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ANTONIO JOSE DE SUCRE POLITICO

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ANTONIO JOSÉ DE SUCRE 
Los últimos días de un político por obligación, 
a 190 años de su muerte inútil… 
(Marzo-junio, 1830) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dr. Pedro Guillermo Itriago Camejo 
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas 
Centro de Estudios de Post.Grado 
UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA 
junio, 2020 
 
 
 
2 
 
1.- Prolegómeno indispensable… 
Antonio José de Sucre y Alcalá, General en Jefe del Ejército Libertador de Colombia y Mariscal del 
Ejército Libertador del Perú, según gracia concedida por el Congreso de esa sureña República, en 
virtud del triunfo militar de Ayacucho, hazaña heroica que concediese, como prueba irrefragable 
de su éxito, la libertad a la nación que viese nacer un día al imperio incaico… 
Antonio José de Sucre y Alcalá, militar de carrera a fuer de espada, lanza, plomo y pólvora, desde la 
temprana edad de 15 años. Leal a Simón Bolívar, El Libertador, en todo lugar y todo tiempo, en 
cuanta comisión le otorgase directamente o por mediación del Congreso de Colombia o de su 
Vicepresidente, General Francisco de Paula Santander… 
Antonio José de Sucre y Alcalá, el padre, el esposo, el hijo y el hermano. Un hombre extraño a su 
mundo: cinco hijos distintos en cinco mujeres también y velando con denuedo por todos. El 
hermano, el hijo, el sobrino que no “dió descanso a su brazo, ni reposo a su alma” para velar por 
los intereses y vida material de todos ellos, llevado por un intenso amor de familia, el mismo que 
tanto extrañó toda su vida… 
Antonio José de Sucre y Alcalá, el político por obligación. El hombre que a pesar de haber 
solicitado con reiteración se le relevase de la “función pública”1, nunca recibió respuesta positiva 
en contrario (especialmente y sobre todo de Simón Bolívar), “función pública” a la que, por cierto, 
el mismo Libertador terminase renunciando en momentos postreros. 
Es a este “Sucre, político por obligación” al que nos acercaremos; este a quien observaremos en el 
transcurso de sus últimos días sin gloria, en el camino de un “político por fuerza” lanzado a él por 
su impronta, su eterna lealtad al jefe y el sempiterno compromiso patrio, rumbo a la cima de su 
propio Gólgota. No lo esperó la cruz de madera, más bien la bala traicionera del “miedo-pánico” vil 
de sus enemigos y los de Simón Bolívar. Sí, Simón Bolívar, Libertador, el mismo que habiendo 
luchado denodadamente por la libertad de su Patria del imperio español, se empeñase luego, 
obstinadamente, en la materialización de un proyecto político continental prácticamente 
irrealizable, no obstante el empeño por lo “políticamente correcto” que impregna el discurso 
político sobre el Libertador, en cuanto rincón del orbe se le adore por convicción o conveniencia. 
Las viejas apetencias personales y la avidez de poder; los vicios inveterados que parecen 
perseguirnos en América Hispana desde nuestros inicios como nación independiente, hicieron 
estragos en ambas partes (bolivarianos y su antinomia), lanzándolos a todos, finalmente, a la 
infaustos campos de la guerra civil. Al combate marcharon juntos y en el combate terminaron 
destripándose mutuamente. 
¡Salve Antonio José de Sucre y Alcalá, gloriamos tu nombre y a ti, y de ti, escribimos hoy…! 
 
 
1
 En el examen que hiciese el autor de estas líneas, sobre 225 documentos del General Antonio José de 
Sucre, en la compilación que sobre el particular preparasen la Profesora Inés Quintero y el Profesor Andrés 
Eloy Rivero, bajo la coordinación del Doctor José Luis Salcedo Bastardo, el Mariscal de Ayacucho formula 59 
peticiones expresas para que se le releve de lo que él mismo llama “la función pública” no solo en lo tocante 
a lo administrativo sino en el aspecto más difícil de aquella: el político. 
3 
 
2. Sucre político por obligación: un tema y un método propio… 
Este trabajo se escribe sobre un período histórico determinado y con base a un solo testimonio 
que se cruzará con otros distintos, en otros lugares geográficos, para la precisión de un contexto. 
La argumentación anterior exige seamos más específicos. 
En primer lugar, para precisar el tiempo histórico y los lugares geográficos, tomaremos el período 
que discurre desde el 10 de marzo hasta el 8 de mayo de 1830, período en que el General Antonio 
José de Sucre funge como “comisionado” del Congreso de Bogotá (Simón Bolívar mediante) para 
“entenderse” con los “separatistas venezolanos” quienes han resuelto escindirse de Colombia. 
Hablará el General Sucre por y en su propia “voz”, aquella que surge de sus cartas dirigidas al 
Libertador, relatando el periplo en calidad de lo que ya definimos como “político por obligación” 
(oficio que además detesta) y que obligado por la lealtad hacia su dilecto Jefe, asume como 
“comisión irrecusable”. Siete, cual número cabalístico, serán los documentos examinados; trece, 
cual número de mala suerte, de sino inevitable de “mala fortuna”, los textos seleccionados. 
Sucre “hablará y opinará” desde las ciudades de Táriba, La Grita y Bogotá pero, principalmente, 
desde la Villa del Rosario de Cúcuta, población dónde permanecerá más tiempo y culminará, muy 
desgraciadamente para él, su última “comisión”. Para precisar el contexto, apelaremos a los 
diarios de “otros” quienes no siendo protagonistas y tampoco “propios”, hubiesen conocido de las 
incidencias de tales gestiones, especialmente ubicados físicamente (no necesariamente 
políticamente) en los lares del “separatismo”. Apelaremos especialmente al testimonio de Sir 
Robert Ker Porter, Ministro de la Gran Bretaña en Venezuela, entre los años de 1827 y 1842, quien 
asienta algunas de tales ocurrencias políticas, en su afamado diario diplomático y desde la ciudad 
de Caracas. 
Ambas fuentes, las cartas del “actor principal” y el diario de un “relativamente imparcial” 
observador, gozan de una fortaleza argumental profunda y poco vulnerable respecto del tema: lo 
que allí está escrito, se hizo en su momento bajo la sombra de la privacidad. Ninguno de los 
actores, fuesen principales o secundarios, acaso pensaron entonces que sus papeles y por 
consecuencia sus opiniones plasmadas allí, fuesen algún día del dominio público. Lo que se 
escribió entonces, se hizo desde la secreta e íntima expresión de sus pensamientos y convicciones. 
Y por eso el discurso político de aquellos protagonistas, goza de tanta veracidad: no está mediado 
por la publicidad, ni por el afán egoísta del “quedar en la historia como figurón de primera fila”. 
Vayamos pues a su encuentro. 
 
3.- 1830: annus horribilis. El principio del fin de un “político por obligación”…El padre, el jefe, el 
amigo: el compromiso ineludible. 
Corre el año de 1830. Es aciago para los republicanos bolivarianos. Encendida en guerras civiles, la 
América del Sur que se liberase del imperio español casi totalmente para 1828, se mata ahora 
entre pueblos propios para ver quien domina a quien, virtud de la ambición de los generales 
victoriosos. Desde las costas de Venezuela, hasta los fuegos fatuos del Cabo de Hornos, los 
“Generales de la Patria”, al menos buena parte de aquellos, pugnan por sus espacios de poder y 
los más ambiciosos, lo hacen por fuerza, tras su buena tajada del botín. 
4 
 
Pareciese que algunos dijesen “no luchamos en balde”; si para algunos “el sacrificio por la Patria” 
alcazaba alturas de convicción absoluta, para otros no ascendía de la estatura moral de “un peso 
de plata”. 
“Oro, incienso y mirra” tenían al menos que producirles estas matanzas, cual sangrientas ofrendas 
mágicas reales, en homenaje a un grupo hombres de lances, lanzas y charreteras. “Coronas, cetros 
y mantos reales” esperan otros gamonales, cubiertos de sombreros emplumados y morriones 
enjaezados de tricolores patrios, sobre albos corceles de gloria, con los pueblos sometidos a sus 
pies. Dirían aquellos: ¡Cómo debía de ser, después de tanta lucha y tanta sangre! 
Se matanen Argentina y Chile; se matan los peruanos por recuperar el viejo Alto Perú, con los 
bolivianos que pugnan por mantener su nueva república y, entre ellos mismos, para determinar si 
es Gamarra o La Mar quien se quede como mirandino “Inca” en su propia tierra; lo hacen los 
peruanos con los colombianos, quienes “defienden” a sus “hermanos invadidos”; se aprestan a 
hacerlo “los colombianos de la vieja Nueva Granada” con los que aspiran ser “no colombianos en 
Venezuela”. Y todos los contendientes, absolutamente todos, entre los límites que definen la novel 
Bolivia, así como en Guayaquil, Quito, Bogotá y Caracas como centros de la nueva nación 
americana del sur, se dividen entre “bolivarianos” y “anti-bolivarianos”. Los primeros son llamados 
por los segundos “defensores de la tiranía y el oprobio” mientras los primeros les endilgan a los 
segundos, motes de “sediciosos y separatistas”. 
Atrás quedaron las banderas de la libertad, ondeantes orgullosas al viento; los republicanos 
sueños compartidos, expresados emocionadamente en cada retórica de ocasión y siempre 
tiznados de patetismo épico, estilo que tanto gusta a los actores políticos de ese tiempo, 
especialmente a los “repúblicos tribunos adulantes”; los agasajos de los “pueblos agradecidos a 
sus benefactores”; los fuegos de artificio y los obsequios de “coronas de diamantes”; las “espadas 
de oro y piedras preciosas” ofrecidas y otorgadas por los municipios agradecidos a sus 
libertadores; los bailes rutilantes, con sus respectivos amores subrepticios, bajo las luces 
mortecinas de trémulos candiles y durante el curso de noches de pasión desenfrenada: bien vale 
el pecado si se comete con un soldado vencedor de mil batallas ¿Qué importa alguna sagrada 
virginidad, si se pierde con un apuesto héroe?. Todo, todo esto ha quedado atrás. Son ahora 
“titanes del oprobio”; adalides de una tiranía naciente que pretende sustituir otra ya caída; 
“impostores de la libertad que tratan de imponer un rey por otro” o, en el mejor de los casos, “un 
dictador vitalicio”. Los bolivarianos encarnan el epítome de la traición. ¡Muera Bolívar! ¡Mueran 
sus seguidores!¡Mueran de una vez y para siempre. ¡Viva la nueva libertad…! 
Hartos los unos por conveniencia, otros por convicción y los terceros (la mayoría) por las 
exacciones ejecutadas sobre sus escasas propiedades so pretexto de mantener una guerra que ya 
les es extraña, no quieren saber de Bolívar. Aquel que fuese visto como centinela permanente de 
sus sueños libertarios, ahora es percibido como la encarnación de nuevas cadenas, vendidas con 
artilugios retóricos o cruentas expresiones de terror por sus gamonales en albaceazgo. Parecen 
querer decir de manera general “Ya no te queremos, Bolívar y ya no nos resultan caras tus 
aspiraciones ¡Maldito seas Bolívar, vete de una vez…!” 
Antonio José de Sucre y Alcalá es un bolivariano sin tacha; lo es, además, sin tasa y medida. Lo fue, 
lo es y lo será hasta el último momento de su vida. Ha desempeñado cuanta comisión le ha 
ordenado el Libertador, a lo largo de casi cuatro lustros de servicios a la Patria. 
5 
 
Sin queja, sin exposición estridente de sus amarguras, sus carencias materiales o sus inmensos 
apremios de salud, Sucre siempre ha estado allí. El héroe de Ayacucho, a sus 34 años, es un 
despojo viviente, quien además, en la mayor estrechez económica, trata de cumplir con la última 
comisión asignada: evitar lo inevitable. Viene de Quito hacia Venezuela, a convencer a los 
separatistas de su error. Pero viene convencido de que tal gestión acaso se trate, también, de 
craso error, pero hay que cumplir con Bolívar. Un Bolívar que languidece en Bogotá, enfermo, 
decepcionado y asechado por sus enemigos. “Vámonos, José, esta gente no nos quiere” retumba la 
sentencia en su mente febril agostada por la tisis. 
A este 1830 se enfrentan ambos. Uno, Bolívar, que insiste en su proyecto de mandos hereditarios, 
de Presidentes vitalicios; de federación a medias; de conciliación de intereses inexorablemente 
enfrentados; de Constitución, no importa si ya no es “boliviana”. El otro, Sucre, agobiado por el 
deber por cumplir. Lo motiva y mueve la lealtad al Jefe, que más que Jefe, es amigo y casi un 
padre; sentimientos, sensaciones y emociones que se confrontan con el amor a la esposa, a los 
hijos, a la familia. La única aspiración de Sucre para aquel aciago 1830: acceder definitivamente a 
un espacio para ser Antonio José, Toño, el esposo, el padre, el hermano, el tío afectuoso. Un 
espacio propio para dejar de ser Antonio José de Sucre y Alcalá, General de Colombia, Mariscal de 
Ayacucho y Jefe Supremo- fundador de Bolivia. 
…¡Maldito 1830…Vete de una vez…! 
 
4.- Sucre…El último periplo: convicción, despedida y muerte ¿Para qué?... 
El 10 de marzo de 1830, llegan a la población de la Villa del Rosario de Cúcuta, el señor General 
Antonio José de Sucre y el señor Obispo José María Esteves, alto prelado de la Iglesia en la ciudad 
de Santa Marta. Vienen como “comisionados” del Congreso de Bogotá, más bien del propio Simón 
Bolívar, para “conversar” con el gobierno separatista de Venezuela, a los fines de recoger “sus 
inquietudes” y llevarlas como planteamientos formales al Congreso en Bogotá. Al llegar allí, escribe 
Sucre a “Su Excelencia el General Simón Bolívar, etc.; etc.; etc….” Una misiva breve, donde resalta 
dos aspectos esenciales: 
"Nuestro viaje se embaraza cada día más. Nos han dado en el tránsito bestias tan malas, que 
apenas han hecho cuatro leguas de jornada. En Pamplona dieron al señor Obispo para su silla, una 
mula chúcara que por poco lo mata."
2
 
Sucre manifiesta a Bolívar inequívocamente que, al menos hasta Cúcuta, el viaje ha sido en 
particular “embarazoso”, dejando deslizar en alguna medida que a pesar de sus “altas 
investiduras” desde Pamplona les han empezado a prodigar “malos tratos”: les han dado “bestias 
tan malas” que apenas han hecho “cuatro leguas por jornada”. Si se toma en consideración que 
para ese entonces resultaba difícil que alguien ignorase de quien se trataba el portador de las 
cartas para efectuar requisa de bestias, es bastante probable pensar que estos “malos tratos” 
pudiesen haber sido intencionales, ora por la exacción de las bestias, ora por la exacción ya casi 
 
2
 Sucre, Antonio José; De mi propia mano. Compilación de documentos. Inés Quintero y Andrés 
Eloy Rivero. José Luis Salcedo Bastardo, coordinador. BIBLIOTECA AYACUCHO. Caracas, 1992. 
Pág.394. 
6 
 
permanente, que encarnaban las autoridades militares republicanas. De hecho, la mula dada al 
señor Obispo es tan bravía, que casi le provoca la muerte, acaso en algún despeñadero de aquellos 
que abundaran en tan agreste camino para ese tiempo. 
Desde otro punto de vista y con absoluta franqueza, el General Sucre, desliza su opinión personal 
respecto de aquel viaje y sus posibles resultados. No obstante los obstáculos que hasta ese 
momento han confrontado, dice el Mariscal de Ayacucho: "En fin voy adelante, y a pesar de mis 
pocas esperanzas, me esforzaré cuanto pueda para sacar el mejor provecho a la comisión."
3 
Sigue adelante motivado más por lo que parece ser el compromiso que impone “el deber por 
cumplir”. No obstante “sus pocas esperanzas” pero dotado de su voluntad característica, no deja 
de hacer manifestación expresa de sus posibles esfuerzos para “sacar el mejor provecho a la 
comisión”. El hombre que ha batallado contra la adversidad por diecinueve años, parece estar 
perdiendo las esperanzas; razones no le faltan. Sin embargo, no ceja en su empeño por lograr 
“algo”, suerte de resultado patentizado en “el mejor provecho”, lo que pudiera ratificar, en alguna 
medida, la pérdida de “esas esperanzas”. No es el “gran provecho” ni tampoco la certeza del 
“provecho glorioso” de otros tiempos, es el franco reconocimiento por obtener “el mejor de los 
provechos” desde la perspectiva de la desesperanza. Havisto mucho Sucre sobre estos 
particulares desde Ayacucho, pero específicamente, desde su experiencia como Jefe Supremo en 
Bolivia. Ya sabe del “poder de las apetencias” y de “las apetencias por el poder”. 
El 14 del mismo mes, ya en Venezuela, han alcanzado las alturas de Táriba. Una misiva de más 
larga extensión es enviada desde allí por Sucre a Bolívar. Resaltan de ese documento tres textos 
esenciales. En el primero de ellos hace saber el prócer cumanés: 
"…al amanecer de hoy nos ha venido una intimación para que no pasemos adelante. La intimación 
viene desde Valencia, y la transmite el general Piñango. De todo damos hoy cuenta al Congreso por 
un extraordinario, y Ud. será enterado allá de todo, pues no hay tiempo de repetir."
4
 
No los van dejar pasar. El General Judas Tadeo Piñango los ha intimado a retirarse mediante orden 
emitida desde Valencia. Sucre informa de esta situación al Libertador y manifiesta lo hará saber al 
Congreso. Por ahora las más íntimas sospechas del Mariscal, parecen estarse cumpliendo: estos 
esfuerzos serán inútiles. Sin embargo, en el próximo texto es más explícito; manifiesta su voluntad 
indeclinable y al propio tiempo hace interesantes señalamientos: 
"Nosotros hemos resuelto, sin embargo, continuar; pero es sólo por cumplimiento, pues estamos 
ciertos que de La Grita nos hacen retroceder. (…)…no quiere Páez que vaya la comisión, es porque 
soy yo uno de los comisionados. Dicen que él cree que si yo voy le haré mal; y aún tiene (dicen) la 
simpleza de temer que me darán votos. Supongo que todas estas serán sospechas de las gentes, 
pues no es probable que todo esto sea cierto. (…) Lo que sí es, es que no quiere que pase la 
comisión; y por tanto, estaremos esta semana en Cúcuta."
5
 
“Nosotros hemos resuelto continuar” con este acto de habla el prócer cumanés pone de 
manifiesto un rasgo de carácter que le ha permitido sobrevivir todos estos años: a pesar de la 
 
3
 Op.Cit…Pág…394. 
4 Sucre…Idem.…Pág. 394 
5 Sucre…Ibíd.…Pág. 394 
7 
 
adversidad, seguiremos adelante. Y señala al responsable verdadero de las intimaciones: “No 
quiere Páez que vaya la comisión…”, en apariencia, para él, porque hace parte de la comitiva y le 
dicen que si pasa, el Centauro de los Llanos tiene la convicción de que Sucre “le hará mal” e 
incluso “tiene la simpleza de temer” de que le “darán votos” al héroe de Ayacucho. Sin embargo, 
Sucre no da pábulo a rumores y manifiesta que “no es probable que todo esto sea cierto”. Y parece 
tener razón. Apelando a otro testigo, lejos de él y en otro lugar, Sir Robert Ker Porter, 
concretamente en Caracas, hace saber en su diario que Páez le ha dicho haber recibido, muchos 
meses atrás, correspondencia secreta del Libertador donde este le propone un plan monárquico y 
la consulta al pueblo para su aprobación6, pero que: 
“No obstante, si la voz del pueblo se declaraba opuesta al proyecto, Bolívar sugería que Colombia 
se divida en tres secciones, cada una de ellas con un presidente propio así como una legislatura 
distinta, pero que él sea investido del mando permanente de sus tres ejércitos consolidados, con el 
título y atributos de generalísimo. A todo esto el general Páez respondió a S.E con su acostumbrada 
firmeza y franqueza, junto con sentimientos amistosos, desaprobando in toto el plan de monarquía 
y el de generalato absoluto.”7 
De manera que de ser ciertas las reservas de Páez, la visita de los comisionados para los 
separatistas, acaso no pudiera ser otra cosa sino que plantear una de las dos opciones, que desde 
noviembre de 1829 se habían hecho públicas y había dado como resultado la Asamblea de Caracas 
en noviembre y la de Valencia en diciembre. Ya era público y notorio en Venezuela (al menos en 
las provincias relevantes, por ejemplo, Caracas, Valencia, Cumaná, Barinas, Achaguas y Trujillo) el 
mentado proyecto monárquico y se habían deslindado, desde hacía tiempo y de Bolívar, 
importantes aliados como los Generales Pedro Briceño Méndez y Carlos Soublette, ambos además 
emparentados con el propio Libertador. Acaso sea por estos vientos que Sucre barrunta y afirma 
en un tercer y concluyente párrafo de su carta del 14 de marzo: 
"…declaro que yo no insistiré ni haré muchas diligencias por pasar, pues no tengo esperanzas de 
nada útil. Acaba de llegar el señor Miranda, que fue a La Grita mandado por nosotros de Mérida, y 
no han querido dejarlo pasar. (…) Supongo que en todo el mes se acabará la Constitución. Lo 
celebraré, y con eso no pararé en Bogotá, sino que seguiré al Sur inmediatamente."
8
 
Con la misma voluntad que mostrase para seguir, le dice a Bolívar que “…yo no insistiré ni haré 
muchas diligencias en pasar…” porque definitivamente “…no tengo esperanzas de nada útil…”. 
 
6
 Existe una versión respecto del “plan monárquico” presentado al Libertador para su 
consideración. Algunos publicistas de 1840, acaso por intereses políticos, colocan tal curso de 
acción en un sector de los mantuanos de Caracas, en cuanto su creación y como mensajero de 
esta facción para su planteamiento a Bolívar, colocan de protagonista a Antonio Leocadio Guzmán. 
En algún momento en la larga y conflictiva relación política y periodística entre Juan Vicente 
González y Antonio Leocadio Guzmán (a quien el primero le arrequintase el mote de “Antonio 
Locario”), González hará uso reiterado de esa acusación, como ejemplo del típico oportunismo de 
Guzmán. 
7 Ker Porter, Sir Robert; Diario de un diplomático en Venezuela. 1828-1842. FUNDACION POLAR. 
Caracas, 1997. Pág.40 
8 Sucre…Ibíd…Pág.395 
 
8 
 
Esta comisión no vale la pena; se está perdiendo el tiempo. Y como Sucre estima (quien sabe si así 
lo esperaba) en apenas un mes “…se acabará la Constitución…” y al fin, sin parar en Bogotá, 
tomará rumbo a su casa, acción premeditada que expresa en un acto de habla concluyente: 
“…seguiré al Sur inmediatamente…” 
El 22 de marzo le envía otra carta al Libertador, esta vez desde la Villa del Rosario de Cúcuta, 
donde han tenido que regresar, procedentes de la población de La Grita, por la intimación que le 
hiciese un cuerpo de tropas acantonadas allí, tal cual lo hubiese supuesto en su carta de ocho días 
antes. En esa epístola, Sucre le anuncia a Bolívar que los separatistas, en cabeza de Páez, han 
designado a tres comisionados para entenderse con ellos y manifiesta de nuevo una petición que, 
desde 1825, ha sido constante en él. Dice el Mariscal allí: 
"Nos hemos vuelto de La Grita porque no nos han dejado pasar; y porque vienen como 
comisionados del general Páez el general Mariño y los señores Tovar y Narvarte a tratar con 
nosotros. (…) Insisto de nuevo en que me releven de esta comisión. Soy el menos a propósito para 
lograr nada útil en estas cuestiones puramente personales. Me conozco y conozco las cosas. Harán 
pues bien en relevarme."
9
 
En Caracas han nombrado a los comisionados. Se trata de del General Santiago Mariño, el Doctor 
Andrés Narvarte y Don Martín Tovar Ponte. Pero Sucre es meridianamente claro en el sentido de 
que le “…releven de esta comisión…”. Conoce a los comisionados; a uno de ellos, en particular, el 
General en Jefe Santiago Mariño, a quien “ventea” desde niño y, precisamente, porque los conoce, 
él se conoce y “…conoce de las cosas…”, no puede salir nada bueno de su gestión. Y una vez más 
insiste: “Harán bien en relevarme…”. Pero, por enésima vez, sus peticiones no son escuchadas. 
En carta que dirige a Su Excelencia el Libertador, el 6 de abril y ya instalado definitivamente en 
Cúcuta mientras espera a los comisionados, hace una premonición e insiste con reiteración en su 
petición de relevo, poniendo de manifiesto sus más caras esperanzas personales, las mismas que 
viene exponiendo con insistencia, como ya dijésemos, por lo menos desde hace un lustro: 
"Veo delante de nosotros todos los peligros y todos los malesde las pasiones exaltadas, y que la 
ambición y las venganzas van desplegarse con todas sus fuerzas. (…) Quiero también excusarme de 
todo lance en que pretenda reducírseme a aceptar puestos que mi corazón repugna, porque él solo 
apetece la vida privada. Demasiados hay que disputan los destinos públicos, los mandos y la 
dirección de los negocios. Yo trato de pertenecer exclusivamente a mi familia. Si se dice que esto es 
egoísmo yo diré mis razones; y por nada quiero que se me confunda entre los pretendientes al 
Gobierno, o mejor dicho entre los que pretenden hacer de la República su despojo."
10
 
Sucre atisba “todos los peligros y todos los males” que se derivan de las “pasiones exaltadas” y de 
la “ambición y las venganzas” que, finalmente, terminarán desplegándose ante ellos “…con todas 
sus fuerzas…” No obstante sus 34 años, son casi veinte conociendo a los personajes que se 
presume se confrontarán y escaldado como ha salido de su experiencia política sureña, sabe 
perfectamente que ocurre cuando la avidez por el poder se despliega en su amplio conjunto; la 
 
9 Sucre…Ibíd…Pág.396 
10 Sucre…Ibid…Pág.397 y 398. 
 
9 
 
aspiración por las luengas “tajadas” de tesoro público; el afán por los privilegios que rodea toda 
intención de hacerse espacios de poder político, desatan las aspiraciones, los deseos de venganza 
y las más intensas y bajas pasiones. Y en tal sentido deja claro que no hará parte de maniobra 
alguna (que en ese entonces suele definirse como “lance”, porque todo “lance” es, por definición, 
confrontación) en que se pretenda, mediante nombramiento de algún alto destino público, 
neutralizar a los muchos “aspirantes” a la función pública que tanto detesta. Ya son “demasiados 
los que disputan los destinos públicos” y Sucre, al definitivo destino que aspira, es al de 
“pertenecer exclusivamente a su familia”. Finalmente, es explícito en afirmar que no quiere que se 
le confunda “…entre los pretendientes al Gobierno…” más aún “…entre los que pretenden hacer de 
la República su despojo”. 
La convicción de patria es también un obstáculo para Sucre, colidiendo definitivamente con la 
comisión que se le ha encargado. Enemigo del “parlamento político” trata de limitar su función a la 
de un mensajero. En una misiva que envía a Simón Bolívar el 15 de abril, es meridiano al afirmar 
que: 
"Yo haré cuanto pueda para que esos señores sigan a Bogotá; más si no lo logro, mandaremos su 
petición, o la llevaré yo mismo. De todos modos yo emprenderé mi marcha al día siguiente de la 
última conferencia, pues ni quiero estar aquí de cuenta de tonto conversando, ni quiero firmar la 
disolución de Colombia."
11
 
Sucre afirma que hará uso de todo su poder de persuasión para que esos mismos comisionados se 
alleguen a Bogotá a cursar sus peticiones y si acaso no quisieran hacerlo, él mismo los llevará en 
pliego, pero que no esperen que permanezca en Cúcuta “…de tonto conversando…” y que mucho 
menos convenga en “…la disolución de Colombia…”. Sucre, otra vez, es meridiano, pareciendo 
querer consignar terminante: “no me pongan a conversar, ni piensen que voy a convenir en la 
disolución de una patria por la que he largado más que el pellejo”. Incauto, Sucre no sabe que no 
habrá tal petición; que los comisionados no tienen intenciones de ir a Bogotá y que la separación, 
a estas alturas, es casi materia decidida; solo falta su ratificación. Decepcionado, aborda un 
segundo tema en la carta, pero, no obstante, se dirige al amigo con la resolución de cumplir con el 
compromiso adquirido. Antonio José de Sucre, corrido en más de una plaza entre “Generales en 
Jefe” (deseosos todos de poder político y material), le dice al que siente y obedece como su único 
e inmediato superior: 
"Me ha dicho Aranda que Ud. está firmemente resuelto a separarse del mando. En consecuencia de 
esto, y sabiendo que los comisionados pretenden que el Congreso admite (admita) la renuncia de 
Ud., he pensado para cuando lo propongan oponerles "que Ud. ni ninguno de los Generales en Jefe 
puedan ser Presidente o Vicepresidente de la República, ni Presidente de ninguno de los Estados (si 
hay federación) a lo menos durante el primer turno en que se establecerán las Constituciones; 
puesto que el abuso que se ha hecho del poder militar, ha producido alarmas y desconfianzas, que 
hacen urgente esa medida". Si se consigue, anularemos algunos peligrosos, pues son muchos 
Generales en Jefe los de las novedades de Venezuela y si no se consigue se verá que ni Ud. ni yo 
pretendemos nada, puesto que en Caracas me consideran muy unido a Ud."
12
 
 
11 Sucre…Ibíd…Pág. 398 y 399. 
12 Sucre…Ibíd…Pág. 398 y 399. 
10 
 
Después que Bolívar lo ha llevado hasta aquel predicamento, el Licenciado Aranda le hace saber 
que el Libertador está “firmemente resuelto a separarse del mando”. ¿Para qué entonces todo 
este esfuerzo? ¿Por qué lo sacan del seno de su familia en Quito? ¿Cuál es la intencionalidad 
detrás de todo esto? No obstante haberlo afirmado (en tanto la inutilidad de la gestión) y haber 
solicitado con reiteración que se le “releve de esta comisión”, Sucre recibe la noticia de que su 
admirado Jefe, mentor y amigo, el promotor de toda esta idea política (sea monarquía o 
generalato o República o parcial Federación o, en cierto sentido, Confederación), está dispuesto a 
renunciar. En vista de esta información, recibida por Sucre de Aranda, el prócer cumanés decide 
que como tal renuncia acaso coincida con lo que traigan como propuesta los comisionados de 
Páez, el piensa asumir con voz propia una posición respecto de aquello y, ante lo inevitable, 
bloquearles el paso a los ambiciosos, especialmente a los “muchos Generales en Jefe” que él 
asume están detrás del poder. 
Y son claros sus objetivos políticos: librar a las nuevas repúblicas del sino militar en su conducción 
“…puesto que el abuso que se ha hecho del poder militar, ha producido alarmas y desconfianzas…”, 
y “anular algunos peligrosos” quienes, dicho sea de paso, quedarán en el anonimato en este 
documento. Finalmente un tercer objetivo que, además de noble, también tiene una 
intencionalidad política: hacer ver que ni él, ni Bolívar, tienen interés alguno en hacerse del poder. 
Una sentencia sin embargo pesa sobre Sucre: en Caracas lo consideran muy unido a Bolívar. 
El 20 de abril una nueva carta es enviada por Sucre a Bolívar. Para esa fecha ya los comisionados 
de Páez han llegado a Cúcuta y se han entrevistado con el Mariscal y el Obispo Esteves. Sucre hace 
saber al Libertador: 
"Llegaron los comisionados de Venezuela el 17, y después de largas y pesadas y molestosas 
discusiones, presentaron ayer sus proposiciones adjuntas en copia. Las hemos contestado a la voz y 
se está haciendo el protocolo, para llevarlo nosotros al Congreso, pues regresaremos pasado 
mañana (…) Respecto de Ud. yo respondí en los términos de la proposición que va en copia, y que 
alarmó a Mariño hasta enfurecerse. La ha tratado de asechanza, de insidia, etc., y se me quiso 
meter miedo para que la recogiera; pero yo insistí en que se insertara al menos en el protocolo que 
debe publicarse y el doctor Tovar se ha alegrado mucho. (…)…soy bien leal en mi amistad, cuando 
se ha tratado de su persona. Estoy cierto que mi proposición va a traerme enemigos, y que van a 
escribir horrores considerándola como un proyecto en acuerdo con Ud., pues así lo han indicado; 
más yo he cumplido con mi conciencia, como patriota y como amigo."
13
 
El 17 de abril, Mariño, Narvarte y Tovar se han hecho presentes en Cúcuta. En lo que parecen 
haber sido para Sucre “largas y pesadas y molestosas discusiones” muy propias de la política pero 
detestadas por el Mariscal, los comisionados de Venezuela han hecho un cuerpo de proposiciones 
que se cursarán a Bogotá en pliego. El regreso de Sucre y el Obispo Esteves se hará el día 22de 
abril. Toda esta comisión ha sido un fracaso. Pero Sucre quiere dejar constancia de su deber como 
militar, subalterno y, sobre todo, leal amigo. Es posible que haya consignado en el protocolo la 
propuesta que anunciase a Bolívar en la carta del 15 de abril y, en tal sentido, entender así el 
enfurecimiento de Mariño, de quien la historia posterior terminará dando cuenta de sus reiteradas 
aspiraciones al mando supremo en Venezuela. Quizás fuese Mariño uno de los “peligrosos” por 
 
 
13
 Sucre…Ibíd…Págs.400. 
11 
 
neutralizar. Pero Sucre, se reitera, como amigo leal, asume el riesgo que su posición podría 
generar, afirmando convencido que su propuesta va a traerle “…enemigos…” y que seguro 
escribirán de él “…horrores…” al considerar los contrarios la proposición expuesta por el héroe de 
Ayacucho, como fruto surgido del “eterno contubernio” entre Sucre y Bolívar, ya que los 
comisionados de Venezuela, en el intento de “meterle miedo”, así lo han insinuado. Al General 
Antonio José de Sucre y Alcalá, su subalterno y afectuoso compañero de infortunios, poco le 
importa, pues ha cumplido con su conciencia "...como patriota y como amigo." 
Parte entonces Sucre de Cúcuta y con destino a Bogotá. Sobre la reunión de ambas comisiones, Sir 
Robert Ker Porter consigna en su diario: 
“Cuando llegó a la sede del gobierno la información de la casi segura separación e independencia 
de Venezuela, el Congreso de Bogotá envió tres comisionados para intentar arreglar las cosas. Se 
nombraron igualmente tres en Venezuela para reunirse con ellos, con las más positivas 
instrucciones de tratar sólo sobre la base del reconocimiento de la separación de Venezuela y su 
independencia como nación. Hasta ahora no se ha sabido nada del asunto; es posible que lo que 
haya retrasado la reunión sea un cambio ocurrido, según se dice, en la forma de pensar de 
Bolívar”14 
Porter habla de “tres comisionados del gobierno de Bogotá” acaso no sabiendo que se habría 
tratado de solo dos. Sin embargo es claro en una información: las tratativas solo tendrían lugar 
sobre la base del reconocimiento de la separación absoluta de Venezuela de Colombia y como 
definitiva nación independiente. Sucre lo había afirmado una y otra vez en sus cartas; sería inútil 
esta comisión a pesar de sus esfuerzos. Seguidamente, Ker Porter hace saber: 
“Ha sucedido un acontecimiento de considerable importancia en Bogotá para fijar el destino de 
Venezuela, y ha sido una revolución similar a la que sucedió en este departamento y que decidió al 
Libertador a abandonar tanto su cargo como el país, pues se fue de la capital (sin duda alguna) el 8 
de mayo con intenciones de embarcarse para Jamaica o Europa, y se han recibido cartas de él, el 
día 11, fechadas en Honda.”15 
La última carta del Mariscal Sucre a Bolívar data, precisamente, del 8 de mayo de 1830. Al inicio de 
la carta el prócer cumanés hace notar que “…al llegar a su casa, Ud. ya se había ido…” y en 
conjunto abigarrado de sentimientos (por cierto, acaso conocido por todos los que nos hemos 
acercado a la vida de Sucre), deja ver el afecto, el cariño y la admiración por el jefe-padre, en una 
última carta. Dice allí Antonio José de Sucre y Alcalá, General de Colombia, Mariscal del Perú, 
Presidente fundador de Bolivia, herido gravemente tras su intento de preservar la integridad de la 
novel república; también lo hace aquel arruinado de Quito, el último comisionado para evitar el 
desplome de una creación política que mostraba el rictus de la muerte, aun dando vagidos de 
nonata: 
"…no son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Ud.; 
Ud. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que 
me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré cualquiera que sea la suerte que 
 
14 Ker Porter….Op.Cit…Pág.411 
15 Ker Porter….Op.Cit…Pág.411 
12 
 
nos quepa, y me lisonjeo que Ud. me conservará siempre en el aprecio que me ha dispensado. (…) 
Adiós, mi General, reciba Ud. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me 
hacen verter la ausencia de Ud. Sea Ud. feliz en todas partes y en todas partes cuente con los 
servicios y con la gratitud de su fiel y más apasionado amigo…"16 
El 4 de junio de 1830 va de regreso a Quito; se encamina esperanzado tras la materialización del 
sueño de su vida, tantas veces postergado: estar con su familia, abrazar a la niña que no conocía 
aún y descansar al fin, luego de casi una veintena de años, de “no dar descanso a su brazo y reposo 
a su alma” para ir tras una patria propia, compartida e independiente. Obtuvo de esa patria gloria, 
sí, pero, acaso, aún más amarguras, desengaños, decepciones y miserias; las líneas previas, 
escritas de su propia mano, en algo lo testimonian. La República de Colombia se escinde 
finalmente y todo aquel postrer esfuerzo, como el mismo lo ha señalado en reiteradas ocasiones, 
termina siendo inútil.17 
A las ocho de la mañana, en un recodo del camino, esas pasiones desenfrenadas de las que 
hablase alguna vez el Gran Mariscal de Ayacucho, empuñan verdaderamente las armas que le dan 
muerte, más allá de los más viles y cobardes autores materiales, marcando el final de treinta y 
cuatro años de vida tumultuosa. 
Antonio José de Sucre y Alcalá solo alcanza a decir “¡Ay, balazo!”. Dos palabras: un solo dolor, la 
última decepción… ¡La absoluta soledad de una muerte impía…! 
 
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. 
KER PORTER, Sir Robert. (1997). Diario de un diplomático británico en Venezuela. Caracas: 
Fundación Polar. 
LANDER. TOMÁS. (1961). La doctrina liberal. Pensamiento político venezolano del siglo XIX. 
Caracas: Presidencia de la República de Venezuela. 
 
16 Sucre…Ibíd…Pág. 401. Las negrillas son nuestras. 
17
 “…Colombia se separa en tres países independientes: Colombia, Ecuador y Venezuela (…) El Congreso de 
Valencia nombra provisionalmente al Gral. Páez Presidente del Estado de Venezuela (…) no permite que la 
delegación de Bogotá pase a Caracas.” Sucre…Ídem…Págs. 475 y 476. Tomás Lander dice respecto de la 
unión de Nueva Granada y Venezuela, impulsada en su momento por el Libertador bajo el nombre de 
Colombia: “La fusión de Venezuela y Nueva Granada en una sola República es el acto más ilegal que hemos 
visto desde el principio de nuestra transformación política. Ella no tuvo otro origen que el de lograr la 
coronación de Bolívar y, por consiguiente, fue éste el único que intrigó y trabajó para conseguirla. Venezuela 
y la Nueva Granada han estado desde entonces en oposición a semejante idea como contraria a su dicha y 
prosperidad futura. Solo por falta de un conocimiento exacto de los sucesos anteriores, o por malicia, o mala 
fe de algunos, es que se puede asegurar que los bogotanos pudieron jamás pensar en igual desatino.” 
Lander, Tomás; La Doctrina Liberal. Pensamiento político venezolano del siglo XIX. PRESIDENCIA DE LA 
REPÚBLICA. Caracas, 1961. Pág.7. 
 
 
 
13 
 
SUCRE, Antonio José. (1980). De mi propia mano. Cartas. Compilación hecha por la Profesora Inés 
Quintero y el Profesor Andrés Eloy Rivero. Coordinador: Dr. José Luis Salcedo Bastardo. Caracas: 
Biblioteca Ayacucho.

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