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Controversias sobre sistemas electorales 
y sus efectos
Controversies about Electoral Systems and their Effects
Dieter Nohlen
Resumen
La investigación sobre sistemas electorales y sus efectos está marcada por grandes controversias. El presente 
artículo tiene como objetivo reconstruir, de manera lo más cercana posible al texto original y su contexto 
argumentativo, las diferentes posturas. Estas se expresan en la articulación de los intereses cognitivos, en los 
enfoques y métodos de investigación, en las definiciones de los conceptos y en la relación supuestamente 
causal entre las variables en juego, así como finalmente en los enunciados sobre los efectos de los sistemas 
electorales y en las opciones entre ellos. El artículo analiza la teoría de los sistemas electorales de manera 
sistemática en su dimensión histórica a través de los aportes controvertidos de cinco significativos inves-
tigadores sociales de cinco países que a nivel nacional e internacional han marcado diferencias: Maurice 
Duverger, Stein Rokkan, Douglas W. Rae, Giovanni Sartori y Arend Lijphart. Un sexto autor queda algo 
oculto, pero está obviamente presente. Es el autor mismo de estas observaciones. Su contribución a la inves-
tigación sobre sistemas electorales, que atraviesa el análisis de los transcendentes aportes de sus colegas, ha 
encontrado en algunas de las obras referidas también una recepción controversial. 
Palabras clave: sistemas electorales, sistema de partidos políticos, leyes sociológicas; representación por 
mayoría, representación proporcional; proporcionalidad; Maurice Duverger; Stein Rokkan; Douglas W. 
Rae; Giovanni Sartori; Arend Lijphart. 
Abstract
Research on electoral systems and their effects is subject to great controversies. This article aims to present 
and analyze the different positions in the debate, as closely as possible to the original text and its explana-
tory approach. It deals with the differences in particular scientific interests, research methods, definitions of 
concepts and assumed causal relationships between the variables involved, discussing finally the particular 
thesis about the effects of electoral systems and the options among them. The article systematically analyzes 
the theory of electoral systems from a historical perspective by assessing the controversial contributions of 
five important social researchers from five countries, making a difference at national and international level: 
Maurice Duverger, Stein Rokkan, Douglas W. Rae, Giovanni Sartori, and Arend Lijphart. A sixth author 
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is somewhat hidden, but undeniably present; the author of these observations. His own comparative studies 
on electoral systems — where the analysis of the transcendental contributions of his colleagues is based 
on — have also obtained a controversial acceptance in some of the referred works. 
Keywords: electoral systems, party systems, sociological laws, majority representation, proportional rep-
resentation, proportionality, maurice duverger, Stein Rokkan, Douglas W. Rae, Giovanni Sartori, Arend 
Lijphart.
Las controversias sobre sistemas electorales tienen como objeto los efectos que 
ejercen sobre los sistemas de partidos políticos. Esta definición, por su parte, ya es 
controvertida. Las controversias científicas al respecto se dirigen a las relaciones entre 
sistemas electorales y sistemas de partidos en general, suponiendo una relación de 
dependencia mutua entre ellos. En el centro se sitúa la cuestión de la causalidad y cómo 
se la puede abordar y aclarar. En contraste, las controversias políticas tratan en primer 
lugar la opción entre uno u otro sistema electoral. Las respectivas fundamentaciones se 
deducen de diferentes consideraciones entre las que las científicas figuran generalmente 
como secundarias.
No obstante, también en la investigación sobre sistemas electorales han surgido gran-
des controversias marcadas por diferentes apreciaciones de las ventajas y desventajas 
de los sistemas electorales. A menudo se cita el debate clásico entre John Stuart Mill y 
Walter Bagehot que se desarrolló en el siglo XIX. Sin embargo, y visto más de cerca, el 
trabajo académico sobre sistemas electorales equivale más bien a una ininterrumpida serie 
de esfuerzos por responder mejor al reto científico del objeto de estudio. En este quehacer 
continuo, los autores tratan de diferenciarse unos de otros, sea de forma explícita o implí-
cita, mediante la aplicación, por ejemplo, de un enfoque de investigación distinto, defi-
niendo el objeto de conocimiento de forma más estrecha o más amplia, procediendo con 
diferentes métodos o vinculando su abordaje metodológico con pretensiones científicas 
más generales o más precisas. Así, desde su origen hasta nuestros días, las controversias 
científicas sobre sistemas electorales equivalen de alguna forma a una historia misma de 
la investigación sobre el objeto. En este sentido, representantes recientes de esta rama del 
saber presentan esta historia satisfechos, como una historia exitosa, dado que se ha pasado, 
como dicen, de una ciencia incipiente a una ciencia madura. Esta percepción no deja de 
ser tampoco controvertida.
En efecto, en el desarrollo de la investigación sobre sistemas electorales no se ha prefe-
rido un estilo cooperativo-acumulativo, sino individualizante y de carácter controvertido. 
Cada investigador cultivaba su jardín de conceptos y enunciados. Este estilo ha facilitado 
enormemente la crítica respecto al estado de investigación sobre sistemas electorales. 
Así, no sorprende la crítica demoledora de Arend Lijphart a mitad de los años ochenta 
(Lijphart, 1985), que se podría perfectamente sostener en el presente. Concordante con 
este estilo se han recordado los aportes de los representantes clásicos a la investigación ante-
rior solo de manera esquemática, fijándose en una tesis controvertida de ellos, cuyo rechazo 
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se evidenciaba desde la función que tenía dentro de la argumentación del que la citaba, 
hecha fuera del contexto original, del cual, sin embargo, recibía su fundamentación. 
Las consideraciones siguientes tienen como objetivo reconstruir, de manera lo más 
cercana posible al texto original y su contexto argumentativo, las posturas y debates en 
la investigación sobre sistemas electorales. Comentaremos la investigación sobre siste-
mas electorales en su dimensión histórica a través de los aportes de cinco investigadores 
sociales, provenientes de cinco distintos países que a nivel nacional e internacional han 
marcado diferencias: Maurice Duverger, Stein Rokkan, Douglas W. Rae, Giovanni Sartori 
y Arend Lijphart. Un sexto autor queda algo oculto, pero está obviamente presente. Es el 
autor mismo de estas observaciones. Su contribución a la investigación sobre sistemas 
electorales, que atraviesa los comentarios de los colegas, ha encontrado en algunas de las 
obras referidas también una recepción controversial.
DUVERGER Y LAS “LEYES SOCIOLÓGICAS”
Las investigaciones de Maurice Duverger sobre los efectos de los sistemas electorales 
son las que hasta ahora han tenido mayor resonancia a nivel mundial. Pocos tratados cien-
tíficos sobre sistemas electorales pueden darse el lujo actualmente de prescindir de Duver-
ger. Con frecuencia, el punto de contacto es, evidentemente, la crítica para diferenciarse de 
su teoría sobre sistemas electorales, al tiempo que se lo cita solo de forma incompleta. Por 
otra parte, para debatir a Duverger es necesario tener en cuenta que su teoría es cambiante 
(por no decir ambigua) a lo largo de la controversia científica que ha generado. Esto se 
desprende de la comparación de sus publicaciones (1950, 1951, 1955, 1984, 1986, entre 
otros) y se traspasa a las traducciones a otros idiomas1 de forma que en casi cada idioma 
se discute a un Duverger diferente,acorde con distintos textos de base francesa.
Así, el objetivo de Duverger es presentar una teoría general de los partidos. En relación 
a la formación de los sistemas de partidos, se centra en tres factores generales que influi-
rían en todos los países: factores socioeconómicos, ideológicos y técnicos. Entre estos 
factores, Duverger presta especial atención a los factores técnicos, es decir, al sistema 
electoral. Las razones cambian según la versión idiomática de su obra. En la edición caste-
llana, la particular atención se entiende porque “el régimen electoral es el más importante” 
entre los factores generales (Duverger, 1957: 232); en la versión alemana, no se prioriza 
ningún factor. Da como razón que en relación a este factor queda “un vacío por llenar” 
(Duverger, 1959: 218).
Duverger persigue un enfoque comparativo empírico-cualitativo que se basa en la 
idea de que un sistema de partidos sería “el resultado de factores numerosos y complejos, 
unos propios de cada país y otros generales” (Duverger, 1957: 231; 1959: 217). Por tanto, 
1. Su obra clásica Los partidos políticos de 1951, segunda edición 1954, fue traducida al inglés en 1954, al 
castellano en 1957 y al alemán en 1959.
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intercala permanentemente el punto de vista individualizador con el generalizador. La 
comparación tanto diacrónica como sincrónica de una selección de países entre 1850 hasta 
aproximadamente 1950 lo lleva a enunciados obtenidos por inducción que, por lo general, 
están cimentados de forma lógica-deductiva, de tal forma que en ocasiones los dos tipos de 
enunciados se mezclan entre sí. En su clasificación sobre los sistemas electorales, Duver-
ger diferencia principalmente entre sistema de mayoría relativa (o de pluralidad), sistema 
mayoritario con segunda vuelta y representación proporcional, haciendo a su vez una 
subclasificación del sistema proporcional también en proporcional “puro” y en aquellos 
sistemas que permiten una distorsión del número de escaños parlamentarios en relación a 
los votos obtenidos (Duverger 1957: 322; 1959: 306). Además, toma en cuenta diversos 
elementos técnicos de los sistemas electorales (por ejemplo, el tamaño de la circunscrip-
ción) cuando el esquema ternario no parece funcionar. Diferencia los sistemas de partidos 
por su número en sistemas bipartidistas y sistemas multipartidistas o pluripartidistas.
No obstante, su gran fama se la debe Duverger a la conexión establecida por él entre 
los tipos de sistemas electorales que observaba y las dos clases de sistemas partidos. 
Encuentra así una relación causal muy estrecha entre el sistema de mayoría relativa y el 
sistema bipartidista. “De todos los esquemas que hemos definido en este libro, este último 
es, sin duda, el más próximo a una verdadera ley sociológica” (Duverger, 1957: 245). Para 
explicar la relación de dependencia entre sistema de mayoría relativa y sistema bipartidis-
ta, Duverger hace referencia a dos factores elementales que inciden: el factor mecánico y 
el factor psicológico. Desde entonces, la doctrina sobre sistemas electorales diferencia así 
estos factores: el primero expresa la desventaja no proporcional que tiene un tercer parti-
do más débil en la distribución de escaños en un sistema de mayoría relativa. El segundo 
expresa el recelo del elector a votar por un partido que no tiene posibilidades de alcanzar 
una representación parlamentaria, es decir, el temor a que su voto no cuente (ibíd.: 252). 
Duverger relaciona los dos tipos básicos adicionales de sistemas electorales con el siste-
ma multipartidista. En la versión más divulgada, las tres fórmulas que se han integrado 
como “leyes de Duverger” al estudio de los sistemas electorales, son las siguientes: “(1): 
La representación proporcional tiende a un sistema de partidos múltiples, independientes 
y estables (con excepción de los movimientos que surgen repentinamente). (2) El sistema 
mayoritario con dos vueltas, tiende a un sistema multipartidista, con partidos elásticos, 
dependientes y relativamente estables (en todos los casos). (3) El sistema de mayoría 
relativa (con una sola vuelta) tiende a un sistema dualista con partidos grandes e indepen-
dientes, que se alternan entre sí. Sin embargo, estos enunciados muy generales solamente 
demuestran tendencias básicas […]” (1950: 13)2.
Es bien sabido que las tres “leyes” provocaron enormes controversias científicas, 
sobre todo a raíz de que los críticos de Duverger quisieron endosarle más de lo que él 
2. En la versión original francesa: el sistema proporcional “tend à un système de partis multiples, rigides et inde-
pendants les uns des autres”, el sistema de mayoría absoluta “tend à un système de partis multiples, souples et 
dépendants les uns des autres”, el sistema de mayoría relativa “tend au dualisme des partis” (Duverger, 1950: 7).
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evidentemente quiso expresar, tal como sugiere la frase que aparece justamente después 
de sus fórmulas. 
¿Qué quieren decir las tres “leyes”? Duverger intenta, en tres ocasiones, recoger en 
palabras la conexión entre sistema electoral y sistema de partidos. Él mismo confiesa que 
determinados errores de interpretación han sido consecuencia de sus propias formulacio-
nes tentativas e imprecisas. Reconoce en primer lugar que pasa de términos más estrictos 
(sociological laws) a unos menos determinantes (formulas) para reafirmar finalmente su 
definición inicial (Duverger, 1986: 70). Reconoce en segundo lugar haber variado en el 
tiempo la relación causa-efecto entre sistemas electorales y sistemas de partidos en el 
sentido de recalcar su carácter de tendencia al sustituir un “conduce hacia” (leads to) por 
“tiende a conducir hacia” (tends to lead to). Así, Duverger confirma en los años ochenta 
(Duverger, 1986: 170) finalmente la formulación de sus “leyes sociológicas” definidas en 
1955: “(1) La representación proporcional tiende a llevar hacia un sistema con muchos 
partidos independientes entre sí… (2) El sistema mayoritario a dos vueltas tiende a lle-
var hacia un multipartidismo moderado por las alianzas entre muchos partidos… (3) El 
sistema de mayoría relativa tiende a llevar hacia un sistema bipartidista (Duverger, 1955: 
113)3. Hace entender que las leyes solo expresan “tendencias básicas que interactúan con 
factores nacionales y sociales”. Pero no olvida añadir que “en las últimas ediciones de 
sus obras, en la segunda ley se sustituyó “tiende” por “tiende a producir” (ibíd.). De paso, 
cambia el orden de las “leyes” (véanse Duverger, 1984: 35; 1986: 70).
En la traducción de su principal obra al inglés, en relación a la primera “ley”, se traduce 
“tend” por “favours” (Duverger, 1954: 217), en la versión española literalmente “tend” por 
“tiende” (Duverger, 1957: 232), así como también en la versión alemana, donde se traduce 
“tend” por “conduce hacia” (führt zu) (Duverger, 1959: 219). Esta última versión de las 
“leyes” es especialmente desconcertante porque incita a deducir por ejemplo que la repre-
sentación proporcional tiene como efecto el aumento del número de partidos (multiplica-
tion). Sin embargo, Duverger solamente quiere decir que la representación proporcional va 
de la mano del sistema multipartidista (multipartism), que conserva el número de partidos 
que existían en el momento de su introducción (Duverger, 1986: 71). Así, las traducciones 
citadas que pierden el importante detalle del autor de las “leyes sociológicas” de haber 
sustituido “leads” por “tends to lead”, completan la imprecisión del propio Duverger y de 
la controversia sobre su obra. Al final, Duverger mismo se adelanta al enorme margen de 
maniobra interpretativo de sus fórmulas, llevándolo desde una relación cuasicausal hasta 
una interrelación de múltiples causas y efectos. Como sus críticos lo perciben principal-
mente como un representantede rígidas “leyes sociológicas”, puede por fin presentarse 
casi como testigo principal en contra de la “errada interpretación” (Duverger, 1986: 69 ss.) 
de sus observaciones.
3. Traducido del inglés: “(1) Proportional representation tends to lead to a system of many mutually indepen-
dent parties, (2) the two ballot majority system tends to lead to a multipartism moderated by alliances of many 
parties (3) the plurality method tends to lead to a two-party system” (Duverger, 1984: 35).
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¿En las tres fórmulas se agotan los efectos que tienen los sistemas electorales sobre el 
sistema de partidos? ¡Evidentemente que no! En su obra clásica, el propio Duverger varias 
veces lo observa de forma inequívoca: las tres fórmulas “de ninguna manera abarcan todas 
las influencias de la mecánica electoral sobre el régimen de partidos” (Duverger, 1959: 
219).
¿En el sistema electoral se agotan los factores que influyen sobre el sistema de par-
tidos? Duverger constata de forma casi apodíctica: “La relevancia del sistema electoral 
tiene sus límites” (Duverger, 1959: 308; 1957: 324). Está muy lejos de rendir tributo a la 
causa, con un monocausalismo. Al ponderar el peso de diversos factores, él niega que la 
influencia del sistema electoral “sea mayor al de otros factores”. Más bien subraya: “[…] 
el sistema electoral nunca (es) el verdadero motivo, más bien son las especificidades 
nacionales, las ideologías, pero sobre todo la estructura económica de la sociedad la que 
influye decisivamente” (Duverger, 1959: 219). Con razón anota: “Pero no por ello se debe 
menospreciar la importancia de un factor general puramente técnico, como el sistema 
electoral” (Duverger, 1959: 232;1957: 245).
¿Se agota la conexión entre sistema electoral y sistema de partidos en una relación uni-
lateral? Muchos de los críticos de Duverger cuestionan la orientación de causalidad de sus 
fórmulas, como lo hace por ejemplo Leslie Lipson en su análisis del sistema bipartidista 
británico, retrocediendo hasta muy atrás en la historia, es decir, revisando justamente el 
caso paradigmático de la conexión entre sistema de mayoría relativa y sistema bipartidista 
(Lipson, 1953). Sin embargo, el propio Duverger reflexiona: “Al contrario, el sistema de 
partidos por su parte también ejerce una gran influencia sobre la técnica electoral cuando 
(por ejemplo) el sistema bipartidista favorece el sistema de mayoría relativa” (Duverger, 
1959: 218), “desempeña un papel capital en el sistema electoral” (Duverger, 1957: 232). 
Llega a la decisiva conclusión: “En resumen, el sistema de partidos y el sistema electoral 
están íntimamente ligados y a veces también es difícil diferenciarlos al momento de ana-
lizar su efecto” (Duverger, 1959: 219; 1957: 232).
¿Cómo entendería Duverger sus fórmulas: como deterministas o como probabilistas? 
Incluso relativiza, al hacer referencia a la que, según él, es la fórmula que más se acerca a 
una “ley sociológica”: “El sistema de mayoría relativa empuja al dualismo, pero no condu-
ce a él necesaria y obligatoriamente y en contra de todos los obstáculos” (Duverger, 1959: 
242; 1957 255). En sus fórmulas se habla “por supuesto solo de tendencias generales, a las 
que a menudo se le atraviesan otros factores […]” (Duverger, 1959: 306; 1957: 322). En la 
obra de Duverger existen suficientes indicios para pensar en una comprensión solamente 
probabilística de sus fórmulas. No obstante, estas fueron interpretadas por sus numerosos 
críticos como deterministas. Al parecer, este malentendido parece haber agradado a Duver-
ger durante mucho tiempo. En una misma disertación del año 1984 cita sus opiniones una 
vez como Duverger’s law (Duverger, 1984: 36), otra vez explica: “Leyes sociológicas que 
también se pueden considerar como hipótesis de trabajo” (ibíd.: 39). Dos años más tarde 
aclara sin lugar a dudas: “Las proposiciones concernientes al multipartidismo bipolar no 
son ni leyes sociales ni hipótesis: solo son indicios basados en algunas observaciones con 
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el fin de justificar conclusiones bien fundadas” (Duverger, 1986: 84).. Duverger juega en 
mayor o menor medida con este concepto de ley, a ratos lo usa, otros lo reemplaza, a ratos 
lo interpreta usando términos menos deterministas como tendencia, esquema, fórmula, 
modelo, hipótesis, sugerencia —confundiendo mucho con su ambigüedad a un público que 
está igualmente acostumbrado a usar diferentes conceptos de “ley”—. 
Sin lugar a dudas, sus sociological laws son para el propio Duverger más que solamen-
te un estímulo; le sirven de modelo de interpretación de la realidad. Da a entender que la 
evolución del sistema de partidos de la República de Bonn de aquella época —encami-
nada hacia un sistema de dos partidos y medio y contradictoria a las experiencias usua-
les obtenidas con sistemas de representación proporcional— se debe a la “naturaleza 
mixta” del sistema electoral, concretamente a la influencia del primer voto unipersonal 
de mayoría relativa sobre el segundo voto proporcional de lista en el sistema de dos 
votos. Define el sistema electoral alemán de manera que le permite salvar su teoría. 
Supone que este sistema electoral “contribuye a promover los efectos del dualismo del 
sistema de mayoría relativa en distritos unipersonales sobre el segundo voto que es 
contabilizado según la representación proporcional” (Duverger, 1984: 37). Su teoría 
de sistemas electorales también se expresa en su opción y recomendación: “El siste-
ma de pluralidad y el de doble vuelta son ciertamente preferibles a la representación 
proporcional en todos los sistemas en los cuales la investidura y el mantenimiento 
del gobierno dependen de la mayoría legislativa” (ibíd.). “Debe quedar claro que la 
representación proporcional generalmente debilita el sistema democrático y el sistema de 
mayoría lo fortalece” (ibíd.: 35).
Después de Duverger, se plantea la pregunta que posteriormente también retomará 
Giovanni Sartori (1994: 40): “¿Pueden los efectos del sistema electoral ser formulados en 
forma de una ley?”. Hubo fuerte oposición a esta posibilidad. Vernon Bogdanor resume la 
negación casi generalizada con la siguiente frase: “Las relaciones entre el sistema electo-
ral, sistema de partidos y el proceso de cambio social son recíprocas y de alta complejidad. 
No son del tipo que se puedan asumir como leyes científicas, sean esas leyes aritméticas, 
institucionales o sociológicas” (Bogdanor, 1983: 261). Sartori, en cambio, hace el cues-
tionable intento de formular las “leyes sociológicas” de Duverger de tal forma que puedan 
aplicarse como leyes. Haré referencia a este punto posteriormente cuando presente la 
postura científica de Sartori. 
No cabe duda de que Duverger es un clásico. Lo es en el sentido de que un clásico 
provoca diferentes interpretaciones, debido a veces a contradicciones internas así como a 
un uso oscilante del idioma. Considerando el intervalo temporal, lo es también por haber 
precisado cuestiones de investigación más que resultados seguros (véase Häberle, 1981). 
Y finalmente, por haber motivado un sinnúmero de estudios, en defensa así como en con-
tra de sus enunciados, y por haber producido también un contra-clásico que le ha criticado 
duramente y al mismo tiempo proseguido. Para la “ciencia política normal” (Kuhn, 1971), 
sin embargo, se ganaría mucho si las fórmulas de Duverger no fueran entendidas como 
leyes que deban refutarse o reformularse por enésima vez, sino que se entendieran de 
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forma heurística en el sentido planteado por Max Weber (1956: 234 ss.), como relaciones 
de tipo ideal para preguntarse a continuación a partir de qué factores prevalecen las dis-
crepancias observables en la realidad.
STEIN ROKKAN Y EL SISTEMA ELECTORALCOMO VARIABLE 
DEPENDIENTE
La perspectiva principal de Stein Rokkan gira en torno a las diferencias centrales en 
la estructura del sistema de partidos en los países de Europa occidental (cfr. Flora, 1981: 
428). “Sintetizando estrategias de análisis diacrónico y sincrónico” (Lipset/Rokkan, 1967: 
54), su enfoque es de naturaleza histórico-genética. Su material histórico abarca el periodo 
desde inicios de la representación parlamentaria en el siglo XIX hasta los años sesenta del 
siglo pasado; en realidad solamente hasta los años veinte, pues afirma que para el tiempo 
posterior a estos se habría producido un congelamiento de los sistemas de partidos: “El 
sistema de partidos de los años 1960 refleja, con pocas pero importantes excepciones, la 
escisión (cleavage) estructural de los años 1920” (ibíd.: 50).
El modelo de base para la explicación de la evolución de los sistemas de partidos son 
las líneas de conflicto históricas en el interior de una sociedad que son trasladadas a siste-
mas nacionales de partidos, dentro del contexto de una superación secuencial de diversos 
retos. Rokkan diferencia cuatro retos o umbrales de este tipo que surgieron en los proce-
sos de democratización de todos los países de Europa occidental: legitimidad (reconocer 
como legítima la crítica y protesta en contra de los que ejercen el poder), participación 
política (derechos de participación y libertad), representación (representación proporcio-
nal parlamentaria) y la asunción del poder (influencia sobre las decisiones del ejecutivo), 
dando gran relevancia a la secuencia temporal, en la que se superan los umbrales, como la 
razón para las diferencias en el desarrollo de los sistemas de partidos en Europa occidental 
(Rokkan, 2000: 296 ss.).
En realidad, Rokkan solamente se interesa por cuestiones relativas a los sistemas elec-
torales dentro del contexto de este proceso de democratización. Presta poca atención a 
Maurice Duverger, aunque sí acepta que “en términos teóricos abstractos se podría, sin 
lugar a dudas, plantear la hipótesis de que un sistema de mayoría relativa en regiones 
culturalmente homogéneas [...] más bien podría conducir a sistemas bipartidistas, y que 
solamente se sumarían otros partidos si aparecen clivajes” (ibíd.: 360). Naturalmente 
caldea así el debate sobre los sistemas electorales, de manera que desarrolla la relación 
de efecto clásica entre la variable considerada como independiente y la variable consi-
derada como dependiente, específicamente entre sistema electoral y sistema de parti-
dos, haciendo de ellas un set de variables que van a depender de una tercera variable, 
las estructuras sociales de las líneas de conflicto. Por lo demás, Rokkan rompe con la 
orientación hacia el efecto que existía hasta esa fecha, en cuanto a la supuesta relación 
de causalidad entre sistema electoral y sistema de partidos: “De hecho, en la mayoría 
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de los casos es poco significativo tratar el sistema electoral como variable independiente 
y el sistema de partidos como dependiente. Las estrategias partidarias tienen, general-
mente, influencia decisiva en la legislación electoral [...]” (Lipset/Rokkan, 1967: 30). 
Sobre la base de sus investigaciones históricas-genéticas, Rokkan llega a la conclusión 
de que el sistema electoral depende del sistema de partidos, de su estructura como reac-
ción a las evoluciones políticas que se producen a partir de la dinámica de las estructuras 
predominantes en las líneas de conflicto. En el marco de su teoría sobre umbrales, los 
sistemas electorales adquieren relevancia en tanto que contienen diversas barreras para la 
representación. Por tanto, reconoce que la introducción de la representación proporcional 
es un resultado histórico de la “convergencia de las presiones desde arriba y desde abajo. 
La clase obrera en ascenso quería bajar la barrera de representación para obtener el acceso 
a la legislatura, y los partidos establecidos, considerando su mayoría en peligro, deman-
daban la representación proporcional para proteger su posición frente a las nuevas olas 
de movilización de electores bajo el voto universal” (ibíd.: 32; véase también Rokkan, 
2000: 363). En este punto, la diferencia que hace Sartori entre sistemas electorales “débi-
les” y “fuertes” le va muy bien (véase más adelante sobre este punto), en tanto que “la 
opción por un sistema electoral proporcional se podría caracterizar como la estrategia de 
los débiles” (Rokkan, 2000: 312) que él habría encontrado especialmente en países más 
pequeños. En general, habría observado lo siguiente: cuanto mayor sea la heterogeneidad 
étnica y/o religiosa en una sociedad, tanto más el legislador se decide a favor de un sistema 
proporcional: “En sociedades divididas por el idioma y la religión, la representación según 
el principio mayoritario podría poner claramente en peligro la subsistencia del sistema 
político” (ibíd.: 363).
La importancia central que Rokkan atribuye a estos y a otros factores sociales en la 
evolución del sistema de partidos4, lo coloca en una controversia con teóricos como Gio-
vanni Sartori que tienen grandes expectativas con respecto a los sistemas electorales y 
las reformas de los sistemas electorales: “Ellos querían influir en el curso de los eventos 
futuros y tendían a ser exageradamente optimistas sobre las posibilidades de provocar 
cambios en el sistema de partidos establecido mediante la ingeniería electoral” (Lipset/
Rokkan, 1967: 30). Rokkan considera que no solo los sistemas de partidos, sino también 
las reglas de juego institucionales estarían “congelados”. Pero enfrenta la crítica, en el sen-
tido de que justamente por su perspectiva histórico-genética, su teoría sobre los sistemas 
de partidos estaría estrechamente vinculada a su época y que no podría aplicarse a evolu-
ciones posteriores (Lipset, 1985; Pappi, 1989). No obstante, su postura a favor de que los 
sistemas electorales puedan ser considerados también como una variable dependiente del 
correspondiente contexto histórico puede considerarse como un postulado independiente 
de condiciones espacio-temporales.
4. Al respecto, véase la reconstrucción de la teoría de Rokkan por parte de Peter Flora en Rokkan (2000).
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DOUGLAS W. RAE Y EL ENFOQUE COMPARATIVO-CUANTITATIVO
Para la corriente empírico-cuantitativa en el estudio de los sistemas electorales, el aná-
lisis científico de la relación causal entre sistema electoral y sistema de partidos apenas 
empieza con Douglas W. Rae. En su obra clásica The Political Consecuences of Electoral 
Laws, el autor marca críticamente la diferencia con respecto a estudios anteriores, con 
el convencimiento de que su enfoque empírico-estadístico orientaría los estudios sobre 
sistemas electorales en la dirección correcta5. Rae considera que hasta entonces solamente 
habría existido un “conocimiento convencional […] más o menos inocente frente a un 
conocimiento general preciso” (“conventional wisdom […] more or less innocent of preci-
se general knowledge”) (“conocimiento convencional […] más o menos libre de un cono-
cimiento general preciso); no habría “un cuerpo de conocimiento sistemático y empírica-
mente contrastado” (“no systematic and empirically verified body of knowledge”) sobre 
los efectos políticos de los sistemas electorales (1967: 6; 1977: 6). Sus investigaciones, 
en cambio, se fundamentarían en la sistematización y en teorías generales falsables. Estos 
vehementes anuncios deben cuestionarse acto seguido: por un lado, Rae naturalmente 
parte del análisis de los sistemas electorales realizados hasta esa fecha, especialmente por 
Duverger, cuyos resultados trata de ratificar empíricamente6. Por otra parte, su enfoque 
apunta hacia correlaciones estadísticas que no necesariamente auguran una causalidad. 
Finalmente, su interés intelectualse dirige solamente hacia los efectos de los sistemas 
electorales y no al respectivo contexto histórico que influye en la relación entre sistema 
electoral y sistema de partidos. Al concluir sus investigaciones confiesa honestamente 
tener consciencia de estas dos limitaciones: “el presente estudio se ocupa en gran parte de 
problemas de correlación y no cronológicos” (1967: 146; 1977: 152). Por lo tanto, el pen-
samiento de Rae debe entenderse como un primer escrito relevante a partir de un enfoque 
específico de análisis sobre los sistemas electorales (cfr. Lijphart, 1980: 483 ss.).
Este enfoque comparativo-cuantitativo se dedica primero a recoger un sinnúmero de 
datos empíricos, lo más variado posible en lo geográfico como en lo histórico —Rae estu-
dia las elecciones generales de veinte democracias occidentales en el periodo comprendido 
entre 1945 y 1965—. En segundo lugar, se plantea una gran cantidad de hipótesis falsables 
que contienen enunciados sobre las relaciones entre las variables estudiadas y que pueden 
ser comprobadas a partir del material recogido. En tercera instancia, pretende precisar 
exactamente el instrumental analítico del estudio y diferenciar claramente en lo operativo, 
5. Vale señalar que Rae identifica “electoral law” (ley electoral) con “electoral system” (sistema electoral), 
dado que las propiedades de los “electoral laws” las define como “formas de votación, circunscripciones 
y fórmulas de transferir votos en escaños”. Esto permite traducir “electoral law” por “sistema electoral” y 
sugiere evitar una traducción literal, en forma de “derecho electoral” (como aparece en la versión castellana, 
Rae, 1977), concepto mucho más amplio. Esta traducción peca de la misma imprecisión en la investigación 
sobre sistemas electorales que Rae quiere superar. En lo que sigue, se traduce de la edición original inglesa 
de 1967 y se indica además el lugar de las citas en la versión castellana de 1977.
6. Rae cita a Duverger (1954: 217) de la siguiente manera: “The simple majority (plurality) single-ballot system 
favors the two-party system” (Rae, 1967: 92;1977: 96).
19Controversias sobre sistemas electorales y sus efectos
Revista Española de Ciencia Política. Núm. 31, Marzo 2013, pp. 9-39
tanto lo que tiene que ver con los sistemas electorales como con los sistemas de partidos. 
Rae subdivide los efectos de los sistemas electorales, a partir de tres de sus dimensiones: la 
división de un país en circunscripciones electorales (districting), la forma de emitir el voto 
(balloting) y el procedimiento (electoral formula) según el cual se convierten los votos en 
escaños. El autor estudia los efectos que tiene cada uno de estos tres elementos sobre el 
sistema de partidos (Rae, 1967: 6 y 16; 1977: 6 y 16). La variable dependiente “sistema 
de partidos” la subclasifica según el grado de proporcionalidad de los resultados electora-
les que presentan los sistemas electorales en el momento de convertir votos en escaños y 
que él define como un efecto directo del sistema electoral (proximal effect), así como en 
el número de partidos dentro de un sistema multipartidista, un resultado que él denomina 
efecto distante (distal effect). Rae tiene otra categoría muy orientadora: diferencia entre 
las mayorías parlamentarias absolutas que se deben al voto de los electores (earned majo-
rities) y aquellas construidas por el sistema electoral (manufactured majorities) (1967: 74; 
1977: 76). En cuanto al sistema de partidos, no observa solamente el número de partidos 
en el parlamento (parliamentary party system), sino también la competencia entre los par-
tidos a nivel del electorado (elective party system) (1967: 48; 1977: 48). Estas puntualiza-
ciones persiguen el fin de hacer operativo el objeto estudiado en lo cuantitativo, lo que, en 
su aplicación concreta, naturalmente no siempre conduce a resultados satisfactorios en lo 
cualitativo. Un terrible ejemplo de lo dicho es la equivocada valoración hecha por Rae del 
sistema electoral alemán, al considerarlo “half Anglo-American” “[…] ya que permite la 
elección de la mitad del parlamento federal con mayoría relativa en distritos uninominales 
con el simple voto personal” (1967: 45; 1977: 45). El autor entiende el sistema alemán 
como un sistema segmentado, lo clasifica como sistema mixto (mixed system) y en sus 
cálculos lo incluye con el valor 2 por tamaño de circunscripción —algo en sí absurdo 
(1967: 42; 1977: 42)—, como resultado de la suma del tamaño de las circunscripciones 
uninominales y de la única circunscripción nacional, en la que se distribuyen todos los 
escaños del ámbito federal de forma proporcional.
En lo referente a los resultados del análisis de Rae, en general se confirman los hallaz-
gos del estudio empírico-histórico de los sistemas electorales realizado con anterioridad a 
Rae y criticado por este mismo, tal como evidencia la siguiente afirmación: “Prácticamen-
te todos los sistemas electorales producen desventajas para los partidos débiles” (1967: 88; 
1977: 92). Es obvio que sobre la base de su limitado interés cognitivo y a través del méto-
do seleccionado, este autor puede hacer afirmaciones con mejor comprobación cuantitati-
va. Según él, la conexión entre sistema de mayoría relativa y sistema bipartidista sería más 
débil de lo enunciado en la “ley sociológica” de Duverger, pero sí existiría una asociación 
fuerte, pues coincidiría en el 89,7% de los casos (1977: 94; 1977: 97). En el resumen de 
sus datos también afirma lo que de todas formas debía suponerse: “La gran parte de mayo-
rías parlamentarias de un solo partido son fabricadas por el sistema electoral” (1967: 74; 
1977: 76). Además, formula condiciones secundarias que evidentemente no son solo de 
naturaleza empírica, sino también lógica: “El sistema de mayoría relativa está siempre aso-
ciado a la competencia entre dos partidos, excepto cuando existen partidos locales fuertes” 
Dieter Nohlen20
Revista Española de Ciencia Política. Núm. 31, Marzo 2013, pp. 9-39
(1967: 95; 1977: 100). Cabe recalcar que Rae no pierde de vista los casos contrarios: “El 
sistema de mayoría relativa no fue por completo condición suficiente para una competen-
cia bipartidista en Canadá y no es condición necesaria para la competencia bipartidista en 
Austria” (1967: 94 ss.; 1977: 98 ss.). De esta manera cumple con las condiciones exigidas 
para la aplicación exitosa del método comparativo en el diseño cualitativo.
Sin embargo, algunos resultados se caracterizan justamente por el enfoque cuantitati-
vo del análisis, como la diferenciación de los sistemas electorales a partir del parámetro 
“grado de proporcionalidad de los resultados electorales”, una diferenciación que se trans-
mite sobre la base del modelo del continuo unipolar: “La principal diferencia entre los sis-
temas electorales se refleja en un continuo entre la proporcionalidad perfecta (en la que no 
ocurre una redistribución) y un extremo de desproporcionalidad (donde los partidos fuertes 
se benefician y los pequeños quedan en desventaja). Puesto que el extremo de perfecta 
proporcionalidad no es realizable, los sistemas electorales se diferencian en el grado en 
que difieren de ese punto hasta el extremo de ventajas considerables para los partidos fuer-
tes” (1967: 137 ss.; 1977: 143 ss.). Con esta diferenciación, que condujo a Richard Rose 
a plantear la atrevida tesis de que las “diferencias entre los sistemas electorales” serían 
esencialmente “cuestión de grado y no de naturaleza” (Rose, 1984: 73), Rae subraya por 
una parte que habrá que definir los sistemas electorales en general a partir de sus efectos; 
en principio, yo concuerdo con esto. Por otra parte relativiza la influencia de los sistemas 
electorales, pues la limita al grado de proporcionalidad. Su influencia sería medible sola-
mente dentro del ámbito de los “efectos próximos”; en el ámbito de los “efectos distantes” 
no lo sería o no sería exactamente determinable el nivel real de esta influencia. De acuerdo 
con esto, el estudioempírico-estadístico solamente alcanzaría resultados relativamente 
precisos dentro de un campo limitado del objeto a ser investigado.
Es significativo que en la recepción científica de Rae, históricamente solo se tomó 
en cuenta aquella parte de su exposición en la que se describe la estrecha correlación (o 
asociación) existente entre sistemas electorales y sistema de partidos, limitándolo siem-
pre al grado de proporcionalidad de los resultados electorales, tal como se mencionara 
anteriormente. Pero no progresó el cuestionamiento fundamental de la correlación como 
tal planteado por Rae (1967: 146; 1977: 152). Él mismo recalca: “La influencia de los 
sistemas electorales sobre sistema de partidos a nivel parlamentario es generalmente 
menos importante que muchas otras fuerzas que se expresan en los resultados electorales” 
(1967: 96; 1977: 100). También es consciente de que su análisis solamente es una parte 
de un todo: “Los sistemas de partidos son influidos por una serie de variables: sociales, 
económicas, legales y políticas. El efecto próximo [proximal effect] del sistema electoral 
sobre la representación parlamentaria de los partidos es solo uno de los varios factores 
determinantes” (1967: 141; 1977: 147). Retomando las dudas sobre la linealidad de la rela-
ción causa-efecto, planteada ya anteriormente por Duverger, Rae lo llega a formular de la 
siguiente manera: “Peor aún, los sistemas electorales están ellos mismos configurados por 
el sistema de partidos” (ibíd.). Diversas reservas de igual tenor ante un análisis de la rela-
ción causa-efecto también se recogen en otros puntos de su obra. Al igual que en el caso 
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de Maurice Duverger, la referencia de los estudiosos de los sistemas electorales se centra 
sobre todo en aquellos pasajes de su obra que le resultan útiles, ya sea con intenciones de 
confirmación o de abrir controversia.
GIOVANNI SARTORI Y EL ÍMPETU DEL “ELECTORAL ENGINEERING”
Entre todos los estudiosos de los sistemas electorales de todo el mundo probablemente 
Giovanni Sartori es quien alimentó con mayor impacto la controversia científica. Su inte-
rés intelectual se centra, en primera instancia, en el sistema de partidos: su estructura y 
dinámica. En segunda instancia, está orientado hacia el sistema electoral, pues reconoce en 
él el instrumento con el cual más fácilmente se puede ejercer influencia sobre el sistema de 
partidos y su evolución. Percibió las posibilidades de maniobra que ofrecen los sistemas 
electorales; por lo tanto, su interés se centra en la “ingeniería electoral”. Sartori persigue 
un enfoque cualitativo-comparativo, con el que pretende llegar a reglas generales. Hace 
uso del procedimiento de la clasificación y dentro de este otorga especial valor a la univo-
cación terminológica, en crítica directa a Maurice Duverger (Sartori, 1994: IX).
Si revisamos el instrumental analítico de Sartori vemos que, con relación al sistema 
de partidos, el autor apuesta por la tipología (una variante de la clasificación) que se basa 
en varios criterios, en lugar de la clasificación pura, que se fundamenta en un solo criterio 
(Sartori, 1976: 125). A parte del número de partidos (formato del sistema de partidos) 
aparecen además su mecánica y dinámica, y, adicionalmente, el componente ideológico 
entendido como distancia ideológica entre los partidos y su intensidad (grado de polariza-
ción). Sartori subdivide los sistemas electorales de acuerdo a dos criterios concebidos de 
forma dualista: primero, mayoría versus proporcionalidad, es decir: “si la conversión de 
votos en escaños es en proporción”; segundo, si hay un ganador por circunscripción o dos 
o más ganadores (Sartori, 1994: 3). Con estos criterios retoma la diferenciación que yo ya 
había destacado, es decir, entre el principio de representación (mayoría versus proporción) 
y la regla decisoria (aquí cantidad de ganadores por circunscripción) y aboga también 
por la clasificación de los sistemas electorales según un solo criterio, a fin de lograr la 
contraposición simétrica de los tipos básicos de sistema electoral (Nohlen, 1969: 32 ss.; 
Nohlen,1984: 83-90). A diferencia de lo que yo planteé, pronunciándome en favor del 
principio de representación, Sartori toma como criterio fundamental para la clasificación 
de los sistemas electorales la regla decisoria —tal como se desprende de su definición de 
sistema mayoritario y sistema proporcional—, a la que suma además el tamaño de la cir-
cunscripción: “Un sistema electoral es mayoritario si la votación tiene lugar en circunscrip-
ciones (por lo general, uninominales) donde el ganador se lo lleva todo o también conocido 
como sistema de mayoría relativa (first-past-the-post). Por el contrario, cualquier sistema 
electoral en el que la votación se produce sobre la base de dos o más ganadores elegidos 
mediante los ‘votos más altos’, se trata de un sistema proporcional” (Sartori, 1994: 4). 
Esta contraposición conceptual revive una controversia que fácilmente puede conducir a 
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Revista Española de Ciencia Política. Núm. 31, Marzo 2013, pp. 9-39
malentendidos. Al enfocar la cuestión de la definición clasificatoria de la representación 
por mayoría y de la representación proporcional en los elementos técnicos, como lo hace 
Sartori, el autor puede afirmar la existencia de los denominados sistemas mixtos (mixed 
systems) e incluso especificarlos: “Los verdaderos sistemas mixtos son solo aquellos en 
los que se elige […] al combinar criterios proporcionales y de pluralidad” (ibíd.: 5), pues 
existe una enorme cantidad de elementos que se pueden mezclar. Mi definición básica 
de representación por mayoría y representación proporcional como principios de repre-
sentación es verdaderamente dualista, excluye los sistemas mixtos, pues los principios 
no se pueden mezclar. Sin embargo, no dudo en absoluto que en el nivel de los sistemas 
electorales concretos existan tipos (en mi terminología) “combinados” de sistema electo-
ral compuestos por elementos técnicos diversos, a veces incluso opuestos al principio de 
representación al que está orientado el sistema. Como un ejemplo extraordinario se puede 
citar el sistema de representación proporcional en circunscripciones pequeñas que cuenta 
como sistema de mayoría. Aquí se ha integrado la regla decisoria de la proporcionalidad 
(en los términos de Sartori: más de un ganador por circunscripción) a un sistema electoral 
cuya orientación y efecto es la representación por mayoría (alta desproporcionalidad). 
El diseño de este sistema contradice la definición de los sistemas electorales de Sartori 
citada más arriba. Este hecho no es suficiente razón para etiquetar tal sistema de “mixto”, 
más bien pone en cuestión el criterio sartoriano de la clasificación. Aplicando el mío, los 
tipos de sistema combinado concuerdan (comparativamente en mayor o menor medida) 
ya sea con uno de los principios de representación o con el otro. Por lo tanto, es necesario 
diferenciar y se puede reconocer que la controversia entre Sartori y yo sobre los sistemas 
electorales mixtos se resuelve fácilmente, mientras que no sucede lo mismo con la aplica-
ción concreta de las categorías. Sartori declaró (hacia mediados de los años noventa) que 
“Rusia, Italia, y probablemente Japón y Nueva Zelanda” tendrían sistemas mixtos (ibíd.: 
12). Con eso cayó en un grave vicio de diferenciación, pues para aquel tiempo Rusia tenía 
un sistema segmentado e Italia un sistema compensatorio; Nueva Zelanda sigue utilizan-
do, invariadamente, un sistema proporcional personalizado (véase Nohlen, 2009: 199 ss.). 
Justamente cuando en el concepto se apunta hacia los elementos técnicos hay que diferen-
ciar claramente entre sus combinaciones y tomar en cuenta los diversos efectos que estos 
provocan para lograr una clasificación contundente del sistema individual.
Si diferenciamos entre objetivo versus medios,Sartori pone, por tanto, los medios en 
el centro de su atención y no el objetivo, coincidiendo justamente con su idea de que los 
sistemas electorales serían el medio más adecuado para poder influenciar en el desarrollo 
del sistema de partidos. Tomando como máxima el pensamiento de la ingeniería electoral, 
el autor también hace una diferenciación entre los sistemas electorales según los efectos 
que ejercen los elementos técnicos sobre el grado de desproporción entre votos y esca-
ños. Para ello utiliza el continuo unipolar de Rae que tiene su punto cero en el sistema 
proporcional puro, así como el sistema de valoración básica de “fuerte” y “débil”. Como 
la representación proporcional pura refleja con mayor exactitud la correlación de fuer-
zas expresadas por la votación en el momento de la distribución de escaños, Sartori lo 
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considera un sistema electoral débil (feeble system), incluso hasta un sistema sin efectos 
(no-effect-system). Los sistemas electorales que se distancian del punto cero se miden por 
el desvío que logran provocar, partiendo del sistema proporcional: los sistemas electorales 
indiscutidamente fuertes (strong systems) son los sistemas de mayoría.
Dentro de esta clasificación entre sistemas electorales se evidencian ahora las estreche-
ces de carácter histórico-analítico que resultan de la elección de las reglas decisorias como 
características para la definición de los sistemas electorales. Concebidos como principios 
de representación que se contraponen en un modelo de continuo bipolar, los sistemas elec-
torales pueden perseguir diferentes objetivos de representación y a veces son demasiado 
débiles o demasiado fuertes, dependiendo del caso, para alcanzar estos objetivos. Histó-
ricamente, los sistemas de representación proporcional han sido establecidos para que el 
principio de la igualdad del sufragio pueda abrirse paso, en el sentido de que los votos 
tengan igual valor sobre el resultado. Esta es la fortaleza de los sistemas electorales pro-
porcionales —y a veces también se los evalúa por ello, por ejemplo, en la jurisprudencia 
del Tribunal Constitucional Federal de Alemania (Bundesverfassungsgericht)—, mientras 
los sistemas de mayoría resultan débiles.
La controversia de mayor alcance protagonizada por Sartori se produjo con Maurice 
Duverger en torno a sus “leyes sociológicas”7. Su crítica no gira tanto en torno al intento 
de formular en forma de ley el efecto que podían tener los sistemas electorales; es más 
bien la sorpresiva debilidad de Duverger al ejecutar la idea lo que Sartori critica: “La debi-
lidad en el tratamiento que hace Duverger sigue llamando la atención [...]. La debilidad 
metodológica y sustantiva de las leyes de Duverger es patente y desmostrable fácilmente” 
(Sartori, 1986: 44 ss.). Sartori explica en detalle: “En primer lugar, [...] nunca da la impre-
sión de percibir la diferencia entre ‘causa’ y ‘asociado con’. En segundo lugar [...] una ley 
(generalización causal) es verificable si, y solo si, la causa y el efecto están claramente 
especificados, mientras que el efecto de la primera ley de Duverger (dualismo de partidos) 
es tan confuso como puede serlo, y el efecto de su segunda ley (multipartidismo) también 
adolece de excesiva imprecisión” (ibíd.: 44). En la obra de Duverger no quedaría claro si 
sus mecanismos son deterministas o probabilistas (ibíd.: 46). Por una parte, el texto pro-
metería ser determinista al hablar de una ley sociológica pero, por la otra, debía tomarse en 
cuenta una serie de excepciones, una limitación que degradaría el enunciado a ser probabi-
lista. En cambio, Sartori considera que sí es posible tener leyes deterministas en relación 
con el efecto de los sistemas electorales sobre el número de partidos, y esto, aun contando 
con “todos y cada uno de los eventos electorales” (ibíd.: 52). De forma similar también se 
declara opuesto a la expresión más débil, al decir que existe una correlación o asociación 
entre sistemas electorales y sistema de partidos. Toda vez que una ley sociológica no 
podría ser comprobable con la ayuda de una correlación, tal como habría intentado hacer 
7. Para Sartori, las “leyes sociológicas” de Duverger tienen que leerse así: “(1) The ballot majority (plurality) 
single ballot system tends to party dualism. (2) The second ballot (majority) system and the proportional 
representation tend to multipartyism” (Sartori, 1986: 43 ss.).
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Rae con Duverger cuando el primero comentaba que la conexión entre “sistema de mayo-
ría relativa” y “sistema bipartidista” sería más débil de lo que se presumiría de una “ley 
sociológica”, pero que sí representaría una asociación fuerte si coincidiera en el 89,7 por 
ciento de los casos (ibíd.). En suma, la versión cuantitativo-matemática de Duverger por 
parte de la escuela empírico-estadística no aportaría mucho. Algo de más o algo de menos 
—una frequency law— incluso sería contraproducente, pues “empobrece fuertemente, 
entre otras cosas, la información que mi enfoque a su vez aporta” (ibíd.: 48).
En referencia a Duverger, Sartori intenta, en cambio, expresar con mayor precisión las 
“leyes sociológicas” de este y formularlas a través de condiciones adicionales, de tal forma 
que aquellos casos que hasta ese momento eran presentados como ejemplos contrarios a 
lo dicho, fueran incluidos en el enunciado: “La incorporación de la[s] excepción[es] en 
una reformulación de la ley que las subsume” (ibíd.: 32). Con ello, Sartori se opone de 
hecho a todos aquellos críticos de Duverger que no creen posible la existencia de “leyes 
sociológicas”: Sartori logra la reformulación (dicho de forma simplificada) de la siguiente 
manera:
Ley 1: Si ningún tercer partido (además de los dos grandes) alcanza la mayoría •	
relativa de votos en una de las circunscripciones, entonces los sistemas electorales 
de representación por mayoría provocan un régimen bipartidista.
Ley 2: Si alguno de los terceros partidos (es decir, además de los dos grandes par-•	
tidos) alcanza la mayoría relativa de los votos en circunscripciones uninominales, 
entonces al darse un sistema de mayoría relativa se produce un sistema multiparti-
dista que se compone de la misma cantidad de partidos (además de los dos grandes) 
que alcanzan esta concentración de votos.
Ley 3: Cuanto mayor sea el efecto de desproporción en un sistema electoral propor-•	
cional, tanto mayor será el efecto de reducción sobre el número de partidos; o dicho 
de forma más tajante: cuantos menos partidos superen el umbral electoral natural 
(tamaño de la circunscripción) o el umbral artificial (barrera legal), menos partidos 
entrarán en el parlamento.
Ley 4: En sistemas electorales proporcionales, el mismo número de partidos que •	
haya alcanzado el coeficiente electoral (el valor mínimo para alcanzar un escaño) 
puede conseguir escaños.
Las condiciones necesarias de sus enunciados de ley son la estructura del sistema de 
partidos y la distribución geográfico-electoral de los votantes, siendo el sistema electoral 
condición suficiente para ello (Sartori, 1994: 45 ss).
Si uno lee las “leyes” detenidamente, se sorprenderá, más allá de las anotaciones sobre 
condiciones necesarias y suficientes, por su trivialidad. Estas resumen de forma descrip-
tiva, al definir el marco concreto de condiciones, aquellas configuraciones de factores de 
las que puede salir lógicamente en cada caso solo el resultado indicado. Así, las leyes 
de Sartori se cierran ante cualquier posibilidad de falsación de la conexión causal que se 
25Controversias sobre sistemas electorales y sus efectos
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les imputa; una condición, según Popper, para decir que se trata de enunciados científicos 
y no solamente de ecuaciones definitorias. Aunque Sartori en ocasionesadmite que en las 
ciencias sociales no puede haber leyes deterministas (ibíd.: 32), no se puede negar que las 
leyes (re)formuladas por este autor son exactamente eso, pues por pura lógica excluyen la 
posibilidad de fracasar en la demostración empírica.
Ante este trasfondo se entiende la notable controversia entre Sartori y Rae, pues refleja 
el enfoque de cada cual. Sartori recalca la posibilidad ex-ante del pronóstico en ciencia 
política de las consecuencias que tienen los sistemas electorales con la siguiente tesis: “Los 
efectos de los sistemas electorales pueden ser adecuadamente predecibles y determinados” 
(ibíd.: 29). En cambio, Rae afirma fríamente en su estudio ex-post sobre la conexión con 
base en algunos resultados electorales concretos: “No es fácil determinar la importancia de 
los efectos de las reglas electorales en la producción del patrón de competencia observado 
entre partidos” (Rae, 1967: 134).
Para hacer justicia a Sartori, sus afirmaciones, sin embargo, deben interpretarse desde 
el trasfondo de su preocupación por mantener abierto el campo de la ingeniería política, 
para sí mismo y para la ciencia política en general. De esta manera se entiende su insisten-
cia por investigar solamente una dimensión de la conexión causal que se imputa, es decir, 
que el sistema de partidos depende del sistema electoral, y de la previsibilidad de las con-
secuencias de los sistemas electorales sobre los sistemas de partidos. A esto se opone su 
afirmación expresada en varias ocasiones de que los sistemas de partidos —diferenciados 
en su estructura según el sistema de valoración dual entre “fuertes” versus “débiles”—, 
juegan un papel como factor en la relación causal entre sistema electoral y sistemas de 
partidos que es adecuado para ejercer un efecto retroactivo sobre la variable clásicamente 
considerada como independiente. Sartori incluso constata: “la clave está en [...] que los 
efectos de los sistemas electorales no pueden valorarse correctamente sin evaluar al mismo 
tiempo las propiedades de diseño y canalización del sistema de partidos como tal” (Sartori, 
1994: 37).
Su discusión con mi postulado de que las reformas que abarcan el tipo de sistema 
electoral son absolutamente inusuales (Nohlen, 1984: 128), también tiene su justificación 
más profunda en su inclinación por el asesoramiento político, pues, según Sartori: “Una 
profesión que ha sostenido durante mucho tiempo que los sistemas electorales no pueden 
provocar nada (ya que son producidos por la política, pero no causan política), o no ser 
modificados (el argumento de la ‘no opción’), y (lo más terrible de todo), cuyo canon ha 
mantenido sin vacilaciones que sus efectos no pueden predecirse con precisión o confianza 
—una profesión que ha sostenido durante mucho tiempo tales puntos de vista— no puede 
tener muchos consejos que ofrecer” (Sartori, 1994: 24). Sin embargo, mi experiencia en 
el asesoramiento político señala que las recomendaciones institucionales que no toman en 
cuenta el contexto, no van a ninguna parte.
En la opción por uno u otro sistema electoral se expresa la preferencia de Sartori por 
aquellos sistemas que podrían tentativamente dirigir la estructura del sistema de parti-
dos: “Los sistemas de mayoría absoluta y relativa funcionan, o en todo caso funcionan 
Dieter Nohlen26
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al máximo de su capacidad, cuando fomentan un sistema bipartidista que produce, en 
suma, un gobierno con partido único ‘responsable’. Pero esto generalmente no pasa... 
[Sin embargo] mantienen baja la fragmentación del sistema de partidos, por lo que 
son más propensos a generar gobiernos eficaces que los sistemas de representación 
proporcional” (ídem: 73). En realidad, Sartori no confiesa francamente cuál de los sis-
temas electorales le parece mejor, pero: “[…] si hay un sistema electoral ‘mejor’, ése 
es el sistema de segunda vuelta electoral en su amplia gama de adaptabilidad [...] con 
la condición, por supuesto, de que ningún sistema electoral es el mejor para todas las 
ocasiones” (ibíd.: 75).
AREND LIJPHART Y EL AFÁN DE LA PRECISIÓN CUANTITATIVA
Arend Lijphart está relacionado con Douglas W. Rae en dos sentidos. Por una parte, 
su perspectiva se orienta también hacia los efectos políticos que pueden tener los sistemas 
electorales, a cuyo efecto propone una diferenciación idéntica a la de Rae en relación 
con la variable dependiente. Por otra parte, al igual que Rae, está comprometido con el 
enfoque empírico-estadístico. En este sentido recalca que la obra de Rae sería “el libro 
más importante en el campo de los sistemas electorales comparados” (Lijphart, 1990: 
481) y reconoce que ha sido “una fuente importante de inspiración” para su propio aná-
lisis (Lijphart, 1994: 11). Su objetivo es “volver a analizar el estudio clásico de Rae con 
datos más precisos, hipótesis más fuertes y mejores métodos” (Lijphart, 1990: 481). En 
algunas conceptualizaciones este autor sigue a Rae, por ejemplo, en la diferenciación entre 
efectos próximos y distantes (Lijphart, 1994: 70) o en aquella entre “partidos electorales 
y partidos parlamentarios” (ibíd.: 77 y 81), así como en el supuesto relacionado con lo 
dicho y proveniente de Duverger de que el número de partidos depende, en el primero de 
los dos niveles, de factores psicológicos y, en el segundo nivel, de factores psicológicos 
y mecánicos (ibíd.: 72).
No obstante, Lijphart primero aduce que su antecesor con una similar posición meto-
dológica comete muchos errores: “De hecho, el libro sufre de un sinnúmero de debili-
dades conceptuales, metodológicas y empíricas, las cuales son tan graves y numerosas 
que ponen en duda todas las conclusiones de Rae” (Lijphart, 1990: 481). Entre otras 
cosas, critica que Rae no haya estudiado, como una variable, el tamaño del parlamento, 
a pesar de que él mismo haya aludido a la importancia del tema (Lijphart, 1994: 12) y 
que no haya tomado en cuenta los umbrales (“thresholds”, ibíd.: 14). Y, además, hay 
una diferencia radical con Rae en cuanto a la unidad de análisis: “en contraste con el 
tratamiento que Rae da a cada elección como un caso diferente, mi unidad de análisis 
es el sistema electoral” (Lijphart, 1990: 482). “Mis casos son setenta y cinco sistemas 
electorales, definidos como un grupo de reglas electorales esenciales e invariables en 
las que una o más elecciones sucesivas se llevan a cabo” (Lijphart, 1994: 7, 13). Fun-
damenta su decisión en que “las elecciones que se dan bajo las mismas reglas no son 
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realmente casos independientes sino meras operaciones repetitivas del mismo sistema 
electoral” (Lijphart, 1990: 482). De esta manera, Lijphart desglosa la conexión entre sis-
temas electorales concretos y sistemas concretos de partidos, con lo que descuida que en 
cada elección la constelación en la competencia de partidos (posiblemente) cambie. Con 
ello acepta que la dependencia contextual de los efectos de los sistemas electorales no sea 
tomada en cuenta (cfr. Grotz, 2000).
Lijphart diferencia los sistemas electorales sobre la base de elementos técnicos 
(dimensions) y toma como dimensiones más relevantes aquellas que producen el mayor 
efecto sobre la proporcionalidad de los resultados electorales: la fórmula electoral, es 
decir, las reglas de mayoría o reglas proporcionales, y el tamaño de la circunscripción 
(1994: 10). Como una dimensión adicional importante, Lijphart trae a colación el 
umbral electoral (electoral threshold). En primera instancia, entiende por este término 
la barrera legal, pero amplía posteriormente el concepto hacia el umbral efectivo (effec-
tive threshold) al integrar el umbral natural (natural threshold) que resulta del tamaño 
de la circunscripción en el concepto operacional (ibíd.: 12 y 25 ss.). Finalmente añade 
el tamaño del parlamento (assembly size) como cuarta dimensión, deigual importancia 
en su opinión. Esta introducción conduce de paso a que se amplíe de forma novedosa el 
término sistema electoral.
Sin embargo, el estudio del efecto de los sistemas electorales sobre los sistemas de par-
tidos ya no se trata directamente. Más bien, la variable dependiente se subdivide en efectos 
de proporcionalidad y efectos de fragmentación. Además, se realza la primera variable 
parcial: “la desproporcionalidad es el fenómeno central importante” (ibíd.: 75). Lijphart 
fundamenta este acento con el hecho de que casi todos los sistemas electorales tienden, en 
cierta medida, a la desproporcionalidad, a pesar de que la proporcionalidad posiblemente 
sea su objetivo: “[…] Hay casi un acuerdo universal respecto a que la proporcionalidad 
electoral es el objetivo principal de los sistemas electorales y el principal criterio por el 
que deben ser juzgados” (ibíd.: 140). Instrumentaliza así el reconocimiento mundial del 
principio de representación proporcional, para legitimar su concentración en el efecto 
mesurable de los sistemas electorales.
Todas estas decisiones analíticas tienen que ver con el método estadístico de investiga-
ción. Lijphart conceptualiza y prepara el objeto de su análisis de tal manera que se adecue 
lo más óptimamente posible a su enfoque de estudio. Queda todavía mucho por cuestionar: 
el novedoso término para el sistema electoral, integrando el tamaño del parlamento en su 
definición, que en realidad no tiene sentido, ni en sistemas electorales mayoritarios en 
circunscripciones uninominales ni en grandes parlamentos con más de 100 escaños; o la 
conjunción de la barrera legal y natural, cuando cada cual presenta un efecto diferente de 
desproporción; en el primer caso, la desventaja se da solamente para partidos que no alcan-
zan el número requerido de votos; en el segundo caso, afecta por lo general (dependiendo 
del tamaño de la circunscripción) a todos los partidos, menos al que logra la mayoría de 
votos; o la identificación de efectos mecánicos (Duverger) con efectos próximos (Rae) y 
psicológicos (Duverger) con efectos distantes (Rae) (Lijphart, 1990: 483; Lijphart, 1994: 
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70 y 82), cuando Duverger solamente tiene en mente las causas o el origen y Rae las con-
secuencias o el efecto de ambos fenómenos, etc.8.
En cuanto a los resultados de Lijphart, saltan primero a la vista algunas de sus afirma-
ciones con un contenido casi obvio: “la desproporcionalidad generalmente favorece a los 
partidos más grandes en lugar de a los partidos más pequeños” (Lijphart, 1994: 128); o: 
“los sistemas electorales mayoritarios se diferencian de los sistemas electorales propor-
cionales por tener una barrera efectiva significativamente más difícil de superar”; o: “los 
resultados electorales mayoritarios logran una desproporcionalidad más alta con respecto 
a los sistemas electorales proporcionales”; o: “cuanto más alto es el umbral, más alta es la 
frecuencia de mayorías parlamentarias” (ibíd.: 142). Además se demuestra que el tamaño 
del parlamento no es una variable relevante: “el tamaño del parlamento […] no afecta 
significativamente a las variables de los sistemas de partidos” (ibíd.: 117).
Por supuesto, hay que clasificar los resultados importantes de Lijphart según sus dos 
variables dependientes. Pues los efectos de los sistemas electorales tienen resultados muy 
diferentes, dependiendo de si se refieren a la desproporción o al sistema de partidos. Para 
cada una de las dos variables dependientes el autor formula dos tesis, diferenciando su 
posición de la de Rae. En relación con la desproporcionalidad que no sería una manifes-
tación casual sino un patrón regular con el cual normalmente los partidos grandes estarían 
sobrerrepresentados y los partidos pequeños sistemáticamente subrepresentados (ibíd.: 
24), dice: “(1) la relación entre la fórmula electoral y la proporcionalidad en los resultados 
electorales es mucho más fuerte de lo que Rae plantea; (2) la relación entre la magnitud de 
las circunscripciones y la proporcionalidad es también más fuerte, sobre todo en lo que se 
refiere a los efectos de los sistemas con distribución de los escaños a dos niveles (que Rae 
asegura no tener efecto)” (Lijphart, 1990: 482). Pero la desproporcionalidad es solamente 
un indicador débil sobre el número de partidos en un sistema de partidos, no solamente a 
nivel del electorado, sino también a nivel del parlamento, aunque en este último sea menos 
manifiesto (ibíd.: 493). Con referencia al sistema de partidos, Lijphart formula las siguien-
tes dos tesis, nuevamente para diferenciar su pensamiento del de Rae: (1)“la relación entre 
la fórmula electoral y el grado de multipartidismo es mucho más débil de lo que Rae plan-
tea, (2) de la misma manera, la magnitud de los distritos y el multipartidismo son mucho 
menos fuertes y estrictamente relacionados que lo que Rae afirma” (ibíd.: 482). Lijphart 
también constata efectos recíprocos (a two way relationship): “la desproporcionalidad y el 
multipartidismo se afectan mutuamente en direcciones opuestas: la desproporcionalidad 
disminuye la fragmentación de partidos en el ámbito parlamentario, y viceversa: el multi-
partidismo, en cambio, fomenta la desproporcionalidad entre votos y escaños” (Lijphart, 
1994: 77). Asimismo reconoce al sistema de partidos “como la variable independiente y 
la desproporcionalidad como la variable dependiente” (ídem), pero, solamente al mirar la 
8. Es interesante observar que Lijphart en este libro clásico se refiere a Duverger solo respecto a la distinción 
entre estos dos factores y al factor presidencialismo en relación a la fragmentación del sistema de partidos 
—ni una palabra sobre las “leyes sociológicas”—.
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conexión estadística, no en vista de que el sistema de partidos decide sobre la selección 
del sistema electoral.
Por consiguiente, al comparar las dos variables dependientes y la influencia que ejer-
ce el sistema electoral sobre estas, Lijphart llega a la conclusión: “la relación entre el 
sistema electoral y los […] sistemas de partidos […] es mucho más débil que la que 
hay entre el sistema electoral y el grado de desproporcionalidad” (ibíd.: 141). En resu-
men: “los sistemas electorales muestran grandes y previsibles diferencias respecto a la 
desproporcionalidad, menores diferencias respecto al multipartidismo que son el efecto 
directo de la desproporcionalidad, y aun menores diferencias respecto a multipartidis-
mo electoral debido a los cálculos estratégicos de las élites y los votantes” (Lijphart, 
1990: 493). Y constata al finalizar: “El sistema electoral no es un instrumento tan fuerte 
para la conformación de sistemas de partidos” (Lijphart, 1994: 141). Con esta tesis, 
finalmente, se pronuncia sobre la pregunta que movió el estudio clásico de los siste-
mas electorales a partir del enfoque empírico-cualitativo y que retomó actualizándolo 
Giovanni Sartori; a saber, la pregunta sobre los efectos del sistema electoral sobre el 
régimen de partidos.
Sin embargo, Lijphart no explica la controversia planteada en esta tesis con las de 
Duverger y Sartori. Al contrario, aprueba la diferenciación que hace Sartori entre sistemas 
electorales fuertes (sistemas mayoritarios) y débiles (sistemas proporcionales) (ibíd.: 82) 
para, evidentemente, plantearla dentro de la pregunta más precisa sobre las variables que 
provocan la desproporcionalidad, es decir, que son “fuertes”. “Claramente, el umbral efec-
tivo es un fuerte instrumento para los ingenieros electorales, pero la fórmula de pluralidad 
(con umbral inherente muy alto) es el principal instrumento” (ibíd.: 143). Con frecuencia 
la desproporcionalidad, que de hecho depende fuertemente del sistema electoral, asume 
el papel de variable dependiente, en vez del sistema de partidos: “Teniendo en cuenta losmuchos factores que están fuera del sistema electoral pero que afectan el grado de propor-
cionalidad —tales como las escisiones (cleavages) políticas en una sociedad, el tamaño 
relativo de los grupos sociales más importantes, así como la distribución regional de los 
votos— es asombroso que hasta dos tercios de la variación en la desproporción se explique 
por el sistema electoral por sí solo” (ibíd.: 116).
El llamamiento a los ingenieros de sistemas electorales para que ahora hagan uso de la 
caja de herramientas y se pongan a fabricar sistemas de partidos no llega a concretarse. Por 
cierto, Lijphart toma como punto de partida la tesis de Sartori sobre el carácter diseñador 
del sistema electoral (ibíd.: 139) para preguntarse, entre otros puntos, también: “¿hasta 
qué punto los políticos son capaces o están dispuestos a manipular los sistemas electo-
rales?”. Sin embargo, no debate realmente esta pregunta, sino que más bien observa que 
el “cambio de la representación proporcional al sistema de mayoría relativa o viceversa” 
no sucedió en el set de países que él estudió entre 1945-1990 (ibíd.: 143) y se suma a mi 
tesis (Nohlen, 1984: 218), a la que denomina “una de las más conocidas generalizaciones 
acerca de los sistemas electorales”: los sistemas electorales “tienden a ser muy estables y 
resistentes al cambio” (Lijphart, 1994: 52).
Dieter Nohlen30
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Al plantear la opción entre sistemas electorales, Lijphart es unívoco, más aun en 
relación con la recomendación política dada a las jóvenes democracias: “Para las nuevas 
democracias, mi recomendación sería la de dar la máxima prioridad a la selección de un 
sistema de representación proporcional que sea simple de entender y manejar y que tenga 
un alto, pero no necesariamente perfecto, grado de proporcionalidad”. Incluso pasa a los 
detalles técnicos: “Desde el criterio de simplicidad varias recomendaciones adicionales se 
pueden derivar: distritos plurinominales electorales que no sean demasiado grandes (más 
o menos en el rango de 7 a 10 escaños), la lista de representación proporcional en vez del 
voto único transferible, y listas cerradas o casi cerradas” (2008: IX).
RESUMEN
A continuación quiero revisar a modo de comparación los resultados de cada una de 
las contribuciones analizadas, para hacer más visible el nivel y el tipo de debate y la inten-
sidad del mismo con los que se expresan realmente las controversias sobre los sistemas 
electorales. Las diferencias en la perspectiva del investigador no justifican por sí solas una 
controversia. Pero permiten inferir de allí conclusiones sobre la importancia que en cada 
caso se confiere al tema del sistema electoral. En general, en el centro del debate está el 
sistema electoral o el sistema de partidos; es decir, pueden ser los efectos del sistema elec-
toral sobre el sistema de partidos, o los diversos factores que ejercen una influencia sobre 
el sistema de partidos, y entre estos, el sistema electoral. Duverger, Rokkan y Sartori se 
interesan en primera instancia por el sistema de partidos, pero reconocen que el sistema 
electoral es un factor importante (Duverger, Rokkan), si no incluso el más importante, para 
direccionarlo (Sartori). Rae y Lijphart se enfocan en el sistema electoral para descubrir 
cuál es la influencia mesurable del sistema electoral y algunos de sus componentes.
En estrecha relación con ello también se plantea la pregunta de si (posiblemente) el 
sistema de partidos también influye sobre el sistema electoral y, esto, por dos vías: cuando 
los partidos seleccionan el sistema electoral y cuando el sistema de partidos influye sobre 
los efectos que puede tener el sistema electoral. Solamente Rokkan formula este primer 
caso; Duverger y Lijphart al menos consideran el segundo caso. Con gran decisión, Sartori 
defiende la constelación tradicional sobre las variables investigadas: el sistema electoral 
como variable independiente y el sistema de partidos como variable dependiente.
Las diferencias en el procedimiento metodológico como tal tampoco justifican una 
controversia, a menos que los resultados del análisis se deban a estas diferencias. Rae, 
un convencido del método empírico-estadístico, ajusta cuentas a partir de esta posición 
con todos los estudios anteriores planteados desde el punto de vista histórico-cualitativo. 
Resulta, sin embargo, notable que la controversia articulada de manera más decidida 
haya sido protagonizada, en cada caso, por investigadores en contra de los antecesores 
que tuvieran un procedimiento metodológico similar. Hablamos de la crítica de Lijphart 
con respecto a Rae, en cuanto al diseño investigativo empírico-estadístico; y de la crítica 
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de Sartori a Duverger en relación con la formulación de leyes sobre los resultados de la 
investigación de carácter cualitativo.
Ahora bien, la controversia no puede reducirse únicamente a las contradicciones 
formuladas. No siempre los estudiosos de los sistemas electorales se tomaron en cuenta 
entre sí. Es, por ejemplo, el caso de Rokkan, que no considera a Duverger. Tampoco exte-
riorizan la controversia objetiva, que como en el caso de Lijphart en relación con Sartori 
prefiere presentar las coincidencias. Conforme a esto, el estudio comparativo debe incluir 
similitudes y diferencias, se hayan articulado o no.
Veamos entonces primero el alcance de la relación que es el objeto de estudio. El 
alcance es amplio en Duverger, Rokkan y Sartori; se trata del desarrollo democrático 
como tal, a ratos también en relación con el supuesto de una enorme envergadura polí-
tica en el momento de decidir sobre el sistema electoral —incluso en Rokkan, a pesar 
de que este autor considera que el sistema electoral es más bien una variable dependien-
te—. En cambio, en los casos de Rae y Lijphart, el alcance dentro de su programa de 
investigación de los sistemas electorales es más bien reducido. Tratan única y exclusi-
vamente los efectos que tiene un sistema electoral en los parámetros mesurables sobre la 
representación. El hecho de que Lijphart en otros estudios expanda de forma decidida su 
enfoque y lo amplíe integrando aspectos normativos no forma parte de este debate (véase 
Lijphart, 2012).
A continuación, nos interesa el tratamiento que se da a lo que se considera la varia-
ble independiente. En Duverger y Rokkan, el sistema electoral en sí aparece como una 
unidad poco o nada descifrada. Se hace la diferenciación —de forma, por cierto, muy 
clásica— entre sistemas electorales de mayoría absoluta, mayoría relativa y representación 
proporcional. En Rae y Lijphart, en cambio, se desglosa el sistema electoral en diversos 
componentes, estudiados cada uno según sus efectos. En sus estudios, sin embargo, se 
realizan dudosas operacionalizaciones a fin de llegar a resultados que sean mesurables y 
valorables, tomando como máxima su validez estadística.
Acto seguido, observamos el tratamiento dado a la variable dependiente, que se modi-
fica también con relevantes consecuencias para el alcance y la relevancia de los resultados 
del análisis. Duverger y Rokkan observan los sistemas de partidos como un todo y los 
diferencian al clasificarlos por el número de partidos. Sartori amplía el espectro tipológica-
mente, al considerar algunas características adicionales. Pone mayor énfasis en las carac-
terísticas cualitativas del sistema de partidos, se pregunta por la “relevancia sistémica” 
(systemic relevance) de los partidos políticos. Rae y Lijphart, en cambio, se quedan con 
la definición matemático-cuantitativa del sistema de partidos. Por otra parte, clasifican la 
variable dependiente por áreas de impacto y profundidad del efecto. Ambos autores dife-
rencian entre proporcionalidad o desproporcionalidad de votos y escaños por una parte, y 
el número de partidos o, en su caso, la fragmentación del sistema

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