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CÓMO VACIAR TU MOCHILA EMOCIONAL Recupérate del trauma en mente, emoción y cuerpo Ana Criado Cómo vaciar tu mochila emocional © Ana Criado www.soyanacriado.com Instagram: @soyanacriado Primera edición: agosto, 2022 ISBN papel: 978-84-09-43395-7 ISBN eBook: 978-84-09-43632-3 Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico —incluidas las fotocopias y la difusión a través de Internet— y la distribución de ejemplares de este libro mediante alquiler o préstamos públicos. Para mi niña interna; para mis pacientes y todas las personas que me enseñaron, a través del amor y el dolor, los aprendizajes que plasmo en este libro. Índice Introducción PRIMERA PARTE Detecta tu trauma invisible para vaciar tu mochila emocional El trauma complejo que se torna invisible Recupera tu poder a través de la conciencia SEGUNDA PARTE Entiende tu mente, tu ser mental Desenreda tu ego y vuelve a la mente neutral Conoce cómo funciona la mente en tu cerebro Conoce cómo piensas Desenreda tu ego Higiene mental: entrena tu mente TERCERA PARTE Entiende tus emociones, tu ser emocional Gestiona tus emociones y sana tu niño interior Sentido biológico de las emociones Patrones como adicciones emocionales Proceso emocional: aprender a sentir Tu ser emocional: el niño interior Tu ser emocional: mapea tu niño interior Tu ser emocional: reparentaliza tu niño interior Regulación emocional CUARTA PARTE Entiende tu cuerpo, tu ser somático Libera el estrés y equilibra tu sistema interno Entiende la conexión cuerpo-mente Crea una relación de escucha con tu cuerpo Entrena tu cuerpo para que se relaje Trata a tu cuerpo desde el amor incondicional QUINTA PARTE Crea un estilo de vida consciente Pasa a la acción con hábitos y rutinas El equilibrio implica acción sostenida Valores Hábitos y rutinas Resiliencia Epílogo Bibliografía Introducción Era el primer día de vacaciones de verano. El sol brillaba en todo su esplendor y brindaba un calor muy confortante. Como es habitual en el norte de España en esta época del año, la brisa que corría hacía que la temperatura fuese ideal. Llegamos a la playa: una cala espectacular, que además, no estaba muy concurrida. Me dije: «¡Por fin, tranquilidad!». La foto era perfecta. Aún no sabía que ese día marcaría un antes y un después en mi vida. Nada más poner mis pies en la arena, sin verlo venir, un miedo súbito invadió todo mi cuerpo; no podía respirar y mis extremidades temblaban; ni siquiera podía mantenerme en pie. Mi corazón palpitaba a un ritmo frenético. Mi estómago se descompuso; todo se volvió disperso y lejano, como si yo estuviera fuera de allí. Entonces, decidí tirarme al suelo… Pensé que había llegado mi hora, que iba a morir allí y en ese instante. Lo que sentía era tan intenso que sólo quería escapar de esas sensaciones físicas. Esa fue la primera vez que sentí un ataque de pánico. Algo de mí murió ese día, pero para renacer con más fuerza. Ese día aprendí una gran lección que se quedó tatuada en mí: si no escuchas los susurros de tu cuerpo, él te gritará hasta que lo escuches. Pues bien, mi cuerpo me gritó de manera muy brusca: «¡Despierta!». Fue el principio de mi proceso de sanación personal, de modo que, por fin, tomé decisiones a mi favor, una de las cuales fue terminar una relación tóxica en la que había estado durante años. Emprendí un camino para descifrar las incógnitas que surgían de mi interior y poner las piezas de mi historia juntas. Cada uno de nosotros es un engranaje complejo, fruto de las experiencias tempranas, de las circunstancias en las que ha crecido, del país de origen y de los momentos que lo han marcado emocionalmente. Nuestro mundo interno es un puzle formado por muchas piezas que están dentro de una muñeca rusa: una matrioshka. Cuando destapamos esa matrioshka y nos encontramos un puzle que hay que resolver, nos damos cuenta de que hay otra muñeca rusa dentro, y, a su vez, otro puzle esperando para ser resuelto. Pero sólo podemos llegar a la última muñeca rusa si destapamos una a una las muñecas previas. Esta alegoría representa el proceso de sanación: cada una de las matrioshkas corresponde a un nivel de conciencia, y los puzles que nos encontramos dentro de cada una de ellas simbolizan los desequilibrios de los que nos tenemos que ocupar. Así pues, para poder llegar a la raíz del sufrimiento —trauma original—, es necesario primero pasar por el proceso e integrar cada una de las capas. Normalmente, se busca ayuda psicológica por causa de un síntoma o una circunstancia que incomoda e influye en el bienestar, en el estado de salud mental, pero raramente ese síntoma o esa circunstancia es la raíz del problema. Por esta razón, si se trata el síntoma sin llevar a cabo un proceso profundo de entendimiento, la persona estará continuamente viviendo en un bucle —como una rueda de hámster— en el que no hay evolución y, eventualmente, se volverá a encontrar ese síntoma, porque no ha sido procesado de raíz, sino superficialmente. Volviendo a la alegoría de las muñecas rusas, si la raíz del síntoma se encuentra, digamos, en la tercera muñeca, tienes que procesar dos muñecas previas para tener un conocimiento concreto de lo que te ocurre. Incluso, si decides ir a terapia, el terapeuta puede intuir la raíz del problema, pero tú como paciente no puedes ser forzado a entenderlo antes de que estés preparado para integrar la realidad del desequilibrio, porque probablemente tu nivel de conciencia todavía no está acorde con ese estadio. De esta manera, no es posible llegar a la raíz sin pasar por el proceso, pues la mente cognitiva todavía no está lista para asimilarlo, por lo que el trauma original se mantendrá invisible hasta que tu conciencia pueda verlo. Como ya te habrás dado cuenta, la protagonista de la historia con la que he comenzado soy yo misma, mi yo de hace unos años. Recuerdo que, cuando acudí al psicólogo por primera vez —porque los psicólogos también necesitamos de un psicólogo—, el motivo de la consulta provenía de los problemas en mi relación de pareja de aquel momento. A pesar de todo mi conocimiento adquirido en mis estudios de psicología, me sorprendió cuando el terapeuta me dijo que padecía de dependencia emocional y me recomendó algunas referencias para consultar. Después de atravesar la fase de negación, comprendí claramente que ése era solo uno de mis problemas. Pero, aunque podía reconocer de modo cognitivo que me encontraba en una relación toxica y abusiva que estaba acabando con mi autoestima hasta el punto de sentirme sin ningún valor, todavía no tenía la situación integrada; no podía ver su influencia en mi día a día ni cómo se extendía a otras áreas de mi vida. Era incapaz de comprender profundamente la situación, porque mi nivel de conciencia no estaba preparado. La relación de pareja en la que me encontraba era solo un reflejo de mi desequilibrio interior, con escasez de amor propio y distante a mi autenticidad. A menudo, las relaciones nos hacen de espejo para darnos cuenta de lo que no hemos sanado en nosotros mismos, entendí que esta situación sólo era la punta del iceberg de mi desequilibrio, un detonante: de ningún modo era la raíz del problema. El desequilibrio no provenía del exterior, sino que estaba dentro de mí, y tenía que tomar responsabilidad sin echar balones fuera: era yo quien no me estaba tratando bien; era yo quien estaba decidiendo quedarme en esa relación abusiva. En ese momento, no conocía mi ego, ni a mi niño interior; tampoco sabía que mi cuerpo se encontraba en modalidad de supervivencia constante. En definitiva: no había llegado a la raíz de mi sufrimiento y trataba de sanar mi desequilibrio desde la superficialidad del síntoma, y esto era sólo una tirita. Desde ese estadio en el que me hallaba, no podíaevolucionar, por mucho que quisiera, porque mi ego me estaba autosaboteando: ni siquiera sabía que él vivía dentro de mí, que me controlaba totalmente. En la superficie apenas se veía que me sentía mal, pero lo que había debajo de ese primer nivel de conciencia estaba formado de ansiedad generalizada, estrés y burnout; altibajos emocionales y falta de autoestima; con episodios de ansiedad social, y un sentimiento profundo de soledad. A través de estos síntomas, empecé a descifrar el puzle de mi desequilibrio para llegar a su origen. Entonces, desperté los entes de mi mundo interno: los patrones limitantes de mi pensamiento, mis heridas emocionales, el piloto automático de mi programación neuronal, las máscaras en las que se refugiaba mi personalidad, mis adicciones emocionales, mis patrones de apego relacional, mis traumas somatizados, las anomalías de mi sistema nervioso alimentado de estrés y caos... El siguiente libro es la hoja de ruta que yo hubiera necesitado cuando acudí a terapia años atrás y no encontré. Es una metodología diseñada para ayudarte a identificar tu trauma invisible original y sanar los desequilibrios de raíz, que, si bien apenas surgió como iniciación a mi camino de autodescubrimiento, con el tiempo ha ayudado a mis pacientes a sanarse a sí mismos de manera práctica para que, finalmente, se liberen de su trauma interno al vivir desde el ser y no desde el ego. Si te reconoces en mi testimonio, quiero decirte que no estás roto, sólo estás desconectado. Posiblemente no comprendas completamente lo que te ocurre a nivel profundo, lo que está pasando internamente en ti. La relación cuerpo-mente es un sistema inteligente que se autorregula, es decir, que trata de mantener la homeostasis de tu organismo, de modo que los síntomas tienen que ser entendidos como mensajes que aparecen en una capa consciente y te comunican que existe un desequilibrio interior, que es el causante real. Los síntomas que se manifiestan en la capa consciente te avisan que es momento de ocuparte de ti mismo, de sanar. No corras, ve despacio, que el lugar a donde tienes que llegar es a ti mismo. J. R. JIMÉNEZ Primera parte Detecta tu trauma invisible para vaciar tu mochila emocional El trauma complejo que se torna invisible La mayoría de nosotros cargamos una mochila emocional, fruto de las experiencias de la vida que nos han ocurrido. En esta mochila se van acumulando subconscientemente los procesos emocionales no procesados que causaron un impacto fuerte en ti, lo que provoca que se registren fisiológicamente en tu cuerpo en forma de somatización. Cuando lo que guardas en tu mochila es de carácter traumático, puede tornarse peligroso, porque, si no sacas ese peso de ella, filtras la experiencia vital desde una modalidad de supervivencia en tu organismo, que te sabotea y que te lleva a actuar como autómata: basándote en tu pasado, sin tener un papel totalmente activo en tu propia vida. Esto no te permite gozar de la abundancia de tu ser. ¿Te has preguntado alguna vez por qué siempre terminas en situaciones adversas en tu vida de tipología similar, aunque no quieres ir en esa dirección? Bien, cuando hay fricciones emocionales abiertas las repetimos cíclicamente y estamos destinados a vivir en bucle si no las aligeramos y soltamos ese lastre de nuestro sistema interno. Lo que ocurre es que esta mochila cada vez se vuelve más pesada en función de la edad, porque vamos acumulando más en ella, y lo peligroso es que, si no la vaciamos, y dependiendo de la naturaleza de lo que carguemos en ella, puede convertirse en otros trastornos más complejos. En los últimos años, los trastornos psicológicos han crecido considerablemente: según la Organización Mundial de la Salud, hoy en día más del 10,7 % de la población mundial sufre de algún trastorno psicológico, la ansiedad es el de mayor prevalencia en las personas, seguido de la depresión. Además, la generación en la que nos encontramos no ayuda a esta problemática, pues vivimos en la sociedad de lo inmediato, con poco contacto interpersonal, distraída por la estimulación dopaminérgica a la que estamos expuestos, como los medios o las redes sociales, de modo que mantenerse en bienestar y salud mental llega a ser todo un desafío. La mayoría de mis pacientes acude a terapia por lo que denomino el trauma invisible, pues ellos no saben que ése es su sufrimiento raíz. Éste es el trastorno que me encuentro en mayor medida, ya que, desgraciadamente, una gran mayoría de las personas que me consultan lo hacen por signos de ansiedad y por estados depresivos, dos de los síntomas más recurrentes. La ansiedad se relaciona por un exceso de proyección hacia el futuro y la depresión, a su vez, por un exceso de apego al pasado: ambos estados se distancian de vivir enraizado en el presente. Y esta es la real epidemia, no saber procesar emocionalmente nuestro mundo interior por no tener acceso a este conocimiento. Si bien es cierto que este tipo de trauma no es catalogado como un trastorno en los manuales diagnósticos, quienes lo sufren tienen en común un sentimiento de vacío interno y desconexión de sí mismos, en definitiva: no se sienten felices, aunque aparentemente su vida no está tan mal. La raíz de sus desequilibrios es que su identidad ha sido dañada de alguna manera, y este desajuste se manifiesta subconscientemente en que no se sienten a salvo en su propio cuerpo, razón por la cual utilizan mecanismos de confrontación para proyectar externamente esa desregulación de su estado interno porque no saben cómo procesar esa tensión incómoda a nivel interior; de manera que las somatizan de diferentes formas como la ansiedad, estados depresivos, conductas de autosaboteo, adicciones, problemas de apego, tendencia a la dependencia emocional, altibajos o reactividad emocional, etc. El espectro de síntomas es muy amplío, y varía en función de cada persona, ya que cada uno es un ser único e individual según su particular historia de experiencias de vida que difiere de la de otro ser humano. Tu historia es única, como tu iris y tu ADN, por lo que tu trauma invisible también lo es, y solo tú mismo tienes el poder de descifrarlo. Cuando sufres, quieres aliviar tu dolor en medio de ese colapso emocional, así que, como es normal, buscas ayuda psicológica —o incluso psiquiátrica— u optas por el desarrollo personal, el coaching o la espiritualidad. Aunque estos recursos ayudan, carecen de un enfoque integrativo: unos se basan en datos científicos y empíricos; otros, en teorías transpersonales y ancestrales. Conozco muy bien esa búsqueda desesperante para querer sanarte a ti mismo, de no saber qué hacer para liberarte del peso después de haber probado diferentes enfoques porque vuelves a la misma sensación dolorosa original: lo sé, porque yo he estado ahí. El asunto es que, aunque con aquellos recursos podamos distraer o inhibir algunos síntomas, eventualmente el vacío se vuelve a sentir, porque sigue faltando una pieza. Pero eso se podría tratar con una estructura terapéutica que trabaje integralmente la mente, la emoción y el cuerpo, y que considere al ser humano como un sistema completo que interacciona entre sí; un enfoque que, a diferencia de las tradicionales, vaya a la raíz de las expresiones del síntoma. Al tratar desde la raíz del problema, los síntomas se disipan colateralmente y transcienden a diferentes niveles: cognitivo, emocional y fisiológico. Pues bien, la circunstancia dolorosa o los síntomas que experimentas en tu vida hoy, no son accidentales, sino fruto de un trauma complejo, silencioso e invisible, que se apodera de tu ser y limita tu capacidad de ser feliz, de sentirte relajado, de poder disfrutar de tu existencia. Al día de hoy, la palabra trauma sigue siendo un tabú, pues aún existe cierto miedo colectivo al mencionarse. Cuando algunos de mis pacientes la escuchan, reaccionan inmediatamente con un: «Yo no tengo ningúntrauma». En términos populares, el trauma es entendido como la consecuencia de haber sufrido alguna catástrofe repentina de carácter abrupto a nivel emocional, física o psicológica que desencadena una respuesta de estrés fuerte porque supone un riesgo a la supervivencia de la persona que lo experimenta, como una violación, un conflicto bélico, un secuestro o un accidente trágico. Es una única experiencia que marca un antes y un después en la vida, en la que la mayoría de las veces la víctima es consciente del acontecimiento. Un trauma, normalmente, genera lo que es conocido en psicología como el trastorno de estrés postraumático, en el que la víctima empieza a presentar síntomas posteriores al acontecimiento, como recuerdos intrusivos y recurrentes del suceso, evitación de estímulos que rememoran el trauma, desregulación emocional e hipersensibilidad del estado reactivo de alerta en el sistema nervioso. Los acontecimientos que provocan los traumas han sido identificados y penalizados por la sociedad. Pero no ocurre lo mismo con este tipo de trauma invisible, pues, lamentablemente, los acontecimientos que lo desencadenan son menos llamativos y están más camuflados en las estructuras culturales y también en las generacionales, puesto que incluso pueden formar parte de traumas colectivos. Sin embargo, es terriblemente nocivo para la persona que lo experimenta, porque no sólo lo sufre, sino que puede que ni siquiera sepa que lo sufre, pues, según el marco de referencia, eso es normal; incluso, esta normalización del trauma puede impedir buscar ayuda o querer sanarse a sí mismo. Este trauma más invisible que vamos a desarrollar a lo largo de este libro es conocido en psicología como trauma complejo, para el cual no es necesario haber sido un soldado de guerra, un refugiado o una víctima de violación. La diferencia entre lo que es considerado popularmente trauma versus el trauma complejo es que en la primera es a nivel macro donde se experimenta un suceso trágico con un gran impacto y se es consciente de ello. En cambio, el trauma complejo, es experienciar continuidad de sucesos disfuncionales —quizás de diferente naturaleza— durante un largo período de tiempo, que sería a un nivel de microexperiencias traumáticas continuadas, por lo que pueden llegar a normalizarse para la persona que lo experimenta alterando su autoconcepto, incluso sin que sea consciente de ello. Por lo que el trauma también se puede generar por haber estado expuesto a dinámicas continuadas en tus edades tempranas, como un divorcio tóxico de tus padres que duró años, lleno de rivalidades en los que fuiste coaccionado a posicionarte; o expuesto a un entorno cercano que te hacía el vacío, o donde se respetaba tu autonomía y te veían como una extensión manipulable de ellos, en la que se invalidaban tus propias emociones o te hacían responsable de las de ellos mismos. Los escenarios son casi infinitos. Este tipo de trauma es forjado a fuego lento y de manera silenciosa continuada durante los años de la niñez y adolescencia, se desarrolla en entornos cercanos al niño, por la vivencia de acontecimientos con múltiples estresores que dejan secuela en el sentido de su identidad, estas situaciones pueden ser de diferente naturaleza, desde un término más sutil como experimentar microexperiencias desadaptativas, por ejemplo, condicionamiento de prejuicios o creencias limitantes fruto del transgeneracional de esa familia, hasta otras más extremas: 1) abandono por parte de los cuidadores, tanto físico como que permanezcan emocionalmente ausentes; 2) maltrato y negligencia física por ejemplo, el descuido higiénico o la alimentación inapropiada 3) cualquier tipo de negligencia afectiva en la que surgen microabusos emocionales sostenidos donde no se cubren las necesidades del niño. Por otra parte, también pueden afectar al desarrollo de trauma complejo pasar por experiencias de acoso y discriminación en otros entornos cercanos como en situaciones de bullying en el colegio. Estas conductas, entre otras, crean dinámicas afectivas disfuncionales donde las necesidades del niño no son cubiertas de manera adaptativa. Quizás, a simple vista, las experiencias traumáticas pueden ser aparentemente más leves y no tengan una consecuencia tan fuerte en los niveles de estrés de la persona afectada mirado de una manera aislada, pero, al ser una exposición continuada a estresores, van minando y distorsionando su propio autoconcepto que se expande a todos los niveles de su ser. Este tipo de trauma complejo continuado se experimenta en el entorno cercano, lugar en el cual la persona que los padece integró esas experiencias estresoras, limitantes, negligentes o abusivas como normales, pero que en realidad no lo eran. Sin embargo, lo que se vivió no era sano, sino desadaptativo, por lo que cuando eres adulto acarreas este daño, incluso se puede hacer difícil la detección del mismo, porque no se ha tenido un referente de lo que es saludable emocionalmente, de modo que puede derivar en la negación, en el bloqueo o en la disociación de los eventos. Los efectos perjudiciales del trauma complejo, que se torna invisible, no sólo incluyen los propios del trastorno de estrés postraumático, sino que van más allá, pues al repercutir en el autoconcepto de la persona que lo experimenta se refleja en efectos en su estructura neuroplástica del cerebro, baja autoestima, conductas de aislamiento y disociativas, falta de autenticidad en la personalidad, desregulación emocional con dificultad para gestionar la rabia o la tristeza, apego disfuncional con problemas afectivos en relaciones interpersonales, hiperactividad o hipoactividad como consecuencia del desequilibrio en su sistema nervioso y neurotransmisores necesarios para el bienestar —que aumenta los niveles de cortisol y disminuyen los de serotonina—. Esto puede generar un estado de colapso, en forma de agotamiento y desgaste en el cuerpo que termina por reflejarse en enfermedades de naturaleza autoinmune o cardiovasculares, así como en trastornos psicológicos asociados al déficit de atención e hiperactividad, depresión o ansiedad generalizada. El trauma complejo invisible se mueve en un espectro cuyo daño es de mayor a menor intensidad proporcional a las experiencias vividas en edades tempranas y al soporte emocional recibido del entorno, donde a mayor intensidad más minada esta la identidad del individuo que lo sufre. Y depende de la naturaleza de la negligencia afectiva y/o el tipo de abuso emocional o físico experimentado, donde los cuidadores o el entorno cercano no se mostraron disponibles emocionalmente con conductas tales como: autoritarias, narcisistas, pasivas o todo lo contrario, hiperprotectivas y codependientes con las que proyectan su propio vacío y ansiedad en sus hijos, o incluso podrían sufrir de algún trastorno psicológico aun sin haber llegado a ser diagnosticados. Este tipo de negligencia afectiva se presenta cuando no se responde a las emociones del niño o se invalidan; por ejemplo, se avergüenza al niño, se le insulta, se le humilla, se le manipula, se le ignora, se le compara, cualquier manera en la que el niño se sienta juzgado en su autenticidad que marca una huella subconsciente en su sistema de creencias, en su forma de procesar las emociones y en su manera de sentirlas en el cuerpo. Esta huella permanecerá en su sistema hasta que no se haga consciente y se libere. Cuando eras un niño no tenías recursos para afrontar a nivel emocional estas situaciones, por lo que esa tensión no fue procesada correctamente, lo que hace que a día de hoy todavía se encuentre en ti, si no te has ocupado de sanarlo. Tu trauma complejo invisible está registrado en tu cuerpo y se quedó atrapado en él, alterando el equilibrio homeostático de tu sistema nervioso. Por lo que, si no sacas al consciente lo que hay en tu subconsciente, eres esclavo de él; y vives tu vida desdeahí: reaccionando desde tu desequilibrio que se manifiesta en tu pensamiento autosaboteador, en tus heridas emocionales y en tu estado de hipervigilancia del sistema nervioso, que te dificulta sentir estados de felicidad continuados sino que más bien estás familiarizado con un sentimiento de vacío en tu interior. A través de la vivencia de este tipo de experiencias se integra subconscientemente que el amor y el afecto es algo condicional, por lo que estos niños, que ahora se han convertido en adultos, suelen tener tendencia a vivir la vida filtrando la realidad como una amenaza. Entonces hay una alteración en su sistema interno, donde ya no se vive alineado a la autenticidad del ser, sino desde el miedo a serlo; afectando su manera de pensar, sentir y somatizar en su cuerpo, que se traslada en ansiedad, estrés, estados depresivos, entre otros. Se encuentran anclados en su modalidad de supervivencia, reaccionando y defendiéndose, lo que provoca agotamiento en todo su sistema interno: no viven sino sobreviven. EXPRESIÓN DEL TRAUMA COMPLEJO: LOS TRES TRAUMAS Desde mi perspectiva metodológica, cuando menciono la palabra trauma en este libro me refiero a cualquier situación que provocó un choque emocional con un impacto intenso en ti, si esta tensión disfuncional no fue procesada, digerida y cerrada en su momento, dejó una huella en tu organismo a nivel integral: cognitiva y emocional, que se somatizó fisiológicamente en tu cuerpo ya que ese suceso rompió tu homeostasis interna. Así pues, dada esta desregularización interna, los síntomas se consideran como manifestaciones de un desequilibrio original y profundo. De esta forma, tu situación actual o los síntomas que ahora experimentas no son accidentales, sino fruto de un trauma complejo. Pero el trauma no es el evento que viviste en sí mismo, sino la manera como tu niño o adolescente lo experimentó, como interpretó lo que pasó. Este libro te ayudará a entenderte y a poner las piezas de tu ser juntas para que puedas sanar tu trauma complejo de una manera global en tu sistema. Así pues, la pregunta que te debes hacer no es sobre lo que está mal en ti, sino sobre lo que te pasó, sobre tu historia de vida. El ser humano es demasiado complejo y particular como para etiquetarlo con un simple diagnóstico, tú no estás roto, sólo estás desconectado, o no eres todavía consciente de los factores de tu ser que generan los desequilibrios en forma de síntomas. De esta manera, el enfoque para que sea efectivo liberar ese sufrimiento interno tiene que considerar los tres traumas correspondientes a los tres niveles del ser humano, y cada uno de ellos tiene una voz de expresión diferente que apenas definiré a continuación, pero que desarrollaré en detalle a lo largo del libro. Trauma a nivel cognitivo. Está compuesto por la red de canales neuronales creados por tu condicionamiento limitante en edades tempranas hacia donde se dirige tu atención subconsciente, en otras palabras, tu ego. Es tu filtro mental desde donde juzgas tu entorno y lo que te sucede basado en tu sistema de creencias, que te puede generar actitudes de autosabotaje, pues juega en contra de tu autenticidad, no te permite estar presente y limita tus niveles de conciencia. Trauma a nivel emocional. Adicciones a ciertos estados emocionales que están intrínsicamente relacionados con tus heridas emocionales que siguen latentes en tu ser emocional porque no fueron procesadas, es decir: tienes un niño interior herido. Esto se refleja en problemas de apego y dependencia emocional, lo cual impacta negativamente tus relaciones afectivas, tu amor propio y tu autoestima. Trauma a nivel corporal somatizado. Es la desregulación que sucede en tu nervio vago y tu sistema nervioso, consecuente al estrés postraumático complejo, en la que tu modalidad fisiológica de supervivencia del organismo se mantiene en una respuesta reactiva hipervigilante continuada. Este fenómeno se somatiza manifestándose en desajustes de tus neurotransmisores que te producen ansiedad y estrés permanente, lo cual, a su vez, puede derivar en otros trastornos psicológicos o fisiológicos más graves, como fatiga crónica o síndromes autoinmunes. El trauma complejo invisible es una combinación de estos tres traumas, y sus mecanismos de desregulación emocional o desconexión de tu autenticidad son respuestas aprendidas tatuadas en tu identidad en todos los niveles del ser que se pusieron en marcha años atrás para ayudarte a mimetizarte con el entorno, y así poder sobrevivir, por ejemplo, disociándote de tus sentimientos, porque descubriste que no dejarte sentir era lo que te permitía continuar viviendo. Los síntomas que percibes, como ansiedad, dependencia emocional, depresión, baja autoestima, vincularte en relaciones abusivas o la fatiga crónica son expresiones del trauma complejo que se encuentra en la raíz de tu identidad. Este trauma silencioso, antes de manifestarse en el plano más físico del cuerpo, se pone en acción a nivel emocional y energético somatizándose como es el caso que he citado al principio: un ataque de pánico. SISTEMA INTEGRATIVO: MENTE, EMOCIÓN Y CUERPO Para tratar los problemas mentales, tradicionalmente en un enfoque clínico, los desequilibrios se presentan en el orden cognitivo. Este enfoque es importante: racionalizar, entender y trabajar cognitivamente lo que nos ocurre en la mente puede aportarnos muchas ventajas cuando estamos en un proceso de sanación. Pero sólo con este enfoque no conseguiremos sanar íntegramente y el cambio no será perdurable, porque nos estamos olvidando de los aspectos del ser humano que van más allá del cerebro y la mente, que, si no se incluyen en ese proceso, seguirán permaneciendo dañados. Por lo general, un enfoque de salud psicológica tradicional trata el problema en el paciente, pero no considera al individuo como un ser completo, en el cual la mente y el cuerpo están interconectados. Según este enfoque, a menudo, el problema es el síntoma, que es aparente y exteriorizado, pero, si se trata únicamente esto, la transformación no será duradera, porque el cambio será apenas superficial, ya que el problema no es el síntoma, sino la raíz que causa dicho síntoma; por lo que los residuos del trauma siguen ahí, y vuelven a emerger eventualmente, por lo que hay que procesar las memorias que lo alimentan. La razón por la que el síntoma aparece de nuevo en la superficie, o vuelves una y otra vez al mismo punto inicial sin mejorar, es el mecanismo de supervivencia en tu cerebro que se conecta con tu cuerpo a través de tu sistema nervioso. Este sistema de alarma no funciona con el raciocinio: no lo puedes engañar, pues, aunque niegues la realidad e intentes actuar como si nada pasara, tu cuerpo lo sabe, incluso si lo entiendes cognitivamente. Si no trabajas la somatización de ese trauma anclado en tu cuerpo, éste vuelve a activarse a la más mínima señal de peligro —es decir, de lo que tienes miedo— y te lleva a los viejos patrones de pensamiento recorriendo los mismos canales neuronales, lo cual segrega cantidades desmedidas de cortisol que provocan desregulación emocional, sensaciones físicas desagradables y conductas descontroladas. Entonces, considerar sólo lo cognitivo no es suficiente, porque este mecanismo que se detona en tu organismo abarca aspectos más allá de la mente racional. El método que vas a encontrar en el siguiente libro comienza en el centro del problema para sanar el sistema completo, a diferencia de los enfoques tradicionales que tratan el síntoma sin llegar a la raíz. Aquí se trata la raíz, que revela y transmuta el síntoma. Tus problemas son pequeñas grietas: desconexiones, faltas de integración y de conciencia de lo que está ocurriendo en tu interior. Estas grietas están formadas por creencias profundas que se reflejan en comportamientos —ya sean conscientes o subconscientes— que has aprendido e integrado. Quizás, las creenciaste funcionaron en algún momento de tu vida para garantizar tu supervivencia, pero ahora te impiden avanzar y estar alineado con tu vida, con quien realmente eres. Llegar al origen de tus desequilibrios implica identificar la historia que tu ego te ha contado sobre ti. Esta historia se manifiesta en tus partes cognitiva, emocional y fisiológica somatizada, pues en el cuerpo todo está conectado, y sólo puede ser considerado desde este enfoque global, que es mucho más complejo que la regular etiqueta de enfermedad mental. Este libro es una guía que emplea una perspectiva integrativa para que, por una parte, entiendas lo que te ocurre en términos de mente, emoción y cuerpo; y, por otro lado, pases a la acción de modo práctico y así realmente empieces a sentirte mejor como consecuencia de liberar el trauma complejo que habita en ti. Lo que se comparte en este libro se basa en avances científicos y empíricos asociados a la neuroplasticidad, la neurobiología, la teoría polivagal, la teoría del apego relacional, la inteligencia emocional y la psicología transpersonal. La metodología de la propuesta para el presente libro se fundamenta en un procedimiento que consta de cuatro aspectos que se trabajan simultáneamente durante el proceso de liberación del trauma complejo: 1) aumentar tu nivel de conciencia y realizar un mapeo sobre ti mismo hasta llegar a la raíz, identificando y conociendo las heridas emocionales, los patrones de pensamiento nocivos, las historias limitantes a las que estás apegado y el trauma emocional que has somatizado; 2) el mapeo se debe llevar a cabo mientras trabajas internamente de manera cognitiva y emocional, con el uso de herramientas que procesen lo que has identificado para integrarlo y luego liberarlo; 3) entre tanto, debes otorgarte espacios para relajarte y entrenar de manera experiencial, somática y visceral, con el fin de minimizar las reacciones de alarma; recalibrar tu sistema nervioso para que este se sienta a salvo te ayudará a digerir la posible aflicción generada por las verdades incómodas que se van revelando en el proceso de autodescubrimiento; 4) a la par, vas creando nuevos hábitos de estilo de vida que cambian la manera en que el cerebro organiza la información, actuando contradiciendo al viejo patrón y que te van convirtiendo en la versión que quieres ser de ti mismo, dejando atrás y desaprendiendo lo que te limitaba hasta ahora. Este proceso es paulatino y debe efectuarse conjuntamente: mientras elevas tu conciencia, debes trabajar en tu cuerpo y en tus emociones; cuanta mayor sensación somática de calma adquieres, tanto más adentro de tu herida emocional vas permitiendo ir para que tu sistema no colapse. Lo uno permite la integración de lo otro, para pasar al siguiente nivel de conciencia sobre ti mismo hasta que seas capaz de llegar a adiestrar tu ego, gestionar tus emociones y equilibrar tu sistema nervioso. La mente, las emociones y el cuerpo no actúan por cuenta propia, pues están conectados entre sí, es decir, forman parte de un sistema cuyos componentes interactúan. Además, como la relación mente-cuerpo es bidireccional, te puede brindar la capacidad de influir sobre tu estilo de vida y tus hábitos para sanar tu mente y tu cuerpo. Algunas de las técnicas que se expondrán en el libro son milenarias, se basan en la filosofía oriental y han trascendido a través de los siglos por su sabiduría; y ahora la ciencia está ofreciendo datos empíricos sobre los beneficios de estas prácticas. El vacío que posiblemente sientes es un sentimiento profundo de soledad, no sólo porque no recibiste la protección que necesitabas cuando eras pequeño o adolescente, sino también porque de cierta manera te has abandonado a ti mismo al no enfrentar tu pasado y realizar lo que sea necesario para sanar, por ejemplo, cuando actúas consciente o subconscientemente conforme a lo que los demás quieren y no eres fiel a tu autenticidad, te desconectas de ti, por lo que indirectamente te abandonas a ti mismo. Todos queremos ser felices, pero solo algunos están dispuestos a trabajar como se requiere para conseguirlo. Tu historia de vida fue la que fue y, lamentablemente, no puedes cambiar el pasado. Pero quiero decirte que sí hay solución, aunque no es mágica, pues debes recorrer un proceso para salir de la espiral del trauma, aprender a digerir la incomodidad y no huir de ella, pues si no lo enfrentas, suele expandirse en tu sistema cognitivo, emocional y fisiológico. Los acontecimientos de tu vida te han hecho único: no huyas, abrázalo, porque ese es el camino hacia la liberación del trauma y la consecuente felicidad interna. Esto se consigue mediante un compromiso contigo mismo para enfrentar los miedos y la resistencia de tus viejos hábitos durante tu evolución personal, para lo cual es preciso recurrir a grandes dosis de paciencia durante el recorrido, ya que la sanación no es lineal. Sin embargo, a veces parece que das pasos hacia atrás, por eso necesitas confiar en esta estrategia, aunque por momentos se te haga cuesta arriba. No eres una máquina, ni un robot. Date tiempo para integrar el proceso, sé compasivo con tu vulnerabilidad y trata de disfrutar del viaje, pese a que de vez en cuando te duela: la sanación sólo llega si se atraviesa la herida, de modo que el dolor momentáneo es inevitable para, finalmente, vivir libre de él. Recupera tu poder a través de la conciencia Tu mayor enemigo no está muy lejos de ti, pues lo tienes dentro: es ese crítico interno que suena en tu cabeza y que quizás no le has prestado atención. Cuando vives sin conciencia de esta voz en off saboteadora, estás atrapado cíclicamente desde un piloto automático, supeditado a la historia que él te cuenta. Aquí no eres tan libre como parece, ya que desempeñas un papel pasivo que te lleva subconscientemente por la dictadura que te impone: te obliga a responder ante la vida desde el miedo, pero no desde tu autenticidad. Y a veces eres también influenciado por las creencias inducidas por el sistema generacional en el que vivimos. Este enemigo interno se combate con conciencia, pero, para empezar a vivir en bienestar psicológico del ser, es imprescindible primero efectuar un cambio de perspectiva de dos paradigmas que inconscientemente suelen estar muy arraigados. DESAPRENDE TU IDEA ERRÓNEA DE FELICIDAD Nunca antes, como hasta ahora, ha habido tantas personas que sufren de desequilibrios en su salud mental. El problema radica en que la sociedad actual vive dominada desde la mente y trata de limitar todo comportamiento al cognitivismo, lo cual pasa por un filtro analítico que omite otras dimensiones del ser humano igualmente influyentes como la emocional, la sensitiva, la somática, la intuitiva, la creativa y la energética. La mente es un instrumento del cuerpo, pero ella ha tomado el control, lo cual reduce nuestra percepción de la realidad porque, aunque no hayamos sido entrenados en estar en contacto con tales partes del ser, más allá de la mente, no quiere decir que no existan ni que no nos estén afectando en cada momento, sino que simplemente las ignoramos, lo que crea desconexión. Vivimos en un cuerpo, pero desconocemos lo que ocurre internamente; no sabemos de lo que estamos hechos ni cómo nuestros hábitos intervienen en nuestra salud mental. En los colegios estándar no nos enseñan sobre inteligencia emocional, ni a relacionarnos con nuestro mundo interno o a manejar conflictos, ni en cómo relajar nuestro cuerpo, conectar con la naturaleza o desarrollar la creatividad, a pesar de que estas capacidades podrían mejorar considerablemente nuestra calidad de vida. En contraste, sí debemos aprender matemáticas, física, idiomas, y es necesario capacitarse para «producir» el día de mañana, pero me pregunto si no es aún más significativo aprender a vivir equilibrados emocionalmente y con estabilidad en nuestra salud mental: sería el eslabón principal para poderconstruir desde ahí el resto de nuestra vida futura. De esta manera, si el sistema social no nos ha enseñado, tenemos que aprender por nosotros mismos. Hemos visto recientemente cómo, con la pandemia de COVID-19, el sistema se ha resentido al incrementarse mundialmente los problemas de salud mental, ya que ha sido un gran detonante del desequilibrio subyacente. Con los acontecimientos relacionados con esta enfermedad, hemos estado forzados a estar más tiempo solos, sin poder distraernos tan fácilmente con lo externo; con el aislamiento, hemos sido obligados a permanecer con nosotros mismos sin posibilidad de escapar, así que, para muchos, este mundo interno ha explotado como una patata caliente. La pandemia ha destapado la real epidemia de la sociedad: desconexión con nuestro mundo interno. La sociedad nos educa para mirar hacia fuera; nos distrae, nos aleja de nuestro fuero interno, nos planta semillas subconscientes con el mediático bombardeo subliminal para que confundamos felicidad con placer. En esta dinámica, el placer va ligado a la consecución de cosas externas; es cortoplacista y genera un fenómeno llamado tolerancia, que provoca adicciones con el ciclo dopaminérgico, que se pone en juego en el sistema interno. En definitiva, cada vez necesitamos más de algo para sentirnos bien: más followers, más ropa, más dinero, más de todo. El problema con este efecto de tolerancia es que nunca es suficiente: siempre hay más, lo que provoca que nunca vamos a llegar a sentirnos felices bajo este condicionamiento del ciclo dopaminérgico del placer. Y esto es terrible: de esta manera, estamos destinados a sufrir, porque ¡todos queremos ser felices! Y aquí es donde nacen muchos de los desequilibrios en nuestra salud psicológica formando parte de un trauma colectivo global a nivel social. Pero hay salida. Este sufrimiento es evitable, aplicando un cambio de paradigma en tu idea de felicidad, ya que esta idea influenciada por la sociedad es una falacia sembrada y cultivada en tu ser; no existe, ha sido inventada para que seas conducido hacia el consumismo, lo que te destina al ciclo del sufrimiento interno si no eres consciente de ella. La felicidad no es placer, sino que se trata de efectos diferentes provocados por neurotransmisores diferentes que generan distintas sensaciones y emociones. Entonces, hay que desaprender esa asociación de la felicidad con el placer y, más bien, aprender que la auténtica felicidad es un estado de satisfacción, de equilibrio interno generado principalmente por la serotonina, la cual no se produce por conseguir cosas externas, sino que tiene que ver con la estabilidad de tu mundo interior. Dar más espacio para conocer tu psicología y cultivar un estado de equilibrio interno es tu seguro de vida para permanecer en bienestar con tu salud mental. La evolución se presenta dentro de ti, pero produce una revolución por fuera, para lo cual debes aprender a conectarte con tu interior y, a partir de este estado de conciencia, poder relacionarte con el mundo exterior. DESENGÁNCHATE DE UNA ACTITUD ESTÁTICA A veces, en la psiquiatría más tradicional, se ponen etiquetas de ciertos trastornos mentales en consultas breves donde el contexto de lo que pasa en la psique del paciente puede estar sesgado, ya que el ser humano es mucho más complejo que cumplir un número de síntomas en un momento determinado, con posibilidad de que falten matices en lo que el propio paciente comparte sobre sí mismo, porque a menudo nuestro entendimiento de lo que nos ocurre no es global, sino filtrado por nuestro propio nivel de conciencia, entonces puede ocurrir que el diagnóstico no sea exacto en su totalidad porque el desequilibrio real es más integral. Por lo que puede que se encasillen enfermedades como crónicas e incurables en las que el paciente pierde poder de acción porque asume que su destino es estar dañado y sólo se le da medicación para tratar los síntomas, a menudo esta medida se queda a nivel superficial, sin detectar la raíz del desequilibrio para poder trabajar en sanarla simultáneamente. Entonces, el paciente vive subconscientemente sedado, dormido y, de alguna manera, sin dirección, sólo con capacidad de sobrevivir, mas no de vivir. Y esto es peligroso para la persona diagnosticada porque puede asumir gradualmente —conscientemente o subconscientemente— esa identidad de victimización, de enfermo, de aislado, incluso pudiendo llegar a desarrollar aversión hacia a sí mismo porque ha perdido totalmente la esperanza de un cambio positivo y asume un papel pasivo en su propia vida, sin haber realmente llegado a la raíz de su problema, ni haber tenido la posibilidad de trabajar con herramientas específicas para tratar su desequilibrio: ya que solo se ha dormido el síntoma. Esta perspectiva resta poder de cambio ya que destina a esta condición, pues se quita posibilidad de curación, cuando no se trata la raíz del problema —solo el síntoma—, entonces aceptas que eres un enfermo. Pues bien, no se trata que tu mal carácter o que tu difícil personalidad sea algo innato en ti a lo que estés destinado, sino que estas expresiones te hablan de tu trauma original que causa tu desequilibrio psicológico. Para curarse hay que trabajar en cambiar e ir a la fuente del problema mediante recursos terapéuticos que incluyan todo el ser: mente, emoción y cuerpo, y no sólo medicar el síntoma —aunque también se necesita, según el caso—. Cuando asumes tu parte de las circunstancias en las que te encuentras y te comprometes a la acción sostenida hacia la dirección pertinente, entonces puedes cambiar tu historia, aminorar tus síntomas desde la raíz del desequilibrio, balancear tu salud integral y mejorar tu psique. No hay atajos: tu curación se da si te adueñas de tu historia, te enfrentas a tu herida, cambias tu narrativa a nivel global en tu sistema interno y pasas a la acción de cambiarla. Para ello, eleva la conciencia, explora la causa del desequilibrio o del trastorno, conoce las alternativas de curación y aplica estas herramientas mientras estableces hábitos coherentes a equilibrar tu salud psicológica en una rutina continuada. Cuando amplías la conciencia del problema, dejas de buscar pretextos y empiezas a implicarte activamente: quizás eres tú mismo con tus hábitos el que está influenciando esos desequilibrios. Aunque antes no eras consciente de esto, ahora ya sabes cómo tu comportamiento a nivel mente-emoción-cuerpo interfiere e impacta en tu salud psicológica. La conciencia te da la libertad de elegir sanarte, pero la responsabilidad y el compromiso sostenido con tu proceso de curación hace que apliques esa conciencia de manera práctica, que es lo que te permite sanar. La metodología que desarrolla este libro se centra en que recorras tu propio camino de descubrimiento y que asumas una actitud activa con trabajo interno y con la integración del proceso mediante la experiencia. Desde esta perspectiva, un terapeuta —dado el caso— podrá ayudarte a acelerar el proceso, como una voz de la conciencia externa, con visión de águila del problema con la que te irá guiando. Sin embargo, eres tú el responsable de ejecutar el trabajo de ir armando el puzle en cada una de las muñecas rusas —que comprenderemos como conciencia—; tú eres el único que puede sanarte, pues eres tu propio gurú: nadie más puede hacerlo por ti. Es tu compromiso cambiar la narrativa de indefensión que has creado a partir de tus circunstancias, de la historia de tu ego, de suerte que debes dejar de compadecerte de ti mismo y entender qué tu piloto automático limitante se originó para ayudarte a sobrevivir en tus edades tempranas, pero que ahora es quizás obsoleto, así que es momento de resetearlo con un nuevo contenido adaptativo y potenciador. No estás loco, no estás desquiciado, no estás enfermo, quizás sólo estás perdido, desconectado. Casi todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido alguna crisisen la que tocamos fondo y nos encontramos peleando con la vida. Pero la crisis surge cuando la evolución está lista para empezar a actuar, es su efecto colateral, porque la vieja estructura que teníamos no funciona más, y tenemos que readaptarnos a las nuevas circunstancias. En efecto, diría que las crisis son necesarias y que forman parte intrínseca de la existencia humana, porque la vida está hecha de ciclos que nacen y mueren, y las crisis son las que conectan esos ciclos. Por eso, es importante que, si te encuentras sumergido en un momento de crisis, te fuerces a cambiar de paradigma, a dejar la postura estática en tu propia vida. Debes usar este momento para entonar con una actitud activa, sanarte y resurgir más fuerte que antes; que conviertas esa energía de quejumbre en acción y empoderamiento. Llegar hasta el origen de tu sufrimiento es posiblemente uno de los retos más valientes que superes en tu vida. No obstante, será mucho más fácil justificarte con excusas y optar por una actitud pasiva que trabajar por cambiar; o proyectar tus propios problemas en los demás. Pero, cuanto más pospongas tu responsabilidad de asumir lo que no quieres enfrentar, tanto más harás que la fricción y el dolor crezcan, porque ya están en ti, sólo que los estás evitando. El proceso de resetear tu trauma es exclusivamente apto para personas valientes que deciden desempeñar un papel activo para recorrer el proceso de desaprender lo que les limita y aprender lo que les potencia. No eres un espectador de tu vida, eres un creador: pasa de sobrevivir a vivir de verdad. ¿Preparado para componer el puzle de ti mismo? ¡Empecemos el viaje de vuelta a ti! Segunda parte Entiende tu mente, tu ser mental Desenreda tu ego y vuelve a la mente neutral Conoce cómo funciona la mente en tu cerebro Los seres humanos poseemos una mente con la que vivimos hasta el final de nuestros días, pero no muchas personas se toman el tiempo de entender cómo ésta funciona en su propio cerebro. Comprender lo que pasa en tu interior —es decir, los mecanismos mentales y neuropsicológicos que se ponen en marcha— y aprender a ser consciente de tus pensamientos tiene un impacto muy positivo en tu bienestar integral. El cerebro aloja la mente y es el órgano más poderoso de nuestro cuerpo; es el director de la orquesta de los procesos y sistemas corporales. Tiene el control sobre nosotros y nos domina sin darnos cuenta. Así pues, crear una relación consciente con tu mente significa que recuperes el control y que dejes de ser el esclavo del piloto automático al que te ha sometido. ¿Te has preguntado, cuando conduces, qué movimientos haces con los pies o con las manos? O, cuando comes, ¿piensas en cómo tus dientes mastican? No lo creo. Estos procesos están tan automatizados en la mayoría de las personas que podemos llevarlos a cabo sin necesidad de pensar en ellos conscientemente —lo cual tiene una función biológica de supervivencia—. Pero este mecanismo también se activa en situaciones menos obvias como las de tipo relacional, ya sea en tu manera de vincularte con otras personas o el prototipo de persona que eliges para unirte sentimentalmente. La mente desarrolla patrones, los cuales se ponen en acción como un piloto automático. Crees que controlas la situación, pero son tus patrones subconscientes los que te dirigen sin que lo notes. Un patrón de pensamiento desencadena las emociones, reacciones y actitudes que adquieres ante la vida, incluido tu estado de ánimo. En este capítulo conocerás los mecanismos que la mente utiliza, lo cual te permitirá ser consciente de los autosabotajes que surgen en ciertas circunstancias y podrás empezar a modificarlos para sanarte. ¡Saber es poder y la consciencia es sanación! 1. NEUROPLASTICIDAD Los seres humanos vemos el mundo externo a través de nosotros mismos, en cuya percepción el cerebro es el filtro de la realidad que cada uno experimenta. Sin embargo, una misma realidad puede ser interpretada de formas muy diferentes. Por ejemplo, cuando surge una discusión con tu pareja o con algún familiar, puede haber dos puntos de vista distintos, o incluso opuestos, de un mismo suceso, y eso te impide estar de acuerdo, pues cada uno obtiene su versión de la historia conforme a su filtro de la realidad. Este filtro es desarrollado a fuego lento a través de las experiencias vividas, el ambiente y la cultura a la que has estado expuesto, influido también por la genética, de manera que puede ser beneficioso o perjudicial según las vivencias acumuladas. Si este filtro es nocivo y negativo, serás su víctima, porque, si estás identificado con él, cabe la posible consecuencia de no ser capaz de poder distinguir entre la realidad o la ficción. Así pues, el camino de la sanación personal consiste en aprender a reconocer este filtro para disociarte de él y no vivir sometido. Entender cómo funciona tu mente es el primer paso para poder liberarte de los puntos ciegos del filtro de tu propia realidad. No puedes cambiar nada si no eres consciente de lo que está pasando internamente ni de lo que provoca esa realidad: los problemas no se arreglan en la superficie, hay que llegar a la raíz de ellos para poder sanarlos y transformarlos. Por lo tanto, saber qué pasa en el interior de tu cerebro puede ayudarte a comprender cognitivamente por qué tienes automatizados ciertos pensamientos negativos o ciertas conductas de autosabotaje, pero, sobre todo, puede ayudarte a encontrar soluciones. El cerebro es el órgano que dirige el funcionamiento del cuerpo y cada microsegundo recibe cantidades masivas de información. Es el órgano humano más complejo y, aunque a hoy por hoy todavía se desconoce mucho de él, por lo menos sí sabemos que la mente funciona con unos mecanismos que se han desarrollado para la supervivencia de la especie humana. Existen dos conceptos fundamentales sobre el funcionamiento del cerebro que pueden ayudarte a entender que lo que te ocurre no es aleatorio ni por casualidad: los patrones neuronales y la premisa de ahorro energético. Conocer estas dos realidades del cerebro implicará un antes y un después a la hora de relacionarte con él. Canales neuronales Nuestro cerebro transmite información a través de las conexiones sinápticas que se dan entre las neuronas. Un cerebro humano adulto tiene alrededor de cien mil millones de neuronas, definidas como células nerviosas encargadas de recibir y enviar mensajes entre el cerebro y el resto del cuerpo. Las neuronas se comunican entre sí mediante señales eléctricas y químicas con la ayuda de los neurotransmisores —como la serotonina, el GABA (gamma- aminobutyric acid) o la dopamina—, formando redes nerviosas o canales neuronales. Cada vez que se crea una nueva sinapsis neuronal, también se crea un nuevo canal neuronal. Es a través de estos canales neuronales que el cerebro organiza la información, por lo tanto, cada vez que se recibe un estímulo, ya sea externo o interno, se recorrerá un canal neuronal de acuerdo con este estímulo. Imagínate que tienes un vecino con un pitbull —una de las razas caninas más agresivas—. La primera vez que te lo cruzas vas con cuidado, pero, cuando notas que el perro no es peligroso y que es muy amigable contigo, te relajas ante su presencia. Entonces, tu cerebro ha hecho una asociación: cada vez que veas al pitbull, automáticamente pensarás que es amigable y te sentirás relajado, sin tener que repetir todo ese proceso asociativo. Podría decirse que se crean atajos cerebrales para que la información se transmita más rápido, lo cual nos ayuda a superar la sobreestimulación a la que vivimos expuestos, ya que nos volveríamos locos si tuviéramos que procesar nuevamente todos los estímulos sensoriales que recibimos en cada momento. En definitiva, el cerebro filtra y descarta el noventa y nueve por ciento de los estímulos, y se queda sólo con los que más le son familiares, lo que le permite mantenersus reservas de energía para poder dedicarlos a otras funciones y que podamos seguir vivos. Cuando naces, tu cerebro se encuentra en un estado inmaduro, sin demasiadas conexiones neuronales ni asociaciones. Para que te hagas una idea: digamos que la estructura cerebral está casi en blanco, con muy pocas conexiones sinápticas. Desde que eres bebé, a partir de tus primeras experiencias vitales, vas creando maneras de relacionarte con el mundo, lo que genera asociaciones neuronales y, a su vez, canales neuronales, por donde circula la información en tu cerebro, así que, cada vez que aprendes algo nuevo se crea un nuevo canal neuronal. A medida que creces, tu cerebro se va poblando de canales neuronales, unos más dominantes y gruesos que otros, los cuales son los más transitados y favoritos de tu cerebro, ya que son los que más usa. El momento cúspide donde existen más canales neuronales es sobre los seis y los siete años de vida, como consecuencia de todo el aprendizaje que se integra en estas edades, para su posterior descendimiento, quedándose los canales neuronales con los que más te identificas. Figura 1.1. Desarrollo de los canales neuronales desde el nacimiento hasta la adolescencia. Fuente: Iglesias, J. et al. (2005). Dinámica de la poda en redes neuronales estimulantes a gran escala simuladas. Entonces, cuando recibes un estímulo exterior, tu cerebro está tan ocupado con una larga lista de actividades por realizar, que primero va a intentar llevarte siempre a un canal neuronal previamente existente para no tener que crear una nueva asociación e invertir energía extra. Tu cerebro elige los canales más transitados —en otras palabras, más fuertes y gruesos—, para así invertir menos energía en el proceso. Normalmente, las experiencias emocionales más intensas dejan huellas en el cerebro en forma de surcos neuronales sinápticos más marcados. Éstos serán los canales más dominantes y fuertes, es decir, las creencias, historias y pensamientos que tienen más presencia en tu vida, a partir de los cuales filtras la realidad del mundo. Cuanto más gruesa es esa asociación sináptica, tanto más automática se hace para tu cerebro, lo que significa que tales pensamientos se vuelven más persistentes y presentes. Desde pequeño vas moldeando tu cerebro a partir de tus experiencias y tus conexiones neuronales que estableces: una vez que hayas aprendido algo lo integras al subconsciente, pero no prestas atención consciente; si esos aprendizajes van acompañados de una carga emocional, esa huella subconsciente es casi imborrable. Por lo tanto, el desarrollo del cerebro de un niño con experiencias traumáticas es diferente al de un niño que crece en un entorno seguro y equilibrado. El cerebro es el órgano que posibilita interpretar la realidad con base en experiencias pasadas, aprendidas y acumuladas. Por eso, a veces tu filtro de la realidad puede llegar a distorsionarse y tu interpretación del mundo, o de una situación específica, puede ser negativa, incluso catastrofista. Por ejemplo, imagínate que una persona a la que le han sido infiel en el pasado es probable que tenga latente una herida de abandono o rechazo, que se manifestará cuando tenga una nueva pareja, de manera que generará pensamientos amenazantes cuando la nueva pareja reciba mensajes en su móvil de un amigo o compañero de trabajo. La asociación chatea con alguien- está flirteando-me está engañando será tan fuerte que la vivirá como real, aunque no lo sea. El cerebro crea una asociación fija, y cada vez que experimentes una situación aparentemente similar, tu cerebro intenta conducirte por esa asociación, es decir, por ese camino neuronal previamente fijado: habrás desarrollado un patrón neuronal. Esa asociación es tan fuerte que hay neuronas que se encargan de actuar como un freno cuando recibes un estímulo similar al inicial que desencadenó un aprendizaje concreto y bloquean cualquier otra asociación sináptica, de tal manera que se vuelve a transitar el camino neuronal trazado inicialmente, lo cual no deja lugar a una nueva asociación. Es como si tu cerebro dijera: «No sigas, por favor, que esto ya me lo sé», ignorando todas las innumerables señales en el entorno que indican lo contrario. Entonces, el funcionamiento se convierte en un ciclo vicioso: cuanto más insistes en ese pensamiento, tanto mayor poder neuronal le das a esa asociación y más te identificas con ello. De esta manera, se torna más presente el pensamiento, volviéndose el autosabotaje más automático, lo que causa que este filtro de la realidad esté más activo en tu cerebro, y te dirige por el mismo canal neuronal todo el tiempo: tu cerebro permanece anclado a un trauma en los canales neuronales que se refleja en tu patrón de pensamiento y en tus reacciones emocionales. Ahorro energético Un segundo criterio para entender tu mente reside en el hecho de que, por simple supervivencia, el cerebro actúa bajo el mandato del ahorro energético, en otras palabras: intenta invertir la menor energía posible en cada proceso que lleva a cabo. Ésta es la razón por la cual pones en marcha automatismos que se manifiestan de modo subconsciente, como caminar o comer. El cerebro siempre intentará trabajar lo menos posible al reducir al máximo la inversión energética de cada proceso biológico, porque tiene muchos otros de los que ocuparse. El cerebro constituye el dos por ciento de nuestro peso corporal, pero requiere alrededor del veinte por ciento del oxígeno y de las calorías que consumes —por eso, lo que comes también importa, pero esto lo consideraremos más adelante—. Es el órgano que más necesita y, por lo tanto, consume energía, ya que controla los inputs a los sistemas internos. Entre las facultades más importantes, se encuentran la de dirigir el sistema nervioso central y regular los aspectos fisiológicos del cuerpo responsables de los procesos voluntarios e involuntarios, como la respiración, los latidos del corazón, los movimientos peristálticos o el sueño. Por lo tanto, el cerebro, al estar tan ocupado, intenta minimizar su trabajo para lograr un funcionamiento óptimo en todas sus tareas, así que aprendes a vivir en piloto automático desde el estado subconsciente de tu mente como mecanismo de supervivencia. En muchas ocasiones, este piloto automático es positivo para la supervivencia con funciones tan básicas como masticar, por ejemplo; pero te complica la vida cuando lo que has aprendido te perjudica o te sabotea, ya que no experimentas las situaciones en la vida desde el presente, sino desde la acumulación de aprendizajes pasados. Esto quiere decir que, en el esfuerzo del cerebro por optimizar las funciones en tu organismo, tu mente puede engañarte, ya que te conduce por los mismos canales neuronales una y otra vez. Este atajo te impone vivir continuamente en el día de la marmota, dado que esas asociaciones neuronales se expresan en tus pensamientos diarios, y la mayoría de ellos son muy parecidos, o incluso iguales. Ahora bien, si elevas tu consciencia, notarás que la mayoría de esos pensamientos que te surgen al día suelen girar en torno a un asunto o a una historia que te has creído de ti mismo, con la que te has identificado de manera subconsciente. Entonces, si tus historias o creencias subconscientes son de naturaleza limitante, te sabotean en tu vida cotidiana, ya que denota que filtras la realidad de esa manera, proyectando y viviendo una realidad más negativa de la propia realidad en sí misma. Así pues, para sanarte a ti mismo, es primordial identificar ese piloto automático que te sabotea, para lo cual es clave poder reconocer esas creencias, historias y pensamientos que lo fundamentan, porque, aunque en tu entorno existan oportunidades y hechos que demuestren lo contrario, tu mente no es capaz de verlos, pues el cerebro funciona así cuando está en modalidad de piloto automático: descarta lo nuevo y elige lo familiar y conocido.La misión para sanarte a ti mismo empieza con la labor de elevar tu conciencia para descubrir ese piloto automático, desenredar cada una de las creencias perjudiciales y, finalmente, poder borrarlas o sustituirlas por otras más positivas. Plasticidad cerebral Hemos visto hasta ahora que tu cerebro crea asociaciones a través de canales neuronales y que tu mente subconsciente siempre intenta ahorrar energía dirigiéndote por los canales más familiares y transitados. De esta manera, vives en un estado de piloto automático, sin capacidad de reaccionar en el presente, debido a patrones que limitan tu realidad: percibes el exterior desde ese filtro interno que has ido formando a lo largo de los años. Entonces, ¿cómo se modifica ese piloto automático y se acaba con el autosabotaje? La respuesta está en la neuroplasticidad. La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de modificar su estructura y adaptarse al cambio a través de tus acciones y hábitos. En él se incluyen los pensamientos, los patrones de gestión emocional e incluso lo que comes o si ejercitas tu cuerpo. Esto quiere decir que tu cerebro cambia internamente su estructura fisiológica si tú mismo cambias desde fuera a través de un cambio de acción, o sea, tienes la capacidad de influir en tu estructura cerebral. Se ha demostrado científicamente que el cerebro es flexible y adaptable; siendo así, tienes la capacidad de alterar tus patrones neuronales mediante tu propia conducta. La plasticidad cerebral se evidencia a través del entrenamiento cognitivo, el cual puede remodelar el cerebro al influir en su estructura física y funcional a partir de la generación de nuevas conexiones neuronales para tratar trastornos psicológicos. El entrenamiento cognitivo- conductual que planteo en este libro está constituido de tres ejes clave para lograr el éxito, a saber: 1) elevación de la conciencia para detectar las historias o creencias subconscientes que configuran el piloto automático; 2) creación de nuevos hábitos que se encarguen de transformar el piloto automático saboteador mediante acción constante, resiliencia y compromiso; y 3) integración de un estilo de vida más consciente fuera de la matrix —el condicionamiento perjudicial preestablecido por la sociedad que no beneficia a los ciudadanos—. Estos dos últimos ejes se desarrollarán en detalle en el capítulo sobre los hábitos. 2. ELEVACIÓN DE LA CONSCIENCIA Digamos que el cerebro opta por almacenar la información que le llega en cajas y les pone etiquetas. Con tanta información y estímulos que recibe al día, ésta es la manera en la que el cerebro sobrevive: crea un control en la manera en la que organiza la información. Imagina tu mente como un ordenador al cual le han instalado un programa externo —esto serían todos los aprendizajes influenciados por terceros que has adquirido a lo largo de tu vida y que has integrado como propios—. Con este programa, filtras la realidad y vives en función de patrones subconscientes, por lo que reaccionas a los eventos del ahora en relación con lo aprendido en situaciones pasadas: estás viviendo tu vida con un guion que otros te han dado y tú te lo has aprendido tan bien que crees que es propio. El noventa por ciento del tiempo del día operas desde el modo subconsciente de tu mente. Entonces, para la mente es más sencillo permanecer en modo subconsciente, es decir, vivir en piloto automático, y archivar experiencias previsibles, incluso si éstas te hacen sentir incómodo y van en tu contra. Estás fastidiado, sientes que hay fricción, pero lo sigues repitiendo una y otra vez. El proceso a veces es como un bucle que, al retroalimentarse, llega a generar la sensación de que ciertas áreas en tu vida son caóticas, por lo que te sientes sin ningún control sobre ellas. Las mismas situaciones se repiten en tu vida una y otra vez, y quizás te hacen sentir mal contigo mismo. Es difícil salir de ese estado si no ocurre una elevación de la conciencia y un entendimiento más profundo de lo que genera esas incomodidades y fricciones. Cuando consigues reaccionar al momento presente, tu mente funciona en su modalidad más consciente; este estado es en el que estás más despierto, pues puedes observar la realidad con más claridad, para que puedas decidir por ti mismo el guion que quieres seguir para tu vida. El reto consiste en conectarte con tu mente consciente mediante la actitud de estar en el presente. Niveles de consciencia de la mente La mente posee dos niveles de consciencia: el consciente y el subconsciente. Si la comparas con un iceberg, la parte visible que está en la superficie sería el nivel consciente, el cual sólo representa un diez por ciento de la capacidad del pensamiento; la parte oculta que está por debajo de la superficie del mar sería el nivel subconsciente, el cual abarca el noventa por ciento de toda la información que acumula —que, aunque no la percibas, con seguridad existe —. ¡Somos influenciados y regidos por el subconsciente en nuestro día a día! La mayoría de actividades que realizas y decisiones que tomas están influenciadas por tus programaciones y creencias almacenadas de manera subconsciente, lo que quiere decir que vives en piloto automático. Como mencionamos anteriormente, tan pronto has aprendido a conducir, no piensas conscientemente en cómo se lleva a cabo esta acción o, cuando masticas, tampoco reflexionas en el acto de masticar, simplemente comes mecánicamente. Figura 1.2. Niveles de conciencia según la metáfora del iceberg. ¿Pero, entonces, qué es la mente consciente y qué es la subconsciente? La mente consciente es dominada por la lógica y por el análisis, gracias a la cual tienes la capacidad de elegir. Es lo que conoces de ti mismo, el estado despierto y el control del pensamiento. Sólo la utilizas a razón de un diez por ciento de tus procesos mentales cotidianos. Por otra parte, la mente subconsciente es sometida por las emociones y por la memoria, por la cual no eres tan libre de elegir como en la parte consciente, pues vives desde la reactividad del acto reflejo. Es este tipo de conciencia de la mente la que gobierna la programación de tu piloto automático, comprende los patrones de conducta y las emociones que se encuentran en la sombra de tu consciencia y que aún desconoces de ti mismo y crean el hábito integrado de ser quien eres: la identificación con É tu idea profunda de quien has creído que eres. Éste es el estado mental más habitual, ya que ocupa alrededor de un noventa por ciento de los procesos mentales. El nivel subconsciente de la mente ha sido forjado desde que viniste al mundo, ya que la mayor parte del aprendizaje durante la vida se obtiene antes de los siete años. Cuando llegas al mundo, tu cerebro está aún inmaduro, pero comienza a formarse a través de las experiencias e influencias cercanas. El cerebro en este proceso de automatización crea ideas del mundo, pone etiquetas a los objetos de la realidad, mete en cajas lo que percibe del mundo exterior y forma asociaciones, que hemos llamado canales neuronales. Los niños son esponjas que absorben gran cantidad de información, la procesan y la almacenan rápidamente para volver al presente de manera inmediata, ya que su estado de onda cerebral más común durante la vigilia es la modalidad theta —es decir, cuando están despiertos—. Este estado de onda cambia cuando eres adulto y sólo tienes acceso a él cuando estás en estados profundos de relajación, similar al estado de hipnosis. Este estado de onda es muy receptivo al aprendizaje y a la integración de nueva información. ¿Te has fijado que los niños no acumulan rencores por mucho tiempo o que sus ideas sobre el futuro cambian todo el tiempo? Bien, los niños viven en el ahora, sin aferrarse al pasado o al futuro, porque su estado de onda cerebral mayoritario es el theta. De manera subconsciente, en esa etapa de tu vida recolectas cada creencia, pensamiento y comportamientode tu entorno más cercano, que, en la mayoría de los casos, está constituido por tus padres o criadores. Después, eres influenciado por el colegio, la comunidad, tus amigos y familiares, de manera que aprendes la realidad del mundo y formas tu propia imagen de cómo debes ser. Alrededor de los siete años, tu programa subconsciente está prácticamente definido, luego de lo cual vivirás e interactuarás la mayoría del tiempo en función del piloto automático subconsciente construido previamente. El estado de onda en la vigilia pasa del theta al beta —más habitual en adultos—, cuya longitud de onda cerebral es más lenta, estado propicio para la efectividad de los procesos cognitivos, como la atención, el pensamiento, la memoria o la resolución de problemas. En definitiva, es importante destacar que, cuando eres adulto, sin darte cuenta actúas automáticamente bajo la influencia de la programación subconsciente que formaste cuando eras pequeño: la realidad que tu niño de cinco años modeló del mundo es la que gobierna tu cotidianidad y tus decisiones treinta o cuarenta años después. Elegir vivir más consciente El ser humano recibe millones de estímulos durante su vida, pero sólo les presta atención consciente a unos pocos. No obstante, esto no quiere decir que los estímulos no se registren de manera subconsciente y se acumulen en esta parte de nuestra mente. El nivel subconsciente ejerce una función biológica, ya que, en términos de supervivencia, se encarga de almacenar información y procesar las ideas del mundo externo. Ahora bien, plantéate si esas ideas, esa programación subconsciente, te están aportando o te están saboteando. Cuando eras pequeño, estabas sometido a lo que te ocurría en tu entorno, pero ahora de adulto sí tienes la capacidad de controlar cómo vives internamente tus experiencias: ya no hay nadie que haga esto por ti, pues es responsabilidad de cada uno sanarse a sí mismo y reescribir su propia historia. A menudo no te propones otra posibilidad, porque desconoces que tienes la habilidad de poder elegir y crear tu percepción del mundo, una más alineada, con la persona que quieres ser, que es tu auténtico ser interno. Pero, para esto es imperativo identificar las creencias subconscientes automatizadas que no te están ayudando y traerlas al nivel consciente de tu mente. Si tu adulto de hoy se autosabotea, tiene relación directa con lo desadaptativo y perjudicial que aprendiste de niño. Pregúntate qué influencias tuviste en tu infancia, qué situaciones te marcaron, qué modelos y figuras te rodearon. Lo más importante es comprender que tu transformación sólo puede producirse de forma consciente, y la misión principal de sanarte a ti mismo radica en descifrar exitosamente tus programas subconscientes. La transformación personal llegará cuando identifiques tus patrones subconscientes nocivos y los desmontes capa por capa bajo el poder de la consciencia, lo cual te permitirá establecer un gap consciente de actuación para que no reacciones desde el piloto automático y condicionamiento programado en tu niño de cinco años. Se trata de que elijas vivir de manera más consciente para desinstalar ese programa limitante externo de autosabotaje, y así seas capaz de construir tu vida conforme a tus propios términos. Conoce cómo piensas El siguiente capítulo está orientado a que entiendas tu proceso de pensamiento. Regulado por el córtex cerebral, el pensamiento es el procedimiento por el cual interpretas cognitivamente la realidad exterior y te comunicas contigo mismo. Es un mecanismo interno e individual —único, como tu ADN— y, como hemos visto en el capítulo anterior, no es una capacidad que surja de manera casual, sino que es producto, en gran medida, del mecanismo de los canales neuronales. Del mismo modo que comprender cómo funciona tu cerebro internamente, conocer cómo se forma tu proceso de pensamiento te dará poder para tomar las riendas en el caso en que tu pensamiento sea negativo o que te sabotee, para intervenir en ese proceso para que no te haga sentir mal. 1. PROCESO DE PENSAMIENTO El cerebro humano genera un promedio de sesenta mil pensamientos al día, unos más intensos que otros. Si se analizan en detalle, la mayoría de los pensamientos diarios suelen referirse a las mismas temáticas, las cuales, al ser recurrentes, configuran e identifican tu yo: el apego a la historia que te has contado sobre ti mismo. No son pensamientos que pertenezcan al presente, sino a tu acumulado histórico de vida, y hablan de tu adicción mental-emocional. Estos pensmientos recurrentes sirven para que tires del hilo y explores lo que se halla en tu subconsciente para traerlo a un plano consciente. ¿En qué consiste el proceso mental? Cuando percibes un estímulo, se generan pensamientos en tu mente a los que, automáticamente, les otorgas un significado. Es como si tu subconsciente creara una especie de biblioteca de experiencias, sensaciones y asociaciones que acumula durante el tiempo —el sueño es un ejemplo de cómo tu mente crea fragmentos de esa biblioteca—. Cuando recibes estímulos externos o internos, el subconsciente los asocia con algún elemento de esa biblioteca prestablecida, atribuyéndole un significado acumulado que influye en tus emociones posteriores experimentadas, las cuales se expresan como respuesta en diferentes mecanismos corporales, como en el sistema nervioso —por ejemplo, la reacción de lucha o huida— o en los neurotransmisores —entre los que se destacan la activación de la serotonina o la dopamina—. Estos mecanismos corporales que se ponen en marcha terminan afectando tu estado de ánimo, tus funciones fisiológicas — signos de ansiedad, por ejemplo— e incluso tu sistema inmunitario. Has ido fabricando tales significados desde que eras bebé; esa estructura de aprendizaje enquistado en el subconsciente ha creado tu sistema de creencias y tu filtro ante la vida. Al preguntarte por qué en una misma situación existen puntos de vista diferentes, notarás que cada persona percibe la realidad desde su propio significado acumulado, es decir, desde su propia biblioteca interna. Asocias un estímulo con significados o creencias que archivas en el subconsciente, lo cual se pone en acción de manera casi automática. Sólo siendo consciente podrás obtener cada vez mayor control de tu proceso mental y, sobre todo, del impacto emocional que éste produce en ti. En conclusión, el proceso mental sigue la siguiente disposición: estímulo → pensamiento → significado → emoción. Es fundamental comprender que no son tus pensamientos en sí mismos los que generan tus emociones ni las consecuentes alteraciones fisiológicas de tu cuerpo, sino el significado que tú le atribuyes a esos pensamientos. Por lo tanto, éste es el terreno en el que tienes que trabajar: la raíz del problema, tu biblioteca acumulada, tu programación subconsciente, tu filtro de la realidad, tu sistema de creencias. Debes darte cuenta de que el significado de tus experiencias acumuladas desde que estás en el mundo lo estás trayendo a tu presente, proyectándolo en situaciones concretas. Entonces, tu modus operandi consiste en que no reaccionas desde la realidad aislada de las situaciones ni desde el momento presente, sino desde la acumulación de significados subconscientes. Por ejemplo, imagínate que no has tenido tu mejor día en el trabajo. En una reunión has intentado dar tu opinión, pero uno de tus compañeros te ha interrumpido. Después, cuando has conseguido intervenir y expresar tu opinión, ha habido un silencio incómodo, y el resto de tus compañeros ha cambiado abruptamente de tema. Entonces, tu pensamiento te dice: «Nadie ha comentado nada» o «Me ha interrumpido al hablar». Entonces, le das el siguiente significado: «Soy invisible. Mi opinión no le importa a nadie. No valgo nada». Llegas a casa luego de lo que consideras un día infernal, esperando poder escapar de ese sentimiento, entras
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