Logo Studenta

Ana Criado - Como Vaciar Tu Mochila Emocional

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

CÓMO VACIAR 
TU MOCHILA EMOCIONAL 
Recupérate del trauma 
en mente, emoción y cuerpo
Ana Criado
Cómo vaciar tu mochila emocional
© Ana Criado
www.soyanacriado.com
Instagram: @soyanacriado
Primera edición: agosto, 2022
ISBN papel: 978-84-09-43395-7
ISBN eBook: 978-84-09-43632-3
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización por escrito de los titulares
del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento mecánico o electrónico —incluidas las fotocopias y la difusión a
través de Internet— y la distribución de ejemplares de este libro mediante
alquiler o préstamos públicos.
Para mi niña interna; para mis pacientes y todas las personas que
me enseñaron, a través del amor y el dolor, los aprendizajes que
plasmo en este libro.
Índice
Introducción
PRIMERA PARTE
Detecta tu trauma invisible para vaciar tu mochila emocional
El trauma complejo que se torna invisible
Recupera tu poder a través de la conciencia
SEGUNDA PARTE
Entiende tu mente, tu ser mental 
Desenreda tu ego y vuelve a la mente neutral
Conoce cómo funciona la mente en tu cerebro
Conoce cómo piensas
Desenreda tu ego
Higiene mental: entrena tu mente
TERCERA PARTE
Entiende tus emociones, tu ser emocional
Gestiona tus emociones y sana tu niño interior
Sentido biológico de las emociones
Patrones como adicciones emocionales
Proceso emocional: aprender a sentir
Tu ser emocional: el niño interior
Tu ser emocional: mapea tu niño interior
Tu ser emocional: reparentaliza tu niño interior
Regulación emocional
CUARTA PARTE
Entiende tu cuerpo, tu ser somático
Libera el estrés y equilibra tu sistema interno
Entiende la conexión cuerpo-mente
Crea una relación de escucha con tu cuerpo
Entrena tu cuerpo para que se relaje
Trata a tu cuerpo desde el amor incondicional
QUINTA PARTE
Crea un estilo de vida consciente
Pasa a la acción con hábitos y rutinas
El equilibrio implica acción sostenida
Valores
Hábitos y rutinas
Resiliencia
Epílogo
Bibliografía
Introducción
Era el primer día de vacaciones de verano. El sol brillaba
en todo su esplendor y brindaba un calor muy confortante.
Como es habitual en el norte de España en esta época del
año, la brisa que corría hacía que la temperatura fuese
ideal. Llegamos a la playa: una cala espectacular, que
además, no estaba muy concurrida. Me dije: «¡Por fin,
tranquilidad!». La foto era perfecta. Aún no sabía que ese
día marcaría un antes y un después en mi vida. Nada más
poner mis pies en la arena, sin verlo venir, un miedo súbito
invadió todo mi cuerpo; no podía respirar y mis
extremidades temblaban; ni siquiera podía mantenerme en
pie. Mi corazón palpitaba a un ritmo frenético. Mi
estómago se descompuso; todo se volvió disperso y lejano,
como si yo estuviera fuera de allí. Entonces, decidí tirarme
al suelo… Pensé que había llegado mi hora, que iba a morir
allí y en ese instante. Lo que sentía era tan intenso que sólo
quería escapar de esas sensaciones físicas. Esa fue la
primera vez que sentí un ataque de pánico.
Algo de mí murió ese día, pero para renacer con más
fuerza. Ese día aprendí una gran lección que se quedó
tatuada en mí: si no escuchas los susurros de tu cuerpo, él
te gritará hasta que lo escuches. Pues bien, mi cuerpo me
gritó de manera muy brusca: «¡Despierta!». Fue el
principio de mi proceso de sanación personal, de modo que,
por fin, tomé decisiones a mi favor, una de las cuales fue
terminar una relación tóxica en la que había estado durante
años. Emprendí un camino para descifrar las incógnitas
que surgían de mi interior y poner las piezas de mi historia
juntas.
Cada uno de nosotros es un engranaje complejo, fruto de
las experiencias tempranas, de las circunstancias en las
que ha crecido, del país de origen y de los momentos que lo
han marcado emocionalmente. Nuestro mundo interno es
un puzle formado por muchas piezas que están dentro de
una muñeca rusa: una matrioshka. Cuando destapamos esa
matrioshka y nos encontramos un puzle que hay que
resolver, nos damos cuenta de que hay otra muñeca rusa
dentro, y, a su vez, otro puzle esperando para ser resuelto.
Pero sólo podemos llegar a la última muñeca rusa si
destapamos una a una las muñecas previas. Esta alegoría
representa el proceso de sanación: cada una de las
matrioshkas corresponde a un nivel de conciencia, y los
puzles que nos encontramos dentro de cada una de ellas
simbolizan los desequilibrios de los que nos tenemos que
ocupar. Así pues, para poder llegar a la raíz del sufrimiento
—trauma original—, es necesario primero pasar por el
proceso e integrar cada una de las capas. 
Normalmente, se busca ayuda psicológica por causa de
un síntoma o una circunstancia que incomoda e influye en
el bienestar, en el estado de salud mental, pero raramente
ese síntoma o esa circunstancia es la raíz del problema. Por
esta razón, si se trata el síntoma sin llevar a cabo un
proceso profundo de entendimiento, la persona estará
continuamente viviendo en un bucle —como una rueda de
hámster— en el que no hay evolución y, eventualmente, se
volverá a encontrar ese síntoma, porque no ha sido
procesado de raíz, sino superficialmente.
Volviendo a la alegoría de las muñecas rusas, si la raíz del
síntoma se encuentra, digamos, en la tercera muñeca,
tienes que procesar dos muñecas previas para tener un
conocimiento concreto de lo que te ocurre. Incluso, si
decides ir a terapia, el terapeuta puede intuir la raíz del
problema, pero tú como paciente no puedes ser forzado a
entenderlo antes de que estés preparado para integrar la
realidad del desequilibrio, porque probablemente tu nivel
de conciencia todavía no está acorde con ese estadio. De
esta manera, no es posible llegar a la raíz sin pasar por el
proceso, pues la mente cognitiva todavía no está lista para
asimilarlo, por lo que el trauma original se mantendrá
invisible hasta que tu conciencia pueda verlo. 
Como ya te habrás dado cuenta, la protagonista de la
historia con la que he comenzado soy yo misma, mi yo de
hace unos años. Recuerdo que, cuando acudí al psicólogo
por primera vez —porque los psicólogos también
necesitamos de un psicólogo—, el motivo de la consulta
provenía de los problemas en mi relación de pareja de
aquel momento. A pesar de todo mi conocimiento adquirido
en mis estudios de psicología, me sorprendió cuando el
terapeuta me dijo que padecía de dependencia emocional y
me recomendó algunas referencias para consultar.
Después de atravesar la fase de negación, comprendí
claramente que ése era solo uno de mis problemas. Pero,
aunque podía reconocer de modo cognitivo que me
encontraba en una relación toxica y abusiva que estaba
acabando con mi autoestima hasta el punto de sentirme sin
ningún valor, todavía no tenía la situación integrada; no
podía ver su influencia en mi día a día ni cómo se extendía
a otras áreas de mi vida. Era incapaz de comprender
profundamente la situación, porque mi nivel de conciencia
no estaba preparado. La relación de pareja en la que me
encontraba era solo un reflejo de mi desequilibrio interior,
con escasez de amor propio y distante a mi autenticidad.
A menudo, las relaciones nos hacen de espejo para
darnos cuenta de lo que no hemos sanado en nosotros
mismos, entendí que esta situación sólo era la punta del
iceberg de mi desequilibrio, un detonante: de ningún modo
era la raíz del problema. El desequilibrio no provenía del
exterior, sino que estaba dentro de mí, y tenía que tomar
responsabilidad sin echar balones fuera: era yo quien no me
estaba tratando bien; era yo quien estaba decidiendo
quedarme en esa relación abusiva.
En ese momento, no conocía mi ego, ni a mi niño interior;
tampoco sabía que mi cuerpo se encontraba en modalidad
de supervivencia constante. En definitiva: no había llegado
a la raíz de mi sufrimiento y trataba de sanar mi
desequilibrio desde la superficialidad del síntoma, y esto
era sólo una tirita. Desde ese estadio en el que me hallaba,
no podíaevolucionar, por mucho que quisiera, porque mi
ego me estaba autosaboteando: ni siquiera sabía que él
vivía dentro de mí, que me controlaba totalmente. 
En la superficie apenas se veía que me sentía mal, pero lo
que había debajo de ese primer nivel de conciencia estaba
formado de ansiedad generalizada, estrés y burnout;
altibajos emocionales y falta de autoestima; con episodios
de ansiedad social, y un sentimiento profundo de soledad. A
través de estos síntomas, empecé a descifrar el puzle de mi
desequilibrio para llegar a su origen. Entonces, desperté
los entes de mi mundo interno: los patrones limitantes de
mi pensamiento, mis heridas emocionales, el piloto
automático de mi programación neuronal, las máscaras en
las que se refugiaba mi personalidad, mis adicciones
emocionales, mis patrones de apego relacional, mis
traumas somatizados, las anomalías de mi sistema nervioso
alimentado de estrés y caos... 
El siguiente libro es la hoja de ruta que yo hubiera
necesitado cuando acudí a terapia años atrás y no
encontré. Es una metodología diseñada para ayudarte a
identificar tu trauma invisible original y sanar los
desequilibrios de raíz, que, si bien apenas surgió como
iniciación a mi camino de autodescubrimiento, con el
tiempo ha ayudado a mis pacientes a sanarse a sí mismos
de manera práctica para que, finalmente, se liberen de su
trauma interno al vivir desde el ser y no desde el ego.
Si te reconoces en mi testimonio, quiero decirte que no
estás roto, sólo estás desconectado. Posiblemente no
comprendas completamente lo que te ocurre a nivel
profundo, lo que está pasando internamente en ti. La
relación cuerpo-mente es un sistema inteligente que se
autorregula, es decir, que trata de mantener la homeostasis
de tu organismo, de modo que los síntomas tienen que ser
entendidos como mensajes que aparecen en una capa
consciente y te comunican que existe un desequilibrio
interior, que es el causante real. Los síntomas que se
manifiestan en la capa consciente te avisan que es
momento de ocuparte de ti mismo, de sanar.
No corras,
ve despacio,
que el lugar a donde tienes que llegar
es a ti mismo.
J. R. JIMÉNEZ
Primera parte
Detecta tu trauma invisible para 
vaciar tu mochila emocional
El trauma complejo que se torna invisible
La mayoría de nosotros cargamos una mochila emocional,
fruto de las experiencias de la vida que nos han ocurrido.
En esta mochila se van acumulando subconscientemente
los procesos emocionales no procesados que causaron un
impacto fuerte en ti, lo que provoca que se registren
fisiológicamente en tu cuerpo en forma de somatización.
Cuando lo que guardas en tu mochila es de carácter
traumático, puede tornarse peligroso, porque, si no sacas
ese peso de ella, filtras la experiencia vital desde una
modalidad de supervivencia en tu organismo, que te
sabotea y que te lleva a actuar como autómata: basándote
en tu pasado, sin tener un papel totalmente activo en tu
propia vida. Esto no te permite gozar de la abundancia de
tu ser.
¿Te has preguntado alguna vez por qué siempre terminas
en situaciones adversas en tu vida de tipología similar,
aunque no quieres ir en esa dirección? Bien, cuando hay
fricciones emocionales abiertas las repetimos cíclicamente
y estamos destinados a vivir en bucle si no las aligeramos y
soltamos ese lastre de nuestro sistema interno. Lo que
ocurre es que esta mochila cada vez se vuelve más pesada
en función de la edad, porque vamos acumulando más en
ella, y lo peligroso es que, si no la vaciamos, y dependiendo
de la naturaleza de lo que carguemos en ella, puede
convertirse en otros trastornos más complejos.
En los últimos años, los trastornos psicológicos han
crecido considerablemente: según la Organización Mundial
de la Salud, hoy en día más del 10,7 % de la población
mundial sufre de algún trastorno psicológico, la ansiedad
es el de mayor prevalencia en las personas, seguido de la
depresión. Además, la generación en la que nos
encontramos no ayuda a esta problemática, pues vivimos
en la sociedad de lo inmediato, con poco contacto
interpersonal, distraída por la estimulación dopaminérgica
a la que estamos expuestos, como los medios o las redes
sociales, de modo que mantenerse en bienestar y salud
mental llega a ser todo un desafío.
La mayoría de mis pacientes acude a terapia por lo que
denomino el trauma invisible, pues ellos no saben que ése
es su sufrimiento raíz. Éste es el trastorno que me
encuentro en mayor medida, ya que, desgraciadamente,
una gran mayoría de las personas que me consultan lo
hacen por signos de ansiedad y por estados depresivos, dos
de los síntomas más recurrentes. La ansiedad se relaciona
por un exceso de proyección hacia el futuro y la depresión,
a su vez, por un exceso de apego al pasado: ambos estados
se distancian de vivir enraizado en el presente. Y esta es la
real epidemia, no saber procesar emocionalmente nuestro
mundo interior por no tener acceso a este conocimiento.
Si bien es cierto que este tipo de trauma no es catalogado
como un trastorno en los manuales diagnósticos, quienes lo
sufren tienen en común un sentimiento de vacío interno y
desconexión de sí mismos, en definitiva: no se sienten
felices, aunque aparentemente su vida no está tan mal.
La raíz de sus desequilibrios es que su identidad ha sido
dañada de alguna manera, y este desajuste se manifiesta
subconscientemente en que no se sienten a salvo en su
propio cuerpo, razón por la cual utilizan mecanismos de
confrontación para proyectar externamente esa
desregulación de su estado interno porque no saben cómo
procesar esa tensión incómoda a nivel interior; de manera
que las somatizan de diferentes formas como la ansiedad,
estados depresivos, conductas de autosaboteo, adicciones,
problemas de apego, tendencia a la dependencia
emocional, altibajos o reactividad emocional, etc.
El espectro de síntomas es muy amplío, y varía en función
de cada persona, ya que cada uno es un ser único e
individual según su particular historia de experiencias de
vida que difiere de la de otro ser humano. Tu historia es
única, como tu iris y tu ADN, por lo que tu trauma invisible
también lo es, y solo tú mismo tienes el poder de
descifrarlo.
Cuando sufres, quieres aliviar tu dolor en medio de ese
colapso emocional, así que, como es normal, buscas ayuda
psicológica —o incluso psiquiátrica— u optas por el
desarrollo personal, el coaching o la espiritualidad. Aunque
estos recursos ayudan, carecen de un enfoque integrativo:
unos se basan en datos científicos y empíricos; otros, en
teorías transpersonales y ancestrales. Conozco muy bien
esa búsqueda desesperante para querer sanarte a ti mismo,
de no saber qué hacer para liberarte del peso después de
haber probado diferentes enfoques porque vuelves a la
misma sensación dolorosa original: lo sé, porque yo he
estado ahí.
El asunto es que, aunque con aquellos recursos podamos
distraer o inhibir algunos síntomas, eventualmente el vacío
se vuelve a sentir, porque sigue faltando una pieza. Pero
eso se podría tratar con una estructura terapéutica que
trabaje integralmente la mente, la emoción y el cuerpo, y
que considere al ser humano como un sistema completo
que interacciona entre sí; un enfoque que, a diferencia de
las tradicionales, vaya a la raíz de las expresiones del
síntoma. Al tratar desde la raíz del problema, los síntomas
se disipan colateralmente y transcienden a diferentes
niveles: cognitivo, emocional y fisiológico. Pues bien, la
circunstancia dolorosa o los síntomas que experimentas en
tu vida hoy, no son accidentales, sino fruto de un trauma
complejo, silencioso e invisible, que se apodera de tu ser y
limita tu capacidad de ser feliz, de sentirte relajado, de
poder disfrutar de tu existencia.
Al día de hoy, la palabra trauma sigue siendo un tabú,
pues aún existe cierto miedo colectivo al mencionarse.
Cuando algunos de mis pacientes la escuchan, reaccionan
inmediatamente con un: «Yo no tengo ningúntrauma». En
términos populares, el trauma es entendido como la
consecuencia de haber sufrido alguna catástrofe repentina
de carácter abrupto a nivel emocional, física o psicológica
que desencadena una respuesta de estrés fuerte porque
supone un riesgo a la supervivencia de la persona que lo
experimenta, como una violación, un conflicto bélico, un
secuestro o un accidente trágico. Es una única experiencia
que marca un antes y un después en la vida, en la que la
mayoría de las veces la víctima es consciente del
acontecimiento.
Un trauma, normalmente, genera lo que es conocido en
psicología como el trastorno de estrés postraumático, en el
que la víctima empieza a presentar síntomas posteriores al
acontecimiento, como recuerdos intrusivos y recurrentes
del suceso, evitación de estímulos que rememoran el
trauma, desregulación emocional e hipersensibilidad del
estado reactivo de alerta en el sistema nervioso.
Los acontecimientos que provocan los traumas han sido
identificados y penalizados por la sociedad. Pero no ocurre
lo mismo con este tipo de trauma invisible, pues,
lamentablemente, los acontecimientos que lo desencadenan
son menos llamativos y están más camuflados en las
estructuras culturales y también en las generacionales,
puesto que incluso pueden formar parte de traumas
colectivos. Sin embargo, es terriblemente nocivo para la
persona que lo experimenta, porque no sólo lo sufre, sino
que puede que ni siquiera sepa que lo sufre, pues, según el
marco de referencia, eso es normal; incluso, esta
normalización del trauma puede impedir buscar ayuda o
querer sanarse a sí mismo.
Este trauma más invisible que vamos a desarrollar a lo
largo de este libro es conocido en psicología como trauma
complejo, para el cual no es necesario haber sido un
soldado de guerra, un refugiado o una víctima de violación.
La diferencia entre lo que es considerado popularmente
trauma versus el trauma complejo es que en la primera es a
nivel macro donde se experimenta un suceso trágico con un
gran impacto y se es consciente de ello. En cambio, el
trauma complejo, es experienciar continuidad de sucesos
disfuncionales —quizás de diferente naturaleza— durante
un largo período de tiempo, que sería a un nivel de
microexperiencias traumáticas continuadas, por lo que
pueden llegar a normalizarse para la persona que lo
experimenta alterando su autoconcepto, incluso sin que sea
consciente de ello. Por lo que el trauma también se puede
generar por haber estado expuesto a dinámicas
continuadas en tus edades tempranas, como un divorcio
tóxico de tus padres que duró años, lleno de rivalidades en
los que fuiste coaccionado a posicionarte; o expuesto a un
entorno cercano que te hacía el vacío, o donde se respetaba
tu autonomía y te veían como una extensión manipulable de
ellos, en la que se invalidaban tus propias emociones o te
hacían responsable de las de ellos mismos. Los escenarios
son casi infinitos.
Este tipo de trauma es forjado a fuego lento y de manera
silenciosa continuada durante los años de la niñez y
adolescencia, se desarrolla en entornos cercanos al niño,
por la vivencia de acontecimientos con múltiples estresores
que dejan secuela en el sentido de su identidad, estas
situaciones pueden ser de diferente naturaleza, desde un
término más sutil como experimentar microexperiencias
desadaptativas, por ejemplo, condicionamiento de
prejuicios o creencias limitantes fruto del
transgeneracional de esa familia, hasta otras más
extremas: 1) abandono por parte de los cuidadores, tanto
físico como que permanezcan emocionalmente ausentes; 2)
maltrato y negligencia física por ejemplo, el descuido
higiénico o la alimentación inapropiada 3) cualquier tipo de
negligencia afectiva en la que surgen microabusos
emocionales sostenidos donde no se cubren las necesidades
del niño. Por otra parte, también pueden afectar al
desarrollo de trauma complejo pasar por experiencias de
acoso y discriminación en otros entornos cercanos como en
situaciones de bullying en el colegio.
Estas conductas, entre otras, crean dinámicas afectivas
disfuncionales donde las necesidades del niño no son
cubiertas de manera adaptativa. Quizás, a simple vista, las
experiencias traumáticas pueden ser aparentemente más
leves y no tengan una consecuencia tan fuerte en los
niveles de estrés de la persona afectada mirado de una
manera aislada, pero, al ser una exposición continuada a
estresores, van minando y distorsionando su propio
autoconcepto que se expande a todos los niveles de su ser.
Este tipo de trauma complejo continuado se experimenta
en el entorno cercano, lugar en el cual la persona que los
padece integró esas experiencias estresoras, limitantes,
negligentes o abusivas como normales, pero que en
realidad no lo eran. Sin embargo, lo que se vivió no era
sano, sino desadaptativo, por lo que cuando eres adulto
acarreas este daño, incluso se puede hacer difícil la
detección del mismo, porque no se ha tenido un referente
de lo que es saludable emocionalmente, de modo que puede
derivar en la negación, en el bloqueo o en la disociación de
los eventos.
Los efectos perjudiciales del trauma complejo, que se
torna invisible, no sólo incluyen los propios del trastorno de
estrés postraumático, sino que van más allá, pues al
repercutir en el autoconcepto de la persona que lo
experimenta se refleja en efectos en su estructura
neuroplástica del cerebro, baja autoestima, conductas de
aislamiento y disociativas, falta de autenticidad en la
personalidad, desregulación emocional con dificultad para
gestionar la rabia o la tristeza, apego disfuncional con
problemas afectivos en relaciones interpersonales,
hiperactividad o hipoactividad como consecuencia del
desequilibrio en su sistema nervioso y neurotransmisores
necesarios para el bienestar —que aumenta los niveles de
cortisol y disminuyen los de serotonina—. Esto puede
generar un estado de colapso, en forma de agotamiento y
desgaste en el cuerpo que termina por reflejarse en
enfermedades de naturaleza autoinmune o
cardiovasculares, así como en trastornos psicológicos
asociados al déficit de atención e hiperactividad, depresión
o ansiedad generalizada.
El trauma complejo invisible se mueve en un espectro
cuyo daño es de mayor a menor intensidad proporcional a
las experiencias vividas en edades tempranas y al soporte
emocional recibido del entorno, donde a mayor intensidad
más minada esta la identidad del individuo que lo sufre. Y
depende de la naturaleza de la negligencia afectiva y/o el
tipo de abuso emocional o físico experimentado, donde los
cuidadores o el entorno cercano no se mostraron
disponibles emocionalmente con conductas tales como:
autoritarias, narcisistas, pasivas o todo lo contrario,
hiperprotectivas y codependientes con las que proyectan su
propio vacío y ansiedad en sus hijos, o incluso podrían
sufrir de algún trastorno psicológico aun sin haber llegado
a ser diagnosticados.
Este tipo de negligencia afectiva se presenta cuando no
se responde a las emociones del niño o se invalidan; por
ejemplo, se avergüenza al niño, se le insulta, se le humilla,
se le manipula, se le ignora, se le compara, cualquier
manera en la que el niño se sienta juzgado en su
autenticidad que marca una huella subconsciente en su
sistema de creencias, en su forma de procesar las
emociones y en su manera de sentirlas en el cuerpo. Esta
huella permanecerá en su sistema hasta que no se haga
consciente y se libere.
Cuando eras un niño no tenías recursos para afrontar a
nivel emocional estas situaciones, por lo que esa tensión no
fue procesada correctamente, lo que hace que a día de hoy
todavía se encuentre en ti, si no te has ocupado de sanarlo.
Tu trauma complejo invisible está registrado en tu cuerpo y
se quedó atrapado en él, alterando el equilibrio
homeostático de tu sistema nervioso. Por lo que, si no sacas
al consciente lo que hay en tu subconsciente, eres esclavo
de él; y vives tu vida desdeahí: reaccionando desde tu
desequilibrio que se manifiesta en tu pensamiento
autosaboteador, en tus heridas emocionales y en tu estado
de hipervigilancia del sistema nervioso, que te dificulta
sentir estados de felicidad continuados sino que más bien
estás familiarizado con un sentimiento de vacío en tu
interior.
A través de la vivencia de este tipo de experiencias se
integra subconscientemente que el amor y el afecto es algo
condicional, por lo que estos niños, que ahora se han
convertido en adultos, suelen tener tendencia a vivir la vida
filtrando la realidad como una amenaza. Entonces hay una
alteración en su sistema interno, donde ya no se vive
alineado a la autenticidad del ser, sino desde el miedo a
serlo; afectando su manera de pensar, sentir y somatizar en
su cuerpo, que se traslada en ansiedad, estrés, estados
depresivos, entre otros. Se encuentran anclados en su
modalidad de supervivencia, reaccionando y
defendiéndose, lo que provoca agotamiento en todo su
sistema interno: no viven sino sobreviven.
EXPRESIÓN DEL TRAUMA COMPLEJO: 
LOS TRES TRAUMAS
Desde mi perspectiva metodológica, cuando menciono la
palabra trauma en este libro me refiero a cualquier
situación que provocó un choque emocional con un impacto
intenso en ti, si esta tensión disfuncional no fue procesada,
digerida y cerrada en su momento, dejó una huella en tu
organismo a nivel integral: cognitiva y emocional, que se
somatizó fisiológicamente en tu cuerpo ya que ese suceso
rompió tu homeostasis interna. Así pues, dada esta
desregularización interna, los síntomas se consideran como
manifestaciones de un desequilibrio original y profundo. De
esta forma, tu situación actual o los síntomas que ahora
experimentas no son accidentales, sino fruto de un trauma
complejo. Pero el trauma no es el evento que viviste en sí
mismo, sino la manera como tu niño o adolescente lo
experimentó, como interpretó lo que pasó. Este libro te
ayudará a entenderte y a poner las piezas de tu ser juntas
para que puedas sanar tu trauma complejo de una manera
global en tu sistema. Así pues, la pregunta que te debes
hacer no es sobre lo que está mal en ti, sino sobre lo que te
pasó, sobre tu historia de vida.
El ser humano es demasiado complejo y particular como
para etiquetarlo con un simple diagnóstico, tú no estás
roto, sólo estás desconectado, o no eres todavía consciente
de los factores de tu ser que generan los desequilibrios en
forma de síntomas. De esta manera, el enfoque para que
sea efectivo liberar ese sufrimiento interno tiene que
considerar los tres traumas correspondientes a los tres
niveles del ser humano, y cada uno de ellos tiene una voz
de expresión diferente que apenas definiré a continuación,
pero que desarrollaré en detalle a lo largo del libro.
Trauma a nivel cognitivo. Está compuesto por la red de
canales neuronales creados por tu condicionamiento
limitante en edades tempranas hacia donde se dirige tu
atención subconsciente, en otras palabras, tu ego. Es tu
filtro mental desde donde juzgas tu entorno y lo que te
sucede basado en tu sistema de creencias, que te puede
generar actitudes de autosabotaje, pues juega en contra de
tu autenticidad, no te permite estar presente y limita tus
niveles de conciencia.
Trauma a nivel emocional. Adicciones a ciertos estados
emocionales que están intrínsicamente relacionados con
tus heridas emocionales que siguen latentes en tu ser
emocional porque no fueron procesadas, es decir: tienes un
niño interior herido. Esto se refleja en problemas de apego
y dependencia emocional, lo cual impacta negativamente
tus relaciones afectivas, tu amor propio y tu autoestima.
Trauma a nivel corporal somatizado. Es la desregulación
que sucede en tu nervio vago y tu sistema nervioso,
consecuente al estrés postraumático complejo, en la que tu
modalidad fisiológica de supervivencia del organismo se
mantiene en una respuesta reactiva hipervigilante
continuada. Este fenómeno se somatiza manifestándose en
desajustes de tus neurotransmisores que te producen
ansiedad y estrés permanente, lo cual, a su vez, puede
derivar en otros trastornos psicológicos o fisiológicos más
graves, como fatiga crónica o síndromes autoinmunes.
El trauma complejo invisible es una combinación de estos
tres traumas, y sus mecanismos de desregulación
emocional o desconexión de tu autenticidad son respuestas
aprendidas tatuadas en tu identidad en todos los niveles del
ser que se pusieron en marcha años atrás para ayudarte a
mimetizarte con el entorno, y así poder sobrevivir, por
ejemplo, disociándote de tus sentimientos, porque
descubriste que no dejarte sentir era lo que te permitía
continuar viviendo. Los síntomas que percibes, como
ansiedad, dependencia emocional, depresión, baja
autoestima, vincularte en relaciones abusivas o la fatiga
crónica son expresiones del trauma complejo que se
encuentra en la raíz de tu identidad. Este trauma
silencioso, antes de manifestarse en el plano más físico del
cuerpo, se pone en acción a nivel emocional y energético
somatizándose como es el caso que he citado al principio:
un ataque de pánico.
SISTEMA INTEGRATIVO: MENTE, EMOCIÓN Y
CUERPO
Para tratar los problemas mentales, tradicionalmente en un
enfoque clínico, los desequilibrios se presentan en el orden
cognitivo. Este enfoque es importante: racionalizar,
entender y trabajar cognitivamente lo que nos ocurre en la
mente puede aportarnos muchas ventajas cuando estamos
en un proceso de sanación. Pero sólo con este enfoque no
conseguiremos sanar íntegramente y el cambio no será
perdurable, porque nos estamos olvidando de los aspectos
del ser humano que van más allá del cerebro y la mente,
que, si no se incluyen en ese proceso, seguirán
permaneciendo dañados.
Por lo general, un enfoque de salud psicológica
tradicional trata el problema en el paciente, pero no
considera al individuo como un ser completo, en el cual la
mente y el cuerpo están interconectados. Según este
enfoque, a menudo, el problema es el síntoma, que es
aparente y exteriorizado, pero, si se trata únicamente esto,
la transformación no será duradera, porque el cambio será
apenas superficial, ya que el problema no es el síntoma,
sino la raíz que causa dicho síntoma; por lo que los
residuos del trauma siguen ahí, y vuelven a emerger
eventualmente, por lo que hay que procesar las memorias
que lo alimentan.
La razón por la que el síntoma aparece de nuevo en la
superficie, o vuelves una y otra vez al mismo punto inicial
sin mejorar, es el mecanismo de supervivencia en tu
cerebro que se conecta con tu cuerpo a través de tu
sistema nervioso. Este sistema de alarma no funciona con
el raciocinio: no lo puedes engañar, pues, aunque niegues
la realidad e intentes actuar como si nada pasara, tu
cuerpo lo sabe, incluso si lo entiendes cognitivamente. Si
no trabajas la somatización de ese trauma anclado en tu
cuerpo, éste vuelve a activarse a la más mínima señal de
peligro —es decir, de lo que tienes miedo— y te lleva a los
viejos patrones de pensamiento recorriendo los mismos
canales neuronales, lo cual segrega cantidades desmedidas
de cortisol que provocan desregulación emocional,
sensaciones físicas desagradables y conductas
descontroladas. Entonces, considerar sólo lo cognitivo no
es suficiente, porque este mecanismo que se detona en tu
organismo abarca aspectos más allá de la mente racional.
El método que vas a encontrar en el siguiente libro
comienza en el centro del problema para sanar el sistema
completo, a diferencia de los enfoques tradicionales que
tratan el síntoma sin llegar a la raíz. Aquí se trata la raíz,
que revela y transmuta el síntoma. Tus problemas son
pequeñas grietas: desconexiones, faltas de integración y de
conciencia de lo que está ocurriendo en tu interior. Estas
grietas están formadas por creencias profundas que se
reflejan en comportamientos —ya sean conscientes o
subconscientes— que has aprendido e integrado. Quizás,
las creenciaste funcionaron en algún momento de tu vida
para garantizar tu supervivencia, pero ahora te impiden
avanzar y estar alineado con tu vida, con quien realmente
eres. Llegar al origen de tus desequilibrios implica
identificar la historia que tu ego te ha contado sobre ti.
Esta historia se manifiesta en tus partes cognitiva,
emocional y fisiológica somatizada, pues en el cuerpo todo
está conectado, y sólo puede ser considerado desde este
enfoque global, que es mucho más complejo que la regular
etiqueta de enfermedad mental.
Este libro es una guía que emplea una perspectiva
integrativa para que, por una parte, entiendas lo que te
ocurre en términos de mente, emoción y cuerpo; y, por otro
lado, pases a la acción de modo práctico y así realmente
empieces a sentirte mejor como consecuencia de liberar el
trauma complejo que habita en ti. Lo que se comparte en
este libro se basa en avances científicos y empíricos
asociados a la neuroplasticidad, la neurobiología, la teoría
polivagal, la teoría del apego relacional, la inteligencia
emocional y la psicología transpersonal.
La metodología de la propuesta para el presente libro se
fundamenta en un procedimiento que consta de cuatro
aspectos que se trabajan simultáneamente durante el
proceso de liberación del trauma complejo: 1) aumentar tu
nivel de conciencia y realizar un mapeo sobre ti mismo
hasta llegar a la raíz, identificando y conociendo las heridas
emocionales, los patrones de pensamiento nocivos, las
historias limitantes a las que estás apegado y el trauma
emocional que has somatizado; 2) el mapeo se debe llevar a
cabo mientras trabajas internamente de manera cognitiva y
emocional, con el uso de herramientas que procesen lo que
has identificado para integrarlo y luego liberarlo; 3) entre
tanto, debes otorgarte espacios para relajarte y entrenar de
manera experiencial, somática y visceral, con el fin de
minimizar las reacciones de alarma; recalibrar tu sistema
nervioso para que este se sienta a salvo te ayudará a
digerir la posible aflicción generada por las verdades
incómodas que se van revelando en el proceso de
autodescubrimiento; 4) a la par, vas creando nuevos hábitos
de estilo de vida que cambian la manera en que el cerebro
organiza la información, actuando contradiciendo al viejo
patrón y que te van convirtiendo en la versión que quieres
ser de ti mismo, dejando atrás y desaprendiendo lo que te
limitaba hasta ahora.
Este proceso es paulatino y debe efectuarse
conjuntamente: mientras elevas tu conciencia, debes
trabajar en tu cuerpo y en tus emociones; cuanta mayor
sensación somática de calma adquieres, tanto más adentro
de tu herida emocional vas permitiendo ir para que tu
sistema no colapse. Lo uno permite la integración de lo
otro, para pasar al siguiente nivel de conciencia sobre ti
mismo hasta que seas capaz de llegar a adiestrar tu ego,
gestionar tus emociones y equilibrar tu sistema nervioso.
La mente, las emociones y el cuerpo no actúan por cuenta
propia, pues están conectados entre sí, es decir, forman
parte de un sistema cuyos componentes interactúan.
Además, como la relación mente-cuerpo es bidireccional, te
puede brindar la capacidad de influir sobre tu estilo de vida
y tus hábitos para sanar tu mente y tu cuerpo. Algunas de
las técnicas que se expondrán en el libro son milenarias, se
basan en la filosofía oriental y han trascendido a través de
los siglos por su sabiduría; y ahora la ciencia está
ofreciendo datos empíricos sobre los beneficios de estas
prácticas.
El vacío que posiblemente sientes es un sentimiento
profundo de soledad, no sólo porque no recibiste la
protección que necesitabas cuando eras pequeño o
adolescente, sino también porque de cierta manera te has
abandonado a ti mismo al no enfrentar tu pasado y realizar
lo que sea necesario para sanar, por ejemplo, cuando
actúas consciente o subconscientemente conforme a lo que
los demás quieren y no eres fiel a tu autenticidad, te
desconectas de ti, por lo que indirectamente te abandonas
a ti mismo.
Todos queremos ser felices, pero solo algunos están
dispuestos a trabajar como se requiere para conseguirlo.
Tu historia de vida fue la que fue y, lamentablemente, no
puedes cambiar el pasado. Pero quiero decirte que sí hay
solución, aunque no es mágica, pues debes recorrer un
proceso para salir de la espiral del trauma, aprender a
digerir la incomodidad y no huir de ella, pues si no lo
enfrentas, suele expandirse en tu sistema cognitivo,
emocional y fisiológico. Los acontecimientos de tu vida te
han hecho único: no huyas, abrázalo, porque ese es el
camino hacia la liberación del trauma y la consecuente
felicidad interna.
Esto se consigue mediante un compromiso contigo mismo
para enfrentar los miedos y la resistencia de tus viejos
hábitos durante tu evolución personal, para lo cual es
preciso recurrir a grandes dosis de paciencia durante el
recorrido, ya que la sanación no es lineal. Sin embargo, a
veces parece que das pasos hacia atrás, por eso necesitas
confiar en esta estrategia, aunque por momentos se te haga
cuesta arriba. No eres una máquina, ni un robot. Date
tiempo para integrar el proceso, sé compasivo con tu
vulnerabilidad y trata de disfrutar del viaje, pese a que de
vez en cuando te duela: la sanación sólo llega si se
atraviesa la herida, de modo que el dolor momentáneo es
inevitable para, finalmente, vivir libre de él.
Recupera tu poder a través de la
conciencia
Tu mayor enemigo no está muy lejos de ti, pues lo tienes
dentro: es ese crítico interno que suena en tu cabeza y que
quizás no le has prestado atención. Cuando vives sin
conciencia de esta voz en off saboteadora, estás atrapado
cíclicamente desde un piloto automático, supeditado a la
historia que él te cuenta. Aquí no eres tan libre como
parece, ya que desempeñas un papel pasivo que te lleva
subconscientemente por la dictadura que te impone: te
obliga a responder ante la vida desde el miedo, pero no
desde tu autenticidad. Y a veces eres también influenciado
por las creencias inducidas por el sistema generacional en
el que vivimos. Este enemigo interno se combate con
conciencia, pero, para empezar a vivir en bienestar
psicológico del ser, es imprescindible primero efectuar un
cambio de perspectiva de dos paradigmas que
inconscientemente suelen estar muy arraigados.
DESAPRENDE TU IDEA ERRÓNEA DE FELICIDAD
Nunca antes, como hasta ahora, ha habido tantas personas
que sufren de desequilibrios en su salud mental. El
problema radica en que la sociedad actual vive dominada
desde la mente y trata de limitar todo comportamiento al
cognitivismo, lo cual pasa por un filtro analítico que omite
otras dimensiones del ser humano igualmente influyentes
como la emocional, la sensitiva, la somática, la intuitiva, la
creativa y la energética.
La mente es un instrumento del cuerpo, pero ella ha
tomado el control, lo cual reduce nuestra percepción de la
realidad porque, aunque no hayamos sido entrenados en
estar en contacto con tales partes del ser, más allá de la
mente, no quiere decir que no existan ni que no nos estén
afectando en cada momento, sino que simplemente las
ignoramos, lo que crea desconexión. Vivimos en un cuerpo,
pero desconocemos lo que ocurre internamente; no
sabemos de lo que estamos hechos ni cómo nuestros
hábitos intervienen en nuestra salud mental.
En los colegios estándar no nos enseñan sobre
inteligencia emocional, ni a relacionarnos con nuestro
mundo interno o a manejar conflictos, ni en cómo relajar
nuestro cuerpo, conectar con la naturaleza o desarrollar la
creatividad, a pesar de que estas capacidades podrían
mejorar considerablemente nuestra calidad de vida. En
contraste, sí debemos aprender matemáticas, física,
idiomas, y es necesario capacitarse para «producir» el día
de mañana, pero me pregunto si no es aún más significativo
aprender a vivir equilibrados emocionalmente y con
estabilidad en nuestra salud mental: sería el eslabón
principal para poderconstruir desde ahí el resto de nuestra
vida futura. De esta manera, si el sistema social no nos ha
enseñado, tenemos que aprender por nosotros mismos.
Hemos visto recientemente cómo, con la pandemia de
COVID-19, el sistema se ha resentido al incrementarse
mundialmente los problemas de salud mental, ya que ha
sido un gran detonante del desequilibrio subyacente. Con
los acontecimientos relacionados con esta enfermedad,
hemos estado forzados a estar más tiempo solos, sin poder
distraernos tan fácilmente con lo externo; con el
aislamiento, hemos sido obligados a permanecer con
nosotros mismos sin posibilidad de escapar, así que, para
muchos, este mundo interno ha explotado como una patata
caliente. La pandemia ha destapado la real epidemia de la
sociedad: desconexión con nuestro mundo interno.
La sociedad nos educa para mirar hacia fuera; nos
distrae, nos aleja de nuestro fuero interno, nos planta
semillas subconscientes con el mediático bombardeo
subliminal para que confundamos felicidad con placer. En
esta dinámica, el placer va ligado a la consecución de cosas
externas; es cortoplacista y genera un fenómeno llamado
tolerancia, que provoca adicciones con el ciclo
dopaminérgico, que se pone en juego en el sistema interno.
En definitiva, cada vez necesitamos más de algo para
sentirnos bien: más followers, más ropa, más dinero, más
de todo. El problema con este efecto de tolerancia es que
nunca es suficiente: siempre hay más, lo que provoca que
nunca vamos a llegar a sentirnos felices bajo este
condicionamiento del ciclo dopaminérgico del placer. Y esto
es terrible: de esta manera, estamos destinados a sufrir,
porque ¡todos queremos ser felices! Y aquí es donde nacen
muchos de los desequilibrios en nuestra salud psicológica
formando parte de un trauma colectivo global a nivel social.
Pero hay salida. Este sufrimiento es evitable, aplicando
un cambio de paradigma en tu idea de felicidad, ya que
esta idea influenciada por la sociedad es una falacia
sembrada y cultivada en tu ser; no existe, ha sido inventada
para que seas conducido hacia el consumismo, lo que te
destina al ciclo del sufrimiento interno si no eres
consciente de ella. La felicidad no es placer, sino que se
trata de efectos diferentes provocados por
neurotransmisores diferentes que generan distintas
sensaciones y emociones.
Entonces, hay que desaprender esa asociación de la
felicidad con el placer y, más bien, aprender que la
auténtica felicidad es un estado de satisfacción, de
equilibrio interno generado principalmente por la
serotonina, la cual no se produce por conseguir cosas
externas, sino que tiene que ver con la estabilidad de tu
mundo interior. Dar más espacio para conocer tu psicología
y cultivar un estado de equilibrio interno es tu seguro de
vida para permanecer en bienestar con tu salud mental. La
evolución se presenta dentro de ti, pero produce una
revolución por fuera, para lo cual debes aprender a
conectarte con tu interior y, a partir de este estado de
conciencia, poder relacionarte con el mundo exterior.
DESENGÁNCHATE DE UNA ACTITUD ESTÁTICA
A veces, en la psiquiatría más tradicional, se ponen
etiquetas de ciertos trastornos mentales en consultas
breves donde el contexto de lo que pasa en la psique del
paciente puede estar sesgado, ya que el ser humano es
mucho más complejo que cumplir un número de síntomas
en un momento determinado, con posibilidad de que falten
matices en lo que el propio paciente comparte sobre sí
mismo, porque a menudo nuestro entendimiento de lo que
nos ocurre no es global, sino filtrado por nuestro propio
nivel de conciencia, entonces puede ocurrir que el
diagnóstico no sea exacto en su totalidad porque el
desequilibrio real es más integral. Por lo que puede que se
encasillen enfermedades como crónicas e incurables en las
que el paciente pierde poder de acción porque asume que
su destino es estar dañado y sólo se le da medicación para
tratar los síntomas, a menudo esta medida se queda a nivel
superficial, sin detectar la raíz del desequilibrio para poder
trabajar en sanarla simultáneamente.
Entonces, el paciente vive subconscientemente sedado,
dormido y, de alguna manera, sin dirección, sólo con
capacidad de sobrevivir, mas no de vivir. Y esto es peligroso
para la persona diagnosticada porque puede asumir
gradualmente —conscientemente o subconscientemente—
esa identidad de victimización, de enfermo, de aislado,
incluso pudiendo llegar a desarrollar aversión hacia a sí
mismo porque ha perdido totalmente la esperanza de un
cambio positivo y asume un papel pasivo en su propia vida,
sin haber realmente llegado a la raíz de su problema, ni
haber tenido la posibilidad de trabajar con herramientas
específicas para tratar su desequilibrio: ya que solo se ha
dormido el síntoma.
Esta perspectiva resta poder de cambio ya que destina a
esta condición, pues se quita posibilidad de curación,
cuando no se trata la raíz del problema —solo el síntoma—,
entonces aceptas que eres un enfermo. Pues bien, no se
trata que tu mal carácter o que tu difícil personalidad sea
algo innato en ti a lo que estés destinado, sino que estas
expresiones te hablan de tu trauma original que causa tu
desequilibrio psicológico. Para curarse hay que trabajar en
cambiar e ir a la fuente del problema mediante recursos
terapéuticos que incluyan todo el ser: mente, emoción y
cuerpo, y no sólo medicar el síntoma —aunque también se
necesita, según el caso—. Cuando asumes tu parte de las
circunstancias en las que te encuentras y te comprometes a
la acción sostenida hacia la dirección pertinente, entonces
puedes cambiar tu historia, aminorar tus síntomas desde la
raíz del desequilibrio, balancear tu salud integral y mejorar
tu psique.
No hay atajos: tu curación se da si te adueñas de tu
historia, te enfrentas a tu herida, cambias tu narrativa a
nivel global en tu sistema interno y pasas a la acción de
cambiarla. Para ello, eleva la conciencia, explora la causa
del desequilibrio o del trastorno, conoce las alternativas de
curación y aplica estas herramientas mientras estableces
hábitos coherentes a equilibrar tu salud psicológica en una
rutina continuada. Cuando amplías la conciencia del
problema, dejas de buscar pretextos y empiezas a
implicarte activamente: quizás eres tú mismo con tus
hábitos el que está influenciando esos desequilibrios.
Aunque antes no eras consciente de esto, ahora ya sabes
cómo tu comportamiento a nivel mente-emoción-cuerpo
interfiere e impacta en tu salud psicológica. La conciencia
te da la libertad de elegir sanarte, pero la responsabilidad y
el compromiso sostenido con tu proceso de curación hace
que apliques esa conciencia de manera práctica, que es lo
que te permite sanar.
La metodología que desarrolla este libro se centra en que
recorras tu propio camino de descubrimiento y que asumas
una actitud activa con trabajo interno y con la integración
del proceso mediante la experiencia. Desde esta
perspectiva, un terapeuta —dado el caso— podrá ayudarte
a acelerar el proceso, como una voz de la conciencia
externa, con visión de águila del problema con la que te irá
guiando. Sin embargo, eres tú el responsable de ejecutar el
trabajo de ir armando el puzle en cada una de las muñecas
rusas —que comprenderemos como conciencia—; tú eres el
único que puede sanarte, pues eres tu propio gurú: nadie
más puede hacerlo por ti. Es tu compromiso cambiar la
narrativa de indefensión que has creado a partir de tus
circunstancias, de la historia de tu ego, de suerte que
debes dejar de compadecerte de ti mismo y entender qué
tu piloto automático limitante se originó para ayudarte a
sobrevivir en tus edades tempranas, pero que ahora es
quizás obsoleto, así que es momento de resetearlo con un
nuevo contenido adaptativo y potenciador.
No estás loco, no estás desquiciado, no estás enfermo,
quizás sólo estás perdido, desconectado. Casi todos, en
algún momento de nuestra vida, hemos tenido alguna crisisen la que tocamos fondo y nos encontramos peleando con la
vida. Pero la crisis surge cuando la evolución está lista para
empezar a actuar, es su efecto colateral, porque la vieja
estructura que teníamos no funciona más, y tenemos que
readaptarnos a las nuevas circunstancias. En efecto, diría
que las crisis son necesarias y que forman parte intrínseca
de la existencia humana, porque la vida está hecha de
ciclos que nacen y mueren, y las crisis son las que conectan
esos ciclos. Por eso, es importante que, si te encuentras
sumergido en un momento de crisis, te fuerces a cambiar
de paradigma, a dejar la postura estática en tu propia vida.
Debes usar este momento para entonar con una actitud
activa, sanarte y resurgir más fuerte que antes; que
conviertas esa energía de quejumbre en acción y
empoderamiento.
Llegar hasta el origen de tu sufrimiento es posiblemente
uno de los retos más valientes que superes en tu vida. No
obstante, será mucho más fácil justificarte con excusas y
optar por una actitud pasiva que trabajar por cambiar; o
proyectar tus propios problemas en los demás. Pero, cuanto
más pospongas tu responsabilidad de asumir lo que no
quieres enfrentar, tanto más harás que la fricción y el dolor
crezcan, porque ya están en ti, sólo que los estás evitando.
El proceso de resetear tu trauma es exclusivamente apto
para personas valientes que deciden desempeñar un papel
activo para recorrer el proceso de desaprender lo que les
limita y aprender lo que les potencia. No eres un
espectador de tu vida, eres un creador: pasa de sobrevivir a
vivir de verdad.
¿Preparado para componer el puzle de ti mismo?
¡Empecemos el viaje de vuelta a ti!
Segunda parte
Entiende tu mente, tu ser mental 
Desenreda tu ego y vuelve 
a la mente neutral
Conoce cómo funciona la mente en tu
cerebro
Los seres humanos poseemos una mente con la que vivimos
hasta el final de nuestros días, pero no muchas personas se
toman el tiempo de entender cómo ésta funciona en su
propio cerebro. Comprender lo que pasa en tu interior —es
decir, los mecanismos mentales y neuropsicológicos que se
ponen en marcha— y aprender a ser consciente de tus
pensamientos tiene un impacto muy positivo en tu
bienestar integral. El cerebro aloja la mente y es el órgano
más poderoso de nuestro cuerpo; es el director de la
orquesta de los procesos y sistemas corporales. Tiene el
control sobre nosotros y nos domina sin darnos cuenta. Así
pues, crear una relación consciente con tu mente significa
que recuperes el control y que dejes de ser el esclavo del
piloto automático al que te ha sometido.
¿Te has preguntado, cuando conduces, qué movimientos
haces con los pies o con las manos? O, cuando comes,
¿piensas en cómo tus dientes mastican? No lo creo. Estos
procesos están tan automatizados en la mayoría de las
personas que podemos llevarlos a cabo sin necesidad de
pensar en ellos conscientemente —lo cual tiene una función
biológica de supervivencia—. Pero este mecanismo también
se activa en situaciones menos obvias como las de tipo
relacional, ya sea en tu manera de vincularte con otras
personas o el prototipo de persona que eliges para unirte
sentimentalmente. La mente desarrolla patrones, los cuales
se ponen en acción como un piloto automático. Crees que
controlas la situación, pero son tus patrones
subconscientes los que te dirigen sin que lo notes. Un
patrón de pensamiento desencadena las emociones,
reacciones y actitudes que adquieres ante la vida, incluido
tu estado de ánimo.
En este capítulo conocerás los mecanismos que la mente
utiliza, lo cual te permitirá ser consciente de los
autosabotajes que surgen en ciertas circunstancias y
podrás empezar a modificarlos para sanarte. ¡Saber es
poder y la consciencia es sanación!
1. NEUROPLASTICIDAD
Los seres humanos vemos el mundo externo a través de
nosotros mismos, en cuya percepción el cerebro es el filtro
de la realidad que cada uno experimenta. Sin embargo, una
misma realidad puede ser interpretada de formas muy
diferentes. Por ejemplo, cuando surge una discusión con tu
pareja o con algún familiar, puede haber dos puntos de
vista distintos, o incluso opuestos, de un mismo suceso, y
eso te impide estar de acuerdo, pues cada uno obtiene su
versión de la historia conforme a su filtro de la realidad.
Este filtro es desarrollado a fuego lento a través de las
experiencias vividas, el ambiente y la cultura a la que has
estado expuesto, influido también por la genética, de
manera que puede ser beneficioso o perjudicial según las
vivencias acumuladas. Si este filtro es nocivo y negativo,
serás su víctima, porque, si estás identificado con él, cabe
la posible consecuencia de no ser capaz de poder distinguir
entre la realidad o la ficción. Así pues, el camino de la
sanación personal consiste en aprender a reconocer este
filtro para disociarte de él y no vivir sometido. 
Entender cómo funciona tu mente es el primer paso para
poder liberarte de los puntos ciegos del filtro de tu propia
realidad. No puedes cambiar nada si no eres consciente de
lo que está pasando internamente ni de lo que provoca esa
realidad: los problemas no se arreglan en la superficie, hay
que llegar a la raíz de ellos para poder sanarlos y
transformarlos. Por lo tanto, saber qué pasa en el interior
de tu cerebro puede ayudarte a comprender
cognitivamente por qué tienes automatizados ciertos
pensamientos negativos o ciertas conductas de
autosabotaje, pero, sobre todo, puede ayudarte a encontrar
soluciones.
El cerebro es el órgano que dirige el funcionamiento del
cuerpo y cada microsegundo recibe cantidades masivas de
información. Es el órgano humano más complejo y, aunque
a hoy por hoy todavía se desconoce mucho de él, por lo
menos sí sabemos que la mente funciona con unos
mecanismos que se han desarrollado para la supervivencia
de la especie humana. Existen dos conceptos
fundamentales sobre el funcionamiento del cerebro que
pueden ayudarte a entender que lo que te ocurre no es
aleatorio ni por casualidad: los patrones neuronales y la
premisa de ahorro energético. Conocer estas dos realidades
del cerebro implicará un antes y un después a la hora de
relacionarte con él.
Canales neuronales
Nuestro cerebro transmite información a través de las
conexiones sinápticas que se dan entre las neuronas. Un
cerebro humano adulto tiene alrededor de cien mil millones
de neuronas, definidas como células nerviosas encargadas
de recibir y enviar mensajes entre el cerebro y el resto del
cuerpo. Las neuronas se comunican entre sí mediante
señales eléctricas y químicas con la ayuda de los
neurotransmisores —como la serotonina, el GABA (gamma-
aminobutyric acid) o la dopamina—, formando redes
nerviosas o canales neuronales. Cada vez que se crea una
nueva sinapsis neuronal, también se crea un nuevo canal
neuronal. Es a través de estos canales neuronales que el
cerebro organiza la información, por lo tanto, cada vez que
se recibe un estímulo, ya sea externo o interno, se
recorrerá un canal neuronal de acuerdo con este estímulo.
Imagínate que tienes un vecino con un pitbull —una de
las razas caninas más agresivas—. La primera vez que te lo
cruzas vas con cuidado, pero, cuando notas que el perro no
es peligroso y que es muy amigable contigo, te relajas ante
su presencia. Entonces, tu cerebro ha hecho una
asociación: cada vez que veas al pitbull, automáticamente
pensarás que es amigable y te sentirás relajado, sin tener
que repetir todo ese proceso asociativo. Podría decirse que
se crean atajos cerebrales para que la información se
transmita más rápido, lo cual nos ayuda a superar la
sobreestimulación a la que vivimos expuestos, ya que nos
volveríamos locos si tuviéramos que procesar nuevamente
todos los estímulos sensoriales que recibimos en cada
momento. En definitiva, el cerebro filtra y descarta el
noventa y nueve por ciento de los estímulos, y se queda
sólo con los que más le son familiares, lo que le permite
mantenersus reservas de energía para poder dedicarlos a
otras funciones y que podamos seguir vivos. 
Cuando naces, tu cerebro se encuentra en un estado
inmaduro, sin demasiadas conexiones neuronales ni
asociaciones. Para que te hagas una idea: digamos que la
estructura cerebral está casi en blanco, con muy pocas
conexiones sinápticas. Desde que eres bebé, a partir de tus
primeras experiencias vitales, vas creando maneras de
relacionarte con el mundo, lo que genera asociaciones
neuronales y, a su vez, canales neuronales, por donde
circula la información en tu cerebro, así que, cada vez que
aprendes algo nuevo se crea un nuevo canal neuronal. A
medida que creces, tu cerebro se va poblando de canales
neuronales, unos más dominantes y gruesos que otros, los
cuales son los más transitados y favoritos de tu cerebro, ya
que son los que más usa. El momento cúspide donde
existen más canales neuronales es sobre los seis y los siete
años de vida, como consecuencia de todo el aprendizaje
que se integra en estas edades, para su posterior
descendimiento, quedándose los canales neuronales con los
que más te identificas.
Figura 1.1. Desarrollo de los canales neuronales desde el nacimiento hasta la adolescencia. Fuente:
Iglesias, J. et al. (2005). Dinámica de la poda en redes neuronales estimulantes a gran escala
simuladas.
Entonces, cuando recibes un estímulo exterior, tu cerebro
está tan ocupado con una larga lista de actividades por
realizar, que primero va a intentar llevarte siempre a un
canal neuronal previamente existente para no tener que
crear una nueva asociación e invertir energía extra. Tu
cerebro elige los canales más transitados —en otras
palabras, más fuertes y gruesos—, para así invertir menos
energía en el proceso.  Normalmente, las experiencias
emocionales más intensas dejan huellas en el cerebro en
forma de surcos neuronales sinápticos más marcados.
Éstos serán los canales más dominantes y fuertes, es decir,
las creencias, historias y pensamientos que tienen más
presencia en tu vida, a partir de los cuales filtras la
realidad del mundo. Cuanto más gruesa es esa asociación
sináptica, tanto más automática se hace para tu cerebro, lo
que significa que tales pensamientos se vuelven más
persistentes y presentes. Desde pequeño vas moldeando tu
cerebro a partir de tus experiencias y tus conexiones
neuronales que estableces: una vez que hayas aprendido
algo lo integras al subconsciente, pero no prestas atención
consciente; si esos aprendizajes van acompañados de una
carga emocional, esa huella subconsciente es casi
imborrable. Por lo tanto, el desarrollo del cerebro de un
niño con experiencias traumáticas es diferente al de un
niño que crece en un entorno seguro y equilibrado.
El cerebro es el órgano que posibilita interpretar la
realidad con base en experiencias pasadas, aprendidas y
acumuladas. Por eso, a veces tu filtro de la realidad puede
llegar a distorsionarse y tu interpretación del mundo, o de
una situación específica, puede ser negativa, incluso
catastrofista. Por ejemplo, imagínate que una persona a la
que le han sido infiel en el pasado es probable que tenga
latente una herida de abandono o rechazo, que se
manifestará cuando tenga una nueva pareja, de manera
que generará pensamientos amenazantes cuando la nueva
pareja reciba mensajes en su móvil de un amigo o
compañero de trabajo. La asociación chatea con alguien-
está flirteando-me está engañando será tan fuerte que la
vivirá como real, aunque no lo sea.
El cerebro crea una asociación fija, y cada vez que
experimentes una situación aparentemente similar, tu
cerebro intenta conducirte por esa asociación, es decir, por
ese camino neuronal previamente fijado: habrás
desarrollado un patrón neuronal. Esa asociación es tan
fuerte que hay neuronas que se encargan de actuar como
un freno cuando recibes un estímulo similar al inicial que
desencadenó un aprendizaje concreto y bloquean cualquier
otra asociación sináptica, de tal manera que se vuelve a
transitar el camino neuronal trazado inicialmente, lo cual
no deja lugar a una nueva asociación. Es como si tu cerebro
dijera: «No sigas, por favor, que esto ya me lo sé»,
ignorando todas las innumerables señales en el entorno
que indican lo contrario. Entonces, el funcionamiento se
convierte en un ciclo vicioso: cuanto más insistes en ese
pensamiento, tanto mayor poder neuronal le das a esa
asociación y más te identificas con ello. De esta manera, se
torna más presente el pensamiento, volviéndose el
autosabotaje más automático, lo que causa que este filtro
de la realidad esté más activo en tu cerebro, y te dirige por
el mismo canal neuronal todo el tiempo: tu cerebro
permanece anclado a un trauma en los canales neuronales
que se refleja en tu patrón de pensamiento y en tus
reacciones emocionales.
Ahorro energético
Un segundo criterio para entender tu mente reside en el
hecho de que, por simple supervivencia, el cerebro actúa
bajo el mandato del ahorro energético, en otras palabras:
intenta invertir la menor energía posible en cada proceso
que lleva a cabo. Ésta es la razón por la cual pones en
marcha automatismos que se manifiestan de modo
subconsciente, como caminar o comer. El cerebro siempre
intentará trabajar lo menos posible al reducir al máximo la
inversión energética de cada proceso biológico, porque
tiene muchos otros de los que ocuparse.
El cerebro constituye el dos por ciento de nuestro peso
corporal, pero requiere alrededor del veinte por ciento del
oxígeno y de las calorías que consumes —por eso, lo que
comes también importa, pero esto lo consideraremos más
adelante—. Es el órgano que más necesita y, por lo tanto,
consume energía, ya que controla los inputs a los sistemas
internos. Entre las facultades más importantes, se
encuentran la de dirigir el sistema nervioso central y
regular los aspectos fisiológicos del cuerpo responsables de
los procesos voluntarios e involuntarios, como la
respiración, los latidos del corazón, los movimientos
peristálticos o el sueño.
Por lo tanto, el cerebro, al estar tan ocupado, intenta
minimizar su trabajo para lograr un funcionamiento óptimo
en todas sus tareas, así que aprendes a vivir en piloto
automático desde el estado subconsciente de tu mente
como mecanismo de supervivencia. En muchas ocasiones,
este piloto automático es positivo para la supervivencia con
funciones tan básicas como masticar, por ejemplo; pero te
complica la vida cuando lo que has aprendido te perjudica o
te sabotea, ya que no experimentas las situaciones en la
vida desde el presente, sino desde la acumulación de
aprendizajes pasados. 
Esto quiere decir que, en el esfuerzo del cerebro por
optimizar las funciones en tu organismo, tu mente puede
engañarte, ya que te conduce por los mismos canales
neuronales una y otra vez. Este atajo te impone vivir
continuamente en el día de la marmota, dado que esas
asociaciones neuronales se expresan en tus pensamientos
diarios, y la mayoría de ellos son muy parecidos, o incluso
iguales. Ahora bien, si elevas tu consciencia, notarás que la
mayoría de esos pensamientos que te surgen al día suelen
girar en torno a un asunto o a una historia que te has
creído de ti mismo, con la que te has identificado de
manera subconsciente. Entonces, si tus historias o
creencias subconscientes son de naturaleza limitante, te
sabotean en tu vida cotidiana, ya que denota que filtras la
realidad de esa manera, proyectando y viviendo una
realidad más negativa de la propia realidad en sí misma.
Así pues, para sanarte a ti mismo, es primordial
identificar ese piloto automático que te sabotea, para lo
cual es clave poder reconocer esas creencias, historias y
pensamientos que lo fundamentan, porque, aunque en tu
entorno existan oportunidades y hechos que demuestren lo
contrario, tu mente no es capaz de verlos, pues el cerebro
funciona así cuando está en modalidad de piloto
automático: descarta lo nuevo y elige lo familiar y conocido.La misión para sanarte a ti mismo empieza con la labor de
elevar tu conciencia para descubrir ese piloto automático,
desenredar cada una de las creencias perjudiciales y,
finalmente, poder borrarlas o sustituirlas por otras más
positivas.
Plasticidad cerebral
Hemos visto hasta ahora que tu cerebro crea asociaciones
a través de canales neuronales y que tu mente
subconsciente siempre intenta ahorrar energía dirigiéndote
por los canales más familiares y transitados. De esta
manera, vives en un estado de piloto automático, sin
capacidad de reaccionar en el presente, debido a patrones
que limitan tu realidad: percibes el exterior desde ese filtro
interno que has ido formando a lo largo de los años.
Entonces, ¿cómo se modifica ese piloto automático y se
acaba con el autosabotaje? La respuesta está en la
neuroplasticidad.
La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de
modificar su estructura y adaptarse al cambio a través de
tus acciones y hábitos. En él se incluyen los pensamientos,
los patrones de gestión emocional e incluso lo que comes o
si ejercitas tu cuerpo. Esto quiere decir que tu cerebro
cambia internamente su estructura fisiológica si tú mismo
cambias desde fuera a través de un cambio de acción, o
sea, tienes la capacidad de influir en tu estructura
cerebral. Se ha demostrado científicamente que el cerebro
es flexible y adaptable; siendo así, tienes la capacidad de
alterar tus patrones neuronales mediante tu propia
conducta.
La plasticidad cerebral se evidencia a través del
entrenamiento cognitivo, el cual puede remodelar el
cerebro al influir en su estructura física y funcional a partir
de la generación de nuevas conexiones neuronales para
tratar trastornos psicológicos. El entrenamiento cognitivo-
conductual que planteo en este libro está constituido de
tres ejes clave para lograr el éxito, a saber: 1) elevación de
la conciencia para detectar las historias o creencias
subconscientes que configuran el piloto automático; 2)
creación de nuevos hábitos que se encarguen de
transformar el piloto automático saboteador mediante
acción constante, resiliencia y compromiso; y 3) integración
de un estilo de vida más consciente fuera de la matrix —el
condicionamiento perjudicial preestablecido por la
sociedad que no beneficia a los ciudadanos—. Estos dos
últimos ejes se desarrollarán en detalle en el capítulo sobre
los hábitos.
2. ELEVACIÓN DE LA CONSCIENCIA
Digamos que el cerebro opta por almacenar la información
que le llega en cajas y les pone etiquetas. Con tanta
información y estímulos que recibe al día, ésta es la manera
en la que el cerebro sobrevive: crea un control en la
manera en la que organiza la información. Imagina tu
mente como un ordenador al cual le han instalado un
programa externo —esto serían todos los aprendizajes
influenciados por terceros que has adquirido a lo largo de
tu vida y que has integrado como propios—. Con este
programa, filtras la realidad y vives en función de patrones
subconscientes, por lo que reaccionas a los eventos del
ahora en relación con lo aprendido en situaciones pasadas:
estás viviendo tu vida con un guion que otros te han dado y
tú te lo has aprendido tan bien que crees que es propio. El
noventa por ciento del tiempo del día operas desde el modo
subconsciente de tu mente.
Entonces, para la mente es más sencillo permanecer en
modo subconsciente, es decir, vivir en piloto automático, y
archivar experiencias previsibles, incluso si éstas te hacen
sentir incómodo y van en tu contra. Estás fastidiado,
sientes que hay fricción, pero lo sigues repitiendo una y
otra vez. El proceso a veces es como un bucle que, al
retroalimentarse, llega a generar la sensación de que
ciertas áreas en tu vida son caóticas, por lo que te sientes
sin ningún control sobre ellas. Las mismas situaciones se
repiten en tu vida una y otra vez, y quizás te hacen sentir
mal contigo mismo.
Es difícil salir de ese estado si no ocurre una elevación de
la conciencia y un entendimiento más profundo de lo que
genera esas incomodidades y fricciones. Cuando consigues
reaccionar al momento presente, tu mente funciona en su
modalidad más consciente; este estado es en el que estás
más despierto, pues puedes observar la realidad con más
claridad, para que puedas decidir por ti mismo el guion que
quieres seguir para tu vida. El reto consiste en conectarte
con tu mente consciente mediante la actitud de estar en el
presente.
Niveles de consciencia de la mente
La mente posee dos niveles de consciencia: el consciente y
el subconsciente. Si la comparas con un iceberg, la parte
visible que está en la superficie sería el nivel consciente, el
cual sólo representa un diez por ciento de la capacidad del
pensamiento; la parte oculta que está por debajo de la
superficie del mar sería el nivel subconsciente, el cual
abarca el noventa por ciento de toda la información que
acumula —que, aunque no la percibas, con seguridad existe
—. ¡Somos influenciados y regidos por el subconsciente en
nuestro día a día!
La mayoría de actividades que realizas y decisiones que
tomas están influenciadas por tus programaciones y
creencias almacenadas de manera subconsciente, lo que
quiere decir que vives en piloto automático. Como
mencionamos anteriormente, tan pronto has aprendido a
conducir, no piensas conscientemente en cómo se lleva a
cabo esta acción o, cuando masticas, tampoco reflexionas
en el acto de masticar, simplemente comes
mecánicamente. 
Figura 1.2. Niveles de conciencia según la metáfora del iceberg.
¿Pero, entonces, qué es la mente consciente y qué es la
subconsciente? La mente consciente es dominada por la
lógica y por el análisis, gracias a la cual tienes la capacidad
de elegir. Es lo que conoces de ti mismo, el estado
despierto y el control del pensamiento. Sólo la utilizas a
razón de un diez por ciento de tus procesos mentales
cotidianos. Por otra parte, la mente subconsciente es
sometida por las emociones y por la memoria, por la cual
no eres tan libre de elegir como en la parte consciente,
pues vives desde la reactividad del acto reflejo. Es este tipo
de conciencia de la mente la que gobierna la programación
de tu piloto automático, comprende los patrones de
conducta y las emociones que se encuentran en la sombra
de tu consciencia y que aún desconoces de ti mismo y crean
el hábito integrado de ser quien eres: la identificación con
É
tu idea profunda de quien has creído que eres. Éste es el
estado mental más habitual, ya que ocupa alrededor de un
noventa por ciento de los procesos mentales. 
El nivel subconsciente de la mente ha sido forjado desde
que viniste al mundo, ya que la mayor parte del aprendizaje
durante la vida se obtiene antes de los siete años. Cuando
llegas al mundo, tu cerebro está aún inmaduro, pero
comienza a formarse a través de las experiencias e
influencias cercanas. El cerebro en este proceso de
automatización crea ideas del mundo, pone etiquetas a los
objetos de la realidad, mete en cajas lo que percibe del
mundo exterior y forma asociaciones, que hemos llamado
canales neuronales. Los niños son esponjas que absorben
gran cantidad de información, la procesan y la almacenan
rápidamente para volver al presente de manera inmediata,
ya que su estado de onda cerebral más común durante la
vigilia es la modalidad theta —es decir, cuando están
despiertos—. Este estado de onda cambia cuando eres
adulto y sólo tienes acceso a él cuando estás en estados
profundos de relajación, similar al estado de hipnosis. Este
estado de onda es muy receptivo al aprendizaje y a la
integración de nueva información. ¿Te has fijado que los
niños no acumulan rencores por mucho tiempo o que sus
ideas sobre el futuro cambian todo el tiempo? Bien, los
niños viven en el ahora, sin aferrarse al pasado o al futuro,
porque su estado de onda cerebral mayoritario es el theta. 
De manera subconsciente, en esa etapa de tu vida
recolectas cada creencia, pensamiento y comportamientode tu entorno más cercano, que, en la mayoría de los casos,
está constituido por tus padres o criadores. Después, eres
influenciado por el colegio, la comunidad, tus amigos y
familiares, de manera que aprendes la realidad del mundo
y formas tu propia imagen de cómo debes ser. Alrededor de
los siete años, tu programa subconsciente está
prácticamente definido, luego de lo cual vivirás e
interactuarás la mayoría del tiempo en función del piloto
automático subconsciente construido previamente. El
estado de onda en la vigilia pasa del theta al beta —más
habitual en adultos—, cuya longitud de onda cerebral es
más lenta, estado propicio para la efectividad de los
procesos cognitivos, como la atención, el pensamiento, la
memoria o la resolución de problemas. 
En definitiva, es importante destacar que, cuando eres
adulto, sin darte cuenta actúas automáticamente bajo la
influencia de la programación subconsciente que formaste
cuando eras pequeño: la realidad que tu niño de cinco años
modeló del mundo es la que gobierna tu cotidianidad y tus
decisiones treinta o cuarenta años después. 
Elegir vivir más consciente
El ser humano recibe millones de estímulos durante su
vida, pero sólo les presta atención consciente a unos pocos.
No obstante, esto no quiere decir que los estímulos no se
registren de manera subconsciente y se acumulen en esta
parte de nuestra mente. El nivel subconsciente ejerce una
función biológica, ya que, en términos de supervivencia, se
encarga de almacenar información y procesar las ideas del
mundo externo. Ahora bien,  plantéate si esas ideas, esa
programación subconsciente, te están aportando o te están
saboteando. 
Cuando eras pequeño, estabas sometido a lo que te
ocurría en tu entorno, pero ahora de adulto sí tienes la
capacidad de controlar cómo vives internamente tus
experiencias: ya no hay nadie que haga esto por ti, pues es
responsabilidad de cada uno sanarse a sí mismo y
reescribir su propia historia. A menudo no te propones otra
posibilidad, porque desconoces que tienes la habilidad de
poder elegir y crear tu percepción del mundo, una más
alineada, con la persona que quieres ser, que es tu
auténtico ser interno. Pero, para esto es imperativo
identificar las creencias subconscientes automatizadas que
no te están ayudando y traerlas al nivel consciente de tu
mente. Si tu adulto de hoy se autosabotea, tiene relación
directa con lo desadaptativo y perjudicial que aprendiste de
niño. Pregúntate qué influencias tuviste en tu infancia, qué
situaciones te marcaron, qué modelos y figuras te
rodearon.
Lo más importante es comprender que tu transformación
sólo puede producirse de forma consciente, y la misión
principal de sanarte a ti mismo radica en descifrar
exitosamente tus programas subconscientes. La
transformación personal llegará cuando identifiques tus
patrones subconscientes nocivos y los desmontes capa por
capa bajo el poder de la consciencia, lo cual te permitirá
establecer un gap consciente de actuación para que no
reacciones desde el piloto automático y condicionamiento
programado en tu niño de cinco años. Se trata de que elijas
vivir de manera más consciente para desinstalar ese
programa limitante externo de autosabotaje, y así seas
capaz de construir tu vida conforme a tus propios términos.
Conoce cómo piensas
El siguiente capítulo está orientado a que entiendas tu
proceso de pensamiento. Regulado por el córtex cerebral,
el pensamiento es el procedimiento por el cual interpretas
cognitivamente la realidad exterior y te comunicas contigo
mismo. Es un mecanismo interno e individual —único, como
tu ADN— y, como hemos visto en el capítulo anterior, no es
una capacidad que surja de manera casual, sino que es
producto, en gran medida, del mecanismo de los canales
neuronales.  Del mismo modo que comprender cómo
funciona tu cerebro internamente, conocer cómo se forma
tu proceso de pensamiento te dará poder para tomar las
riendas en el caso en que tu pensamiento sea negativo o
que te sabotee, para intervenir en ese proceso para que no
te haga sentir mal.
1. PROCESO DE PENSAMIENTO
El cerebro humano genera un promedio de sesenta mil
pensamientos al día, unos más intensos que otros. Si se
analizan en detalle, la mayoría de los pensamientos diarios
suelen referirse a las mismas temáticas, las cuales, al ser
recurrentes, configuran e identifican tu yo: el apego a la
historia que te has contado sobre ti mismo. No son
pensamientos que pertenezcan al presente, sino a tu
acumulado histórico de vida, y hablan de tu adicción
mental-emocional. Estos pensmientos recurrentes sirven
para que tires del hilo y explores lo que se halla en tu
subconsciente para traerlo a un plano consciente.
¿En qué consiste el proceso mental?
Cuando percibes un estímulo, se generan pensamientos en
tu mente a los que, automáticamente, les otorgas un
significado. Es como si tu subconsciente creara una especie
de biblioteca de experiencias, sensaciones y asociaciones
que acumula durante el tiempo —el sueño es un ejemplo de
cómo tu mente crea fragmentos de esa biblioteca—.
Cuando recibes estímulos externos o internos, el
subconsciente los asocia con algún elemento de esa
biblioteca prestablecida, atribuyéndole un significado
acumulado que influye en tus emociones posteriores
experimentadas, las cuales se expresan como respuesta en
diferentes mecanismos corporales, como en el sistema
nervioso —por ejemplo, la reacción de lucha o huida— o en
los neurotransmisores —entre los que se destacan la
activación de la serotonina o la dopamina—. Estos
mecanismos corporales que se ponen en marcha terminan
afectando tu estado de ánimo, tus funciones fisiológicas —
signos de ansiedad, por ejemplo— e incluso tu sistema
inmunitario.
Has ido fabricando tales significados desde que eras
bebé; esa estructura de aprendizaje enquistado en el
subconsciente ha creado tu sistema de creencias y tu filtro
ante la vida. Al preguntarte por qué en una misma
situación existen puntos de vista diferentes, notarás que
cada persona percibe la realidad desde su propio
significado acumulado, es decir, desde su propia biblioteca
interna. Asocias un estímulo con significados o creencias
que archivas en el subconsciente, lo cual se pone en acción
de manera casi automática. Sólo siendo consciente podrás
obtener cada vez mayor control de tu proceso mental y,
sobre todo, del impacto emocional que éste produce en ti.
En conclusión, el proceso mental sigue la siguiente
disposición: 
estímulo → pensamiento → significado → emoción.
Es fundamental comprender que no son tus pensamientos
en sí mismos los que generan tus emociones ni las
consecuentes alteraciones fisiológicas de tu cuerpo, sino el
significado que tú le atribuyes a esos pensamientos. Por lo
tanto, éste es el terreno en el que tienes que trabajar: la
raíz del problema, tu biblioteca acumulada, tu
programación subconsciente, tu filtro de la realidad, tu
sistema de creencias. Debes darte cuenta de que el
significado de tus experiencias acumuladas desde que estás
en el mundo lo estás trayendo a tu presente, proyectándolo
en situaciones concretas. Entonces, tu modus operandi
consiste en que no reaccionas desde la realidad aislada de
las situaciones ni desde el momento presente, sino desde la
acumulación de significados subconscientes. 
Por ejemplo, imagínate que no has tenido tu mejor día en
el trabajo. En una reunión has intentado dar tu opinión,
pero uno de tus compañeros te ha interrumpido. Después,
cuando has conseguido intervenir y expresar tu opinión, ha
habido un silencio incómodo, y el resto de tus compañeros
ha cambiado abruptamente de tema. Entonces, tu
pensamiento te dice: «Nadie ha comentado nada» o «Me ha
interrumpido al hablar». Entonces, le das el siguiente
significado: «Soy invisible. Mi opinión no le importa a
nadie. No valgo nada». Llegas a casa luego de lo que
consideras un día infernal, esperando poder escapar de ese
sentimiento, entras

Continuar navegando