Esto queda bastante claro en l�s 
fábricas, las escuelas , los talleres, pero ¿qué produce la cárcel? No por 
cierto ciudadanos idóneos y cumplidores de la ley. La cárcel produce 
delincuencia. Algo sumamente funcional a la sociedad, a las institucio­
nes , al mercado y a todo aquello que directa o indirectamente se nutre 
con los ilegalismos . 
*** 
El tercer artículo del presente libro, "Una introducción a la vida no 
fascista" ( 1972) , es el prólogo escrito por Foucault para la edición estado­
unidense de El antiedipo de Deleuze y Guattari . Se trata de un análisis de 
la relación del deseo con la realidad y con la máquina capitalista . Brinda 
respuestas a problemas concretos de nuestro tiempo. Paradójicamente 
a pesar de trabajar con nociones aparentemente abstractas , tales como 
multiplicidad , flujos o dispositivos , se van constituyendo posibilidades 
de acciones concretas, de intervención en la realidad , de incidencia en 
las conductas . Foucault dice que El antiedipo es un libro de ética y es 
también "un Hegel deslumbrante" . 
Ese libro se confronta con tres adversarios : los ascetas políticos o 
militantes tristes, los lamentables técnicos del deseo (psicoanalistas y 
semiólogos) y el enemigo máximo, el fascismo. No solamente el fascis­
mo histórico y su mortífero poder de movilizar el deseo de las masas , 
sino el pequeño fascismo insidioso y pegajoso que reside en cada uno 
de nosotros , que nos penetra y nos hace "amar el poder y desear loque 
16 
Las redes del poder 
nos domina y lo que nos explota" . Palpita aquí , aunque Foucault no la 
nombra , la preocupación de Spinoza preguntándose por qué los pueblos 
luchan por su esclavitud como si se tratara de su libertad . 
Ante esto, s e imponen ciertas preguntas . Dice Foucault:¿Cómo hacer 
para no tornarse fascista? , o, ¿cómo desprendernos de nuestro fascismo 
sobre todo cuando uno se considera un militante contrario a las coaccio­
nes y las discriminaciones? ¿Cómo deshacerse del fascismo de nuestro 
discurso, de nuestros actos y hasta de nuestros placeres? 
Luego de listar varias características reaccionarias -casi imperceptibles , 
insidiosas- que tiñen nuestros pensamientos y acciones. Foucault declara 
que rendirá un modesto homenaje a San Francisco de Sales (autor de 
Una introducción a la vida devota) no solo glosando el título que encabeza 
el prólogo que está escribiendo, sino también presentando los conceptos 
raigales de El antiedipo como una especie de guía de la vida cotidiana o 
un arte de vivir libre y solidario. 
En los innovadores abordajes de ese libro se acumulan nociones 
emancipadoras , no edipizantes, nómades , deseantes. Entre ellas destaca 
algo que si bien se puede inferir del texto de Deleuze y Guattari es una 
consecuencia casi obligada de todos y cada uno de los discursos de 
Foucault. Algo que ningún militante y obviamente nadie que ejerce poder 
debería olvidar: por sobre todas las cosas, no se enamore del poder. 
*** 
Finalizando ya mi pequeña reflexión me permito glosar el final del 
prólogo de Foucault a El antiedipo para cerrar el presente prólogo. En los 
tres artículos aquí presentados ocurre algo esencial , algo muy serio. El 
acoso a todas las formas de discriminación y exclusión -mediante archi­
vo, genealogía y creación de conceptos- desde aquellas monumentales 
y acuciantes que nos rodean y aplastan, hasta las menores y aparente­
mente insignificantes que constituyen la amarga tiranía de nuestra vida 
cotidiana . 
17 
RESPUESTA A UNA PREGUNTA* 
· La traducción del presente texto perte?ece a Fernando Crespo. 
19 
La pregunta:* 
Un pensamiento que introduce la obligatoriedad del sistema y la dis­
continuidad en la historia del espíritu , ¿no suprime todo fundamento para 
una intervención política progresista? ¿No desemboca en este dilema : 
- o bien la aceptación del sistema, 
- o bien el recurso al acontecimiento inesperado, a la irrupción de 
una violencia exterior, única capaz de arrollar el sistema? 
· Esta es una de las preguntas que la revista Esprit formuló a M. Foucault en el número 
de mayo de 1 968. El artículo que sigue es la respuesta dada a ella por el autor. 
21 
La respuesta: 
Agradezco a los lectores de Esprit que hayan querido plantearme estas 
preguntas y a]. M. Domenach haberme dado la posibil idad de responderlas. 
Estas preguntas eran tan numerosas -y cada una de ellas tan interesantes­
que apenas me fue posible examinarlas todas. He escogido la última (no sin 
lamentar el haber tenido que prescindir de las otras) : 
1) Porque esta pregunta me ha sorprendido al primer golpe de vista , 
ya que me convencí inmediatamente de que concernía a la parte central 
de mi trabajo. 
2) Porque me permitía situar, al menos , algunas de las respuestas que 
hubiera querido dar a las demás preguntas . 
3) Porque formulaba la pregunta a la que ningún trabajo teórico 
puede hoy sustraerse . 
¿Cómo no admitir que han caracterizado ustedes , con una gran 
exactitud , lo que intento hacer? ¿Y que, al mismo tiempo, han señala­
do el punto de la inevitable discordia?: "introducir la obligatoriedad del 
sistema y la discontinuidad en la historia del espíritu". Sí , me reconozco 
casi completamente en estas palabras . Sí , reconozco que éste es un pro­
pósito casi injustificable. [Diabólico acierto]: han llegado ustedes a dar 
una definición de mi trabajo que no puedo dejar de suscribir, pero de 
la que nadie querría, razonablemente, hacerse responsable. De pronto, 
me hago consciente de toda mi extravagancia . De mi rareza tan poco 
legítima . Y me doy cuenta ahora de cuánto se desviaba de las normas 
más establecidas , de cuan escandaloso era este trabajo que fue, sin duda , 
un poco solitario, pero siempre paciente , sin otra ley que él mismo, lo 
suficientemente aplicado, pensaba yo, como para poder defenderse solo . 
Sin embargo, hay dos o tres detalles que me molestan en la definición tan 
exacta que ustedes me proponen, impidiéndome (tal vez evitándome) 
dar mi entera adhesión. 
23 
Michel Foucault 
En primer lugar, emplean ustedes la palabra sistema en singular. 
Ahora bien, yo soy pluralista . He aquí lo que quiero decir. (Me permi­
tirán ustedes no hablar solamente de mi último libro , sino también de 
los que lo han precedido, puesto que juntos forman un conjunto de 
investigaciones , cuyos temas y referencias cronológicas están bastante 
próximos; también porque cada uno de ellos constituye una experiencia 
descriptiva que se opone, y por lo mismo se refiere, a los otros dos , por 
ciertos rasgos característicos.) Soy pluralista: el problema que se me ha 
planteado es el de la individualización de los discursos . Para individualizar 
los discursos hay criterios que son conocidos y prácticamente seguros: el 
sistema lingüístico al que pertenecen, la identidad del sujeto que los ha 
articulado. Pero otros criterios, que no son menos familiares , son mucho 
más enigmáticos . Cuando se habla de la psiquiatría o de la medicina o 
de la gramática , de la biología o de la economía, ¿de qué se habla? ¿Cuá­
les son estas curiosas unidades que se cree poder reconocer al primer 
golpe de vista , pero de las que resultaría muy difícil definir los límites? 
Unidades, algunas de las cuales parecen remontarse hasta el principio 
de nuestra historia (la medicina no menos que las matemáticas) , mien­
tras que otras han aparecido recientemente (la economía , la psiquiatría) 
y otras , tal vez , han desaparecido (la casuística) . Unidades éstas en las 
que vienen a inscribirse, indefinidamente, enunciados nuevos y que 
se encuentran modificadas sin cesar por ellos (extraña unidad la de la 
sociología o la psicología que, desde su nacimiento, no han dejado de 
volver a empezar) . Unidades que se mantienen obstinadamente, después 
de tantos errores, tantos olvidos , tantas novedades , tantas metamorfo­
sis , pero que sufren, a veces , mutaciones tan radicales que tendríamos 
dificultades para considerarlas idénticas a sí mismas (¿cómo afirmar 
que es la misma economía la que encontramos interrumpida , desde los 
fisiócratas hasta Keynes?). 
Es posible que haya discursos que puedan redefinir, en cada mo­
mento, su propia individualidad (por ejemplo, las matemáticas pueden 
reinterpretar en cada instante la totalidad de su historia); pero en ninguno 
de los casos que he citado puede el discurso restituir la totalidad de su 
historia en la unidad de una arquitectura formal . Restan dos recursos 
tradicionales. El recurso histórico-trascendental: intentar buscar, más 
allá de toda manifestación y de todo nacimiento histórico, un funda­
mento originario, la apertura de un horizonte inagotable, un proyecto 
24 
Las redes del poder 
que retrocedería en relación a todo acontecimiento y que mantendría , 
a través de la historia, el esbozo siempre libre de una unidad que no se 
acaba. El recurso empírico o psicológico; buscar el fundador, interpretar 
lo que quiso decir, detectar las significaciones implícitas que dormían 
silenciosamente en su discurso , seguir el hilo o el destino de estas sig­
nificaciones , relatar las tradiciones y las influencias , fijar el momento de 
los despertares, de los olvidos, de las tomas de conciencia, de las crisis , 
de los cambios en el espíritu , la sensibilidad o el interés de los hombres . 
Ahora bien, me parece que el primero de estos recursos es tautológico , 
y el segundo es extrínseco e inesencial. Señalando y sistematizando 
sus caracteres propios querría, por mi parte, intentar individualizar las 
grandes unidades que regulan , en la simultaneidad o en la sucesión , el 
universo de nuestros razonamientos . 
He seleccionado tres grupos de criterios: 
1. Los criterios de formación. Lo que permite individualizar un dis­
curso , como la economía política o la gramática general , no es la 
unidad de un objeto , no es una estructura formal ni es tampoco 
una arquitectura conceptual coherente; no es una elección filosó­
fica fundamental; es más bien la existencia de reglas de formación 
para todos sus objetos (por dispersos que estén) , para todas sus 
opciones teóricas (que a menudo se excluyen unas a otras) , para 
todas sus operaciones (que a menudo no pueden ni superponerse 
ni encadenarse) , para todos sus conceptos (que pueden ser in­
compatibles) . Hay formación discursiva individualizada cada vez 
que puede definirse un juego de reglas semejantes . 
2. Los criterios de transformación o de umbral. Diré que la historia 
natural (o la psicopatología) son unidades de discurso si puedo 
definir las condiciones que han debido reunirse , en un momento 
muy concreto del tiempo, para que sus objetos , sus operaciones , 
sus conceptos y sus opiniones teóricas hayan podido formarse; si 
puedo definir de qué modificaciones internas han sido suscepti­
bles; si puedo definir, en fin, a partir de qué umbral de transfor­
mación han sido puestas en juego nuevas reglas. 
3. Los criterios de correlación. Diré que la medicina clínica es una 
formación discursiva autónoma, si puedo caracterizar el conjunto 
25 
Michel Foucault 
de relaciones que la definen y la sitúan entre los otros tipos de 
discurso (como la biología, la química, la teoría política o el 
análisis de la sociedad) y en el contexto no discursivo en el que 
funciona (instituciones, relaciones sociales , coyuntura económica 
y política) . 
Estos criterios permiten subsistir los temas de la historia totalizante (se 
trate de "progreso de la razón" o del "espíritu de un siglo") por análisis 
diferenciados . Estos criterios permiten, también, describir como episteme 
de una época , no la suma de sus conocimientos o el estilo general de 
sus investigaciones , sino la separación, las distancias , las oposiciones , 
las diferencias, las relaciones de sus múltiples discursos científicos : la 
episteme no es una especie de gran teoria subyacente, en un espacio de 
dispersión, es un campo abierto y sin duda indefinidamente descriptible de 
relaciones. Los mencionados criterios permite , además, describir, no la 
gran historia que en una misma ráfaga envolvería todas las ciencias , sino 
los tipos de historia -es decir, de remanencia y de transformación- que 
caracterizan los diferentes discursos (la historia de las matemáticas no 
obedece al mismo modelo que la historia de la biología, que no obedece 
tampoco al de la psicopatología): la episteme no es un episodio de historia 
común a todas las ciencias; es un juego simultáneo de remanencias especí­
ficas . Finalmente, estos criterios permiten situar en su lugar respectivo 
los diferentes umbrales : pues nada prueba por adelantado (y nada de­
muestra tampoco tras un examen) que su cronología sea la misma para 
todo� los tipos de discursos; el umbral que se puede describir para el 
análisis del lenguaje al principio del siglo x1x, no encuentra , sin duda , 
un episodio simétrico en la historia de las matemáticas; y, cosa más 
bien paradójica , el umbral de formación de la economía política -mar­
cado por parte de Marx- de un análisis de la sociedad y de la historia. 6 
La episteme no es un estadio general de la razón; es una relación de suce­
sivos desfases. 
Nada, como ustedes ven, que me sea más extraño que la búsqueda de 
una forma obligatoria , soberana y única. No busco detectar, a partir de 
b Este hecho , señalado ya por Osear Lange , explica al mismo tiempo el lugar limitado 
y perfectamente circunscripto que ocupan los conceptos de Marx en el campo epis­
temológico que va de Petty a la econometría contemporánea, y el carácter fundador 
de estos mismos conceptos para una teoría de la historia. 
26 
Las redes del poder 
signos diversos , el espíritu unitario de una época, la forma general de su 
conciencia : algo así como una Weltanschauung. No he descrito tampoco 
la aparición y el eclipse de una estructura formal que habría reinado, 
en un tiempo, sobre todas las manifestaciones del pensamiento: no he 
hecho la historia de un trascendental sincopado. En fin, no he descrito 
tampoco pensamientos o sensibilidades seculares, naciendo, balbuciendo, 
luchando, extinguiéndose como almas fantasmales, ni he interpretado su 
teatro de sombras en el decorado de la historia . He estudiado, uno tras 
otro, conjuntos de discursos; los he caracterizado, he definido juegos de 
reglas , transformaciones , umbrales , remanencias; los he ordenado unos 
con relación a otros; he descrito conjuntos de relaciones . Donde lo he 
considerado necesario, he hecho proliferar los sistemas. 
Un pensamiento, dicen ustedes , que "subraya la discontinuidad" . 
Noción, en efecto, cuya importancia hoy -tanto por parte de los histo­
riadores como por parte de los lingüistas- no puede ser subestimada . 
Pero el uso del singular no me parece que convenga del todo . Una vez 
más me declaro pluralista. Mi problema es sustituir la forma abstracta , 
general y monótona del "cambio" , en la que tan fácilmente se piensa 
la sucesión, por el análisis de los tipos diferentes de transformación. Lo 
cual implica dos cosas: poner entre paréntesis todas las viejas formas de 
blanda continuidad , por las que se atenúa de ordinario el brusco hecho 
del cambio (tradición, influencia , hábitos del pensamiento , grandes 
formas mentales , necesidades del espíritu humano) , y hacer surgir, al 
contrario, con obstinación, toda la vivacidad de la diferencia : establecer 
meticulosamente la distancia . A continuación, poner entre paréntesis 
todas las explicaciones psicológicas del cambio (genio de los grandes 
inventores , crisis de la conciencia, aparición de una nueva forma del 
espíritu) y definir con el mayor cuidado las transformaciones que han, 
no digo provocado, sino col'lstituido el cambio. Reemplazar, en suma , el 
tema del devenir (forma general, elemento abstracto, causa primaria y 
efecto universal , mezcla confusa de lo idéntico y lo nuevo) por el análisis 
de las transformaciones en su especificidad: 
1. Detectar los cambios que afectan a los objetos, las operaciones, los 
conceptos , las opciones teóricas , en el interior de una formación 
discursiva determinada . Se pueden distinguir así (me limito al 
ejemplo de la gramática general): los cambios por deducción o 
27 
Michel Foucault 
28 
implicación (la teoría del verbo-cópula implicaba la distinción 
entre una raíz substantiva y una flexión verbal); los cambios por 
generalización (extensión al verbo de la teoría de la palabra­
designación y la desaparición, como consecuencia, de la teoría 
del verbo-cópula); los cambios por delimitación (el concepto del 
atributo está especificado por la noción de complemento); los 
cambios por paso a lo complementario (del proyecto de cons­
truir una lengua universal y transparente deriva la búsqueda de 
los secretos escondidos en la más primitiva de las lenguas); los 
cambios por paso al otro término de una alternativa (primacía 
de las vocales o primacía de las consonantes en la constitución 
de las raíces); los cambios por permutación de las dependencias 
(se puede fundamentar la teoría del verbo sobre la del nombre 
o viceversa); los cambios por exclusión o inclusión (el análisis 
de las lenguas como sistemas de signos representativos hechos 
caer en desuso, la búsqueda de su parentesco, que es reintro­
ducido en revancha por la búsqueda de una lengua primitiva) . 
Estos diferentes tipos d e cambios constituyen todos ellos el 
conjunto de las derivaciones características de una formación 
discursiva. 
2. Detectar los cambios que afectan a las formaciones discursivas 
mismas: 
- Desplazamientode las líneas que delimitan el campo de los 
objetos posibles (el objeto médico al principio del siglo x1x deja 
de ser tomado en una superficie de clasificación; y se localiza 
en el espacio tridimensional del cuerpo) . 
Nueva posición y nuevo papel del sujeto que habla en el 
discurso (el sujeto, en el discurso de los naturalistas del siglo 
xvm, se convierte exclusivamente en sujeto que mira según un 
enrejado y que anota según un código; deja de escuchar, de 
interpretar, de descifrar) . 
Nuevo funcionamiento del lenguaje en relación a los objetos 
(a partir de Toumefort el discurso de los naturalistas no tiene 
como misión penetrar en las cosas , descubrir en ellas el len­
guaje que secretamente encierran y sacarlo a la luz, sino tender 
una superficie de transcripción donde la forma , el número, el 
Las redes del poder 
tamaño y la disposición de los elementos pueda ser traducida 
en manera unívoca) . 
- Nueva forma de localización y de circulación del discurso en 
la sociedad (el discurso clínico no se formula en los mismos 
términos , no tiene los mismos procesos de registro , no se 
difunde, no se acumula , no se conserva ni se impugna del 
mismo modo que el discurso médico del siglo xvm). 
Todos los cambios , que son de un tipo superior a los precedentes , 
definen las transformaciones que afectan a los espacios discursivos mis­
mos: las mutaciones. 
3. Finalmente , tercer tipo de cambio, los que afectan simultánea­
mente a varias formas discursivas: 
- Inversión en el diagrama jerárquico (el análisis del lenguaje 
ha tenido, durante la época clásica, un papel rector, que ha 
perdido en los primeros años del siglo x1x, en provecho de la 
biología) . 
- Alteración en la naturaleza de la reacción (la gramática clá­
sica , como teoría general de los signos , garantizaba , en otros 
dominios, la transposición de un instrumento de análisis; en 
el siglo x1x, la biología asegura la importancia "metafórica" de 
un cierto número de conceptos: organismos --organización; 
función - función social; vida - vida de las palabras o de las 
lenguas). 
- Desplazamientos funcionales : la teoría de la continuidad de 
los seres que en el siglo xvm dependía del discurso filosófico, 
pasa a depender en el siglo x1x del razonamiento científico. 
Todas estas transformaciones, de un tipo superior a las otras dos, carac­
terizan los cambios propios de la episteme misma: las redistribuciones. 
Esta es una pequeña muestra de diversas modificaciones , tal vez una 
quincena, que podemos señalar a propósito de los discursos . Ya ven uste­
des por qué prefería yo que se dijera que he subrayado, no la discontinui­
dad , sino las discontinuidades (es decir, las diferentes transformaciones 
que es posible describir a propósito de dos estados de discursos) . Pero 
lo importante para mí, ahora , no es constituir una tipología exhaustiva 
de estas transformaciones. 
1. Lo importante es dar como contenido al concepto monótono y 
vacío de "cambio" , un juego de modificaciones especificadas . La 
29 
Michel Foucault 
historia de las "ideas" o de las ciencias no debe ser ya la relación 
de las innovaciones , sino el análisis descriptivo de las diferentes 
transformaciones efectuadas . 7 
2. Lo que me importa es no mezclar semejante tipo de análisis con 
un diagnóstico psicológico. Una cosa (legítima) es preguntarse 
acerca de aquel cuya obra comporta semejante conjunto de mo­
dificaciones , si era genial o cuáles habían sido las experiencias 
de su primera infancia , etc . Y otra cosa es describir el campo de 
posibilidades, la forma de operaciones, los tipos de transformación 
que caracterizan su práctica discursiva . 
3. Lo que me importa es mostrar que no hay, por un lado, discursos 
inertes (más que medio muertos ya) y después, por otro, un sujeto 
todopoderoso que los manipula, los cambia , los renueva; sino 
que los sujetos discurrientes forman parte del campo discursivo, 
tienen en él su lugar (y sus posibilidades de desplazamiento) , 
su función (y sus posibilidades de mutación funcional) . E l dis­
curso no es el lugar de irrupción de la subjetividad pura; es un 
espacio de posiciones y de funcionamientos diferenciados por 
los sujetos . 
4. Lo que me importa , sobre todo, es definir, entre todas estas trans­
formaciones , el juego de las dependencias: 
- Dependencias intradiscursivas (entre los objetos , las operacio­
nes , los conceptos de una misma formación) . 
- · Dependencias interdiscursivas (entre formaciones discursivas 
diferentes: tales como las correlaciones que he estudiado en 
Las palabras y las cosas, entre la historia natural , la economía , 
la gramática y la teoría de la representación) . 
- Dependencias extradiscursivas (entre transformaciones discur­
sivas diferentes y otras que se hayan producido en otra parte 
distinta del discurso: tales como las correlaciones estudiadas 
en la Historia de la locura y El nacimiento de la clínica, entre el 
discurso médico y todo un juego de cambios económicos , 
políticos y sociales) . 
Quisiera yo substituir la simplicidad uniforme de las asignaciones 
de causalidad , con todo este juego de dependencias; y al suprimir el 
7 En lo que sigo los ejemplos de métodos dados en varias ocasiones por M. 
Canguilhem. 
30 
Las redes del poder 
privilegio, indefinidamente prorrogado, de la causa , hacer aparecer el 
haz polimorfo de las correlaciones . 
Ya lo ven ustedes: no se trata en absoluto de substituir por una cate­
goría , "lo discontinuo" , la no menos abstracta y general de "continuo" . 
Me esfuerzo , por el contrario, en mostrar que la discontinuidad no es un 
vacío monótono e impensable entre los acontecimientos, al que habría 
que apresurarse en llenar (dos soluciones perfectamente simétricas) por 
la plenitud abstracta de la causa o por el ágil juego del espíritu , sino que 
es un juego de transformaciones específicas , diferentes las unas de las 
otras , cada una con sus condiciones , sus reglas , su nivel , y ligadas entre 
sí según esquemas de dependencia . La historia es el análisis descriptivo 
y la teoría de estas transformaciones . 
Un último punto, sobre el que espero ser más breve. Emplean ustedes 
la expresión "historia del espíritu" . A decir verdad , yo creía más bien 
estar haciendo una historia del discurso. ¿La diferencia? , me preguntarán: 
"Los textos que usted toma como material no lo estudia según su estructura 
gramatical; no describe el campo semántico que recorren; la lengua no es 
objeto. ¿Entonces? ¿Qué busca usted, sino describir el pensamiento que los 
anima y reconstituir las representaciones de las que estos textos han dado una 
versión durable, tal vez, pero sin duda infiel ? ¿Qué busca usted sino encontrar, 
detrás de los textos, la intención de los hombres que los han formulado, las 
significaciones que voluntariamente, o sin saberlo, han depositado en el los, 
ese imperceptible suplemento del sistema lingüístico que es algo así como la 
apertura de la libertad o la historia del espíritu?". 
Aquí yace posiblemente el punto esencial . Tienen ustedes razón: lo que 
yo analizo es el discurso no es el sistema de su lengua ni, de modo general , 
las reglas formales de su construcción: pues no me cuido de saber lo que 
lo hace legítimo o le confiere su inteligibilidad y le permite servir para la 
comunicación . La cuestión que planteo no es la de los códigos , sino la 
de los acontecimientos : la ley de existencia de los enunciados , lo que ha 
hecho posibles a éstos y a ningún otro en su lugar; las condiciones de su 
emergencia singular; su correlación con otros acontecimientos anteriores o 
simultáneos , discursivos o no. Trato de responder a esta cuestión, sin em­
bargo, sin referirme a la conciencia , oscura o explícita , de los sujetos par­
lantes; sin relacionar los hechos del discurso con la voluntad -tal vez invo­
luntaria- de sus autores; sin invocar esta intención de decir, que es siempre 
3 1 
Michel Foucault 
excesivamente rica en relación con lo que se dice; sin intentarcaptar la 
ligereza inaudita de una palabra que no tendría texto. 
Por eso, lo que yo hago no es ni una formalización ni una exégesis, 
sino una arqueología: es decir, como su nombre indica de manera inequí­
voca , la descripción del archivo. Con esta palabra no entiendo la masa de 
textos que han podido ser recogidos en una época determinada , o con­
servados desde esta época a través de los avatares de las desapariciones, 
sino el conjunto de reglas que , en una época dada y para una sociedad 
determinada , definen: 
32 
1. Los límites y las formas de la decibilidad: ¿De qué es posible 
hablar? ¿Qué es lo que ha sido constituido como dominio de 
discurso? ¿Qué tipo de discursividad se ha vinculado a tal o cual 
dominio (de qué se hace el relato; de qué se ha querido hacer 
una ciencia descriptiva; a qué se ha asignado una formulación 
literaria, etc . )? 
2. Los límites y las formas de conservación: ¿Cuáles son los enuncia­
dos destinados a pasar sin dejar rastro? ¿Cuáles, por el contrario, 
son los destinados a entrar en la memoria de los hombres (por 
la recitación ritual , la pedagogía y la enseñanza , la diversión o la 
fiesta , la publicidad)? ¿Cuáles quedan anotados para poder ser 
utilizados de nuevo y con qué fines? ¿Cuáles son puestos en circu­
lación y en qué grupos? ¿Cuáles son reprimidos y censurados? 
3. Los límites y las formas de la memoria tal como aparecen en las 
diferentes formaciones discursivas: ¿Cuáles son los enunciados 
que cada uno reconoce como válidos o discutibles, o definitiva­
mente invalidados? ¿Cuáles son los que han sido excluidos por 
ser extranjeros? ¿Qué tipo de relaciones se ha establecido entre 
los sistemas de enunciados presentes y el corpus de los enun­
ciados pasados? 
4. Los límites y las formas de la reactivación: Entre los discursos de 
las épocas anteriores o de las culturas extranjeras , ¿cuáles son los 
que se retienen, los que se valoran, los que se importan, los que se 
intenta reconstituir? ¿Y qué se hace de ellos , qué transformaciones 
se les hace sufrir (comentario , exégesis, análisis)? ¿Qué sistema de 
apreciación se les aplica , qué papel se eles hace cumplir? 
5. Los límites y las formas de la apropiación: ¿Qué individuos , qué 
grupos , qué clases tienen acceso a tal tipo de discurso? ¿Cómo 
Las redes del poder 
está institucionalizada la relación el discurso con quien lo emite , 
con quien lo recibe? ¿Cómo se señala y se define la relación del 
discurso con su autor? ¿Cómo se desarrolla entre clases, naciones,8 
colectividades lingüísticas , culturales o étnicas , la lucha por ha­
cerse cargo de los discursos . 
Es, ante todo , sobre este fondo, que destacan los análisis que he 
comenzado; es hacia ahí donde se dirigen. Así pues, no escribo una his­
toria del espíritu , según la sucesión de sus formas o según la densidad 
de sus significaciones sedimentadas . No interrogo a los discursos sobre 
lo que -silenciosamente- quieren decir, sino sobre el hecho y las condi­
ciones de su aparición manifiesta; no sobre los contenidos que puedan 
encubrir, sino sobre las transformaciones que han efectuado; no sobre el 
sentido que se mantiene en ellos como un origen perpetuo, sino sobre 
el cambio en el que coexisten, permanecen y se borran. Se trata de un 
análisis de los discursos en la dimensión de sus exterioridad . De ahí tres 
consecuencias : 
1. Tratar el discurso pasado, no como tema para un comentario que 
lo reanimaría , sino como un monumento a describir según su 
disposición propia . 
2. Buscar en el discurso , no ya -como hacen los métodos estruc­
turales- sus leyes de construcción , sino sus condiciones de 
existencia . 9 
3. Referir el discurso , no al pensamiento, al espíritu o al sujeto que 
han podido darle nacimiento , sino al campo práctico en el que 
se despliega . 
Perdónenme; he sido lento y me he extendido mucho. Y total para 
conseguir pocas cosas; proponer tres ligeros cambios de su definición 
y pedirles su conformidad para que hablemos de mi trabajo como de 
una tentativa de introducir "la diversidad de los sistemas y el juego de las 
discontinuidades en la historia de los discursos". No imaginen que quie­
ro hacer trampas o que trato de evitar el punto central de su pregunta , 
discutiendo los términos de ésta hasta el infinito. Pero era necesario el 
acuerdo previo . Ahora estoy dispuesto. Es necesario que responda . 
" Tomo esta palabra de M. Canghilhem, pues describe mejor de lo que yo mismo lo 
he hecho lo que he querido hacer. 
4 ¿Es necesario precisar, una vez más, que no soy lo que se llama "estructualista"? 
33 
Michel Foucault 
No, ciertamente , a la cuestión de saber si yo soy reaccionario , ni tam­
poco sobre si mis textos lo son (ellos mismos , intrínsecamente , a través 
de un cierto número de signos bien cifrados) . Ustedes me preguntan 
otra cosa mucho más seria , la única , creo yo , que puede legítimamente 
preguntarse . Me interrogan sobre las relaciones existentes entre lo que 
digo y una cierta práctica política . 
Me parece que a esta pregunta se le pueden dar dos respuestas . Una 
concierne a las operaciones críticas que me discurso realiza en el do­
minio que le es propio (la historia de las ideas , de las conciencias , del 
pensamiento , del saber . . . ); lo que mi discurso pone fuera de circuito , 
¿era indispensable para una política progresista? La otra concierne al 
campo del análisis y al dominio de objetos que mi discurso intenta 
hacer aparecer: ¿cómo pueden articularse sobre el ejercicio efectivo de 
una política progresista? 
Resumiré así las operaciones críticas que he emprendido : 
1) Establecer límites allí donde la historia del pensamiento , bajo su 
forma tradicional, se confería un espacio indefinido . En particular: 
34 
a) Replantear el gran postulado interpretativo según el cual el reino 
del discurso no tendría fronteras asignables; las cosas mudas e 
incluso el silencio , estarían poblados de palabras : y allí donde 
no se deja oír ya ninguna palabra , se podría escuchar todavía el 
murmullo profundamente soterrado de una significación; en lo 
que los hombres no dicen , continuarían hablando; un mundo de 
textos dormidos nos esperaría en las páginas blancas de nuestra 
historia . En cuanto a este tema, quisiera responder que los dis­
cursos son dominios prácticos limitados que tienen sus fronteras , 
S)-lS reglas de formación, sus condiciones de existencia : el zócalo 
histórico del discurso no es un discurso más profundo , a la vez 
idéntico y diferente . 
b) Replantear el tema de un sujeto soberano que llegaría del exterior 
para animar la inercia de los códigos lingüísticos, y que depositaría 
en el discurso la traza imborrable de su libertad; replantear el tema 
de una subjetividad que constituiría las significaciones y después 
las transcribiría en el discurso . A estos temas querría oponer el 
Las redes del poder 
descubrimiento de los papeles y las operaciones ejercidas por los 
diferentes sujetos "discurrientes". 
c) Replantear el tema del origen indefinidamente aplazado y la idea 
de que , en el dominio del pensamiento , el papel de la historia es 
el de recordar los olvidos, suprimir los oscurecimientos, quitar -o 
bien cerrar de nuevo- las barreras . A este tema quisiera oponer el 
análisis de sistemas discursivos históricamente definidos, a los que 
podemos señalar umbrales y asignar condiciones de nacimiento 
y desaparición. 
En una palabra , establecer estos límites, replantear estos tres temas 
del origen, el sujeto, y la significación implícita es proponerse una difícil 
tarea -extremas resistencias lo prueban-, liberar el campo discursivo 
de la estructura histérico-trascendental que le ha sido impuesta por la 
filosofía del siglo x1x. 
2) Borrar las oposiciones poco meditadas. He aquí algunas, por orden 
creciente de importancia : la oposición entre la vivacidad de las inno­
vaciones y la pesantez de la tradición, la inercia de los conocimientos 
adquiridos o los viejos senderos del pensamiento; la oposición entrelas 
formas medias del saber (que representarían la mediocridad cotidiana) y 
las formas que se apartan de ella (y que manifestarían la singularidad o la 
soledad propias del genio); la oposición entre los períodos de estabilidad 
o de convergencia universal y los momentos de ebullición, cuando las 
conciencias entran en crisis , cuando las sensibilidades se metamorfosean, 
cuando todas las nociones son revisadas , trastornadas , revivificadas o , 
por un tiempo indefinido , caen en desuso . Quisiera sustituir todas estas 
dicotomías por el análisis del campo de las diferencias simultáneas (que 
definen en una época dada la dispersión posible del saber) y las dife­
rencias sucesivas (que definen el conjunto de las transformaciones, su 
jerarquía, su dependencia , su nivel). Allí donde se narraba la historia de 
la tradición y de la invención, de lo viejo y de lo nuevo , de lo muerto y de 
lo vivo , de lo cerrado y de lo abierto , de lo estático y de lo dinámico , me 
propongo hablar de la perpetua diferencia; o, más exactamente , hablar de 
las ideas como el conjunto de las formas especificadas y descriptivas de la 
no identidad . Y quisiera liberarla así de la triple metáfora que la estorba 
desde hace más de un siglo (el evolucionismo, que le impone la división 
35 
Michel Foucault 
entre lo regresivo y lo adaptativo; la biología , que separa lo inerte de lo 
vivo; la dinámica , que opone el movimiento y la inmovilidad) . 
3) Eliminar la negación que ha recaído sobre el discurso en su existen­
cia propia (y ahí radica -para mí- la más importante de las operaciones 
críticas que he emprendido). Esta negación comporta varios aspectos : 
36 
a) No tratar nunca el discurso más que a título de elemento indi­
ferente y sin consistencia ni ley autóctona (pura superficie de 
traducción para las cosas mudas; simple lugar de expresión para 
los pensamientos , las imaginaciones, los temas inconscientes) . 
b) No reconocer en el discurso más que "recortes" según un modelo 
psicológico e individualizante (la obra de un autor -en efecto , 
¿por qué no?-, su obra de juventud o de madurez) , los "recortes" 
según un modelo lingüístico o retórico (un género , un estilo) , los 
"recortes" según un modelo semántico (una idea , un tema) . 
c) Admitir que todas las cooperaciones están hechas ya antes del 
discurso y fuera de él (en la idealidad del pensamiento o en la 
seriedad de las prácticas mudas); y que , como consecuencia , el 
discurso no es más que una ligera excrecencia que añade una 
franja casi impalpable a las cosas y al espíritu : un excedente que 
ya está implícito , puesto que no hace otra cosa más que decir lo 
que se dice . 
A esta negación quisiera contestar diciendo que el discurso no 
es nada o casi nada. Y lo que es -lo que define su consistencia 
propia , lo que permite hacer de él un análisis histórico- no es lo 
que se ha "querido" decir (esa oscura y pesada carga de intenciones 
que , en la sombra, pesaría con un peso mucho mayor que el de 
las cosas dichas); no es tampoco lo que ha quedado en silencio 
(esas cosas imponentes , que no hablan, pero que dejan sus marcas 
identificables, su negro perfil , sobre la superficie ligera de lo que 
se ha dicho) : el discurso está constituido por la diferencia entre lo 
que se podría decir correctamente en una época (según las reglas 
de la gramática y las de la lógica) y lo que se dice efectivamente . 
El campo discursivo es, en un momento determinado , la ley de 
esta diferencia . Y define así un cierto número de operaciones que 
no son del orden de la construcción lingüística o de la deduc­
ción formal. Despliega un dominio "neutro" donde la palabra 
Las redes del poder 
y la escritura pueden hacer variar el sistema de su oposición y 
la diferencia de su funcionamiento . Aparece como un conjunto 
de prácticas reguladas que no consiste simplemente en dar un 
cuerpo visible y exterior a la interioridad ágil del pensamiento , ni 
en ofrecer a la consistencia de las cosas la superficie de aparición 
que va a repetirlas . En el fondo de esta negación que pesa sobre 
el discurso (en provecho de la oposición pensamiento-lenguaje , 
historia-verdad, locución-escritura , palabra-cosas) , existía la ne­
gativa de reconocer que algo se ha formado en el discurso (según 
reglas bien definibles) , que este algo existe , subsiste , se transforma, 
desaparece (según reglas igualmente definibles); en una palabra , 
que al lado de todo lo que una sociedad puede producir ("al lado" : 
es decir, en una relación asignable a todo esto) , hay formación y 
transformación de "cosas dichas" . Es la historia de estas "cosas 
dichas" la que yo he emprendido . 
4) Finalmente , última tarea crítica (que resume y envuelve todas 
las otras); liberar de su status incierto este conjunto de disciplinas a las 
que se llama historia de las ideas, historia de las ciencias, historia del 
pensamiento , historia de los conocimientos , de los conceptos o de la 
conciencia . Incertidumbre que se manifiesta de varios modos : 
Dificultades para delimitar los dominios: ¿Dónde acaba la historia 
de las ciencias, dónde comienza la de las opiniones y las creencias? 
¿Cómo se dividen, entre sí , la historia de los conceptos y la historia 
de las nociones o de los temas? ¿Por dónde pasa el límite entre la 
historia del conocimiento y la de la imaginación? 
Dificultad para definir la naturaleza del objeto: ¿Se hace la historia 
de lo que ha sido concebido, adquirido , olvidado , o la historia de 
las formas mentales , o la historia de sus interferencias? ¿Se hace 
la historia de los rasgos característicos que pertenecen en común 
a los hombres de una época o de una cultura? ¿Se describe un 
espíritu colectivo? ¿Se analiza la historia (teleológica o genética) 
de la razón? 
Dificultad para asignar la relación entre estos hechos de pensa­
miento o de conocimiento con los otros dominios del análisis 
histórico : ¿Hay que tratarlos como signos de otra cosa (de una 
relación social , de una situación política , de una determinación 
37 
Michel Foucault 
económica)? ¿O como su refracción, a través de una conciencia? 
¿Como la expresión simbólica de su forma de conjunto? 
Quisiera sustituir tantas incertidumbres por el análisis del discurso 
mismo, en sus condiciones de formación, en la serie de sus modificacio­
nes y en el juego de sus dependencias y de sus correlaciones . El discurso 
aparecería así en una relación descriptible con el conjunto de las otras 
prácticas . En lugar de estar vinculado a una historia económica, social, 
política, que envuelve una historia del pensamiento (la cual sería su ex­
presión y como su doble), en lugar de estar vinculado a una historia de las 
ideas, que estaría referida -sea por un juego de signos y de expresiones, 
sea por relaciones de causalidad- a condiciones extrínsecas, se vincularía 
a una historia de las prácticas discursivas en las relaciones específicas 
que las articulan con las otras prácticas . No se trata de componer una 
historia global -que reagruparía todos sus elementos alrededor de un 
principio o de una forma única-, sino más bien de desplegar el campo 
de una historia general en la que se podrá describir la singularidad de las 
prácticas, el juego de sus relaciones, la forma de sus dependencias . Y es 
en el espacio de esta historia general en el que podría circunscribirse, 
como disciplina, el análisis histórico de las prácticas discursivas. 
He aquí cuáles son, poco más o menos, las operaciones críticas que 
he emprendido. Permítanme entonces tomarlos como testigos de la 
pregunta que planteo a aquellos que podrían alarmarse : "¿Acaso una 
política progresista está vinculada (en su reflexión teórica) a los temas 
de la significación, del origen del sujeto constituyente; en una palabra, 
a toda la temática que garantiza, en la historia, la inagotable presencia 
del Logos, la soberanía de un sujeto puro y la profunda teología de un 
destino originario? Una política progresista, ¿tiene alguna vinculación 
con semejanteforma de análisis o con su cuestionamiento? ¿Y semejan­
te política tiene alguna vinculación con todas las metáforas dinámicas, 
biológicas , evolucionistas, con las que se enmascara el difícil problema 
del cambio histórico o, por el contrario, su meticulosa destrucción? Y 
aún más : .¿ Hay algún parentesco necesario entre una política progresista 
y el hecho de no querer reconocer en el discurso otra cosa que una del7 
gada transparencia que brilla un instante en el límite de las cosas y los 
pensamientos y después desaparece inmediatamente? ¿Se puede creer 
que esta política tenga interés en repetir una vez más el tema -del que 
38 
Las redes del poder 
yo había creído que la existencia y la práctica en Europa , desde hace 
más de doscientos años , del discurso revolucionario , habían podido 
liberarnos- de que las palabras no son más que viento , un susurro ex­
terior, un ruido de alas que apenas puede escucharse en la seriedad de 
Ja historia y el silencio del pensamiento? Y finalmente , ¿se debe pensar 
que una política progresista esté vinculada a la desvalorización de las 
prácticas discursivas , con el fin de que triunfe , en su incierta idealidad , 
una historia del espíritu , de la conciencia , de la razón , del conocimiento , 
de las ideas o de las opiniones?" . 
Me parece que percibo , e n cambio -y bastante claramente-, las 
peligrosas facilidades que se concederían a la política de la que ustedes 
hablan , si a esta política se le otorgase la garantía de un fundamento 
originario o de una teología trascendental , si gozase de una constante 
metaforización del tiempo por las imágenes de la vida o de los modelos 
del movimiento , si renunciase a la difícil tarea de un análisis general de 
las prácticas , de sus relaciones, de sus transformaciones, para refugiarse 
en una historia global de las totalidades, de las relaciones expresivas , de 
los valores simbólicos y de todas estas significaciones secretas investidas 
en los pensamientos y en las cosas . 
Tienen ustedes el derecho de decirme: "Eso está muy bien: las opera­
ciones críticas que usted hace no son tan condenables como podría parecerlo a 
primera vista. Pero, ¿cómo puede concernir a la política, e inscribirse entre los 
problemas que hoy son los suyos, este trabajo de termita sobre el nacimiento de 
la filología, de la anatomía patológica? Hubo un tiempo en que los filósofos no se 
consagraban con un celo tan grande a la polvareda del archivo . . . ". A lo que yo 
respondería , más o menos : "Existe actualmente un problema que no deja 
de tener importancia para la práctica política : el del status, las condiciones 
del ejercicio , el funcionamiento y la institucionalización de los discursos 
científicos . He aquí aquello de lo que he emprendido el análisis histórico , 
escogiendo los discursos que tienen, no la estructura epistemológica más 
fuerte (matemáticas o física) , sino el campo de positividad más denso y 
complejo (medicina , economía , ciencias humanas)". 
Veamos un ejemplo sencillo : la formación del discurso clínico que 
caracterizó la medicina desde principios del siglo XIX hasta nuestros días , 
o casi . Lo he escogido porque se trata de un hecho históricamente muy 
determinado y porque no se le puede remitir a ninguna otra instaura­
ción más originaria; porque sería una gran ligereza denunciar en él una 
39 
Michel Foucault 
"pseudociencia" , y sobre todo , porque es fácil entender "intuitivamente" 
la relación existente entre esta mutación científica y un cierto número de 
acontecimientos políticos precisos : los que se agrupan -incluso a escala 
europea- bajo el título de Revolución Francesa . El problema es dar a 
esta relación, aún confusa , un contenido analítico. 
Primera hipótesis: Sería la conciencia de los hombres la que se habría 
modificado (bajo el efecto de los cambios económicos, sociales y políti­
cos) y su percepción de la enfermedad se habría encontrado alterada por 
este mismo hecho : los hombres habrían reconocido en la enfermedad 
consecuencias políticas (malestar, descontento , revueltas en las pobla­
ciones cuya salud es deficiente) , habrían advertido de las implicaciones 
económicas (deseo de los patronos de disponer de una mano de obra 
sana; deseo de la burguesía en el poder, de transferir al Estado las cargas 
de la asistencia sanitaria) , habrían trasladado a ella su concepción de la 
sociedad (una medicina única , de valor universal , pero con dos campos 
de aplicación distintos: el hospital para las clases pobres; la práctica 
liberal y competitiva para los ricos); habrían transcrito también a ella su 
concepción del mundo (desacralización del cadáver, que ha permitido 
las autopsias; una mayor importancia concedida al cuerpo vivo como 
instrumento de trabajo; preocupación por la salud, que ha reemplaza­
do a la preocupación por la salvación del alma). Muchas de todas estas 
cosas no son falsas , pero , por una parte , no dan cuenta de la formación 
de un discurso científico y, por otra , no han podido producirse , y con 
los efectos que se han podido constatar, más que en la medida en que el 
discurso médico había recibido un nuevo status . 
Segunda hipótesis: Las nociones fundamentales de la medicina clínica 
se derivarían , por transposición , de una práctica política o, al menos , 
de las formas teóricas en las que esta práctica se refleja . Las ideas de 
solidaridad orgánica , de cohesión funcional , de comunicación de los 
tejidos , el abandono del principio clasificatorio en favor de un análisis 
de la totalidad corporal , corresponderían a una práctica política que des­
cubrió, bajo estratificaciones todavía feudales, relaciones sociales de tipo 
funcional o económico. O aún más : no querer ver en las enfermedades 
una gran familia de especies casi botánicas y esforzarse por encontr�r 
en lo patológico su punto de inserción, su mecanismo de desarrollo , su 
causa y, a fin de cuentas , su terapéutica , ¿no correspondería al proyecto , 
en la clase social dominante , de dominar el mundo , no únicamente ya 
40 
Las redes del poder 
por el saber teórico , sino por un conjunto de conocimientos aplicables, 
y a su decisión de no aceptar como naturaleza lo que se le impondría 
como límite o como mal? Tales análisis no parecen tampoco pertinentes, 
porque eluden el problema esencial: ¿cuál debería ser el centro de los 
otros discursos y, de modo general , de las otras prácticas , el modo de 
existencia y de funcionamiento del discurso médico, para que se produ­
jeran tales transposiciones o correspondencias? 
Por esto , desplazaré el punto de ataque en relación a los análisis 
tradicionales . Si hay cierta y efectivamente un vínculo entre la práctica 
política y el discurso médico , me parece que esto no se debe a que 
esta práctica haya cambiado primero la conciencia de los hombres, 
su manera de percibir las cosas o de concebir el mundo , y después, 
finalmente , la forma de su conocimiento y el contenido de su saber; 
ni es tampoco porque esta práctica se haya reflej ado, en primer lugar, 
de un modo más o menos claro y sistemático , en los conceptos , las 
nociones y los temas que han sido importados en medicina a con­
tinuación , sino que , de una manera mucho más directa , la práctica 
política ha transformado, no el sentido ni la forma del discurso , sino 
sus condiciones de aparición , de inserción y de funcionamiento ; la 
práctica política ha transformado el modo de existencia del discurso 
médico . Y esto ha ocurrido gracias a un cierto número de operaciones 
que han sido descritas en otra parte y que resumo aquí: nuevos crite­
rios para designar a los que reciben , según los estatutos , el derecho 
de emitir un discurso médico ; nuevo "recorte" del objeto médico a 
partir de la aplicación de otra escala de observación que se superpone 
a la primera sin anularla (la enfermedad observada estadísticamente a 
nivel de una población); nuevo status de la asistencia , que crea un es­
pacio hospitalario de observación y de intervenciónmédicas (espacio 
que , por otra parte , está organizado según un principio económico , 
puesto que el enfermo, que s e beneficie d e los cuidados, debe retri­
buirlos con la lección médica que proporciona : paga el derecho a ser 
atendido con la obligación de ser observado , y esto incluida hasta 
su propia muerte); nuevo modo de anotación , de conservación , de 
acumulación , de difusión y de enseñanza del discurso médico (que 
no debe manifestar ya la experiencia del médico , sino constituir un 
documento sobre la enfermedad); nuevo funcionamiento del discurso 
médico en el sistema de control administrativo y político de la población 
41 
Michel Foucault 
(la sociedad , en tanto que tal , es considerada y "tratada" según las 
categorías de la salud y de lo patológico) . 
Pero aquí es donde el análisis se hace complej o; estas transforma­
ciones que se dan en las condiciones de existencia y de funcionamiento 
del discurso , no "se reflejan" , ni "se traducen" , ni "se expresan" en los 
conceptos, los métodos o los enunciados de la medicina : modifican 
sus reglas de formación. Lo que la práctica política transforma no 
son los "objetos" médicos (es bien evidente que la práctica política 
no transforma a las "especies mórbidas" en " focos perjudiciales") , 
sino e l sistema , que ofrece a l discurso médico u n objeto posible (se 
trata de una población observada y clasificada o de una evolución 
patológica en un individuo , del que se establecen los antecedentes y 
de quien se observan cotidianamente los trastornos o su remisión, o 
de un espacio anatómico autopsiado); lo que ha sido transformado a 
causa de la práctica política , no son los métodos de análisis , sino el 
sistema de su formación (registro administrativo de las enfermedades, 
de las muertes , de sus causas , de las entradas y salidas del hospital , 
constitución de los archivos; relación del personal médico con los 
enfermos en el campo hospitalario); lo que ha sido transformado por 
la práctica política no son los conceptos, sino su sistema de forma­
ción (la sustitución del concepto de sólido por el de "tej ido" no es , 
evidentemente , el resultado de un cambio político , sino que lo que 
la práctica política ha modificado es el sistema de formación de los 
conceptos : la notación intermitente de los efectos de la enfermedad 
y la asignación hipotética de una causa funcional , han podido ser 
sustituidas , gracias a la acción política , por una cuadrícula anatómi­
ca apretada, casi continua, fundamentada en profundidad , y por el 
descubrimiento local de las anomalías , de su campo de dispersión y 
de sus eventuales medios de difusión) . El apresuramiento con el que 
de ordinario se relacionan los contenidos de un discurso científico 
con una práctica política , enmascara , a mi entender, el nivel en el que 
puede ser descrita la articulación en términos precisos . 
Me parece que a partir de un análisis semejante se puede comprender: 
1) Cómo describimos un conjunto de relaciones del que podamos 
seguir detalladamente la subordinación y comprenderla , entre un discur­
so científico y una práctica política . Relaciones indirectas , sin embargo , 
42 
Las redes del poder 
puesto que los enunciados de un discurso científico no pueden ser 
considerados ya como la expresión inmediata de una relación social o 
de una situación económica . 
2) Cómo asignar el papel propio de la práctica política acerca del 
discurso científico . Esta práctica no tiene un papel taumatúrgico , de 
creación, no hace nacer acabadas a las ciencias , sino que transforma 
las condiciones de existencia y los sistemas de funcionamiento del 
discurso . Estas transformaciones no son arbitrarias ni "libres": operan 
en un dominio que tiene su configuración y que , consecuentemen­
te , no ofrece posibilidades indefinidas de modificación . La práctica 
política no reduce a la nada la consistencia del campo discursivo en 
el que opera . 
Esta práctica no tiene tampoco un papel de crítica universal . No se 
puede juzgar, en nombre de una práctica política , la cientificidad de 
una ciencia (a menos que ésta pretenda ser, de una u otra forma, una 
teoría de la política) . Pero en nombre de una práctica política podemos , 
sin embargo, replantear el modo de existencia y de funcionamiento de 
una ciencia . 
3) Cómo pueden articularse las relaciones entre una práctica política 
y un campo discursivo con sus relaciones en otro orden. Así , la medi­
cina a principios del siglo x1x, estaba vinculada a la vez a una práctica 
política (tal como he analizado en El nacimiento de la clínica) y a todo un 
conjunto de modificaciones "interdiscursivas" que se habían producido 
simultáneamente en el conjunto de varias disciplinas (sustitución de un 
análisis del orden y de las características taxonómicas por un análisis de 
las solidaridades , de los funcionamientos , de las series sucesivas , que he 
descrito en Las palabras y las cosas) . 
4) Cómo los fenómenos que se acostumbra a situar en primer plano 
(influencia , comunicación de los modelos , transferencia y metaforización 
de los conceptos) encuentran su condición histórica de posibilidad en 
estas primeras modificaciones: por ejemplo , la importación de concep­
tos biológicos como los de organismo , función , evolución o incluso 
enfermedad , para un análisis de la sociedad, no ha tenido en el siglo 
x1x el papel que hoy se le reconoce (mucho más importante , mucho 
más cargado ideológicamente que las comparaciones "naturalistas" de 
las épocas precedentes) , más que en razón del status dado al discurso 
médico por la práctica política . 
43 
Michel Foucault 
Este ejemplo tan largo ha servido para conseguir solamente una cosa , 
pero una cosa que mantengo : mostrarles en qué sentido lo que intento 
hacer aparecer a través de mi análisis -la positividad de los discursos , 
sus condiciones de existencia , los sistemas que rigen su aparición , su 
funcionamiento y sus transformaciones- puede concernir a la práctica 
política . Mostrarles lo que puede hacer esta práctica . Convencerlos de 
que , esbozando esta teoría del discurso científico , haciéndolo apare­
cer como un conjunto de prácticas regladas que se articulan , de un 
modo analizable , con otras prácticas , no me entretengo simplemente 
volviendo el juego más complicado para algunos espíritus un poco 
vivos , sino que intento definir en qué medida , a qué nivel los discursos 
-y singularmente los discursos científicos- puede ser objeto de una 
práctica política y en qué sistema de dependencia pueden encontrarse 
en relación a ella . 
Permítanme que una vez más los tome como testigos de la pregunta 
que planteo: ¿Acaso no es bien conocida la política que responde en 
términos de pensamiento o de consciencia , en términos de idealidad 
pura o de rasgos psicológicos, cuando se le habla de una práctica , de sus 
condiciones, de sus reglas , de sus transformaciones históricas? ¿Acaso no 
es bien conocida esta política que , desde el siglo x1x, se obstina en no ver 
en el inmenso dominio de la práctica, más que la epifanía de una razón 
triunfante (en la que no hay que descifrar más que el destino histórico­
trascendental de Occidente? Y más exactamente : ¿Acaso la negativa de 
analizar las condiciones de existencia y las reglas de formación de los 
discursos científicos, en lo que éstos tienen de específico y de depen­
diente , no condena a toda política a una elección peligrosa : o bien esta­
blecer, de un modo al que puede llamarse , si se quiere , "tecnocrático" , 
la validez y la eficacia de un discurso científico, sean las que sean las 
condiciones reales de su ejercicio y el conjunto de prácticas con las que 
se articula (instaurado así el discurso científico como regla universal de 
todas las otras prácticas , sin tener en cuenta el hecho de que él mismo 
es una práctica reglada y condicionada) , o bien intervenir directamente 
en el campo discursivo , como si éste no tuviese consistencia propia, 
hacer deél el material bruto de una inquisición psicológica Uuzgando 
recíprocamente lo que se dice y quién lo dice) y practicar la valoración 
simbólica de las nociones (discerniendo en una ciencia los conceptos 
que son "reaccionarios" de los que son "progresistas")? 
44 
Las redes del poder 
Quisiera concluir sometiendo a su juicio algunas hipótesis : 
Una política progresista es una política que reconoce las condi­
ciones históricas y las reglas especificadas de una práctica , allí 
donde otras políticas no reconocen más que necesidades ideales , 
determinaciones unívocas o el libre juego de las iniciativas indi­
viduales . 
Una política progresista es una política que define en una práctica 
las posibilidades de transformación y el juego de dependencias 
entre estas transformaciones, allí donde otras políticas confían en 
la abstracción uniforme del cambio o en la presencia taumatúrgica 
del genio . 
Una política progresista no hace del hombre o de la conciencia 
o del sujeto en general el operador universal de todas las trans­
formaciones: define los planos y las funciones diferentes que los 
sujetos pueden ocupar en un dominio que tiene sus reglas de 
formación. 
Una política progresista no considera que los discursos sean el 
resultado de procesos mudos o la expresión de una conciencia 
silenciosa , sino que -ciencia o literatura , o enunciados religiosos, 
o discursos políticos- forman una práctica que se articula con las 
otras prácticas . 
He aquí el punto donde lo que intento hacer, desde hace diez 
años hasta ahora , se une a la pregunta que me formulan ustedes. 
Debería decir: aquí está el punto en el que su pregunta , en tanto 
que legítima y apropiada , alcanza a mi empresa en su centro . Si 
quisiera volver a dar una formulación a esta empresa -como efecto 
de su pregunta , que no deja de acuciarme-, he aquí poco más o 
menos lo que diría: "Determinar en sus diversas dimensiones lo 
que ha debido ser en Europa , desde el siglo xvn, el modo de exis­
tencia de los discursos, y singularmente de los discursos científicos 
(sus reglas de formación, con sus condiciones, sus dependencias , 
sus transformaciones) , para que se constituya el saber que hoy 
es el nuestro y, de un modo más preciso , el saber que ha tomado 
como dominio este curioso objeto que es el hombre" . 
Sé , casi tanto como cualquier otro , lo que pueden tener de "ingrato" 
-en el sentido del término- semejantes investigaciones. Lo que hay de 
desagradable en tratar los discursos , no a partir de la dulce, muda e íntima 
45 
Michel Foucault 
conciencia que se expresa en ellos , sino a partir de un oscuro conjunto 
de reglas anónimas . Lo que hay de desagradable en hacer aparecer los 
límites y las necesidades de una práctica allí donde estábamos habitua­
dos a ver desplegarse , en una pura transparencia , los juegos del genio 
y de la libertad . Lo que hay de provocador en tratar como un haz de 
transformaciones esta historia de los discursos, que estaba animada hasta 
ahora por las metamorfosis tranquilizadora de la vida o de la continuidad 
intencional de lo vivido. Lo que hay de insoportable , en fin (dado que 
cada uno quiere poner, piensa poner, algo de "sí mismo" en su propio 
discurso, cuando comienza a hablar) , en recortar, analizar, combinar, 
recomponer todos estos textos ahora olvidados, sin que llegue a dibujarse 
nunca el rostro transfigurado del autor: ¡Y bien, qué ! 
Tantas palabras acumuladas , tantas marcas hechas sobre tanto papel 
y ofrecidas a innumerables miradas, un celo tan grande para mantenerlas 
más allá del gesto que las articula , un fervor tan intenso dedicado a con­
servarlas y a inscribirlas en la memoria de los hombres, ¿todo para que 
no quede nada de la pobre mano que las ha trazado, de esta inquietud 
que intentaba apaciguarse en ellas y de esta vida acabada que no tiene , 
desde ahora, nada más que a ellas para sobrevivir? ¿Acaso el discurso, en 
su más profunda determinación, no estaría ya "trazado"? Y su murmullo, 
¿no sería ya el lugar de las inmortalidades sin sustancia? 
¿Habrá que admitir que el tiempo del discurso no es el tiempo de la 
conciencia trasladado a las dimensiones de la historia, o el tiempo de 
la historia presente en la forma de la conciencia? ¿Será necesario que 
suponga que en mi discurso no va mi supervivencia? ¿Y qué , al hablar, 
no conjuro mi muerte , sino que la establezco; o más bien que toda mi 
interioridad queda abolida por mí en esta exterioridad que es tan indi­
ferente a mi vida y tan neutra que no diferencia en absoluto entre mi 
vida y mi muerte? 
Comprendo muy bien la incomodidad de todas estas gentes . Han 
lamentado mucho, sin duda, tener que reconocer que su historia, su 
economía , sus prácticas sociales, la lengua que hablan , la mitología de 
sus antepasados e incluso las fábulas que les narraron durante su infancia , 
obedecen a reglas que no son todas dadas por su conciencia; por otra 
parte , no desean en absoluto que se les desposea, por añadidura, de este 
discurso en el que quieren poder decir, inmediatamente y sin distancia, 
lo que piensan, creen o imaginan; preferirán negar que el discurso sea 
46 
Las redes del poder 
una practica compleja y diferenciada , que obedece a reglas y transfor­
maciones analizables, antes que ser privados de esta tierna certeza , tan 
consoladora, de poder cambiar, si no el mundo, si no la vida, por lo menos 
su "sentido" con la frescura única de una palabra que no vendría sino 
de ellos mismos y permanecería indefinidamente lo más cerca posible 
de la fuente . Tantas cosas se les han escapado ya en su lenguaje , que no 
quieren que se les escape , además, lo que dicen, este pequeño fragmento 
de discurso -palabra o escritura , poco importa- cuya débil e incierta 
existencia debe prolongar su vida más lejos y durante más tiempo . No 
pueden soportar -y se les comprende un poco- oírse decir: el discurso 
no es la vida; su tiempo no es el vuestro , en el discurso no os reconciliáis 
con la muerte; es muy posible que hayáis matado a Dios bajo el peso de 
todo lo que habéis dicho, pero no penséis que hacéis , con todo lo que 
decís , un hombre que vivirá más que él . En cada frase que pronunciáis 
-y muy exactamente en ésta que estáis escribiendo en este instante- os 
empeñáis en responder, después de tantas páginas , a una pregunta por 
la que os habéis sentido personalmente concernidos y vais a firmar este 
texto con vuestro nombre; pero en cada frase reina la ley sin nombre , la 
blanca indiferencia : "¿Qué quién habla?"; ha dicho alguien: "¿qué importa 
quién habla?". 
47 
LAS REDES DEL PODER* 
· El presente es el texto de la conferencia proferida en 1 976 en la Facultad de Filosofía 
de la Universidad de Bahia , Brasil . Publicado en la Revista anarquista Barbarie, N" 4 y 
5 en 1 98 1 -82 , San Salvador de Bahía, Brasil. La traducción del francés al portugués la 
realizó Ubirajara Reboucas, y la traducción del portugués al castellano la hizo Heloisa 
Primavera y fue publicado en la revista Farenheit 450 Nº 1 , Buenos Aires. Diciembre 
de 1 986 (revista publicada por estudiantes de la carrera de Sociología de la UBA) . 
49 
Vamos a intentar hacer un análisis de la noción de poder. Yo no soy el pri­
mero , lejos de ello , que intenta desechar el esquema freudiano que opone 
instinto a represión -instinto y cultura . Toda una escuela de psicoanalistas 
intentó , desde hace decenas de años , modificar, elaborar este esquema 
freudiano de instinto vs . cultura , e instinto vs. represión -me refiero tanto 
a psicoanalistas de lengua inglesa como francesa . Como Melanie Klein, 
Winnicot y Lacan, que intentaron demostrar que la represión, lejos de 
ser un mecanismo secundario , ulterior, tardío , que intentaría controlar 
un juego instintivo dado por la naturaleza , forma parte del mecanismo 
del instinto o, por lo menos , del proceso a través del cual se desenvuelve 
el instinto sexual , se constituye como pulsión 
La noción freudiana de Trieb ' º no debe ser interpretada

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