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V CONGRESO INTERNACIONAL DEL CLAD SOBRE LA REFORMA DEL ESTADO Y DE LA ADMINISTRACION PUBLICA Republica Dominicana, 24-27 de octubre del 2000 "REFLEXIONES SOBRE UNA PROPUESTA DE EVALUACIÓN DE RESULTADOS DE LA GESTION PUBLICA: EL SISTEMA NACIONAL DE EVALUACIÓN DE RESULTADOS- SINERGIA-COLOMBIA” Ma. Victoria Whittingham M. Sonia Ospina B. Pittsburgh, USA, septiembre del 2000 "REFLEXIONES SOBRE UNA PROPUESTA DE EVALUACIÓN DE RESULTADOS DE LA GESTION PUBLICA: SINERGIA (COLOMBIA” Ma. Victoria Whittingham M. Sonia Ospina B. Introducción. La corriente de modernización del Estado es un fenómeno generalizado en los últimos veinte años no sólo en América Latina, sino a nivel mundial. Las raíces de estas transformaciones se encuentran en un período de cambio político que ha coincidido con una crisis económica tan severa como aquella de la Gran Depresión. Pero si en los años treinta la crisis se manifestó como una crisis en el mercado, en los años ochenta ésta se caracteriza por ser una crisis del Estado. Este es un fenómeno de preocupación mundial caracterizado por Bresser Pereira (1997) como una crisis fiscal, una crisis del modo de intervención del Estado y una crisis en la manera como el Estado ha sido manejado. Los procesos de reforma y modernización del Estado forman parte del panorama que caracteriza el cambio de siglo1. Uno de los rasgos dominantes en los procesos de modernización del Estado ha sido el énfasis en la necesidad de crear sistemas de evaluación de los programas gubernamentales, con mecanismos que permitan evaluar tanto el impacto de los programas como el desempeño de quienes los manejan.2 Así pues durante las dos ultimas décadas el imperativo de modernizar los estados ha marcado el pensamiento y acción de investigadores, docentes y miembros del propio aparato estatal en sus diferentes niveles. La meta fundamental sigue siendo la generación de Estados eficientes, capaces de articular soluciones a las demandas sociales, económicas, y políticas de sus constituyentes y del nuevo orden mundial. El "nuevo estado” es un Estado moderno en la medida en que se aleja del paradigma burocrático weberiano y se acerca al modelo de libre mercado, sin perder su cualidad de articulador de diversos intereses, de catalizador social. Quizás como una consecuencia lógica de la aproximación al concepto de modernidad, visto como un aproximarse al desempeño del sector privado y a las leyes del mercado, sin perder los elementos políticos de la vieja modernidad del siglo XVIII, es que gran parte de los esfuerzos modernizadores se concentran en la creación de una nueva gerencia publica. La necesidad de definir claramente el rumbo a seguir para la construcción de un Estado para el nuevo siglo ha dado lugar a todo un nuevo cuerpo teórico conocido como New Public Management o Nueva Gerencia Publica3. Algunas de las premisas básicas de este modelo son: • Es necesario que el desempeño de las organizaciones del Estado y de sus funcionarios tenga consecuencias claras y explicitas, esto garantiza el compromiso y responsabilidad de los mismos (Accountability) • Es necesario que el Estado cuente con medidas e instrumentos que le permitan concretar y dar vida a las decisiones tomadas a nivel político. • El accionar estatal debe estar centrado en el “cliente” • La mayor autonomía gerencial de las agencias y de sus gestores debe ser complementada con nuevas formas de control4. El control privilegiado es realizado a posteriori, previa definición de objetivos claros y de procedimientos para llevarlos a cabo. • El modelo gerencial promueve la autonomía, la transparencia y la democracia. • Una gestión orientada a resultados promueve la autonomía mediante la descentralización de las decisiones y la flexibilización de las relaciones entre quienes controlan y quienes son controlados. • La transparencia en la medida en que promueve mecanismos que permiten el control social sobre las diferentes fases del proceso gerencial • La democracia se fortalece en la medida en que un ejercicio trasparente y que produce resultados fortalece la legitimidad y credibilidad del estado, y la confianza entre los diferentes actores. Es necesario aclarar que siendo este un paradigma aun en gestación existen diversas aproximaciones al mismo, cuestionamientos sobre su eficacia y llamados a considerar las particularidades regionales y nacionales a la hora de adoptarlo. En América Latina se han realizado importantes esfuerzos para optimizar el accionar de nuestros Estados, la mayoría de estos utilizando como referente el paradigma propuesto, o al menos dentro de la tendencia que David Arellano califica de “gerencialista”5. Muchos de estos esfuerzos se encuentran documentados, y se han aproximado las primeras evaluaciones. El CLAD en su documento Una Nueva gestión Publica para América Latina (CLAD, 1998) propone una serie de ajustes para que el modelo gerencialista se adecue a las necesidades de nuestros países; así mismo, en el IV Congreso del CLAD, Arellano, Gil, Ramírez y Rojano6 presentaron un trabajo comparativo que aporta importantes elementos a considerar en los procesos de reforma, solo para mencionar algunos trabajos que aportan en la búsqueda de respuestas adecuadas a los problemas de nuestras democracias. Este documento presenta una mirada retrospectiva sobre el proceso de creación y puesta en marcha de un modelo de evaluación para impulsar la gestión publica orientada a resultados, el Sistema Nacional de Evaluación de Resultados – SINERGIA -, llevado a cabo en Colombia. Mediante el análisis de esta propuesta esperamos compartir los aprendizajes que de ella se derivan, las nuevas preguntas que se generan, y contribuir en la búsqueda de mecanismos que garanticen que nuestros Estados, además de tener una misión que cumplir, la estén cumpliendo. Una gestión Publica Orientada a Resultados El interés por asegurar la eficiente utilización de recursos en el sector publico no es nuevo, lo que de alguna manera si lo es, es la necesidad de que la eficiencia se vea reflejada en resultados medibles y articulados a las políticas macro. Así pues, la elaboración de instrumentos y mecanismos para evaluar, hacer seguimiento, y controlar la eficiencia del aparato estatal ha adquirido especial protagonismo, pues la evaluación esta articulada ahora mas que nunca a los conceptos de modernización y gobernabilidad. Un Estado moderno debe ofrecer resultados que expresen en ultimas los intereses de los electores. Como ya se mencionó en América Latina se han realizado gran cantidad de esfuerzos para modernizar nuestros Estados; este documento ilustra uno mas de ellos. En nuestra análisis hemos querido incorporar tres documentos que evalúan, desde diferentes perspectivas, esfuerzos modernizadores. El documento CLAD (1998), “Una Nueva gestión Publica para América Latina”7; el texto de Arellano, Gil, Ramírez y Rojano, (1999) “Nueva Gerencia Publica en acción: Procesos de modernización presupuestal. Un análisis inicial en términos organizativos (Nueva Zelanda, Reino Unido Australia y México)8; y el texto de Guy Peters (1995) “Modelos Alternativos del Proceso de la Política Pública: de Abajo hacia Arriba o de Arriba hacia Abajo9. Considerando el caso colombiano, el texto del CLAD nos parece particularmente interesante en lo que se refiere a la propuesta de acción colectiva y la cooperación entre servidores públicos10, como veremos este es un elemento crítico en los procesos de cambio propuestos. Del texto de Arellano, Gil, Ramírez y Rojano su referencia a la contradicción entre flexibilización y liberalización de las organizaciones gubernamentales y la homogenización de valores. Tal como se enfatiza en el texto, “es una contradicción, pues es organizacionalmente lógicoque organizaciones realmente flexibles e innovadoras puedan cuestionar legítimamente con el tiempo tales valores generales, que a final de cuentas restringen de todas maneras las posibilidades de acción de la organización.”11 Este ultimo texto es especialmente interesante pues concluye luego de revisar tres casos que los espacios de negociación y ajuste son la vida misma de los procesos de reforma, enfatizando que los reformadores deben estar conscientes de que el debate sobre los valores y los proyectos es parte del proyecto en sí mismo y no un accidente “político” que hay que saltar en el camino12. Por su parte Guy Peters contrasta dos concepciones diferentes, y de alguna manera complementarias, para enfocar el proceso de elaboración de políticas públicas en un contexto democrático. El modelo de arriba hacia abajo se caracteriza por un enfoque formal que se cimienta en acciones legislativas, con un preponderante protagonismo de los legisladores, los dirigentes políticos y sus técnicos. En este enfoque, la participación ciudadana ocurre temprano en el ciclo, y se traduce en insumos indirectos por parte de los ciudadanos, a través de mecanismos formales tales como el voto y los cabildeos. El supuesto básico es la preponderancia de la ley y las reglas de las instituciones para proscribir y prescribir las acciones de los individuos en la sociedad y su legitimidad: la base legítima de la acción gubernamental es la ley. El modelo de abajo hacia arriba busca reflejar más directamente las demandas de los ciudadanos en la arena en la cual se formulan las políticas y pone mayor énfasis en las preferencias de los niveles inferiores de gobierno y de sus clientes, bajo el supuesto de que las políticas públicas deben ser el resultado de la negociación de actores con intereses diversos. Los mecanismos propuestos son aquellos que permiten mayor participación directa, tales como el plebiscito, los referendos, los contratos negociados y la coproducción de políticas con la participación de los grupos afectados por una política específica. Los dos modelos son eminentemente democráticos, afirma Peters. Afirma además que ninguno de los dos existe de una forma pura en la práctica y que se distinguen más por el grado de énfasis en el enfoque que por la implementación absoluta como tipos ideales. Tomando una posición basada en la teoría de la contingencia, el autor sugiere que en realidad un modelo puede ser más apropiado que el otro dependiendo del tipo de política que se está elaborando, y que además, estos enfoques se pueden usar intermitentemente en distintos momentos del proceso de elaboración de una política pública. Esto es posible porque los dos enfoques coinciden en su compromiso por la democracia a pesar de diferir en el momento y la medida en que las demandas populares entran a determinar el diseño y la implementación de la política en cuestión. Considerar la estrategia de diseño e implementación de SINERGIA como parte de la elaboración de una política pública dentro del área de acción de la modernización del Estado es de utilidad para reflexionar sobre su efectividad y comprender sus limitaciones. La propuesta colombiana esta concebida como un elemento de política publica, orientada desde el nivel macro con el objetivo de articular el programa de gobierno con organizaciones del Estado encargadas de su ejecución; en este sentido el control y seguimiento se propone desde un elemento externo a la propia organización pero se implementa mediante un instrumento que esta a cargo de la misma. Es fácil identificar la coexistencia de los dos modelos en la conceptualización del Sistema. Para comprender la interacción entre los momentos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba y de alguna manera evaluar en que medida eran adecuados a las circunstancias, es decir las implicaciones políticas de dicha interacción y el impacto de la orientación elegida sobre el propio proyecto, es necesario revisar reflexivamente el proceso de diseño y puesta en marcha del sistema, así como los antecedentes del mismo. Antecedentes El artículo 343 de la “Nueva” Constitución de 1991, que establece bajo responsabilidad del Departamento Nacional de Planeación, DNP, "el diseño y la organización de los sistemas de evaluación de gestión y resultados de la administración pública, tanto en lo relacionado con políticas como con proyectos de inversión..." Este mandato constitucional respondía a la necesidad sentida en el país - a lo largo de la década de los ochentas- de garantizar el manejo eficiente de los recursos públicos y de racionalizar la acción del Estado en el marco de los procesos de modernización y democratización. A través de los años ochentas los ciudadanos y los administradores públicos colombianos fueron advirtiendo que el incremento de los volúmenes de inversión no conllevaba necesariamente la expansión productiva en el país, y lo que era peor: numerosos proyectos de inversión tenían un impacto nulo e incluso negativo sobre el desarrollo económico y social. Este hecho obedecía -en buena parte- a la falta de articulación entre las políticas de desarrollo y los programas o proyectos de inversión que debían sustentarlas. Por consiguiente, las políticas trazadas por los gobiernos se desviaban de sus objetivos iniciales o no se cumplían. Los planes de desarrollo se formulaban carentes de mecanismos que permitieran el seguimiento, evaluación y control de sus programas. Esto generaba preocupación sobre la calidad y eficiencia del uso de los recursos públicos; también dificultad de realizar un aprendizaje institucional que permitiera fortalecer el proceso de asignación eficiente de los recursos y tomar las decisiones más adecuadas para ello. Estudios de evaluación ex post de cinco importantes proyectos de inversión contratados por el DNP en 1991, así como encuestas aplicadas en las entidades que entonces ejecutaban el 90 por ciento de la inversión nacional, mostraron una ausencia de reflexión crítica sobre los resultados de las acciones del Estado. En ese momento, muchas entidades ni siquiera llevaban balance, estados financieros ni contabilidad de costos. Las contralorías en todos los niveles estaban más dedicadas a coadministrar que a ejercer un control eficaz sobre las entidades. Esta desviación de su función había generado ineficiencia y corrupción, así como falta de responsabilidad gerencial de los administradores públicos13. La Procuraduría carecía de los instrumentos necesarios para asegurar que los funcionarios desempeñaran sus obligaciones y el DNP no tenía herramientas apropiadas para involucrar los resultados de las políticas y proyectos del sector público a sus actividades. En la segunda mitad de los ochentas el BID auspició un programa sobre metodologías para evaluación de proyectos, con la Universidad de Los Andes, de Bogotá, del cual se beneficiaron numerosos profesionales. Así, antes de promulgarse la Constitución del 91 en el país se habían concretado ya mecanismos legales e institucionales que buscaron aprovechar el potencial de las prácticas de evaluación y generar información sobre la eficiencia y efectividad con que se utilizaban los recursos del Estado. Por ejemplo, a partir de 1990 se iniciaron los convenios de gestión entre el gobierno nacional y las entidades beneficiarias de recursos provenientes de créditos de la Nación, convenios que estuvieron sujetos de seguimiento y evaluación. En el seno del DNP se gestaron dos experiencias que habrían de alimentar indirectamente el surgimiento posterior de Sinergia. Una fue el Sistema de Evaluación y Seguimiento de Proyectos (SISEP) y la otra, el Banco de Proyectos. El Sistema de Evaluación y Seguimiento de Proyectos – Sisep - fue creado como dependencia de la Dirección del DNP -y posteriormente integrado a la Unidad de InversionesPúblicas de esa entidad- para apoyar el manejo de los créditos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. El Banco de Proyectos de Inversión Nacional, fue la otra iniciativa encaminada a fortalecer la capacidad estatal de evaluación y control de la gestión pública que se puso en marcha a fines de los ochentas. Este fue creado por la Ley 38 de 1989, y se le encargó "la evaluación de todos los proyectos de inversión financiados con recursos del gobierno central a fin de que cumplan con criterios básicos de rentabilidad económica y viabilidad técnica".14 El Banco fue concebido como una herramienta de planeación que permitiría una mejor asignación de los recursos y muy pronto se convirtió en un instrumento importante del trabajo del DNP. Pero en la práctica se fue centrando en los aspectos técnicos y económicos de los proyectos; y en el esfuerzo por establecer la viabilidad de los mismos antes de su ejecución, el Banco se convirtió en un mero trámite presupuestal. Ø En ninguno de estos antecedentes encontramos espacios de participación o de negociación explícitos, el modelo de abajo arriba predomina y aun la orientación es de evaluar los proyectos ex-ante. Hacia finales de los ochenta entonces, se empieza a generar un ambiente favorable para el desarrollo de una propuesta más compleja y seria sobre la necesidad de evaluar sistemáticamente no sólo las decisiones iniciales, sino los resultados de ellas, en el marco de la implementación y gestión de las políticas públicas. El complemento necesario, un clima político favorable, se dio a partir de la reforma Constitucional de 1991. Las decisiones relativas a la organización del Estado y la administración de sus entidades tomadas por los constituyentes de 1991, fueron orientadas en buena parte por la convicción -generalizada en la misma Asamblea y en altas instancias de la administración - de que la Nación carecía de los mecanismos adecuados para garantizar el uso eficiente de los recursos públicos. No resulta extraño, entonces, que la evaluación de la gestión pública se hubiera constituido en una de las más importantes variables del nuevo paradigma de la racionalidad estatal que consagra la nueva Carta Fundamental. Según el Constituyente Gustavo Zafra, tanto el DNP como la Contraloría insistieron en dejar en el texto constitucional un "pequeño nicho" que permitiera a cada entidad desarrollar sistemas de evaluación de la gestión pública, como en efecto sucedió. Ø El modelo se orienta ahora de abajo hacia arriba, generándose espacios para la autonomía y la participación de los diferentes niveles del estado y de los ciudadanos. Esta orientación es consistente con el cambio de paradigma político, al menos en el papel, de una Democracia Representativa a una Democracia Participativa. Ø Se promueve la autonomía de las organizaciones y se las invita a crear herramientas de evaluación propias. En efecto, la Constitución del 91 no sólo establece las funciones del Estado, sino su obligación de servir eficiente y oportunamente a la ciudadanía, así como el derecho que ésta tiene de exigir resultados de la gestión pública. Para ello, la Carta Política: • Ordena al gobierno, en los diferentes niveles, presentar sus planes de desarrollo e inversiones públicas; • establece la participación de la ciudadanía en la gestión pública; • consagra la evaluación ex post para el control fiscal, el cumplimiento de las políticas y proyectos de inversión, la gestión y resultados de la administración, la eficiencia de los funcionarios y los costos ambientales; • y amplía las funciones de la Procuraduría, la Contraloría y el DNP, para que estas entidades vayan mucho más allá del ámbito de las simples evaluaciones formales y puedan examinar el impacto del gasto sobre los problemas sociales y económicos del país. Ø En otras palabras, la nueva Constitución inauguró una nueva etapa en las prácticas de control y evaluación en el país, replanteándolas en función de la democracia participativa, en un marco institucional donde debían adquirir sentido no sólo para los funcionarios públicos, sino también para la ciudadanía; definitivamente una orientación democrática y de abajo hacia arriba. Un paso necesario y adicional era la promoción de un trabajo articulado, acción colectiva, entre las diferentes entidades con funciones de control y evaluación, para evitar duplicidades e interpretaciones diversas sobre qué evaluar, para qué, etc. La idea de conformar un sistema nacional que integrara los procesos de control y evaluación de las entidades públicas ordenados por la nueva Carta iba generando consensos. Con el objeto de llegar a un acuerdo sobre un sistema aceptable para todos se realizo el Seminario "Sistemas de evaluación ex post aplicables al sector público", convocado por el Departamento Nacional de Planeación y realizado en Santa Marta en noviembre de 1991. A él asistieron representantes del Ministerio de Hacienda, la Procuraduría General de la Nación, la Contraloría General de la República y el mismo DNP, como entidades responsables del control y la evaluación de la administración pública. Participaron también miembros de la Asamblea Constituyente del 91, representantes del sector privado colombiano, y funcionarios del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo, y de la Contraloría General de los Estados Unidos. Las diferencias de los planteamientos de los asistentes a Santa Marta resultaron evidentes: los representantes del DNP fueron explícitos respecto al objetivo de organizar un sistema nacional de evaluación y señalaron que éste debía articularse en torno a la entidad nacional de planeación, porque ahí sería más fácil incorporar las decisiones derivadas de la evaluación. De otra parte, los representantes de la Procuraduría y la Contraloría hicieron énfasis en la independencia con que debían actuar éstas según lo dispuesto en el artículo 343 de la Constitución: La primera inquietud que nos surge, a quienes tenemos la responsabilidad de dirigir los organismos de control, es la siguiente: ¿Planeación tendrá que desarrollar los criterios y parámetros bajo los cuales nosotros ejerceremos nuestra función de evaluación y control? Naturalmente, pensamos que eso no es así. En primer lugar, porque no tendría sentido que la entidad vigilada dijese a la entidad vigilante qué es lo que debe hacer. Pensamos, más bien, que si relacionamos esta función con la que mencionábamos hace un momento, es decir, la obligación que tiene la administración pública en general de desarrollar esquemas de control interno, corresponde al Departamento Nacional de Planeación la función de desarrollar los sistemas de control y evaluación que deben aplicar las entidades públicas, para el ejercicio de sus funciones cotidianas. Ese es el alcance a nivel nacional, que nosotros damos a la función del DNP, dentro del ámbito constitucional. [...] A Planeación corresponde la evaluación ex ante, en la medida en que entendemos que dicha evaluación es intrínseca a la labor de planear... Esta función podría ser desarrollada, además, a todos los niveles posibles, tanto al nivel macro como al nivel micro... Su segunda función, repito, sería la de diseñar los sistemas de control y evaluación que han de aplicar las entidades públicas.15 Ø Aquí “presenciamos” otro los momentos importantes del proceso, un momento de negociación política con impacto en la distribución de poder en el aparato burocrático. La cooperación es un aprendizaje fundamental para nuestras reformas, sin olvidar que esta se construye mediante una continua y explicita negociación de intereses. A pesar de las divergencias, los participantes en el Seminario de Santa Marta coincidieron en caracterizar la evaluación como instrumento de gerencia del sector público y en señalar que ésta no podíaser tan solo el ejercicio de una entidad o grupo de entidades, sino parte de la nueva cultura de la gestión pública. Los principales desarrollos normativos relacionados con la evaluación de la gestión de las entidades estatales, están expresados en las siguientes disposiciones: • La Ley 2167 de 1992, que reestructura al DNP y señala, entre otras, su responsabilidad de organizar y coordinar la evaluación de las políticas y proyectos públicos; • La Ley 42 de 1993, referida al control fiscal ejercido por la Contraloría General de la República; • La Ley 87 de 1993 relativa al control interno de las organizaciones públicas; • La Ley 152 de 1994, sobre el Plan Nacional de Desarrollo; • y la Ley 190 de 1995, en sus artículos 48 y 56, sobre los informes que deben presentar las entidades públicas a la Comisión Nacional para la Moralización y a la Comisión Ciudadana de Lucha contra la Corrupción. Estas leyes coinciden en la necesidad de formular objetivos institucionales que identifiquen el rumbo de las organizaciones públicas y ofrezcan referentes para evaluar su gestión. Pero en el esfuerzo por cumplir su cometido, plantean a las entidades múltiples requerimientos y con frecuencia duplicidad de trabajos. La experiencia de los funcionarios de la Secretaría Técnica de la Comisión Nacional para la Moralización de la Administración Pública16, en su esfuerzo por consolidar los informes de gestión de las entidades cumpliendo con lo establecido por la Ley 190 de 1995, es ilustrativa: ...escribimos al conjunto de entidades solicitando la nueva información. Esto generó mucho malestar. Las entidades nos llamaban y nos decían: "¡No más solicitudes de información! ¡Qué barbaridad! ¿A qué horas trabajamos? Contraloría exige una información parecida a la de Planeación; Planeación exige el Plan Indicativo; nosotros estamos imbuidos en nuestros propios procesos que también demandan informes; y todos hablan de indicadores de eficiencia, de gestión y de eficacia y nos vamos a enloquecer. Dígan a qué horas trabajamos..." [...]En la mayoría de instituciones no ha salido de la oficina de Planeación. Tampoco ha sido un proceso participativo. Pero además está el problema de la multiplicidad de instancias que exigen información a las entidades. La principal recomendación que nos han dado desde las organizaciones es que nos pongamos de acuerdo y que si requerimos información en cincuenta o en cien puntos, la pidamos, pero que nos pongamos de acuerdo y lo hagamos juntos. Gloria Cristina Franco17 Ø Es un hecho: el desarrollo de las funciones de evaluación y control que a finales de 1991 se preveía como un esfuerzo coordinado, no se ha concretado, y esto constituye un obstáculo al ejercicio de dichas tareas. Pero esa coordinación no es tan sólo un ejercicio de buena voluntad, requiere el reconocimiento de que la evaluación se desarrolla en interlocución con el control y exige acuerdos sobre qué se va a evaluar y en qué nivel va a evaluar cada instancia responsable de hacer evaluación o hacer control. La propuesta de abajo hacia arriba no se ha concretado y la dirección de arriba hacia abajo no se muestra resultados. Momento para ajustes. La Dirección Especial de Evaluación -DEE En el Seminario de Santa Marta se había planteado que las nuevas tareas relacionadas con la evaluación ex post asignadas constitucionalmente al DNP fueran integradas a las funciones regulares de la entidad, a través de cada una de sus unidades técnicas. La unidad de Inversiones Públicas, a su vez, coordinaría el sistema global: Recibiendo los insumos que de los procesos de evaluación de resultados se produzcan en las entidades, la Contraloría, la Procuraduría y el contador público, y completando la labor de sus diversas unidades técnicas, se puede capitalizar en la mejor forma la experiencia técnica que tiene el DNP en el manejo de los planes, programas y proyectos de inversión pública.18 En otras palabras, la idea inicial era fortalecer el tema de la evaluación, a través de las unidades técnicas. Sin embargo, este esquema no se mantuvo. En el curso de 1992, los funcionarios del DNP concluyeron que el tema de la evaluación era tan amplio, que sería necesario sacarlo de la Unidad de Inversiones Públicas y encargarlo a una nueva dependencia de carácter transversal19. Con ese objeto se creó la División Especial de Evaluación y Control de Gestión, DEE, con la categoría de unidad del DNP. El acto que le dio vida fue el Decreto 2167, del 30 de diciembre de 1992, mediante el cual se reestructuró el Departamento Nacional de Planeación. Entre las funciones generales de la entidad se incluyó "el diseño de sistemas de evaluación de gestión y resultados de la administración tanto en lo relacionado con políticas como proyectos" y organizar el funcionamiento del sistema de evaluación.20 El mismo decreto especificó el ámbito de actividades de la DEE: diseñar el sistema así como las metodologías de control de la gestión y evaluación de resultados; presentar a la aprobación del Conpes los sistemas procedimentales y metodológicos para la evaluación de la gestión; adelantar estudios sobre control de gestión y evaluación de resultados; realizar la evaluación de la gestión y resultados sobre planes y programas de entidades territoriales a petición del Director del DNP21. Ø No son claras las causas por las cuales se abandona la idea de una apropiación del concepto de evaluación ex post por parte de las unidades técnicas, pero es posible aventurar que la necesidad de concretar resultados sacrifique los sentidos y los ritmos propios del proceso. Ø Por otro lado, paralelo al nacimiento de la DEE y como parte del proceso más amplio de modernización, en 1992 se inició un programa de mejoramiento de la gestión que involucró a gerentes de diversas entidades públicas en un proceso de pensamiento estratégico dirigido a promover la eficacia y eficiencia a través de la evaluación periódica de sus programas. Este programa, bajo la dirección de la Consejería para la Modernización del Estado, se desarrolló independientemente de los trabajos de la DEE, perdiéndose una oportunidad inicial de trabajo coordinado. Como veremos mas adelante la falta de coordinación y cooperación implicara conflictos posteriores con y para las entidades que avanzaron en procesos autónomos de autoevaluación. En las reflexiones iniciales de los funcionarios de la DEE, el Banco de Proyectos fue referencia obligada; Miguel [Gandour] hacía una gráfica que a mí me encantaba: en una coordenada están las etapas de la evaluación (ex-ante, seguimiento, ex-post); en la otra, la cobertura (niveles central, departamental, municipal) Así mostraba gráficamente el alcance del Banco de Proyectos en ese momento (ex-ante a nivel central) Su propuesta era subir el ex-ante hasta que todo el mundo tuviera Banco de Proyectos. Pero además continuar hasta hacer seguimiento de todo eso y hacer evaluación ex-post. El planteamiento entonces era llenar todo esto, para poder hablar de evaluar el Plan de Desarrollo Sylvia Escobar 22 La lógica de tal propuesta conducía inevitablemente a plantear que el Banco de Proyectos -con sus dos divisiones, Metodologías y Operaciones- fuera reubicado orgánicamente en la División Especial. Esto significó Troya al interior del DNP. La discusión era si el Banco de Proyectos debería estar en UIP (Unidad de Inversiones Publicas) o en la DEE. El Banco empezó a ser muy importante para la programación del presupuesto y ese era el argumento de la UIP para decir que el Banco debía permanecer ahí. Pero el Banco de Proyectos había desarrollado los conceptos de evaluación que existían en ese momento. Ese fue el argumento para llevárselo a la DEE. Luis Carlos Corral23 Fue tan intensa la pugna de intereses que se optó por dividir al Banco de Proyectos: al equipo de la DivisiónEspecial no le interesaba tanto influir en las decisiones del gasto como en las metodologías. En consecuencia, la División de Metodologías pasó a la DEE, y la de Operaciones permaneció en la Unidad de Inversiones Públicas. Esta decisión sólo se llevaría a la práctica en 1996. Ø La imposibilidad de acuerdos y el no manejar explícitamente la necesidad de negociar la distribución de poder implicó un serio retraso en el proceso, aislando además la responsabilidad de un cambio de tan alto impacto en una unidad nueva, poco posicionada en el sector y con un lenguaje distinto. SINERGIA La Constitución y las leyes ordenaban al DNP el diseño y organización del sistema para evaluar los resultados de la gestión tanto en lo relativo a políticas como a proyectos de inversión. Sin embargo, el sentido de realidad imponía a los miembros del equipo de la DEE conciencia sobre su imposibilidad de asumir la función de evaluadores. La única manera como el sistema podría funcionar, consideraron, era que los responsables de la evaluación fueran los mismos que protagonizan las acciones del Estado. Así entró en escena el concepto de la autoevaluación, que al ser revisado en términos teóricos, reveló su importancia como fuente de aprendizaje institucional, en tanto "proceso de aprendizaje continuo que permite retroalimentar la planeación con base en el análisis y medición de los resultados de las acciones"24. En estas reflexiones iniciales también se estableció la relación entre los conceptos de gestión pública y de plan de desarrollo. Porque si la Constitución subrayaba la responsabilidad del Estado de crear nuevas oportunidades de desarrollo económico, social y ambiental para la población, una buena gestión pública habría de definirse en términos del logro de resultados del Plan Nacional de Desarrollo. Una buena gestión pública consiste en lograr resultados que respondan a las demandas de la población, haciendo uso eficiente de los recursos disponibles. Para ello es necesario articular los procesos de planeación, presupuestación y evaluación, con una visión que oriente la gestión al logro de resultados, en un horizonte de mediano y largo plazo. Igualmente, es importante que los gestores respondan por sus acciones ante la sociedad y sean premiados por sus realizaciones, o que en caso contrario, asuman sanciones sociales y políticas.25 Se decidió que el nuevo sistema no apuntaría a "decir que las cosas funcionan o no funcionan" sino a "crear señales que orienten las acciones de la administración hacia el cumplimiento de resultados"26. En esa medida no sólo estaría llamado a convertirse en herramienta gerencial útil para mejorar el desempeño organizacional, sino en un instrumento eficaz de la modernización del Estado, al propiciar una nueva cultura de la gestión pública orientada a resultados. Según Miguel Gandour en el contexto de una gestión pública orientada a resultados se asume la evaluación "como un proceso continuo y permanente de la gestión pública"27. En este sentido, no es contingente, no está subordinada al sistema presupuestal (como ocurre con los bancos de proyectos), ni tiene que ser una evaluación estrictamente financiera; es también una evaluación que se emplea en términos políticos, porque se refiere al cumplimiento de objetivos socialmente significativos. Ø Aquí encontramos una conceptualización del Sistema que indica como a pesar de ser concebido en un proceso de arriba hacia abajo, su orientación es la opuesta, de abajo hacia arriba, pues abre espacios para la autonomía y la flexibilización, aun no es claro que tan abierto a la negociación y ajustes por parte de sus clientes será el sistema. El Documento Conpes 2688 "La evaluación de resultados en el sector público a nivel nacional" aportó los contenidos de la resolución 063, del 21 de febrero de 1994, mediante la cual el DNP organizó el Sistema Nacional de Evaluación de Resultados de la Gestión Pública, Sinergia es el nombre dado al sistema. De acuerdo con lo enunciado en la Resolución 063, Sinergia debía cumplir su objetivo de fortalecer la capacidad de manejo gerencial de la inversión pública midiendo y promoviendo los resultados de las decisiones de los administradores; analizando la eficiencia y la eficacia de la formulación y ejecución de políticas, programas y proyectos; determinando el cumplimiento de metas, calidad, efectos, coberturas e impactos; y generando información adecuada para la toma de decisiones y la asignación de recursos. El Sistema quedó conformado por los organismos y entidades de la administración pública bajo la coordinación del DNP. El documento establece que tanto el control de gestión como la evaluación de resultados son "instrumentos de planeación que miden y promueven la calidad y oportunidad de las decisiones de los administradores públicos" y en esa medida "herramientas gerenciales con capacidad de reformar y obtener una mayor efectividad en la gestión del sector público"28. En segundo lugar, diferencia el control de gestión de la evaluación de resultados, pues el primero enfatiza en los procesos -mediante "el análisis de la eficiencia de la administración en la formulación y ejecución de políticas, programas y proyectos"- en tanto que la evaluación de resultados "determina el grado de eficiencia y eficacia de la administración una vez concluidos los proyectos, programas o políticas y genera información sobre el cumplimiento de metas, calidad, efectos, coberturas e impactos"29. El Conpes 2688 también planteó la flexibilidad y autonomía como principios del sistema de planeación y evaluación, el cual se definió descentralizado y desconcentrado; así, tanto la planeación como la evaluación serían responsabilidad de las mismas entidades ejecutoras. Sinergia tendría como objetivo principal "introducir una cultura de evaluación al interior de las entidades, con el objeto de fortalecer la capacidad de manejo gerencial de la inversión pública"30. Estaría conformado por dos módulos: el de autoevaluación de las entidades y el de evaluación de proyectos, programas o políticas seleccionados periódicamente por el DNP o los ministerios correspondientes. Ø Sobre tales presupuestos, se pretendía que el sistema de autoevaluación con base en el Plan Nacional de Desarrollo comenzara a operar el 15 de diciembre de 1994 con la entrega del Plan Cuatrienal correspondiente al periodo 1995-1999 y el plan de acción para 1996. Sin embargo, esto no ocurrió. De una parte, Sinergia carecía todavía de credibilidad al interior del DNP. De otra, le faltaba afinar sus instrumentos. Sinergia en acción En el primer semestre de 1994 la DEE inició contactos con una serie de entidades del sector público en el nivel nacional, buscando realizar una experiencia piloto que sirviera para evaluar el esquema operativo del mecanismo de autoevaluación propuesto. Además del DNP, fueron escogidas para participar en dicho plan el Ministerio de Educación Nacional, Telecom, ECOPETROL, Fondo DRI, ICEL, ICBF, Sena, ISS y Findeter. La relación preliminar con las entidades no prosperó en el sentido con el que había sido concebida, pero de todas maneras aportó elementos que enriquecieron la discusión colectiva. Ø En el fracaso relativo de la primera experiencia con entidades se conjugaron diversos factores, por una parte la cultura institucional imperante, ajena a las prácticas de rendición de cuentas y evaluación; por otra, el hecho de que el diseño del Sistema era todavía precario y éste requería afinar su esquema en lo conceptual, lo metodológico y particularmente en lo político. Sinergia era todavía una propuesta aislada que surgía desde la DEE, un rincón de la rama Ejecutiva. Hasta entonces se sabía que los planes de acción de las entidades incluirían los parámetros de la autoevaluación, mediante la aplicación del Plan Indicativo,pero no se había encontrado la forma de comparar el desempeño de organizaciones con funciones de naturaleza diversa. El elemento clave para afinar el instrumento fue la ponderación, porque ponderar permitía calificar y ésta información -si el resultado estaba bien, regular o mal - sería la que alimentaría al Sistema y daría la posibilidad de establecer comparaciones entre el desempeño de las entidades. Fue así como el Plan Indicativo -apenas mencionado en el Conpes 2688 de enero de 1994 y en la resolución constitutiva del 21 de febrero del mismo año- quedó consagrado como instrumento por excelencia del Sistema y puerta de entrada a las entidades. De acuerdo con un formato establecido, el Plan Indicativo contiene los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo en cuyo cumplimiento participa la entidad, los objetivos prioritarios de la entidad en relación con los del Plan Nacional de Desarrollo, indicadores de eficiencia y eficacia en términos presupuestales, financieros, de metas físicas e impacto, rango de metas para cada indicador en periodos anuales, y los recursos previstos para lograr tales propósitos. Se trata, pues, de una herramienta de carácter estratégico, que sirve para evaluar los resultados de la gestión en función del cumplimiento de los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo. En esta medida complementa -no reemplaza- a las utilizadas en las entidades para sus procesos de planeación estratégica. Tras las definiciones relativas al plan indicativo y su direccionamiento estratégico en función del Plan de Desarrollo, surgió un concepto clave en la construcción de Sinergia en tanto herramienta de gestión del PND: el de las Unidades de Gestión. Las Unidades de Gestión fueron concebidas como equipos de trabajo interinstitucional responsables de coordinar el cumplimiento de los programas del Plan Nacional de Desarrollo mediante la concertación de objetivos por parte de los organismos involucrados, la delimitación de sus responsabilidades y la evaluación conjunta de su cumplimiento. Los acuerdos realizados en cada Unidad de Gestión, además de asegurar la coordinación de las entidades, estaban llamados a formular recomendaciones sobre la capacidad institucional de cada una, definir parámetros para evaluar el programa, procurar su adecuada asignación presupuestal, valorar el cumplimiento de las metas establecidas en los documentos Conpes y proponer los correctivos necesarios para el cumplimiento de los objetivos propuestos en ellos. Las Unidades de Gestión estarían integradas por un representante de cada entidad ejecutora del programa, un representante de la unidad técnica correspondiente del DNP, un representante de la DEE y, de ser el caso, representantes de otros actores de la sociedad civil que tengan ingerencia en los resultados del programa. El concepto de Unidades de Gestión, íntimamente vinculado al de unidades de gasto, pretendió introducir una racionalidad distinta en la planeación del presupuesto y en las decisiones del gasto. Este era el terreno donde Sinergia podría concretar sus posibilidades operativas como herramienta de gestión del Plan Nacional de Desarrollo y precisar la propuesta política que le daría vida como decisión de gobierno. La oportunidad llegó a mediados de 1995 a través de la interacción con la Consejería para la Modernización del Estado. En 1995 la Consejería para la Modernización del Estado y la DEE escriben conjuntamente un documento sobre el programa de mejoramiento del sector publico, el resultado de ese esfuerzo se plasmó en el documento Conpes 2790, del 21 de junio de 1995, bajo el título "Gestión pública orientada a resultados". El documento Conpes 2790 reiteró que la base operativa de Sinergia es la autoevaluación, a partir de los objetivos, metas y parámetros evaluativos establecidos en las Fichas de Programa, en el caso de las Unidades de Gestión, y en los Planes Indicativos, en el caso de las organizaciones públicas. De esta manera la autoevaluación de las entidades intersecta la de los programas sobre los que tienen responsabilidad, y esto genera una red de información que alimenta al Sistema. Dicha red es complementada anualmente por los resultados de evaluaciones estratégicas contratadas externamente, referidas a programas específicos, a la gestión de entidades o a aspectos que afecten estratégicamente el cumplimiento de los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo. Finalmente el DNP realiza una metaevaluación consolidando la información recibida, retroalimentando con ella los procesos de formulación de políticas, asignación de presupuesto y gestión institucional, y difundiendo los principales resultados. Para el segundo semestre de 1995 Sinergia estaba lista para un segundo ciclo de interacción con entidades publicas. Sinergia en acción II La nueva experiencia de aplicación del Plan Indicativo inició en septiembre de 1995 en doce entidades: Ministerio de Educación, Colciencias, Invías, Ferrovías, Incora, Inurbe, Findeter, Aeronáutica Civil31, Sena, Instituto del Seguro Social, ISS, Instituto de Fomento Industrial, IFI, y Caja Agraria. La selección se basó en la importancia estratégica de cada una de ellas respecto a los resultados del Plan Nacional de Desarrollo, procurando además integrar entidades de diversos sectores. En el ISS, el IFI y la Caja Agraria hubo durante el proceso cambios en los niveles directivo y técnico y esto determinó que abandonaran por el momento el interés por participar. El trabajo consistió fundamentalmente en asesorar a las entidades en la elaboración de los planes indicativos, que se debían presentar en diciembre del mismo año. Entre los objetivos del acompañamiento, durante la fase de elaboración del Plan Indicativo, estaba el brindar elementos que generaran efectos multiplicadores dentro de las entidades, de manera que el apoyo posterior respondiera a la dinámica generada en cada una. Sin embargo, el efecto multiplicador no fue el esperado y al cesar el acompañamiento, se perdió continuidad en el proceso iniciado.32 La evaluación de la experiencia piloto, realizada en noviembre de 1996 con las nueve entidades que aplicaron el Plan Indicativo, mostró a los de la DEE una serie de factores que no habían sido contemplados en el momento de iniciar la prueba piloto, y sirvieron como referencia para experiencias ulteriores de acercamiento y asistencia a las entidades en la puesta en marcha de las herramientas de Sinergia. El reconocimiento de tales factores sirvió para elaborar algunas conclusiones que permitieron avanzar en el proceso de implementación del Plan Indicativo: 1. Para la mayoría de entidades fue difícil articular sus herramientas operativas con el Plan Indicativo, como instrumento de direccionamiento estratégico. En particular, las entidades que habían implementado recientemente modelos y herramientas de planeación estratégica encontraban reiterativo el modelo propuesto por Sinergia. 2. Varias entidades manifestaron la necesidad de articular el Plan Indicativo con las diferentes herramientas de programación presupuestal y con los mecanismos formales y sistemáticos ya existentes, de seguimiento operativo de actividades. 3. El proceso del Plan Indicativo se facilitó en las entidades que realizaron el ejercicio de formalización y difusión de la misión, visión y capacidad institucional, así como una reflexión sobre los compromisos referidos al Plan Nacional de Desarrollo. 4. En varios casos no se dio una verdadera coordinación con otros sistemas complementarios a Sinergia, generando confusión en las entidades. 5. En la mayoría de organizaciones que participaron en la evaluación no existía una cultura en favor del uso estratégico de la información, lo cual limitaba la utilización del Plan Indicativo en sus procesos de toma de decisión. La evaluación sugirió que eso podríadarse en la medida en que el plan se relacionara con la asignación de recursos, en que se introdujeran elementos de control y se incluyeran en el plan objetivos que no estuvieran directamente relacionados con el Plan Nacional de Desarrollo. Se sugirió además que el Plan Indicativo sería más útil si pudiera ser utilizado como instrumento para el rendimiento de cuentas hacia fuera de la entidad. 6. El efecto multiplicador del acompañamiento de los funcionarios de la DEE en las organizaciones fue menos dinámica que lo esperado. Se sugirió la necesidad de ampliar ese acompañamiento y desarrollar estrategias de comunicación integral para que Sinergia fuera aceptado e implementado. 7. Durante la experiencia piloto los esfuerzos se concentraron excesivamente en el diseño del Plan Indicativo como metodología, más que en la divulgación de los fundamentos conceptuales y filosofía del Sistema o en la promoción del Plan Indicativo como herramienta de gestión.33 Dadas tales consideraciones, se planteó la necesidad de emprender una nueva experiencia piloto, en 1997, para estudiar el proceso de aplicación del Plan Indicativo en varias organizaciones. Se pretendió así ajustar el modelo de Sinergia en la práctica, trabajando con los funcionarios de las organizaciones en condiciones regulares y en tiempos reales, y probar la viabilidad del Plan Indicativo como herramienta gerencial. Adicionalmente se implementaron dos Unidades de gestión para evaluar la interacción entre los niveles macro y micro. Sinergia en acción III Fueron elegidas como organizaciones piloto el Ministerio de Defensa, el Departamento de Impuestos y Aduanas Nacionales, y los programas nacionales Plante y Sinergia. Su selección se basó en una combinación de criterios: la existencia de un clima interno favorable al cambio; la afirmación de un compromiso de la organización para contribuir a cambiar las condiciones de la administración pública; y el representar tipos organizacionales que interesa estudiar. Sinergia fue incluida con el propósito de documentar su evolución y desarrollo. Luego de esta tercera etapa y al recoger una vez mas los puntos de vista de los "usuarios" (en las entidades) y el de los "prestadores del servicio" (en la DEE), es posible afirmar que los testimonios presentados, aunque no suficientes como para determinar patrones generalizables, sugieren dos grandes áreas para la reflexión sobre el desarrollo futuro de Sinergia: La primera, de carácter positivo, es que a pesar de las dificultades, las experiencias realizadas a partir de la implementación (inicial y parcial) de Sinergia han contribuido a generar valor agregado para las entidades al enriquecer las actividades conducentes a impulsar el desarrollo de su misión. Ellas generan valor agregado también para el equipo de la DEE en tanto que representan fuentes importantes de información y retroalimentación para enriquecer el proceso de aprendizaje y continuar desarrollando la propuesta de Sinergia bajo parámetros cada vez más realistas. La segunda, de carácter más negativo, es la posible existencia desde los inicios del Sistema, de una relativa desconexión entre la formulación conceptual realizada desde la DEE y los problemas cotidianos que enfrentan las entidades al tratar de implementar actividades de planeación y evaluación conducentes a impulsar y apoyar procesos de gestión orientada a resultados. Esta desconexión se manifiesta durante las experiencias de trabajo conjunto, como un desfase en la conceptualización del papel que puede cumplir Sinergia y de la bondad de sus herramientas para las organizaciones mismas, desfase entre quienes deben insertar su lógica dentro de un accionar cotidiano y quienes la han diseñado con el propósito de conectar las acciones cotidianas con las grandes prioridades estratégicas plasmadas en el Plan Nacional de Desarrollo. Ø La evaluación de la tercera prueba piloto sugiere que a pesar de los aprendizajes obtenidos, los esfuerzos de la DEE para trabajar con entidades se interrumpieron antes de generar los frutos esperados en términos de una apropiación real de la filosofía y las herramientas que Sinergia prometía ofrecer. Probablemente se requiere un mayor y más permanente grado de comunicación e interacción con individuos de varios niveles jerárquicos en las entidades. Los Acuerdos de Eficiencia El Conpes 2917 titulado "El salto social. Informe de avance del Plan Nacional de Desarrollo 1996", del 16 de abril de 1997, representó el primer esfuerzo hecho en el país de evaluar los resultados del Plan Nacional de Desarrollo; analizó los factores que facilitaron su cumplimiento así como aquellos que limitaron su gestión. De la evaluación contenida a lo largo de sus primeros capítulos se concluyó en la necesidad de que las entidades públicas adelantaran acciones para incrementar su eficiencia, se mejorara la coordinación entre las autoridades centrales y demás entidades en términos de planeación, presupuesto y ejecución, y se generara así un contexto más propicio para el uso eficiente de los recursos físicos, financieros y humanos. Se planteo la idea de proponer formalmente un Acuerdo de Eficiencia, dirigido a mejorar los resultados del plan sobre la base de compromisos a nivel de disciplina fiscal y a nivel de resultados. La idea era que al organizar la discusión del presupuesto del '98 se concretaran los compromisos con relación a resultados en un documento que firmaran los Ministros. El Acuerdo de Eficiencia fue planteado entonces como un instrumento de gestión dirigido a mejorar los resultados del Plan Nacional de Desarrollo en lo que restaba de la administración del presidente Samper. Esto sobre la base de establecer la certeza respecto al monto y distribución estratégica del gasto público y de la definición de objetivos y metas a cumplir por parte de las entidades ejecutoras. En el Consejo de Ministros del 19 de mayo de 1997 se propuso el procedimiento para la preparación del Acuerdo de Eficiencia: 1. El ejercicio habría de comenzar con la definición del Ministerio de Hacienda de la meta de rezago con respecto al PIB que se comprometía a alcanzar al final del ejercicio fiscal de 1998, y sobre esta base, del espacio global de inversión disponible para las vigencias 1997 y 1998. 2. El DNP distribuiría cuotas globales del presupuesto de inversión 1997-1998 en cabeza de los ministerios. Esta distribución se efectuaría con base en la evaluación del Plan de Desarrollo contenida en el Conpes 2917. 3. Correspondería a los ministerios distribuir su cuota global de presupuesto entre sus entidades adscritas y vinculadas. El resultado de tal ejercicio debía ser consistente con las prioridades y la evaluación de resultados del Salto Social, cambio respecto al proceso habitual del DNP para realizar dicha distribución. (Se propuso incluso que el DNP apoyara a los ministerios en el ejercicio preliminar de distribución de cuotas globales de inversión 1997-1998 de las entidades) 4. Las entidades elaborarían sus Planes Indicativos para el periodo de gobierno restante distribuyendo de la manera más eficiente sus recursos disponibles. Estos Planes Indicativos debían ser entregados a su vez a los ministerios, para su consolidación. 5. Cada ministerio haría esta consolidación de los planes indicativos de sus entidades en un documento de priorización sectorial, el cual sería la base para la discusión en los Comités Funcionales de Presupuesto. 6. Los Comités Funcionales de Presupuesto operarían por sector o ministerio, estando conformados por el Viceministro sectorial y el jefe de la Unidad Técnica del DNP correspondiente a dicho sector, y culminarían consolidando el presupuesto para el sector.34 7. El resultado de dicho trabajo se anexaría al documento del Acuerdo de Eficiencia y se sería la base para el proyecto de ley del presupuestoque sería presentado al Congreso el 20 de julio de 1997. El Acuerdo de Eficiencia, con los compromisos asumidos por el Ministerio de Hacienda, los ministerios sectoriales y el DNP, para mejorar las condiciones de ejecución del Plan Nacional de Desarrollo, fue suscrito el 4 de noviembre de 1997, a partir de las siguientes consideraciones: • Que el mecanismo Acuerdo de Eficiencia buscaba establecer las condiciones necesarias para que el Gobierno adelantara una política fiscal sana sin afectar la eficiencia de la gestión pública. • Que también perseguía la coordinación de las instancias con responsabilidad sobre los diferentes niveles de resultados del gasto, demarcando sus competencias y definiendo su contribución a un manejo fiscal responsable. • Que el proceso de preparación del Acuerdo se había cumplido conforme a lo establecido. Ø Los acuerdos de eficiencia fueron fundamentalmente un ejercicio político al final de un gobierno que enfrento toda clase de problemas de gobernabilidad; sin embargo mostraron una vez más la importancia de crear espacios de dialogo y concertación para generar aprendizajes colectivos. Ø Las dificultades enfrentadas por los Acuerdos de Eficiencia están relacionadas con el nivel de apropiación de la propuesta por parte de quienes la deben ejecutar, los Ministerios y sus dependencias. Se requiere un mayor nivel de participación en la gestación de la propuesta, de otra manera encontrara toda clase de resistencias al ser percibida como una imposición. CONCLUSIONES Después de cinco años de labores desde la División Especial de Evaluación, y a tres años de la creación oficial del Sistema Nacional de Evaluación de la Gestión Pública, Sinergia cuenta con un sólido esquema conceptual y una coherente propuesta de operación. Pero aún es demasiado pronto para apreciar el impacto del Sistema con una perspectiva histórica, dado que sus resultados sólo podrán apreciarse en el largo plazo. Uno de los peligros evidentes identificado a lo largo de las pruebas pilotos es que un modelo complejo y rico conceptualmente sea “vendido” como un instrumento simple y poco flexible a las organizaciones. Debe ser claro si lo que se quiere es posicionar un grupo de instrumentos, o impulsar una nueva cultura de gestión. Sin que esto implique que son procesos excluyentes pero la definición de prioridades definirá las estrategias de aproximación e interacción con los usuarios del sistema. Es claro también que Sinergia no ha sido todavía apropiada por los niveles ejecutivos ni por los niveles operacionales de la gerencia en las entidades del Estado colombiano. El Sistema tampoco ha sido incorporado de una manera permanente como herramienta de evaluación de la gestión al interior del Departamento Nacional de Planeación, a pesar de los ejercicios realizados a partir de los Acuerdos de Eficiencia. Es muy temprano aún para determinar si la razón para estas deficiencias es el corto horizonte de tiempo desde su creación o si se trata de un problema de fondo en su diseño, en su implementación o en su difusión. Una evaluación negativa hoy por hoy sería más un juicio cargado de impaciencia histórica que el resultado de un análisis imparcial. Sin embargo sería igualmente perjudicial desconocer elementos que se perfilan como debilidades del Sistema, entre ellos, una posible desconexión entre sus gestores y quienes han de utilizarlo, la alta y media gerencia, los funcionarios públicos y el público en general. Si bien el diseño e implementación de Sinergia como una política pública parece haber seguido --predominantemente-- un modelo de arriba hacia abajo, su aceptación --en un país influido por al tradición colonial en la cual la ley “se acata pero no se cumple” -- requiere también de acciones que legitimen el sistema de abajo hacia arriba, o sea frente a actores de todos los niveles de la gestión pública, desde los ciudadanos hasta los empleados públicos, los gerentes altos y medios y el nivel ejecutivo del gobierno. Esta estrategia complementaria es crítica especialmente dado que la creación de Sinergia se ubica dentro del mandato constitucional que establece la necesidad de acompañar al país en la transición hacia una democracia participativa y si se considera que la conceptualización del Sistema se fundamenta en supuestos de una teoría contemporánea de la gestión con rasgos participativos, tales como la autoevaluación. De allí la urgencia de buscar estrategias de intervención para hacer conocer a Sinergia y para “venderla” ante quienes son sus dueños reales. Ello supone por parte de la DEE un compromiso de trabajo directo y continuado con varios actores de la gestión, independiente de los obstáculos que surjan en el camino y paralelo al trabajo de análisis institucional. Supone también la disposición por parte del la DEE de permitir que quienes aplican el instrumento ejerzan su autonomía y canalicen su propia experiencia adaptando y modificando los propios instrumentos, y por que no los supuestos básicos que los soportan. Las lecciones generadas a partir de las experiencias piloto y el ejercicio con relación a los Acuerdos de Eficiencia resaltan la importancia del contexto institucional en el cual ha de operar el Sistema y de las reglas de juego que obstaculizan o dinamizan su utilización dentro de la perspectiva de una nueva cultura gerencial orientada a resultados. Pero ellas también resaltan la importancia de considerar la perspectiva de quienes en última instancia tendrán que integrar la filosofía y herramientas de Sinergia dentro de su práctica administrativa cotidiana en todos los niveles de la gestión. En este sentido, la estrategia para lograr que el Sistema Nacional de Evaluación de la Gestión Pública en Colombia se institucionalice tiene que incluir mecanismos que combinen los dos enfoques de las políticas públicas, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. La decisión de la DEE de enfatizar el análisis institucional para tratar de crear el contexto apropiado para Sinergia es inteligente. Pero ella no puede suponer, en la fase actual de desarrollo del Sistema, el abandono del trabajo sobre el terreno, con los funcionarios de organizaciones y programas concretos, así como con los ministros y directores de estas entidades. Se requiere además incorporar reflexiones y prácticas de intervención que determinen cómo incluir a los ciudadanos en el proceso de implementación de Sinergia, aspecto que aún no ha sido desarrollado suficientemente en la práctica. Sin negar entonces la importancia de buscar cambios institucionales que incentiven a nivel macro una cultura de gestión diferente, el futuro de Sinergia también requiere de intervenciones a nivel micro para que el Sistema sea aceptado. Dado su marco conceptual, estas intervenciones deben estar dirigidas a actores de tres niveles diferentes de la administración pública. En primer lugar, está el nivel de la política y la alta gerencia, o sea los líderes de las instituciones legislativas y ejecutivas, incluyendo los legisladores en el Congreso, el Presidente con su grupo de ministros como cuerpo ejecutivo del gobierno y los directores de entidades de control que afectan directamente la gestión de las organizaciones públicas, entre ellas el DNP. En segundo lugar está el nivel de las entidades y organizaciones públicas nacionales que representan los espacios dentro de los cuales se implementan directamente las políticas públicas formuladas específicamente en el plan de gobierno; este nivel incluye los ejecutivos de alto nivel, la gerencia media y los funcionarios que realizan el trabajo. En tercer lugar está el nivel de los ciudadanos como grupo interesado en pedir cuentas y en influir en el diseño e implementación de políticas más acordes con sus preferencias y necesidades. Llegar a los actores críticos enestos niveles requerirá probablemente de una combinación de estrategias diferentes. Pero no hay duda de que la comprensión de la filosofía y las herramientas de Sinergia por parte de los miembros de cada nivel es pre-requisito para la legitimación del Sistema como herramienta de evaluación y como sistema de gestión del Plan Nacional de Desarrollo. Para terminar queremos plantear que esta experiencia permite reiterar los puntos planteados en el documento del CLAD (1998) “Una Nueva gestión Publica para América Latina”. La reforma Gerencial del Estado no debe buscar la eficiencia a cualquier costo, el modelo gerencial debe subordinar la eficiencia o cualquier otro criterio racional administrativo al criterio democrático, expresado en la voluntad popular. Quizás debamos sacrificar la perfección teórica en aras de un imperfecto ejercicio del arte de lo posible. Ma. Victoria Whittingham Munevar: Psicóloga y Especialista en Administración de la Universidad de los Andes (Bogotá), actualmente cursa estudios doctorales en la Graduate School of Public and International Affairs de la Universidad de Pittsburgh (USA.). Investigadora en Desarrollo y Política Publica ha publicado diversos artículos, entre otros: “Análisis organizacional en 5 entidades del Estado”, DNP 1998; “Hábitos y rutinas de pago de los usuarios de Servicios Públicos en Santa Fe de Bogotá”, Revista de la Superintendencia de Servicios Públicos, 1996.. Dirección académica: Graduate School of Public and International Affairs University of Pittsburgh 3G01 Posvar Hall (Box 495) Pittsburgh, PA 15260, Dirección personal: 333 Bouquet Street, Apt 1. Pittsburgh, PA 15213, Estados Unidos Tel: 1-412-6879692 Fax: 1-412-6487641 E-mail: viwst@pitt.edu Sonia Ospina Bozzi: PhD en Sociología de la Universidad del Estado de Nueva York. MS en gestión y Política Publica de la Escuela Averrel Harriman de la misma Universidad y licenciada en Ciencias de la educación de la Universidad Javeriana (Colombia) Actualmente es Directora del programa de Doctorado en la Robert Wagner School of Public Service de la Universidad de Nueva York y docente del mismo programa. Entre sus publicaciones se encuentran: “Ilusiones de Oportunidad: Expectativas de los Empleados y Desigualdad Organizacional” (Illusions of Opportunity: Employee Expectations and Work Place Inequality, Cornell University press 1996), capítulos en “La Gerencia Publica: ¿Asunto Privado? (Tercer Mundo Editores, 1995) y otros. Dirección académica: R. Wagner Graduate School of Public Service New York University, 40 West 4th. Street, Tisch Hall, Room 605 New York, NY 10012, Estados Unidos Tel.: 1/212-9987478 Fax:1/212-2282496 E-mail: smo1@is2.nyu.edu NOTAS 1 BRESSER PEREIRA, Luiz Carlos. “State Reform in the 1990s: Logic and Control Mechanisms”. Documento presentado en el II Congreso Interamericano del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Isla Margarita, Venezuela, 1997. 2 2 CABRERO, Enrique. Del Administrador al Gerente Público. México, INAP, 1995. 3 Ver entre otros los trabajos de Hood, 1995; Pallot, 1998; Osborne, 1999; 4 CLAD, “Una Nueva gestión Publica para América Latina”, en Documentos del CLAD Caracas: CLAD, 1998, p.17 5 Ibíd.9 6 Ibíd. 7 CLAD, “Una Nueva gestión Publica para América Latina”, en Documentos del CLAD Caracas: CLAD, 1998, p.17 8 ARELLANO, D; GIL, J.R.; RAMÍREZ, J.; ROJANO, A. “Nueva Gerencia Publica en acción: procesos de modernización presupuestal. Un análisis en términos organizativos(Nueva Zelanda, Reino Unido, Australia México)” en Reforma y Democracia No. 17, Revista del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo- CLAD, 2000, (pp. 9-44) 9 PETERS, Guy. “Modelos Alternativos del proceso de la política pública: de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo”, en Gestión y Política Pública, Vol. IV, # 2, México, 1995, pp. 257-276. 10 CLAD, “Una Nueva gestión Publica para América Latina”, en Documentos del CLAD Caracas: CLAD, 1998, p.22 11 ARELLANO, D; GIL, J.R.; RAMÍREZ, J.; ROJANO, A. “Nueva Gerencia Publica en acción: procesos de modernización presupuestal. Un análisis en términos organizativos(Nueva Zelanda, Reino Unido, Australia México)” en Reforma y Democracia No. 17, Revista del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo- CLAD, 2000, pp. 35-36. 12 Ibíd. , pp. 39-41 13 ZAFRA, Gustavo. "La Constitución de 1991 y la evaluación ex post." En: Departamento Nacional de Planeación, Control y evaluación de la gestión pública. Los desafíos de la Nueva Constitución. Santafé de Bogotá: DNP, 1994. p. 284. 14 HOMMES, Rudolf. "Evaluación ex post, contabilidad nacional y el uso eficiente de recursos". En: DNP. Control y evaluación de la gestión pública. Santafé de Bogotá: DNP, 1994. p.289. 15ARRIETA, Carlos G. "La evaluación ex post a la luz de la nueva Constitución". En: DNP. Control y evaluación de la gestión pública. Santafé de Bogotá: DNP, 1994, pp. 298-299. 16 En cumplimiento del Decreto 2160 de 1996 el Departamento Administrativo de la Función Pública ejerce la Secretaría Técnica de la Comisión Nacional de Moralización. 17 Entrevista realizada por Sonia Ospina, Bogota, 1997, Secretaría Técnica, Comisión Nacional de Moralización. 18LONDOÑO, Juan Luis. " El DNP y la organización del sistema nacional de evaluación y control de resultados ". En: DNP. Control y evaluación de la gestión pública. Santafé de Bogotá: DNP, 1994, p. 327. 19 En el DNP hay dos tipos de unidades: las sectoriales (desarrollo empresarial, agricultura, medio ambiente, social, infraestructura, etc.) y las transversales, cuyo objeto las relaciona con todas las dependencias de la entidad 20 Decreto 2167 de 1992. Artículo 16. 21 Decreto 2167 de 1992, artículo 22. 22 Entrevista a Sylvia Escobar, primera directora de la DEE, realizada por Sonia Ospina, Bogota 1997. 23 Entrevista a Luis Carlos Corral, realizada por Sonia Ospina, Bogota 1997. 24 ESCOVAR, Sylvia. "Evaluación de la gestión pública en Colombia". En: DNP. Hacia una gestión pública orientada a resultados. Santafé de Bogotá, 1996. 25 DNP. Documento Conpes 2917. "El salto social. Informe de avance del Plan Nacional de Desarrollo 1996". Santafé de Bogotá, 16 de abril de 1997. p.34. 26 GANDOUR, M. "Retos de evaluación de gestión en el proceso de democratización. En: Banco Interamericano de Desarrollo. Encuentro sudamericano sobre evaluación y control de la gestión pública por resultados. Cartagena, 1996. p.91. 27 Ibídem. pp. 91-92. 28 DNP. "La evaluación de resultados en el sector público a nivel nacional". Documento Conpes 2688. Bogotá, enero 21 de 1994. p.4. 29 Ibídem. , p.5. 30 Ibídem. , p.5. 31 Si bien la Aeronáutica no fue seleccionada en primera instancia para participar en la experiencia, dentro del sector Transporte fue la dependencia que acogió la propuesta de implantación del Sistema. 32 DNP-DEE. "Grupos focales: evaluación herramienta Plan Indicativo. Informe global". Santafé de Bogotá, febrero 10 de 1997. p.8. 33 OSPINA, Sonia. "Plan piloto de implantación de Sinergia en las organizaciones del Estado". pp. 2-3. 34 En los Comités Funcionales también participó la Dirección del DNP o en su defecto, la Subdirección de la entidad. Resumen La corriente de modernización del Estado es un fenómeno generalizado en los últimos veinte años no sólo en América Latina, sino a nivel mundial. Las raíces de estas transformaciones se encuentran en un período de cambio político que ha coincidido con una crisis económica tan severa como aquella de la Gran Depresión.Pero si en los años treinta la crisis se manifestó como una crisis en el mercado, en los años ochenta ésta se caracteriza por ser una crisis del Estado. Los procesos de reforma y modernización del Estado forman parte del panorama que caracteriza el cambio de siglo. Uno de los rasgos dominantes en los procesos de modernización del Estado ha sido el énfasis en la necesidad de crear sistemas de evaluación de los programas gubernamentales, con mecanismos que permitan evaluar tanto el impacto de los programas como el desempeño de quienes los manejan. La meta fundamental sigue siendo la generación de Estados eficientes, capaces de articular soluciones a las demandas sociales, económicas, y políticas de sus constituyentes y del nuevo orden mundial. Este documento presenta una mirada retrospectiva sobre el proceso de creación y puesta en marcha de un modelo de evaluación para impulsar la gestión publica orientada a resultados, el Sistema Nacional de Evaluación de Resultados – SINERGIA -, llevado a cabo en Colombia. Mediante el análisis de esta propuesta esperamos compartir los aprendizajes que de ella se derivan, las nuevas preguntas que se generan, y contribuir en la búsqueda de mecanismos que garanticen que nuestros Estados, además de tener una misión que cumplir, la estén cumpliendo.
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