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estará, en lo sucesivo, regulada por la misma fuerza de selección. Pero,
por la naturaleza del organismo y de las condiciones de vida, se han pro-
ducido modificaciones que son sin importancia para la prosperidad de la
especie; estas modificaciones pueden ser transmitidas -y al parecer lo
han sido muchas veces- casi en el mismo estado, a numerosos descend-
ientes diferentemente modificados. No puede haber sido de gran impor-
tancia para la mayor parte de los mamíferos, aves y reptiles el estar cub-
iertos de pelo, de pluma o de escamas, y, sin embargo, el pelo se ha
transmitido a casi todos los mamíferos, las plumas a todas las aves y las
escamas a todos los reptiles verdaderos. Una estructura, cualquiera que
sea, común a muchas formas afines, la consideramos como de gran im-
portancia sistemática, y, por consiguiente, con frecuencia se da por senta-
do que es de gran importancia vital para la especie. Así, según me incli-
no a creer, diferencias morfológicas que consideramos como importantes
-tales como el modo de estar dispuestas las hojas, las divisiones de la flor
o del ovario, la posición de los óvulos, etc.- aparecieron primero, en mu-
chos casos, como variaciones fluctuantes, que, más pronto o más tarde,
se hicieron constantes por la naturaleza del organismo y de las condicio-
nes ambientes, como también por el cruzamiento de individuos distintos,
pero no por selección natural, pues como estos caracteres morfológicos
no influyen en la prosperidad de la especie, las pequeñas desviaciones en
ellos no pudieron haber sido reguladas y acumuladas por este último
medio. Es extraño el resultado a que llegamos de este modo, o sea, que
caracteres de poca importancia vital para la especie son los más impor-
tantes para el sistemático; pero esto, según veremos después, cuando tra-
temos del fundamento genético de la clasificación, no es, en modo algu-
no, tan paradójico como al pronto puede parecer.
Aun cuando no tenemos ninguna prueba buena de que exista en los
seres orgánicos una tendencia innata hacia el desarrollo progresivo, sin
embargo, esto se sigue necesariamente, como he procurado demostrar en
el capitulo cuarto, de la acción continua de la selección natural, pues la
mejor definición que se ha dado de un tipo superior de organización es
el grado en que los órganos se han especializado o diferenciado, y la se-
lección natural tiende hacia este fin, en cuanto que los órganos son de es-
te modo capaces de realizar sus funciones más eficazmente.
Un distinguido zoólogo, míster St.George Mivart, ha reunido reciente-
mente todas las objeciones que se han hecho, en todo tiempo, por mí
mismo y por otros, a la teoría de la selección natural, tal como ha sido
propuesta por míster Wallace y por mí, y los ha expuesto con arte y ener-
gía admirables. Ordenadas así, constituyen un formidable ejército, y
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