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REPENSANDO LA HISTORIA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA REPENSANDO LA HISTORIA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA Hugo Fazio V. Biblioteca Virtual OMEGALFA - 2 - Repensando la Historia de la Unión Soviética Por Hugo Fazio V. Profesor de la Universidad de los Andes Fuente: Dialnet, unirioja.es Maquetación Demófilo 2022 La edición digitalizada de esta obra carece de interés lucrativo. Su lectura se ofrece con una finalidad exclusivamente cultural. Libros Libres para Una Cultura Libre _______________________ Biblioteca Virtual OMEGALFA 2022 Ω https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2186508.pdf http://www.omegalfa.es/ http://www.omegalfa.es/ http://www.omegalfa.es/ http://www.omegalfa.es/ Contenido LA HISTORIA SOVIÉTICA ENTRE LA INTERPRETACIÓN Y LA IDEOLOGÍA: .. 4 MODERNIZACIÓN Y REVOLUCIONES EN RUSIA ...................................... 15 LA NEP: ¿MODERNIZACIÓN O SOCIALISMO? ......................................... 24 LOS FUNDAMENTOS DEL SISTEMA SOVIÉTICO ...................................... 29 EL JRUSCHOVISMO: RESPUESTA DESCENTRALIZADA AL MODELO ........ 35 DIRECCIÓN COLECTIVA Y LUCHA DE TENDENCIAS ................................. 42 EL GORBACHOVISMO ............................................................................. 47 - 4 - Hugo Fazio V. LA HISTORIA SOVIÉTICA: ENTRE LA INTERPRETACIÓN Y LA IDEOLOGÍA OCOS son, sin duda, los tópicos de interés por parte de los investigadores sociales que han dado lugar a tantas desavenencias o interpretaciones encontradas como los acontecimientos que han particularizado y mode- lado los procesos históricos en la URSS. Si solamente nos atenemos a la forma como los dentistas sociales han abor- dado el fenómeno Gorbachov podemos dar buena cuenta de esto: para unos la actual ola reformista es la repetición eterna de la contradicción entre reformistas y conservado- res[1]; para otros, representantes de la extrema derecha, el gorbachovismo no sería más que una nueva artimaña para engañar a Occidente y dominar el mundo; para los terceros, justificadores del sistema soviético, las transformaciones serían una confirmación del dinamismo de la sociedad so- viética y de las nuevas atracciones que está despertando el socialismo; para otros no es más que la voluntad del sector tecnocrático de la clase dirigente para proseguir en la senda del socialismo burocrático[2]. Los apologetas del actual sis- tema ven en el gorbachovismo una nueva forma de síntesis 1 Cohén, S. F., "Friends and Foes of Change: Reformism and Conserva- tism in the Soviet Union", en Cohén, S. F., Rabinowitch, A. y Sharlet, R., editores, The Soviet Union since Stalin, Indiana University Press, 1980. 2 Mandel, E., Oú va l'URSS de Gorbatchev?, La Breche, Montreuil, 1989. P - 5 - entre sociedad civil y Estado, lo que permitiría augurar que se está construyendo un verdadero socialismo[3]; y los últi- mos ven en el nuevo curso la demostración del fin del socia- lismo y los inicios del tránsito hacia el capitalismo. Además de las múltiples interpretaciones de fondo sobre el alcance y contenido de los cambios, otros problemas tam- bién emergen. Pocos son los temas de interés académico y político que hayan estado tan vinculados a prerrogativas de Estado, como lo ha sido la problemática soviética, asevera- ción válida para Occidente y para la URSS. El uso político de la experiencia soviética se ubica en el trasfondo de la ideologización de las interpretaciones. Más que un interés por la comprensión de los hechos, de los acontecimientos y de los procesos, lo que ha primado en ambas partes ha sido la defensa de una actitud favorable u hostil con respecto a la URSS. Esto se refleja claramente en las principales corrien- tes interpretativas del acontecer soviético. De un lado, la mayor parte de los investigadores de la Unión Soviética, bajo las orientaciones del discurso oficial, trataron siempre de compatibilizar el modelo soviético y sus formas de reproducción con una determinada interpretación del marxismo. Para ellos, la experiencia soviética constituía la puesta en práctica y la validez del referente doctrinario del que se hacían sus voceros. Esta adecuación llevó fácilmen- te a que la comprensión de la realidad fuera sustituida por referencias a los clásicos del pensamiento marxista. De más está decior que ni siquiera este marxismo soviético fue con- textualizado en su propia historicidad. 3 Kurashvili, B. P., "Towards a New Model of Socialism", en Brumberg, A., editor, Chronicle of a Revolution, Pantheon Books, Nueva York, 1990, pp. 163-168, y Guerra, A., "La Perestroika comme retraite et comme offensive", en Actuel Marx, No. 6, 1989, pp. 15-26. - 6 - Con ello no sólo la realidad fue vaciada de contenido, sino que el marxismo fue despojado de sus atributos críticos, y se lo convirtió en una amalgama de citas que debían ajus- tarse a las directrices y usos del discurso oficial. Sin embargo, no se debe pensar, como es común encon- trarlo en la opinión de muchos analistas extranjeros, que siempre los investigadores soviéticos de una forma esque- mática y vulgar han interpretado la experiencia de la URSS. Las constantes variaciones y contradicciones del marxismo soviético los han obligado a practicar una gimnasia intelec- tual para poner a tono sus investigaciones con las líneas generales de la doctrina, fenómeno que ha abierto espacios para la investigación y comprensión del pasado nacional[4]. De otra parte, en Occidente no se avanzó mucho más en la comprensión de la realidad soviética. En estos países, la ideologización de la experiencia de desarrollo de la URSS ha sido, podríamos decir, aun mayor y más dogmática que la referencia cotidiana de los investigadores soviéticos a su doctrina. Desde la década de los años cincuenta, cuando germinaron por doquier los centros especializados en el es- tudio de la realidad soviética, principalmente en los países anglosajones, el estudio de la URSS obedeció a necesida- des políticas de los Estados que debían, en condiciones de guerra fría, justificar sus acciones y sus posiciones hostiles en relación con la Unión Soviética. Fue, entonces, cuando se acuñó el término de totalitarismo para conceptualizar el desarrollo histórico de la URSS[5]. 4 Véase Ferro, M., Histoires de Russie et d'ailleurs, Balland, Paris, 1990, p. 156. 5 Véase Cohén, S. F., Rethinking the Soviet Experience, Oxford Univer- - 7 - Esta noción, de por sí totalitaria, por su autosuficiencia vacía de contenido[6], reducía a unas cuantas variables funda- mentales de tipo político toda la experiencia soviética. Con esta noción no se pretendía explicar el desenvolvimiento de la URSS, sino simplemente descalificarlo con este fuerte calificativo. A través de este proceder y esta conceptualiza- ción, los sostenedores de la "escuela totalitaria" se trazaban también otro objetivo: justificar la experiencia occidental, su supremacía sobre cualquier intento de construir un desarro- llo alternativo al capitalismo, y constituía también un llamado a luchar en todos los frentes contra el enemigo totalitario que pretendía destruir los cimientos de la "civilización occi- dental". Desde los años sesenta, un buen número de especialistas occidentales empezaron a abandonar la estrecha visión de la "escuela totalitaria" y comenzaron a interesarse princi- palmente por los aspectos económicos y sociales de la his- toria soviética. Esta vertiente, que podríamos denominar revisionista[7], ha sido sin duda la que ha proyectado más luces sobre la experiencia soviética. Sin embargo, también adolece de insuficiencias que no podemos soslayar: al igual que la corriente totalitaria, concebía el desarrollo soviético a la luz dela experiencia occidental y las opciones que ha desarrollado se han orientado a descubrir aquellos elemen- tos y situaciones que podrían acercar a la URSS a lo que sería el desarrollo "normal" catalizado por el curso empren- dido por Occidente. sity Press, 1985, C. I. 6 Lewin, M., La grande mutation soviétique, La Découverte, Paris, 1989, p. 20. 7 Pertenecen a esta corriente investigadores tales como Moshé Lewin, Stephen Cohén, Marc Ferro, M. Reiman, A. Rabinowitch, entre otros. - 8 - Por último, las interpretaciones que las diversas izquierdas han realizado tampoco han escapado de este tipo de valo- raciones subjetivas. El pensar que la experiencia soviética no habría tenido sus promesas, que habría traicionado los proyectos de la izquierda, las condujo a remplazar el culto incondicional de antaño por el rechazo categórico, con lo cual el único resultado obtenido fue que con este procedi- miento se engañaron a sí mismas y se alejaron aún más de la posibilidad de formular nuevas propuestas sobre la base de la comprensión de los fenómenos históricos[8]. Por nuestra parte, consideramos que la historia soviética en particular debe abordarse desde un ángulo de interpretación totalmente diferente de lo que ha sido común hasta ahora. En primer lugar, vemos como una primera aproximación válida al repensar la interpretación de los procesos en su propia historicidad, en la cual la sociedad rusa no ha sido una instancia atomizada por la política, sino que ha sido un poderoso factor que ha marcado y definido el curso de los acontecimientos y en particular la evolución a largo plazo del sistema político y social. En este sentido pensamos que una de las mayores dificul- tades a las cuales debe enfrentarse cualquier investigador que desee ahondar en la comprensión de la URSS, es que hasta la fecha se ha desarrollado un aparato conceptual y un marco de interpretación de los procesos globales sobre la base de lo que ha sido o, mejor dicho, lo que hemos creí- do que ha sido la experiencia occidental. En lo que a esto respecta, Rusia y la Unión Soviética han sido sociedades con una morfología social, tradiciones, culturas, formas de solidaridad, tipos de organización de la política diferentes de 8 Lewin, M, La formation du systéme soviétique, Gallimard, Paris, 1987, p. 9. - 9 - la experiencia occidental. Un buen testimonio de esto fueron las dificultades que tuvo Marx para responder la carta de Vera Zasúlich sobre la aplicabilidad del marxismo a la reali- dad rusa. Reivindicar la historicidad, es decir, el análisis del desarrollo soviético a la luz de las características propias de esta so- ciedad, comporta una doble función académica. La primera consiste en que nos permite una aproximación mayor y más profunda de cómo se tejió el sistema soviético y nos facilita la aprehensión de esta experiencia en relación con lo que pueden ser los sistemas de desarrollo alternativos al capita- lismo. La segunda, por su parte, radica en el hecho de que un análisis en esta proyección nos acerca a la comprensión de cuáles son los elementos propios, particulares de la URSS, de los generales en relación con los desarrollos al- ternativos, y nos concede elementos de juicio importantes para superar la visión “unilineal” y metahistórica del desarro- llo de la humanidad. En segundo lugar, la historia rusa y soviética en los últimos cien años debe interpretarse desde una óptica de análisis que tenga en cuenta los elementos propios de esta socie- dad y su posición frente a la modernización occidental. La experiencia soviética solamente puede ser aprehendida en esta contextualización mayor. Tanto las revoluciones como las otras grandes transformaciones que han sacudido la his- toria de este país han sido respuestas contrarias a la intro- ducción de esta nueva racionalidad, y siempre ha estado presente la idea de cómo encontrar una adecuación so- cietal de la URSS a los requerimientos del mundo moderno. Por último, y por paradójico que pueda parecer, sólo un aná- lisis en términos marxistas puede servir de marco interpreta- - 10 - tivo para la comprensión de la historia de la URSS. En este sentido, nuestro trabajo toma como fundamento explicativo para el análisis de la evolución histórica de la URSS, la ca- tegoría marxista de contradicciones de clase. Los sucesivos giros y reorientaciones de la política soviética son la expre- sión, no de deseos individualizados en personas específicas que se encuentran en las altas esferas del poder en la Unión Soviética, como lo ha pretendido ver la escuela totali- taria, sino de procesos mayores en los cuales se enfrentan propuestas alternativas de desarrollo de clases y grupos sociales diversos. Es precisamente el juego que se estable- ce entre determinados actores sociales lo que define cuáles son la orientación del desarrollo económico y la calidad de los proyectos sociales, políticos, culturales e ideológicos que dicho modelo de desarrollo implique. A primera vista, reivindicar una interpretación marxista ba- sada en la correlación y conflictos entre clases podría pare- cer un anacronismo con el tiempo presente. Pero, a nuestro modo de ver, Marx, en su calidad de gran crítico del ideal del progreso, de las formas de la acumulación capitalista, y en su calidad de teórico de la interrelación entre proyecto político e intereses y necesidades de las clases sociales, nos ayuda a formular un marco interpretativo de la evolu- ción, los objetivos y las limitantes de los cambios operados en la URSS en las últimas décadas. En la actualidad, asistimos a una aceptación implícita de los patrones de desarrollo capitalista, sin que medie un proceso de reflexión sobre sus posibles consecuencias. Es más, los cambios vertiginosos que sacuden actualmente a la huma- nidad entera, obligan a pensar nuevamente en cuáles son las condiciones que han posibilitado dicha transformación y - 11 - cuáles son los paradigmas sobre los que se construye nues- tro entorno. Para el análisis de estos diferentes problemas, los interrogantes que Marx planteara hace más de cien años conservan plena vigencia. Un proceder tal nos viene sugerido también por algunos in- vestigadores que, desde posiciones diferentes, han introdu- cido nuevas perspectivas de análisis en el campo de las ciencias sociales. Tengo en mente concretamente a Robert Brenner[9], quien ha puesto en duda la explicación smithe- niana del crecimiento económico, concepción de la cual en alto grado todos nosotros somos herederos, y ha reivindica- do la tesis de que la transición de un sistema social a otro, en el caso por él estudiado del feudalismo al capitalismo, fue el resultado directo de una serie de conflictos sociales entre actores, que finalmente sellaron el destino del tipo y las formas de transición. Como acertadamente demuestra este investigador, el esta- blecimiento de un nuevo modo de producción fue la resul- tante de la correlación de fuerzas entre los agentes econó- micos y sociales del sistema señorial, y no, como se ha pre- tendido, la consecuencia de la gestación de un mecanismo exógeno a dicho sistema. El modelo de Brenner nos ilustra, para el caso de la URSS, que la racionalidad de los agentes ha normativizado la implantación de propuestas de desarro- llo. O sea, el actual curso en la URSS no debe ser visuali- zado como una propuesta de superación de los aspectos "aberrantes" del sistema soviético, sino como un proyecto del cual determinados agentes se han hecho portadores. 9 Le libéralisme économique, Editions du Seuil, Paris, 1989, L'áge de l'autogestión, Editions du Seuil, París, 1976, y La crise de l'Etat- providence, Seuil, Paris, 1981. - 12 - También se encaminan en este mismo sentido los sugesti- vos trabajos de Pierre Rosanvallon[10], quien ha demostrado de manera brillanteque el problema del mercado no es sim- plemente un proceso técnico de la economía, sino que ha formado el núcleo para la constitución de un pacto social que ha despersonificado las relaciones sociales, ha estable- cido un mecanismo de regulación y ha otorgado una presun- ta normatividad a las relaciones interpersonales. En tal sen- tido, el liberalismo más que una doctrina es una cultura que Occidente ha querido y podido universalizar, a la cual no han escapado ni los mismos críticos del capitalismo. Marx, al proponer la reabsorción de la política por la sociedad civil, la posterior desaparición de la política y de la economía, no hizo más que retomar los presupuestos del proyecto liberal. En lo que respecta al análisis de la realidad soviética, una visión tal nos permite comprender el alcance y la dirección de los actuales cambios, pues, con el liberalismo, en el capi- talismo se ha enmascarado la realidad bajo una profunda idealidad. El proyecto gorbachoviano no es otra cosa que el deseo de objetivizar esa idealidad reproduciendo la realidad del capitalismo. Por último, en el centro de mi reflexión se hallan las ideas de J. Ph. Peemans[11], para quien la conceptualización de modernización y totalitarismo son el alfa y omega de los procesos políticos, sociales y económicos del tiempo pre- sente. La modernización occidental es el rasero con el cual se estudian y se miden las otras formas de desarrollo. Tal 10 Le libéralisme économique, Editions du Seuil, Paris, 1989, L'áge de l'autogestión, Editions du Seuil, París, 1976, y La crise de l'Etat- providence, Seuil, Paris, 1981. 11 "Revoluciones industriales, modernización y desarrollo" (véase en este volumen de Historia Crítica) y Marx, "Les révolutions du XXéme siécle et la modernisation", Contradictions, N9 62, 1990, partie I, "L'avenir du socialisme réel", Bruxelles, pp. 21-51. - 13 - proceder ha conducido a concebir el proceso occidental co- mo un horizonte me-tahistórico al cual las restantes nacio- nes deben acercarse para alcanzar el verdadero desarrollo. Si la experiencia de Occidente se ha convertido en el refe- rente obligado para los países de Europa del Este y sobre todo para la URSS, dado que ha sido prácticamente el único país que ha alcanzado un proceso rápido de industrializa- ción siguiendo pautas de acumulación y desarrollo que le han sido propias y diferentes de las occidentales. Este con- junto de ideas nos proporciona un referente de interpreta- ción que define en su movimiento evolutivo la historia sovié- tica y muestra las articulaciones de los proyectos en el pe- ríodo de posguerra y nos sugiere la crítica a la historiografía tradicional. Estos tres autores tienen mucho en común. Han sometido a una dura crítica y han desmitificado los presupuestos sobre los cuales se construyó Occidente, demostrando que si bien se les ha pretendido universalizar en tanto que objetivos- meta del desarrollo, son unos medios y mecanismos de rea- lización del desarrollo con base en una acumulación articu- lada y generadora de desigualdad económica, social y polí- tica. Partiendo de este esquema general de interpretación, en las páginas que siguen trataremos de demostrar que la historia soviética ha sido un proceso en el cual se han enfrentado dos proyectos alternativos de desarrollo: el primero enraiza- do en los elementos populares propios del desarrollo ruso, principalmente las tradiciones campesinas, y el segundo sustentado por los sectores que se han beneficiado de la modernización capitalista iniciada a finales del siglo XIX. - 14 - Esta división social y política, que reproduce en una versión remozada la oposición entre occidentalistas y eslavófilos[12], ha penetrado incluso al marxismo soviético. Valga señalar que el pensamiento mismo de Marx fue atravesado por una "contradicción nuclear", que A. Gouldner dividió en marxis- mo crítico y marxismo científico. Los partidarios de este úl- timo "están más dispuestos a afirmar que la ciencia y la tec- nología —las fuerzas productivas— son fundamentales para definir el carácter esencial del mundo moderno, están vincu- lados con los esfuerzos de 'modernización', y consideran a ésta como centrada en la ciencia"[13], mientras que "el mar- xismo crítico compensa con su énfasis en el voluntarismo la deficiencia de las condiciones económicas y tecnológicas, antaño juzgadas (por los marxistas científicos) como un re- quisito para el socialismo y, por lo tanto, en un marxismo apropiado para los esfuerzos revolucionarios en las nacio- nes subdesarrolladas"[14]. Esta "contradicción nuclear" podemos percibirla con sus matices propios en las opciones políticas sostenidas por los líderes rusos y soviéticos. Sin ahondar en mayores detalles, podemos decir que serían partidarios del marxismo científi- co hombres tales como Plejanov, el Lenin constructor de la Nep, Bujarin, Trotski de los años veinte y del exilio, 12 "Es tiempo de acabar con el mito de una ruptura brutal y definitiva que dataria de octubre de 1917. Recordemos que los intelectuales que per- tenecen a la capa dirigente del proceso revolucionario ruso entre 1870 y 1917, después se formaron principalmente en la escuela de los de- bates ideológicos y políticos que tuvieron lugar en Rusia más que en la escuela de la socialdemocracia como so afirma generalmente". Zapa- ta, R., La philosophie soviétique, Presses Universitaires de France, 1989, p. 5, 13 Los dos marxismos, Alianza, Madrid, 1983, p. 56. 14 Ibid., p. 61. - 15 - Jruschov, Kossiguin y Gorbachov. Serían marxistas críticos, por el contrario, el Lenin de la revolución y del comunismo de guerra, Stalin, Suslov, Brezhnev y Ligachov. MODERNIZACIÓN Y REVOLUCIONES EN RUSIA Tomando como esbozo explicativo los elementos anterior- mente señalados, pasaremos a abordar los procesos que han caracterizado la historia soviética. Como los aconteci- mientos no son discernibles en su momento inmediato, sino en una longue durée, y puesto que nuestro interés no con- siste en describir la situación actual, sino desarrollar un mo- delo de análisis, pasaremos revista previamente a las pos- trimerías de la Rusia imperial, ya que el estado general de la sociedad en ese entonces nos entrega elementos sustancia- les de cómo y por qué se instaló el sistema soviético. Al despuntar el siglo XX la Rusia imperial constituía una so- ciedad en plena mutación. Desde la década de los ochenta del siglo pasado se inició un acelerado proceso de moderni- zación capitalista, principalmente industrial, suscitado direc- tamente por la intervención del Estado, contando para esto con una elevada participación del capital extranjero que se orientó a desarrollar las ramas más importantes de la eco- nomía rusa. Rusia, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, era un país que se encontraba en pleno crecimiento económico. Entre sus logros podrían citarse el aumento de las reservas de oro, la creación de modernos ferrocarriles y de una tec- nología bastante avanzada en la rama textil. Entre sus debi- lidades cabe mencionar la mediocridad de algunas indus- - 16 - trias tales como la química y la de construcción mecánica. Desde el punto de vista de las instituciones, Rusia se había convertido en un país moderno: los bancos y el comercio minorista se acercaban a los estándares franceses e ingle- ses. El ingreso per cápita era inferior al de los países más avanzados, pero era equivalente al de España o al del impe- rio austro-húngaro. En cuanto a la capacidad productiva, hacia 1913 Rusia ocupaba el tercer lugar entre las potencias económicas del mundo.15 Un análisis tal, constantemente destacado por la historiogra- fía soviética y la occidental en términos de "progreso" de la industrialización y de modernización, para demostrar que el socialismo no se creó en un país atrasado (interés de losprimeros) o para evidenciar que el crecimiento económico pudo haber sido mayor de seguirse en la senda de la "mo- dernización" (objetivo de los segundos), no plantea en toda su dimensión la magnitud de los problemas que el país de- bía resolver. Tampoco nos muestra el grado de permeabili- dad del capitalismo en la sociedad rusa ni la cantidad de tensiones que generó. Para llevarse a cabo esta política de industrialización, se requería abordar principalmente el problema social que afectaba directamente a la población campesina, cuestión nada fácil de solucionar si tenemos en cuenta que, de acuerdo con el censo de 1897, en Rusia había 96.9 millones de campesinos, o sea aproximadamente el 77% de la po- blación total del país. Cifra que podría haber sido mucho mayor si se hubieran incluido algunos grupos tales como los cosacos y los agricultores no rusos. 15 Seurot, François, Le systéme économique de l'URSS, Presses Uni- versitaires de France, París, 1989, pp. 30-31. - 17 - Para realizar la industrialización era necesario, en primer lugar, producir una disolución, al menos parcial, de la es- tructura social típica campesina y una creciente integración de sus miembros en la vida del país. En segundo lugar, una política de industrialización se vería obligada a reducir, al menos en forma parcial, la importancia de la agricultura por medio de la inversión de los excedentes agrícolas en la for- mación de capital industrial. En tercer lugar, llevar esto a cabo significaría la supresión política y el control, o al menos la neutralización, del campesinado, lo cual sumiría a éste en su crisis más aguda[16]. Para alcanzar la mentada "modernización", las autoridades realizaron grandes esfuerzos que modificaron el panorama social, debilitando a la nobleza rusa que, al no poder man- tener el desafío planteado por la producción capitalista mo- derna, debió vender la mayor parte de sus tierras. Pero lo más importante fue la abolición de los derechos de reden- ción que debían pagar los campesinos por el rescate de sus tierras. De acuerdo con una serie de reformas iniciadas en 1906, los campesinos eran ahora libres de abandonar sus comunidades (obschinas), adquirir la propiedad de las tie- rras que cultivaban, comprar y vender tierras, trasladarse a la ciudad o emigrar. La finalidad que se proponía el primer ministro Stolipin era fomentar la aparición de una clase de campesinos propietarios que fuese próspera, eficiente y po- líticamente leal. Esta fue la llamada "apuesta por el fuerte". Hacia 1916, cerca de dos millones de familias habían aban- donado sus aldeas y explotaban fincas privadas. Esto re- presentaba aproximadamente el 24% de las familias de 40 provincias afectadas en la Rusia europea. 16 Shanin, Teodor, La clase incómoda, Alianza, Madrid, 1983, p. 53. - 18 - A pesar de las garantías económicas y jurídicas del go- bierno por "modernizar" el agro ruso, la obschina siguió siendo la institución principal, pues para enero de 1917 sólo el 10.5% de los hogares campesinos se habían separado constituyendo propiedades privadas diferentes de las comu- nales[17]. Aun cuando la reforma no dio los dividendos espe- rados en el corto plazo, constituyó un cambio radical en la composición social del campesinado en la medida en que se aceleró el proceso de diferenciación del campesinado y se distorsionaron los vínculos de solidaridad y de organización anteriormente existentes. A pesar del acelerado crecimiento del capitalismo, éste no logró permear toda la sociedad ni constituirse en un sistema universalizador. Se reprodujo en forma de enclave principalmente urbano, fenómeno que fa- cilitó la erradicación posterior del mismo. Sin embargo, como resultado de la industrialización, la so- ciedad rusa fue objeto de grandes transformaciones que aceleraron la diferenciación social del grueso de la pobla- ción, ya que ésta era una condición imprescindible para desarrollar el proceso de acumulación de tipo capitalista. Por esta razón, en vísperas de la Primera Guerra Mundial en la sociedad rusa ya habían madurado las condiciones para eventuales estallidos sociales, como lo testimonió la profundidad y radicalidad de la revolución de 1905-1907. La guerra no hizo más que agudizar estas tensiones. Las sucesivas derrotas militares restaron legitimidad al Es- tado autocrático; las dificultades productivas, agravadas por las necesidades que exigía el frente y por la suspensión de las inversiones extranjeras, empeoraron la de por sí difícil 17 Male, D. J., Russian Peasant Organization befare Collectivisation, a Study of Commune & Gathering, 1925-1930, Cambridge University Press, Great Britain, 1971, p. 19. - 19 - situación económica, que se tradujo en un aumento de la carestía; la incapacidad del Estado para hacer frente a las serias amenazas económicas, militares y políticas aumenta- ron el malestar social e indispusieron a vastas clases res- pecto de la política gubernamental; por último, los vicios po- líticos de la clase dirigente (en los cuales el problema Ras- putín fue sólo la parte visible del asunto) disociaron comple- tamente la sociedad del Estado, lo cual redundó en una to- ma de posición política por parte del elemento burgués que hasta entonces había vivido bajo el amparo de las políticas estatales. El primer estallido social en febrero de 1917, revolución es- pontánea y anónima, fue la explosión de todas estas con- tradicciones y desavenencias. Con la caída de la autocracia y la constitución de nuevos bastiones del poder, el proceso rápidamente pasó a una segunda fase en la cual los diver- sos sectores sociales y políticos se radicalizaron. En térmi- nos generales, la característica principal que particularizó el período comprendido entre febrero y octubre de 1917 fue que hubo una insatisfacción social y una inadecuación polí- tica entre las amplias masas y las órdenes y políticas ema- nadas del Gobierno Provisional, cuyos dirigentes y líderes pensaban ante todo que el objetivo primordial era fortalecer las instituciones para acelerar el proceso modernizador, cuando en realidad la revolución se había producido preci- samente como una respuesta social a la desigualdad gene- rada por la acumulación y modernización capitalistas y co- mo un intento de revertir la situación y desarticular los bas- tiones del "progreso". Como resultado de estas incompatibilidades y desavenen- cias de percepciones y objetivos entre amplias capas de la - 20 - sociedad y la nueva clase política, el divorcio entre ambos sectores creció a medida que transcurrieron los meses, y se crearon las premisas para la segunda ola revolucionaria. En este punto con vergieron varios procesos revolucionarios que crearon el clima, debilitaron el proyecto modernizador y desarticularon totalmente la capacidad de acción de las cla- ses dirigentes. Desde los meses de marzo-abril los campesinos iniciaron su revolución agraria. Se emparentaron de la tierra de los no- bles, golpearon duramente a los kulaks (clase de campesi- nos enriquecidos, bastión de las reformas de Stolipin), a los que obligaron a volver a las obschinas. En estos meses se asistió a un renacimiento de las obschinas que solidificaron el poder popular en el campo y destruyeron los resortes so- bre los cuales se estaba construyendo el capitalismo agra- rio. Puede decirse que la revolución agraria fue una revolu- ción "conservadora", arcaica, en la medida en que, más que proponer nuevas brechas para la modernización del campo ruso, destruyó los cimientos del modelo de desarrollo segui- do desde finales del siglo XLX y restableció las formas tradi- cionales e igualitarias del campesinado ruso. Un segundo proceso revolucionario lo conformaron las ac- ciones de los soldados, quienes exigían el cese inmediato de las hostilidades y su licénciamiento pararetornar a sus lugares de origen y engrosar las filas de aquellos que esta- ban desencadenando la revolución agraria. La radicalidad de los soldados arrebató a la clase política el control de los aparatos represivos que desde ese momento quedaron en manos de los sectores revolucionarios[18]. 18 Anweiler, O., Les soviets en Russie, 1905-1921, Gallimard, París, 1972. - 21 - El tercer proceso fue una revolución urbana, liderada por los obreros, los cuales ante el masivo cierre de las empresas por parte de los patrones, respondieron creando sus comi- tés de fábrica, órganos de representación que si bien no cuestionaron la propiedad de las empresas, cumplieron un importante papel que consistió en velar por la continuidad laboral, la mejoría en las condiciones de vida para sus re- presentados y desarticular el capitalismo fabril. Por último, se produjo un cuarto movimiento representado por las minorías nacionales que ansiaban hacer valer el de- recho a la autodeterminación de los pueblos. Tras la caída del zar, la autoridad y el poder quedaron profundamente debilitados en la periferia del imperio, situación que fue aprovechada por los alógenos para crear sus propias insti- tuciones de representación y control[19]. La revolución de octubre, o bolchevique, fue la cristalización política de la convergencia de estas explosiones revolucio- narias con un radicalismo intelectual, representado por el partido bolchevique, cuyos líderes, y sobre todo Lenin, su- pieron comprender cuál era el estado de ánimo de las ma- sas y la orientación de sus reivindicaciones, para incorporar- las en su programa político. Esta convergencia, sin embar- go, duraría poco. Las demandas de la población no se com- patibilizaban con los anhelos de transformación de los líde- res revolucionarios que llegaron al poder en la cresta de la ola revolucionaria. 19 Para las reivindicaciones y profundidad del movimiento revolucionario en esos meses de 1917, véase Ferro, M., La revolución rusa de 1917, colección Zimmerwald, Editorial Villalar, Madrid, 1977, y del mismo au- tor, La revolución de 1917, Laia, Barcelona, 1975. - 22 - Si la revolución fue, en otras palabras, un levantamiento contra las desigualdades generadas por la modernización y contra la introducción de formas de dirección y gestión forá- neas, que no tenían en cuenta las características societales de la población rusa, las acciones de los años inmediata- mente posteriores —el famoso comunismo de guerra— no fueron más que un conjunto de medidas tendientes a garan- tizar la seguridad del Estado soviético en condiciones de guerra e intervención externa, y a erradicar completamente los bastiones de la modernización y de la acumulación capi- talista. En el agro, el restablecimiento de la obschina con mayores poderes y facultades, la destrucción de la clase de los ku- laks, la eliminación del tráfico comercial, la orientación de la producción hacia la autosubsistencia, pusieron fin al capita- lismo agrario en Rusia. De otra parte, la nacionalización de las empresas industriales —grandes y pequeñas— de los bancos, el establecimiento del monopolio del comercio exte- rior, la eliminación de la moneda y del mercado, destruyeron los elementos capitalistas que perduraban en las ciudades. Todo esto nos permite estipular que en la Rusia soviética lo que se produjo en esos momentos fue una arcaización de la sociedad en tanto que todos los elementos capitalistas fue- ron violentamente suprimidos. En esto estaban interesados tanto los sectores marginados por el proceso de moderniza- ción, como los líderes bolcheviques que veían en estas transformaciones la creación de las condiciones para la for- mación de la nueva sociedad. Socialmente, los años del comunismo de guerra trajeron consigo cambios sustanciales. La anterior configuración cla- - 23 - sista de la sociedad se modificó radicalmente. La burguesía y la nobleza fueron privadas de sus propiedades y privile- gios, con lo cual perdieron los atributos que las habían man- tenido como clases dominantes. Los obreros y otros grupos urbanos quedaron seriamente debilitados. En 1920 —escribe M. Lewin— los citadinos no repre- sentaban más que el 15% de la población contra el 19% en 1917. Moscú había perdido la mitad de sus habitantes y Petrogrado los dos tercios... Las ciuda- des cambiaron la estructura social. Las estadísticas... de 1920 indican que las clases medias y los peque- ños productores —miembros de las profesiones libe- rales, comerciantes, artesanos y obreros cualifica- dos— estaban completamente agotados[20]. Los campesinos —grueso de la población—, por el contra- rio, fueron la única clase que sobrevivió a las guerras, las epidemias, al hambre y a las revoluciones, afirmándose co- mo la única fuerza capaz de contribuir a la reestructuración de la sociedad. Como resultado de esto se asistió a un pro- ceso de ruralización, de arcaización de las estructuras so- ciales en Rusia. Dada la disociación en los objetivos, el apoyo social que garantizó la consolidación bolchevique no fue completo ni podía durar eternamente. Los campesinos, los obreros, las minorías nacionales apoyaron el poder soviético, no porque se identificaran con sus posiciones, ni porque se compatibi- lizaran con los ideales socialistas, sino porque representa- ban el mal menor. El regreso del antiguo orden, tal como se 20 Lewin, M., La formation du systéme soviétique, op. cit., pp. 302-303. - 24 - demostró en las regiones que cayeron en manos de los blancos, habría equivalido a la privación de la posesión de la tierra campesina, el retorno de las empresas a sus anti- guos dueños y la política centralista y colonialista frente a las minorías nacionales. Una vez alcanzada la normalización, tras la derrota de la oposición armada, los dirigentes se vieron en la necesidad de encontrar una solución al agudo problema de la recons- trucción. Hacia finales del comunismo de guerra, las clases de apoyo a los bolcheviques, una vez que se había disipado la amenaza blanca, se levantaron en contra del poder sovié- tico pues estaban interesadas en poner fin a los excesos y a la violencia sistemática ejercida durante el comunismo de guerra. En la provincia de Tambov, enarbolando las bande- ras de la revolución verde, una poderosa insurrección dirigi- da por el eserista Antonov, se rebeló en contra de la política bolchevique de requisas (prodrazviort-ka). En 1919 en va- rias ciudades hubo huelgas de los obreros y en marzo de 1921 los marinos de Kronstadt, artífices de la insurrección armada de 1917, se sublevaron contra el poder soviético[21]. Todo esto evidenciaba que de no introducirse cambios inme- diatos el poder soviético se hallaría seriamente debilitado. LA NEP: ¿MODERNIZACIÓN O SOCIALISMO? Los dirigentes soviéticos se encontraron ante la imperiosa necesidad de tener que normalizar y restablecer los vínculos con las clases de apoyo. Para alcanzar este proceso era menester un cambio radical, principalmente en relación con 21 Hosking, G., A History of the Soviet Union, Fontana Press, London, 1985. - 25 - los campesinos. Se dio inicio a la NEP ("Nueva política eco- nómica"), la cual despuntó con la sustitución de las requisas forzosas por un impuesto en especies y posteriormente en dinero, el cual fue fijado muy por debajo de los niveles de requisa de los años anteriores. Junto a este cambio de acti- tud se adoptaron otras medidas no menos radicales. En mayo de 1921 se revocó el decreto nacionalizador de la pe- queña industria; el Estado dispuso el arriendo de empresas estatales a particulares; a algunos antiguos propietarios se les restablecieron sus antiguas propiedades, y se procedió al arriendo de empresas a inversionistas extranjeros. Todo ello significó la recomposición de una economía privadaque fue estimulada por medio del restablecimiento del mercado como principio regulador y normativizador de la economía. La NEP significó la puesta en marcha de un nuevo plan de construcción social. La importancia asignada a la tecnolo- gía, al mercado, a la empresa privada, a las formas tayloris- tas y fordistas de trabajo, al capitalismo de Estado (en su versión alemana) determinó que esta política fuera una va- riante particular de la modernización. A través de la descen- tralización administrativa y el estímulo a las fuerzas del mer- cado, se optó por una línea de desarrollo que debía recons- tituir la diferenciación social y fijar normas "económicas" de acumulación con base en la acordada prioridad del desarro- llo de la ciudad sobre el del campo, de los campesinos em- prendedores sobre los pobres, de la industria sobre la agri- cultura (la famosa "crisis de las tijeras").22 En 1924 un alto representante del Comisariado Popular pa- ra la Agricultura se expresaba en los siguientes términos 22 Véase Nove, A-, Historia económica de la URSS, Alianza, Madrid, 1973. - 26 - sobre la necesidad de la diferenciación social: El papel del campesino acomodado en el aumento de la producción de grano y ganado adquiere un signifi- cado exclusivo en la economía nacional. En estos es- tratos del campesinado, lo mismo que en los agentes que transportan las mercaderías a los mercados ex- teriores o interiores, descansa la tarea de reconstruir la economía. Todas las medidas que se tomen con vista a la recuperación económica han de estar im- puestas, por tanto, por las consideraciones objetivas de promover las condiciones en las que la recupera- ción sea posible; estas medidas fomentarán el desa- rrollo de las granjas acomodadas y ayudarán a con- vertir a los campesinos medios en campesinos aco- modados. El otro factor de la economía doméstica (la industria) también empuja a la agricultura campesina por el camino de la diferenciación en el próximo futu- ro. A medida que la industria se desarrolla, las casas campesinas débiles y pequeñas abandonarán la agri- cultura para dedicarse a la industria, dejando que se acentúen las diferencias de clase en el campo[23]. Este proceso de desigualdad, que debía crear las condicio- nes para una acelerada industrialización, requisito principal para la construcción de la sociedad socialista, a juicio de los líderes soviéticos, no fue un error en la política de precios, como lo han pretendido ver algunos analistas[24], que habría favorecido a la industria, sino que era un determinado pro- yecto de sociedad, anclado en la lógica occidental. 23 Citado en Carr, E. H., El socialismo en un solo país, 1924-1926, T. I, Alianza, Madrid, 1973, p. 231. 24 Medvedev, R., El stalinismo al tribunal de la historia, Albert Knopf, Nueva York, 1971 (en ruso). - 27 - Los años 1925-1926 marcan el apogeo de la NEP. Se al- canzaron los índices de producción de preguerra, se recom- puso la inserción de Rusia en la economía mundial y se di- seminó la libre empresa en la economía soviética. La parti- cipación del sector privado en el ingreso nacional era del 54.1%. En 5 años, de 1921 a 1926, el índice de la produc- ción industrial aumentó más de tres veces y de hecho al- canzó el nivel de 1913; la producción agrícola aumentó dos veces y sobrepasó en un 18% la de 1913. Inclusive después de alcanzar el período de reconstrucción, el crecimiento de la economía aumentó rápidamente: en 1927 y 1928 el cre- cimiento de la producción fue del 13 y del 19%, respectiva- mente, y la producción global de la agricultura aumentó en un 2.5% anual[25]. Esta rápida reconstrucción económica, fundamentada en un modelo dual de economía —privada y estatal—, generó nuevamente elementos de diferenciación de todo tipo que sellaron finalmente el destino de la NEP. Por una parte, la reaparición y el crecimiento de capas de la población que conocían la prosperidad despertaron el descontento de los ciudadanos soviéticos más pobres, si bien las nuevas cir- cunstancias mejoraban también la situación de éstos[26]. De otra parte, la paz civil conquistada con la introducción de la NEP garantizó la neutralidad de las capas campesinas. La obschina conoció una resurrección general. El 95% de las tierras estaba en manos del régimen comunal. Esta obs- 25 Shmeliov, N. y Popov, V., En el viraje: la Perestroika económica en la URSS, Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1989, p. 22 (en ruso). 26 Reiman, M., El nacimiento del stalinismo, Crítica, Barcelona, 1982, pp. 13-14. - 28 - china —aproximadamente había 319.000 en todo el territo- rio soviético— se convirtió en una instancia totalmente libre, pues se había liberado de las presiones administrativas y las funciones fiscales pasaron a los soviet rurales. En las aldeas, los instrumentos de poder estatales eran institucio- nes débiles y poco influyentes, mientras las obschinas go- zaban de gran autoridad y sus asambleas eran las adminis- tradoras de la tierra y de todos los aspectos de la vida ru- ral[27]. En general, la masa campesina pesaba más durante la NEP que durante el antiguo régimen. Además de restablecer to- das sus prerrogativas e instituciones, el campesinado se- guía siendo el grupo social más importante, con más de un 80% de la población. La NEP, en tanto que estrategia global de desarrollo, estaba condenada al fracaso. El resurgir de la acumulación privada, con los problemas sociales que acarreaba, la desmoviliza- ción de la clase obrera y del campesinado pobre y los con- flictos en el interior de las élites, cada vez más alejadas de las preocupaciones de las clases populares, polarizaron nuevamente la sociedad[28]. Esta contradicción global fue aumentada por el hecho de que el Estado intentaba ejercer un control cada vez mayor sobre la campiña, coartando libertades y derechos de los campesinos, en aras de garantizar las condiciones de la modernización. Pero como los campesinos producían fun- damentalmente para el autoconsumo, ellos no generaban las riquezas necesarias para la industrialización. La suerte 27 Male, D. J., op. cit. 28 Véase Peemans, J. Ph., Marx, les révolutions du XXéme siécle et la modernisation, op. cit, p. 39. - 29 - de la NEP estaba echada: o bien se seguía con la lógica de Bujarin, que había hecho un llamado a los campesinos a enriquecerse, con la idea de que sus dineros podrían servir para continuar con la política de la NEP, o bien el Estado tomaba medidas encaminadas a generar las condiciones sociales de reproducción de la NEP, de manera administra- tiva. Cualquiera de estas dos opciones iba en contravía de las consignas que hicieron posible la Revolución de Octu- bre. En otras palabras, este tipo de políticas hubiera signifi- cado, en condiciones particulares, la reconstitución plena y abierta de los principios modernizadores occidentales, aun- que estuvieran encubiertos bajo un ropaje marxista. LOS FUNDAMENTOS DEL SISTEMA SOVIÉTICO La implantación del modelo estalinista fue la consecuencia lógica de las dificultades que encontró y generó la NEP; fue el regreso a las consignas por las cuales se había realizado la Revolución de Octubre. Los fundamentos del sistema so- viético fueron instalados en estos años: la colectivización de la agricultura, la industrialización y la planificación. A pesar de todas las distorsiones con que se interpreta la colectivización, puede argumentarse que la violencia ejerci- da contra los campesinos ricos fue el resultado de la con- vergencia de intereses y objetivos de los campesinos po- bres con un ala radical en el interior del Partido Comunista. A los campesinos pobres se les prometió el 25% de los ce- reales que con su ayuda fueran confiscados a los campesi- nos ricos. A través de estas medidas, y con la organización de expediciones punitivas contralos acaparadores de ce- reales en el campo soviético, se desató una verdadera lucha - 30 - de clases. Los campesinos pobres participaron masivamen- te junto a las autoridades en el desmantelamiento de los sectores enriquecidos. El estalinismo no fue, como gene- ralmente se pretende demostrar en la literatura especializa- da, la obra de un hombre. Sin un vasto apoyo social estas medidas nunca hubieran podido ser aplicadas. La colectivización, además de destruir a los sectores enri- quecidos por la política de diferenciación de la NEP, tuvo otro objetivo: la conformación de los koljoses dentro de los marcos de una economía colectivizada. El restablecimiento de las antiguas obschinas, agrarias, con sus formas tradi- cionales de solidaridad, no podía en las nuevas condiciones asegurar la creación de la nueva sociedad. Por eso era ne- cesaria su rápida transformación. Los koljoses, que conservaron numerosos atributos de las antiguas obschinas —la tenencia y explotación colectiva de la tierra, por ejemplo—, fueron una institución que pudo adaptarse a los cambios que deseaba establecer el nuevo poder. La obschina no podía servir de garantía para la in- dustrialización, en la medida en que la explotación de la tie- rra se realizaba de una manera que no podía adecuarse con los imperativos del desarrollo industrial. El funcionamiento de la obschina era el siguiente: la asam- blea de la obschina (sjod) dividía la tierra en franjas iguales (en la región central de Rusia el promedio de las franjas os- cilaba entre 2.1 y 4 metros de ancho y 21 y 30 metros de largo) que eran entregadas a cada familia perteneciente a la comunidad, con el fin de que las explotara. El hecho de que un campesino dispusiera de estrechas franjas que no esta- ban unidas entre sí, impedía la utilización de maquinaria - 31 - moderna en la explotación de la tierra. Dada su baja produc- tividad las formas de tenencia comunal dificultaban además cualquier intento estatal por capitalizar recursos que pudie- ran ser orientados a la industrialización.29 Por el contrario, el optar por los koljoses facilitó esa tarea. Estas cooperativas de producción se diferencian de la obs- china básicamente en los siguientes puntos: en primer lugar, la explotación de la mayor parte de la tierra se realizaba en conjunto por todos los campesinos integrantes de la colecti- vidad. Esto permitió que se dispusiera de grandes superfi- cies de terreno para su cultivo, lo que agilizaba la introduc- ción de máquinas y el desarrollo de cultivos en gran escala. En segundo lugar, a los campesinos koljosianos se les asig- naron pequeñas parcelas de tierras de uso personal y desde 1932 se crearon los mercados koljosianos en las ciudades para que los campesinos vendieran la producción de sus parcelas. En tercer lugar, dado el control que ejercía el Es- tado, los koljoses debieron vender sus productos a los órga- nos estatales, con normas estipuladas por las autoridades competentes, es decir, su producción estaba orientada ha- cia el mercado. La creación de los koljoses permitió superar uno de los ma- yores problemas que debía enfrentar la URSS en esos años: la industrialización. Sabido es que el país no disponía de factores productivos que agilizaran la acumulación para la industrialización. La colectivización fue la solución encon- trada a esta disyuntiva. A través de la compra a bajos pre- cios de los productos agropecuarios y su venta a precio ma- yor en los puntos de distribución nacional o en las exporta- 29 Lewin, M., La formation du systéme soviétique, op. cit., p. 138. - 32 - ciones, el Estado pudo acumular parte del capital necesario para la industrialización. Si bien la acumulación se realizó a expensas de la población rural, el Estado dispuso la crea- ción de condiciones e instituciones nuevas para que el cam- pesinado no desapareciera con el proceso industrializador. Este fue el papel desempeñado, por ejemplo, por las parce- las que aseguraban aproximadamente el 45% de la produc- ción agrícola total hacia el año de 1938. Las parcelas y los mercados koljosianos fueron la segunda economía de los campesinos, a través de los cuales pudieron paliar parcial- mente los rigores de la acelerada acumulación. Es decir. A diferencia de procesos similares ocurridos en los países occidentales, en la URSS la acelerada acumulación no significó la destrucción del campesinado, ni tampoco su pauperización, sino, por el contrario, su conservación. La colectivización, podemos decir, fue uno de los engranajes principales de la acumulación, pero, a diferencia de otras experiencias, tuvo siempre en cuenta las necesidades so- ciales de los sectores más pobres de la población. De otra parte, la colectivización mantuvo -he aquí su elemento revo- lucionario— las tradiciones, culturas, formas de solidaridad y de gestión del campesinado. El koljós era un estadio supe- rior de desarrollo de la obschina y en nigún caso la negación de ésta, como sí lo hubiera sido la implementación total del proyecto de la NEP. La industrialización, segundo pilar del sistema soviético, transformó radicalmente el panorama económico y social del país, sin requerir de procesos negativos como los acon- tecidos en Occidente durante su industrialización. No sólo desapareció completamente el desempleo de los años de la NEP, sino que, además, se buscó crear instituciones y con- - 33 - diciones nuevas que frenaran las tendencias hacia la dife- renciación social entre la población citadina. Un resultado de esto fue que los 17 millones de campesinos que se instala- ron en las ciudades entre 1928 y 1939 no conformaron "cin- turones de miseria", pues fueron absorbidos por la acelera- da industrialización. Aquí encontramos una segunda pecu- liaridad del sistema soviético: en lugar de fortalecer el ejérci- to de reserva, tal como había sido característico en las otras experiencias industrializadoras, en la URSS se trató de ho- mogeneizar la sociedad, garantizando a los obreros las condiciones mínimas de subsistencia. Por último, la planificación, uno de los aspectos más revolu- cionarios e innovadores del modelo soviético[30], fue la insti- tución coordinadora que permitió el establecimiento y desa- rrollo de proporciones en el crecimiento, con lo cual se pu- dieron evitar los desequilibrios y satisfacer las necesidades sociales. A nivel político el estalinismo generó una gran violencia, y éste es el aspecto más conocido del modelo. Sin embargo, la represión y la concentración del poder político deben en- tenderse dentro de las tendencias generales que particulari- zaban el desarrollo de la URSS en esos años. La violencia, una especie de lucha de clases, se empleó no contra el pueblo en general, como lo ha pretendido demostrar toda una literatura especializada, sino contra aquellos sectores partidarios del modelo anterior o que se beneficiaban de la diferenciación social introducida por la NEP: intelectuales, nepmen, campesinos ricos. Esta violencia fue una reacción de las clases pobres de la ciudad y del campo. Las purgas y 30 Roland.G.. Economie polilique du systéme soviétique, L'Harmatan, París, 1989. - 34 - la represión fueron la cristalización de una promoción masi- va de nuevos funcionarios de origen popular que aceleraron la movilidad social, fenómeno que Marc Ferro denomina la plebeyización del poder[31]. Fue la llegada al poder del pro- letariado urbano y de los campesinos identificados con las nuevas orientaciones de la política estatal. En el plano de la cultura también se observa la afirmación de nuevos principios acordes con las transformaciones so- ciales y políticas de los años 30. El realismo socialista "realizó, en el plano de lo imaginario, una valorización del pueblo, como ninguna sociedad lo había hecho anteriormen- te". Esta reacción, quegolpeó duramente la intelligentsia, fue de hecho el ascenso de los valores y tradiciones popula- res y el descrédito de los valores heredados de la ilustración y de la burguesía[32]. El realismo socialista constituía una nueva forma de arte que debía destacar y valorar a los nue- vos sectores que deseaban la dignificación de su trabajo. El culto a la figura de Stalin tampoco fue, como lo han pre- tendido ver la historiografía occidental[33] y la soviética pos- terior al XX Congreso del PCUS, una deformación del socia- lismo y una justificación para la concentración del poder. Más bien consideramos que se recuperó la figura del "vene- rable zar bueno", muy presente en la conciencia popular, y pensamos, como Peemans, que este problema se debe vi- sualizar en términos de la dinámica sociopolítica, en la que un nuevo vector —"líder carismático-masas populares"— se introduce en las relaciones intra-élites, modificando la rela- 31 Ferro, M., Leu origines de la Perestroika, Ramsay, París, 1990- 32 Ferro, M., Histoires de Russie et d'ailleurs, op. cit, p. 122. 33 Ulam, A., Stalin, Noguer, Barcelona, 1975. - 35 - ción de fuerzas en el interior de esta dinámica y haciendo partícipes a los sectores populares de la toma de decisiones en la alta política. Tratando de sintetizar las orientaciones de los cambios ini- ciados en la década de los años treinta, podemos decir que el estalinismo, más que la aplicación concreta de la doctrina de la cual dicho líder se hacía portador, fue una convergen- cia de un radicalismo popular y uno intelectual, en la cual se desarrolló la necesidad de dar curso a un rápido proceso de modernización, pero sobre la base de los elementos propios de la cultura popular rusa: igualitarismo, espíritu colectivista, simbología política en el vector líder carismático-masas, de- nuncia de la desigualdad y de las tradiciones y culturas aje- nas a los valores populares. En este proceso el papel del marxismo no fue más que el de un marco justificador y legi- timador de las acciones implementadas. Por esta razón, en lugar de socialismo preferimos hablar de sistema soviético, porque el modelo fue ante todo el irrumpir de las tradiciones populares en la definición del proceso de desarrollo que iba a seguirse. EL JRUSCHOVISMO: RESPUESTA DESCENTRALIZADA AL MODELO ESTALINISTA Un cambio radical de orientación se consumó hacia media- dos de la década de los años cincuenta. La debilidad de la forma de organización sociopolítica en los años de Stalin en el poder, es decir, el que la ecuación política de las décadas de los treinta y cuarenta reposara principalmente en la figura de un líder carismático, selló el destino de este proceso en la medida en que la desaparición del líder debilitó la articu- - 36 - lación política anterior y, de otra parte, la crítica al culto de la personalidad permeó en sus cimientos el modelo social, po- lítico y económico anteriormente existente. Esta erosión fue aún más rápida debido a las dificultades que afrontó el ré- gimen estalinista en las postrimerías del mandato del líder georgiano. La reconstrucción posbélica, la conformación del glacis en el Este europeo, la lucha inter sistémica, el temor a que renaciera un enfrentamiento social y político como pro- ducto de la emergencia de un nuevo sector modernizador, la avanzada edad de Stalin, etc., concentraron la atención del equipo dirigente en nuevos aspectos, y se relegaron a se- gundo plano los problemas ligados a la reproducción del sistema que ya evidenciaba síntomas de debilidad. La gestión dirigente de Nikita Jruschov ha sido definida tra- dicionalmente como reformista. Es indudable que, aunque no siempre fuera muy exitosa, Jruschov durante su mandato se dio a la tarea de realizar significativos cambios en lo eco- nómico y lo político. En general sus años en el poder han sido vistos con muy buenos ojos por los estudiosos de la Unión Soviética. Podríamos preguntarnos cuál es la razón de ser de esta simpatía. La respuesta la podemos formular de manera relativamente simple: Jruschov inició el desmon- te del sistema creado por Stalin y en este sentido ha sido percibido como el introductor de la "modernidad", ya que intentó afanosamente que la URSS se ciñera a una nueva racionalidad en la gestión del país. Una de las primeras medidas del nuevo equipo dirigente fue erradicar los aspectos más represivos del modelo anterior, creando nuevos mecanismos de legitimación de la clase política en el poder. En un compromiso sellado entre los sectores modernizadores y "ortodoxos" se restableció la autoridad del partido, se fijaron normas para estabilizar la - 37 - clase política y crear nuevos mecanismos de legitimación a través del desarrollo del consumismo, la libertad de gestión, la descentralización, etc. Esta estabilización política engen- draría posteriormente la célebre nomenclatura en la medida en que se destruyeron los vasos comunicantes entre la po- blación y la élite política y se le pondría freno a la movilidad social de los sectores populares. De Jruschov se ha destacado sobre todo el hecho de haber iniciado la crítica a Stalin (el famoso informe secreto durante el XX Congreso del PCUS) y de haber creado los mecanis- mos necesarios para el ascenso de las clases medias y pa- ra la conformación de una opinión pública en torno a los in- telectuales[34]. Dicho de otro modo, la política populista pro- pugnada por Jruschov consistió en crear condiciones para que los sectores que emergieron con el proceso de indus- trialización —intelectuales, clase obrera calificada, técnicos, etc.— pudieran satisfacer sus intereses y necesidades. El gran quiebre con respecto a la fase inmediatamente anterior fue que con los cambios operados en los años cincuenta, en lugar de buscarse nuevos mecanismos que posibilitaran el desenvolvimiento ulterior del modelo de acumulación inicia- do por Stalin en los años treinta, que preveía generar las condiciones para el desarrollo teniendo en cuenta el conjun- to de las necesidades de la población, se empezó a esta- blecer un nuevo patrón en el cual el desarrollo se articularía sobre la base de la desigualdad creciente de la sociedad. Es un hecho que no necesita demostración el que la eco- nomía soviética hacia mediados de la década de los cin- 34 Breslauer, G., Krushcheu Reconsidered, en Cohén, S. F., Rabino- witch, A. y Sharlet, R., editores, The Soviet Union since Stalin, op. cit, pp. 50-70. - 38 - cuenta necesitaba correctivos. La planificación tal como fue concebida sólo podía satisfacer las necesidades mediante unos cuantos valores de uso. Eso no fue un problema ma- yor cuando las demandas sociales y las necesidades pro- ductivas eran bastante escasas. Pero con el proceso de in- dustrialización se complejizó la sociedad, aparecieron nue- vos segmentos sociales, con nuevas necesidades y deman- das. Debido a las deficiencias en el circuito de la informa- ción, la planificación no podía complejizar la producción pa- ra satisfacer esas demandas sociales. Por ello era menester realizar reformas. Pero la dirección reformista, en lugar de buscar los correctivos en el mismo modelo, prefirió optar por copiar el sistema occidental. Con ello el modelo soviético se anquilosó y, dada la incompatibilidad con las recetas que se han querido aplicar, todas las políticas de reformas fracasa- ron. Esta es la raison d'étre del estancamiento. Por estas razones consideramos que el verdadero trasfondo de las transformaciones iniciadas por Jruschov no debe concebirse como una liberalización de la sociedad que poco a poco se habría ido desgarrando de los tentáculos del Es- tado, sino en el hecho de que con él se comienzan a yuxta- poner los elementos de apoyo al modelo occidental en la realidad soviética, subvirtiendo los condicionantes básicos del sistema soviéticode desarrollo, iniciado por Stalin. Jruschov no sólo internacionalizó económica y políticamente a la URSS, es decir, la insertó en la dinámica política y eco- nómica mundial; también creó el medio para que en la pro- pia URSS se difundiera la utilización de algunos elementos consustanciales de la modernización occidental. Jruschov no fue el artífice de una apertura social y política - 39 - general, sino particular para que los emergentes sectores medios accedieran a los puestos de mando. En tal sentido la gran obra de Jruschov fue haber destruido el consenso general en torno al modelo popular anterior. El nuevo proyecto por él sostenido facilitó el aumento de la influencia ejercida sobre la URSS por los países desarrolla- dos de Occidente. En la Unión Soviética empezaron a arrai- garse algunos principios, tales como el consumismo, la im- portancia asignada al desarrollo de la técnica, siguiendo los patrones occidentales, la descentralización de la economía, que no fue más que un intento de remplazar la planificación por la libre competencia capitalista en la realidad soviética, la introducción del sistema estadounidense de gestión de la agricultura, etc.[35]. Es decir, se incorporó un conjunto de prácticas que empeza- ron a echar raíces y constituyeron un nuevo paradigma de lo que debería ser la acumulación, la gestión y el desarrollo en la sociedad socialista. Todas estas medidas encontraron coherencia en la famosa consigna jruschoviana de que al cabo de algunos años la URSS alcanzaría y superaría a los Estados Unidos en los índices básicos. Esto significaba em- pezar a competir con los mismos medios que Occidente y alcanzar un nivel de desarrollo tal que permitiera modificar la brecha existente. En otras palabras, el jruschovismo, en vez de adecuar el modelo de desarrollo generado años antes a las nuevas necesidades del tiempo presente en la URSS, favoreció la modernización a la occidental y de esa manera enquistó en 35 Medvedev, R-, et, Khrouchtchev, J., Les années de pouvoir, Maspero, París, 1977, pp. 132-146. - 40 - el interior mismo de la realidad soviética un doble proceso contradictorio: la lucha entre las fuerzas que propugnaban por el mantenimiento del modelo anterior y las partidarias del desarrollo de uno nuevo. En ese entonces, cuando di- chos procesos no se identificaban concretamente con fuer- zas sociales específicas, la necesidad de encontrar solución a dicha disyuntiva no se planteó. Pero se introdujo la semilla de lo que sería el posterior desarrollo de la URSS: la lucha entre fuerzas sociales que deseaban imponer una u otra de dichas tendencias.36 Jruschov reeditó, a su manera, el vector político entre ma- sas y líder. Pero, a diferencia de Stalin, este vector no se apoyaba en los sectores populares, sino en las emergentes clases medias. Durante su mandato intentó afanosamente fortalecer esta vinculación para eliminar a los sectores que seguían siendo partidarios del modelo anterior. La expulsión del "grupo antipartido" en 1957, la destitución de Zhukov, la liberalización de la vida intelectual fueron algunas de las primeras medidas con las que Jruschov intentó modificar la correlación de fuerzas en el plano social y político en la URSS. El momento más álgido de este esfuerzo fue cuando planteó la necesidad de establecer un sistema de rotación de los funcionarios, para acelerar la cooptación de los espe- cialistas, y cuando propuso la división del partido y de las jerarquías estatales en las ramas industrial y agrícola. Estas reformas generalmente han sido percibidas de una manera mecánica, instrumental, como si su objetivo fuera solucionar los candentes problemas administrativos y económicos. En realidad, Jruschov estaba apostando a la solución de los problemas económicos a través de la expansión de las fron- 36 Breslauer, op. cit., p. 58. - 41 - teras de la toma de decisiones, mediante la incorporación de nuevas fuerzas provenientes de los especialistas y la disminución del poder político de las autoridades. Frente a estos cambios la clase política reaccionó en octubre de 1964 y destronó al líder reformista. A pesar de haber sido eliminado del poder, Jruschov dejó tras de sí una gran herencia: en primer lugar, la división de la clase política y de la sociedad en torno a los dos proyec- tos antes mencionados; en segundo lugar, el anquilosa- miento y la incapacidad de reproducción del sistema soviéti- co, y, tercero, el fortalecimiento de las tendencias diferen- ciadoras: en aras de alcanzar un mayor desarrollo económi- co se favoreció la descentralización de las empresas, la es- pecialización de las regiones y la diferenciación de la pobla- ción con base en el ingreso. La aplicación de esta estrategia produjo la desigualdad entre las empresas, entre las unida- des productivas agrícolas, entre las regiones (verdadero trasfondo del actual problema nacional en la URSS) y entre los individuos, pues la actividad expansiva de las empresas se canalizaba principalmente hacia aquellos sectores que disponían de mayores recursos. En este sentido, el jruscho- vismo representó un cambio radical en relación con el esta- linismo. Mientras en el modelo instaurado en las décadas de los años treinta y cuarenta los recursos se dirigían de las regiones más desarrolladas a las menos desarrolladas[37] en un intento de conformar una sociedad homogénea, el jruschovismo apostó precisamente a la tendencia contraria. 37 Fejtó, F., Histoire des démocraties populaires, T. I, "L'ére de Stalin", Seuil, París, 1984, p. 169. - 42 - DIRECCIÓN COLECTIVA Y LUCHA DE TENDENCIAS La concentración del poder en manos del secretario general, el voluntarismo de su mandato y los deseos de modificar la correlación de fuerzas en el interior de la clase dirigentes llevaron a que los nuevos gobernantes iniciaran una práctica de dirección política diferente, para evitar posibles desave- nencias en la cúpula directiva y también para poder repre- sentar en el alto poder a las diversas fuerzas políticas en cuestión. Así fue como se introdujo el sistema colegiado[38]. Desde mediados de los años sesenta tres hombres, repre- sentantes de tres tendencias, tomaron las riendas del poder: Suslov, Brezhnev y Kossiguin. Este último asumió como propios los elementos moderniza- dores introducidos por Jruschov en su plan de reformas. Kossiguin representaba en las altas instancias a un nuevo sector modernizador que pretendía fortalecer el sistema so- viético acentuando las premisas descentralizadoras en la vida económica soviética. Su principal caballo de batalla fue el plan de reformas de 1965, que tuvo como puntos princi- pales los siguientes aspectos: una reforma administrativa que daba mayor cobertura de acción independiente a las empresas, la disminución de los índices ejecutados a partir de normas impuestas por el plan, la reforma de los precios y la aplicación de nuevos criterios de performance en la reali- zación de la producción. En términos generales, podemos decir que esta reforma preveía afianzar aún más los ele- mentos de autogestión y autofinanciamiento de las unidades productivas, es decir, crear una especie de libre comercio y 38 Duhamel, L., Le systéme politique de l'Union Soviétique, Editions Quebec/Amérique, Montreal, 1988, pp. 38-45. - 43 - libre competencia en la URSS. El segundo grupo, representado en el alto poder por Suslov, se trazó como objetivo el mantenimiento de las formas de dirección y desarrollo iniciadas en la década de los treinta; fue un crítico acérrimo de la propuesta descentralizadora y deseó conservar la integridad del sistema soviético. Si el equipo anterior concentró esfuerzos y personal en el ámbito económico, los "ortodoxos" le prestaron mayor atención a los aspectos políticoideológicos. Suslov,el "ideólogo en je- fe", supervisaba un conjunto de sectores compuestos por los departamentos del comité central relativos a la propa- ganda, la cultura, la ciencia, la educación y dos departamen- tos internacionales. Controlaba además la dirección política del ejército y la marina, el Komsomol, los medios de comu- nicación y la censura, las agencias de información Tass y Novosti, el ministerio de la Cultura, la radio y la televisión, los sindicatos artísticos, los comités de la paz, la Academia de Ciencias, las instituciones de enseñanza primaria, se- cundaria y superior y las relaciones del Estado con las dife- rentes organizaciones religiosas[39]. Es decir, todo el espec- tro de instituciones relacionadas con la cultura, la política y la ideología estaban directamente en sus manos y consti- tuían la plataforma de acción de este sector político. Por último, el secretario general, Brezhnev, representaba un sector de centro que debía unir y compatibilizar los princi- pios diferentes de los otros dos grupos. La posición de este sector no venía dada por una propuesta propia, sino más bien de organización dentro de la cúpula dirigente, con el fin de evitar que las contradicciones y oposiciones entre los dos 39 Medvedev, J., Andropov au pouvoir, Paris, 1983, pp. 14-15. - 44 - grupos principales pudieran desgarrar la vida política nacio- nal. Brezhnev fue, ante todo, el hombre de la tolerancia. En la segunda mitad de la década de los sesenta, el sector modernizador tuvo a su cargo la conducción de la política soviética. Fueron los años en los cuales la reforma econó- mica fue aplicada, se favoreció el ascenso de los sectores medios y se pretendió racionalizar la vida interna y las rela- ciones exteriores de la URSS. Fueron también los años en que se limitó fuertemente la censura y se posibilitó el desa- rrollo de la libre discusión sobre temas de gran interés. En estos años fue muy apasionante, sobre todo, la discusión sobre el contenido y la pertinencia de las reformas propues- tas. El hecho de que la reforma no pudiera dar los dividendos deseados desarmó a los sectores modernizadores, que se vieron parcialmente relegados a segundo plano. La conduc- ción recayó en manos de los sectores llamados comúnmen- te "ortodoxos", los cuales mostraron mayor celo en garanti- zar la conservación de la integridad del sistema soviético y en su afirmación mundial tanto cualitativa como cuantitati- vamente. Si los aspectos políticos y militares en la conducción de la política interna y exterior quedaron en manos de los secto- res "ortodoxos", el aspecto económico siguió conducido di- rectamente por los sectores modernizadores. La introduc- ción de dicha racionalidad, apoyada fundamentalmente por sectores de la intelligentsia, ya era un hecho bien real en la sociedad soviética. Valga señalar que los sectores "ortodo- xos" mostraron una real incapacidad en la búsqueda de propuestas de modernización que dinamizaran el modelo soviético. Esta fue la causa por la cual sus acciones se - 45 - orientaron principalmente hacia el ámbito político y militar como un último intento de mantener la integridad del siste- ma. Los años setenta, bajo el impulso de los sectores que privi- legiaban el mantenimiento de la integridad del sistema, fue- ron un período en el cual la Unión Soviética se volcó hacia el mundo exterior (la internacionalización de la URSS era un hecho real), fomentando mayormente la identificación con las fuerzas revolucionarias en el Tercer Mundo[40], mostran- do mayor sensibilidad a las demandas de los sectores radi- cales y siendo un real partidario de la consolidación cuanti- tativa del socialismo a escala mundial[41]. Este sector "orto- doxo" se preocupó mayormente por el estado de las relacio- nes entre las dos grandes potencias y fomentó la lucha por la hegemonía en los nuevos espacios, principalmente en África, continente que se prestaba fácilmente para devenir arena de competición intersistémica en la medida en que constituía una zona en la cual zero sum game no afectaba la seguridad de las grandes potencias. Sin embargo, a partir de mediados de los años 70, los sec- tores modernizadores, fortalecidos por haber logrado bue- nos términos de negociación, intercambio y cooperación con Occidente (los acuerdos entre Brezhnev y Nixon y la Confe- rencia de Helsinki), relanzaron propuestas para una mayor integración de la URSS en la vida económica y política mundial. Dos fueron los campos en los cuales ejercieron mayor presión: en los tipos de competición con Occidente 40 Laidi, Z., Les superpuissances et l'Afrique. Les contraintes d'une rivali- té, La Découverte, París, 1987. 41 Lévesque, J., L'URSS et sapolitique internationale de Lénine á Gorba- tchev, Armand Colin, París, 1988, p. 308. - 46 - (importación de tecnología, revolución científico-técnica, mayor racionalidad en las relaciones económicas exteriores) y en las nuevas valoraciones de lo que debía ser la política internacional de la URSS. No menos importante que el ejercicio de la estrategia ante- rior fue la visualización de los problemas internacionales desde un nuevo ángulo. Si la tesis predominante de inter- pretación de la política mundial se basaba tradicionalmente, desde Lenin, en un enfoque clasista, que consideraba que al igual que los grupos sociales fundamentales, los Estados, en tanto que aparatos políticos de las clases dominantes, eran la representación y el instrumento de determinada cla- se en el poder y en ese sentido podían ser divididos si- guiendo el mismo rasero clasista, la nueva interpretación de la política mundial empezó a ver la vida internacional con la mirada puesta en los procesos globales, generales y únicos para todos los países. En este sentido, las reinterpretacio- nes giraron en torno de la economía mundial, de la cual la URSS y los restantes países socialistas también hacían par- te. Ya no se trataba más de una economía capitalista y otra socialista. Dentro de esta nueva visión de lo que era la vida económica y política mundial, se revisaba lo que debería ser la posición asumida por la URSS. El acento ya no se ponía en la cons- trucción de un nuevo tipo de relaciones internacionales, sino en cómo incorporar mejor a la URSS en la división interna- cional del trabajo y en la economía mundial. Esta reinterpre- tación no era un simple maquillaje sino que tocaba proble- mas de fondo. Era una relectura de la política internacional de la URSS, la cual poco a poco empezó a ser avalada por importantes centros investigativos: el Instituto de la Econo- - 47 - mía Mundial y de Relaciones Internacionales, el Instituto de los Países Socialistas, el Instituto de Historia Universal, et- cétera[42]. EL GORBACHOVISMO La consolidación y mayor difusión de esta propuesta facilitó nuevamente el ascenso y la consolidación de los sectores partidarios de la modernización, fenómeno que se ubica en el trasfondo de las grandes transformaciones operadas en los años ochenta. El advenimiento del gorbachovismo al poder no fue una simple casualidad. No ha sido un hombre que desde el alto poder ha intentado reconstituir y reacondi- cionar a la URSS. Es un proceso en el cual un gran número de factores crearon las condiciones internas e internaciona- les para que se optara por las transformaciones actuales. Poco a poco los cambios realizados bajo el mandato de Ni- kita Jruschov han ido concretándose hasta convertirse en un proyecto político bien definido. La internacionalización de la economía soviética, la incapacidad de convertir al CAME en un subsistema económico, la imposibilidad de articular un tipo de organización política de los países socialistas y la influencia creciente de la economía mundial como resultado de la introducción de factores capitalistas en las formas in- ternas
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