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Ainora, Natalia Jóvenes y la presentación del sí mismo en redes sociales virtuales. Hacia un estado de la cuestión Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología Director: Benítez Larghi, Sebastián. Codirectora: Lemus, Magdalena Ainora, N. (2021). Jóvenes y la presentación del sí mismo en redes sociales virtuales. Hacia un estado de la cuestión. Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.2366/te.2366.pdf Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/ UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA TESINA Jóvenes y la presentación del sí mismo en redes sociales virtuales. Hacia un estado de la cuestión. Alumna: Ainora, Natalia Legajo 98701/1 Correo electrónico: natalia_ainora@hotmail.com Director: Benitez Larghi, Sebastián Codirectora: Lemus, Magdalena Fecha: 23/11/2021 mailto:natalia_ainora@hotmail.com Resumen El principal objetivo del presente trabajo es analizar el modo en que, desde las ciencias sociales, han sido abordados los usos y prácticas de lxs jóvenes en el marco de las redes sociales virtuales; a fin de identificar las perspectivas teóricas y las estrategias metodológicas más significativas que se han implicado en dichos estudios. La recuperación de los antecedentes planteada en la tesina posibilita establecer un estado de la cuestión, así como también proponer interrogantes que inviten a abrir nuevas líneas de investigación a partir de las vacantes identificadas. El estudio se ha realizado a partir de la construcción de un corpus de bibliografía académica y la elaboración de un instrumento de análisis que ha tenido los siguientes objetivos: sistematizar los marcos conceptuales más utilizados, identificar las estrategias metodológicas implementadas, detallar las dimensiones de análisis explicativas, recuperar los conocimientos formalizados existentes sobre la cuestión, identificar las vacancias en el estado actual del conocimiento, y orientar el planteo de nuevos interrogantes. Palabras claves TECNOLOGÍAS DIGITALES- REDES SOCIALES VIRTUALES- JÓVENES- MARCOS CONCEPTUALES- ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS Índice Introducción……………………………………………………………………………......................4 I.Participación de jóvenes en redes sociales virtuales. Aproximaciones conceptuales......................13 II. El estudio de prácticas online. Estrategias metodológicas…...……………………………….....20 III. Las plataformas virtuales como escenarios de análisis social……………………......................32 IV. Sacudiendo al sentido común. Principales hallazgos en los trabajos relevados….......................36 Reflexiones finales………………………………………………………………………………….49 Bibliografía………………………………………………………………………………………….52 Introducción La sociedad contemporánea se caracteriza por la presencia de una revolución tecnológica sin precedentes, relacionada a la introducción creciente y a ritmo acelerado de tecnologías de la información y la comunicación en la vida cotidiana; motivo por el cual ha recibido denominaciones como “era tecnológica”, “sociedad tecnológica” o “sociedad de la información”. Ésto da cuenta de un proceso caracterizado por la proliferación de aparatos portátiles que permiten proporcionar una capacidad informática y de comunicación sin cables, posibilitando la creación de nuevos modos de comunicación (Castells, 2009). Haciendo un recorrido por las transformaciones recientes hay, al menos, dos cuestiones relevantes que han venido a ampliar el universo de posibilidades de la sociabilidad juvenil al habilitar nuevos modos de percibir la interacción con otrxs , la presentación del sí mismx, y de1 experimentación del tiempo y del espacio. Primero, la aparición de la llamada web 2.0, ámbito interactivo donde lxs usuarixs tienen un rol activo ya que permite la creación de perfiles, brinda la posibilidad de producir e intercambiar y fijar contenidos en redes sociales, compartir intereses, fotografías e interactuar en forma sincrónica y asincrónica. Por otro lado, y conjuntamente, la aparición y masificación de los dispositivos móviles ha permitido que la conexión a internet y la participación en una red social virtual no dependan de la presencia de un dispositivo fijado en un 1 En el presente trabajo se utiliza la “x” con el objetivo de evitar los usos del lenguaje que conllevan implícitamente connotaciones de carácter discriminatorio o excluyente de la diversidad de identidades de género, tal como lo autoriza la Resolución Nro. 2086/17: Modificación del artículo 41 del Régimen de Enseñanza y Promoción para reconocer el uso plurales y dinámicos del lenguaje. UNLP, FAHCE. espacio, como es el caso de una computadora en el hogar; habilitando nuevos modos de habitar, percibir e imaginar las distancias espacio-temporales. Al hablar de tecnologías digitales entendemos que “(...) tienen la particularidad de que pueden integrar en los mismos artefactos todas las funciones de este tipo de tecnologías. Las computadoras, y los aparatos que se les parecen cada vez más, almacenan, procesan, reproducen, transmiten y convierten información digital” (Zukerfeld, 2015: 7). De esta manera, estamos resaltando las posibilidades de interactividad brindadas por las nuevas formas de distribución de la información, ya que las señales digitales pueden ser “amplificadas, moduladas, archivadas, identificadas, reconvertidas y reproducidas manteniéndose idénticas al original, sin perder información” (Scolari, 2008: 80). Entre los análisis sobre la presencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la vida cotidiana es posible identificar, al menos dos, posicionamientos (Thomas y Buch, 2013). Por un lado, aquellos enfoques que abordan la tecnología como una variable independiente que “impacta” sobre la sociedad; por ende, los sistemas tecnológicos son considerados como conjunto de artefactos y objetos materiales independientes de la cultura y la sociedad. Por otro lado, aquellas posturas que buscan dar cuenta de los elementos sociales y culturales presentes en los procesos de desarrollo tecnológico (Thomas y Buch, 2013). En este sentido, no se piensa al desarrollo tecnológico como un ámbito externo a la sociedad, sino que se considera necesario analizar los condicionantes económicos, políticos y socioculturales que inciden tanto en su producción como utilización. Resulta imprescindible, para avanzar hacia un análisis capaz de captar la complejidad y profundidad de los modos de sociabilidad y la presentación que lxs jóvenes hacen del sí mismxs a partir de la apropiación de los dispositivos tecnológicos y la utilización de las plataformas virtuales, adoptar una perspectiva que permita ahondar en los múltiples procesos que interactúan entre sí, configurándose y transformándose mutuamente, considerando que es imposible pensar el desarrollo tecnológico descontextualizado de los marcos sociales, económicos, culturales y políticos más amplios; ya que éstos son condicionantes tanto en lo que respecta a la producción como utilización y apropiación de la tecnología. En lugar de hablar de “impacto”, se deben considerar los aspectos simbólicos reconociendo que son lxs sujetos quienes otorgan sentido y valoración a la tecnología dentro de las distintas circunstancias que habitan; de modo que es conveniente plantearlo en términos de habilitaciones o no, más que de determinismos. Adoptar una perspectiva determinista y homogeneizante para ahondar en las complejidades que implican la vinculación de los jóvenes con las TIC resultaría insuficiente. Pensar en términos de “efectos” o “impactos”, es reducir a una mirada unilateral un proceso queconlleva múltiples aspectos; incluidos los sentidos y significados que lxs propixs sujetos otorgan a sus prácticas con las tecnologías. Es aquí donde el concepto de “apropiación” (Winocur, 2009) deviene útil para profundizar el análisis teniendo en cuenta que refiere al “proceso material y simbólico en el que un sujeto o grupo social toma el contenido significativo de un artefacto y lo hace propio, dotándolo de sentido e incorporándolo a su vida, en el marco de sus espacios cotidianos y de la relación con los otros” (Benítez Larghi y Lemus, 2012: 2). La pregunta por el qué hacen lxs jóvenes con los artefactos tecnológicos, cómo significan y dotan de sentido la vinculación con las tecnologías, de qué manera sus modos de socializar adquieren nuevas configuraciones en el entorno online, cómo se presentan a sí mismxs en el marco de las redes sociales virtuales son interrogantes que refieren a la apropiación, considerando que siempre esas posibilidades se asientan sobre desigualdades preexistentes y que, a su vez, se constituyen nuevas brechas, tanto materiales como simbólicas. Como dice Margulis (2008) la juventud es más que una palabra. Hablar de “juventud” implica referir a diversos contextos, modos de percibirse, de significar el “ser joven” en un determinado tiempo y espacio, y bajo ciertas circunstancias. En este sentido, y siguiendo a diversos autores (Margulis, 2001; Reguillo, 2000) resulta más apropiado hablar de juventudes, en plural, para reafirmar el modo en que distintas variables, tales como el género, la clase social, la etnia, enmarcan los modos de ser joven (Lemus, 2018). De este modo, “explicar la categoría juventud significa revelar cómo han sido estudiados los jóvenes: con qué caracterización del contexto, desde dónde, qué se ha mirado y cómo se lo ha hecho” (Chaves, 2009: 9). La juventud, entonces, es una categoría que no queda reducida a una mera cuestión de edad preestablecida de modo homogéneo y universal; “(...) la juventud es un concepto esquivo, construcción histórica y social y no mera condición de edad. Cada época y cada sector social postula formas de ser joven” (Margulis, 2008: 11). En la misma línea, Chaves (2009) explica que se evidencia dentro de las ciencias sociales cierto consenso en considerar a la juventud como una categoría analítica que cobra su sentido particular al contextualizarla en el mundo social, por eso refiere a una “condición”: “(...) desde donde se podrá explicar como condición juvenil, es decir qué es ser/ estar joven en ese tiempo y lugar para esas personas jóvenes y no jóvenes, lo cual resulta en unos conjuntos identificables por auto y/ o heteropercepción a los que se denominará juventudes” (Chaves, 2009: 15). Hace poco más de una década, Chaves (2009) presentaba como área de vacancia en la investigación la cuestión del acceso y uso de nuevas tecnologías en torno a las prácticas juveniles. Más de diez años después, la investigación sobre los vínculos de lxs jóvenes con las tecnologías digitales ha proliferado y se vuelve necesario revisar en qué estado del conocimiento nos encontramos; específicamente en lo que refiere a cuáles son las perspectivas teóricas y las estrategias metodológicas desde las que se ha abordado tal cuestión. La pregunta por las prácticas juveniles, y la vinculación de lxs jóvenes con las tic y las plataformas virtuales adquiere cada vez mayor presencia en el ámbito académico, pero también en los relevamientos estadísticos de organismos públicos y privados, y en los medios masivos de comunicación. La Encuesta Nacional de Consumos Culturales realizada en 2017 por el Ministerio de Cultura de la2 Nación, brinda como resultado el crecimiento de internet como medio de consumo cultural y la gravitación cada vez mayor de los teléfonos celulares. La exigencia cultural de hoy es la simultaneidad y la portabilidad: “En 2013 apenas un 9% de la población se conectaba a internet principalmente a través del celular, mientras que en 2017 más del 70% se conectó todos los días vía smartphone. El crecimiento exponencial de la digitalización de contenidos culturales posibilitada por la expansión de la red de internet, junto con la masividad del uso de celular permiten decir que, potencialmente, hoy podemos acceder a la cultura en cualquier momento y lugar” (Encuesta Nacional de Consumos Culturales, 2017: 6). Si bien la masificación de internet y la proliferación de los dispositivos móviles se dan a nivel general, la Encuesta que resalta que son lxs jóvenes quienes mayor uso y participación tienen al respecto: “prácticamente todas las personas menores de 29 años se conectan a internet (alrededor del 97%) y esa proporción desciende conforme aumenta la edad (…)” (Encuesta Nacional de Consumos Culturales, 2017: 32). Respecto de cuáles plataformas son las más utilizadas, la Encuesta indica que Facebook es la red social más utilizada, seguida por Instagram y luego Twitter (Encuesta Nacional de Consumos Culturales, 2017). Lo desarrollado anteriormente, indica que analizar la subjetividad contemporánea de lxs jóvenes implica tener en cuenta en el análisis el vínculo con las tic y su participación en plataformas 2 Última Encuesta Nacional de Consumos Culturales que ha sido publicada por el Ministerio de Cultura de la Nación. virtuales. Las redes sociales virtuales son “sitios que priorizan el contacto interpersonal, sea entre individuos o grupos, forjan conexiones personales, profesionales o geográficas y alientan la formación de lazos débiles” (van Dijck, 2016: 24). Los datos presentados anteriormente dan cuenta de la presencia masiva y el uso intensivo que las tecnologías digitales adquieren en la vida cotidiana de lxs jóvenes, configurando sus condiciones juveniles, modos de vincularse con otrxs, entretenerse, etc. A su vez, el uso de los dispositivos tecnológicos y de internet, específicamente redes sociales, por parte de lxs jóvenes es un tema muy presente en los medios de comunicación; actor de relevancia en la construcción de miradas, discursos y significados acerca del vínculo de lxs jóvenes con las tecnologías. Haciendo un rastreo por los mismos es posible distinguir, al menos, cuatro grandes lineamientos en que se aborda la relación entre ellxs y las tic. El primer lineamiento hace referencia a la presencia masiva de éstas en la cotidianeidad: “La generación de las conexiones múltiples” (Carabajal, 2012. Página 12). “Siete de cada diez adolescentes argentinos están todo el día conectados a internet” (Télam, 2016). “Los chicos argentinos usan celular y redes sociales cada vez más jóvenes” (La Nación, 2018). Junto a esto, aparece la pregunta acerca de qué hacen lxs jóvenes en las redes sociales y los motivos que los llevan a usarlas: “En una red social ponen en juego su personalidad” (Ruchansky, 2013. Página 12). “Nueve de cada diez adolescentes se informan a través de las redes sociales” (Clarín, 2017). “Palabra de experto. ¿Por qué los adolescentes están todo el tiempo conectados a las redes?” (Clarín, 2018). En relación a lo anterior, una tercera línea en torno a las ideas que circulan en los medios parece tener que ver con los “problemas”, “efectos negativos”, “peligros” que supone el uso de las redes sociales y dispositivos tecnológicos. “Los jóvenes que pasan más tiempo con el celular son más infelices” (Clarín, 2018); “Los efectos negativos de las redes sociales en la salud mental de niños y adolescentes”; (La Nación, 2018); “El uso del celular ya es algo común, especialmente entre los más jóvenes, pero los peligros están latentes con los mensajes con contenido sexual o ciberacoso” (Diario Popular, 2018); “Advierten que 1 de cada 3 adolescentes argentinos tendrán miopía en 2020 por el mal uso del celular” (Clarín, 2018). Finalmente, aparece también un conglomerado de notas que refieren a la preocupación que lxs adultxs manifiestan en torno al vínculo que lxs jóvenes establecen con las tic, principalmente la figura de padres y madres.“8 preguntas que los padres hacen sobre la relación de sus hijos y la tecnología” (La Nación, 2016); “Cómo actúan los padres ante el uso que sus hijos le dan a la tecnología” (La Nación, 2015); “5 razones por la que los padres permiten a sus hijos usar pantallas. ¿Hacen bien o mal?” (La Nación, 2018); “Los padres deben tomar recaudos y estar alertas para evitarles problemas a los más jóvenes por su inmadurez ante distintas situaciones que puedan presentarse” (Diario Popular, 2018). La serie de ejemplos que se presentan evidencia que el modo en que lxs jóvenes utilizan las tecnologías digitales y se mueven online se ha configurado, en las últimas décadas, como una preocupación de adultxs y educadorxs llegando a hacer mella en el sentido común y en los medios masivos de comunicación. La edad cada vez más temprana en que lxs jóvenes entran en contacto con las TIC, las horas que pasan usando redes sociales, los problemas que esto conlleva para la salud, los peligros que habitan en el mundo online, la preocupación y responsabilidad de los adultxs en la limitación y control del uso que sus hijxs hacen de la tecnología, etc., parecen ser los ejes centrales que conforman los discursos mediáticos en torno al vínculo juvenil con las tic. El presente trabajo pretende indagar el modo en que, desde los estudios sociales de las tecnologías digitales, se ha abordado la apropiación de las redes sociales virtuales y la presentación del sí mismx en dichos entornos, por parte de las juventudes contemporáneas. En este sentido, uno de los principales desafíos será relevar cuáles han sido las perspectivas teóricas conceptuales que se han utilizado para analizar la apropiación de plataformas virtuales por parte de lxs jóvenes, así como también identificar las estrategias metodológicas implementadas en dichos estudios. Al mismo tiempo, se pretende conocer cuáles son las dimensiones de análisis que se consideran en los trabajos y presentar los hallazgos más relevantes, a fin de identificar vacancias en el campo temático. La recuperación de los antecedentes planteada en esta tesina posibilita establecer un estado de la cuestión, conocer qué se ha estudiado, cómo se ha hecho y a qué conclusiones se ha arribado, así como también proponer interrogantes que inviten a nuevas líneas de investigación. A saber, el estado de la cuestión “(...) consiste en una síntesis crítica de las investigaciones previas en torno al tema de interés, una síntesis que pone tales investigaciones en relación, a la vez que las evalúa” (Bengochea y Levín, 2012: 79). En este sentido, recuperar los saberes construidos en torno a la temática, permite reconstruir, analizar y exponer los aportes realizados por distintos autores en un campo temático caracterizado por la búsqueda de comprender procesos sociales dinámicos y en constante transformación. El análisis se ha realizado teniendo cinco ejes fundamentales: sistematizar marcos conceptuales utilizados, identificar estrategias metodológicas implementadas, recuperar los conocimientos formalizados existentes sobre la cuestión, identificar vacancias en el estado actual del conocimiento y plantear nuevos interrogantes. Los términos utilizados para hacer la búsqueda han sido seleccionados a partir de un relevamiento previo y exploratorio de la bibliografía: redes sociales virtuales, plataformas digitales, sociabilidad juvenil, Facebook, Instagram, jóvenes. La indagación bibliográfica se ha realizado a partir de los siguientes sitios: -Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT - CONICET) -Google Scholar -Memoria Académica, FAHCE, UNLP -Scientific Electronic Library Online (Scielo) -Servicio de Difusión de la Creación Intelectual (SeDiCi- UNLP) -Sistema de Información Científica Redalyc Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe (Redalyc) Uno de los criterios implementados en la selección del corpus de trabajos a incorporar al análisis ha sido la cuestión idiomática ya que la bibliografía relevada es en español, haciendo hincapié en recuperar el estado de la cuestión elaborado en Argentina y la región. Por otro lado, se ha establecido como criterio incorporar estudios que abordaran redes sociales virtuales cuyas características técnicas posibilitaran el despliegue de estrategias de interacción y presentación del usuario. En este sentido, se ha tomado como corte el estallido del uso de Facebook como red social característica de la web 2.0, por su masividad en lo que respecta a la cantidad de usuarios, específicamente jóvenes. https://scholar.google.com/ http://scielo.isciii.es/ Para emprender esta tarea, se construyó un instrumento de análisis a partir del cual abordar la bibliografía seleccionada. Esto permitió tener un parámetro desde el cual hacerles ciertas preguntas a los textos a fin de relevar: 1) Las perspectivas teóricas y metodológicas utilizadas para analizar la presentación del sí mismo en plataformas virtuales: ¿Qué teorías/esquemas conceptuales se han usado en las investigaciones sobre dicha temática? ¿Cómo han sido realizadas esas investigaciones? ¿Qué método/enfoque utilizaron? ¿Cómo obtuvieron los datos? ¿Qué procedimientos se han implementado para analizar los datos? 2) Las variables de análisis: ¿Cuáles son las variables que se han considerado como intervinientes para explicar la problemática? ¿Son realmente explicativas al momento de presentar los hallazgos o sólo se mencionan, pero luego no se encuentran analizadas? 3) Los hallazgos más significativos de dichas investigaciones: ¿Qué resultados han obtenido? ¿Cuáles son las conclusiones a las que han arribado? ¿Plantean futuros interrogantes de investigación? A continuación, se presentarán los hallazgos relevados a partir de la puesta en práctica del instrumento de análisis. Con fines analíticos, la presentación se organiza en apartados que abordan, respectivamente, las perspectivas conceptuales, las estrategias metodológicas, las plataformas virtuales como objeto de interés para el análisis social, y el desarrollo de los principales hallazgos de la investigación. I. Participación de jóvenes en redes sociales virtuales. Aproximaciones conceptuales En el presente apartado se pretende recuperar y analizar las perspectivas teóricas predominantes desde las cuales los trabajos relevados han abordado el vínculo de lxs jóvenes con las redes sociales virtuales, a modo de identificar categorías conceptuales, lineamientos teóricos, aportes y vacancias. A modo de consideración general, puede afirmarse que la mayor parte de los trabajos consultados se encuentran atravesados por interrogantes que refieren a qué hacen lxs jóvenes en las redes sociales virtuales, de qué modo construyen sus prácticas online y con qué finalidades. Estas preguntas intentan obtener respuestas a partir de la extrapolación de marcos teóricos que han estudiado situaciones del mundo offline pero que parecen brindar herramientas interesantes para el estudio de lo virtual. A partir del análisis de la bibliografía seleccionada, los hallazgos permiten marcar algunos lineamientos conceptuales que sobresalen. Por un lado, la mayoría de los estudios abordan la presentación del sí mismx en el marco de las plataformas virtuales desde el enfoque dramatúrgico desarrollado por Goffman (2012), (Di Próspero, 2011; Serrano Puche, 2012; Caro Castaño, 2012; Linne, 2015; Rabadán, 2016; Rueda Ortiz, 2016; Moreno Barreneche, 2019; Lemus, 2019). Éste enfoque se presenta como capaz de brindar herramientas teóricas para estudiar el modo en que se construyen las identidades de manera relacional, a partir de las expectativas recíprocas: es decir, el sí mismx emerge del “tipo de imagen, por lo general estimable, que el individuo intenta efectivamente que le atribuyan los demás cuando está en escena y actúa conforme a su personaje” (Goffman, 2012: 282). Desde esta línea de investigaciones, se pretende indagar acerca de las estrategias de generación de impresiones quelxs jóvenes ponen en juego al presentarse en las redes sociales virtuales, considerando que éstas brindan ciertas herramientas, tanto desde su diseño y características técnicas como también por el modo en que son socialmente apropiadas, que habilitan a decidir qué y cómo mostrarse. Quienes parten desde esta perspectiva teórica para estudiar la apropiación de los medios virtuales, retoman el concepto de performance (Goffman 1959) para analizar las interacciones sociales que se dan en dicho entorno, y reconocen que “si bien este argumento es anterior a la masificación de las TIC, resulta útil para analizar la interacción en sitios de redes sociales” (Linne, 2015: 6). Según Rueda Ortiz y Giraldo (2016), en la puesta de escena, que implica la presentación del yo en las redes sociales virtuales, lxs usuarixs despliegan un proceso dinámico que cuenta con inversión de esfuerzo, tiempo y cuidado. Lejos de ser un asunto espontáneo o al azar, construir el yo online es una práctica creativa y performativa, ya que “(…) en las redes sociales las identidades se ven inducidas a descubrir y experimentar formas nuevas de actuación y de performance por medio de la creatividad y de las herramientas tecnológicas (…)” (De Abreu, 2014: 60). Considerando el lugar que ocupan las redes sociales virtuales en los modos de sociabilización de lxs jóvenes contemporánexs, resulta imprescindible analizar qué ocurre en estos espacios, qué estrategias se crean y qué prácticas se llevan a cabo en la interacción virtual con otrxs, entendiendo que estos ámbitos posibilitan nuevos modos de presentación del sí mismx: “(…) las plataformas constituyen un marco de posibilidades y restricciones materiales, sociales y simbólicas que tienen un rol preponderante en la construcción de la propia imagen, que será presentada a una determinada audiencia, en las redes sociales” (Rueda Ortiz y Giraldo, 2016: 121). En una línea similar, Caro Castaño (2012) presenta la noción de identidad mosaico para dar cuenta del modo en que lxs sujetos tienen, en los entornos digitales, la posibilidad de elegir cómo expresar su identidad y aclara que esto “(…) exige un esfuerzo de mantenimiento, selección y producción de contenidos (…)” (Caro Castaño, 2012: 5). En ese proceso de construcción y presentación de la mejor versión de sí se entrelazan la estructura técnica propia de las plataformas, que invitan a la puesta en juego de actitudes narcisistas (Turkle, 2011), con los contenidos que el usuario crea y gestiona en su presencia pública frente a la audiencia. Y, en una época caracterizada por la hipervisualidad (Rabadán, 2016), la imagen tiene un lugar protagónico en lo que a la autopromoción refiere. En este sentido, resulta interesante el planteo que hace Serrano Puche al respecto: “ese manejo de las impresiones a la hora de construir y expresar la identidad personal se desarrolla tanto de un modo narrativo-verbal como, sobre todo, de manera visual (…)” (Serrano Puche, 2013: 357). Considerando la importancia de la imagen en la presentación del sí mismx, Moreno Barreneche (2019) incorpora al estudio de la presentación del yo en el mundo online recursos de la semiótica, entendiendo a la identidad virtual como un artificio semiótico: “a la hora de proyectar el yo en el ciberespacio, una serie de reglas culturalmente codificadas guiarán las acciones de los individuos, haciendo que el producto autorreferencial que compartirán on-line sea estilizado según estos parámetros culturales” (Moreno Barreneche, 2019: 85). La selfie aparece como un elemento preponderante en la presentación del sí mismx en las redes virtuales, y detrás de ella se ponen en práctica estrategias de control sobre qué (no) se muestra y con quiénes (no) se comparten, cómo se posa, qué herramientas de edición se aplican, etc. Por ello, la selfie debe ser entendida como “una práctica socio-técnica creativa, lúdica y/o auto-reflexiva que nos obliga a re-pensar en la conformación de nuevas identidades y subjetividades” (Rabadán, 2016: 40). Según Lasen (2012) la autofoto es un elemento crucial de las prácticas comunicativas contemporáneas. En la selfie la persona es sujeto (que hace la fotografía) y objeto (fotografiado), implicando un proceso de performance. En relación a lo dicho anteriormente, muchxs autorxs reflexionan en torno a la idea de lo real: ¿es aquello que sucede en el mundo offline mientras que todo lo que ocurre en el mundo online implica necesariamente una ficción/simulación? La mayoría tiende a abordar el uso de redes sociales virtuales en un constante diálogo con el mundo presencial. Es decir, en la mayor parte de los trabajos no se considera oportuno hacer esa distinción como si se tratara de las cuestiones escindidas, sino que se problematiza qué de los modos de interacción y sociabilización “cara a cara” persiste, es reforzado o es discutido en el entorno online. Desde este posicionamiento, se apartan de aquel supuesto de que lo “real” es aquello que sucede por fuera de las pantallas: “(…) no sería productivo preguntarse por una identidad “esencial” que pueda ser vulnerada por las imágenes que se construyen en la red: no existe tal cosa como “la” identidad –unívoca e inamovible–, sino que siempre hay diferentes versiones de uno mismo en función de los distintos medios en los que el sujeto interactúa con los otros. Facebook es, simplemente, una instancia más para construir una versión posible del yo” (Dillon, 2013: 17). En un sentido similar, De Abreu (2014) retoma a Turkle (1997) para problematizar su noción de “cultura de simulación” en torno a lo que sucede en el mundo digital. Abreu discute con esta idea al considerar que no debería plantearse una escisión entre el mundo offline y online, sino que la identidad lejos de ser una entidad fija es un proceso dinámico, razón por la cual no sería apropiado hablar de “identidad real” versus “identidad ficticia”. Incluso, agrega que “las nuevas prácticas en las interfaces sociales ya no suponen la elaboración de una identidad ficticia, sino que al contrario te invitan a ser expuesta, pues cuanto más original más éxito tendrás en los tránsitos por la red (…)” (De Abreu, 2014: 105). Ese juego de actuar identidades online lejos está de ser una “esquizofrenia virtual” (De Abreu, 2009), sino que las personas actúan a (re) crearse en el marco de las redes virtuales a partir del desarrollo de distintas estrategias personales, en relación a ciertos objetivos y a las posibilidades ofrecidas por las herramientas tecnológicas. Según Lasén (2012), se desarrolla un complejo juego de miradas, donde la intimidad no se expone en modo de espectáculo (Sibilia, 2008) sino que lxs usuarixs son a la vez observadorxs y observadxs. Otro de los marcos conceptuales desde los cuales se ha abordado el estudio sobre el uso de las redes sociales virtuales es la llamada Teoría de usos y gratificaciones (Katz, 1985). Desde este marco teórico, se parte de la premisa de que los medios de comunicación son utilizados por lxs usuarixs porque satisfacen ciertas necesidades (Katz, Blumler, Gurevitch, 1985). Siguiendo esta línea, varios de los trabajos analizados enmarcan allí su investigación sobre las redes sociales virtuales, partiendo de interrogantes referidos a las motivaciones que tienen lxs jóvenes en la participación en dichas plataformas e indagando sobre los niveles de satisfacción que hallan en esas prácticas (De la Torre y Vaillard, 2012; Moreno, 2013; Dillon, 2013). De este modo, conocer por qué y para qué las juventudes utilizan redes sociales virtuales son preguntas que originan procesos de investigación en torno a la apropiación de plataformas y, en este sentido, la Teoría de los usos y gratificaciones parece resultar un marco conceptual conveniente porque “(…) concebida en el ámbito de la comunicación de masas, se pregunta por las motivaciones que explican el uso de los medios de comunicación, así como los factores que influyen en esas motivaciones y que sereflejan en percepciones, actitudes y conductas” (Dillon, 2013: 17 ). En este sentido, se retoma la concepción de Maslow (1943) sobre las necesidades humanas, para considerar a las redes sociales virtuales como nuevos escenarios donde las personas pretenden satisfacer sus necesidades de socialización (De la Torre y Vaillard, 2012). Cabe destacar que en trabajos como el de Dillon (2013), la Teoría de usos y gratificaciones es combinada con la perspectiva dramatúrgica de Goffman, al entenderse como un aporte interesante para pensar qué sucede con las identidades en las interacciones virtuales. Moreno (2013) retoma los aportes teóricos de Katz para indagar y conceptualizar las trayectorias que lxs usuarixs desarrollan en la red social Facebook. A partir de ello, la autora realiza un estudio y clasifica a lxs usuarixs según categorías de acuerdo a la intensidad de uso y la “fascinación” (o caída de ella) en relación a la plataforma. Por su parte, desde la perspectiva socioantropológica el foco de análisis está puesto en el vínculo entre la tecnología y la sociedad, a partir del estudio de la experiencia y el contexto (Benitez Larghi, Lemus, Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013). Dentro de esta perspectiva, un concepto central es el de apropiación, que aquí retomamos, entendido como “(…) el proceso simbólico y material en el que un sujeto o grupo social toma el contenido significativo de un artefacto y lo hace propio, dotándolo de sentido e incorporándolo a su vida, en el marco de sus espacios cotidianos y de la relación con los otros (Winocour, 2009)” (Benitez Larghi, Lemus, Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013: 2). Analizar el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a partir del concepto de apropiación, permite indagar en torno a los sentidos que éstas adquieren en la vida cotidiana. Sintetizando, puede afirmarse que en la mayor parte de los trabajos relevados el marco conceptual implicado en el abordaje de la presentación del sí mismx y las interacciones online es el enfoque dramatúrgico. La concepción que subyace a dichos estudios es que las plataformas virtuales presentan características técnicas que, a partir de las herramientas propias de la web 2.0, invitan a lxs usuarixs a la creación de un perfil público y a la constante puesta en práctica de estrategias que apuntan a la presentación de la mejor versión del sí mismx frente a la audiencia. Gran parte de los estudios reconocen los aportes que significaron los trabajos pioneros de Turkle (1997) para prensar en la identidad virtual. La idea de que lxs usuarixs crean, editan, interpretan múltiples papeles ya se hacía presente en los planteos de Turkle (1997). Sin embargo, la concepción de que esa performance implica una simulación se ve matizada por planteos que consideran que la escisión entre el mundo offline y online implica una falacia dado que la construcción de ese perfil virtual implica cuestiones que refieren a la vida por fuera de la pantalla; en este sentido, no sería conveniente hablar de una “identidad real” versus una “identidad ficticia”. Por su parte, Moreno Barrenche (2019) cita el planteo que hace Turkle (2011) acerca de que las performances online adquieren vida propia, aunque creamos usar las redes para ser “nosotrxs mismxs”. Ahora bien, ¿qué implicaría, entonces, “ser nosotrxs mismxs”? ¿Por qué eso no se vería problematizado en la vida offline pero sí en la presentación e interacción online? ¿Cuáles son los supuestos detrás de dicha afirmación en torno al modo de concebir la cuestión de la identidad? Los análisis pioneros de Turkle se hicieron a mediados de los ‘90 a partir del estudio de chats, foros, sitios de juegos online que en aquel momento representaban las prácticas más comunes en internet. El perfil que el usuario construía en ese contexto tenía ciertos rasgos de anonimato, la interacción era por medio de un nickname que podía o no coincidir con el nombre real del usuario (Di Prospero, 2011). En redes sociales como Facebook, si bien el usuario puede presentarse con otro nombre o imágenes que no sean propias, se abren nuevas habilitaciones que matizan el anonimato. En esta línea, Di Próspero (2011) incorpora la noción de “autocomprensión”, en lugar de la noción de identidad, para abordar de qué modo en redes sociales virtuales lxs usuarixs ponen en marcha un juego de roles, del mismo modo que Goffman analiza la interacción presencial a partir de la subjetividad situada. La idea de la presentación del sí mismx a partir de la pretensión de manejar las impresiones sobre la audiencia, se relaciona con la necesidad de reconocimiento y popularidad; cuestión que varios trabajos abordan desde la perspectiva de la Teoría de usos y gratificaciones. En este sentido, Morduchowicz (2012) afirma que en las interacciones online lxs jóvenes buscan conocerse a sí mismxs y construir una imagen ante lxs demás a modo de satisfacer la necesidad de incluirse en el grupo de pares y ser reconocidos por ellxs, incluso cediendo cuotas de intimidad ante el deseo de popularidad (Dillon, 2013). Lo expuesto en este apartado da cuenta de la potencialidad que el pensamiento de Goffman tiene en el abordaje de las plataformas virtuales, pero a la vez, cabe destacar que, esa cierta uniformidad en la literatura sería interesante que pueda ser tensionada a partir de la incorporación de nuevos enfoques. La mayor parte de los estudios se hacen desde disciplinas como la Sociología, la Antropología, la Comunicación social y la Semiótica. Otro aspecto interesante a resaltar es que las perspectivas conceptuales que aparecen con mayor predominio refieren a tradiciones provenientes de los países centrales, ¿esto se deberá al hecho de que fue allí donde la masificación de internet se dio con anticipación? Sin embargo, cabe mencionar, los mismos no han sido traducidos de modo automático a los estudios de Argentina y la región, sino que se los ha problematizado. II. El estudio de prácticas online. Estrategias metodológicas En este apartado se analizan las estrategias metodológicas implementadas, en mayor medida, en lo que refiere al estudio de la participación de lxs jóvenes en las redes sociales virtuales, qué implicancias ha tenido desde lo metodológico el estudio del entorno online, si ha supuesto (o no) pensar en y desde enfoques novedosos, y cuáles han sido las principales variables introducidas en dichos trabajos. 1) Enfoques metodológicos Los principales hallazgos dan cuenta de que en los estudios tiende a prevalecer el análisis de tipo cualitativo y, sólo en menor medida, éste es combinado con técnicas propias de la investigación cuantitativa (De la Torre y Vaillard, 2012; Suarez Quiroga, 2012; Linne 2013). De modo que la aplicación de cuestionarios/encuestas suele presentarse como una herramienta que permite un primer acercamiento al objeto de estudio para luego ser profundizado mediante algún instrumento de la metodología cualitativa. La mayoría de los estudios implementan entrevistas en profundidad para indagar en torno a las opiniones, representaciones y significados que atraviesan a lxs jóvenes en su participación en las redes sociales virtuales (Di Próspero, 2011; Dillon, 2013; Benitez Larghi, Lemus, Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013). Sumado a esto, cabe destacar la tendencia a combinar tales entrevistas con las observaciones virtuales (Moreno, 2013; Linne, 2015; Welschinger, 2015; Rueda Ortiz y Giraldo, 2016, Ramirez Cerón, 2018; Lemus, 2019). En la mayoría de las investigaciones, la observación se lleva a cabo con el objetivo de analizar los perfiles virtuales, teniendo un lugar protagónico el estudio de las fotografías (Linne y Basile, 2013; Linne y Basile, 2014; Rueda Ortiz y Giraldo, 2016). Gran parte de lxs investigadorxs advierte que, al volverse las tecnologías digitales objeto de estudio, surge la necesidad de implementar estrategias metodológicas afines aestos nuevos entornos, poniéndose de manifiesto las limitaciones de la etnografía tradicional: “(…) internet tiene sus propias estructuras epistemológicas y ontológicas, por tanto, requieren una nueva conceptualización de la investigación cuando es realizada en lo digital” (De Abreu, 2014: 69). En este sentido, se considera que las herramientas del estudio de campo deben reformularse a modo de posibilitar una mayor y mejor comprensión de lo que sucede en el entorno online. La etnografía virtual (Hine, 2004) se presenta, entonces, como una herramienta metodológica que cuenta con gran potencialidad para estudiar los usos y apropiaciones que lxs jóvenes hacen de las plataformas virtuales, en la medida que permite ahondar en las propias experiencias de lxs usuarixs (Welschinger, 2012). Desde esta perspectiva se afirma que el uso exclusivo de las herramientas brindadas por la etnografía tradicional no permite captar la red de significados que se ponen en juego al momento que lxs jóvenes se vinculan en y por medio de las redes sociales virtuales (Linne, 2014). Es por esto que se manifiesta la necesidad de “(…) profundizar la articulación de las observaciones obtenidas en los seguimientos de las interacciones con una etnografía en, de y a través de lo virtual (Hine, 2004 citada en Welschinger, 2015: 439)”. Hine (2004) propone un modo de hacer etnografía que sea capaz de superar la dicotomía online/offline, para avanzar hacia la comprensión de las nuevas percepciones espaciales- temporales habilitadas por el uso de internet. Es decir, se afirma que ahondar en los significados e interpretaciones que para los actores tienen sus prácticas en el marco de las redes sociales virtuales implica poner en marcha una etnografía apuntada a lo virtual que intente comprender la experiencia de ser un usuario (Hine, 2004). Lo dicho hasta aquí evidencia un interés por parte de quienes investigan de acceder tanto a la palabra mediante entrevistas en profundidad, pero también de conocer de primera mano; es decir, comprender las prácticas a partir de las experiencias que conforman los pasos que lxs usuarixs dan en las redes virtuales, implementando las observaciones de perfiles en el marco de una etnografía virtual; combinando en una misma investigación estrategias online y offline. Linne (2014) plantea la importancia de utilizar como instrumento metodológico, en el estudio de los nuevos modos de sociabilidad juvenil virtual, las mismas plataformas que lxs jóvenes utilizan cotidianamente; teniendo en cuenta que si bien lo online tiene vinculación con lo offline, lo online adquiere cierta especificidad como escenario novedoso, de ahí que emerja el interés por dichas herramientas metodológicas. Por su parte, De Abreu (2014) introduce la noción de “netnografía” (Kozinets, 2010) y define a dicho enfoque del siguiente modo: “(…) la netnografía es la fusión de técnicas etnográficas adaptadas al estudio de las comunidades digitales y busca interpretar las experiencias y la socialización en la web para atribuir sentido a las acciones de los sujetos” (Abreu, 2014: 122). La autora argumenta que el mayor aporte del término es la concepción de la no separación ontológica entre el mundo offline/online, y que permite acceder a la comprensión de esferas sociales difíciles de localizar físicamente pero que tienen lugar en el mundo online. Teniendo en cuenta que la mayoría de las investigaciones analizadas se proponen objetivos de tipo exploratorios y descriptivos, podría decirse que adquiere relevancia la puesta en juego de estrategias metodológicas capaces de brindar datos que den cuenta de los significados, interpretaciones y motivaciones que para lxs jóvenes tiene la apropiación y la participación en las redes sociales virtuales, a la vez que permitan observar de primera mano las prácticas y estrategias implementadas. El objetivo se centra en conocer las prácticas que despliegan, el contenido de las presentaciones y analizar de forma articulada con los modos en que nombran y consideran a tales prácticas. Por otro lado, como estrategia metodológica dentro del estudio en torno a los vínculos que establecen lxs jóvenes en y con las tecnologías digitales, se implementa la denominada “perspectiva biográfica” (Lemus, 2019; Benitez Larghi, Lemus, Moguillansky, y Ponce de León, 2016), a fin de intentar reconstruir las trayectorias de apropiación tecnológica de lxs jóvenes a lo largo de su vida. En este sentido, la tecnobiografía consiste en “una perspectiva cualitativa, comparativa y diacrónica para indagar las trayectorias tecnológicas de los sujetos a partir de los significados subjetivos que se elaboran en la interacción entre los jóvenes y las tecnologías informáticas (…)” (Benitez Larghi, Lemus, Moguillansky, y Ponce de León, 2016: 2). Es decir, por medio del enfoque biográfico se puede reconstruir las trayectorias de apropiación que lxs jóvenes hacen de las TIC en el interjuego entre sujeto/estructura: “uno de los mayores desafíos, y a la vez potencialidades del enfoque, reside en el análisis de la agencia del individuo y cómo ésta se pone en juego, se ve restringida o posibilitada por las estructuras (Marquez, 1999 citada en Lemus, 2018: 73). Comprender el significado que adquieren las tecnologías digitales en la vida de las personas conlleva a un análisis de la historia y trayectoria de apropiación, incluyendo recursos, temporalidades, espacios, prácticas, etc. De este modo, el vínculo con las tecnologías digitales es concebido como como prácticas que se desarrollan a lo largo del tiempo, en relación a distintos espacios y momentos vitales. En cuanto al modo en que la etnografía virtual es entendida y llevada a cabo en los trabajos analizados, suelen encontrarse puntos en común. Por un lado, la misma consiste en la observación de los perfiles, muros o biografías, publicaciones que lxs usuarixs hacen y/o comparten en las plataformas virtuales (tanto textos como imágenes y videos). Para realizar dicha observación, algunxs autorxs comentan que previamente elaboran una guía con tópicos que oriente qué será aquello merecedor de ser observado (Ramirez Cerón, 2018; Zerega, 2018). La noción de observación participante en el entorno online refiere al envío y aceptación de solicitudes, click de “me gusta”, etc. Por otro lado, en algunos estudios, se recurre a la creación de un perfil “ad hoc” o de grupos de Facebook como herramientas para el análisis. Del modo que sea, se tiene a coincidir en la importancia de solicitar el permiso de lxs usuarixs para la observación de sus perfiles, y el compromiso a mantener el anonimato. A su vez, en varias ocasiones, la etnografía virtual es complementada con herramientas de la etnografía tradicional como es el caso de la entrevista en profundidad copresencial (Linne, 2014; Welschinger, 2015; Zerega, 2018) y de los grupos focales (Ochoa Gutierrez y Uribe Alvarado, 2015; Welschinger, 2015), a fin de indagar los discursos en torno a los sentidos, valoraciones, significados que lxs usuarixs otorgan a sus interacciones online. En lo que refiere concretamente a la decisión de quienes formarán parte de la población de estudio, se evidencia una tendencia a implementar la técnica “bola de nieve” para delimitar el muestreo, de tipo no probabilístico. Es evidente que la estrategia metodológica implementada en cada estudio dice mucho acerca de cuál es la concepción que se tiene de internet y de lo que allí sucede. En este sentido, la etnografía virtual pretende reconstruir el modo en que se presentan nuevas temporalidades y espacialidades en el marco de internet, entendiendo que la etnografía no puede ejercerse de modo estanco, sino que debe ser capaz de captar la fluidez de las interacciones online. Pero quienes pueden darnos una idea de cómo son producidos, percibidos y experimentados los tiempos y espacios, son lxs propixs usuarixs. Así como las nuevas formas de sociabilidad contemporáneas, propias de la sociedad en red, implicanla elaboración y/o reformulación de categorías conceptuales, lxs investigadorxs anuncian que también significa un desafío metodológico dentro de las ciencias sociales. En este sentido, hay que subrayar que las peculiaridades del ámbito digital condicionan el modo en que el “yo” se despliega, y como tal es un fenómeno que reclama para su comprensión nuevas aproximaciones específicamente centradas en dicho entorno, tanto en el plano teórico-conceptual (Turkle, 1995; Fornas et al, 2002; Baym, 2010; Papacharissi, 2011) como metodológico (Kozinets, 2009; Hine, 2012, 2013)” (Serrano Puche, 2013: 355). En cuanto a la reflexión sobre los aportes y las limitaciones de la etnografía virtual, Lasén (2012) hace un planteo interesante a partir de su propia reflexión sobre su proceso de investigación que nos puede ayudar a pensar en las potencialidades de dicha estrategia. La autora relata las dificultades en relación a la poca predisposición de lxs usuarixs para ser entrevistados presencialmente. Además, expresa que sus narrativas presentan contradicciones y ambigüedades: “sensación sin duda incrementada por la propia situación de entrevista y del grupo de discusión, ya que estos rasgos no aparecen, o en mucha menor medida, en las formas de etnografía virtual. Ese malestar no se encuentra en los perfiles, ni en los foto-blogs, ni en las conversaciones online” (Lasén 2012: 4). Según la autora, en las entrevistas lo relatado se ve empañado por los prejuicios normativos del “deber ser” y lo “políticamente correcto”. Lxs jóvenes pueden adecuar sus discursos a lo que se espera que hagan en el entorno online, más que narrar efectivamente sus prácticas. De modo que la etnografía virtual podría saldar esas limitaciones propias de otras técnicas de la investigación cualitativa, al poner en diálogo lo que las prácticas con los modos de nombrarlas. A modo de síntesis, podría decirse que la mayoría de aquellxs que investigan lo que sucede en el mundo virtual resaltan las potencialidades de las herramientas de la metodología cualitativa para indagar en torno a cómo lxs sujetos significan sus prácticas en el marco de las plataformas virtuales. Sin embargo, una gruesa línea de investigadorxs parece coincidir en que no alcanza con trasladar tal cual son las técnicas del mundo offline al online, y en este sentido en la mayoría de los trabajos se recurre a la etnografía virtual en un afán de reconocer las especificidades que los modos de sociabilidad adquieren en el mundo en línea. La etnografía virtual brinda al proceso de investigación aportes “necesarios para comprender estas prácticas, que son difícilmente abordables sólo a partir de procedimientos como entrevistas o grupos de discusión” (Lasén 2012: 2). Si bien lo que sucede en el entorno online no puede ser deslindado de análisis que van más allá de lo virtual, en el sentido de que sería inconveniente plantarse en dualismos del tipo “online/offline” como si fuesen dos porciones de la realidad totalmente ajenas entre sí, también es cierto que las interacciones que se desarrollan en dicho escenario conllevan ciertas especificidades que es importante no perder de vista. Y la etnografía virtual se presenta como la herramienta para saldar esa cuestión porque lxs usuarios habitan un mundo que presenta una constante hibridación entre lo online y lo offline. Estudiar lo que ocurre en el marco de las plataformas sociales virtuales deslindado de lo que sucede en el mundo offline sería limitante e implicaría “(…) contribuir a sustentar la falacia de que lo virtual se opone a lo “real” (…) como si lo que ocurre en las prácticas comunicativas mediatizadas tecnológicamente no formara parte de la realidad y de la vida cotidiana de los que participan en ellas” (Lasén 2012: 3). 2) Variables de análisis Otra cuestión que concierne a las decisiones metodológicas, refiere a cuáles son aquellas variables que se plantearán como dimensiones de análisis. A partir del relevamiento y análisis de la literatura, en el presente apartado se presenta una categorización de cuáles han sido las que adquirieron mayor presencia en los estudios analizados. La mayoría de los trabajos relevados asume que los modos en que lxs jóvenes se vinculan con las tecnologías digitales no pueden ser universalizados y analizados de forma aislada, ya que la manera en que éstas sean utilizadas y significadas estará condicionada por contextos más amplios; “las trayectorias de acercamiento a las TIC son heterogéneas y en ellas intervienen distintos factores: sociales, generacionales, económicos, de género y culturales, entre otros” (Benitez Larghi, Lemus, Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013, 2013: 8). Luego de hacer un relevamiento de las investigaciones, podemos afirmar que las tres dimensiones que adquieren mayor presencia en los estudios son: edad, género y clase social. En lo que refiere a la dimensión de clase social, ésta es analizada a partir del lugar que ocupa el nivel socioeconómico en la apropiación de las tecnologías digitales y en el desarrollo de las interacciones virtuales; siendo la clase social, en buena parte de las investigaciones, un criterio determinante al momento de seleccionar la unidad de análisis y plantear interrogantes. En este punto resulta interesante recuperar el modo en que en los distintos trabajos se explica de qué manera es delimitado el criterio socioeconómico. Mientras que Linne (2013) accede a la variable de clase mediante el criterio “carencia de servicios básicos en el hogar”, (Ochoa Gutiérrez y Uribe Alvarado, 2015) agregan a los servicios básicos, el indicador de contar con una vivienda propia o rentada, para determinar el nivel socioeconómico “medio”. Por su parte, Dillon (2013) reconstruyó el nivel socioeconómico mediante el tipo de barrio de residencia. Hasta aquí parece haber un modo particular de limitar el criterio de clase social en la búsqueda del recorte poblacional: aquel que refiere a cuestiones relacionadas con el tipo de vivienda, barrio de residencia, y acceso o no a los servicios básicos. Luego, se presentan una serie de trabajos que, para determinar la variable de clase, consideran el tipo de escuela al que asisten lxs jóvenes. Por su parte, Lemus (2018) considera el tipo de escuela de concurrencia para delimitar la población de estudio y explica que, para contar con información más precisa, se recurrió a un organismo público capaz de brindar datos respecto de “(...) tipo de gestión, matricula, jornada y porcentaje de subvención por parte del Estado” (Lemus, 2018: 81). En la misma línea, Welschinger (2015) se acerca a lxs jóvenes de sectores populares a través de las escuelas y su rol de beneficiarios del Programa Conectar Igualdad, en un intento de conocer qué significa para ellxs “estar conectados”. Por su parte, Benítez Larghi.; Lemus; Welschinger Lascano.; Moguillansky; Ponce de León (2013) también accedieron a lxs jóvenes mediante dos escuelas que representaban diferentes situaciones socioeconómicas en el afán de analizar la incidencia que tiene el origen socioeconómico en la experiencia tecnológica juvenil. Mientras algunos estudios analizan la variable socioeconómica de manera comparativa, presentando similitudes y diferencias halladas entre distintos sectores sociales (Benítez Larghi, Lemus, Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013; Dillon, 2013), otros centran su investigación en un sector social determinado al incorporarlo como criterio para el recorte de la población de estudio (García Delgado y Felice; 2013, Zerega, 2018; Ochoa Gutiérrez y Uribe Alvarado, 2015; Lemus, 2018; Lemus, 2019, etc). Lo analizado da cuenta de que el modo de acceder a la dimensión de clase y de definirla no es homogéneo, sino que se establecen diferentes criterios en los trabajos relevados, tales como formación de padre/madre, antigüedad de tecnología en el hogar, situación laboral, etc. Lo que sí se puede afirmar, pese a estas diferencias, esque resulta notorio el interés de lxs autorxs por la influencia que la dimensión de clase tiene en el modo en que lxs jóvenes se apropian, utilizan y vinculan con los dispositivos tecnológicos, internet y, concretamente, las plataformas sociales virtuales. Es decir, todxs se aproximan desde una mirada que tiende a considerar las condiciones de vida y situaciones económicas. Como se mencionaba al principio, otra de las variables que se introduce con sobresaliente presencia es el género (Torre y Vaillard, 2012; García Delgado y Felice, 2013; Linne, 2014; Abreu, 2014; Ochoa Gutierrez y Uribe Alvarado, 2015; Ramirez Cerón, 2018; Lemus, 2019). Esta dimensión se analiza y problematiza principalmente en relación a la influencia (o no) que el género tiene en el modo en que lxs jóvenes hacen uso y se apropian de las plataformas virtuales, a fin de indagar el rol que juegan los estereotipos y mandatos de género, y considerándose si las redes virtuales se configuran como espacios donde éstos son disputados, tensionados o reproducidos. Los trabajos mencionados anteriormente, se interrogan en torno a las posibilidades y/o limitaciones que el género implica al momento de la construcción y puesta en juego de un perfil online en la interacción con otrxs. Respecto de esta dimensión de análisis, cabe resaltar que en la mayoría de los estudios relevados la variable “género” es presentada y analizada en términos binarios “varón/mujer”, quedando invisibilizadas otras identidades que no se enmarcan en tal dicotomía. En algunos trabajos, la dimensión de género se introduce únicamente como forma de categorizar a la población de estudio, sin resultar criterio explicativo en torno a los vínculos y prácticas que lxs jóvenes tienen con y en las tecnologías digitales. En cuanto a la edad, todos los estudios considerados delimitan su población de estudio en jóvenes o adolescentes, según conceptualización, argumentando que este es el rango etario sobresaliente en lo que refiere al vínculo con las tecnologías digitales y, particularmente, con el uso de redes sociales virtuales. La mayoría de lxs autorxs hacen referencia a la presencia de las tecnologías digitales en los modos de sociabilidad juvenil contemporáneos, a la importancia del grupo de pares y las interacciones con éstos en el marco de las plataformas digitales. En relación a la cuestión etaria, algunas investigaciones recuperan la noción de “nativos digitales” (Ollari, 2011; Torre y Vaillard, 2012; Linne, 2013; entre otros), para dar cuenta de un supuesto modo en que las generaciones jóvenes se vinculan con cierta “soltura y naturalidad” con las tecnologías digitales (Linne, 2013). Sin embargo, este posicionamiento teórico ha sido discutido desde otras perspectivas denunciando la mirada estática y homogeneizadora que plantea al invisibilizar trayectorias heterogéneas, desigualdades y brechas que intervienen en las dinámicas de usos y apropiaciones que los jóvenes hacen de las TIC. En este sentido, adoptar de modo acrítico la noción de “nativos digitales” nos puede impedir dar cuenta de las desigualdades en que se enmarca la apropiación de las tic por parte de los jóvenes pertenecientes a distintas clases sociales (Lemus, 2018). Asimismo, la noción de “nativos digitales” (Prensky, 2001) omite que, incluso saldada la cuestión relativa al acceso, se configuran nuevas desigualdades en torno a qué prácticas tecnológicas pueden efectivamente llevar a cabo y de qué manera pueden apropiarse lxs jóvenes de acuerdo a los capitales culturales diferenciales. En este sentido, “(...) los capitales acumulados como parte de las trayectorias vitales de los sujetos, habilitan modos desiguales de vinculación con las TIC. Es así que la aproximación a las tecnologías se ve condicionada por factores como la edad, el género, el nivel socioeconómico, entre otros” (Ainora, Bampi, Guzzo, Hernández; 2014: 6). La mayoría de los estudios relevados parecen coincidir en que lxs jóvenes son un segmento poblacional que predomina como usuarixs de redes sociales virtuales. Sin embargo, así como a la hora de delimitar la dimensión de clase no se presenta un criterio homogéneo, lo mismo sucede con la edad. Algunos estudios delimitan la juventud entre los 12 y 18 años (Suarez Quiroga, 2012; Dillon, 2013; Ochoa Gutiérrez, P y Uribe Alvarado, J, 2015; Lemus, 2019, etc), mientras que otros lo hacen desde los 19 a los 29 años aproximadamente (García Delgadoy Felice, 2013; Zarega, 2018; entre otros). A grandes rasgos puede afirmarse, entonces, que el espectro de lo considerado como “juvenil” lejos de presentar unanimidad, parece contar de cierta amplitud. Retomando lo planteado con anterioridad sobre la noción de “nativos digitales”, el entrecruzamiento de las variables edad, género y clase (sólo por retomar las que se presentan en los estudios relevados) parece tener gran potencial para comprender los modos en que lxs jóvenes usan y se apropian de las TIC, y las redes sociales virtuales. Hablar de nativxs digitales, para referir a la vinculación casi “natural” entre lxs jóvenes y las tecnologías, oculta las múltiples desigualdades que condicionan las experiencias y trayectorias juveniles. Frente a esto, es importante resaltar “(…) la imposibilidad de pensar a la “juventud” como una categoría homogénea, pues ello tiende a unificar lo que en la práctica son modos de existencia social diversos, invisibilizando (y por lo tanto a legitimando) desigualdades sociales” (Ainora, Bampi, Guzzo, Hernández; 2014: 3). El modo en que algunos trabajos analizan la participación de jóvenes en plataformas virtuales presupone una idea de juventud como categoría cerrada y homogénea, y es así en ese interjuego entre dimensiones donde pueden surgir los interrogantes más ricos para abordar el modo en que se apropian de las redes sociales virtuales; entendiendo que siempre estará atravesado por cuestiones de género, territoriales, socioeconómicas, étnicas, etc. Frente a la mirada de las perspectivas que asumen de manera acrítica la noción de “nativos digitales”, resulta interesante plantear algunos interrogantes: referir a lxs jóvenes en tanto “nativxs digitales”, ¿no resulta una mirada estanca, que invisibiliza los distintos modos del ser joven? En un contexto de distribución de los dispositivos tecnológicos mediante la lógica mercantil, ¿es analíticamente conveniente presuponer que todos lxs jóvenes acceden efectivamente a ellos? Incluso estando saldada la cuestión referida al acceso, ¿basta con haber nacido y ser socializadx en un contexto de presencia masiva de las tecnologías digitales para asegurar que todxs utilizan y se apropian de ellas a partir de las mismas habilidades y saberes? ¿Qué lugar que tienen los procesos simbólicos y los capitales culturales en dicha apropiación? ¿Qué consecuencias trae aparejada la concepción que asume un único modo de ser joven, y un modo homogéneo de vínculo de ellxs con las TIC para las políticas públicas? Ante estos interrogantes, entender a priori a lxs jóvenes como nativos digitales, entonces, parece no es capaz de captar la hetetogeneidad que subyace a las distintas trayectorias de socialización y utilización de las tecnologías digitales debido a su mirada naturalizante, estanca y cerrada que propone al categorizar de manera binaria, nativos/migrantes, la relación con las tecnologías digitales. Otro indicio de que los estudios podrían ampliar el horizonte de lo que entienden por juventudes y las diversas formas de vivirlas, es que los trabajos relevados se sitúan en contextos urbanos. Los trabajos locales refieren en su mayoría a juventudes que habitan contextos urbanos. Es decir, hay una vacancia en la cuestión territorial en el sentido de que no se indaga, en las investigaciones analizadas, acerca de cómo lxs jóvenes que viven en zonas rurales se apropian de las TIC, particularmente de las redes sociales virtuales, del mismo modo que tampoco se interroga en torno a la dimensión étnica. Valepreguntarse si esto se debe a que se presuponen ciertos modos de la sociabilidad y experiencia juvenil rural donde quedarían por fuera las tecnologías digitales, si se trata de visiones un tanto urbanocentristas, etc. ¿Qué presupuestos subyacen al momento de concentrar los esfuerzos analíticos exclusivamente en contexto urbanos? ¿Por qué el modo en que lxs jóvenes que habitan zonas rurales se vinculan con las tecnologías digitales no adquiere relevancia en los estudios sobre dicha cuestión? De nuevo, ¿qué consecuencias para las políticas públicas trae aparejado el hecho de que la dimensión étnica no sea considerada en las investigaciones en torno a las experiencias juveniles con las nuevas tecnologías? ¿El foco en lo urbano se vincula con los modos de difusión de Tecnologías Digitales en el país y la llegada “más temprana” de la conectividad y los dispositivos a los grandes centros urbanos? ¿Presuponen que en las ciudades pequeñas o entornos rurales las sociabilidades predominantes pasan por lo offline? Los interrogantes presentados proponen identificar posibles líneas de investigación que resultarían interesantes emprender en próximos trabajos, a fin de incorporar nuevas dimensiones de análisis y profundizar las ya estudiadas. III Las plataformas virtuales como escenarios de análisis social Dentro de las investigaciones en torno al uso y apropiación de plataformas sociales virtuales, aquella que adquiere mayor predominancia como objeto de análisis es la red social Facebook. Lxs autorxs argumentan que Facebook se vuelve objeto de interés dado su carácter masivo en lo que refiere a cantidad de usuarixs a nivel mundial, al punto que muchxs jóvenes han llegado a considerar que Internet es Facebook (Linne, 2015). En este sentido, en algunos trabajos se afirma que el estudio sobre lo que sucede en el marco de esa red social con gran popularidad permite extraer algunas conclusiones que podrían extrapolarse a otras redes (Dillon, 2013). Específicamente en lo que respecta a la situación local, Facebook también se ubica en un lugar sobresaliente respecto de la cantidad de usuarios: “los argentinos se han sumado masivamente al boom de las redes sociales. El país tiene una de las tasas de penetración de Facebook más altas del mundo (…)” (Dillon, 2013: 44). Por otro lado, el recorte que establece a Facebook como objeto de estudio se fundamenta en que se trata una red social propia de la web 2.0. Es decir, una plataforma participativa que, dadas sus características técnicas, habilita e invita a la construcción de un perfil online configurable y editable para la interacción con otros. En este sentido, “(…) las características de la plataforma Facebook, incluso aquellas que parecen insignificantes, tienen una influencia en la manera cómo los usuarios despliegan sus perfiles” (Rueda y Giraldo, 2016: 120). Tanto en su versión “muro” como “biografía”, la posibilidad de seleccionar una foto de perfil, añadir una presentación personal, armar y compartir álbumes de fotos, negociar las opciones de privacidad, etc; se puede evidenciar que “Facebook brinda numerosas posibilidades para la construcción y reconstrucción de un yo a medida” (Di Próspero, 2011: 45). Al ingresar a la cuenta de Facebook, lxs usuarixs son interpeladxs ante la pregunta “¿Qué estás pensando?”; la configuración de la plataforma invita a la puesta en juego de estrategias de presentación del sí mismx, y brinda herramientas que posibilitan diagramar ese perfil público en base a qué quiero mostrar, cuándo lo quiero mostrar y con quiénes lo quiero mostrar. El/la usuarix es invitadx a desplegar su propia narrativa “(…) Facebook posee un diseño y una estructura de carácter autorreferencial; es decir, que la información que se consigna en el perfil (datos personales, foto, amigos, hobbies, botón Me gusta, “qué estás pensando”, etc.) constituyen estrategias narrativas que se orientan a “la construcción del yo” (…)” (Suárez Quiroga, 2012: 14). Hay un constante interjuego entre las posibilidades y limitaciones de software que hacen a la configuración técnica de la plataforma y las intenciones de lxs usuarixs. La red se va modificando, lo cual implica cambios en torno a los horizontes de posibilidades. Una de las modificaciones emblemáticas de Facebook fue el cambio de formato “muro” por el de “biografía”. Hasta el año 2012, la plataforma contaba con dos secciones básicas: el perfil, donde el usuario presentaba sus datos personales, y el muro, donde se producían las interacciones. A partir de ese momento, mediante el formato “biografía”, Facebook integra esos dos espacios en una misma página: “la biografía es la sección en la que el usuario comparte y edita su información personal y su actividad reciente” (Linne, 2015: 69). A diferencia del muro, la biografía tiene mayor componente visual (imagen de perfil y de portada) y abarca una información más amplia. Otro dato a destacar en lo que refiere a las modificaciones en la arquitectura de la red social, a partir del año 2015 Facebook ha extendido el botón de “like” hacia nuevas opciones de “reacciones” como respuestas rápidas y sencillas en la interacción con otrxs usuarixs, como por ejemplo la última reacción incorporada: “me importa”, enmarcada en un contexto de crisis sanitaria producto del virus denominado “COVID-19”, incluída a modo de “abrazo virtual” hacia lxs demás. A partir de lo anteriormente presentado se evidencia que, lejos de ser una red social estática, Facebook está en constante movimiento; no sólo por parte de las acciones e interacciones realizadas por sus usuarixs sino también que la plataforma introduce cambios en lo que respecta a su arquitectura, y esto habilita nuevos cursos de acción y de vinculación, invitado a lxs usuarixs a desarrollar estrategias novedosas para la presentación del sí mismx y para la interacción con otrxs. Así mismo, es importante resaltar que trabajos más actuales han concentrado sus esfuerzos analíticos en el marco de la red social Instagram. Los motivos que lxs autorxs exponen en torno a esta decisión refieren, también, a la popularidad alcanzada por dicha plataforma considerando el elevado número de usuarixs que posee, principalmente jóvenes; “(…) en el 2017 Instagram abrazó los 700 millones de usuarios (…)” (Zerega, 2018: 15). Según Lemus (2019), esto puede deberse a que el arribo de adultos familiares a Facebook “(…) contribuyó a que los jóvenes migraran hacia nuevos espacios y con ello cambió también el modo de moverse allí” (Lemus, 2019: 6). Este planteo coincide con los hallazgos de Zerega (2018) quien, a partir de los relatos de lxs jóvenes estudiadxs, afirma que “(…) hay una selección más cuidadosa del contenido en FB porque en esta red se encuentran sus familiares” (Zerega, 2018: 62). Esto evidencia que no utilizan las redes sociales de manera totalmente desprovista de códigos y normativas, sino que su participación en estos escenarios virtuales implica el diseño y la puesta en ejercicio de una serie de procesos que implican decisiones de selección y edición a partir de ciertos parámetros. Si bien ya se aclaraba que Facebook en sus modificaciones del diseño arquitectónico había dado cada vez mayor protagonismo al aspecto visual, Instagram se presenta como la red sobresaliente en relación a lugar central que se le otorga a la imagen. En cuanto al feedback, el “like” también es una herramienta que Instagram posee, pero de manera mucho más restringida en cuanto a opciones, si se compara con las posibilidades de “reacciones” que Facebook ofrece. Sin embargo, de acuerdo con la bibliografía el elemento distintivo de Instagram es el uso del “hashtag”, herramienta que permite viralizar contenido de manera fácil y rápida. Instagram se presenta como un sitio donde publicar de manera instantánea y fugaz, por medio de las “historias”, mientras que el contenido posteado en el “feed” tiene una carga simbólica o emotiva mayor, o se percibe como más relevante (Zerega,2018). Vale aclarar que lxs autorxs plantean que muchas veces ambas redes se usan de modo conjunto debido a que existe la posibilidad de configurar el “linkeo” de cuentas, en caso de ser usuarix de las dos plataformas. Si bien Instagram tiene una presencia creciente en los últimos años en los análisis sociales sobre redes virtuales, los estudios refieren ampliamente a Facebook. Quizás esto se deba a que dicha plataforma sigue siendo considerada por la mayoría de lxs investigadorxs del siguiente modo: “Instagram es una red social que ha crecido a un ritmo abismal en un corto periodo de tiempo, si bien Facebook es el rey indiscutible de las redes sociales (…)” (Zerega, 2018: 16). A modo reflexivo, en relación a lo desarrollado con anterioridad, resulta interesante el interrogante acerca de cuáles son los aspectos relevantes a poner bajo la lupa: ¿qué tipo de datos puede arrojar un estudio centrado exclusiva o principalmente en las características arquitectónicas de una plataforma? ¿Cuál es la riqueza de analizar dichos rasgos junto a los usos y apropiaciones que se hacen de las habilitaciones técnicas? Conocer las plataformas en cuanto a su arquitectura abre la posibilidad a preguntarse qué performances pueden configurar lxs usuarios a partir de ellas. Pero centrar el análisis exclusivamente en lo que refiere a la plataforma, propiamente dicha, puede conllevar la caducidad de los estudios teniendo en cuenta las modificaciones que ésta puede sufrir. Recientemente, la red social que ha ganado protagonismo entre lxs jóvenes es TikTok. Se trata de una plataforma que permite crear y compartir videos de breve duración. Se abre una línea interesante capaz de estudiar cuáles son las satisfacciones que genera el uso de dicha red social, de qué manera lxs jóvenes se apropian de ella, cómo se presentan a sí mismxs, y cuáles son sus especificidades respecto de otras redes. En resumen, la participación en plataformas virtuales emerge de un constante proceso de negociación entre las habilitaciones provistas por las características técnicas de la red y los procesos de apropiación que desarrollan lxs usuarios a partir de sus pretensiones e intereses. Estudiar cómo se mueven lxs jóvenes en los entornos online y cómo se presentan ante otrxs permite conocer cuestiones relativas a los modos de sociabilidad juvenil en términos más generales; considerando que lo online/offline no se trata de instancias deslindadas, sino que, por lo contrario, se encuentran mutuamente imbricadas. IV Sacudiendo al sentido común. Principales hallazgos en los trabajos relevados Resulta evidente que la participación de jóvenes en el entorno virtual es una cuestión que ocupa al debate público y académico. En este sentido, es interesante poner en tensión algunas ideas que conforman al sentido común, que son producidas y reproducidas por y en los medios de comunicación, respecto de los hallazgos brindados por los estudios relevados. Éstos presentan conclusiones que permiten ahondar en las prácticas digitales juveniles, intentando reconstruir y comprender los significados, representaciones e, incluso, desigualdades que las atraviesan. Algunos titulares que dan cuenta de esto son: “Adolescentes en riesgo: El robo de identidad y el acoso crecen en las redes sociales” (Clarín, 2013); “Vivir desde el teléfono o para las redes sociales: ¿síndrome urbano contemporáneo o enfermedad del siglo XXI?” (Infobae, 2019); “¿Las redes sociales arruinan la vida de los jóvenes?” (Infobae, 2015). “Redes sociales: cómo evitar que los chicos estén en peligro” (La Nación, 2020); “Ciberadicción en cuarentena: redes sociales, videojuegos y ludopatía online” (Perfil, 2020). Es interesante reflexionar en torno al modo en que la cuestión del uso tecnologías digitales y de redes sociales virtuales por parte de jóvenes, específicamente, es planteada en estos espacios mediáticos y avaladas por profesionales en un intento de dar respuestas a interrogantes y preocupaciones, ante todo, de otrxs adultxs. En un sentido similar, Chaves (2005) afirma que gran parte de las formaciones discursivas sobre la juventud implica que ésta sea “(...) negada (modelo jurídico) o negativizada (modelo represivo), se le niega existencia como sujeto total (en transición, incompleto, ni niño ni adulto) o se negativizan sus prácticas (juventud problema, juventud gris, joven desviado, tribu juvenil, ser rebelde, delincuente) (Chaves, 2005: 9). En primer lugar, en los titulares analizados, es evidente la primacía de la mirada adultocentrista. En la mayoría de las notas, charlas, lxs jóvenes no son consultadxs, convocadxs. Se habla en nombre de ellxs pero pocas veces se los invita a tomar la palabra. La pregunta sobre lxs jóvenes las hacen adultxs, sobre preocupaciones de adultxs, y la responden adultxs. Por otro lado, es pertinente hacer foco en los términos y adjetivos que suelen adquirir protagonismo cuando se pretende analizar lo que sucede en el entorno virtual.: “peligros”, “preocupación”, “efectos negativos”, “hiper”. En general, estos modos de decir, que no son ingenuos, van acompañados de miradas patologizantes y homogeneizadoras. Y allí aparecen, entonces, cuestiones como “síndrome”, “síntoma”, “enfermedad”. La mirada determinista que habla en nombre de “impactos”, el adultocentrismo que poco (o nada) convoca a la palabra de lxs jóvenes, y las concepciones patologizantes sobresalen en los análisis mediáticos en torno al vínculo de jóvenes con las tecnologías, específicamente con las redes sociales virtuales. En cuanto a esas preocupaciones que aparecen con mayor frecuencia, una es la que plantea la cuestión relativa a la cantidad de horas que lxs jóvenes pasan frente a la pantalla, en una supuesta absoluta soledad, ensimismadx, haciendo vaya uno a saber qué cosas, con todos los peligros que allí habitan en un mundo de desconocidos. Tensionando esta idea con los aportes de los estudios, la evidencia científica analizada indica que lxs jóvenes manifiestan contactarse y vincularse en el marco de las redes sociales virtuales con quienes también lo hacen de forma presencial (Dillon, 2013). De este modo, puede establecerse un continuum entre las relaciones de tipo “cara a cara” y los vínculos virtuales, poniéndose en cuestión aquellas perspectivas que plantean la existencia de una vida “online” y una vida “offline” (Turkle, 1997). Resulta, entonces, pertinente poner en tensión las construcciones de sentidos elaboradas y reproducidas en y por los medios de comunicación con los aportes científicos al respecto. El estereotipo del joven ensimismado y aislado no parece ser representativo de la mayoría de las experiencias que ellxs mismxs relatan en las entrevistas realizadas en los estudios relevados. Por el contrario, a partir de las conclusiones de las investigaciones analizadas, puede afirmarse que las redes sociales virtuales no suponen en los modos de sociabilidad juvenil una forma de aislamiento social que actúe suplantando los encuentros presenciales (Moreno, 2013; Linne, 2014), a la vez que tampoco se convierten en un espacio donde lxs jóvenes interactúen mayormente con desconocidxs (Dillon, 2013; De la Torre y Vaillard, 2012). Los hallazgos científicos revelan que Facebook se vuelve (…) un espacio donde continuar las conversaciones que comenzaron en la escuela, en el barrio o en alguna salida. Los vínculos virtuales y los “reales” se retroalimentan mutuamente, las dos esferas de interacción no constituyen universos paralelos, sino que forman un continuum (Dillon, 2013: 65). Retomando a Chaves (2005), las enunciaciones discursivas acerca de las prácticas juveniles plasmadas en los titulares anteriormente mencionados, parecen corroborar la idea de que “(...) se negativizan sus prácticas” (Chaves, 2005: 9). La “patologización” que dichos discursos otorgan al vínculo de lxs jóvenes con las tic, implica una mirada negativa, un abordaje “(...) plagado de términos médicos y biológicos y sus intervenciones
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