Logo Studenta

b425dd530bdc2a5b371b862602db11b5

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

»
a i »
mf f i ,m j
--------- -h ^ r . - ' '•"
„ ■*;;. ' .. tf
®4 L Ü ^
MOSHE FELDENKRAIS
Autoconciencia
por el movimiento
Ejercicios fáciles para mejorar
■■ÍSK!
:̂ ::-i"VrL- j-.v.-í
tu postura, visión, imaginación 
y desarrollo personal
El libro básico del método Feldenkmii
i ' .¡a-/- v
Título original: Awareness through movement.
Health exercises for personal growth 
Publicado en inglés por Harper & Row Publishers, Inc., Nueva York
Traducción de Luis Justo
Cubierta de Julio Vivas
© 1972 by Moshe Feldenkrais 
© 1985 de todas las ediciones en castellano, 
Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona 
http://www.paidos.com
ISBN: 84-493-0392-3 
Depósito legal: B-31.212/2004
Impreso en Hurope, S.L.,
Lima, 3 - 08030 Barcelona
Impreso en España - Printed in Spain
http://www.paidos.com
SUMARIO
P rim era , p a r te 
Comprender al hacer
Prefacio....................................................................... ............ 11
La autoimagen....................................................................... 19
Niveles de desarrollo............................................................. 33
Dónde empezar y cómo.......... . ............................................ 39
Estructura y función............................................................... 49
La dirección del progreso.................. . ................................ 57
S e g u n d a p a r t e 
Hacer para comprender: doce lecciones prácticas
Observaciones generales....................................................... 65
Algunas sugerencias prácticas........................................ .. 71
Lección 1. ¿Qué es una postura correcta? ........................... 75
Lección 2. ¿Qué acción es buena? ..................................... .. 93
Lección 3. Algunas propiedades fundamentales del
movimiento.................... .................................... 95
Lección 4. Diferenciación de las partes y las funciones
en la respiración.............................. .................. 107
Lección 5. Coordinación de los músculos flexores y de los
extensores.......................... ................................ 123
Primera parte 
COMPRENDER AL HACER
PREFACIO
Actuamos de acuerdo con nuestra autoimagen. Ésta —que a su 
vez gobierna cada uno de nuestros actos— es condicionada en gra­
do variable por tres factores: herencia, educación y autoeduca­
ción.
La parte hereditaria es la más inmutable. El patrimonio bioló­
gico del individuo —forma y capacidad de su sistema nervioso, es­
tructura ósea, músculos, tejidos, glándulas, piel, sentidos— es de­
terminado por su herencia física mucho antes de que él posea 
identidad establecida alguna. Su autoimagen se desarrolla a partir 
de sus acciones y reacciones en el curso normal de la experiencia.
La educación determina el propio lenguaje y crea un patrón de 
conceptos y reacciones común a una sociedad dada. Tales concep­
tos y reacciones varían según el ambiente en que nace la persona; 
no son característicos de la humanidad como especie, sino sólo de 
ciertos grupos de individuos.
De la educación resulta en gran medida la dirección que segui­
rá la autoeducación, que constituye el elemento más activo de 
nuestro desarrollo y que, en el plano de lo social, empleamos con 
frecuencia mayor que los elementos de origen biológico. La auto­
educación influye sobre la manera en que adquirimos la educación 
exterior, así como sobre la selección del material que se-aprende y 
el rechazo de lo que no podemos asimilar. Educación y autoedu­
cación son procesos intermitentes. En las primeras semanas de la 
vida infantil, la educación radica sobre todo en absorber el am­
biente, y la autoeducación casi no existe: sólo consiste en rechazar
todo aquello que, desde el punto de vista orgánico, resulta extraño 
e inaceptable para las características hereditarias del infante, o en 
resistirse a ello.
La autoeducación progresa a medida que el organismo infantil 
crece y se estabiliza. El niño desarrolla poco a poco características 
individuales; empieza a elegir, de acuerdo con su propia naturale­
za, unos u otros objetos y acciones. Ya no acepta todo cuanto-la 
educación trata de imponerle. Esta y las propensiones individuales 
se asocian para establecer la tendencia que gobernará toda nuestra 
conducta y nuestras acciones habituales.
De los tres factores activos que intervienen en la formación de 
la autoimagen, sólo la autoeducación está, en cierta medida, en 
nuestras manos. Recibimos la herencia física sin haberla pedido, la 
educación nos es impuesta, y ni siquiera la autoeducación es por 
entero voluntaria en los primeros años, sino que es decidida por la 
relación de las fuerzas de la personalidad heredada, las caracterís­
ticas individuales, el funcionamiento eficiente del Sistema nervioso 
y la intensidad y persistencia de las influencias educacionales. La 
herencia hace de cada uno de nosotros un individuo único por su 
estructura física, su aspecto y sus acciones. La educación hace de 
cada uno de nosotros un miembro de alguna sociedad humana 
particular, y procura hacernos tan parecidos como sea posible a 
todo otro miembro de esa sociedad. Esta dicta nuestra manera de 
vestirnos, por lo que nuestra apariencia es similar a la de otros. Al 
damos un lenguaje, la sociedad nos hace expresarnos en la misma 
forma que otros. Instila en nosotros una pauta de conducta y valo­
res, y trata de que también nuestra autoeducación influya de ma­
nera tal que deseemos parecemos a todos los demás.
Como consecuencia, incluso la autoeducación, es decir, la fuer­
za activa que pugna por abrir paso a lo individual y llevar al cam­
po de la acción lá diferencia hereditaria, tiende en gran medida a 
poner nuestra conducta en concordancia con la de los otros. El de­
fecto esencial de la educación, tal como la conocemos hoy, reside 
en que se basa sobre prácticas antiguas y a menudo primitivas que 
no perseguían en forma consciente ni clara su propósito igualita­
rio. Ese defecto tiene su ventaja, puesto que al carecer la educa­
ción de todo propósito definido, salvo el de moldear individuos de 
modo que no sean inadaptados sociales, no siempre logra anular 
por completo a la autoeducación. Sin embargo, incluso en los paí­
ses avanzados, donde los métodos educacionales se perfeccionan
constantemente, hay similitud cada vez mayor de opiniones, apa­
riencia y ambiciones. El desarrollo de los medios masivos de co­
municación y las aspiraciones a la igualdad política también con­
tribuyen en forma sustancial a la actual confusión de identidades.
Los conocimientos y técnicas modernos en los campos de la 
educación y la psicología ya han permitido al profesor B. F. Skin- 
ner, psicólogo de Harvard, presentar métodos para producir indi­
viduos «satisfechos, capaces, educados, felices y creativos». Ese es 
también, en efecto, el objetivo de la educación aunque no se lo 
enuncie en forma tan explícita. Por cierto, Skinner no se equivoca 
acerca de la eficacia de esos métodos, y existen pocas dudas de que 
en su momento seremos capaces de crear unidades de forma hu­
mana, educadas, organizadas, satisfechas y felices: y si aplicáramos 
todos los conocimientos que poseemos en el campo de la herencia 
biológica, incluso lograríamos producir varios tipos distintos de 
dichas unidades, con el fin de satisfacer todas las necesidades de la 
sociedad.
Esta utopía, que tiene posibilidades de realizarse en nuestro 
tiempo, es el resultado lógico de la situación actual. Para mate­
rializarla sólo necesitamos provocar uniformidad biológica y em­
plear medidas educacionales apropiadas para impedir la autoedu­
cación.
Muchas personas consideran que la comunidad importa más 
que los individuos de que se compone. En todos los países avan­
zados se advierte una tendencia hacia el mejoramiento de la co­
munidad; las diferencias residen sólo en los métodos que se eligen 
para alcanzar esa meta. Parece haber acuerdo general en que lo 
más importante es mejorar losprocesos sociales de empleo, pro­
ducción y provisión de iguales oportunidades para todos. Toda so­
ciedad procura inculcar en los más jóvenes, mediante la educación, 
aquellas cualidades que les permitirán formar una comunidad tan 
uniforme como les resulte posible, capaz de funcionar sin mayores 
tropiezos.
Puede que tales tendencias sociales concuerden con la ten­
dencia evolutiva de la especie humana; de ser así, todos debería­
mos, por cierto, dirigir nuestros esfuerzos hacia el cumplimien­
to de ese fin.
Empero, si por un momento hacemos- a un lado el concepto de 
sociedad y nos volvemos al hombre mismo, comprobamos que 
aquélla no es la mera suma total de las personas que la constituyen
y que, desde el punto de vista del individuo, tiene un significado 
distinto. Para éste, la sociedad importa, ante todo, como campo en 
el que debe avanzar para ser aceptado como miembro valioso; va­
lor que, a sus propios ojos, es influido por su posición en la socie­
dad. Pero ésta también le importa en cuanto campo donde ejerci­
tar sus cualidades individuales, desarrollar y expresar aquellas 
particulares inclinaciones propias que forman parte orgánica de su 
personalidad. Las características orgánicas provienen de la heren­
cia biológica y es esencial manifestarlas para que el organismo fun­
cione en toda su plenitud. A medida que la tendencia a la unifor­
midad, dentro de nuestra sociedad, crea innumerables conflictos 
con los rasgos individuales, la adaptación a la sociedad puede re­
solverse por supresión de las necesidades orgánicas individuales, o 
bien por identificación del individuo con las necesidades de la so­
ciedad (en forma tal que a él no le parezca impuesta), lo que pue­
de llegar hasta el punto de que. el individuo se sienta rebajado 
cuando no acierte a comportarse con arreglo a los valores sociales.
La educación provista por la sociedad obra en dos direcciones 
a la vez. Elimina toda tendencia disidente mediante penas consis­
tentes en el retiro de su apoyo y, al mismo tiempo, inculca al indi­
viduo valores que lo obligan a superar y desechar los deseos es­
pontáneos. Por efecto de tales condiciones, la mayoría de los 
adultos viven hoy tras una máscara, la máscara de la personalidad 
que el individuo procura presentar a otros y a sí mismo. Toda as­
piración o deseo espontáneo es objeto de una,rigurosa crítica in­
terna, no sea que revele la índole orgánica del individuo. Esas as­
piraciones y deseos despiertan inquietud y remordimiento, y el 
individuo procura combatir el impulso de realizarlos. El único 
premio que torna soportable la vida a pesar de tales sacrificios es 
la satisfacción derivada del reconocimiento, por la Sociedad, del 
individuo que alcanza el éxito tal como lo entiende ella. Tan inten­
sa es la necesidad de recibir apoyo constante de los propios con­
géneres, que la mayor parte de las personas parecen consagrar la 
principal parte de sus vidas a consolidar sus máscaras. Sólo la re­
petición del éxito puede estimular al individuo a persistir en la 
mascarada.
El éxito tiene que ser visible y supone un ascenso constante por 
la escala socioeconómica. Si el individuo no logra ascender, no 
sólo se tornarán difíciles sus condiciones de vida; además, él dis­
minuirá de valor ante sus propios ojos hasta el punto de poner en
peligro su salud mental y física. Apenas si se permitirá tomarse 
unas vacaciones, aunque disponga de los medios materiales para ello. 
Las acciones y el impulso que las origina —necesarios para mante­
ner una máscara exenta de fallas y grietas, so pena de revelarse tal 
como él es— no se derivan de necesidad orgánica alguna. Como 
consecuencia, la satisfacción que obtiene de esas acciones, por más 
éxito que tengan, no es orgánica, no lo revitaliza; es una mera gra­
tificación superficial, externa.
Muy lentamente, con los años, ese hombre llega a convencerse 
de que el reconocimiento de su éxito por la sociedad tiene, que 
darle contentamiento orgánico; más aún, se convence de que se lo 
da. Con no poca frecuencia, tanto se adapta el individuo a su más­
cara, tan completa es su identificación.có.n ella, que ya no siente 
impulso orgánico alguno, ni satisfacciones de esa especie. Tal vez a 
raíz de ello descubra que en sus relaciones familiares y sexuales 
hay fallas y trastornos, y que quizá siempre los hubo, pero siempre 
se los pasó por alto en atención al éxito del individuo en la socie­
dad. Pues la verdad es que, en comparación con la brillante exis­
tencia de la máscara y con su valor social, la vida orgánica privada 
y la atención de necesidades urgentes de poderosos impulsos or­
gánicos no tienen casi importancia. La gran mayoría de las perso­
nas viven, detrás de sus máscaras, vidas lo bastante activas y satis­
factorias como para que puedan sofocar, sin gran dolor, cualquier 
vacío que sientan al detenerse y escuchar qué les dice el corazón.
En las ocupaciones que la sociedad considera importantes, na­
die triunfa hasta tal punto que le permíta vivir una vida de másca­
ra satisfecha. Muchos de aquellos que, en su juventud, no acerta­
ron a labrarse una profesión u oficio que les brindara prestigio 
suficiente para.mantener sus máscaras en vida, afirman que son 
perezosos y no tienen el carácter ni la perseverancia necesarios 
para aprender algo. Intentan tina cosa tras otra, van de empleo en 
empleo, v sin-embargo se consideran, invariablemente, aptos para 
cualquier cosa que se les presente-. Tal confianza en:sus pioj5Ías'ap­
titudes les infunde satisfacción orgánica suficiente, para justificar 
cada tentativa nueva. Pueden no tener menos dotes naturales que 
otros —tal vez tengan más—, pero han adquirido hasta tal puala 
el hábito de descuidar sus necesidades orgánicas, que ya no logran 
sentir interés genuino por actividad alguna. Acaso tropiecen con 
algo en lo que se asienten más que de costumbre e incluso alcan­
cen cierta eficiencia. Pero, aun en ese caso, será la suerte de haber
encontrado ese empleo y, gracias a él, una posición social, lo que 
les permitirá fundar un juicio sobre su propio valor. Al mismo 
tiempo, el débil respeto que sienten por sí mismos los lleva a bus­
car éxito en otras esferas, una de las cuales bien puede ser la pro­
miscuidad sexual. Ésta, paralela al constante cambio de empleo, es 
activada por el mismo mecanismo, es decir, la creencia en alguna 
dote propia y especial. Eleva su valor ante sus propios ojos, y tam­
bién proporciona por lo menos una satisfacción orgánica parcial; 
bastante, en todo caso, para que valga la pena intentarlo de nuevo.
La autoeducación —que, según vemos, no es del todo autóno­
ma— provoca aun otros conflictos estructurales y funcionales. 
Muchas personas padecen de algún trastorno en la digestión, la 
eliminación, la respiración o la estructura ósea. El alivio periódico 
de una de esas disfunciones trae consigo otros mejoramientos y, 
por un tiempo, un aumento de la vitalidad general. Este.período 
será seguido, poco menos que en cada caso, por un período de sa­
lud y ánimo empobrecidos.
Resulta obvio que de los tres factores que determinan en gene­
ral la conducta del hombre, tan sólo la autoeducación está sujeta 
en medida apreciable a la voluntad. La cuestión radica entonces en 
cuál es realmente esa medida y, más en particular, en qué forma 
puede uno ayudarse a sí mismo. Muchos optarán por consultar a 
un especialista, y en los casos graves es la mejor solución. Empero, 
muchos no lo consideran necesario, o no desean en modo alguno 
hacerlo: en todo caso, dudan que el especialista pueda serles útil. 
En definitiva, el único camino abierto a cada uno es ayudarse a sí 
mismo.
Camino duro y complejo, está sin embargo entre las posibili­
dades prácticas de toda persona que sienta necesidad de cambiar y 
mejorar, mientras tenga presente que debe comprender con clari­
dad algunos puntos para que ese proceso —la adquisición de un 
nuevo conjunto de respuestas— no le resulte demasiado difícil.
Es preciso entender bien desde el principio que el proceso de 
aprendizajees irregular, consiste en pasos y no carece de altibajos. 
Esto rige incluso para algo tan simple como aprender de memoria 
un poema. Un día un hombre puede aprenderlo, y al día siguiente 
no recordar nada. Pocos días después, sin haber vuelto a estudiar­
lo, tal vez compruebe de pronto que lo sabe perfectamente. Inclu­
so si deja de pensar en ese poema durante meses, un breve repaso 
se lo restituirá por completo. No debe desanimamos, en conse­
cuencia, comprobar que en algún momento hemos retrocedido al 
punto inicial; a medida que el aprendizaje continúa, esas regresio­
nes se tomarán más raras, y más fácil, en cambio, retornar al nue­
vo estado.
También es preciso comprender que a medida que se operan 
cambios en la propia persona se descubren dificultades nuevas, 
hasta entonces inadvertidas. La conciencia las rechazaba antes, 
fuese por miedo o por dolor; sólo a medida que la confianza en sí 
mismo se fortalece se torna posible reconocerlas.
Muchas personas efectúan tentativas esporádicas por mejorar 
y corregirse, aunque a menudo no tengan clara conciencia de ello. 
La persona media se contenta con sus actividades y piensa que no 
necesita nada, salvo un poco de gimnasia para corregir unas pocas 
deficiencias que ha notado. Todo lo dicho en esta introducción se 
dirige, en rigor, a ese hombre medio a cuyo juicio nada de esto le 
concierne.
A medida que cada uno trata de mejorarse, puede encontrar en 
sí mismo varias etapas de desarrollo. Y a medida que progresa, los 
recursos necesarios para corregirse más aún se toman cada vez 
más sutiles. En el presente libro, he trazado con detalle considera­
ble los primeros pasos por ese camino, con el fin de que el lector 
llegue más lejos aún por su propio impulso.
D in á m ic a d e l a a c c ió n p e r so n a l
Cada uno de nosotros habla, se mueve, piensa y siente en for­
ma distinta, de acuerdo, en cada caso, con la imagen de sí mismo 
que ha construido con los años. Para modificar nuestra manera de 
actuar debemos modificar la imagen de nosotros mismos qúe lle­
vamos dentro. Esto implica, desde luego, cambiar la dinámica de 
nuestras reacciones, no el mero reemplazo de una acción por otra. 
Tal proceso supone no sólo cambiar nuestra autoimagen, sino tam­
bién la índole de nuestras motivaciones, y movilizar además todas 
las partes del cuerpo interesadas en ello.
Esos cambios determinan las notables diferencias en la forma 
en que cada individuo ejecuta acciones similares, por ejemplo, es­
cribir a mano y pronunciar.
LOS CUATRO COMPONENTES DE LA ACCIÓN
Nuestra autoimagen consiste en. los cuatro componentes que 
intervienen en toda acción: movimiento, sensación, sentimiento y 
pensamiento. El aporte de cada uno de ellos a una acción particu­
lar varía, tal como difieren las personas que la ejecutan, pero en 
cualquier acción estará presente, en alguna medida, cada uno de 
los componentes.
Para pensar, por ejemplo, una persona debe estar despierta, y
saber que está despierta y no soñando; o sea, debe sentir y discer­
nir cuál es su posición respecto del campo de gravedad. De ello se 
deduce que en el pensar intervienen también el movimiento, la 
sensación y el sentimiento.
Sentirse iracundo o feliz, exige a un hombre adoptar cierta 
postura, en alguna suerte de relación con otra persona y objeto. O 
sea, también debe moverse, tener sensaciones y pensar.
Para tener una sensación —visual, auditiva, táctñ— la persona 
debe interesarse o sorprenderse por algún hecho que le concierne, 
o tener conciencia de éste. Es decir, debe moverse, experimentar 
un sentimiento y pensar.
Para moverse, debe emplear por lo menos uno de sus sentidos, 
consciente o inconscientemente, lo que involucra además senti­
miento y pensamiento.
Cuando alguno de esos componentes de la acción disminuye 
casi hasta el punto de desaparecer, la vida misma puede correr pe­
ligro. Es difícil sobrevivir, aun por períodos breves, sin efectuar 
movimiento alguno. Un ser privado de todos sus sentidos carece 
de vida. Es el sentimiento lo que nos impulsa a vivir; sentirnos so­
focados nos fuerza a respirar. Sin siquiera un mínimo de pensa­
miento reflejo, ni un escarabajo subsiste mucho tiempo.
LOS CAMBIOS SE TORNAN FIJOS COMO HÁBITOS
En realidad, nuestra imagen nunca es estática. Cambia de una 
acción a otra, pero tales cambios poco a poco se transforman en 
hábitos; o sea, las acciones asumen un carácter fijo, invariable.
En la edad temprana, cuando la imagen va cobrando forma, su 
ritmo de cambio es activo; rápidamente se adquieren formas de ac­
ción nuevas, que tan sólo la víspera superaban la capacidad del 
niño. El infante empieza a ver, por ejemplo, pocas semanas des­
pués del nacimiento; un buen día empieza a ponerse de pie, cami­
nar y hablar. Las experiencias del propio niño y su herencia bioló­
gica se combinan lentamente, hasta crear una manera individual 
de pararse, caminar, hablar, sentir, atender, así como de ejecutar 
todas las restantes acciones que otorgan sustancia a la vida huma­
na. Pero si bien la vida de una persona, vista desde cierta distancia, 
parece muy similar a la de cualquier otra, un examen más deteni­
do revela que son por completo distintas. En consecuencia, debe­
mos emplear las palabras y los conceptos de manera tal que se apli­
quen más o menos flexible o igualmente a todas.
CÓMO SE FORMA LA AUTOIMAGEN
Nos limitaremos, pues, a examinar en detalle la faceta motriz 
de la autoimagen. Por estar el instinto, el sentimiento y el pensa­
miento conectados con el movimiento, el papel que cumplen en la 
creación de la autoimagen se revela por sí solo cuando considera­
mos el papel que corresponde en ella al movimiento.
La estimulación de ciertas células de la corteza motriz del cere­
bro activa un músculo particular. Hoy se sabe que la correspon­
dencia entre las células de la corteza y los músculos que activan no 
es absoluta ni exclusiva. Sin embargo, podemos considerar que 
existe base experimental suficiente para justificar la suposición de 
que ciertas células específicas activan músculos específicos por lo 
menos en sus movimientos básicos.y elementales.
A c c ió n in d iv id u a l y .a c c ió n s o o a l
El recién nacido es incapaz de ejecutar prácticamente nada de 
lo que hará como adulto en la sociedad, pero es capaz de hacer casi 
todo lo que hace el adulto como individuo. Puede respirar, comer, 
digerir, defecar, y su cuerpo es capaz de organizar todos los proce­
sos biológicos y fisiológicos, con excepción del acto sexual que, en 
el adulto, puede considerarse como un proceso social, pues se 
consuma entre dos personas. En el comienzo, la actividad sexual 
permanece confinada a la esfera individual. Ahora en general se 
acepta que la sexualidad adulta se desarrolla a partir de la autose- 
xualidad inicial. Este enfoque permite explicar las insuficiencias 
en ese campo como una falla de desarrollo individual hacia la se­
xualidad social plena.
C o n t a c t o c o n e l m u n d o e x t e r n o
El contacto del infante con el mundo exterior se establece 
principalmente por medio de los labios y la boca; por medio de
ellos reconoce a su madre. Cuando utiliza las manos para tocar 
desmañadamente y ayudar en la tarea de la boca y los labios, co­
noce por el tacto lo que ya conoce con los labios y la boca. A par­
tir de allí progresará gradualmente hacia el descubrimiento de 
otras partes de su cuerpo y sus relaciones mutuas, de donde resul­
tarán sus primeras Hociones de distancia y volumen. El descubri­
miento del tiempo empieza por la coordinación de los procesos de 
respirar y tragar, conectados ambos con los movimientos de los la­
bios, la boca, el maxilar inferior, las ventanas de la nariz y la zona 
circundante.
L a a u t o im a g e n e n l a co rteza m o t r iz
Si marcáramos con color, en la superficie de la corteza motriz 
del cerebro del infante de un mes, aquellas células que activan los 
músculos sujetos a su creciente voluntad, obtendríamos una forma 
semejante a la de su cuerpo, pero quesólo representaría las zonas 
de acción voluntaria, no la configuración anatómica de las par­
tes del cuerpo. Veríamos, por ejemplo, que los labios y la boca ocu­
pan el sector más extenso de la superficie coloreada. Los músculos 
que trabajan contra la fuerza de gravedad —los que abren las arti­
culaciones y otorgan al cuerpo la postura erecta— no responden 
aún al control voluntario; los músculos de la mano, a su vez, sólo 
ahora empiezan a responder, por momentos, a la voluntad. Ob­
tendríamos una imagen funcional en que el cuerpo humano estaría 
indicado por cuatro delgados trazos correspondientes a las extre­
midades, unidos entre sí por otro trazo corto y fino, correspon­
diente al tronco, y en que los labios y la boca ocuparían la mayor 
parte de la imagen.
C a d a f u n c ió n n u e v a m o d ific a la im a g e n
Si coloreásemos las células que activan los músculos sujetos a 
control voluntario de un niño que ya ha aprendido a caminar y es­
cribir obtendríamos una imagen funcional no poco distinta. Los 
labios y la boca ocuparían de nuevo la mayor parte del espacio, por 
haberse agregado a la imagen anterior la función del habla, que in­
volucra la lengua, la boca y los labios. Pero además se notaría otro
gran parche de color, correspondiente al sector de células que ac­
tivan los pulgares. El área cubierta por las células que activan el 
pulgar derecho sería notablemente más grande que la cubierta por 
las que activan el izquierdo. El pulgar interviene en casi todos los 
movimientos de la mano, la escritura en particular. La zona co­
rrespondiente al pulgar sería más amplia que la representativa de 
los restantes dedos.
La im a g e n m u s c u la r d e l a c o r t e z a m o t r iz e s ú n ic a
PARA CADA INDIVIDUO
Si volviéramos a trazar esos bocetos cada pocos años, no sólo el 
resultado sería cada vez distinto; además, variaría cafacterísticar 
mente de un individuo a otro. En un hombre que no hubiese 
aprendido a escribir, las manchas de color representativas de los 
pulgares seguirían siendo pequeñas, porque las células que po­
drían haber incluido no fueron utilizadas. El área correspondien­
te al dedo medio sería más amplia en una persona que hubiese 
aprendido a tocar un instrumento musical que en otra que no lo 
hubiera aprendido. Las personas que conocieran varios idiomas, 
o los cantantes, presentarían áreas más amplias de células que 
activan los músculos que controlan la respiración, la lengua, la 
boca, y demás.
Só l o l a im a g e n m u sc u l a r h a s id o c o m pr o b a d a 
POR o bservac ió n
En el curso de mucha experimentación, los fisiólogos han esta­
blecido quv,, por lo -menos en lo que concierne a los movimientos 
básicos, las células que intervienen en ellos-se conectan en la cor­
teza motriz del cerebro de manera tal que configuran una forma 
parecida a la del cuerpo humano, a la que dieron el nombre de ho­
múnculo. El concepto de «autoimagen» tiene, pues, una base váli­
da, por-lo menos en lo que se refiere a los movimientos básicos. No 
hay prueba experimental similar en relación con la sensación, el 
sentimiento o el pensamiento.
N uestra , a u t o im a g e n es m á s p e q u e ñ a q u e nu e str a
CAPACIDAD POTENCIAL
Nuestra autoimagen es por necesidad más pequeña que lo que 
podría ser, pues sólo la constituye el grupo de células que hemos 
utilizado efectivamente. Por añadidura, tal vez más importantes 
que su número material sean los varios patrones y combinaciones de 
células. Un hombre que ha llegado a dominar varios idiomas uti­
lizará mayor número de células, así como de combinaciones de 
ellas. En las comunidades minoritarias del mundo entero', la mayo­
ría de los niños conocen por lo menos dos idiomas; su autoimagen 
está un poco más cerca del máximo potencial que la de las gentes 
que sólo conocen su lengua materna.
Lo mismo puede decirse de la mayor parte de las restantes es­
feras de actividad. En general, nuestra autoimagen es más limitada 
y pequeña que nuestro potencial. Existen individuos que saben de 
30 a 70 idiomas. Ello indica que la autoimagen media sólo ocupa 
alrededor del cinco por ciento de su potencial. La observación y el 
trato sistemático de varios miles de individuos, originarios de la 
mayor parte de las naciones y las civilizaciones, me han convenci­
do de que la fracción que empleamos de todo nuestro potencial 
oculto llega aproximadamente a dicha cifra.
A l c a n z a r o bjetivo s in m e d ia t o s t ie n e u n a spe c t o n e g a t iv o
El aspecto negativo de aprender a alcanzar objetivos reside en 
que tendemos a poner fin al aprendizaje cuando hemos adquirido 
conocimientos suficientes, para lograr nuestra meta inmediata. Por 
ejemplo, mejoramos nuestra dicción hasta que podemos hacemos 
entender. Pero toda persona que desea hablar con la claridad de 
un actor descubre que debe estudiar dicción durante varios años 
para aproximarse siquiera a todo lo que podría dar en ese sentido. 
Por un intrincado proceso de limitar sus aptitudes, el hombre se 
acostumbra a bastarse con el cinco por ciento de su potencial, sin 
comprender que su desarrollo se ha atrofiado. Lo complejo de la 
situación resulta de la independencia —inherente a ambos térmi­
nos dé la relación— entre el crecimiento y el avance del individuo, 
y la cultura y la economía de la sociedad en que vive.
L a e d u c a c ió n e stá s u b o r d in a d a , e n g r a n m e d id a , a las 
c ir c unsta ncias
Nadie sabe qué propósito persigue la vida, y la educación que 
cada generación trasmite a la siguiente se limita a perpetuar los hábi­
tos mentales de la primera. Desde el comienzo de la humanidad, la 
vida ha sido una lucha áspera; la naturaleza no tiene contemplaciones 
con las criaturas que carecen de conciencia. Es imposible ignorar las 
grandes dificultades sociales creadas por la existencia de los muchos 
millones de seres humanos que la tierra alberga desde los últimos si­
glos. En tales condiciones de tirantez, la educación se mejora sólo en 
la medida de lo necesario y lo posible para que una generación nue­
va reemplace a la anterior bajo condiciones más o menos similares.
U n d e sa r r o l lo m ín im o d e l in d iv id u o ba sta par a las 
n e c e sid a d e s d e l a s o c ie d a d
La tendencia biológica básica de todo organismo a crecer y 
prosperar en la mayor medida posible ha sido considerablemente 
gobernada por revoluciones sociales y económicas, que al mejorar 
las condiciones de vida de la mayoría permitieron que mayor nú­
mero'de personas alcanzaran cierto mínimo de prosperidad. En 
esas condiciones, el desarrollo potencial básico cesó en etapa tem­
prana de la, adolescencia, porque las exigencias sociales permi­
tieron a los miembros de la generación joven ser aceptados, en es­
cala mínima, como individuos útiles. En rigor, más allá de los 
primeros años de la adolescencia la capacitación se limita a lá ad­
quisición de conocimientos prácticos y profesionales en algún 
campo, y el perfeccionamiento fundamental continúa por azar y 
en casos excepcionales. Sólo una persona fuera de lo común per­
siste en mejorar su autoimagen hasta que se aproxima bastante a la 
aptitud potencial inherente a cada individuo.
E l c írc ulo v ic io so d e l d e sa r r o l lo in c o m p l e t o
Y LA SATISFACCIÓN DE REALIZARSE
A la luz de lo dicho, resulta evidente que la mayoría de las per­
sonas sólo alcanzan a utilizar poco más que una fracción diminuta
de su capacidad potencial; la minoría que aventaja a la mayoría no 
lo hace porque posea un potencial superior, sino porque aprende 
a utilizar una proporción mayor de su potencial, que bien pue­
de no superar el término medio, habida cuenta, desde luego, de 
que no hay dos personas que tengan la misma capacidad natural.
¿Cómo se crea un círculo vicioso tal que, a la vez, atrofia las fa­
cultades del hombre y sin embargo le permite sentirse razonable­
mente satisfecho con aquello a lo cual él mismo se ha limitado, o 
sea, con una escasaproporción de sus aptitudes? La situación es 
curiosa.
Los p r o c e s o s f i s i o l ó g i c o s q u e o b s t a c u l iz a n e l d e s a r r o l l o
En los primeros años de su vida, el hombre se parece a cualquier 
otro ser vivo: pone en acción todas sus distintas facultades y utili­
za toda función que se encuentre suficientemente desarrollada. Como 
todas las células vivas, las de su cuerpo procuran crecer y cumplir 
sus funciones específicas. Esto se aplica también a las células del sis­
tema nervioso; cada una vive, como célula, su propia vida, mientras 
participa en la función orgánica para la cual existe. Sin embargo, 
como parte del organismo total, muchas células permanecen inacti­
vas. Ello puede deberse a dos procesos distintos. En virtud de uno 
de ellos, el organismo puede estar ocupado en acciones que exigen 
inhibir ciertas células y activar otras. Si el organismo se consagra 
más o menos continuamente a esas acciones, cierto número de célu­
las permanecerá en estado casi constante de inhibición.
En el otro caso, puede que algunas funciones potenciales nunca 
maduren. Tal vez el organismo no necesite ejercerlas, sea porque 
no le resultan valiosas como tales, o porque sus propios impul­
sos lo llevan por un camino distinto. Ambos procesos son comu­
nes. Y la verdad es que las condiciones sociales permiten que 
un organismo funcione como útil miembro de la sociedad sin que en 
modo alguno desarrolle sus aptitudes hasta el punto máximo.
E l h o m b r e se ju z g a a sí m ism o po r su valo r e n l a so c ie d a d
En nuestros días, la tendencia general hacia el mejoramiento 
social ha conducido directamente a .desatender, si no a-descuidar
por completo, el material humano de que se compone la sociedad. 
El error no radica en la meta misma —esencialmente es construc­
tiva—, sino en el hecho de que los individuos, con razón o sin ella, 
tienden a identificar sus autoimágenes con lo que ellos valen para 
la sociedad. Aunque se haya emancipado de sus educadores y pro­
tectores, el hombre no lucha por diferenciarse en modo alguno del 
esquema que se le imprimió desde el principio. Así, la sociedad lle­
ga a constituirse de personas que se parecen cada vez más por sus 
costumbres, sus conductas y sus objetivos. Aunque las diferencias 
hereditarias entre unos y otros son obvias, pocos individuos pien­
san acerca de sí mismos sin remitirse al. valor que la sociedad les 
atribuye. Tal como un hombre que se obstina en hincar una estaca 
cuadrada en un agujero redondo, el individuo intenta limar sus pe­
culiaridades biológicas desentendiéndose de las necesidades que 
le son propias. Brega por encajar en el agujero redondo, que en 
todo instante desea llenar activamente, porque si fracasa en esto, 
tanto disminuirá él mismo de valor ante sus propios ojos, que 
perderá toda iniciativa. Estos son puntos que deben tenerse en 
cuenta cuando se quiere apreciar en toda su amplitud la abruma­
dora influencia que tiene la actitud del individuo hacia sí mismo en 
el momento en que, de nuevo, quiere facilitar su propio creci­
miento, o sea, permitir que sus cualidades propias se desarrollen y 
maduren.
Ju z g a r a u n n iñ o p o r sus é x it o s l o d e spo ja d e 
e s p o n t a n e id a d
Durante sus primeros años, un niño es valorado, en general, no 
por sus éxitos sino por lo que él mismo representa. En las familias 
donde asi sucede, el niño evolucionará de acuerdo con sus aptitu­
des individuales. En aquellas familias donde ante todo se juzga a 
los niños por sus éxitos, pronto se eclipsará toda espontaneidad. 
Esos niños se convertirán en adultos sin pasar por la adolescencia. 
Y tal vez esos adultos sientan, de vez en cuando, una nostalgia in­
consciente por la adolescencia que les faltó, un deseo de procurar­
se esas aptitudes instintivas que ellos contienen y que su voluntad 
juvenil no tuvo oportunidad de desarrollar.
E l m e jo r a m ien to d e sí m ism o d e p e n d e
d e LA PROPIA EVALUACIÓN
Es importante comprender que si un hombre desea mejorar su 
autoimagen, debe en primer término aprender a valorarse como 
individuo, aun si cree que sus defectos, como miembro de la so­
ciedad, pesan más que sus méritos.
Deberíamos aprender de las personas baldadas desde el- naci­
miento o la niñez cómo puede verse un individuo a sí mismo en el 
enfrentamiento con insuficiencias palpables. Aquellos que logran 
mirarse con sentimiento humanitario lo bastante, amplio como 
para tener por sí mismos un respeto firme, son capaces de alcanzar 
alturas a las que la persona de salud normal nunca llegará. En cam­
bio, quienes se consideran inferiores a raíz de sus insuficiencias y 
las superan por pura fuerza de voluntad, tienden a transformarse 
en adultos duros y amargados que se desquitarán contra congéne­
res que no tienen la culpa; más aún, tal vez no sean capaces de mo­
dificar sus propias circunstancias aunque se lo propongan.
LA ACCIÓN: ARMA PRINCIPAL PARA PROMOVER 
EL PROPIO MEJORAMIENTO
Reconocer la propia valía es importante al emprender el mejo­
ramiento de sí mismo, pero el logro de todo mejoramiento real 
exige relegar a un segundo plano el respeto por sí mismo. Si no se 
alcanza una etapa en que ese respeto deja de ser la principal fuer­
za motivadora, ningún perfeccionamiento que se alcance bastará 
para satisfacer al individuo. En rigor, a medida que un hombre 
crece y se mejora, toda su existencia se centra cada vez más en tor­
no de qué hace; quién lo hace adquiere una importancia cada vez 
menor.
L a d ific u lt a d d e m o d ific a r u n pa t r ó n d e ACCIÓN ANTERIOR
Aunque la autoimagen sea, en realidad, el resultado de la pro­
pia experiencia, el hombre tiende a considerarla como algo que le 
ha sido otorgado por la naturaleza. El aspecto físico, la voz, la ma­
nera de pensar, el ambiente, la relación con el espacio y el tiempo
—hemos mencionado al azar— se dan por sentados como realida­
des nacidas con la propia persona, cuando en rigor todo elemento 
importante de la relación del individuo con otras personas y con la 
sociedad en general es el resultado de un extenso ejercicio. Las ar­
tes de caminar, hablar, leer y reconocer tres dimensiones en una fo­
tografía son técnicas que el individuo acumula a lo largo de mu­
chos años; cada una de ellas depende de la suerte y del lugar y el 
tiempo de su nacimiento. La adquisición de un segundo lenguaje 
no es tan fácil como la del primero, y su pronunciación llevará la 
marca de la influencia de éste; la forma de estructurarse la oración 
en el primero se impondrá en el segundo. Toda pauta de acción asi­
milada a fondo interferirá en las pautas de las acciones siguientes.
Se presentan dificultades, por ejemplo, cuando una persona 
aprende a sentarse de acuerdo con la costumbre de una nación 
que no es la suya. Como esas pautas tempranas, como la manera de 
sentarse, no resultan sólo de la herencia, sino también de la oca­
sión y las circunstancias del nacimiento, las dificultades radican 
menos en la índole del nuevo hábito que en apartar los hábitos del 
cuerpo, el sentimiento y la mente de sus patrones establecidos. 
Esto vale para casi todo cambio de hábito, cualquiera que sea su 
origen. No nos referimos, desde luego, a la mera sustitución de 
una actividad por otra, sino a un cambio en la forma en que se eje­
cuta el acto, en toda su dinámica, por efecto del cual el nuevo mé­
todo será, en todo sentido, tan bueno como el anterior.
D e .m u c h a s partes d e l c uerpo n o h a y c o n c ie n c ia
Una persona que, echada de espaldas, intenta sentir en forma 
sistemática todo su cuerpo —o sea, dirigir su atención, por turno, 
a cada miembro y parte de su cuerpo— comprueba que ciertos 
sectores responden con facilidad, en tanto que otros permanecen 
mudos, o dormidos, más allá del alcance de su conciencia.
Es fácil, por ejemplo, sentir las puntas de los dedos o los labios, 
y mucho más difícil en cambio sentir la nuca, entre las orejas. Des­
de,luego, el gradó de la dificultades variable, pues depende de la 
forma de la autoimagen. En general, es difícil encontrar a una per­
sona que pueda tener conciencia de todo-su cuerpo por igual. Las 
partes que se definen con mayor facilidad en la conciencia son las 
que se usan a diario, en tanto que las mudas o dormidas son aque-
lias que sólo desempeñan un papel indirecto y están poco menos 
que ausentes de la autoimagen de la persona en el momento en que 
ésta actúa.
Una persona totalmente incapaz de cantar no puede sentir esa 
función en su autoimagen salvo mediante un esfuerzo intelectual 
de extrapolación. No tiene conciencia de ninguna conexión vital 
entre el espacio hueco de su boca y sus oídos o su respiración, 
como la tiene el cantante. Un hombre que no puede saltar no será 
consciente de aquellas partes del cuerpo que intervienen en el sal­
to y que, en cambio, están claramente definidas para el hombre ca­
paz de hacerlo.
- U n a a u t o im a g e n co m pl e t a es u n e st a d o raro e id e a l
Una autoimagen completa supondría conciencia cabal de to­
das las articulaciones de la estructura esquelética, así como de toda 
la superficie corporal: la espalda, los costados, el espacio compren­
dido entre las piernas, y demás. Se trata de una condición ideal y, 
en consecuencia, rara. Todos podemos demostrarnos que todo 
cuanto hacemos está de acuerdo con los límites de nuestra autoima­
gen y que ésta no representa más que un estrecho sector de la 
imagen ideal. También se observa con facilidad que la relación en­
tre las distintas porciones de la autoimagen se modifica de una ac­
tividad a otra y de una posición a otra. Esto no es fácil de advertir 
en las situaciones corrientes, debido a su familiaridad misma, pero 
basta imaginar el cuerpo listo para ejecutar un movimiento poco 
familiar para notar que las piernas, por ejemplo, parecen cambiar 
de longitud y grosor y modificarse en otros aspectos al pasar de un 
movimiento a otro distinto.
La e s t im a c ió n d e l t a m a ñ o v a r ía d e a c u e r d o
CON LOS DISTINTOS MIEMBROS
Si intentamos, por ejemplo, mostrar el ancho de nuestra boca, 
con los ojos cerrados, primero mediante el pulgar y el índice de la 
mano derecha, y después mediante-los índices de ambas manos, 
obtendremos dos valores distintos. No sólo ninguna de las medi­
das corresponderá al verdadero ancho de la boca; por añadidura,
tal vez ambas sean mucho más grandes o más pequeñas. Análoga­
mente, si con los ojos cerrados intentamos mostrar la profundidad 
de nuestro pecho separando nuestras manos una de otra, primero 
horizontalmente y después verticalmente, lo más probable es que 
obtengamos valores bastante diferentes, ninguno de los cur1-* 
coincidirá, por gran diferencia, con la realidad.
Cierre el lector los ojos y tienda los brazos al frente, separados 
por una distancia más o menos igual al ancho de los hombros. A 
continuación imagine el punto donde el rayo de luz que va del 
dedo índice de la mano derecha al ojo izquierdo se cruza con el 
rayo de luz que va del dedo índice de la mano izquierda al ojo de­
recho. Trate después de marcar ese punto de intersección con el 
pulgar y el dedo índice de la mano derecha. Cuando abra los ojos 
para mirar, es improbable que el lugar elegido le parezca correcto.
Pocas personas poseen una autoimagen lo bastante completa 
como para ser capaces de identificar en esa forma el lugar correc­
to. Más aún, si se repite el experimento utilizando el pulgar y el 
dedo índice de la mano izquierda, lo más probable es que se mar­
que un sitio distinto para el mismo punto.
L a a p r o x im a c ió n m e d ia e st á lejos d e ser l a m ejo r
QUE PUEDE LOGRARSE
Es fácil demostrar, mediante movimientos con los que no esta­
mos familiarizados, que nuestra autoimagen está lejos en general 
de ser tan completa y exacta como suponemos. Nuestra imagen se 
forma por medio de acciones que nos son familiares y en que la 
aproximación a la realidad se mejora haciendo entrar en juego va­
rios de los sentidos, que tienden a corregirse entre sí. Así, nuestra 
imagen es. más precisa en la región situada frente a nuestros ojos 
que en la situada detrás de nosotros o sobre nuestras cabezas, y 
también lo es en posiciones que nos son conocidas, como la de es­
tar sentados o de pie.
Si la diferencia entre las posiciones o valores imaginarios'—es­
timados una vez con los ojos cerrados y otra con los ojos abier­
tos— no supera el 20 o el 3 0 %, puede considerarse que la exactitud 
es mediana, si bien no satisfactoria.
Los INDIVIDUOS ACTÚAN DE ACUERDO CON SU IMAGEN SUBJETIVA
La diferencia entre imagen y realidad puede ser de hasta el 
300 %, y más aún. Si a una persona que por lo general mantiene su 
pecho en la posición correspondiente a una exagerada expulsión 
de aire por los pulmones, de modo que el pecho está a la vez más 
hundido qué lo que debería y demasiado hundido para servirle 
con eficacia, se le pide que indique, con los ojos cerrados, la pro­
fundidad de su pecho, es probable que le atribuya una profundi­
dad varias veces mayor que la real. O sea, que a ella la estrechez ex­
cesiva le parece correcta, y todo aumento de profundidad, un 
esfuerzo exagerado por expandir los pulmones. La expansión nor­
mal de éstos le resulta similar a lo que otra persona consideraría 
como una expansión forzada.
La forma en que un hombre mantiene los hombros, la cabeza y 
el estómago, su voz y su expresión, su estabilidad y su manera de 
presentarse, se basan por igual en su autoimagen. Pero esa imagen 
puede ser disminuida o ampliada para que se ajuste a la máscara 
con arreglo a la cual ese hombre quiere ser juzgado por sus congé­
neres. Sólo él mismo puede saber qué parte de su apariencia exte­
rior es ficticia y cuál genuina. Sin embargo, no cualquiera es capaz de 
identificarse con facilidad; la experiencia de otros puede ayudar 
considerablemente a ello.
La c o r r e c c i ó n s i s t e m á t ic a d e l a im a g e n e s m ás ú t i l
QUE LA CORRECCIÓN DE ACCIONES AISLADAS
De lo dicho sobre la autoimagen resulta que la corrección sis­
temática de la imagen constituye un método más rápido y eficaz 
que la corrección de las acciones y los errores aislados que pre­
senta la conducta y cuyo número aumenta cuanto más pequeños 
son. Establecer una imagen inicial más o menos completa, aunque 
aproximada, posibilitará mejorar la dinámica general, en vez de 
enfrentar fragmentariamente las acciones aisladas. Este último me­
joramiento es similar a corregir la ejecución de una música con un 
instrumento desafinado. Mejorar la dinámica general de la imagen 
equivale a afinar el piano mismo, pues resulta mucho más fácil to­
car correctamente con un instrumento afinado que con uno que 
no lo está.
P rim era e ta pa : l a a c t it u d natur al
En toda actividad humana pueden distinguirse tres etapas suce­
sivas de desarrollo. Los niños hablan, caminan, pelean, bailan y 
después descansan. También el hombre prehistórico hablaba, ca­
minaba, corría, peleaba, bailaba-y-descansaba. Al principio esas ac­
tividades se ejecutaban «naturalmente», es-decir, en la misma forma 
en que los animales hacen lo que necesitan para vivir. Aunque tales 
acciones se presentan en nosotros naturalmente, no son en modo 
alguno simples. Incluso la más simple de las actividades humanas es 
tan misteriosa como el retomo de la paloma al palomar desde lar­
gas distancias o la 'construcción de la colmena por las abejas.
L as a c t iv id a d e s natur ales c o n s t it u y e n u n a h e r e n c ia c o m ú n
Todas esas actividades naturales son similares en las personas, 
como lo son entre las palomas y las abejas.
En todas partes del mundo existen tribus que en forma natural 
han aprendido a hablar, así como a correr, saltar, combatir, usar ro­
pas, nadar, danzar, sembrar, tejer lana, curtir cueros, hacer cestos, 
y demás, e incluso lo han hecho así familias aisladas residentes en 
islas. En algunos sitios estas actividades.se han desarrollado y-ra­
mificado; en otros, sigueniguales a como eran en los primeros 
tiempos.
L á SEGUNDA ETAPA ES INDIVIDUAL
En las épocas y lugares donde ha tenido lugar una evolución 
siempre encontramos una etapa especial, individual. Esto significa 
que ciertas personas establecieron su forma propia y esoeciai de 
ejecutar las actividades naturales. Una puede haber dado con su 
manera particular de expresarse, otra con una forma singular de 
correr, de tejer o confeccionar cestos, en suma, con un estilo indi­
vidual, que difiere de la manera natural, de ejecutar esta o aquella 
actividad. Cuando este método personal demostró poseer ventajas 
decisivas fue adoptado por otros. Así, los australianos adquirieron 
el arte de arrojar el bumerán, los suizos aprendieron a cantar pa­
sando de la voz natural a la de falsete y viceversa, los japoneses a 
servirse del yudo y los isleños de los Mares del Sur a nadar bra­
ceando en crol. Esta es la segunda etapa.
T ercera e ta pa: m é t o d o y p r o f e sió n
Cuando cierto proceso es susceptible de ejecutarse en varias 
formas, alguien puede advertir la importancia del proceso mismo, 
prescindiendo de la forma en que lo ejecute este o aquel individuo. 
Discernirá algo en común entre las actividades individuales y defi­
nirá el proceso como tal. En esta etapa, que es la tercera, el proce­
so se consuma de acuerdo con un método específico que resulta 
del conocimiento y deja de ser natural.
Si estudiamos la historia de los'diversos oficios que se practi­
can en el mundo civilizado encontramos esas tres etapas casi sin 
excepción. En los albores de la humanidad el hombre creó natu­
ralmente dibujos hermosos. Leonardo da Vinci aplicó principios 
elementales de perspectiva, pero sólo en el siglo XIX éstos fueron 
plenamente definidos (por Monge) y desde entonces se los enseña 
en todas las escuelas de arte.
EL MÉTODO APRENDIDO DESALOJA LAS PRÁCTICAS NATURALES
Según puede observarse, las prácticas naturales han cedido 
gradualmente su lugar a métodos adquiridos, «profesionales»; la 
sociedad en general niega al individuo el derecho a emplear el mé­
todo natural y, antes de permitirle trabajar, lo obliga a aprender la 
manera aceptada de hacerlo.
El nacimiento de un niño, por ejemplo, fue en otro tiempo un 
proceso natural y las mujeres sabían, llegado el caso, cómo ayu­
darse unas a otras. Pero cuando la partería se convirtió en método 
aceptado y la partera contó con un diploma, la mujer común dejó 
de estar autorizada o capacitada para ayudar a otra durante un 
parto.
Hoy en día asistimos a un continuo proceso de desarrollo de 
sistema construidos conscientemente, que reemplazan-a los-méto­
dos individuales e intuitivos, y vemos que las acciones ejecutadas 
antes en forma natural se convierten en profesiones reservadas 
para especialistas. Hace tan sólo 100 años era posible tratar a los 
enfermos con métodos naturales. Hoy en día el atender una casa se 
transforma en profesión, y amueblarla está a cargo del decorador 
de interiores. Lo mismo ocurre con muchos otros campos de acti­
vidad, donde se incluyen las matemáticas, el canto, el teatro, la 
guerra, la planificación, y otras esferas similares; empezaron como 
actividades naturales y llegaron a convertirse, por efecto de per­
feccionamientos individuales, en sistemas y profesiones.
C u a n t o m ás sim ple es u n a a c c ió n m á s t a r d a
EN PERFECCIONARSE
La observación y el estudio revelan que cuanto más simple y 
común es una acción natural, más tiempo necesita para alcanzar la 
tercera etapa, la sistemática. Hace miles de años qué se desarrolla­
ron métodos aceptados para el tejido de alfombras, la geometría, 
la filosofía y las matemáticas. Caminar, estar de pie v otras .activi­
dades básicas llegan sólo hoy a la tercera etaoa.
En ei curso de su vida, toda persona pasa por las tres etapas en 
algunas de sus actividades; en muchas otras no va más allá de la 
primera o de la segunda. Todo hombre nace en un tiempo deter­
minado y crece en una sociedad donde se encuentra con distintas 
actividades en varias etapas de desarrollo: algunas en la primera, 
otras en la segunda y otras en la tercera.
ES DIFÍCIL DEFINIR LAS ETAPAS
Todo hombre se adapta a su época. En el caso de ciertas accio­
nes, la manera natural de realizarlas constituye el límite de cuanto 
es capaz de hacer, y también de lo que su sociedad es capaz de ha­
cer: en el caso de otras se espera de él que llegue a la segunda eta­
pa, y en el de muchas otras a la tercera. Esa adaptación presenta 
dificultades obvias que se deben a lo vago del proceso. En muchas 
situaciones resulta difícil determinar si el individuo debe atener­
se a lo natural, o empezar por el principio y estudiar las etapas 
metódicas.
Así, muchas personas incapaces de cantar o bailar lo justifican 
diciendo que nunca lo aprendieron. Pero también existen muchos 
que cantan y danzan naturalmente, y están seguros de que los can­
tantes y bailarines formados como tales no saben más que lo que 
saben ellos, a menos que posean mejores dotes naturales. Hay mu­
chas personas que no saben tocar el tambor, saltar en alto o en lar­
go, tocar una flauta, dibujar, resolver crucigramas o ejecutar mu­
chas otras actividades que en tiempos pasados sólo se aprendían 
de manera natural; hoy ni siquiera se atreven a aprender por sí so­
las esas artes debido a que existen para ..ello métodos aceptados.
Tan grande es a juicio de esas, personas el poder del sistema, 
que incluso borran de su autoimagen lo poco que aprendieron de 
niños acerca de esas actividades, por encontrarse empeñadas en 
otras que aprendieron sistemática y conscientemente. Si bien tales 
personas son muy útiles para la sociedad, carecen de espontanei­
dad y, en las esferas ajenas a lo profesional, sus vidas tropiezan con 
dificultades.
Volvemos, pues, a la necesidad de examinar y perfeccionar 
nuestra autoimagen, para poder vivir de acuerdo con nuestra 
constitución y nuestras condiciones naturales, no de acuerdo con 
una autoimagen que fue establecida por el azar, sin mayor conoci­
miento nuestro.
P ro blem a s q u e p u e d e n pr e sen ta r se c o n l a tercera eta pa
La etapa sistemática de acción no consiste en puras ventajas. 
Su principal inconveniente reside en que muchas personas ni si­
quiera tratan de hacer cosas especializadas y, como consecuencia,
nunca intentan siquiera pasar por las dos primeras etapas, que es­
tán dentro de la capacidad de cualquiera. Sin embargo, la etapa 
sistemática es de gran importancia. Nos permite hallar formas de 
conducta y acción que concuerdan con nuestras necesidades per­
sonales e interiores y que no podríamos encontrar naturalmente 
debido a que las circunstancias e influencias externas nos han lle­
vado por otras direcciones donde es imposible progresar de forma 
continuada. El estudio sistemático y la conciencia deben propor­
cionar a cada hombre los medios necesarios para indagar en todos 
los campos de acción, con el fin de encontrar para sí mismo un si­
tio donde pueda obrar y respirar libremente.
DÓNDE EMPEZAR Y CÓMO
M é t o d o s d e c o r r e c c ió n h u m a n a
El problema de corregirse a sí mismo —sea con ayuda de otros o 
mediante el propio esfuerzo— ha preocupado al hombre a lo largo 
de toda su historia. Muchos sistemas se idearon para ese fin: las di­
versas religiones han procurado describir formas de conducta 
orientadas hacia el mejoramiento del hombre. Distintos métodos 
de análisis se proponen liberar su comportamiento de compulsiones 
hondamente arraigadas. Los sistemas «esotéricos» —es decir, «inter­
nos»— practicados en Tibet, la India y Japón, y aplicados en todos 
los tiempo de la historia humana, influyeron también sobre el judais­
mo. Los cabalistas, los tzadikim y los practicantes del «MussaD> (mo­
ralistas), menos conocidos que aquéllos, fueron más influidos por el 
budismo Zen y el Raja Yoga que lo que parece a primera vista.
Hoyes común también toda una s«“r>e dcmciuuub Je sugestión 
e hipnosis (se los aplique a una sola o a muchas personas).En dis­
tintos lugares del mundo se emplean por lo menos cincuenta de ta­
les métodos, considerado cada uno de ellos, por sus adeptos, como 
el método.
E sta d o s d e la e x ist e n c ia h u m a n a
Es habitual distinguir, en la existencia, entre dos estados: la vi­
gilia y el sueño. Definiremos un tercer estado: el conocimiento. En
éste, el individuo sabe con exactitud qué hace mientras se encuen­
tra despierto, tal como a veces sabemos, al despertar, qué soñamos 
mientras dormíamos. Por ejemplo, un hombre de 40 años puede 
adquirir conocimiento de que una de sus piernas es más corta que 
la otra sólo después de haber sufrido dolor de espalda, de que se le 
hayan sacado radiografías y de que un médico le haya diagnostica­
do su problema. Esto se debe a que, en general, el estado de vigi­
lia se parece más al de sueño que al de conocimiento.
Siempre se ha considerado que el sueño es un estado conve­
niente para inducir mejoramientos en un hombre. Coué utilizaba 
el momento en que un individuo se duerme para provocar la auto­
gestión, y el sueño mismo para lograr la sugestión. En la hipnosis, 
el sujeto es sometido a un estado de sueño parcial o profundo que 
permite sugestionarlo con más facilidad. Algunos métodos mo­
dernos recurren al sueño para enseñar matemáticas o idiomas, así 
como para sugestionar.
El estado de vigilia parece apropiado para aprender procesos 
que suponen repetición y explicación, pero no sugestión. Es difícil 
modificar los hábitos adquiridos en estado de vigilia; por otro 
lado, presentan pocas dificultades cuando se trata de comprender 
material nuevo.
C o m p o n e n t e s d e l e st a d o d e v ig il ia
Cuatro componentes constituyen el estado de vigilia: sensa­
ción, sentimiento, pensamiento y movimiento. Cada uno sirve 
como base para toda una serie de métodos de corrección.
En la sensación incluimos, además de los cinco sentidos cono­
cidos, el sentido cenestésico, que comprende el dolor, la orien­
tación en el espacio, el paso del tiempo y el ritmo.
El sentimiento comprende —aparte de las conocidas emocio­
nes de alegría, tristeza, ira y demás— respeto de sí mismo, senti­
miento de inferioridad, supersensibilidad y otras emociones cons­
cientes e inconscientes que tiñen nuestras vidas.
El pensamiento abarca todas las funciones del intelecto, tales 
como la de oponer derecho e izquierdo, bueno y malo, acertado y 
errado, y las de entender, saber que uno entiende, clasificar cosas, 
reconocer reglas, imaginar, saber qué es lo que se siente, recordar 
todo lo anterior, y demás.
El movimiento incluye todos los cambios temporales y espacia­
les del estado y las configuraciones del cuerpo y sus partes, tales 
como los que se producen al respirar, comer, hablar, circular la 
sangre y digerir.
H ablar so bre c o m p o n e n t e s p o r sepa r a d o s u p o n e
UNA ABSTRACCIÓN
Excluir cualquiera de los cuatro componentes sólo se justifica 
al hablar de ellos. En la realidad, en el estado de vigilia no hay un 
solo instante en que el hombre no emplee al mismo tiempo todas 
sus facultades. Es imposible, por ejemplo, recordar un hecho, una 
persona o un paisaje sin emplear por lo menos uno de los sentidos 
—la vista, el oído o el tacto— para recobrar el recuerdo junto con 
la autoimagen de aquel momento, tal como la posición, al edad, el 
aspecto, la acción o los sentimientos agradables o desagradables.
De esa interacción resulta que prestar atención cuidadosa a 
cualquiera de los componentes influirá sobre los otros y, por lo 
tanto, sobre toda la persona. En realidad, no hay manera práctica 
de corregir a un individuo que no involucre un mejoramiento gra­
dual dirigido, alternativamente, al todo y a las partes.
LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS SISTEMAS PARECEN MAYORES 
EN LA TEORÍA QUE EN LA PRÁCTICA
Las verdaderas diferencias entre los diversos sistemas de co­
rrección no radican tanto en lo que hacen como en lo que dicen. 
Explícita o implícitamente, en su mayor parte se basan sobre el su­
puesto de que el hombre tiene propensiones innatas que pueden 
modificarse, es decir, suprimirse, controlarse o inhibirse. Todos los 
sistemas que atribuyen al hombre un carácter fijo consideran cada 
una de sus cualidades, facultades y dones como un ladrillo en un 
edificio; en algunos edificios, este o aquel ladrillo puede faltar o 
ser defectuoso.
Estos sistemas exigen años de esfuerzo a la persona que quiere 
mejorarse a sí misma. Algunos de ellos incluso le requieren consa­
grar toda su vida a esa tarea.
M e jo r a m ie n t o d e pr o c e so s , a d if e r e n c ia d e m e jo r a m ien to 
d e .pr o pie d a d e s
Ese enfoque estático convierte la corrección en un camino lar­
go y complejo. Creo que se basa en supuestos erróneos, pues re­
sulta imposible reparar los ladrillos defectuosos de una estructura 
humana o agregarle los que faltan. La vida humana es un proceso 
continuo y lo que debe mejorarse es la calidad del proceso, no sus 
propiedades o su tendencia.
Muchos son los factores que influyen sobre ese proceso y es 
preciso combinarlos para que éste sea fluido y pueda ajustarse por 
sí solo. Cuando más claramente se entiendan los fundamentos del 
proceso, mejores serán los resultados.
U tilizar l o s d e f e c t o s pa r a m ejo rar
Así como en cualquier proceso complejo las desviaciones res­
pecto de lo normal se utilizan como ayudas para corregirlo, en el 
mejoramiento del ser humano no se deben suprimir, pasar por alto 
o superar por la fuerza los defectos y desviaciones, sino que se los 
debe emplear para dirigir la corrección.
C o rreg ir l o s m o v im ie n t o s c o n s t it u y e e l m ejo r m o d o
DE MEJORARSE a SÍ MISMO
Se ha señalado que cualquiera de los cuatro componentes del 
estado de vigilia influye inexorablemente sobre los restantes. La 
elección del movimiento —uno de dichos componentes— como 
principal medio de mejoramiento se basa en las siguientes razones:
1. La principal ocupación del sistema nervioso es el movimiento
El movimiento constituye la principal ocupación del sistema 
nervioso porque no podemos ejercitar los sentidos, el sentimiento 
ni el pensamiento en ausencia de una serie de acciones polifacéti­
cas y sutiles que el cerebro ejecuta para sostener el cuerpo contra 
la fuerza de gravedad; necesitamos saber al mismo tiempo dónde 
estamos y en qué posición. Para conocer nuestra posición, dentro
del campo de gravedad, en relación con otros cuerpos, o para mo­
dificarla, debemos recurrir a nuestros sentidos y a nuestras facul­
tades del sentimiento y el pensamiento.
Hacer intervenir activamente todo el sistema nervioso en el 
estado de vigilia constituye parte de todos los métodos de mejora­
miento de sí mismo, incluso de aquellos que afirman ocuparse en 
sólo uno de los cuatro componentes de la vigilia.
2. La cualidad del movimiento es más fácil de distinguir
Tenemos un conocimiento más claro y seguro de la organiza­
ción que tiene el cuerpo contra la tracción de la gravedad que so­
bre la ira, el amor, la envidia e incluso el pensamiento. Es relativa­
mente más fácil aprender a reconocer la cualidad del movimiento 
que la cualidad de los otros factores.
3. Tenemos una experiencia más rica del movimiento
Todos tenemos más experiencia del movimiento que del senti­
miento y el pensamiento, y mayor capacidad para aquél. Muchas 
personas no diferencian entre sobreexcitabilidad y sensibilidad y 
consideran como una debilidad una sensibilidad altamente desa­
rrollada. Suprimen todo sentimiento perturbador y evitan las si­
tuaciones que pueden provocarlo. Muchas personas restringen o 
dislocan en forma similar el pensamiento. Se considera que pensar 
libremente significa desafiar las normas de conducta aceptadas, no 
sólo en lo religioso sino también en cuestiones conectadas con las 
relaciones sociales, la economía, la moral, el sexo, él arte, la políti­
ca y hasta la ciencia.
4. La capacidad para moverse influye mucho sobre la propia 
valoración
Es probable que para la autoimagen deuna persona su con­
textura física y su capacidad para moverse sean más importantes 
que cualquier otro factor. Nos basta observar a un niño que ha 
encontrado una imperfección en su boca o algún otro rasgo de su 
aspecto físico que parece tornarlo distinto de los demás, para con­
vencernos de que ese descubrimiento afectará en forma considera­
ble su conducta. Por ejemplo, si su columna vertebral no se ha de­
sarrollado bien, le resultará difícil efectuar movimientos que exi­
gen un agudo sentido del equilibrio. Tropezará fácilmente y ne­
cesitará ejercer en forma constante un esfuerzo consciente para 
hacer lo que otros niños hacen con toda naturalidad. Se ha desa­
rrollado enjEoxma..distinta de los otros; comprueba qué necesi­
ta pensar y prepararse de .antemano; no puede confiar en sus 
propias reacciones espontáneas. Así, sus dificultades de movimien­
to socavan y deforman su respeto por sí mismo y le imponen una 
conducta que interfiere en su desarrollo según sus inclinaciones 
naturales.
5. Toda actividad muscular es movimiento
Toda acción se origina en la actividad muscular. Ver, hablar e 
incluso oír exigen acción muscular. (Cuando oímos, el músculo 
regula la tensión dél tímpano de acuerdo con la intensidad del 
sonido.)
El cualquier movimiento no sólo tienen importancia la coordi­
nación mecánica y la exactitud temporal y espacial; también es im­
portante la fuerza. Por efecto de la relajación permanente de los 
músculos la acción se toma lenta y débil;, por efecto de su tensión 
excesiva y permanente, se torna brusca y angular. Ambas situacio­
nes ponen de manifiesto estados mentales y se relacionan con el 
motivo de las acciones. En los alienados, las personas nerviosas y 
las de autoimagen inestable, es posible discernir en el tono muscu­
lar alteraciones que concuerden con el trastorno psíquico. En 
cambio, otros atributos de la acción, como el ritmo y el ajuste en 
tiempo y espacio, pueden ser más satisfactorios. Incluso un obser­
vador que carece de preparación especial y no sabe con exactitud 
qué es lo que le parece mal puede advertir trastornos en la regula­
ción de la intensidad del movimiento y en la expresión facial de 
una persona que ve por la calle.
6. Los movimientos reflejan el estado del sistema nervioso
Los músculos se contraen por efecto de una interminable serie 
de impulsos que provienen del sistema nervioso. Tal es la causa 
por la cual el patrón muscular dé la posición vertical, la expresión 
facial y la voz reflejan el estado del sistema nervioso. Como es ob­
vio, ni la posición, ni la expresión ni la voz pueden modificarse sin
que en el sistema nervioso se opere un cambio que desencadene 
los cambios exteriores y visibles.
En consecuencia, cuando hablamos del movimiento muscular 
nos referimos, en rigor, a aquellos impulsos del sistema nervioso 
que activan los músculos, que no pueden funcionar sin impul­
sos que los dirijan. Aunque el músculo cardíaco del' embrión empie­
za a contraerse antes aún de que se hayan desarrollado los nervios 
que han de controlarlo, no funciona en la forma que nos es común 
a todos hasta que su propio sistema nervioso puede regular esa ac­
tividad. De esto podemos extraer una conclusión que a primera 
vista resulta paradójica: el mejoramiento de la acción y el movi­
miento sólo puede presentarse después de haberse producido 
un cambio previo en el cerebro y el sistema nervioso. O sea aue un 
perfeccionamiento, de laja.cción corporal refleja un cambio en el 
control central, que es la única autoridad. El cambio en el control 
central es el que sobreviene en el sistema nervioso. En cuanto ta­
les, esos cambios son invisibles para el ojo humano; en consecuen­
cia, algunos consideran que su expresión exterior es puramente 
mental, en tanto que, a juicio de otros, es puramente física.
7. El movimiento constituye la base del conocimiento
La mayor parte de lo que sucede dentro de nosotros permane­
ce apagado y oculto hasta que llega a los músculos. Sabemos lo que 
sucede en nuestro interior no bien los músculos de nuestro rostro, 
corazón o aparato respiratorio se organizan de acuerdo con ciertos 
patrones, que nosotros conocemos como miedo, ansiedad, risa o 
algún otro sentimiento. Si bien sólo se necesita muy corto tiempo 
para organizar la expresión muscular de la respuesta interna, o 
sentimiento, todos sabemos que es posible controlar la propia risa 
antes de que otros la adviertan. En cambio, no podemos impedir­
nos expresar visiblemente el miedo y otros sentimientos.
No nos damos cuenta de lo que sucede en nuestro sistema ner­
vioso central hasta que^cobramos conciencia de cambios operados 
en nuestra postura, estabilidad y actitud, pues tales cambios se ad­
vierten más fácilmente que los que se producen en los musculos 
mismos. Somos capaces de impedir una expresTón'muscular-eom- 
pleta gracias a que los procesos de aquella parte del cerebro que 
atiende las funciones peculiares del hombre son mucho más lentos 
que los procesos de las porciones cerebrales encargadas de aten­
der lo que es común al hombre y al animal. La lentitud misma de 
esos procesos nos permite juzgar y decidir si actuaremos o no. El 
sistema entero se ordena por sí solo de.modo.que los músculos se 
preparan tanto para ejecutar la acción como nara impedirla.
No bien adquirimos conocimiento de los medios que se apli­
can a organizar una expresión, podemos, a veces, discernir qué 
estímulo la desencadena. En otras palabras, reconocemos el estí­
mulo de una acción, o la causa de una respuesta, cuando nos tor­
namos suficientemente conscientes de los músculos que intervie­
nen en ella. A veces podemos tener conciencia de que algo ocurre 
en nuestro interior, sin ser capaces de definirlo con exactitud. En 
este caso, está surgiendo una nueva pauta de organización, que 
aún no sabemos cómo interpretar. Después de que se haya presen­
tado varias veces se tornará familiar; entonces reconoceremos su 
causa y advertiremos incluso los primeros signos del proceso. En 
algunos casos la experiencia deberá repetirse muchas veces antes 
de que la reconozcamos. En definitiva, de la mayor parte de lo que 
sucede en nuestro interior nos damos cuenta principalmente por 
intermedio de los músculos. Una parte menor de esa información 
nos llega por intermedio de la envoltura, es decir, la piel del cuer­
po entero, las membranas que revisten el tracto digestivo y las 
membranas que encierran y revisten los órganos de la respiración, 
así como las superficies internas de la boca, la nariz y el ano.
8. Respiración es movimiento
Nuestra respiración refleja, todo esfuerzo emocional o físico, 
así como cualquier trastorno. También es sensible a los procesos 
vegetativos. Las alteraciones de la glándula tiroides, por ejemplo, 
causan una respiración de tipo especial que ayuda a diagnosticar la 
enfermedad. Todo estímulo fuerte y repentino detiene la respira­
ción. Cualquier persona sabe, por experiencia propia, cuán estre­
cha relación existe, entre la respiración y los cambios emocionales 
fuertes o su inminencia prevista.
A lo largo de toda la historia humana encontramos sistemas y 
normas encaminados a inducir un efecto calmante mediante el 
perfeccionamiento de la respiración. El esqueleto humano se halla 
construido de tal modo que resulta poco menos que imposible or­
ganizar la respiración de manera adecuada sin dar al mismo tiem­
po al esqueleto una posición satisfactoria en relación con la grave­
dad. Sólo se logra reorganizar la respiración en la medida en que 
se logra, para aquel fin, perfeccionar la organización de los múscu­
los esqueléticos para mejorar la postura y el movimiento.
9. Los goznes del hábito
Queda por fin una razón —la más importante de todas— por 
la cual debemos elegir la esfera de la acción para iniciar el ataque 
hacia el mejoramiento del hombre. Toda conducta, como señala­
mos antes, constituye un complejo de músculos, sensación, sentid 
miento y pensamiento que se movilizan. En teoría, se podría utilii- 
zar cada uno de esos componentesen lugar de alguno o algunos 
otros, pero tan importante es el papel que cumplen Jos músculos 
en cualquiera de esas alternativas que, si se los omitiera de las pau­
tas de la corteza motriz, el resto de los componentes de esas pautas 
se desintegraría.
La corteza motriz del cerebro, donde se establecen las pautas o 
patrones que activan los músculos, se encuentra sólo a pocos milí­
metros por encima de la capa cerebral donde se operan los proce­
sos de asociación. Todos los sentimientos y sensaciones que un 
hombre ha experimentado se vincularon, en algún momento, con 
los procesos de asociación mental.
El sistema nervioso posee una característica básica: no pode­
mos ejecutar una acción y, al mismo tiempo, la acción contraria. 
En cualquier momento dado, el sistema entero consuma una suer­
te de integración general que el cuerpo expresará en ese momen­
to. La postura, la sensación, el sentimiento y el pensamiento, así 
como los procesos bioquímicos y hormonales, se combinan de 
modo tal aue forman un todo que no puede dividirse en sus dis­
tintas partes. Por complejo e intrincado que ¡>ca, v.¿c tcdc ccncti- 
tuye el conjunto del sistema tal como se integra en ese momento 
dado.
Dentro de una y otra integración, sólo adquirimos conciencia 
de los factores donde entran en juego los músculos y la envoltura 
de piel y membranas. Ya hemos visto que, en la conciencia, los 
músculos desempeñan el papel principal. No puede operarse un 
cambio en el sistema muscular sin un previo cambio correspon­
diente en la corteza motriz. Si lográramos, de alguna manera, pro­
vocar una modificación de la corteza motriz y, por medio de tal 
cambio, una alteración de la coordinación de las pautas o de las
pautas mismas, se desintegraría la base sobre la cual se sustenta la 
conciencia en cada una de las integraciones elementales.
Debido a la estrecha proximidad existente entre la corteza mo­
triz y las estructuras cerebrales relacionadas con el pensamiento y 
el sentimiento, así como a la tendencia de los procesos de un sec­
tor del tejido cerebral a propagarse hacia los tejidos vecinos, un 
cambio radical en la corteza motriz no puede sino tener efectos pa­
ralelos sobre el pensamiento y el sentimiento.
Un cambio fundamental que se opere en la base motriz, dentro 
de cualquier patrón de integración, puede fracturar la cohesión 
del conjunto y, en consecuencia, liberar al pensamiento y el senti­
miento de las ataduras que los sujetan a los patrones de sus rutinas 
establecidas. En esa situación es mucho más fácil efectuar cambios 
en el pensamiento y el sentimiento, puesto que la parte correspon­
diente a los músculos, por intermedio de la cual el pensamiento y 
el sentimiento llegan hasta nuestra conciencia, ha cambiado y ya 
no expresa más las pautas que nos eran familiares. El hábito ha 
perdido su principal sostén, que son los músculos, y se ha tornado 
más dócil al cambio.
L a a b str a c c ió n es e x c l u siv a m e n t e h u m a n a
Hemos dicho que todo el proceso de la vida puede descompo­
nerse en cuatro componentes: movimiento, sensación, sentimiento 
y pensamiento. Este último diiíere en muchos aspectos del movi­
miento. Tal vez podamos aceptar la idea de que, bajo la forma en 
que se encuentra en el hombre, el pensamiento es propio de éste. 
Si bien cabe admitir que en los animales superiores se pueden ob­
servar algunas chispas de algo similar al pensamiento, no hay duda 
de que la abstracción es territorio exclusivo del hombre; la teoría 
de la armonía en música, la geometría del espacio, las teorías de los 
conjuntos y de las probabilidades, son inconcebibles fuera de la 
mente humana. El cerebro y el sistema nervioso humanos poseen 
además, en cierta parte de su estructura, una peculiaridad que la 
diferencia por completo de la estructura de otras partes del cere­
bro, parecidas en general a las que poseen otras criaturas vivas. 
Aquí no hay espacio para un análisis detallado de las diferencias 
anatómicas y fisiológicas; deberá bastar, pues, una descripción ge­
neral de la estructura.
L a parte est r ic t a m en te in d iv id u a l d e l cerebro
El cerebro necesita, para subsistir, cierto ambiente químico y 
cierta temperatura. Y todo organismo vivo contiene un grupo de
estructuras que dirigen y regulan la química y la temperatura del 
conjunto de modo tal que éste pueda sobrevivir. Ese grupo de es­
tructuras constituyen el sistema rínico; atiende los requerimientos 
internos individuales de cada organismo vivo. Si esas estructuras 
son defectuosas, el organismo queda lisiado o deja de ser viable. 
Son simétricas y hereditarias en todos los detalles de su disposi­
ción y funcionamiento.
Im pu l so s in t e r n o s pe r ió d ic o s
Un segundo grupo de estructuras cerebrales atiende todo lo 
que concierne a la expresión exterior de las necesidades internas 
vitales. La necesidad de sustentar el cuerpo y el sistema rínico 
crean impulsos internos que se expresan hacia el ambiente. Esto es 
cumplido por el sistema límbico, grupo de estructuras que tiene a 
su cargo todo cuanto concierne a los movimientos del individuo 
en el campo de gravedad y a la satisfacción de todos los impulsos 
internos, como el hambre y la sed y la eliminación de los produc­
tos residuales. En resumen, atiende todas las necesidades internas, 
que se intensifican cuando no son satisfechas, y disminuyen o de­
saparecen cuando lo son, hasta que la necesidad aumenta y el ciclo 
empieza de nuevo.
Todas las maravillas que habitualmente adjudicamos al instin­
to, como la construcción de nidos por las aves, la confección de su 
tela por la araña y la capacidad de la abeja y la paloma para en­
contrar a gran distancia el camino de vuelta, se originan en dichas 
estructuras.
LOS ALBORES DE LA CAPACIDAD DE APRENDER
Ya en actividades de este tipo pueden advertirse las propieda­
des específicas del sistema nervioso humano. La estructura, la or­
ganización y las acciones son principalmente hereditarias, a dife­
rencia de lo que sucede con el sistema rínico, descrito antes, que es 
por completo hereditario y no cambia de un individuo a otro, sal­
vo en los casos de cambios fundamentales por evolución.
Los instintos no son tan estacionarios y definidos como a me­
nudo pensamos; varían y presentan pequeñas diferencias entre un
individuo y otro. En ciertos casos el instinto es débil y su acción 
necesita ser provocada por cierta cantidad de experiencia indivi­
dual; es el ejemplo del niño recién nacido que no chupa hasta que 
sus labios son estimulados por el pezón. En otros casos el instinto 
permite un considerable grado de adaptación a las circunstancias, 
y allí se encuentra .el primer indicio de aptitud para cambiar de 
acuerdo con las exigencias del ambiente; en síntesis, el nacimiento o 
albor de la capacidad de aprender. Así, los pájaros, cuando se los tras­
lada a un ámbito extraño, se acostumbran a construir nidos con 
materiales que no conocían. Pero la adaptación es difícil.y no todos 
los individuos tienen el mismo éxito. La adaptación de los instin­
tos a las exigencias de un ambiente nuevo puede llegar hasta el pun­
to de acercarse a lo que solemos llamar entendimiento y aprendizaje.
L a d ife r e n c ia c ió n f in a es u n a prerro g ativa h u m a n a
Un tercer grupo de estructuras cerebrales se ocupa en las acti­
vidades que diferencian al hombre de los animales. Se trata del sis­
tema supralímbico, mucho más desarrollado en el hombre que en 
cualquiera de los animales superiores. De este sistema depende la 
delicada diferenciación de los músculos de la mano, lo que multi­
plica el número posible de pautas, ritmos y matices de cada opera­
ción. Ese sistema hace de la mano humana un instrumento capaz 
de ejecutar música, dibujar, escribir y realizar muchas otras activi­
dades. El sistema supralímbico imparte igual sensibilidad a los 
músculos de la boca, la garganta y el aparato respiratorio. Análo­
gamente, el poder de diferenciación multiplica en este caso el nú­
mero de patrones sonoros

Continuar navegando