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Sancholuz, Carolina La ciudad y los ojos : Dos miradas sobre San Juan de Puerto Rico EN: R. Macciuci (Ed.), L. Hafter y F. Gerhardt (Coords.) (2010). Crítica y literatura hispánicas entre dos siglos : Mestizajes genéricos y diálogos intermediales. Madrid : Maia. Sancholuz, C (2010). La ciudad y los ojos : Dos miradas sobre San Juan de Puerto Rico. EN: R. Macciuci (Ed.), L. Hafter y F. Gerhardt (Coords.). Crítica y literatura hispánicas entre dos siglos: Mestizajes genéricos y diálogos intermediales. Madrid : Maia. (Anexos arbor). En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.2843/pm.2843.pdf Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0 Mestizajes (p.1-190):Paisaje y territorio 16/12/09 17:40 Página 1 Crítica y literaturas hispánicas entre dos siglos: mestizajes genéricos y diálogos intermediales (Hispanic critic and literature between two centuries: generic crossbreeding and mediating dialogs) Editora: Raquel Macciuci Coordinadores: Evelyn Hafter y Federico Gerhardt Traducciones del inglés: María Contreras CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS vol. clxxxv anexo II julio-diciembre 09 Madrid (España) ISSN: 0210-1963 Mestizajes (p.1-190):Paisaje y territorio 16/12/09 17:40 Página 2 LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO (THE CITY AND EYES: TWO GAZES OVER SAN JUAN OF PUERTO RICO) CAROLINA SANCHOLUZ Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria - Universidad Nacional de La Plata CONICET RESUMEN El presente artículo, cuyo título remite al nombre de uno de los capítulos de Las ciudades invisibles de Italo Calvino, propone el análisis comparativo de dos libros, Los pies de San Juan (2002) de Eduardo Lalo y San Juan, ciudad soñada (2005) de Edgardo Rodríguez Juliá, ambos centrados en trazar un mapa visual y discursivo de la capital de Puerto Rico. Mediante la reunión de imágenes (fotograf ías, grabados, postales, collages) y escritura, los dos auto- res componen particulares libros-objeto y conforman diversos modos de ver y representar textualmente el espacio urbano, confluyendo, pese a sus noto- rias diferencias, en la concepción de la ciudad como espacio legible. Palabras clave: ciudad - espacio - mirada - discurso ABSTRACT This article, whose title refers to the name of one of the chapters of The invisible cities by Italo Calvino, presents a comparative analysis of two books, Los pies de San Juan (2002) by Eduardo Lalo and San Juan, ciudad soñada (2005) by Edgardo Rodríguez Juliá, both focused on tracing a visual and dis- cursive map of the capital of Puerto Rico. Through the collection of some images (photographs, prints, postcards, collages) and some writings, both authors compose particular object-books and provide different viewpoints and different ways of representing the urban space textually, coinciding, despite their noticeable differences, in their view of the city as a legible space. Key words: city - space - view - discourse ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 191 ladera –en el barrio antiguamente conocido como Santa Bárbara–, es una de las más cercanas al panorama del Atlántico, y de pronto nos sorprende con un trompe l´oeil de la perspectiva, porque enton- ces ocurre que los barcos atracados en los muelles parecen inter- narse, algo oníricamente, en esta calle de la ciudad. (…) Es privile- giada la vista que tenemos desde lo alto de la ciudad (Rodríguez Juliá, 2005, 103-104). Los fragmentos citados representan modos de ver1 antitéticos, ya sugeridos desde los títulos de ambos libros, donde las metáforas del cuerpo oponen pies a cabeza, lo bajo a lo alto, los ojos rastreros a la vista panorámica, lo desconocido al engaño barroco del trompe l´oeil, lo despreciado a lo privilegiado, lo terrestre a lo onírico. Eduardo Lalo compone su mirada sobre la ciudad de San Juan, como dice el epígrafe de Calvino, al ras del suelo, desde la alcantarilla, en tanto Edgardo Rodríguez Juliá privilegia la mirada evocativa y distanciada, donde se entretejen –y en varias ocasiones superponen– la memoria y el ensueño. Los pies de San Juan fue publicado en el año 2002 y San Juan, ciudad soñada en el 2005, aunque el libro se cierra con una fecha más próxima a la de Lalo: 29 de septiembre de 2003, incluyendo entre sus epígrafes –como luego detallaré– una cita de Los pies de San Juan. Las obras salieron a través del mismo sello editorial puertorri- queño Tal Cual, y, aunque podríamos pensar que forman parte de una misma serie o colección, se constituyen más bien como texto de pro- vocación y texto de respuesta, interrogación y réplica, sin llegar a la confrontación abierta o a la polémica, tal vez porque ambos autores coinciden en reconocerse escépticamente como escritores sin público, inmersos en una sociedad poco afecta a la lectura2. LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO 193 1 Hago referencia al clásico estudio de Berger, Modos de ver (1972). 2 Véanse al respecto dos breves intervenciones de Rodríguez Juliá y de Lalo respectiva- mente: «Conozco a Pedro Juan Soto. Nos une, sobre todo, la contradictoria vocación de escribir para un pueblo que apenas lee; se trata del consabido afán de erradicar, mediante la escritura, los más secretos demonios, personales y colectivos; pero en Puerto Rico ese oficio tiene pocos testigos, siempre se arriesga uno a la vanidad o al solipsismo» (Rodríguez Juliá, 1989, 45). «Todo lo que he escrito antes de este texto, todo lo que escribiré después de él, será ininteligible para estos estudiantes, para decenas de miles de otros más diestros que ellos, para miles de ciudadanos, que inde- 192 CAROLINA SANCHOLUZ I. LA CIUDAD COMO TEXTO Y VISIÓN Es el humor de quien la mira el que le da su forma a la ciudad de Zemrude. Si pasas silbando, la nariz cerniéndose al compás del silbido, la de abajo arriba: antepechos, cortinas que se agitan, surtidores. Si caminas con el mentón apoyado en el pecho, las uñas clavadas en las palmas, tus miradas quedarán atrapadas al ras del suelo, en el agua que corre al borde de la calzada, las alcantarillas, las raspas de pescado, los papeles sucios. Italo Calvino, «Las ciudades y los ojos.2». Las ciudades invisibles (1972). Los pies de San Juan (2002) de Eduardo Lalo y San Juan, ciudad soñada (2005) de Edgardo Rodríguez Juliá trazan en sus páginas un mapa de San Juan de Puerto Rico que, como la ciudad de Zemrude descripta por Italo Calvino, concita al menos dos visiones, según los ojos que miran la urbe y que asimismo la construyen, la significan, la vuelven discurso. Uno y otro libro apelan a la reunión entre la fotogra- f ía y la escritura, la imagen y el entramado verbal, donde las fotos también operan como textos que se dejan leer y escribir. Los dos reproducen visiblemente en su soporte material –como libros objeto– el formato de un particular álbum fotográfico cuyas páginas albergan dibujos, caligraf ías, tipograf ías, grabados y collages en Los pies de San Juan; una suerte de personal «guía de viajero» y relato autobiográfico en San Juan, ciudad soñada. Ambas nos imponen a los receptores del texto una doble tarea: leer y mirar, invitándonos a asumir como lecto- res el lugar del espectador. Quiero detenerme en los siguientes pasajes textuales de Lalo y de Rodríguez Juliá, que condensan de forma explícita la dualidad de sus miradas, qué y cómo ven unos y otros ojos: El suelo: la dimensión desconocida de la ciudad. ¿Quién ha osado fijarse en él? ¿Quién ha pretendido fotografiarlo? En el piso está lo que no puede bajar más: es el mundo del desprecio, de lo caído, de lo olvidado. Nuestra condición de bípedos parece habernos hecho olvidar que en él están nuestros pies y que, por lo tanto,somos tam- bién terrestres, seres del suelo (Lalo, 2002, 55). El casco antiguo de San Juan baja en pendiente hacia la bahía. La esquina de la Calle San Justo, situada en la parte superior de la doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 192 cronista registra en su rol de observador, a través de sus desplaza- mientos por la ciudad, sus «barriadas» y «caseríos», playas, avenidas principales y callejuelas. En los avatares de las transformaciones desa- rrollistas emerge un sujeto testimonial que se reconoce formando parte de aquel proceso histórico y social, cuando en 1957 su familia se traslada del pequeño pueblo rural de Aguas Buenas a la Avenida 65 de Infantería, en los suburbios de la capital: «Era un hijo del desorden urbano, del desclasamiento, la marginalidad, una clase media urbani- zada sin clase, conocedor de las barras de estribo y el sarcasmo de putas con frontón de cantineros; era hijo de unos campos Elíseos que hubiesen asustado al propio Baudelaire» (Rodríguez Juliá, 2005, 47). La memoria personal funciona como un filtro, trabaja a partir de fragmentos, retazos; el yo testimonial, rememorante, memorialista, incita al lector a un viaje por la «San Juan soñada», donde las tierras de la memoria se surcan con las huellas intangibles de la ensoñación, como cuando el narrador declara, cerrando así el primer capítulo: «De esto último no estoy seguro, me parece algo fantasmal, como un mapa sacado de un sueño» (Rodríguez Juliá, 2005,12). El cronista nos invita a compartir una visión de aquel mapa soñado, como texto y espacio de lectura, donde la ciudad emerge a través de distintas representaciones literarias de variados autores, puertorriqueños en su mayoría, pero también de ilustres visitantes de la isla, como las visiones de Pedro Salinas en su poema El contemplado, o los fragmentos poéticos de Dereck Walcott citados. En ocasiones ocurre lo que Beatriz Colombi caracteriza como el efecto del viajero tardío (2004, 235), esto es, cuando el sujeto no puede hacer coincidir los relatos leídos con la rea- lidad presente. Entonces el cronista, viajero en y de su propia ciudad, LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO 195 tido Popular Democrático, los beneficiarios de las gestiones renovadoras en el terreno educativo y social, de la transformación dirigida por la Compañía de Fomento Industrial y del Banco Gubernamental de Fomento.» [...] «Pero lo cierto es también que en el Puerto Rico de los años cincuenta y sesenta se identificaba demo- cracia con producción y capitalismo. [...] Nos acostumbraron a las estadísticas triun- fantes, a la expansión vertiginosa de los centros urbanos, de las urbanizaciones, de las carreteras». [...] «La ciudad se iba transformando, cambiando su rostro ante los ató- nitos ojos de nuestras abuelas, sin que esa transformación fuera acompañada de un replanteo cultural significativo del pensamiento urbano» (1993, 19, 21 y 31 respecti- vamente). La hibridez formal que atraviesa los dos libros, tan visible desde el soporte material que los conforma3, atañe asimismo a los cruces entre diversos géneros –la crónica literaria, el ensayo, el relato autobiográ- fico, las memorias– presentes en San Juan, ciudad soñada y Los pies de San Juan. Como un rasgo que Carlos Monsiváis (1996) subraya definitorio de la crónica contemporánea, encontramos lo que el escri- tor mexicano describe como la feroz intromisión del Yo en la materia del relato. A lo cual cabe agregar que el yo que se representa en estos textos se exhibe concientemente autobiográfico, como si se intentara mostrarle al lector «que está ante relatos directos, no mediados, de la vida real narrados por individuos reales» (Molloy, 1996, 27), dicho con palabras de Sylvia Molloy respecto de la escritura autobiográfica his- panoamericana. En San Juan, ciudad soñada el yo narrador da cuenta con mirada obsesiva de la representación espacial, deteniéndose en la desaforada trasformación urbana de la capital puertorriqueña llevada a cabo por el desarrollismo populista en los años cincuenta del siglo XX4 y que el 194 CAROLINA SANCHOLUZ pendientemente de sus profesiones no les interesa o no tienen capacidad para leer más allá de un mal periódico o alguna revista. […] escribo, por tanto, para unos cientos, a lo sumo, para unos pocos miles de potenciales lectores» (Lalo, 2005, 84), subrayados míos. Pero, más allá de sus declaraciones escépticas, advertimos sin embargo una apuesta estética y crítica por parte de ambos autores que incluye al público lector- espectador, no por minoritario menos deseado. 3 Eduardo Lalo es un artista que interviene en el campo cultural puertorriqueño actual privilegiando perspectivas interdisciplinarias, como poeta, ensayista, artista plástico y fotógrafo. En sus libros prevalece la materialidad misma de sus textos: la escritura, por una parte, pero a la vez la incorporación de fotograf ías digitales y dibujos, graba- dos, caligraf ías, tipograf ías y collages, también de su autoría. Edgardo Rodríguez Juliá, en su ya emblemático libro Puertorriqueños (1988) incorporó las imágenes visuales como modos alternativos de narrar (se trata de fotos, provenientes de archi- vos históricos y también de sus archivos personales, fotos de su infancia), donde lo visual comparte con la escritura su posibilidad de devenir crónica. En ambos autores las imágenes visuales y las actividades asociadas a los verbos ver/mirar/contemplar se constituyen en el centro de producción de la escritura. 4 Sobre este período remito a las agudas observaciones que propone Arcadio Díaz Quiñones, testigo lúcido y desencantado de aquella época, en dos ensayos que for- man parte de su libro La memoria rota. Me refiero a «La vida inclemente» y «Los años sin nombre»; del primero de ellos cito los siguientes fragmentos: «Éramos los hijos del vasto movimiento político y social iniciado en los años cuarenta por el Par- doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 194 ellas. Ese mundo terrestre y plano nace por la mirada que lo descu- bre, que lo saca de las ruinas, tanto estéticas como de significado, que se erigen un poco más arriba. Allí, en las aceras que pisan nues- tros pies y en muros que tenemos a la altura de los ojos, está tam- bién nuestra ciudad y acaso, algo de su sentido más verdadero, mucha de su emoción y algunas de sus lecciones (Lalo, 2002, 19). Una «arqueología del saber» en tanto Lalo percibe la ciudad como «reescritura»5, un palimpsesto cuyos «signos indescifrables» connotan una textualidad que trasciende los límites de la escritura alfabética, para evocar otro tipo de expresiones y formas de comunicar, como el lenguaje de los ideogramas y de las pictograf ías. Entonces el suelo deviene «un gran papel que alberga un texto variopinto y anónimo, verdadera crónica, acaso en ocasiones verdadera épica, de lo olvidado, de lo invisible», surcado por «flechas, signos de interrogación, extraños e incomprensibles grafismos hechos antaño en el cemento fresco o rayados como petroglifos» (Lalo, 2002, 55). La cita condensa y revela al mismo tiempo el principio constructivo de Los pies de San Juan, dada la rica dimensión significante del diseño gráfico del libro-crónica, donde juegan un rol fundamental la tipograf ía y el uso de signos ideo- gramáticos que operan por oposición al discurso lógico y sucesivo6. LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO 197 5 Véase Michel Foucault cuando, refiriéndose a la arqueología sostiene: «No es nada más y ninguna otra cosa que una reescritura, es decir, en la forma mantenida de la exterioridad, una transformación pautada de lo que ha sido y ha escrito.No es la vuelta al secreto mismo del origen, es la descripción sistemática de un discurso- objeto» (Foucault, 2002, 235). 6 Por momentos los textos y poemas que juegan con la tipograf ía en Los pies de San Juan se acercan a la estética de la Poesía Concreta de Augusto de Campos. Lalo parece coincidir con la mirada del poeta brasilero que incorpora la tipograf ía como obstá- culo, propiciando la ruptura del orden discursivo-lineal, invitando de esta manera al lector a participar activamente de la producción del sentido de los textos, según lea las letras en diagonal, de arriba para abajo o a la inversa. Por otra parte no es casual que la poética concreta de Augusto de Campos, –quien con su hermano Haroldo de Campos y Décio Pignatari, renovaron los modos de leer y escribir poesía en América Latina–, intentara trasladar a sus poemas-espaciales la vivencia moderna de la ciudad de San Pablo. El libro de Lalo juega a plasmar en sus páginas una representación de San Juan y su presente, claramente opuesta a los eslóganes turísticos. Para Poesía Concreta véanse los importantes trabajos de Gonzalo Aguilar al respecto, sobre todo su libro Poesía concreta brasileña. Las vanguardias en la encrucijada modernista (2003). recurre al tópico del ubi sunt, figura retórica que recorre todo el libro pero cuya presencia se destaca en la apertura, donde el primer capí- tulo así se titula: «Ubi sunt, ¿dónde están?» Si lugares emblemáticos, bares, casas, puentes, espacios naturales, ramblas, paseos, fueron demolidos por el huracán modernizador del desarrollismo, pareciera que la única respuesta posible al ubi sunt son las que emprenden el arte, la literatura, la fotograf ía, capaces de conservar –aunque ya sin coincidir con la realidad actual– la memoria de un pasado que el pre- sente se empeña en borrar: Todo el paisaje de mi infancia ha desaparecido; y también el de mi adolescencia. En Puerto Rico la vida no solo es cruel mediante la tiranía del tiempo, sino también se ocupa de borrarnos las pisadas, las huellas, asediar la memoria. Esa primera tiranía es condición humana; la segunda es pasión puertorriqueña (Rodríguez Juliá, 2005, 3). En San Juan, ciudad soñada predomina el viaje de la memoria, en tanto facultad de recordar; en Los pies de San Juan se desplaza espe- cial y espacialmente el cuerpo. La ciudad que emerge del texto de Lalo parece suscribir las reflexiones de otro agudo intelectual puertorri- queño, Rubén Ríos Ávila, cuando expresa en su ensayo «Los espejis- mos del desarrollo»: «Una ciudad es un cuerpo transitado por los cuerpos de sus transeúntes, que lo recorren por sus venas y sus arte- rias» (Ríos Ávila, 2003, 59). El sujeto, narrador y fotógrafo, es asi- mismo un transeúnte que, con la cámara digital en la mano, captura las imágenes del presente para provocar un efecto ilusorio de yuxtapo- sición entre lo visto/fotografiado y lo narrado, como si discurriera sobre lo que observa a través de la pantalla de su cámara en el mismo y preciso instante de la toma. El paisaje urbano representado se vuelve fragmentario, porque el sujeto que mira y dispara la cámara se aleja concientemente de la toma panorámica, privilegiando los detalles poco atendidos, visibilizando lo microscópico, lo aparentemente irre- levante u oculto, asumiendo la función del «fotógrafo como arqueó- logo» (Lalo, 2002, 13): Aquí se oxidan las pátinas de la vida en San Juan. Las manchas, los escritos, los signos indescifrables, las alcantarillas y sus fechas melancólicas, dicen mucho más a veces que lo que queda sobre 196 CAROLINA SANCHOLUZ doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 196 Partido Popular Democrático había logrado durante largo tiempo comienza a resquebrajarse. Los movimientos estudiantiles, sindicales, de mujeres, de vecinos, de rescatadores de tierras, irrumpen en la escena política y, en 1968, el PPD pierde las elecciones. La ciudad «real», contracara del sueño y la utopía desarrollistas, es la que cobra fuerza pregnante en el libro de Lalo, como espacio que se constituye en condición necesaria y no deseada de la moderniza- ción. Como dice John Berger «todas las ciudades modernas son vio- lentas y trágicas» (1998, 125), también San Juan: «La ciudad es el espa- cio de la violencia. Los sanjuaneros se esconden, se refugian, se parapetan tras sus rejas, candados, cadenas, alarmas, cámaras de cir- cuito cerrado, perros convertidos en el peor enemigo del hombre» (Lalo, 2002, 34). La capital puertorriqueña no escapa a los problemas que afectan a otras capitales latinoamericanas, sometidas a procesos de desigual modernización e industrialización, tan bien analizados por Néstor García Canclini cuando explica, por ejemplo, el concepto de la «ciudad diseminada»: «...una ciudad de la que cada vez tenemos menos idea dónde termina, dónde empieza, en qué lugar estamos» (2005, 82). La ciudad diseminada trae aparejados efectos negativos, como la pérdida del sentido de solidaridad y pertenencia, porque cada LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO 199 En San Juan, ciudad soñada señalamos antes la presencia de un sujeto testimonial que se reconoce a sí mismo como «hijo del desor- den urbano», cuya experiencia individual representa asimismo la de un colectivo mayor, visiblemente afectado por la utopía populista pro- movida por Luis Muñoz Marín desde finales de la década de los cua- renta y, finalmente, testigo desencantado de su rotundo fracaso. En Los pies de San Juan, en cambio, el narrador-transeúnte pertenece a otra generación, posterior a la de Rodríguez Juliá, la de aquellos que nacieron en la década del sesenta, años en los cuales el consenso que el 198 CAROLINA SANCHOLUZ doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 198 referencia del título no deja lugar a dudas, habiendo sido San Juan de Puerto Rico y su Universidad uno de los primeros lugares donde el gran intelectual uruguayo vivió y trabajó fuera de su país natal7. Sin embargo la «ciudad letrada» evocada por el narrador difiere de la teo- rizada por Rama, no se advierte en ella su fijeza e intemporalidad; más aún, su carácter elitista8 se percibe diacrónicamente transformado, no solo por la influencia del populismo puertorriqueño, sino también por la irradiación de la Revolución Cubana en la América Latina de la década del sesenta. En cuanto a las prácticas intelectuales y sus lazos con el poder, el recinto universitario aparece como espacio alternativo que permite la expresión de un malestar político y cultural, el del colo- nialismo vigente en la Isla: «Aquella Ciudad Universitaria de los años veinte, treinta y cuarenta, con sus trasuntos moriscos y sus claustros monacales, tan ajena al tejido urbano comercial de Río Piedras, fue convirtiéndose en espacio alterno para una cultura que se sentía ase- diada por la americanización» (Rodríguez Juliá, 2005, 50-51). Entre los años sesenta y setenta el «claustro monacal» ensancha sus límites, se desborda hacia la calle y hacia otros espacios de la sociabilidad pública, como el bar de la esquina, «lugar de confluencias multitudi- narias y pedreas, luchas y batallas campales callejeras, las protestas contra el imperialismo yanqui y la guerra de Vietnam...» (Rodríguez LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO 201 7 Ángel Rama dio cursos y conferencias en gran parte de América Latina, desde finales de los años sesenta y vivió en San Juan de Puerto Rico, París, Stanford, Maryland y Caracas, donde obtuvo la nacionalidad venezolana debido a que la dictadura uru- guaya le negó la renovación del pasaporte. Allí fundó y llevó a cabo su gran proyecto editorial latinoamericanistade la Biblioteca Ayacucho. En 1973 la Universidad de Puerto Rico publica la edición, compilación y prólogo que Rama hace de textos de Rubén Darío con el título El mundo de los sueños. 8 El narrador detalla el diseño arquitectónico de la Universidad y sus transformaciones: «Pasábamos de la arquitectura Spanish revival, o renacimiento español –concebida de vanguardia en su época, durante los años veinte o treinta– a la arquitectura hori- zontal, gregaria y tropical de Henry Klumb». Pero, a pesar de los cambios, siempre sobresale un detalle arquitectónico que define simbólicamente al recinto universita- rio, su torre (de hecho, una de sus más importantes revistas institucionales se llama La Torre), tal como se advierte en este párrafo que sigue al pasaje antes citado: «[...] la torre de la Universidad marcaba una jerarquía superior de nobleza intelectual y de propósitos, salpicada con tejas y ornamentos moriscos como para subrayar el exo- tismo de dichos menesteres en tierras caribeñas [...]» (Rodríguez Juliá, 2005, 49). grupo de personas experimenta pequeños enclaves, como los recorri- dos para ir al trabajo, a la escuela o hacer compras, trayectos que son muy breves y acotados en relación con el conjunto de la ciudad. Lalo mira con recelo la extrema fragmentación de la urbe, atomizada en numerosos barrios municipales que terminan por desdibujar el nom- bre propio de San Juan, como cuando se detiene a reflexionar sobre la carencia de un gentilicio, de una denominación colectiva, que per- mita nombrar a sus habitantes y otorgarles asimismo un sentido de pertenencia: El lector se habrá fijado que me refiero a los habitantes de la ciudad como «sanjuaneros”. Sin embargo, como el lector también sabe, esta denominación es modernamente de escaso uso y por ello llega a parecer arcaica. (…) Cientos de miles de personas no pueden decir la identidad que les concede un destino. Prehistórico San Juan de voluntad afásica (Lalo, 2002, 50). Carencia de nombre propio, carencia de identidad, afasia, el libro cierra con una tipograf ía que trasciende los límites de San Juan para abarcar la Isla entera: «Nadie escucha a un país sin palabras» (Lalo, 2002, 115). II. CIUDAD LETRADA/CIUDAD ILETRADA La ciudad letrada quiere ser fija e intemporal como los signos, en oposición constante a la ciudad real que solo existe en la historia y se pliega a las transformaciones de la sociedad. Ángel Rama, La ciudad letrada (1984). La oposición planteada por Ángel Rama entre la ciudad real y la ciu- dad letrada en su ensayo póstumo entraña asimismo la tensión tempo- ralidad/espacialidad. El concepto de ciudad letrada le permite definir un espacio donde asentar las prácticas simbólicas de las elites intelec- tuales, a las cuales caracteriza en términos de dispositivos jerárquicos de control del saber y de negociación con el poder. El capítulo IV de San Juan, ciudad soñada se denomina «En busca de la ciudad letrada» y se centra en un espacio altamente simbólico: la Universidad de Puerto Rico. Si bien el nombre de Ángel Rama no aparece citado, la 200 CAROLINA SANCHOLUZ doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 200 sin lectores es literatura? El diagnóstico negativo también apunta a la prácticamente nula e improbable posibilidad del mercado editorial puertorriqueño de exportación y consumo exterior de la literatura del país. Pero además Lalo pone en crisis la producción literaria puertorri- queña que lo precede, aquella que se escribe a partir de los años setenta, leída casi unánimemente por la crítica como la responsable de reformular la experiencia literaria del país, especialmente a partir de la obra de Luis Rafael Sánchez: Si no fuera puertorriqueño es probable que hubiera comprado pocos libros puertorriqueños. Nuestra literatura (y algo semejante ocurre con las otras artes) no nos dice o nos dice partiendo de for- mas débiles (adaptaciones tardías de estilos internacionales, pseudo-populismos, la perenne indigestión de nuestro destino polí- tico, etc.). Los textos que desde los años setenta hemos tenido de una literatura para los que no leen literatura, no me parecen trazar el camino más apropiado para que una sociedad pueda apalabrarse» (Lalo, 2002, nota 1, cursivas del autor). Edgardo Rodríguez Juliá, cuya obra comienza a conocerse justa- mente en aquellos años, le responde a Lalo. Le propone al lector una imagen inversa: la ciudad de San Juan fundada por la escritura, asen- tada en una variada trama discursiva y material de voces, hablas, len- guajes, palabras y libros. Gran parte de la ciudad soñada transcurre y se representa en textos de autores puertorriqueños, de pasadas gene- raciones y especialmente de aquellos contemporáneos al autor. La plaza del mercado de Santurce decripta por José Luis Vega en su libro Techo a dos aguas, «a medias entre el vecindario y lo suburbano, el simulacro de ciudad amenazado por la dispersión» (Rodríguez Juliá, 2005, 81); los territorios «ensoñados» como dice el narrador, tanto por Magalí García Ramis en Felices días, Tío Sergio como por José Luis González en sus ricas memorias La luna no era de queso; el barrio de Miramar evocado e imaginado por Olga Nolla en su novela El manus- crito de Miramar; el tapón descomunal en la Avenida Isla Verde en La guaracha del Macho Camacho de Luis Rafael Sánchez; las vistas marí- timas vislumbradas en los poemas de Luis Palés Matos; la Calle del Cristo en el Viejo San Juan, «territorio de René Marqués» (Rodríguez Juliá, 2005, 101); la ciudad evocada por Alejandro Tapia y Rivera en su LA CIUDAD Y LOS OJOS: DOS MIRADAS SOBRE SAN JUAN DE PUERTO RICO 203 Juliá, 2005, 55). Habría que precisar entonces que la «ciudad letrada» que se configura en el texto y que se afirma simbólicamente en el espacio universitario alude por una parte, a ciertos hitos en la forma- ción literaria e intelectual del propio autor, atendiendo a la fuerte impronta autobiográfica del libro9. Por otra parte, se trataría de una «ciudad letrada» en un sentido si se quiere más próximo a la significa- ción material y literal de la letra: de qué manera la literatura imagina la ciudad, la transforma en un objeto inexorablemente lingüístico. A partir de este punto Rodríguez Juliá esgrime su réplica al texto de Lalo, citado además en uno de los epígrafes que abren su libro: «San Juan no existe porque no posee aún sus palabras, porque su población no tiene aún su literatura»10. La frase reproducida forma parte de una reflexión sobre el campo literario puertorriqueño, condensada en una pregunta central de Los pies de San Juan: «¿Una ciudad sin literatura es una ciudad?» (Lalo, 2002, 30-31). Interrogante cuya presencia ineludi- ble se destaca en el libro, no solo porque funciona como título de una de sus secciones, sino también por la materialidad misma de su notable tipograf ía resaltada en el texto como una estrategia de escenificación, al modo de la poesía concreta. La pregunta corrosiva se repite mediante una nota al pie, provocadora a pesar de su lugar paratextual, donde el autor amplía su argumentación, procediendo metódicamente sin método, como dijo Adorno (1998) acerca del género ensayo11. Sin negar la existencia de una tradición literaria en Puerto Rico, Lalo cues- tiona sin embargo las condiciones materiales básicas de su circulación: el consumo por parte de un público lector. La pregunta acerca de la ciudad sin literatura se reformula en otro interrogante: ¿una literatura 202 CAROLINA SANCHOLUZ 9 Edgardo Rodríguez Juliá ejerció la docencia durante más de treinta años en la Univer- sidad de Puerto Rico. 10 La cita de Lalo (véase página 30 de Los pies de San Juan) aparece reproducida junto a otros epígrafes que dan cuenta de representaciones literarias de ciudades, como por ejemplo Los Ángeles en la narrativa de Raymond Chandler y James Ellroy. 11 En términos de Adorno,Eduardo Lalo adopta positivamente aquello que se le cues- tiona al ensayo, su carácter fragmentario y accidental, su liberación de la idea tradi- cional de verdad. Esto es si podemos adscribir el complejo y heterogéneo libro de Lalo al género ensayístico, opción que creo pertinente, y que nos permite observar asimismo la posible inclusión del autor –más allá de sus propias aprensiones y reti- cencias–, en la tradición del ensayismo cultural de Puerto Rico. doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 202 BIBLIOGRAFÍA ADORNO, Theodor (1998): «El ensayo como forma», Pensamiento de los Confines, n° 1, segundo semestre, Buenos Aires. AGUILAR, Gonzalo (2003): Poesía concreta brasileña. Las vanguardias en la encrucijada modernista, Rosario: Beatriz Viterbo. BERGER, John (2000) [1972]: Modos de ver, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 5ta. ed. — (1998):Mirar, Buenos Aires: Ediciones de la Flor. 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Y de los textos ajenos el cronista nos traslada a sus propios territorios literarios, donde la ciudad soñada alude asi- mismo al espacio deseado, idealizado, casi una epifanía o una visión, siempre a punto de desaparecer o bien sin poder concretarse, como ocurre con la ciudad lacustre de Nueva Venecia, la utopía libertaria y cimarrona imaginada por Rodríguez Juliá en sus novelas La noche oscura del Niño Avilés y El camino de Yyaloide12. La ciudad se halla a medio camino entre lo imaginario y lo real; se transmuta en una invención del discurso, un espacio otro de la ciudad real. Rodríguez Juliá apuesta a la conformación de San Juan como ciu- dad legible en el discurso literario, inscripta en los caracteres de una tradición literaria e intelectual puertorriqueña en la cual se afirma, formando parte de ella. Eduardo Lalo se distancia críticamente de la experiencia literaria que lo precede, sin dejar de pensar la ciudad en términos discursivos e icónicos. Jorge Monteleone observa que en el discurso urbano espacio y mirada parecen homologarse, toda vez que el texto puede ser reconocido topológicamente y sus enunciados comprometen una posición de sujeto (1995, 184). Espacio y mirada son condiciones prediscursivas centrales en los libros de Lalo y Rodríguez Juliá; en los dos textos la ciudad se subjetiviza en la enun- ciación y en la mirada que la representa y la compone. Aunque en un caso los ojos apunten hacia arriba y en el otro se deslicen al ras del suelo, ambos autores parecen comprender que la condición misma de la ciudad es la de ser un complejo conjunto de signos, «de deseos y de temores, aunque el hilo de su discurrir sea secreto, sus normas absurdas, sus perspectivas engañosas, y cada cosa esconda otra» (Calvino, 2002, 58). 204 CAROLINA SANCHOLUZ 12 «La ciudad también rebusca sus propias metáforas en el caño de Martín Peña, porque una ciudad soñada lacustre y convertida en arrabal desde ahí otea la bahía y allende el mar hacia el noroeste, mientras que hacia el este [...] se adentra en el umbroso man- gle. Mi primera novela, La renuncia del héroe Baltasar, era una narración situada en el bajo promontorio de San Juan, con su vista a la bahía; era la novela del Morro. Entonces me llegó la idea de adentrarme en ese caño fantasmal, ya explorado desde la miseria de los años cuarenta por José Luis. Mi caño era mítico y se remontaba a las travesías en chalupas durante el Siglo XVIII. En El camino de Yyaloide aparece un negrito Melodía que fue mi pequeño homenaje al que José Luis hundió en aquellas aguas turbias» (Rodríguez Juliá, 2005,69) doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963ARBOR CLXXXV Anexo2 (2009). 191-205 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor. 2009. anexo2 1228 Mestizajes (p.191-363) :Paisaje y territorio 16/12/09 17:41 Página 204
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