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Ainora,	Natalia
Jóvenes	y	la	presentación	del	sí
mismo	en	redes	sociales
virtuales.	Hacia	un	estado	de	la
cuestión
Tesis	presentada	para	la	obtención	del	grado	de	Licenciada	en
Sociología
Director:	Benítez	Larghi,	Sebastián.	Codirectora:	Lemus,
Magdalena
Ainora,	N.	(2021).	Jóvenes	y	la	presentación	del	sí	mismo	en	redes	sociales	virtuales.	Hacia
un	estado	de	la	cuestión.	Tesis	de	grado.	Universidad	Nacional	de	La	Plata.	Facultad	de
Humanidades	y	Ciencias	de	la	Educación.	En	Memoria	Académica.	Disponible	en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.2366/te.2366.pdf
Información	adicional	en	www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
Esta	obra	está	bajo	una	Licencia	Creative	Commons
Atribución-NoComercial-CompartirIgual	4.0	Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA
TESINA
Jóvenes y la presentación del sí mismo en
redes sociales virtuales.
Hacia un estado de la cuestión.
Alumna: Ainora, Natalia
Legajo 98701/1
Correo electrónico:
natalia_ainora@hotmail.com
Director: Benitez Larghi, Sebastián
Codirectora: Lemus, Magdalena
Fecha: 23/11/2021
mailto:natalia_ainora@hotmail.com
Resumen
El principal objetivo del presente trabajo es analizar el modo en que, desde las ciencias sociales, han
sido abordados los usos y prácticas de lxs jóvenes en el marco de las redes sociales virtuales; a fin
de identificar las perspectivas teóricas y las estrategias metodológicas más significativas que se han
implicado en dichos estudios.
La recuperación de los antecedentes planteada en la tesina posibilita establecer un estado de la
cuestión, así como también proponer interrogantes que inviten a abrir nuevas líneas de investigación
a partir de las vacantes identificadas.
El estudio se ha realizado a partir de la construcción de un corpus de bibliografía académica y la
elaboración de un instrumento de análisis que ha tenido los siguientes objetivos: sistematizar los
marcos conceptuales más utilizados, identificar las estrategias metodológicas implementadas,
detallar las dimensiones de análisis explicativas, recuperar los conocimientos formalizados
existentes sobre la cuestión, identificar las vacancias en el estado actual del conocimiento, y orientar
el planteo de nuevos interrogantes.
Palabras claves
TECNOLOGÍAS DIGITALES- REDES SOCIALES VIRTUALES- JÓVENES- MARCOS
CONCEPTUALES- ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS
Índice
Introducción……………………………………………………………………………......................4
I.Participación de jóvenes en redes sociales virtuales. Aproximaciones conceptuales......................13
II. El estudio de prácticas online. Estrategias metodológicas…...……………………………….....20
III. Las plataformas virtuales como escenarios de análisis social……………………......................32
IV. Sacudiendo al sentido común. Principales hallazgos en los trabajos relevados….......................36
Reflexiones finales………………………………………………………………………………….49
Bibliografía………………………………………………………………………………………….52
Introducción
La sociedad contemporánea se caracteriza por la presencia de una revolución tecnológica sin
precedentes, relacionada a la introducción creciente y a ritmo acelerado de tecnologías de la
información y la comunicación en la vida cotidiana; motivo por el cual ha recibido denominaciones
como “era tecnológica”, “sociedad tecnológica” o “sociedad de la información”. Ésto da cuenta de
un proceso caracterizado por la proliferación de aparatos portátiles que permiten proporcionar una
capacidad informática y de comunicación sin cables, posibilitando la creación de nuevos modos de
comunicación (Castells, 2009). 
Haciendo un recorrido por las transformaciones recientes hay, al menos, dos cuestiones
relevantes que han venido a ampliar el universo de posibilidades de la sociabilidad juvenil al
habilitar nuevos modos de percibir la interacción con otrxs , la presentación del sí mismx, y de1
experimentación del tiempo y del espacio. Primero, la aparición de la llamada web 2.0, ámbito
interactivo donde lxs usuarixs tienen un rol activo ya que permite la creación de perfiles, brinda la
posibilidad de producir e intercambiar y fijar contenidos en redes sociales, compartir intereses,
fotografías e interactuar en forma sincrónica y asincrónica. Por otro lado, y conjuntamente, la
aparición y masificación de los dispositivos móviles ha permitido que la conexión a internet y la
participación en una red social virtual no dependan de la presencia de un dispositivo fijado en un
1 En el presente trabajo se utiliza la “x” con el objetivo de evitar los usos del lenguaje que conllevan implícitamente
connotaciones de carácter discriminatorio o excluyente de la diversidad de identidades de género, tal como lo autoriza la
Resolución Nro. 2086/17: Modificación del artículo 41 del Régimen de Enseñanza y Promoción para reconocer el uso
plurales y dinámicos del lenguaje. UNLP, FAHCE.
espacio, como es el caso de una computadora en el hogar; habilitando nuevos modos de habitar,
percibir e imaginar las distancias espacio-temporales.
Al hablar de tecnologías digitales entendemos que “(...) tienen la particularidad de que pueden
integrar en los mismos artefactos todas las funciones de este tipo de tecnologías. Las computadoras,
y los aparatos que se les parecen cada vez más, almacenan, procesan, reproducen, transmiten y
convierten información digital” (Zukerfeld, 2015: 7). De esta manera, estamos resaltando las
posibilidades de interactividad brindadas por las nuevas formas de distribución de la información,
ya que las señales digitales pueden ser “amplificadas, moduladas, archivadas, identificadas,
reconvertidas y reproducidas manteniéndose idénticas al original, sin perder información” (Scolari,
2008: 80).
Entre los análisis sobre la presencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
en la vida cotidiana es posible identificar, al menos dos, posicionamientos (Thomas y Buch, 2013).
Por un lado, aquellos enfoques que abordan la tecnología como una variable independiente que
“impacta” sobre la sociedad; por ende, los sistemas tecnológicos son considerados como conjunto
de artefactos y objetos materiales independientes de la cultura y la sociedad. Por otro lado, aquellas
posturas que buscan dar cuenta de los elementos sociales y culturales presentes en los procesos de
desarrollo tecnológico (Thomas y Buch, 2013). En este sentido, no se piensa al desarrollo
tecnológico como un ámbito externo a la sociedad, sino que se considera necesario analizar los
condicionantes económicos, políticos y socioculturales que inciden tanto en su producción como
utilización. 
Resulta imprescindible, para avanzar hacia un análisis capaz de captar la complejidad y profundidad
de los modos de sociabilidad y la presentación que lxs jóvenes hacen del sí mismxs a partir de la
apropiación de los dispositivos tecnológicos y la utilización de las plataformas virtuales, adoptar
una perspectiva que permita ahondar en los múltiples procesos que interactúan entre sí,
configurándose y transformándose mutuamente, considerando que es imposible pensar el desarrollo
tecnológico descontextualizado de los marcos sociales, económicos, culturales y políticos más
amplios; ya que éstos son condicionantes tanto en lo que respecta a la producción como utilización
y apropiación de la tecnología.
En lugar de hablar de “impacto”, se deben considerar los aspectos simbólicos reconociendo que son
lxs sujetos quienes otorgan sentido y valoración a la tecnología dentro de las distintas circunstancias
que habitan; de modo que es conveniente plantearlo en términos de habilitaciones o no, más que de
determinismos. Adoptar una perspectiva determinista y homogeneizante para ahondar en las
complejidades que implican la vinculación de los jóvenes con las TIC resultaría insuficiente. Pensar
en términos de “efectos” o “impactos”, es reducir a una mirada unilateral un proceso queconlleva
múltiples aspectos; incluidos los sentidos y significados que lxs propixs sujetos otorgan a sus
prácticas con las tecnologías. Es aquí donde el concepto de “apropiación” (Winocur, 2009) deviene
útil para profundizar el análisis teniendo en cuenta que refiere al “proceso material y simbólico en el
que un sujeto o grupo social toma el contenido significativo de un artefacto y lo hace propio,
dotándolo de sentido e incorporándolo a su vida, en el marco de sus espacios cotidianos y de la
relación con los otros” (Benítez Larghi y Lemus, 2012: 2). 
La pregunta por el qué hacen lxs jóvenes con los artefactos tecnológicos, cómo significan y dotan
de sentido la vinculación con las tecnologías, de qué manera sus modos de socializar adquieren
nuevas configuraciones en el entorno online, cómo se presentan a sí mismxs en el marco de las
redes sociales virtuales son interrogantes que refieren a la apropiación, considerando que siempre
esas posibilidades se asientan sobre desigualdades preexistentes y que, a su vez, se constituyen
nuevas brechas, tanto materiales como simbólicas.
Como dice Margulis (2008) la juventud es más que una palabra. Hablar de “juventud” implica
referir a diversos contextos, modos de percibirse, de significar el “ser joven” en un determinado
tiempo y espacio, y bajo ciertas circunstancias. En este sentido, y siguiendo a diversos autores
(Margulis, 2001; Reguillo, 2000) resulta más apropiado hablar de juventudes, en plural, para
reafirmar el modo en que distintas variables, tales como el género, la clase social, la etnia, enmarcan
los modos de ser joven (Lemus, 2018).
De este modo, “explicar la categoría juventud significa revelar cómo han sido estudiados los
jóvenes: con qué caracterización del contexto, desde dónde, qué se ha mirado y cómo se lo ha
hecho” (Chaves, 2009: 9). La juventud, entonces, es una categoría que no queda reducida a una
mera cuestión de edad preestablecida de modo homogéneo y universal; “(...) la juventud es un
concepto esquivo, construcción histórica y social y no mera condición de edad. Cada época y cada
sector social postula formas de ser joven” (Margulis, 2008: 11). En la misma línea, Chaves (2009)
explica que se evidencia dentro de las ciencias sociales cierto consenso en considerar a la juventud
como una categoría analítica que cobra su sentido particular al contextualizarla en el mundo social,
por eso refiere a una “condición”: “(...) desde donde se podrá explicar como condición juvenil, es
decir qué es ser/ estar joven en ese tiempo y lugar para esas personas jóvenes y no jóvenes, lo cual
resulta en unos conjuntos identificables por auto y/ o heteropercepción a los que se denominará
juventudes” (Chaves, 2009: 15).
Hace poco más de una década, Chaves (2009) presentaba como área de vacancia en la investigación
la cuestión del acceso y uso de nuevas tecnologías en torno a las prácticas juveniles. Más de diez
años después, la investigación sobre los vínculos de lxs jóvenes con las tecnologías digitales ha
proliferado y se vuelve necesario revisar en qué estado del conocimiento nos encontramos;
específicamente en lo que refiere a cuáles son las perspectivas teóricas y las estrategias
metodológicas desde las que se ha abordado tal cuestión.
La pregunta por las prácticas juveniles, y la vinculación de lxs jóvenes con las tic y las plataformas
virtuales adquiere cada vez mayor presencia en el ámbito académico, pero también en los
relevamientos estadísticos de organismos públicos y privados, y en los medios masivos de
comunicación.
La Encuesta Nacional de Consumos Culturales realizada en 2017 por el Ministerio de Cultura de la2
Nación, brinda como resultado el crecimiento de internet como medio de consumo cultural y la
gravitación cada vez mayor de los teléfonos celulares. La exigencia cultural de hoy es la
simultaneidad y la portabilidad:
“En 2013 apenas un 9% de la población se conectaba a internet principalmente a través
del celular, mientras que en 2017 más del 70% se conectó todos los días vía
smartphone. El crecimiento exponencial de la digitalización de contenidos culturales
posibilitada por la expansión de la red de internet, junto con la masividad del uso de
celular permiten decir que, potencialmente, hoy podemos acceder a la cultura en
cualquier momento y lugar” (Encuesta Nacional de Consumos Culturales, 2017: 6).
Si bien la masificación de internet y la proliferación de los dispositivos móviles se dan a nivel
general, la Encuesta que resalta que son lxs jóvenes quienes mayor uso y participación tienen al
respecto: “prácticamente todas las personas menores de 29 años se conectan a internet (alrededor
del 97%) y esa proporción desciende conforme aumenta la edad (…)” (Encuesta Nacional de
Consumos Culturales, 2017: 32). Respecto de cuáles plataformas son las más utilizadas, la Encuesta
indica que Facebook es la red social más utilizada, seguida por Instagram y luego Twitter (Encuesta
Nacional de Consumos Culturales, 2017). 
Lo desarrollado anteriormente, indica que analizar la subjetividad contemporánea de lxs jóvenes
implica tener en cuenta en el análisis el vínculo con las tic y su participación en plataformas
2 Última Encuesta Nacional de Consumos Culturales que ha sido publicada por el Ministerio de Cultura de la Nación.
virtuales. Las redes sociales virtuales son “sitios que priorizan el contacto interpersonal, sea entre
individuos o grupos, forjan conexiones personales, profesionales o geográficas y alientan la
formación de lazos débiles” (van Dijck, 2016: 24). Los datos presentados anteriormente dan cuenta
de la presencia masiva y el uso intensivo que las tecnologías digitales adquieren en la vida cotidiana
de lxs jóvenes, configurando sus condiciones juveniles, modos de vincularse con otrxs, entretenerse,
etc.
A su vez, el uso de los dispositivos tecnológicos y de internet, específicamente redes sociales, por
parte de lxs jóvenes es un tema muy presente en los medios de comunicación; actor de relevancia en
la construcción de miradas, discursos y significados acerca del vínculo de lxs jóvenes con las
tecnologías. Haciendo un rastreo por los mismos es posible distinguir, al menos, cuatro grandes
lineamientos en que se aborda la relación entre ellxs y las tic. El primer lineamiento hace referencia
a la presencia masiva de éstas en la cotidianeidad:
“La generación de las conexiones múltiples” (Carabajal, 2012. Página 12). “Siete de
cada diez adolescentes argentinos están todo el día conectados a internet” (Télam,
2016). “Los chicos argentinos usan celular y redes sociales cada vez más jóvenes” (La
Nación, 2018). 
Junto a esto, aparece la pregunta acerca de qué hacen lxs jóvenes en las redes sociales y los motivos
que los llevan a usarlas:
“En una red social ponen en juego su personalidad” (Ruchansky, 2013. Página 12).
“Nueve de cada diez adolescentes se informan a través de las redes sociales” (Clarín,
2017). “Palabra de experto. ¿Por qué los adolescentes están todo el tiempo conectados
a las redes?” (Clarín, 2018).
En relación a lo anterior, una tercera línea en torno a las ideas que circulan en los medios parece
tener que ver con los “problemas”, “efectos negativos”, “peligros” que supone el uso de las redes
sociales y dispositivos tecnológicos.
“Los jóvenes que pasan más tiempo con el celular son más infelices” (Clarín, 2018);
“Los efectos negativos de las redes sociales en la salud mental de niños y
adolescentes”; (La Nación, 2018); “El uso del celular ya es algo común, especialmente
entre los más jóvenes, pero los peligros están latentes con los mensajes con contenido
sexual o ciberacoso” (Diario Popular, 2018); “Advierten que 1 de cada 3 adolescentes
argentinos tendrán miopía en 2020 por el mal uso del celular” (Clarín, 2018).
Finalmente, aparece también un conglomerado de notas que refieren a la preocupación que lxs
adultxs manifiestan en torno al vínculo que lxs jóvenes establecen con las tic, principalmente la
figura de padres y madres.“8 preguntas que los padres hacen sobre la relación de sus hijos y la tecnología” (La
Nación, 2016); “Cómo actúan los padres ante el uso que sus hijos le dan a la
tecnología” (La Nación, 2015); “5 razones por la que los padres permiten a sus hijos
usar pantallas. ¿Hacen bien o mal?” (La Nación, 2018); “Los padres deben tomar
recaudos y estar alertas para evitarles problemas a los más jóvenes por su inmadurez
ante distintas situaciones que puedan presentarse” (Diario Popular, 2018).
La serie de ejemplos que se presentan evidencia que el modo en que lxs jóvenes utilizan las
tecnologías digitales y se mueven online se ha configurado, en las últimas décadas, como una
preocupación de adultxs y educadorxs llegando a hacer mella en el sentido común y en los medios
masivos de comunicación. 
La edad cada vez más temprana en que lxs jóvenes entran en contacto con las TIC, las horas que
pasan usando redes sociales, los problemas que esto conlleva para la salud, los peligros que habitan
en el mundo online, la preocupación y responsabilidad de los adultxs en la limitación y control del
uso que sus hijxs hacen de la tecnología, etc., parecen ser los ejes centrales que conforman los
discursos mediáticos en torno al vínculo juvenil con las tic.
El presente trabajo pretende indagar el modo en que, desde los estudios sociales de las tecnologías
digitales, se ha abordado la apropiación de las redes sociales virtuales y la presentación del sí
mismx en dichos entornos, por parte de las juventudes contemporáneas. En este sentido, uno de los
principales desafíos será relevar cuáles han sido las perspectivas teóricas conceptuales que se han
utilizado para analizar la apropiación de plataformas virtuales por parte de lxs jóvenes, así como
también identificar las estrategias metodológicas implementadas en dichos estudios. Al mismo
tiempo, se pretende conocer cuáles son las dimensiones de análisis que se consideran en los trabajos
y presentar los hallazgos más relevantes, a fin de identificar vacancias en el campo temático.
La recuperación de los antecedentes planteada en esta tesina posibilita establecer un estado de la
cuestión, conocer qué se ha estudiado, cómo se ha hecho y a qué conclusiones se ha arribado, así
como también proponer interrogantes que inviten a nuevas líneas de investigación. A saber, el
estado de la cuestión “(...) consiste en una síntesis crítica de las investigaciones previas en torno al
tema de interés, una síntesis que pone tales investigaciones en relación, a la vez que las evalúa”
(Bengochea y Levín, 2012: 79). En este sentido, recuperar los saberes construidos en torno a la
temática, permite reconstruir, analizar y exponer los aportes realizados por distintos autores en un
campo temático caracterizado por la búsqueda de comprender procesos sociales dinámicos y en
constante transformación.
El análisis se ha realizado teniendo cinco ejes fundamentales: sistematizar marcos conceptuales
utilizados, identificar estrategias metodológicas implementadas, recuperar los conocimientos
formalizados existentes sobre la cuestión, identificar vacancias en el estado actual del conocimiento
y plantear nuevos interrogantes. Los términos utilizados para hacer la búsqueda han sido
seleccionados a partir de un relevamiento previo y exploratorio de la bibliografía: redes sociales
virtuales, plataformas digitales, sociabilidad juvenil, Facebook, Instagram, jóvenes.
La indagación bibliográfica se ha realizado a partir de los siguientes sitios:
-Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT - CONICET)
-Google Scholar
-Memoria Académica, FAHCE, UNLP
-Scientific Electronic Library Online (Scielo)
-Servicio de Difusión de la Creación Intelectual (SeDiCi- UNLP)
-Sistema de Información Científica Redalyc Red de Revistas Científicas de América Latina y el
Caribe (Redalyc)
Uno de los criterios implementados en la selección del corpus de trabajos a incorporar al análisis ha
sido la cuestión idiomática ya que la bibliografía relevada es en español, haciendo hincapié en
recuperar el estado de la cuestión elaborado en Argentina y la región. Por otro lado, se ha
establecido como criterio incorporar estudios que abordaran redes sociales virtuales cuyas
características técnicas posibilitaran el despliegue de estrategias de interacción y presentación del
usuario. En este sentido, se ha tomado como corte el estallido del uso de Facebook como red social
característica de la web 2.0, por su masividad en lo que respecta a la cantidad de usuarios,
específicamente jóvenes.
https://scholar.google.com/
http://scielo.isciii.es/
Para emprender esta tarea, se construyó un instrumento de análisis a partir del cual abordar la
bibliografía seleccionada. Esto permitió tener un parámetro desde el cual hacerles ciertas preguntas
a los textos a fin de relevar: 
 1) Las perspectivas teóricas y metodológicas utilizadas para analizar la presentación del sí mismo
en plataformas virtuales: ¿Qué teorías/esquemas conceptuales se han usado en las investigaciones
sobre dicha temática? ¿Cómo han sido realizadas esas investigaciones? ¿Qué método/enfoque
utilizaron? ¿Cómo obtuvieron los datos? ¿Qué procedimientos se han implementado para analizar
los datos?
2) Las variables de análisis: ¿Cuáles son las variables que se han considerado como intervinientes
para explicar la problemática? ¿Son realmente explicativas al momento de presentar los hallazgos o
sólo se mencionan, pero luego no se encuentran analizadas?
3) Los hallazgos más significativos de dichas investigaciones: ¿Qué resultados han obtenido?
¿Cuáles son las conclusiones a las que han arribado? ¿Plantean futuros interrogantes de
investigación?
A continuación, se presentarán los hallazgos relevados a partir de la puesta en práctica del
instrumento de análisis. Con fines analíticos, la presentación se organiza en apartados que abordan,
respectivamente, las perspectivas conceptuales, las estrategias metodológicas, las plataformas
virtuales como objeto de interés para el análisis social, y el desarrollo de los principales hallazgos
de la investigación.
I. Participación de jóvenes en redes sociales virtuales. Aproximaciones conceptuales
En el presente apartado se pretende recuperar y analizar las perspectivas teóricas predominantes
desde las cuales los trabajos relevados han abordado el vínculo de lxs jóvenes con las redes sociales
virtuales, a modo de identificar categorías conceptuales, lineamientos teóricos, aportes y vacancias.
A modo de consideración general, puede afirmarse que la mayor parte de los trabajos consultados se
encuentran atravesados por interrogantes que refieren a qué hacen lxs jóvenes en las redes sociales
virtuales, de qué modo construyen sus prácticas online y con qué finalidades. Estas preguntas
intentan obtener respuestas a partir de la extrapolación de marcos teóricos que han estudiado
situaciones del mundo offline pero que parecen brindar herramientas interesantes para el estudio de
lo virtual.
A partir del análisis de la bibliografía seleccionada, los hallazgos permiten marcar algunos
lineamientos conceptuales que sobresalen. Por un lado, la mayoría de los estudios abordan la
presentación del sí mismx en el marco de las plataformas virtuales desde el enfoque dramatúrgico
desarrollado por Goffman (2012), (Di Próspero, 2011; Serrano Puche, 2012; Caro Castaño, 2012;
Linne, 2015; Rabadán, 2016; Rueda Ortiz, 2016; Moreno Barreneche, 2019; Lemus, 2019). Éste
enfoque se presenta como capaz de brindar herramientas teóricas para estudiar el modo en que se
construyen las identidades de manera relacional, a partir de las expectativas recíprocas: es decir, el
sí mismx emerge del “tipo de imagen, por lo general estimable, que el individuo intenta
efectivamente que le atribuyan los demás cuando está en escena y actúa conforme a su personaje”
(Goffman, 2012: 282).
Desde esta línea de investigaciones, se pretende indagar acerca de las estrategias de generación de
impresiones quelxs jóvenes ponen en juego al presentarse en las redes sociales virtuales,
considerando que éstas brindan ciertas herramientas, tanto desde su diseño y características técnicas
como también por el modo en que son socialmente apropiadas, que habilitan a decidir qué y cómo
mostrarse. Quienes parten desde esta perspectiva teórica para estudiar la apropiación de los medios
virtuales, retoman el concepto de performance (Goffman 1959) para analizar las interacciones
sociales que se dan en dicho entorno, y reconocen que “si bien este argumento es anterior a la
masificación de las TIC, resulta útil para analizar la interacción en sitios de redes sociales” (Linne,
2015: 6).
Según Rueda Ortiz y Giraldo (2016), en la puesta de escena, que implica la presentación del yo en
las redes sociales virtuales, lxs usuarixs despliegan un proceso dinámico que cuenta con inversión
de esfuerzo, tiempo y cuidado. Lejos de ser un asunto espontáneo o al azar, construir el yo online es
una práctica creativa y performativa, ya que “(…) en las redes sociales las identidades se ven
inducidas a descubrir y experimentar formas nuevas de actuación y de performance por medio de la
creatividad y de las herramientas tecnológicas (…)” (De Abreu, 2014: 60).
Considerando el lugar que ocupan las redes sociales virtuales en los modos de sociabilización de lxs
jóvenes contemporánexs, resulta imprescindible analizar qué ocurre en estos espacios, qué
estrategias se crean y qué prácticas se llevan a cabo en la interacción virtual con otrxs, entendiendo
que estos ámbitos posibilitan nuevos modos de presentación del sí mismx: “(…) las plataformas
constituyen un marco de posibilidades y restricciones materiales, sociales y simbólicas que tienen
un rol preponderante en la construcción de la propia imagen, que será presentada a una determinada
audiencia, en las redes sociales” (Rueda Ortiz y Giraldo, 2016: 121). En una línea similar, Caro
Castaño (2012) presenta la noción de identidad mosaico para dar cuenta del modo en que lxs sujetos
tienen, en los entornos digitales, la posibilidad de elegir cómo expresar su identidad y aclara que
esto “(…) exige un esfuerzo de mantenimiento, selección y producción de contenidos (…)” (Caro
Castaño, 2012: 5).
En ese proceso de construcción y presentación de la mejor versión de sí se entrelazan la estructura
técnica propia de las plataformas, que invitan a la puesta en juego de actitudes narcisistas (Turkle,
2011), con los contenidos que el usuario crea y gestiona en su presencia pública frente a la
audiencia. Y, en una época caracterizada por la hipervisualidad (Rabadán, 2016), la imagen tiene un
lugar protagónico en lo que a la autopromoción refiere. En este sentido, resulta interesante el
planteo que hace Serrano Puche al respecto: “ese manejo de las impresiones a la hora de construir y
expresar la identidad personal se desarrolla tanto de un modo narrativo-verbal como, sobre todo, de
manera visual (…)” (Serrano Puche, 2013: 357). 
Considerando la importancia de la imagen en la presentación del sí mismx, Moreno Barreneche
(2019) incorpora al estudio de la presentación del yo en el mundo online recursos de la semiótica,
entendiendo a la identidad virtual como un artificio semiótico: “a la hora de proyectar el yo en el
ciberespacio, una serie de reglas culturalmente codificadas guiarán las acciones de los individuos,
haciendo que el producto autorreferencial que compartirán on-line sea estilizado según estos
parámetros culturales” (Moreno Barreneche, 2019: 85). La selfie aparece como un elemento
preponderante en la presentación del sí mismx en las redes virtuales, y detrás de ella se ponen en
práctica estrategias de control sobre qué (no) se muestra y con quiénes (no) se comparten, cómo se
posa, qué herramientas de edición se aplican, etc. Por ello, la selfie debe ser entendida como “una
práctica socio-técnica creativa, lúdica y/o auto-reflexiva que nos obliga a re-pensar en la
conformación de nuevas identidades y subjetividades” (Rabadán, 2016: 40). Según Lasen (2012) la
autofoto es un elemento crucial de las prácticas comunicativas contemporáneas. En la selfie la
persona es sujeto (que hace la fotografía) y objeto (fotografiado), implicando un proceso de
performance. 
En relación a lo dicho anteriormente, muchxs autorxs reflexionan en torno a la idea de lo real: ¿es
aquello que sucede en el mundo offline mientras que todo lo que ocurre en el mundo online implica
necesariamente una ficción/simulación? La mayoría tiende a abordar el uso de redes sociales
virtuales en un constante diálogo con el mundo presencial. Es decir, en la mayor parte de los
trabajos no se considera oportuno hacer esa distinción como si se tratara de las cuestiones
escindidas, sino que se problematiza qué de los modos de interacción y sociabilización “cara a cara”
persiste, es reforzado o es discutido en el entorno online. Desde este posicionamiento, se apartan de
aquel supuesto de que lo “real” es aquello que sucede por fuera de las pantallas:
 “(…) no sería productivo preguntarse por una identidad “esencial” que pueda ser
vulnerada por las imágenes que se construyen en la red: no existe tal cosa como “la”
identidad –unívoca e inamovible–, sino que siempre hay diferentes versiones de uno
mismo en función de los distintos medios en los que el sujeto interactúa con los otros.
Facebook es, simplemente, una instancia más para construir una versión posible del
yo” (Dillon, 2013: 17).
En un sentido similar, De Abreu (2014) retoma a Turkle (1997) para problematizar su noción de
“cultura de simulación” en torno a lo que sucede en el mundo digital. Abreu discute con esta idea al
considerar que no debería plantearse una escisión entre el mundo offline y online, sino que la
identidad lejos de ser una entidad fija es un proceso dinámico, razón por la cual no sería apropiado
hablar de “identidad real” versus “identidad ficticia”. Incluso, agrega que “las nuevas prácticas en
las interfaces sociales ya no suponen la elaboración de una identidad ficticia, sino que al contrario te
invitan a ser expuesta, pues cuanto más original más éxito tendrás en los tránsitos por la red (…)”
(De Abreu, 2014: 105). Ese juego de actuar identidades online lejos está de ser una “esquizofrenia
virtual” (De Abreu, 2009), sino que las personas actúan a (re) crearse en el marco de las redes
virtuales a partir del desarrollo de distintas estrategias personales, en relación a ciertos objetivos y a
las posibilidades ofrecidas por las herramientas tecnológicas. Según Lasén (2012), se desarrolla un
complejo juego de miradas, donde la intimidad no se expone en modo de espectáculo (Sibilia, 2008)
sino que lxs usuarixs son a la vez observadorxs y observadxs.
 Otro de los marcos conceptuales desde los cuales se ha abordado el estudio sobre el uso de las
redes sociales virtuales es la llamada Teoría de usos y gratificaciones (Katz, 1985). Desde este
marco teórico, se parte de la premisa de que los medios de comunicación son utilizados por lxs
usuarixs porque satisfacen ciertas necesidades (Katz, Blumler, Gurevitch, 1985). Siguiendo esta
línea, varios de los trabajos analizados enmarcan allí su investigación sobre las redes sociales
virtuales, partiendo de interrogantes referidos a las motivaciones que tienen lxs jóvenes en la
participación en dichas plataformas e indagando sobre los niveles de satisfacción que hallan en esas
prácticas (De la Torre y Vaillard, 2012; Moreno, 2013; Dillon, 2013). 
De este modo, conocer por qué y para qué las juventudes utilizan redes sociales virtuales son
preguntas que originan procesos de investigación en torno a la apropiación de plataformas y, en este
sentido, la Teoría de los usos y gratificaciones parece resultar un marco conceptual
conveniente porque “(…) concebida en el ámbito de la comunicación de masas, se pregunta por las
motivaciones que explican el uso de los medios de comunicación, así como los factores que
influyen en esas motivaciones y que sereflejan en percepciones, actitudes y conductas” (Dillon,
2013: 17 ). En este sentido, se retoma la concepción de Maslow (1943) sobre las necesidades
humanas, para considerar a las redes sociales virtuales como nuevos escenarios donde las personas
pretenden satisfacer sus necesidades de socialización (De la Torre y Vaillard, 2012).
Cabe destacar que en trabajos como el de Dillon (2013), la Teoría de usos y gratificaciones es
combinada con la perspectiva dramatúrgica de Goffman, al entenderse como un aporte interesante
para pensar qué sucede con las identidades en las interacciones virtuales. Moreno (2013) retoma los
aportes teóricos de Katz para indagar y conceptualizar las trayectorias que lxs usuarixs desarrollan
en la red social Facebook. A partir de ello, la autora realiza un estudio y clasifica a lxs usuarixs
según categorías de acuerdo a la intensidad de uso y la “fascinación” (o caída de ella) en relación a
la plataforma.
Por su parte, desde la perspectiva socioantropológica el foco de análisis está puesto en el vínculo
entre la tecnología y la sociedad, a partir del estudio de la experiencia y el contexto (Benitez Larghi,
Lemus, Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013). Dentro de esta perspectiva,
un concepto central es el de apropiación, que aquí retomamos, entendido como “(…) el proceso
simbólico y material en el que un sujeto o grupo social toma el contenido significativo de un
artefacto y lo hace propio, dotándolo de sentido e incorporándolo a su vida, en el marco de sus
espacios cotidianos y de la relación con los otros (Winocour, 2009)” (Benitez Larghi, Lemus,
Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013: 2). Analizar el uso de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación a partir del concepto de apropiación, permite
indagar en torno a los sentidos que éstas adquieren en la vida cotidiana.
Sintetizando, puede afirmarse que en la mayor parte de los trabajos relevados el marco conceptual
implicado en el abordaje de la presentación del sí mismx y las interacciones online es el enfoque
dramatúrgico. La concepción que subyace a dichos estudios es que las plataformas virtuales
presentan características técnicas que, a partir de las herramientas propias de la web 2.0, invitan a
lxs usuarixs a la creación de un perfil público y a la constante puesta en práctica de estrategias que
apuntan a la presentación de la mejor versión del sí mismx frente a la audiencia. 
Gran parte de los estudios reconocen los aportes que significaron los trabajos pioneros de Turkle
(1997) para prensar en la identidad virtual. La idea de que lxs usuarixs crean, editan, interpretan
múltiples papeles ya se hacía presente en los planteos de Turkle (1997). Sin embargo, la concepción
de que esa performance implica una simulación se ve matizada por planteos que consideran que la
escisión entre el mundo offline y online implica una falacia dado que la construcción de ese perfil
virtual implica cuestiones que refieren a la vida por fuera de la pantalla; en este sentido, no sería
conveniente hablar de una “identidad real” versus una “identidad ficticia”. Por su parte, Moreno
Barrenche (2019) cita el planteo que hace Turkle (2011) acerca de que las performances online
adquieren vida propia, aunque creamos usar las redes para ser “nosotrxs mismxs”. Ahora bien, ¿qué
implicaría, entonces, “ser nosotrxs mismxs”? ¿Por qué eso no se vería problematizado en la vida
offline pero sí en la presentación e interacción online? ¿Cuáles son los supuestos detrás de dicha
afirmación en torno al modo de concebir la cuestión de la identidad? 
Los análisis pioneros de Turkle se hicieron a mediados de los ‘90 a partir del estudio de chats, foros,
sitios de juegos online que en aquel momento representaban las prácticas más comunes en internet.
El perfil que el usuario construía en ese contexto tenía ciertos rasgos de anonimato, la interacción
era por medio de un nickname que podía o no coincidir con el nombre real del usuario (Di Prospero,
2011). En redes sociales como Facebook, si bien el usuario puede presentarse con otro nombre o
imágenes que no sean propias, se abren nuevas habilitaciones que matizan el anonimato. En esta
línea, Di Próspero (2011) incorpora la noción de “autocomprensión”, en lugar de la noción de
identidad, para abordar de qué modo en redes sociales virtuales lxs usuarixs ponen en marcha un
juego de roles, del mismo modo que Goffman analiza la interacción presencial a partir de la
subjetividad situada. 
La idea de la presentación del sí mismx a partir de la pretensión de manejar las impresiones sobre la
audiencia, se relaciona con la necesidad de reconocimiento y popularidad; cuestión que varios
trabajos abordan desde la perspectiva de la Teoría de usos y gratificaciones. En este sentido,
Morduchowicz (2012) afirma que en las interacciones online lxs jóvenes buscan conocerse a sí
mismxs y construir una imagen ante lxs demás a modo de satisfacer la necesidad de incluirse en el
grupo de pares y ser reconocidos por ellxs, incluso cediendo cuotas de intimidad ante el deseo de
popularidad (Dillon, 2013).
Lo expuesto en este apartado da cuenta de la potencialidad que el pensamiento de Goffman tiene en
el abordaje de las plataformas virtuales, pero a la vez, cabe destacar que, esa cierta uniformidad en
la literatura sería interesante que pueda ser tensionada a partir de la incorporación de nuevos
enfoques. La mayor parte de los estudios se hacen desde disciplinas como la Sociología, la
Antropología, la Comunicación social y la Semiótica. Otro aspecto interesante a resaltar es que las
perspectivas conceptuales que aparecen con mayor predominio refieren a tradiciones provenientes
de los países centrales, ¿esto se deberá al hecho de que fue allí donde la masificación de internet se
dio con anticipación? Sin embargo, cabe mencionar, los mismos no han sido traducidos de modo
automático a los estudios de Argentina y la región, sino que se los ha problematizado.
II. El estudio de prácticas online. Estrategias metodológicas
En este apartado se analizan las estrategias metodológicas implementadas, en mayor medida, en lo
que refiere al estudio de la participación de lxs jóvenes en las redes sociales virtuales, qué
implicancias ha tenido desde lo metodológico el estudio del entorno online, si ha supuesto (o no)
pensar en y desde enfoques novedosos, y cuáles han sido las principales variables introducidas en
dichos trabajos.
1) Enfoques metodológicos
Los principales hallazgos dan cuenta de que en los estudios tiende a prevalecer el análisis de tipo
cualitativo y, sólo en menor medida, éste es combinado con técnicas propias de la investigación
cuantitativa (De la Torre y Vaillard, 2012; Suarez Quiroga, 2012; Linne 2013). De modo que la
aplicación de cuestionarios/encuestas suele presentarse como una herramienta que permite un
primer acercamiento al objeto de estudio para luego ser profundizado mediante algún instrumento
de la metodología cualitativa.
La mayoría de los estudios implementan entrevistas en profundidad para indagar en torno a las
opiniones, representaciones y significados que atraviesan a lxs jóvenes en su participación en las
redes sociales virtuales (Di Próspero, 2011; Dillon, 2013; Benitez Larghi, Lemus, Welschinger
Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013). Sumado a esto, cabe destacar la tendencia a
combinar tales entrevistas con las observaciones virtuales (Moreno, 2013; Linne, 2015;
Welschinger, 2015; Rueda Ortiz y Giraldo, 2016, Ramirez Cerón, 2018; Lemus, 2019). En la
mayoría de las investigaciones, la observación se lleva a cabo con el objetivo de analizar los perfiles
virtuales, teniendo un lugar protagónico el estudio de las fotografías (Linne y Basile, 2013; Linne y
Basile, 2014; Rueda Ortiz y Giraldo, 2016).
Gran parte de lxs investigadorxs advierte que, al volverse las tecnologías digitales objeto de estudio,
surge la necesidad de implementar estrategias metodológicas afines aestos nuevos entornos,
poniéndose de manifiesto las limitaciones de la etnografía tradicional: “(…) internet tiene sus
propias estructuras epistemológicas y ontológicas, por tanto, requieren una nueva conceptualización
de la investigación cuando es realizada en lo digital” (De Abreu, 2014: 69). En este sentido, se
considera que las herramientas del estudio de campo deben reformularse a modo de posibilitar una
mayor y mejor comprensión de lo que sucede en el entorno online.
La etnografía virtual (Hine, 2004) se presenta, entonces, como una herramienta metodológica que
cuenta con gran potencialidad para estudiar los usos y apropiaciones que lxs jóvenes hacen de las
plataformas virtuales, en la medida que permite ahondar en las propias experiencias de lxs usuarixs
(Welschinger, 2012). Desde esta perspectiva se afirma que el uso exclusivo de las herramientas
brindadas por la etnografía tradicional no permite captar la red de significados que se ponen en
juego al momento que lxs jóvenes se vinculan en y por medio de las redes sociales virtuales (Linne,
2014). Es por esto que se manifiesta la necesidad de “(…) profundizar la articulación de las
observaciones obtenidas en los seguimientos de las interacciones con una etnografía en, de y a
través de lo virtual (Hine, 2004 citada en Welschinger, 2015: 439)”.
Hine (2004) propone un modo de hacer etnografía que sea capaz de superar la dicotomía
online/offline, para avanzar hacia la comprensión de las nuevas percepciones espaciales- temporales
habilitadas por el uso de internet. Es decir, se afirma que ahondar en los significados e
interpretaciones que para los actores tienen sus prácticas en el marco de las redes sociales virtuales
implica poner en marcha una etnografía apuntada a lo virtual que intente comprender la experiencia
de ser un usuario (Hine, 2004).
Lo dicho hasta aquí evidencia un interés por parte de quienes investigan de acceder tanto a la
palabra mediante entrevistas en profundidad, pero también de conocer de primera mano; es decir,
comprender las prácticas a partir de las experiencias que conforman los pasos que lxs usuarixs dan
en las redes virtuales, implementando las observaciones de perfiles en el marco de una etnografía
virtual; combinando en una misma investigación estrategias online y offline. Linne (2014) plantea la
importancia de utilizar como instrumento metodológico, en el estudio de los nuevos modos de
sociabilidad juvenil virtual, las mismas plataformas que lxs jóvenes utilizan cotidianamente;
teniendo en cuenta que si bien lo online tiene vinculación con lo offline, lo online adquiere cierta
especificidad como escenario novedoso, de ahí que emerja el interés por dichas herramientas
metodológicas.
Por su parte, De Abreu (2014) introduce la noción de “netnografía” (Kozinets, 2010) y define a
dicho enfoque del siguiente modo: “(…) la netnografía es la fusión de técnicas etnográficas
adaptadas al estudio de las comunidades digitales y busca interpretar las experiencias y la
socialización en la web para atribuir sentido a las acciones de los sujetos” (Abreu, 2014: 122). La
autora argumenta que el mayor aporte del término es la concepción de la no separación ontológica
entre el mundo offline/online, y que permite acceder a la comprensión de esferas sociales difíciles
de localizar físicamente pero que tienen lugar en el mundo online.
Teniendo en cuenta que la mayoría de las investigaciones analizadas se proponen objetivos de tipo
exploratorios y descriptivos, podría decirse que adquiere relevancia la puesta en juego de estrategias
metodológicas capaces de brindar datos que den cuenta de los significados, interpretaciones y
motivaciones que para lxs jóvenes tiene la apropiación y la participación en las redes sociales
virtuales, a la vez que permitan observar de primera mano las prácticas y estrategias implementadas.
El objetivo se centra en conocer las prácticas que despliegan, el contenido de las presentaciones y
analizar de forma articulada con los modos en que nombran y consideran a tales prácticas.
Por otro lado, como estrategia metodológica dentro del estudio en torno a los vínculos que
establecen lxs jóvenes en y con las tecnologías digitales, se implementa la denominada “perspectiva
biográfica” (Lemus, 2019; Benitez Larghi, Lemus, Moguillansky, y Ponce de León, 2016), a fin de
intentar reconstruir las trayectorias de apropiación tecnológica de lxs jóvenes a lo largo de su vida.
En este sentido, la tecnobiografía consiste en “una perspectiva cualitativa, comparativa y diacrónica
para indagar las trayectorias tecnológicas de los sujetos a partir de los significados subjetivos que se
elaboran en la interacción entre los jóvenes y las tecnologías informáticas (…)” (Benitez Larghi,
Lemus, Moguillansky, y Ponce de León, 2016: 2). Es decir, por medio del enfoque biográfico se
puede reconstruir las trayectorias de apropiación que lxs jóvenes hacen de las TIC en el interjuego
entre sujeto/estructura: “uno de los mayores desafíos, y a la vez potencialidades del enfoque, reside
en el análisis de la agencia del individuo y cómo ésta se pone en juego, se ve restringida o
posibilitada por las estructuras (Marquez, 1999 citada en Lemus, 2018: 73). Comprender el
significado que adquieren las tecnologías digitales en la vida de las personas conlleva a un análisis
de la historia y trayectoria de apropiación, incluyendo recursos, temporalidades, espacios, prácticas,
etc. De este modo, el vínculo con las tecnologías digitales es concebido como como prácticas que se
desarrollan a lo largo del tiempo, en relación a distintos espacios y momentos vitales.
En cuanto al modo en que la etnografía virtual es entendida y llevada a cabo en los trabajos
analizados, suelen encontrarse puntos en común. Por un lado, la misma consiste en la observación
de los perfiles, muros o biografías, publicaciones que lxs usuarixs hacen y/o comparten en las
plataformas virtuales (tanto textos como imágenes y videos). Para realizar dicha observación,
algunxs autorxs comentan que previamente elaboran una guía con tópicos que oriente qué será
aquello merecedor de ser observado (Ramirez Cerón, 2018; Zerega, 2018). La noción de
observación participante en el entorno online refiere al envío y aceptación de solicitudes, click de
“me gusta”, etc. Por otro lado, en algunos estudios, se recurre a la creación de un perfil “ad hoc” o
de grupos de Facebook como herramientas para el análisis. Del modo que sea, se tiene a coincidir
en la importancia de solicitar el permiso de lxs usuarixs para la observación de sus perfiles, y el
compromiso a mantener el anonimato.
A su vez, en varias ocasiones, la etnografía virtual es complementada con herramientas de la
etnografía tradicional como es el caso de la entrevista en profundidad copresencial (Linne, 2014;
Welschinger, 2015; Zerega, 2018) y de los grupos focales (Ochoa Gutierrez y Uribe Alvarado,
2015; Welschinger, 2015), a fin de indagar los discursos en torno a los sentidos, valoraciones,
significados que lxs usuarixs otorgan a sus interacciones online. 
En lo que refiere concretamente a la decisión de quienes formarán parte de la población de estudio,
se evidencia una tendencia a implementar la técnica “bola de nieve” para delimitar el muestreo, de
tipo no probabilístico.
Es evidente que la estrategia metodológica implementada en cada estudio dice mucho acerca de
cuál es la concepción que se tiene de internet y de lo que allí sucede. En este sentido, la etnografía
virtual pretende reconstruir el modo en que se presentan nuevas temporalidades y espacialidades en
el marco de internet, entendiendo que la etnografía no puede ejercerse de modo estanco, sino que
debe ser capaz de captar la fluidez de las interacciones online. Pero quienes pueden darnos una idea
de cómo son producidos, percibidos y experimentados los tiempos y espacios, son lxs propixs
usuarixs. Así como las nuevas formas de sociabilidad contemporáneas, propias de la sociedad en
red, implicanla elaboración y/o reformulación de categorías conceptuales, lxs investigadorxs
anuncian que también significa un desafío metodológico dentro de las ciencias sociales. En este
sentido, hay que subrayar que las peculiaridades del ámbito digital condicionan el modo en que el
“yo” se despliega, y como tal es un fenómeno que reclama para su comprensión nuevas
aproximaciones específicamente centradas en dicho entorno, tanto en el plano teórico-conceptual
(Turkle, 1995; Fornas et al, 2002; Baym, 2010; Papacharissi, 2011) como metodológico (Kozinets,
2009; Hine, 2012, 2013)” (Serrano Puche, 2013: 355).
En cuanto a la reflexión sobre los aportes y las limitaciones de la etnografía virtual, Lasén (2012)
hace un planteo interesante a partir de su propia reflexión sobre su proceso de investigación que nos
puede ayudar a pensar en las potencialidades de dicha estrategia. La autora relata las dificultades en
relación a la poca predisposición de lxs usuarixs para ser entrevistados presencialmente. Además,
expresa que sus narrativas presentan contradicciones y ambigüedades:
“sensación sin duda incrementada por la propia situación de entrevista y del grupo de
discusión, ya que estos rasgos no aparecen, o en mucha menor medida, en las formas
de etnografía virtual. Ese malestar no se encuentra en los perfiles, ni en los foto-blogs,
ni en las conversaciones online” (Lasén 2012: 4).
Según la autora, en las entrevistas lo relatado se ve empañado por los prejuicios normativos del
“deber ser” y lo “políticamente correcto”. Lxs jóvenes pueden adecuar sus discursos a lo que se
espera que hagan en el entorno online, más que narrar efectivamente sus prácticas. De modo que la
etnografía virtual podría saldar esas limitaciones propias de otras técnicas de la investigación
cualitativa, al poner en diálogo lo que las prácticas con los modos de nombrarlas.
A modo de síntesis, podría decirse que la mayoría de aquellxs que investigan lo que sucede en el
mundo virtual resaltan las potencialidades de las herramientas de la metodología cualitativa para
indagar en torno a cómo lxs sujetos significan sus prácticas en el marco de las plataformas
virtuales. Sin embargo, una gruesa línea de investigadorxs parece coincidir en que no alcanza con
trasladar tal cual son las técnicas del mundo offline al online, y en este sentido en la mayoría de los
trabajos se recurre a la etnografía virtual en un afán de reconocer las especificidades que los modos
de sociabilidad adquieren en el mundo en línea. La etnografía virtual brinda al proceso de
investigación aportes “necesarios para comprender estas prácticas, que son difícilmente abordables
sólo a partir de procedimientos como entrevistas o grupos de discusión” (Lasén 2012: 2). Si bien lo
que sucede en el entorno online no puede ser deslindado de análisis que van más allá de lo virtual,
en el sentido de que sería inconveniente plantarse en dualismos del tipo “online/offline” como si
fuesen dos porciones de la realidad totalmente ajenas entre sí, también es cierto que las
interacciones que se desarrollan en dicho escenario conllevan ciertas especificidades que es
importante no perder de vista. Y la etnografía virtual se presenta como la herramienta para saldar
esa cuestión porque lxs usuarios habitan un mundo que presenta una constante hibridación entre lo
online y lo offline. Estudiar lo que ocurre en el marco de las plataformas sociales virtuales
deslindado de lo que sucede en el mundo offline sería limitante e implicaría “(…) contribuir a
sustentar la falacia de que lo virtual se opone a lo “real” (…) como si lo que ocurre en las prácticas
comunicativas mediatizadas tecnológicamente no formara parte de la realidad y de la vida cotidiana
de los que participan en ellas” (Lasén 2012: 3).
 
2) Variables de análisis
Otra cuestión que concierne a las decisiones metodológicas, refiere a cuáles son aquellas variables
que se plantearán como dimensiones de análisis. A partir del relevamiento y análisis de la literatura,
en el presente apartado se presenta una categorización de cuáles han sido las que adquirieron mayor
presencia en los estudios analizados. 
La mayoría de los trabajos relevados asume que los modos en que lxs jóvenes se vinculan con las
tecnologías digitales no pueden ser universalizados y analizados de forma aislada, ya que la manera
en que éstas sean utilizadas y significadas estará condicionada por contextos más amplios; “las
trayectorias de acercamiento a las TIC son heterogéneas y en ellas intervienen distintos factores:
sociales, generacionales, económicos, de género y culturales, entre otros” (Benitez Larghi, Lemus,
Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013, 2013: 8). Luego de hacer un
relevamiento de las investigaciones, podemos afirmar que las tres dimensiones que adquieren
mayor presencia en los estudios son: edad, género y clase social.
En lo que refiere a la dimensión de clase social, ésta es analizada a partir del lugar que ocupa el
nivel socioeconómico en la apropiación de las tecnologías digitales y en el desarrollo de las
interacciones virtuales; siendo la clase social, en buena parte de las investigaciones, un criterio
determinante al momento de seleccionar la unidad de análisis y plantear interrogantes. 
En este punto resulta interesante recuperar el modo en que en los distintos trabajos se explica de qué
manera es delimitado el criterio socioeconómico. Mientras que Linne (2013) accede a la variable de
clase mediante el criterio “carencia de servicios básicos en el hogar”, (Ochoa Gutiérrez y Uribe
Alvarado, 2015) agregan a los servicios básicos, el indicador de contar con una vivienda propia o
rentada, para determinar el nivel socioeconómico “medio”. Por su parte, Dillon (2013) reconstruyó
el nivel socioeconómico mediante el tipo de barrio de residencia.
Hasta aquí parece haber un modo particular de limitar el criterio de clase social en la búsqueda del
recorte poblacional: aquel que refiere a cuestiones relacionadas con el tipo de vivienda, barrio de
residencia, y acceso o no a los servicios básicos. Luego, se presentan una serie de trabajos que, para
determinar la variable de clase, consideran el tipo de escuela al que asisten lxs jóvenes. Por su parte,
Lemus (2018) considera el tipo de escuela de concurrencia para delimitar la población de estudio y
explica que, para contar con información más precisa, se recurrió a un organismo público capaz de
brindar datos respecto de “(...) tipo de gestión, matricula, jornada y porcentaje de subvención por
parte del Estado” (Lemus, 2018: 81). En la misma línea, Welschinger (2015) se acerca a lxs jóvenes
de sectores populares a través de las escuelas y su rol de beneficiarios del Programa Conectar
Igualdad, en un intento de conocer qué significa para ellxs “estar conectados”. Por su parte, Benítez
Larghi.; Lemus; Welschinger Lascano.; Moguillansky; Ponce de León (2013) también accedieron a
lxs jóvenes mediante dos escuelas que representaban diferentes situaciones socioeconómicas en el
afán de analizar la incidencia que tiene el origen socioeconómico en la experiencia tecnológica
juvenil.
Mientras algunos estudios analizan la variable socioeconómica de manera comparativa, presentando
similitudes y diferencias halladas entre distintos sectores sociales (Benítez Larghi, Lemus,
Welschinger Lascano, Moguillansky y Ponce de León, 2013; Dillon, 2013), otros centran su
investigación en un sector social determinado al incorporarlo como criterio para el recorte de la
población de estudio (García Delgado y Felice; 2013, Zerega, 2018; Ochoa Gutiérrez y Uribe
Alvarado, 2015; Lemus, 2018; Lemus, 2019, etc).
Lo analizado da cuenta de que el modo de acceder a la dimensión de clase y de definirla no es
homogéneo, sino que se establecen diferentes criterios en los trabajos relevados, tales como
formación de padre/madre, antigüedad de tecnología en el hogar, situación laboral, etc. Lo que sí se
puede afirmar, pese a estas diferencias, esque resulta notorio el interés de lxs autorxs por la
influencia que la dimensión de clase tiene en el modo en que lxs jóvenes se apropian, utilizan y
vinculan con los dispositivos tecnológicos, internet y, concretamente, las plataformas sociales
virtuales. Es decir, todxs se aproximan desde una mirada que tiende a considerar las condiciones de
vida y situaciones económicas.
Como se mencionaba al principio, otra de las variables que se introduce con sobresaliente presencia
es el género (Torre y Vaillard, 2012; García Delgado y Felice, 2013; Linne, 2014; Abreu, 2014;
Ochoa Gutierrez y Uribe Alvarado, 2015; Ramirez Cerón, 2018; Lemus, 2019). Esta dimensión se
analiza y problematiza principalmente en relación a la influencia (o no) que el género tiene en el
modo en que lxs jóvenes hacen uso y se apropian de las plataformas virtuales, a fin de indagar el rol
que juegan los estereotipos y mandatos de género, y considerándose si las redes virtuales se
configuran como espacios donde éstos son disputados, tensionados o reproducidos. Los trabajos
mencionados anteriormente, se interrogan en torno a las posibilidades y/o limitaciones que el
género implica al momento de la construcción y puesta en juego de un perfil online en la
interacción con otrxs. 
Respecto de esta dimensión de análisis, cabe resaltar que en la mayoría de los estudios relevados la
variable “género” es presentada y analizada en términos binarios “varón/mujer”, quedando
invisibilizadas otras identidades que no se enmarcan en tal dicotomía. En algunos trabajos, la
dimensión de género se introduce únicamente como forma de categorizar a la población de estudio,
sin resultar criterio explicativo en torno a los vínculos y prácticas que lxs jóvenes tienen con y en
las tecnologías digitales.
En cuanto a la edad, todos los estudios considerados delimitan su población de estudio en jóvenes o
adolescentes, según conceptualización, argumentando que este es el rango etario sobresaliente en lo
que refiere al vínculo con las tecnologías digitales y, particularmente, con el uso de redes sociales
virtuales. La mayoría de lxs autorxs hacen referencia a la presencia de las tecnologías digitales en
los modos de sociabilidad juvenil contemporáneos, a la importancia del grupo de pares y las
interacciones con éstos en el marco de las plataformas digitales.
En relación a la cuestión etaria, algunas investigaciones recuperan la noción de “nativos digitales”
(Ollari, 2011; Torre y Vaillard, 2012; Linne, 2013; entre otros), para dar cuenta de un supuesto
modo en que las generaciones jóvenes se vinculan con cierta “soltura y naturalidad” con las
tecnologías digitales (Linne, 2013). Sin embargo, este posicionamiento teórico ha sido discutido
desde otras perspectivas denunciando la mirada estática y homogeneizadora que plantea al
invisibilizar trayectorias heterogéneas, desigualdades y brechas que intervienen en las dinámicas de
usos y apropiaciones que los jóvenes hacen de las TIC. En este sentido, adoptar de modo acrítico la
noción de “nativos digitales” nos puede impedir dar cuenta de las desigualdades en que se enmarca
la apropiación de las tic por parte de los jóvenes pertenecientes a distintas clases sociales (Lemus,
2018).
Asimismo, la noción de “nativos digitales” (Prensky, 2001) omite que, incluso saldada la cuestión
relativa al acceso, se configuran nuevas desigualdades en torno a qué prácticas tecnológicas pueden
efectivamente llevar a cabo y de qué manera pueden apropiarse lxs jóvenes de acuerdo a los
capitales culturales diferenciales. En este sentido, “(...) los capitales acumulados como parte de las
trayectorias vitales de los sujetos, habilitan modos desiguales de vinculación con las TIC. Es así que
la aproximación a las tecnologías se ve condicionada por factores como la edad, el género, el nivel
socioeconómico, entre otros” (Ainora, Bampi, Guzzo, Hernández; 2014: 6).
La mayoría de los estudios relevados parecen coincidir en que lxs jóvenes son un segmento
poblacional que predomina como usuarixs de redes sociales virtuales. Sin embargo, así como a la
hora de delimitar la dimensión de clase no se presenta un criterio homogéneo, lo mismo sucede con
la edad. Algunos estudios delimitan la juventud entre los 12 y 18 años (Suarez Quiroga, 2012;
Dillon, 2013; Ochoa Gutiérrez, P y Uribe Alvarado, J, 2015; Lemus, 2019, etc), mientras que otros
lo hacen desde los 19 a los 29 años aproximadamente (García Delgadoy Felice, 2013; Zarega, 2018;
entre otros). A grandes rasgos puede afirmarse, entonces, que el espectro de lo considerado como
“juvenil” lejos de presentar unanimidad, parece contar de cierta amplitud.
Retomando lo planteado con anterioridad sobre la noción de “nativos digitales”, el
entrecruzamiento de las variables edad, género y clase (sólo por retomar las que se presentan en los
estudios relevados) parece tener gran potencial para comprender los modos en que lxs jóvenes usan
y se apropian de las TIC, y las redes sociales virtuales. Hablar de nativxs digitales, para referir a la
vinculación casi “natural” entre lxs jóvenes y las tecnologías, oculta las múltiples desigualdades que
condicionan las experiencias y trayectorias juveniles. Frente a esto, es importante resaltar “(…) la
imposibilidad de pensar a la “juventud” como una categoría homogénea, pues ello tiende a unificar
lo que en la práctica son modos de existencia social diversos, invisibilizando (y por lo tanto a
legitimando) desigualdades sociales” (Ainora, Bampi, Guzzo, Hernández; 2014: 3). El modo en que
algunos trabajos analizan la participación de jóvenes en plataformas virtuales presupone una idea de
juventud como categoría cerrada y homogénea, y es así en ese interjuego entre dimensiones donde
pueden surgir los interrogantes más ricos para abordar el modo en que se apropian de las redes
sociales virtuales; entendiendo que siempre estará atravesado por cuestiones de género, territoriales,
socioeconómicas, étnicas, etc. 
Frente a la mirada de las perspectivas que asumen de manera acrítica la noción de “nativos
digitales”, resulta interesante plantear algunos interrogantes: referir a lxs jóvenes en tanto “nativxs
digitales”, ¿no resulta una mirada estanca, que invisibiliza los distintos modos del ser joven? En un
contexto de distribución de los dispositivos tecnológicos mediante la lógica mercantil, ¿es
analíticamente conveniente presuponer que todos lxs jóvenes acceden efectivamente a ellos?
Incluso estando saldada la cuestión referida al acceso, ¿basta con haber nacido y ser socializadx en
un contexto de presencia masiva de las tecnologías digitales para asegurar que todxs utilizan y se
apropian de ellas a partir de las mismas habilidades y saberes? ¿Qué lugar que tienen los procesos
simbólicos y los capitales culturales en dicha apropiación? ¿Qué consecuencias trae aparejada la
concepción que asume un único modo de ser joven, y un modo homogéneo de vínculo de ellxs con
las TIC para las políticas públicas?
Ante estos interrogantes, entender a priori a lxs jóvenes como nativos digitales, entonces, parece no
es capaz de captar la hetetogeneidad que subyace a las distintas trayectorias de socialización y
utilización de las tecnologías digitales debido a su mirada naturalizante, estanca y cerrada que
propone al categorizar de manera binaria, nativos/migrantes, la relación con las tecnologías
digitales.
Otro indicio de que los estudios podrían ampliar el horizonte de lo que entienden por juventudes y
las diversas formas de vivirlas, es que los trabajos relevados se sitúan en contextos urbanos. Los
trabajos locales refieren en su mayoría a juventudes que habitan contextos urbanos. Es decir, hay
una vacancia en la cuestión territorial en el sentido de que no se indaga, en las investigaciones
analizadas, acerca de cómo lxs jóvenes que viven en zonas rurales se apropian de las TIC,
particularmente de las redes sociales virtuales, del mismo modo que tampoco se interroga en torno a
la dimensión étnica. Valepreguntarse si esto se debe a que se presuponen ciertos modos de la
sociabilidad y experiencia juvenil rural donde quedarían por fuera las tecnologías digitales, si se
trata de visiones un tanto urbanocentristas, etc. ¿Qué presupuestos subyacen al momento de
concentrar los esfuerzos analíticos exclusivamente en contexto urbanos? ¿Por qué el modo en que
lxs jóvenes que habitan zonas rurales se vinculan con las tecnologías digitales no adquiere
relevancia en los estudios sobre dicha cuestión? De nuevo, ¿qué consecuencias para las políticas
públicas trae aparejado el hecho de que la dimensión étnica no sea considerada en las
investigaciones en torno a las experiencias juveniles con las nuevas tecnologías? ¿El foco en lo
urbano se vincula con los modos de difusión de Tecnologías Digitales en el país y la llegada “más
temprana” de la conectividad y los dispositivos a los grandes centros urbanos? ¿Presuponen que en
las ciudades pequeñas o entornos rurales las sociabilidades predominantes pasan por lo offline?
Los interrogantes presentados proponen identificar posibles líneas de investigación que resultarían
interesantes emprender en próximos trabajos, a fin de incorporar nuevas dimensiones de análisis y
profundizar las ya estudiadas.
 
 
 
III Las plataformas virtuales como escenarios de análisis social
Dentro de las investigaciones en torno al uso y apropiación de plataformas sociales virtuales,
aquella que adquiere mayor predominancia como objeto de análisis es la red social Facebook. Lxs
autorxs argumentan que Facebook se vuelve objeto de interés dado su carácter masivo en lo que
refiere a cantidad de usuarixs a nivel mundial, al punto que muchxs jóvenes han llegado a
considerar que Internet es Facebook (Linne, 2015). En este sentido, en algunos trabajos se afirma
que el estudio sobre lo que sucede en el marco de esa red social con gran popularidad permite
extraer algunas conclusiones que podrían extrapolarse a otras redes (Dillon, 2013). Específicamente
en lo que respecta a la situación local, Facebook también se ubica en un lugar sobresaliente respecto
de la cantidad de usuarios: “los argentinos se han sumado masivamente al boom de las redes
sociales. El país tiene una de las tasas de penetración de Facebook más altas del mundo (…)”
(Dillon, 2013: 44).
Por otro lado, el recorte que establece a Facebook como objeto de estudio se fundamenta en que se
trata una red social propia de la web 2.0. Es decir, una plataforma participativa que, dadas sus
características técnicas, habilita e invita a la construcción de un perfil online configurable y editable
para la interacción con otros. En este sentido, “(…) las características de la plataforma Facebook,
incluso aquellas que parecen insignificantes, tienen una influencia en la manera cómo los usuarios
despliegan sus perfiles” (Rueda y Giraldo, 2016: 120). Tanto en su versión “muro” como
“biografía”, la posibilidad de seleccionar una foto de perfil, añadir una presentación personal, armar
y compartir álbumes de fotos, negociar las opciones de privacidad, etc; se puede evidenciar que
“Facebook brinda numerosas posibilidades para la construcción y reconstrucción de un yo a
medida” (Di Próspero, 2011: 45). 
Al ingresar a la cuenta de Facebook, lxs usuarixs son interpeladxs ante la pregunta “¿Qué estás
pensando?”; la configuración de la plataforma invita a la puesta en juego de estrategias de
presentación del sí mismx, y brinda herramientas que posibilitan diagramar ese perfil público en
base a qué quiero mostrar, cuándo lo quiero mostrar y con quiénes lo quiero mostrar. El/la usuarix
es invitadx a desplegar su propia narrativa “(…) Facebook posee un diseño y una estructura de
carácter autorreferencial; es decir, que la información que se consigna en el perfil (datos personales,
foto, amigos, hobbies, botón Me gusta, “qué estás pensando”, etc.) constituyen estrategias narrativas
que se orientan a “la construcción del yo” (…)” (Suárez Quiroga, 2012: 14). Hay un constante
interjuego entre las posibilidades y limitaciones de software que hacen a la configuración técnica de
la plataforma y las intenciones de lxs usuarixs. La red se va modificando, lo cual implica cambios
en torno a los horizontes de posibilidades.
Una de las modificaciones emblemáticas de Facebook fue el cambio de formato “muro” por el de
“biografía”. Hasta el año 2012, la plataforma contaba con dos secciones básicas: el perfil, donde el
usuario presentaba sus datos personales, y el muro, donde se producían las interacciones. A partir de
ese momento, mediante el formato “biografía”, Facebook integra esos dos espacios en una misma
página: “la biografía es la sección en la que el usuario comparte y edita su información personal y
su actividad reciente” (Linne, 2015: 69). A diferencia del muro, la biografía tiene mayor
componente visual (imagen de perfil y de portada) y abarca una información más amplia.
Otro dato a destacar en lo que refiere a las modificaciones en la arquitectura de la red social, a partir
del año 2015 Facebook ha extendido el botón de “like” hacia nuevas opciones de “reacciones”
como respuestas rápidas y sencillas en la interacción con otrxs usuarixs, como por ejemplo la última
reacción incorporada: “me importa”, enmarcada en un contexto de crisis sanitaria producto del virus
denominado “COVID-19”, incluída a modo de “abrazo virtual” hacia lxs demás.
A partir de lo anteriormente presentado se evidencia que, lejos de ser una red social estática,
Facebook está en constante movimiento; no sólo por parte de las acciones e interacciones realizadas
por sus usuarixs sino también que la plataforma introduce cambios en lo que respecta a su
arquitectura, y esto habilita nuevos cursos de acción y de vinculación, invitado a lxs usuarixs a
desarrollar estrategias novedosas para la presentación del sí mismx y para la interacción con otrxs.
Así mismo, es importante resaltar que trabajos más actuales han concentrado sus esfuerzos
analíticos en el marco de la red social Instagram. Los motivos que lxs autorxs exponen en torno a
esta decisión refieren, también, a la popularidad alcanzada por dicha plataforma considerando el
elevado número de usuarixs que posee, principalmente jóvenes; “(…) en el 2017 Instagram abrazó
los 700 millones de usuarios (…)” (Zerega, 2018: 15). Según Lemus (2019), esto puede deberse a
que el arribo de adultos familiares a Facebook “(…) contribuyó a que los jóvenes migraran hacia
nuevos espacios y con ello cambió también el modo de moverse allí” (Lemus, 2019: 6). Este
planteo coincide con los hallazgos de Zerega (2018) quien, a partir de los relatos de lxs jóvenes
estudiadxs, afirma que “(…) hay una selección más cuidadosa del contenido en FB porque en esta
red se encuentran sus familiares” (Zerega, 2018: 62).
Esto evidencia que no utilizan las redes sociales de manera totalmente desprovista de códigos y
normativas, sino que su participación en estos escenarios virtuales implica el diseño y la puesta en
ejercicio de una serie de procesos que implican decisiones de selección y edición a partir de ciertos
parámetros.
Si bien ya se aclaraba que Facebook en sus modificaciones del diseño arquitectónico había dado
cada vez mayor protagonismo al aspecto visual, Instagram se presenta como la red sobresaliente en
relación a lugar central que se le otorga a la imagen. En cuanto al feedback, el “like” también es
una herramienta que Instagram posee, pero de manera mucho más restringida en cuanto a opciones,
si se compara con las posibilidades de “reacciones” que Facebook ofrece. Sin embargo, de acuerdo
con la bibliografía el elemento distintivo de Instagram es el uso del “hashtag”, herramienta que
permite viralizar contenido de manera fácil y rápida. Instagram se presenta como un sitio donde
publicar de manera instantánea y fugaz, por medio de las “historias”, mientras que el contenido
posteado en el “feed” tiene una carga simbólica o emotiva mayor, o se percibe como más relevante
(Zerega,2018). Vale aclarar que lxs autorxs plantean que muchas veces ambas redes se usan de
modo conjunto debido a que existe la posibilidad de configurar el “linkeo” de cuentas, en caso de
ser usuarix de las dos plataformas. 
Si bien Instagram tiene una presencia creciente en los últimos años en los análisis sociales sobre
redes virtuales, los estudios refieren ampliamente a Facebook. Quizás esto se deba a que dicha
plataforma sigue siendo considerada por la mayoría de lxs investigadorxs del siguiente modo:
“Instagram es una red social que ha crecido a un ritmo abismal en un corto periodo de tiempo, si
bien Facebook es el rey indiscutible de las redes sociales (…)” (Zerega, 2018: 16).
A modo reflexivo, en relación a lo desarrollado con anterioridad, resulta interesante el interrogante
acerca de cuáles son los aspectos relevantes a poner bajo la lupa: ¿qué tipo de datos puede arrojar
un estudio centrado exclusiva o principalmente en las características arquitectónicas de una
plataforma? ¿Cuál es la riqueza de analizar dichos rasgos junto a los usos y apropiaciones que se
hacen de las habilitaciones técnicas? Conocer las plataformas en cuanto a su arquitectura abre la
posibilidad a preguntarse qué performances pueden configurar lxs usuarios a partir de ellas. Pero
centrar el análisis exclusivamente en lo que refiere a la plataforma, propiamente dicha, puede
conllevar la caducidad de los estudios teniendo en cuenta las modificaciones que ésta puede sufrir.
Recientemente, la red social que ha ganado protagonismo entre lxs jóvenes es TikTok. Se trata de
una plataforma que permite crear y compartir videos de breve duración. Se abre una línea
interesante capaz de estudiar cuáles son las satisfacciones que genera el uso de dicha red social, de
qué manera lxs jóvenes se apropian de ella, cómo se presentan a sí mismxs, y cuáles son sus
especificidades respecto de otras redes. 
En resumen, la participación en plataformas virtuales emerge de un constante proceso de
negociación entre las habilitaciones provistas por las características técnicas de la red y los procesos
de apropiación que desarrollan lxs usuarios a partir de sus pretensiones e intereses. Estudiar cómo
se mueven lxs jóvenes en los entornos online y cómo se presentan ante otrxs permite conocer
cuestiones relativas a los modos de sociabilidad juvenil en términos más generales; considerando
que lo online/offline no se trata de instancias deslindadas, sino que, por lo contrario, se encuentran
mutuamente imbricadas.
IV Sacudiendo al sentido común. Principales hallazgos en los trabajos relevados
Resulta evidente que la participación de jóvenes en el entorno virtual es una cuestión que ocupa al
debate público y académico. En este sentido, es interesante poner en tensión algunas ideas que
conforman al sentido común, que son producidas y reproducidas por y en los medios de
comunicación, respecto de los hallazgos brindados por los estudios relevados. Éstos presentan
conclusiones que permiten ahondar en las prácticas digitales juveniles, intentando reconstruir y
comprender los significados, representaciones e, incluso, desigualdades que las atraviesan.
Algunos titulares que dan cuenta de esto son: 
“Adolescentes en riesgo: El robo de identidad y el acoso crecen en las redes sociales”
(Clarín, 2013); “Vivir desde el teléfono o para las redes sociales: ¿síndrome urbano
contemporáneo o enfermedad del siglo XXI?” (Infobae, 2019); “¿Las redes sociales
arruinan la vida de los jóvenes?” (Infobae, 2015). “Redes sociales: cómo evitar que los
chicos estén en peligro” (La Nación, 2020); “Ciberadicción en cuarentena: redes
sociales, videojuegos y ludopatía online” (Perfil, 2020).
Es interesante reflexionar en torno al modo en que la cuestión del uso tecnologías digitales y de
redes sociales virtuales por parte de jóvenes, específicamente, es planteada en estos espacios
mediáticos y avaladas por profesionales en un intento de dar respuestas a interrogantes y
preocupaciones, ante todo, de otrxs adultxs. En un sentido similar, Chaves (2005) afirma que gran
parte de las formaciones discursivas sobre la juventud implica que ésta sea “(...) negada (modelo
jurídico) o negativizada (modelo represivo), se le niega existencia como sujeto total (en transición,
incompleto, ni niño ni adulto) o se negativizan sus prácticas (juventud problema, juventud gris,
joven desviado, tribu juvenil, ser rebelde, delincuente) (Chaves, 2005: 9). En primer lugar, en los
titulares analizados, es evidente la primacía de la mirada adultocentrista. En la mayoría de las notas,
charlas, lxs jóvenes no son consultadxs, convocadxs. Se habla en nombre de ellxs pero pocas veces
se los invita a tomar la palabra. La pregunta sobre lxs jóvenes las hacen adultxs, sobre
preocupaciones de adultxs, y la responden adultxs. 
Por otro lado, es pertinente hacer foco en los términos y adjetivos que suelen adquirir protagonismo
cuando se pretende analizar lo que sucede en el entorno virtual.: “peligros”, “preocupación”,
“efectos negativos”, “hiper”. En general, estos modos de decir, que no son ingenuos, van
acompañados de miradas patologizantes y homogeneizadoras. Y allí aparecen, entonces, cuestiones
como “síndrome”, “síntoma”, “enfermedad”. La mirada determinista que habla en nombre de
“impactos”, el adultocentrismo que poco (o nada) convoca a la palabra de lxs jóvenes, y las
concepciones patologizantes sobresalen en los análisis mediáticos en torno al vínculo de jóvenes
con las tecnologías, específicamente con las redes sociales virtuales.
En cuanto a esas preocupaciones que aparecen con mayor frecuencia, una es la que plantea la
cuestión relativa a la cantidad de horas que lxs jóvenes pasan frente a la pantalla, en una supuesta
absoluta soledad, ensimismadx, haciendo vaya uno a saber qué cosas, con todos los peligros que allí
habitan en un mundo de desconocidos. Tensionando esta idea con los aportes de los estudios, la
evidencia científica analizada indica que lxs jóvenes manifiestan contactarse y vincularse en el
marco de las redes sociales virtuales con quienes también lo hacen de forma presencial (Dillon,
2013). De este modo, puede establecerse un continuum entre las relaciones de tipo “cara a cara” y
los vínculos virtuales, poniéndose en cuestión aquellas perspectivas que plantean la existencia de
una vida “online” y una vida “offline” (Turkle, 1997). Resulta, entonces, pertinente poner en tensión
las construcciones de sentidos elaboradas y reproducidas en y por los medios de comunicación con
los aportes científicos al respecto. El estereotipo del joven ensimismado y aislado no parece ser
representativo de la mayoría de las experiencias que ellxs mismxs relatan en las entrevistas
realizadas en los estudios relevados. Por el contrario, a partir de las conclusiones de las
investigaciones analizadas, puede afirmarse que las redes sociales virtuales no suponen en los
modos de sociabilidad juvenil una forma de aislamiento social que actúe suplantando los encuentros
presenciales (Moreno, 2013; Linne, 2014), a la vez que tampoco se convierten en un espacio donde
lxs jóvenes interactúen mayormente con desconocidxs (Dillon, 2013; De la Torre y Vaillard, 2012).
Los hallazgos científicos revelan que Facebook se vuelve
(…) un espacio donde continuar las conversaciones que comenzaron en la escuela, en
el barrio o en alguna salida. Los vínculos virtuales y los “reales” se retroalimentan
mutuamente, las dos esferas de interacción no constituyen universos paralelos, sino que
forman un continuum (Dillon, 2013: 65).
Retomando a Chaves (2005), las enunciaciones discursivas acerca de las prácticas juveniles
plasmadas en los titulares anteriormente mencionados, parecen corroborar la idea de que “(...) se
negativizan sus prácticas” (Chaves, 2005: 9). La “patologización” que dichos discursos otorgan al
vínculo de lxs jóvenes con las tic, implica una mirada negativa, un abordaje “(...) plagado de
términos médicos y biológicos y sus intervenciones

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