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La gastronomía del otro en la enseñanza del idioma 
 
Catherine d’HUMIÈRES 
IUFM de Versailles / CRLMC de Clermont-Ferrand 
 
 
 
 La gastronomía francesa se elaboró en el siglo XIX en torno a una serie de 
reglas destinadas a marcar diferencias tanto sociales como culinarias. El discurso que se 
refiere a ella en aquella época establece una correspondencia estricta entre un estilo de 
escritura y un estilo de vida refinado y elegante. Desde entonces, la gastronomía es 
motivo de orgullo nacional entre los franceses, que siguen considerando que su país 
goza de una superioridad evidente en tal asunto. He elegido este tema de estudio, 
porque enseñar un idioma es también presentar las costumbres de los países que lo 
hablan: su originalidad, sus pasiones, sus glorias y, claro está, su vida cotidiana. La 
gastronomía, en su sentido amplio de alimentación y reglas de vida, es uno de los 
elementos cotidianos que están presentes en los libros utilizados tanto en la enseñanza 
del francés en España como en la del español en Francia. La visión que dan estos libros 
de las costumbres alimenticias del país vecino es subjetiva y parcial, lo que constituye, a 
mi parecer, un tema de estudio interesante. Por eso propongo un doble análisis, 
sincrónico y diacrónico, de los capítulos dedicados a la comida en unos libros de texto 
españoles y franceses repartidos en dos periodos alejados de veinticinco años (1975 y 
2000). Mi propósito es considerar, por un lado, lo que cada país privilegia en la 
gastronomía del otro, y de qué modo lo hace; y por otro lado, qué visión del país 
extranjero —o de sí mismo— propone a los alumnos. 
 Seleccioné libros de primero y segundo curso porque corresponden con los 
momentos en que la enseñanza de un idioma se apoya esencialmente en temas de la vida 
cotidiana. Antes de empezar un estudio comparativo, tengo que apuntar la diferencia 
fundamental que existe entre los manuales franceses y los españoles. En Francia la 
enseñanza del español se hace a base de documentos auténticos, es decir textos de 
autores, lienzos de pintores famosos, anuncios publicitarios, fotos, artículos de prensa, 
encuestas, etc., mientras en España la enseñanza del francés se hace a partir de 
documentos didácticos, elaborados intencionalmente para enseñar el idioma. Cada 
sistema tiene su ventaja y su inconveniente: la opción francesa permite proponer 
documentos con una lengua de gran calidad, pero difíciles de vincular con la vida de los 
jóvenes; mientras que la opción española permite instaurar una relación más estrecha 
entre el soporte didáctico y la vida cotidiana del alumno, pero muchas veces se ve 
perjudicada la lengua. 
 Los libros españoles de los años 70 dan de Francia la imagen de un país rico que 
privilegia la vida de familia y la buena educación. El libro de la editorial Magisterio 
español (1975) presenta un capítulo titulado “Au restaurant”, en el que se ve a una 
familia francesa almorzando en un restaurante. Padres e hija eligen el menú, y es el 
padre quien lo encarga al camarero, de modo muy tradicional. De entrada: “des hors 
d’œuvre”; como plato principal: “du poisson […] un steak-frites[…], du rôti de bœuf 
avec de la salade”, y de postre: “du fromage et des fruits. Et une glace au chocolat” 
(García & Fernández Montes, 1975: 68). En la lección siguiente, los tres conversan 
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tranquilamente acerca de lo que están comiendo. Uno de los elementos interesantes es la 
presencia de la mantequilla: se habla de rábanos con mantequilla, de pan con 
mantequilla, y también de mantequilla sola. Casi todos los libros españoles de 
enseñanza del francés ponen de relieve el uso de la mantequilla y de la nata en la 
gastronomía francesa. Tal insistencia se justifica por el hecho de que en España, se 
cocina tradicionalmente con aceite de oliva, y, por consiguiente, la cocina con 
mantequilla se vuelve fundamental para mostrar la diferencia. El propósito de la lección 
es puramente informativo: lo que se come en Francia y de que modo, como expresar sus 
preferencias, hacer preguntas acerca de los platos que se sirven, etc. Los ejercicios que 
siguen las lecciones exigen el uso del partitivo y proporcionan más vocabulario. No hay 
lugar para discutir de la organización de las comidas o de las diferencias de modales. 
 En cambio, el libro de Edelvives (1976) se orienta más hacia actividades de 
conversación que, sin embargo, quedan limitadas. Se trata de Microconversations, en 
las que todos los elementos se dan de antemano: el alumno sólo tiene que repetir 
utilizando la estructura gramatical adecuada. No olvidemos que la pedagogía de los 
años 70 preconizaba los ejercicios estructurales para el aprendizaje de los idiomas. Este 
segundo libro presenta una familia con tres hijos acogiendo a una pareja amiga para el 
aperitivo durante el cual servirán una sangría, “comme ça, on aura un peu l’impression 
d’être en Espagne” (Llorente Álvarez, 1976: 73). Obviamente los autores optaron por 
privilegiar lo que, en las costumbres francesas, podía acercarse más al estilo de vida de 
los españoles, y pensaron que los alumnos se expresarían con más facilidad para hablar 
de aperitivo que de comida en un restaurante. Este libro privilegia lo similar mientras el 
otro privilegiaba lo diferente. En la España de los setenta, ir de tapeo se hacía 
sistemáticamente, cuando en Francia no era tan común, ni tan regular el hecho de tomar 
el aperitivo. En ese capítulo del libro, se insiste en la variedad de bebidas alcohólicas 
que se pueden servir en una casa francesa: Martini, cerveza, pastis, champagne, whisky, 
pero también coca cola o zumo de fruta; y además los personajes preparan lo que se 
asemeja más a las tapas tradicionales: un surtido de aceitunas, avellanas y almendras, y 
“des canapés”, con productos franceses: mantequilla, paté y… ¡caviar! Para los 
españoles, Francia, en aquellos años, era un país de abundancia y de buenos modales, 
incluso demasiado formal, y eso se refleja a través de la enseñanza del idioma. 
 Muy distinta es la imagen de España que dan los libros franceses de enseñanza 
del español de la misma época. En Por el mundo hispánico (Hatier, 1974), el capítulo 
titulado “Comidas” empieza por la foto de una familia campesina que transmite la 
imagen de una España atrasada y frugal: todos muy serios, las mujeres con un pañuelo 
en la cabeza, y los platos vacíos… La foto siguiente, sacada en un restaurante, forma 
contraste: los platos están llenos y los comensales sonríen, pero son todos hombres ¡no 
hay ni una sola mujer con ellos! El texto que acompaña esta foto es de Camilo José 
Cela, y evoca comidas de gran sobriedad: “A las doce, tomaba una cebolla o un tomate, 
o un pedazo de bonito, con media libra de pan y unos tragos de vino de la tierra. Por la 
noche, había un simulacro de comida formal, con algo de arroz o unas sopas de ajo. La 
carne jamás entraba en aquella casa”1. Otro texto describe la receta del cocido, con 
garbanzos y “carne, con hueso de vaca, de ternera o carnero; el tocino, el chorizo y 
pellejos de jamón. […] En un puchero aparte se cuecen las verduras: col, judías 
 
1 C. J. Cela, Viaje a la Alcarria, in Villégier (1974: 140). 
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verdes…”2 Se trata de una receta campesina abundante y apetitosa. Desgraciadamente, 
está ilustrada con una foto sacada en un pueblo miserable… de los Andes: bien se ve 
que el propósito de los autores es mostrar una España atrasada, rústica y pobre. Todo lo 
que pudiera sugerir la abundancia o la riqueza se matizaba con otro documento, incluso 
sin relación verdadera con el primero. Tengamos en cuenta que durante los años setenta, 
en Francia, la enseñaza era muy politizada, y la ideología vigente veía en la España 
franquista lo peor de lo que podía ocurrirle a un país. Muchos españoles se habían 
refugiado en Francia al final de la Guerra civil, y otros muchos habían emigrado aFrancia para encontrar un trabajo que no podían conseguir en su propio país. La imagen 
de España era política, económica y socialmente muy mala, y esto se reflejaba 
claramente en los libros de texto. El estudio de las costumbres, aun de las que se 
referían a la vida cotidiana, como los usos gastronómicos, servía siempre para dar una 
visión negativa de la sociedad española. 
 Sin embargo no todos los autores de manuales adoptaron el mismo punto de 
vista: el de Sol y sombra (Bordas, 1974) parece haber vislumbrado la evolución del país, 
y en la edición de 1974, ofrece un conjunto algo más positivo de las costumbres 
españolas. Dedica una doble página a los platos de España, entre los cuales la ya famosa 
paella pero también “el conejo al estilo de Tarragona” o los “lechones de corderos y 
cabritos muy aptos para ser asados” de la provincia de Segovia. Evoca también los 
vinos de “Roa, Peñafiel, Aranda, Cabreros, Carcabelos, Vega-Sicilia y los de Toro”3. 
Luego se hablará de los de La Rioja, lo que permitirá sugerir a los alumnos franceses 
que Francia no es el único país de buen vino. Este viaje por la cocina española es una 
buena sorpresa, sobre todo porque viene acompañado por un mapa de la España 
gastronómica, en el que, sin embargo, lamentaremos la falta de gastronomía de 
Asturias, Extremadura, o León —¿dónde están los vinos de Toro?—, y la colocación de 
las almejas a la malagueña… ¡en Murcia! También me parecen interesantes otros tres 
documentos del mismo capítulo. El primero es un texto de Arturo Barea que evoca una 
comida en el campo durante una romería: “platos con rajas de salchichón y longaniza, 
con aceitunas y pepinillos, con tomates cortados por la mitad llenos de sal y aceite, y 
todos van picando y bebiendo tragos de vino”4. El segundo es la foto de una familia 
reunida para comer en el campo, que también muestra la costumbre de “picar” en el 
plato colocado en el centro de la mesa, algo muy sorprendente para los franceses puesto 
que no corresponde con sus reglas de educación, pero la foto es clara, agradable y la 
gente bien vestida. En este caso, está claro que el autor del libro quiso que los alumnos 
se quedasen con una imagen positiva de una costumbre tan distinta de las suyas. El 
tercer documento, que se puede relacionar con el texto sobre la romería, se titula 
“Cocina cristiana” y trata de una señora que recita tres padrenuestros para escalfar 
huevos. Se trata más bien de una anécdota divertida pero, al mismo tiempo, transmite la 
idea de que España es un país muy católico, hasta en los detalles más nimios de la vida 
cotidiana, lo que la diferencia de Francia en la cual se considera esencial la separación 
entre la Iglesia y el Estado. 
 
2 F. Marti Alpera, Nuevas lecturas de chicos, in Villégier (1974: 144). 
3 L. A. de Vega (1969), Viaje por la cocina española, in Duviols (1974: 126). 
4 A. Barea, La forja de un rebelde, in Duviols (1974: 125). 
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 No he terminado con este primer periodo de estudio. Los años setenta fueron 
importantísimos para España que conoció en pocos años una mutación completa. Los 
libros de texto franceses de la época reflejan la perplejidad de todos frente a los cambios 
rápidos que se produjeron en la sociedad española a partir de la muerte de Franco, y la 
dificultad de admitir que la realidad de España, desde entonces, difería de los tópicos 
conocidos. Las editoriales se encontraron de repente con unos libros pasados de moda e 
intentaron modernizar su propuesta, a veces con éxito, pero no siempre, ya que los 
antiguos esquemas seguían vigentes en la mente de muchos. Como ejemplo, seleccioné 
el Lengua y vida (Hachette), de 1979 que corresponde con el momento en que las 
técnicas de impresión evolucionan y aparece el color en los manuales que así se vuelven 
más amenos. En las páginas relacionadas con la comida se empieza a privilegiar la 
abundancia y la calidad. Con un texto de Juan Ramón Jiménez, ilustrado por un 
hermoso bodegón de Meléndez, los alumnos aprenden a exclamarse: “¡Qué hermosa 
esta granada […] Qué rica!”5, y con otro texto, a dar calificativos positivos a la comida 
de España: “sardina fresca […], pan blanco, tierno y crujiente, quesos de todos 
tamaños […] coles muy escogidas”6. La nueva imagen que empieza a aparecer es la de 
un país acomodado y fértil, pero que sigue esencialmente rural. La elección del famoso 
lienzo de Murillo, Pícaros comiendo melón, para ilustrar el segundo texto conforta el 
tópico, y me parece también interesante por la mezcla de pobreza —los harapos de los 
dos niños— y de abundancia —la cesta de frutas—. Esta dicotomía aparece de modo 
significativo en la elección de otros dos textos del libro: uno de Cela, que sugiere que 
España no cambió mucho en cuatro siglos. Titulado “Mesón del Mirlo. Vinos y 
comidas. Hay camas”7, reproduce la tradicional visión de la venta campesina española, 
sucia y miserable, en la que “hay de todo” pero no hay ni vaca, ni huevos, ni patatas, 
sólo cecina, y vino. El otro texto, de Pío Baroja, se titula “Celebrando Nochebuena” y 
propone “una cena sencilla”8 con una docena de ostras, riñones “à la brochette”, 
langosta a la salsa tártara, media botella de rioja claro, café y coñac. Los autores no 
precisan las fechas de este texto pero la semejanza de tal menú de fiesta con los de 
Francia sugiere la existencia de una España rica y moderna, próxima a los otros países 
europeos. Así en aquellos años de transición, se da una imagen contrastada de España, 
entre rica y pobre, moderna y atrasada, campesina y urbana. 
 Hagamos ahora un salto temporal de un cuarto de siglo para examinar la nueva 
visión que dan de España y de Francia los libros de texto de ahora. Los libros españoles 
dejan de lado los usos tradicionales, el aspecto familiar y la buena educación, para 
privilegiar lo personal y lo moderno. El propósito de los autores es mostrar que, a pesar 
de las diferencias, las preocupaciones de los jóvenes de hoy se asemejan en muchos 
puntos. Además la pedagogía se orienta actualmente hacia la comunicación y da mucha 
importancia a las destrezas de comprensión y expresión orales y escritas. Pas pareil 1 
(Oxford, 2000) y Action XXI (Santillana, 2002) dedican un capítulo entero a la comida 
en Francia. El alumno tendrá que cumplir con unos cuantos objetivos de comunicación 
 
5 J. R. Jiménez, Platero y yo, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 53). 
6 J. Carbó, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 55). 
7 C. J. Cela, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, in Darmangeat, Puveland, 
Fernández-Santos (1979: 115). 
8 P. Baroja, Cuentos, in Darmangeat, Puveland, Fernández-Santos (1979: 95). 
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anunciados desde el principio y, como lo esencial del trabajo se hace a base de 
ejercicios de comprensión auditiva, el libro sólo es un soporte visual de esas 
actividades. Los autores privilegian el modo de hablar de los jóvenes, con palabras de 
moda como “une Méga-fête”, “c’est nul !”, “génial !”, o interrogaciones mal 
construidas: “c’est où, la fête ?”, “Et M. Girardot, qu’est-ce qu’il veut comme entrée ?” 
(Butzbach et alii, 2002: 42). Ya no importa la elegancia del idioma. Lo que se quiere 
enseñar es una lengua más coloquial y moderna: la que habla la gente en la calle, y 
sobre todo la que hablan los jóvenes. El objetivo principal es facilitar la identificación 
entre jóvenes de todos los países. 
 En Action XXI, la situación inicial es la organización de una fiesta en casa de un 
joven llamado Fabien. Es el punto de partida de todas las actividades del capítulo. Dos 
páginas están dedicadas a la preparación de las compras. La primera da el vocabulario 
de las tiendas y lo que se puede comprar en ellas: “à la crémerie”, “à la charcuterie”, 
etc., lo que corresponde más a la realidad española que a la francesa. En efecto, excepto 
enParís y en algunas grandes ciudades, ya no existen, fuera de los mercados, tiendas tan 
especializadas como “le marchand de fruits et légumes” que, sin embargo, siguen vivas 
en España. La segunda página se titula “à l’épicerie”, y entre la lista de compras y el 
dibujo, enseña todo lo que se puede comprar en esa tienda, más típica de Francia, y que 
es como un resumen de las otras. Así, por un lado los autores dan el vocabulario 
equivalente a lo que conocen los alumnos españoles, y por otro presentan una realidad 
francesa más específica. Durante la fiesta de Fabien, los jóvenes beberán coca cola y 
zumos de fruta, y comerán sandwiches y canapés. Por eso otra página propone una 
receta de canapés dada por un tal Paul Rocuse, imitación del gran cocinero Paul 
Bocuse… ¡que nunca daría receta de canapés, ni aconsejaría comprar la mayonesa en 
vez de hacerla! 
 Mientras los jóvenes se divierten, los padres tienen que dejar la casa, y deciden 
ir al restaurante. El menú propuesto parece muy tradicional: “Flan à la mousse de foie-
gras”, “Délices de langoustines aux champignons” por ejemplo (Butzbach et alii, 2002: 
42). Se trata, obviamente, de un restaurante elegante, que propone platos elaborados 
según la tradición gastronómica francesa. Pero falta el queso en el menú, y esto no se 
puede concebir en Francia. Así se ve que se trata de un documento didactizado en 
España y no de la reproducción de un auténtico menú francés. Sin embargo en otras dos 
páginas se evocan los quesos franceses, incluso se presenta un mapa gastronómico de 
Francia con ocho quesos distintos, vinos —a pesar de la falta de gusto que supone el 
colocar el beaujolais en Borgoña—, y platos tradicionales tan famosos como el 
cassoulet, les crêpes, la quiche, la choucroute o la bouillabaisse. A propósito de este 
mapa, lamento que los autores hayan escogido las divisiones administrativas modernas 
que no corresponden con la realidad profunda del país e ignoran lo específico de cada 
provincia. El libro Pas pareil no propone un mapa sino una lista de especialidades 
francesas: la carbonade de bœuf à la flamande, […] le poulet à la basquaise […], les 
escargots à la bourguignonne […], la salade niçoise…” (Bourdais et alii, 2000: 102). 
En esta lista he seleccionado lo que se refiere a las provincias francesas, pero también 
está el cuscús que no puede presentarse como un plato auténticamente francés, y marca 
la introducción de platos extranjeros en el paisaje gastronómico del país. Los autores del 
libro insisten en este punto para mostrar las influencias ajenas en la comida francesa de 
hoy. No vacilan en mezclar anuncios para restaurantes tunecinos, indios, italianos, con 
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los que se refieren a restaurantes franceses; proponen un menú de restaurante —sin 
queso— con “tomates mozzarella, champignons à la grecque, pâté de campagne o 
salade de gésiers” (Bourdais et alii, 2000: 104) de primero; y presentan la entrevista de 
un restaurador tunecino que sirve una gran variedad de cuscús en su restaurante de 
Nantes. Esta mezcla de culturas está de moda en Francia actualmente, y es 
particularmente visible en París cuyos usos siguen siendo el punto de referencia 
principal de los libros de francés. 
 Otra tendencia actual de la comida francesa que se puede ver claramente a través 
de las opciones de estos manuales españoles, es la presencia del fast-food, de estilo 
americano. En los ejercicios de expresión oral propuestos por Action XXI, en la página 
titulada: “dégustation gastronomique”, los alumnos, repartidos en grupos de cuatro 
personas reciben una receta y tienen que elaborar su preparación: ingredientes, 
repartición de las tareas, etc… Aquí está la lista de las recetas: “Club sandwich, 
tartelettes au fromage, mousse aux fruits, bûche” (Butzbach et alii, 2002: 45). ¿Por qué 
incluir el club sandwich americano entre platos franceses? A través de esta selección 
transparece otra vez la opción “joven” de los autores que quieren presentar a los 
alumnos españoles la imagen de la Francia actual y del gusto de los jóvenes por la 
comida rápida y sus hamburguesas. Pas pareil, en cambio, prefiere alentar la polémica 
preguntando: “Vraiment bien, les fast-foods ?” (Bourdais et alii, 2000: 106) y dando 
argumentos en pro y en contra para que los alumnos puedan debatir. Bien se ve que 
ahora la gastronomía francesa ya no sirve para transmitir el encanto de un mundo 
diferente, sino para respaldar la idea de que, por encima de las diferencias que puedan 
existir entre los países, los jóvenes de hoy se asemejan en lo fundamental y comparten 
las mismas pasiones por un modo de vida moderno, cuyos emblemas serían las 
hamburguesas, la coca cola e internet. 
 En Pas pareil, se encuentra una carta escrita por una alumna francesa, Amélie, 
que acaba de pasar tres semanas en España, con un intercambio escolar. Le escribe a su 
abuela para contarle su estancia y le habla de lo que la sorprendió durante las comidas 
en España. Me parece interesante poner esta carta en relación con la del capítulo 
“comidas” de Continentes (Didier, 1999), en la que Manoli, una joven española, le 
describe a su correspondiente francesa, Delphine, los usos españoles, los horarios de 
comida y lo que se suele comer. Quiero apuntar un hecho significativo en estas dos 
cartas: hablan sólo de las comidas de España. El libro español presenta a sus alumnos lo 
que puede sorprender de su propio modo de vida, es decir que sugiere la importancia de 
la mirada ajena para comprender mejor la propia identidad, mientras el libro francés 
sólo proporciona a sus alumnos informaciones sobre las costumbres españolas. La 
forma es la misma pero el propósito es distinto. Los manuales de español en Francia 
nunca cuestionan la imagen de Francia en el extranjero, mientras los españoles están 
más atentos a lo que se piensa de ellos, y esta tendencia se revela primordial a la hora de 
estudiar el cambio de imagen de España en estos años. 
 Seleccioné Continentes para estudiar como se presenta hoy España a los 
alumnos franceses porque la comida está presente en muchos capítulos del libro: en las 
fiestas de cumpleaños, durante las fiestas navideñas, en la vida cotidiana… Por todas 
partes se habla de comida, y lo que domina es la idea de abundancia, de riqueza, de 
calidad, como si el tópico de los años setenta hubiera dado una vuelta total. Los años de 
miseria están olvidados por completo y queda la imagen de un país dinámico y 
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moderno. Tomaré un ejemplo sacado de un texto de 1992 que evoca una merienda de 
cumpleaños: “Pone tarta de manzana, tarta de almendra, pasteles de nata y de crema, 
helados, biscuits, chocolate con churros […] turrones, mazapán, almendras, nueces, 
cacahuetes, naranjada, limonada, zarzaparrilla, confitura de frambuesas […]”9. Esta 
acumulación es visible también en las ilustraciones: las fotos de bares, por ejemplo, 
muestran un gran surtido de tapas, filas de jamones y chorizos colgados del techo, 
máquinas modernas, y todo muy limpio, apetitoso, acogedor. Las fotos de 
especialidades regionales que acompañan los mapas —tan imprecisos o falsos como los 
que vimos antes— presentan productos sanos y atractivos. La cocina casera tradicional 
está promocionada y se exaltan las virtudes de la producción agrícola, ganadera o 
pesquera española en relación con una gastronomía rica, elaborada, específica de cada 
región de España: fabada, mariscos, paella, cocido, con una mención particular para los 
dulces navideños de origen arábigo-andaluz. Está claro que ahora la comida se ha vuelto 
argumento de promoción de la riqueza cultural y económica de España. 
 La influencia extranjera también está presente en los libros de texto pero muy 
poco, y sobre todo se trata de influencia hispánica. “En España están de moda los 
restaurantes mexicanos y tex mex”10. Así se pueden evocar los frijoles, enchilada, tacos 
o tamales que también pertenecen al área de la enseñanzadel español y que también 
aprovechan el cambio de imagen del mundo hispánico en Francia. Otro fenómeno 
interesante es el uso que se hace de las preocupaciones dietéticas, que han cobrado tanta 
importancia hoy día, en las campañas publicitarias. Se ha puesto de moda el aceite de 
oliva tan despreciado antiguamente por ser el ingrediente principal de la cocina de los 
países pobres. Se habla mucho de la dieta mediterránea como modelo de un modo de 
vida sano y equilibrado, como en el caso de Nuevo encuentro (Hachette, 2003) que 
dedica una doble página titulada “España, país mediterráneo” (Knafou & Offroy, 2003: 
26) en la que se presenta un cartel de productos de la Comunidad Valenciana, 
acompañado de un texto explicativo sobre los méritos de la cocina mediterránea, y de 
un mapa gastronómico de España. Los manuales franceses utilizan muchos anuncios 
publicitarios como soporte de estudio, porque tienen colores hermosos, son atractivos, y 
—supongo— se dejan publicar fácilmente. Así se hacen eco de campañas de promoción 
de los productos de Valencia —arroz, naranjas, tomates—, de Andalucía —fruta, aceite 
de oliva, aceitunas—, o de Galicia —mariscos—, lo que contribuye a confortar la 
imagen de una España rica y brillante. Hace veinticinco años los alumnos sólo habían 
oído hablar de la tradicional paella. Ahora, las actividades de comunicación de los libros 
de texto también pueden utilizar sus conocimientos de los churros, que se encuentran en 
todas las ferias de Francia, del gazpacho, que se sirve en los mejores restaurantes, del 
jamón pata negra, que se vende a precio de oro, o de las tapas, que se han vuelto 
sinónimos de fiesta, de animación, de convivialidad, de buena vida. 
 Reconozcamos que si ahora España está de moda, es porque se empeñó en hacer 
olvidar los años de carestía y de hambre, y en cambiar su imagen de país pobre. Para 
eso supo valorar su tradición y utilizarla para imponer la imagen moderna de un país 
dinámico, orgulloso de su patrimonio cultural. Los libros de texto franceses tuvieron 
que seguir esa evolución, y aceptarla porque corresponde con la percepción actual que 
 
9 M. Cerezales (1992), La escapada de tres chicos intrépidos, in Bellas Cerda et alii (1999: 44). 
10 D. Soler-Espiauba (1997), Taxi a Coyoacán, in Bellas Cerda et alii (1999: 96). 
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tiene Francia de España. Los cambios en Francia se hicieron de un modo casi opuesto y 
mucho más progresivo: lo que se destaca de este estudio es la emergencia de una 
Francia cosmopolita, que va dejando en parte su imagen de tierra de gran fama 
gastronómica, para acoger y adoptar poblaciones y costumbres ajenas. En realidad, 
estos libros de texto reflejan, a través de la mirada que cada país dirige hacia el otro, los 
cambios ocurridos en nuestras sociedades durante el último cuarto del siglo XX. 
 
 
Bibliografía 
a) En España: 
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BUTZBACH M., C. MARTÍN NOLLA, C. PASTOR, I. SARACÍBAR ZALDÍVAR (2002). 
Action XXI, ESO 2, Méthode de français, y Cahier d’exercices. Madrid: Santillana. 
 
b) En Francia: 
DUVIOLS J.P. (1974). Sol y sombra, classe de troisième. París: Bordas. 
VILLÉGIER J. (1974). Por el mundo hispánico 1. París: Hatier. 
DARMANGEAT P., C. PUVELAND, J. F. FERNÁNDEZ-SANTOS (1979). Lengua y vida 1. 
París: Classiques Hachette. 
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KNAFOU H., N. OFFROY (2003). Nuevo encuentro. Espagnol 2° année. París: Hachette 
Éducation.

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