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Caso clínico: 
primeros auxilios emocionales · 
Dra. Eva Reich ( 1 ) 
Las aplicaciones de la terapia médica orgánica, como 
fue enseñada por Wilhelm Reich, a los problemas de una 
praxis general médica en una área rural dieron como re­
sultado hace 25 años (1952) una técnica que se llamó 
«Primeros Auxilios EmoCionales». Los primeros auxilios 
emocionales exigen la capacidad de intuición en un tiem­
po que resulta de años de experiencia médica, de un rápi­
do control del cuerpo y la psique. Se debe saber buscar la 
esencia de un problema, para poder constituir el diagnós­
tico adecuado, y por consiguiente, la dirección presu­
mible del tratamiento ha de ser la de «auxilio». 
Primer ejemplo 
La paciente se queja de palpitaciones irregulares, sien­
te el latido del corazón en la garganta. Su angustia es evi­
dente. Comprobamos la glándula tiroides por tacto y or­
denamos muestras de sangre para detectar niveles de 
iodina en el plasma. Pero cuando examinamos el cuerpo 
físico detectamos síntomas de miedo, de tensión crónica. 
Las pupilas están dilatadas, la expresión de los ojos es te-. 
merosa, la caja torácica se mantiene en posición inspira­
toria y la voz le sale de la laringe como «si tuviera un 
terrón en la garganta», etc. Se le pregunta sobre su vida. 
A los 35 años había tenido demasiados embarazos a 
causa de la fe católica de la familia de su esposo, la cual 
prohíbe el control de natalidad. Sus preñeces habían ter­
minado en abortos y nacimientos sin vida a causa de una 
incompatibilidad de tipo sanguíneo con su esposo (no se 
registró la gamaglobulina RHO). Para lograr entendi­
miento sexual con su marido tiene que arriesgar otra pre­
ñez con resultado fatídico. Su vagina, ante examen pélvi­
co, tiene alta temperatura y registra pulsaciones. Admite 
una aguda frustración sexual, una agonía que la absti­
nencia que el párroco le recomienda ha impuesto sobre ella. 
Empieza a llorar. La coloco sobre una litera en la sala de 
examen y la animo a que dé rienda suelta a sus sentimien­
tos. Le aplicó un ligero masaje sobre el pecho para ayu­
darla a profundizar ·sus espiraciones, y que deje el aire 
libre al máximo . Le aplico un masaje suave sobre los 
músculos occipitales y frontales combinado con una inci­
tación a que su voz se haga más fuerte. Le golpeo suave­
mente sobre los músculos submentonianos para liberar la 
mandíbula fija, le palpo el área bajo la lengua que está 
rígida. 
Su llanto aumenta, cierta ira sustituye al sentimiento 
de desamparo y gradualmente se relaja. Unos 20 minutos 
más tarde discutimos sus preferencias sobre método de 
control de nacimiento . Le entrego un diafragma y le 
aconsejo procurar esterilización. Nunca le vi otra vez, 
pero supe por otros miembros de la familia (esta era una 
36 - Natura Medicatrix. Otoño 1984 (n . o 7) 
«práctica familiar») cuán contenta estaba por el cambio 
decisivo en su modelo de vida. Tiempo total requerido: 
cerca de 1 hora. Mientras tanto, impaciencia en la sala de 
espera dei Ít;)Spital. El aislamiento de sonido se logró me­
diante una habitación o sala interpuesta. 
Segundo ejemplo 
Un hombre de media edad viene a mi despacho, «tras­
tornado» porque siente un dolor agudo en el estómago . 
La presión arterial es normal, el corazón late fuertemen­
te, normal y regular; tiene básicamente un buen aspecto . 
No tiene diarrea, ni vómitos n i fiebre. E l abdomen no es­
tá fláccido . 
En nuestro diálogo me comunica que acaba de regresar 
de un funeral -un amigo suyo muy estimado había 
muerto de repente- . No se desahogó llorando allí («los 
hombres no lloran»). Hice un examen rectal para 
comprobar la normalidad de la próstata. Su esfínter apa­
rece tenso. Le digo que su llanto reprimido «puede ser lo 
que le causa el dolor en el epigastrio». Quizás su estado 
mejorase dando rienda suelta a su emoción contenida. 
Dice que está dispuesto a hacerlo. (Estoy segura de que ni 
siquiera sabe lo que significa la «psicología» . Es un tra­
bajador con las manos callosas que lleva su mejor traje, 
pasado de moda, que sólo utiliza para ir a funerales, bo­
das o ponérselo los domingos) . Le hago respirar libre­
mente, a sus anchas mientras le presiono en el margen 
costillar de su pecho fijo, alto , enfisematoso. Le incito a 
que haga muecas «deje que su cara haga lo que ella 
quiere hacer por sí misma, ¿puede arrugar y mover su 
cráneo?». Mientras trata de hacer este movimiento yo 
aplico un masaje a sus músculos faciales , suavemente : es 
lo que yo llamo «el toque de la mariposa». «Ahora abra 
los ojos mucho , como espantado, y luego ciérrelos fuer­
temente . . . repita . . . repita . . . » 
Luego trabajamos sobre la mandíbula tensa, y sobre 
los músculos del cuello. « ¿Puede hacer que la voz le re­
suene como si cantara una nota, como un suspiro de 
fuerte sonido?» . Se siente cohibido y enrojece. «Es nor­
mal tener sentimientos, es mejor que usted los posea, que 
los permita». «Yo soy la mujer extraña-médico pero me 
ha concedido autoridad viniendo a mi despacho . No hay 
tiempo de actuar a través de las defensas, todas las capas, 
todos los porqués y circunstancias. ¿Se trata de una 
emergencia aguda, posiblemente un ataque a:l corazón? 
(oclusión coronaria), ¿un ataque a la vesícula biliar? ¿o 
una úlcera péptica aguda? Si no sucede nada pronto 
tendré que calmarle o hacerle admitir como emergencia 
al hospital más próximo (entonces a 60 km. de 
distancia»). No le digo lo que pienso. Trato de asumir 
unos modelos tranquilos y de confianza. Muy típico de 
un médico. Solamente le digo «vamos a tratar algo 
nuevo, vamos a ver por un momento si estamos en el ca­
mino cierto, vamos a ver si sirve esto antes de que usemos 
una droga» . Ahora se pone pálido, empieza a jadear, 
siente náuseas. Le digo que se provoque náuseas «con un 
dedo cosquillee el fondo de su garganta sin cesar de respi­
rar haciendo un sonido» . . . De esta manera pongo en 
práctica un reflejo de arqueo que da como resultado que 
su cuerpo superior e inferior empiecen a sacudirse. Él 
trata de localizarlo una vez, dos, tres ; es un forcejeo . Su­
da, le fluye la saliva. Está recostado sobre un lado (con 
almohada para mantener la cabeza erguida). Suspira, el 
reflejo hace su efecto, llora como quien no ha llorado 
desde hace mucho tiempo, quizás toda una vida. 
Cuando se calma le doy un antiácido, un sedante. No· 
lo necesita. Se incorpora visiblemente emocionado . 
«Gracias, doctora, me siento mucho mejor, muy bien, 
pero profundamente emocionado». Hay una sala de «re­
cuperación» abajo, pero no la necesita. Puede conducir 
hacia su casa, a varios cientos de millas. Escribo una no­
ta a su médico de cabecera. Tiempo: 45 minutos. No hay 
tratamiento . 
Tercer ejemplo 
Como interno, en el servicio médico privado ( 1 949) se 
me ordena que haga un examen rutinario de admisión a 
una ama de casa de Filadelfia (es una señora de media 
edad). Está acostada sobre su cama de hospital en un es­
tado de trastorno, habiéndosele dado 1 5 mg. de morfina 
un momento antes por un dolor de espalda agudo. Su 
médico ha diagnosticado una posible dislocación de un 
disco intervertebral torácico. Empiezo a examinar : lo 
corriente, desde cabeza a pies, una observación rápida 
general, puesto que la paciente ya es muy bien conocida 
por parte de su doctor. No hay novedad. 
Mientras la observo, charlamos. Me dice los malos ra­
tos que ha pasado con su hijo que tiene un carcinoma 
metastásico . «Qué pena un hijo tan joven y maravilloso, 
que acaba de graduarse en el colegio , no puedo soportar 
verle sufrir así, y el doctor dice que morirá pronto» . Dice 
esto con una voz monótona, sin emoción. Su emoción ha 
sido «somatizada» en las tensiones extremas de su cuer­
po. Su cabeza, cuello y tórax se mueven al unísono. 
Tiene el brazo alzado en el aire y no lo baja cuando 
queda libre.' Sus músculos están «duros como un 
tablón» . ¿Podría suceder que el dolor agudo muscular 
sea directamente debido a la catástrofe de su vida? 
¿Puede ocurrir que «elseguir aguantando» haya aumen­
tado su costra hasta el punto de causar una insoportable 
crisis de dolor? Le caigo simpática. Le digo que «precisa­
mente estoy estudiando la manera de liberar sentimientos 
que están reprimidos y causan tensiones en los músculos . 
Que me gustaría ayudarla a soportar y aliviar sus dolo­
res» . Ella admite que se siente «agarrotada» a todas ho­
ras . Trabajamos . Continúa jadeando, suspirando y por 
fin empieza a gritar . Grita como un cerdo al que se le asa-
ra vivo, como una mujer a punto de ser asesinada por un 
loco en una «jaula de locos». o o 
El grito al principio es agudo, a través de las cuerdas 
vocales tensas , luego empieza a ensancharse y se convier­
te en un enorme gemido desde abajo del diafragma. No 
hay aislamiento de sonidos en un hospital. Las enferme­
ras vienen corriendo. Se me denuncia a la administra­
ción, el médico de cabecera queda notificado . . . La pa­
ciente es víctima de un berrinche descomunal, toda la ira 
concentrada de ser una. víctima se vuelve ahora una rebe­
lión contra un sistema médico inhumano . . . Yo defiendo 
su derecho a liberar su emoción contra todos los que lle­
gan -diciendo sencillamente «estamos liberando algu· 
nos sentimientos reprimidos». 
Por fin, rendida, se relaja. Después de haber sido oída, 
después de haber dado permiso para que «sea ella mis­
ma», está echada ahora exhausta, pero aliviada, real, 
tranquila, despierta y consciente. La espalda está suave. 
El cuello lo está también. La cara se ha hecho hermosa, 
pero triste. Ella sabe ahora qué es lo que creaba el dolor 
de espalda, ocultándose a sí misma la inmensidad de su 
pena. Está radiante, manifiesta sentir sensaciones cos­
quilleanes por todo el cuerpo, especialmente en la zona 
inferior . Trabajamos unas pocas veces más . Pasó por va­
rios exámenes de rayos X, todos con resultado negativo, 
y dejó el hospital en unos pocos días , sintiéndose eufóri­
ca y preparada para el futuro. El dolor no retornó. ¿Có­
mo pudo ignorar su propio médico la conexión entre la 
emocióo reprimida y la tensión muscular? 
Cuarto ejemplo 
Un hombre de 22 años sufre de forma repentina un 
fuerte dolor de estómago, pérdida de campo visual y 
postración. Trabajaba normalmente en el campo, reali­
zaba el servicio militar y se le había postergado el permi­
so . Aquella tarde había bebido mezclas· diversas de al­
cohol . No tenía antecedentes médicos valorables, ni era 
bebedor . A la exploración presentaba frecuencia de 90 
pulsaciones por minuto; tensión arterial: 5 y 1 0; palidez, 
sudoración y acinesia. Ventilación y ritmo cardiaco nor­
males. Palpación abdominal sin ninguna resistencia mus­
cular ni dolor puntual. Cuando me comunico con él, per­
cibo un estado muy exaltado, me refiere que ha perdido 
la vista. Después de haber pensado en la posibilidad del 
ingreso hospitalario por perforación gástrica, me decido 
a llevar la situación adelante. Le hablo pausadamente, 
aconsejo que salgan todas las personas allí presentes y 
que sólo permanezcan sus amigos . Hacemos respiración 
abdominal, le abrazo y pongo mis manos al lado de las 
suyas, le explico cómo no es grave lo que tiene. Al cabo 
de 1 ó 2 horas vuelve poco a poco a recuperar la normali­
dad de la visión y el dolor comienza a desaparecer. Todo 
resultó ser una respuesta del organismo a la negativa del 
permiso . 
( ! ) Médica, hija y colaboradora de Wilhelm Reich. 
- Artículo aparecido en la revista «Energy & Characten>. El autor del 
cuarto caso es el Dr. Javier Uriarte. 
Natura Medicatrix. Otoño 1984 (n. 0 7) - 37

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