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Carlos Uribe Celis
La gran «Colombia» 
de Bolívar en Angostura
Historia y perspectivas (1819-2019)
CONTENIDO
Prólogo 9
Capítulo 1. La «República de Colombia» 13
 Bolívar sueña con una nación de verdad 15
 Bolívar cumple su sueño 44
 El sueño se deshace, pero… 56
Capítulo 2. Reintegración y reordenamiento 
territorial de la nación suramericana 61
 Nacionalidades, historia y geopolítica 63
 El primer panamericanismo 66
 Los regionalismos de los caciques locales 70
 La geopolítica del simulacro 72
 El chovinismo 74 
 Libre comercio, sí. Libre circulación, no 76
 La tierra sube de precio 79
 La realidad de América Latina 81
 La geopolítica de Suramérica 87
 La utopía del Círculo Norte 90
Capítulo 3. El futuro anterior 101
 La reunificación de Colombia, Venezuela 
 y Ecuador al tenor de la utopía bolivariana 103
 Significación geopolítica y ventajas 
 de la unión 108
 Más allá del tratadismo comercial 110
 El mundo entre la segregación 
 y la unificación 118
 Voluntad política y conciencia geopolítica 121
 Soberanía, respeto, libertad 123
 Una estructura federal de gobierno 126
Referencias 131
La gran «Colombia» de Bolívar en Angostura 9
El presente libro contiene tres textos escritos en di-
ferentes momentos en los últimos años. El primero 
es una historia de la idea de unir Nueva Granada, 
Venezuela y Quito (hoy Ecuador) en una gran na-
ción que el genio del Libertador se propuso y logró, 
si bien efímeramente*. El segundo es una reflexión 
geopolítica sobre las tres áreas componentes del sub-
continente suramericano, como aquí las concebimos 
y exponemos. El tercero es una invitación a repen-
sar —reeditar— la genialidad geopolítica de Bolívar. 
A los tres textos subyace un mismo propósito y en 
realidad pueden considerarse variaciones sobre un 
mismo tema, aunque sus enfoques son diferentes y 
abordan perfiles distintos del mismo objeto.
Este año de 2019 —el 17 de diciembre— cele-
bramos 200 años de la Independencia de la Nueva 
Granada (hoy Colombia), pero también —y tal es 
el tema de este libro— son 200 años de lo que Bo-
lívar consideró la única intensión de su vida: «La 
PRÓLOGO
* Una versión previa de este capítulo apareció en la revista Análisis. 
Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2013, 83, pp. 323-344.
10 Carlos Uribe Celis
formación de la república libre e independiente de 
Colombia». Esta bolivariana «República de Colom-
bia» es la unión de tres provincias del Imperio es-
pañol en trance de desaparición: Nueva Granada, 
Venezuela y Quito (hoy Ecuador). Con el tiempo, 
esta unidad fue llamada «Gran Colombia», pero de 
algún modo este nombre es espurio, pues Bolívar 
nunca se refirió en esos términos a su creación polí-
tica. Exactamente la fecha de la fundación de la na-
ción tripartita fue el 17 de diciembre de 1819 en la 
ciudad de Angostura del Orinoco. Justo once años 
después, el 17 de diciembre de 1830, Bolívar mo-
ría en la quinta de San Pedro Alejandrino de Santa 
Marta. ¡Paradojas de la existencia!
Este libro está escrito para llamar la atención 
sobre la grandeza de la creación bolivariana a que 
aludimos y para plantear con arrojo y valor, con se-
guridad y fe, llenos de motivos y razones, que al día 
de hoy el sueño hecho realidad —la utopía— del 
Libertador Simón Bolívar puede y debe tener una 
segunda oportunidad entre quienes estamos abso-
lutamente concernidos: los ciudadanos de Ecuador, 
Venezuela y Colombia. Se trata de una revolución 
geopolítica. Nadie —o casi nadie— cree en lo que 
viene a ofrecer una revolución, pero es justamen-
te por eso que al producto le damos ese nombre. 
Lo que estamos formulando en estos textos es un 
La gran «Colombia» de Bolívar en Angostura 11
llamado a la conciencia política en un momento es-
pecial del curso general de la historia, el momento 
actual. Nada en la historia es producto de la gene-
ración espontánea. Todo tiene un comienzo y un 
proceso. Aquí encontrará el lector una invitación a 
dar un primer paso.
Capítulo 1
LA «REPÚBLICA DE COLOMBIA» 
DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR
Bolívar concebía la revolución 
como una lucha por la independencia 
y la independencia como la creación 
de una nación.
—John Lynch
La gran «Colombia» de Bolívar en Angostura 15
Bolívar sueña con una nación de verdad
En el año 2010 se celebra el bicentenario de las in-
dependencias hispanoamericanas. Se supone que los 
países que existen hoy son los que siempre fueron y 
los que deben ser. Pero la idea de independencia del 
Libertador Simón Bolívar lo llevó no solo a poner su 
dama sobre escaques predeterminados en el ajedrez 
continental, sino que comprendió que esa indepen-
dencia solo era viable a partir de naciones de verdad 
que impusieran respeto en el contexto político mun-
dial. Y así Bolívar no solo se ocupó de independizar 
repúblicas, sino que las fundó. Este ensayo ilustra so-
bre el desarrollo, breve como por desgracia vino a ser, 
de una de estas naciones.
* * *
Era 1813, año feliz y glorioso para Bolívar, y en que 
casi de la nada, habiendo sacado un ejército de la 
Nueva Granada, entró por Cúcuta a Venezuela en 
medio de la así llamada «Campaña Admirable». Allí 
cobró sus primeras victorias. Allí derrotó, o puso en 
fuga, el ejército del encopetado general canario y re-
alista Domingo Monteverde. Y así, para impensable 
remate de una cadena de audacias y por favor de la 
fortuna, consiguió Bolívar entrar a Caracas, cubierto 
16 Carlos Uribe Celis
de gloria militar y política por primera vez, el 6 de 
agosto de 1813. En ese preciso año «admirable», 
también otro «libertador» venezolano, Santiago Ma-
riño, logró posesionarse casi tan heroicamente como 
Bolívar en el oriente del país, es decir, en la provincia 
de Cumaná, Tierra Firme, como entonces se decía, 
allá abajo y al frente, mediando el mar, de los territo-
rios isleños de Margarita y Trinidad.
No se había, ni mucho menos, consolidado la 
presencia, la estatura histórica, el prestigio militar ni 
político, la fama guerrera en suma, de Simón Bolí-
var. Todo empezaba entonces. Todo era inesperado y 
sorprendente. Bolívar por el occidente y Mariño por 
el oriente eran tan accidentales, tan «emergentes», 
tan advenedizos como cualquier pirata de los que 
infestaban los mares antillanos cuando caían como 
langostas pestíferas sobre las costas de Tierra Firme1.
La gesta de la Independencia del norte de Su-
ramérica fue en gran medida una empresa de aven-
1 «Tierra firme» es obviamente el continente para un marino, y 
para los descubridores o sus sucesores toda la América continental 
era «tierra firme». Sin embargo, en los siglos xviii y xix «Tierra 
firme», con mayúsculas, era el nombre alterno que se daba a Ve-
nezuela, porque tantos territorios isleños del Caribe en manos de 
europeos diversos como Cuarazao, Trinidad, Granada, Aruba, Bar-
bados, Puerto Rico, etc., se desenvuelven en la medialuna antillana 
justo encima de Venezuela.
La gran «Colombia» de Bolívar en Angostura 17
tureros. Se trataba de asaltar la debilidad de la es-
tructura imperial española tanto en el mar contra los 
barcos que transportaban el tesoro de las Indias (y 
en esto Inglaterra era il capo di capi) como en con-
tra de la tierra firme, donde nativos y extranjeros se 
aventuraban a la vez, pero los primeros tenían más 
probabilidad de triunfo, pues, al cabo, para ellos la 
tierra era su elemento, al revés de lo que pasaba con 
los hombres del mar. Por tanto, Santiago Mariño, un 
carismático joven aristócrata de adscripción masóni-
ca nacido en el archipiélago de Margarita en 1778 
y con tanto coraje y utopías como Bolívar, aunque 
con menos visión que él, aspiraba a convertirse en 
el dueño de estos territorios liberados. En un senti-
do importante, en 1813 la ventaja de Bolívar sobre 
Mariño era escasa, aunque Bolívar, admitámoslo, se 
había hecho a Caracas, la capital y, así, se alzaba con 
la joya de la Corona en el contexto de la carrera in-
dependentista venezolana.
Mariño, pues, consciente de su indiscutible 
podertemporal, propuso a Bolívar, en medio de la 
contrarrevolución que siguió a agosto de 1813, que 
partieran a Venezuela en dos mitades: la Venezuela 
del occidente, que sería para Bolívar, y la Venezue-
la de oriente, que Mariño se apropiaría. La repues-
ta de Bolívar en carta «Al ciudadano general en jefe 
de Oriente, Santiago Mariño» (16 de diciembre de 
18 Carlos Uribe Celis
1813) no pudo ser más explícita, firme y contun-
dente:
Si constituimos dos poderes independientes, uno en 
el Oriente y otro en el Occidente, hacemos dos na-
ciones distintas, que por su impotencia en sostener 
su representación de tales, y mucho más de figurar 
entre las otras, aparecerán ridículas. Apenas Venezue-
la unida con la Nueva Granada podría formar una 
nación que inspire a las otras la decorosa consideración 
que le es debida […] Divididos seremos más débiles 
y menos respetados por nuestros enemigos y por los 
países neutrales. La unión bajo un solo gobierno nos 
fortalecerá y será productiva para todos [énfasis aña-
dido]. (Bolívar, Carta a Mariño, dic. 16 de 1813, en 
Lecuna, 1978, tomo I, p. 77)
Significativamente, en 1822 la película se repetía en 
un escenario bien distinto. Bolívar tornó a decir en-
tonces ya no con Venezuela, sino con su «Colombia», 
ahora constituida, en la mira. El tono es, sin duda, 
más sombrío y el dejo, más cáustico:
tenemos dos y medio millones de habitantes derra-
mados en un dilatado desierto [se refiere a la Co-
lombia bolivariana]… una parte es salvaje, la otra 
esclava, los más son enemigos entre sí y todos vicia-
dos por la superstición y el despotismo. Hermoso 
contraste para oponerse a todas las naciones de la 
La gran «Colombia» de Bolívar en Angostura 19
tierra! Esta es nuestra situación! Esta es Colombia, 
y después la quieren dividir. (Bolívar, en Lecuna, 
1978, tomo II, pp. 114-115)
Y en el centro de esa obsesión por una patria respe-
table que lo lleva a romper lanzas por la indivisibili-
dad de Venezuela —y luego la de «Colombia»— se 
encierra exactamente el motivo que llevó a Bolívar a 
unir territorios que la administración española o la 
reciente aventura independentista habían seccionado 
por razones de burocracia estatal o que querrán ser 
destazados por obra de la ambición narcisista de los 
caudillos nativos.
¿Cuáles eran esas grandes piezas del rompeca-
bezas del Imperio? Solo unas pocas: el Virreinato del 
Río de La Plata (o de Buenos Aires), el Virreinato 
del Perú, el Virreinato de Nueva Granada y el Vi-
rreinato de México (o de Nueva España). Tales eran 
los importantes. Sumábase a esto, de manera cier-
tamente secundaria y subalterna, las gobernaciones 
(o capitanías) de Cuba, Florida, Guatemala y Chile. 
Lo que hoy llamamos Centroamérica, esa lengua de 
tierra entre México y Nueva Granada (distinguida 
entonces como Capitanía de Guatemala) era un 
espacio que se dejaba al cuidado del virrey de Mé-
xico y, en parte, más que todo la porción antillana 
sur (la actual Panamá y Nicaragua), a la atención del 
20 Carlos Uribe Celis
virrey de Nueva Granada, cuya principal plaza no 
era Santafé sino Cartagena, la fortaleza negrera más 
apreciada del Imperio. En cuanto a La Florida cayó 
en manos de los Estados Unidos, la joven y pujante 
República del Norte, pronto en el siglo xix. Por su 
parte, Puerto Rico y Santo Domingo entraban solo 
como apéndices en la órbita administrativa de Cuba.
En suma, el Imperio estaba compuesto por 
cuatro grandes países y unos territorios exiguos con-
tinentales o isleños de mayor o menor valor estra-
tégico, pero de secundaria entidad administrativa. 
En ningún caso, pues, se trató de los diecisiete países 
—¡más bien paisitos!, digámoslo— de que habría ha-
blado el abate Dominique de Pradt, según cita Bo-
lívar, no sin cierta pretensión erudita y pomposa, en 
La carta de Jamaica2.
2 «M. de Pradt —escribe Bolívar en La carta de Jamaica— ha di-
vidido sabiamente la América en quince a diecisiete Estados inde-
pendientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy 
de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la 
creación de diecisiete naciones» (Bolívar, S., 1976. Doctrina del Li-
bertador. Los Ruices Sur, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, p. 68). 
Estos Estados de que habla aquí Bolívar son extensiones geográfi-
cas, que desde el punto de vista de un europeo, como monsieur de 
Pradt, podrían albergar naciones, al modo de la división geopolí-
tica europea. Pero mucho va de Europa a América y es claro que 
Bolívar, en la misma Carta de Jamaica y en el curso todo de su vida 
política, piensa de manera muy diferente, como se hará patente 
en este ensayo. M. de Pradt (1759-1805) es el belga Dominique

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