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» a i » mf f i ,m j --------- -h ^ r . - ' '•" „ ■*;;. ' .. tf ®4 L Ü ^ MOSHE FELDENKRAIS Autoconciencia por el movimiento Ejercicios fáciles para mejorar ■■ÍSK! :̂ ::-i"VrL- j-.v.-í tu postura, visión, imaginación y desarrollo personal El libro básico del método Feldenkmii i ' .¡a-/- v Título original: Awareness through movement. Health exercises for personal growth Publicado en inglés por Harper & Row Publishers, Inc., Nueva York Traducción de Luis Justo Cubierta de Julio Vivas © 1972 by Moshe Feldenkrais © 1985 de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidós Ibérica, S. A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona http://www.paidos.com ISBN: 84-493-0392-3 Depósito legal: B-31.212/2004 Impreso en Hurope, S.L., Lima, 3 - 08030 Barcelona Impreso en España - Printed in Spain http://www.paidos.com SUMARIO P rim era , p a r te Comprender al hacer Prefacio....................................................................... ............ 11 La autoimagen....................................................................... 19 Niveles de desarrollo............................................................. 33 Dónde empezar y cómo.......... . ............................................ 39 Estructura y función............................................................... 49 La dirección del progreso.................. . ................................ 57 S e g u n d a p a r t e Hacer para comprender: doce lecciones prácticas Observaciones generales....................................................... 65 Algunas sugerencias prácticas........................................ .. 71 Lección 1. ¿Qué es una postura correcta? ........................... 75 Lección 2. ¿Qué acción es buena? ..................................... .. 93 Lección 3. Algunas propiedades fundamentales del movimiento.................... .................................... 95 Lección 4. Diferenciación de las partes y las funciones en la respiración.............................. .................. 107 Lección 5. Coordinación de los músculos flexores y de los extensores.......................... ................................ 123 Primera parte COMPRENDER AL HACER PREFACIO Actuamos de acuerdo con nuestra autoimagen. Ésta —que a su vez gobierna cada uno de nuestros actos— es condicionada en gra do variable por tres factores: herencia, educación y autoeduca ción. La parte hereditaria es la más inmutable. El patrimonio bioló gico del individuo —forma y capacidad de su sistema nervioso, es tructura ósea, músculos, tejidos, glándulas, piel, sentidos— es de terminado por su herencia física mucho antes de que él posea identidad establecida alguna. Su autoimagen se desarrolla a partir de sus acciones y reacciones en el curso normal de la experiencia. La educación determina el propio lenguaje y crea un patrón de conceptos y reacciones común a una sociedad dada. Tales concep tos y reacciones varían según el ambiente en que nace la persona; no son característicos de la humanidad como especie, sino sólo de ciertos grupos de individuos. De la educación resulta en gran medida la dirección que segui rá la autoeducación, que constituye el elemento más activo de nuestro desarrollo y que, en el plano de lo social, empleamos con frecuencia mayor que los elementos de origen biológico. La auto educación influye sobre la manera en que adquirimos la educación exterior, así como sobre la selección del material que se-aprende y el rechazo de lo que no podemos asimilar. Educación y autoedu cación son procesos intermitentes. En las primeras semanas de la vida infantil, la educación radica sobre todo en absorber el am biente, y la autoeducación casi no existe: sólo consiste en rechazar todo aquello que, desde el punto de vista orgánico, resulta extraño e inaceptable para las características hereditarias del infante, o en resistirse a ello. La autoeducación progresa a medida que el organismo infantil crece y se estabiliza. El niño desarrolla poco a poco características individuales; empieza a elegir, de acuerdo con su propia naturale za, unos u otros objetos y acciones. Ya no acepta todo cuanto-la educación trata de imponerle. Esta y las propensiones individuales se asocian para establecer la tendencia que gobernará toda nuestra conducta y nuestras acciones habituales. De los tres factores activos que intervienen en la formación de la autoimagen, sólo la autoeducación está, en cierta medida, en nuestras manos. Recibimos la herencia física sin haberla pedido, la educación nos es impuesta, y ni siquiera la autoeducación es por entero voluntaria en los primeros años, sino que es decidida por la relación de las fuerzas de la personalidad heredada, las caracterís ticas individuales, el funcionamiento eficiente del Sistema nervioso y la intensidad y persistencia de las influencias educacionales. La herencia hace de cada uno de nosotros un individuo único por su estructura física, su aspecto y sus acciones. La educación hace de cada uno de nosotros un miembro de alguna sociedad humana particular, y procura hacernos tan parecidos como sea posible a todo otro miembro de esa sociedad. Esta dicta nuestra manera de vestirnos, por lo que nuestra apariencia es similar a la de otros. Al damos un lenguaje, la sociedad nos hace expresarnos en la misma forma que otros. Instila en nosotros una pauta de conducta y valo res, y trata de que también nuestra autoeducación influya de ma nera tal que deseemos parecemos a todos los demás. Como consecuencia, incluso la autoeducación, es decir, la fuer za activa que pugna por abrir paso a lo individual y llevar al cam po de la acción lá diferencia hereditaria, tiende en gran medida a poner nuestra conducta en concordancia con la de los otros. El de fecto esencial de la educación, tal como la conocemos hoy, reside en que se basa sobre prácticas antiguas y a menudo primitivas que no perseguían en forma consciente ni clara su propósito igualita rio. Ese defecto tiene su ventaja, puesto que al carecer la educa ción de todo propósito definido, salvo el de moldear individuos de modo que no sean inadaptados sociales, no siempre logra anular por completo a la autoeducación. Sin embargo, incluso en los paí ses avanzados, donde los métodos educacionales se perfeccionan constantemente, hay similitud cada vez mayor de opiniones, apa riencia y ambiciones. El desarrollo de los medios masivos de co municación y las aspiraciones a la igualdad política también con tribuyen en forma sustancial a la actual confusión de identidades. Los conocimientos y técnicas modernos en los campos de la educación y la psicología ya han permitido al profesor B. F. Skin- ner, psicólogo de Harvard, presentar métodos para producir indi viduos «satisfechos, capaces, educados, felices y creativos». Ese es también, en efecto, el objetivo de la educación aunque no se lo enuncie en forma tan explícita. Por cierto, Skinner no se equivoca acerca de la eficacia de esos métodos, y existen pocas dudas de que en su momento seremos capaces de crear unidades de forma hu mana, educadas, organizadas, satisfechas y felices: y si aplicáramos todos los conocimientos que poseemos en el campo de la herencia biológica, incluso lograríamos producir varios tipos distintos de dichas unidades, con el fin de satisfacer todas las necesidades de la sociedad. Esta utopía, que tiene posibilidades de realizarse en nuestro tiempo, es el resultado lógico de la situación actual. Para mate rializarla sólo necesitamos provocar uniformidad biológica y em plear medidas educacionales apropiadas para impedir la autoedu cación. Muchas personas consideran que la comunidad importa más que los individuos de que se compone. En todos los países avan zados se advierte una tendencia hacia el mejoramiento de la co munidad; las diferencias residen sólo en los métodos que se eligen para alcanzar esa meta. Parece haber acuerdo general en que lo más importante es mejorar losprocesos sociales de empleo, pro ducción y provisión de iguales oportunidades para todos. Toda so ciedad procura inculcar en los más jóvenes, mediante la educación, aquellas cualidades que les permitirán formar una comunidad tan uniforme como les resulte posible, capaz de funcionar sin mayores tropiezos. Puede que tales tendencias sociales concuerden con la ten dencia evolutiva de la especie humana; de ser así, todos debería mos, por cierto, dirigir nuestros esfuerzos hacia el cumplimien to de ese fin. Empero, si por un momento hacemos- a un lado el concepto de sociedad y nos volvemos al hombre mismo, comprobamos que aquélla no es la mera suma total de las personas que la constituyen y que, desde el punto de vista del individuo, tiene un significado distinto. Para éste, la sociedad importa, ante todo, como campo en el que debe avanzar para ser aceptado como miembro valioso; va lor que, a sus propios ojos, es influido por su posición en la socie dad. Pero ésta también le importa en cuanto campo donde ejerci tar sus cualidades individuales, desarrollar y expresar aquellas particulares inclinaciones propias que forman parte orgánica de su personalidad. Las características orgánicas provienen de la heren cia biológica y es esencial manifestarlas para que el organismo fun cione en toda su plenitud. A medida que la tendencia a la unifor midad, dentro de nuestra sociedad, crea innumerables conflictos con los rasgos individuales, la adaptación a la sociedad puede re solverse por supresión de las necesidades orgánicas individuales, o bien por identificación del individuo con las necesidades de la so ciedad (en forma tal que a él no le parezca impuesta), lo que pue de llegar hasta el punto de que. el individuo se sienta rebajado cuando no acierte a comportarse con arreglo a los valores sociales. La educación provista por la sociedad obra en dos direcciones a la vez. Elimina toda tendencia disidente mediante penas consis tentes en el retiro de su apoyo y, al mismo tiempo, inculca al indi viduo valores que lo obligan a superar y desechar los deseos es pontáneos. Por efecto de tales condiciones, la mayoría de los adultos viven hoy tras una máscara, la máscara de la personalidad que el individuo procura presentar a otros y a sí mismo. Toda as piración o deseo espontáneo es objeto de una,rigurosa crítica in terna, no sea que revele la índole orgánica del individuo. Esas as piraciones y deseos despiertan inquietud y remordimiento, y el individuo procura combatir el impulso de realizarlos. El único premio que torna soportable la vida a pesar de tales sacrificios es la satisfacción derivada del reconocimiento, por la Sociedad, del individuo que alcanza el éxito tal como lo entiende ella. Tan inten sa es la necesidad de recibir apoyo constante de los propios con géneres, que la mayor parte de las personas parecen consagrar la principal parte de sus vidas a consolidar sus máscaras. Sólo la re petición del éxito puede estimular al individuo a persistir en la mascarada. El éxito tiene que ser visible y supone un ascenso constante por la escala socioeconómica. Si el individuo no logra ascender, no sólo se tornarán difíciles sus condiciones de vida; además, él dis minuirá de valor ante sus propios ojos hasta el punto de poner en peligro su salud mental y física. Apenas si se permitirá tomarse unas vacaciones, aunque disponga de los medios materiales para ello. Las acciones y el impulso que las origina —necesarios para mante ner una máscara exenta de fallas y grietas, so pena de revelarse tal como él es— no se derivan de necesidad orgánica alguna. Como consecuencia, la satisfacción que obtiene de esas acciones, por más éxito que tengan, no es orgánica, no lo revitaliza; es una mera gra tificación superficial, externa. Muy lentamente, con los años, ese hombre llega a convencerse de que el reconocimiento de su éxito por la sociedad tiene, que darle contentamiento orgánico; más aún, se convence de que se lo da. Con no poca frecuencia, tanto se adapta el individuo a su más cara, tan completa es su identificación.có.n ella, que ya no siente impulso orgánico alguno, ni satisfacciones de esa especie. Tal vez a raíz de ello descubra que en sus relaciones familiares y sexuales hay fallas y trastornos, y que quizá siempre los hubo, pero siempre se los pasó por alto en atención al éxito del individuo en la socie dad. Pues la verdad es que, en comparación con la brillante exis tencia de la máscara y con su valor social, la vida orgánica privada y la atención de necesidades urgentes de poderosos impulsos or gánicos no tienen casi importancia. La gran mayoría de las perso nas viven, detrás de sus máscaras, vidas lo bastante activas y satis factorias como para que puedan sofocar, sin gran dolor, cualquier vacío que sientan al detenerse y escuchar qué les dice el corazón. En las ocupaciones que la sociedad considera importantes, na die triunfa hasta tal punto que le permíta vivir una vida de másca ra satisfecha. Muchos de aquellos que, en su juventud, no acerta ron a labrarse una profesión u oficio que les brindara prestigio suficiente para.mantener sus máscaras en vida, afirman que son perezosos y no tienen el carácter ni la perseverancia necesarios para aprender algo. Intentan tina cosa tras otra, van de empleo en empleo, v sin-embargo se consideran, invariablemente, aptos para cualquier cosa que se les presente-. Tal confianza en:sus pioj5Ías'ap titudes les infunde satisfacción orgánica suficiente, para justificar cada tentativa nueva. Pueden no tener menos dotes naturales que otros —tal vez tengan más—, pero han adquirido hasta tal puala el hábito de descuidar sus necesidades orgánicas, que ya no logran sentir interés genuino por actividad alguna. Acaso tropiecen con algo en lo que se asienten más que de costumbre e incluso alcan cen cierta eficiencia. Pero, aun en ese caso, será la suerte de haber encontrado ese empleo y, gracias a él, una posición social, lo que les permitirá fundar un juicio sobre su propio valor. Al mismo tiempo, el débil respeto que sienten por sí mismos los lleva a bus car éxito en otras esferas, una de las cuales bien puede ser la pro miscuidad sexual. Ésta, paralela al constante cambio de empleo, es activada por el mismo mecanismo, es decir, la creencia en alguna dote propia y especial. Eleva su valor ante sus propios ojos, y tam bién proporciona por lo menos una satisfacción orgánica parcial; bastante, en todo caso, para que valga la pena intentarlo de nuevo. La autoeducación —que, según vemos, no es del todo autóno ma— provoca aun otros conflictos estructurales y funcionales. Muchas personas padecen de algún trastorno en la digestión, la eliminación, la respiración o la estructura ósea. El alivio periódico de una de esas disfunciones trae consigo otros mejoramientos y, por un tiempo, un aumento de la vitalidad general. Este.período será seguido, poco menos que en cada caso, por un período de sa lud y ánimo empobrecidos. Resulta obvio que de los tres factores que determinan en gene ral la conducta del hombre, tan sólo la autoeducación está sujeta en medida apreciable a la voluntad. La cuestión radica entonces en cuál es realmente esa medida y, más en particular, en qué forma puede uno ayudarse a sí mismo. Muchos optarán por consultar a un especialista, y en los casos graves es la mejor solución. Empero, muchos no lo consideran necesario, o no desean en modo alguno hacerlo: en todo caso, dudan que el especialista pueda serles útil. En definitiva, el único camino abierto a cada uno es ayudarse a sí mismo. Camino duro y complejo, está sin embargo entre las posibili dades prácticas de toda persona que sienta necesidad de cambiar y mejorar, mientras tenga presente que debe comprender con clari dad algunos puntos para que ese proceso —la adquisición de un nuevo conjunto de respuestas— no le resulte demasiado difícil. Es preciso entender bien desde el principio que el proceso de aprendizajees irregular, consiste en pasos y no carece de altibajos. Esto rige incluso para algo tan simple como aprender de memoria un poema. Un día un hombre puede aprenderlo, y al día siguiente no recordar nada. Pocos días después, sin haber vuelto a estudiar lo, tal vez compruebe de pronto que lo sabe perfectamente. Inclu so si deja de pensar en ese poema durante meses, un breve repaso se lo restituirá por completo. No debe desanimamos, en conse cuencia, comprobar que en algún momento hemos retrocedido al punto inicial; a medida que el aprendizaje continúa, esas regresio nes se tomarán más raras, y más fácil, en cambio, retornar al nue vo estado. También es preciso comprender que a medida que se operan cambios en la propia persona se descubren dificultades nuevas, hasta entonces inadvertidas. La conciencia las rechazaba antes, fuese por miedo o por dolor; sólo a medida que la confianza en sí mismo se fortalece se torna posible reconocerlas. Muchas personas efectúan tentativas esporádicas por mejorar y corregirse, aunque a menudo no tengan clara conciencia de ello. La persona media se contenta con sus actividades y piensa que no necesita nada, salvo un poco de gimnasia para corregir unas pocas deficiencias que ha notado. Todo lo dicho en esta introducción se dirige, en rigor, a ese hombre medio a cuyo juicio nada de esto le concierne. A medida que cada uno trata de mejorarse, puede encontrar en sí mismo varias etapas de desarrollo. Y a medida que progresa, los recursos necesarios para corregirse más aún se toman cada vez más sutiles. En el presente libro, he trazado con detalle considera ble los primeros pasos por ese camino, con el fin de que el lector llegue más lejos aún por su propio impulso. D in á m ic a d e l a a c c ió n p e r so n a l Cada uno de nosotros habla, se mueve, piensa y siente en for ma distinta, de acuerdo, en cada caso, con la imagen de sí mismo que ha construido con los años. Para modificar nuestra manera de actuar debemos modificar la imagen de nosotros mismos qúe lle vamos dentro. Esto implica, desde luego, cambiar la dinámica de nuestras reacciones, no el mero reemplazo de una acción por otra. Tal proceso supone no sólo cambiar nuestra autoimagen, sino tam bién la índole de nuestras motivaciones, y movilizar además todas las partes del cuerpo interesadas en ello. Esos cambios determinan las notables diferencias en la forma en que cada individuo ejecuta acciones similares, por ejemplo, es cribir a mano y pronunciar. LOS CUATRO COMPONENTES DE LA ACCIÓN Nuestra autoimagen consiste en. los cuatro componentes que intervienen en toda acción: movimiento, sensación, sentimiento y pensamiento. El aporte de cada uno de ellos a una acción particu lar varía, tal como difieren las personas que la ejecutan, pero en cualquier acción estará presente, en alguna medida, cada uno de los componentes. Para pensar, por ejemplo, una persona debe estar despierta, y saber que está despierta y no soñando; o sea, debe sentir y discer nir cuál es su posición respecto del campo de gravedad. De ello se deduce que en el pensar intervienen también el movimiento, la sensación y el sentimiento. Sentirse iracundo o feliz, exige a un hombre adoptar cierta postura, en alguna suerte de relación con otra persona y objeto. O sea, también debe moverse, tener sensaciones y pensar. Para tener una sensación —visual, auditiva, táctñ— la persona debe interesarse o sorprenderse por algún hecho que le concierne, o tener conciencia de éste. Es decir, debe moverse, experimentar un sentimiento y pensar. Para moverse, debe emplear por lo menos uno de sus sentidos, consciente o inconscientemente, lo que involucra además senti miento y pensamiento. Cuando alguno de esos componentes de la acción disminuye casi hasta el punto de desaparecer, la vida misma puede correr pe ligro. Es difícil sobrevivir, aun por períodos breves, sin efectuar movimiento alguno. Un ser privado de todos sus sentidos carece de vida. Es el sentimiento lo que nos impulsa a vivir; sentirnos so focados nos fuerza a respirar. Sin siquiera un mínimo de pensa miento reflejo, ni un escarabajo subsiste mucho tiempo. LOS CAMBIOS SE TORNAN FIJOS COMO HÁBITOS En realidad, nuestra imagen nunca es estática. Cambia de una acción a otra, pero tales cambios poco a poco se transforman en hábitos; o sea, las acciones asumen un carácter fijo, invariable. En la edad temprana, cuando la imagen va cobrando forma, su ritmo de cambio es activo; rápidamente se adquieren formas de ac ción nuevas, que tan sólo la víspera superaban la capacidad del niño. El infante empieza a ver, por ejemplo, pocas semanas des pués del nacimiento; un buen día empieza a ponerse de pie, cami nar y hablar. Las experiencias del propio niño y su herencia bioló gica se combinan lentamente, hasta crear una manera individual de pararse, caminar, hablar, sentir, atender, así como de ejecutar todas las restantes acciones que otorgan sustancia a la vida huma na. Pero si bien la vida de una persona, vista desde cierta distancia, parece muy similar a la de cualquier otra, un examen más deteni do revela que son por completo distintas. En consecuencia, debe mos emplear las palabras y los conceptos de manera tal que se apli quen más o menos flexible o igualmente a todas. CÓMO SE FORMA LA AUTOIMAGEN Nos limitaremos, pues, a examinar en detalle la faceta motriz de la autoimagen. Por estar el instinto, el sentimiento y el pensa miento conectados con el movimiento, el papel que cumplen en la creación de la autoimagen se revela por sí solo cuando considera mos el papel que corresponde en ella al movimiento. La estimulación de ciertas células de la corteza motriz del cere bro activa un músculo particular. Hoy se sabe que la correspon dencia entre las células de la corteza y los músculos que activan no es absoluta ni exclusiva. Sin embargo, podemos considerar que existe base experimental suficiente para justificar la suposición de que ciertas células específicas activan músculos específicos por lo menos en sus movimientos básicos.y elementales. A c c ió n in d iv id u a l y .a c c ió n s o o a l El recién nacido es incapaz de ejecutar prácticamente nada de lo que hará como adulto en la sociedad, pero es capaz de hacer casi todo lo que hace el adulto como individuo. Puede respirar, comer, digerir, defecar, y su cuerpo es capaz de organizar todos los proce sos biológicos y fisiológicos, con excepción del acto sexual que, en el adulto, puede considerarse como un proceso social, pues se consuma entre dos personas. En el comienzo, la actividad sexual permanece confinada a la esfera individual. Ahora en general se acepta que la sexualidad adulta se desarrolla a partir de la autose- xualidad inicial. Este enfoque permite explicar las insuficiencias en ese campo como una falla de desarrollo individual hacia la se xualidad social plena. C o n t a c t o c o n e l m u n d o e x t e r n o El contacto del infante con el mundo exterior se establece principalmente por medio de los labios y la boca; por medio de ellos reconoce a su madre. Cuando utiliza las manos para tocar desmañadamente y ayudar en la tarea de la boca y los labios, co noce por el tacto lo que ya conoce con los labios y la boca. A par tir de allí progresará gradualmente hacia el descubrimiento de otras partes de su cuerpo y sus relaciones mutuas, de donde resul tarán sus primeras Hociones de distancia y volumen. El descubri miento del tiempo empieza por la coordinación de los procesos de respirar y tragar, conectados ambos con los movimientos de los la bios, la boca, el maxilar inferior, las ventanas de la nariz y la zona circundante. L a a u t o im a g e n e n l a co rteza m o t r iz Si marcáramos con color, en la superficie de la corteza motriz del cerebro del infante de un mes, aquellas células que activan los músculos sujetos a su creciente voluntad, obtendríamos una forma semejante a la de su cuerpo, pero quesólo representaría las zonas de acción voluntaria, no la configuración anatómica de las par tes del cuerpo. Veríamos, por ejemplo, que los labios y la boca ocu pan el sector más extenso de la superficie coloreada. Los músculos que trabajan contra la fuerza de gravedad —los que abren las arti culaciones y otorgan al cuerpo la postura erecta— no responden aún al control voluntario; los músculos de la mano, a su vez, sólo ahora empiezan a responder, por momentos, a la voluntad. Ob tendríamos una imagen funcional en que el cuerpo humano estaría indicado por cuatro delgados trazos correspondientes a las extre midades, unidos entre sí por otro trazo corto y fino, correspon diente al tronco, y en que los labios y la boca ocuparían la mayor parte de la imagen. C a d a f u n c ió n n u e v a m o d ific a la im a g e n Si coloreásemos las células que activan los músculos sujetos a control voluntario de un niño que ya ha aprendido a caminar y es cribir obtendríamos una imagen funcional no poco distinta. Los labios y la boca ocuparían de nuevo la mayor parte del espacio, por haberse agregado a la imagen anterior la función del habla, que in volucra la lengua, la boca y los labios. Pero además se notaría otro gran parche de color, correspondiente al sector de células que ac tivan los pulgares. El área cubierta por las células que activan el pulgar derecho sería notablemente más grande que la cubierta por las que activan el izquierdo. El pulgar interviene en casi todos los movimientos de la mano, la escritura en particular. La zona co rrespondiente al pulgar sería más amplia que la representativa de los restantes dedos. La im a g e n m u s c u la r d e l a c o r t e z a m o t r iz e s ú n ic a PARA CADA INDIVIDUO Si volviéramos a trazar esos bocetos cada pocos años, no sólo el resultado sería cada vez distinto; además, variaría cafacterísticar mente de un individuo a otro. En un hombre que no hubiese aprendido a escribir, las manchas de color representativas de los pulgares seguirían siendo pequeñas, porque las células que po drían haber incluido no fueron utilizadas. El área correspondien te al dedo medio sería más amplia en una persona que hubiese aprendido a tocar un instrumento musical que en otra que no lo hubiera aprendido. Las personas que conocieran varios idiomas, o los cantantes, presentarían áreas más amplias de células que activan los músculos que controlan la respiración, la lengua, la boca, y demás. Só l o l a im a g e n m u sc u l a r h a s id o c o m pr o b a d a POR o bservac ió n En el curso de mucha experimentación, los fisiólogos han esta blecido quv,, por lo -menos en lo que concierne a los movimientos básicos, las células que intervienen en ellos-se conectan en la cor teza motriz del cerebro de manera tal que configuran una forma parecida a la del cuerpo humano, a la que dieron el nombre de ho múnculo. El concepto de «autoimagen» tiene, pues, una base váli da, por-lo menos en lo que se refiere a los movimientos básicos. No hay prueba experimental similar en relación con la sensación, el sentimiento o el pensamiento. N uestra , a u t o im a g e n es m á s p e q u e ñ a q u e nu e str a CAPACIDAD POTENCIAL Nuestra autoimagen es por necesidad más pequeña que lo que podría ser, pues sólo la constituye el grupo de células que hemos utilizado efectivamente. Por añadidura, tal vez más importantes que su número material sean los varios patrones y combinaciones de células. Un hombre que ha llegado a dominar varios idiomas uti lizará mayor número de células, así como de combinaciones de ellas. En las comunidades minoritarias del mundo entero', la mayo ría de los niños conocen por lo menos dos idiomas; su autoimagen está un poco más cerca del máximo potencial que la de las gentes que sólo conocen su lengua materna. Lo mismo puede decirse de la mayor parte de las restantes es feras de actividad. En general, nuestra autoimagen es más limitada y pequeña que nuestro potencial. Existen individuos que saben de 30 a 70 idiomas. Ello indica que la autoimagen media sólo ocupa alrededor del cinco por ciento de su potencial. La observación y el trato sistemático de varios miles de individuos, originarios de la mayor parte de las naciones y las civilizaciones, me han convenci do de que la fracción que empleamos de todo nuestro potencial oculto llega aproximadamente a dicha cifra. A l c a n z a r o bjetivo s in m e d ia t o s t ie n e u n a spe c t o n e g a t iv o El aspecto negativo de aprender a alcanzar objetivos reside en que tendemos a poner fin al aprendizaje cuando hemos adquirido conocimientos suficientes, para lograr nuestra meta inmediata. Por ejemplo, mejoramos nuestra dicción hasta que podemos hacemos entender. Pero toda persona que desea hablar con la claridad de un actor descubre que debe estudiar dicción durante varios años para aproximarse siquiera a todo lo que podría dar en ese sentido. Por un intrincado proceso de limitar sus aptitudes, el hombre se acostumbra a bastarse con el cinco por ciento de su potencial, sin comprender que su desarrollo se ha atrofiado. Lo complejo de la situación resulta de la independencia —inherente a ambos térmi nos dé la relación— entre el crecimiento y el avance del individuo, y la cultura y la economía de la sociedad en que vive. L a e d u c a c ió n e stá s u b o r d in a d a , e n g r a n m e d id a , a las c ir c unsta ncias Nadie sabe qué propósito persigue la vida, y la educación que cada generación trasmite a la siguiente se limita a perpetuar los hábi tos mentales de la primera. Desde el comienzo de la humanidad, la vida ha sido una lucha áspera; la naturaleza no tiene contemplaciones con las criaturas que carecen de conciencia. Es imposible ignorar las grandes dificultades sociales creadas por la existencia de los muchos millones de seres humanos que la tierra alberga desde los últimos si glos. En tales condiciones de tirantez, la educación se mejora sólo en la medida de lo necesario y lo posible para que una generación nue va reemplace a la anterior bajo condiciones más o menos similares. U n d e sa r r o l lo m ín im o d e l in d iv id u o ba sta par a las n e c e sid a d e s d e l a s o c ie d a d La tendencia biológica básica de todo organismo a crecer y prosperar en la mayor medida posible ha sido considerablemente gobernada por revoluciones sociales y económicas, que al mejorar las condiciones de vida de la mayoría permitieron que mayor nú mero'de personas alcanzaran cierto mínimo de prosperidad. En esas condiciones, el desarrollo potencial básico cesó en etapa tem prana de la, adolescencia, porque las exigencias sociales permi tieron a los miembros de la generación joven ser aceptados, en es cala mínima, como individuos útiles. En rigor, más allá de los primeros años de la adolescencia la capacitación se limita a lá ad quisición de conocimientos prácticos y profesionales en algún campo, y el perfeccionamiento fundamental continúa por azar y en casos excepcionales. Sólo una persona fuera de lo común per siste en mejorar su autoimagen hasta que se aproxima bastante a la aptitud potencial inherente a cada individuo. E l c írc ulo v ic io so d e l d e sa r r o l lo in c o m p l e t o Y LA SATISFACCIÓN DE REALIZARSE A la luz de lo dicho, resulta evidente que la mayoría de las per sonas sólo alcanzan a utilizar poco más que una fracción diminuta de su capacidad potencial; la minoría que aventaja a la mayoría no lo hace porque posea un potencial superior, sino porque aprende a utilizar una proporción mayor de su potencial, que bien pue de no superar el término medio, habida cuenta, desde luego, de que no hay dos personas que tengan la misma capacidad natural. ¿Cómo se crea un círculo vicioso tal que, a la vez, atrofia las fa cultades del hombre y sin embargo le permite sentirse razonable mente satisfecho con aquello a lo cual él mismo se ha limitado, o sea, con una escasaproporción de sus aptitudes? La situación es curiosa. Los p r o c e s o s f i s i o l ó g i c o s q u e o b s t a c u l iz a n e l d e s a r r o l l o En los primeros años de su vida, el hombre se parece a cualquier otro ser vivo: pone en acción todas sus distintas facultades y utili za toda función que se encuentre suficientemente desarrollada. Como todas las células vivas, las de su cuerpo procuran crecer y cumplir sus funciones específicas. Esto se aplica también a las células del sis tema nervioso; cada una vive, como célula, su propia vida, mientras participa en la función orgánica para la cual existe. Sin embargo, como parte del organismo total, muchas células permanecen inacti vas. Ello puede deberse a dos procesos distintos. En virtud de uno de ellos, el organismo puede estar ocupado en acciones que exigen inhibir ciertas células y activar otras. Si el organismo se consagra más o menos continuamente a esas acciones, cierto número de célu las permanecerá en estado casi constante de inhibición. En el otro caso, puede que algunas funciones potenciales nunca maduren. Tal vez el organismo no necesite ejercerlas, sea porque no le resultan valiosas como tales, o porque sus propios impul sos lo llevan por un camino distinto. Ambos procesos son comu nes. Y la verdad es que las condiciones sociales permiten que un organismo funcione como útil miembro de la sociedad sin que en modo alguno desarrolle sus aptitudes hasta el punto máximo. E l h o m b r e se ju z g a a sí m ism o po r su valo r e n l a so c ie d a d En nuestros días, la tendencia general hacia el mejoramiento social ha conducido directamente a .desatender, si no a-descuidar por completo, el material humano de que se compone la sociedad. El error no radica en la meta misma —esencialmente es construc tiva—, sino en el hecho de que los individuos, con razón o sin ella, tienden a identificar sus autoimágenes con lo que ellos valen para la sociedad. Aunque se haya emancipado de sus educadores y pro tectores, el hombre no lucha por diferenciarse en modo alguno del esquema que se le imprimió desde el principio. Así, la sociedad lle ga a constituirse de personas que se parecen cada vez más por sus costumbres, sus conductas y sus objetivos. Aunque las diferencias hereditarias entre unos y otros son obvias, pocos individuos pien san acerca de sí mismos sin remitirse al. valor que la sociedad les atribuye. Tal como un hombre que se obstina en hincar una estaca cuadrada en un agujero redondo, el individuo intenta limar sus pe culiaridades biológicas desentendiéndose de las necesidades que le son propias. Brega por encajar en el agujero redondo, que en todo instante desea llenar activamente, porque si fracasa en esto, tanto disminuirá él mismo de valor ante sus propios ojos, que perderá toda iniciativa. Estos son puntos que deben tenerse en cuenta cuando se quiere apreciar en toda su amplitud la abruma dora influencia que tiene la actitud del individuo hacia sí mismo en el momento en que, de nuevo, quiere facilitar su propio creci miento, o sea, permitir que sus cualidades propias se desarrollen y maduren. Ju z g a r a u n n iñ o p o r sus é x it o s l o d e spo ja d e e s p o n t a n e id a d Durante sus primeros años, un niño es valorado, en general, no por sus éxitos sino por lo que él mismo representa. En las familias donde asi sucede, el niño evolucionará de acuerdo con sus aptitu des individuales. En aquellas familias donde ante todo se juzga a los niños por sus éxitos, pronto se eclipsará toda espontaneidad. Esos niños se convertirán en adultos sin pasar por la adolescencia. Y tal vez esos adultos sientan, de vez en cuando, una nostalgia in consciente por la adolescencia que les faltó, un deseo de procurar se esas aptitudes instintivas que ellos contienen y que su voluntad juvenil no tuvo oportunidad de desarrollar. E l m e jo r a m ien to d e sí m ism o d e p e n d e d e LA PROPIA EVALUACIÓN Es importante comprender que si un hombre desea mejorar su autoimagen, debe en primer término aprender a valorarse como individuo, aun si cree que sus defectos, como miembro de la so ciedad, pesan más que sus méritos. Deberíamos aprender de las personas baldadas desde el- naci miento o la niñez cómo puede verse un individuo a sí mismo en el enfrentamiento con insuficiencias palpables. Aquellos que logran mirarse con sentimiento humanitario lo bastante, amplio como para tener por sí mismos un respeto firme, son capaces de alcanzar alturas a las que la persona de salud normal nunca llegará. En cam bio, quienes se consideran inferiores a raíz de sus insuficiencias y las superan por pura fuerza de voluntad, tienden a transformarse en adultos duros y amargados que se desquitarán contra congéne res que no tienen la culpa; más aún, tal vez no sean capaces de mo dificar sus propias circunstancias aunque se lo propongan. LA ACCIÓN: ARMA PRINCIPAL PARA PROMOVER EL PROPIO MEJORAMIENTO Reconocer la propia valía es importante al emprender el mejo ramiento de sí mismo, pero el logro de todo mejoramiento real exige relegar a un segundo plano el respeto por sí mismo. Si no se alcanza una etapa en que ese respeto deja de ser la principal fuer za motivadora, ningún perfeccionamiento que se alcance bastará para satisfacer al individuo. En rigor, a medida que un hombre crece y se mejora, toda su existencia se centra cada vez más en tor no de qué hace; quién lo hace adquiere una importancia cada vez menor. L a d ific u lt a d d e m o d ific a r u n pa t r ó n d e ACCIÓN ANTERIOR Aunque la autoimagen sea, en realidad, el resultado de la pro pia experiencia, el hombre tiende a considerarla como algo que le ha sido otorgado por la naturaleza. El aspecto físico, la voz, la ma nera de pensar, el ambiente, la relación con el espacio y el tiempo —hemos mencionado al azar— se dan por sentados como realida des nacidas con la propia persona, cuando en rigor todo elemento importante de la relación del individuo con otras personas y con la sociedad en general es el resultado de un extenso ejercicio. Las ar tes de caminar, hablar, leer y reconocer tres dimensiones en una fo tografía son técnicas que el individuo acumula a lo largo de mu chos años; cada una de ellas depende de la suerte y del lugar y el tiempo de su nacimiento. La adquisición de un segundo lenguaje no es tan fácil como la del primero, y su pronunciación llevará la marca de la influencia de éste; la forma de estructurarse la oración en el primero se impondrá en el segundo. Toda pauta de acción asi milada a fondo interferirá en las pautas de las acciones siguientes. Se presentan dificultades, por ejemplo, cuando una persona aprende a sentarse de acuerdo con la costumbre de una nación que no es la suya. Como esas pautas tempranas, como la manera de sentarse, no resultan sólo de la herencia, sino también de la oca sión y las circunstancias del nacimiento, las dificultades radican menos en la índole del nuevo hábito que en apartar los hábitos del cuerpo, el sentimiento y la mente de sus patrones establecidos. Esto vale para casi todo cambio de hábito, cualquiera que sea su origen. No nos referimos, desde luego, a la mera sustitución de una actividad por otra, sino a un cambio en la forma en que se eje cuta el acto, en toda su dinámica, por efecto del cual el nuevo mé todo será, en todo sentido, tan bueno como el anterior. D e .m u c h a s partes d e l c uerpo n o h a y c o n c ie n c ia Una persona que, echada de espaldas, intenta sentir en forma sistemática todo su cuerpo —o sea, dirigir su atención, por turno, a cada miembro y parte de su cuerpo— comprueba que ciertos sectores responden con facilidad, en tanto que otros permanecen mudos, o dormidos, más allá del alcance de su conciencia. Es fácil, por ejemplo, sentir las puntas de los dedos o los labios, y mucho más difícil en cambio sentir la nuca, entre las orejas. Des de,luego, el gradó de la dificultades variable, pues depende de la forma de la autoimagen. En general, es difícil encontrar a una per sona que pueda tener conciencia de todo-su cuerpo por igual. Las partes que se definen con mayor facilidad en la conciencia son las que se usan a diario, en tanto que las mudas o dormidas son aque- lias que sólo desempeñan un papel indirecto y están poco menos que ausentes de la autoimagen de la persona en el momento en que ésta actúa. Una persona totalmente incapaz de cantar no puede sentir esa función en su autoimagen salvo mediante un esfuerzo intelectual de extrapolación. No tiene conciencia de ninguna conexión vital entre el espacio hueco de su boca y sus oídos o su respiración, como la tiene el cantante. Un hombre que no puede saltar no será consciente de aquellas partes del cuerpo que intervienen en el sal to y que, en cambio, están claramente definidas para el hombre ca paz de hacerlo. - U n a a u t o im a g e n co m pl e t a es u n e st a d o raro e id e a l Una autoimagen completa supondría conciencia cabal de to das las articulaciones de la estructura esquelética, así como de toda la superficie corporal: la espalda, los costados, el espacio compren dido entre las piernas, y demás. Se trata de una condición ideal y, en consecuencia, rara. Todos podemos demostrarnos que todo cuanto hacemos está de acuerdo con los límites de nuestra autoima gen y que ésta no representa más que un estrecho sector de la imagen ideal. También se observa con facilidad que la relación en tre las distintas porciones de la autoimagen se modifica de una ac tividad a otra y de una posición a otra. Esto no es fácil de advertir en las situaciones corrientes, debido a su familiaridad misma, pero basta imaginar el cuerpo listo para ejecutar un movimiento poco familiar para notar que las piernas, por ejemplo, parecen cambiar de longitud y grosor y modificarse en otros aspectos al pasar de un movimiento a otro distinto. La e s t im a c ió n d e l t a m a ñ o v a r ía d e a c u e r d o CON LOS DISTINTOS MIEMBROS Si intentamos, por ejemplo, mostrar el ancho de nuestra boca, con los ojos cerrados, primero mediante el pulgar y el índice de la mano derecha, y después mediante-los índices de ambas manos, obtendremos dos valores distintos. No sólo ninguna de las medi das corresponderá al verdadero ancho de la boca; por añadidura, tal vez ambas sean mucho más grandes o más pequeñas. Análoga mente, si con los ojos cerrados intentamos mostrar la profundidad de nuestro pecho separando nuestras manos una de otra, primero horizontalmente y después verticalmente, lo más probable es que obtengamos valores bastante diferentes, ninguno de los cur1-* coincidirá, por gran diferencia, con la realidad. Cierre el lector los ojos y tienda los brazos al frente, separados por una distancia más o menos igual al ancho de los hombros. A continuación imagine el punto donde el rayo de luz que va del dedo índice de la mano derecha al ojo izquierdo se cruza con el rayo de luz que va del dedo índice de la mano izquierda al ojo de recho. Trate después de marcar ese punto de intersección con el pulgar y el dedo índice de la mano derecha. Cuando abra los ojos para mirar, es improbable que el lugar elegido le parezca correcto. Pocas personas poseen una autoimagen lo bastante completa como para ser capaces de identificar en esa forma el lugar correc to. Más aún, si se repite el experimento utilizando el pulgar y el dedo índice de la mano izquierda, lo más probable es que se mar que un sitio distinto para el mismo punto. L a a p r o x im a c ió n m e d ia e st á lejos d e ser l a m ejo r QUE PUEDE LOGRARSE Es fácil demostrar, mediante movimientos con los que no esta mos familiarizados, que nuestra autoimagen está lejos en general de ser tan completa y exacta como suponemos. Nuestra imagen se forma por medio de acciones que nos son familiares y en que la aproximación a la realidad se mejora haciendo entrar en juego va rios de los sentidos, que tienden a corregirse entre sí. Así, nuestra imagen es. más precisa en la región situada frente a nuestros ojos que en la situada detrás de nosotros o sobre nuestras cabezas, y también lo es en posiciones que nos son conocidas, como la de es tar sentados o de pie. Si la diferencia entre las posiciones o valores imaginarios'—es timados una vez con los ojos cerrados y otra con los ojos abier tos— no supera el 20 o el 3 0 %, puede considerarse que la exactitud es mediana, si bien no satisfactoria. Los INDIVIDUOS ACTÚAN DE ACUERDO CON SU IMAGEN SUBJETIVA La diferencia entre imagen y realidad puede ser de hasta el 300 %, y más aún. Si a una persona que por lo general mantiene su pecho en la posición correspondiente a una exagerada expulsión de aire por los pulmones, de modo que el pecho está a la vez más hundido qué lo que debería y demasiado hundido para servirle con eficacia, se le pide que indique, con los ojos cerrados, la pro fundidad de su pecho, es probable que le atribuya una profundi dad varias veces mayor que la real. O sea, que a ella la estrechez ex cesiva le parece correcta, y todo aumento de profundidad, un esfuerzo exagerado por expandir los pulmones. La expansión nor mal de éstos le resulta similar a lo que otra persona consideraría como una expansión forzada. La forma en que un hombre mantiene los hombros, la cabeza y el estómago, su voz y su expresión, su estabilidad y su manera de presentarse, se basan por igual en su autoimagen. Pero esa imagen puede ser disminuida o ampliada para que se ajuste a la máscara con arreglo a la cual ese hombre quiere ser juzgado por sus congé neres. Sólo él mismo puede saber qué parte de su apariencia exte rior es ficticia y cuál genuina. Sin embargo, no cualquiera es capaz de identificarse con facilidad; la experiencia de otros puede ayudar considerablemente a ello. La c o r r e c c i ó n s i s t e m á t ic a d e l a im a g e n e s m ás ú t i l QUE LA CORRECCIÓN DE ACCIONES AISLADAS De lo dicho sobre la autoimagen resulta que la corrección sis temática de la imagen constituye un método más rápido y eficaz que la corrección de las acciones y los errores aislados que pre senta la conducta y cuyo número aumenta cuanto más pequeños son. Establecer una imagen inicial más o menos completa, aunque aproximada, posibilitará mejorar la dinámica general, en vez de enfrentar fragmentariamente las acciones aisladas. Este último me joramiento es similar a corregir la ejecución de una música con un instrumento desafinado. Mejorar la dinámica general de la imagen equivale a afinar el piano mismo, pues resulta mucho más fácil to car correctamente con un instrumento afinado que con uno que no lo está. P rim era e ta pa : l a a c t it u d natur al En toda actividad humana pueden distinguirse tres etapas suce sivas de desarrollo. Los niños hablan, caminan, pelean, bailan y después descansan. También el hombre prehistórico hablaba, ca minaba, corría, peleaba, bailaba-y-descansaba. Al principio esas ac tividades se ejecutaban «naturalmente», es-decir, en la misma forma en que los animales hacen lo que necesitan para vivir. Aunque tales acciones se presentan en nosotros naturalmente, no son en modo alguno simples. Incluso la más simple de las actividades humanas es tan misteriosa como el retomo de la paloma al palomar desde lar gas distancias o la 'construcción de la colmena por las abejas. L as a c t iv id a d e s natur ales c o n s t it u y e n u n a h e r e n c ia c o m ú n Todas esas actividades naturales son similares en las personas, como lo son entre las palomas y las abejas. En todas partes del mundo existen tribus que en forma natural han aprendido a hablar, así como a correr, saltar, combatir, usar ro pas, nadar, danzar, sembrar, tejer lana, curtir cueros, hacer cestos, y demás, e incluso lo han hecho así familias aisladas residentes en islas. En algunos sitios estas actividades.se han desarrollado y-ra mificado; en otros, sigueniguales a como eran en los primeros tiempos. L á SEGUNDA ETAPA ES INDIVIDUAL En las épocas y lugares donde ha tenido lugar una evolución siempre encontramos una etapa especial, individual. Esto significa que ciertas personas establecieron su forma propia y esoeciai de ejecutar las actividades naturales. Una puede haber dado con su manera particular de expresarse, otra con una forma singular de correr, de tejer o confeccionar cestos, en suma, con un estilo indi vidual, que difiere de la manera natural, de ejecutar esta o aquella actividad. Cuando este método personal demostró poseer ventajas decisivas fue adoptado por otros. Así, los australianos adquirieron el arte de arrojar el bumerán, los suizos aprendieron a cantar pa sando de la voz natural a la de falsete y viceversa, los japoneses a servirse del yudo y los isleños de los Mares del Sur a nadar bra ceando en crol. Esta es la segunda etapa. T ercera e ta pa: m é t o d o y p r o f e sió n Cuando cierto proceso es susceptible de ejecutarse en varias formas, alguien puede advertir la importancia del proceso mismo, prescindiendo de la forma en que lo ejecute este o aquel individuo. Discernirá algo en común entre las actividades individuales y defi nirá el proceso como tal. En esta etapa, que es la tercera, el proce so se consuma de acuerdo con un método específico que resulta del conocimiento y deja de ser natural. Si estudiamos la historia de los'diversos oficios que se practi can en el mundo civilizado encontramos esas tres etapas casi sin excepción. En los albores de la humanidad el hombre creó natu ralmente dibujos hermosos. Leonardo da Vinci aplicó principios elementales de perspectiva, pero sólo en el siglo XIX éstos fueron plenamente definidos (por Monge) y desde entonces se los enseña en todas las escuelas de arte. EL MÉTODO APRENDIDO DESALOJA LAS PRÁCTICAS NATURALES Según puede observarse, las prácticas naturales han cedido gradualmente su lugar a métodos adquiridos, «profesionales»; la sociedad en general niega al individuo el derecho a emplear el mé todo natural y, antes de permitirle trabajar, lo obliga a aprender la manera aceptada de hacerlo. El nacimiento de un niño, por ejemplo, fue en otro tiempo un proceso natural y las mujeres sabían, llegado el caso, cómo ayu darse unas a otras. Pero cuando la partería se convirtió en método aceptado y la partera contó con un diploma, la mujer común dejó de estar autorizada o capacitada para ayudar a otra durante un parto. Hoy en día asistimos a un continuo proceso de desarrollo de sistema construidos conscientemente, que reemplazan-a los-méto dos individuales e intuitivos, y vemos que las acciones ejecutadas antes en forma natural se convierten en profesiones reservadas para especialistas. Hace tan sólo 100 años era posible tratar a los enfermos con métodos naturales. Hoy en día el atender una casa se transforma en profesión, y amueblarla está a cargo del decorador de interiores. Lo mismo ocurre con muchos otros campos de acti vidad, donde se incluyen las matemáticas, el canto, el teatro, la guerra, la planificación, y otras esferas similares; empezaron como actividades naturales y llegaron a convertirse, por efecto de per feccionamientos individuales, en sistemas y profesiones. C u a n t o m ás sim ple es u n a a c c ió n m á s t a r d a EN PERFECCIONARSE La observación y el estudio revelan que cuanto más simple y común es una acción natural, más tiempo necesita para alcanzar la tercera etapa, la sistemática. Hace miles de años qué se desarrolla ron métodos aceptados para el tejido de alfombras, la geometría, la filosofía y las matemáticas. Caminar, estar de pie v otras .activi dades básicas llegan sólo hoy a la tercera etaoa. En ei curso de su vida, toda persona pasa por las tres etapas en algunas de sus actividades; en muchas otras no va más allá de la primera o de la segunda. Todo hombre nace en un tiempo deter minado y crece en una sociedad donde se encuentra con distintas actividades en varias etapas de desarrollo: algunas en la primera, otras en la segunda y otras en la tercera. ES DIFÍCIL DEFINIR LAS ETAPAS Todo hombre se adapta a su época. En el caso de ciertas accio nes, la manera natural de realizarlas constituye el límite de cuanto es capaz de hacer, y también de lo que su sociedad es capaz de ha cer: en el caso de otras se espera de él que llegue a la segunda eta pa, y en el de muchas otras a la tercera. Esa adaptación presenta dificultades obvias que se deben a lo vago del proceso. En muchas situaciones resulta difícil determinar si el individuo debe atener se a lo natural, o empezar por el principio y estudiar las etapas metódicas. Así, muchas personas incapaces de cantar o bailar lo justifican diciendo que nunca lo aprendieron. Pero también existen muchos que cantan y danzan naturalmente, y están seguros de que los can tantes y bailarines formados como tales no saben más que lo que saben ellos, a menos que posean mejores dotes naturales. Hay mu chas personas que no saben tocar el tambor, saltar en alto o en lar go, tocar una flauta, dibujar, resolver crucigramas o ejecutar mu chas otras actividades que en tiempos pasados sólo se aprendían de manera natural; hoy ni siquiera se atreven a aprender por sí so las esas artes debido a que existen para ..ello métodos aceptados. Tan grande es a juicio de esas, personas el poder del sistema, que incluso borran de su autoimagen lo poco que aprendieron de niños acerca de esas actividades, por encontrarse empeñadas en otras que aprendieron sistemática y conscientemente. Si bien tales personas son muy útiles para la sociedad, carecen de espontanei dad y, en las esferas ajenas a lo profesional, sus vidas tropiezan con dificultades. Volvemos, pues, a la necesidad de examinar y perfeccionar nuestra autoimagen, para poder vivir de acuerdo con nuestra constitución y nuestras condiciones naturales, no de acuerdo con una autoimagen que fue establecida por el azar, sin mayor conoci miento nuestro. P ro blem a s q u e p u e d e n pr e sen ta r se c o n l a tercera eta pa La etapa sistemática de acción no consiste en puras ventajas. Su principal inconveniente reside en que muchas personas ni si quiera tratan de hacer cosas especializadas y, como consecuencia, nunca intentan siquiera pasar por las dos primeras etapas, que es tán dentro de la capacidad de cualquiera. Sin embargo, la etapa sistemática es de gran importancia. Nos permite hallar formas de conducta y acción que concuerdan con nuestras necesidades per sonales e interiores y que no podríamos encontrar naturalmente debido a que las circunstancias e influencias externas nos han lle vado por otras direcciones donde es imposible progresar de forma continuada. El estudio sistemático y la conciencia deben propor cionar a cada hombre los medios necesarios para indagar en todos los campos de acción, con el fin de encontrar para sí mismo un si tio donde pueda obrar y respirar libremente. DÓNDE EMPEZAR Y CÓMO M é t o d o s d e c o r r e c c ió n h u m a n a El problema de corregirse a sí mismo —sea con ayuda de otros o mediante el propio esfuerzo— ha preocupado al hombre a lo largo de toda su historia. Muchos sistemas se idearon para ese fin: las di versas religiones han procurado describir formas de conducta orientadas hacia el mejoramiento del hombre. Distintos métodos de análisis se proponen liberar su comportamiento de compulsiones hondamente arraigadas. Los sistemas «esotéricos» —es decir, «inter nos»— practicados en Tibet, la India y Japón, y aplicados en todos los tiempo de la historia humana, influyeron también sobre el judais mo. Los cabalistas, los tzadikim y los practicantes del «MussaD> (mo ralistas), menos conocidos que aquéllos, fueron más influidos por el budismo Zen y el Raja Yoga que lo que parece a primera vista. Hoyes común también toda una s«“r>e dcmciuuub Je sugestión e hipnosis (se los aplique a una sola o a muchas personas).En dis tintos lugares del mundo se emplean por lo menos cincuenta de ta les métodos, considerado cada uno de ellos, por sus adeptos, como el método. E sta d o s d e la e x ist e n c ia h u m a n a Es habitual distinguir, en la existencia, entre dos estados: la vi gilia y el sueño. Definiremos un tercer estado: el conocimiento. En éste, el individuo sabe con exactitud qué hace mientras se encuen tra despierto, tal como a veces sabemos, al despertar, qué soñamos mientras dormíamos. Por ejemplo, un hombre de 40 años puede adquirir conocimiento de que una de sus piernas es más corta que la otra sólo después de haber sufrido dolor de espalda, de que se le hayan sacado radiografías y de que un médico le haya diagnostica do su problema. Esto se debe a que, en general, el estado de vigi lia se parece más al de sueño que al de conocimiento. Siempre se ha considerado que el sueño es un estado conve niente para inducir mejoramientos en un hombre. Coué utilizaba el momento en que un individuo se duerme para provocar la auto gestión, y el sueño mismo para lograr la sugestión. En la hipnosis, el sujeto es sometido a un estado de sueño parcial o profundo que permite sugestionarlo con más facilidad. Algunos métodos mo dernos recurren al sueño para enseñar matemáticas o idiomas, así como para sugestionar. El estado de vigilia parece apropiado para aprender procesos que suponen repetición y explicación, pero no sugestión. Es difícil modificar los hábitos adquiridos en estado de vigilia; por otro lado, presentan pocas dificultades cuando se trata de comprender material nuevo. C o m p o n e n t e s d e l e st a d o d e v ig il ia Cuatro componentes constituyen el estado de vigilia: sensa ción, sentimiento, pensamiento y movimiento. Cada uno sirve como base para toda una serie de métodos de corrección. En la sensación incluimos, además de los cinco sentidos cono cidos, el sentido cenestésico, que comprende el dolor, la orien tación en el espacio, el paso del tiempo y el ritmo. El sentimiento comprende —aparte de las conocidas emocio nes de alegría, tristeza, ira y demás— respeto de sí mismo, senti miento de inferioridad, supersensibilidad y otras emociones cons cientes e inconscientes que tiñen nuestras vidas. El pensamiento abarca todas las funciones del intelecto, tales como la de oponer derecho e izquierdo, bueno y malo, acertado y errado, y las de entender, saber que uno entiende, clasificar cosas, reconocer reglas, imaginar, saber qué es lo que se siente, recordar todo lo anterior, y demás. El movimiento incluye todos los cambios temporales y espacia les del estado y las configuraciones del cuerpo y sus partes, tales como los que se producen al respirar, comer, hablar, circular la sangre y digerir. H ablar so bre c o m p o n e n t e s p o r sepa r a d o s u p o n e UNA ABSTRACCIÓN Excluir cualquiera de los cuatro componentes sólo se justifica al hablar de ellos. En la realidad, en el estado de vigilia no hay un solo instante en que el hombre no emplee al mismo tiempo todas sus facultades. Es imposible, por ejemplo, recordar un hecho, una persona o un paisaje sin emplear por lo menos uno de los sentidos —la vista, el oído o el tacto— para recobrar el recuerdo junto con la autoimagen de aquel momento, tal como la posición, al edad, el aspecto, la acción o los sentimientos agradables o desagradables. De esa interacción resulta que prestar atención cuidadosa a cualquiera de los componentes influirá sobre los otros y, por lo tanto, sobre toda la persona. En realidad, no hay manera práctica de corregir a un individuo que no involucre un mejoramiento gra dual dirigido, alternativamente, al todo y a las partes. LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS SISTEMAS PARECEN MAYORES EN LA TEORÍA QUE EN LA PRÁCTICA Las verdaderas diferencias entre los diversos sistemas de co rrección no radican tanto en lo que hacen como en lo que dicen. Explícita o implícitamente, en su mayor parte se basan sobre el su puesto de que el hombre tiene propensiones innatas que pueden modificarse, es decir, suprimirse, controlarse o inhibirse. Todos los sistemas que atribuyen al hombre un carácter fijo consideran cada una de sus cualidades, facultades y dones como un ladrillo en un edificio; en algunos edificios, este o aquel ladrillo puede faltar o ser defectuoso. Estos sistemas exigen años de esfuerzo a la persona que quiere mejorarse a sí misma. Algunos de ellos incluso le requieren consa grar toda su vida a esa tarea. M e jo r a m ie n t o d e pr o c e so s , a d if e r e n c ia d e m e jo r a m ien to d e .pr o pie d a d e s Ese enfoque estático convierte la corrección en un camino lar go y complejo. Creo que se basa en supuestos erróneos, pues re sulta imposible reparar los ladrillos defectuosos de una estructura humana o agregarle los que faltan. La vida humana es un proceso continuo y lo que debe mejorarse es la calidad del proceso, no sus propiedades o su tendencia. Muchos son los factores que influyen sobre ese proceso y es preciso combinarlos para que éste sea fluido y pueda ajustarse por sí solo. Cuando más claramente se entiendan los fundamentos del proceso, mejores serán los resultados. U tilizar l o s d e f e c t o s pa r a m ejo rar Así como en cualquier proceso complejo las desviaciones res pecto de lo normal se utilizan como ayudas para corregirlo, en el mejoramiento del ser humano no se deben suprimir, pasar por alto o superar por la fuerza los defectos y desviaciones, sino que se los debe emplear para dirigir la corrección. C o rreg ir l o s m o v im ie n t o s c o n s t it u y e e l m ejo r m o d o DE MEJORARSE a SÍ MISMO Se ha señalado que cualquiera de los cuatro componentes del estado de vigilia influye inexorablemente sobre los restantes. La elección del movimiento —uno de dichos componentes— como principal medio de mejoramiento se basa en las siguientes razones: 1. La principal ocupación del sistema nervioso es el movimiento El movimiento constituye la principal ocupación del sistema nervioso porque no podemos ejercitar los sentidos, el sentimiento ni el pensamiento en ausencia de una serie de acciones polifacéti cas y sutiles que el cerebro ejecuta para sostener el cuerpo contra la fuerza de gravedad; necesitamos saber al mismo tiempo dónde estamos y en qué posición. Para conocer nuestra posición, dentro del campo de gravedad, en relación con otros cuerpos, o para mo dificarla, debemos recurrir a nuestros sentidos y a nuestras facul tades del sentimiento y el pensamiento. Hacer intervenir activamente todo el sistema nervioso en el estado de vigilia constituye parte de todos los métodos de mejora miento de sí mismo, incluso de aquellos que afirman ocuparse en sólo uno de los cuatro componentes de la vigilia. 2. La cualidad del movimiento es más fácil de distinguir Tenemos un conocimiento más claro y seguro de la organiza ción que tiene el cuerpo contra la tracción de la gravedad que so bre la ira, el amor, la envidia e incluso el pensamiento. Es relativa mente más fácil aprender a reconocer la cualidad del movimiento que la cualidad de los otros factores. 3. Tenemos una experiencia más rica del movimiento Todos tenemos más experiencia del movimiento que del senti miento y el pensamiento, y mayor capacidad para aquél. Muchas personas no diferencian entre sobreexcitabilidad y sensibilidad y consideran como una debilidad una sensibilidad altamente desa rrollada. Suprimen todo sentimiento perturbador y evitan las si tuaciones que pueden provocarlo. Muchas personas restringen o dislocan en forma similar el pensamiento. Se considera que pensar libremente significa desafiar las normas de conducta aceptadas, no sólo en lo religioso sino también en cuestiones conectadas con las relaciones sociales, la economía, la moral, el sexo, él arte, la políti ca y hasta la ciencia. 4. La capacidad para moverse influye mucho sobre la propia valoración Es probable que para la autoimagen deuna persona su con textura física y su capacidad para moverse sean más importantes que cualquier otro factor. Nos basta observar a un niño que ha encontrado una imperfección en su boca o algún otro rasgo de su aspecto físico que parece tornarlo distinto de los demás, para con vencernos de que ese descubrimiento afectará en forma considera ble su conducta. Por ejemplo, si su columna vertebral no se ha de sarrollado bien, le resultará difícil efectuar movimientos que exi gen un agudo sentido del equilibrio. Tropezará fácilmente y ne cesitará ejercer en forma constante un esfuerzo consciente para hacer lo que otros niños hacen con toda naturalidad. Se ha desa rrollado enjEoxma..distinta de los otros; comprueba qué necesi ta pensar y prepararse de .antemano; no puede confiar en sus propias reacciones espontáneas. Así, sus dificultades de movimien to socavan y deforman su respeto por sí mismo y le imponen una conducta que interfiere en su desarrollo según sus inclinaciones naturales. 5. Toda actividad muscular es movimiento Toda acción se origina en la actividad muscular. Ver, hablar e incluso oír exigen acción muscular. (Cuando oímos, el músculo regula la tensión dél tímpano de acuerdo con la intensidad del sonido.) El cualquier movimiento no sólo tienen importancia la coordi nación mecánica y la exactitud temporal y espacial; también es im portante la fuerza. Por efecto de la relajación permanente de los músculos la acción se toma lenta y débil;, por efecto de su tensión excesiva y permanente, se torna brusca y angular. Ambas situacio nes ponen de manifiesto estados mentales y se relacionan con el motivo de las acciones. En los alienados, las personas nerviosas y las de autoimagen inestable, es posible discernir en el tono muscu lar alteraciones que concuerden con el trastorno psíquico. En cambio, otros atributos de la acción, como el ritmo y el ajuste en tiempo y espacio, pueden ser más satisfactorios. Incluso un obser vador que carece de preparación especial y no sabe con exactitud qué es lo que le parece mal puede advertir trastornos en la regula ción de la intensidad del movimiento y en la expresión facial de una persona que ve por la calle. 6. Los movimientos reflejan el estado del sistema nervioso Los músculos se contraen por efecto de una interminable serie de impulsos que provienen del sistema nervioso. Tal es la causa por la cual el patrón muscular dé la posición vertical, la expresión facial y la voz reflejan el estado del sistema nervioso. Como es ob vio, ni la posición, ni la expresión ni la voz pueden modificarse sin que en el sistema nervioso se opere un cambio que desencadene los cambios exteriores y visibles. En consecuencia, cuando hablamos del movimiento muscular nos referimos, en rigor, a aquellos impulsos del sistema nervioso que activan los músculos, que no pueden funcionar sin impul sos que los dirijan. Aunque el músculo cardíaco del' embrión empie za a contraerse antes aún de que se hayan desarrollado los nervios que han de controlarlo, no funciona en la forma que nos es común a todos hasta que su propio sistema nervioso puede regular esa ac tividad. De esto podemos extraer una conclusión que a primera vista resulta paradójica: el mejoramiento de la acción y el movi miento sólo puede presentarse después de haberse producido un cambio previo en el cerebro y el sistema nervioso. O sea aue un perfeccionamiento, de laja.cción corporal refleja un cambio en el control central, que es la única autoridad. El cambio en el control central es el que sobreviene en el sistema nervioso. En cuanto ta les, esos cambios son invisibles para el ojo humano; en consecuen cia, algunos consideran que su expresión exterior es puramente mental, en tanto que, a juicio de otros, es puramente física. 7. El movimiento constituye la base del conocimiento La mayor parte de lo que sucede dentro de nosotros permane ce apagado y oculto hasta que llega a los músculos. Sabemos lo que sucede en nuestro interior no bien los músculos de nuestro rostro, corazón o aparato respiratorio se organizan de acuerdo con ciertos patrones, que nosotros conocemos como miedo, ansiedad, risa o algún otro sentimiento. Si bien sólo se necesita muy corto tiempo para organizar la expresión muscular de la respuesta interna, o sentimiento, todos sabemos que es posible controlar la propia risa antes de que otros la adviertan. En cambio, no podemos impedir nos expresar visiblemente el miedo y otros sentimientos. No nos damos cuenta de lo que sucede en nuestro sistema ner vioso central hasta que^cobramos conciencia de cambios operados en nuestra postura, estabilidad y actitud, pues tales cambios se ad vierten más fácilmente que los que se producen en los musculos mismos. Somos capaces de impedir una expresTón'muscular-eom- pleta gracias a que los procesos de aquella parte del cerebro que atiende las funciones peculiares del hombre son mucho más lentos que los procesos de las porciones cerebrales encargadas de aten der lo que es común al hombre y al animal. La lentitud misma de esos procesos nos permite juzgar y decidir si actuaremos o no. El sistema entero se ordena por sí solo de.modo.que los músculos se preparan tanto para ejecutar la acción como nara impedirla. No bien adquirimos conocimiento de los medios que se apli can a organizar una expresión, podemos, a veces, discernir qué estímulo la desencadena. En otras palabras, reconocemos el estí mulo de una acción, o la causa de una respuesta, cuando nos tor namos suficientemente conscientes de los músculos que intervie nen en ella. A veces podemos tener conciencia de que algo ocurre en nuestro interior, sin ser capaces de definirlo con exactitud. En este caso, está surgiendo una nueva pauta de organización, que aún no sabemos cómo interpretar. Después de que se haya presen tado varias veces se tornará familiar; entonces reconoceremos su causa y advertiremos incluso los primeros signos del proceso. En algunos casos la experiencia deberá repetirse muchas veces antes de que la reconozcamos. En definitiva, de la mayor parte de lo que sucede en nuestro interior nos damos cuenta principalmente por intermedio de los músculos. Una parte menor de esa información nos llega por intermedio de la envoltura, es decir, la piel del cuer po entero, las membranas que revisten el tracto digestivo y las membranas que encierran y revisten los órganos de la respiración, así como las superficies internas de la boca, la nariz y el ano. 8. Respiración es movimiento Nuestra respiración refleja, todo esfuerzo emocional o físico, así como cualquier trastorno. También es sensible a los procesos vegetativos. Las alteraciones de la glándula tiroides, por ejemplo, causan una respiración de tipo especial que ayuda a diagnosticar la enfermedad. Todo estímulo fuerte y repentino detiene la respira ción. Cualquier persona sabe, por experiencia propia, cuán estre cha relación existe, entre la respiración y los cambios emocionales fuertes o su inminencia prevista. A lo largo de toda la historia humana encontramos sistemas y normas encaminados a inducir un efecto calmante mediante el perfeccionamiento de la respiración. El esqueleto humano se halla construido de tal modo que resulta poco menos que imposible or ganizar la respiración de manera adecuada sin dar al mismo tiem po al esqueleto una posición satisfactoria en relación con la grave dad. Sólo se logra reorganizar la respiración en la medida en que se logra, para aquel fin, perfeccionar la organización de los múscu los esqueléticos para mejorar la postura y el movimiento. 9. Los goznes del hábito Queda por fin una razón —la más importante de todas— por la cual debemos elegir la esfera de la acción para iniciar el ataque hacia el mejoramiento del hombre. Toda conducta, como señala mos antes, constituye un complejo de músculos, sensación, sentid miento y pensamiento que se movilizan. En teoría, se podría utilii- zar cada uno de esos componentesen lugar de alguno o algunos otros, pero tan importante es el papel que cumplen Jos músculos en cualquiera de esas alternativas que, si se los omitiera de las pau tas de la corteza motriz, el resto de los componentes de esas pautas se desintegraría. La corteza motriz del cerebro, donde se establecen las pautas o patrones que activan los músculos, se encuentra sólo a pocos milí metros por encima de la capa cerebral donde se operan los proce sos de asociación. Todos los sentimientos y sensaciones que un hombre ha experimentado se vincularon, en algún momento, con los procesos de asociación mental. El sistema nervioso posee una característica básica: no pode mos ejecutar una acción y, al mismo tiempo, la acción contraria. En cualquier momento dado, el sistema entero consuma una suer te de integración general que el cuerpo expresará en ese momen to. La postura, la sensación, el sentimiento y el pensamiento, así como los procesos bioquímicos y hormonales, se combinan de modo tal aue forman un todo que no puede dividirse en sus dis tintas partes. Por complejo e intrincado que ¡>ca, v.¿c tcdc ccncti- tuye el conjunto del sistema tal como se integra en ese momento dado. Dentro de una y otra integración, sólo adquirimos conciencia de los factores donde entran en juego los músculos y la envoltura de piel y membranas. Ya hemos visto que, en la conciencia, los músculos desempeñan el papel principal. No puede operarse un cambio en el sistema muscular sin un previo cambio correspon diente en la corteza motriz. Si lográramos, de alguna manera, pro vocar una modificación de la corteza motriz y, por medio de tal cambio, una alteración de la coordinación de las pautas o de las pautas mismas, se desintegraría la base sobre la cual se sustenta la conciencia en cada una de las integraciones elementales. Debido a la estrecha proximidad existente entre la corteza mo triz y las estructuras cerebrales relacionadas con el pensamiento y el sentimiento, así como a la tendencia de los procesos de un sec tor del tejido cerebral a propagarse hacia los tejidos vecinos, un cambio radical en la corteza motriz no puede sino tener efectos pa ralelos sobre el pensamiento y el sentimiento. Un cambio fundamental que se opere en la base motriz, dentro de cualquier patrón de integración, puede fracturar la cohesión del conjunto y, en consecuencia, liberar al pensamiento y el senti miento de las ataduras que los sujetan a los patrones de sus rutinas establecidas. En esa situación es mucho más fácil efectuar cambios en el pensamiento y el sentimiento, puesto que la parte correspon diente a los músculos, por intermedio de la cual el pensamiento y el sentimiento llegan hasta nuestra conciencia, ha cambiado y ya no expresa más las pautas que nos eran familiares. El hábito ha perdido su principal sostén, que son los músculos, y se ha tornado más dócil al cambio. L a a b str a c c ió n es e x c l u siv a m e n t e h u m a n a Hemos dicho que todo el proceso de la vida puede descompo nerse en cuatro componentes: movimiento, sensación, sentimiento y pensamiento. Este último diiíere en muchos aspectos del movi miento. Tal vez podamos aceptar la idea de que, bajo la forma en que se encuentra en el hombre, el pensamiento es propio de éste. Si bien cabe admitir que en los animales superiores se pueden ob servar algunas chispas de algo similar al pensamiento, no hay duda de que la abstracción es territorio exclusivo del hombre; la teoría de la armonía en música, la geometría del espacio, las teorías de los conjuntos y de las probabilidades, son inconcebibles fuera de la mente humana. El cerebro y el sistema nervioso humanos poseen además, en cierta parte de su estructura, una peculiaridad que la diferencia por completo de la estructura de otras partes del cere bro, parecidas en general a las que poseen otras criaturas vivas. Aquí no hay espacio para un análisis detallado de las diferencias anatómicas y fisiológicas; deberá bastar, pues, una descripción ge neral de la estructura. L a parte est r ic t a m en te in d iv id u a l d e l cerebro El cerebro necesita, para subsistir, cierto ambiente químico y cierta temperatura. Y todo organismo vivo contiene un grupo de estructuras que dirigen y regulan la química y la temperatura del conjunto de modo tal que éste pueda sobrevivir. Ese grupo de es tructuras constituyen el sistema rínico; atiende los requerimientos internos individuales de cada organismo vivo. Si esas estructuras son defectuosas, el organismo queda lisiado o deja de ser viable. Son simétricas y hereditarias en todos los detalles de su disposi ción y funcionamiento. Im pu l so s in t e r n o s pe r ió d ic o s Un segundo grupo de estructuras cerebrales atiende todo lo que concierne a la expresión exterior de las necesidades internas vitales. La necesidad de sustentar el cuerpo y el sistema rínico crean impulsos internos que se expresan hacia el ambiente. Esto es cumplido por el sistema límbico, grupo de estructuras que tiene a su cargo todo cuanto concierne a los movimientos del individuo en el campo de gravedad y a la satisfacción de todos los impulsos internos, como el hambre y la sed y la eliminación de los produc tos residuales. En resumen, atiende todas las necesidades internas, que se intensifican cuando no son satisfechas, y disminuyen o de saparecen cuando lo son, hasta que la necesidad aumenta y el ciclo empieza de nuevo. Todas las maravillas que habitualmente adjudicamos al instin to, como la construcción de nidos por las aves, la confección de su tela por la araña y la capacidad de la abeja y la paloma para en contrar a gran distancia el camino de vuelta, se originan en dichas estructuras. LOS ALBORES DE LA CAPACIDAD DE APRENDER Ya en actividades de este tipo pueden advertirse las propieda des específicas del sistema nervioso humano. La estructura, la or ganización y las acciones son principalmente hereditarias, a dife rencia de lo que sucede con el sistema rínico, descrito antes, que es por completo hereditario y no cambia de un individuo a otro, sal vo en los casos de cambios fundamentales por evolución. Los instintos no son tan estacionarios y definidos como a me nudo pensamos; varían y presentan pequeñas diferencias entre un individuo y otro. En ciertos casos el instinto es débil y su acción necesita ser provocada por cierta cantidad de experiencia indivi dual; es el ejemplo del niño recién nacido que no chupa hasta que sus labios son estimulados por el pezón. En otros casos el instinto permite un considerable grado de adaptación a las circunstancias, y allí se encuentra .el primer indicio de aptitud para cambiar de acuerdo con las exigencias del ambiente; en síntesis, el nacimiento o albor de la capacidad de aprender. Así, los pájaros, cuando se los tras lada a un ámbito extraño, se acostumbran a construir nidos con materiales que no conocían. Pero la adaptación es difícil.y no todos los individuos tienen el mismo éxito. La adaptación de los instin tos a las exigencias de un ambiente nuevo puede llegar hasta el pun to de acercarse a lo que solemos llamar entendimiento y aprendizaje. L a d ife r e n c ia c ió n f in a es u n a prerro g ativa h u m a n a Un tercer grupo de estructuras cerebrales se ocupa en las acti vidades que diferencian al hombre de los animales. Se trata del sis tema supralímbico, mucho más desarrollado en el hombre que en cualquiera de los animales superiores. De este sistema depende la delicada diferenciación de los músculos de la mano, lo que multi plica el número posible de pautas, ritmos y matices de cada opera ción. Ese sistema hace de la mano humana un instrumento capaz de ejecutar música, dibujar, escribir y realizar muchas otras activi dades. El sistema supralímbico imparte igual sensibilidad a los músculos de la boca, la garganta y el aparato respiratorio. Análo gamente, el poder de diferenciación multiplica en este caso el nú mero de patrones sonoros
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