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LA TIRANÍA
DEL CUERPO
 
¿Por qué no me veo como soy?
 
Rosa Mª Raich
 
Siglantana
 
Dirección de la colección «Comportamiento Humano»:
Josep M.ª Farré
 
Editores:
Helena Domínguez-Cagnon, Joaquim Almeda y Clara Lallana
 
© Editorial Siglantana S. L., 2017
 
Ilustración de la cubierta: Silvia Ospina Amaya
Maquetación y preimpresión: José M.ª Díaz de Mendívil Pérez
 
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o
parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su
transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico,
mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y
siguientes del Código Penal).
 
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita
fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar a
través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 /
93 272 04 47.
 
ISBN (Siglantana): 978-84-18556-98-2
Depósito legal: B-20692-2017
 
Impreso en España - Printed in Spain
 
 
1 A modo de introducción: la importancia de la imagen
Rosa María Raich Escursell
 
2 ¿Cómo se forma la imagen corporal?
Rosa María Raich Escursell
 
3 El espejo subjetivo: ¿qué es la imagen corporal?
Elisabet Tasa Vinyals
 
4 ¿Cuáles son los mecanismos determinantes y las funciones de la
imagen y la (in)satisfacción corporal?
Elisabet Tasa Vinyals
 
5 De sexos y de géneros
Marcela L. González
 
6 ¿Qué pasa con los hombres?
José Ignacio Baile Ayensa
SUMARIO
 
7 ¿Cómo mejorar la percepción de nosotras/os mismas/os?
Marisol Mora Giral
 
8 Lo mejor: la prevención
Rosa María Raich Escursell
 
Bibliografía
 
Autores
- CAPÍTULO 1 -
 
A MODO DE INTRODUCCIÓN:
LA IMPORTANCIA DE LA IMAGEN
 
Rosa María Raich Escursell
 
NOS QUIEREN PERFECT@S
En una sociedad que glorifica la belleza, la juventud y la salud, no es raro
que la apariencia física esté en el centro de las preocupaciones de muchas
personas. De hecho, el gasto anual dedicado a mejorar la apariencia física no
para de crecer. Uno de los negocios más lucrativos que existen en la
actualidad gira, precisamente, en torno a la mejora del aspecto físico. Solo
hay que pensar en el dinero que se invierte en peluquería, cosméticos,
ejercicio físico, alimentos bajos en calorías y, por último, en cirugía estética,
que ya está al alcance de muchos. La preocupación excesiva por la imagen
puede llegar a ser obsesiva y son las mujeres el principal objetivo de la
publicidad en el ámbito de la estética. También son las mayores
consumidoras de cosméticos aunque, desde hace unos diez años, ha
aumentado la presión ejercida sobre los hombres para que su cuerpo sea
musculoso y sin grasa.
Por otra parte, la búsqueda de la belleza (y belleza, hoy en día, es sinónimo
de delgadez en el sexo femenino) está mucho más arraigada en las mujeres
que en los hombres. Por este motivo, son más propensas a sufrir trastornos
de la alimentación. Muchas publicaciones contribuyen a aumentar la presión
generada por los supuestos beneficios de la delgadez, que son elogiados por
los medios de comunicación y, generalmente, aceptados por la sociedad. Las
voces críticas que advierten sobre el impacto adverso de esta creencia en los
jóvenes son cada vez más numerosas. A pesar de ello, la obsesión por la
delgadez se cobra todavía muchas víctimas. En la sociedad actual, las
básculas de los baños se han convertido en el famoso espejo de la madrastra
de Blancanieves: cuando una mujer se sube a una de ellas, no busca saber los
kilos que pesa sino hasta qué punto es bella o es fea. Parece que interiorizar
estas normas, asociado a una deficiente autoestima, y aceptar ciertos ideales
de perfección es el punto de partida ideal para sentirse mal en el propio
cuerpo, iniciar dietas restrictivas, seguir ayunos, provocarse vómitos,
practicar ejercicio extenuante o incluso consumir anabolizantes... El objetivo
es conseguir un cuerpo más delgado en las chicas (que, en muchas
ocasiones, terminan siendo atrapadas en la espiral de los trastornos
alimentarios) y/o conseguir un cuerpo musculoso, en los chicos, para lo que
pueden seguir una alimentación muy particular y, en ocasiones, utilizar
drogas que les permitan mejorar su físico.
 
UNA BELLEZA PARA CADA ÉPOCA
De todas maneras, en todas las culturas y en todos los tiempos se ha
valorado un determinado modelo de belleza a seguir y el saber popular hace
ya varios años que nos habla de la importancia de la imagen. Refranes como
 
«Dame gordura y te daré hermosura»
 
están hoy en día absolutamente pasados de moda porque la apreciación de
las mujeres sobre la gordura es negativa. Debería reconvertirse en «dame
delgadez y te daré belleza», a tenor de la presión mediática en favor de la la
esbeltez.
Otro, como
 
«La suerte de la fea la bonita la desea»
 
podría pensarse que es un premio de consolación para las «feas»
(afortunadamente, nadie habla de «feas» hoy) aunque haya algo de razón en
el proverbio, puesto que frente a la creencia muy difundida de que ser bella
es igual a ser feliz, las biografías de muchas personas muy bellas muestran
escasa felicidad.
Estos adagios se refieren a la mujer, aunque hay algunos que pueden servir
para ambos sexos. Por ejemplo,
 
«La belleza está en los ojos de quien la mira»
 
plantea una enorme verdad. Aunque el modelo estético puede pesar mucho
en la consideración de la belleza, es innegable que se puede considerar
irresistibles o tremendamente atractivos una sonrisa, unos hoyuelos, un gesto
o cierta elegancia en el trato...
También se dice:
 
«Aunque la mona se vista de seda, mona se queda».
 
O sea, que el saber popular piensa que no todo puede conseguirse con un
atuendo determinado... pero en Cataluña tenemos un refrán que nos dice lo
contrario: «Vesteix un bastó i semblarà un senyor», es decir: «Viste un
bastón y parecerá un señor».
Existen sentencias exclusivamente para hombres:
 
«El hombre y el oso cuanto más feo, más hermoso»
 
o en su otra versión:
 
«El hombre y el oso, cuanto más peludo más hermoso».
 
Inventados, obviamente, por hombres y, en la versión peludos, sin duda por
alguno con abundante pelo.
 
«Si quieres al marido gordito, después de la sopa, le das un traguito.»
 
Es difícil, hoy en día que alguien quiera al «marido gordito», pero en épocas
de carestía podía ser un rasgo muy apreciado.
En la literatura podemos hallar muchísimos ejemplos de los diferentes
modelos de belleza que ha habido a lo largo de la historia...Veamos alguno
ejemplos.
 
Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita (1254-1351), ya cita en el Libro de Buen
Amor, una de las obras cumbre de la literatura medieval española:
 
«Ancheta de caderas, esta es talla de dueña».
 
El escritor italiano Baltasar de Castiglione (1478-1529) hace declarar a uno
de sus personajes de El Cortesano, donde describe el ideal de vida del
Renacimiento:
 
«Que ciertamente a la mujer que no es hermosa no podemos decir que no le
falte una muy gran cosa».
 
Garcilaso de la Vega (1501-1536) construye la siguiente poesía dedicada a la
mujer bella:
 
En tanto que de rosa y d’açucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con buelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparze y desordena
 
De los hombres, más bien se destaca que la belleza no es lo más
importante... Tal como afirma Don Quijote:
 
«Yo, Sancho, bien veo que no soy hermoso, pero también conozco que no soy
disforme, y bástale a un hombre de bien no ser monstruo para ser bien
querido, como tenga los dotes del alma que te he dicho».
 
En muchas ocasiones se alaba o se propone un modelo diferente al actual y
se ensalzan lasvirtudes de una cierta obesidad como afirma Pickwick, el
famoso personaje del novelista inglés Charles Dickens (1812-1870), en su
obra Los papeles póstumos del Club Pickwick (1836-37), donde afirma:
 
«La prudencia y la barriga crecen al mismo tiempo».
 
El cuentista catalán Joaquim Ruyra (1858-1939) juega con las palabras en su
cuento Els vint corders de Blanes. En la Blanes del siglo
xix
la palabra corders se refería a los hombres que trabajaban haciendo
«cuerdas» y los operarios de esta localidad gerundense eran muy apreciados.
Pero también significaba «cordero».
En el cuento, un general solicita corderos «gordos» y en el ayuntamiento lo
interpretan como «hombres que hacen cuerdas gordos», lo que crea una
cierta confusión y da origen al relato, que alcanza momentos tragicómicos
cuando los supuestos «corderos» se enteran de que los quieren para
comérselos.
El cuento comienza:
 
En los borrascosos tiempos del general Zapatero se recibió en Blanes una
comunicación suya, dirigida al alcalde, redactada en los términos
siguientes:
«Sírvase mandar a la mayor brevedad a este cuartel de Santa Coloma de
Farnés los veinte corderos más sanos y gordos que pueda encontrar en esa
villa de Blanes. Dios guarde a V., etc.»
El secretario, el chico Samarugues, la leyó y re-leyó tres o cuatro veces y no
entendía nada...
—A ver, ¿por qué demonios quiere tantos corderos el general? Y aún en el
caso de que los necesitara, ¿qué le importa que sean gruesos o delgados,
mientras sean buenos trabajadores y listos en su tarea?
El alcalde, Pau Bagué, no lo encontró tan raro.
—Ciertamente veinte corderos son muchos corderos pero un ejército es
como un pueblo: todo lo necesita a lo grande y tanto puede necesitar
cuerdas como cañones o comida.
—Pero, y de quererlos gordos, ¿qué me dice?
—Gordos —dijo el alcalde—. Los quiere gordos y sanos.
 
Como se ve, en este momento se apreciaba «la gordura» en los hombres.
Asimismo, el escritor judío de nacionalidad austriaca Stefan Zweig (1881-
1942), en su autobiografía El mundo de ayer, publicada póstumamente,
explicaba que los facultativos de 24 y 25 años de edad, que acababan de
pasar el examen médico, solían lucir enormes barbas, llevaban lentes
dorados aunque sus ojos no los necesitaran... y trataban de conseguir un
ligero embonpoint.
O sea, en esa época, los médicos recién licenciados intentaban parecer
mayores para generar más confianza en sus pacientes y, para ello, se ponían
gafas, se dejaban crecer la barba y buscaban un cierto sobrepeso, que es a lo
que los franceses llaman embonpoint (en su buen punto).
Tras ver estos refranes y pinceladas literarias se observa que, a lo largo de la
historia, se ha deseado, exigido o admirado la belleza en la mujer y, en
cambio, no se ha considerado muy importante en el hombre.
El modelo estético femenino ha cambiado con los tiempos y ha tendido a
apreciar cuerpos más delgados cuanto más saneada es la economía. En
cambio, en épocas de escasez, el modelo estético es más «carnoso». De
hecho, algunas autoras americanas afirman que parece como si la cultura
marchara en dirección contraria a la biología puesto que, cuando existe más
alimento, se admira más a la gente (y especialmente a la mujer) delgada,
aunque sea en época de abundancia cuando el peso de las personas tiende a
aumentar (en el mundo occidental, los porcentajes de obesidad actuales son
los más altos de la historia). En cambio, tradicionalmente en el hombre se ha
apreciado la fuerza, el poder, la riqueza, la destreza... (Las madres de las
chicas mexicanas aconsejaban a sus hijas que buscaran un marido con las
tres F: fuerte, feo y formal). El modelo estético masculino no ha variado
tanto a través de la historia. Lo que sí ha cambiado ha sido la importancia
concedida a la imagen también para ellos.
 
EL PARADIGMA CONTEMPORÁNEO Y SUS
PELIGROS
El modelo estético actual de la mujer es un modelo estilizado, de gran
perfección, con cabello abundante y largo, caucásico (alta, rubia, delgada, de
ojos claros...), y el masculino es también uno de gran perfección pero
musculoso, con mucho cabello, sin grasa ni abdomen y asimismo caucásico.
Sin embargo, la búsqueda de una imagen bella puede llegar a ser obsesiva.
El motivo más importante para la publicación de este libro ha sido mostrar
un problema socialmente determinado que puede llegar a ser invalidante y
provocar no solo un trastorno dismórfico, sino estar en el origen de
trastornos alimentarios y muy relacionado con trastornos depresivos, de
ansiedad social y obsesivo-compulsivos.
El trastorno de la imagen corporal es al que se denomina trastorno
dismórfico y aparece definido en los DSM¹ (Manuales Diagnósticos) como:
«La preocupación por algún defecto imaginado del aspecto físico en una
persona aparentemente normal. Cuando hay leves anomalías físicas, la
preocupación del individuo es excesiva, provoca malestar clínicamente
significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la
actividad del individuo, y no se explica mejor por la presencia de otro
trastorno mental» (DSM V).
Puede presentar diferentes características clínicas. A nivel cognitivo, los
pacientes expresan interpretaciones de los hechos sesgadas desde la crítica al
defecto físico. Estas distorsiones cognitivas o creencias irracionales son la
manera de interpretar los acontecimientos, entender la realidad y prever el
futuro. Además, estas personas menosprecian su apariencia y creen que todo
el mundo se fija en su defecto. También piensan que su defecto es una
prueba fehaciente de la imposibilidad de ser queridas o apreciadas, y una
muestra de debilidad, pereza o defecto de carácter. Evitan situaciones
sociales donde sus defectos puedan ser escudriñados y presentan
sentimientos de enfado, tristeza, desesperación y malestar tan agudo como
una crisis de ansiedad o un ataque de pánico, incluyendo miedo intenso,
sensación de muerte inminente, dolor en el pecho, palpitaciones, sudor,
temblores y dificultad para respirar.
 
Figura 1: Características clínicas del trastorno dismórfico:
cogniciones distorsionadas
 
 
En ocasiones, la desesperanza y la tristeza pueden desencadenar
sintomatología depresiva. También la vergüenza por el defecto propiciará
dificultades interpersonales y, en ocasiones, incluso fobia social.
Conductualmente, estos individuos organizarán su estilo de vida alrededor
de su preocupación corporal. Las conductas pueden ser de evitación o bien
repetitivas imperiosas (rituales). Todo ello provoca una enorme
insatisfacción vital.
Entre los comportamientos más frecuentes están:
Mirarse al espejo.
Arreglarse durante mucho tiempo.
Camuflar el defecto con maquillaje, ropa, flequillo, sombreros, posturas...
Comprar compulsivamente ropa con el fin de verse mejor; visitar con
asiduidad centros de estética.
Buscar refuerzo social para reducir la ansiedad que produce el defecto.
A veces, hacer dieta y ejercicio.
Hacer mediciones y evaluaciones continuas y repetitivas del defecto; en
ocasiones, realizar rituales compulsivos.
 
ESTRCTURA DE LA OBRA
El primer capítulo de esta obra («¿Cómo se forma la imagen corporal?»)
presenta los factores que intervienen en la formación de la imagen corporal,
ya sean de tipo biológico, psicológico, comportamental o sociocultural (estos
últimos determinan en gran medida la satisfacción o insatisfacción corporal,
la manera de vernos a nosotros mismos).
En el capítulo «El espejo subjetivo: ¿qué es la imagen corporal?», Elisabet
Tasa Vinyals expone qué es la imagen corporal, en sus diferentes e
interrelacionadas dimensiones perceptiva, cognitivo/afectiva y conductual.
La misma autora estructura el siguiente capítulo, «¿Cuáles son los
mecanismos determinantes y las funciones de la imagen y la (in)satisfacción
corporal?», en tres partes referentes a la perspectiva sociocultural, la
perspectiva cognitivo-conductual y la perspectiva feminista.
Marcela L. González hace hincapié en la diferencia que existe entre los
conceptos de sexo y género. El sexo tiene que ver con lascaracterísticas
genético-biológicas, las cuales, en interacción con el ambiente, definirán las
características fisiológicas y anatómicas del bebé. En cambio, el género se
refiere a los roles socialmente construidos, los comportamientos,
actividades, normas y atributos que una sociedad dada considera apropiados
y asigna a las personas de un sexo determinado.
José Ignacio Baile, en «¿Qué pasa con los hombres?», estudia a fondo la
situación actual de la imagen corporal en los hombres. Huye de tópicos
demasiado difundidos acerca de la poca preocupación corporal de «ellos»,
presenta los modelos estéticos actuales, sus rasgos sobresalientes y finaliza
explicando el trastorno dismórfico y la dismorfia muscular.
En «¿Cómo mejorar la percepción de nosotras/os mismas/os?», Marisol
Mora Giral nos lleva por el camino que podrá facilitar la detección, el
análisis y la mejora de las preocupaciones corporales, tras llevar a cabo un
interesante estudio de los diferentes tratamientos que se han aplicado. La
«Propuesta actual de programa cognitivo-conductual de las alteraciones de la
imagen corporal» permite seguir paso a paso un tratamiento completo de la
preocupación excesiva por la imagen corporal.
Finalmente, en «Lo mejor: la prevención», se indica una docena de maneras
de sentirse bien dentro de la propia piel y cómo mejorar y disfrutar del
propio cuerpo.
- CAPÍTULO 2 -
 
¿CÓMO SE FORMA LA IMAGEN CORPORAL?
 
Rosa María Raich Escursell
La belleza está en los ojos
del que mira.
 
UNA DEFINICIÓN
La imagen corporal es lo que percibimos, pensamos y sentimos, y cómo
actuamos en función de nuestro cuerpo. No es lo mismo cómo te ves (la
fotografía de ti mismo que tienes en tu mente) que cómo eres.
En realidad la verdadera imagen estable no existe. Podemos sentirnos:
guapos/feos, delgados/gordos, atractivos/repelentes, altos/bajos,
rubios/morenos, de ojos azules/verdes/castaños... podemos tener las manos y
los pies grandes/pequeños, la piel clara/morena... Pero no siempre es así;
aunque pesemos lo mismo, un día podemos sentirnos delgados y al
siguiente, gordos... Esa imagen que tenemos de nosotros mismos nos viene
dada por un conjunto importante de factores que se van sumando o restando
a lo largo de la vida.
En la formación de la imagen de nuestro cuerpo intervienen diferentes
factores biológicos, psicológicos, socioculturales y comportamentales, pero,
en realidad, están estrechamente entrelazados y, sin duda, el factor más
influyente es el cultural-social-ambiental. En la Figura 1 (p. siguiente) se
muestran los factores implicados y su interrelación.
 
Figura 1: Interrelación de los factores implicados en la formación de la
imagen corporal
 
Factores biológicos
• Talla y forma corporal
• Edad y desarrollo: cambios puberales
• Género
• Peso
 
Factores biológicos
• Autoestima
• Estado de ánimo
• Perfeccionismo
• Temperamento
 
Factores cognitivos
• Esquemas de apariencia
•
Interiorización del
ideal estético
• Objetivización del cuerpo
 
Factores comportamentales
• Dieta
• Hablar de dietas, modas, etc.
• Leer revistas de moda, dietas, etc.
• Comprobaciones
 
Factores socioculturales:
normas culturales y sociales
• Ideal de belleza
•
Necesidad de presentar el ideal
de belleza
 
Transmitidas por:
• Familia
• Pares
• Medios de comunicación
• Diferentes culturas
 
FACTORES BIOLÓGICOS
Talla y forma corporal
Nacemos en una familia, con unos padres y antepasados concretos. No en
vano heredamos características del cuerpo de nuestros progenitores y
antepasados. Desde que nacemos, se empiezan a encontrar parecidos
clarísimos con algún adulto (a quien, probablemente, en aquel momento no
nos parecemos en nada). Pero nadie puede negar que el color de los ojos, de
la piel, del cabello, la talla y el peso, y otros muchas aspectos del cuerpo se
deben a los padres y antepasados. El peso y la talla se pueden modificar
mucho menos de lo que los anuncios y la propaganda de productos diversos
intentan hacernos creer. La mayoría de las mujeres (casi un 80%) está
insatisfecha con su peso porque querría tenerlo más bajo y también un 80%
de los hombres desearían cambiarlo. A la mitad de ellos (el 40%) les gustaría
pesar menos y a la otra mitad, más. La mayoría de los hombres saben que
«el músculo pesa» y, por ello, aprecian tener más kilos; en cambio, para la
mayoría de las mujeres el peso es un factor desagradable, engorroso, que
causa vergüenza y del que necesariamente hay que huir.
Sin embargo, resulta curioso que, más que el peso, lo que es determinante en
una mala imagen corporal es el convencimiento de que el peso y la forma
son muy importantes y la creencia de «estar gorda/o», independientemente
de que se pese mucho o poco. Este pensamiento tiene una fuerte conexión
con la insatisfacción corporal, el seguimiento de una dieta y una baja
autoestima.
 
Edad
Nuestro sentido básico de identidad está enraizado en un cuerpo, nuestro
cuerpo. Parece que hacia los dos años, muchos niños ya pueden reconocerse
a sí mismos en un espejo. Cada vez más la corporeidad da retroinformación
de cómo somos y también cada vez más queda patente cómo te ven los
demás. Desde muy pequeños, los niños/as conocen cómo se ha de ser para
tener éxito. Los cuentos de Cenicienta, la Bella Durmiente o Blancanieves
nos describen el físico de los vencedores por encima de los feos y malos.
Así, la imagen corporal ideal va quedando cada vez más clara y los niños
pequeños aprenden cómo no se ha de ser.
Sabemos que a partir de los 6 años, los niños expresan descontento con su
peso y muchos desean estar más delgados. En diversos estudios con niñas y
niños españoles y mexicanos de 9 a 11 años de edad con sobrepeso u
obesidad, se ha observado que presentan una buena actitud hacia la
alimentación pero tienen baja autoestima al percibirse con sobrepeso. Esto
podría estar ligado a que muchos de estos niños sufren hostigamiento y
burlas de sus compañeros por su complexión física. El posible impacto de
una baja autoestima en las alteraciones de la conducta alimentaria es
importante desde el punto de vista psicológico, al haber sido señalado como
un factor de influencia capital.
 
Cambios puberales
Uno de los hitos más significativos en la vida de un individuo es la pubertad.
La adolescencia, con la llegada de la pubertad y la definición de un nuevo
cuerpo de adulto, trae consigo una problemática mucho más importante. De
hecho, niños que con anterioridad a estos cambios no habían presentado
problemas, empiezan a sufrirlos. Los cambios físicos de la pubertad son
dramáticos en al caso de las niñas. Incluyen un aumento significativo del
porcentaje de grasa corporal, la aparición de vello y acné, y el inicio de la
menstruación. Estos cambios pueden provocar gran preocupación acerca de
la apariencia física. Los efectos de las modificaciones corporales también
influyen en las diferentes respuestas emocionales. Tanto si los cambios son o
no los esperados, el cuerpo de la niña no va a ser aquel al que estaba
acostumbrada. Las chicas deben ajustarse a estos cambios en relativamente
poco tiempo, con o sin el soporte de los que están a su alrededor. La falta de
conocimientos acerca del proceso puberal puede llevar a no comprender
estos cambios y a considerarlos como «estar engordando» en lugar de «estar
desarrollánse como una mujer». Incluso pueden conceptualizarse como una
pérdida de control. Tanto una maduración temprana, como tardía, puede
llevar a las chicas, al compararse con sus iguales, a desarrollar una visión
problemática de sí mismas. Pero, según los estudios analizados, es peor el
desarrollo temprano que el tardío.
En esta época de cambios drásticos, suele parecer mucho más importante
tener un «buen tipo» o llevar la ropa adecuada que cualquier otra cosa. Las
chicas que se desarrollan más aprisa que sus compañeras pueden presentar
más problemas respecto a su imagen corporal. La mayoría considera los
cambios que observan en su propio cuerpo (por ejemplo: el desarrollo de los
pechos o las caderas) comogrotescos o que las engorda, más que como una
prueba de estar haciéndose «personas mayores». Por el contrario, los chicos
que tardan en crecer más que sus compañeros suelen quedar marcados
profundamente por la preocupación de ser «bajitos» y de no tener las
cualidades de fortaleza y altura que definen al hombre y remarcan su
masculinidad.
 
Género
En muchos de nuestros estudios en adolescentes hemos descubierto una
mayor insatisfacción corporal según el género (mayor en niñas que en niños)
y según la edad (aumenta con la edad). Asimismo, hemos encontrado estas
diferencias entre chicos y chicas universitarios, y entre hombres y mujeres
mayores, aunque los porcentajes han ido cambiando y últimamente la
insatisfacción ha crecido entre hombres.
En un estudio del David Garner, ampliamente citado, sobre una gran muestra
de norteamericanos/as en los años 1972, 1985 y 1996, reclutados a través de
la revista Psychology Today, se pudo observar el aumento progresivo de la
insatisfacción corporal con diversas partes del cuerpo y, aunque las mujeres
siempre presentaban una mayor insatisfacción que los hombres, también
ellos aumentaron su nivel de malestar (véase Figura 2, p. siguiente).
Por otra parte podemos observar en el seguimiento durante 10 años de
adolescentes noruegos cómo ha aumentado la insatisfacción con la imagen
corporal principalmente en ellas, aunque también en ellos (véase Figura 3, p.
siguiente).
 
Figura 2: Causas de insatisfacción corporal
Torso
 
 
Fuente: Resultado de tres encuestas de la revista Psychology Today sobre
imagen corporal.
 
Figura 3. Aumento de insatisfacción corporal en adolescentes noruegos a
lo largo de 10 años
 
 
 
Fuente: Eisenberg y cols. (2006).
 
En el año 2000, presentamos un estudio realizado en una amplia muestra de
adolescentes que mostraba diferencias entre chicos y chicas de 13 años en
cuanto a insatisfacción. Como en todos las investigaciones anteriores, las
mujeres se preocupaban y estaban menos satisfechas con los muslos, las
caderas, las nalgas y el abdomen, mientras que los hombres lo estaban
menos con el cutis, la nariz, el abdomen y la cintura, aunque
significativamente menos preocupados que las chicas. Más tarde,
encontramos asimismo estas diferencias en otras muestras de adolescentes,
como se puede apreciar en la Figura 4 (p. siguiente), las chicas están más
satisfechas con el factor «cabeza y busto» que con el de «tronco y
extremidades», mientras que los chicos están más satisfechos con el factor:
«tronco y extremidades inferiores» que con el de «cabeza y extremidad
superior» (véase Figura 5, p. siguiente). De cualquier manera la satisfacción
general es muy superior en los chicos que en las chicas.
La tendencia «normal» en el cambio en la imagen corporal se caracteriza por
el aumento de las preocupaciones por la imagen corporal y la disminución de
la satisfacción durante la adolescencia. Además, la mayor disminución en la
satisfacción con el cuerpo aparece en la adolescencia temprana para ambos
sexos, seguida de una ligera mejora en las adolescentes mayores. Los
cambios en los hombres parecen estar asociados con el índice de masa
corporal (IMC)².
 
Peso
Como hemos dicho anteriormente, varios estudios han concluido que el peso
y las preocupaciones por la forma en las adolescentes predicen un
incremento posterior de las dietas, un mayor interés por la delgadez,
depresión, baja autoestima, bajos niveles de actividad física, síntomas
bulímicos, atracones, conductas compensatorias y bulimia nerviosa parcial.
En una revisión sistemática de factores que influyen en la insatisfacción
corporal, el peso y el IMC fueron indicadores de insatisfacción corporal; los
niños y preadolescentes que tenían mayor peso e IMC presentaban mayor
preocupación por el peso y la forma, e insatisfacción corporal.
 
Figura 4: Satisfacción corporal en chicas
 
 
 
Fuente: Espinoza, Penelo y Raich (2008).
 
Figura 5: Satisfacción corporal en chicos
 
 
 
Fuente: Espinoza, Penelo y Raich (2008).
 
FACTORES PSICOLÓGICOS
Son los factores psicológicos los que determinan, en último término, la
respuesta ante los diferentes factores biológicos. Sin la interrelación entre los
factores biológicos, psicológicos, ambientales y conductuales, difícilmente
podríamos hablar de preocupación o insatisfacción corporal. Analicémoslos.
 
Autoestima
No existe un acuerdo generalizado entre los investigadores sobre lo que es la
autoestima. La división de opiniones más importante está entre el punto de
vista que la concibe como un sentimiento generalizado acerca de uno mismo
y el que la considera la suma de un conjunto de juicios acerca del propio
valor y competencia en diferentes dominios. También existen discrepancias
en cuanto a si se la considera como causa o como consecuencia de los
problemas y las maneras de enfocar la vida: «tiene depresión porque tiene
una baja autoestima», o bien, «tiene una baja autoestima porque está
deprimido». Asimismo, hay autores que la consideran un producto acabado
que se ha formado durante la infancia y que ya no puede modificarse (como
un rasgo de personalidad), mientras que otros la contemplan como un
proceso en la que los acontecimientos diarios tienen una determinada
influencia.
Teniendo en cuenta la importancia que se otorga a la imagen en nuestra
cultura, no es de extrañar que aún sea más importante para las personas que
tienen un mal autoconcepto de sí mismas. Parece como si quisieran esconder
tras un físico que sea lo más parecido al modelo estético dominante la pobre
opinión que tienen de sí mismas.
 
CARACTERÍSTICAS MENTALES DE PERSONAS CON BAJA
AUTOESTIMA
Excesiva necesidad de aprobación
Perfeccionismo
Evitación de problemas
Preocupación ansiosa
 
LAS PERSONAS QUE TIENEN UNA BAJA AUTOESTIMA:
Buscan constantemente la aprobación de los demás.
Desean controlar a los otros.
Se dejan explotar por parte de parejas, colegas o amigos.
Crean relaciones de dependencia con gente, instituciones, causas o
sustancias, como el alcohol o la comida.
Presentan pensamientos distorsionados.
Presentan percepciones distorsionadas.
Tienen sentimientos de auto-insatisfacción, auto-odio, auto-disgusto y
desprecio. Entre estos, el cuerpo puede centrar la insatisfacción.
 
Es difícil conocer qué es lo primero, si la baja autoestima que causa una
mala imagen corporal o a la inversa; lo que sí es cierto es que van unidas.
 
Estado de ánimo
En nuestra cultura, probablemente la imagen corporal sea el componente
más importante en la autoestima de un adolescente e incluso de las personas
adultas, o sea que, en general, una imagen corporal negativa se corresponde
con varias facetas de neuroticismo, como baja autoestima, depresión,
ansiedad, miedo a una evaluación negativa e incluso tendencias obsesivo-
compulsivas.
 
FACTORES COGNITIVOS
En la Figura 6 podemos observar el modelo tripartito en el que el doctor J.
Kevin Thompson y sus colaboradores expresan la importancia que tienen el
conocimiento, la interiorización del ideal delgado y la presión percibida de
parecerse a este ideal en la creación y el mantenimiento de la insatisfacción
corporal, lo que desemboca en alteraciones alimentarias para adelgazar.
 
Figura 6: Modelo tripartito
 
 
Fuente: Thompson y cols. (1999).
 
Los esquemas de la apariencia
Los esquemas de la apariencia se refieren a estructuras cognitivas,
concernientes a la apariencia, que organizan y determinan el procesamiento
de la información relevante para uno mismo. Las personas para las que la
apariencia es crucial e integral en el autoconcepto atienden selectivamente a
aspectos relacionados con la apariencia de cualquier persona o situación en
la que se encuentren. En particular, sus esquemas de la apariencia se activan
rápidamente ante las imágenes idealizadas de los medios de comunicación.
 
Interiorización del ideal estético
La interiorización del ideal estético es una profunda incorporación o
aceptación de los valores del ideal estético que afecta a las actitudes oa la
conducta personal. Ha sido considerada una variable importante como
precursora de la insatisfacción corporal y un factor de riesgo.
Por otra parte, hay diferencias individuales en la interiorización del ideal
estético. Hay personas para las que resulta más indiferente que a otras, pero
con la presión mediática hacia la perfección corporal, cada vez encontramos
un mayor número de gente que lo ha interiorizado. Al compararse con un
ideal (por otra parte inexistente) estético, no es extraño que, especialmente
las mujeres, hallen muchos defectos en su cuerpo y, en última instancia,
aparezcan patologías.
 
Objetivización del cuerpo
Las mujeres, especialmente en los países desarrollados, reciben un claro
mensaje desde múltiples fuentes de que el cuerpo femenino, más que el
masculino, será observado, evaluado y poseído por los hombres y, en
general, tratado como un objeto. Además, las abuelas, las madres y las
amigas se encargan de recordar y enfatizar el poder de una presencia
atractiva: las mujeres más bellas podrán obtener muchas ventajas en esta
sociedad machista de la mano de los que ostentan el poder.
 
FACTORES SOCIOCULTURALES
En el modelo propuesto por Linda Smolack y Michael Levine (Figura 7) se
muestra las diferentes influencias que reciben los niños y adolescentes.
Según estos autores, el género femenino se verá más presionado y, conforme
aumente su índice de masa corporal, presentará más preocupaciones. Si,
además, recibe abundantes comentarios de padres y pares acerca de la
apariencia y/o sufre o ha sufrido acoso sexual, probablemente disminuirá su
autoestima y aumentará su preocupación por el peso y la figura
(incrementada por el modelo de padres, madres y amigos) al compararse al
modelo estético dominante, lo que repercutirá en insatisfacción corporal y/o
deseo de mejorarla mediante dietas.
 
Figura 7: Influencia de la imagen corporal en niños y adolescentes
 
 
Fuente: Linda Smolack y Michael Levine (2001).
 
Es decir, las principales variables que tienen repercusión en el desarrollo de
la insatisfacción corporal son los factores socioculturales transmitidos
eficazmente por la familia. La percepción que los niños y preadolescentes
tienen de las actitudes y comportamientos relacionados con el peso y la
alimentación la aprenden de los miembros de su familia, No hace mucho
tiempo, las abuelas instruían a sus nietas sobre la importancia de asegurar su
porvenir en un matrimonio «conveniente». Les decían: «la mejor
carrera/trabajo/ocupación que una mujer debe tener es la de casarse bien».
Para «casarse bien» se debe ser bella y no hay que escatimar esfuerzos para
conseguirlo: «para presumir hay que sufrir». Incluso ahora, en los países
desarrollados, donde está claro que una mujer puede y debe obtener una
buena formación y su propia independencia económica, sigue existiendo la
necesidad de ser «bellas» (según los medios de comunicación, para la propia
satisfacción, aunque lo cierto sea que redunda en beneficio de las empresas
fabricantes de productos de belleza) para obtener ventajas, entre las que aún
se cuenta la posibilidad de casarse o vivir cerca del poder. Es curioso que,
incluso en mujeres que han alcanzado altos niveles profesionales, la
preocupación e la insatisfacción corporales son elevadas. Pero el problema
no es coto vedado de las mujeres; por ejemplo, entre los culturistas, hombres
en su mayoría, la frase «no pain, no gain» (si no hay dolor no hay ganancia)
estaría de alguna manera en consonancia con la de la abuela de que hay que
sufrir para presumir.
Actualmente, la situación es más complicada. El poder de los media es
extraordinariamente importante. El aumento desaforado del bombardeo de
imágenes que recibimos y de los mensajes que las acompañan nos alejan de
los consejos de las abuelas para sumergirnos en una infinita preocupación e
insatisfacción. Los medios de comunicación transmiten un modelo de
perfección estética inexistente, que se va perpetuando empero sabemos que
no hay una sola imagen que no haya sido retocada y que a los modelos se los
maquilla, peina y adereza de manera que el resultado no tiene por qué ser
fiel a su verdadero aspecto natural. Los medios de comunicación utilizan
todos los trucos que se les ocurren impunemente; por ejemplo, de tres
mujeres crean una, escogiendo las «mejores» manos, piernas y caras de las
modelos que se les ofrecen, o realizando infinidad de fotografías con
distintos filtros que luego se retocan con el famoso Photoshop®. Igualmente,
los mensajes que transmite la publicidad son engañosos: ser bella está al
alcance de todo el mundo; ser bellas es sinónimo de ser feliz; los defectos
corporales deben remediarse y, como el cuerpo es infinitamente maleable, la
industria de la belleza nos ofrece la solución para todos y cada uno de ellos.
Las mayoría de las investigaciones que se han llevado a cabo sobre la
influencia de los media en la insatisfacción corporal se han realizado en
países desarrollados (Estados Unidos, Europa, Australia...). En las
sociedades orientales, parece que el nivel de insatisfacción corporal se debe
cada vez más a que el ideal corporal de la sociedad occidental es
inalcanzable. De todas formas, los occidentales sufren mayor prevalencia de
trastornos de la conducta alimentaria que los no occidentales.
Estudios epidemiológicos han mostrado que los trastornos alimentarios (uno
de cuyos factores de riesgo más importante es la insatisfacción corporal) son
más prevalentes en sociedades industrializadas, sugiriendo que los factores
culturales juegan un «rol» crucial.
 
¿Un fenómeno global?
Por este motivo, nos preguntamos si hallaríamos diferencias con respecto a
la actitud de nuestras adolescentes en otras sociedades, algunas muy
cercanas, como Portugal, y otras más o menos diferentes, como Marruecos,
Chile y México. El objetivo de nuestro estudio fue comparar los factores de
riesgo individuales y culturales de la insatisfacción de la imagen corporal
confrontando cada una de las muestras de adolescentes chilenos,
portugueses, marroquíes y mexicanos con muestras españolas de la misma
edad y nivel socioeconómico. En la comparación entre la muestra chilena y
española, no se observaron diferencias en la interiorización del modelo
corporal, mientras que la satisfacción corporal fue mayor en la muestra
chilena. Las niñas mostraron más interiorización del modelo de la imagen
corporal y menor satisfacción corporal que los niños. Estos resultados
sugieren que los adolescentes comparten influencias socioculturales hacia la
delgadez. En la comparación entre las muestras de Portugal y España, no
encontramos diferencias entre los países, sino entre el género: las niñas están
más insatisfechas con su cuerpo y presentan mayor interiorización del
modelo de la imagen corporal que los niños. Los adolescentes marroquíes
presentaban una menor insatisfacción corporal que los participantes
españoles, tanto en chicas como en chicos. De hecho, el hallazgo más común
fue que las chicas, en todos los países estaban más insatisfechas que sus
compañeros. Respecto a los países, Chile mostró en algunos aspectos mayor
preocupación corporal que España, como suele suceder en muchos países
que están en vías de desarrollo y avanzan rápidamente, mientras que en
México las diferencias no fueron en este sentido y, en Marruecos, los
adolescentes mostraron una mejor imagen corporal. Así pues, la evaluación
de la imagen corporal en adolescentes es especialmente importante, ya que,
en esta etapa, se producen cambios físicos y psicológicos significativos en la
autoimagen que juegan un papel único en la construcción de la identidad y la
función de género. Se ha demostrado que estar expuestos a imágenes
idealizadas produce insatisfacción tanto en mujeres como en hombres.
 
FACTORES COMPORTAMENTALES
En nuestro mundo occidental, una de las consecuencias lógicas para nuestras
adolescentes insatisfechas con su cuerpo es que decidan ponerse a dieta. En
los medios de comunicación, las dietas se venden como conductas
saludables, propiasde personas con autocontrol y eficaces. Lo que no se
suele explicar es que las consecuencias de dietas restrictivas llevan, a la
larga, al aumento de peso. Para lo que son realmente eficaces es para
mantener e incrementar la insatisfacción corporal. Las mujeres que están
siempre pendientes de una dieta (y la mayoría suele estarlo) son las más
preocupadas e infelices. Del mismo modo, mantener una relación frecuente
con personas que hablen a menudo de dietas, ejercicios, modas... o leer
revistas de moda, ayuda a estar pendiente de estas cuestiones. Las
comprobaciones constantes sobre el tamaño y el peso en espejos o básculas,
o tocándose los huesos del escote, por poner unos ejemplos, centran la
atención sobre el aspecto y distraen de otros asuntos que podrían ser mucho
más beneficiosos.
 
RECUERDE QUE…
Varios son los factores que influyen en la creación y mantenimiento de una
imagen corporal: biológicos, psicológicos, socioculturales y
comportamentales.
Todos son importantes, pero los socioculturales son los que más pesan en el
mundo occidental, donde la presión hacia la belleza perfecta consigue crear
malestar y promocionar una floreciente industria. Sin embargo, no todo el
mundo responde de igual forma. Los aspectos psicológicos tamizan el efecto
sociocultural y los comportamientos de control o comprobación mantienen
una mala o buena imagen corporal.
- CAPÍTULO 3 -
 
EL ESPEJO SUBJETIVO:
¿QUÉ ES LA IMAGEN CORPORAL?
 
Elisabet Tasa Vinyals
«Sous les pavés, la plage.»³
Anónimo; eslogan del
 
La imagen corporal (IC) es un concepto complejo que consta,
fundamentalmente, de tres dimensiones: perceptiva, cognitivo-afectiva y
conductual. Una definición básica de imagen corporal podría equipararla a
la imagen mental o fotografía interna de nuestro propio cuerpo, tanto de su
aspecto general como de cada una de sus partes, que las personas tenemos
en nuestra mente. Sin embargo, este símil recoge únicamente la primera de
las dimensiones de la IC enumeradas hace un momento: es decir, la
perceptiva. La imagen corporal es mucho más que la propia fotografía
mental que albergamos en nuestra conciencia: también los pensamientos y
las emociones que nos suscita dicha imagen, y que a menudo son
difícilmente disociables de esta, forman parte de la misma. Los
comportamientos derivados de estas cogniciones y afectos conforman el
último componente. Todos estos fenómenos en relación a la conciencia y la
vivencia del propio cuerpo pueden resultar, globalmente hablando, positivos
«Mayo» francés de 1968
o negativos para la persona; rara vez serán realmente neutrales, sobre todo
en una cultura como la nuestra, que otorga una suprema importancia
a la imagen y al cuerpo. La percepción corporal puede dar lugar a
sentimientos de ansiedad, de orgullo, de tristeza, de satisfacción, etc., y
puede derivar en comportamientos adaptativos o desadaptativos,
beneficiosos o perjudiciales para el individuo. En resumen, la imagen
corporal es la manera en que uno percibe, imagina, siente y actúa respecto a
su propio cuerpo. Dicho en otras palabras, podríamos decir que es la
relación que una persona tiene con su cuerpo.
 
LAS TRES DIMENSIONES
La dimensión perceptiva
Esta dimensión hace referencia a las imágenes mentales acerca del tamaño
y la forma de la totalidad o de partes del cuerpo. En otras palabras, vendría
a ser la precisión con la que se percibe el propio tamaño y la morfología
corporales. La alteración de este componente da lugar a los fenómenos de
sobreestimación y subestimación de segmentos corporales o del cuerpo en
su conjunto. Por ejemplo, uno de los criterios diagnósticos de la anorexia
nerviosa es la existencia de una alteración perceptiva, en términos de
sobreestimación, en la imagen corporal de la persona. Aunque puedan
hallarse en infrapeso extremo, las pacientes se perciben gruesas cuando se
miran, se palpan o incluso en el modo en que sienten su propio cuerpo. La
dimensión perceptiva incluye asimismo la conciencia del movimiento y de
los límites del cuerpo, este último aspecto íntimamente relacionado con la
silueta corporal. El hecho de percibir los movimientos del propio cuerpo
como más o menos habilidosos, elegantes o gráciles también formaría parte
de este componente.
Es de vital importancia remarcar aquí que la autopercepción sobre el
cuerpo, la forma y tamaño que estimamos o consideramos que tiene, es
mucho más relevante en psicología que la forma y el tamaño que realmente
tiene. Un ejemplo de ello es el hecho de que muchísimas personas
consideren que su cuerpo es demasiado grueso, desproporcionado, feo o
grotesco cuando en realidad sus medidas están situadas dentro de la más
estricta normalidad. Otra muestra son las numerosas ocasiones en que, en la
vida diaria, las consideraciones de una persona sobre su propia imagen no
concuerdan en absoluto con las apreciaciones de su entorno y, aun así, las
percepciones distorsionadas se mantienen en el tiempo y son justificadas
mediante costosos recursos cognitivos (por ejemplo, pensar que las
personas cercanas no dicen la verdad sobre la fealdad de uno mismo porque
lo quieren bien o le tienen lástima).
Por último, cabe resaltar que dar mayor importancia a las percepciones
sobre el propio cuerpo respecto a las características objetivables es un
fenómeno común a todas las personas y no exclusivo de gente con
trastornos alimentarios o con problemas de insatisfacción corporal. Todos
preferimos acudir a una cita romántica con ropa y un peinado que nos
favorezca, puesto que sabemos (inteligencia emocional) que mejorará
nuestro estado de ánimo y, además, será bien recibido por la otra persona
(inteligencia social). Muchas personas se visten de una determinada
manera, más formal, cuando tienen que acudir a importantes reuniones de
trabajo. El peinado que elegimos o los colores de la ropa que nos
compramos están también muchas veces influidos por la voluntad de
modificar nuestra apariencia física, pero, sobre todo, nuestra imagen
corporal, haciendo que nos percibamos de una manera más beneficiosa para
la consecución de nuestros objetivos.
 
La dimensión subjetiva (cognitivo-afectiva)
El componente subjetivo de la imagen corporal comprende actitudes,
sentimientos, cogniciones y valoraciones que generan el cuerpo y la
experiencia corporal. Se compone de interpretaciones y valoraciones sobre
las autopercepciones corporales (por ejemplo, «que guapo me veo hoy» o
«seguro que todo el mundo piensa que mis piernas son repulsivas») y de
experiencias de placer/displacer, satisfacción/insatisfacción. Es de vital
importancia, puesto que estos elementos tendrán su correlato en forma de
comportamientos.
 
La dimensión conductual
Este componente de la imagen corporal hace referencia a todas aquellas
manifestaciones conductuales que la percepción y la subjetividad acerca del
propio cuerpo suscitan. Pueden entenderse como estrategias personales para
responder de la manera que se considera más conveniente a los significados
de la imagen corporal. Ejemplos de ello pueden ser conductas de exhibición
(para conseguir atención, con finalidad afirmativa o reivindicativa, etc.) o
de evitación de situaciones que exponen el propio cuerpo a uno mismo
(evitar pesarse, no mirarse nunca desnudo al espejo, no acariciarse, etc.) o a
las demás personas (vestir con ropas largas u holgadas, no usar
determinadas prendas, evitar las salidas a la playa o la piscina, las
situaciones sociales en general o el contacto sexual, etc.).
El componente conductual tiene gran importancia porque constituye la parte
visible de la imagen corporal, y también porque estos comportamientos son
los que muchas veces mantienen la (in)satisfacción corporal. Es lo que en
psicología se denomina la teoría de la profecía autocumplida. Pongamos el
caso de una chica acomplejada porque su cuerpo tiene un tamaño y una
morfología normales y no excepcionalmente reducidas, como dictan
algunas modas. Por ello, habitualmente se viste de la forma menos
llamativa posible (aun cuando le gustan mucho los colores) paraque su
cuerpo pase más desapercibido; casi siempre rechaza las invitaciones para
salir —mucho más si vienen del sexo que la atrae—, porque cuando está en
compañía de otras personas piensa que observan y juzgan negativamente su
cuerpo, y evita a toda costa cualquier contacto sexual. Por todo ello
restringe la posibilidad de que otras personas le hagan notar que la ropa que
desea ponerse le sienta bien y sigue pensando —por defecto— que no la
favorece. Al no salir, puede reforzar su interpretación cognitiva de que es
rechazada y se siente sola por culpa de su físico, cuando en realidad ni
siquiera ha dado a las demás personas la oportunidad de conocerla. Al
rechazar el contacto sexual, refuerza las concepciones negativas acerca de
su cuerpo, como pueden ser que no es sexualmente atractivo, que no es apto
para el placer sexual o que no puede resultar fuente de placer para otra
persona. Lo paradójico es que esta persona estará confirmando algunos de
los estereotipos que pesan sobre las mujeres «no delgadas»: que son
amargadas, que no tienen buen gusto estético para la ropa y los
complementos, que no tienen buenos o muchos amigas y amigos, que no
resultan atractivas sexualmente y que, con frecuencia, no encuentran pareja.
El sistema ideológico es guardián de sí mismo.
 
LA CÁSCARA DEL HUEVO Y LA MATERIA
FLUIDA Y AGENTE
Las personas, pues, poseemos un cuerpo que constituye nuestro dispositivo
de contacto y relación con el exterior. El cuerpo es parte de nosotros, forma
parte de nuestra identidad, igual que la cáscara es una parte del huevo. No
se puede concebir un huevo sin su cáscara, puesto que si esta se rompe, el
contenido fluido del interior se esparce y el huevo como tal deja de existir.
La mente se desintegra sin el cuerpo.
Todo lo dicho hasta aquí debe ser matizado con dos importantes
consideraciones. En primer lugar, la imagen corporal no es algo estático,
estable, ni mucho menos inherente a la persona. Los estudios psicológicos
actuales estiman que la imagen corporal comienza a formarse en edades
tempranas y lo hace de formas diferentes en función del género, entre otras
variables. Hacia la edad de dos años, la mayoría de los niños y niñas son
capaces de reconocer la propia imagen en un espejo. No obstante, la imagen
corporal es un constructo dinámico que se modifica a lo largo del desarrollo
evolutivo de las personas, fundamentalmente durante la infancia, la
adolescencia y la primera juventud, coincidiendo con: a) la época de
mayores cambios objetivos (crecimiento, pubertad, etc.), lo cual favorece
una mayor atención cognitiva al cuerpo, y b) las etapas psicoevolutivas de
formación básica de la personalidad, momentos en los cuales los efectos de
las influencias externas son máximos (siendo tristes ejemplos las
devastadoras consecuencias que tienen los discursos estéticos dominantes
en las muchachas preadolescentes y adolescentes que, a menudo,
desembocan en el desarrollo de trastornos alimentarios).
Sin embargo, la imagen corporal de una persona puede variar a lo largo de
su vida, ya sea de forma espontánea o como respuesta a intervenciones
externas. Ejemplos de intervenciones potencialmente modificadoras de la
imagen corporal pueden ser las de los medios de comunicación promotores
del body-shaming (vergüenza del propio cuerpo) en su connivencia con el
orden estético dictado por los grandes lobbies de la industria del control
corporal (dietas, ejercicio, moda, remedios de belleza, etc.). Aunque
también pueden serlo las intervenciones preventivas y psicoterapéuticas
diseñadas para mejorar la imagen corporal y construir relaciones más
saludables con el propio cuerpo. La psicología ha demostrado la eficacia de
determinadas intervenciones psicológicas para la modificación en positivo
de la imagen corporal. Además, la IC no solo cambia a lo largo de la vida,
sino que suele experimentar variaciones dentro de cortas escalas de tiempo,
a veces incluso varias veces en un mismo día. Es frecuente que las personas
refieren sentirse más delgadas o ligeras después de unas cuantas horas de
ayuno, como, por ejemplo, por la mañana al levantarse; por lo contrario, el
hecho de comer más de lo habitual o la comparación con modelos sociales
ha demostrado poder modificador de la imagen corporal a corto plazo.
En segundo lugar, no se debe caer en el error de considerar a la persona
como objeto pasivo, como tabula rasa sobre la cual operan todos los
mecanismos (los que hemos sugerido hasta aquí y los que vamos a detallar
posteriormente) generadores y mantenedores de la imagen corporal. De
hecho, la importancia del concepto estriba en su gran relevancia en la
autoestima y en la génesis de problemáticas, muy incapacitantes y
generadoras de gran sufrimiento, de la relación con el cuerpo y con la
comida. Ello no incluye únicamente los trastornos de la conducta
alimentaria, como la anorexia o bulimia nerviosas, u otras entidades como
el trastorno dismórfico corporal, sino un rango mucho más amplio y
prevalente de problemas psicológicos causantes de gran malestar en la
población y que tienen en común sentimientos de desagrado hacia el propio
cuerpo y alteraciones en la relación emocional con la comida y con el
propio cuerpo. Por largo tiempo se consideró que la distorsión perceptiva
que existe en estos pacientes (es decir, la incapacidad de percibir las
dimensiones del propio cuerpo de forma correcta, habitualmente
sobreestimando sus medidas reales) era el componente principal y por ello
debía ser la piedra angular de la psicoterapia. Actualmente se sabe que la
insatisfacción corporal es una variable mucho más importante, y las
intervenciones preventivas o terapéuticas que se basan en la modificación
de la imagen corporal y de su componente afectivo (insatisfacción) se han
mostrado eficaces en la resolución de estos problemas. Asimismo, los
problemas relacionados con la imagen corporal, en un sentido más amplio
que en otras patologías, también son tributarios de prevención, puesto que
pueden constituir una puerta de entrada a trastornos como la anorexia, la
bulimia o el trastorno dismórfico corporal (dismorfofobia). De hecho, la
insatisfacción corporal es muy frecuente en la población, hasta el punto de
que algunos estudios han hallado que un 80% de las mujeres jóvenes sanas
presentan desagrado para con su cuerpo en grados variables. Se habla de
descontento normativo en referencia a la relación de las mujeres con el
propio cuerpo. Además, existe evidencia de descontento corporal creciente
entre los hombres, en este caso caracterizado en líneas generales por el
deseo de un cuerpo más musculado y no más delgado, como en el caso de
las mujeres, aunque de momento las cifras masculinas de insatisfacción
corporal son, afortunadamente, menores que las femeninas. Las políticas de
salud pública harían bien de invertir en la prevención del conjunto de estas
problemáticas.
 
VIVIR EN UN CUERPO, SER UN CUERPO
En términos neurológicos, la imagen corporal se puede definir como la
representación de las distintas partes del cuerpo por parte de nuestro córtex
cerebral. La representación de cada una de las partes del cuerpo no es
proporcional al tamaño del segmento corporal en cuestión, sino que existen
importantes variaciones en función, por ejemplo, de la sensibilidad. El área
dedicada a los labios o el clítoris, por ejemplo, es mucho mayor que el área
dedicada a la espalda. También el grado de funcionalidad de una
determinada parte del cuerpo puede condicionar variaciones, como, por
ejemplo, los músculos de las extremidades inferiores en futbolistas o los
dedos de las manos en pianistas profesionales. La representación gráfica del
cuerpo humano se conoce como el homúnculo de Penfield, y da una
primera idea de la traducción psicológica del cuerpo material.
Una de las características distintivas del tejido nervioso es lo que se
denomina plasticidad neuronal. Básicamente, este es el proceso por el cual
las células y el tejido nervioso cambian físicamente para acomodar los
fenómenos psicológicos del aprendizaje y laexperiencia. No es ningún
secreto que las personas podemos pensar, sentir y actuar de formas muy
diferentes ante unas circunstancias muy parecidas. Factores ligados a la
predisposición genética (el temperamento), los aprendizajes adquiridos a lo
largo de nuestras vidas en entornos micro (familia, colegio, amistades) y
macro (medios de comunicación, sociedad, cultura), circunstancias
individuales puntuales (cansancio, estado alimentario, experiencias
inmediatas, etc.) y un componente de azar determinan tales diferencias.
A lo largo de nuestra vida, pues, los aprendizajes que hemos ido
incorporando se han adscrito en nuestro sistema nervioso central,
interactuando con factores genéticos y biológicos, y se apartan cada vez
más de otros seres humanos cuyas experiencias vitales distan de las
nuestras. Los aprendizajes acerca del cuerpo, la imagen y la estética, que
son muchos, cotidianos y prácticamente constantes a lo largo de la vida, no
son excepción. Las experiencias emocionales que hemos vivido en relación
al propio cuerpo y al de los demás también se adscriben en el tejido cerebral
en forma de aprendizajes emocionales, que se hallan entre los tipos de
aprendizaje más potentes que existen. Piense, por ejemplo, qué estaba
haciendo usted un día cualquiera por la tarde, y qué estaba haciendo el día
que le comunicaron una impactante noticia o le sucedió un acontecimiento
relevante, como la caída de las Torres Gemelas en Nueva York o el
nacimiento de su hija o hijo. Recuerda mejor los episodios que estuvieron
marcados por una fuerte activación emocional que, en términos
bioquímicos, se traduce en una cascada de neurotransmisores y hormonas
activadoras en el sistema nervioso central y en el torrente sanguíneo. Por
ello, los aprendizajes vivenciales suelen ser más efectivos, en educación,
que los puramente memorísticos. La mayoría de los aprendizajes
socioculturales son vivenciales y se adquieren en la comunidad, con lo cual
la persona otorga un sentido relacional a la experiencia y la integra como
parte del código de conducta de la sociedad de la cual forma parte y en la
cual tienen lugar sus relaciones interpersonales.
Las connotaciones negativas acerca del propio cuerpo que presentan
muchas personas han sido adquiridas en contextos concretos en los que ha
tenido lugar una activación emocional —por desgracia, habitualmente
negativa— y ello ha facilitado la consolidación especialmente profunda del
aprendizaje. Voy a tomar un ejemplo de la novela Bitllet d’anada i tornada
(Billete de ida y vuelta), de Gemma Lienas (1999): Marta, la protagonista,
entra a una tienda de ropa con su amiga británica, Bes. Bes es una chica
muy escuálida y encuentra un montón de ropa para probarse y entre la cual
escoger. Marta ve muchas prendas que le gustan, pero, enseguida, se da
cuenta de que la talla más grande que tienen es una versión adulterada de la
cuarenta y dos, que es su talla teórica. Desplegando unos pantalones ya ve
que aquella talla cuarenta y dos es demasiado pequeña para ella, con lo que
pide a una dependienta una talla mayor. La dependienta la mira con
desprecio y le espeta que no tienen «tallas tan grandes». Marta se dirige
cabizbaja a los probadores e intenta embutirse en la presunta cuarenta y dos
de los tejanos que le gustan. Tiene dificultades para hacerlos pasar por las
caderas y no puede cerrar la cremallera. De esta guisa, se mira al espejo y se
ve como una butifarra. Al salir de los probadores, acompaña a Bes a la caja
para pagar sus nuevas adquisiciones. Marta siente vergüenza, tristeza y
rabia. Le dan ganas de castigar su cuerpo por ser tan asqueroso y grotesco.
Se siente como una vaca, como un animal de feria. En esta situación, Marta
realiza una serie de aprendizajes emocionales intensísimos sobre su propio
cuerpo: que no es normal, que es demasiado gordo, que a la gente no le
gustan los cuerpos como el suyo, que no se puede vestir con la ropa de
moda que a ella le gusta, que se ve ridícula con determinadas prendas de
ropa, que suscita asco, reprobación y burla, que ella vale menos que una
chica delgada y que su cuerpo, tal y como es, le va a traer problemas. Esta
experiencia modifica su estructura cognitiva, o sea, su forma de pensar. No
es poco.
Además de experiencias como la de Marta, muchas veces los medios de
comunicación, la publicidad e, incluso, determinados documentos
académicos e institucionales lanzan mensajes directos a la población, que
son interiorizados. Ejemplos de ello pueden ser las exhortaciones directas a
perder peso o a modificar el cuerpo de alguna otra manera (por ejemplo,
con maquillajes, tintes, cremas, etc.). No siempre estos mensajes están
expresados de forma puramente verbal: los elementos paratextuales, como
las imágenes, los colores, los signos de interrogación, etc., que no pocas
veces incurren en contradicciones entre ellos («restringe tu alimentación
porque te quieres a ti misma»), ahondan el impacto negativo que la
exposición recurrente a este tipo de mensajes ha demostrado tener en las
personas, especialmente las más jóvenes.
Por cualesquiera canales de penetración que utilicen, los mensajes
transmisores de significados socioculturales referentes al cuerpo y a aquello
relacionado con él (comida, bebida, actividad física, sexo, estética, etc.) se
integran en la estructura cognitiva de la persona, entendida como resultado
de la cultura donde vive, y conforman creencias más o menos coherentes
acerca de lo que es o no aceptable, esperable, deseable, bueno, saludable,
etc., corporalmente hablando.
La modificación de estas realidades corporales es a menudo imposible o
muy difícil. Muchas personas piensan que es posible o incluso fácil
modificar el peso o la silueta corporales mediante intervenciones dietéticas,
deportivas, estéticas, etc. Tal es el poder de la publicidad y los medios de
comunicación de masas, que dichas creencias se mantienen a pesar de la
experiencia directa y diaria, al alcance de prácticamente cualquier
ciudadano —sea en carne propia o de algún conocido o amigo—, que
evidencia que, en la inmensa mayoría de los casos, las dietas, los planes de
ejercicio, las cremas, etc., bien no funcionan, bien no tienen un efecto
duradero, bien pueden, en ocasiones, incluso resultar perjudiciales a largo
plazo. Los estudios metabólicos han demostrado que aproximadamente el
80% de los factores que controlan el peso (igual que la altura u otros
parámetros) son genéticos, con lo cual las posibilidades reales de imprimir
grandes cambios sobre el cuerpo son escasas. No es ninguna sorpresa que
así sea, puesto que el mantenimiento del peso se basa en rutas metabólicas
altamente sofisticadas que han evolucionado para garantizar el equilibrio en
condiciones ambientales cambiantes, especialmente en condiciones
adversas o de hambruna.
Las dificultades objetivas para modificar el cuerpo, que a menudo se
intentan obviar al tiempo que se exageran los potenciales de dietas,
gimnasios, liposucciones y cremas, constituyen una pieza clave en el
entramado corporativo del negocio de la belleza y la moda. El motor de este
negocio se basa en crear una perenne insatisfacción para que la frustración
sin fin mantenga la conducta de búsqueda y consumo de soluciones que
logren maquillar los supuestos defectos del cuerpo. En línea con esto, las
intervenciones de mejora de la imagen corporal que se fundamentan en
modificar el cuerpo no han demostrado eficacia alguna en los estudios
controlados. En cambio, las intervenciones dirigidas a modificar los
componentes psicológicos de la dicha imagen (perceptivo, cognitivo-
emocional y conductual) son, hasta la fecha, las únicas que han demostrado
resultados prometedores y duraderos. Cambiar la imagen corporal, por
tanto, no implica cambiar el cuerpo, sino normalizar la relación que se tiene
con él.
 
RECUERDE QUE…
La imagen corporal (IC) es un concepto complejo que consta
fundamentalmente de tres dimensiones: perceptiva, cognitiva-afectiva y
conductual.
Puede variar a lo largo de toda la vida, ya sea de forma espontánea o comorespuesta a intervenciones externas.
Tiene gran relevancia en la autoestima y en la génesis de problemáticas
muy incapacitantes y generadoras de gran sufrimiento, como la anorexia o
bulimia nerviosas, u otras entidades como el trastorno dismórfico corporal.
Las intervenciones preventivas o terapéuticas que se basan en la
modificación de la imagen corporal y de su componente afectivo
(insatisfacción) se han mostrado eficaces en la resolución de estos
problemas.
- CAPÍTULO 4 -
 
¿CUÁLES SON LOS MECANISMOS
DETERMINANTES Y LAS FUNCIONES DE LA
IMAGEN Y LA (IN)SATISFACCIÓN
CORPORAL?
 
Elisabet Tasa Vinyals
«Hay más sabiduría en tu cuerpo
que en tu filosofía más profunda.»
Friedrich Nietzsche,
 
Las tres partes de este capítulo, referentes a la perspectiva sociocultural, la
perspectiva cognitivoconductual y la perspectiva feminista, no deben
considerarse como tres perspectivas alternativas, opuestas o mutuamente
excluyentes, ni tampoco consecutivas desde un punto de vista histórico.
Más bien se trata de tres ángulos algo diferentes desde los cuales
contemplar el mismo fenómeno. Todo lo que se dice es igualmente
verdadero e igualmente relevante: la organización en tridente solo es un
recurso didáctico para hacer más sencilla la comprensión de un constructo⁴
complejo.
El estudio de la (in)satisfacción corporal tiene una gran importancia porque
hoy en día la mayoría de las personas, especialmente las mujeres (de aquí la
Así habló Zaratustra
absoluta necesidad de adoptar una perspectiva explícitamente feminista en
el análisis de la imagen corporal), sufre las numerosas manifestaciones
psicológicas y somáticas de la insatisfacción corporal, o relación
disfuncional con el propio cuerpo. Dichas manifestaciones pueden incluir
ansiedad, depresión, preocupaciones, rumiaciones, malestar emocional
general, y molestias y dolores de clases muy variables. Todo ello
desemboca en un sufrimiento. En palabras del médico francés experto en
meditación Christophe André:
 
«El sufrimiento tiende [...] a convertirse en el centro de gravedad de la
conciencia, un sol negro alrededor del cual todo va a la deriva. El espacio
de la conciencia parece encogerse a su alrededor, solo hay lugar para el
dolor, para nada más. Consiste en esto, el sufrimiento: el dolor que ocupa
todo el espacio e impide que el resto de sensaciones o de pensamientos se
instalen de forma duradera. Toda la energía de la mente es absorbida y
consumida por el dolor: no existe nada más.»
André, 2013, p. 204.⁵
 
Este párrafo ilustra especialmente bien las consecuencias de un sufrimiento
crónico y difícil de gestionar psicológicamente, por la perversa
circunstancia de que el motivo del dolor, la fuente del sufrimiento, es el
propio cuerpo, la estructura —la cáscara— en la cual vivimos y de la que
no podemos escapar. No obstante, la insatisfacción corporal y las
problemáticas de relación con el propio cuerpo no deben entenderse desde
una perspectiva únicamente psicológica, individual o personal, puesto que
entrañan una dimensión sociopolítica, y juegan un importante papel en la
construcción de la salud pública, el bienestar colectivo y el derecho a
disfrutar del propio cuerpo.
En las páginas precedentes ya se han introducido la mayoría de los
conceptos clave que vamos a tratar. Por tanto, ahora intentaremos dar
cuenta, de forma concreta y a menudo ejemplificada, de los mecanismos,
factores determinantes y funciones sociopolíticas de la imagen y la
(in)satisfacción corporal como fenómenos de crucial importancia en nuestra
era.
 
LA PERSPECTIVA SOCIOCULTURAL
Modelo estético impuesto
La primera fuente de (in)satisfacción corporal que analizaremos está
relacionada con los conceptos de atractivo físico y deseabilidad, su
importancia en el contexto sociocultural y la necesidad de lucir un aspecto
externo acorde con unos determinados parámetros.
La cultura construye complejos entramados de significados alrededor de la
variabilidad natural de morfologías corporales existente, lo cual implica que
dichos significados varían geográfica e históricamente. Los significados
están a menudo alejados de hechos médicos o científicos sólidos, aunque
puedan adoptar aspectos formales que les son característicos. Son
fundamentalmente promovidos, legitimados y perpetuados por los medios
de comunicación y la publicidad, y canalizados durante la socialización
(especialmente en las primeras etapas de la vida) a través de agentes como
la familia, las amistades, los maestros o los profesionales sanitarios. No
obstante, muchas veces las instituciones comparten, legitiman y mantienen
los postulados de la ideología culturalmente dominante acerca del presunto
ideal de imagen corporal. Por ello, la dimensión subjetiva de la imagen
corporal no puede analizarse prescindiendo del contexto sociocultural del
sujeto, el cual comprende la publicidad, la moda y otras formas mercantiles
de regulación y promoción del consumo, pero también las instituciones
educativas, sanitarias, académicas y políticas.
 
Discurso biomédico
Los procesos de investigación científica están ubicados en la realidad
sociocultural que les es contemporánea, con lo cual existe superposición y
contaminación mutua entre el saber médico que podríamos llamar riguroso
(procedente de estudios metodológicamente bien diseñados) y los
imperativos estéticos. El discurso científico biomédico forma parte de la
cultura y, por ello, es imprescindible tratarlo bajo este epígrafe. La mayoría
de las personas corrientes, e incluso muchos profesionales sanitarios, creen
que existe una relación directa entre peso corporal y riesgo de muerte o de
padecer enfermedades cardiovasculares o metabólicas, con lo cual asocian
delgadez a salud y no-delgadez a enfermedad, como hacen los medios de
comunicación y la publicidad (pues a menudo estos dos últimos pretenden
apoyar sus discursos propagandísticos en la ciencia). Sin embargo, los datos
muestran que el infrapeso se asocia con mayor riesgo de morbilidad y
mortalidad que el normopeso, que los indicadores de salud en general no
difieren entre los grupos de normopeso y sobrepeso (lo que hace que la
distinción entre las dos categorías sea, por tanto, difícil de justificar de
forma médica y que cobre un sentido primordialmente estético), y que el
riesgo de morbilidad o mortalidad no se dispara hasta grados considerables
de obesidad. Si la relación entre obesidad y —sobre todo— sobrepeso, por
un lado, y enfermedad y mortalidad, por otro, no está tan clara, entonces la
cruzada proadalgazamiento se convierte más en una guerra contra los
cuerpos (y las personas que viven en ellos) que en una guerra contra la
obesidad.
Además, el método usado para clasificar las personas en las diferentes
categorías de peso se basa en el índice de masa corporal (IMC), un valor
que se obtiene de dividir el peso en kilogramos por la altura en metros al
cuadrado. Este indicador dista de ser óptimo porque no discrimina entre los
diferentes componentes que contribuyen al peso corporal (numerador),
como pueden ser los tejidos óseo o adiposo, o el muscular, que tienen
densidades diferentes. De todos modos, aunque se subsanara este defecto, la
relación entre el peso y la altura es un indicador de la morfología corporal y
no un dato médico per se, como pueden ser la tensión arterial o los niveles
de glucosa o de colesterol unido a lipoproteínas de baja densidad (LDL,
low-density lipoproteins) en sangre. Muchas variables pueden explicar la
relación obtenida. Es muy explicativo el siguiente ejemplo obtenido de uno
de los libros de la nutricionista y psicóloga Linda Bacon, creadora del
innovador concepto y movimiento llamado Health at Every Size (salud en
todas las tallas), que intenta devolver el raciocinio y la cordura a la
investigación en lo que respecta a las conductas de control del peso y la
salud. Estadísticamente, existe una correlación clara entre la calvicie y el
riesgo de muerte cardiovascular. Sin embargo, hay que saber que los
hombres alopécicos suelen tener mayores niveles de testosterona,puesto
que esta molécula hormonal se relaciona con la calvicie; pero se pueden
presentar niveles elevados de testosterona por cualquier otra causa. Por
tanto, son los niveles de testosterona y no la falta de cabello los que
configuran el riesgo para la salud. En el caso de la relación entre peso y
salud, muchísimos factores presentes con mayor frecuencia entre las
personas con mayor IMC pueden explicar el peor estado de salud de estas
personas: dos ejemplos serían la salud psicoemocional y la marginalización
y estigmatización social que conduce a la precarización de las condiciones
de vida.
 
Deseabilidad y atractivo físico
Sin olvidar las idiosincrasias y susceptibilidades individuales, las
interpretaciones cognitivo-emocionales que la persona elabore alrededor de
su hecho corporal estarán influidas en gran medida por las narrativas
socioculturales que se construyan acerca de una determinada característica
corporal, ubicada dentro del espectro de variabilidad poblacional. Por
ejemplo, la delgadez se asocia en la cultura occidental contemporánea con
profesionalidad y éxito, mientras que la obesidad e incluso el sobrepeso
(definido, como hemos visto, de maneras no siempre justificables
médicamente) presenta connotaciones de holgazanería, desidia, enfermedad
y poco valor personal. En nuestra cultura, actualmente, las prácticas de
control del cuerpo han tomado un papel tan relevante en los ámbitos
personal y relacional que puede compararse, en cierto sentido, con las
prácticas religiosas de purificación, como ya indicaba el profesor Josep
Toro en 1996.
Evidentemente, estas situaciones tienen claras connotaciones económicas y
políticas. Cabe destacar que estos significados están profundamente
imbricados en los sistemas socioculturales, como los de género, etnia, clase
social, edad, sexualidad, (dis)capacidad, etc. Antiguamente se consideraba
bella la piel blanca porque era indicativa de una posición socioeconómica
privilegiada, mientras que la piel oscurecida por el sol era «despreciada»
por ser propia de las personas obreras que trabajaban al aire libre durante
largas jornadas. Los ideales estéticos masculino y femenino pueden
entenderse como metáforas de las construcciones socioculturales de
masculinidad y feminidad: los hombres deben ser fuertes, musculados y
más corpulentos, mientras que las mujeres deben tener una apariencia
menuda, delgada y con menor estatura. Se ha dado el caso de que ciertos
medios de comunicación especializados en moda han emblanquecido la tez
de celebridades de etnia no blanca con el objetivo de aumentar su atractivo
(y su valor). Existen también conexiones interseccionales entre, por
ejemplo, género y sexualidad, como cuando los hombres y las mujeres que
se alejan del canon de belleza establecido para su género tienden a ser
tildadas de homosexuales. Los sistemas ideológicos derivados de la
intersección de los ejes de poder son altamente complejos, pero el cuerpo ha
sido y es central en la práctica totalidad de los mismos. El cuerpo es
símbolo de pertenencia y adscripción a las normas, privilegios y
restricciones de un género, una etnia, una clase social y un estado de salud-
enfermedad.
La cultura crea un «caldo de cultivo» para la construcción de la imagen
corporal y la relación con el propio cuerpo. La investigación centrada en el
llamado modelo sociocultural de la imagen corporal enfatiza la existencia
de unos ideales sociales de belleza y deseabilidad transmitidos mediante
una serie de canales (fundamentalmente, la tríada medios de comunicación,
familia y amistades), que son interiorizados por las personas y, en base a los
cuales, mediante mecanismos psicológicos de comparación y
autoevaluación respecto a la norma (mediática, que no estadística), generan
la (in)satisfacción corporal. Es importante remarcar que, generalmente, el
modelo estético que se pregona socioculturalmente está considerablemente
alejado de la normalidad poblacional, lo que responde a intereses
económicos y políticos y sustenta un estado de crónica insatisfacción
corporal colectiva, como evidencian los datos de prevalencia de
descontento corporal en la población anteriormente comentados.
Es evidente que existen factores personales que modulan el impacto
potencialmente devastador de esta corriente propagandística, puesto que,
aunque la insatisfacción corporal esté actualmente muy presente en la vida
cotidiana, se objetiva en muy diferentes grados en personas expuestas de
forma similar a los ideales socioculturales. Además, es muy difícil estudiar
experimentalmente hasta qué punto la exposición mediática es causa de la
(in)satisfacción corporal, o si la relación disfuncional con el cuerpo puede
aumentar, a su vez, la exposición mediática mediante mecanismos
obsesivos y ansiosos u otros.
 
LA PERSPECTIVA PSICOLÓGICA
Las variables psicológicas individuales, producto de complejas
interacciones entre mecanismos genéticos y derivados de aprendizajes, son
clave para la comprensión de la génesis de la (in)satisfacción corporal, y
pueden explicar por qué personas con morfologías corporales similares
sometidas a influencias socioculturales parecidas pueden filtrarlas de
maneras diferentes y presentar imágenes corporales considerablemente
distintas.
 
Una combinación de elementos
Se distingue entre factores históricos y proximales a la hora de explicar la
modulación cognitiva-conductual de la imagen corporal. Los factores
históricos incluyen la socialización cultural (por ejemplo, en el seno de la
familia o del colegio), las experiencias interpersonales, las características y
los cambios de la apariencia física personal, y las variables de personalidad.
En cambio, los factores proximales constituyen acontecimientos vitales
actuales y precipitan o mantienen las influencias sobre la imagen corporal;
aquí encontramos, por ejemplo, los estilos negativos de procesamiento de la
información, las emociones relacionadas con el cuerpo, los diálogos
internos, etc. Todos estos factores interactúan de maneras altamente
complejas para generar y mantener la imagen corporal, y lo hacen
fundamentalmente modulando el entorno sociocultural referido en el
anterior apartado. El grado de importancia y credibilidad que las personas
concretas de nuestro entorno (como padres, hermanos o amistades) dan a
los mensajes mediáticos parece ser clave para el establecimiento de nuestra
relación con los mismos. Encontramos ejemplos de ello en los comentarios
valorativos emitidos por padres, compañeros de colegio, maestros o
hermanos, especialmente en edades vulnerables del desarrollo como la
infancia y la adolescencia. De hecho, el bullying por razones de apariencia
física es una experiencia muy habitual en edad escolar y se ha relacionado
con la insatisfacción corporal. Se ha comprobado que las personas menos
agraciadas según el ideal estético dominante reciben más burlas y peor trato
por parte del entorno, incluidos adultos e iguales, y que ello tiene
consecuencias traumáticas desde edades muy tempranas.
 
Cómo protegerse
La potenciación de determinadas habilidades cognitivas y conductuales en
los individuos les confiere cierto grado de inmunización contra los efectos
perniciosos que pueden tener los discursos mediáticos: en efecto, igual que
una vacuna, las intervenciones cognitivo-conductuales diseñadas sobre esta
base pretenden estimular el sistema inmune (cognitivo) natural, preexistente
en la persona, y lograr la movilización de recursos que, a su vez, permitirán
el aprendizaje de otros nuevos y la generación de unos anticuerpos
cognitivos, capaces de mejorar la imagen corporal de forma mantenida y
reducir de este modo las probabilidades de padecer problemas relacionados
con la alimentación y el peso.
Las personas que poseen características psicológicas relacionadas con la
aceptación y la celebración del propio cuerpo y de la diversidad corporal
existente en la sociedad son menos proclives a la insatisfacción corporal y,
por ello, a caer en conductas potencialmente patológicas de control del
cuerpo, como las dietas

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