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2 3 Título de la edición original: SCHEMA THERAPY A Practitioner's Guide © 2003 The Guilford Press, A Division of Guilford Publications, Inc 72 Spring Street, Nueva York, NY 10012 USA www.guilford.com Traducción: Jasone Aldekoa Revisión técnica: Jordi Cid © EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2015 Henao, 6 – 48009 Bilbao www.edesclee.com info@edesclee.com EditorialDesclee @EdDesclee Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. ISBN: 978-84-330-3759-6 Adquiera todos nuestros ebooks en www.ebooks.edesclee.com 4 http://www.guilford.com http://www.edesclee.com https://www.facebook.com/EditorialDesclee https://twitter.com/EdDesclee http://www.cedro.org http://www.ebooks.edesclee.com/ Sobre los autores El Dr. Jeffrey E. Young es profesor universitario del Departamento de Psiquiatría en la Universidad de Columbia. Es también el fundador y director de los Centros de Terapia Cognitiva de Nueva York y Conneticut, así como del Instituto de Terapia de Esquemas (institute@schematherapy.com). El Dr. Young ha impartido en todo el mundo cursos y clases sobre terapia cognitiva y de esquemas durante los últimos 20 años. Ha formado a miles de profesionales de la salud mental y ha sido aclamado repetidas veces por sus sobresalientes habilidades docentes. Es el fundador de la terapia de esquemas, un enfoque integrador para los trastornos de larga duración y para los pacientes resistentes a los tratamientos y ha publicado numerosos documentos en las áreas de la terapia cognitiva y terapia de esquemas, entre los que se encuentran dos volúmenes que han tenido una gran acogida –Cognitive Therapy for Personality Disorders: A Schema-Focused Approach, dirigido a profesionales de la salud mental y Reinventing your Life, junto con Janet S. Klosko, un conocido libro de auto-ayuda destinado al público en general [Reinventa tu vida, Paidós Ibérica, 2001]. El Dr. Young ha sido miembro de numerosos tribunales que han evaluado proyectos de becas de investigación sobre terapia cognitiva y de esquemas, incluido el Nacional Institute of Mental Health Collaborative Study of Depression y es miembro del consejo asesor de las siguientes revistas: Cognitive Therapy and Research y Cognitive and Behaviour Practice. La Dra. Janet S. Klosko es codirectora del Centro de Terapia Cognitiva de Long Island en Great Neck, Nueva York (516-466-8485) y es una psicóloga veterana en el Instituto de Terapia de Esquemas de Manhattan y en el Instituto de Salud de la Mujer de Woodstock en Nueva York (845-679-6699). Obtuvo su grado de Doctora en Psicología Clínica en la Universidad Estatal de Nueva York y en el internado de la Escuela Médica de la Universidad de Brown. Durante el período de la Universidad Estatal de Nueva York trabajó con David H. Barlow en la investigación y tratamiento de trastornos de ansiedad. La Dra. Klosko ha sido galardonada con el Premio a la Excelencia Albany de Investigación y el Premio a la Disertación de la American Psychological Association Sección de Psicología Clínica como Ciencia. Cuenta con multitud de publicaciones 5 académicas y es coautora, junto con William Sanderson, de Cognitive-Behavioral Treatment of Depression, y junto con Jeffrey E. Young, del popular libro Reinventa tu vida. Dispone también de un Master en Literatura Inglesa. La Dra. Marjorie E. Weismar es profesora clínica de Psiquiatría y Conducta Humana en la Escuela Médica de la Universidad de Brown (Marjorie_Weishaar@brown.edu) donde imparte terapia cognitiva a psiquiatras residentes y psicología a profesionales posdoctorales e internos. Ha recibido dos galardones a la docencia de la Escuela Médica de Brown. La Dra. Weishaar se graduó en la Universidad de Pennsylvania y obtuvo tres licenciaturas en la Universidad Estatal de Pennsylvania. Recibió formación en terapia cognitiva junto a Aaron T. Beck y en terapia de esquemas junto a Jeffrey E. Young. Es autora de Aaron T. Beck, un libro sobre terapia cognitiva y su fundador, que recientemente ha sido traducido al chino. La Dra. Weishaar ha participado en múltiples conferencias y ha escrito un sinnúmero de artículos y capítulos sobre terapia cognitiva, particularmente en relación al riesgo de suicidio. En la actualidad trabaja en Providence, Rhode Island. Información adicional relativa a la terapia de esquemas puede hallarse en: Schema Therapy Institute 36 West 44th Street, Suite 1007 Nueva York, NY 10036 Teléfono: 212-221-1818, ext. 5 E-mail: institute@schematherapy.com Página web: www.schematherapy.com El contacto en lengua castellana del Instituto de Terapia de Esquemas es: Jordi Cid Colom (jordi.cid@telefonica.net). 6 http://www.schematherapy.com Prólogo a la edición española Al fin podemos disponer de la ansiada versión en español de este manual teórico- practico de Terapia de Esquemas, que aporta a la extensa comunidad de profesionales de habla hispana vinculados a la psicología, la oportunidad de mantener actualizado su saber en este campo incrementando su conocimiento con los contenidos teóricos y estrategias y técnicas de aplicación de este modelo de avanzada presentados en este libro. Vale destacar que se trata de una propuesta que ha consolidado su solida vigencia en el contexto psicoterapéutico, asentada sobre su validada formulación explicativa y extensamente documentada experiencia de aplicación terapéutica publicada en los últimos años, mostrado su capacidad para tratar eficazmente a pacientes afectados por diversas dificultades complejas, mediante tratamiento individual o más recientemente en tratamientos grupales. Es un modelo terapéutico que se caracteriza por presentar una perspectiva integrativa y comprensiva de las disfunciones psíquicas, enraizada en la terapia cognitiva, la teoría del aprendizaje y el desarrollo evolutivo. Aporta una variedad de estrategias y técnicas que han resultado validadas en numerosas investigaciones publicadas en los últimos años, en las que se ha verificado su ventaja comparativa respecto a otros modelos para restituir la funcionalidad perdida y consolidar la estabilidad de los cambios logrados mediante el tratamiento de esquemas, aun en casos de patologías habitualmente poco responsivas a los tratamientos tradicionales, como las de tipos fronterizo, narcisista y antisocial. Como señalaran los autores en el prefacio de la versión original, se trata de una obra que ha sido insistentemente reclamada por terapeutas, investigadores y docentes procedentes de ciudades ubicadas geográficamente tan distantes entre sí como para pertenecer a continentes como Europa, África, Asia y las tres Américas. Alejados entre sí pero aunados en la misma expectativa respecto a la Terapia de Esquemas: considerarla una promisoria posibilidad para tratar a muchos de sus pacientes a los que no lograban brindar la ayuda necesaria mediante los diversos modelos terapéuticos en los que eran expertos. No en vano la Terapia de Esquemas ha surgido de la tenaz preocupación de Jeffrey Young por dar una respuesta eficaz a las necesidades terapéuticas de los pacientes para los que buenos tratamientos cognitivos vigentes no alcanzaban. Ha sido el fruto de un 7 profundo análisis de esos casos con el objetivo de desentrañar los orígenes y persistencia de sus dificultades en conjunción con su empeñosa búsqueda de recursos terapéuticos con los que tratarlos eficazmente. La evolución de las ciencias del hombre se nutre de situaciones y contextos históricos que propician u orientan las secuencias de su desarrollo. El momento histórico propicio para la consolidación de la terapia de esquemas resulto ser el de la ruptura del paradigma cognitivo tradicional de psicoterapia, acaecida con el surgimiento de la perspectiva estructural constructivista que aportara Vittorio Guidanoa fines de los 90, luego de la que se revalorizaron aspectos que adquirieron un renovado protagonismo en la explicación de la disfuncionalidad psíquica, como las experiencias vividas a lo largo de la vida del individuo y su significativa contribución a la configuración de la identidad personal. Sin desconocer el peso de las características biológicas propias de cada individuo, se revalidó el peso del ambiente primario como prominente proveedor del niño en desarrollo, de constantes experiencias de aprendizajes emocionalmente connotados y reiteradamente reforzados acerca de si y el mundo, ligado a la incorporación de pautas de conducta que pueden tener efectos determinantes en cuanto a propiciar o interferir la progresión saludable de su desarrollo psíquico. En los últimos años, el marcado incremento de las patologías psíquicas complejas en la población adulta ha instalado la revisión del tema de los factores de vulnerabilidad a la psicopatología en niños y adolescentes, como precursores de la patología del adulto. El tema de analizar las probabilidades de desarrollar tendencias patológicas en dichas poblaciones jóvenes, que ha mostrado persistir y afianzarse en la vida adulta ha sido cuidadosamente analizado y comparado con los síntomas patognomónicos de diversos trastornos de personalidad en individuos diagnosticados como tales, indicando que muchos de los trastornos adaptativos de la infancia y adolescencia tienden a consolidar como patologías en su adultez. Dado que son factores de vulnerabilidad pueden ser rastreados analizando las secuencias de las etapas del proceso del desarrollo evolutivo y la consolidación lograda respecto a las esperables para cada etapa, mientras se conjugan sus interacciones con el contexto ambiental y va progresando su maduración neurobiológica y psíquica, el tema parece ser de suficiente importancia como para analizar que posibilidades de prevención e intervención podría ofrecer para interferir y evitar la posterior consolidación patológica en las poblaciones jóvenes. La Terapia de Esquemas destaca la importancia y vigencia de la evaluación retrospectiva de la consolidación de los esquemas a lo largo de las etapas del proceso evolutivo, a los que considera como aprendizajes congelados cuya persistencia explica las disfunciones presentes en su vida adulta, con renovadas características cognitivas que resultan orientadoras para la aplicación de estrategias y técnicas durante el proceso 8 terapéutico. Me permito citar una frase del brillante filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset que encierra lo que parece una excelente descripción aplicable a lo que representan los esquemas y como se expresa su persistente intervención en la disfuncionalidad: “Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.” José Ortega y Gasset (1883-1955) Como integrante de la extensa comunidad de habla hispana dedicada a la psicoterapia, la docencia y la investigación de los procesos terapéuticos complejos, me honra y regocija especialmente participar de esta presentación con este prologo, desde el que invito al lector a adentrarse en la lectura del libro con la convicción de que al final del mismo su curiosidad por conocer el “que” y el “como” de la terapia de esquemas no va a resultar defraudada. En el recorrido de sus páginas, los lectores van a ir descubriendo que están ante un modelo de avanzada respecto de las propuestas cognitivas conocidas, que brinda a los terapeutas una comprensión coherente, clara e identificable de la dinámica que subyace a las dificultades que aquejan a los pacientes y una orientación valiosa acerca del recorrido terapéutico a desarrollar para promover las modificaciones necesarias y guiar al paciente hacia la recuperación de la funcionalidad perdida. Una característica significativa de la Terapia de Esquemas, es que ha sostenido su evolución en base a una extensa investigación de resultados tanto de resultados de tratamiento como de sus materiales de evaluación, desarrollados en diferentes países en los que el modelo de esquemas se ha ido incorporando a la práctica clínica. No es un dato menor a tomar en cuenta el hecho que entre los materiales de evaluación que incluye la propuesta, el Cuestionario de Esquemas ha sido traducido a diversos idiomas con fines de aplicación terapéutica, como al español, griego, alemán, turco, francés, japonés, noruego, alemán y finlandés, entre otros. Un hecho que además de expresar el extenso interés que ha suscitado la aplicación clínica y práctica del modelo en tan diversos contextos geográficos, ha puesto tácitamente de manifiesto su capacidad de trascendencia de las fronteras culturales, mostrando la posibilidad de aplicación transcultural de esta terapia. Los que se preparen a recorrer los contenidos presentados en este libro, conozcan o no el modelo de esquemas, van a encontrar en el transcurso de los sucesivos capítulos, todo lo que un terapeuta clínico necesita conocer para evaluar la profundidad de la propuesta y la variabilidad de los recursos estratégicos y técnicas que propone para desarrollar el proceso terapéutico, las que son esclarecedoramente presentadas por los autores mediante viñetas clínicas que entrelazan la labor clínica con los conceptos teóricos. 9 A medida que progresen en la lectura van a ir descubriendo que bucear en las complejas profundidades en las que se consolido la disfuncionalidad de cada paciente, transforma lo aparentemente incomprensible en un inteligible vector de sus dificultades actuales, esclareciendo como se consolidan sus conflictos y las reiteradas estrategias con las que infructuosamente intenta manejarlos. Lydia Tineo Entrenadora Internacional Certificada en Terapia de Esquemas por ISST. Comité de Certificación y Entrenamiento ISST-Habla Hispana. Centro de Terapia Cognitiva, Buenos Aires, Argentina 10 Prefacio Es difícil creer que ha transcurrido casi una década desde que escribimos nuestro último libro importante sobre terapia de esquemas. Durante estos 9 años de floreciente interés hacia este enfoque terapéutico nos han preguntado incesantemente, “¿Cuándo vais a escribir un manual global y actualizado de tratamiento?”. Con humildad y algo de vergüenza hemos de reconocer que no hemos encontrado el tiempo suficiente para acometer un proyecto de tal magnitud. Tras tres años de trabajo intensivo, sin embargo, hemos logrado escribir lo que esperamos que se convierta en “la biblia” de la práctica de la terapia de esquemas. Nos hemos esforzado por incluir en el presente volumen todas las mejoras y elementos adicionales aportados durante la pasada década, incluyendo nuestro modelo conceptual revisado, protocolos detallados de tratamiento, ejemplos y transcripciones literales con pacientes. En particular, hemos escrito capítulos extensos que describen la aplicación ampliada de la terapia de esquemas a los trastornos límite y narcisista de la personalidad. Muchos de los cambios que ha experimentado el campo de la salud mental durante la pasada década, han tenido su impacto sobre la terapia de esquemas. A medida que profesionales de muy diversas orientaciones se han sentido insatisfechos con las limitaciones de las terapias ortodoxas, se ha producido en paralelo el correspondiente aumento de interés por la psicoterapia de integración. Como uno de los primeros enfoques generales e integradores, la terapia de esquemas ha atraído a muchos profesionales e investigadores nuevos a buscar “permiso” y guía para traspasar los umbrales de los modelos existentes. Una clara señal de este aumento de interés por la terapia de esquemas ha sido el uso extendido del Cuestionario de Esquemas de Young (CEY) [YSQ: Young Schema Questionnaire] por terapeutas e investigadores de todo el mundo. El CEY[1] ya ha sido traducido al español, griego, francés, japonés, noruego, alemán y finlandés, por mencionar unos de los pocos países que han adoptado elementos del presente modelo. Laamplia investigación relativa al CEY confirma sustancialmente el modelo de esquemas. Otro elemento indicador del atractivo de la terapia de esquemas ha sido el éxito de nuestros dos primeros libros sobre terapia de esquemas, incluso 10 años después de que 11 fueran publicados: Cognitive Therapy for Personality Disorders: A Schema-Focused Approach va ya por su tercera edición, y Reinventa tu vida[2], del que se han vendido más de 125.000 copias, sigue estando disponible en la mayoría de las librerías y ha sido traducido a múltiples idiomas. La pasada década ha atestiguado también la ampliación de la terapia de esquemas más allá de los trastornos de personalidad. El enfoque se ha aplicado a una amplia gama de problemas clínicos, poblaciones y trastornos, incluidos, entre otros, la depresión crónica, el trauma infantil, el tratamiento de delincuentes, los trastornos alimentarios, el trabajo con parejas y la prevención de recaídas por abuso de sustancias. A menudo, la terapia de esquemas ha sido usada para el tratamiento de rasgos caracterológicos predisponentes en pacientes con trastornos del Eje I, una vez que los síntomas agudos hayan sido eliminados. Otro avance importante ha sido la combinación de la terapia de esquemas con la espiritualidad. Ya se han publicado tres libros (Emocional Alchemy de Tara Bennett- Goleman; Praying Through Our Lifetraps: A Psycho-Spiritual Path to Freedom de John Cecero y The Myth of More de Joseph Novello) que combinan el enfoque de esquemas con la meditación mindfulness o con las prácticas religiosas tradicionales. Un inconveniente que genera decepción pero que esperemos que cambie durante la próxima década, es el impacto de la asistencia sanitaria y contención del gasto en los casos de los trastornos de personalidad en los Estados Unidos. Es bastante difícil que los seguros médicos se hagan cargo de los costes de los tratamientos terapéuticos y que los investigadores obtengan becas estatales o federales para estudiar los trastornos de personalidad porque los trastornos del Eje II generalmente requieren tratamientos más prolongados y no se adaptan al modelo asistencial de tiempo limitado. En consecuencia, los Estados Unidos van por detrás de muchos otros países en la defensa y apoyo al trabajo relativos a los trastornos de personalidad. El resultado de esta falta de apoyo ha sido la parquedad en estudios de resultados bien diseñados con trastornos de personalidad. (Una excepción notable es el enfoque de terapia dialéctica conductual de Marsha Linehan para el trastorno límite de la personalidad). De ello se ha derivado la extremada dificultad con la que nos hemos encontrado para obtener becas de estudios que pudieran demostrar la confirmación empírica de la terapia de esquemas. Por ello, nos hemos dirigido a otros países para financiar esta importante área de investigación. Estamos particularmente ilusionados con un serio estudio de resultados que dirige Arnoud Arntz en los Países Bajos y que concluirá próximamente. Este estudio a gran escala y multicéntrico compara la terapia de esquemas con el enfoque de Otto Kernberg para el tratamiento del trastorno límite de la personalidad. Esperamos ansiosamente los resultados. 12 Para los lectores que no estén familiarizados con la terapia de esquemas, revisaremos lo que a nuestro parecer son las principales ventajas de la terapia de esquemas frente a otras terapias habitualmente empleadas. En comparación con la mayoría de los restantes enfoques terapéuticos, la terapia de esquemas es más integradora, combinando aspectos de los modelos cognitivo, conductual, psicodinámico (especialmente las relaciones de objeto), del apego y de la Gestalt. La terapia de esquemas contempla los componentes cognitivo y conductual como vitales para el tratamiento y, sin embargo, atribuye un peso equivalente al cambio emocional, a las técnicas experienciales y a la relación terapéutica. Otra de las aportaciones del modelo de esquemas es su prudencia y aparente sencillez, por una parte, combinada con la profundidad y complejidad, por la otra. Es fácil de comprender, tanto para el terapeuta como para los pacientes. El modelo de esquemas incorpora ideas complejas, muchas de las cuales parecen serpenteantes y confusas para los pacientes que reciben otras formas de terapia y las presenta de manera directa y simple. Así pues, la terapia de esquemas presenta el atractivo del sentido común propio de la terapia cognitivo-conductual (TCC), combinado con la profundidad de los enfoques psicodinámicos. La terapia de esquemas mantiene dos características vitales de la TCC: es estructurada y sistemática. El terapeuta sigue una secuencia de procedimientos de evaluación y tratamiento. La fase de evaluación incluye la administración de diversos inventarios que miden esquemas y estilos de afrontamiento. El tratamiento es activo y directivo, yendo más allá del insight hasta el cambio cognitivo, emocional, interpersonal y conductual. La terapia de esquemas es útil también para el tratamiento de problemas de pareja, ayudando a ambos cónyuges a comprender y a cambiar sus esquemas. Otra ventaja del modelo de esquema es su sencillez. El modelo detalla determinados esquemas, estilos de afrontamiento y modos. Además, el modelo de esquemas es notable por la especificidad de las estrategias de tratamiento, incluidas las pautas sobre la forma apropiada de reparentalizazión limitada para cada paciente. La terapia de esquemas ofrece un método igualmente asequible para comprender y trabajar en la relación terapéutica. Los terapeutas monitorean sus propios esquemas, estilos y modos de afrontamiento a medida que trabajan con los pacientes. Por último, y quizá lo más importante, creemos que el enfoque de esquemas es extraordinariamente compasivo y humano, en comparación con el “tratamiento habitual”. La terapia de esquemas normaliza los trastornos psicológicos en lugar de patologizarlos. Todas las personas presentan esquemas, estilos y modos de afrontamiento, simplemente los de los pacientes que tratamos son más extremos y rígidos. El enfoque es también compasivo y respetuoso, especialmente con los pacientes más graves, tales como los que padecen un trastorno límite de la personalidad, que a menudo, en otras terapias, son tratados sin compasión alguna y son culpados de sus 13 males. El concepto de “confrontación empática” y “reparentalización limitada” coloca a los terapeutas en una actitud de apoyo hacia los pacientes. El uso de los modos facilita el proceso de confrontación, permitiendo al terapeuta confrontar con firmeza las conductas rígidas y maladaptativas, y retener simultáneamente la alianza con el paciente. Para concluir, subrayamos algunos de los nuevos avances en la terapia de esquemas producidos durante de la última década. En primer lugar, existe una relación revisada y mucho más general de esquemas, que incluye 18 esquemas correspondientes a cinco dimensiones. En segundo, hemos desarrollado nuevos protocolos más detallados para el tratamiento de pacientes límites y narcisistas. Estos protocolos han ampliado el alcance de la terapia de esquemas, añadiendo fundamentalmente el concepto de modo. En tercer lugar, existe un énfasis mucho mayor en los estilos de afrontamiento, especialmente de evitación y sobre-compensación, y en la modificación de los estilos de afrontamiento mediante la ruptura de patrones. Nuestro objetivo es sustituir los estilos de afrontamiento disfuncionales por otros más saludables que permitan a los pacientes satisfacer sus necesidades emocionales nucleares. A medida que la terapia de esquemas se ha desarrollado y madurado, hacemos mucho más hincapié en la reparentalización limitada con todos los pacientes, pero especialmente con quienes presentan los trastornos más graves. Dentro de los límites apropiados de la relación terapéutica, el terapeuta trata de satisfacer las necesidades infantiles insatisfechas del paciente. Por último, se centra mucha más atención en los esquemas y estilos de afrontamiento del propio terapeuta,especialmente en lo que respecta a la relación terapéutica. Esperamos que este libro ofrezca a los terapeutas un nuevo modo de aproximación a los pacientes con temas y patrones crónicos y que la terapia de esquemas ayude de manera significativa a esos pacientes extremadamente difíciles y necesitados para cuyo tratamiento está diseñado nuestro enfoque. 1. El CEY es la adaptación española del Cuestionario de Esquemas de Young que fue realizada y validada por Cid J., Tejero A. y Torrubia R. 2. El libro de auto-ayuda Reinventa tu vida, publicado en Paidós Ibérica (2001), fue traducido al castellano por Jordi Cid Colom, reconocido colaborador del Dr. Young y responsable de la traducción, validación y aplicación del Cuestionario de Esquemas de Young (CEY) a muestras españolas. Así mismo, el Dr. Cid es responsable de la revisión técnica del presente volumen. 14 Reconocimientos De todos los autores Deseamos agradecer a las personas de The Guilford Press que nos han ayudado a lo largo de este proyecto largo y difícil: Kitty Moore, Directora Ejecutiva, que nos ha ofrecido su asesoría editorial y ha ayudado a dar forma al libro; Anna Nelson, Editora de Producción, que ha revisado la producción del libro con suma diligencia y ha sido un placer trabajar codo con codo con ella; Elaine Kehoe, que ha editado el libro tan extraordinariamente bien y al resto del personal que ha trabajado con nosotros. Querríamos agradecer de manera especial al Dr. George Lockwood, quien nos ha ofrecido insights de incalculable valor y anécdotas históricas sobre los enfoques psicoanalíticos y que nos donó una gran parte del material presentado en el Capítulo 1 sobre otras terapias de integración. Ha sido un placer colaborar con usted y estamos deseando volver a hacerlo. También quisiéramos mencionar al personal del Schema Therapy Institute de Manhattan, especialmente a Nancy Ribeiro y Sylvia Tamm. Muchas gracias por haber realizado tanto trabajo que ha consolidado nuestros esfuerzos. Habéis sido los puertos protectores y cercanos en medio de la tormenta. Por último, agradecemos a nuestros pacientes que nos han enseñado a ver la transformación de la tragedia en esperanza y cambio. Jeffrey E.Young Son muchos los individuos a quienes quisiera agradecer porque han desempeñado un papel importante en el desarrollo de la terapia de esquemas, en la escritura del presente volumen y a lo largo de este extenuante proceso. A mis amigos, por su cariño y atenciones a lo largo de los años y por su ayuda en el desarrollo de este enfoque. Habéis sido como la familia: Wendy Behary, Pierre Cousineau, Cathy Flanagan, Vivian Francesco, George Lockwood, Marty Sloane, Bob Sternberg, Hill Swift, Dick y Diane Wattenmarker y William Zangwill. A mis colegas que han profundizado y ampliado la terapia de esquemas de formas muy diversas tanto en Estados Unidos como en el extranjero: Arnoud Arntz, Sam Ball, Jordi Cid, Michael First, Vartouhi Ohanian, Bill Sanderson, Glenn Waller y David Weinberger. 15 A Nancy Ribeiro, mi Administradora Ejecutiva, por su devoción al ayudarme en todos los proyectos mientras soporta mis rarezas cotidianas. A mi padre, cuyo amor incondicional me ha provisto del modelo parental y de reparentalización. Y a mi mentor, Tim Beck, que es, al mismo tiempo, amigo personal y guía a lo largo de toda mi carrera. Janet S. Klosko Además de a los anteriores, quisiera manifestar mi agradecimiento a los compañeros de trabajo por su apoyo, especialmente a Dra. Jayne Rygh, Dr. Ken Appelbaum, Dr. David Bricker, Dr. William Sanderson y a Jenna Smith. También deseo hacer una mención especial a mi familia y amigos –especialmente a Michael y Molly– por ofrecerme la base segura sobre la que he construido mi carrera. Marjorie E. Weishaar Agradezco a mis profesores, especialmente al Doctor en Medicina Aaron T. Beck por su sabiduría y su orientación. También a mis compañeros de trabajo y estudiantes por su considerable ayuda y, como no, a mi familia –a las cuatro generaciones– por su humor, optimismo, honestidad y amor sostenido. 16 1 Terapia de esquemas: modelo conceptual La terapia de esquemas es un modelo innovador e integrador de terapia desarrollado por Young y sus colaboradores (Young, 1990, 1999) que profundiza significativamente en los tratamientos y conceptos cognitivo-conductuales tradicionales. La terapia combina elementos de las escuelas cognitivo-conductual, del apego, Gestalt, relaciones objetales, constructivista y psicoanalítica para obtener un modelo conceptual y de tratamiento unificador. La terapia de esquemas ofrece un nuevo sistema de psicoterapia especialmente idóneo para pacientes con trastornos psicológicos crónicos e inalterables que hasta el momento han sido contemplados como difíciles de tratar. En nuestra experiencia clínica, los pacientes con trastornos de personalidad florecientes, así como con problemas caracterológicos importantes que subyacen a sus trastornos del Eje I, suelen responder muy bien al tratamiento centrado en esquemas (algunas veces combinado con otros enfoques de tratamiento). La evolución de la terapia cognitiva a la terapia de esquemas La revisión del área de la terapia cognitivo-conductual[1] nos sirve para explicar los motivos que llevaron a Young a desarrollar la terapia de esquemas. Los investigadores y terapeutas cognitivo-conductuales han avanzado de manera extraordinaria en el desarrollo de tratamientos psicológicos efectivos para los trastornos del Eje I, incluidos muchos trastornos anímicos, de ansiedad, alimentarios, somatoformes y de abuso de sustancias. Tales tratamientos han sido, normalmente, de tiempo limitado (una media de 20 sesiones) y se han centrado en la reducción de síntomas, desarrollo de habilidades y resolución de problemas cotidianos de los pacientes. Sin embargo, aunque estos tratamientos sean de gran utilidad para muchos pacientes, no lo son para otros tantos. Los estudios de resultados de tratamientos suelen reflejar altos índices de éxito (Barlow, 2001). Por ejemplo, en la depresión, el índice de éxito equivale al 60% inmediatamente después del tratamiento, pero el índice de recaídas es del 30% aproximadamente un año después (Young, Weinberger & Beck, 2001), 17 dejando así una cantidad significativa de pacientes insatisfactoriamente tratados. Muchas veces los pacientes con trastornos subyacentes de personalidad y problemas caracterológicos no responden plenamente a los tratamientos cognitivo-conductuales tradicionales (Beck, Freeman & Associates, 1990). Uno de los retos a los que se enfrenta la terapia cognitivo-conductual en la actualidad es al desarrollo de tratamientos efectivos para estos pacientes crónicos y difíciles de tratar. Los problemas caracterológicos pueden reducir la efectividad de la terapia tradicional cognitivo-conductual de múltiples maneras. Algunos pacientes acuden a tratamiento de los síntomas del Eje I, como ansiedad o depresión, y o no logran progresar en el mismo o recaen una vez concluido el tratamiento. Por ejemplo, una paciente con agorafobia acude a un tratamiento cognitivo-conductual. Mientras dura el programa, que consiste en entrenamiento en respiración, desafío de pensamientos catastróficos y exposición graduada a las situaciones fóbicas, la paciente reduce significativamente sus síntomas de ansiedad y supera su evitación a numerosas situaciones. Sin embargo, concluido el tratamiento la paciente retoma su agorafobia. Una dependencia de por vida, juntamente con sentimientos de vulnerabilidad e incompetencia –lo que nosotros denominamos esquemas de vulnerabilidad y dependencia– le impiden aventurarse y salir al mundo por sí misma. Carece de la suficiente auto-confianza para tomar decisiones y no ha logrado adquirir destrezas prácticas tales como conducir, navegar por sus alrededores, gestionar dinero y seleccionar los destinos apropiados. En lugar de eso, prefiere ceder la toma de tales decisiones a las personas significativas. Sin las pautas del terapeuta, la paciente no puede organizar las salidas necesariaspara mantener los logros del tratamiento. Otros pacientes acuden inicialmente a recibir tratamiento cognitivo-conductual para síntomas del Eje I. Una vez que tales síntomas se han resuelto, sus problemas caracterológicos se convierten en el foco de su tratamiento. Por ejemplo, un paciente acude a terapia cognitivo-conductual para su trastorno obsesivo-compulsivo. Durante el programa conductual de tiempo limitado, donde se combina la exposición con prevención de respuesta, elimina en gran medida sus pensamientos obsesivos y rituales compulsivos que habían estado consumiendo la mayor parte de su vida cotidiana. Una vez eliminados los síntomas del Eje I, dispone del tiempo suficiente para retomar otras actividades y debe afrontar la casi completa ausencia de vida social que es el resultado de su estilo de vida solitario. El paciente presenta lo que venimos denominado “esquemas de imperfección”, que afronta evitando las situaciones sociales. Es tan agudamente sensible a los desaires y rechazos percibidos que, desde su infancia, ha evitado la mayor parte de la interacción personal con los demás. Debe lidiar de por vida con su patrón de evitación para poder desarrollar una vida social satisfactoria. Existen también pacientes que acuden a un tratamiento cognitivo-conductual sin síntomas específicos que sirvan como motivo de demanda de la terapia. Sus problemas son vagos o difusos y carentes de estímulos que los activen. Sienten que en su vida hay 18 algo vital que falta o falla. Estos son los pacientes cuyos problemas presentes son de naturaleza caracterológica: acuden en solicitud de tratamiento para sus dificultades crónicas en sus relaciones con otras personas significativas o con los compañeros de trabajo. Como no presentan síntomas significativos del Eje I o presentan demasiados, es difícil aplicarles la terapia cognitivo-conductual tradicional. Presunciones de la terapia cognitivo-conductual tradicional vulneradas por los pacientes caracterológicos La terapia cognitivo-conductual tradicional establece muchas presunciones sobre los pacientes que, a menudo, se desconfirman en pacientes con problemas caracterológicos. Estos pacientes presentan atributos psicológicos que los distinguen de los casos ejemplares del Eje I y los convierten en candidatos menos idóneos para el tratamiento cognitivo-conductual. Una de estas presunciones es que los pacientes cumplirán con el protocolo de tratamiento. La terapia cognitivo-conductual estándar asume que los pacientes están motivados para reducir los síntomas, desarrollar habilidades y resolver sus problemas presentes y que, en consecuencia, con algo de empuje y refuerzo positivo, cumplirán con los procedimientos necesarios del tratamiento. Sin embargo, para muchos pacientes caracterológicos, su aproximación y motivación a la terapia es complicada y, con frecuencia, carecen de la voluntad o de la capacidad para cumplir los procedimientos requeridos. Pueden no completar sus asignaciones para casa. Pueden mostrarse reacios a aprender estrategias de auto-control. Pueden parecer más motivados para obtener el consuelo del terapeuta que para aprender estrategias de auto-ayuda. Otra de estas presunciones de la terapia cognitivo-conductual es que, con un breve entrenamiento, los pacientes pueden acceder a sus cogniciones y emociones y contárselas al terapeuta. Desde el comienzo de la terapia se espera que los pacientes observen y registren sus pensamientos y sentimientos. Sin embargo, los pacientes con problemas caracterológicos, muchas veces, son incapaces de hacerlo. A menudo parecen estar desconectados de sus cogniciones y emociones. Muchos de estos pacientes recurren a la evitación cognitiva y afectiva. Bloquean los pensamientos e imágenes molestas. Evitan reflexionar sobre sí mismos. Evitan sus propios recuerdos molestos y sentimientos negativos. Evitan también muchas de las conductas y situaciones que son esenciales para su progreso. Este patrón de evitación probablemente se desarrolle como respuesta instrumental, aprendida porque ha sido reforzada mediante la reducción del afecto negativo. Las emociones negativas como la ansiedad o la depresión son provocadas por estímulos asociados a recuerdos infantiles, favoreciendo la evitación de estímulos a fin de evitar las emociones. La evitación se convierte en la estrategia habitual para afrontar el afecto negativo y es extremadamente difícil de cambiar. La terapia cognitivo-conductual asume también que los pacientes pueden modificar 19 sus cogniciones y conductas problemáticas mediante prácticas tales como en análisis empírico, el discurso lógico, la experimentación, los pasos sucesivos y la repetición. Sin embargo, para los pacientes caracterológicos este no suele ser el caso. Sobre la base de nuestra experiencia, sus pensamientos distorsionados y conductas contraproducentes son extremadamente resistentes a la modificación mediante técnicas exclusivamente cognitivo-conductuales. Incluso tras meses de terapia, a menudo, no se producen mejorías sustanciales. Como los pacientes caracterológicos suelen carecer de flexibilidad cognitiva, responden menos a las técnicas cognitivo-conductuales, es frecuente que no logren cambios significativos en períodos breves de tiempo. Suelen ser psicológicamente rígidos. La rigidez es el sello distintivo de los trastornos de personalidad (American Psychiatric Association, 1994, p. 633). Estos pacientes tienden a expresar indefensión frente al cambio. Sus problemas caracterológicos son ego-sintónicos: sus patrones auto- destructivos parecen ser parte integral de sí mismos por ello no pueden imaginar su modificación. Sus problemas son centrales a su sentido de la identidad y prescindir de ellos parece una forma de muerte –la muerte de una parte del self. Cuando se les desafía, estos pacientes se aferran rígidamente, inflexiblemente y, en ocasiones, agresivamente a lo que creen que es la verdad sobre sí mismos y sobre el mundo. La terapia cognitivo-conductual asume también que los pacientes pueden cambiar en la relación colaboradora con el terapeuta durante unas pocas sesiones. Las dificultades en la relación terapéutica no suelen ser un foco importante de los tratamientos cognitivo-conductuales. Tales dificultades se consideran como obstáculos a ser superados a fin de logar la conformidad del paciente con los procedimientos de tratamiento. La relación terapeuta-paciente no se considera como un “ingrediente activo” del tratamiento. Sin embargo, a los pacientes con trastornos caracterológicos, a menudo, les cuesta establecer la alianza terapéutica, reflejando así sus dificultades para relacionarse con las restantes personas fuera de terapia. Muchos pacientes difíciles de tratar han tenido relaciones interpersonales disfuncionales que se han originado durante la infancia. Los trastornos constantes en las relaciones con otras personas significativas es otro de los sellos distintivos de los trastornos de personalidad (Millon, 1981). A estos pacientes, asiduamente, les cuesta establecer relaciones terapéuticas seguras. Algunos de estos pacientes, como los que presentan trastornos límite o dependiente de la personalidad, se concentran de tal manera en tratar de que el terapeuta satisfaga sus necesidades emocionales que son incapaces de centrarse en sus propias vidas ajenas a la terapia. Otros, como los que presentan trastornos de personalidad narcisista, paranoide, esquizoide u obsesivo-compulsiva, suelen mostrarse tan desvinculados u hostiles, que son incapaces de colaborar con el terapeuta. Como los problemas interpersonales suelen ser el núcleo central, la relación terapéutica es una de las mejores áreas para diagnosticar y tratar a dichos pacientes –un foco de atención que muchas veces se pasa por alto en la terapia cognitivo-conductual tradicional. 20 Por último, en el tratamiento cognitivo-conductual se presupone que el paciente tiene problemas que son inmediatamente discernibles como objetivos de tratamiento. En el caso de los pacientes con problemas caracterológicos,esta presunción no suele cumplirse. Estos pacientes suelen presentar problemas que son vagos, crónicos y generalizados. Son infelices en las principales áreas de la vida y se han sentido insatisfechos durante todo el tiempo que pueden recordar. Quizá hayan sido incapaces de establecer una relación íntima duradera, no hayan alcanzado su potencial en el puesto de trabajo o experimenten que sus vidas están vacías. Están fundamentalmente insatisfechos en el amor, en el trabajo y en el ocio. Estos temas vitales tan generales y difíciles de definir, normalmente, no constituyen objetivos fáciles de abordar para el tratamiento cognitivo-conductual estándar. Más adelante detallaremos por qué algunos esquemas específicos dificultan que los pacientes se beneficien de la terapia cognitivo-conductual estándar. El desarrollo de la terapia de esquemas Por las razones anteriormente descritas, Young (1990, 1999) elaboró la terapia de esquemas para tratar a pacientes con problemas caracterológicos crónicos que no estaban siendo debidamente ayudados por la terapia cognitivo-conductual tradicional: los “fracasos terapéuticos”. Young desarrolló la terapia de esquemas como enfoque sistemático que amplía la terapia cognitivo-conductual mediante la integración de técnicas extraídas de múltiples escuelas de terapia. La terapia de esquemas puede ser breve, intermedia o de larga duración, dependiendo del paciente. Partiendo de la terapia cognitivo-conductual se amplía para conceder mucha más importancia a los orígenes infantiles y adolescentes de los problemas psicológicos, para introducir técnicas emotivas, para contemplar la relación terapeuta-paciente y para contemplar los estilos de afrontamiento disfuncionales. Una vez eliminados los síntomas, la terapia de esquemas es idónea para el tratamiento de muchos de los trastornos del Eje I y Eje II que subyacen de manera significativa a muchos temas caracterológicos. La terapia suele emprenderse, a menudo, en combinación con otras modalidades, como la terapia cognitivo-conductual y la medicación psicotrópica. La terapia de esquemas ha sido diseñada para tratar los aspectos caracterológicos crónicos de trastornos, no los síntomas psiquiátricos agudos (como una crisis depresiva o los trastornos de angustia recurrentes). La terapia de esquemas se ha demostrado útil para el tratamiento de la depresión o de la ansiedad crónicas, trastornos alimentarios, problemas de pareja complejos y dificultades persistentes para mantener relaciones íntimas satisfactorias. También ha sido útil para el tratamiento de maltratadores y para la prevención de recaídas en pacientes por abuso de sustancias. La terapia de esquemas contempla los principales temas psicológicos que son 21 normales en los pacientes con trastornos caracterológicos. Como se comentará en el siguiente apartado, denominamos a estos temas centrales Esquemas Precoces Desadaptativos. La terapia de esquemas ayuda a los pacientes y a los terapeutas a dar sentido a los problemas crónicos y generalizados y a organizarlos de un modo comprensible. El modelo sigue el rastro de estos esquemas desde la infancia hasta el presente, con particular énfasis en las relaciones interpersonales del paciente. Con ayuda del modelo, los pacientes adquieren la habilidad para ver sus problemas caracterológicos como ego-distónicos y, de este modo, capacitarse para poder prescindir de ellos. El terapeuta se alía con los pacientes en su lucha contra los esquemas, recurriendo a estrategias cognitivas, afectivas, conductuales e interpersonales. Cuando los pacientes repiten los patrones disfuncionales basados en sus esquemas, el terapeuta los confronta empáticamente con las razones que justifican su cambio. Mediante la “reparentalización limitada” el terapeuta aporta a muchos pacientes un antídoto parcial para las necesidades que no han sido adecuadamente satisfechas durante la infancia. Esquemas precoces desadaptativos Historia del constructo de esquemas En este apartado nos centraremos en la observación detallada de los constructos básicos que configuran la teoría de esquemas. Comenzamos por revisar la historia y el desarrollo del término “esquema”. El concepto “esquema” se emplea en muchas áreas de estudio. En términos generales, un esquema es una estructura, un marco o un perfil. En la antigua filosofía griega, los estoicos, especialmente Chrysippus (279-206 a.C. aproximadamente), presentaron los principios de la lógica en forma de “esquemas inferenciales” (Nussbaum, 1994). En la filosofía kantiana, un esquema es la concepción de lo que es común a todos los miembros de una clase. El término se emplea también en la teoría de conjuntos, la geometría algebraica, en educación, en análisis literarios y en programación computacional, por mencionar solamente algunas de las diversas disciplinas en las que se recurre al concepto de “esquema”. El término “esquema” presenta un historial especialmente abundante en la psicología, fundamentalmente en el área de la psicología evolutiva. En el desarrollo cognitivo, un esquema es un patrón impuesto sobre la realidad o experiencia para ayudar a los individuos a explicarla, para mediar la percepción y para orientar sus respuestas. Un esquema es una representación abstracta de las características distintivas de un acontecimiento, un tipo de anteproyecto de sus rasgos más sobresalientes. En psicología el término se asocia, probablemente, a Piaget, quien detalló las singularidades de los esquemas en los diferentes estadios del desarrollo cognitivo infantil. Dentro de la psicología cognitiva, también se puede pensar en un esquema como si se tratara de un plan cognitivo abstracto que sirve para orientar la interpretación de información y la 22 resolución de problemas. De tal modo que podemos tener un esquema lingüístico para comprender una frase o un esquema cultural para interpretar un mito. Progresando de la psicología cognitiva a la terapia cognitiva, Beck (1967) se refirió a los esquemas en sus primeros documentos. Sin embargo, en el contexto de la psicología y la psicoterapia, en general, se puede pensar en un esquema como en cualquier principio organizador global que sirve para dar sentido a la propia experiencia vital. Un concepto importante con relevancia para la psicoterapia es la idea de que los esquemas, muchos de los cuales se configuran en la infancia, se mantienen y elaboran y, posteriormente, se imponen en las experiencias vitales de la vida adulta, incluso aunque ya no sean aplicables. A esto solemos referirnos como la necesidad de “coherencia cognitiva”, para mantener un punto de vista estable sobre uno mismo y el mundo, incluso aunque sea un punto de vista inexacto e inapropiado o distorsionado de la realidad. En términos generales, por lo tanto, un esquema puede ser positivo o negativo, adaptativo o desadaptativo; puede haberse formado en la infancia o en la edad adulta. Definición de esquemas de Young Young (1990, 1999) supuso que algunos de estos esquemas –especialmente los esquemas desarrollados sobre todo como resultado de las experiencias infantiles tóxicas– podrían encontrarse en el núcleo de los trastornos de personalidad, de los problemas caracterológicos menos severos y en muchos trastornos crónicos del Eje I. Para examinar esta idea, definió una serie de esquemas que él denominó Esquemas Precoces Desadaptativos. Nuestra definición revisada de un esquema precoz desadaptativo es: • Un patrón o tema amplio y generalizado. • Constituido por recuerdos, emociones, cogniciones y sensaciones corporales. • Relativo a uno mismo y a la propia relación con los demás. • Desarrollado durante la infancia o adolescencia. • Elaborado a lo largo de la vida. • Disfuncional en grado significativo. En síntesis, los esquemas precoces desadaptativos son patrones emocionales y cognitivos contraproducentes que se inician al comienzo de nuestro desarrollo y se van repitiendo a lo largo de la vida. Observe que, según esta definición, la conducta de un individuo no es parte del esquema mismo; Young teorizaque las conductas disfuncionales se desarrollan como respuestas a un esquema. Por consiguiente, tales conductas están provocadas por los esquemas pero no son parte de los mismos. Describimos con más detalle este concepto cuando nos referimos a los estilos de afrontamiento en las siguientes páginas. 23 Características de los esquemas precoces desadaptativos Examinemos ahora algunas de las principales características de los esquemas. (A partir de este punto se emplean los términos “esquema” y “esquema precoz desadaptativo” de forma virtualmente intercambiable). Pensemos en los pacientes que tengan uno de los cuatro esquemas más potentes y perjudiciales de nuestro listado de 18 (véase Figura 1.1): abandono/inestabilidad, desconfianza/abuso, privación emocional e imperfección/vergüenza. De niños, estos pacientes fueron abandonados, maltratados, olvidados o rechazados. En la fase adulta sus esquemas son activados por acontecimientos vitales que perciben (inconscientemente) como similares a las experiencias traumáticas de su infancia. Cuando se activa uno de estos esquemas, experimentan una intensa emoción negativa, como el dolor por pérdida, la vergüenza, el miedo o la ira. No todos los esquemas tienen sus orígenes en un trauma o maltrato infantil. De hecho, un individuo puede desarrollar un esquema de dependencia/incompetencia sin haber experimentado ninguna experiencia traumática en la infancia. Es más, el individuo ha podido estar absolutamente sobreprotegido durante la infancia. Sin embargo, aunque no todos los esquemas tengan un trauma en sus orígenes, todos ellos son destructivos y la mayoría han sido causados por experiencias nocivas que se repitieron de manera regular a lo largo de la infancia y la adolescencia. El efecto de todas estas experiencias tóxicas es acumulativo y, en conjunto, generan la aparición de esquemas plenos. Los esquemas precoces desadaptativos luchan por mantenerse. Tal y como mencionábamos previamente, esto es el resultado del impulso humano hacia la coherencia. El esquema es lo que el individuo conoce. Aunque produzca sufrimiento, es cómodo y familiar. Se percibe como “lo correspondiente”. Las personas se sienten arrastradas hacia sucesos que activan sus esquemas. Este es uno de los motivos por los que cuesta tanto modificarlos. Los pacientes consideran que sus esquemas son verdades a priori, y por consiguiente, tales esquemas influyen sobre el procesamiento de las experiencias posteriores. Desempeñan un papel crucial sobre el modo de pensar, sentir, actuar y de relacionarse con los demás y, paradójicamente, les llevan a recrear inadvertidamente en su vida adulta las condiciones infantiles que tan dolorosas fueron para ellos. Los esquemas aparecen en la infancia o la adolescencia como representaciones basadas en la realidad del contexto del niño. A juzgar por nuestra experiencia, los esquemas de un individuo suelen reflejar de forma relativamente precisa el tono de su ambiente infantil. Por ejemplo, si un paciente nos dice que su familia era fría y poco afectuosa cuando él era niño, normalmente suele estar en lo cierto, incluso aunque no logre entender por qué a sus padres les costaba tanto mostrar afecto o expresar sentimientos. Puede errar en las razones a las que atribuye tal conducta, pero su sensación básica del clima emocional y el modo en que fue tratado es casi siempre 24 válido. La naturaleza disfuncional de los esquemas suele hacerse visible en etapas posteriores de la vida, cuando los pacientes siguen perpetuando sus esquemas en sus interacciones con otras personas, incluso cuando sus percepciones han dejado de ser correctas. Los esquemas precoces desadaptativos y el modo desadaptativo que aprende el paciente para afrontarlos suelen subyacer a muchos síntomas crónicos del Eje I, como la ansiedad, la depresión, el abuso de sustancias y los trastornos psicosomáticos. Los esquemas son dimensionales, lo que implica que presentan diferentes niveles de gravedad y omnipresencia. Cuanto más grave sea el esquema, mayor es el número de situaciones en las que se activará. De manera que, por ejemplo, si un individuo experimenta crítica frecuente desde muy temprana edad y por parte de ambos padres, es muy probable que el contacto de dicho individuo con casi cualquiera active un esquema de imperfección. Si un individuo experimenta crítica en momentos posteriores de la vida y es ocasional, más leve y proveniente de un único padre/madre, entonces ese individuo es menos propenso a activar el esquema posteriormente; por ejemplo, el esquema puede ser activado solamente por las figuras de autoridad demandantes que coincidan con el género del padre/madre crítico. Además, en general, cuanto más severo sea el esquema, más intensidad de afecto negativo tendrá y más se prolongará. Como mencionábamos previamente, los esquemas pueden ser positivos o negativos, así como tempranos o tardíos. Nosotros nos centraremos casi exclusivamente en los esquemas precoces desadaptativos; por lo tanto, no nos referiremos en nuestra teoría a estos esquemas positivos, tardíos. Sin embargo, algunos autores han defendido que, por cada uno de nuestros esquemas precoces desadaptativos, existe un esquema adaptativo correspondiente (véase la teoría de la polaridad de Elliot; Elliot & Lassen, 1997). Alternativamente, teniendo en cuenta los estadios psicológicos de Erikson (1950), se podría defender que la resolución satisfactoria de cada estadio produce un esquema funcional, mientras que el fracaso en la resolución de un estadio conduce a un esquema disfuncional. Con todo, el presente libro versará sobre la población de pacientes de psicoterapia con trastornos crónicos y no sobre la población normal; por lo tanto, nos centraremos fundamentalmente en los esquemas precoces desadaptativos que, a nuestro parecer, subyacen a la patología de la personalidad. Los orígenes de los esquemas Necesidades emocionales nucleares Los esquemas se derivan de necesidades emocionales nucleares insatisfechas durante la infancia. Hemos defendido la existencia de cinco necesidades emocionales nucleares de los seres humanos[2]. 1. Vínculos seguros con los demás (incluye seguridad, estabilidad, cuidados y 25 aceptación). 2. Autonomía, competencia y sentido de identidad. 3. Libertad para expresar necesidades y emociones válidas. 4. Espontaneidad y juego. 5. Límites realistas y auto-control. Consideramos que estas necesidades son universales. Todas las personas las tenemos, aunque las necesidades de algunos individuos son más intensas que las de otros. Un individuo psicológicamente sano es el que puede satisfacer de manera funcional estas necesidades emocionales nucleares. La interacción entre el temperamento innato del niño y el contexto temprano produce más frustración que gratificación de estas necesidades básicas. El objetivo de la terapia de esquemas es ayudar a los pacientes a hallar formas adaptativas para satisfacer sus necesidades emocionales nucleares. Todas nuestras intervenciones persiguen ese fin. Experiencias vitales precoces Las experiencias infantiles tóxicas constituyen el principal origen de los esquemas precoces desadaptativos. Los primeros esquemas en desarrollar que suelen ser los más intensos, suelen originarse en la familia nuclear. En gran medida, las dinámicas de la familia de origen configuran todas las dinámicas del mundo infantil de la niñez. Cuando los pacientes se encuentran en situaciones adultas que activan sus esquemas precoces desadaptativos, lo que experimentan es el drama de su infancia, normalmente con uno de sus padres. Otras influencias, como la de los amigos, de la escuela, de grupos comunitarios y de la cultura circundante, adquieren más importancia a medida que el niño madura y pueden llevarlo al desarrollo de esquemas. Sin embargo, los esquemas desarrollados con posterioridad no suelen ser ni tan generalizados ni tan poderosos. (El aislamiento social es un ejemplo de un esquema que normalmente se desarrolla en la infancia o en la adolescencia y que puede no reflejarlas dinámicas de la familia). Hemos observado cuatro tipos de experiencias vitales tempranas que fomentan la adquisición de esquemas. La primera es la frustración tóxica de necesidades, que se produce cuando el niño experimenta demasiado poco de algo bueno y adquiere esquemas como la privación emocional o el abandono a causa de déficits en el contexto temprano. El ambiente que rodea al niño carece de algo importante, como estabilidad, comprensión o amor. El segundo tipo de experiencia vital temprana que engendra esquemas es la traumatización o la victimización. En este caso, al niño se le hiere o se le victimiza y desarrolla esquemas como la desconfianza/abuso, imperfección/vergüenza o vulnerabilidad al peligro. En el tercer tipo, el niño experimenta un exceso de algo bueno: los padres aportan al niño demasiado de algo que, con moderación, sería saludable para él. Con esquemas como la dependencia/incompetencia o grandiosidad/autorización, por ejemplo, el niño no es maltratado, pero es consentido o 26 mimado. No se satisfacen las necesidades emocionales nucleares de autonomía o de límites realistas. De este modo, los padres pueden estar excesivamente implicados en la vida del niño, pueden sobreprotegerlo o pueden proporcionarle un grado excesivo de libertad y autonomía sin ningún límite. El cuarto tipo de experiencia vital que crea esquemas es la internalización selectiva o identificación con otras personas significativas. El niño se identifica selectivamente e internaliza los pensamientos, sentimientos, experiencias y conductas de los padres. Por ejemplo, dos de nuestros pacientes se presentan a tratamiento, ambos supervivientes de abuso infantil. La primera, Ruth, de niña sucumbió al rol de víctima. Cuando su padre la pegaba, ella no se defendía. En lugar de eso, se mostraba pasiva y sumisa. Era la víctima de la conducta abusiva de su padre, pero no lo internalizó. Experimentaba el sentimiento de ser víctima, pero no internalizó el sentimiento de ser verdugo. El segundo paciente, Kevin, peleó contra su padre abusador. Se identificó con él, internalizó los pensamientos, sentimientos y conductas agresivas de este y, en un momento, él mismo se convirtió en verdugo. (Este ejemplo es extremo. En realidad, la mayoría de los niños absorben la experiencia de ser víctima y simultáneamente reproducen algunos de los pensamientos, sentimientos o conductas del adulto tóxico). En otro ejemplo, dos pacientes se presentan con esquemas de privación emocional. De niños ambos tuvieron padres fríos; ambos sintieron soledad y falta de amor. ¿Deberíamos asumir que ambos van a ser emocionalmente fríos? No necesariamente. Aunque ambos pacientes conozcan qué implica ser receptor de frialdad, eso no conlleva que ellos mismos sean necesariamente fríos. Como comentaremos más adelante en el apartado relativo a los estilos de afrontamiento, en lugar de identificarse con sus padres fríos y distantes, los pacientes pueden afrontar sus sentimientos de privación convirtiéndose ellos mismos en protectores o, por el contrario, pueden afrontarlos siendo exigentes y sintiéndose con derecho a exigir. Nuestro modelo no asume que los niños se identifican e internalizan todo lo que hacen los padres; más bien, hemos observado que se identifican selectivamente e internalizan ciertos aspectos de otras personas significativas. Algunas de estas identificaciones e internalizaciones se convierten en esquemas, y, algunas se convierten en estilos o modos de afrontamiento. A nuestro juicio, el temperamento determina, en parte, que un individuo se identifique e internalice las características de otras personas significativas. Por ejemplo, un niño con temperamento distímico probablemente no internalizará el estilo optimista de afrontar las adversidades. La conducta de los padres es tan contraria a la disposición del niño que este no puede asimilarla. Temperamento emocional Además del contexto de la primera infancia, existen también otros factores que influyen significativamente en el desarrollo de esquemas. El temperamento emocional del niño es especialmente importante. Tal y como la mayoría de los padres reconocen, 27 cada niño tiene una “personalidad” única y distintiva o temperamento desde que nace. Algunos niños son más irritables, otros más vergonzosos y, aún otros, más agresivos. Existe mucha investigación que defiende la importancia de los sustratos biológicos de la personalidad. Por ejemplo, Kagan y sus colaboradores (Kagan, Reznick & Snidman, 1988) han desarrollado un amplio cuerpo de investigación sobre los rasgos temperamentales presentes en la infancia y han descubierto que son remarcablemente estables a lo largo del tiempo. A continuación se presentan algunas dimensiones del temperamento emocional que, a nuestro entender, podrían ser innatas en gran medida y sin un cambio significativo únicamente con psicoterapia: El temperamento puede ser considerado como la mezcla única de puntos que presenta el individuo de esta serie de dimensiones (así como de otros aspectos del temperamento que indudablemente se identificarán en el futuro). El temperamento emocional interactúa con las experiencias infantiles dolorosas en la formación de esquemas. Los diferentes temperamentos exponen selectivamente a los niños a distintas circunstancias vitales. Por ejemplo, un niño agresivo puede ser más propenso a elicitar maltrato físico de un padre/madre violento que un niño pasivo, apaciguador. En este mismo orden, los diferentes temperamentos hacen que los niños sean diferentemente susceptibles a circunstancias vitales similares. Dado el mismo trato parental, dos niños podrían reaccionar de forma muy diferente. Por ejemplo, pensemos en dos niños que son rechazados por sus madres. El niño vergonzoso se oculta del mundo y cuanto más se aísla más dependiente es de su madre; el sociable se aventura y establece otras conexiones posibles. Evidentemente se ha demostrado que la sociabilidad es un rasgo prominente de los niños resilientes que prosperan a pesar del abuso o del abandono. En nuestras observaciones hemos comprobado que un contexto extremadamente favorable o aversivo puede restar valor al temperamento emocional en un grado significativo. Por ejemplo, un contexto familiar protector y afectuoso podría lograr que incluso un niño vergonzoso sea amigable en muchas situaciones; por el contrario, si el contexto temprano muestra suficiente rechazo, incluso un niño sociable puede 28 convertirse en distante y lejano. De igual manera, un temperamento emocional extremo puede restar fuerza a un ambiente ordinario y producir psicopatología sin aparente justificación en el historial del paciente. Dimensiones de los esquemas y esquemas precoces desadaptativos En nuestro modelo, los 18 esquemas se agrupan en cinco categorías amplias de necesidades emocionales insatisfechas que denominamos “dimensiones de esquemas”. Revisamos el apoyo empírico de estos 18 esquemas más adelante en este mismo capítulo. En este apartado describiremos las cinco dimensiones y el listado de esquemas que contienen. En la Figura 1.1 las cinco dimensiones se presentan centradas, en cursiva, y sin enumerar (p. ej., “Desconexión y rechazo”); los 18 esquemas se alinean a la izquierda y se enumeran (p. ej., “1. Abandono/inestabilidad”). Dimensión I. Desconexión y rechazo Los pacientes con esquemas de esta dimensión son incapaces de establecer apegos seguros y satisfactorios con otras personas. Creen que sus necesidades de estabilidad, seguridad, protección, amor y pertenencia no serán satisfechas. Las familias de origen típicas son inestables (abandono/inestabilidad), abusadoras (desconfianza/abuso), frías (privación emocional), con tendencia al rechazo (imperfección/vergüenza) o aisladas del mundo externo (aislamiento social/alienación). Los pacientes con esquemas de la dimensión de desconexión y rechazo (especialmente los cuatro primeros esquemas) suelen ser los más perjudicados. Muchos de ellos han sufrido infancias traumáticas y de adultos tienden a apresurarse a relacionesauto-destructivas o evitan completamente las relaciones próximas. La relación terapéutica, muchas veces, es un elemento central para el tratamiento de estos pacientes. El esquema de abandono/inestabilidad es la inestabilidad percibida de la propia conexión con otras personas significativas. Los pacientes con este esquema tienen la sensación de que las personas importantes de su vida no seguirán estando ahí porque son emocionalmente imprevisibles, solo están presentes erráticamente, morirán o abandonarán al paciente por alguien mejor. Los pacientes que presentan el esquema de desconfianza/abuso están convencidos de que las restantes personas, si tienen oportunidad, usarán al paciente para sus propios fines egoístas. Por ejemplo, maltratarán, herirán, humillarán, mentirán, engañarán o manipularán al paciente. El esquema de privación emocional es la expectativa de que el propio deseo de conexión emocional no será debidamente satisfecho. Identificamos tres formas: (1) privación de cuidados (la ausencia de afecto o atención); (2) privación de empatía (la ausencia de escucha o comprensión) y (3) privación de protección (la ausencia de determinación o pautas por parte de los demás). 29 El esquema de imperfección/vergüenza equivale al sentimiento de que uno es imperfecto, malo, inferior o poco merecedor y que si se expone a los demás estos no lo querrán. Los defectos pueden ser privados (p. ej., egoísmo, impulsos agresivos, deseos sexuales inaceptables) o públicos (p. ej., aspecto poco atractivo, incomodidad social). El esquema de aislamiento social/alienación es la sensación de ser diferente de los demás o de no encajar en el mundo social externo a la familia. Normalmente, los pacientes con este esquema no sienten la pertenencia a un grupo o comunidad. Figura 1.1. Esquemas precoces desadaptativos con dimensiones asociadas Desconexión y rechazo (La expectativa de que las propias necesidades de seguridad, protección, estabilidad, empatía, compartir sentimientos, aceptación y respeto no serán satisfechas de un modo previsible. La familia típica de origen es distante, fría, reservada, con tendencia al rechazo, solitaria, explosiva, imprevisible o abusiva). 1. Abandono/inestabilidad La percepción de inestabilidad o desconfianza hacia las personas que están disponibles para el apoyo y conexión. Implica la sensación de que las personas significativas no serán capaces de seguir proporcionándole el apoyo emocional, conexión, determinación o protección práctica porque son emocionalmente inestables e imprevisibles (p. ej., presentan estallidos de ira), no se puede confiar en ellas o solamente están presentes en algunas ocasiones; porque morirán inminentemente o porque abandonarán al individuo por alguien mejor. 2. Desconfianza/abuso La expectativa de que los demás perjudicarán, abusarán, humillarán, engañarán, mentirán, manipularán o se beneficiarán de uno. Normalmente conlleva la percepción de que el daño es intencionado, o el resultado de una negligencia injustificada o extrema. Puede incluir la sensación de que uno, en comparación con los demás, siempre acaba siendo engañado o le toca la peor parte. 3. Privación emocional La expectativa de que el propio deseo de un grado normal de apoyo emocional no será adecuadamente satisfecho por los demás. Las tres principales formas de privación son: A. Privación de cuidados: ausencia de atención, afecto, cariño o compañía. B. Privación de empatía: ausencia de comprensión, escucha, auto-apertura o de compartir sentimientos con los demás. C. Privación de protección: ausencia de determinación, dirección o guía por parte de los demás. 4. Imperfección/vergüenza El sentimiento de que uno es imperfecto, defectuoso, malo, no deseado, inferior o inválido en aspectos importantes o, si se expone ante los demás, no será querido. Puede incluir hipersensibilidad a la crítica, al rechazo o a la culpabilización; auto-conciencia, comparaciones e inseguridad relativa a los demás; o una sensación de vergüenza relativa a los propios defectos percibidos. Estas imperfecciones pueden ser privadas (p. ej., egoísmo, impulsos agresivos, deseos 30 sexuales inaceptables) o públicas (p. ej., aspecto físico indeseable, incomodidad social). 5. Aislamiento social/alienación El sentimiento de estar aislado del resto del mundo, de ser diferente de las demás personas y/o de no ser parte de ningún grupo o comunidad. Deterioro en autonomía y ejecución (Expectativas sobre uno mismo y el contexto que interfieren con la propia capacidad para diferenciarse, sobrevivir, funcionar con independencia o actuar satisfactoriamente. La familia típica de origen es complicada, debilita la confianza del niño, es sobreprotectora o no refuerza al niño para que actúe competentemente fuera de la familia). 6. Dependencia/incompetencia La creencia de que uno es incapaz de manejar las propias responsabilidades cotidianas de una manera competente, sin ayuda considerable de los demás (p. ej., cuidarse a sí mismo, resolver problemas cotidianos, realizar juicios apropiados, iniciar tareas nuevas, tomar buenas decisiones). Muchas veces se presenta como indefensión. 7. Vulnerabilidad al peligro o a la enfermedad Miedo exagerado a que la catástrofe inminente le sorprenderá en cualquier momento y a que uno sea incapaz de impedirla. El miedo se centra en uno o más de los siguientes temas: (A) catástrofes médicas (p. ej., ataques al corazón, SIDA); (B) catástrofes emocionales (p. ej., volverse loco); (C) catástrofes externas (p. ej., que se estropee el ascensor, a ser victimizado por criminales, a que se estrelle el avión, a los terremotos). 8. Apego confuso/yo inmaduro La excesiva implicación y proximidad emocional con una o más personas significativas (a menudo, los padres) a costa de la individuación plena y del normal desarrollo social. A menudo conlleva la creencia de que, como mínimo, uno de los individuos a los que se siente unido no podrá sobrevivir ni ser feliz sin el constante apoyo del otro. También puede incluir sentimientos de asfixia o fusión con los demás, o también de insuficiente identidad individual. Muchas veces se experimenta como un sentimiento de vacío o fracaso, como de carecer de sentido o, en casos extremos, de cuestionar la propia existencia. 9. Fracaso La creencia de haber fracasado, de fracasar en el futuro o de ser, básicamente, un compañero inadecuado para los propios amigos en áreas de logro (académico, profesional, deportivo, etc.). Muchas veces conlleva creencias relativas a que uno es estúpido, inepto, de un estatus inferior, con menos suerte que los demás, etc. Límites deficitarios (La deficiencia en los límites internos, responsabilidad hacia los demás u orientación a largo plazo de los objetivos. Conduce a dificultades para respetar los derechos ajenos, para cooperar con los demás, para adquirir compromisos o para establecer y satisfacer objetivos personales realistas. La familia típica de origen se caracteriza por la permisividad, el exceso de indulgencia, la falta de determinación o la sensación de superioridad en lugar de la confrontación apropiada, la disciplina y los límites en relación a la adopción de responsabilidad, a cooperar de un modo recíproco y a establecer objetivos. En algunos casos, el niño puede no haber sido animado a tolerar los niveles normales de malestar o ha podido carecer de la supervisión, determinación o normas adecuadas). 10. Grandiosidad/Autorización La creencia de que uno es superior a las demás personas; le corresponden determinados derechos y 31 está autorizado a recibir privilegios especiales; o no está ligado a las normas de reciprocidad que pautan la interacción social normal. Muchas veces conlleva la insistencia en que uno debería ser capaz de hacer o tener lo que quiere, independientemente de que sea o no realista, o de lo que para los demás sea razonable, o a costa de los demás; o un exagerado foco en la superioridad (p. ej., pertenecer a los más exitosos, famosos, ricos) a fin de alcanzar poder o control (no en busca de atencióno aprobación). En ocasiones incluye un exceso de competitividad o dominio sobre los demás: aseverando el propio poder, imponiendo el propio punto de vista o controlando la conducta de los demás en línea con los propios deseos, sin empatía o preocupación por las necesidades o sentimientos de los demás. 11. Insuficiente auto-control/auto-disciplina Dificultades generalizadas o rechazo a ejercer auto-control suficiente y a la tolerancia a la frustración para alcanzar los propios objetivos personales o para restringir el exceso de expresión de las propias emociones e impulsos. En su forma más leve, el paciente se presenta con un exagerado énfasis en la evitación de la incomodidad: evitar el dolor, el conflicto, la confrontación, la responsabilidad o el cansancio a expensas de la satisfacción, compromiso o integridad personal. Dirigido por las necesidades de los demás (Un exceso de foco en los deseos, sentimientos y respuestas de los demás, a costa de las propias necesidades, a fin de obtener amor y aprobación, mantener la propia sensación de unión con los demás o evitar las represalias. Normalmente conlleva la supresión o falta de conciencia relativa a la propia ira e inclinaciones naturales. La familia típica de origen se basa en la aceptación condicional: los niños deben suprimir los aspectos importantes de sí mismos a fin de obtener el amor, la atención y la aprobación. En muchas de estas familias, las necesidades y deseos emocionales de los padres – o la aceptación y el estatus social– son más valorados que las necesidades y sentimientos únicos de cada niño). 12. Subyugación Ceder en exceso a la coerción o control ajeno –aceptar a fin de evitar la ira, las represalias o el abandono. Las dos formas principales de subyugación son: A. Subyugación de necesidades: supresión de las propias preferencias, decisiones y deseos. B. Subyugación de emociones: supresión de emociones, especialmente de la ira. Normalmente conlleva la percepción de que los propios deseos, opiniones y sentimientos no son válidos o importantes para los demás. Frecuentemente se presenta a modo de un excesivo cumplimiento, combinado con la hipersensibilidad a sentirse atrapado. Generalmente lleva a sentir ira, manifestada en síntomas desadaptativos (p. ej., conducta pasivo-agresiva, estallidos incontrolados de malhumor, síntomas psicosomáticos, retirada del afecto, “interpretar un papel”, abuso de sustancias). 13. Auto-sacrificio El exceso de atención por satisfacer voluntariamente las necesidades de los demás en situaciones cotidianas a expensas de la propia gratificación. Las razones más comunes son: prevenir que se perjudique a los demás, evitar la culpa de sentirse egoísta o mantener la conexión con los otros a quienes se les percibe como necesitados. Muchas veces se deriva de una sensibilidad aguda hacia el dolor de los demás. En ocasiones conduce a sentir que las propias necesidades no están siendo debidamente satisfechas y al resentimiento hacia esos a quienes se atiende. (Coincide con el concepto de codependencia). 14. Búsqueda de aprobación/búsqueda de reconocimiento El exceso de énfasis en la obtención de aprobación, reconocimiento o atención de las demás personas o en adecuarse a expensas de desarrollar una sensación segura y auténtica del self. La 32 propia sensación de estima depende fundamentalmente de las reacciones de los demás y, no tanto, de las propias inclinaciones naturales. Algunas veces incluye un énfasis excesivo en el estatus, el aspecto, la aceptación social, el dinero o el logro como medios para obtener aprobación, admiración o atención (sin que se deba fundamentalmente al poder o control). Con frecuencia deriva en la adopción de decisiones vitales importantes que no son auténticas ni satisfactorias o en el exceso de sensibilidad hacia el rechazo. Sobrevigilancia e inhibición (Énfasis excesivo por suprimir los propios sentimientos, impulsos o alternativas espontáneas o por satisfacer metas y expectativas internas rígidas sobre la actuación y la conducta ética, a menudo, a expensas de la felicidad, auto-expresión, relajación, amistades próximas o la salud. La familia típica de origen es severa, exigente y, algunas veces, punitiva: la ejecución, el deber, el perfeccionismo, el respeto a las normas, la ocultación de las emociones y la evitación de errores predomina sobre el placer, la alegría y la relajación. Generalmente hay una corriente subterránea de pesimismo y preocupación relativa a que las cosas se desharán si uno no logra permanecer vigilante y atento en todo momento). 15. Negatividad/pesimismo Un foco de atención generalizado y constante en los aspectos negativos (dolor, muerte, pérdida, decepción, conflicto, resentimiento, problemas no resueltos, errores potenciales, traiciones, que las cosas puedan empeorar, etc.) y simultáneamente minimizar o pasar por alto los aspectos positivos u optimistas. Normalmente incluye una expectativa exagerada –en una amplia gama de situaciones laborales, financieras o interpersonales– de que las cosas van a empeorar gravemente o que los aspectos de la propia vida que parecen ir bien llegarán a fallar. Normalmente conlleva un miedo exorbitante a cometer errores que podrían generar el colapso financiero, la pérdida, la humillación o el verse atrapado en una situación indeseada. Como exageran los posibles resultados negativos, estos individuos suelen caracterizarse por la preocupación, vigilancia, queja e indecisión crónicas. 16. Inhibición emocional La excesiva inhibición de la acción, sentimiento o comunicación espontánea, normalmente, para evitar la desaprobación ajena, los sentimientos de vergüenza o la pérdida de control de los propios impulsos. Las áreas de inhibición más comunes son: (a) inhibición de la ira y agresión; (b) inhibición de los impulsos positivos (p. ej., alegría, afecto, excitación sexual, juego); (c) dificultad para expresar vulnerabilidad o para comunicar libremente los propios sentimientos, necesidades, etc. y/o (d) excesivo énfasis en la racionalidad al mismo tiempo que se pasan por alto las emociones. 17. Metas inalcanzables/hipercriticismo La creencia subyacente de que uno debe esforzarse para satisfacer estándares internos inalcanzables de conducta o ejecución, normalmente para evitar la crítica. Generalmente produce sentimientos de presión o dificultad para reducir el ritmo y la tendencia a la hipercrítica hacia uno mismo y los demás. Debe implicar el deterioro significativo en el placer, la relajación, la salud, la auto-estima, la sensación de logro o las relaciones satisfactorias. Los estándares implacables suelen presentarse como: (a) perfeccionismo, atención excesiva al detalle o la subestimación de la propia ejecución en relación a la norma; (b) reglas rígidas y “deberías” en muchas áreas de la vida, incluyendo preceptos morales, culturales o éticos irrealmente altos o (c) preocupación por el tiempo y eficiencias, la necesidad de lograr más. 18. Castigo La creencia de que las personas deberían ser duramente castigadas por cometer errores. Conlleva la tendencia a estar furioso, ser intolerante, punitivo e impaciente con las personas (incluido uno mismo) que no satisfacen las propias expectativas o estándares. Suele incluir también la dificultad 33 para perdonar o perdonarse los errores porque se es reacio a considerar las circunstancias extenuantes, a permitir la imperfección humana o a empatizar con los sentimientos ajenos. Nota. Copyright 2002 de Jeffrey Young. No se autoriza su reproducción sin el consentimiento escrito del autor. Para más información, se remite al lector a Schema Therapy Institute, 36 West 44th Street, Suite 1007, Nueva York, NY 10036. Dimensión II. Deterioro en autonomía y ejecución La autonomía es la capacidad para separarse de la propia familia y funcionar independientemente de manera similar a las personas de la misma edad. Los pacientes con esquemas en este dominio presentan expectativas sobre sí mismos y sobre el mundo que interfieren con su capacidad para diferenciarse de las figuras
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