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Universidad de Costa Rica 
Facultad de Letras 
Escuela de Filosofía 
Los nublados del día: 
Estudio de una metáfora política 
Tesis para optar por el grado de licenciatura en filosofía 
Candidata: 
Marcela Hernández Guillén 
Ciudad Universitaria Rodrigo Fado 
San Pedro de Montes de Oca 
San José, Costa Rica 
2014 
Hoja de aprobación 
Los(as) abajo firmantes, como miembros del Tribunal Examinador de este Trabajo Final 
de Graduación, declaran que éste ha cumplido satisfactoriamente con todos los 
requisitos para que su sustentante, Marcela Hernández Guillén, obtenga el grado de 
licenciada en filosofía. 
Dr. Sergio Rojas Peralta 
Director de Tesis 
~-
Dr. Víctor Hugo Acuña Ortega 
Lector 
Dr. Alexander Jiménez Matarrita 
Lector 
l,. 
MSc. Roberto Fragomeno Castro 
Director, Escuela de Filosofía 
Dra. Ruth Cubillo Paniagua 
Representante del Decanato 
Marcela Hernández Guillén 
Sustentante 
San Pedro de Montes de Oca, abril de 2014-04-30 
iii 
Reconocimientos 
Esta investigación se realizó en compañía de muchas personas. En primer lugar debo 
agradecer a mi equipo asesor, Sergio Rojas, Víctor Hugo Acuña, y Alexander Jiménez. No 
solo fueron ellos constantes y rigurosos en su apoyo académico, sino también 
comprensivos, pacientes y solidarios en términos afectivos. 
Desde el inicio del proyecto recibí sugerencias y consejos importantes de amigos, 
allegados, y personas que no conocía y que compartieron amablemente su tiempo y sus 
conocimientos. Entre ellos debo mencionar a Catherine Lacaze, Pablo Hernández, 
Elizabeth Muñoz, Rolando Tellini, David Díaz, Helio Gallardo, Jethro Masís, José M. Arias, 
George García, Adrián Vergara, Luis A. Mora, Antonio Jara. 
De muchas maneras estuvieron presentes también en el proyecto William Vega, Pamela 
H ernández, Luis C. Protti, Marco E. Arce, Agustín Gutiérrez, Rocío Zamora, Esteban 
Chinchilla, Cristina Morales, Mónica Bravo, 
Gabriela Arguedas, Marianela Madrigal, Sergio Pacheco, Juan D. Espinoza, Ana C. 
Cubero, Mariángel Vicente, Jasmín Selva, Paola Ravasio, José P. Segreda, Natalia Zeledón, 
Víctor Alba, Silvia Pereira, Angela Schmidt, Francisco Víctor, Felipe Alpízar, Carla 
Jiménez, Mauricio Herrera, Claudia López, Karla V. Herencia, Hannia Fernández. 
Agradezco muy especialmente la gentileza y disposición de los artistas Emilia Villegas, 
Joaquín Rodríguez del Paso y Javier Calvo, quienes me facilitaron las imágenes de sus 
obras, además de informaciones y detalles importantes en torno a ellas. 
Y por último, el más sentido agradecimiento va para mi familia, sin cuya generosidad y 
apoyo sin límites este proyecto no habría sido posible. 
V 
Introducción 
"He preguntado a los pueblos de Centroamérica qué hora es y me responden: 
es medianoche; esperemos que amanezca". 
Máximo Jerez 
En efecto: el señor Alcalde 19, don Santiago Bonilla, dijo: 'De ninguna manera 
puedo ni debo comprometerme ni en pro ni en contra de lo determinado en la 
capital de Guatemala, mediante a que las vicisitudes del día no dan lugar a fijar un 
voto fijo. Y si en el acta anterior fui de otro sentir, lo hice precipitadamente, por 
no haberse dado tiempo para meditar con la prudencia y reflexión debida.' [ ... ] 
Bajo el arco, pues, de tales vacilaciones hizo su entrada a Costa Rica la santa 
independencia. 
Con raras excepciones, ese temperamento de vacilación y de irresolución se ha 
mantenido en la mayor parte de los gobernantes de nuestro país, y parece ser el 
espíritu que preside a la marcha lenta de Costa Rica por la senda del progreso. 
Nada de extraño tiene, pues, que sus clases dirigentes se hayan mostrado 
conservadoras y sufridas, aun en presencia de situaciones graves, que exigen 
resoluciones briosas y radicales. Y si las clases dirigentes han sido así, las masas 
populares han tenido que marcar inevitablemente ese compás de compasillo de 
sus directores sociales y políticos. (Zelaya, 1917, p. 29) 
El profesor universitario Ramón Zelaya se refería de esta forma, en septiembre de 1917, 
a una actitud que mostraban reiteradamente las elites políticas en Costa Rica desde el 
tiempo de la separación de la monarquía española. El temperamento vacilante, 
irresoluto y conservador de las autoridades políticas costarricenses está condensado en 
la metáfora que enunciaron en repetidas ocasiones dichas autoridades en momentos de 
incertidumbre, cuando se tomaban o se postergaban decisiones 'hasta tanto que se 
aclararan los nublados del día'. 
El propósito de esta investigación es elaborar una lectura filosófica de dicha expresión 
en el contexto de los discursos nacionales costarricenses. Dicha lectura parte de tres 
dimensiones: su carácter metafórico, su contexto de procedencia, y su prevalencia en la 
actualidad como parte de una doxa nacional. 
Esta temática fue elegida por la inquietud que nos genera la implantación y la 
reiteración de ciertos enunciados que circulan, no gratuitamente, en contextos 
específicos a través del tiempo. Nuestras preguntas comenzaron a abrirse con la lectura 
de varios textos de Friedrich Nietzsche, que ejemplarmente en Genealogía de la Moral 
elabora una interpretación respecto de este proceso (re)iterativo, el cual implica algún 
grado de legitimidad y distintas valoraciones entre quienes coexisten en determinada 
comunidad de hablantes. En la eterna lucha de fuerzas que se enfrentan para que estas 
narraciones pervivan, es necesaria "una pequeña habilidad en cambiar los nombres y 
rebautizar las cosas, [ ... ] en prescribir pequeñas alegrías que sean fácilmente accesibles 
y puedan convertirse en regla" (GM III, §18). Según una lectura de este aspecto de la 
filosofía nietzscheana, Michel Foucault afirma que el método genealógico permite 
"reconocer bajo el aspecto único de un carácter o de un concepto, la proliferación de los 
acontecimientos a través de los cuales (gracias a los cuales, contra los cuales) se han 
formado" (2004, p. 26). Un concepto, entonces, así como también una metáfora política, 
pueden ser rastreados en las múltiples, discontinuas, y a veces caprichosas huellas que 
han dejado en ese cuerpo del devenir que es la historia. 
viii 
Uno de los aspectos que más nos interesó de esta perspectiva es su desdén hacia los 
hechos crudos o los orígenes esenciales de las cosas que habrían de ser develadas en una 
supuesta pureza absoluta (ya sin las 'máscaras' de sus 'accidentes'). Importan, más bien, 
todos esos accidentes, todos los azares, los giros, las ausencias, los errores, los malos y 
también los buenos cálculos "que han dado nacimiento a lo que existe y es válido para 
nosotros" (Foucault, 2004, p. 27). 
Para encontrar la pervivencia de un discurso es necesario, pues, emprender una labor a 
la vez histórica y filosófica, que socave y revele la fragmentación intrínseca de lo que se 
creía unitario, homogéneo, conforme a sí mismo: es decir, idéntico. Las formas que 
adopta la ficción de la identidad (el id, el "eso es igual a eso"), están, en última instancia, 
vacías, y es tarea del pensamiento crítico el desentrañar esa vacuidad. 
En el caso específico de la identidad nacional encontramos un material 
excepcionalmente rico para hacer una lectura filosófica que revelara los juegos de 
fuerzas, los intereses, efectos y resistencias que están en juego en la difusión de los 
discursos que confirman y reproducen, o ponen en tensión, dicha identidad. 
Así, los discursos de identidad nacional en Centroamérica han tenido ciertas 
características generales, y también marcadas diferencias al interior de los distintos 
países que la conforman. En Costa Rica, en particular, las características consideradas 
excepcionales de la nación no solamente se corresponden con imaginarios o discursos 
ideológicos más o menos prejuiciados, más o menos fundamentados material o 
efectivamente, sino que también configuran prácticas que se pueden considerar 
deseables, esperables o contradictorias respecto de eseimaginario, y que promueven o 
no sociedades habitables en términos de convivencia, de agencia, y de relaciones con la 
ix 
política. Rastrear estas imágenes y narraciones de manera crítica y rigurosa es una tarea 
a la cual la filosofía en Costa Rica se ha abocado escasamente, y es por esto que resulta 
importante continuar con las investigaciones que al respecto se han realizado en esta 
área, en comunidad con otras como la historia, la sociología y el análisis político, en el 
ámbito académico de nuestro país. 
Por estos motivos elegimos estudiar el lugar que ocupa en los discursos de la identidad 
nacional una metáfora que fue enunciada por la Diputación Provincial de León, 
Nicaragua, al conocerse la noticia de la separación de Guatemala respecto de España. La 
reacción que tuvo dicha entidad fue la de declarar, en el Acta del 28 de setiembre de 
1821, "la independencia del gobierno español hasta tanto que se aclaren los nublados del 
día y pueda obrar esta provincia con arreglo a lo que exigen sus empeños religiosos y 
sus verdaderos intereses" (citada en Montero Barrantes, 2006, p. 163, énfasis nuestro). 
El significado de esta metáfora en este contexto tenía que ver con la decisión, por parte 
de las autoridades de la Diputación Provincial de León, de no entrar en conflicto con 
España como lo habían hecho otras provincias, sino de esperar a que esos conflictos 
(que en la metáfora están designados por 'los nublados') fueran resueltos o despejados. 
La resolución estaba fuera del control de las autoridades locales, pues en otras latitudes 
con mayor poder comercial, económico y político, se cocinaban planes que podían 
amenazar con traer innecesariamente a este lado la discordia. La expresión revelaba, 
pues, la percepción, por parte de las élites políticas de las provincias de Nicaragua y 
Costa Rica, de que era más cómodo quedarse bajo el mandato español que formar 
gobiernos autónomos. Es decir que manifestaba, a fin de cuentas, una sensación de 
inviabilidad de las provincias para devenir Repúblicas, y por lo tanto una actitud de 
X 
pasividad y espera ante lo que ocurriera en el exterior. 
La metáfora de los nublados del día fue recuperada por las élites políticas en Costa Rica 
en actas y en discursos, inmediatamente después de aquella primera enunciación. 
Pronto tomó vigor en las primeras obras de historia costarricense durante el siglo XIX, y 
continuó mencionándose en las que, con un carácter más profesional, aparecieron 
durante la mayor parte del siglo XX. La expresión no solamente describía, en estos 
trabajos, aquel momento específico de la 'historia patria' en que la mejor decisión era la 
de aplazar toda acción que pudiera ser arriesgada, sino que hablaba de una actitud o de 
una lógica política que caracterizaba a Costa Rica como nación, y que tenía que ver con 
otras imágenes que constituían su excepcionalidad en relación con el resto de países 
centroamericanos. En el último cuarto del siglo, sin embargo, estos discursos fueron 
puestos en cuestión por una generación de historiadores( as) cuyo compromiso radicaba 
no en defender posturas institucionales o partidarias, sino en comprender críticamente 
el pasado, así como las formas en que éste había sido mirado antes, haciendo uso de 
instrumentos historiográficos que hasta el momento no se conocían en el país. Esta tarea 
continúa, no solo en el ámbito de la historia sino también en otras disciplinas que hacen 
acopio de ella y la atraviesan, como las ciencias sociales, los estudios culturales, la 
filosofía, la lingüística, y las zonas comunes e intersticiales que ellas forman. 
Explicar la incidencia y recepción de todas estas elaboraciones en las visiones de mundo 
de la población costarricense es una tarea harto compleja, y cae fuera de las 
pretensiones de esta investigación. No obstante, confirmamos la hipótesis de que las 
nociones de la identidad nacional que se condensan en la metáfora de los nublados del 
día, siguen hoy, a casi dos siglos de la enunciación que la hiciera célebre, teniendo 
xi 
prevalencia en la doxa nacional costarricense. 
De esta manera, el problema sobre el que gira nuestra investigación consiste en conocer 
cómo se han forjado la prevalencia, los sentidos y las valoraciones de la metáfora de los 
nublados del día en los discursos de la identidad nacional, desde su enunciación oficial 
en 1821, y hasta la actualidad. 
Las fuentes en las que indagamos estas cuestiones fueron actas y oficios de la época 
posterior a la independencia, así como los principales libros de historia en los que se 
narra dicho momento, escritos a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Hallamos, 
asimismo, la prevalencia de la metáfora, en artículos de opinión de ciudadanos(as) 
costarricenses no dedicados al oficio de la historia, así como en discursos que 
acompañan a tres obras plásticas contemporáneas costarricenses, proporcionados por 
sus autores. 
Las fuentes mediante las cuales analizamos la expresión que nos atañe corresponden 
con sus tres dimensiones. Para comprender su naturaleza metafórica dentro del 
discurso político, utilizamos los estudios de filósofos, sociólogos y lingüistas que han 
abordado este tema, entre ellos Friedrich Nietzsche, Paul Ricoeur, Jacques Derrida, Gilles 
Deleuze, George Lakoff y José María González. La procedencia histórica de nuestra 
metáfora será analizada a partir de estudios historiográficos recientes, que entienden las 
naciones, y en particular las centroamericanas, como invenciones o construcciones por 
parte de élites políticas, y como vinculadas hasta cierto punto con el curso efectivo de la 
historia. Entre estos investigadores conviene mencionar a Víctor Hugo Acuña, Arturo 
Taracena, Steven Palmer, David Díaz Arias e Iván Molina. En el área de la filosofía fue 
también necesario recuperar el trabajo de Alexander Jiménez, quien se ha dedicado a 
xii 
complementar la investigación historiográfica de la nación costarricense 
específicamente desde el discurso filosófico. Por último, el aspecto doxástico de la 
metáfora será investigado con criterios de investigadores como Roland Barthes, Pierre 
Bourdieu, Terry Eagleton y Ruth Amossy. 
Consideramos que la importancia de este tema radica en las varias perspectivas desde 
las cuales elaboramos la lectura de la metáfora política de los nublados del día, la cual no 
ha sido el eje central de ninguna investigación filosófica en Costa Rica hasta el momento. 
Sin embargo, las investigaciones críticas que abordan el tema de los discursos de 
identidad nacional, y que han sido fundamentales para configurar el panorama en el cual 
se inscribe nuestra metáfora, han recorrido ya un importante camino. Mencionaremos 
brevemente algunas con el fin de señalar el estado de la cuestión de nuestro tema 
específico. 
José Daniel Gil Díaz menciona e interpreta directamente la apelación a esperar a que se 
aclaren los nublados del día, en tiempos de Independencia, en un artículo académico 
titulado 'Imágenes de la nada, entre la duda y la ignorancia: los primeros pasos en la 
construcción del país' (Gil Díaz, 2006). Este autor menciona la metáfora en relación con 
la duda y la incertidumbre que generó en la provincia la noticia de la separación de 
España, en octubre de 1821. En su opinión, Costa Rica tomó varios años en 'despejar los 
nublados', es decir, en establecer con determinación cuál iba a ser la forma de gobierno 
que se construiría en el territorio: 
Los nublados del día no fueron días, sino años [ ... ]. Que en el país se demorase 
tanto en despejar los nublados fue producto de la ausencia de un proyecto 
político y de una intelligentsia [sic] que tuviera claro que [sic] es lo que había que 
hacer a ese mismo nivel. (Gil Díaz, 2006, p. 226) 
xiii 
El autor afirma a continuación que una de las acciones que las élites debían tomar con 
mayor premura era la de organizar una nueva forma de administración de la sociedad,"y la verdad hay que reconocer que no lo hicieron con mucha claridad" (Gil Díaz, 2006, p. 
227). A pesar de esa ausencia de un proyecto político claro, para Gil el deseo de 
autonomía en la provincia era evidente desde el principio. 
Otra de las investigaciones que enmarcan el estado de la cuestión de nuestro tema es El 
imposible país de los filósofos (2002), de Alexander Jiménez Matarrita. Este ensayo 
propone una crítica de las narraciones de profesionales en filosofía que reprodujeron y 
contribuyeron a difundir en Costa Rica el llamado nacionalismo étnico metafísico. Esta 
categoría condensa el conjunto de nociones metafísicas que pretenden definir una cierta 
identidad nacional costarricense basándose sobre todo en una supuesta igualdad 
'esencial', proveniente de una pretendida continuidad entre la sangre española y la 
costarricense. Así, "la nación costarricense es imaginada como el producto de una 
organización racional derivada de la homogeneidad étnica de su población" (Jiménez 
Matarrita, 2002, p. 34). 
De este modo, en lugar de desentrañar críticamente mitologías y lugares comunes sobre 
la nacionalidad costarricense (además de su homogeneidad racial, un carácter racional, 
pacífico, trabajador y destinado a la democracia), el discurso de los filósofos 
nacionalistas metafísicos (entre quienes podemos contar a Luis Barahona, José Abdulio 
Cordero, Guillermo Malavassi, Hernán Peralta y Abelardo Bonilla) contribuyó las más de 
las veces a promoverlos y legitimarlos. 
Más específicamente en relación con nuestro tema, Jiménez analiza un conjunto de 
xiv 
metáforas que han estado presentes en el discurso identitario costarricense, y que han 
colaborado con la articulación del mismo. La más importante de estas metáforas es la de 
la blancura. Sobre todo durante la época liberal, a fines del siglo XIX,1 las metáforas del 
blanqueamiento tuvieron un papel altamente performativo: permitieron, por ejemplo, 
dar una imagen hacia el exterior de un país apropiado para hacer negocios en el 
vertiginoso horizonte de las sociedades del capitalismo. En un nivel interno, la imagen 
de una población idéntica en términos étnicos creaba una efectiva coartada para 
"compensar imaginariamente las desigualdades económicas, políticas y sociales" 
(Jiménez Matarrita, 2002, p. 190). 
El discurso de los filósofos que Jiménez llama nacionalistas étnico metafísicos recuperó 
las mismas nociones de excepcionalidad que se habían creado durante la conformación 
de la nación y la nacionalidad costarricense en el siglo XIX. La diferencia consistió más 
bien en el uso de unas argumentaciones y unas metáforas retóricamente más propias del 
discurso filosófico, como 'ser costarricense', 'patria esencial', 'alma nacional', etc. Éstas 
se referían a una pretendida igualdad de todos(as) los( as) costarricenses, que estaba por 
encima de cualquier desigualdad económica o social efectiva, y más allá de toda 
complejidad en las relaciones de dominación, resistencia y transformación que tienen 
1 A partir de 1870, con la administración de Tomás Guardia, la política en Costa Rica comenzó una serie 
de transformaciones orientadas a "fortalecer el Poder Ejecutivo, expandir la agricultura capitalista y 
'civilizar' a los sectores populares" (Malina Jiménez y Palmer, 2011, p. 69). Desde este momento y hasta la 
transición entre siglos, las llamadas reformas liberales impulsaron procesos de modernización en lo social 
y en lo administrativo, y es a esta época que llamaremos en lo sucesivo la época liberal en la historia 
política de Costa Rica. 
XV 
lugar permanentemente en la vida social y política de un país. 
Otras metáforas analizadas por Jiménez son las que tienen que ver con la situación 
geográfica de Costa Rica, una tierra de 'valles' y 'suaves contornos', 'aislada' y por lo 
tanto pobre comercialmente, aunque rica en recursos naturales. Si bien no analiza 
directamente la metáfora de los nublados del día, el trabajo de Alexander Jiménez 
constituye una guía fundamental para el rastreo y la interpretación de un conjunto mas 
grande de metáforas que pueblan el universo discursivo de la identidad nacional. 
El siguiente referente para nuestro estado de la cuestión lo constituye la obra de Víctor 
Hugo Acuña Ortega, quien ha dado importantes aportes a la historiografía crítica de 
nacionalidades, nacionalismos e identidades en Centroamérica y Costa Rica, 
particularmente en sus discursos y vocabularios políticos. En este último sentido, el 
artículo 'La invención de la diferencia costarricense, 1810 - 1870' (Acuña Ortega, 2002) 
ha mostrado que a partir de la época de la independencia, el discurso sobre las 
características que se asumen propias o exclusivas de Costa Rica comenzó a ser 
enunciado reiterativamente hasta configurar un sentido social a la vez de pertenencia a 
lo nacional, y de diferencia (peculiaridad, especificidad) en relación con otros vecinos del 
istmo, en especial con Nicaragua. 
Dentro de estos ra~gos se cuenta, según el desarrollo de Acuña Ortega, el de una Costa 
Rica que a pesar de ser pobre, desconocida y aislada, tanto geográfica como 
comercialmente, permanece leal al patronazgo de España. Esta cuestión se comprueba 
en diversos momentos posteriores a la recepción de la noticia en la que se anunciaba la 
Independencia del reino de Guatemala y de todas sus provincias. La llamada Acta de los 
Nublados (el primer documento oficial en el que aparece la metáfora que le da nombre) 
xvi 
constituye un ejemplo particularmente claro de esta decretada lealtad. 
Esta declaración manifiesta, como ya ha sido mencionado, una sensación general de 
incertidumbre y de duda ante una serie de acontecimientos que entonces implicaban un 
cambio inminente en la vida política de toda la América española, y por lo tanto también 
en la provincia. Ante este giro irreversible, las élites políticas más conservadoras en 
Costa Rica no concebían la posibilidad de que ella fuera un territorio viable para 
constituirse como República. Y sin embargo, algo estaba despejado: había que establecer 
una forma provisional de gobierno interno, bajo cuya autoridad fuera posible liberarse 
de la tutela de Nicaragua. 
La constitución de una Junta Provisional de Gobierno por la vía legal y con 
representantes de cada uno de los municipios, y asimismo, la promulgación del Pacto de 
Concordia fungieron como base material para la elaboración de más señales identitarias, 
por ejemplo, la de un pueblo caracterizado por una unidad política interna sin grandes 
desgarramientos. La Primera Junta Superior Gubernativa proclamó, en este sentido, el 9 
de noviembre de 1822: 
Cumpliéndose ya felizmente un año que rompiendo sin estrépito ni difusión de 
sangre las gruesas y pesadas cadenas del gobierno español, sacudisteis su yugo 
tiránico, [ ... ] y aborreciendo las exaltaciones y negros sentimientos de muchos 
pueblos del septentrión, sólo os movió la mira religiosa de perpetuar la paz. 
(citado por Acuña Ortega, 2002, p. 197) 
Incluso después de situaciones de conflicto como la guerra civil de 1823 entre liberales y 
conservadores, la significativa presencia de los militares a partir de 1838 o la guerra 
contra los filibusteros en 1856 - 1857, la percepción de una Costa Rica que goza de paz y 
xvii 
armonía internas permanece incólume. El 26 de junio de 1824, declara la Junta: 
Sería la cosa más lastimosa que un estado [sic] cuya suerte es envidiada por su 
unión y que cortó brevemente la primera división que nació en su seno, se 
arruinase ahora por diferencias particulares, o que por la desidia y apatía no se 
uniformasen sus hijos a asegurar su futura suerte (citado por Acuña Ortega, 
2002, p. 198). 
Esta imagen se sostiene en parte también mediante el recurso de la comparación con 
otras provincias de la región, cuyas minorías dirigentes se disputaban cuotas de poder 
entre ellas. En medio de estas convulsiones, las élites de poder en CostaRica deciden 
que la provincia debe permanecer al margen, sin intromisiones de ningún tipo, es decir, 
neutral. Tanto la neutralidad como la lealtad a España permiten configurar 
discursivamente la idea de que Costa Rica es un país de paz. 
Otro rasgo que se configuró durante la época de la independencia fue el de los y las 
costarricenses en cuanto hijos de españoles, no de africanos ni de indígenas, y por lo 
tanto blancos en su enorme mayoría, con poca mezcla racial.2 Además, según este 
discurso, el desarrollo o evolución de Costa Rica hacia su consolidación en una República 
transcurre en una historia que sin rupturas avanza por la senda del progreso. Por 
último, se difundió también la idea de una poblaciqn costarricense con una relativa 
homogeneidad educativa y económica, conformada en buena medida por pequeños 
2 Iván Molina Jiménez confirma esta idea en Costarricense por dicha, donde cuenta la ofensa provocada a 
un ilustre costarricense por la proyección en Bélgica, en 1914, de una película en la que se representaba a 
Costa Rica como una tribu incivilizada de indios con taparrabo (Molina, 2010, p. 7). 
xviii 
propietarios.3 
El trabajo de Víctor H ugo Acuña no solamente constituye un esfuerzo desmitificador en 
relación con la pluralidad de imágenes mediante las cuales se ha solido identificar a 
Costa Rica, sino sobre todo revela las bases materiales sobre las que fue posible elaborar 
un discurso político que enfatizó, a partir de la época de la independencia, la 
especificidad o la diferencia del pueblo de Costa Rica en relación con el resto de 
Centroamérica. 
Por ejemplo, 'Las concepciones de la comunidad política en Centroamérica, 1820-1823' 
(Acuña Ortega, 2005) ofrece una perspectiva más amplia en relación con ciertas 
concepciones que utilizaron las élites políticas, en toda la región centroamericana, 
durante la época de la Independencia: 
La independencia del Reino de Guatemala fue en última instancia la consecuencia 
del proceso independentista de la Nueva España encabezado por Agustín de 
lturbide. En este sentido, durante los años 1820 - 21 las élites centroamericanas 
estuvieron en una posición de espera frente a lo que acontecía al lado. Dichas 
élites carecían tanto de la fuerza como de la voluntad para emprender ellas 
mismas la decisión de hacerse independientes (Acuña Ortega, 2005, p. 252, 
énfasis nuestro). 
3 Un artículo aparecido en el periódico La Tertulia (fundado cerca de 1830), señala que "[e]l Pueblo 
Costarricense es compuesto en su totalidad de propietarios en pequeño o en grande" (citado por Acuña 
Ortega, 2002, p. 204). Esta idea era sostenida por los dos medios impresos de opinión que existían en el 
momento, que en temas tales como el de la capitalización estaban más bien en pugna. Las divisiones 
internas, pues, entre las élites costarricenses en temas políticos no quebraron la imagen de una cierta 
homogeneidad en los atributos 'distintos' de la colectividad política, en relación con los de sus vecinos. 
xix 
El temor a la discordia y a la rebelión, así como la percepción de inviabilidad para 
autogobernarse, no fueron, pues, exclusivos de la provincia de Costa Rica. Esto nos 
permite hallar un precedente del llamado a esperar hasta tanto que se aclaren los 
nublados del día, del cual posteriormente se apropiaron las figuras políticas en Costa 
Rica, y que ya no podía sostenerse en el resto de la región. Nuestra investigación pondrá 
particular interés en la manera como la metáfora de los nublados del día constituye la 
condensación de algunos de los rasgos más sobresalientes de esta diferencia, a saber, la 
imagen de una Costa Rica pacífica, prudente y neutral. 
Finalmente, las investigaciones de David Díaz Arias son también referentes importantes 
para nuestro proyecto. Muchas de ellas continúan con el trabajo de rastrear los 
fundamentos históricos y materiales que permitieron la elaboración de las imágenes 
identitarias en el país. Por ejemplo, en Construcción de un Estado moderno (2008), Díaz 
Arias describe cómo, en diferentes momentos y como respuesta a diferentes intereses 
políticos, los discursos y las festividades oficiales difundieron imágenes muy específicas 
para definir el carácter costarricense. La imagen de una Costa Rica pacífica, laboriosa, 
progresista, igualitaria y educada, fue producto de un largo proceso que respondía a la 
necesidad de consolidar un sentimiento nacional durante la construcción del Estado y la 
legitimación de su sistema político. 
Uno de los elementos claves para nuestra investigación, presentes en los artículos de 
Díaz Arias, es el recurso pacifista: como veremos más adelante, la metáfora de los 
nublados del día ha sido muy utilizada con el sentido de que Costa Rica esperaba en paz 
y tranquilidad mientras que sus vecinos luchaban, derramando sangre en anarquía. 
Dado que la Independencia en la provincia no provino de ninguna guerra, y que tampoco 
XX 
después intervino en los conflictos que tenían lugar en el resto de la región, la élite 
liberal costarricense promovió con gran insistencia el carácter pacífico, tanto de la 
organización política del país, como de sus habitantes. El recurso de la paz "motivaba la 
actitud sumisa frente al poder político que gobernaba y, graciosamente, podía ser 
utilizado en la modelación de una característica apropiada para la población" (Díaz 
Arias, 2003, p. 76). Otras etiquetas de la identidad nacional rastreadas por Díaz son la 
libertad, el orden y la moderación, el progreso, el trabajo arduo y la educación. Ya en 
1862 suena el eco de estas etiquetas: 
Sin clases elevadas, sin nobleza titulada, sin caudales inmensos que dependiesen 
de los favores del antiguo Gobierno [ ... ], con un pueblo morigerado y homogéneo, 
de costumbres sencillas y reunido en un pequeño espacio y en escaso número, 
predispuesto por lo mismo al sistema que se adoptó; pasamos de la monarquía á 
la República como un niño despierta á la luz del día, sin recordar casi las tinieblas 
de la noche precedente. [Mientras que las demás Repúblicas hispanoamericanas] 
se han agitado y se agitan aun en las convulsiones de la revolución, la guerra civil 
y la anarquía [ ... ], la pequeña Costa Rica apenas ha visto oscurecer su radiante 
horizonte con uno que otro nubarrón que pronto ha disipado el buen juicio, 
cordura y denuedo de sus hijos" (citado por Díaz Arias, 2003, pp. 88, 89). 
Trabajos como el citado nos permiten analizar los usos de la metáfora de los nublados 
del día (referidos a una Costa Rica· pacífica, neutral y prudente) en el contexto más 
amplio del discurso de la identidad nacional que se configura durante el siglo XIX y que 
se mantiene, no sin tensiones y discontinuidades, durante el siglo XX y lo que va del XXI. 
Es nuestro propósito acoger y hacer un aporte a estas y otras investigaciones, que han 
arado un terreno fértil en la deconstrucción de numerosas e importantes mixtificaciones 
xxi 
y prejuicios sobre lo nacional, sobre cómo nos pensamos a nosotros mismos(as) los(as) 
costarricenses, cómo pensamos a los otros, y qué posibilidades abren u obstaculizan 
estas construcciones en términos de un proyecto de sociedad. 
Para ello, en el primer capítulo estudiaremos las principales interpretaciones filosóficas 
de la metáfora, desde aqueUas que la consideran como un recurso meramente 
ornamental hasta las que Je atribuyen un papel constitutivo del lenguaje mismo. 
Analizaremos asimismo los vínculos que guarda la metáfora con las imágenes, el valor, 
los afectos, y en esta medida, las funciones que cumple en el discurso político como 
herramienta de persuasión. Esto nos permitirá enmarcar la metáfora de los nublados del 
día en su dimensión retórica-política, y mostrar un aspecto gracias al cual su uso se ha 
conservado a lo largo del tiempo. 
En la segunda parte del trabajo nos dedicaremos a generar un contexto histórico de 
procedencia de la mencionada expresión, de modo quepuedan comprenderse algunas 
de las razones que históricamente posibilitaron su enunciación así como la conveniencia 
de su reiteración por parte de las elites políticas costarricenses. Finalmente, en el tercer 
capítulo haremos un recorrido por Jos usos y Jos sentidos que le dieron a Ja metáfora de 
Jos nublados los textos de Historia de Costa Rica que, durante los siglos XIX y XX, fueron 
la base de Jos programas educativos nacionales en esa materia. Abrimos la hipótesis de 
que esta es una de las vías más efectivas para la difusión de una doxa nacional en la que 
la expresión que nos atañe calza muy apropiadamente. Como confirmación de su 
pervivencia, mencionamos una selección de expresiones doxásticas en las que Ja lógica 
política que la metáfora de Jos nublados del día condensa, tiene un lugar central. 
xxii 
Capítulo 1 
¿Cómo leer filosóficamente una metáfora política? 
En este capítulo echaremos una mirada a la metáfora desde una perspectiva filosófica. 
Para ello haremos un recorrido por los principales problemas filosóficos que genera, 
desde su definición como traslación de un registro a otro en el lenguaje, hasta las 
consideraciones que le asignan un papel cognoscitivo fundamental. En parte gracias a 
dicho papel, es posible concebir la metáfora como un importante instrumento de 
persuasión política, y a menudo de dominación. En este marco inscribiremos una lectura 
preliminar de la metáfora de 'los nublados del día'. 
1. Los comienzos 
El análisis filosófico sobre la metáfora comienza con Aristóteles. Solamente su definición 
en la Poética desata un despliegue teórico que aún en nuestros días sigue adquiriendo 
nuevos matices. Sin embargo, es bien conocido el uso y la mención de incontables 
metáforas entre poetas y también entre filósofos antes de este primer abordaje 
sistemático que comenzó el estagirita. 
Homero y los poetas épicos utilizaron metáforas profusamente, como lo hicieron 
también los autores de tragedias y comedías. Los filósofos presocráticos dieron 
preeminencia al recurso metafórico en un tiempo en que la determinación teórica no 
tenía aún arraigo en el pensamiento de los griegos; El célebre fragmento 52 atribuido a 
Heráclito es un claro ejemplo de esto: "El evo (Aión) es un niño que juega y desplaza los 
dados; de un niño es el reino." (citado por Mondolfo, 1976, p. 37) 
Isócrates, estudioso de la retórica, había ya mencionado la metáfora entre los elementos 
propios, y funcionales, del discurso poético: 
Porque a los poetas se les permiten muchos procedimientos de ornamentación. 
Les es posible, en efecto, poner en contacto a los dioses con los hombres y 
hacerles hablar y ayudar a quienes quieran; pueden mostrar estas cosas no sólo 
con los términos establecidos, sino con expresiones extranjeras, nuevas y con 
metáforas, y no dejan de utilizar nada, sino que adornan su poesía con todo tipo 
de figuras. (Evag. IX, 8-10) 
Platón no utiliza directamente el nombre metáfora, pero sí el verbo metapherein para 
referirse al traslado de nombres de un lenguaje a otro: 
Puesto que Solón quería utilizar el relato para su poesía, investigó el significado 
de los nombres y descubrió que aquellos primeros egipcios los tradujeron a su 
propia lengua al escribirlos, y él, a su vez, tras captar el sentido de cada uno, los 
vertió a la nuestra cuando los escribió (Crit. 113a). 
Asimismo, utiliza el término eikon para referirse a una similitud no solamente visual o 
física, sino también verbal: 
2 
SÓC. -- Eres astuto, Menón, y por poco me hubieras engañado. 
MEN. -- ¿Y por qué, Sócrates? 
SÓC. -- Sé por qué motivo has hecho ese símil (eikasas) conmigo. 
MEN. --¿Y por cuál crees? 
SÓC. -- Para que yo haga otro contigo. Bien sé que a todos los bellos les place el 
verse comparados -les favorece, sin duda, porque bellas son, creo, también las 
imágenes (eíkones) de los bellos-; pero no haré ninguna comparación contigo 
(Men. 80c). 
Eikon, que puede ser traducido por imagen, comparación o similitud, es finalmente una 
especie de representación: "la representación de algo (material o conceptual) por parte 
de algo otro" (Kirby, 1997, p. 131). El tema de la relación entre eíkon y metáfora tendrá 
resonancia en la filosofía aristotélica y hallará su lugar en las más importantes 
discusiones sobre la metáfora entre quienes se han abocado a su estudio.4 
2. La apertura del problema en Aristóteles 
La definición más célebre de la metáfora, y una de las más citadas entre filósofos y 
lingüistas, aparece en la Poética: "La metáfora es la traslación de un nombre ajeno, o 
desde el género a la especie, o desde la especie al género, o desde una especie a otra 
especie, o por analogía." (Poet. XXI, 1457b) Así, como había dicho Empédocles, en la 
expresión 'la vejez es la tarde de la vida', el término 'la tarde' es propio del ámbito del 
tiempo atmosférico, pero se traslada al del tiempo de una vida humana, que en la vejez 
está cerca de su fin. La escogencia del término 'traslación', que también puede traducirse 
por transferencia, traslado, o transposición, constituye uno de los problemas más 
4 En su artículo 'La mitología blanca', Derrida bosqueja una completa historia de la metáfora en el texto 
filosófico. Ver Derrida, 2006, 249-311. 
3 
discutidos en la filosofía, en particular en la contemporánea, y a él nos referiremos en 
primer lugar. 
Un segundo aspecto que tendrá nuestra atención es el vínculo que Aristóteles establece 
entre la metáfora y la imagen. La primera incorpora dentro de sí a la segunda, de modo 
que ambas prácticamente se pueden identificar: "la imagen es también una metáfora, 
pues se distingue poco de ella" (Rhet. 111, 4, 1406b). Éste es un tema importante desde 
Platón que tiene dimensiones y alcances no solamente epistemológicos o retóricos, sino 
también, y de forma muy importante, éticos y políticos. 
El tercer problema que se despliega con las precisiones de Aristóteles es el de la relación 
entre las diversas funciones de la metáfora, desde su más obvia función retórica hasta 
otras más profundas, como la cognitiva o la política. Aristóteles expresa gran estima por 
la metáfora como figura retórica dentro de los discursos, pues hace que éstos se alejen 
de lo ordinario o lo vulgar. Pero en concordancia con la premisa, tan importante para el 
filósofo, de que en todo discurso debe prevalecer la mesura, es necesario también 
añadirle una cuota importante de claridad, de modo que no resulte completamente 
oscuro, enigmático, o inaccesible: "los vocablos extraños, la metáfora, la palabra 
ornamental y los demás tipos mencionados evitarán la vulgaridad y la bajeza, y el 
vocablo usual conllevará claridad." (Poet. XXII, 1458b). Gracias al poder de la conjunción 
entre lo enigmático o extraño (xenikon) y lo icónico, la metáfora facilita la comprensión 
del discurso en el oyente, además de provocar ciertas pasiones en el auditorio: "la 
compasión, el sobrecogimiento, la ira, el odio, la envidia, la emulación y el deseo de 
disputa." (Rhet. 111, 18, 1419b) Pensadoras y pensadores contemporáneos se han 
dedicado a abordar estas relaciones bajo muy distintas perspectivas, pues no se puede 
4 
ignorar el hecho de que la metáfora ha sido siempre un recurso fundamental en el 
discurso político. La expresión 'los nublados del día' constituye un ejemplo entre 
muchos de la fuerza de las metáforas que han marcado el discurso político costarricense, 
y es por ello que dedicaremos a este tema la parte final del presente apartado. 
2.1 Los sentidos y los alcances del fenómeno de la traslación 
'Metáfora' proviene del vocablo griego µe1:mpopá, formado a partir de la preposición µei:á 
(hacia, después de) y del verbo cpopeiv (pasar, llevar). Los antiguos veían la metáfora 
como un cambio en el uso de un término, que usualmente refiere a una cosa pero que se 
hace referir a otra. El efecto es la transposición o el traslado del término de su lugar 
habitual a otro lugarno habitual. Este movimiento ha sido comparado también al de un 
préstamo: la metáfora 'toma prestado' un término de un lugar que estaría 'fuera de 
contexto', es decir, fuera de la literalidad del contexto original. 'Aurora, la de rosados 
dedos' es un ejemplo que Aristóteles toma de Homero y en el que al amanecer se le 
asignan características impropias del contexto atmosférico al que es transferido, pues 
son más bien propias del cuerpo humano.s 
Cicerón (De Orat. III, 155 y ss.) también se refiere, como lo hiciera Aristóteles, a la 
creación de metáforas como un talento, el de traer algo lejano o extraño hacia lo que está 
presente o frente a uno, o bien porque el que escucha es llevado hacia otro lugar en sus 
pensamientos, pero sin extraviarse. 
5 Aurora, por cierto, es también una diosa. Sobre la relación entre metáfora y mito, véase Blumenberg, 
2003, p. 165 y SS. 
5 
El fenómeno de la transposición puede ser comprendido en términos de movimiento, 
más específicamente del desplazamiento de un lugar hacia otro (phora es una especie de 
cambio en relación con el lugar). Para Paul Ricoeur, el desplazamiento no es solamente 
de un término que sustituiría a otro (de hecho no hay en Aristóteles suficientes 
elementos para concluir que el movimiento sea el de la sustitución, como hacen las 
teorías modernas que adoptaron este nombre). Se trata más bien de un desplazamiento 
de sentido, del significado de las palabras. Si escucháramos decir 'Julieta es el sol', la 
palabra 'sol' multiplica los significados de Julíeta, pues se trata de una palabra que evoca 
una dimensión directamente sensible (el cáior y también la visión, en virtud de ser 
fuente de luz), una dimensión emotiva (la alegría que traen los días soleados) y también 
una intelectual (la comprensión tradicionalmente se relaciona con la facultad de ver, la 
cual es posible gracias a la luz del sol). 
Las nociones de traslación, transferencia o transposición están enlazadas con la clásica 
tesis según la cual existe una oposición entre lo propio y lo impropio de un determinado 
texto, la misma, finalmente, que aquella entre lo literal y lo figurativo. Si un término 
'ajeno' se 'trae' desde otro lugar hacia un 'acá', es porque en su sitio 'original' dicho 
término se alojaba en su más propia 'literalidad', pero una vez que se toma para ser 
presentado en otra escena, dicho término se hace figurativo o metafórico. 
Muy pronto la filosofía advirtió la paradoja inherente a esta oposición entre lo 
literal/propio y lo figurado/impropio. Ricoeur la señala en una frase muy simple: "es 
imposible hablar sobre la metáfora de manera no-metafórica ... la definición de metáfora 
vuelve sobre sí misma" (Ricoeur, 2004, p. 18-19). Es sencillo constatar la paradoja 
cuando la misma definición de la metáfora (incluso su nombre) se hace en términos de 
6 
movimiento, porque 'literalmente' el lenguaje no puede desplazarse, como se desplazan 
los entes físicos, de un lugar a otro.6 
La afirmación de Ricoeur fue compartida también por Derrida, que en su artículo 'La 
retirada de la metáfora' (1989) aborda el problema de la metáfora utilizando una 
imagen metafórica de la traslación. Habitamos la metáfora, dice, a la manera como 
entramos en una enorme ciudad-biblioteca, en la que hay que caminar o desplazarse en 
autobús. El autobús nos traslada (Derrida señala la palabra alemana para esto: 
übersetzen, que es la misma que se utiliza para 'traducir') o nos transfiere. Somos los 
"pasajeros, comprendidos y transportados por metáfora" (Derrida, 1989, p. 35). Pero 
esta manera de hablar, advierte pronto Derrida, no es meramente metafórica. La 'figura' 
intercambia los lugares y las funciones: el hablante que utiliza metáforas no es ya el que 
lleva el timón del lenguaje, sino que es lo contenido o la materia que está ya siempre 
embarcada dentro de ese coche que lo traslada, mientras él cree, no sin ingenuidad, ser 
el conductor. "Como un piloto en su navío" (Derrida, 1989, p. 36). 
Derrida se rehúsa a hacer un tratado de la metáfora sin tratar con ella, tomándola 
prestada para hablar de ella. Y en el desvío, en el momento en que la descripción escapa 
a su control, advierte: que no se puede hablar de la metáfora sin estar ya implicados en 
ella, porque en general, no se puede hablar de ninguna cosa sin implicarse en lo 
metafórico: 
3 Algunos filósofos contemporáneos de la tradición analítica anglosajona, uno de cuyos ejemplos más 
polémicos en este tema es Donald Davidson, estarían en desacuerdo, en virtud de procedimientos lógicos, 
con esta afirmación. Para una interesante discusión entre varios lingüistas y filósofos afines a esta 
tradición (incluido el mismo Davidson ), ver Sacks, 1980. 
7 
[I]ncluso si decidiese no hablar ya metafóricamente de la metáfora, no lo 
conseguiría, aquella seguiría pasándome por alto para hacerme hablar, ser mi 
ventrílocuo, metaforizarme. [ ... ] [N]o hay nada que no pase con la metáfora y por 
medio de la metáfora. Todo enunciado a propósito de cualquier cosa que pase, 
incluida la metáfora, se habrá producido no sin metáfora. (Derrida, 1989, p. 37) 
La afirmación tiene que ver de nuevo con el carácter móvil del lenguaje mismo: ¿qué 
hace el lenguaje sino traer o desplazar lo otro (lo no propiamente o no originalmente 
lingüístico) hacia sí, expresando verbalmente lo no verbal, e irrumpiendo en lo real para 
crearlo y modificarlo? 
El carácter generalizado de la metáfora en el lenguaje es un tema de largo alcance, que 
tuvo sus primeras expresiones filosóficas en Giambatista Vico. Para él, la empresa 
metafórica por excelencia no es otra que el acto humano de nombrar. No se trata de la 
supuesta preexistencia de un orden empírico o histórico al cual le sucediera la acción 
nominativa, sino de que los eventos mismos adquieren su forma a través del lenguaje. 
Vico fue muy cuidadoso en advertir que sus consideraciones sobre la metáfora como 
manifestación ontológica fundante no provenían de la ingenua noción según la cual los 
seres humanos primitivos observaban un fenómeno y sólo después procedían a darle un 
nombre; por el contrario, "al nombrar al trueno 'Júpiter', éste se convierte en fenómeno: 
inteligible, creado, real. Éste es el apuntalamiento metafórico de toda la realidad para 
Vico, el trueno que es Júpiter" (Price, 1994, p. 120). Este acto poiético originario 
constituye para Vico el germen de todas las instituciones culturales (lo religioso, las 
formas del matrimonio, el ritual del entierro, el Estado, etc.), de modo que lo metafórico 
no es simplemente un asunto de ornato al interior de un discurso; es el origen mismo de 
8 
todo discurso y de toda expresión en el orden de lo verbal. 
De manera muy similar a Vico, el joven Nietzsche confirió a la operación metafórica la 
potencia creadora por antonomasia, "[e]se impulso hacia la formación de metáforas, ese 
impulso fundamental del hombre del que no se puede prescindir ni un solo instante, 
pues si así se hiciese se prescindiría del hombre mismo" (Nietzsche, 2007, p. 34).7 
De la creación metafórica del ser humano, quien gracias a su facultad lingüística encarna 
el personaje del artista, proviene todo el edificio conceptual, lógico y teórico que 
constituye la ciencia, cuyo origen en la intuición queda en el olvido: 
Así como la abeja construye las celdas y, simultáneamente, las rellena de miel, del 
mismo modo la ciencia trabaja inconteniblemente en ese gran columbarium de 
los conceptos, necrópolis de las intuiciones; construye sin cesar nuevas y más 
elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas viejas y, sobre todo, se 
esfuerza en llenar ese colosal andamiaje que desmesuradamente ha apilado y en 
ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir, el mundo antropomórfico. 
(Nietzsche, 2007, p. 33) 
Esta idea de la metafórica como un proceso estructural del lenguaje resulta mucho más 
fecunda que aquella según la cual la metáfora se inscribiría,como un elemento extraño, 
en un lenguaje con una estructura ya dada, de una vez y para siempre. Es también éste el 
señalamiento de Gadamer, quien sostiene que en el origen mismo del pensamiento 
lógico existe ya una operación metafórica. En esta medida, las díadas de 
7 Algunos investigadores han visto también la posibilidad de elaborar una teoría de la metáfora a partir 
del pensamiento kantiano, sobre todo desde las secciones 49 y 59 de la Crítica de/juicio. En ellas se basa 
Nuyen (1989, pp. 95-109) para afirmar que la capacidad simbólica del ser humano es en sí mismo un 
proceso metafórico, por el cual la imaginación crea sentido. Véase también Pillow, 2001, pp. 193-209. 
9 
desviación/originariedad o propiedad/impropiedad, quedan fuera de la escena: 
La trasposición de un ámbito a otro no sólo posee una función lógica sino que se 
corresponde con el metaforismo fundamental del lenguaje mismo. La conocida 
figura estilística de la metáfora no es más que la aplicación retórica de este 
principio general de formación, que es al mismo tiempo lingüístico y lógico. Así 
podrá decir Aristóteles: 'hacer bien las metáforas es percibir bien las relaciones 
de semejanza'. (Gadamer, 2005, p. 516) 
Podemos dar una última perspectiva al tema de la traslación y de su implícita oposición 
entre propio e impropio. En sus diálogos con Claire Parnet, Deleuze se refiere a esta falsa 
dicotomía entre lo literal y lo figurativo: "No hay palabras propias ni tampoco metáforas 
(todas las metáforas son palabras sucias/ impropias/ incorrectas/ inapropiadas o bien 
las hacen así). Solamente hay palabras inexactas para designar las cosas exactamente" 
(citado por Patton, 2010, p. 20). Para Deleuze no hay metáfora justamente porque no 
hay un 'afuera' ni un sitio propio para el uso de cualquier término, desde el cual podría 
transportarse hacia otro sitio al que no 'pertenezca' (lo propio aquí tiene que ver tanto 
con lo apropiado como con la propiedad en el sentido de pertenecer). 
Junto con Guattari, Deleuze habla de términos desterritorializados, es decir, arrancados 
de su dominio 'propio' o más bien usual, e injertados en otro dominio, en otro flujo de 
expresión, o en otro régimen de signos (injertados es una buena palabra: allí donde hay 
injerto, la planta puede crecer y expandirse). Los territorios están en un mismo plano 
inmanente, de modo que no hay ningún afuera, ningún lugar original o extraño al cual 
pertenezca pétreamente ningún concepto: el evento es móvil, y móvil también tendrá 
que ser el lenguaje que lo exprese (pues el lenguaje expresa, no representa). 
10 
2.2 Relación metáfora-imagen 
Otra de las características asignadas a la metáfora en la Antigüedad, y que continúa 
siendo relevante en las discusiones modernas y contemporáneas sobre el tema, es su 
relación con la imagen. "Entre todos los tropos, es la metáfora la que continuamente e 
insistentemente se considera que provee alguna imagen (picture), tal como un ícono 
verbal o una fisionomía del discurso" (Moran, 1989, p. 3). Esta identificación del 
lenguaje figurativo y las imágenes está presente en filósofos modernos como Hegel,8 y 
ha sido ampliamente explorada por teóricos contemporáneos como W.J.T Mitchell,9 para 
quien la metáfora sería un ejemplo de 'imaginería verbal'.1º 
Pero es Platón el primer referente antiguo, y uno de los paradigmas en la historia del 
pensamiento occidental, de las discusiones sobre la relación entre las imágenes y la 
expresión poética, de la cual el lenguaje metafórico es un elemento constitutivo. Platón 
rechazó y expulsó de su República a los representantes de las artes miméticas,11 en 
8 "La expresión metafórica, en efecto, no enuncia sino la imagen, pero la dependencia es tan estrecha, el 
sentido de tal modo manifiesto, que no está separado. Si oigo decir 'la primavera de sus días', o 'un río de 
lágrimas', sé que debo tomar estas palabras, no en sentido propio, sino en sentido figurado.[ ... ] Entre la 
metáfora y la comparación se coloca la imagen, que no es más que una metáfora desenvuelta." (Hegel, 
1909, p. 140-165). 
9 Véase Mitchell, 1986. 
10 José María González también ha dicho que la metáfora "ha sido definida frecuentemente como una 
'imagen verbal' y sirve de conexión entre el mundo de la imagen y el mundo de la palabra" (1998, p. 27). 
11 Nos abstendremos de traducir mimesis por imitación, siguiendo el cuestionamiento que se hace Ricoeur 
respecto de si no sería demasiado osado hacer una traducción tan simple. Quizás se le acerque más la 
interpretación de Eugenio Trías: repetición creadora o recreación, que "pone el énfasis en la dimensión 
histórico-generacional y dinámica del término" (Trías, 1981, s.p). Así, la mimesis no sería solamente una 
imitación de lo real sino el fundamento mismo de cualquier aprendizaje y también de toda creación 
humana. 
11 
particular a la poética, cuyo lenguaje tiene, como las imágenes mismas, un enorme poder 
para semejar la realidad, y para generar, por ello, efectos en los ciudadanos como si se 
tratara de realidades. Dichos efectos tienen que ver, como podemos sospechar, con la 
persuasión y la conmoción de los afectos: "[m]ientras las palabras podrían someterse a 
la razón por medio de las leyes de la dialéctica, las imágenes quedan sometidas a la sola 
gracia de la imitación, del parecido y de la provocación efectiva de pasiones de origen 
sensible" (Hernández Hernández, 2012, p. 30). 
Platón había encontrado un amplio espectro de registros para alojar la mímesis: todas 
las artes, los dominios del discurso, e incluso los entes físicos mismos, que no son más 
que escaños inferiores a sus modelos ideales. Por esto mismo se permitió establecer 
gradaciones entre las diferentes expresiones de la techné, pues algunas se aproximarían 
más o menos al esencial, eterno y verdadero 'ser'. Una pintura, por ejemplo, gozaba de 
una entidad bastante disminuida; era la mímesis de una mímesis, porque la cosa que 
representaba no era más que una imagen, a su vez, de su modelo ideal. 
Pero esta visión dicotómica y jerárquica que coloca la Imagen bajo el control de la 
palabra, y a las artes en general como meras representaciones (no en su dimensión 
creativa, productiva, propiamente poiética), solo esconde el reconocimiento del poder 
de las imágenes, y del lenguaje metafórico que las evoca, en la conducción de los afectos 
bajo determinados intereses. Este subrepticio reconocimiento adquiere un matiz moral 
o moralizante, y también político, si se considera la contundencia de Platón en su 
destierro de los poetas de su Politeia. 
Aristóteles, muy en cambio, no otorga un valor negativo a las artes miméticas. A la 
poética, como sabemos, dedica un riguroso análisis, y en su obra revisita el tema de la 
12 
mimesis que ya había tratado Platón, haciendo énfasis en que la metáfora, una figura en 
verdad privilegiada en el universo poético, contribuye a la expresión mimética de las 
acciones humanas, con el fin de provocar en el auditorio los sentimientos de miedo y 
compasión, y finalmente de liberar a dicho auditorio de estas emociones en la catarsis. 
También en los discursos (orales) de los políticos, la metáfora contribuye a alcanzar el 
objetivo retórico de la persuasión. La expresión en el ámbito de la oratoria requiere no 
solamente de contenidos específicos; hay que saber asimismo cómo decir lo que se 
desea decir; hay que estudiar "el modo como estas materias predisponen los ánimos 
mediante la expresión" (Aristóteles, Rhet. III, 1, 1403b). Las metáforas, en particular, dan 
al discurso "la claridad, el placer y la extrañeza" (Aristóteles, Rhet 111, 2. 140Sa) 
necesarios para comunicar los hechos de manera apropiada. "Se persuade por la 
disposición de los oyentes, cuando éstos son movidos a una pasión por medio del 
discurso. Pues no hacemos los mismos juicios estando tristes que estando alegres, o bien 
cuando amamos que cuando odiamos." (Aristóteles, RhetIII, 2. 140Sa) 
Tanto en el discurso de la tragedia como en el político, si bien estas áreas ostentan 
características muy distintas, la metáfora opera en el nivel del movimiento o la 
transformación de los afectos. Ricoeur describe la diferencia en la tríada poiesis-
mimesis- catharsis, por un lado, y retórica- prueba- persuasión por el otro: en la poesía, 
la metáfora contribuye a través de la mimesis a provocar una catharsis en el espectador, 
mientras que en la oratoria, la metáfora contribuye, al interior de pruebas o razones, a 
persuadir al interlocutor. 
La Poética recuerda en varias ocasiones el efecto persuasivo de las imágenes en los 
discursos: "Es preciso ... conseguir por medio de la expresión que se ponga [la cosa] ante 
13 
los ojos, pues así, viéndolo con la mayor nitidez, como si uno estuviere presente en 
medio de los hechos, se descubre lo que es adecuado." (Aristóteles, Poet XVII, 1455a) De 
hecho, un buen escritor de tragedias "debe imitar a los buenos retratistas" (Poet. XV, 
1454b), y el poeta "es imitador, igual que el pintor o el hacedor de imágenes" (Poet XXV, 
1460b).12 
La tesis de que las imágenes y la imaginación juegan un rol constitutivo en la operación 
metafórica prevaleció históricamente, y sigue presente en el pensamiento 
contemporáneo. Para Ricoeur, por ejemplo, el 'momento pictórico' de la metáfora revela 
un proceso intrínseco de la imaginación, que consiste en la capacidad de ésta de 
"producir nuevos tipos de asimilación, y de producirlos no por sobre las diferencias, 
como en el concepto, sino a pesar de y a través de las diferencias" (Ricoeur, 1980, p. 
146). 
2.3 Conocimiento, valores y afectos: efectividad política de una 
metáfora 
La evocación de imágenes que efectúa la metáfora fue en la Antigüedad un eje que 
vinculaba sus dimensiones afectiva y cognitiva. Para Aristóteles, la metáfora facilita la 
comprensión tanto por su capacidad de hacer que el discurso no caiga en lo bajo, como 
porque sus imágenes hacen que se pongan las cosas ante la vista. Esto tiene, además, el 
12 Esta misma referencia a la imagen verbal se describe en la Retórica: "Así, pues, la expresión propia de la 
oratoria política es enteramente semejante a una pintura en perspectiva, pues cuanto mayor es la 
muchedumbre, más lejos hay que poner la vista; y por eso, las exactitudes son superfluas y hasta aparecen 
como defectos en una y otra." (Aristóteles, Rhet III, 12, 1414a) 
14 
correlato de lograr captar la atención del interlocutor de modo que éste se conmueva en 
sus afectos, y esto es válido para argumentos dramáticos así como para discursos 
políticos. 
Más contemporáneamente, lingüistas y filósofos de muy diversas escuelas han mirado la 
cuestión desde otras perspectivas, entre las que aparecen los temas del valor y del 
símbolo. Nietzsche sobresale aquí como el más prominente ejemplo de un pensamiento 
que socavó las entrañas mismas de la tradición occidental en cuanto al tema del valor y 
del juicio moral, y ese pensamiento es básico para comprender la relación entre dicho 
valor y el uso histórico que se hace de él en los discursos. Con base en esta perspectiva, 
Foucault y Deleuze se encuentran en una zona de proximidad en relación con el tema de 
las fuerzas que pugnan por hacer prevalecer su palabra, y de la importancia de sus 
orígenes, así como de su efectividad y de sus usos. Blumenberg es otro autor que resulta 
fundamental para ulteriores estudios sobre la metáfora y su relación con el mito y el 
símbolo, entre los que sobresale, en nuestro idioma, el de José María González. 
Finalmente, en el mundo anglosajón, nos interesará recuperar los estudios de George 
Lakoff, Mark Johnson y Jonathan Charteris-Black, quienes llevan los aspectos cognitivo y 
moral de la metáfora hacia el ámbito afectivo, específicamente en la vida política de las 
comunidades imaginadas.13 
13 Benedict Anderson acuñó este concepto que ya es clásico en la historiografía crítica sobre lo nacional. 
Una nación "es imaginada porque aún los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la 
mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno 
vive la imagen de su comunión. ( ... J Por último, es comunidad porque, independientemente de la 
desigualdad y la explotación que en efecto puedan prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre 
como un compañerismo profundo, horizontal." (Anderson, 1993, p. 23-25) 
15 
Si hemos de aceptar que la metáfora "apela a asociaciones de palabras inconscientes y 
emocionales, cuyos valores están arraigados en el conocimiento cultural" (Charteris-
Black, 2005, p. 30), debemos detenernos un momento en el tema del valor. Las 
metáforas comportan, a través de sus imágenes, un contenido axiológico, un valor 
dentro de un conjunto de múltiples valores, que han adquirido cierta posición a fuerza 
de repetición al interior de los discursos con los que se identifica una comunidad 
imaginada, o al menos a una parte de ella. 
En Genealogía de la Moral, Nietzsche narra una historia heterodoxa de los valores 
morales, ubicando su origen en la más primigenia imposición que ejercen unos seres 
humanos sobre otros, y que se expresa en el nombrar. Lo 'bueno' sería, pues, lo 
correspondiente a una superioridad estamental, y a lo que aquellos que la sienten suya, 
declaran mediante el nombre de las cosas. 
El pathos de la nobleza y de la distancia, como hemos dicho, el verdadero y 
dominante sentimiento global y radical de una especie superior dominadora en 
su relación con una especie inferior, con un 'abajo': éste es el origen de la antítesis 
'bueno' y 'malo'. (El derecho del señor a dar nombres llega tan lejos que 
deberíamos permitirnos el concebir también el origen del lenguaje como una 
exteriorización de poder de los que dominan: dicen 'esto es esto y aquello', 
imprimen a cada cosa y a cada acontecimiento el sello de un sonido, y con esto se 
lo apropian, por así decirlo). (Nietzsche, 2000, p. 38) 
El señalamiento de Nietzsche apunta a la desmitificación de los valores, particularmente 
de los cristianos. Éstos se han ataviado de eternidad y de pureza, pero sobre todo de 
universalidad. Nietzsche sospecha de toda pretensión de universalidad: ningún valor es 
un valor en sí mismo; todos tienen su origen, su invención, su uso y un interés detrás de 
16 
ese uso. El uso (históricamente reiterado) de conceptos-valores, redunda en su valor, Y 
les da prevalencia en los discursos. Hay una especie de circularidad entre el uso del 
valor y el valor del uso, una idea retomada por Deleuze en su concepto de consigna. 
La consigna (mot d'ordre) es la unidad mínima de sentido en el lenguaje, el enunciado 
que se automatiza a fuerza de repetición. En esta medida, la palabra no comunica 
ninguna información: "ordenar, interrogar, prometer, afirmar no es informar de un 
mandato, de una duda, de un compromiso, de una aserción, sino efectuar esos actos 
específicos inmanentes, necesariamente implícitos" (Deleuze y Guattari, 2010, p. 83). 
El lenguaje mismo es la serie infinita de consignas, que funcionan como el slogan o el 
esténcil, y que suelen ser ellos mismos eventos. Éste es el caso de un juez que pronuncia 
una sentencia sobre un acusado, y que lo convierte, en el acto, en condenado. En el 
instante mismo en que es dicha la palabra, ocurre un cambio en la vida del condenado, 
en su cuerpo, en su existencia. Son enunciados performativos. La historia, y también la 
vida cotidiana, están llenas de estos actos, y las declaraciones de independencia 
representan uno de los ejemplos más claros de ellos, así como las de guerra, las de 
soberanía, las de amor. 
Es así como Deleuze y Guattari logran 'pasar por alto' a la metáfora: lo importante no es 
el carácter metafórico de una expresión, sino su capacidad para instalarse en los 
discursos mediante la repetición. Tampoco es importante la capacidad representativadel lenguaje o de sus metáforas; lo importante es su capacidad de intervenir, de hacer 
mundo. La función de consigna del lenguaje es un tema de efectividad: afecta los cuerpos 
y efectúa transformaciones incorpóreas instantáneas. La sentencia contra Robert-
Franc;ois Damiens que aparece al principio de Vigilar y Castigar (Foucault, 2002, pp. 11-
17 
22), ilustra precisamente esto. 
A diferencia de Deleuze y Guattari, Blumenberg considera la metáfora como un elemento 
constitutivo de la comprensión humana. De este modo, rastrea la historia de algunas 
metáforas, en particular de la Grundmetapher de la luz, las cuales muestran "las certezas, 
las conjeturas, las valoraciones fundamentales y sustentadoras que revelan actitudes, 
expectativas, acciones y omisiones, aspiraciones e ilusiones, intereses e indiferencias de 
una época" (Blumenberg, 2003, p. 63). El autor, en efecto, rastrea los usos de las 
metáforas "de fondo", "marcos últimos de decisiones y conjeturas previas con las que, 
presos de horror vacuí, completamos los espacios en blanco de nuestras retículas 
conceptuales" (Blumenberg, 2003, p. 25). 
Esta idea de la metáfora como operación básica de la comprensión que desarrolla 
Blumenberg, y que está también en Gadamer, es retomada por José María González, en el 
mundo ibérico, y por los anglosajones Lakoff, Johnson y Charteris-Black. En Metáforas 
del Poder, un estudio sobre la ubicuidad de la metáfora en la filosofía política desde el 
Barroco, González la describe como "una estructura penetrante e indispensable de la 
comprensión humana, mediante la que captamos figurada e imaginativamente el 
mundo", y que resulta imprescindible para pensar la realidad social y producirla 
cotidianamente (González, 1998, p. 13). 
Su función, en este sentido, ha sido descrita como constitutiva del pensamiento mismo, 
del lenguaje, y de la acción política a varios niveles. González se alinea con las teorías de 
George Lakoff y Mark Johnson, quienes llegan al punto de decir que "nuestro sistema 
conceptual común, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente 
metafórico en su naturaleza" (Lakoff y Johnson, 2003, p. 3). 
18 
Los conceptos, que como decía Nietzsche, son en realidad metáforas cuyo origen se ha 
olvidado, estructuran gran parte de nuestra vida cotidiana, desde percepciones hasta 
maneras de relacionarse socialmente. Las expresiones metafóricas más complejas tienen 
su fundamento en otras más directamente vinculadas con la experiencia del cuerpo 
humano en el espacio.14 Y los conceptos específicamente políticos también tienen todos 
ellos "un origen metafórico. El paso de la metáfora al concepto (de las metáforas vivas a 
las metáforas muertas) señala un proceso de abstracción en el que se olvida la metáfora 
originaria" (González, 1998, p. 18). 
El aspecto cognitivo de la metáfora radica, pues, en su función en tanto puente entre 
imaginación y razón: "nos hace comprender unos argumentos recurriendo a otros o 
estableciendo imágenes que nos conectan con todo un mundo: el de los símbolos, 
emblemas, representación iconográfica, etc." (González, 1998, p. 18). Para Charteris-
Black, la metáfora constituye también un puente o una mediación, una zona de traslape 
entre dos modos de persuasión, el que apela a la comprensión racional de la realidad, y 
el que apela directamente a los afectos o a la emoción: "las metáforas son portadoras de 
sentido que exaltan las emociones" (Charteris-Black, 2005, p. 14). 
Su eficacia, en particular en el discurso político, se asocia con su capacidad para mover 
los resortes del ánimo, es decir, para conseguir un efecto de persuasión que apele a 
ciertas acciones, o más bien a la calma, la pasividad y la continuidad en el rol del público 
14 "Ninguna metáfora puede ser comprendida ni siquiera representada de manera adecuada si se toma 
independientemente de su base en la experiencia. [ ... ] Nuestros valores no son independientes, sino que 
deben formar un sistema coherente con los conceptos metafóricos en medio de los cuales vivimos." 
(Lakoffy Johnson, 2003, 19-22). Algunas de las metáforas más básicas de la vida cotidiana son para estos 
autores: 'conocer es ver', 'la verdad es la luz', 'la vida es un camino'. 
19 
espectador. De hecho, una de las metáforas más clásicas de la vida de una polis es la del 
theatrum mundi: 
un espectáculo teatral en el que el pueblo se mueve más con los ojos que con el 
entendimiento [ ... ] un juego de presencia y ocultamiento, de cercanía y de dejarse 
ver de lejos, juego en el que es básico también el secreto (González, 1998, 58). 
Expresiones del tipo 'hasta tanto se aclaren los nublados del día' llevan implícita la 
imagen del theatrum mundi. Hay allí la apelación a una espera de algo externo, que se 
observa desde lejos, y de lo cual no se tiene ningún tipo de control. Es decir, no hay nada 
que hacer mientras el cielo siga nublado (o en términos más literales, mientras se 
acomodan ciertas fuerzas políticas en el exterior, en específico, en este caso, en España). 
Resulta claro, pues, que el lenguaje político, con sus metáforas, no es en absoluto un 
mero reflejo de la realidad; es un instrumento mediante el cual se regulan las relaciones 
sociales y, en ese sentido, se ejercen mecanismos de control/dominación social. 
González da el ejemplo de la manera como la Alemania del siglo XIX construyó dos 
visiones totalmente distintas de la sociedad en torno a las metáforas de la máquina, por 
un lado, y el organismo biológico, por el otro. 
En esta misma tonalidad describe Lakoff la noción de familia como la metáfora básica en 
la vida política estadounidense. Los conservadores, por una parte, utilizan el modelo del 
padre estricto (el Estado), que protege a la familia (la nación) de los peligros inmanentes 
a un mundo donde el mal puede acechar por cualquier costado. Este padre, además, 
enseña a los niños lo que está bien y lo que está mal, y los castiga para que aprendan a 
comportarse moralmente. La moralidad está asociada a la prosperidad: si los niños 
resultan disciplinados y exitosos, prosperarán económicamente. Si no logran ser ellos 
20 
mismos padres proveedores y madres abnegadas, será su propia culpa, por rebeldes o 
vagabundos. El vínculo entre la visión de mundo del padre estricto y el capitalismo de 
libre mercado está dado por la moral del propio interés. La metáfora se puede ampliar a 
los términos de la política exterior: cuando una nación es próspera en su conjunto, tiene 
edad suficiente y por lo tanto autoridad en relación con otras, infantiles aún y por lo 
tanto 'en vías de desarrollo'. "Si eres un padre estricto, les dices a los niños cómo tienen 
que desarrollarse, qué normas tienen que cumplir, y, cuando se portan mal, los castigas. 
Es decir, actúas utilizando, digamos, el sistema del Fondo Monetario Internacional." 
(Lakoff, 2010, p. 32) 
Lakoff contrasta este caso con el de la población más progresista en EEUU, que piensa y 
elige políticamente basándose también en la metáfora de la familia, pero en este caso, de 
una familia protectora. Bajo este modelo, tanto la madre como el padre tienen la 
responsabilidad del cuido de los hijos, a quienes se les trata con empatía y dedicación, y 
a quienes hay que dar suficiente libertad, oportunidades y confianza como para que 
sepan tomar decisiones que sean no sólo buenas para sí mismos sino también para la 
comunidad. Es bajo este modelo que los demócratas se refieren, por ejemplo, a la 
importancia de políticas como la atención médica para personas jubiladas. 
Jonathan Charteris-Black explora también el tema de los valores morales que rigen 
ciertas metáforas del mundo político: "la metáfora influye en nuestras creencias, 
actitudes y valores porque utiliza el lenguaje para activar asociaciones emocionales 
inconscientes, e influye en el valor que otorgamos a ideas y creencias en una escala de lo 
que es considerado correcto e incorrecto"(2005, p. 13). Aquí opera Ja ideología, 
presente en los discursos bajo la forma de argumentaciones racionales, y que func_k)~a __ :--- - : _ · -. 
- ............. 
apelando a un determinado conjunto de creencias, valores y actitudes arraigadas entre 
los habitantes de una comunidad imaginada. Pero también hace lo mismo bajo formas 
más tradicionalmente consideradas como míticas. El mito del héroe o del héroe-caudillo 
es un ejemplo sobresaliente de esto después de la segunda mitad del siglo XIX en 
América Latina, y que pervive en los tiempos que vivimos hoy. 
El discurso político precisa de metáforas que enmarquen ciertas ideas de claro contenido 
moral. El lenguaje de Margaret Tatcher, por ejemplo, al describir el socialismo, recurría 
constantemente a la evocación de emociones negativas; lo describía como una persona 
no confiable, como un auto usado, como una enfermedad e incluso como el mismísimo 
pecado original: "las metáforas difieren, pero todas ellas apelan a estereotipos culturales 
valorados negativamente" (Charteris-Black, 2005, p. 24). 
Cuando una consigna, deviene exitosa en un discurso, suele ser utilizada en el transcurso 
del tiempo de acuerdo con las necesidades de quienes las usan en contextos específicos. 
"Los hablantes no pueden escapar a las metáforas que se han convertido en maneras 
establecidas de referirse a ideas políticas, pero estas mismas metáforas pueden ser 
modificadas para acomodarse a cambios en la posición política" (Charteris-Black, 2005, 
p. 16). Ésta es una idea clave en nuestra tesis, pues, como se verá, la expresión 'los 
nublados del día' ha sido utilizada con sentidos y propósitos distintos, según lo demanda 
cada contexto, y de acuerdo con los intereses de quien o quienes la pronunciaran. 
3. Lectura preliminar de la metáfora de los nublados del día 
Ante la sucesión de declaraciones de independencia efectuadas por las provincias del 
Reino de Guatemala en 1821, la autoridad política para Nicaragua y Costa Rica, la 
Diputación Provincial de León, reaccionó firmando un acta en la que se declaraba a su 
vez la independencia absoluta respecto del Reino de Guatemala, pero no así respecto de 
la Corona, de la cual se independizaba "hasta tanto se aclaren los nublados del día" 
(citado en Meléndez Chaverri, 1978, p. 61). Se trataba palpablemente de una época 
incierta. En este contexto, la declaración de esperar hasta tanto se aclararan los 
nublados del día funcionaba a la vez como un guiño de lealtad a la Corona, y como una 
muestra de que las élites de poder en Costa Rica y Nicaragua, junto con las del resto de 
provincias del Reino, no concebían la posibilidad de que ser territorios viables para 
constituirse en cuanto entidades soberanas e independientes. 
Éste es un atisbo del contexto en el que surgió la expresión que constituye el objeto de 
nuestro interés en esta investigación. Tomándolo como base, terminaremos este 
capítulo con una lectura de la metáfora desde los aspectos que en él se abordaron: 
transferencia, imagen, afectos, valores y efectividad de la consigna. 
El acuerdo de declarar 'la independencia del Gobierno Español hasta tanto se aclaren los 
nublados del día' utiliza la imagen celeste de las nubes. Las nubes son símbolos de caos, 
de indeterminación, y de peligro. En el Diccionario de Símbolos de Cirlot, las nubes 
simbolizan: 
lo indeterminado, la fusión de los elementos aire y agua, el oscurecimiento 
necesario entre cada aspecto delimitado y cada fase concreta de la evolución. La 
23 
'niebla de fuego' es la etapa de la vida cósmica que aparece después del estado 
caótico; corresponde a la acción de los tres elementos anteriores al sólido. (Cirlot, 
2006, p. 331) 
También, cuando se vinculan con las pasiones, constituyen un símbolo de la posibilidad 
de engaño, de ofuscamiento de la razón en virtud del dominio de los irracionales afectos. 
Kant utiliza la imagen de las nubes en la Crítica de la razón pura, cuando hace ver el 
conocimiento como una isla. La isla está rodeada por 
un océano ancho y borrascoso, verdadera patria de la ilusión, donde algunas 
nieblas y algunos hielos que se deshacen prontamente producen la apariencia de 
nuevas tierras y engañan una y otra vez con vanas esperanzas al navegante 
ansioso de descubrimientos, llevándolo a aventuras que nunca es capaz de 
abandonar, pero que tampoco puede concluir jamás. (Kant, KrV A235 B295) 15 
En el Diccionario de la Real Academia de 1780 (anteriormente llamado Diccionario de 
Autoridades) se define la palabra 'nublado' de la siguiente manera: 
NUBLADO: Usado como sustantivo significa lo mismo que nube. Tómase 
regularmente por la que amenaza tempestad. NUBLADO. met.: La especie que 
amenaza algún riesgo, ó turbación en el ánimo. [ ... ] NUBLÁRSELE EL CIELO A 
ALGUNO. f. met. Entristecerse y congojarse demasiado. (Real Academia Española, 
1817, p. 603) 
15 González también relaciona las nubes como anuncio de tempestad, con las pasiones del alma: "Síntoma 
de tiranía es dejarse llevar de furiosas tempestades de afectos, los cuales ofuscan la razón, desconocen la 
verdad y hacen aprehender las cosas no como son sino como las propone la pasión." (1998, p. 61) 
24 
La imagen de las nubes que pueden anunciar una tempestad es trasladada al ámbito 
político: representan, por un lado, el temor ante el riesgo de enemistad con la Corona, 
con la que las autoridades políticas de la Diputación tenían relaciones directas. Y por 
otro lado, representan una falta de claridad, una imposibilidad de ver y por lo tanto de 
comprender, en un momento en que era imperativo tomar una decisión, cuál era en 
efecto la decisión que debía ser tomada (podían separarse solamente de Guatemala y 
permanecer unidas a España, separarse también de ésta, o bien anexarse al naciente 
Imperio Mexicano de Iturbide). Ante la incertidumbre, se aplicó una lógica política de la 
espera, es decir, se postergó toda decisión hasta que las condiciones estuvieran mejor 
definidas. 
Si bien la imagen de los nublados evoca los valores negativos de la incomprensión y del 
riesgo, que a su vez apelan al afecto del temor, por otra parte el 'hasta tanto' apela tanto 
a la espera como a la esperanza (en la teoría de los afectos en Spinoza, la esperanza es 
solamente la otra cara del temor).16 Si se dice 'hasta tanto se aclaren los nublados .. .', se 
está afirmando que es un hecho que dichos nublados se aclararán; solamente hay que 
esperar. 
Basten por ahora estas precisiones. En ulteriores capítulos nos abocaremos a indagar las 
fuerzas que pugnaban en el surgimiento de nuestra expresión, y posteriormente 
16 "[N]o hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza. En efecto, quien está pendiente de la esperanza 
y duda de la efectiva realización de una cosa, se supone que imagina algo que excluye la existencia de la 
cosa futura, y, por tanto, se entristece en esa medida; por consiguiente, mientras está pendiente de la 
esperanza, tiene miedo de que la cosa no suceda. Quien, por el contrario, tiene miedo, esto es, quien duda 
de la realización de la cosa que odia, imagina también algo que excluye la existencia de esa cosa y, por 
tanto, se alegra; por consiguiente, tiene la esperanza de que esa cosa no suceda." (Spinoza, E 3DAF13) 
25 
diferentes usos que comprobarán su efectividad en tanto consigna al interior del 
discurso nacional costarricense. 
26 
Capítulo 11 
Contexto de surgimiento de la metáfora de los nublados del 
día 
No hay nublado que dure un año. 
Juan Rodríguez Florián. 
Comedia llamada Florinea, 1554. 
Luego de conocer los aspectos afectivos y morales de la metáfora de los nublados del 
día, por los cuales es posible asignarle una facultad instrumental en la retórica política, 
nos dedicaremos en este capítulo a abordar el contexto político de las colonias 
españolas, sobre todo en el istmo centroamericano, durante el proceso llamado 
independentista en el que se enmarca la procedencia

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