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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 
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de que este hecho es incuestionable, que la migración es, ante todo, un proceso humano que 
afecta a personas y poblaciones y que tiene consecuencias directas sobre ellos y sus formas 
de vida, arraigos, identidades, así como sobre sus proyectos de vida personales, familiares 
y comunitarios. 
Un aspecto no siempre desarrollado y analizado en los determinantes de la 
emigración es la dinámica demográfica que prevalece tanto en los países de origen como de 
destino y que en algunos casos contribuye a la formación de un superávit demográfico y 
laboral, mientras que en los de destino conforma la base de un déficit crónico y sistemático 
de población y mano de obra (Canales, 2015). Los países centroamericanos, así como casi 
todos los países latinoamericanos, están atravesando las etapas finales de su transición 
demográfica (Chackiel, 2004). Después de haber experimentado el descenso de los niveles 
de mortalidad, desde 1960 en estos países se ha iniciado el descenso y control de los niveles 
de la natalidad, de tal modo que se ha pasado de tasas del orden de los 50 nacimientos por 
cada 1.000 habitantes en la década de 1960 a niveles que fluctúan entre los 18 nacimientos 
por 1.000 habitantes en El Salvador y Honduras y los 25 nacimientos por 1.000 habitantes en 
Guatemala. Con todo, aún no se ha llegado a los puntos más bajos de la natalidad que se 
lograrán en las décadas de 2040 y 2050, dependiendo de cada país. 
Lo relevante de esta dinámica demográfica es que en los tres países del norte de 
Centroamérica ya se habría pasado y agotado la etapa de alto crecimiento demográfico y se 
estaría ad portas de nuevas dinámicas en donde el crecimiento tienda a ser estable y 
controlado a muy bajos niveles, pero en un contexto de profundas transformaciones en las 
estructuras demográficas de las poblaciones (Flores, 2014). Se pasaría de tasas de 
crecimiento natural de la población por sobre el 3% prevalecientes entre 1960 y 1990, a tasas 
de solo el 1,1% en El Salvador, 1,7% en Honduras y 2,1% en Guatemala en la actualidad, y 
se espera que se reduzcan a menos del 0,7% en las siguientes tres décadas. 
El efecto más importante de este cambio en la dinámica demográfica es la 
transformación de la estructura y composición de la población por grandes grupos de edad. La 
reducción sistemática y en tan corto tiempo de la fecundidad y natalidad, si bien impacta 
directamente en el volumen de la población infantil, tiende a tener un impacto más lento y 
retardado en los volúmenes de la población joven, adulta y adulta mayor. Asimismo, si bien la 
reducción de la mortalidad ha permitido el aumento de la esperanza de vida de la población, 
su impacto en los volúmenes de población adulta también se manifiesta con cierto retardo que 
puede demorar varias décadas. En todo caso, el efecto que ya empieza a manifestarse es el 
cambio en la estructura y composición etaria de la población, proceso que inició hace un par 
de décadas, y se estima que continúe a lo largo de todo el siglo XXI. Es la transición de una 
población joven a una envejecida como resultado de la misma transición demográfica.

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