Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Lea materiales sin conexión, sin usar Internet. Además de muchas otras características!
Vista previa del material en texto
https://juwexudala.lazav.co.za/gdy?utm_term=las+medias+de+los+flamencos+cuento Las medias de los flamencos cuento Actividades del cuento las medias de los flamencos. Las medias de los flamencos cuento corto. Las medias de los flamencos cuento con imagenes. Moraleja del cuento las medias de los flamencos. Resumen del cuento las medias de los flamencos. Las medias de los flamencos cuento entero. Las medias de los flamencos cuento resumen. Las medias de los flamencos cuento adaptado. Las medias de los flamencos cuento de que trata. Donde se desarrolla el cuento las medias de los flamencos. Las medias de los flamencos cuento ilustrado. Las medias de los flamencos cuento completo pdf. Las medias de los flamencos cuento para leer. Las medias de los flamencos cuento abc. Las medias de los flamencos cuento para imprimir. Si no llega a ser porque este cuento infantil, ‘Las medias de los flamencos‘, es del genial Horacio Quiroga, bien podríamos decir que es una leyenda que explica por qué los flamencos tienen las patas coloradas y metidas siempre en el agua. Un cuento infantil divertido y maravilloso, que explica a los niños las terribles consecuencias de la envidia e intentar ser como los demás en lugar de ser uno mismo. TIEMPO DE LECTURA: 4 MINUTOS Y MEDIO El cuento ‘Las medias de los flamencos’ para niños Cuentan que hace mucho tiempo, las víboras invitaron a unos cuantos animales a un baile. Los afortunados en recibir la invitación fueron los sapos, las ranas, los flamencos, los peces y los caimanes yacarés. Los peces, como no podían bailar (porque no tienen pies), se asomaban en la orilla y daban golpecitos en el agua con la cola…. Los yacarés acudieron con enormes collares de bananas. Los sapos, se habían cubierto el cuerpo con escamas de peces y daban saltitos por el agua intentando imitarlos. Los peces, claro, se reían mucho y se burlaban de ellos. Las ranas llegaron muy tiesas, a dos patas, y con una luciérnaga a modo de farolillo colgada del cuello. Pero de entre todos los animales, las víboras eran las más hermosas. Se habían vestido con trajes de tul, cada una, del color de su piel. Las verdes, con un tul verde… las doradas, con un brillante tul del color del oro. Pero las más bonitas eran las víboras coral, porque se habían hecho un larguísimo traje con tul de tres colores: colorado, blanco y negro. Y los flamencos, que eran más bien tontos, no tenían nada especial, porque no se les ocurría qué ponerse… Hasta que vieron a las víboras coral. Entonces, comenzaron a sentir una terrible envidia. – Yo quiero ser como la víbora coral- dijo uno de los flamencos- ¡Todos la admiran! Entonces, otro de los flamencos miró sus patas blancas y dijo: – ¿Por qué no nos ponemos medias del color de las víboras coral? Así se enamorarán de nosotras… – ¡Buena idea!- dijo la otra. Y allá que fueron los flamencos al pueblo a buscar medias rojas, blancas y negras. – ¡Toc, toc! – (llamaron a una tienda) – ¿Qué queréis?- dijo un hombre. – Buscamos medias coloradas, blancas y negras… – ¿Estáis locas? ¡No encontraréis algo así en todo el país! Y los flamencos fueron a otra tienda. – ¡Largo de aquí! ¡Solo a unos pajarracos tan tontos como vosotros se os ocurriría buscar medias así!- dijo otro de los tenderos. Y de todos los lugares echaban a los flamencos, diciendo que estaban rematadamente locos. Hasta que un tatú que estaba bebiendo en un río, escuchó el lamento de los flamencos y les dijo: – ¿Cómo es que buscáis esas medias? No las encontraréis en ninguna tienda. Pero yo os puedo ayudar… mi amiga la lechuza tiene lo que buscáis. – ¿En serio? – Sí, id a preguntar porque seguramente tenga medias de ese color… Y los flamencos, que eran tontos y no se dieron cuenta de que el tatú en realidad se reía ‘por lo bajinis’ de su ocurrencia, fueron derechitas al árbol en donde vivía la lechuza. – ¿Medias coloradas, blancas y negras? Umm…. ¡Claro que sí! Tengo lo que buscáis- dijo la lechuza al recibir a los flamencos. Y el ave sacó unas pieles de víbora coral que guardaba de aquellas que había cazado. – Poneros una en cada pata, pero no dejéis de bailar ni un instante, o terminaréis llorando… Los flamencos, locos de contentos, se pusieron las pieles de las víboras en las patas. Estaban tan felices de poder ser como ellas, que no se dieron ni cuenta del peligro que podían correr… Nada más llegar al baile, causaron sensación. Todos los animales miraban sus patas. Sobre todo, las víboras coral, que no podían dejar de mirarlas. Al principio, obnubiladas y luego, con mucha curiosidad. – ¿No se parecen esas medias demasiado a nuestra piel?- dijo una de ellas. Pero los flamencos no dejaban de bailar, y así no había manera de fijarse bien en aquello que llevaban en las patas. Hasta que el cansancio terminó haciendo mella en los flamencos y uno de ellos, tropezó. Al caer al suelo, una de las víboras coral se acercó y tocó la media con la lengua. – ¡Son pieles! ¡Son nuestras pieles!- dijo enfadada la víbora- ¡Son las pieles de nuestras hermanas! Y entonces, todas las víboras coral se lanzaron a las patas de los flamencos, mordiendo sus pieles para arrancarlas de las patas de los animales. Y los flamencos gritaban de dolor, porque las víboras tienen unos dientes muy afilados. Ya cuando no quedó ni un trocito de las medias, los flamencos se fueron corriendo, y les dolían tanto las patas por los mordiscos y el veneno de las víboras, que tuvieron que meterlas en el agua. Desde entonces, los flamencos tienen las patas coloradas, por las heridas que quedaron de aquellos mordiscos, y las meten constantemente en el agua, porque aún les escuece de vez en cuando. E incluso a veces encogen una pata por el dolor. Y esto les hace recordar que nunca debieron ser como las víboras de coral y que mejor les hubiera ido de haber sido simplemente flamencos. Ahora si quieres también puedes escuchar este relato de ‘Las medias de los flamencos’. Puedes usar este reproductor de podcast o escuchar el cuento AQUÍ, en el canal de podcast de Tucuentofavorito.com. Utiliza este cuento infantil (‘Las medias de los flamencos’), basado en el del escritor uruguayo Horacio Quiroga para reflexionar acerca de: La envidia y sus consecuencias. Por qué debemos fortalecer el amor propio. El sentido de la prudencia. La vanidad y sus consecuencias. Cuando intentamos ser como otros por envidia… cuando además nos dejamos vencer por la vanidad, terminamos pagando un buen castigo: Cuidado con la envidia y querer ser otro: En ‘Las medias de los flamencos, los flamencos, en lugar de buscar algo original para llevar al baile, un ‘sello distintivo’ creado por ellos mismos, tal y como hicieron la rana, el sapo y hasta los caimanes, buscaron la forma de ser igual que las víboras coral, ya que la envidia al contemplar su belleza, les llevó a intentar ser como ellas para arrebatarlas el protagonismo. Pero la envidia nunca es buena consejera, y menos aún cuando nos indica intentar ‘apagar’ la luz del otro. Al final, la ‘mentira’ sale a la luz. En este caso, las medias que usaron los flamencos eran en realidad la propia piel de las serpientes coral. Las envidia, ya ves, al final nos hace daño a nosotros mismos. Los flamencos terminaron escarmentados ( y doloridos). ¿Cómo deshacernos de esta envidia? ¿Cómo evitar querer ser otros? Mediante una buena autoestima y la aceptación personal. El objetivo es querernos tal y como somos para poder ser felices. La vanidad no nos deja ver: Sí, porque los flamencos también querían ser los protagonistas del baile, que todos les admiraran y que hasta las víboras coral se enamoraran de ellos. Pero esa vanidad les impidió ver el riesgo que suponía, y anuló por completo su sentido de la prudencia. Las consecuencias, ya las sabemos. No te fíes de los desconocidos: Si los flamencos del cuento de ‘Las medias de los flamencos’ hubieran desconfiado del consejo del tatú (un armadillo gigante), no hubieran tenido este desagradable final. Pero se fiaron, sin más, porque deseaban tanto esas medias, que eran capaces de hacer cualquier cosa paraconseguirlas. Pero ya sabes que todo tiene un precio. Y en este caso, su imprudencia, la tuvo. «El objetivo es querernos tal y como somos para poder ser felices.» — (Reflexiones sobre ‘Las medias de los flamencos’) Si te gustó este cuento, prueba también a leer estos otros. Están repletos de valores: Sobre la gratitud, ‘La tortuga gigante’: Este maravilloso cuento también es del mismo escritor del de ‘Las medias de los flamencos’, Horacio Quiroga. En esta ocasión, nos cuenta la historia entre un hombre moribundo y una tortuga que busca pagar un gesto de amabilidad con gratitud. Pronto, el perro fiel: Aquí encontrarás un cuento precioso (aunque es largo)´, que nos habla de la inteligencia y fidelidad de un perro que llega a correr más que un tren con tal de no separarse de su amo. Pronto, el perro fiel, un precioso cuento para niños sobre la amistad ‘La gaita maravillosa’: En esta ocasión te proponemos leer un cuento tradicional español que nos recuerda que no es la velocidad, la fuerza o los estudios los que hacen mejor a una persona, sino la bondad. Horacio Quiroga (1879-1937) Las medias de los flamencos (Cuentos de la selva, 1918) Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los peces. Los peces, como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río, los peces estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola. Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de plátanos, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado escamas de peces en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los peces les gritaban haciéndoles burla. Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgada, como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba. Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas, sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás. Y las más espléndidas de todas eran las víboras de que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, y negras, y bailaban como serpentinas Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta de la cola, todos los invitados aplaudían como locos. Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentinas, los flamencos se morían de envidia. Un flamenco dijo entonces: —Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo. —¡Tan-tan! —pegaron con las patas. —¿Quién es? —respondió el almacenero. —Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras? —No, no hay —contestó el almacenero—. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así. Los flamencos fueron entonces a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tienes medias coloradas, blancas y negras? El almacenero contestó: —¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿quiénes son? —Somos los flamencos— respondieron ellos . Y el hombre dijo: —Entonces son con seguridad flamencos locos. Fueron a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras? El almacenero gritó : —¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras ? Solamente a pájaros narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse en seguida! Y el hombre los echó con la escoba. Los flamencos recorrieron así todos los almacenes, y de todas partes los echaban por locos. Entonces un tatú, que había ido a tomar agua al río se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo: —¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes buscan . No van a encontrar medias así en ningún almacén . Tal vez haya en Buenos Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas y negras. Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron : —¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirte las medias coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. —¡Con mucho gusto! —respondió la lechuza—. Esperen un segundo, y vuelvo en seguida. Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víboras de coral, lindísimos cueros. recién sacados a las víboras que la lechuza había cazado. —Aquí están las medias —les dijo la lechuza—. No se preocupen de nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar. Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros de las víboras como medias, metiendo las patas dentro de los cueros, que eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile. Cuando vieron a tos flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos únicamente, y como los flamencos no dejaban un Instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias. Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se agachaban hasta el suelo para ver bien. Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se agachaban también tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de la víbora es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más. Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron en seguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a que los flamencos se cayeran de cansados. Efectivamente, un minuto después, un flamenco, que ya no podía más, tropezó con un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. En seguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos y alumbraron bien las patas de! flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y lanzaron un silbido que se oyó desde la otra orilla del Paraná. —¡No son medias!— gritaron las víboras—. ¡ Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víboras de coral Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola pata. Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaron las medias a pedazos, enfurecidas y les mordían también las patas,para que murieran. Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas, Hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo pedazo de medias, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las gasas de sus trajes de baile. Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir, porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido eran venenosas. Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo dolor y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían terrible ardor en las patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas. Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar el ardor que sienten en ellas. A veces se apartan de la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno vuelven en seguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras, porque no pueden estirarla. Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los peces saben por qué es, y se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el agua, no pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pececito se acerca demasiado a burlarse de ellos. Literatura .us Mapa de la biblioteca | Aviso Legal | Quiénes Somos | Contactar
Universidad Nacional Abierta Y A Distancia Unad
Konny Pumarejo
jordan Pavez
Compartir