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para los fines antedichos. Es más, en la raya, aparte del órgano a que nos
acabamos de referir, existe, como ha demostrado el doctor R. M'Donnell,
otro órgano cerca de la cabeza que no se sabe que sea eléctrico, pero que
parece ser el verdadero homólogo de la batería eléctrica del Torpedo. Se
admite generalmente que entre estos órganos y los músculos ordinarios
existe una estrecha analogía en la estructura íntima, en la distribución de
los nervios y en la acción que sobre ellos ejercen diferentes reactivos.
Hay también que observar especialmente que la contracción muscular va
acompañada de una descarga eléctrica, y, como afirma el doctor Radclif-
fe, «en el aparato eléctrico del torpedo, durante el reposo, parece que hay
una carga igual por todos conceptos a la que se encuentra en el músculo
y nervio durante el reposo, y la descarga del torpedo, en lugar de ser pe-
culiar, puede ser solamente otra forma de la descarga que depende de la
acción del músculo y del nervio motor». No podemos actualmente pasar
de aquí en el camino de la explicación; pero, como sabemos tan poco
acerca del uso de estos órganos y no sabemos nada sobre las costumbres
y conformación de los antepasados de los peces eléctricos vivientes, sería
muy temerario sostener que no son posibles transiciones útiles mediante
las cuales estos órganos pudieran haberse desarrollado gradualmente.
Estos órganos parecen al pronto ofrecer otra dificultad muchísimo más
grave, pues se presentan como en una docena de especies de peces, algu-
nos de los cuales son de afinidades muy remotas. Cuando el mismo ór-
gano se encuentra en diferentes miembros de un mismo grupo, especial-
mente si tienen costumbres muy diferentes, podemos en general atribuir
su presencia a herencia de un antepasado común, y su ausencia en algu-
nos de los miembros a pérdida por desuso o selección natural. De mane-
ra que, si los órganos eléctricos hubiesen sido heredados de algún remo-
to antepasado, podríamos haber esperado que todos los peces eléctricos
fuesen muy afines entre sí, lo cual está muy lejos de ocurrir. Tampoco la
geología nos lleva, en modo alguno, a creer que la mayor parte de los pe-
ces poseyeran en otro tiempo órganos eléctricos que hayan perdido sus
descendientes modificados. Pero cuando examinamos más de cerca la
cuestión, vemos que en los distintos peces provistos de órganos eléctri-
cos están éstos situados en partes diferentes del cuerpo y que difieren en
su estructura, así como también en la disposición de las placas y, según
Pacini, en el procedimiento o medio de producir la electricidad y, final-
mente, en estar provistos de nervios que proceden de diferentes oríge-
nes, siendo ésta quizás la más importante de todas las diferencias. De
aquí que los órganos eléctricos de los diferentes peces no pueden consi-
derarse como homólogos, sino sólo como análogos en su función. Por
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