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 La Glotopolítica: transformaciones de un campo disciplinario 
 Elvira Narvaja de Arnoux 
 
 En este trabajo voy a exponer, siguiendo un recorrido histórico, las que son, a mi 
criterio, las etapas de constitución de la Glotopolítica. Señalaré las perspectivas 
dominantes en cada etapa, que llevaron a privilegiar determinados temas y a focalizar 
ciertas situaciones, y que implicaron la elaboración y reelaboración de conceptos 
teóricos que son centrales en la disciplina. Haré primero una introducción algo extensa 
en la que indicaré en qué sentido deben entenderse los núcleos de los sintagmas que 
componen el título, expondré luego las etapas a las que me refería antes, deteniéndome 
en algunos aspectos temáticos y metodológicos de la investigación actual. 
 
1-Introducción 
 Hablar de transformaciones en relación con este campo lleva a ubicarnos en una 
historia que no es solamente académica ya que tanto las reflexiones teóricas como las 
propuestas de intervención están vinculadas estrechamente con los requerimientos 
sociales, que han variado, por cierto, a lo largo de estas últimas décadas siguiendo los 
cambios que dieron lugar a las nuevas integraciones regionales. Los investigadores son, 
en general, sensibles a ellos en la medida en que se espera, de una manera más o menos 
explícita según los casos, que sean capaces de orientar la acción sobre la (o las) 
lengua(s) de organismos nacionales o internacionales o de otras instituciones de diverso 
alcance. Es decir que la participación de los especialistas, aunque solo sea como 
asesores voluntarios en determinadas circunstancias, en la toma de decisiones políticas 
sobre las lenguas, impone una regulación a su práctica científica que excede el marco 
disciplinario y la inscribe en esa otra historia. Asimismo, al evaluar y proponer políticas 
lingüísticas ellos ponen en juego una mirada política sobre las lenguas, en la que lo 
ideológico interviene, en forma más o menos controlada según las situaciones: no es lo 
mismo determinar las lenguas de trabajo en un organismo transnacional que ordenar el 
espacio de la lengua en una nación “emergente”. En esta mirada inciden también los 
avatares del campo académico y la relación de los investigadores con los centros de 
poder: en muchos casos, y sobre todo en los países periféricos, su ubicación es marginal 
y solo se recurre expresamente a ellos en situaciones de conflicto o fundacionales en 
que se necesita un saber especializado. 
 2 
 En cuanto al término de Glotopolítica, este fue acuñado por Marcellesi y Guespin1, a 
mediados de la década del ochenta, para “englobar todos los hechos de lenguaje en los 
cuales la acción de la sociedad reviste la forma de lo político”. La razón que evocan 
para justificar esta elección es que tiene “la ventaja de neutralizar, sin expresarse 
respecto de ella, la oposición entre lengua y habla”, que en cierta medida sostenía el 
sintagma “política lingüística” y lo centraba en la “lengua”. Para estos autores, el 
término “glotopolítica” permite designar “las diversas formas en que una sociedad actúa 
sobre el lenguaje, sea o no consciente de ello: tanto sobre la lengua, cuando por ejemplo 
una sociedad legisla respecto de los estatutos recíprocos de la lengua oficial y las 
lenguas minoritarias; como sobre el habla, cuando reprime tal o cual uso en uno u otro; 
o sobre el discurso cuando la escuela decide convertir en objeto de evaluación la 
producción de un determinado tipo de texto”. 
 Más allá del reconocimiento de estas ventajas, lo interesante es señalar que en su 
aceptación intervino la necesidad de encontrar una designación académica que 
legitimara institucionalmente el campo y que le permitiera presentarse con los atributos 
de una disciplina. Es sabida la incomodidad que genera la pregunta ¿Cuál es su 
especialidad? Ya que la respuesta “Me dedico a la(s) política(s) lingüística(s)”, además 
de la difícil opción entre el singular y el plural, tiende a ser interpretada más como el 
dominio de un saber aplicado que como un campo de conocimiento teórico. Es posible 
que, por ejemplo, en un país como Francia, que muy tempranamente desarrolló un 
espacio de reflexión autónomo en relación con la Francofonía o la Comunidad europea, 
el hallazgo del neologismo haya pasado inadvertido, pero en nuestro caso fue adoptado 
rápidamente por los especialistas. Sin embargo, la vigencia del término «Glotopolítica» 
es relativa. Por un lado, el prefijo “Gloto” resulta demasiado erudito para los ámbitos 
técnicos que ya se han habituado a “política lingüística”. Y por el otro, fija en “política” 
investigaciones que buscan presentarse, escapando al desprestigio generalizado del 
término, como sostenidas por la ética, la ecología o incluso la economía. Al respecto es 
interesante recordar lo que Daniel Biaggioni2 señalaba, en un libro reciente sobre 
lenguas y naciones en Europa, al hablar de “una nueva organización ‘ecolingüística’ del 
espacio europeo”, ya que es una clara muestra del peso de las ideologías científicas. 
Baggioni decía en una nota: “Jugamos aquí con el doble sentido del prefijo eco- que 
 
1 Jean-Baptiste Marcellesi y Louis Guespin, presentación al número 83, sept. 86, de la revista Langages. 
La traducción, tanto de las citas correspondientes a este texto como de las otras incluidas en el presente 
artículo, es nuestra. 
2 Daniel Baggioni, Langues et nations en Europe, París, Payot, 1997. 
 3 
remite tanto a la ecología como a la economía de los intercambios lingüísticos”. Y 
agregaba “Es un poco por oportunismo que por el momento dejamos en la sombra esta 
ambigüedad a pesar de que privilegiamos un enfoque ‘económico’ en la modelización 
de los contactos de lenguas. Sin embargo, una ideología organicista común tendría 
tendencia a ver en las ‘lenguas’ individuos en lucha por su supervivencia, de allí la 
tentación de asimilar la ecolingüística a la ecología de las especies animales en el 
sentido de un paralelo entre ecolingüística y ecosistema biológico”. Por su parte, Louis-
Jean Calvet3, que es un referente obligado de la disciplina, toma partido claramente por 
la ecología lingüística y la define como la ciencia que “estudia las relaciones entre las 
lenguas y su medio, es decir, en primer lugar las relaciones entre las lenguas y luego 
entre las lenguas y la sociedad”. Lo que estas opciones exponen no es tanto un problema 
disciplinario sino el temor a que se los asocie con un discurso viejo cuando lo único que 
está en juego parece ser una regulación más armónica y equilibrada de la globalización. 
Esos temores se atenúan en el caso latinoamericano no solo porque la globalización 
muestra un rostro diferente sino porque América Latina constituye un espacio donde 
todavía pesan las tareas políticas no realizadas. De allí que “Glotopolítica” continúa 
siendo un término aceptable para referirse, en general, a las distintas formas en que las 
acciones sobre el lenguaje participan en la reproducción o transformación de las 
relaciones de poder. 
 Por otra parte, es importante recordar que algunos catalanistas y occitanistas prefieren 
referirse al campo con el sintagma de «sociolingüística periférica»4 pero lo restringen al 
estudio de situaciones de contacto lingüístico. Consideran que en todos estos casos el 
conflicto está inscripto, al menos virtualmente, ya que, en términos de Henri Boyer, «la 
coexistencia de dos o más lenguas en un mismo lugar no es nunca igualitaria y hay 
siempre ‘competencia’ entre esas lenguas, competencia cuyas modalidades pueden ser 
más o menos violentas». Al término «glotopolítica», por su parte, este autor lo emplea 
para caracterizar las intervenciones sobre la(s) lengua(s), que constituyen, según él una 
de las manifestaciones que funcionan como síntomas, para el sociolingüista atento, de 
los imaginarios colectivos y de las relaciones de estos con repertoriosy usos (las otras 
manifestaciones son los comportamientos espontáneos -involuntarios y, a menudo, 
inconscientes- directamente vinculados con los imaginarios normativo-puristas, la 
 
3 Louis-Jean Calvet, Pour une écologie des langues du monde, París, Plon, 1999. 
4 Henri Boyer, “Conflit d’usages, conflit d’images”, en H. Boyer (ed.), Plurilinguisme: “contact” ou 
“conflit” de langues?, París, L’Harmattan, 1997. Las citas corresponden al artículo señalado. 
 4 
actividad epilingüística nutrida de evaluaciones y opiniones de naturaleza prescriptiva-
proscriptiva, y las prácticas metalingüísticas tal como se expresan, entre otros, en 
diccionarios, gramáticas, tratados sobre la lengua, reformas ortográficas). Afirma así 
que las intervenciones glotopolíticas «se inscriben en un interdiscurso más o menos 
prolijo sobre la(s) lengua(s) de la comunidad y su(s) uso(s)», a lo que agrega que 
«pueden ser hechas por individuos (personalidades más o menos conocidas, en general), 
grupos y/o asociaciones de militantes de la lengua, incluso partidos políticos: ellas 
tienen a menudo una fuerte dimensión reivindicativa y polémica que se apoyan en una 
ideología identitaria y en una opción política de tipo regionalista o nacionalitaria». 
 Por nuestra parte, consideramos que, por un lado, la Glotopolítica no solo aborda el 
conflicto entre lenguas sino también entre variedades y prácticas discursivas; que, por el 
otro, atiende como marco social tanto a las pequeñas comunidades como a las regiones, 
los Estados, las nuevas integraciones o el planeta según la perspectiva que se adopte y el 
problema que se enfoque; y que, finalmente, puede considerar no solo las intervenciones 
reivindicativas sino también aquellas generadas por los centros de poder como una 
dimensión de su política. Desde nuestra perspectiva, el análisis debe centrarse tanto en 
las intervenciones explícitas como en los comportamientos espontáneos, la actividad 
epilingüística y las prácticas metalingüísticas, más allá de que asigne importancia a las 
representaciones sociolingüísticas que las sostienen. 
 
2- Recorrido histórico 
 En la exposición seguiré, como señalé al comienzo, un orden cronológico, que me 
permitirá destacar temas y enfoques en relación con los procesos políticos y con la 
conformación del campo disciplinario. 
 
2.1-Primera etapa 
 
 En el campo de la Lingüística, el interés por las políticas lingüísticas y el primer esbozo 
de un espacio relativamente autónomo de investigaciones están ligados a dos procesos 
políticos importantes: por un lado, la división del mundo operada en Yalta por las 
potencias vencedoras de la Segunda Guerra y, por el otro, los procesos de 
descolonización en el espacio de los imperios de viejo tipo. Esto llevó al frente de la 
escena dos cuestiones: la regulación y control de áreas de influencia de las grandes 
potencias y la construcción de nuevas naciones. 
 5 
 En el polo nacional se debían enfrentar situaciones lingüísticas de gran complejidad. En 
algunos casos, como los de África negra, se trataba de países integrados por etnias 
diferentes que no tenían una lengua vernácula mayoritaria o que dificultosamente 
podían imponer una -en muchos casos, sin tradición escrita- o que debían recurrir 
necesariamente a la lengua colonial. En otros, eran países con una lengua con tradición 
escrita vinculada a la religión, que debía ser adaptada a las necesidades de una sociedad 
moderna, como Israel o los países árabes. Y otras realidades correspondían a países con 
varias lenguas de cultura y, cada una de ellas, con un número importante de hablantes, 
como el caso de la India. 
 Tomando como ideal la representación, más o menos imaginaria, de los Estados 
nacionales exitosos “Un Estado, una nación, una lengua” y confrontándolo con las 
variadas situaciones que enfrentaban, los lingüistas buscaron resolver técnicamente el 
problema. Surgió así el Planeamiento Lingüístico5 como un campo aplicado 
interdisciplinario en el cual convivían la artillería sociológica y estadística así como los 
saberes lingüísticos y pedagógicos. Planificar era, entonces, ordenar el espacio 
lingüístico asignando o reconociendo funciones a las lenguas en contacto: lengua 
oficial, lengua nacional, lengua regional, lengua vernácula, lengua vehicular, criollos, 
pidgins, etc. Era también, en muchos casos, iniciar o ampliar el proceso de 
estandarización de lenguas pertenecientes a culturas ágrafas, que vivían como diría 
Bourdieu6 en estado práctico ya que carecían de un patrón escrito. Se debían encarar los 
problemas de seleccionar una variedad dentro de un continuum, establecer una norma, 
armar glosarios, preparar material didáctico y material de lectura. Si bien la vocación 
intervencionista era dominante, en esta etapa se constituyó el conjunto de objetos 
propios de lo que podemos llamar el campo discursivo de la glotopolítica, entre otros, 
las diferentes categorías de “lenguas”7, a las que nos referimos antes, las variadas 
combinaciones entre bilingüismo y diglosia8, los dos tipos de planificación, del corpus o 
del estatus9. Se establecieron las grillas y estrategias para el relevamiento de datos en 
situaciones plurilingües –algunas efímeras, aunque estimulantes, como las que se 
 
5 Algunos trabajos programáticos son: Einar Haugen, Language conflict and language planning, The case 
of modern norvegian, Cambridge, Harvard University Press, 1966; J. Das Gupta, Language conflict and 
national development, University of California Press, 1970; Valter Tauli, “El planeamiento del lenguaje”, 
La Sociolingüítica actual, Oscar Uribe Villegas (ed.), Universidad Nacional Autónoma de México, 1974. 
6 Pierre Bourdieu, Ce que parler veut dire, París, Fayard, 1982. 
7 William Stewart, “A sociolinguistic typology for describing national multilingualism”, The Sociology of 
Language, Fishman (ed.), La Haya, Mouton, 1970. 
8 Joshua Fishman, “Bilingualism with and without Diglossia; Diglossia with and without Bilingualism”, 
Journal of Social Issues, t. 23, 1967. 
 6 
proponían medir la potencia relativa de lenguas10- y modalidades de exposición de los 
resultados. Los organismos internacionales, por su parte, recurrieron a especialistas para 
diversos proyectos de “desarrollo” donde la problemática lingüística incidía en su 
diseño y puesta en marcha. 
 Si observamos el otro polo, lo que en esos años estaba en juego era la difusión del ruso 
y del inglés en sus respectivas áreas de influencia, lo que llevaba a reforzarlo dentro de 
sus propias fronteras, y a ubicarlo favorablemente como futura lengua mundial. Las dos 
situaciones eran muy distintas. En un caso, se trataba de un Estado multinacional, 
heredero de un Imperio, que más allá de las transformaciones de la etapa revolucionaria 
seguía aplicando estrategias de dominio11. Estas incluían tanto la expansión del ruso 
como lengua segunda y lengua de prestigio, asociada con los avances científicos y 
tecnológicos12, como la fragmentación de otros espacios lingüísticos. Para esto último 
se recurría a la acentuación de diferencias entre variedades próximas, al establecimiento 
de cuñas lingüísticas gracias al apoyo dado a las minorías dentro de un área más amplia, 
o a intervenciones en los sistemas de escritura que quebraban en el imaginario de lengua 
la identidad cultural. Esto valorizó el poder de las lenguas y creó la ilusión de que su 
control llevaba también al control de los conflictos. En el otro caso, el “basic english” 
distribuido generosamente acompañaba la pax americana. Esa variedad minorizada, 
desprendida de la historia de los pueblos que la hablaban, reducida a su circulación en 
intercambios económicos o científicos, servía sin embargo como señal de pertenencia a 
un mundo cultural con todas las marcas del progreso y del desarrollo. La Lingüísticaaplicada a la enseñanza de lenguas se percibió como una herramienta imprescindible y 
recibió, por lo tanto, un apoyo considerable. Si en el otro polo el ideologema que 
sostenía la planificación lingüística era “un Estado, una nación, una lengua”, en este era, 
revitalizado, el principio de la Ilustración “la lengua superior es la que corresponde a la 
sociedad más avanzada”. Su difusión se presentaba entonces como una forma de 
permitir el acceso de un número cada vez más amplio de individuos a bienes culturales 
más sofisticados. 
 
9 Heinz Kloss, 1969 “Research possibilities on group bilingualism: a report, IJAL, 33, 4. 
10 William Mackey “Puissance, attraction et pression des langues en contact: modèles et indices”, Lea 
États multilingues, problèmes et solutions, Les Presses de l’Université de Laval, 1975 
11 Un análisis temprano sobre las políticas lingüísticas en la Unión Soviética es la obra de Glyn Lewis, 
Multilingualism in the Soviet Union, La Haya, Mouton, 1972. 
12 Ver “L’un et le multiple: l’objet langue dans la politique linguistique soviétique” de Patrick Sériot, 
Ëtats de langue, Max-Peter Gruenais (cord.), París, Fayard/Fondation Diderot, 1986. 
 7 
 En cuanto a Latinoamérica, su situación era distinta: dos lenguas mayoritarias 
próximas, el español y el portugués -con una importante tradición escrita- y diversas 
lenguas aborígenes -en algunos casos comunes a varios Estados- con un número 
irregular de hablantes, en general bilingües. Lo que aparecía en esa época como 
problema político-lingüístico central era la cuestión indígena: ¿debía acentuarse la 
castellanización para completar la integración del aborigen o se debía tender a reforzar 
las lenguas indígenas? ¿Se debían arbitrar los medios para dotar de escritura a las 
culturas ágrafas o se las debía mantener como culturas orales? ¿La enseñanza debía 
impartirse en la lengua materna o en la lengua segunda a partir de métodos y materiales 
adecuados? ¿Qué lugar debían tener las lenguas aborígenes en la sociedad “blanca”? 
Las respuestas que se daban dependían no solo en las características de cada situación 
sino que anclaban en posiciones políticas históricamente enfrentadas, como la defensa 
de la integración latinoamericana o la consideración del marco de los Estados como 
único espacio legítimo de la acción política. En estas incidían también tanto las 
instituciones norteamericanas -el Instituto Lingüístico de Verano, por ejemplo- como 
los partidos comunistas, proponiendo ambos la defensa y desarrollo de las lenguas 
aborígenes sin considerar la diversidad de situaciones y la especificidad de las lenguas 
de culturas ágrafas. La UNESCO intervenía también con planteos pedagógicos, 
señalando que la alfabetización debía necesariamente hacerse en la lengua materna13. 
Estas discusiones, que se daban principalmente en el ámbito universitario sin trascender 
en general al resto de la sociedad, permitieron ver, por un lado, cómo las decisiones en 
relación con las lenguas, aunque se sostuvieran en el discurso ético o pedagógico 
estaban atravesadas por la política. Y, por el otro, que el sentido político y la 
funcionalidad social de las medidas que afectaban el espacio de las lenguas dependían 
de cada situación concreta, lo que condenaba al fracaso toda generalización. 
 El único centro glotopolítico de envergadura, en esta época, en América del Sur, fue el 
peruano, particularmente durante el gobierno de Velasco Alvarado14. Los universitarios 
participaron intensamente en la planificación lingüística de su país, cubriendo tanto el 
aspecto jurídico como el social, el comunicacional y el educativo, vincularon 
claramente su actividad científica con la problemática política y produjeron un 
importante material teórico. Para ellos la castellanización del Perú debía hacerse 
 
13 Esta posición tuvo su formulación inicial en: L’Emploi des langues vernaculaires dans l’enseignement, 
París, UNESCO, 1953. 
14 Para una evaluación de la experiencia, ver de Inés Pozzi-Escot “Reflexiones sobre la política lingüística 
peruana”, Signo & Seña, 4, 1995. 
 8 
valorizando al mismo tiempo las lenguas aborígenes, de allí que se declarara lengua 
oficial al quechua y se determinaran, voluntaristamente por cierto, una serie de medidas 
para su aprendizaje por el resto de la sociedad. Todos los proyectos en relación con las 
lenguas aborígenes tenían en cuenta la participación de las mismas comunidades. En el 
plano teórico, los aportes más importantes se relacionan con la diferenciación entre 
lenguas etnoculturales y lenguas sociohistóricas15, en relación con las primeras, la 
caracterización del continuum de variedades que las constituyen y las dificultades 
lingüísticas y sociales que presenta su estandarización16. 
 Esta primera etapa delimita, entonces, un campo de problemas, de objetos y de 
metodologías a partir de emprendimientos concretos de planificación lingüística, y 
señala el espacio de la lengua como lugar de conflicto donde se expresan posiciones 
políticas. Es a este último aspecto al que se va a atender más particularmente en la 
segunda etapa. 
 
2.2-Segunda etapa 
 
 A esta segunda etapa de nuestro recorrido la podemos ubicar en el período que va desde 
los primeros años de la década del setenta hasta mediados del ochenta. 
 El número de la revista Les temps modernes17 de principios de los setenta anuncia los 
ejes centrales del período: el “descubrimiento” de las lenguas regionales en los Estados 
nacionales de vieja tradición centralista, el reconocimiento de los problemas lingüísticos 
en los Estados multinacionales de signo socialista y una mirada no planificadora sino 
crítica de la situación lingüística de los países de independencia reciente, cuya expresión 
más acabada será el libro de Calvet, Linguistique et colonialisme, petit traité de 
glottophagie18, de 1974. Si bien las descripciones de cada caso particularizaban los 
problemas, el sostén ideológico era el mismo: la defensa de las lenguas minoritarias, 
cualquiera sea su estatuto y desarrollo, es progresiva. Paradójicamente esto que parecía 
acentuar la mirada política anulaba toda posibilidad de discusión, ya que ubicaba al 
 
15 La formulación es de Wolfgang Wölck, en “Un problema ficticio. ¿lengua o dialecto quechua?, Lexis, I, 
1, 1977. 
16 Ver las obras colectivas: Primer seminario nacional de educación bilingüe, Lima, Ministerio de 
Educación, 1972; y El reto del multilingüismo en el Perú, Alberto Escobar (comp.), Lima, Instituto de 
Estudios Peruanos, 1972 
17 Les temps modernes (Director: Jean Paul Sartre), n°324-325-326, agosto-septiembre 1973: “Minorités 
nationales en France”. 
18 Louis-Jean Calvet, Linguistique et colonialisme, petit traité de glottophagie, Paris, Payot, 1974. 
 9 
oponente en la incómoda posición de defender la arbitrariedad del poder y la violencia 
de Estado. 
 Una de las salidas a la situación señalada fue la indagación histórica de las políticas 
lingüísticas, lo que implicaba el reconocimiento de la dimensión lingüística de la 
política y del mayor espesor que esta adquiría en ciertos momentos fundacionales. Se 
privilegiaron así, por un lado, los estudios sobre la Revolución francesa -
particularmente los planteos de los jacobinos cuya vocación centralista era conocida- y 
la posterior puesta en marcha y ampliación del sistema educativo republicano y, por el 
otro, la Revolución rusa, desde los primeros planteos político-lingüísticos de los 
bolcheviques, donde la apertura hacia diversas lenguas dio lugar a una notable 
producción teórica, hasta el cierre del período stalinista. La comprensión del papel de la 
lengua en estos procesos exigió ahondar la reflexiónsobre la relación entre lengua y 
nación. Se relevaron así las tres posiciones nucleares, que aún hoy continúan siendo 
puntos de referencia ineludibles. La primera, considerada la concepción alemana, 
sostiene que la lengua es un aspecto fundamental de la definición étnica de nación y lo 
que permite reconocerla. La segunda, apoyada en la experiencia francesa, afirma que la 
lengua común es el resultado de un proceso histórico, vinculado al desarrollo del 
Capitalismo, en el que la acción del Estado es central no solo para la unificación 
jurídica, administrativa y mercantil sino también para la construcción de la ficción de la 
comunidad de lengua como base de la nación. Y, la tercera, formulada en principio por 
Otto Bauer19, a comienzos de siglo, a partir de la experiencia en los Estados 
multinacionales, señala que la nación se define por la comunidad de destino, anclada 
esta en la experiencia histórica de sus miembros y expuesta, en general, en una 
comunidad de lengua, pero no necesariamente. Las políticas lingüísticas que se elaboren 
en este período se van a apoyar según sus necesidades en una u otra de estas 
perspectivas. A partir, entonces, del estudio histórico y de trabajos notables como, entre 
otros muchos, los de Renée Balibar20, Michel de Certeau21 y, un poco antes, Tullio De 
Mauro22 y de publicaciones de textos de archivo, poco conocidos, que trataban la 
 
19 Otto Bauer, La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, México, Siglo XXI, 1979 
(primera edición en alemán, 1907). 
20 Renée Balibar y Dominique Laporte, Le francais national, París, Hachette, 1974; Renée Balibar, 
L’institution du francais, París, Puf, 1985. 
21 Michel de Certeau, Dominique Julia y Jacques Revel, Une politique de la langue, París, Gallimard, 
1975. 
22 Tullio De Mauro, Storia lingüística dell’Italia unita, Roma, Editori Laterza, 1976 (primera edición, 
1963; edición revisada y ampliada, 1970). 
 10 
dimensión política del lenguaje23, se produce una fisura en la plácida aceptación de que 
la diferencia lingüística es un valor en sí más allá de épocas y lugares. 
 De todos modos, el proceso de globalización con su estímulo a las integraciones 
zonales estaba en marcha y para la erosión de las fronteras entre estados la valoración 
de las lenguas regionales era un instrumento ideológico importante, aunque en la 
mayoría de los casos no daba lugar a medidas glotopolíticas de envergadura. Sin 
embargo, este proceso encontró situaciones, de fuerte desarrollo urbano e industrial, en 
las que la defensa de la propia lengua había constituido una reivindicación histórica 
continua. Me refiero fundamentalmente a los casos de Cataluña y Québec. No es 
extraño, entonces, que se consoliden en estos lugares las escuelas glotopolíticas más 
importantes del período. En ambos casos se profundizan y discuten los conceptos 
elaborados en la etapa anterior a partir del análisis de la situación de las lenguas 
minoritarias, se historiza el conflicto de lenguas24 y sobre todo se sientan las bases de 
una planificación lingüística amplia que, en el caso catalán, se pondrá en marcha a la 
muerte de Franco. Los catalanes, en estrecho diálogo con los occitanistas, se detienen en 
el análisis de las modalidades del conflicto y en las complejas relaciones de los 
hablantes con las lenguas minoritarias, que llegan al autoodio25 -motor interno del 
cambio lingüístico-, muestran cómo el concepto de diglosia oculta la realidad de un 
proceso de sustitución lingüística y cómo la única posibilidad de supervivencia es la 
normalización, entendida no solo como estandarización sino también como 
normalización de sus usos, es decir, el empleo de la lengua en todas las situaciones 
sociales26. Los quebecois, por su parte, van a hablar de “amenagement linguistique”27 
para referirse a las distintas etapas y ámbitos de la regulación u ordenamiento de la 
relación entre lenguas y a la generalización de los empleos de la lengua propia. En 
ambas situaciones se ponen en marcha programas educativos que tienden a la inmersión 
lingüística de los “inmigrantes”. 
 Esta segunda etapa se define, entonces, por el planteo de la problemática de las lenguas 
regionales, por una historización de las políticas lingüísticas, por la discusión y 
 
23 Francoise Gadet, Jean–Marc Gayman, Yvan Mignot, Elisabeth Roudinesco, Les maîtres de la langue 
(avec les textes de Marr, Staline, Polivanov), París, Maspero, 1979. 
24 Guy Bouthillier et Jean Meynaud, Le choc des langues au Québec, Montreal, Les presses de 
l’université du Québec, 1972. 
25 Rafael Lluis Ninyoles, Idioma y poder social, Barcelona, 1972. 
26 Uno de los trabajos iniciales en este sentido es el de Francesc Vallverdú, “El fet linguistic com a fet 
social. Assaig de lingüística institucional, Barcelona, Edicions 62, 1973. 
27 Jean-Claude Corbeil, L’aménagement linguistique du Québec, Montréal, Guérin, 1980. 
 11 
elaboración de conceptos centrales de la glotopolítica y por la puesta en marcha de 
procesos de planificación lingüística exitosos en zonas desarrolladas económicamente. 
 
2.3-Situación actual 
 Desde el punto de vista político, la situación actual se caracteriza por la constitución y 
afianzamiento de entidades supranacionales como la Comunidad Europea, el Mercosur 
y el Nafta y, al mismo tiempo, la agudización del problema nacional en los espacios 
multinacionales, congelado largo tiempo por los Estados socialistas. 
 En relación con la construcción de entidades supraestatales, la Glotopolítica recupera 
su euforia planificadora28. Aquellas exigen regulaciones jurídicas del espacio 
lingüístico, programas educativos que atiendan a la necesidad del dominio de por lo 
menos una lengua extranjera y el manejo instrumental de otra. Los intercambios 
científicos, tecnológicos y económicos requieren el desarrollo de proyectos en el campo 
de la Terminología. Y los nuevos organismos necesitan, casi para su manejo cotidiano, 
intérpretes y formas variadas de traducción. Las industrias de la lengua demandan 
simplificaciones ortográficas. Las diferencias lingüísticas se presentan ahora como 
problemas prácticos que deben resolverse técnicamente. Las lenguas parecen desligarse 
de su carga ideológica y son solo códigos respetables por los cuales transita la cultura 
globalizada. Un nuevo ideologema aparece: “Las lenguas nacen y permanecen libres e 
iguales en derechos”29. La retórica jurídica fija y desencarna la angustia identitaria. 
 Sin embargo, los expertos deben hacer algunos ajustes ya que el tiempo de los sujetos 
es más lento que el de la economía y la subjetividad es remolona. La Glotopolítica se 
centra, entonces, en el estudio de las actitudes y representaciones, que explican las 
reticencias y valoraciones de los hablantes. Se multiplican las investigaciones acerca de 
cómo los individuos perciben y evalúan lenguas y variedades. Encuestas, cuestionarios, 
entrevistas, historias de vida suministran una información nada desdeñable que permite 
afinar las prácticas de intervención. La ciudad, por su parte, se presenta como el 
laboratorio glotopolítico por excelencia30: en un espacio más o menos acotado 
 
28 Joachim Born, “La política lingüística de la Unión Europea, ¿un modelo para el Mercosur?, Políticas 
lingüísticas para América Latina, Universidad de Buenos Aires, 1999. 
29 Tomo esta formulación de Michel Rocard, le francais, langue des droits de l’homme, Grigny, Echos du 
soir, N° 4, Éditions Paroles D’Aaube, 1998: “Ne devrions-nous pas appliquer aux langues l’article 1er de 
la Déclaration de 1789: les langues naissent et demeurent libres et égales en droits – y compris en droit 
d’exprimer les droit de l’homme”, p. 18. 
30 Thierry Bulot y Régine Delamotte-Legrand, “La verbalización de fracturas urbanas: hacia una 
glotopolíticade las ciudades”, Signo & Seña, N° 4, “Políticas lingüísticas”, 1995; Louis-Jean Calvet, “La 
ciudad y las lenguas”, Políticas lingüísticas para América Latina, Universidad de Buenos Aires, 1999 
 12 
deambulan nuevos y viejos inmigrantes, los barrios los agrupan y los separan fijando en 
los carteles la imprecisión de límites y movimientos. El plurilingüismo lejano de los 
amplios territorios integrados se vuelve, para los investigadores, concreto, manipulable, 
próximo. La hipótesis del conflicto lingüístico como inevitable en toda situación de 
contacto de lenguas se atenúa con el relevamiento de las variadas formas de gestión y 
armonización del plurilingüismo que los hablantes realizan en sus interacciones 
cotidianas tales como la alternancia de códigos, los diálogos bilingües (cada uno se 
expresa en su lengua materna) o la creación léxica integradora de las lenguas en 
contacto31. Este consenso «in vivo» aparece, a su vez, como la matriz de futuras 
regulaciones de las diferencias lingüísticas en las nuevas entidades económico-políticas 
y desterritorializa el problema al centrarlo en el diálogo entre individuos. 
 Pero más allá de las integraciones regionales, de los organismos internacionales y del 
plurilingüismo urbano están los Estados y las regiones interiores con sus lenguas 
minoritarias. Los primeros, sobre todo cuando tienen tradición de dominio, elaboran, 
por un lado, estrategias tendientes a la defensa de la lengua oficial sobre la que aplican 
todos los viejos reflejos que acompañaron la formación del Estado. Y, por el otro, 
programan las medidas destinadas a alcanzar una mejor ubicación de la lengua en el 
espacio globalizado: desde las más tradicionales de difusión cultural y de enseñanza de 
la lengua en el exterior o de recepción de estudiantes extranjeros en las universidades, 
hasta los proyectos de traducción automática, de expansión terminológica, y de 
«stockage» y clasificación de la información. Para lograrlo deben fortalecer las áreas 
idiomáticas -Francofonía, por ejemplo- o lingüístico-culturales, como Iberoamérica, 
estableciendo alianzas entre Estados y, a menudo, acuerdos económicos. En todos estos 
casos, la planificación muestra, en cada país, su rostro político no solo porque apela al 
presupuesto nacional, lo que exige consenso, sino también porque desencadena 
posiciones enfrentadas que encuentran un espacio propicio de despliegue en el terreno 
lingüístico mostrando las tensiones no resueltas entre cierre defensivo y apertura 
expansiva. Las violentas discusiones que se dieron en muchos países sobre la oficialidad 
de la lengua o la simplificación de la ortografía son claras expresiones de esto. El 
glotopoliticólogo se ve obligado a abandonar a menudo su papel técnico para 
fundamentar las medidas que aconseja y esto lleva a que afloren en su discurso 
fragmentos de reprimidos fantasmas. 
 
31 Ver el modelo suizo en Marinette Matthey y Jean-Francois De Pietro, “La societé plurilingue: utopie 
souhaitable ou domination acceptée”, Henri Boyer (ed.), Op. Cit. 
 13 
 En cuanto a las lenguas regionales, cuyo “renacimiento” estaba ligado al 
cuestionamiento de las fronteras y del control centralizado estatal del territorio, 
generado por los procesos de integración, estas se encuentran en una posición 
incómoda. Si superan la defensa emocional de su identidad y pasan a la normalización 
de sus usos sociales, en el sentido que le dan los catalanistas, deben apelar a los recursos 
del poder central, lo cual limita su autonomía. Si tienen posibilidades económicas 
suficientes –lo que puede ocurrir en zonas de desarrollo industrial fuerte pero no en 
regiones mayoritariamente rurales-, se ven obligadas a militar por una Europa de las 
regiones que deje atrás las clausuras nacionales, y a la cual se integren con plenos 
derechos pero también con todos los riesgos que esto implica. Lo que viven es, en 
realidad, una situación de equilibrio inestable hecho de múltiples negociaciones. Para 
ello necesitan el saber especializado de los glotopoliticólogos que después de varias 
décadas han aprendido a moverse, con más o menos soltura, en el continuum que va de 
la planificación a la política. Pero la incomodidad deriva también de otro problema: 
¿dónde detener la afluencia incontrolable de lenguas minoritarias? ¿Para legitimarlas, es 
necesario el requisito de espacio territorial propio? ¿Dónde establecer un orden dentro 
de la multiplicidad de casos? ¿Cómo actuar frente a la nueva máxima “todas las lenguas 
como las especies tienen derecho a la vida” y su posible corolario “por lo tanto, deben 
ser defendidas”? La Glotopolítica interviene ahora para definir situaciones y encontrar 
formas de convivencia. Pero también para embrollar todo y contribuir a la parálisis 
general, lo que es también una política lingüística. Si se acepta el discurso ético y 
ecológico y se lo lleva a sus últimas consecuencias, dejando de lado las dificultosas 
categorizaciones que la disciplina ha ido elaborando a partir de criterios territoriales, 
culturales, históricos, políticos y lingüísticos, si no se adoptan posiciones políticas 
claras, la multiplicación de lenguas se vuelve inmanejable y lo ideológico guía 
descontroladamente el discurso científico. Esto es, a mi criterio, lo que ha logrado 
mostrar Bernard Cerquiglini en su inteligente Informe sobre “Les langues de la 
France”32, que notablemente inicia diciendo: “La misión confiada al responsable del 
informe, tal como él la ha comprendido, es científica y no militante”. Allí exhibe, con 
gran dominio, las 75 lenguas que encontró, confrontando “lo que la Lingüística sabe de 
las lenguas efectivamente habladas en el territorio de la República con los principios, 
nociones y criterios enunciados por la Carta europea de lenguas regionales o 
 
32 Bernard Cerquiglini, Les langues de la France, Rapport au Ministre de l’Education Nationale, de la 
Recherche et de la Technologie, et à la Ministre de la Culture et de la Communication, avril, 1999. 
 14 
minoritarias”. Es evidente que un patrimonio lingüístico tan amplio presenta 
dificultades, en muchos casos insalvables, para su administración. Será necesario 
entonces establecer nuevas clasificaciones y reconocer lenguas susceptibles de 
intervenciones glotopolíticas y lenguas cuyo funcionamiento social vuelve aquellas 
ineficaces o limitadas, como en el caso, por ejemplo, de las que no tienen código escrito 
y su ámbito de utilización es el familiar. 
 ¿Qué pasa entretanto en América del Sur? 
 Participa también de una integración supraestatal, el Mercosur, que integran Argentina, 
Brasil, Uruguay y Paraguay, a la que se agregarán Chile y, posiblemente, otros países 
hispanoamericanos. Si comparamos la situación lingüística del Mercosur con la de la 
Unión Europea resalta su notable simplicidad: dos lenguas mayoritarias, el español y el 
portugués, con una importante tradición escrita y un número considerable de hablantes –
el español ocupa el cuarto lugar y el portugués el séptimo en la lista de lenguas más 
habladas del mundo– y una de ellas, el español, vincula a la mayoría de los restantes 
países de América del Sur. Una lengua aborigen, el guaraní, que tiene hablantes en tres 
países: Paraguay donde gran parte de la población es bilingüe español-guaraní, Brasil y 
Argentina. A esto se agregan comunidades aborígenes cuyos miembros son, en su gran 
mayoría, bilingües33. Dejo de lado, en la medida en que me refiero a problemas más 
globales, la lengua de viejos y nuevos inmigrantes. 
 Es evidente que una planificación lingüística que tienda a fortalecer los lazos del 
Mercosur debe, en una primera etapa –y lo expongo en términos muy generales-, 
elaborar programas destinados a desarrollar distintas formas de bilingüismo español-
portugués recurriendo tanto al sistema educativocomo a los medios de comunicación y 
a la actividad editorial; y tiene, además, que estimular proyectos conjuntos en el área de 
la Terminología, la traducción y las industrias de la lengua. En relación con las lenguas 
aborígenes debe implementar la enseñanza bilingüe y bicultural en sus diversas 
modalidades, según las características propias de cada situación34, y, sin olvidar que el 
paso por la escritura no es necesario, debido al desarrollo actual de las tecnologías de la 
palabra, para el registro de las culturas orales. Respecto del guaraní, cuyo valor 
 
33 Elvira Arnoux y Roberto Bein, “Problemas político-lingüísticos en la Argentina contemporáneas”, Quo 
vadis Romania?, 10, Universidad de Viena, 1997. 
34 En “Conflictos entre lenguas y derechos lingüísticos” (Alteridades, 5, 10), Rainer E. Hamel llama la 
atención sobre la complejidad de las relaciones interétnicas en la actualidad, que implican diversas formas 
de apropiación, erosión, resistencia y desplazamientos lingüísticos. Estas situaciones deben considerarse 
en las propuestas de intervención glotopolítica, que tradicionalmente se basaban en la confrontación 
idealizada de sistemas homogéneos. 
 15 
simbólico como vínculo entre estados es innegable, propiciar el conocimiento 
lingüístico-cultural en otras áreas. 
 Sin embargo, reduciéndonos al problema central, que es el bilingüismo español-
portugués, es, por un lado, notoria la falta de programas comunes de envergadura que 
tiendan a ello. Y, por el otro, se destaca la diferencia en el alcance de las medidas que 
adopta Brasil respecto de las que encara, por ejemplo, Argentina: en los Estados 
brasileños del sur y en grandes ciudades como San Pablo y Río de Janeiro se ha 
multiplicado la enseñanza escolar del español mientras que en la Argentina las medidas 
gubernamentales sobre la enseñanza del portugués son tímidas y en muchos casos no 
superan lo declamatorio. Incluso cuando se han puesto en marcha proyectos 
innovadores en este sentido como la Maestría en Ciencias del Lenguaje del Instituto 
Superior del Profesorado, que exige el cursado de dos años de lengua portuguesa y 
cultura brasileña y una de cuyas orientaciones es la enseñanza del castellano como 
lengua segunda y extranjera, no se les brinda el apoyo necesario para su fortalecimiento 
y ampliación. Por otra parte, a los especialistas en Glotopolítica se les solicita la 
descripción de situaciones, con mayor o menor nivel de sofisticación, y la presentación 
de proyectos pero no se les propone implementarlos. No obstante, las necesidades 
propias del nuevo espacio económico incentivan el aprendizaje instrumental del 
portugués y actúan sobre las representaciones asociadas con él: así como antes se la 
consideraba una lengua fácil y poco prestigiosa, ahora se presenta con los atributos de la 
potencialidad laboral en un momento de serio desempleo. 
 La explicación de la escasa voluntad glotopolítica -sobre todo de Argentina- de incidir 
en la construcción del Mercosur como un espacio culturalmente integrado que supere 
los objetivos meramente económicos no reside, a mi criterio, ni en la falta de recursos ni 
en la ignorancia de los funcionarios sino en la inestabilidad política del proyecto. Si 
bien la integración económica supraestatal es una necesidad del desarrollo capitalista en 
esta etapa, la construcción de una identidad colectiva –a la que la Comunidad Europea 
destina esfuerzos considerables- en la que las lenguas jueguen un papel importante, 
puede constituir la matriz de una integración no deseada de América del Sur, incluso de 
Latinoamérica, que recupere el imaginario nacional que recorrió nuestra historia, una 
América vivida por muchas generaciones como una nación fragmentada. Frente a este 
fantasma y el avance de ese otro proyecto, también anclado en la historia, que es el 
Panamericanismo con base en el inglés, las voluntades se paralizan, fundamentalmente 
porque la decisión está en otro lugar. 
 16 
 En cuanto a los ex países socialistas, estos muestran desde otra perspectiva que la 
cuestión nacional no está resuelta. Al respecto es notable la publicación actual de textos 
de distintas épocas que indagan esta problemática desde la lingüística35. La lengua 
aparece otra vez dotada de los míticos atributos identitarios y como una construcción 
hecha desde la política que recorta, anula o desplaza fronteras lingüísticas. La 
glotopolítica se interroga, entonces, sobre los criterios que guiaron históricamente la 
estandarización y crearon las lenguas a partir de un continuum dialectal. Los 
especialistas, por su parte, participan en los nuevos ajustes entre lengua y Estado, 
posteriores a la crisis de los estados socialistas. Es el caso, por ejemplo, del serbo-croata 
donde, como dice Paul-Louis Thomas “los dirigentes políticos y los partidarios de una 
lingüística ‘de circunstancia’ que se ponen al servicio de aquellos (con –para algunos de 
ellos– el mismo ardor que ponían hace poco en hacerse los guardianes de la unidad de la 
lengua en el marco de la Yugoslavia comunista) ponen en marcha políticas lingüísticas 
que tienden a realizar la ‘partición’ de la lengua a imagen del estallido del país”36 . 
 Aparecen así en nuestro campo viejas y nuevas problemáticas que tienen que ver con 
las relaciones entre diversos términos: la nación y la lengua, el especialista y el poder 
político, la delimitación científica de la lengua y su recorte político, el discurso 
glotopolítico y las prácticas efectivas, los sistemas y representaciones del pasado 
asociados con las lenguas y las nuevas necesidades sociales, la reflexión más o menos 
sistemática sobre la lengua y el dibujo que al mismo tiempo esos discursos realizan del 
universo social, la temporalidad de la lengua y la de los procesos económicos, las 
ubicaciones sociales y las posiciones glotopolíticas, las políticas lingüísticas 
gubernamentales y la dimensión lingüística de las prácticas políticas de distintos 
sectores sociales. Para comprender mejor estos procesos algunos investigadores optan 
otra vez por la indagación histórica y se vuelcan a la región privilegiada del archivo, 
próxima y distinta, que constituye el largo proceso de conformación de los Estados 
nacionales. Pero, en esta tercera etapa, se enfocan los textos no solo como documentos, 
siguiendo el camino habitual del estudio histórico de las políticas lingüísticas -lo que 
permite, por ejemplo, reconocer prácticas no registradas oficialmente- sino también se 
los enfoca como discursos, lo que lleva a una actividad interpretativa que busca articular 
 
35 Ver, por ejemplo: Pierre Caussat, Darius Adamski y Marc Crépon, La langue, source de la nation. 
Messianismes séculiers en Europe centrale et orientale (du XVIIIe au Xxe siècle, La Haya, Mardaga, 
1996; Patrick Sériot, N. S. Troubetzkoy, l’Europe et l’humanité, La Haya, Mardaga, 1996. 
36 Paul-Louis Thomas, “Frontières linguistiques, frontières politiques, Histoire Èpistémologie Langage, 
21/1, 1999. 
 17 
desde otra perspectiva lenguaje e historia. Los textos elegidos pueden ser ejemplares de 
esos discursos estabilizados que son las gramáticas, los diccionarios y los manuales para 
la enseñanza de la lengua, o corpus discursivos heterogéneos que se inscriben en una 
misma polémica37. El análisis de los discursos se hace más detenido y se los considera 
en relación con la coyuntura o con la larga duración tratando de observar cómo 
individualmente, en una serie reformulativa o complementándose representan la 
sociedad al mismo tiempo que proponen representaciones de la lengua. 
 
3- Observaciones finales 
 ¿Qué conclusiones se pueden extraer de esta historia? 
 En primer lugar, podemos reconocer el peso de esos condensados ideológicos, que 
hemos llamado ideologemas, máximas o principios, que orientan en cada época, de unamanera bastante restrictiva, la evaluación de las situaciones y la formulación de 
propuestas. 
 En segundo lugar, resulta evidente que desmontar esos mecanismos de sujeción, lo que 
es necesario para el avance de la disciplina, exige ubicarse en otro lugar. La distancia 
puede ser espacial, cuando se analizan situaciones con las que el investigador tiene un 
compromiso menor, o temporal, cuando se vuelca hacia el pasado. 
 Y, finalmente, podemos señalar que hay un sector del campo de objetos al que se 
vuelve permanentemente en la medida en que no está resuelta la relación de los Estados 
nacionales ni con su pasado -las lenguas regionales- ni con su futuro -las integraciones 
regionales. No es casual que la palabra “regional” aparezca con ese doble valor ya que 
posiblemente lo que está en juego siga siendo, en muchos casos, todavía el territorio. 
 
 
 
En: ARNOUX, ELVI RA NARVAJA DE (2000), “La glotopolítica: transformaciones de un campo 
disciplinario”, en Primer simposio en la maestría en ciencia del lenguaje. SP “Joaquín V. 
González”. 
 
 
37 Ver el número 59 de Letterature d’America, Roma, Universidad “La Sapienza”, 1997, coordinado por 
Sofía Fisher; y Prácticas y representaciones del lenguaje, Buenos Aires, Eudeba, 1999, coordinado por 
Elvira Arnoux y Roberto Bein.

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