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MANEJO DEL FUEGO

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UNIVERSIDAD DE 
GUADALAJARA 
Centro Universitario 
de la Costa Sur 
FONDO MEXICANO 
PARA LA 
CONSERVACIÓN DE LA 
NATURALEZA A.C. 
CONSEJO CIVIL 
MEXICANO PARA 
LA SILVICULTURA 
SOSTENIBLE A.C. 
FUNDACIÓN 
MANANTLÁN PARA 
LA BIODIVERSIDAD 
DE OCCIDENTE A.C. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
MANEJO DEL FUEGO, 
CONSERVACIÓN Y SILVICULTURA 
El Caso de la Reserva de la Biosfera 
Sierra de Manantlán, México 
 
 
 
Enrique J. Jardel Peláez 
Coordinador 
 
 
 
 
 
 
Autlán, Jalisco, México 
Octubre 2010 
 
FMCNFMCN
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 2 
 
 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 3 
Resumen 
 
 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 4 
 
Autores 
 
Ernesto Alvarado 
Oscar E. Balcázar Medina, Ing. En Recursos Naturales, técnico académico, IMECBIO, 
CUCSUR, Universidad de Guadalajara. 
Faviola Castillo Navarro, Ing. En Recursos Naturales, asistente de proyecto, IMECBIO, 
CUCSUR, Universidad de Guadalajara. 
Juan Carlos Chacón 
Sarahy Contreras Martínez 
Ramón Cuevas Guzmán 
Salvador García Ruvalcaba. M.C., Coordinador del Programa de Educación Ambiental y 
profesor titular, IMECBIO, CUCSUR, Universidad de Guadalajara. 
Esquivel González Jacobo 
Enrique J. Jardel Peláez, M.C., Jefe del Laboratorio de Manejo Forestal y profesor titular, 
Departamento de Ecología y Recursos Naturales- Instituto Manantlán de Ecología y 
Conservación de la Biodiversidad (IMECBIO), Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSUR), 
Universidad de Guadalajara. 
Paulina Llamas Casillas 
José María Michel Fuentes 
Jorge E. Morfín Ríos, Ing. En Recursos Naturales, asistente de proyecto, Fundación Manantlán 
para la Biodiversidad de Occidente A.C. (MABIO) y 
Diego Pérez Salicrup 
Rubén Ramírez Villeda, Biól., Coordinador de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques de 
la Dirección de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, Comisión Nacional de Áreas 
Naturales Protegidas (CONANP) y profesor asistente del IMECBIO, CUCSUR, Universidad de 
Guadalajara. 
Ernesto Alonso Rubio Camacho 
Eduardo Santana Castellón 
Socorro Vargas Jaramillo 
 
 
 
 
 
. 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 5 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 6 
Agradecimientos 
 
La elaboración y desarrollo del Programa de Manejo del Fuego y Restauración de 
Bosques de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán recibió apoyo financiero a través del 
Programa de Prevención de Incendios y Restauración (proyectos F6-00-14, F6-00-20, F6-00-
79F6-02-128, y A1-04-035) del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza A.C. 
(FMCN) y la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID). La 
Universidad de Guadalajara aportó fondos concurrentes a través de la Convocatoria para 
Proyectos de Investigación del Centro Universitario de la Costa Sur en los años 2002, 2003 y 
2004. El trabajo se desarrolló a través de la cooperación entre distintas instituciones: la 
Dirección de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán (Comisión Nacional de Áreas 
Naturales Protegidas), el Departamento de Ecología y Recursos Naturales-Instituto Manantlán de 
Ecología y Conservación de la Biodiversidad (Centro Universitario de la Costa Sur, Universidad 
de Guadalajara), Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable A.C. (ENDESU), la Fundación 
Manantlán para la Biodiversidad de Occidente A.C. (MABIO), la Comisión Nacional Forestal 
(CONAFOR) y la Secretaría de Desarrollo Rural del Gobierno de Jalisco. Colaboraron en la 
elaboración de este documento Juan Carlos Chacón Mathieu (quién apoyó la integración de la 
primera versión del sistema de información geográfica de incendios forestales de la Sierra de 
Manantlán), Jesús Montes, José Aragón David, José Alfredo Aragón Cruz, Samuel Álvarez, 
Deidad Partida Lara, Socorro Vargas Jaramillo y Leticia Espinosa Manzo. Agradecemos la 
contribución con ideas y comentarios para el desarrollo de este trabajo a Ernesto Alvarado 
Celestino (Colegio de Recursos Forestales de la Universidad de Washington), David Sandberg 
(Fire and Environment Research Applications, USDA-Forest Service), Juan Manuel Frausto 
(Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza A.C.), Sergio Graf Montero (Director 
Ejecutivo de MABIO), Ramón Cuevas Guzmán (Jefe del Departamento de Ecología y Recursos 
Naturales-IMECBIO), Eduardo Santana Castellón (IMECBIO), Sarahy Contreras Martínez 
(IMECBIO-MABIO), y Alejandra Rodríguez Gómez (Directora de la RBSM, CONANP). 
Minerva Avendaño López y el personal administrativo del DERN-IMECBIO, y Lucila Ramírez 
y Silvia Prado de MABIO, apoyaron administrativamente el desarrollo de este trabajo. 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 7 
CONTENIDO 
 
Resumen 
Autores 
Agradecimientos 
Introducción 
1. Ecología y Manejo del Fuego 
1.1. El fuego: un fenómenos físico en un contexto socio-ecológico 
E.J. Jardel 
1.2. Combustibles forestales 
J.M. Michel, E.J. Jardel, E. Alvarado y J.E. Morfín 
1.3. Regímenes de incendios y ecosistemas forestales 
E.J. Jardel, J.E. Morfín, E. Alvarado, D. Pérez-Salicrup y F. Castillo 
1.4. El papel ecológico del fuego 
S. Vargas y E.J. Jardel 
1.5. Manejo del fuego 
E.J. Jardel 
2. Los incendios forestales en la Sierra de Manantlán 
2.1. La Sierra de Manantlán: el contexto socio-ecológico 
E.J. Jardel 
2.2. Los incendios forestales en la Sierra de Manantlán 1995-2008 
O.E. Balcázar, E.J. Jardel, R. Ramírez, F. Castillo y J.C. Chacón 
2.3. Síntesis de los estudios sobre ecología y manejo del fuego en la Sierra de Manantlán 
1986-2010 
E.J. Jardel, J.E. Morfín, J.M. Michel, F. Castillo, S. Vargas, P. Llamas, O. Balcázar, 
E.A. Rubio, S. Contreras, E. Alvarado, D. Pérez-Salicrup, R. Cuevas, E. Santana 
2.4. Las quemas agrícolas en el ejido de Ayotitlán 
E. González, E.J. Jardel y F. Castillo 
3. Manejo del Fuego en la Sierra de Manantlán 
3.1. El Programa de Manejo del Fuego de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán 
E.J. Jardel, O.E. Balcázar, R. Ramírez, S. García, J.E. Morfín 
Consideraciones finales 
Literatura citada 
Índice 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 8 
 
 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 9 
RESUMEN EJECUTIVO 
 
La Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, ubicada en el Occidente de 
México en los estados de Jalisco y Colima, es un área protegida de gran importancia 
para la conservación. Con 139,570 ha de superficie, y establecida por decreto federal en 
1987, actualmente forma parte del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas de 
México (SINAP) y de la Red Internacional de Reservas del Programa del Hombre y la 
Biosfera (MAB, por sus siglas en inglés) de la UNESCO (Organización de las Naciones 
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). 
Esta reserva es mundialmente reconocida por su riqueza de especies de plantas y 
animales (más de 2900 especies de plantas y 560 especies de vertebrados se han 
reportado para el área), y protege una muestra de la variedad de bosques y selvas 
subtropicales de montaña de la Sierra Madre del Sur. Regionalmente juega un papel 
fundamental en la regulación ambiental y la protección de las cuencas que abastecen de 
agua a una extensa porción del suroeste de Jalisco y del oeste de Colima. 
Entre los problemas que afectan a los ecosistemas de la RBSM, se encuentran los 
incendios forestales y las secuelas de las actividades de producción forestal comercial y 
los desmontes para la producción agrícola y ganadera. Considerando estos factores, el 
manejo del fuego y la restauración de bosques han sido considerados como prioridades 
dentro del Programa de Manejo de la RBSM. Dando seguimiento a lo establecido en dicho 
programa de manejo, y al mandato de los Consejos de la Reserva (las instancias de 
gestiónparticipativa del área protegida establecidas en los estados de Jalisco y Colima), 
se elaboró el Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques. Este programa 
ha sido elaborado a través de la estrecha colaboración entre la Dirección de la Reserva 
de la Biosfera Sierra de Manantlán (dependencia de la CONANP, Comisión Nacional de 
Áreas Naturales Protegidas), el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la 
Biodiversidad (IMECBIO) del Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de 
Guadalajara, y la Fundación Manantlán para la Biodiverisdad de Occidente A.C. (MABIO), 
con el apoyo del Programa de Prevención de Incendios y Restauración del Fondo 
Mexicano para la Conservación de la Naturaleza A.C. (FMCN). Se ha contado además 
con la colaboración de otras instituciones como la Comisión Nacional Forestal 
(CONAFOR), la Secretaría de Desarrollo Rural del Gobierno de Jalisco, la Agencia para el 
Desarrollo Internacional de Estados Unidos y Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable 
A.C. (ENDESU). Han hecho también importantes contribuciones varios investigadores de 
diversas instituciones con las cuales el IMECBIO mantiene acciones de cooperación 
científica, funcionarios de dependencias dedicadas a los sectores forestal y de 
conservación, prestadores de servicios técnicos forestales y, sobre todo, los integrantes 
de las brigadas oficiales y comunitarias de combate de incendios que operan en la RBSM 
y su región de influencia. 
*** 
Todos los años, durante la temporada de sequía, los incendios forestales afectan 
grandes extensiones de los bosques y selvas de México. Las estadísticas oficiales para el 
período entre 1970 y 2005 indican que anualmente se quemaron, en promedio, 222,139 ± 
25,671 ha·año-1, y que el número promedio de incendios por año fue de 6,701 ± 439, 
con años críticos como 1988 y 1998 en los que se quemaron 518,265 y 849,632 ha de 
bosques, respectivamente. En la RBSM, la superficie afectada por incendios forestales 
entre 1995 y 2005 fue, en promedio, de 6,840.5 ± 1,246.5 ha, con años críticos como 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 10 
1998 cuando se quemaron 15,236.7 ha. A nivel mundial, se observa no solo una 
tendencia de crecimiento en la superficie afectada por los incendios forestales, sino 
también un aumento de su severidad. Esto implica que la atención a los incendios 
forestales debe ser considerada como una prioridad, tanto en el manejo de bosques de 
producción, como en la conservación de áreas protegidas. 
Los incendios forestales pueden originarse por factores naturales como la caída de 
rayos, pero la mayor parte son provocados por la gente. Puede considerarse que el fuego 
es un factor que causa daños importantes a los ecosistemas forestales (bosques, selvas y 
matorrales), destruyendo el renuevo, reduciendo la cubierta vegetal y exponiendo el suelo 
a la erosión, dañando la madera y el valor económico de los recursos forestales, y 
generando contaminación atmosférica por la emisión de humos y gases. Como factor de 
daño, el fuego se suma a otras causas de degradación de los ecosistemas forestales, 
tales como la fragmentación asociada a la deforestación, la merma de las existencias de 
recursos debida a la sobreexplotación y a prácticas deficientes de manejo, el 
sobrepastoreo, las presiones de la visita pública, e incluso los efectos de la contaminación 
y del cambio climático global. 
Pero el fuego no es siempre algo negativo: los estudios ecológicos y la experiencia 
práctica de los silvicultores nos enseñan que este factor ha formado parte de la dinámica 
de los ecosistemas forestales, y que muchos de estos y las plantas y animales que 
contienen pueden resistir los incendios, recuperarse de sus efectos o, incluso, pueden ser 
favorecidos por las condiciones que se presentan después de un incendio. En contraste, 
la supresión de incendios puede ser un factor de alteración en muchos ecosistemas 
forestales, afectando su estructura, composición, dinámica y estado sanitario, modificando 
el régimen histórico de perturbación por fuego al que han estado sujetos y por ende 
alterando el rango de variación natural de sus condiciones, y favoreciendo un aumento del 
peligro de incendios severos y destructivos por la acumulación excesiva de combustibles 
forestales. 
Considerando que el fuego ha sido parte de la dinámica de muchos ecosistemas 
terrestres, su utilización racional es una herramienta de manejo que sirve para fines de 
aprovechamiento sustentable (por ejemplo en la silvicultura y el manejo de agostaderos), 
y en la conservación y restauración de hábitats y especies que dependen de las 
condiciones producidas por los incendios. El uso del fuego es también una herramienta 
ampliamente utilizada en la agricultura, y en este caso puede ser tanto un medio 
adecuado para el cultivo como un factor de degradación. 
Además de los incendios forestales, otros factores han afectado de manera 
importante a los bosques y selvas de la Sierra de Manantlán. El cultivo agrícola es una 
actividad muy antigua en el área, desde la Época Prehispánica, y por lo tanto ha sido un 
factor de transformación del paisaje y de fragmentación de los bosques. Los cambios 
socioeconómicos y culturales han conducido al abandono de prácticas de cultivo que 
podían considerarse sustentables o, al menos, de bajo impacto, y actualmente en 
muchas de las tierras de cultivo de la Sierra de Manantlán se observan problemas de 
erosión y otros impactos derivados del uso excesivo de agroquímicos. El pastoreo de 
ganado en agostaderos cerriles se introdujo desde el siglo XVI, y tanto el sobrepastoreo 
como el desmonte para establecer pastizales inducidos pueden considerarse causas 
materiales de procesos de degradación de las áreas boscosas. La explotación comercial 
de madera se inició en el área desde principios del siglo XX, y si bien se interrumpió 
durante los conflictos armados de la Revolución y la Guerra Cristera, tuvo un fuerte 
repunte entre la década de 1940 y 1986. 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 11 
La producción maderera ha sido un importante factor de transformación de la 
estructura y composición de la vegetación, de las condiciones de hábitat y de la dinámica 
hidrológica de los ecosistemas forestales de la RBSM, particularmente en los bosques de 
pino y encino. La construcción de caminos forestales y brechas de saca, y las prácticas 
de extracción de madera, han tenido impactos considerables en la erosión y 
sedimentación, la alteración del flujo hidrológico y la inestabilidad de laderas que provoca 
deslizamientos de suelo. 
Dados los problemas señalados en los párrafos anteriores, en la RBSM se han 
planteado como prioridades la realización de acciones de protección contra los incendios 
forestales y el manejo del fuego, y la restauración o rehabilitación de áreas degradadas. 
El manejo del fuego consiste en una serie de actividades planificadas con el 
propósito de prevenir y mitigar los efectos negativos de los incendios forestales y utilizar 
adecuadamente el fuego con fines silvícolas, agrícolas, ganaderos o de conservación de 
la naturaleza. El manejo del fuego incluye la prevención y combate de incendios 
forestales, la aplicación de quemas prescritas dirigidas a propósitos determinados como 
por ejemplo controlar la acumulación de combustibles forestales o favorecer la 
regeneración natural de árboles. 
La restauración ecológica es el proceso de recuperación de las áreas degradadas 
para reestablecer sus funciones ecológicas, valores naturales y capacidades productivas. 
Dentro del programa de manejo de la RBSM se establecieron dos políticas de manejo 
orientadas a la restauración, de acuerdo con la zonificación del área protegida. En las 
zonas núcleo y de uso restringido –esto es, las áreas de protección en sentido estricto –la 
política es la restauración de la cobertura vegetal, la diversidad de especies nativas y las 
funciones de regulación ambiental delos bosques y selvas. En las zonas de 
amortiguamiento –donde el manejo se dirige a la puesta en práctica de actividades de 
producción agropecuaria y forestal sustentables, como base para el desarrollo de las 
comunidades locales –se planteó la rehabilitación productiva de las áreas forestales o de 
cultivo degradadas. 
*** 
El Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques tiene el propósito 
de contribuir a la conservación de los ecosistemas forestales y el aprovechamiento 
sustentable de los recursos naturales de la RBSM. Este programa se centra en las áreas 
forestales de la Reserva. Los aspectos de restauración o rehabilitación en las tierras 
dedicadas a la producción agropecuaria, o en los ecosistemas fluviales del área 
protegida, están siendo abordados a través de otros instrumentos de planificación y 
programación. 
En el presente documento se hace un diagnóstico de la situación de la RBSM en 
relación con los incendios forestales y los factores y procesos de degradación de los 
ecosistemas forestales del área; se establecen los objetivos y las líneas de acción 
estratégicas para atender estos problemas; se propone una estrategia de investigación 
científica y de monitoreo de largo plazo dirigida a generar un mejor entendimiento de los 
procesos ecológicos y sociales relacionados al manejo del fuego y la restauración; se 
presentan los componentes a considerar en los programas operativos anuales, 
identificando las instancias responsables de ejecutar las acciones programadas, así como 
las necesidades de financiamiento; y por último se propone una organización basada en 
la concertación de acciones a través de la colaboración interinstitucional y la participación 
local para poner en marcha el programa. 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 12 
Los objetivos del Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques de 
la RBSM son los siguientes: 
• La reducción de la superficie afectada anualmente por los incendios forestales, a 
través de medidas adecuadas de prevención y control. 
• El desarrollo y aplicación de técnicas adecuadas de uso y manejo del fuego, 
basadas en principios ecológicos, silviculturales y agronómicos fundamentados en 
la investigación científica y la experiencia práctica. 
• La restauración ecológica y la rehabilitación productiva de áreas forestales y 
suelos degradados. 
• Fortalecer las capacidades en manejo del fuego y restauración de bosques de las 
comunidades, pobladores, organizaciones sociales y productores de la Sierra de 
Manantlán y de las dependencias gubernamentales de los sectores forestal y 
ambiental que trabajan en el área. 
El Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques de la RBSM tiene 
las siguientes líneas de acción estratégicas: 
• Prevención y control de incendios forestales. 
• Regulación del uso agropecuario del fuego (control de las quemas de pastizales y 
terrenos de cultivo), y en áreas críticas, substitución del uso del fuego por otras 
prácticas agrícolas y de manejo de agostaderos. 
• Aplicación experimental de quemas prescritas para el manejo de combustibles 
forestales y la reducción del riesgo de incendios severos, el tratamiento de sitios 
para la regeneración natural de los bosques y la conservación o restauración de 
hábitat. 
• Restauración de sitios degradados mediante prácticas de conservación de suelos 
y reforestación con especies nativas. 
• Investigación científica aplicada sobre ecología y manejo del fuego y desarrollo de 
sistemas de información, monitoreo y evaluación con el fin de fundamentar la toma 
de decisiones de manejo. 
• Fortalecimiento de las capacidades de las comunidades, pobladores y 
dependencias gubernamentales para el manejo del fuego y la restauración a 
través de la capacitación y el entrenamiento. 
• Educación ambiental e información al público sobre los incendios forestales, el 
manejo del fuego y la restauración. 
• Desarrollo de acuerdos institucionales y mecanismos operativos para la puesta en 
marcha del programa. 
• Generación de financiamiento para la operación del programa y su sostenimiento 
a largo plazo. 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 13 
1. Introducción 
 
El papel de los ecosistemas forestales en la regulación ambiental, la conservación 
de la biodiversidad y en la producción de una gran variedad de bienes y servicios 
esenciales para la sociedad, ha sido ampliamente reconocido. No obstante, los bosques y 
selvas del mundo han sufrido un acelerado proceso de reducción de su superficie. Tan 
solo entre 1990 y 1995 se deforestaron 56 millones de hectáreas (FAOSTAT 1997), y las 
áreas forestales remanentes sufren los efectos de diversos factores y procesos de 
degradación (Myers 1980, Whitmore y Sayer 1992, Hunter 1996, Vitousek et al. 1997, 
Jardel 2001). En México la deforestación anual alcanza cifras que oscilan entre las 
700,000 y el millón de hectáreas anuales (Velásquez et al. 2002). Frente a esta situación 
se han puesto en práctica un conjunto de acciones diversas, entre estas el 
establecimiento de áreas protegidas (McNeely et al. 1990, McNeely 1993), la integración 
de principios, criterios e indicadores de sustentabilidad ecológica, social y económica en 
las operaciones de manejo forestal (Aplet et al. 1993, Kohm y Franklin 1997, Viana et al. 
1996) y la restauración o rehabilitación de áreas degradadas (cairos 1988, Lugo 1988, 
Perrow y Davy 2002). 
En este documento se presentan los objetivos y líneas de acción estratégicas para 
la protección contra los incendios forestales y la restauración de bosques y selvas 
degradados en un área protegida, la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, en el 
Occidente de México. En esta reserva se ha puesto en marcha un programa de manejo 
(INE 2000) en el cual se considera que la conservación de la naturaleza está 
estrechamente ligada a la puesta en práctica de modelos de gestión participativa y 
aprovechamiento sustentable de los recursos naturales como base para el desarrollo 
rural (Jardel 1990, Graf et al. 1995, 2003, Jardel et al. 1996, 2004). 
Los incendios forestales afectan cada año alrededor de 6,000 ha de la RBSM; 
aunque el fuego ha sido parte de la dinámica de los bosques del área, en algunos casos 
pueden representar un factor de deterioro. Por otra parte, la Sierra de Manantlán tiene 
una larga historia de ocupación humana y en algunos sitios los desmontes, el 
sobrepastoreo, la explotación maderera o la construcción de caminos han generado 
procesos de degradación (Jardel 1990, 1998). Tanto el manejo del fuego como la 
restauración han sido señalados como una prioridad para el manejo de la RBSM (INE 
2000). 
El presente documento plantea los aspectos centrales de una propuesta para 
implementar un Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques (PMFYRB). 
Esta propuesta surge de las actividades de prevención de incendios forestales, 
restauración de áreas afectadas por el fuego, desmontes y aprovechamientos forestales, 
y educación ambiental y capacitación que han venido desarrollando conjuntamente la 
Dirección de la RBSM (dependencia de la Comisión Nacional de Áreas Naturales 
Protegidas, CONANP) y el Departamento de Ecología y Recursos Naturales-Instituto 
Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (DERN-IMECBIO) del Centro 
Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara. 
La elaboración del PMFYRB fue encomendada al DERN-IMECBIO por los 
“Consejos Asesores” de la RBSM en los estados de Jalisco y Colima. Estos consejos 
constituyen el órgano de gestión participativa de la RBSM, donde se establecen las líneas 
de acción estratégica y se consultan y evalúan los planes y programas de trabajo de la 
unidad de conservación, con la concurrencia de los representantes de las comunidades 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 14 
agrarias, organizaciones sociales, dependencias gubernamentales e instituciones 
académicas.El propósito del PMFYRB es organizar, concertar y coordinar los esfuerzos que 
vienen realizando los diferentes actores involucrados en la atención al problema de los 
incendios forestales y la restauración de bosques, optimizar la aplicación de recursos 
humanos, materiales y financieros, fortalecer las capacidades locales y contar con un 
marco de referencia para las acciones de manejo. 
El PMFYRB parte de la idea de que el fuego es un factor ecológico, con efectos 
tanto positivos como negativos, que debe ser manejado adecuadamente en las 
actividades silvícolas y agropecuarias, así como en las de conservación de hábitat y 
especies y en la restauración de áreas degradadas, para contribuir a los objetivos de 
conservación ecológica y desarrollo social de la RBSM, establecidos en su programa de 
manejo (INE 2000). 
Los incendios son un fenómeno común en muchos de los ecosistemas terrestres 
del mundo, incluyendo bosques, selvas, matorrales y pastizales. El fuego ha formado 
parte de la dinámica de muchos de estos ecosistemas por millones de años y por lo tanto 
ha sido una de las fuerzas selectivas del ambiente evolutivo de su biota (Agee 1993, 
Whelan 1995), ya sea como un fenómeno natural o como consecuencia de una larga 
historia de uso del fuego por los seres humanos (Pyne 1997). Sin embargo, los 
regímenes naturales o históricos de incendios en los ecosistemas terrestres –esto es, la 
frecuencia con que ocurren los incendios, su extensión, intensidad y la severidad de sus 
efectos –han sido profundamente modificados en las últimas décadas y con esto el rango 
de variación natural de los patrones y procesos de los ecosistemas (Swanson et al. 
1994). Estas transformaciones se deben a la influencia de un complejo conjunto de 
factores que incluyen desde las presiones de conversión de bosques a tierras de cultivo 
agrícola y pastizales, o el cambio climático global, hasta las acciones de combate y 
supresión de incendios o las prácticas silviculturales. 
Los impactos negativos de los incendios forestales han aumentado en todo el 
mundo en las últimas dos décadas. El período crítico de 1997-1998, en el cual se estima 
que a nivel mundial se quemaron 20 millones de hectáreas, llamó la atención 
internacional sobre el problema del fuego en los bosques (SCBD 2001). Muchos de los 
incendios forestales, particularmente en los trópicos, están asociados a procesos de 
deforestación y transformación de los bosques. El fuego es utilizado como una de las 
principales herramientas para abrir tierras al cultivo, y la modificación de la estructura y 
composición de los bosques, así como de las condiciones microclimáticas y de la carga 
de combustibles, debido a los efectos de la fragmentación, la tala y los mismos incendios 
forestales, están generando condiciones que favorecen efectos cada vez más severos de 
los incendios (Cochrane 2003). En contraste, en los bosques templados y boreales de los 
países desarrollados el problema de los incendios forestales está relacionado en buena 
medida con la alteración de los regímenes de incendios debido a los resultados 
inicialmente exitosos de las labores de supresión del fuego, que han provocado cambios 
en la estructura y composición de los bosques y un aumento en la carga de combustibles 
(Pyne 1997, Pyne et al. 1996). 
Tanto el problema del incremento en la superficie afectada y la severidad de los 
incendios a nivel mundial, como los resultados de estudios científicos sobre la ecología 
del fuego y las experiencias prácticas de la gestión de bosques de producción y áreas 
protegidas, han generado una amplia discusión y un replanteamiento de los enfoques y 
estrategias de manejo en relación con los incendios forestales. En el caso de México el 
fuego ha sido considerado, tanto por las agencias gubernamentales de los sectores 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 15 
forestal y ambiental, como por la opinión pública, como una de las amenazas más graves 
que afectan a los bosques y a las áreas protegidas. 
Los incendios forestales son considerados como una amenaza para la 
conservación de los ecosistemas de bosques y selvas y para la producción sostenible de 
productos forestales y servicios ambientales. Al mismo tiempo, hay que considerar el 
papel del fuego como un factor ecológico que históricamente ha formado parte de esos 
ecosistemas. 
Partiendo de la experiencia nacional e internacional de la lucha contra los 
incendios forestales como factor de deterioro ecológico en bosques y selvas, del 
conocimiento científico sobre la ecología del fuego, y de las prácticas de uso del fuego en 
la silvicultura y la agricultura, se plantea la necesidad de desarrollar programas de 
manejo del fuego como parte de los instrumentos de gestión de las áreas forestales en 
general y de las áreas protegidas en particular. 
La supresión total de los incendios forestales, que ha sido durante mucho tiempo 
un objetivo de las acciones de protección forestal alrededor del mundo, no solo es 
imposible de alcanzar, sino que la eliminación del fuego en muchos ecosistemas 
forestales ha tenido efectos contraproducentes de alteración del hábitat y de acumulación 
de combustibles con consecuencias como una mayor incidencia de incendios 
catastróficos (Pyne et al., 1996). El enfoque actual respecto al problema de los incendios 
forestales es el del manejo del fuego a través de su uso con diversos fines como el 
control de los combustibles forestales y la reducción del peligro de incendios severos, la 
conservación o restauración de hábitats dependientes del fuego y la biodiversidad 
asociada a estos, o como herramienta en las prácticas de manejo de bosques, 
agostaderos y áreas de cultivo. 
Además de los incendios forestales, otros factores como el cultivo agrícola, el 
pastoreo de ganado y la explotación maderera han afectado de manera importante a los 
bosques y selvas de la Sierra de Manantlán (Jardel 1990, 1991, 1998). 
El cultivo agrícola es una actividad muy antigua en el área, desde la Época 
Prehispánica, y por lo tanto ha sido un factor de transformación del paisaje y de 
fragmentación de los bosques. Al igual que sucede con los incendios, el cultivo no es 
necesariamente un factor de degradación, y además de esto constituye una actividad 
indispensable como base del sustento de las poblaciones humanas. Un componente muy 
importante de la biodiversidad de la Sierra de Manantlán está asociado a las áreas de 
cultivo. De hecho, la reserva de la biosfera tiene su origen en el descubrimiento de un 
pariente silvestre del maíz cultivado, la milpilla o teocintle Zea diploperennis, que crece 
asociado a claros en el bosque o áreas de cultivo, y junto con el se encuentra una gran 
diversidad de plantas arvenses (Benz et al. 1990, Jiménez y Lorente 2004). La 
conservación de la milpilla –y de la flora y fauna asociadas a esta –depende de factores 
de perturbación que abren claros y crean condiciones de hábitat favorables (Benz et al. 
1990, Sánchez et al. 1991, 2000). Además, la conservación de recursos genéticos de 
plantas cultivadas, principalmente maíz, es una prioridad dentro de la RBSM (Jardel 
1990, 1994, Louette 1994). Como en otras partes de México, en la Sierra de Manantlán 
se han desarrollado sistemas de cultivo agrícola sustentables (Wilken 1987, Benz y 
Jardel 1996); sin embargo los sistemas tradicionales de producción campesina han 
sufrido cambios drásticos debidos a la transformación de las condiciones 
socioeconómicas y el entorno cultural, y en muchos casos se han abandonado las 
prácticas que podían considerarse sustentables o, al menos, de bajo impacto, y 
actualmente en muchas de las tierras de cultivo de la Sierra de Manantlán se observan 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 16 
problemas de erosión y otros impactos derivados del uso excesivo de agroquímicos 
(Jardel 1990, INE 2000). 
En cuanto al pastoreo de ganado en agostaderos cerriles, este se introdujo en la 
Sierra de Manantlándesde el siglo XVI, y tanto el sobrepastoreo como el desmonte para 
establecer pastizales inducidos pueden considerarse causas materiales de procesos de 
degradación de las áreas boscosas (INE 2000). 
La explotación comercial de madera se inició en el área desde principios del siglo 
XX, y si bien se interrumpió durante los conflictos armados de la Revolución y la Guerra 
Cristera, tuvo un fuerte repunte entre la década de 1940 y 1986. La producción maderera 
ha sido un importante factor de transformación de la estructura y composición de la 
vegetación, de las condiciones de hábitat, en la dinámica hidrológica de los ecosistemas 
forestales de la RBSM, y en la merma de las existencias y el valor económico de la 
madera, particularmente en los bosques de pino y encino (Jardel 1991, 1998, Jardel et al. 
2004b). La construcción de caminos forestales y brechas de saca, y las prácticas de 
extracción de madera, han tenido impactos considerables en la erosión y sedimentación, 
la alteración del flujo hidrológico y la inestabilidad de laderas que provoca deslizamientos 
de suelo. 
Dados los problemas señalados en los párrafos anteriores, en la RBSM se han 
planteado como prioridades la realización de acciones de protección contra los incendios 
forestales y el manejo del fuego, y la restauración o rehabilitación de áreas degradadas. 
La restauración es considerada como un proceso de manejo de los ecosistemas 
con el fin de recuperar sus componentes, patrones y procesos, los cuales han sido 
alterados por las acciones humanas, mitigar los impactos ambientales de estas y 
restablecer las funciones de regulación ambiental de los ecosistemas y sus capacidades 
de producción de recursos naturales, para mantener a largo plazo un flujo continuo de 
bienes y servicios hacia la sociedad. La restauración implica no solo actividades de 
reforestación, sino también la recuperación y conservación de suelos y la reintroducción 
de especies nativas en las áreas degradadas. Las acciones de restauración basadas en 
la reforestación deben de tomar en cuenta no solo la selección de especies y variedades 
nativas, sino que también deben poner especial atención en el control de procedencia de 
las plantas utilizadas y en la conservación de la diversidad genética. 
La investigación científica y el monitoreo u observación continua, son elementos 
centrales para el manejo del fuego y la restauración de bosques, considerando que es 
necesario un enfoque experimental del manejo de ecosistemas dinámicos y complejos, 
acerca de los cuales existe un conocimiento limitado. En consecuencia, el PMFYRB de la 
RBSM adopta un enfoque de manejo adaptativo, de “aprender haciendo”, en el cual las 
acciones de manejo son llevadas a cabo como experimentos que permiten mejorar 
nuestro conocimiento y desarrollar prácticas adecuadas de gestión (Walters y Holling, 
1990). 
Tanto el manejo del fuego como la restauración ecológica se realizan en contextos 
socio-ambientales particulares, esto es, en un marco de condiciones físico-geográficas, 
biológicas y ecológicas que caracterizan a los ecosistemas forestales y su entorno, así 
como en un marco de condiciones económicas, sociales, culturales e institucionales que 
determinan la interacción entre las sociedades humanas y la naturaleza (Jardel 2000). 
Actualmente en la RBSM se llevan a cabo diversos programas, proyectos y 
actividades relacionados con los incendios forestales y la restauración de áreas 
afectadas, con la participación de las comunidades agrarias, organizaciones sociales, 
dependencias gubernamentales e instituciones académicas, y con el apoyo técnico y 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 17 
financiero tanto de los gobiernos estatales y federal, como de fundaciones y agencias de 
cooperación para el desarrollo. El análisis de los resultados de las actividades realizadas 
en el pasado o que están actualmente en marcha, indica la conveniencia de integrar en 
un solo programa todas estas actividades para optimizar los recursos con los que 
cuentan –recursos que son muchas veces escasos o limitados -y con esto obtener 
mejores resultados. 
El Programa de Manejo de la RBSM (INE 2000) constituye el marco conceptual y 
normativo de referencia para las actividades en marcha dentro del área protegida; pero 
como lo señala el mismo documento, es necesario desarrollar con mayor detalle los 
programas específicos que se derivan de sus líneas de acción estratégicas (en este caso, 
la prevención y control de incendios y la restauración de áreas afectadas). El PMFYRB 
es parte de un proceso de construcción de un proyecto de conservación y desarrollo. El 
presente documento establece líneas de acción estratégicas y un conjunto de acciones a 
realizar para atender las prioridades de manejo del fuego y restauración, establecidas en 
el Programa de Manejo de la RBSM. Se considera que la vigencia de este programa 
debe ser de cinco años, y que al cumplirse esta etapa podrá contarse con mayor 
información, conocimientos y experiencias que permitan, al cumplirse dicho plazo, 
elaborar un programa más detallado y mejor fundamentado. El PMFYRB se vincula 
también con otros instrumentos de planificación del manejo del territorio y los recursos 
naturales de la RBSM; como se señala más adelante, en los planes comunitarios de 
ordenamiento territorial y manejo de recursos naturales y en los programas de 
aprovechamiento forestal deberán incluirse metas y acciones específicas de manejo del 
fuego y restauración para cada uno de los predios que constituyen las subunidades de 
manejo del conjunto de la unidad de conservación, esto es, de la RBSM. 
Este PMFYRB está estructurado de la siguiente manera: en primer lugar se 
presenta un marco teórico-conceptual que se considera importante no solo como 
antecedente de las acciones planteadas en el programa, sino sobre todo como una 
referencia para orientar la toma de decisiones de manejo; en segundo término se 
presenta el diagnóstico de la incidencia de incendios forestales y sus efectos ecológicos, 
así como de los problemas de degradación de los bosques y selvas del área, basado en 
el estado actual de conocimiento de la situación en la RBSM. Estas secciones son 
seguidas por el planteamiento de los objetivos y las líneas de acción estratégicas del 
programa, una propuesta de organización para la ejecución del programa, y un esquema 
de programa operativo anual, señalando los actores responsables de la ejecución de las 
acciones e identificando las necesidades de financiamiento. Se establece también una 
propuesta de investigación y monitoreo que sirva como base para la generación de 
conocimiento útil para retroalimentar las acciones de manejo. 
 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 18 
2. Marco Teórico 
 
2.1. El papel ecológico del fuego 
Un incendio forestal consiste en la propagación del fuego sobre terrenos 
forestales de manera libre y sin control. Pueden ser causados por factores naturales, 
como rayos o tormentas eléctricas, o por actividades humanas accidentales o 
deliberadas. 
Los incendios son uno de los factores de perturbación más comunes y que 
afectan mayores extensiones de los ecosistemas terrestres alrededor del mundo (White 
1979; Chandler et al. 1983; Agee 1993; Whelan 1995: Rodríguez-Trejo 1996). Las 
tendencias observadas de incremento en el número de incendios, superficie afectada y 
severidad de los efectos del fuego, han puesto a este tema en primera línea dentro de la 
agenda de la conservación, especialmente a partir de los años críticos de 1997 y 1998 
(Rowell y Moore 1999) y en el contexto del cambio climático global (Veblen et al. 2003). 
El manejo del fuego constituye, sin lugar a dudas, un tema importante y controversial en 
la conservación biológica y el manejo tanto de las áreas naturales protegidas como de los 
bosques de producción (Pyne 1996; Rowell y Moore 1999; Bradstock et al. 2002). 
En el caso de México el fuego es un fenómenofrecuente en las áreas naturales 
protegidas, tales como parques nacionales y reservas de la biosfera, especialmente en 
aquellas que se encuentran en las zonas de montaña. Hay una tendencia a considerar a 
los incendios forestales como una de las mayores amenazas sobre los bosques y a 
asociarlos con la deforestación (Santiago et al. 1999; SEMARNAP 2000; CESPEDES 
2002), ya que el fuego es utilizado como una herramienta para el desmonte y la 
conversión de bosques y selvas a terrenos de cultivo agrícola o pastizales para la 
ganadería. Sin embargo en México se considera que los incendios forestales 
propiamente dichos –esto es, no considerando las quemas asociadas a desmontes –solo 
contribuyen al 2% de la deforestación (CONAFOR 2004). La cubierta boscosa se 
mantiene en muchas áreas, especialmente en los bosques de coníferas, a pesar de que 
estos sufren incendios frecuentes (Jardel 1991, Rodríguez 1996, Fulé y Covington 1999, 
Heyerdahl y Alvarado 2003), aunque también hay indicios de que ecosistemas donde el 
fuego es un factor raro o poco frecuente, como los bosques mesófilos de montaña y las 
selvas tropicales húmedas, presentan en los últimos años mayor incidencia de incendios 
forestales (Asbjornsen y Gallardo 2004, Román et al. 2004). La evaluación de los efectos 
ecológicos y ambientales del fuego en los bosques y selvas, está limitada por la falta de 
estadísticas confiables, sistemas de monitoreo adecuados y estudios ecológicos de largo 
plazo, por lo cual muchas de las consideraciones sobre los impactos negativos de los 
incendios forestales y su papel en la degradación de la cubierta forestal se basan en 
observaciones generales y conjeturas. Esto hace necesario un análisis más profundo del 
problema. 
Partiendo de la percepción generalizada del papel negativo del fuego en las áreas 
forestales, que prevalece tanto entre la opinión pública como entre los responsables de la 
gestión de los bosques y las áreas protegidas, la prevención, combate y supresión 
constituyen el enfoque dominante en relación con los incendios forestales, tanto en 
México como en otros países del mundo (Pyne 1996). A pesar de los intentos de suprimir 
los incendios forestales, se observan a escala mundial tendencias de aumento no solo en 
la superficie quemada, sino también en la severidad de los efectos del fuego (Rowell y 
Moore 1999). En México, de acuerdo con las cifras oficiales, el área quemada entre 1970 
y 2005 fue en promedio de 222,139 ± 25,671 ha·año-1, y el número promedio de 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 19 
incendios por año fue de 6,701 ± 439, con años críticos como 1988 y 1998 en los que se 
quemaron 518,265 y 849,632 ha de bosques, respectivamente (SEMARNAT 2002, 
CONAFOR 2004). 
Sí bien el fuego puede ser una causa de deterioro de los bosques (Fig. 1), la 
investigación ecológica alrededor del mundo ha demostrado que este factor, originado ya 
sea por causas naturales como tormentas eléctricas, o humanas como las quemas 
agrícolas y otros usos históricos del fuego, es y ha sido un proceso ecológico que ha 
estado presente en la dinámica de los ecosistemas forestales y en el ambiente evolutivo 
de su biota por millones de años (Komarek 1973; Agge 1993; Whelan 1995). Incluso en 
muchos ecosistemas forestales la supresión del fuego puede considerarse como una 
forma de alteración que genera cambios en la composición de especies, la estructura y 
funcionamiento de los bosques, favoreciendo la acumulación de combustibles y el 
aumento en la severidad de los efectos del fuego, así como el deterioro de las 
condiciones sanitarias de la vegetación (Pyne et al. 1996). En estos casos los intentos de 
eliminar los incendios forestales en ciertos tipos de bosques, matorrales y praderas, 
pueden considerarse como una alteración de procesos ecológicos y condiciones 
históricas (Agee 1993; Fulé y Covington 1996). 
El recuadro en esta página muestra algunos ejemplos resumidos de los efectos de 
los incendios forestales. 
Puede decirse que tanto la falta como el exceso de fuego en los ecosistemas 
forestales pueden ser causas de alteración de patrones y procesos ecológicos. En 
cualquier caso, la investigación sobre la ecología de los incendios forestales y la 
experimentación con prácticas de manejo del fuego es necesaria para entender el papel y 
los efectos del fuego en los bosques y selvas, y desarrollar técnicas apropiadas para 
manejar el fuego en el aprovechamiento sustentable y la conservación y restauración de 
dichos ecosistemas. 
Existen aún pocos estudios que hayan evaluado los efectos del fuego sobre la 
estructura, composición y dinámica de ecosistemas forestales de México (González-
Cabán y Sandberg 1989), pero los estudios disponibles muestran la importancia y la 
necesidad de un entendimiento más profundo de la ecología del fuego como fundamento 
para la definición de enfoques y acciones de manejo (Rodríguez-Trejo 1996). 
Los estudios realizados en bosques dominados por el género Pinus (que 
representan el 28% de la superficie de bosques y selvas del país, SFF 1994), indican que 
los incendios forestales son comunes en este tipo de bosques, los cuales se mantienen 
bajo un régimen de incendios frecuentes, están compuestos por especies adaptadas o 
resistentes al fuego, y se regeneran bien en áreas quemadas (Anaya 1989; Jardel 1991; 
Saldaña y Jardel 1991; Fulé y Covington 1996, 1999; Rodríguez-Trejo 1996; Heyerdahl y 
Alvarado 2003; Rodríguez-Trejo y Fulé 2003; Jardel et al. 2004a, 2004b; Rodríguez-Trejo 
et al. 2004). Los incendios forestales juegan un papel central en la dinámica sucesional y 
la regeneración de los bosques de pino (Fig. 2), y alrededor del mundo la dominancia de 
los pinos está positivamente correlacionada con el fuego (Agee 1998); las especies de 
Pinus presentan estrategias ecológicas y características de sus ciclos de vida que les 
permiten sobrevivir y dominar en ambientes donde el fuego es un factor ecológico 
frecuente (Keeley y Zedler 1998). 
En el caso del género Quercus, otro de los elementos más característicos de los 
bosques mexicanos (Rzedowski 1978), muchas especies son resistentes al fuego y 
prosperan en ambientes sujetos a la influencia de incendios forestales (Van Lear y Watt 
1993; Johnson et al. 2002). 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 20 
El fuego ha formado también parte de la dinámica de los bosques tropicales 
subcaducifolios, como los de la península de Yucatán, asociados con otras perturbaciones 
naturales como los ciclones y antropogénicas como la agricultura de tumba-roza-quema 
(López-Portillo et al. 1990). En contraste, tipos de vegetación característicos de zonas 
húmedas, donde el fuego ha sido un factor poco frecuente en condiciones naturales, 
como es el caso del bosque mesófilo de montaña, pueden ser severamente afectados por 
el fuego (Asbjornsen y Gallardo 2004). 
Es indudable que el entendimiento del papel ecológico del fuego en los bosques 
mexicanos es un tema que requiere de más investigación, pero el conocimiento actual 
sobre la ecología de los incendios forestales en distintos ecosistemas del mundo, junto 
con la experiencia práctica del manejo forestal y la conservación de áreas silvestres, 
indican que es indispensable transitar de los enfoques convencionalmente centrados en 
la prevención, control y supresión de incendios forestales y la reforestación de áreas 
quemadas, a estrategias integrales de manejo del fuego y restauración ecológica. Por 
otra parte, el hecho de que una proporción importante de los incendios forestales sean 
antropogénicos, implica también que el fuego debe ser considerado, estudiado y 
entendido como un fenómeno social y cultural, y que esto es fundamental para cualquier 
estrategia de manejo o conservación. 
Un aspecto fundamental en el entendimiento del papel y los efectos ecológicos y 
ambientales de los incendios forestales, es el entendimiento de los regímenes de fuego. 
Los ecosistemas naturales son dinámicos(Botkin 1990) y están sujetos a los efectos de 
perturbaciones, que son parte de su dinámica, tales como ciclones, borrascas, 
deslizamientos de suelo, apertura de claros por la mortalidad de árboles, y los mismos 
incendios (Pickett y White 1985). La variación de las condiciones espaciales y 
temporales que producen las perturbaciones, es importante en el mantenimiento de la 
diversidad de ecosistemas, especies y poblaciones (Huston 1979). 
Las perturbaciones son el motor de procesos de renovación y sucesión en los 
ecosistemas. Las condiciones que observamos en la estructura, composición de especies 
y el funcionamiento de un ecosistema, son el resultado de un régimen histórico de 
perturbaciones que varían dentro de un cierto rango (Swanson et al. 1994). Un régimen 
de perturbación se puede caracterizar de manera resumida por su frecuencia (el tiempo 
promedio entre perturbaciones sucesivas), su extensión (el área afectada) y la severidad 
de sus efectos, entre otros atributos (White y Pickett 1985). 
En el caso de los incendios forestales, la frecuencia y la severidad han sido 
utilizadas para caracterizar los regímenes de fuego y su relación con diferentes tipos de 
vegetación (Heinselman 1981, Agee 1993). El régimen de fuego de un área boscosa 
puede ser caracterizado, por ejemplo, por el rango de variación en el intervalo entre 
incendios (frecuencia), la superficie quemada y la severidad de los efectos (por ejemplo, 
en la mortalidad de plantas), como se muestra en la figura 4. 
La variación natural en el régimen histórico de incendios de un bosque puede ser 
alterada por las actividades humanas (Swanson et al. 1994), modificando uno o varios de 
los atributos de frecuencia, extensión y severidad, ya sea aumentando las igniciones (por 
ejemplo por las quemas agrícolas) o por la supresión del fuego con medidas de 
prevención y combate. Estas últimas, aunque se consideran positivas, pueden tener 
efectos no deseados: la supresión del fuego por períodos prolongados conduce a la 
acumulación de hojarasca, residuos leñosos y plantas del sotobosque, y estos 
combustibles acumulados pueden favorecer incendios de mayor intensidad con efectos 
más severos (por ejemplo incendios de copa) y que queman mayores extensiones (Fig. 
4). 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 21 
La definición de criterios y metas de manejo del fuego implica entender la 
variación histórica de los regímenes de incendios, como estos han sido modificados por 
la intervención humana, y cuales son las implicaciones en cuanto a sus efectos sobre los 
ecosistemas. Es indispensable identificar que tipos de ecosistemas forestales son 
susceptibles al fuego, cuales son resistentes o tienen capacidad de recuperarse de los 
efectos de este factor, e incluso cuales son dependientes del fuego. Por ejemplo, los 
bosques de pino generalmente son resistentes a los incendios, se regeneran 
rápidamente y contienen especies que son favorecidas por las condiciones que crea el 
fuego, mientras que los bosques mesófilos de montaña o las selvas tropicales húmedas 
son susceptibles al fuego y pueden alterarse severamente aún con incendios de poca 
intensidad (Jardel 1991, Agee 1993, 1998, Fulé y Covington 1996, Cochrane 2003, 
Absjornsen y Gallardo 2004, Rodriguez-Trejo et al. 2004, Jardel et al. 2004). 
Otro de los aspectos clave en relación con los incendios forestales, es el 
entendimiento del papel que juegan los factores ambientales que determinan el 
comportamiento del fuego. 
El fuego es un proceso fisicoquímico que se manifiesta con la emisión de luz y 
calor de la materia encendida o en proceso de combustión. La energía calorífica y 
radiante emitida es el resultado de la transformación de la energía contenida en los 
enlaces químicos de la materia orgánica. Para que se produzca el fuego se requiere de 
tres factores: el material combustible, el oxígeno que alimenta las reacciones químicas 
durante la combustión y una fuente de calor que provoca la ignición. El papel de estos 
tres factores se ilustra como el “triángulo del fuego” (Fig. 5). La extinción del fuego 
consiste en la remoción de uno de los tres lados del triángulo, ya sea sofocando el fuego 
al quitar el oxígeno con extinguidores, tierra o abatefuegos, enfriándolo con agua o 
removiendo y modificando la distribución o las características del combustible. Esto último 
constituye la medida más utilizada en el combate de incendios forestales, dadas las 
limitaciones que existen en los terrenos forestales para utilizar agua en grandes 
cantidades o extinguidores. El combustible es removido o modificado a través de quemas 
controladas y contrafuegos, construcción de brechas cortafuego o guardarrayas, y el 
manejo de la vegetación a través de cortas y podas (Chandler et al. 1983). 
Así mismo se habla de un triángulo del ambiente del fuego, que sirve para ilustrar 
los tres grupos de factores que determinan el comportamiento del fuego en los incendios 
forestales (Fig. 6): el combustible (el material orgánico que se quema formado por las 
plantas vivas, los residuos leñosos, la hojarasca, el humus, etc.), el tiempo atmosférico 
(humedad y temperatura), y la topografía (el relieve y su forma e inclinación). 
La evaluación de las camas de combustibles, las condiciones del clima y su 
variación diurna y estacional, y las condiciones topográficas, nos permite evaluar la 
probabilidad de que ocurra un incendio de cierta magnitud e intensidad, y predecir su 
posible comportamiento y la severidad de sus efectos. 
El peligro de incendio, en términos técnicos estrictos, está determinado por el 
complejo de combustibles, definido por el volumen o carga (peso por unidad de área), 
tipo, condición, arreglo espacial y localización, que determina el grado en que se puede 
encender y la resistencia al control. El peligro de incendios expresa la conducta potencial 
de fuego para un tipo de cama de combustible, independientemente de la influencia del 
estado del tiempo en su contenido de humedad (Hardy 2005). 
El riesgo de incendios (la probabilidad de que un incendio se inicie) está 
determinada a su vez por las fuentes de ignición, que pueden ser naturales, como los 
rayos, o de origen humano, como una quema agrícola o una fogata en un campamento. 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 22 
Así, las áreas más expuestas a la caída de rayos (las cimas y parteaguas de las 
montañas) o los bosques más próximos a las áreas agrícolas y los centros de población, 
presentan un mayor riesgo de incendios. 
La evaluación del peligro y del riesgo de incendios es un aspecto importante para 
la toma de decisiones en el manejo del fuego. 
La prevención de los incendios forestales consiste en reducir la probabilidad de 
igniciones causadas por las actividades humanas, así como disminuir el peligro de 
incendios severos. Tanto en la prevención como en el combate de incendios forestales, 
no es posible modificar el relieve ni las condiciones del tiempo atmosférico, de modo que 
nuevamente hay que considerar que el combustible es el único factor que podemos 
modificar hasta cierto punto. Por lo tanto, la caracterización y cuantificación de los 
combustibles forestales es una tarea necesaria y un aspecto básico en el manejo del 
fuego. La figura 7 muestra los componentes del complejo de combustibles en un bosque. 
Figura 7. Distribución vertical y horizontal de los componentes que caracterizan una cama de 
combustibles forestales: 1, dosel (copas y ramas de árboles altos, árboles muertos en pie); 2, 
subdosel (copas y ramas de árboles bajos); 3, sotobosque (arbustos, hierbas, renuevo, musgos y 
plantas rastreras; 4, hojarasca, restos leñosos de tocones, ramas y troncos caídos, y 5, la materia 
orgánica del suelo (capa de fermentación y el humus) y las raíces. La estructura del dosel y la 
continuidad vertical del combustible determinan el potencial de incendios de copa, mientras que la 
propagación de incendios superficiales está influidapor la estructura y composición de los 
combustibles del sotobosque y la hojarasca o mantillo. La combustión sofocada o incandescencia 
y la propagación de incendios subterráneos está controlada por las condiciones del mantillo y la 
materia orgánica del suelo. 
 
 La caracterización de los combustibles en los ecosistemas forestales es un 
aspecto de fundamental importancia para la estimación de la inflamabilidad y el peligro de 
incendios forestales, el entendimiento del comportamiento del fuego, la evaluación de sus 
efectos ecológicos, y la toma de decisiones fundamentadas sobre prácticas de manejo del 
fuego, que incluyen desde la supresión de incendios hasta la aplicación de quemas 
prescritas (Chandler et al. 1983, Pyne et al. 1996, Sandberg et al. 2001, Harrington 2005). 
Los datos generados en las evaluaciones cuantitativas de combustibles forestales, tienen 
también aplicaciones en el estudio de la dinámica del carbono en los ecosistemas 
(inventarios y estimaciones de captura y emisiones de carbono) y en la caracterización de 
hábitats forestales donde la distribución de la biomasa de plantas, los residuos leñosos y 
el mantillo son componentes esenciales para mantener la diversidad de especies (Harmon 
et al. 1986). 
En este breve sumario se ha tratado de presentar algunos principios teóricos y 
conceptuales básicos acerca de la ecología del fuego, cuyo entendimiento es 
fundamental para atender el problema de los incendios forestales, y que nos sirven como 
marco de referencia para este programa. 
En resumen, el fuego es un fenómeno complejo y todavía insuficientemente entendido en 
cuanto a sus efectos ecológicos. En el marco de una reserva de la biosfera, una de cuyas 
funciones es contribuir al desarrollo del conocimiento científico y al monitoreo ambiental 
(Batisse 1986, Jardel 1990, INE 2000), la investigación y la experimentación sobre la 
ecología y el manejo del fuego constituye una importante línea de trabajo. Dado que el 
fuego es provocado en la mayoría de los casos por las actividades humanas, podemos 
decir que también se trata de un fenómeno social, lo cual añade otros elementos de 
complejidad. El manejo del fuego es, por lo tanto, una actividad que se realiza siempre 
considerando el contexto socioambiental particular. 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 23 
 
 
2.2. Manejo del fuego 
Tomando en cuenta lo expuesto en las secciones anteriores, podemos decir que 
la persistencia de una alta incidencia de incendios forestales y las tendencias mundiales y 
nacionales al aumento de la superficie afectada y la severidad de los efectos del fuego, 
muestran que el enfoque predominante de supresión debe ser reconsiderado. Es 
importante transitar de dicho enfoque, centrado en un vago e inalcanzable objetivo de 
eliminación de los incendios, hacia estrategias de manejo del fuego, basadas en 
principios ecológicos y sociales, e integradas dentro de estrategias más generales de 
manejo forestal, integrando objetivos de producción sustentable, conservación y 
restauración ecológicas. Dada la heterogeneidad ambiental, la alta diversidad de 
especies y ecosistemas y la complejidad social del territorio mexicano (Challenger 1998), 
y en especial de las zonas de montaña (Jardel 1990, Jardel et al. 2004d), es 
indispensable desarrollar estrategias de manejo del fuego que consideren estos factores 
y que respondan a las necesidades e intereses de múltiples actores involucrados en la 
gestión de las zonas forestales y sus recursos. 
El manejo del fuego consiste en una serie de actividades planificadas con el 
propósito de prevenir, evitar, mitigar o remediar los efectos negativos de los incendios 
forestales, y utilizar el fuego adecuadamente para propósitos tales como el control de la 
acumulación de combustibles forestales, la preparación de sitios para la regeneración 
natural o reforestación como parte de la silvicultura, el manejo de agostaderos, y la 
conservación o restauración del hábitat de la flora y fauna silvestres (Chandler et al. 
1983, Pyne et al. 1996, Martínez 2001, Jardel et al. 2005). 
El manejo del fuego forma parte de las técnicas de gestión del territorio y los 
recursos naturales, y debe de ser planificado y evaluado en el marco de los programas de 
manejo de áreas protegidas y bosques de producción. Esta actividad debe basarse en los 
principios científicos de la ecología y la silvicultura, y en la experiencia práctica. 
A través de la historia el fuego ha sido ampliamente utilizado como una 
herramienta de manejo. En la agricultura, constituye un método de bajo costo para la 
limpia de terrenos de cultivo, el control de malezas y plagas, y la preparación del terreno 
(Fig. 8). La liberación de algunos nutrientes como resultado de la quema, puede mejorar 
la fertilidad del suelo, aunque este efecto puede perderse rápidamente al quedar el suelo 
expuesto a la erosión y ciertos nutrientes, como el nitrógeno, se volatilizan durante la 
combustión. Las quemas frecuentes pueden sin embargo tener efectos negativos y 
degradar los terrenos agrícolas. Por otra parte, el uso adecuado del fuego puede ser una 
mejor alternativa en la agricultura que el uso indiscriminado de agroquímicos 
(fertilizantes, herbicidas, insecticidas, etc.) que afectan severamente a la salud humana y 
a la fauna silvestre, y que alteran procesos de los ecosistemas. En otros casos, la 
alternativa más recomendable es la substitución del uso del fuego por otras prácticas 
agrícolas como el uso de abonos verdes y compostas para la fertilización, el uso de 
cultivos de cobertura para controlar las malezas, y prácticas de conservación de suelos. 
Esto es recomendable en sitios donde existe un alto riesgo de propagación del fuego 
desde los campos de cultivo a las áreas boscosas adyacentes, o donde el uso excesivo 
del fuego está provocando problemas de degradación de los suelos agrícolas. 
El fuego ha sido utilizado también en el manejo de agostaderos para inducir el 
rebrote de las plantas comestibles para el ganado y controlar la invasión de malezas. Los 
ecosistemas de pastizal dependen de un régimen de incendios y por lo tanto el fuego es 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 24 
necesario para conservarlos, pero en el caso de pastizales cultivados o inducidos, el uso 
indiscriminado del fuego puede generar los mismos problemas ya señalados para la 
agricultura. El pastoreo controlado de ganado puede ser también utilizado en las áreas 
forestales como un medio para controlar la acumulación de combustibles o para 
mantener limpias las brechas cortafuego y guardarrayas. 
En la silvicultura el fuego se utiliza como parte de los tratamientos de sitio para 
preparar el terreno para la reforestación (Fig. 9), favorecer el establecimiento de renuevo 
por regeneración natural, controlar la acumulación de combustibles y eliminar los 
residuos de corta (Smith et al. 1997) El fuego puede ser utilizado mediante quemas 
controladas y quemas prescritas. Una quema controlada es la que se hace manteniendo 
el fuego confinado en una superficie determinada, para limpiar un campo de cultivo o 
quemar los residuos de corta en un área, o cuando se aplica un contrafuego para detener 
el avance de un incendio. Una quema prescrita es un tipo de quema controlada, pero en 
este caso la diferencia es que la quema se aplica como una receta para un fin 
determinado, como puede ser reducir la carga de combustibles en una cierta proporción, 
eliminar árboles suprimidos, abrir claros de cierto tamaño para la regeneración, o 
controlar la emisión de humo. En estos casos es indispensable considerar los factores de 
estado del tiempo, topografía y carga de combustibles que determinan el comportamiento 
del fuego, para producir los resultados deseados. La aplicación de quemas prescritas 
requiere del entendimiento del comportamiento del fuego y sus efectos ecológicos. 
En la conservación, el fuego también es utilizado para mantener o restaurar 
ciertostipos de hábitat y favorecer a especies dependientes del fuego (MacKinnon et al. 
1986, Payne et al. 1996). 
El fuego puede ser un elemento destructivo, que daña a los montes cuando se 
propaga de manera incontrolada, o bien puede ser una herramienta útil para la 
conservación de la naturaleza, la agricultura o la silvicultura, cuando se utiliza y maneja 
adecuadamente, sobre la base de principios ecológicos. 
El manejo del fuego en un área de conservación como la RBSM, incluye los 
siguientes componentes: 
 La puesta en práctica de medidas de prevención de incendios forestales. 
Esto incluye las medidas de prevención física como construcción de 
guardarrayas y brechas cortafuego, el control de la acumulación y 
distribución de los combustibles, y acciones de vigilancia, aplicación de la 
ley, control de las quemas agropecuarias, y la divulgación pública de 
medidas preventivas. 
 El combate y control de los incendios forestales. 
 La aplicación de quemas prescritas con propósitos específicos de manejo 
en la silvicultura, la conservación o restauración de hábitat o el manejo de 
agostaderos. 
 La capacitación y entrenamiento de personal. 
 La comunicación y la educación dirigidas al entendimiento de los principios 
y prácticas de manejo del fuego. 
 La planificación, organización, seguimiento y evaluación de todas las 
actividades señaladas. 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 25 
Al igual se usan los conceptos del triángulo del fuego y del triángulo del 
comportamiento del fuego, también podemos hablar de un “triángulo del manejo del 
fuego”, en el cual se integran tres componentes: en la base, los ecosistemas cuyo manejo 
debe basarse en el entendimiento de sus patrones, procesos y funciones, y en los lados 
las instituciones y la economía (Fig. 10). Las instituciones, desde el punto de vista 
sociológico, constituyen formas de organización y reglas del juego socialmente 
establecidas y aceptadas, e incluyen cuestiones tales como las leyes y normas, los 
regímenes de propiedad y las organizaciones humanas. La economía tiene que ver con 
las condiciones de la vida material y los medios también materiales y financieros para 
llevar a cabo las acciones de manejo. 
 
2.3. Restauración ecológica 
Las actividades humanas han transformado significativamente a los ecosistemas 
de la tierra (Vitousek et al. 1997). En el caso de los bosques, la FAO (1997) reportaba 
que entre 1990 y 1995 la pérdida neta de superficie forestal fue de 56 millones de 
hectáreas. En el caso de México se estima que la tasa de deforestación entre 1993 y 
2000 ha sido de 1.02% anual para los bosques y de -2.06% para las selvas (Velásquez et 
al. 2002); esto representa una pérdida neta de 920,000 ha anuales. 
Además de la reducción de la superficie forestal, los bosques remanentes son 
afectados por procesos de degradación y fragmentación. La fragmentación es una 
consecuencia de la deforestación y consiste en la formación de parches de bosque que 
quedan aislados y rodeados de una matriz de paisajes transformados a otros tipos de 
cobertura, perdiendo conectividad. La combinación de la reducción de la superficie de los 
fragmentos de bosque, la pérdida de conectividad entre estos y el efecto de borde 
(cambios en las condiciones ambientales de las orillas de los fragmentos), implica una 
reducción del hábitat efectivo para las especies adaptadas a las condiciones del interior 
de los bosques, con consecuencias negativas para su conservación (Hunter 1996). 
La degradación de los bosques remanentes consiste en la pérdida de ciertos 
atributos del bosque original, y se manifiesta, por ejemplo, como una disminución en la 
riqueza de especies, la reducción de la biomasa de plantas o de la calidad y cantidad de 
existencias de recursos como la madera, el aumento de la erosión (Fig. 11), la 
disminución de la capacidad para retener agua, el incremento en la mortalidad de árboles 
y su susceptibilidad al efecto de vientos fuertes, plagas y enfermedades, etc. En suma, la 
degradación es una alteración del funcionamiento de ecosistemas –del cual depende la 
productividad de los recursos y la generación de servicios ambientales –y una pérdida de 
la calidad de hábitat para la conservación de especies y del valor económico de las 
existencias de los recursos naturales. 
a los procesos de deforestación y degradación de los bosques, se han planteado 
como alternativas la restauración ecológica y la rehabilitación. Esta cuestión, que se 
considera como un tópico de actualidad, responde en realidad a un viejo problema 
enfrentado desde hace siglos por los manejadores de bosques, pero que ahora se 
replantea sobre la base de principios derivados de la ciencia de la ecología. El término de 
restauración se ha hecho ahora de uso común, y en muchos casos genera confusiones y 
se usa inadecuadamente solo como un término elegante para designar lo que antes eran 
las tareas comunes de reforestación y conservación de suelos. Sin embargo, existen 
diferencias importantes que se señalan a continuación. 
La idea de restauración conlleva la noción de que el objeto a restaurar ha sufrido 
un daño que debe de ser reparado. Implica la existencia de una condición original, 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 26 
anterior al daño, condición a la cual se pretende devolver el objeto dañado. En el caso de 
los bosques, existe la idea de que las áreas deforestadas o degradadas deben ser 
devueltas a una condición natural, original, recuperando el “equilibrio ecológico”, la 
“integridad” o la “salud” del ecosistema, anterior a la intervención humana que causó su 
pérdida o degradación. 
La Sociedad para la Restauración Ecológica define a la restauración (SER 2002) 
como “una actividad intencional que inicia o acelera la recuperación de un ecosistema 
con respecto a su salud, integridad y sustentabilidad… el ecosistema que requiere 
restauración ha sido degradado, dañado, transformado o enteramente destruido como 
resultado directo o indirecto de las actividades humanas… [y] estos impactos pueden ser 
agravados por agentes naturales… al punto tal que los ecosistemas no pueden recuperar 
el estado anterior a la perturbación o su trayectoria histórica de desarrollo.” 
La figura 12 ilustra el concepto de restauración; los ejes de la gráfica muestran 
dos atributos de un ecosistema forestal, como pueden ser la biomasa, la cobertura 
arbórea y las existencias de madera por un lado, y la riqueza de especies por otro. El 
proceso de degradación implica una disminución en estos atributos, desde una condición 
original (CO) hacia una condición degradada (CD): pérdida de especies y disminución de 
la biomasa, la cobertura y existencias de madera, y reducción de la riqueza de especies. 
El proceso de degradación puede continuar si no hay intervención alguna para detenerlo 
eliminando los factores que lo causan, o bien si estos desaparecen, es posible que el 
ecosistema se recupere por su cuenta. La restauración sería el proceso de intervención 
dirigida a devolver al ecosistema a la condición original, evitando una mayor degradación 
y acelerando el proceso. Sin embargo, muchas veces no existe información sobre el 
estado del ecosistema anterior a su degradación, y puede ser que existan cambios 
irreversibles; entonces debe definirse, bajo ciertos criterios, una condición meta (CM1) de 
la restauración. Esta condición meta puede definirse en función de alguna condición de 
referencia (CR), que puede ser un ecosistema que se considera parecido al original por 
desarrollarse en condiciones ambientales similares, o bien, cuando se carece por 
completo de condiciones de referencia, puede ser definido en función de criterios 
establecidos por los encargados de la restauración. La rehabilitación por su parte, es una 
“restauración parcial” y constituye una alternativa cuando no es posible recuperar el 
ecosistema degradado a la condición original. La rehabilitación puede dirigirse a una 
segundacondición meta (CM2), que en el ejemplo gráfico nuestra una recuperación de 
biomasa, cobertura y existencias de madera mejores que las del ecosistema degradado, 
pero con menor riqueza de especies de la existente en la condición original. 
Dada la dinámica y la complejidad de los ecosistemas, y la variación en las 
condiciones ambientales –principalmente el clima -, la falta de información sobre las 
condiciones originales, las restricciones impuestas por objetivos sociales y por los medios 
disponibles, casi siempre la restauración es parcial. Es importante considerar esto, 
porque por lo general no tenemos ni el conocimiento, ni las capacidades técnicas, ni los 
medios económicos suficientes para reparar los daños causados por actividades 
humanas negligentes. Siempre la mejor alternativa es prevenir o evitar el daño. 
En muchos casos, cuando la degradación no es demasiado grave, la restauración 
puede lograrse con el control o eliminación de los factores de degradación y la protección 
del ecosistema, dejando operar los procesos naturales de regeneración. Casi siempre los 
más recomendable es dejar trabajar a la naturaleza por su cuenta. Sin embargo, cuando 
se traspasan ciertos umbrales, es necesaria la manipulación del sistema, como se ilustra 
en la figura 13. 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 27 
de transponer el umbral donde aún operan las interacciones bióticas del 
ecosistema, la recuperación requiere solo de mejoras en las prácticas de manejo y 
operan los procesos de regeneración natural. Traspasado este umbral, es necesaria la 
manipulación de la vegetación, a través, por ejemplo, de medidas de reforestación. El 
segundo umbral implica que se ha llegado a un mayor nivel de degradación, en el que las 
condiciones de recuperación del sistema están impedidas por factores limitantes físicos, 
como pueden ser un alto grado de erosión de los suelos (Fig. 10). En este caso la 
recuperación implica la modificación del ambiente físico, interviniendo a través del control 
de la erosión y medidas para recuperar los suelos, antes de poder implementar medidas 
de reforestación. 
El desarrollo de un programa de restauración implica tomar en consideración los 
siguientes aspectos: 
 Un diagnóstico adecuado del problema, definiendo indicadores específicos 
de degradación, identificando los factores causales y los antecedentes 
históricos del proceso de degradación. 
 El entendimiento de patrones y procesos ecológicos clave, como la 
estructura, composición y dinámica de los ecosistemas que constituyen la 
condición de referencia; la variación histórica de los regímenes de 
perturbación, natural o antropogénica, y sus efectos; los procesos de 
regeneración natural y sucesión ecológica, y los atributos vitales y 
requerimientos ambientales de las especies de plantas, que determinan su 
papel en la sucesión ecológica y su comportamiento cuando son utilizadas 
en reforestación. 
 El establecimiento de objetivos específicos para la restauración –o en su 
caso rehabilitación –del sitio degradado, considerando los aspectos 
ecológico-ambientales, técnicos, económicos, sociales e incluso culturales. 
 La definición de criterios e indicadores relativos a la condición meta hacia 
la cual se quiere conducir al ecosistema degradado para restaurarlo o 
rehabilitarlo. 
 El monitoreo continuo y la evaluación periódica, en función de los criterios 
e indicadores establecidos. 
 Debe considerarse que, dada la complejidad y dinámica de los ecosistemas, las 
condiciones ambientales y sociales y cambiantes, y las limitaciones del conocimiento y la 
experiencia, la restauración debe considerarse como un proceso de experimentación y 
aprendizaje, basado en el enfoque del manejo adaptativo (Walters y Holling 1990). 
La figura 13 muestra el modelo conceptual de manejo adaptativo utilizado para la 
restauración de bosques en el caso de la Estación Científica Las Joyas. Este sitio de 
investigación ha servido como un lugar de ensayo y experimentación de prácticas de 
manejo en la RBSM (Santana et al. 2004). Las actividades de restauración de bosque 
mesófilo de montaña y bosque de pino en Las Joyas se han definido en función de 
estudios sobre la historia de manejo del área y los factores de perturbación natural y 
antropogénica y sus efectos (Jardel 1986, 1991, 1998, Anaya 1989, Pineda et al.2000), 
las relaciones entre la estructura y composición de la vegetación y los factores 
físicogeográficos del paisaje y su cambio a través del tiempo (Jardel et al. 2004a), y los 
procesos de regeneración natural y sucesión (Saldaña y Jardel 1991, Sánchez-Velásquez 
y García-Moya 1994, 2004b). 
Manejo del Fuego y Restauración de Bosques, Sierra de Manantlán 28 
Los trabajos realizados han permitido identificar las condiciones de suelo y relieve 
a las que se asocian los diferentes tipos de vegetación, y en consecuencia cual es la 
vegetación potencial que puede reestablecerse en las condiciones particulares de un 
área alterada. El entendimiento de la regeneración natural y la sucesión –por ejemplo, la 
tendencia de que las latifoliadas tolerantes a la sombra reemplacen a los pinos en sitios 
húmedos –sirve para definir las prácticas de manejo, desde la protección de sitios de 
regeneración natural hasta la reforestación imitando los patrones de reemplazo de 
especies en la sucesión (“reforestación sucesional”; Herrera et al. 1990, Herrera 2003). 
 
Estos estudios han conducido al establecimiento de modelos conceptuales de la 
estructura y funcionamiento del paisaje y la vegetación (Jardel et al. 2004a, 2004b), 
orientando la toma de decisiones de manejo, tales como la protección del área y la 
exclusión de factores de degradación como pastoreo, desmontes y tala. En el caso del 
fuego, se plantea la combinación de la supresión de incendios con el fin de restaurar los 
bosques mesófilos de montaña a través de su regeneración natural, y la aplicación de 
quemas prescritas en otros sitios para favorecer la dominancia de pinos en el bosque y 
reducir el peligro de incendios severos por la acumulación de combustibles (Fig. 14). 
Los ecosistemas forestales de la RBSM muestran la influencia de varios factores 
de degradación, muchos de los cuales actúan sinérgicamente. Entre estos se encuentran 
los desmontes agropecuarios, la explotación maderera, la apertura de caminos y brechas, 
el pastoreo de ganado y los incendios forestales (Jardel 1990, 1991, 1998, INE 2000). En 
la práctica es difícil separa la influencia de factores que han operado de manera 
combinada, de manera que el presente programa no se restringe a la consideración única 
de procesos de alteración y degradación relacionados con el fuego. 
En la RBSM, la restauración ha sido considerada como una tarea importante 
estrechamente relacionada con la conservación y el aprovechamiento sustentable (Jardel 
1990). De acuerdo con el Programa de Manejo del área protegida, se plantean dos 
políticas para la restauración de áreas degradadas, restauración ecológica y 
rehabilitación productiva (INE 2000). La primera se dirige principalmente –pero no 
exclusivamente –a las zonas núcleo y a las áreas de uso restringido, de acuerdo con la 
zonificación de la reserva. La segunda está orientada hacia la zona de amortiguamiento. 
De acuerdo con el Programa de Manejo, la restauración ecológica tiene como 
objetivos recuperar cobertura forestal y hábitats críticos para la conservación –como los 
bosques mesófilo de montaña, de oyamel o pinabete y tropical subcaducifolio –, proteger 
las cabeceras de las cuencas hidrográficas, y recuperar poblaciones de especies 
amenazadas o en peligro. La rehabilitación productiva tiene el propósito de recuperar 
tanto los bosques como los agroecosistemas con el fin de mejorar su capacidad de 
producir bienes y servicios, al mismo tiempo que se contribuye a la conservación. Esto 
implica mejorar la calidad y la cantidad de las existencias de madera en los bosques y 
recuperar los suelos degradados

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