Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
LA TIRANÍA DEL CUERPO ¿Por qué no me veo como soy? Rosa Mª Raich Siglantana Dirección de la colección «Comportamiento Humano»: Josep M.ª Farré Editores: Helena Domínguez-Cagnon, Joaquim Almeda y Clara Lallana © Editorial Siglantana S. L., 2017 Ilustración de la cubierta: Silvia Ospina Amaya Maquetación y preimpresión: José M.ª Díaz de Mendívil Pérez Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47. ISBN (Siglantana): 978-84-18556-98-2 Depósito legal: B-20692-2017 Impreso en España - Printed in Spain 1 A modo de introducción: la importancia de la imagen Rosa María Raich Escursell 2 ¿Cómo se forma la imagen corporal? Rosa María Raich Escursell 3 El espejo subjetivo: ¿qué es la imagen corporal? Elisabet Tasa Vinyals 4 ¿Cuáles son los mecanismos determinantes y las funciones de la imagen y la (in)satisfacción corporal? Elisabet Tasa Vinyals 5 De sexos y de géneros Marcela L. González 6 ¿Qué pasa con los hombres? José Ignacio Baile Ayensa SUMARIO 7 ¿Cómo mejorar la percepción de nosotras/os mismas/os? Marisol Mora Giral 8 Lo mejor: la prevención Rosa María Raich Escursell Bibliografía Autores - CAPÍTULO 1 - A MODO DE INTRODUCCIÓN: LA IMPORTANCIA DE LA IMAGEN Rosa María Raich Escursell NOS QUIEREN PERFECT@S En una sociedad que glorifica la belleza, la juventud y la salud, no es raro que la apariencia física esté en el centro de las preocupaciones de muchas personas. De hecho, el gasto anual dedicado a mejorar la apariencia física no para de crecer. Uno de los negocios más lucrativos que existen en la actualidad gira, precisamente, en torno a la mejora del aspecto físico. Solo hay que pensar en el dinero que se invierte en peluquería, cosméticos, ejercicio físico, alimentos bajos en calorías y, por último, en cirugía estética, que ya está al alcance de muchos. La preocupación excesiva por la imagen puede llegar a ser obsesiva y son las mujeres el principal objetivo de la publicidad en el ámbito de la estética. También son las mayores consumidoras de cosméticos aunque, desde hace unos diez años, ha aumentado la presión ejercida sobre los hombres para que su cuerpo sea musculoso y sin grasa. Por otra parte, la búsqueda de la belleza (y belleza, hoy en día, es sinónimo de delgadez en el sexo femenino) está mucho más arraigada en las mujeres que en los hombres. Por este motivo, son más propensas a sufrir trastornos de la alimentación. Muchas publicaciones contribuyen a aumentar la presión generada por los supuestos beneficios de la delgadez, que son elogiados por los medios de comunicación y, generalmente, aceptados por la sociedad. Las voces críticas que advierten sobre el impacto adverso de esta creencia en los jóvenes son cada vez más numerosas. A pesar de ello, la obsesión por la delgadez se cobra todavía muchas víctimas. En la sociedad actual, las básculas de los baños se han convertido en el famoso espejo de la madrastra de Blancanieves: cuando una mujer se sube a una de ellas, no busca saber los kilos que pesa sino hasta qué punto es bella o es fea. Parece que interiorizar estas normas, asociado a una deficiente autoestima, y aceptar ciertos ideales de perfección es el punto de partida ideal para sentirse mal en el propio cuerpo, iniciar dietas restrictivas, seguir ayunos, provocarse vómitos, practicar ejercicio extenuante o incluso consumir anabolizantes... El objetivo es conseguir un cuerpo más delgado en las chicas (que, en muchas ocasiones, terminan siendo atrapadas en la espiral de los trastornos alimentarios) y/o conseguir un cuerpo musculoso, en los chicos, para lo que pueden seguir una alimentación muy particular y, en ocasiones, utilizar drogas que les permitan mejorar su físico. UNA BELLEZA PARA CADA ÉPOCA De todas maneras, en todas las culturas y en todos los tiempos se ha valorado un determinado modelo de belleza a seguir y el saber popular hace ya varios años que nos habla de la importancia de la imagen. Refranes como «Dame gordura y te daré hermosura» están hoy en día absolutamente pasados de moda porque la apreciación de las mujeres sobre la gordura es negativa. Debería reconvertirse en «dame delgadez y te daré belleza», a tenor de la presión mediática en favor de la la esbeltez. Otro, como «La suerte de la fea la bonita la desea» podría pensarse que es un premio de consolación para las «feas» (afortunadamente, nadie habla de «feas» hoy) aunque haya algo de razón en el proverbio, puesto que frente a la creencia muy difundida de que ser bella es igual a ser feliz, las biografías de muchas personas muy bellas muestran escasa felicidad. Estos adagios se refieren a la mujer, aunque hay algunos que pueden servir para ambos sexos. Por ejemplo, «La belleza está en los ojos de quien la mira» plantea una enorme verdad. Aunque el modelo estético puede pesar mucho en la consideración de la belleza, es innegable que se puede considerar irresistibles o tremendamente atractivos una sonrisa, unos hoyuelos, un gesto o cierta elegancia en el trato... También se dice: «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda». O sea, que el saber popular piensa que no todo puede conseguirse con un atuendo determinado... pero en Cataluña tenemos un refrán que nos dice lo contrario: «Vesteix un bastó i semblarà un senyor», es decir: «Viste un bastón y parecerá un señor». Existen sentencias exclusivamente para hombres: «El hombre y el oso cuanto más feo, más hermoso» o en su otra versión: «El hombre y el oso, cuanto más peludo más hermoso». Inventados, obviamente, por hombres y, en la versión peludos, sin duda por alguno con abundante pelo. «Si quieres al marido gordito, después de la sopa, le das un traguito.» Es difícil, hoy en día que alguien quiera al «marido gordito», pero en épocas de carestía podía ser un rasgo muy apreciado. En la literatura podemos hallar muchísimos ejemplos de los diferentes modelos de belleza que ha habido a lo largo de la historia...Veamos alguno ejemplos. Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita (1254-1351), ya cita en el Libro de Buen Amor, una de las obras cumbre de la literatura medieval española: «Ancheta de caderas, esta es talla de dueña». El escritor italiano Baltasar de Castiglione (1478-1529) hace declarar a uno de sus personajes de El Cortesano, donde describe el ideal de vida del Renacimiento: «Que ciertamente a la mujer que no es hermosa no podemos decir que no le falte una muy gran cosa». Garcilaso de la Vega (1501-1536) construye la siguiente poesía dedicada a la mujer bella: En tanto que de rosa y d’açucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena; y en tanto que’l cabello, que’n la vena del oro s’escogió, con buelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparze y desordena De los hombres, más bien se destaca que la belleza no es lo más importante... Tal como afirma Don Quijote: «Yo, Sancho, bien veo que no soy hermoso, pero también conozco que no soy disforme, y bástale a un hombre de bien no ser monstruo para ser bien querido, como tenga los dotes del alma que te he dicho». En muchas ocasiones se alaba o se propone un modelo diferente al actual y se ensalzan lasvirtudes de una cierta obesidad como afirma Pickwick, el famoso personaje del novelista inglés Charles Dickens (1812-1870), en su obra Los papeles póstumos del Club Pickwick (1836-37), donde afirma: «La prudencia y la barriga crecen al mismo tiempo». El cuentista catalán Joaquim Ruyra (1858-1939) juega con las palabras en su cuento Els vint corders de Blanes. En la Blanes del siglo xix la palabra corders se refería a los hombres que trabajaban haciendo «cuerdas» y los operarios de esta localidad gerundense eran muy apreciados. Pero también significaba «cordero». En el cuento, un general solicita corderos «gordos» y en el ayuntamiento lo interpretan como «hombres que hacen cuerdas gordos», lo que crea una cierta confusión y da origen al relato, que alcanza momentos tragicómicos cuando los supuestos «corderos» se enteran de que los quieren para comérselos. El cuento comienza: En los borrascosos tiempos del general Zapatero se recibió en Blanes una comunicación suya, dirigida al alcalde, redactada en los términos siguientes: «Sírvase mandar a la mayor brevedad a este cuartel de Santa Coloma de Farnés los veinte corderos más sanos y gordos que pueda encontrar en esa villa de Blanes. Dios guarde a V., etc.» El secretario, el chico Samarugues, la leyó y re-leyó tres o cuatro veces y no entendía nada... —A ver, ¿por qué demonios quiere tantos corderos el general? Y aún en el caso de que los necesitara, ¿qué le importa que sean gruesos o delgados, mientras sean buenos trabajadores y listos en su tarea? El alcalde, Pau Bagué, no lo encontró tan raro. —Ciertamente veinte corderos son muchos corderos pero un ejército es como un pueblo: todo lo necesita a lo grande y tanto puede necesitar cuerdas como cañones o comida. —Pero, y de quererlos gordos, ¿qué me dice? —Gordos —dijo el alcalde—. Los quiere gordos y sanos. Como se ve, en este momento se apreciaba «la gordura» en los hombres. Asimismo, el escritor judío de nacionalidad austriaca Stefan Zweig (1881- 1942), en su autobiografía El mundo de ayer, publicada póstumamente, explicaba que los facultativos de 24 y 25 años de edad, que acababan de pasar el examen médico, solían lucir enormes barbas, llevaban lentes dorados aunque sus ojos no los necesitaran... y trataban de conseguir un ligero embonpoint. O sea, en esa época, los médicos recién licenciados intentaban parecer mayores para generar más confianza en sus pacientes y, para ello, se ponían gafas, se dejaban crecer la barba y buscaban un cierto sobrepeso, que es a lo que los franceses llaman embonpoint (en su buen punto). Tras ver estos refranes y pinceladas literarias se observa que, a lo largo de la historia, se ha deseado, exigido o admirado la belleza en la mujer y, en cambio, no se ha considerado muy importante en el hombre. El modelo estético femenino ha cambiado con los tiempos y ha tendido a apreciar cuerpos más delgados cuanto más saneada es la economía. En cambio, en épocas de escasez, el modelo estético es más «carnoso». De hecho, algunas autoras americanas afirman que parece como si la cultura marchara en dirección contraria a la biología puesto que, cuando existe más alimento, se admira más a la gente (y especialmente a la mujer) delgada, aunque sea en época de abundancia cuando el peso de las personas tiende a aumentar (en el mundo occidental, los porcentajes de obesidad actuales son los más altos de la historia). En cambio, tradicionalmente en el hombre se ha apreciado la fuerza, el poder, la riqueza, la destreza... (Las madres de las chicas mexicanas aconsejaban a sus hijas que buscaran un marido con las tres F: fuerte, feo y formal). El modelo estético masculino no ha variado tanto a través de la historia. Lo que sí ha cambiado ha sido la importancia concedida a la imagen también para ellos. EL PARADIGMA CONTEMPORÁNEO Y SUS PELIGROS El modelo estético actual de la mujer es un modelo estilizado, de gran perfección, con cabello abundante y largo, caucásico (alta, rubia, delgada, de ojos claros...), y el masculino es también uno de gran perfección pero musculoso, con mucho cabello, sin grasa ni abdomen y asimismo caucásico. Sin embargo, la búsqueda de una imagen bella puede llegar a ser obsesiva. El motivo más importante para la publicación de este libro ha sido mostrar un problema socialmente determinado que puede llegar a ser invalidante y provocar no solo un trastorno dismórfico, sino estar en el origen de trastornos alimentarios y muy relacionado con trastornos depresivos, de ansiedad social y obsesivo-compulsivos. El trastorno de la imagen corporal es al que se denomina trastorno dismórfico y aparece definido en los DSM¹ (Manuales Diagnósticos) como: «La preocupación por algún defecto imaginado del aspecto físico en una persona aparentemente normal. Cuando hay leves anomalías físicas, la preocupación del individuo es excesiva, provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo, y no se explica mejor por la presencia de otro trastorno mental» (DSM V). Puede presentar diferentes características clínicas. A nivel cognitivo, los pacientes expresan interpretaciones de los hechos sesgadas desde la crítica al defecto físico. Estas distorsiones cognitivas o creencias irracionales son la manera de interpretar los acontecimientos, entender la realidad y prever el futuro. Además, estas personas menosprecian su apariencia y creen que todo el mundo se fija en su defecto. También piensan que su defecto es una prueba fehaciente de la imposibilidad de ser queridas o apreciadas, y una muestra de debilidad, pereza o defecto de carácter. Evitan situaciones sociales donde sus defectos puedan ser escudriñados y presentan sentimientos de enfado, tristeza, desesperación y malestar tan agudo como una crisis de ansiedad o un ataque de pánico, incluyendo miedo intenso, sensación de muerte inminente, dolor en el pecho, palpitaciones, sudor, temblores y dificultad para respirar. Figura 1: Características clínicas del trastorno dismórfico: cogniciones distorsionadas En ocasiones, la desesperanza y la tristeza pueden desencadenar sintomatología depresiva. También la vergüenza por el defecto propiciará dificultades interpersonales y, en ocasiones, incluso fobia social. Conductualmente, estos individuos organizarán su estilo de vida alrededor de su preocupación corporal. Las conductas pueden ser de evitación o bien repetitivas imperiosas (rituales). Todo ello provoca una enorme insatisfacción vital. Entre los comportamientos más frecuentes están: Mirarse al espejo. Arreglarse durante mucho tiempo. Camuflar el defecto con maquillaje, ropa, flequillo, sombreros, posturas... Comprar compulsivamente ropa con el fin de verse mejor; visitar con asiduidad centros de estética. Buscar refuerzo social para reducir la ansiedad que produce el defecto. A veces, hacer dieta y ejercicio. Hacer mediciones y evaluaciones continuas y repetitivas del defecto; en ocasiones, realizar rituales compulsivos. ESTRCTURA DE LA OBRA El primer capítulo de esta obra («¿Cómo se forma la imagen corporal?») presenta los factores que intervienen en la formación de la imagen corporal, ya sean de tipo biológico, psicológico, comportamental o sociocultural (estos últimos determinan en gran medida la satisfacción o insatisfacción corporal, la manera de vernos a nosotros mismos). En el capítulo «El espejo subjetivo: ¿qué es la imagen corporal?», Elisabet Tasa Vinyals expone qué es la imagen corporal, en sus diferentes e interrelacionadas dimensiones perceptiva, cognitivo/afectiva y conductual. La misma autora estructura el siguiente capítulo, «¿Cuáles son los mecanismos determinantes y las funciones de la imagen y la (in)satisfacción corporal?», en tres partes referentes a la perspectiva sociocultural, la perspectiva cognitivo-conductual y la perspectiva feminista. Marcela L. González hace hincapié en la diferencia que existe entre los conceptos de sexo y género. El sexo tiene que ver con lascaracterísticas genético-biológicas, las cuales, en interacción con el ambiente, definirán las características fisiológicas y anatómicas del bebé. En cambio, el género se refiere a los roles socialmente construidos, los comportamientos, actividades, normas y atributos que una sociedad dada considera apropiados y asigna a las personas de un sexo determinado. José Ignacio Baile, en «¿Qué pasa con los hombres?», estudia a fondo la situación actual de la imagen corporal en los hombres. Huye de tópicos demasiado difundidos acerca de la poca preocupación corporal de «ellos», presenta los modelos estéticos actuales, sus rasgos sobresalientes y finaliza explicando el trastorno dismórfico y la dismorfia muscular. En «¿Cómo mejorar la percepción de nosotras/os mismas/os?», Marisol Mora Giral nos lleva por el camino que podrá facilitar la detección, el análisis y la mejora de las preocupaciones corporales, tras llevar a cabo un interesante estudio de los diferentes tratamientos que se han aplicado. La «Propuesta actual de programa cognitivo-conductual de las alteraciones de la imagen corporal» permite seguir paso a paso un tratamiento completo de la preocupación excesiva por la imagen corporal. Finalmente, en «Lo mejor: la prevención», se indica una docena de maneras de sentirse bien dentro de la propia piel y cómo mejorar y disfrutar del propio cuerpo. - CAPÍTULO 2 - ¿CÓMO SE FORMA LA IMAGEN CORPORAL? Rosa María Raich Escursell La belleza está en los ojos del que mira. UNA DEFINICIÓN La imagen corporal es lo que percibimos, pensamos y sentimos, y cómo actuamos en función de nuestro cuerpo. No es lo mismo cómo te ves (la fotografía de ti mismo que tienes en tu mente) que cómo eres. En realidad la verdadera imagen estable no existe. Podemos sentirnos: guapos/feos, delgados/gordos, atractivos/repelentes, altos/bajos, rubios/morenos, de ojos azules/verdes/castaños... podemos tener las manos y los pies grandes/pequeños, la piel clara/morena... Pero no siempre es así; aunque pesemos lo mismo, un día podemos sentirnos delgados y al siguiente, gordos... Esa imagen que tenemos de nosotros mismos nos viene dada por un conjunto importante de factores que se van sumando o restando a lo largo de la vida. En la formación de la imagen de nuestro cuerpo intervienen diferentes factores biológicos, psicológicos, socioculturales y comportamentales, pero, en realidad, están estrechamente entrelazados y, sin duda, el factor más influyente es el cultural-social-ambiental. En la Figura 1 (p. siguiente) se muestran los factores implicados y su interrelación. Figura 1: Interrelación de los factores implicados en la formación de la imagen corporal Factores biológicos • Talla y forma corporal • Edad y desarrollo: cambios puberales • Género • Peso Factores biológicos • Autoestima • Estado de ánimo • Perfeccionismo • Temperamento Factores cognitivos • Esquemas de apariencia • Interiorización del ideal estético • Objetivización del cuerpo Factores comportamentales • Dieta • Hablar de dietas, modas, etc. • Leer revistas de moda, dietas, etc. • Comprobaciones Factores socioculturales: normas culturales y sociales • Ideal de belleza • Necesidad de presentar el ideal de belleza Transmitidas por: • Familia • Pares • Medios de comunicación • Diferentes culturas FACTORES BIOLÓGICOS Talla y forma corporal Nacemos en una familia, con unos padres y antepasados concretos. No en vano heredamos características del cuerpo de nuestros progenitores y antepasados. Desde que nacemos, se empiezan a encontrar parecidos clarísimos con algún adulto (a quien, probablemente, en aquel momento no nos parecemos en nada). Pero nadie puede negar que el color de los ojos, de la piel, del cabello, la talla y el peso, y otros muchas aspectos del cuerpo se deben a los padres y antepasados. El peso y la talla se pueden modificar mucho menos de lo que los anuncios y la propaganda de productos diversos intentan hacernos creer. La mayoría de las mujeres (casi un 80%) está insatisfecha con su peso porque querría tenerlo más bajo y también un 80% de los hombres desearían cambiarlo. A la mitad de ellos (el 40%) les gustaría pesar menos y a la otra mitad, más. La mayoría de los hombres saben que «el músculo pesa» y, por ello, aprecian tener más kilos; en cambio, para la mayoría de las mujeres el peso es un factor desagradable, engorroso, que causa vergüenza y del que necesariamente hay que huir. Sin embargo, resulta curioso que, más que el peso, lo que es determinante en una mala imagen corporal es el convencimiento de que el peso y la forma son muy importantes y la creencia de «estar gorda/o», independientemente de que se pese mucho o poco. Este pensamiento tiene una fuerte conexión con la insatisfacción corporal, el seguimiento de una dieta y una baja autoestima. Edad Nuestro sentido básico de identidad está enraizado en un cuerpo, nuestro cuerpo. Parece que hacia los dos años, muchos niños ya pueden reconocerse a sí mismos en un espejo. Cada vez más la corporeidad da retroinformación de cómo somos y también cada vez más queda patente cómo te ven los demás. Desde muy pequeños, los niños/as conocen cómo se ha de ser para tener éxito. Los cuentos de Cenicienta, la Bella Durmiente o Blancanieves nos describen el físico de los vencedores por encima de los feos y malos. Así, la imagen corporal ideal va quedando cada vez más clara y los niños pequeños aprenden cómo no se ha de ser. Sabemos que a partir de los 6 años, los niños expresan descontento con su peso y muchos desean estar más delgados. En diversos estudios con niñas y niños españoles y mexicanos de 9 a 11 años de edad con sobrepeso u obesidad, se ha observado que presentan una buena actitud hacia la alimentación pero tienen baja autoestima al percibirse con sobrepeso. Esto podría estar ligado a que muchos de estos niños sufren hostigamiento y burlas de sus compañeros por su complexión física. El posible impacto de una baja autoestima en las alteraciones de la conducta alimentaria es importante desde el punto de vista psicológico, al haber sido señalado como un factor de influencia capital. Cambios puberales Uno de los hitos más significativos en la vida de un individuo es la pubertad. La adolescencia, con la llegada de la pubertad y la definición de un nuevo cuerpo de adulto, trae consigo una problemática mucho más importante. De hecho, niños que con anterioridad a estos cambios no habían presentado problemas, empiezan a sufrirlos. Los cambios físicos de la pubertad son dramáticos en al caso de las niñas. Incluyen un aumento significativo del porcentaje de grasa corporal, la aparición de vello y acné, y el inicio de la menstruación. Estos cambios pueden provocar gran preocupación acerca de la apariencia física. Los efectos de las modificaciones corporales también influyen en las diferentes respuestas emocionales. Tanto si los cambios son o no los esperados, el cuerpo de la niña no va a ser aquel al que estaba acostumbrada. Las chicas deben ajustarse a estos cambios en relativamente poco tiempo, con o sin el soporte de los que están a su alrededor. La falta de conocimientos acerca del proceso puberal puede llevar a no comprender estos cambios y a considerarlos como «estar engordando» en lugar de «estar desarrollánse como una mujer». Incluso pueden conceptualizarse como una pérdida de control. Tanto una maduración temprana, como tardía, puede llevar a las chicas, al compararse con sus iguales, a desarrollar una visión problemática de sí mismas. Pero, según los estudios analizados, es peor el desarrollo temprano que el tardío. En esta época de cambios drásticos, suele parecer mucho más importante tener un «buen tipo» o llevar la ropa adecuada que cualquier otra cosa. Las chicas que se desarrollan más aprisa que sus compañeras pueden presentar más problemas respecto a su imagen corporal. La mayoría considera los cambios que observan en su propio cuerpo (por ejemplo: el desarrollo de los pechos o las caderas) comogrotescos o que las engorda, más que como una prueba de estar haciéndose «personas mayores». Por el contrario, los chicos que tardan en crecer más que sus compañeros suelen quedar marcados profundamente por la preocupación de ser «bajitos» y de no tener las cualidades de fortaleza y altura que definen al hombre y remarcan su masculinidad. Género En muchos de nuestros estudios en adolescentes hemos descubierto una mayor insatisfacción corporal según el género (mayor en niñas que en niños) y según la edad (aumenta con la edad). Asimismo, hemos encontrado estas diferencias entre chicos y chicas universitarios, y entre hombres y mujeres mayores, aunque los porcentajes han ido cambiando y últimamente la insatisfacción ha crecido entre hombres. En un estudio del David Garner, ampliamente citado, sobre una gran muestra de norteamericanos/as en los años 1972, 1985 y 1996, reclutados a través de la revista Psychology Today, se pudo observar el aumento progresivo de la insatisfacción corporal con diversas partes del cuerpo y, aunque las mujeres siempre presentaban una mayor insatisfacción que los hombres, también ellos aumentaron su nivel de malestar (véase Figura 2, p. siguiente). Por otra parte podemos observar en el seguimiento durante 10 años de adolescentes noruegos cómo ha aumentado la insatisfacción con la imagen corporal principalmente en ellas, aunque también en ellos (véase Figura 3, p. siguiente). Figura 2: Causas de insatisfacción corporal Torso Fuente: Resultado de tres encuestas de la revista Psychology Today sobre imagen corporal. Figura 3. Aumento de insatisfacción corporal en adolescentes noruegos a lo largo de 10 años Fuente: Eisenberg y cols. (2006). En el año 2000, presentamos un estudio realizado en una amplia muestra de adolescentes que mostraba diferencias entre chicos y chicas de 13 años en cuanto a insatisfacción. Como en todos las investigaciones anteriores, las mujeres se preocupaban y estaban menos satisfechas con los muslos, las caderas, las nalgas y el abdomen, mientras que los hombres lo estaban menos con el cutis, la nariz, el abdomen y la cintura, aunque significativamente menos preocupados que las chicas. Más tarde, encontramos asimismo estas diferencias en otras muestras de adolescentes, como se puede apreciar en la Figura 4 (p. siguiente), las chicas están más satisfechas con el factor «cabeza y busto» que con el de «tronco y extremidades», mientras que los chicos están más satisfechos con el factor: «tronco y extremidades inferiores» que con el de «cabeza y extremidad superior» (véase Figura 5, p. siguiente). De cualquier manera la satisfacción general es muy superior en los chicos que en las chicas. La tendencia «normal» en el cambio en la imagen corporal se caracteriza por el aumento de las preocupaciones por la imagen corporal y la disminución de la satisfacción durante la adolescencia. Además, la mayor disminución en la satisfacción con el cuerpo aparece en la adolescencia temprana para ambos sexos, seguida de una ligera mejora en las adolescentes mayores. Los cambios en los hombres parecen estar asociados con el índice de masa corporal (IMC)². Peso Como hemos dicho anteriormente, varios estudios han concluido que el peso y las preocupaciones por la forma en las adolescentes predicen un incremento posterior de las dietas, un mayor interés por la delgadez, depresión, baja autoestima, bajos niveles de actividad física, síntomas bulímicos, atracones, conductas compensatorias y bulimia nerviosa parcial. En una revisión sistemática de factores que influyen en la insatisfacción corporal, el peso y el IMC fueron indicadores de insatisfacción corporal; los niños y preadolescentes que tenían mayor peso e IMC presentaban mayor preocupación por el peso y la forma, e insatisfacción corporal. Figura 4: Satisfacción corporal en chicas Fuente: Espinoza, Penelo y Raich (2008). Figura 5: Satisfacción corporal en chicos Fuente: Espinoza, Penelo y Raich (2008). FACTORES PSICOLÓGICOS Son los factores psicológicos los que determinan, en último término, la respuesta ante los diferentes factores biológicos. Sin la interrelación entre los factores biológicos, psicológicos, ambientales y conductuales, difícilmente podríamos hablar de preocupación o insatisfacción corporal. Analicémoslos. Autoestima No existe un acuerdo generalizado entre los investigadores sobre lo que es la autoestima. La división de opiniones más importante está entre el punto de vista que la concibe como un sentimiento generalizado acerca de uno mismo y el que la considera la suma de un conjunto de juicios acerca del propio valor y competencia en diferentes dominios. También existen discrepancias en cuanto a si se la considera como causa o como consecuencia de los problemas y las maneras de enfocar la vida: «tiene depresión porque tiene una baja autoestima», o bien, «tiene una baja autoestima porque está deprimido». Asimismo, hay autores que la consideran un producto acabado que se ha formado durante la infancia y que ya no puede modificarse (como un rasgo de personalidad), mientras que otros la contemplan como un proceso en la que los acontecimientos diarios tienen una determinada influencia. Teniendo en cuenta la importancia que se otorga a la imagen en nuestra cultura, no es de extrañar que aún sea más importante para las personas que tienen un mal autoconcepto de sí mismas. Parece como si quisieran esconder tras un físico que sea lo más parecido al modelo estético dominante la pobre opinión que tienen de sí mismas. CARACTERÍSTICAS MENTALES DE PERSONAS CON BAJA AUTOESTIMA Excesiva necesidad de aprobación Perfeccionismo Evitación de problemas Preocupación ansiosa LAS PERSONAS QUE TIENEN UNA BAJA AUTOESTIMA: Buscan constantemente la aprobación de los demás. Desean controlar a los otros. Se dejan explotar por parte de parejas, colegas o amigos. Crean relaciones de dependencia con gente, instituciones, causas o sustancias, como el alcohol o la comida. Presentan pensamientos distorsionados. Presentan percepciones distorsionadas. Tienen sentimientos de auto-insatisfacción, auto-odio, auto-disgusto y desprecio. Entre estos, el cuerpo puede centrar la insatisfacción. Es difícil conocer qué es lo primero, si la baja autoestima que causa una mala imagen corporal o a la inversa; lo que sí es cierto es que van unidas. Estado de ánimo En nuestra cultura, probablemente la imagen corporal sea el componente más importante en la autoestima de un adolescente e incluso de las personas adultas, o sea que, en general, una imagen corporal negativa se corresponde con varias facetas de neuroticismo, como baja autoestima, depresión, ansiedad, miedo a una evaluación negativa e incluso tendencias obsesivo- compulsivas. FACTORES COGNITIVOS En la Figura 6 podemos observar el modelo tripartito en el que el doctor J. Kevin Thompson y sus colaboradores expresan la importancia que tienen el conocimiento, la interiorización del ideal delgado y la presión percibida de parecerse a este ideal en la creación y el mantenimiento de la insatisfacción corporal, lo que desemboca en alteraciones alimentarias para adelgazar. Figura 6: Modelo tripartito Fuente: Thompson y cols. (1999). Los esquemas de la apariencia Los esquemas de la apariencia se refieren a estructuras cognitivas, concernientes a la apariencia, que organizan y determinan el procesamiento de la información relevante para uno mismo. Las personas para las que la apariencia es crucial e integral en el autoconcepto atienden selectivamente a aspectos relacionados con la apariencia de cualquier persona o situación en la que se encuentren. En particular, sus esquemas de la apariencia se activan rápidamente ante las imágenes idealizadas de los medios de comunicación. Interiorización del ideal estético La interiorización del ideal estético es una profunda incorporación o aceptación de los valores del ideal estético que afecta a las actitudes oa la conducta personal. Ha sido considerada una variable importante como precursora de la insatisfacción corporal y un factor de riesgo. Por otra parte, hay diferencias individuales en la interiorización del ideal estético. Hay personas para las que resulta más indiferente que a otras, pero con la presión mediática hacia la perfección corporal, cada vez encontramos un mayor número de gente que lo ha interiorizado. Al compararse con un ideal (por otra parte inexistente) estético, no es extraño que, especialmente las mujeres, hallen muchos defectos en su cuerpo y, en última instancia, aparezcan patologías. Objetivización del cuerpo Las mujeres, especialmente en los países desarrollados, reciben un claro mensaje desde múltiples fuentes de que el cuerpo femenino, más que el masculino, será observado, evaluado y poseído por los hombres y, en general, tratado como un objeto. Además, las abuelas, las madres y las amigas se encargan de recordar y enfatizar el poder de una presencia atractiva: las mujeres más bellas podrán obtener muchas ventajas en esta sociedad machista de la mano de los que ostentan el poder. FACTORES SOCIOCULTURALES En el modelo propuesto por Linda Smolack y Michael Levine (Figura 7) se muestra las diferentes influencias que reciben los niños y adolescentes. Según estos autores, el género femenino se verá más presionado y, conforme aumente su índice de masa corporal, presentará más preocupaciones. Si, además, recibe abundantes comentarios de padres y pares acerca de la apariencia y/o sufre o ha sufrido acoso sexual, probablemente disminuirá su autoestima y aumentará su preocupación por el peso y la figura (incrementada por el modelo de padres, madres y amigos) al compararse al modelo estético dominante, lo que repercutirá en insatisfacción corporal y/o deseo de mejorarla mediante dietas. Figura 7: Influencia de la imagen corporal en niños y adolescentes Fuente: Linda Smolack y Michael Levine (2001). Es decir, las principales variables que tienen repercusión en el desarrollo de la insatisfacción corporal son los factores socioculturales transmitidos eficazmente por la familia. La percepción que los niños y preadolescentes tienen de las actitudes y comportamientos relacionados con el peso y la alimentación la aprenden de los miembros de su familia, No hace mucho tiempo, las abuelas instruían a sus nietas sobre la importancia de asegurar su porvenir en un matrimonio «conveniente». Les decían: «la mejor carrera/trabajo/ocupación que una mujer debe tener es la de casarse bien». Para «casarse bien» se debe ser bella y no hay que escatimar esfuerzos para conseguirlo: «para presumir hay que sufrir». Incluso ahora, en los países desarrollados, donde está claro que una mujer puede y debe obtener una buena formación y su propia independencia económica, sigue existiendo la necesidad de ser «bellas» (según los medios de comunicación, para la propia satisfacción, aunque lo cierto sea que redunda en beneficio de las empresas fabricantes de productos de belleza) para obtener ventajas, entre las que aún se cuenta la posibilidad de casarse o vivir cerca del poder. Es curioso que, incluso en mujeres que han alcanzado altos niveles profesionales, la preocupación e la insatisfacción corporales son elevadas. Pero el problema no es coto vedado de las mujeres; por ejemplo, entre los culturistas, hombres en su mayoría, la frase «no pain, no gain» (si no hay dolor no hay ganancia) estaría de alguna manera en consonancia con la de la abuela de que hay que sufrir para presumir. Actualmente, la situación es más complicada. El poder de los media es extraordinariamente importante. El aumento desaforado del bombardeo de imágenes que recibimos y de los mensajes que las acompañan nos alejan de los consejos de las abuelas para sumergirnos en una infinita preocupación e insatisfacción. Los medios de comunicación transmiten un modelo de perfección estética inexistente, que se va perpetuando empero sabemos que no hay una sola imagen que no haya sido retocada y que a los modelos se los maquilla, peina y adereza de manera que el resultado no tiene por qué ser fiel a su verdadero aspecto natural. Los medios de comunicación utilizan todos los trucos que se les ocurren impunemente; por ejemplo, de tres mujeres crean una, escogiendo las «mejores» manos, piernas y caras de las modelos que se les ofrecen, o realizando infinidad de fotografías con distintos filtros que luego se retocan con el famoso Photoshop®. Igualmente, los mensajes que transmite la publicidad son engañosos: ser bella está al alcance de todo el mundo; ser bellas es sinónimo de ser feliz; los defectos corporales deben remediarse y, como el cuerpo es infinitamente maleable, la industria de la belleza nos ofrece la solución para todos y cada uno de ellos. Las mayoría de las investigaciones que se han llevado a cabo sobre la influencia de los media en la insatisfacción corporal se han realizado en países desarrollados (Estados Unidos, Europa, Australia...). En las sociedades orientales, parece que el nivel de insatisfacción corporal se debe cada vez más a que el ideal corporal de la sociedad occidental es inalcanzable. De todas formas, los occidentales sufren mayor prevalencia de trastornos de la conducta alimentaria que los no occidentales. Estudios epidemiológicos han mostrado que los trastornos alimentarios (uno de cuyos factores de riesgo más importante es la insatisfacción corporal) son más prevalentes en sociedades industrializadas, sugiriendo que los factores culturales juegan un «rol» crucial. ¿Un fenómeno global? Por este motivo, nos preguntamos si hallaríamos diferencias con respecto a la actitud de nuestras adolescentes en otras sociedades, algunas muy cercanas, como Portugal, y otras más o menos diferentes, como Marruecos, Chile y México. El objetivo de nuestro estudio fue comparar los factores de riesgo individuales y culturales de la insatisfacción de la imagen corporal confrontando cada una de las muestras de adolescentes chilenos, portugueses, marroquíes y mexicanos con muestras españolas de la misma edad y nivel socioeconómico. En la comparación entre la muestra chilena y española, no se observaron diferencias en la interiorización del modelo corporal, mientras que la satisfacción corporal fue mayor en la muestra chilena. Las niñas mostraron más interiorización del modelo de la imagen corporal y menor satisfacción corporal que los niños. Estos resultados sugieren que los adolescentes comparten influencias socioculturales hacia la delgadez. En la comparación entre las muestras de Portugal y España, no encontramos diferencias entre los países, sino entre el género: las niñas están más insatisfechas con su cuerpo y presentan mayor interiorización del modelo de la imagen corporal que los niños. Los adolescentes marroquíes presentaban una menor insatisfacción corporal que los participantes españoles, tanto en chicas como en chicos. De hecho, el hallazgo más común fue que las chicas, en todos los países estaban más insatisfechas que sus compañeros. Respecto a los países, Chile mostró en algunos aspectos mayor preocupación corporal que España, como suele suceder en muchos países que están en vías de desarrollo y avanzan rápidamente, mientras que en México las diferencias no fueron en este sentido y, en Marruecos, los adolescentes mostraron una mejor imagen corporal. Así pues, la evaluación de la imagen corporal en adolescentes es especialmente importante, ya que, en esta etapa, se producen cambios físicos y psicológicos significativos en la autoimagen que juegan un papel único en la construcción de la identidad y la función de género. Se ha demostrado que estar expuestos a imágenes idealizadas produce insatisfacción tanto en mujeres como en hombres. FACTORES COMPORTAMENTALES En nuestro mundo occidental, una de las consecuencias lógicas para nuestras adolescentes insatisfechas con su cuerpo es que decidan ponerse a dieta. En los medios de comunicación, las dietas se venden como conductas saludables, propiasde personas con autocontrol y eficaces. Lo que no se suele explicar es que las consecuencias de dietas restrictivas llevan, a la larga, al aumento de peso. Para lo que son realmente eficaces es para mantener e incrementar la insatisfacción corporal. Las mujeres que están siempre pendientes de una dieta (y la mayoría suele estarlo) son las más preocupadas e infelices. Del mismo modo, mantener una relación frecuente con personas que hablen a menudo de dietas, ejercicios, modas... o leer revistas de moda, ayuda a estar pendiente de estas cuestiones. Las comprobaciones constantes sobre el tamaño y el peso en espejos o básculas, o tocándose los huesos del escote, por poner unos ejemplos, centran la atención sobre el aspecto y distraen de otros asuntos que podrían ser mucho más beneficiosos. RECUERDE QUE… Varios son los factores que influyen en la creación y mantenimiento de una imagen corporal: biológicos, psicológicos, socioculturales y comportamentales. Todos son importantes, pero los socioculturales son los que más pesan en el mundo occidental, donde la presión hacia la belleza perfecta consigue crear malestar y promocionar una floreciente industria. Sin embargo, no todo el mundo responde de igual forma. Los aspectos psicológicos tamizan el efecto sociocultural y los comportamientos de control o comprobación mantienen una mala o buena imagen corporal. - CAPÍTULO 3 - EL ESPEJO SUBJETIVO: ¿QUÉ ES LA IMAGEN CORPORAL? Elisabet Tasa Vinyals «Sous les pavés, la plage.»³ Anónimo; eslogan del La imagen corporal (IC) es un concepto complejo que consta, fundamentalmente, de tres dimensiones: perceptiva, cognitivo-afectiva y conductual. Una definición básica de imagen corporal podría equipararla a la imagen mental o fotografía interna de nuestro propio cuerpo, tanto de su aspecto general como de cada una de sus partes, que las personas tenemos en nuestra mente. Sin embargo, este símil recoge únicamente la primera de las dimensiones de la IC enumeradas hace un momento: es decir, la perceptiva. La imagen corporal es mucho más que la propia fotografía mental que albergamos en nuestra conciencia: también los pensamientos y las emociones que nos suscita dicha imagen, y que a menudo son difícilmente disociables de esta, forman parte de la misma. Los comportamientos derivados de estas cogniciones y afectos conforman el último componente. Todos estos fenómenos en relación a la conciencia y la vivencia del propio cuerpo pueden resultar, globalmente hablando, positivos «Mayo» francés de 1968 o negativos para la persona; rara vez serán realmente neutrales, sobre todo en una cultura como la nuestra, que otorga una suprema importancia a la imagen y al cuerpo. La percepción corporal puede dar lugar a sentimientos de ansiedad, de orgullo, de tristeza, de satisfacción, etc., y puede derivar en comportamientos adaptativos o desadaptativos, beneficiosos o perjudiciales para el individuo. En resumen, la imagen corporal es la manera en que uno percibe, imagina, siente y actúa respecto a su propio cuerpo. Dicho en otras palabras, podríamos decir que es la relación que una persona tiene con su cuerpo. LAS TRES DIMENSIONES La dimensión perceptiva Esta dimensión hace referencia a las imágenes mentales acerca del tamaño y la forma de la totalidad o de partes del cuerpo. En otras palabras, vendría a ser la precisión con la que se percibe el propio tamaño y la morfología corporales. La alteración de este componente da lugar a los fenómenos de sobreestimación y subestimación de segmentos corporales o del cuerpo en su conjunto. Por ejemplo, uno de los criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa es la existencia de una alteración perceptiva, en términos de sobreestimación, en la imagen corporal de la persona. Aunque puedan hallarse en infrapeso extremo, las pacientes se perciben gruesas cuando se miran, se palpan o incluso en el modo en que sienten su propio cuerpo. La dimensión perceptiva incluye asimismo la conciencia del movimiento y de los límites del cuerpo, este último aspecto íntimamente relacionado con la silueta corporal. El hecho de percibir los movimientos del propio cuerpo como más o menos habilidosos, elegantes o gráciles también formaría parte de este componente. Es de vital importancia remarcar aquí que la autopercepción sobre el cuerpo, la forma y tamaño que estimamos o consideramos que tiene, es mucho más relevante en psicología que la forma y el tamaño que realmente tiene. Un ejemplo de ello es el hecho de que muchísimas personas consideren que su cuerpo es demasiado grueso, desproporcionado, feo o grotesco cuando en realidad sus medidas están situadas dentro de la más estricta normalidad. Otra muestra son las numerosas ocasiones en que, en la vida diaria, las consideraciones de una persona sobre su propia imagen no concuerdan en absoluto con las apreciaciones de su entorno y, aun así, las percepciones distorsionadas se mantienen en el tiempo y son justificadas mediante costosos recursos cognitivos (por ejemplo, pensar que las personas cercanas no dicen la verdad sobre la fealdad de uno mismo porque lo quieren bien o le tienen lástima). Por último, cabe resaltar que dar mayor importancia a las percepciones sobre el propio cuerpo respecto a las características objetivables es un fenómeno común a todas las personas y no exclusivo de gente con trastornos alimentarios o con problemas de insatisfacción corporal. Todos preferimos acudir a una cita romántica con ropa y un peinado que nos favorezca, puesto que sabemos (inteligencia emocional) que mejorará nuestro estado de ánimo y, además, será bien recibido por la otra persona (inteligencia social). Muchas personas se visten de una determinada manera, más formal, cuando tienen que acudir a importantes reuniones de trabajo. El peinado que elegimos o los colores de la ropa que nos compramos están también muchas veces influidos por la voluntad de modificar nuestra apariencia física, pero, sobre todo, nuestra imagen corporal, haciendo que nos percibamos de una manera más beneficiosa para la consecución de nuestros objetivos. La dimensión subjetiva (cognitivo-afectiva) El componente subjetivo de la imagen corporal comprende actitudes, sentimientos, cogniciones y valoraciones que generan el cuerpo y la experiencia corporal. Se compone de interpretaciones y valoraciones sobre las autopercepciones corporales (por ejemplo, «que guapo me veo hoy» o «seguro que todo el mundo piensa que mis piernas son repulsivas») y de experiencias de placer/displacer, satisfacción/insatisfacción. Es de vital importancia, puesto que estos elementos tendrán su correlato en forma de comportamientos. La dimensión conductual Este componente de la imagen corporal hace referencia a todas aquellas manifestaciones conductuales que la percepción y la subjetividad acerca del propio cuerpo suscitan. Pueden entenderse como estrategias personales para responder de la manera que se considera más conveniente a los significados de la imagen corporal. Ejemplos de ello pueden ser conductas de exhibición (para conseguir atención, con finalidad afirmativa o reivindicativa, etc.) o de evitación de situaciones que exponen el propio cuerpo a uno mismo (evitar pesarse, no mirarse nunca desnudo al espejo, no acariciarse, etc.) o a las demás personas (vestir con ropas largas u holgadas, no usar determinadas prendas, evitar las salidas a la playa o la piscina, las situaciones sociales en general o el contacto sexual, etc.). El componente conductual tiene gran importancia porque constituye la parte visible de la imagen corporal, y también porque estos comportamientos son los que muchas veces mantienen la (in)satisfacción corporal. Es lo que en psicología se denomina la teoría de la profecía autocumplida. Pongamos el caso de una chica acomplejada porque su cuerpo tiene un tamaño y una morfología normales y no excepcionalmente reducidas, como dictan algunas modas. Por ello, habitualmente se viste de la forma menos llamativa posible (aun cuando le gustan mucho los colores) paraque su cuerpo pase más desapercibido; casi siempre rechaza las invitaciones para salir —mucho más si vienen del sexo que la atrae—, porque cuando está en compañía de otras personas piensa que observan y juzgan negativamente su cuerpo, y evita a toda costa cualquier contacto sexual. Por todo ello restringe la posibilidad de que otras personas le hagan notar que la ropa que desea ponerse le sienta bien y sigue pensando —por defecto— que no la favorece. Al no salir, puede reforzar su interpretación cognitiva de que es rechazada y se siente sola por culpa de su físico, cuando en realidad ni siquiera ha dado a las demás personas la oportunidad de conocerla. Al rechazar el contacto sexual, refuerza las concepciones negativas acerca de su cuerpo, como pueden ser que no es sexualmente atractivo, que no es apto para el placer sexual o que no puede resultar fuente de placer para otra persona. Lo paradójico es que esta persona estará confirmando algunos de los estereotipos que pesan sobre las mujeres «no delgadas»: que son amargadas, que no tienen buen gusto estético para la ropa y los complementos, que no tienen buenos o muchos amigas y amigos, que no resultan atractivas sexualmente y que, con frecuencia, no encuentran pareja. El sistema ideológico es guardián de sí mismo. LA CÁSCARA DEL HUEVO Y LA MATERIA FLUIDA Y AGENTE Las personas, pues, poseemos un cuerpo que constituye nuestro dispositivo de contacto y relación con el exterior. El cuerpo es parte de nosotros, forma parte de nuestra identidad, igual que la cáscara es una parte del huevo. No se puede concebir un huevo sin su cáscara, puesto que si esta se rompe, el contenido fluido del interior se esparce y el huevo como tal deja de existir. La mente se desintegra sin el cuerpo. Todo lo dicho hasta aquí debe ser matizado con dos importantes consideraciones. En primer lugar, la imagen corporal no es algo estático, estable, ni mucho menos inherente a la persona. Los estudios psicológicos actuales estiman que la imagen corporal comienza a formarse en edades tempranas y lo hace de formas diferentes en función del género, entre otras variables. Hacia la edad de dos años, la mayoría de los niños y niñas son capaces de reconocer la propia imagen en un espejo. No obstante, la imagen corporal es un constructo dinámico que se modifica a lo largo del desarrollo evolutivo de las personas, fundamentalmente durante la infancia, la adolescencia y la primera juventud, coincidiendo con: a) la época de mayores cambios objetivos (crecimiento, pubertad, etc.), lo cual favorece una mayor atención cognitiva al cuerpo, y b) las etapas psicoevolutivas de formación básica de la personalidad, momentos en los cuales los efectos de las influencias externas son máximos (siendo tristes ejemplos las devastadoras consecuencias que tienen los discursos estéticos dominantes en las muchachas preadolescentes y adolescentes que, a menudo, desembocan en el desarrollo de trastornos alimentarios). Sin embargo, la imagen corporal de una persona puede variar a lo largo de su vida, ya sea de forma espontánea o como respuesta a intervenciones externas. Ejemplos de intervenciones potencialmente modificadoras de la imagen corporal pueden ser las de los medios de comunicación promotores del body-shaming (vergüenza del propio cuerpo) en su connivencia con el orden estético dictado por los grandes lobbies de la industria del control corporal (dietas, ejercicio, moda, remedios de belleza, etc.). Aunque también pueden serlo las intervenciones preventivas y psicoterapéuticas diseñadas para mejorar la imagen corporal y construir relaciones más saludables con el propio cuerpo. La psicología ha demostrado la eficacia de determinadas intervenciones psicológicas para la modificación en positivo de la imagen corporal. Además, la IC no solo cambia a lo largo de la vida, sino que suele experimentar variaciones dentro de cortas escalas de tiempo, a veces incluso varias veces en un mismo día. Es frecuente que las personas refieren sentirse más delgadas o ligeras después de unas cuantas horas de ayuno, como, por ejemplo, por la mañana al levantarse; por lo contrario, el hecho de comer más de lo habitual o la comparación con modelos sociales ha demostrado poder modificador de la imagen corporal a corto plazo. En segundo lugar, no se debe caer en el error de considerar a la persona como objeto pasivo, como tabula rasa sobre la cual operan todos los mecanismos (los que hemos sugerido hasta aquí y los que vamos a detallar posteriormente) generadores y mantenedores de la imagen corporal. De hecho, la importancia del concepto estriba en su gran relevancia en la autoestima y en la génesis de problemáticas, muy incapacitantes y generadoras de gran sufrimiento, de la relación con el cuerpo y con la comida. Ello no incluye únicamente los trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia o bulimia nerviosas, u otras entidades como el trastorno dismórfico corporal, sino un rango mucho más amplio y prevalente de problemas psicológicos causantes de gran malestar en la población y que tienen en común sentimientos de desagrado hacia el propio cuerpo y alteraciones en la relación emocional con la comida y con el propio cuerpo. Por largo tiempo se consideró que la distorsión perceptiva que existe en estos pacientes (es decir, la incapacidad de percibir las dimensiones del propio cuerpo de forma correcta, habitualmente sobreestimando sus medidas reales) era el componente principal y por ello debía ser la piedra angular de la psicoterapia. Actualmente se sabe que la insatisfacción corporal es una variable mucho más importante, y las intervenciones preventivas o terapéuticas que se basan en la modificación de la imagen corporal y de su componente afectivo (insatisfacción) se han mostrado eficaces en la resolución de estos problemas. Asimismo, los problemas relacionados con la imagen corporal, en un sentido más amplio que en otras patologías, también son tributarios de prevención, puesto que pueden constituir una puerta de entrada a trastornos como la anorexia, la bulimia o el trastorno dismórfico corporal (dismorfofobia). De hecho, la insatisfacción corporal es muy frecuente en la población, hasta el punto de que algunos estudios han hallado que un 80% de las mujeres jóvenes sanas presentan desagrado para con su cuerpo en grados variables. Se habla de descontento normativo en referencia a la relación de las mujeres con el propio cuerpo. Además, existe evidencia de descontento corporal creciente entre los hombres, en este caso caracterizado en líneas generales por el deseo de un cuerpo más musculado y no más delgado, como en el caso de las mujeres, aunque de momento las cifras masculinas de insatisfacción corporal son, afortunadamente, menores que las femeninas. Las políticas de salud pública harían bien de invertir en la prevención del conjunto de estas problemáticas. VIVIR EN UN CUERPO, SER UN CUERPO En términos neurológicos, la imagen corporal se puede definir como la representación de las distintas partes del cuerpo por parte de nuestro córtex cerebral. La representación de cada una de las partes del cuerpo no es proporcional al tamaño del segmento corporal en cuestión, sino que existen importantes variaciones en función, por ejemplo, de la sensibilidad. El área dedicada a los labios o el clítoris, por ejemplo, es mucho mayor que el área dedicada a la espalda. También el grado de funcionalidad de una determinada parte del cuerpo puede condicionar variaciones, como, por ejemplo, los músculos de las extremidades inferiores en futbolistas o los dedos de las manos en pianistas profesionales. La representación gráfica del cuerpo humano se conoce como el homúnculo de Penfield, y da una primera idea de la traducción psicológica del cuerpo material. Una de las características distintivas del tejido nervioso es lo que se denomina plasticidad neuronal. Básicamente, este es el proceso por el cual las células y el tejido nervioso cambian físicamente para acomodar los fenómenos psicológicos del aprendizaje y laexperiencia. No es ningún secreto que las personas podemos pensar, sentir y actuar de formas muy diferentes ante unas circunstancias muy parecidas. Factores ligados a la predisposición genética (el temperamento), los aprendizajes adquiridos a lo largo de nuestras vidas en entornos micro (familia, colegio, amistades) y macro (medios de comunicación, sociedad, cultura), circunstancias individuales puntuales (cansancio, estado alimentario, experiencias inmediatas, etc.) y un componente de azar determinan tales diferencias. A lo largo de nuestra vida, pues, los aprendizajes que hemos ido incorporando se han adscrito en nuestro sistema nervioso central, interactuando con factores genéticos y biológicos, y se apartan cada vez más de otros seres humanos cuyas experiencias vitales distan de las nuestras. Los aprendizajes acerca del cuerpo, la imagen y la estética, que son muchos, cotidianos y prácticamente constantes a lo largo de la vida, no son excepción. Las experiencias emocionales que hemos vivido en relación al propio cuerpo y al de los demás también se adscriben en el tejido cerebral en forma de aprendizajes emocionales, que se hallan entre los tipos de aprendizaje más potentes que existen. Piense, por ejemplo, qué estaba haciendo usted un día cualquiera por la tarde, y qué estaba haciendo el día que le comunicaron una impactante noticia o le sucedió un acontecimiento relevante, como la caída de las Torres Gemelas en Nueva York o el nacimiento de su hija o hijo. Recuerda mejor los episodios que estuvieron marcados por una fuerte activación emocional que, en términos bioquímicos, se traduce en una cascada de neurotransmisores y hormonas activadoras en el sistema nervioso central y en el torrente sanguíneo. Por ello, los aprendizajes vivenciales suelen ser más efectivos, en educación, que los puramente memorísticos. La mayoría de los aprendizajes socioculturales son vivenciales y se adquieren en la comunidad, con lo cual la persona otorga un sentido relacional a la experiencia y la integra como parte del código de conducta de la sociedad de la cual forma parte y en la cual tienen lugar sus relaciones interpersonales. Las connotaciones negativas acerca del propio cuerpo que presentan muchas personas han sido adquiridas en contextos concretos en los que ha tenido lugar una activación emocional —por desgracia, habitualmente negativa— y ello ha facilitado la consolidación especialmente profunda del aprendizaje. Voy a tomar un ejemplo de la novela Bitllet d’anada i tornada (Billete de ida y vuelta), de Gemma Lienas (1999): Marta, la protagonista, entra a una tienda de ropa con su amiga británica, Bes. Bes es una chica muy escuálida y encuentra un montón de ropa para probarse y entre la cual escoger. Marta ve muchas prendas que le gustan, pero, enseguida, se da cuenta de que la talla más grande que tienen es una versión adulterada de la cuarenta y dos, que es su talla teórica. Desplegando unos pantalones ya ve que aquella talla cuarenta y dos es demasiado pequeña para ella, con lo que pide a una dependienta una talla mayor. La dependienta la mira con desprecio y le espeta que no tienen «tallas tan grandes». Marta se dirige cabizbaja a los probadores e intenta embutirse en la presunta cuarenta y dos de los tejanos que le gustan. Tiene dificultades para hacerlos pasar por las caderas y no puede cerrar la cremallera. De esta guisa, se mira al espejo y se ve como una butifarra. Al salir de los probadores, acompaña a Bes a la caja para pagar sus nuevas adquisiciones. Marta siente vergüenza, tristeza y rabia. Le dan ganas de castigar su cuerpo por ser tan asqueroso y grotesco. Se siente como una vaca, como un animal de feria. En esta situación, Marta realiza una serie de aprendizajes emocionales intensísimos sobre su propio cuerpo: que no es normal, que es demasiado gordo, que a la gente no le gustan los cuerpos como el suyo, que no se puede vestir con la ropa de moda que a ella le gusta, que se ve ridícula con determinadas prendas de ropa, que suscita asco, reprobación y burla, que ella vale menos que una chica delgada y que su cuerpo, tal y como es, le va a traer problemas. Esta experiencia modifica su estructura cognitiva, o sea, su forma de pensar. No es poco. Además de experiencias como la de Marta, muchas veces los medios de comunicación, la publicidad e, incluso, determinados documentos académicos e institucionales lanzan mensajes directos a la población, que son interiorizados. Ejemplos de ello pueden ser las exhortaciones directas a perder peso o a modificar el cuerpo de alguna otra manera (por ejemplo, con maquillajes, tintes, cremas, etc.). No siempre estos mensajes están expresados de forma puramente verbal: los elementos paratextuales, como las imágenes, los colores, los signos de interrogación, etc., que no pocas veces incurren en contradicciones entre ellos («restringe tu alimentación porque te quieres a ti misma»), ahondan el impacto negativo que la exposición recurrente a este tipo de mensajes ha demostrado tener en las personas, especialmente las más jóvenes. Por cualesquiera canales de penetración que utilicen, los mensajes transmisores de significados socioculturales referentes al cuerpo y a aquello relacionado con él (comida, bebida, actividad física, sexo, estética, etc.) se integran en la estructura cognitiva de la persona, entendida como resultado de la cultura donde vive, y conforman creencias más o menos coherentes acerca de lo que es o no aceptable, esperable, deseable, bueno, saludable, etc., corporalmente hablando. La modificación de estas realidades corporales es a menudo imposible o muy difícil. Muchas personas piensan que es posible o incluso fácil modificar el peso o la silueta corporales mediante intervenciones dietéticas, deportivas, estéticas, etc. Tal es el poder de la publicidad y los medios de comunicación de masas, que dichas creencias se mantienen a pesar de la experiencia directa y diaria, al alcance de prácticamente cualquier ciudadano —sea en carne propia o de algún conocido o amigo—, que evidencia que, en la inmensa mayoría de los casos, las dietas, los planes de ejercicio, las cremas, etc., bien no funcionan, bien no tienen un efecto duradero, bien pueden, en ocasiones, incluso resultar perjudiciales a largo plazo. Los estudios metabólicos han demostrado que aproximadamente el 80% de los factores que controlan el peso (igual que la altura u otros parámetros) son genéticos, con lo cual las posibilidades reales de imprimir grandes cambios sobre el cuerpo son escasas. No es ninguna sorpresa que así sea, puesto que el mantenimiento del peso se basa en rutas metabólicas altamente sofisticadas que han evolucionado para garantizar el equilibrio en condiciones ambientales cambiantes, especialmente en condiciones adversas o de hambruna. Las dificultades objetivas para modificar el cuerpo, que a menudo se intentan obviar al tiempo que se exageran los potenciales de dietas, gimnasios, liposucciones y cremas, constituyen una pieza clave en el entramado corporativo del negocio de la belleza y la moda. El motor de este negocio se basa en crear una perenne insatisfacción para que la frustración sin fin mantenga la conducta de búsqueda y consumo de soluciones que logren maquillar los supuestos defectos del cuerpo. En línea con esto, las intervenciones de mejora de la imagen corporal que se fundamentan en modificar el cuerpo no han demostrado eficacia alguna en los estudios controlados. En cambio, las intervenciones dirigidas a modificar los componentes psicológicos de la dicha imagen (perceptivo, cognitivo- emocional y conductual) son, hasta la fecha, las únicas que han demostrado resultados prometedores y duraderos. Cambiar la imagen corporal, por tanto, no implica cambiar el cuerpo, sino normalizar la relación que se tiene con él. RECUERDE QUE… La imagen corporal (IC) es un concepto complejo que consta fundamentalmente de tres dimensiones: perceptiva, cognitiva-afectiva y conductual. Puede variar a lo largo de toda la vida, ya sea de forma espontánea o comorespuesta a intervenciones externas. Tiene gran relevancia en la autoestima y en la génesis de problemáticas muy incapacitantes y generadoras de gran sufrimiento, como la anorexia o bulimia nerviosas, u otras entidades como el trastorno dismórfico corporal. Las intervenciones preventivas o terapéuticas que se basan en la modificación de la imagen corporal y de su componente afectivo (insatisfacción) se han mostrado eficaces en la resolución de estos problemas. - CAPÍTULO 4 - ¿CUÁLES SON LOS MECANISMOS DETERMINANTES Y LAS FUNCIONES DE LA IMAGEN Y LA (IN)SATISFACCIÓN CORPORAL? Elisabet Tasa Vinyals «Hay más sabiduría en tu cuerpo que en tu filosofía más profunda.» Friedrich Nietzsche, Las tres partes de este capítulo, referentes a la perspectiva sociocultural, la perspectiva cognitivoconductual y la perspectiva feminista, no deben considerarse como tres perspectivas alternativas, opuestas o mutuamente excluyentes, ni tampoco consecutivas desde un punto de vista histórico. Más bien se trata de tres ángulos algo diferentes desde los cuales contemplar el mismo fenómeno. Todo lo que se dice es igualmente verdadero e igualmente relevante: la organización en tridente solo es un recurso didáctico para hacer más sencilla la comprensión de un constructo⁴ complejo. El estudio de la (in)satisfacción corporal tiene una gran importancia porque hoy en día la mayoría de las personas, especialmente las mujeres (de aquí la Así habló Zaratustra absoluta necesidad de adoptar una perspectiva explícitamente feminista en el análisis de la imagen corporal), sufre las numerosas manifestaciones psicológicas y somáticas de la insatisfacción corporal, o relación disfuncional con el propio cuerpo. Dichas manifestaciones pueden incluir ansiedad, depresión, preocupaciones, rumiaciones, malestar emocional general, y molestias y dolores de clases muy variables. Todo ello desemboca en un sufrimiento. En palabras del médico francés experto en meditación Christophe André: «El sufrimiento tiende [...] a convertirse en el centro de gravedad de la conciencia, un sol negro alrededor del cual todo va a la deriva. El espacio de la conciencia parece encogerse a su alrededor, solo hay lugar para el dolor, para nada más. Consiste en esto, el sufrimiento: el dolor que ocupa todo el espacio e impide que el resto de sensaciones o de pensamientos se instalen de forma duradera. Toda la energía de la mente es absorbida y consumida por el dolor: no existe nada más.» André, 2013, p. 204.⁵ Este párrafo ilustra especialmente bien las consecuencias de un sufrimiento crónico y difícil de gestionar psicológicamente, por la perversa circunstancia de que el motivo del dolor, la fuente del sufrimiento, es el propio cuerpo, la estructura —la cáscara— en la cual vivimos y de la que no podemos escapar. No obstante, la insatisfacción corporal y las problemáticas de relación con el propio cuerpo no deben entenderse desde una perspectiva únicamente psicológica, individual o personal, puesto que entrañan una dimensión sociopolítica, y juegan un importante papel en la construcción de la salud pública, el bienestar colectivo y el derecho a disfrutar del propio cuerpo. En las páginas precedentes ya se han introducido la mayoría de los conceptos clave que vamos a tratar. Por tanto, ahora intentaremos dar cuenta, de forma concreta y a menudo ejemplificada, de los mecanismos, factores determinantes y funciones sociopolíticas de la imagen y la (in)satisfacción corporal como fenómenos de crucial importancia en nuestra era. LA PERSPECTIVA SOCIOCULTURAL Modelo estético impuesto La primera fuente de (in)satisfacción corporal que analizaremos está relacionada con los conceptos de atractivo físico y deseabilidad, su importancia en el contexto sociocultural y la necesidad de lucir un aspecto externo acorde con unos determinados parámetros. La cultura construye complejos entramados de significados alrededor de la variabilidad natural de morfologías corporales existente, lo cual implica que dichos significados varían geográfica e históricamente. Los significados están a menudo alejados de hechos médicos o científicos sólidos, aunque puedan adoptar aspectos formales que les son característicos. Son fundamentalmente promovidos, legitimados y perpetuados por los medios de comunicación y la publicidad, y canalizados durante la socialización (especialmente en las primeras etapas de la vida) a través de agentes como la familia, las amistades, los maestros o los profesionales sanitarios. No obstante, muchas veces las instituciones comparten, legitiman y mantienen los postulados de la ideología culturalmente dominante acerca del presunto ideal de imagen corporal. Por ello, la dimensión subjetiva de la imagen corporal no puede analizarse prescindiendo del contexto sociocultural del sujeto, el cual comprende la publicidad, la moda y otras formas mercantiles de regulación y promoción del consumo, pero también las instituciones educativas, sanitarias, académicas y políticas. Discurso biomédico Los procesos de investigación científica están ubicados en la realidad sociocultural que les es contemporánea, con lo cual existe superposición y contaminación mutua entre el saber médico que podríamos llamar riguroso (procedente de estudios metodológicamente bien diseñados) y los imperativos estéticos. El discurso científico biomédico forma parte de la cultura y, por ello, es imprescindible tratarlo bajo este epígrafe. La mayoría de las personas corrientes, e incluso muchos profesionales sanitarios, creen que existe una relación directa entre peso corporal y riesgo de muerte o de padecer enfermedades cardiovasculares o metabólicas, con lo cual asocian delgadez a salud y no-delgadez a enfermedad, como hacen los medios de comunicación y la publicidad (pues a menudo estos dos últimos pretenden apoyar sus discursos propagandísticos en la ciencia). Sin embargo, los datos muestran que el infrapeso se asocia con mayor riesgo de morbilidad y mortalidad que el normopeso, que los indicadores de salud en general no difieren entre los grupos de normopeso y sobrepeso (lo que hace que la distinción entre las dos categorías sea, por tanto, difícil de justificar de forma médica y que cobre un sentido primordialmente estético), y que el riesgo de morbilidad o mortalidad no se dispara hasta grados considerables de obesidad. Si la relación entre obesidad y —sobre todo— sobrepeso, por un lado, y enfermedad y mortalidad, por otro, no está tan clara, entonces la cruzada proadalgazamiento se convierte más en una guerra contra los cuerpos (y las personas que viven en ellos) que en una guerra contra la obesidad. Además, el método usado para clasificar las personas en las diferentes categorías de peso se basa en el índice de masa corporal (IMC), un valor que se obtiene de dividir el peso en kilogramos por la altura en metros al cuadrado. Este indicador dista de ser óptimo porque no discrimina entre los diferentes componentes que contribuyen al peso corporal (numerador), como pueden ser los tejidos óseo o adiposo, o el muscular, que tienen densidades diferentes. De todos modos, aunque se subsanara este defecto, la relación entre el peso y la altura es un indicador de la morfología corporal y no un dato médico per se, como pueden ser la tensión arterial o los niveles de glucosa o de colesterol unido a lipoproteínas de baja densidad (LDL, low-density lipoproteins) en sangre. Muchas variables pueden explicar la relación obtenida. Es muy explicativo el siguiente ejemplo obtenido de uno de los libros de la nutricionista y psicóloga Linda Bacon, creadora del innovador concepto y movimiento llamado Health at Every Size (salud en todas las tallas), que intenta devolver el raciocinio y la cordura a la investigación en lo que respecta a las conductas de control del peso y la salud. Estadísticamente, existe una correlación clara entre la calvicie y el riesgo de muerte cardiovascular. Sin embargo, hay que saber que los hombres alopécicos suelen tener mayores niveles de testosterona,puesto que esta molécula hormonal se relaciona con la calvicie; pero se pueden presentar niveles elevados de testosterona por cualquier otra causa. Por tanto, son los niveles de testosterona y no la falta de cabello los que configuran el riesgo para la salud. En el caso de la relación entre peso y salud, muchísimos factores presentes con mayor frecuencia entre las personas con mayor IMC pueden explicar el peor estado de salud de estas personas: dos ejemplos serían la salud psicoemocional y la marginalización y estigmatización social que conduce a la precarización de las condiciones de vida. Deseabilidad y atractivo físico Sin olvidar las idiosincrasias y susceptibilidades individuales, las interpretaciones cognitivo-emocionales que la persona elabore alrededor de su hecho corporal estarán influidas en gran medida por las narrativas socioculturales que se construyan acerca de una determinada característica corporal, ubicada dentro del espectro de variabilidad poblacional. Por ejemplo, la delgadez se asocia en la cultura occidental contemporánea con profesionalidad y éxito, mientras que la obesidad e incluso el sobrepeso (definido, como hemos visto, de maneras no siempre justificables médicamente) presenta connotaciones de holgazanería, desidia, enfermedad y poco valor personal. En nuestra cultura, actualmente, las prácticas de control del cuerpo han tomado un papel tan relevante en los ámbitos personal y relacional que puede compararse, en cierto sentido, con las prácticas religiosas de purificación, como ya indicaba el profesor Josep Toro en 1996. Evidentemente, estas situaciones tienen claras connotaciones económicas y políticas. Cabe destacar que estos significados están profundamente imbricados en los sistemas socioculturales, como los de género, etnia, clase social, edad, sexualidad, (dis)capacidad, etc. Antiguamente se consideraba bella la piel blanca porque era indicativa de una posición socioeconómica privilegiada, mientras que la piel oscurecida por el sol era «despreciada» por ser propia de las personas obreras que trabajaban al aire libre durante largas jornadas. Los ideales estéticos masculino y femenino pueden entenderse como metáforas de las construcciones socioculturales de masculinidad y feminidad: los hombres deben ser fuertes, musculados y más corpulentos, mientras que las mujeres deben tener una apariencia menuda, delgada y con menor estatura. Se ha dado el caso de que ciertos medios de comunicación especializados en moda han emblanquecido la tez de celebridades de etnia no blanca con el objetivo de aumentar su atractivo (y su valor). Existen también conexiones interseccionales entre, por ejemplo, género y sexualidad, como cuando los hombres y las mujeres que se alejan del canon de belleza establecido para su género tienden a ser tildadas de homosexuales. Los sistemas ideológicos derivados de la intersección de los ejes de poder son altamente complejos, pero el cuerpo ha sido y es central en la práctica totalidad de los mismos. El cuerpo es símbolo de pertenencia y adscripción a las normas, privilegios y restricciones de un género, una etnia, una clase social y un estado de salud- enfermedad. La cultura crea un «caldo de cultivo» para la construcción de la imagen corporal y la relación con el propio cuerpo. La investigación centrada en el llamado modelo sociocultural de la imagen corporal enfatiza la existencia de unos ideales sociales de belleza y deseabilidad transmitidos mediante una serie de canales (fundamentalmente, la tríada medios de comunicación, familia y amistades), que son interiorizados por las personas y, en base a los cuales, mediante mecanismos psicológicos de comparación y autoevaluación respecto a la norma (mediática, que no estadística), generan la (in)satisfacción corporal. Es importante remarcar que, generalmente, el modelo estético que se pregona socioculturalmente está considerablemente alejado de la normalidad poblacional, lo que responde a intereses económicos y políticos y sustenta un estado de crónica insatisfacción corporal colectiva, como evidencian los datos de prevalencia de descontento corporal en la población anteriormente comentados. Es evidente que existen factores personales que modulan el impacto potencialmente devastador de esta corriente propagandística, puesto que, aunque la insatisfacción corporal esté actualmente muy presente en la vida cotidiana, se objetiva en muy diferentes grados en personas expuestas de forma similar a los ideales socioculturales. Además, es muy difícil estudiar experimentalmente hasta qué punto la exposición mediática es causa de la (in)satisfacción corporal, o si la relación disfuncional con el cuerpo puede aumentar, a su vez, la exposición mediática mediante mecanismos obsesivos y ansiosos u otros. LA PERSPECTIVA PSICOLÓGICA Las variables psicológicas individuales, producto de complejas interacciones entre mecanismos genéticos y derivados de aprendizajes, son clave para la comprensión de la génesis de la (in)satisfacción corporal, y pueden explicar por qué personas con morfologías corporales similares sometidas a influencias socioculturales parecidas pueden filtrarlas de maneras diferentes y presentar imágenes corporales considerablemente distintas. Una combinación de elementos Se distingue entre factores históricos y proximales a la hora de explicar la modulación cognitiva-conductual de la imagen corporal. Los factores históricos incluyen la socialización cultural (por ejemplo, en el seno de la familia o del colegio), las experiencias interpersonales, las características y los cambios de la apariencia física personal, y las variables de personalidad. En cambio, los factores proximales constituyen acontecimientos vitales actuales y precipitan o mantienen las influencias sobre la imagen corporal; aquí encontramos, por ejemplo, los estilos negativos de procesamiento de la información, las emociones relacionadas con el cuerpo, los diálogos internos, etc. Todos estos factores interactúan de maneras altamente complejas para generar y mantener la imagen corporal, y lo hacen fundamentalmente modulando el entorno sociocultural referido en el anterior apartado. El grado de importancia y credibilidad que las personas concretas de nuestro entorno (como padres, hermanos o amistades) dan a los mensajes mediáticos parece ser clave para el establecimiento de nuestra relación con los mismos. Encontramos ejemplos de ello en los comentarios valorativos emitidos por padres, compañeros de colegio, maestros o hermanos, especialmente en edades vulnerables del desarrollo como la infancia y la adolescencia. De hecho, el bullying por razones de apariencia física es una experiencia muy habitual en edad escolar y se ha relacionado con la insatisfacción corporal. Se ha comprobado que las personas menos agraciadas según el ideal estético dominante reciben más burlas y peor trato por parte del entorno, incluidos adultos e iguales, y que ello tiene consecuencias traumáticas desde edades muy tempranas. Cómo protegerse La potenciación de determinadas habilidades cognitivas y conductuales en los individuos les confiere cierto grado de inmunización contra los efectos perniciosos que pueden tener los discursos mediáticos: en efecto, igual que una vacuna, las intervenciones cognitivo-conductuales diseñadas sobre esta base pretenden estimular el sistema inmune (cognitivo) natural, preexistente en la persona, y lograr la movilización de recursos que, a su vez, permitirán el aprendizaje de otros nuevos y la generación de unos anticuerpos cognitivos, capaces de mejorar la imagen corporal de forma mantenida y reducir de este modo las probabilidades de padecer problemas relacionados con la alimentación y el peso. Las personas que poseen características psicológicas relacionadas con la aceptación y la celebración del propio cuerpo y de la diversidad corporal existente en la sociedad son menos proclives a la insatisfacción corporal y, por ello, a caer en conductas potencialmente patológicas de control del cuerpo, como las dietas
Compartir