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Revista Argentina de Clínica Psicológica
ISSN: 0327-6716
racp@aigle.org.ar
Fundación Aiglé
Argentina
Chappa, Herbert J.
El Tratamiento Cognitivo-Comportamental del Trastorno de Ansiedad Generalizada
Revista Argentina de Clínica Psicológica, vol. XVI, núm. 1, abril, 2007, pp. 57-60
Fundación Aiglé
Buenos Aires, Argentina
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REVISTA ARGENTINA
DE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICA
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COMENTARIO
El Tratamiento Cognitivo-ComportamentalEl Tratamiento Cognitivo-ComportamentalEl Tratamiento Cognitivo-ComportamentalEl Tratamiento Cognitivo-ComportamentalEl Tratamiento Cognitivo-Comportamental
del Trastorno de Ansiedad Generalizadadel Trastorno de Ansiedad Generalizadadel Trastorno de Ansiedad Generalizadadel Trastorno de Ansiedad Generalizadadel Trastorno de Ansiedad Generalizada
Herbert J. Chappa*
*Herbert J. Chappa: CETEM, Centro de Terapias Multimodales de La
Plata
E-mail:cetem@netverk.com.ar
REVISTA ARGENTINA DE CLINICA PSICOLOGICA XVI .p.p. 57-60
© 2007 Fundación AIGLE.
Los progresos en el conocimiento y diferenciación
de los trastornos de ansiedad han resultado sin duda
muy significativos.
En general la identificación y el tratamiento de los
trastornos de ansiedad asociados a desencadenan-
tes fácilmente detectables ocupó inicialmente el in-
terés de clínicos e investigadores. La década del ‘60
estuvo signada por la mira puesta en estas formas
de ansiedad desde los enfoques comportamentales.
Históricamente, del magma uniforme de la neurosis
de ansiedad, Marks y Gelder en 1966 separaron las
fobias simples en función de la edad de comienzo.
Este primer paso fue seguido por la delimitación de
la fobia social que permitió darle identidad propia y
separarla de la agorafobia.
Posteriormente, y bajo el influjo del DSM III como
sostiene Rapee (1991), el interés se dirigió hacia aque-
llos trastornos no asociados a un disparador especí-
fico o identificable. Esta categoría incluye el trastor-
no de pánico y el trastorno por ansiedad generaliza-
da, formas agudas y crónicas de la ansiedad aparen-
temente “inmotivada”.
Las investigaciones realizadas en el caso del tras-
torno de pánico son numerosas, disponiéndose de
un caudal muy grande de estudios clínicos, modelos
explicativos, instrumentos de evaluación y propues-
tas terapéuticas.
No ha sucedido lo mismo en el TAG. Sólo en los
últimos años la ansiedad crónica y generalizada co-
menzó a resultar de interés clínico y psicopatológi-
co. Este impulso se vió fortalecido por el acuerdo que
surgió respecto de su naturaleza y su delimitación,
que permite que el TAG pierda su deshonrosa condi-
ción de entidad residual, es decir trastorno a cuyo
diagnóstico se llega cuando se excluyen las restan-
tes categorías. Los diagnósticos así realizados se ca-
racterizan por una pobre concordancia entre los jui-
cios de los observadores, quienes tienden a no coin-
cidir en general y en ciertas variables de importancia
clínica tales como el criterio de gravedad, el peso re-
lativo de los distintos síntomas o el número de áreas
de preocupación que pudiera presentar el paciente.
No solamente el TAG debió superar las dificulta-
des de su identidad frente a otros trastornos de an-
siedad, sino con otro cuadro clínico que también está
caracterizado por un comienzo poco definido y larga
evolución: la Distimia (TD) (Chappa, 2003). La dife-
renciación entre ambos cuadros no resulta fácil cuan-
do la evolución del padecimiento data de años, te-
niendo en cuenta además que la coexistencia de TD y
TAG es mucho más frecuente que la de cada trastor-
no por separado (Guelfi, 1993), siendo difícil estable-
cer cuál empezó primero (Versiani y Nardi, 1997).
A estos hechos debemos sumar el reconocimien-
to de que la estabilidad del diagnóstico de TAG es
pobre. En una población de 44 pacientes diagnosti-
cados por ansiedad generalizada se comprobó que
11 de ellos recibieron el diagnóstico de TD 16 meses
después. Pero no fue el único diagnóstico asociado:
7 % como fue diagnosticado como depresión mayor
y otro 7% fobia social (Mancuso, Townsend y Mer-
cante, 1993). Los síntomas predominantes favorecen
la diferenciación ya que en el TAG resultan ser las pre-
ocupaciones (Rickels, 2001) mientras que en la de-
presión predominan la desesperanza y las cognicio-
nes autodevaluativas. Efectivamente, el DSM –IV se-
ñala que junto a la ansiedad, a la persona con TAG la
caracteriza las excesivas preocupaciones sobre una
gama amplia de acontecimiento o actividades; entre
otros criterios el DSM exige que estas tengan no me-
nos de 6 meses de duración, que estén centradas en
la circunstancias normales de la vida (familiares, la-
borales y otras), y que resulten difíciles de controlar,
tornándose constantes, pudiendo llevar a deteriorar
el desempeño o la concentración. A este eje central
cognitivo se asocian manifestaciones propias de la an-
siedad: inquietud, impaciencia, cansancio fácil, irri-
tabilidad, tensión y alteraciones del sueño.
Las dificultades de concentración fueron inicial-
mente explicadas por el aumento de arousal que re-
duciría la cantidad de información que puede ser pro-
cesada por estrechez del foco atencional. Pero las
observaciones clínicas encuentran un predominio de
la distractibilidad sobre la hiperconcentración, sien-
do responsable de la misma las continuas preocupa-
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ciones que actuarían al modo de interferencias cog-
nitivas, esto es, pensamientos que se introducen du-
rante la actividad relacionada con el objetivo y redu-
cen la calidad y el nivel de rendimiento (Sarason, Pier-
ce y Sarason, 1966) denotando la participación de
procesos más centrales.
Ahora bien ¿en que forma difieren las preocupa-
ciones del paciente con TAG de aquellas que mues-
tran las personas no afectadas?. Las investigaciones
sobre este tema en pacientes con TAG confirman que
los sujetos ansiosos efectivamente muestran un ran-
go amplio de pensamientos intrusivos negativos, que
también pueden ser encontrados en sujetos norma-
les que atraviesan periodos de mayor ansiedad ante
una situación especifica, por ejemplo, la inminencia
de una operación de un hijo, o antes de los exáme-
nes en un estudiante. Pero las personas con TAG ten-
derían a sufrir una frecuencia más elevada de inter-
ferencias cognitivas relacionadas con peligro o ame-
naza. . . . . De este modo “la vulnerabilidad a la ansiedad
está asociada a un sesgo selectivo que opera a un
nivel automático en el sistema cognitivo, de modo
que favorece el procesamiento de información rela-
cionada con amenazas o peligros” (Mathews y
McLeod, 1994).
Este procesamiento selectivo de la información
esta dado por la codificación selectiva de la informa-
ción amenazadora, pero como la construcción de
ideas requiere más que un simple proceso de codifi-
cación se le agrega, ante la ambigüedad e incertidum-
bre, otro proceso: el de interpretación o significación.
En cuanto a la naturaleza de las preocupaciones,
impresiona que los contenidos no difieren de los que
acusan las personas sin TAG, aunque tienden a ser
más frecuentes, intensos (aunque no necesariamen-
te superior a las personas sin TAG) y capaces de acti-
var respuestas somáticas de ansiedad. Cuando se
realizan estudios en muestras distintas losconteni-
dos tienden a diferir; no siendo infrecuente además
que se modifique con el correr del tiempo en una mis-
ma muestra o persona.
¿Cuál se considera entonces la característica prin-
cipal de las preocupaciones en el TAG?. Para Borko-
vec (Borkovec, Shadick y Hopkins, 1991) la variable
distintiva es la incontrolabilidad, variable que nos
remite a uno de los tres temas centrales descriptos
de la vulnerabilidad, en este caso centrada en el del
control (Beck y Emery, 1968).
A favor de esta más conspicua identificación del
cuadro se fue haciendo evidente que la frecuencia
de este trastorno era mayor a la conocida hasta en-
tonces. La prevalencia anual en muestras de pobla-
ción general es de aproximadamente 3 % , pudiendo
llegar al 12 % en centros de la especialidad (DSM-IV,
1995). A su vez, las repercusiones familiares, socia-
les y laborales se admitieron como muy significati-
vas y aceleraron diversas propuestas de tratamien-
to. Los avances de los enfoques cognitivos tanto en
la exploración como en la terapéutica han contribui-
do mucho para la nueva identidad del TAG y conse-
cuentemente elaborar propuestas de abordaje pro-
gresivamente más eficaces. En efecto, inicialmente
se emplearon estrategias de tipo general destinadas
fundamentalmente a la adquisición de autocontrol en
distintas áreas, por ejemplo la somática a través de
la relajación, etc. Con la conceptualización desarro-
llada en los términos analizados previamente, se lo-
graron abordajes de mayor especificidad como los
desarrollados por Barlow (1985), Beutler y Booth
(1991), y Borkovec y col. (1991). Este último autor sos-
tiene que, a aquellas personas que sufren TAG, las
caracteriza un sentimiento crónico de urgencia, baja
autoestima, perfeccionismo, control emocional pobre
y el predominio del afrontamiento emocional, y que
la terapia cognitiva comportamental se muestra es-
pecíficamente efectiva para reducir las preocupacio-
nes en este trastorno (Molina y Borkovec, 1994).
Uno de los esfuerzos de mayor sistematización en
esta dirección la constituye sin duda, la propuesta
de Seidah, Dugas y Leblanc publicada en este núme-
ro de la Revista. La propuesta terapéutica que se pre-
senta tiene una virtud inobjetable, la cual es la de
partir del desarrollo de un modelo conceptual expli-
cativo del TAG que da fuerza a los objetivos del trata-
miento. Los modelos, sostiene Sheehan (1983), son
intentos que buscan poner orden y lucidez a una va-
riedad de observaciones. En este sentido, el modelo
consolida la identidad del TAG a partir de la identifi-
cación de cuatro variables fundamentales y sirve de
base al tratamiento, dando fuerza a la afirmación de
David Clark (1997) cuando sostiene que “algunos de
los tratamientos psicológicos más efectivos para los
trastornos emocionales se han desarrollado por la
construcción de un modelo del origen y mantenimien-
to del trastorno y luego ideando procedimientos te-
rapéuticos con el foco en la patología central y para
revertir los factores de mantenimiento”
Las variables principales del Modelo propuesto
son las siguientes: la baja tolerancia a la incertidum-
bre, la sobrevaloración de la utilidad de preocupar-
se, la orientación ineficaz frente a los problemas y por
último, la evitación cognitiva.
No repetiremos aquí sus características, suficien-
temente explicadas en el texto de los autores, pero
digamos que la primera -baja tolerancia a la incerti-
dumbre- se considera el componente central en el
modelo del TAG descrito en el texto de referencia.
Según los autores se correlaciona más fuertemente
con las preocupaciones que con las obsesiones, la
depresión o los síntomas de pánico; en tanto que los
contenidos cognitivos y la fuente de ansiedad son
REVISTA ARGENTINA
DE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICADE CLINICA PSICOLOGICA
59EL TRATAMIENTO COGNITIVO-COMPORTAMENTAL DEL TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA
factores de peso en la diferenciación de preocupa-
ciones en el TAG y en los otros cuadros. El acierto
mayor puede resultar el acento que ponen los auto-
res en las dificultades para funcionar cuando se en-
cuentran en situaciones inciertas.
Un mérito digno de resaltar es el interés puesto
en la investigación clínica que les permitió compro-
bar que efectivamente las preocupaciones se redu-
cen paralelamente con los cambios terapéuticos fa-
vorables.
Quiero resaltar la importancia de la sobrevalora-
ción de la utilidad de preocuparse que tiene como
base creer que preocuparse es útil. Agregaría que
aquello que resulta improductivo no es la preocupa-
ción en si, ya que traduce capacidad de anticipación
y prevención, si no la carencia de jerarquización de
las mismas y particularmente, coincidiendo con los
autores, ser considerado por el paciente como un ras-
go de personalidad positivo. La integración de esta
variable al yo resulta muy importante en el abordaje
terapéutico ya que debe darse el reaseguro de que
el objetivo no es transformarlo en alguien despreo-
cupado, de modo de evitar generar una resistencia
al cambio.
Las dificultades en la resolución de problemas y
la evitación cognitiva (la distracción, el reaseguro, el
reemplazo o la supresión de ciertos pensamientos)
si bien son variables ya tenidas en cuenta por otros
protocolos por su participación en la ansiedad cual-
quiera sea su fuente y en la prevención del estrés, no
por ello son menos significativas en este Modelo.
Los autores – como pocas veces se hace, lamen-
tablemente – detallan con un caso clínico la imple-
mentación de sus estrategias y técnicas, ejemplifican-
do los procedimientos en un caso clínico. Aquí se evi-
dencia el interés por la evaluación completa de cada
paciente y la importancia asignada al adecuado diag-
nóstico y a la detección de comorbilidad. El abordaje
puede tener lugar en un formato individual o en gru-
pos, separados en Módulos que insumen un número
de sesiones variable. La evitacion cognitiva es abor-
dada con técnicas de imaginería para que, realizán-
dola repetidamente se logre el procesamiento emo-
cional de los temores, tomando como base los prin-
cipios de Foa y Kozak (citado por los autores) aplica-
bles al tratamiento del estrés (Vand der Kolk, Mc Far-
lane y Weisaeth, 1966).
Pero no es solamente una apropiada evaluación
lo que los preocupa a los autores sino que también
dedican sesiones que apuntan a la prevención de las
recaídas. En tanto vivir es afrontar situaciones adver-
sas, reales o potenciales, y resolverlas, la enseñanza
de recursos –objetivo central de las estrategias cog-
nitivo-comportamentales– deviene en una tarea ex-
plicita que “prepara al paciente para los eventuales
desafíos y dificultades que pudiera encontrar en el
futuro”.
En suma, un trabajo digno de elogio, didáctico y
de gran valor práctico sobre un tema poco frecuenta-
do. Su lectura amplía nuestro recursos terapéuticos
y es de esperar nuevos datos que resulten del em-
pleo de este protocolo.
BIBLIOGRAFIA
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Vol. XVI
HERBERT J. CHAPPA
ABRIL 2007
60
1
Van der Kolk, B.A., Mc Farlane, A.C. y Waisaeth, L. (1966).
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