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Pioneros_Arqueologia_Historica_Argentina

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Anuario de Arqueología
AAccttaass ddeell PPrriimmeerr SSiimmpp
Departamento de Arqueología
Escuela de Antropología
Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Nacional de Rosario
Año 
 
Anuario de Arqueología 
 
 
 
 
ppoossiioo MMaaggiissttrraall DDee AArrqquueeoollooggííaa CCoolloonniiaall 
 
 
 
 
 
 
epartamento de Arqueología 
Escuela de Antropología 
Facultad de Humanidades y Artes 
Universidad Nacional de Rosario 
 
 
Año 3. Número 3. 
2011 
 
 
Irene
Cuadro de texto
 Silvia Cornero e Irene Dosztal
 Compiladoras
 
 
 
 
 
 
Editor responsable: Ana María Rocchietti 
Departamento de Arqueología, Escuela de Antropología, 
Facultad de Humanidades y Artes. Entre Ríos 758. Rosario 
E-mail: anuarioarqueologico@yahoo.com.ar 
Compiladoras: Silvia Cornero e Irene Dosztal “Actas del Primer Simposio de Arqueología Colonial”. Cayastá 2009. 
Secretaria de edición: Fátima Solomita Banfi 
Curadora de edición: Lucrecia Repetto 
Diseño de tapa y diagramación: Mónica Leyría 
Tapa: “Marcas de ganado”. Museo Parque Arqueológico Ruinas de Santa Fe la Vieja 
 
Consejo Editor Anuario de Arqueologia 
David Ávila (UNR) 
Juan Leoni (CONICET, UNR) 
Mónica Valentini (UNR-CEASA) 
Ana María Rocchietti (UNR, CEAH) 
 
Comité Científco 
Leonel Cabrera (FHCE-Uruguay) 
Arno Alvarez Kern (FFCH-PROPRATA-Brasil) 
María Teresa Carrara (UNR-Argentina) 
Nelsys Fusco (CPHAC-Uruguay) 
César Gálvez Mora (INC-UNT-Perú) 
Racso Fernández (GCIAR-Cuba) 
Víctor Piminchumo (INC-Perú) 
Carlos Ceruti (CONICET- MPCNyA-Argentina) 
Eduardo Crivelli (Argentina) 
Mario Consens (CIARU-Uruguay) 
María Luz Endere (INCUAPA- Argentina) 
Alejandro Haber (UNCa-CONICET-Argentina) 
Andrés Laguens (UNC-CONICET Argentina) 
Ruth Poujade (PMJ-CEAH-Argentina) 
Mariano Ramos (CAU-UNLu-Argentina) 
Daniel Schavelzon (CAU-FADU-UBA-Argentina) 
Daniel Loponte (INAPL-CONICET-Argentina) 
 
Comité Científico Simposio Arqueologia Colonial 
 
Nidia Areces (UNR) 
Luis María Calvo (PSFLVC-MESF) 
María Teresa Carrara (UNR) 
Carlos Ceruti (CONICET- MPCNyA) 
Ruth Poujade (PMJ-CEAH) 
Daniel Schavelzon (CAU-FADU-UBA) 
Agradecemos la colaboración del Comité Evaluador de este núme 
 
Nidia Areces 
Luis María Calvo 
Horacio Chiavazza 
Ruth Poujade 
Maria Cecilia Stroppa 
Carlos Ceruti 
Mariano Ramos 
Alicia Tapia 
Ernesto Olmedo 
 
 
 
ANUARIO DE ARQUEOLOGÍA 
Anuario de Arqueología es una publicación anual sobre temas de 
investigación argentina e internacional, tiene orientación científica y sus 
trabajos son sometidos a arbitraje. Su finalidad es ofrecer información 
sobre los avances en este campo disciplinario. 
ISSN 1852-8554 
Arqueología – Reseñas – Comentarios - Reportajes 
Irene
Cuadro de texto
número
 
ÍNDICE 
 
Prólogo 
Compiladoras 
Pág. 11 Empezando por el principio: pioneros en la Arqueología Histórica 
Argentina. 
Ana Igareta y Daniel Schávelzon 
 
Pág. 35 Nuevos avances en el proyecto de localización del primer asentamiento 
español en la cuenca del Río de la Plata (Sancti Spiritus 1527-1529). 
Provincia de Santa Fe. 
Gabriel Cocco, Guillermo A. Frittegotto, Fabián C. Letieri y Ma. Eugenia 
Astiz 
 
Pág. 57 Achiras: una encrucijada de caminos a fines del Siglo XVIII. 
Marcela Tamagnini 
 
Pág. 79 Contacto y colonialismo. Aportes para una discusión crítica en 
Arqueología Histórica. 
Silvana Buscaglia 
 
Pág. 107 Discutiendo marcos de referencia culturalmente específicos en 
zooarqueología histórica. 
María Marschoff, Claudia Bosoni y Laura Starópoli 
 
Pág.133 La cerámica colonial: tipologías y preguntas de investigación. 
María Marschoff y María Ximena Senatore 
 
Pág. 159 ¿Arqueología colonial, de la colonia o del colonialismo? Límites y alcances 
conceptuales. 
Alicia Haydée Tapia 
 
Pág. 171 Pensar los objetos. Problemas y fuentes para el estudio de la cultura 
material en la época colonial. 
Cecilia Moreyra 
 
Pág. 201 Cascabeles coloniales. 
Adrián Ángel Pifferetti 
 
Pág. 229 Bioarqueología dental y aplicaciones terapéuticas en los esqueletos del 
Templo Anglicano de la Alexandra Colony, Siglo XIX, Alejandra, Santa fe. 
Silvia Cornero y Silvia Bidut 
Irene
Cuadro de texto
09
Irene
Cuadro de texto
25
Irene
Cuadro de texto
41
Irene
Cuadro de texto
57
Irene
Cuadro de texto
95
Irene
Cuadro de texto
113
Irene
Cuadro de texto
121
Irene
Cuadro de texto
143
Irene
Cuadro de texto
163
Irene
Cuadro de texto
77
 
 
Pág. 239 Arqueología Histórica en el pueblo de Las Víboras (Colonia, Uruguay). 
Antonio Lezama 
 
Pág. 279 Puesta en escena del pasado: la elaboración de un nuevo guión 
museográfico para el Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja. 
Luis María Calvo, Gabriel Cocco y Paula Busso 
 
Pág. 303 Conservación, registro y difusión del patrimonio arqueológico en Santa Fe 
la Vieja (1573-1660). 
Fabián C. Letieri, Gabriel Cocco, Guillermo A. Frittegotto, Cristina Pasquali, 
Leticia Campagnolo y Carolina Giobergia 
 
Pág. 335 Reducciones de Santa Ana y San Ignacio Miní -apoyatura arqueológica a 
la puesta en valor- 
Ruth Adela Poujade y María Victoria Roca 
 
Pág. 367 El manejo del Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja. 
Luis María Calvo 
 
Pág. 399 Problemas de arqueología colonial. San Bartolomé de los Chaná. 
Reducción y encomienda de Pedro Gómez, vecino de Santa Fe la Vieja, en 
el río Coronda. 
Ana María Rocchietti y Nélida De Grandis 
 
Pág. 439 El patrimonio histórico como recurso cultural: las ruinas jesuíticas 
mocoví de San Francisco Xavier, San Javier. 
Silvia Cornero, Paula del Rio y Martina Pighin 
 
Pág. 451 Ruinas San Serapio en Misiones según viajeros del Siglo XVIII, su 
búsqueda hoy. 
Julio Cesar Cantero y Roque Ceferino Moreira 
 
Pág. 473 Recorrido bibliográfico sobre viviendas de guaraníes en misiones 
jesuíticas. 
María de los Ángeles Segovia 
 
Pág. 493 Rehabilitación y puesta en valor de la torre campanario del antiguo 
Templo Anglicano (1879) de la comunidad de Alejandra, Provincia de 
Santa Fe. 
Lucía Rangone y Carolina Bruno 
Pág. 508 Normas Editoriales 
Irene
Cuadro de texto
171
Irene
Cuadro de texto
201
Irene
Cuadro de texto
219
Irene
Cuadro de texto
245
Irene
Cuadro de texto
269
Irene
Cuadro de texto
293
Irene
Cuadro de texto
325
Irene
Cuadro de texto
335
Irene
Cuadro de texto
351
Irene
Cuadro de texto
367
Irene
Cuadro de texto
378
3| Anuario de Arqueología| 9 
 
EMPEZANDO POR EL PRINCIPIO: PIONEROS EN LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA 
ARGENTINA 
 
Ana Igareta y Daniel Schávelzoni 
 
Pionero: precursor / persona que es la primera en explorar territorio desconocido 
/persona emprendedora que acomete obras atrevidas preparando el camino a otros 
(Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena) 
 
Resumen 
Hablar de arqueología histórica y del universo material del que ésta se ocupa 
implica hablar de su desarrollo como especialidad y del proceso histórico a 
través del cual se insertó en la investigación arqueológica actual. Una revisión 
de los textos que se han ocupado del tema permite observar que la mayoría de 
los autores consideran a la arqueología histórica como una disciplina de 
desarrollo reciente a nivel sudamericano. Si bien coincidimos con la propuesta 
de que la arqueología histórica como especialidad formal tiene algo más de dos 
décadas, creemos posible afirmar que, en tanto actividad enfocada en el 
análisis de un registro singular, es bastante más antigua. El interés de los 
arqueólogos por el pasado histórico se habría desarrollado en simultáneo con 
su interés por la prehistoria, pero ciertos factores contextuales demoraron casi 
un siglo su consolidación como especialidad. El objetivo de esta presentación 
es revisar un pequeño conjunto de trabajos y publicaciones que pueden ser 
considerados como el más temprano antecedente de investigación en el campo 
de la arqueología histórica argentina. No se trata de una revisión exhaustiva, 
sino de un análisis de casos puntuales que pudieran dar cuerpo a esta 
posibilidad, a la vezque contribuyeran a explicar el por qué de tal situación. 
 
Palabras claves: Arqueología histórica, Pioneros siglos XIX y XX 
 
Abstract 
Talking about historical archeology and about the material universe that it 
concerns about involves talking about its development as a specialty and about 
the historical process through which it was inserted in the current 
archaeological research. A review of texts that have addressed the issue allows 
to see that most authors consider the historical archeology as a discipline of 
recent development at the South American level. While we agree with the 
suggestion that historical archeology as a formal specialty has a little more 
than two decades, we may also say that, as an activity focused on the analysis 
 
i Proyecto Desenterrando la historia de la arqueología histórica argentina. Centro de Arqueología 
Urbana - Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, UBA. Argentina. aigareta@gmail.com 
3| Anuario de Arqueología| 10 
of a single record, is much older. The interest of archaeologists in the historical 
past would have developed simultaneously with their interest in prehistory, 
but certain environmental factors delayed nearly a century its consolidation as 
a specialty. The aim of this presentation is to review a small set of papers and 
publications that can be considered as the earliest history of research in the 
field of Argentinean historical archeology. It is not an exhaustive review, but an 
analysis of specific cases that might give substance to this possibility, at the 
time that may help to explain the reason of such a situation. 
 
Keywords: Historical archeology, Pioneers of 19th and 20th century 
 
 
Introducción 
La arqueología del período colonial ha sido una de las piedras 
angulares de la especialidad actualmente conocida como arqueología 
histórica; en Argentina, las investigaciones desarrolladas en Santa Fe la 
Vieja por Agustín Zapata Gollan constituyen un hito ineludible al momento 
de revisar la historia de la disciplina arqueológica. Los trabajos realizados 
en el sitio desde la década de 1940 fueron el primer proyecto arqueológico a 
gran escala realizado en nuestro país cuyo objetivo fue el análisis y 
conservación de un sitio histórico. Vale la pena recordar que la autenticidad 
de las ruinas de la ciudad fundada por Garay debió ser “certificada” por la 
Academia Nacional de la Historia, como paso previo a su declaración como 
Monumento Histórico Nacional en el año 1957. Sus miembros se creyeron 
en la obligación de revisar tanto el hallazgo como la interpretación de 
Zapata Gollan, tal vez por suponer que un arqueólogo no disponía del 
conocimiento necesario para identificar adecuadamente tal evidencia 
histórica. 
La anécdota sirve para ilustrar cómo, en el universo académico de 
mediados del siglo XX, el objeto de estudio de la arqueología y de la historia 
eran percibidos como parte de dos campos de investigación completamente 
diferentes. También puede, en cierta medida, explicar por qué son pocos los 
trabajos dedicados a revisar el desarrollo de la arqueología histórica como 
especialidad en los que se mencionan como antecedentes trabajos 
anteriores al de Zapata Gollan. Por el contrario, muchas de estas revisiones 
ponen énfasis en las investigaciones realizadas en los últimos treinta años y 
en cómo ellas constituyen virtualmente el inicio de la actividad, dada la falta 
3| Anuario de Arqueología| 11 
de verdaderos antecedentes previos: “(…) no disminuye los logros de la 
Arqueología Histórica en nuestros países, si consideramos que su práctica ha 
empezado hace poco tiempo” (Funari 1995/96:1). 
Una nueva revisión de textos y artículos publicados entre 1880 y el 
momento en que se iniciaron los trabajos en Santa Fe la Vieja, nos permitió 
relevar que durante dicho período muchos investigadores llevaron adelante 
trabajos que, por temática y contenido, clasificaríamos en la actualidad como 
“de arqueología histórica”. Tales trabajos fueron pioneros en la especialidad, 
exactamente en el mismo sentido en que lo fueron las investigaciones 
referidas a otras temáticas desarrolladas por personajes actualmente 
considerados como “padres” de la arqueología nacional. En concreto, estos 
abordajes pioneros se ocuparon de un conjunto específico de elementos del 
registro material, analizándolo detalladamente y proponiendo para él 
interpretaciones, cronologías y relaciones con otros elementos del registro 
arqueológico. 
Como ocurre habitualmente en ciencia, la mayor parte de estas 
propuestas tempranas se vieron superadas a posteriori por el desarrollo 
teórico y metodológico propio de la disciplina, si bien ello no resta valor a 
aquellos primeros trabajos. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurrió 
con el estudio de otras temáticas, rápidamente consolidadas como 
especialidad, el temprano interés por el análisis de sitios y problemáticas 
históricas se mantuvo casi como una curiosidad, con mucho de actividad 
práctica y poco de teoría, y sin alcanzar reconocimiento como una 
especialidad formal sino hasta tiempos muy recientes, al punto de que 
muchos recopiladores han coincidido en afirmar que antes no existía. 
En el presente trabajo nos proponemos explorar la hipótesis de que 
el origen de la arqueología histórica en nuestro país, en tanto actividad 
sistemática de análisis de un conjunto singular de restos materiales, se 
remonta a las últimas décadas del siglo XIX y se extiende durante las 
primeras del XX. Para ello presentaremos una síntesis, cronológicamente 
organizada, de trabajos publicados en dicho período y en los que se aborda 
desde diferentes perspectivas el análisis de sitios y materiales históricos. 
Luego, revisaremos muy brevemente el contexto histórico en el que se 
produjo la institucionalización de la arqueología como ciencia e 
3| Anuario de Arqueología| 12 
intentaremos estimar cómo aquel puede haber influido en el posterior 
desarrollo de la arqueología histórica como especialidad. 
 
Casos 
Siendo estrictos con el análisis de las fuentes consultadas resulta 
necesario señalar que probablemente ninguno de los autores citados a 
continuación consideró la posibilidad de que su trabajo perteneciera al 
campo disciplinar específico que actualmente definimos como arqueología 
histórica. Sin embargo –y he aquí el aspecto interesante del asunto- sí 
consideraban que sitios, materiales y problemáticas propios del periodo 
histórico eran tan relevantes para la arqueología nacional como los propios 
de cualquier período anterior. En consecuencia, se dedicaron a su estudio 
con el mismo entusiasmo y las mismas herramientas teórico-metodológicas 
que aplicaban a los sitios prehispánicos; lo que hacían simplemente era –y 
sigue siendo- arqueología. 
Diversos autores coinciden en afirmar que en nuestro país el origen 
de la actual arqueología científica se remonta a las últimas décadas del siglo 
XIX, momento en que se desarrollaron los primeros trabajos del período que 
Fernández denominó “romántico o naturalista” (Fernández, 1972:30). Éste 
se caracterizó por la construcción de interpretaciones sociales complejas 
realizadas con un mínimo andamiaje teórico y basadas en el análisis de 
conjuntos limitados de objetos, y por la noción de escasa profundidad 
temporal atribuida al desarrollo de las culturas nativas. El desarrollo 
posterior de la disciplina llevó al abandono de esta última idea, así como a 
la implementación de técnicas sistemáticas de recolección de restos y de 
datos, a la construcción de tipologías artefactuales y a la elaboración de 
modelos integrales sostenidos por una más refinada estructura teórica. 
Como podrá observarse, desde los primeros trabajos considerados, los 
casos presentados a continuación se inscriben sin discordancias en la línea 
evolutiva seguida desde sus inicios por la disciplina arqueológica. Como 
uno de nosotros ha señalado ya, 
“Es difícil aseverar cuándo nació el interés por investigar losrestos 
culturales del período hispánico, pero de lo que no cabe duda es la 
contemporaneidad entre esta arqueología y la que se preocupaba por 
3| Anuario de Arqueología| 13 
el período prehispánico. Para los pioneros de esta ciencia no hubo en 
realidad grandes diferencias…” (Schávelzon 1992:31). 
 
Una de las más tempranas muestras de interés por el material 
histórico se remonta al año 1877, cuando Inocencio Liberani y Rafael 
Hernández realizaron un detallado trabajo de análisis de las ruinas de 
Fuerte Quemado (provincia de Catamarca). Además de relevar la 
arquitectura del lugar, recolectaron allí material que luego fue trasladado al 
Museo de Ciencias de Tucumán. El objetivo de la intervención fue recuperar 
evidencia que permitiera explicar la historia del sitio, motivo por el cual el 
hallazgo de dos maderos con inscripciones del periodo colonial temprano 
(Liberani y Hernández [1877] 1950) mereció tanta atención como el resto de 
los materiales hallados. 
Otra investigación pionera en explorar el potencial histórico de un 
sitio arqueológico se desarrolló a fines de la década de 1880, cuando 
Samuel Lafone Quevedo, basándose fundamentalmente en el análisis 
documental, propuso que las ruinas ubicadas en las proximidades del río 
Quimivil (provincia de Catamarca) eran las de Londres, un antiguo pueblo 
español fundado en el siglo XVI (1895). En 1900 Hilarión Furque visitó el 
lugar y creyó haber encontrado evidencias contundentes de que de hecho 
“hubo allí una población española, siendo lo más probable que fuese 
abandonada y ocupada después por los indios” (1900: 169). Una década 
después, Carlos Bruch releva nuevamente la arquitectura del sitio y 
sostiene que la evidencia allí disponible no permite decidir si se trata de las 
ruinas de una instalación indígena o de las de un poblado colonial, por lo 
que sugiere la realización de excavaciones y nuevos estudios que posibiliten 
arribar a conclusiones más precisas (1911:165). 
La problemática de la ubicación de las primeras ciudades coloniales 
es un tema que atraerá persistentemente la atención de Lafone Quevedo, 
quien publicará diversos textos destinados a analizar las posibilidades en 
torno al emplazamiento original de El Barco (Lafone Quevedo 1898). 
Un interés semejante se observa en un trabajo de 1903 publicado 
por Juan Bautista Ambrosetti. En este artículo de pocas páginas, el autor 
describe y analiza las características arquitectónicas de un antiguo caserón 
ubicado en el corazón de los Valles Calchaquíes (provincia de Salta), 
3| Anuario de Arqueología| 14 
detallando los cambios sufridos por la construcción a través del tiempo. El 
autor se preocupa tanto por identificar la funcionalidad original de varios 
ambientes de la estructura como por detectar influencias culturales 
puntuales en el desarrollo de ciertos detalles arquitectónicos: “Casi a la 
entrada se halla una [ventana] de estilo morisco (…) Recuerda el sud de 
España y el sedimento árabe que dejaron los famosos civilizadores de 
Andalucía en los conquistadores de América” (Ambrosetti 1903:11). 
Apenas un año después, este investigador volvió a mostrar su interés 
por la problemática de los materiales históricos, al analizar unas pequeñas 
placas cuadradas de bronce y con una cabecita en relieve, que mucho lo 
intrigan por estar presentes en “casi todas las colecciones de objetos 
arqueológicos recogidos en los valles Calchaquíes” (Ambrosetti 1904:310). 
Las placas resultan ser parte del adorno habitual de los estribos utilizados 
por los conquistadores españoles y la identificación de su función y 
procedencia es posible gracias al hallazgo de un estribo completo en el sitio 
Fuerte Quemado. 
Un muy interesante texto de 1906 de Félix Outes es el primero en el 
que pueden apreciarse plenamente algunos de los rasgos que 
caracterizarán a posteriori las investigaciones de arqueología histórica. Se 
trata de un artículo referido a unos cerrillos ubicados en la localidad de 
Pilar, provincia de Buenos Aires, que en un trabajo anterior habían sido 
considerados por el autor como producto de la actividad de grupos 
guaraníes en tiempos prehistóricos. En éste, Outes reconoce como errónea 
tal interpretación, al 
“(…) darme cuenta del craso error en que había incurrido al considerar 
como túmulos aquellos montículos, pues aún se notaba con perfecta 
nitidez los lineamientos generales de una construcción poligonal, 
correspondiente a un pentágono irregular cuyos lados formados por 
terraplenes, relativamente bien conservados, ofrecían en cada vértice 
una eminencia de altura variable. Desde luego, comprendí se trataba 
de los restos de un fortín de las primeras líneas de defensas, 
construidas por los españoles para librarse de los ataques de los 
indígenas y, en verdad no me lo explico, cómo las personas que han 
estado por allí no han observado los detalles característicos que 
permanecen aún intactos.” (Outes 1906:252). 
3| Anuario de Arqueología| 15 
El autor no pudo, en ese momento, intervenir sistemáticamente el 
sitio pero revisó los túmulos y sus alrededores, dando cuenta de la ausencia 
de material asociado a éstos. Luego, llevó adelante una revisión documental 
destinada a obtener precisiones sobre la estructura y origen de los restos, 
con resultados negativos. Pero como parece que nada desanimaba a Outes, 
consideró que la falta de información histórica sobre el sitio podía deberse 
simplemente a que las colecciones del Archivo General de la Nación no se 
encontraban aún adecuadamente clasificadas -el tiempo le daría la razón 
en tal aspecto- y decidió entonces relevar las características de otros fuertes 
bonaerenses con el fin de identificar sus rasgos morfológicos básicos. 
Construyó luego una muy sintética tipología arquitectónica, a partir de la 
cual sólo pudo identificar mínimas semejanzas entre la estructura de Pilar y 
el antiguo fortín de Areco, y concluyó dándose por satisfecho al poder 
establecer que la primera debía ser una obra construida antes del año 
1751. 
También en 1906 la revista PBT publicó una breve noticia en la que 
se daba cuenta del hallazgo, en la provincia de Salta, de los restos de la 
antigua ciudad de Esteco, destruida por un terremoto en 1692. Según se 
consigna en el texto, el señor Emilio Morales, concesionario de una 
explotación minera cercana, halló y excavó por ese entonces las ruinas de 
una antigua ciudad colonial “(…) que ha juzgar por sus proporciones debía 
ser de importancia” (PBT 1906:59) recuperando un nutrido conjunto de 
elementos del interior de las mismas. 
Uno año después, Luis María Torres incluyó –en un texto que 
recopilaba sus trabajos en la cuenca del río Paraná- una sección dedicada 
al Paradero de Gaboto y a los hallazgos realizados en el sitio que éste “… 
eligió como el lugar más apropiado para establecer la primera fundación 
española en territorio argentino” (Torres 1907:108). Torres colecta en el lugar 
varias piezas de cerámica, que identifica como de origen indígena, así como 
algunos fragmentos cuyas características lo llevan a pensar que se trata de 
un tipo nuevo de elemento, ajeno a las tradiciones culturales locales. 
El siguiente hito de interés es un trabajo de 1911 de Salvador 
Debenedetti, en el que el autor detalla la recuperación de “algunos 
fragmentos de laminillas de metal (…) y hermosos collares de cuentas de 
3| Anuario de Arqueología| 16 
vidrio” (1911:6) durante las excavaciones desarrolladas en un sitio con 
múltiples enterratorios en la localidad de Baradero (provincia de Buenos 
Aires). El investigador reconoce con precisión el origen hispánico de las 
cuentas, relacionando su presencia con la de aquellas mencionadas en 
crónicas de la época de la conquista. Asimismo, el análisis de las laminillas 
demostró que las mismas eran placas de latón, aleación desconocida en 
América antes de la conquista, lo que constituye “una prueba más del 
contacto español en este cementerio” (Debenedetti op.cit: 13). Debenedetti 
cruza la información surgidade sus hallazgos con datos extraídos del 
Archivo Parroquial de Baradero a fin de establecer la antigüedad del 
cementerio e intentar identificar a que parcialidad indígena perteneció. 
En 1917 el entonces director del Museo Educacional de Mendoza, 
Carlos Reed, publica un catálogo con el objetivo de dar a conocer los 
materiales que integraban las colecciones antropológicas de la institución. 
En el texto menciona los hallazgos por él realizados en la estancia de Viluco, 
al sur de la provincia, sitio en el que había localizado un cementerio cuyos 
enterratorios incluían como ajuar diversos objetos de hierro -una punta de 
lanza, un clavo, fragmentos de espuelas-, una cucharita de plata de origen 
europeo, y una pequeña medalla de bronce con la imagen de un santo, 
entre otros (Reed 1917). Un par de años después, Eric Boman comentó 
tales hallazgos en una breve comunicación, en la que también dejó de 
manifiesto su intención de profundizar en el conocimiento del yacimiento 
(1919:94) y, apenas unos meses después, publicó los resultados de su 
propio trabajo en Viluco. En este segundo texto, Boman afirmó que la 
presencia de ciertos rasgos morfológicos inusuales en la cerámica del lugar 
–tales como picos en las jarras- debía ser asumida como indicador de 
influencia europea, dado que estas características resultaban ajenas al 
repertorio cerámico sudamericano previo a la conquista. El trabajo incluía 
además una cuidadosa descripción del total de los materiales recuperados 
como parte del ajuar de los entierros por él excavados, incluyendo cuentas 
de vidrio de diversas procedencias (Boman 1920:532). El investigador 
presenta asimismo en el texto una detallada revisión de la información por 
entonces disponible acerca de las cuentas de vidrio europeo encontradas en 
sitios arqueológicos en todo el continente americano, intentando establecer 
3| Anuario de Arqueología| 17 
un esquema general de dispersión. Asimismo, menciona el hallazgo de 
cuentas como un evento recurrente en sitios arqueológicos argentinos y 
avanza en un intento de establecer la antigüedad de las mismas y sus 
posibles procedencias, así como también en la construcción de una primera 
tipología clasificatoria de las mismas. Por otra parte, afirma que el análisis 
de este tipo de objetos es de gran importancia en el estudio del pasado 
indígena y en la elaboración de cronologías relativas para la ocupación de 
ciertos sitios. 
Considerado como un clásico entre los arqueólogos que trabajan en 
el NOA, el texto de 1921 de Salvador Debenedetti referido a la influencia 
hispánica en los cementerios indígenas de Caspinchango (provincia de 
Catamarca) resulta también de enorme interés para nuestra especialidad. 
En dicho artículo, el autor toma información de trabajos previos de Weiser y 
excava él mismo numerosos cementerios indígenas de la región, en los que 
exhuma “(…) objetos pertenecientes a la cultura de los conquistadores” 
(Debenedetti 1921:750). Como parte del trabajo, registra y detalla las 
características estructurales de distintos sepulcros, mencionando además 
la aparición de elementos de origen europeo como parte del ajuar funerario. 
Debenedetti se preocupó por establecer una tipología de las piezas 
cerámicas incluidas en dichos ajuares, atribuyendo ciertas características 
de las mismas a una influencia hispánica tempranamente experimentada 
por los ocupantes de la región. En ese mismo texto el autor llama la 
atención sobre lo curioso que resulta que el material de procedencia 
hispánica recuperado hasta entonces en otros cementerios no haya incluido 
nunca cerámica de origen español, y pasa revista a los por lo menos cinco 
trabajos realizados hasta entonces en sitios con material hispánico. Propone 
utilizar el material hispánico “… como primer punto de referencia y de 
comparación (…) a los efectos de tentar la posición cronológica de las culturas 
que se sucedieron en aquellas comarcas.” (Debenedetti op.cit. 788). 
Dos años después, un nuevo trabajo de Torres vuelve a ocuparse del 
yacimiento de Viluco y de los sitios allí identificados. Torres propuso 
entonces que Viluco era en realidad una localidad arqueológica que 
abarcaba varios yacimientos de características disímiles (Torres 1923:291), 
entre los que se incluía el cementerio del Cerro de la Sepultura. La 
3| Anuario de Arqueología| 18 
excavación de enterratorios permitió la recuperación de huesos humanos 
muy fragmentados, asociados a más de 300 cuentas de vidrio azuladas, 
verdosas y granates y a restos óseos de perro y caballo. El autor señala que, 
además, se desenterraron “…seis láminas u hojas de hierro, dos de cuchillo, 
veinte pequeños fragmentos de bronce, fragmentos de freno de hierro y otros 
restos de difícil determinación.” (Torres op.cit:30), proponiendo como 
conclusión que se trata de un sitio ocupado por indígenas o criollos hacia 
principios del siglo XIX, a diferencia del analizado previamente por Boman, 
el que en su opinión data de la última etapa de la conquista hispánica. 
Como caso final de esta breve revisión, cabe mencionar el trabajo 
publicado en 1937 por Julián Cáceres Freyre en el que analizó la presencia 
hispánica en las ruinas y los materiales del Fuerte del Pantano (provincia de 
La Rioja). Interesantemente, Cáceres Freyre menciona al comienzo de su 
texto que el suyo es en realidad un análisis que continúa el iniciado por 
Boman en 1914, en el que éste había señalado ya la presencia de antiguas 
construcciones hispánicas en el sitio (Cáceres Freyre 1937:105). El autor 
pasa luego revista a los eventos históricamente documentados de la 
fundación de una reducción y de un fuerte o “presidio” en el lugar durante 
el periodo colonial, confrontando tales datos con el registro arquitectónico 
aún en pie, a la vez que da cuenta del hallazgo de diversos objetos de origen 
hispánico y de su relación con el abundante material indígena presente en 
el sitio. Que este texto haya sido publicado en el Tomo I de la flamante 
“Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología” resulta un dato 
significativo para nuestro análisis, ya que pone en evidencia aquello que 
señalábamos al comienzo de esta sección: que los trabajos de arqueología 
enfocados en temáticas históricas, si bien poco visibles, formaron parte de 
la actividad arqueológica en general desde hace mucho más que unas pocas 
décadas. 
 
Discusión 
Si aceptamos que el conjunto de casos antes presentado es una 
muestra representativa de un universo de referencia más numeroso, 
podemos también asumir como válida la primera hipótesis planteada y 
referida al temprano origen de la práctica de la arqueología histórica en 
3| Anuario de Arqueología| 19 
nuestro país. Luego, nos vemos obligados a cuestionarnos ¿por qué si hubo 
investigadores que manifestaron un interés sistemático por el análisis de 
problemáticas históricas desde fines del siglo XIX, tal interés pasó 
inadvertido para los historiadores de la disciplina? 
Madrazo propuso que la definición del campo de trabajo de cualquier 
disciplina científica sólo puede ser entendida en relación con el contexto 
sociocultural en que ésta tuvo lugar, y que dicha vía de análisis permite 
comprender aspectos relevantes de su historia, tales como el énfasis puesto 
en algunos temas y la exclusión de otros (Madrazo 1985:14). En tal sentido, 
es posible especular que la escasa visibilidad que tiene en retrospectiva la 
arqueología histórica del período 1880 -1940 se relaciona con el contexto 
histórico general en el que se produjo la consolidación de la arqueología 
como ciencia académica. 
De acuerdo a lo expuesto por autores que se ocuparon del tema con 
anterioridad, la aparente falta de interés de los arqueólogos por temas 
históricos desde las primeras décadas del siglo XX se habría debido a la 
preeminencia de un modelo naturalista- positivista en la interpretación del 
pasado nacional por sobre otro histórico-filológico al momento de la 
definición del objeto de estudio de la disciplina (Haber 1999).Otros, en 
cambio, lo atribuyeron a la particular coyuntura histórica en que se produjo 
la consolidación de la arqueología como ciencia, una vez concluida la mal 
llamada “conquista del desierto” e iniciado el proceso de arribo de 
inmigrantes europeos (Politis 1992:72). 
“Luego de la gran ola inmigratoria de fines del siglo pasado y 
principios de este [XX] (…) los indígenas habían dejado de ser un 
problema para el Estado que ya controlaba efectivamente el territorio 
(…) El conflicto surgía entonces con las masas obreras integradas por 
inmigrantes y sus hijos, que habían llegado de Europa con ideas 
socialistas y anarquistas. La clase dirigente, preocupada por esto, 
generó un sentimiento nacionalista” (Politis 1992:73). 
 
La construcción del sentimiento nacionalista mencionado por Politis 
se vio incentivada por la exaltación de rasgos de carácter atribuidos, a partir 
de entonces, a grupos indígenas y población criolla, en lo que puede ser 
entendido como una estrategia política destinada a minimizar el reciente 
3| Anuario de Arqueología| 20 
aporte realizado a la identidad social y étnica del país por grupos 
extranjeros. No en vano fue durante la década de 1910 que el “Martín Fierro” 
de José Hernández, editado por primera vez en 1872, fue adoptado como 
obra representativa de la literatura argentina, luego de que Leopoldo 
Lugones lo ensalzara públicamente como el “poema épico de nuestra raza” 
(Serrano Redonnet et al. 1988). Solo una maniobra política semejante 
explica que la aristocracia argentina haya pretendido considerarse a sí 
misma como parte de una “raza” que también integraban grupos que hasta 
poco antes habían sido –y que sin duda seguirían siendo, si bien no 
explícitamente y desde el discurso - marginados sociales. 
En el ámbito de las ciencias, tal coyuntura se materializó en un 
impulso dado desde instituciones del estado a las investigaciones históricas 
y arqueológicas enfocadas en el estudio de las culturas nativas y 
sustentadas por la premisa de que dicho conocimiento contribuiría de modo 
significativo a la construcción de una identidad nacional de genuinas raíces 
americanas. Como resultado de ello, entre 1910 y 1930 se publicaron 
importantes obras de recopilación histórica en las que se incluyó por 
primera vez información arqueológica detallada referida a las poblaciones 
indígenas prehispánicas. Así 
“La Historia de la Nación Argentina continuaba una de las tradiciones 
de la enseñanza de la historia establecida desde los inicios del Siglo 
XX, donde “los aborígenes argentinos” y los resultados de los estudios 
arqueológicos realizados en el territorio nacional, se habían 
equiparado al capítulo inicial de la historia de la Nación.” (Podgorny 
2004:148). 
 
El énfasis puesto en el estudio de la prehistoria aborigen influyó, sin 
lugar a dudas, en el proceso de institucionalización de la actividad 
arqueológica, siendo la creación de centros de investigación dependientes de 
universidades y museos el resultado directo del apoyo oficial dado a la 
misma. La temprana vinculación entre arqueología científica y prehistoria 
impactó en la definición del campo de trabajo de la primera, ya que a partir 
de entonces, arqueología se transformó en sinónimo de estudio de las 
sociedades prehispánicas, y la construcción de interpretaciones referidas a 
su universo material y simbólico fue el objetivo a cumplir por los 
3| Anuario de Arqueología| 21 
arqueólogos. Desde ese momento, la arqueología prehistórica acaparó el 
lugar central en las recién creadas publicaciones especializadas y un 
porcentaje mayoritario de recursos financieros otorgados desde el estado 
para el desarrollo de trabajos arqueológicos, quedando el análisis de otras 
temáticas desplazado a la periferia del interés disciplinar. 
Si bien, como pudimos ver, la escasa atención dispensada a nivel 
institucional a las investigaciones arqueológicas históricas no evitó que 
muchos de los interesados continuaran con el análisis de tales sitios, 
materiales y problemáticas, estimamos que dicha situación sí impactó 
negativamente en ciertos aspectos de su desarrollo como especialidad. Una 
de las consecuencias directas en tal sentido fue la escasez de trabajos de 
recopilación y síntesis, que integraron a nivel regional la información 
arqueológica obtenida en distintos sitios históricos. A diferencia de lo 
ocurrido con los restos prehistóricos, los rasgos de los materiales hallados 
en tales sitios no fueron articulados en tipologías o cronologías que dieran 
cuenta del desarrollo cultural de una determinada área o región. En 
cambio, las interpretaciones propuestas se mantuvieron por lo general 
acotadas a la historia de un único sitio, sin que los conjuntos de datos 
particulares fueran conectados entre sí y/o utilizados para definir las 
características del registro material de un determinado período histórico, en 
una cierta región. Si bien la arqueología científica rápidamente superó la 
construcción de modelos tipológicos como objetivo final de la actividad, el 
valor de este tipo de esquemas como herramienta de clasificación y análisis 
fue –y continúa siendo- enorme, por lo que la temprana carencia de tal 
recurso en el campo de la arqueología histórica dificultó la construcción de 
interpretaciones más amplias. 
Otro efecto relacionado con la falta de estímulo oficial a las 
investigaciones históricas en arqueología fue el quiebre que se generó en la 
construcción de modelos de evolución cultural. La casi total ausencia de 
propuestas que articularan eventos del desarrollo cultural prehispánico con 
hechos del posterior proceso de conquista y colonización ibérica, incluso 
cuando el registro material analizado daba clara cuenta de dicha 
articulación, resulta clara evidencia del mencionado quiebre. Virtualmente 
ninguno de los trabajos producidos en el período comprendido entre 1880 y 
3| Anuario de Arqueología| 22 
1940 propuso una secuencia de ocupación de un sitio o una región que se 
iniciara en tiempos prehispánicos y se extendieran hasta siglos más 
recientes. Por el contrario, la mayor parte de las interpretaciones abordaron 
de modo aislado procesos culturales previos o posteriores a la conquista, 
pero sin reconocer entre ambos momentos ninguna forma de continuidad, 
ni siquiera las mínimas señales que sería esperable observar cuando la 
cultura material de un determinado grupo humano se ve súbitamente 
afectada por la llegada de otro grupo que ocupa su territorio. 
Tanto la falencia de tipologías clasificatorias de materiales históricos 
como la falta de interpretaciones que otorgaran continuidad prehistórica-
histórica a la ocupación de sitios arqueológicos comenzaron a revertirse a 
partir de la década de 1950. Lentamente, gracias al trabajo de diversos 
equipos que continuaron con la exploración de las líneas de investigación 
propuestas por los pioneros y consiguieron superar viejas limitaciones, la 
arqueología histórica alcanzó un grado de madurez teórica y metodológica 
que le permitió insertarse en el cuerpo general de la disciplina. 
Casi cien años después de la realización de los primeros trabajos, la 
arqueología histórica pudo consolidar su identidad como especialidad de la 
disciplina y recuperar la visibilidad institucional que hasta entonces le 
había sido negada. 
 
Últimas consideraciones 
El mencionado impacto que el énfasis indigenista de la arqueología 
argentina de principios del siglo XX tuvo sobre las investigaciones de 
arqueología histórica puede ser considerado como la punta del iceberg de 
un complejo proceso de institucionalización disciplinar, que absorbió y 
reflejó -por así decirlo- las contradicciones del contexto social, histórico y 
político en el que se desarrolló. Es por ello que una revisión de los efectos 
puntuales de dicho proceso en el desarrollo de la arqueología histórica 
resulta de importancia al intentar reconstruir su historia como especialidad 
dentro de la arqueología científica y comprender el por qué de la demoraen 
su reconocimiento como tal. 
Los datos e hipótesis hasta aquí presentados son el resultado de una 
primera etapa de trabajo de una investigación aún en curso y cuyo objetivo 
3| Anuario de Arqueología| 23 
final es analizar y caracterizar el conjunto de eventos que moldearon la 
historia de la arqueología histórica en la República Argentina. Dado que el 
corpus de información que aún resta revisar es considerable, cabe esperar 
que las siguientes etapas de este trabajo permitan obtener datos que 
contribuyan a delinear con mayor precisión la historia y las hipótesis aquí 
planteadas. 
 
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