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Manual Práctico de Reumatología 2009 Artritis Reumatoide Volumen 1 Arturo Rodríguez de la Serna Consultor de Reumatología. Jefe clínico, Servicio de Medicina Interna. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona Profesor asociado de Medicina. Facultad de Medicina. Unidad Docente del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona Ignacio Proubasta Renart Consultor de Cirugía Ortopédica y Traumatología. Jefe clínico, Servicio de COT. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona Profesor asociado de Medicina. Facultad de Medicina. Unidad Docente del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona Índice Introducción ........................................... 3 Definición ............................................... 3 Epidemiología ........................................ 4 Etiología .................................................. 5 Manifestaciones clínicas ....................... 9 Radiología .............................................. 22 Pruebas de laboratorio .......................... 26 Criterios diagnósticos ............................ 28 Tratamiento ............................................ 29 Fármacos para tratamiento de fondo .. 32 Bibliografía ............................................. 39 www.permanyer.com PUBLICACIONES PERMANYER 3 INTRODUCCIÓN La artritis reumatoide (AR) se considera una enfermedad inflamatoria crónica, provocada por un trastorno autoinmune sistémico de etiología desconocida, en la que se produce una inflama- ción de la membrana sinovial de diferentes ar- ticulaciones, generalmente de forma simétri- ca, que será la responsable del dolor, la hinchazón y la dificultad para la movilidad. Debido a su afección extraarticular relativa- mente frecuente, se considera también válido el término de enfermedad reumatoidea. En el momento actual la AR es considera- da el paradigma de los procesos inflamatorios del humano, y por ello, cuando se quiere experimentar algún fármaco o maniobra tera- péutica con actividad antiinflamatoria, se la elige como modelo ideal. DEFINICIÓN La AR se puede definir como una enferme- dad inflamatoria crónica, de causa desconocida, poliarticular, bilateral y simétrica y con carácter aditivo y progresivo, que se acompaña de pará- metros biológicos de inflamación (velocidad de sedimentación globular [VSG], proteína C reac- tiva [PCR]) elevados y marcadores inmunológi- cos característicos (factor reumatoide, anticuer- pos anticitrulina), con un componente genético que condiciona su aparición y su gravedad; se acompaña de manifestaciones extraarticulares, potencialmente graves, y para la cual se po- seen en la actualidad tratamientos que contro- lan su evolución e inducen su remisión. Aditivo quiere decir que, dejada a su libre evolución, se van añadiendo articulaciones afectadas, hasta poder comprometer a prác- ticamente todas las grandes y pequeñas arti- culaciones del organismo, salvo las del es- queleto axial. Por progresivo se entiende que, una vez se produce una inflamación en una articula- ción determinada, ésta ya no se detendrá has- ta que se haya producido la total destrucción 4 de la misma (anquilosis) debido a la prolife- ración crónica sinovial, que con carácter tu- moral va invadiendo todas las estructuras intraarticulares, incluyendo el cartílago hialino y el hueso subcondral (concepto tumoral de la AR) y que condiciona el daño estructural de la misma. La descripción de la AR como «una enfer- medad inflamatoria crónica de etiología des- conocida y caracterizada por la forma en que afecta a las articulaciones» es tan apropiada en la actualidad como cuando fue introducida hace más de 100 años (A.B. Garrod, 1859), pues, a pesar de los avances en nuestra com- prensión de los procesos inmunológicos que conducen a la inflamación articular y de la bioquímica de la destrucción del tejido conec- tivo, la causa de esta enfermedad continúa siendo un enigma. De hecho, aún no está claro si la AR es una enfermedad de etiolo- gías múltiples o un complejo de síntomas, producido por un único factor causal. EPIDEMIOLOGÍA La AR tiene distribución universal. En España la prevalencia estimada por el estudio EPISER, promovido por la Sociedad Española de Reumatología en el año 2000, es del 0,5% de la población. Afecta más frecuentemente a las mujeres (4:1) de 40-50 años, aunque estudios epide- miológicos de poblaciones enteras revelan una proporción casi igual entre los sexos en pacientes con AR. La incidencia se acepta que oscila entre 2-26 casos/100.000 habitantes/año. Recientemente observamos una inciden- cia nueva en pacientes con edad senil, pro- bablemente en relación con el aumento de longevidad, con características especiales (EORA = inicio tardío de la AR), al igual que ocurre en la edad infantil, también probable- mente en relación con un mejor conocimien- to de la misma y con la actuación de espe- cialistas reumatólogos pediatras. 5 ETIOLOGÍA (Figs. 1-4) La etiología de la AR es desconocida. Las posibles causas que se han relaciona- do como factores etiológicos incluyen: – Un agente infeccioso como desencade- nante del proceso. – Factores genéticos que contribuyen a la susceptibilidad para padecer AR. – Factores hormonales + factores genéti- cos + factores ambientales → pueden elevar el desarrollo de la AR. – Defectos en el sistema inmune → cau- san una inflamación continua. – Pannus → compuesto fundamentalmen- te por sinoviocitos y macrófagos activa- dos que invaden la cavidad articular y penetran en el cartílago, a la vez que lo degradan. La AR implica una sinovitis de origen in- munológico automantenida, en cuyo meca- nismo intervienen la inmunidad humoral y celular. Varios tipos de antígenos leucocitarios humanos (HLA) se han relacionado con la aparición de la enfermedad; el más prevalen- te es el tipo HLADR4, si bien no se conoce el desencadenante exacto de este proceso. Figura 1. Patogenia de la artritis reumatoide. El daño articular se inicia en la membrana sinovial, el espacio subsinovial sufre edema e infiltración de linfocitos T, células B, monocitos y células plasmáticas. 6 No obstante, se ha propuesto que el factor etiológico de la iniciación de este complejo proceso es un antígeno ambiental, posible- mente de origen infeccioso y favorecido por una predisposición genética. En este sentido, se ha establecido claramente esta relación en dos artropatías inflamatorias, la enfermedad de Lyme y la artritis reactiva, y se ha sugerido su intervención como agente causal en otras varias enfermedades inmunológicas o autoin- munes, como la sarcoidosis, la psoriasis y la arteritis de células gigantes. Citocinas Mediadores que establecen comunicaciones entre células Citocinas proinflamatorias TNF α, IL-1 Citocinas antiinflamatorias (contrarrestar los efectos) MacrófagosProducción de citocinas Linfocitos T activados Linfocitos T Citocinas TH-1(T helper 1) Linfocitos B Activan Figura 3. Líquido y tejido sinovial en la AR, donde se producen niveles elevados de citocinas proinflamatorias. Figura 2. Con la neovascularización la capa bordeante de la articulación sufre hipertrofia e hiperplasia de sinoviocitos que dará lugar a la formación de un tejido de granulación, invasivo y altamente vascularizado, denominado pannus. 7 Algunos estudios recientes en el ser hu- mano sugieren que los retrovirus o el virus de Epstein-Barr pueden ser los desencade- nantes probables de la AR, aunque todo ello está aún por dilucidar. Sea como fuere, la secuencia posterior de los acontecimientos que conducen a la aparición de la sinovitis reumatoide es aceptada de manera univer- sal. El resumen de esta secuencia de even- tos es la siguiente: la aparición del antígeno ambiental causal por parte de una célula de presentación de antígenos (APC) inicia la cascada fisiopatológica de producción de ci- tocinas, deanticuerpos por parte de las cé- lulas T, fundamentalmente las del fenotipo CD4, y proliferación de células B. Las citoci- nas producidas por las células T ejercen sus efectos catabólicos sobre la matriz cartilagi- nosa y son responsables de la activación de las células B y su diferenciación para dar lugar a células plasmáticas productoras de anticuerpos, que se encargan entonces de producir inmunoglobulinas IgG e IgM. Por otra parte, la angiogénesis sinovial, que es esencial para la proliferación sinovial y desa- rrollo del pannus reumatoide característico, se produce en respuesta a las citocinas como la IL-1 y el TNF α. Asimismo, las célu- las de tipo fibroblástico del pannus y la Figura 4. Producción de TNF e IL-1 en la articulación. Interrelación con otras citocinas (IL-8 e IL-6) y formación de prostaglandinas. 8 membrana sinovial producen, entre otros productos, colagenasa y estromolisina, dando lugar a la degradación de la matriz cartilagi- nosa y la erosión del hueso (Tabla 1). Los anticuerpos para el colágeno tipo II y otros tipos menores de colágeno presentes en el cartílago articular pueden dar lugar a com- plejos inmunitarios que forman depósitos en el cartílago o son liberados al líquido sinovial, con lo que aumenta en mayor medida el proceso inflamatorio. Esta alteración de la reactividad inmunitaria o respuesta de anticuerpos parece desempeñar un papel importante en la progre- sión de la AR, pero no en la iniciación de la enfermedad. Los neutrófilos que son atraídos al líquido sinovial son activados por la fagocito- sis de restos celulares y complejos inmunes, con lo que se produce una mayor liberación de colagenasa y estromolisina, prostaglandi- nas y producción de especies moleculares de superóxido, que perpetúan y activan continua- mente el proceso inflamatorio. A pesar de la presencia de múltiples factores que tienden a inhibir estos procesos catabólicos, habitual- mente se produce una lesión articular irrever- sible debido a que las actividades anabólicas son superadas ampliamente por los procesos inflamatorios que se han indicado antes. Entre los anticuerpos característicos de la AR se encuentra el factor reumatoide (Tabla 2). Tabla 1. Papel de diferentes citocinas en la artritis reumatoide TNF α e IL-1 – Neovascularización y reclutamiento celular del infiltrado inflamatorio → sinovitis crónica. – Los más potentes inductores de la destrucción de cartílago y tejidos adyacentes mediante la producción de metaloproteasas (MMP) y prostaglandina (PG) que degradan la matriz cartilaginosa. TNF α – Su nivel en los tejidos es proporcional a la extensión de la inflamación y a las erosiones óseas. IL-1 Son responsables de las manifestaciones sistémicas de la AR: Fiebre. Anemia. Caquexia. Inducción de proteinas de fase aguda. Depresión. 9 MANIFESTACIONES CLÍNICAS (Figs. 5-17) Manifestaciones articulares El proceso inflamatorio suele afectar a va- rias articulaciones (poliarticular), pero a veces permanece semanas o meses en una sola articulación. Es habitualmente simétrica, sien- do las articulaciones más a menudo involu- cradas las metacarpofalángicas (MCF) e inter- falángicas proximales (IFP), las muñecas, las rodillas, los tobillos y las metatarsofalángi- cas. El raquis cervical también participa a menudo de la enfermedad, si bien el resto Tendones Ligamentos Músculos Niveles de afectación Articular Periarticular sistémico AR Piel Ojos Pulmones Corazón M. Sinovial Hueso Cartílago Cápsula Ligamentos Figura 5. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. Tabla 2. Funciones del factor reumatoide – Es característico de la AR y se detecta en un 70-90% de casos, pero no es específico de esta patología si no que puede aparecer en muchas otras o incluso en pacientes sanos (8%). – Son generalmente anticuerpos de clase IgM que se liberan como respuesta a las inmunoglobulinas IgG anormales producidas por los linfocitos de la membrana sinovial del paciente con AR. – Cuando la IgG se fija a la IgM, se forman inmunocomplejos IgG-IgM que activan el complemento y otros factores inflamatorios que producen secundariamente la destrucción de las articulaciones afectadas. – Los factores reumatoides pueden intervenir en la amplificación de la inflamación reumatoide, pero no son un desencadenante primario ni un factor etiológico. – Se asocia con un mayor riesgo de manifestaciones extraarticulares, como nódulos reumatoides y vasculitis, y una enfermedad articular erosiva grave. 10 de la columna y las sacroilíacas están intac- tas, salvo raras excepciones (Tablas 3-6). Las artritis son crónicas, destructivas, an- quilosantes y deformantes. La inflamación si- novial o sinovitis se manifiesta por rigidez do- lorosa articular matinal, como una sensación de «entumecimiento», que aparece en el mo- mento de despertarse o después de un repo- so prolongado. Constituye un síntoma de gran valor para el diagnóstico puesto que está pre- sente en la gran mayoría de los pacientes, si bien debe tener más de 15 minutos de dura- ción. Sus signos son: limitación de la movilidad articular que desencadena dolor cuando se intenta forzar el movimiento, dolor a la presión sobre la articulación y, si ésta es superficial, Nivel periarticular Afectación Tendones Músculos Ligamentos Tendinitis, roturas Pérdida de masa, retracción Roturas, distensiones Debilidad Manifestaciones Atrofia muscular Laxitud Inestabilidad Deformación Limitación funcional Inflamación Dolor Figura 7. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. Progresión afectación Estadio I Estadio II Sinovitis Erosión/ destrucción Deformación Nivel articular Estadio III Articulaciones periféricas y columna cervical Tumefacción Deformación Manifestaciones básicas Rigidez Limitación funcional Dolor inflamatorio Figura 6. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. 11 hinchazón y aumento del calor local, en gene- ral sin rubor. En la hinchazón concurren una hipertrofia sinovial y un derrame articular que Tabla 3. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas Cómo se presenta la AR: – Poliartritis de localización preferente en las manos, MCF y IFP (no en IFD). – Bilateral y simétrica. – Dolor inflamatorio que incrementa con movimientos activos, pasivos y presión selectiva. – Derrame y engrosamiento. Aumento de las partes blandas dando a los dedos aspecto fusiforme (manos). – Articulación afecta puede estar caliente, rubor discreto o nulo – Rigidez o tirantez matutina, más de una hora de duración. – Carácter no migratorio, simultánea o sucesiva y aditiva. – Manifestaciones generales inespecíficas como: astenia, anorexia, pérdida de peso, febrícula vespertina. Tabla 4. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas Otras formas de presentación: – Un 25% difiere en la forma de comienzo descrita: • Poliartritis aguda. Bastante incapacitante. • Oligoartritis (2-4 articulaciones). • Monoartritis (gran articulación, de preferencia en la rodilla). • Tendosinovial. Afectándose los flexores y extensores de las manos. Síndrome del túnel carpiano. • Reumatismo palindrómico: episodios repetidos. Paciente totalmente asintomático entre episodios (AR en un 20-40% de los casos). • De inicio extraarticular: sin artritis, con nódulos reumatoideos, afectación pulmonar intersticial u otras manifestaciones extraarticulares. • Síndrome de Felty: poliartritis con esplenomegalia y neutropenia. Nódulos prácticamente constantes, con infecciones de repetición. • AR forma robustus: en individuos atléticos y con mucha actividad física. Con escasa osteopenia, gran proliferación en márgenes óseos y escaso dolor e incapacidad. Tabla 5. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas – EORA (AR del anciano). El comienzo agudo es más frecuente. Intensa rigidez y dolor de cinturas escapulares y pelviana, menor incidencia de nódulos subcutáneos yotras manifestaciones extraarticulares. El curso suele ser más benigno. – Síndrome RS3PE (sinovitis simétrica, seronegativa, remitente y edema con fóvea) Cursa con poliartritis aguda seronegativa y con edema en muñecas y manos. Se autolimita en un año o año y medio sin erosiones. no es fácilmente perceptible más que en la rodilla. Tal como se ha comentado, la hincha- zón es un signo muy importante entre los 12 Tabla 6. Artritis reumatoide Columna cervical – C1-C2. Existe membrana sinovial entre el ligamento transverso del atlas y la cara posterior apófisis odontoides. Se manifiesta como rigidez y dolor cervical irradiado al occipucio, también región temporal y retroorbitraria. – Erosiones en la apófisis odontoides. – Luxación atloaxoidea, anterior, posterior, lateral y vertical. Anterior: el arco anterior del atlas se desplaza adelante, protuyendo el canal raquídeo. – Tetraparesia progresiva o episodios de disfunción medular con compresión de las arterias vertebrales. Temporo- mandibular – Dolor matinal al masticar y apertura bucal limitada, que puede progresar a un dolor crónico y maloclusión. Cricoarite- noideas – En la laringe, es rara. Puede producir dolor en la deglución, ronquera, incluso dificultad para respirar. criterios de la ACR (Colegio Americano de Reumatología), aunque es difícil de afirmar cuándo es mínimo, sobre todo en las IFP y en los tobillos. Al lado de esta forma de comien- zo, que constituye la «forma típica» y que se presenta en el 60% de los casos, existen otras entre las cuales las más frecuentes son: – Forma de comienzo por artralgias per- sistentes de larga duración. – Forma de comienzo por síntomas gene- rales, presentes por varios meses. – Comienzo por rigidez matinal como úni- co síntoma presente, pero también de larga evolución. – Comienzo por compromiso de tejidos blandos. – Poliartritis aguda. – Episodios de reumatismo palindrómico en forma episódica (dos o tres) y luego aparece la artritis típica. A nivel de la extremidad superior, funda- mentalmente la mano, la enfermedad suele comenzar como una oligoartritis distal que afecta a muñecas, articulaciones MCF, sobre todo la segunda o tercera, y las IFP. Los signos 13 Progresión 10% Aguda 20% Brotes 70% Gradual Progresiva Etapas A brotes Evolución de la artritis reumatoide – De comienzo, inicio, temprana – Establecida, de estado – Final «quemada» – Episodios de artritis aguda o de curso remitente: la menos frecuente, de aparición más brusca, muy incapacitante por la intensidad del dolor. Periodos prolongados de remisión. – Progresiva: se van intensifican- do los síntomas de forma lenta y continuada, con algunos días de leve alivio. – A brotes: la más frecuente. Con períodos de agudización y otros de alivio parcial de los síntomas durante varios meses. Figura 8. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. Figura 9. Fases de la enfermedad reumatoide. Comienzo – Enfermedad mal definida, diagnóstico difícil, sobre todo en los 3 primeros meses. No existe una característica clínica inequívoca. – Las pruebas de imagen y de laboratorio pueden ser normales. A los 6 meses solo un 13-15% de los pacientes presenta erosiones en las Rx. – Fase básicamente de inflamación (tumefacción, calor, dolor, rigidez, incapacidad). Establecida – Se considera establecida a los 2 años. – Afectación de más articulaciones. – Hasta un 70% (50%) presenta erosiones en las Rx. – Progresión radiológica, deterioro del estado funcional y discapacidad progresiva. Final – Estabilización relativa. – Fase de cicatrización, con articulaciones rígidas, destruidas o deformadas. – Poca actividad inflamatoria pero Importante incapacidad funcional. 14 Figura 11. Afectación articular en la AR. AR inicio (%) AR tardia (%) MCF 52 87 Muñeca 48 82 IFP 45 63 MTF 43 48 Hombros 30 47 Rodillas 24 56 Caderas 18 53 Codos 14 21 Temporomandibular 30% Columna cervical 40% Cricoaritenoidea 10% Acromioclavicular 60% Hombro 60% Esternoclavicular 30% Codo 50% Cadera 50% Muñeca 50% MCFs, IFPs 90% Rodilla 80% Tobillo, subtalar 80% MTFs 90% Figura 10. Progresión estructural de la AR (Kirwan J. J Rheumatol. 1999;26:720-5). 50% de los pacientes presentan evidencia de daño radiológico en los 2 primeros años Establecida Avanzada M u er te p re m at u ra In ic io en fe rm ed ad Precoz Ventana crítica de actuación La progresión radiológica está relacionada con la discapacidad en la AR Inflamación Discapacidad G ra v e d a d (u n id a d e s a rb it ra ri a s ) Daño radiológico Duración de la enfermedad (años) 0 5 10 15 20 25 30 15 inflamatorios siguen un ritmo nictameral clá- sico y con carácter habitualmente simétrico. Al inicio del proceso, la exploración clínica no nos ofrece muchos datos salvo la tumefac- ción articular, especialmente en dedos, que adoptan un aspecto fusiforme. En algunos casos, puede observarse, de manera precoz o incluso inaugural, una tenosinovitis de ex- tensores y/o de flexores. En esta fase inicial de la enfermedad existe una escasísima re- percusión general con determinaciones ana- líticas y estudios radiográficos casi normales, salvo un discreto aumento de la velocidad de sedimentación globular. Manos y muñecas – La afectación temprana de las muñecas: limitación precoz de la funcionalidad de las manos. – Se pueden afectar todas las articulaciones: • Radio-cubital inferior (pronosupinación). • Radio-carpiana (flexo-extensión). – Inflamación partes blandas cercana a la estiloides cubital (vaina extensores), limita ext. Muñeca. Destrucción ligamento triangular, desplazamiento dorsal del cúbito (signo de la tecla). – Articulación radio-carpiana en flexión con tendencia a la subluxación dorsal del radio-cúbito y desviación radial de muñeca. – Inflamación MCF, con borramiento de los límites de los nudillos. Desviación cubital de los dedos, 2.o al 5.o (desviación en ráfaga), con subluxación palmar IFP y flexión de las MCF. Figura 12. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. 16 Figura 13. Deformidad de la mano en la AR. – IFP inflamadas adquieren aspecto fusiforme. Deformidades en boutonnière (ojal), en cuello de cisne y dedos en martillo. – Pulgar en Z, interfiriendo en la pinza. – Atrofia acusada de la musculatura intrínseca en la cara dorsal, con resalte tendinoso y MCF prominentes (manos de bruja). – Tenosinovitis de tendones flexores. Puede ser el primer síntoma. Gran incapacidad funcional. Dolor de la flexoextensión dedos. Síndrome del túnel carpiano (tenosinovitis retináculo flexor), atrofia músculo tenar. – Tenosinovitis de extensores: inflamación dorso mano. – Tenosinovitis de De Quervain: extensor corto y abductor largo del pulgar. – Pueden darse roturas tendinosas de los extensores, con mayor frecuencia del 4.o y 5.o dedo (3.o). – Dedos en resorte. Nódulos reumatoides en los flexores. Codos – Limitación de la extensión. Codos en flexión. – No evoluciona a la anquilosis ósea. – Bursitis olecraniana, nódulos reumatoideos. – Neuropatías compresivas nervios radial y cubital. Hombros – Difícil de detectar la inflamación (ecografía). – Es típica la tendinitis, que en ocasiones evoluciona a la rotura de los tendones (bíceps). También la bursitis, sobre todo de la subacromiodeltoidea con amiotrofia del hombro por desuso. – Alrededor de la tercera parte que tienen afectación glenohumeral presentan también lesión de los rotadores. Figura 14. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. 17 Tobillo – Articulación tibioperoneoastragalina: inflamación en zona perimaleolar, deterioro del cartílago con dolor a la flexoextensión. – Deformación en pronación y eversión del pie. – Compresión del nerviotibial posterior (síndrome del túnel tarsiano). Figura 15. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. Pies Tarsos – Art. subastragalina y astrálago- navicular. Dolor sobre todo al caminar por terreno irregular. – El espasmo de los peroneos, inmoviliza la articulación subastragalina conduciendo a la deformidad del pie en plano y valgo. Aplanamiento del arco longitudinal del pie y desviación lateral del calcáneo. – Bursitis retrocalcánea, nódulos en el tendón de aquiles que pueden provocar su rotura. Antepié – Las MTF casi siempre afectadas. Donde aparecen las primeras erosiones. Dolor a la deambulación. – Frecuente desviación peroneal de los dedos. Más marcada en el primero (Hallux valgus). – Luxación de las MTF con desviación de las cabezas de los metas en dirección plantar (dedos en garra). Provoca el aplanamiento del arco anterior del pie. – Dolor de la cabeza de los metas a la presión con el suelo. Callosidades plantares, incluso necrosis por presión. – Pérdida de la almohadilla de grasa plantar y aparición de geodas en las cabezas de los metas. Figura 16. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. 18 Manifestaciones extraarticulares Las manifestaciones extraarticulares de la AR son frecuentes, algunas de las cuales per- miten confirmar el diagnóstico; mencionare- mos a continuación las más habituales. Compromiso muscular Es frecuente observar la debilidad y atrofia muscular, principalmente a nivel de los interó- seos dorsales de la mano y del cuádriceps, las cuales se instauran de forma rápida en el transcurso de las primeras semanas. La fatiga se manifiesta por una sensación de cansancio que aparece al despertarse y va incrementán- dose en el transcurso del día, especialmente por la tarde. Nódulos subcutáneos Los nódulos reumatoideos aparecen en los sitios de presión, regiones olecraneanas, aquílea y occipucio; son de tamaño variable, firmes, no dolorosos y no se adhieren a la piel; su incidencia varía entre el 20-35% de los casos. Su estructura histopatológica per- mite confirmar el diagnóstico. Rodillas – En ocasiones es la forma de comienzo, afectándose sólo una rodilla (monoartritis). – Limitación de la extensión y posterior deformidad en flexo, con atrofia del cuadriceps. Puede haber cojera o dificultad para andar. – Deformación de la rodilla en flexo, varo o valgo e inestabilidad. – Puede aparecer quiste de Báquer, a expensas de las bolsas serosas del semimembranoso y gastrocnemio, y por el derrame articular mantenido (mecanismo de válvula). Caderas – No se aprecian signos de inflamación. – Suele ser bilateral y aparece en formas graves, con dolor en la ingle y en la nalga, o dolor referido al trocánter o extendido a la rodilla, conduciendo a la dificultad para andar, levantarse de un asiento, subir y bajar escaleras. – La abducción y rotación interna son los movimientos más dolorosos. En etapas avanzadas la articulación coxofemoral estará en flexión, aducción y rotación externa. Figura 17. Artritis reumatoide: manifestaciones clínicas. 19 Anemia Es uno de los datos más frecuentes; ge- neralmente es de tipo normocítico normocró- mico, pero en algunos casos puede ser de tipo hipocrómico (Tabla 7). Tabla 7. Nivel sistémico – Con «enfermedad reumatoide» englobamos a la AR con manifestaciones clínicas de carácter extraarticular. – El rasgo más frecuente de la enfermedad reumatoide es el hematológico; la anemia de proceso crónico. Normalmente este tipo de anemia no tiene indicación terapéutica propia. – Es de ayuda para el diagnóstico la valoración conjunta del volumen corpuscular medio, la tasa de ferritina y el índice de saturación de transferrina. Tabla 8. Manifestaciones cardíacas – Una localización frecuente de la enfermedad reumatoide es la pericarditis. – La ecografía es un buen método de diagnóstico de la pericarditis. – La evolución inusual al taponamiento o la constricción requiere medidas quirúrgicas. – La pericarditis y las complicaciones que ésta conlleva son más habituales en varones. – Se distinguen en la AR tres patrones clinicopatológicos de vasculitis. – En la AR de larga evolución la vasculitis suele desarrollarse cuando la poliartritis no tiene actividad inflamatoria. – Las tasas de mortalidad más altas se asocian con vasculitis necrotizante. – Llamamos AR maligna a aquella que se caracteriza con fiebre y malestar general, en el marco de una enfermedad poliarticular grave, seropositiva, con nódulos, episcleritis, mononeuritis múltiple y necrosis acra y/o visceral. Figura 18. Vasculitis. Alteraciones cardiovasculares La AR puede producir lesiones en diferen- tes sitios y componentes de este aparato: pe- ricarditis, miocarditis, endocarditis, enferme- dad coronaria, fibrosis miocárdica, enfermedad valvular y vasculitis (Tabla 8 y Fig. 18). 20 Aparato respiratorio Las complicaciones más frecuentes produci- das por la AR son: fibrosis intersticial, derrame pleural, artritis cricoaritenoidea, nódulos pa- renquimatosos y arteritis pulmonar (Tabla 9). Tabla 9. Neumopatías Las principales manifestaciones pulmonares de la AR son: – Pleuritis, nódulos reumatoides un espectro clínico que abarca desde la neumonitis subclínica a la fibrosis intersticial con enfermedad restrictiva, indistinguible de la forma idiopática, enfermedad obstructiva de las pequeñas y grandes vías aéreas y vasculitis. Tabla 10. Neuritis – El nervio mediano se puede comprimir en su trayecto del canal del carpo, por la tendosinovitis del ligamento anular. – La AR es la causa más frecuente de compresión en el túnel carpiano. – La mononeuritis múltiple se asocia a la vasculitis reumatoide. – La polineuritis más habitual es la sensitiva. – En el curso de la AR evolucionada se produce polineuritis- motora distal aguda. – La polineuritis puede preceder ocasionalmente a la AR y en este caso el pronóstico se presenta bueno. Tabla 11. Nódulos reumatoides – Un 25% de los casos de AR presentan nódulos subcutáneos. – Localización: zona cubital retroolecraniana, también se presentan en otras zonas como la suboccipital y el pabellón auricular, o en zonas paraarticulares de manos y pies. – Pueden ser bilaterales, y no son dolorosos, de tamaño variable y de consistencia firme, adheridos o no a planos profundos. – Mediante histología y/o inmunofluorescencia en piel sana se ve microangiopatía en el 52% de los casos de AR y se correlaciona con las manifestaciones extraarticulares. Compromiso neurológico La lesión más frecuente es el síndrome del túnel carpiano. Desde el punto de vista psiquiátrico en- contramos con mucha frecuencia ansiedad y depresión (Tabla 10). Piel y anexos En los periodos avanzados de la enferme- dad, la piel de los pacientes se torna atrófica, lisa y brillante, lo cual favorece la aparición de úlceras, sobre todo en las piernas. Es relativa- mente frecuente el eritema palmar (Tabla 11). 21 Compromiso ocular La AR puede afectar a las diferentes capas del globo ocular; las lesiones más frecuentes son: escleritis, epiescleritis, queratitis y glau- coma (Fig. 19). Se observa conjuntivitis con la característica de queratoconjuntivitis filamentosa en el síndrome de Sjögren, la epiescleritis es la lesión ocular más frecuente de la AR y la evolución oftálmica suele ser benigna; se asocia en bastantes ocasiones a otras manifestaciones extraarticulares. Figura 19. Manifestaciones oculares. Síndrome de Sjögren Constituye una de las complicaciones más frecuentes de la AR; su incidencia varía, se- gún los diferentes autores, entre el 10-80%. Alrededor del 50% de los pacientes con sín- drome de Sjögren presentan AR u otro tipo de conectivopatías. Por otro lado, del 10 al 50% de los pacientes con AR presentan ras- gos propios del síndrome de Sjögren. Otras ENFERMEDAD RENAL Esta lesión se describe como glomerulo-nefritis mesangial y la patogenia sería el de- pósito en el mesangio de inmunocomplejos del factor reumatoide. 22 AMILOIDOSIS RENAL Depósito de amiloide en glomérulo que ocupa el mesangio y oblitera capilares. Los depósitos de amiloide AA son extensos y progresivos. – Se da en un 5-10% de los casos de AR. En los países occidentales la AR es la principal causa de amiloidosis se- cundaria. – El tracto digestivo está infiltrado hasta el recto y el amiloide se deposita tam- bién en hígado, páncreas, bazo, tiroides, suprarrenales, corazón e incluso en el tejido graso subcutáneo. – La localización más importante es la renal. – La clínica es poco manifiesta y se con- centra en la afección renal. RADIOLOGÍA La radiología convencional continúa siendo un método de diagnóstico útil, muchas veces irremplazable, en la evaluación de pacientes con AR. Los estudios son sencillos, no invasi- vos y de costo relativamente bajo. Lo que se observa en las radiografías son los cambios resultantes del proceso inflamatorio crónico que se presentan en las articulaciones. En este contexto, las radiografías que resultan más útiles en el diagnóstico de la AR son las de las manos y muñecas y, en algunos casos, las de los pies. Los hallazgos observados son múltiples y variados, desde un ligero aumen- to de las partes blandas periarticulares hasta graves destrucciones óseas (Fig. 20). Signos radiográficos más frecuentes en la artritis reumatoide – Aumento de volumen de las partes blan- das periarticulares. – Osteoporosis yuxtaarticular. – Disminución del espacio articular. – Periostitis. – Erosiones articulares. 23 – Destrucción articular. – Subluxaciones, luxaciones, alteraciones en el alineamiento. – Anquilosis (fibrosa, ósea). – Masas de partes blandas (quiste poplí- teo, nódulos subcutáneos). En los estadios iniciales de la enfermedad, el primer signo radiográfico objetivable puede ser el edema de partes blandas de las articu- laciones IFP, junto con alteraciones en la den- sidad mineral ósea en forma de osteopenia yuxtaarticular. Sin embargo, a medida que va progresando la artritis, es frecuente observar ya la disminución del espacio articular, erosio- nes marginales en los sitios de inserción de los ligamentos colaterales, especialmente en la zona radial de las cabezas metacarpianas, mal alineamiento articular y, en casos graves, destrucción completa de la articulación. En la muñeca, es habitual ver desde el principio un aumento de las partes blandas alrededor de la estiloides cubital que indican una tenosinovitis Figura 20. Rx de las articulaciones de la mano. A: inflamación de partes blandas, alrededor de la apófisis estiloides. B: osteopenia difusa yuxtarticular a nivel de la muñeca y cabezas de metacarpianos. C: lesión quística en la metáfisis distal del radio. D: grandes destrucciones articulares en una AR muy avanzada. E: RN que permite observar una erosión yuxtarticular en la cabeza del tercer metacarpiano. A B C D E 24 del extensor carpi ulnaris. A medida que la enfermedad progresa, pueden observarse erosiones y lesiones quísticas en la estiloides radial y/o cubital, o en las porciones medial del escafoides, lateral del hueso ganchoso y en la región central del hueso grande. Dichas lesiones traducen la influencia de la vascularización sinovial con un gran poder destructivo óseo. En los estadios finales, la disminución del espacio articular, junto con la presencia de quistes subcondrales y/o el establecimiento de subluxaciones con deformi- dades en cuello de cisne y/o en ojal, completan todo el cuadro radiográfico típico de la AR. Asimismo, en los casos agresivos, puede apreciarse la destrucción total de la articula- ción con osteólisis graves. En estos casos es frecuente la existencia concomitante de luxa- ciones de todas las articulaciones MCF y/o de las IFP, incluso de ambas. Otros estudios por la imagen, como por ejemplo la tomogra- fía axial computarizada (TC), la resonancia magnética nuclear (RM) y la gammagrafía ósea (GGO), si bien son muy importantes e interesantes, no suelen aportar información adicional en los estadios avanzados de la en- fermedad, aunque en estadios iniciales per- miten, junto con los datos clínicos, confirmar la enfermedad. Al respecto, la RM aporta da- tos adicionales en la detección de cambios sutiles de la sinovial y del cartílago articular. En las figura 21 se observa la clasificación del grado de sinovitis articular según el sistema OMERACT AR-RM. Las áreas de las articula- ciones radiocubital distal, radiocarpiana y me- diocarpiana se puntúan en una escala de 0 a 3. Para cada grado, puede observarse la ima- gen axial en T1, antes (izquierda) y después (derecha) de introducir la inyección i.v. del contraste. Con el fin de agrupar los diferentes hallaz- gos radiográficos observados en la AR y en aras a estadiar la enfermedad, se han pro- puesto multitud de clasificaciones, entre las que caben destacar las de Larsen: – Estadio 0: aspecto articular normal. 25 Radiocubital distal 0 1 2 3 0 1 2 3 G ra d o G ra d o Radiocarpiana Figura 21. Clasificación del grado de sinovitis articular según el sistema OMERACT AR-RM. A: Área de la artículación radiocubital distal; B: Área de la articulación radiocarpiana (adaptado de Ostergaard M, Duer A, Moller U, Ejbjerg B. Magnetic resonance imaging of peripheral joints in rheumatic diseases. Best Pract Res Clin Rheumatol. 2004;18:861-79). A B 26 – Estadio 1: edema de partes blandas + os- teoporosis periarticular + ligeros pinza- mientos articulares. – Estadio 2: verificación de las lesiones + erosiones marginales + pinzamientos ar- ticulares menores. – Estadio 3: destrucciones óseas limitadas + erosiones + pinzamientos articulares moderados. – Estadio 4: erosiones + pinzamientos ar- ticulares avanzados + inicio de deforma- ciones óseas. – Estadio 5: desaparición de las superfi- cies articulares + deformaciones impor- tantes + luxación articular o anquilosis. PRUEBAS DE LABORATORIO El diagnóstico de la AR es ante todo clíni- co y, aunque los exámenes de laboratorio son de gran ayuda, no contamos con una prueba Mediocarpiana 0 1 2 3 G ra d o Figura 21 (continuación). C: Área de la artículación mediocarpiana. A 27 específica y definitiva que nos confirme, en el 100% de los casos, el diagnóstico. No obs- tante, hay algunos datos que sugieren que estamos ante la presencia de una AR. Hematología Los hallazgos más notorios son: anemia de tipo inflamatorio, leucocitosis y tromboci- tosis en las fases agudas de la enfermedad y VSG aumentada. Factor reumatoide El factor reumatoide (FR) es un anticuerpo dirigido contra la fracción Fc de las inmuno- globulinas G (IgG) sobre los que viene a fijar- se el complemento. Tipo de inmunoglobulina: IgM, IgG, IgA o IgE. Todos los FR poseen una actividad anti- globulínica dirigida contra las IgG. En la prác- tica sólo se determina la IgM. Con las técni- cas actuales el valor de referencia que se considera positivo es mayor de 300 Ul/ml, y se debe tener en cuenta que su especificidad no es muy alta y su comportamiento muy variable. Así, al inicio de la enfermedad, el FR puede ser negativo, incluso durante los pri- meros 2 años de su evolución. Sin embargo, en la enfermedad ya establecida su positivi- dad es del 75-85% (AR seropositiva), es de- cir, siempre va a existir un grupo de pacientes que cursan sin FR (AR seronegativa). Una vez se encuentra el FR, no es nece- sario repetirlo, ya que el título no se correla- ciona con la actividad de la enfermedad. Anticuerpos antinucleares y Anticuerpos antipéptido cíclico citrulinado (anti-CCP) Los anticuerpos antinucleares (ANA) pueden encontrarse positivos en la AR. No obstante, las cifras son muy variables y osci- lan entre un 15-70%. El patrón que se obser- va con más frecuencia es el moteado grueso, que es inespecífico. Si se encuentran otros 28 patrones, debeinvestigarse la posibilidad de lupus eritematoso sistémico. La determinación de los anticuerpos anti- CCP tiene valor en la confirmación del diag- nóstico en los pacientes con AR inicial, y como índice de un peor pronóstico. Poseen una alta especificidad, pero baja sensibilidad. Se han detectado incluso años antes de apa- recer la artritis. Líquido sinovial El líquido sinovial (LS) es de tipo inflamato- rio, con un gran incremento de leucocitos y de polimorfonucleares (PMN), aumento de proteí- nas, coágulo de mucina pobre, disminución de la viscosidad y presencia de ragocitos y de «cuerpos de arroz». Debe destacarse el interés del estudio del complemento en el líquido si- novial, y sobre todo de la relación complemen- to sinovial/complemento sérico, la cual se en- cuentra muy disminuida en el curso de la AR. CRITERIOS DIAGNÓSTICOS El diagnóstico de la AR es esencialmente clínico, razón por la cual se debe realizar un interrogatorio y un examen clínico óptimos. Entre los parámetros semiológicos, conta- mos fundamentalmente con la inspección y la palpación. El médico que atiende al pacien- te con una probable AR, debe realizar estos dos tipos de examen con el máximo cuidado y además debe tener experiencia, sobre todo para la palpación de las diferentes estructuras articulares. Para el diagnóstico y clasificación de la AR, la Asociación Americana de Reumatología creó, en 1956, una serie de criterios que fue- ron revisados en 1987 por un comité interna- cional de expertos. Dichos criterios continúan aún siendo válidos para establecer el diagnós- tico de la AR, aunque en los estadios iniciales de la enfermedad esta clasificación no es apropiada. 29 Los criterios clínicos más relevantes son aquellos que pueden predecir la evolución de la enfermedad. Un modelo predictivo consistente en siete variables: 1. Duración de la sintomatología en la pri- mera visita. 2. Rigidez matutina de más de una hora de duración. 3. Presencia de artritis por lo menos en tres articulaciones. 4. Dolor en las articulaciones metatarso- falángicas de ambos pies. 5. Factor reumatoide positivo. 6. Anticuerpos citrulina positivos. 7. Presencia de erosiones articulares. TRATAMIENTO La AR, como enfermedad sistémica, afec- ta al paciente en su aspecto biológico, psico- lógico y social, razón por la cual el tratamien- to debe ser «integral» con el fin de ofrecerle una mejor calidad de vida. Objetivos del tratamiento de la artritis reumatoide – Control de la inflamación. – Control del dolor. – Conservación de la función. – Prevención de las secuelas. – Corrección de las deformidades cuando ya se han presentado. En este sentido, el 80% de los pacientes que llevan más de 12 años con la enfermedad presentan algún tipo de incapacidad, mien- tras que el 16% están totalmente incapacita- dos. Por otra parte, las expectativas de vida de estos pacientes es corta, con una media de 7 años para los hombres y de 3 años para las mujeres, cifras comparables con la mortali- dad encontrada en el linfoma de Hodgkin, la diabetes o en los hemipléjicos cerebrales. La razón de este pobre pronóstico se expli- ca fundamentalmente por la afectación ex- 30 traarticular de la enfermedad, las infecciones intercurrentes y las frecuentes complicaciones derivadas del tratamiento con AINE. En gene- ral, la AR requiere tratamiento de por vida que incluye diversos medicamentos, fisioterapia, y posiblemente cirugía orientada a aliviar los sig- nos y síntomas de la enfermedad. De todos ellos, el tratamiento farmacológico constituye el eje del programa básico, el cual debe ins- taurarse lo más rápidamente posible. Antiinflamatorios no esteroideos Son los fármacos que con más frecuencia se emplean en el tratamiento inicial de la AR. Aunque reducen los síntomas y signos de la enfermedad, con lo que mejora el dolor y la función articular, no existe evidencia de que alteren el curso clínico de la misma ni de que prevengan la aparición de erosiones. Se ha demostrado que afectan a la función de los linfocitos y los monocitos, así como la mi- gración, agregación y fagocitosis de los neutró- filos, pero su acción principal antiinflamatoria parece estar en relación con su habilidad para disminuir la producción de prostaglandinas pro- inflamatorias, inhibiendo la ciclooxigenasa en el metabolismo del ácido araquidónico. Las reacciones adversas más frecuentes de los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), las gastrointestinales, se relacionan con su naturaleza acídica y con la inhibición de las prostaglandinas. Éstas pueden ser asintomáticas o bien manifestarse con sangrado microscópico o hemorragia digestiva franca. Son factores de riesgo para presentar estas complicacio- nes la edad avanzada y la historia previa de epigastralgias o de úlcera péptica. Se debe aconsejar la toma de un protector gástrico en estos pacientes y vigilar la aparición de mo- lestias digestivas inusuales o cambios en la deposición sugestivos de sangrado digestivo. La elección de un AINE concreto es empírica, y debe basarse en la farmacocinética de cada 31 preparado, incluyendo su vida media y su toxicidad, así como el grado de dolor o infla- mación del proceso articular. Asimismo, debe tenerse en cuenta la posible interac- ción con otros fármacos que pueda estar tomando el paciente, y la utilización de un preparado concreto durante dos semanas a dosis adecuadas, antes de considerarlo in- eficaz y cambiar a otro diferente. El empleo de dos AINE diferentes no añade eficacia al tratamiento y supone un mayor riesgo de efectos secundarios. Glucocorticoides Desde la introducción de la cortisona para el tratamiento de la AR hace casi 50 años, los glucocorticoides se han empleado ampliamen- te en el tratamiento de la AR, no en vano cons- tituyen los más potentes supresores de la infla- mación. Sin embargo, tras el entusiasmo inicial por sus efectos beneficiosos, ha ido decrecien- do su utilización por la alta frecuencia de impor- tantes efectos secundarios y la falta de eviden- cia de que la enfermedad remitiera con su uso. Restringido su empleo por estos motivos du- rante años, actualmente se emplean de nuevo con más frecuencia dada su clara acción antiin- flamatoria y la evidencia, según estudios recien- tes, que sugiere que su administración a dosis bajas disminuye la aparición de erosiones. Su uso en la AR debe reservarse para aquellos pacientes en los que los beneficios a corto plazo sean mayores que los riesgos de su em- pleo a largo plazo, y siempre como parte de un tratamiento programado. Los corticoides en do- sis bajas (2-15 mg de prednisona o equivalente) y en una sola toma al día son útiles en las pri- meras fases de la enfermedad, bien solos o asociados a AINE, cuando éstos no son efica- ces en el control de la misma. También son útiles como «fármacos puen- te» hasta que los efectos de los FARAL son evidentes, o en las reagudizaciones de la sin- tomatología articular. La inyección de corticoi- 32 des en el espacio articular o en las partes blandas puede estar indicada ocasionalmen- te. El riesgo de infección asociada a este tipo de tratamiento es prácticamente nulo si se emplean las medidas de asepsia necesarias. FÁRMACOS PARA TRATAMIENTO DE FONDO La mayoría de los pacientes afectos de AR reciben a lo largo de la evolución de la enfer- medad un FARAL. Éstos se han clasificado y denominado según diferentes nombres que describen su acción y eficacia: fármacos an- tirreumáticos modificadores de la enferme- dad, inductores de remisión, de acción lenta, inmunosupresores y citotóxicos. El uso de estos fármacos es empírico, y aunque todos han mostrado su eficacia en el tratamiento de la AR, estudios a largo plazo muestran resultados desalentadores en cuanto a su re- lación beneficio/toxicidad. No existe un crite- rio unánime acerca de qué régimen de trata- miento a emplear ni de qué fármaco o combinación de fármacos a elegir. Sin embargo, a la horade prescribir un fármaco de este tipo se debe tener en cuenta, además del grado de actividad de la enferme- dad, los posibles resultados que esperamos obtener y los potenciales efectos tóxicos del mismo. En general, los FARAL deben utilizar- se inmediatamente después del diagnóstico y antes de que aparezcan las erosiones os- teoarticulares. Metotrexato Uno de los mayores cambios realizados en los últimos 10 años en el tratamiento de la AR, ha sido el uso generalizado de meto- trexato (MTX), un antagonista del ácido fóli- co. Su rapidez de acción (a la semana 34 de iniciado el tratamiento, con una máxima res- puesta a los 2-4 meses) y su seguridad han hecho que en la actualidad este fármaco sea el FARAL que en primer lugar se instaura en 33 el tratamiento de la AR, en detrimento de las sales de oro. Administrado a bajas dosis (7,5-25 mg) semanales por vía oral o paren- teral, es generalmente bien tolerado. Aunque se desconoce cuál es su mecanismo de ac- ción, la rapidez de su efecto sugiere una acción antiinflamatoria. Como todos los FA- RAL, el tratamiento con MTX exige frecuen- tes controles clínicos y analíticos para des- cartar posibles efectos secundarios. Puede producir intolerancia digestiva, fiebre, aste- nia, exacerbación breve de la sintomatología articular, o elevación transitoria de las enzi- mas hepáticas. Una elevación moderada y persistente de éstas obliga a investigar el posible desarrollo de fibrosis hepática en re- lación con la dosis acumulada del fármaco. La evolución hacia la cirrosis hepática es me- nos significativa y parece estar en relación con el consumo concomitante de alcohol y de otros fármacos potencialmente hepato- tóxicos. La toxicidad pulmonar, caracterizada por la aparición brusca de tos seca, distress respiratorio agudo y fiebre, requiere la rápida supresión de la medicación. La frecuencia de efectos secundarios puede disminuirse to- mando, a la vez, ácido fólico. Antipalúdicos El empleo de cloroquina e hidroxicloroqui- na en la AR tiene su indicación principal en aquellos casos con artritis moderada, o aso- ciado a otro FARAL, con el fin de conseguir disminuir la actividad de la enfermedad o para estabilizar la inactividad de la enfermedad conseguida con aquél. Su mecanismo de ac- ción se relaciona con la inhibición de la libera- ción de prostaglandinas y enzimas lisosoma- les, así como la disminución de la proliferación linfocítica y producción de inmunoglobulinas. La dosis aconsejada es de 250 mg/día de clo- roquina o de 200-400 mg/día de hidroxicloroqui- na. Aunque no es frecuente, su principal efec- to secundario, la toxicidad retiniana, obliga a controles oftalmológicos seriados. 34 Salazopirina El tratamiento con este fármaco está emergiendo en los últimos años al demos- trarse tan eficaz como las SO en el trata- miento de la AR de reciente comienzo. También se emplea como «fármaco puente» en tratamiento combinado con otros FARAL. Su mecanismo de acción en la AR es des- conocido, aunque se sugiere que actúa a nivel de los linfocitos, sobre todo B, habién- dose demostrado una acción inhibitoria de la síntesis de FR. Azatioprina Es un análogo de las purinas que tiene acción inmunorreguladora y antiinflamatoria. Mediante la inhibición de la síntesis de ácidos nucleicos, la azatioprina bloquea la producción de células inmunocompetentes, produciendo una linfopenia T y B. Se ha mostrado útil en el tratamiento de AR refractarias a tratamien- tos con otros FARAL, aunque la limitación en su empleo deriva de su toxicidad. Como otros inmunosupresores, el efecto secundario adverso más importante es la aplasia medular, fundamentalmente de linfo- citos y monocitos. Ciclofosfamida Es un agente alquilante que inhibe la repli- cación de ADN, depleciona los linfocitos B e interfiere en sus funciones, provocando una disminución en la producción de inmunoglo- bulinas. Empleado en el tratamiento de la AR refractaria, su uso se ha visto limitado por los importantes efectos secundarios que presen- ta. Entre éstos, los más importantes son los observados sobre la médula ósea, afectando a la producción de leucocitos más que a la de hematíes, y a nivel de vejiga, donde puede producir cistitis hemorrágica y, ocasionalmen- te, degeneración maligna. 35 Terapias combinadas Ante la evidencia de la agresividad de la AR, y la frecuente falta de efectividad en el control de la misma con el tratamiento con un solo FARAL, se están ensayando en los últimos años nuevos modelos de tratamiento consis- tentes en el empleo combinado de varios de estos fármacos. Esta nueva actitud terapéutica se enfrenta con diferentes e importantes pro- blemas, ya que desconocemos la etiopatoge- nia de la enfermedad y muchos de los meca- nismos de acción de estos fármacos. Idealmente, deberíamos utilizar medica- mentos que actuaran a diferentes niveles, para que su acción fuera más amplia y eficaz, con espectros de toxicidad diferentes, no acumula- tivas, y que sean eficaces a dosis menores de las habituales para disminuir su toxicidad. La determinación de la efectividad de estos trata- mientos presenta asimismo dificultades meto- dológicas, por lo que las conclusiones a las que se ha llegado hasta ahora deben valorarse con cautela. Se han ensayado diferentes formas de este nuevo tipo de terapia: asociación de cor- ticoides con uno o dos FARAL, que se pueden sustituir o suspender en función de la evolu- ción, o bien introducirlos de forma seriada has- ta conseguir el control de la actividad de la enfermedad. En los ensayos realizados, las asociaciones más eficaces son las que em- plean el MTX como fármaco base, asociado a hidroxicloroquina y salazopirina o a ciclospori- na. A pesar de la efectividad de esta nueva aproximación terapéutica, todavía no tenemos respuesta clara al tipo de pacientes que deben recibirla, cuándo se debe indicar, ni cuál es la combinación ideal de fármacos a emplear. Aun- que necesitamos más experiencia en este tipo de tratamientos para dar respuesta a estas cuestiones, su futuro es prometedor. Terapias biológicas El mejor conocimiento de la etiopatogenia de la AR está permitiendo el desarrollo de nuevos 36 Tabla 12. Agentes biológicos dirigidos a TNF Características Etanercept Infliximab Adalimumab Clase Receptor TNF soluble (MAb) Quimérico Humanizado (MAb) Administración MTX sc. opcional ev. sí sc. recomendado Dosis Artritis reumatoide 50 mg semanal 3-10 mg/kg c 4-8 semanas 40 mg quincenal Espondilitis anquilosante 50 mg cs 5 mg/kg c 6 semanas – Artritis psoriásica 50 mg cs 5 mg/kg – E. de Crohn – 5-10 mg/kg c 8 semanas – Figura 22. Agentes biológicos dirigidos contra el TNF. Receptor TNF-p75-humano proteina fusión dimerica Etanercept (Enbrel®) -Cept receptor Adalimumab (Humira®) -umab humanizado Infliximab (Remicade®) -ximab quimérico Anticuerpo monoclonal CD11a/LFA-1- humanizado Anticuerpo monoclonal TNF α-quimérico Sitio específico de unión Parte Humana IgG1-Fc 37 tipos de tratamiento. Así, se están investigando diferentes modalidades terapéuticas que inclu- yen anticuerpos monoclonales contra las molé- culas presentes en los linfocitos T, antagonistas o agonistas de diferentes citocinas, y anticuer- pos dirigidos frente a moléculas de adhesión del endotelio y leucocitos. Hasta la fecha, el trata- miento más prometedor es el empleo de an- ticuerpos anti TNF α, aunque hay que tener en cuenta que se trata de terapias experimentales acerca de las cuales desconocemos todavía el papel que puedan tener en el futuro en el tra- tamiento de la AR (Fig. 22, Tabla 12). Control y seguimiento del tratamiento de la artritis reumatoide La evaluación de la toxicidad de los medi- camentos debe ser una de las primeras es- trategias que debe tener en cuenta el reuma- tólogo cuando inicia el tratamiento. Se debe considerar que los medicamentos constitu- yen un arma de doble filo y, por lo tanto,cada tratamiento debe individualizarse. Para ello, es necesario conocer los factores de riesgo, analizar las estrategias para prevenir la toxicidad y utilizar las combinaciones de me- dicamentos más adecuados. La toxicidad de éstos está relacionada con algunos factores ontogénicos, genéticos y ambientales, y la toxicidad puede ser leve o grave, reversible o irreversible; es ocasional cuando ocurre en menos del 1% de los pacientes que utilizan un medicamento, no común entre 1-10%, y común cuando se presenta en más del 10%. Por esta razón, se necesita un control riguro- so, cada 3 o 6 meses, por la posibilidad de gastritis, úlcera péptica, sangrado, hepatotoxi- cidad, hipertensión, hiperglucemia, lesión muscular, daño renal y mielosupresión. Control y evaluación en cada visita de la actividad de la enfermedad – Estado anímico del paciente. – Síntomas y signos. 38 – Grado de dolor articular. – Rigidez matinal (en tiempo). – Grado de fatiga. – Número de articulaciones inflamadas (al examen). – Limitación de la función. – Evidencia de progresión de la enferme- dad según el examen físico: disminu- ción o pérdida de la movilidad, inestabi- lidad, mal alineamiento, deformidades. – Velocidad de sedimentación globular. – Elevación de la PCR. – Progresión del daño radiológico de las articulaciones comprometidas. Analizar la respuesta al tratamiento – Estado global de la actividad de la enfer- medad evaluado por el paciente. – Estado global de la actividad de la enfer- medad evaluado por el médico. – Grado de sensibilidad e inflamación de las articulaciones. – Grado de dolor. – Estado funcional. Asimismo, y dado que hipotéticamente to- dos los pacientes con AR desarrollan en menor o mayor grado una osteoporosis, es importante aportar calcio en la dieta (1.200-1.500 mg/día) y vitamina D (400 UI/día). Por otra parte, aquellos pacientes cuyo tratamiento ha sido y será en el futuro a base de corticoides, deberán monitorizarse con densitometrías anuales con el fin de establecer si existe o < 2,6 > > 3,2 > 5,1 Actividad moderada Actividad graveRemisión Figura 23. Valoración de la actividad de la AR mediante el índice DAS 28. 39 no una osteoporosis secundaria, en cuyo caso está justificado su tratamiento con fár- macos antirresortivos como los bifosfonatos y la calcitonina. Criterios de remisión de la artritis reumatoide Si bien no existe aún un consenso universal con el que definir cuándo se inicia la mejoría de la enfermedad, es útil conocer los criterios de remisión publicados por Pinals en 1981: – Rigidez matinal menor de 15 min. – Ausencia de síntomas o signos de dolor. – No fatiga. – Ausencia de sensibilidad articular o do- lor con los movimientos. – No inflamación a nivel de tejidos blan- dos periarticulares o en las cubiertas tendinosas. – Velocidad de sedimentación globular (Westergren) menor de 30 mm/h en las mujeres o 20 mm/h en los hombres. En la actualidad se utiliza el índice DAS como criterio de remisión (Fig. 23). BIBLIOGRAFÍA Allieu Y, Brahin B. Las deformidades de la mano reumatoide y sus tratamientos. Barcelona: Documenta GEIGY; 1988. Alnot JY, Fauroux L. Synovectomy realignment stabilization in the reumathoid wrist. En: The wrist in rheumatoid arthritis. Basel: Karger; 1992. p. 72-96. Arnett FC, Edworthy SM, Bloch DA, et al. 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Barcelona Índice Enfermedades inflamatorias reumáticas crónicas ............................................... 3 Espondilitis anquilosante ...................... 7 Artropatía psoriásica ............................. 19 Artritis reactiva ....................................... 28 Bibliografía ............................................. 39 www.permanyer.com PUBLICACIONES PERMANYER © 2009 P. Permanyer Mallorca, 310 - 08037 Barcelona Tel.: 93 207 59 20 Fax: 93 457 66 42 www.permanyer.com ISBN de la colección: 978-84-9926-001-3 ISBN: Dep. Legal: Ref.: 135AB092 Impreso en papel totalmente libre de cloro Impresión: Comgrafic Este papel cumple los requisitos de ANSI/NISO Z39.48-1992 (R 1997) (Papel Permanente) Reservados todos los derechos. Sin contar con el consentimiento previo por escrito del editor, no podrá reproducirse ninguna parte de esta publicación, ni almacenarse en un soporte recuperable ni transmitirse, de ninguna manera o procedimiento, sea de forma electrónica, mecánica, fotocopiando, grabando o cualquier otro modo. La información que se facilita y las opiniones manifestadas no han implicado que los editores llevasen a cabo ningún tipo de verificación de los resultados, conclusiones y opiniones. 3 ENFERMEDADES INFLAMATORIAS REUMÁTICAS CRÓNICAS Conceptos generales de grupo Grupo de enfermedades inflamatorias reu- máticas crónicas solapadas e interrelaciona- das (Tabla 1), que comprende: – Espondilitis anquilosante (EA). – Artritis reactiva (ARe). – Artritis psoriásica (APso). – Artritis de las enterocolopatías inflama- torias crónicas (AEIIC) como son la en- fermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. – Artritis idiopática juvenil (Esp juv). Tabla 1. Caracteres comunes en espondiloartropatías – Sacroileítis radiográfica, con o sin espondilitis acompañante – Artritis inflamatoria periférica variable, entesitis y dactilitis – Asociación con enfermedad inflamatoria intestinal crónica – Asociación con psoriasis y otras lesiones mucocutáneas – Tendencia a inflamación ocular anterior – Incremento de incidencia familiar – Aortitis ocasional y bloqueo cardíaco – Fuerte asociación al antígeno de histocompatibilidad HLA-B27 – No asociación al factor reumatoide – Espondiloartropatía indiferenciada (Eind). – Uveítis anterior aguda (UAA). Como denominador clínico común se ca- racterizan por la combinación, en diversos grados, de: – Síndrome pelvirraquídeo. – Síndrome articular periférico. – Síndrome entesopático. – Síndrome extraarticular. Otros rasgos importantes son: – Mecanismos patogénicos. – Aspectos genéticos. – Respuesta terapéutica. Entre los diferentes componentes del grupo existen características diferenciales (Tabla 2). La respuesta inflamatoria en las espondi- loartropatías es específica e incluye: – Asiento preferente en las entesis (pun- tos de inserción), que ocurre tanto peri- 4 Tabla 2. Rasgos característicos y diferenciales Características EA ARe APso AEIIC Esp. Edad de inicio > 16 años > 20 años Cualquier Cualquier < 16 años Género H > M H > M M > H M = H M > H Tipo de debut Insidioso Agudo Variable Insidioso Sacroileítis 95% 20% 50% 50% 80% Simetría Sí No No Sí Sí Entesitis + + + + + féricamente como en la columna verte- bral. Tendencia a producir fibrosis y dolor. – Osificación que conduce a la anquilosis ósea. Formación de hueso nuevo y ero- siones periósticas más frecuentemente en sitios sometidos a mayor estrés físico. Mecanismos patogénicos comunes Aunque no están aclarados, se barajan hi- pótesis comprobadas (Fig. 1). Asimismo, existen unos conceptos clasifi- catorios comunes para todo el grupo (Tabla 3). Todas las entidades del grupo están fuerte- mente asociadas con el antígeno leucocitario – Interacción entre: moléculas HLA péptidos derivados de microorganismos (gener. enterobacterias) linfocitos T (CD4 y CD8) Hipótesis: «péptido artritogénico»: Artritis desencadenada por respuesta celular T a péptido/s antígeno específicos derivados de bacterias Incremento del número de células T y macrófagos Exceso de expresión de citocinas proinflamatorias en los focos de inflamación – Participación del intestino Autoantígenos derivados de péptidos (propios) Carácter patogénico inmunomediado Figura 1. Conceptos patogénicos de las espondiloartropatías. 5 humano (HLA)-B27, confiriéndole un carácter de enfermedad genética al grupo (Figs. 2 y 3). Diversos estudios han permitido comprobar que este antígeno se asocia significativamente Tabla 3. Criterios de clasificación de las espondiloartropatías – Criterios de B. Amor (más útiles por su sensibilidad y especificidad): • Valoración de signos y síntomas e historia clínica: § Dolor nocturno dorsal o lumbar; rigidez matinal; oligoartritis asimétrica; dolor en nalgas impreciso; dedo del pie o mano «en salchicha»; talalgia; iritis; diarrea sobrevenida 1 mes antes de la artritis; psoriasis; sacroileítis (signo radiológico); presencia del antígeno HLA-B27 (terreno genético); sensibilidad al tratamiento – Criterios del grupo europeo (ESSG) • Criterios jerárquicos: raquialgia y/o presencia de sinovitis imprescindibles para el diagnóstico • Raquialgia o sinovitis y uno más de los siguientes: § Historia familiar positiva; psoriasis; enfermedad inflamatoria intestinal crónica; uretritis; cervicitis o diarrea aguda 1 mes antes de la artritis; dolores en nalgas alternantes; entesopatía; sacroileítis Sistema HLA Madre Padre Haplotipo A Haplotipo B Haplotipo C Haplotipo D Hijos Combinación 1 Combinación 2 Combinación 3 Combinación 4 Genotipo A-C Genotipo A-D Genotipo B-D Genotipo B-C Figura 2. Transmisión de genes. A B C D A-C A-D B-C B-D Figura 3. Transmisión de genes. 6 a las entidades que componen la familia de las espondiloartritis. Su papel en la patogenia de esta familia de enfermedades sigue siendo poco conocido. Los últimos estudios apuntan a más fac- tores genéticos como desarrolladores de la enfermedad. Genes tanto de la clase I como de la clase II. Las moléculas del complejo ma- yor de histocompatibilidad (CMH) procesan antígenos del interior de las células y las transportan al exterior para ser reconocidas por las células T (Tabla 4). Existen dos clases de antígenos CMH: – Clase CMH I: en todo el cuerpo cé- lulas T citotóxicas. – Clase CMH II: en el sistema inmune identifican a estas células ente sí. Tabla 4. Transmisión de genes – El ADN transmitido de padres a hijos se encuentra en el cromosoma del núcleo de las células de todo el organismo – Sistema HLA transmisión bloque – Haplotipo { PadreMadre Perfil genético del nuevo ser 7 ESPONDILITIS ANQUILOSANTE La EA se puede considerar como la enfer- medad prototipo de las espondiloartropatías, y la que da características específicasal gru- po (Fig. 4). Es, al contrario de la mayoría de las enfer- medades reumáticas, una entidad más preva- lente en el varón (Fig. 5). Como el resto del grupo, está claramente relacionada con el antígeno HLA-B27 (Tabla 5). La lesión elemental de la misma es la en- tesitis (Fig. 6). Por entesis se entiende la zona de unión de un tendón, cápsula articular, ligamento o Criterios de Nueva York modificados Criterios clínicos – Dolor y rigidez lumbar, durante más de 3 meses, que mejora con el ejercicio y no con el reposo. – Limitación de la movilidad de la columna lumbar en los planos sagital y frontal. – Limitación de la expansión torácica en relación con los valores normales corregidos por edad y sexo. Criterio radiológico Sacroileítis como mínimo grado 2 bilateral o un grado 3 o 4 unilateral según el siguiente sistema de valoración: 0 = ausencia de anomalías 1 = cambios sospechosos (ninguna anomalía específica) 2 = sacroileítis mínima (pérdida de definición del borde de las articulaciones sacroilíacas, cierta esclerosis y, quizás, erosiones mínimas; podría existir un cierto estrechamiento del espacioarticular) 3 = sacroileítis moderada (esclerosis definida en ambos márgenes de la articulación, márgenes borrosos o poco definidos, y cambios erosivos con pérdida del espacio articular) 4 = fusión completa o anquilosis de la articulación sacroilíaca (sin ninguna esclerosis residual) El diagnóstico es definitivo si el criterio radiológico está asociado con al menos un criterio clínico, estos criterios alcanzan una sensibilidad del 83% y una especificidad del 98%. Figura 4. Espondilitis anquilosante. Concepto 8 – Afectación esqueleto axial • Articulaciones sacroilíacas • Raquis – Entesopatía o entesitis – Afectación articulaciones periféricas y estructuras extraarticulares Espondilitis anquilosante Figura 6. Lesión elemental en la espondilitis anquilosante. Lesión estructural fascia muscular a un hueso estructurada en cuatro zonas (Fig. 7). Puede ser: – Fibrosa: unión metáfisis y diáfisis de los huesos largos que se une directamente al hueso por un tejido conectivo fibroso denso. – Fibrocartilaginosa (FC): unión de las apó- fisis y epífisis de los huesos largos, cor- tos de manos y pies, y ligamentos de la columna. Entesopatía o entesitis es la inflamación de una entesis. – Varones mayor frecuencia que las mujeres: 3-4:1 – Entre 24-26 años – Prevalencia varía en función antígeno HLA-B27 – 50% HLA-B27 en ciertas tribus de indios americanos – Raza blanca: 2-10 casos/1.000 habitantes Figura 5. Epidemiología de la espondilitis anquilosante. Epidemiología Tabla 5. HLA-B27 en espondilitis anquilosante – Raza blanca 95% pacientes con EA son B27 positivos – De un 1-8% de los pacientes B27 positivos desarrollará la enfermedad – Asociación B27 positivo y EA es incompleta, actualmente se desconoce, aunque se cree que depende de aspectos relacionados con su estructura y función 9 Frente de calcificación Avascular Fibrocartílago calcificado Agrecano Colágeno tipo II Tejido fibroso Versicano Fibrocartílago no calcificado Hueso subcondral Tendón de Aquiles Fibrocartílago sesamoideo Fibrocartílago periostal Fibrocartílago de la entesis Calcáneo Estructuras próximas a la entesis participan en el proceso inflamatorio: Representación esquemática del fibrocartílago y las cuatro zonas que lo componen Entesis como órgano – Función de la entesis FC: • Anclaje de tejidos blandos en el hueso • Amortiguar el estrés en las zonas de anclaje • Promover el crecimiento óseo Figura 7. Composición de la entesis. Por su localización se pueden considerar dos tipos: –– Entesis periféricas: calcáneo (entesis de la fascia plantar y el tendón de Aqui- les), huesos del tarso, cabezas del primero y quinto metatarsianos, tube- rosidad anterior de la tibia y trocánter mayor (Fig. 8). –– Entesis axiales: tuberosidades isquiá- ticas, crestas y espinas ilíacas, articu- laciones sacroilíacas, interapofisarias y costoesternales y los cuerpos verte- brales. 10 Puntos clave en la espondilitis anquilosante Existen unas características específicas y diferenciales en la EA que le confieren unas especificidades, diferentes de las expresa- das en la literatura, pero que son de enorme importancia en el manejo y diagnóstico de la enfermedad, de tipo práctico (Tabla 6). Manifestaciones clínicas Se pueden presentar, a nivel osteoarticular o a nivel extraarticular. Las manifestaciones clínicas osteoarticula- res se observan en las tablas 7-19 y en las figuras 9-14. Las manifestaciones extraarticulares son, fundamentalmente: – Uveítis o iritis. – Insuficiencia aórtica. – Fibrosis pulmonar. Valoración de la actividad Aunque se han empleado y se emplean diversos tipos de valoración, la universalmen- te utilizada en la práctica clínica es el índice BASDAI (Tabla 20). Figura 8. Entesis periféricas. Entesis del tendón tibial posterior. La imagen muestra tendón (T), fibrocartílago no calcificado (FNC), fibrocartílago calcificado (FC), una espícula ósea (EO) y hueso (H) (×10). En esta imagen se observa la entesis de tendón peroneo corto. Mientras que el tendón (T) y el fibrocartílago –calcificado (FC) y no calcificado (FNC)– se observan con facilidad, en este sitio no fue posible identificar cartílago articular, entesis fibrocartilaginosa o condral (×2,5). 11 Tabla 6. Puntos clave de la espondilitis anquilosante – En los estadios iniciales de la EA, la evidencia radiológica de sacroileítis puede estar ausente – La RM puede ser de ayuda en casos de sospecha de EA – Los criterios diagnósticos (New York) se utilizan fundamentalmente para estudios epidemiológicos y clasificación de pacientes. No son necesarios para establecer el diagnóstico en un paciente individual – La sacroileítis radiológica es frecuente, pero no obligatoriamente un signo de EA – Las variaciones de lectura radiológica entre diferentes profesionales, con respecto a la presencia de sacroileítis, son considerables – La lumbalgia inflamatoria es con frecuencia el síntoma guía del inicio de la EA – El antecedente de EA en la familia, u otras manifestaciones de espondiloartropatías, aumenta la sospecha en un individuo con síntomas osteoarticulares que sugieran la enfermedad – En pacientes con lumbalgia inflamatoria, la presencia de HLA-B27 ayuda a establecer el diagnóstico – La fisioterapia y los ejercicios SPA son un componente fundamental del tratamiento – La fisioterapia de grupo es más eficaz que los ejercicios domiciliarios – Si los AINE no son eficaces para controlar la enfermedad, se deben considerar los tratamientos anti-TNF (biológicos) – En los pacientes con EA activa, la respuesta a los anti-TNF suele ser rápida, eficaz, persistente y bien tolerada – Muchos pacientes con EA suelen tener reactantes de fase aguda (VSG; PCR) normales. En ellos la respuesta a anti-TNF es menos eficaz – El BASDAI es el instrumento más comúnmente usado para valorar la actividad de la EA Tabla 7. Manifestaciones clínicas – Afectación de la unión discovertebral – Anquilosis ósea – Afectación de la columna vertebral – Afectación de la cintura pélvica – Afectación de las articulaciones periféricas Tabla 8. Afectación de la unión discovertebral Puede dividirse en cinco categorías: – Osteítis – Sindesmofitosis – Erosión y destrucción – Calcificación discal – Osteoporosis 12 Tabla 12. Afectación de la columna vertebral A nivel cervical: – Rigidez y pérdida de movilidad a largo plazo – Movimientos afectados: • Inclinaciones laterales • Flexoextensión • Rotaciones – Deformidad: proyección del cuello hacia delante Tabla 9. Afectación de la unión discovertebral – Osteítis: erosiones óseas en los márgenes anteriores del cuerpo vertebral – Sindesmofitosis: • Formación de sindesmófitos alrededor del anillo fibroso • Calcificación de:
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