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envés de las hojas del laurel común. Este jugo, aunque poco en cantidad,
es codiciosamente buscado por insectos; pero sus visitas no benefician en
modo alguno a la planta. Ahora bien: supongamos que el jugo o néctar
fue segregado por el interior de las flores de un cierto número de plantas
de una especie; los insectos, al buscar el néctar, quedarían empolvados
de polen, y con frecuencia lo transportarían de una flor a otra; las flores
de dos individuos distintos de la misma especie quedarían así cruzadas,
y el hecho del cruzamiento, como puede probarse plenamente, origina
plantas vigorosas, que, por consiguiente, tendrán las mayores probabili-
dades de florecer y sobrevivir. Las plantas que produjesen flores con las
glándulas y nectarios mayores y que segregasen más néctar serían las vi-
sitadas con mayor frecuencia por insectos y las más frecuentemente cru-
zadas; y, de este modo, a la larga, adquirirían ventaja y formarían una
variedad local. Del mismo modo, las flores que, en relación con el tama-
ño y costumbres del insecto determinado que las visitase, tuviesen sus
estambres y pistilos colocados de modo que facilitase en cierto grado el
transporte del polen, serían también favorecidas. Pudimos haber tomado
el caso de insectos que visitan flores con objeto de recoger el polen, en
vez de néctar; y, como el polen está formado con el único fin de la fecun-
dación, su destrucción parece ser una simple pérdida para la planta; sin
embargo, el que un poco de polen fuese llevado de una flor a otra, pri-
mero accidentalmente y luego habitualmente, por los insectos comedores
de polen, efectuándose de este modo un cruzamiento, aun cuando nueve
décimas partes del polen fuesen destruidas, podría ser todavía un gran
beneficio para la planta el ser robada de este modo, y los individuos que
produjesen más y más polen y tuviesen mayores anteras serían
seleccionados.
Cuando nuestra planta, mediante el proceso anterior, continuado por
mucho tiempo, se hubiese vuelto -sin intención de su parte- sumamente
atractiva para los insectos, llevarían éstos regularmente el polen de flor
en flor; y que esto hacen positivamente, podría demostrarlo fácilmente
por muchos hechos sorprendentes. Daré sólo uno que sirve además de
ejemplo de un paso en la separación de los sexos de las plantas. Unos
acebos llevan solamente flores masculinas que tienen cuatro estambres,
que producen una cantidad algo pequeña de polen, y un pistilo rudi-
mentario; otros acebos llevan sólo flores femeninas; éstas tienen un pisti-
lo completamente desarrollado y cuatro estambres con anteras arruga-
das, en las cuales no se puede encontrar ni un grano de polen. Habiendo
hallado un acebo hembra exactamente a sesenta yardas de un acebo ma-
cho, puse al microscopio los estigmas de veinte flores, tomadas de
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